sábado, 30 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA PREGUNTA

Querida Mariana: ¿tiene color lo mágico? Pregunto esto, porque vos, yo, y medio mundo sabe que nuestro pueblo es pueblo mágico. Con esto decimos que Comitán no es un pueblo común. En el país hay más de cien pueblos considerados mágicos, pero no llegan a doscientos. ¿Mirás? Comitán es un pueblo privilegiado. Está dentro de los cientos y pico de pueblos que son considerados mágicos, que tienen algo especial. ¿Qué es esto especial? Lo especial está conformado por muchos elementos. Siempre pienso en un pan hecho con ingredientes únicos; un pan preparado en un horno único. Comitán tiene un aroma insuperable, un color distinguido. Ese aroma y ese color no lo encontrás en otro pueblo, por eso, nuestro Comitán fue considerado como pueblo mágico. Esto quiere decir que cuando llega un visitante encuentra aromas y colores que no hay en ningún otro lugar del mundo. ¿Mirás qué privilegio para la vista, para el espíritu? Cayó en mis manos una maravillosa revista de la editorial México Desconocido, que es una guía especial de pueblos mágicos de nuestro país. La edición es de 2015, en ese año, había 83 pueblos mágicos. Ahora, la lista se ha incrementado. En el Internet está la información que en 2022 hay 132 pueblos mágicos. Ah, qué privilegio, Comitán es uno de los 132 pueblos considerados especiales. Esto es un distintivo de gran prestigio. En Chiapas hay cuatro pueblos mágicos: Palenque, San Cristóbal de Las Casas, Chiapa de Corzo y Comitán. México Desconocido es una revista de gran prestigio. Le he seguido la pista desde los años ochenta, época en que adquirí una colección completa de todas las revistas que se habían publicado hasta ese momento, desde el número 1. No recuerdo bien, pero pienso que la colección tenía seis tomos chonchos. Ah, disfruté la lectura. Cuando tuve en mis manos la edición especial de los pueblos mágicos, de 2015, la abrí y busqué, de inmediato, lo referente a Chiapas, obvio (en ese año Palenque todavía no ostentaba la distinción). De la página 240 a la 243 aparece información y fotografías de San Cristóbal de Las Casas; luego, de la página 244 a la 245, está Chiapa de Corzo; y en las páginas 246 y 247 nuestro Comitán. Bueno, acá se advierte que destinaron cuatro páginas a San Cristóbal y dos para Chiapa y para Comitán. En el texto de presentación, los editores cierran así: “¡Haz maletas, lleva tu cámara, súbete al auto y empieza tu aventura por México!” La publicación, pulcra, bien cuidada, cumple con el objetivo: ser una invitación permanente para visitar algunos o todos los pueblos mágicos del país. En cada bloque informativo de los 83 pueblos se consignan datos turísticos importantes, acompañados con bellísimas fotografías. Sí, se antoja ir a cada uno de estos pueblos mágicos de México, son esencia de la riqueza cultural de nuestro país. Insisto, Comitán es uno de los pueblos consentidos del espíritu de México. Pero, no todo mundo lo entiende así, no lo entiende gente de fuera y, ¡el colmo!, no lo entendemos nosotros, los comitecos, los habitantes de este pueblo mágico. Y diré el porqué. La revista me sirve un poco para ejemplificar cómo nos ven desde afuera. Ya dije que en la revista sólo tenemos dos páginas, mientras que a San Cristóbal le destinaron cuatro páginas. ¿Por qué? No lo sé. No sé si fue criterio editorial o si tuvo que ver con patrocinios de los ayuntamientos, no lo sé. Debo decir que toda la revista está conformada así, hay pueblos mágicos que tienen cuatro páginas y otros que tienen dos páginas. Acá, cuando menos en esta revista, hay una aparente, y evidente, separación que, a manera de broma, pero en serio, podría traducirse en la pregunta: ¿tu pueblo mágico es de cuatro o de dos páginas? Comitán es de dos; San Cristóbal es de cuatro. Pero hay más. Te cuento. Cada uno de los reportajes tiene un mapa para saber la ubicación del pueblo y cómo llegar; y tiene información condensada de la magia que posee ese pueblo y, ya lo dije, fotografías de óptima calidad. ¿Qué hay en las cuatro páginas de San Cristóbal? El mapa, la información y las fotografías. ¿Dejás que te diga qué fotografías ilustran el reportaje? En la página 240 una fotografía que fue tomada al atardecer, en primer plano la fachada imponente, maravillosa, de la Enseñanza (que fue una escuela de prestigio en los años cuarenta y ahora es un delicado museo, fue dirigido por nuestra paisana María Luisa Armendáriz, que en paz descanse); en la calle viene el tranvía turístico “el coleto”. Ah, es una imagen que sintetiza la magia de ese pueblo genial. Al fondo unas casas en lo altito, el campanario de un templo y las montañas que circundan a San Cristóbal. La imagen rezuma tranquilidad y belleza. En la página 241 aparece el mapa que muestra cómo llegar de la capital chiapaneca a San Cristóbal, y en el extremo inferior derecho una fotografía donde una mujer indígena, con los brazos abiertos, muestra un textil bordado a mano o en telar. No lo sé, pero el bordado es de una gran belleza, también resume la genialidad de los artesanos de la región, famosa en todo el mundo. La página 242 está llena con una fotografía de la fachada del prodigioso templo de Santo Domingo de Guzmán, a los lados puestos de artesanías, y en primer plano parte de la escalinata con dos mujeres indígenas de espaldas, portando su tradicional vestimenta. Y, al final, en la página 243 la fotografía, también tomada al atardecer, de una parte del andador de la calle Real de Guadalupe: faroles iluminados, negocios con puertas abiertas, gente sentada en bancas o en el borde de las banquetas, caminando, bebiendo un café o una cerveza en los cafés al aire libre debajo de sombrillas. Al fondo un cielo ya a punto de entrar a la noche y las montañas circundantes. Todo genial. ¿Qué fotografías hay en el reportaje de Chiapa de Corzo? Sólo una, en la página 244; en la página 245 está el mapa para saber cómo llegar. La fotografía abarca media página y muestra la hermosísima pila, que está en el parque central y (dice el pie de foto): es “conjunto mudéjar emblemático y tradicional”. La foto es bella, domina el color rojizo del ladrillo, enmarcado por el follaje verde de los árboles y el blanco de las nubes y el azul del cielo. ¡Maravilloso! ¿Y el reportaje de Comitán? Igual que en Chiapa de Corzo, una foto en la página 246 y el mapa en la página 247. La fotografía también abarca media página y es una fotografía maravillosa. En primer plano aparece una chica bonita de espaldas, recibe la luminosidad del sol que se oculta en el poniente, la chica viste una playera rosa con los hombros descubiertos y se supone que sostiene una cámara entre sus manos (digo que se supone porque la cámara no se alcanza a ver, pero sí la cinta con la marca Canon). ¿En dónde está parada la chica? En el borde de la carretera frente a uno de los Lagos de Montebello. El pie de foto dice: “Lagunas de Montebello, uno de los paseos más hermosos alrededor de este Pueblo Mágico”. Sí, mi niña, los editores de México Desconocido pusieron fotos de San Cristóbal en el reportaje de San Cristóbal, foto de Chiapa de Corzo en el reportaje de Chiapa de Corzo, y foto de los Lagos en el reportaje de Comitán. Y esto no es sólo percepción de muchas personas ajenas a Comitán. ¡No! También en el propio pueblo hay parte de esa percepción. El otro día, en redes sociales, Zoraida Vleeschower, genial ilustradora chiapaneca (además de otras gracias creativas que posee) comentó que viajaría a Comitán y preguntó qué podía hacer en el pueblo. De inmediato alguien le dijo que podía ir a los Lagos o al Chiflón. ¡No!, dijo ella, qué hacer en Comitán. Por fortuna, un amigo de ella le dijo que la llevaría a disfrutar el pueblo. Parece que así fue. Sí, me dio gusto conocer la respuesta de Zoraida. Dejó implícito que ella reconocía la magia de Comitán y quería vivirla. La zona de los Lagos de Montebello fue reconocida (precisamente por México Desconocido) como “Mejor destino de la Naturaleza”. Claro, es una belleza, es una bendición, es un placer viajar a esa zona, disfrutar la belleza de los colores que, en forma generosísima, se abren para el espíritu del ser humano. Pero, acá queda demostrado que hay una cierta confusión. Comitán, por sí solo, fue nombrado como Pueblo Mágico, por su esencia, por su aroma, por sus colores. Los chiapanecos gozamos de muchas bendiciones que compartimos con los visitantes. Una de esas bellezas, por supuesto, es la zona de los Lagos; pero otra, por sí misma, es la ciudad de Comitán. Por algo fue nombrado Pueblo Mágico. ¡Ah, qué bendición! Los visitantes pueden gozar uno de los mejores destinos de la naturaleza del país (Los Lagos de Montebello) y uno de los pueblos mágicos del país (Comitán). Posdata: hay cierta confusión. Comitán debe promocionarse turísticamente por sí sola, por las características únicas que posee. Existe mucha gente que disfruta la naturaleza, pero asimismo existe mucha gente que goza caminar los pueblos que tienen una personalidad auténtica. La región posee ambos elementos. El pueblo de La Trinitaria es maravilloso, basta por sí solo para caminarlo, para gozarlo; lo mismo sucede con el pueblo de Tzimol. Comitán es mágico por sí mismo. Nos hace falta identificar bien sus aromas y sus colores, para presumirlos, para decirle al mundo que vivir este pueblo es una experiencia sensacional. Digo yo, no sé qué pensás vos. Que el próximo reportaje de Comitán presente fotos de Comitán. Uf, tenemos mil imágenes para sentirnos chentos.

viernes, 29 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON EXTENSIONES

Querida Mariana: ¿todo tiene límites? Sí. En la creación existen límites, en la naturaleza también. Los urbanistas usan el término “conurbación”, que es cuando una ciudad se fusiona con otra, por el crecimiento desmedido. Algunos visionarios locales dicen que eso sucederá, en un tiempo futuro, con Comitán y La Trinitaria. Como mi imaginación es limitada no alcanzo a ver esa conurbación, pero ¿vos sí podés imaginarlo? En las megas ciudades sí se da el fenómeno. Basta ver la Ciudad de México: lo que eran pueblos aledaños ahora forman parte de la gran ciudad. ¿Existen límites? Sí. Todo está limitado. La chica pregunta: ¿me querés en forma ilimitada?, y el novio, con ojos de tiuca en estado de levitación, dice que sí, que su amor no tiene límites. Todos sabemos que es una gran mentira, bueno, no todos, la chica lo cree y pone también ojos de chivo en precipicio, pero iluminada, y el joven lo cree. Falso, todo tiene límites. Los científicos dicen que el universo está en expansión, desde el instante del Big Bang no ha dejado de expandirse. Pucha, millones de años inflándose. Pero, los mismos científicos aseguran que llegará un momento (ni vos ni yo lo veremos) en que el universo llegará a su límite y se contraerá como globo desinflándose y todo volverá a la oscuridad original. Claro, ese instante llegará dentro de millones de años, pero deja constancia que hasta el universo tiene un límite. Tiene límite el universo que no tenga límite el amor. Bueno, basta ver la vida, la mía, la tuya, la de todos. ¿Nada hay ilimitado? Bueno, los creyentes dicen que Dios sí es infinito. No me gusta meterme en terrenos fangosos, pero Juan se pregunta qué sucederá con Dios cuando el universo desaparezca. Liliana dice que Dios es infinito, que este universo, nuestro universo, es apenas como un pelo en el cuerpo de un enormísimo tigre; y Pancho le dice que no gaste su tiempo en esas preguntas tontas, extiende el brazo y dice: “gracias a Dios, ahora tenemos harta cerveza para ser felices”, dice ¡salud! y bebe su caguama. Juan hace lo mismo, bebe, sube la cara al cielo y da gracias a Dios por las bendiciones de la cerveza, con el agregado de botana de chicharrón de hebra con salsa de pico de gallo. Los que saben dicen que son felices las personas que reconocen sus límites, que no van más allá de lo que les corresponde; por el contrario, los que promueven la teoría del éxito, siempre sostienen que la mente humana es ilimitada y los practicantes del deporte extremo dicen que ni siquiera el cuerpo tiene límites, pero a cada rato vemos que un escalador de montañas se dobla el pie y ya no llega a la cima; a cada rato vemos que el pensamiento también llega a un tope y de ahí no pasa. ¿Cuándo el ser humano logrará el movimiento continuo? Hay un límite en la ciencia. No hay cura para el cáncer (todavía), tal vez en algún momento; no hay defensa contra el coronavirus. ¿En qué momento la ciencia logrará vencer a esos microscópicos atacantes que ponen en riesgo millones de vidas humanas? Estamos limitados. Así nacimos. Nuestra consistencia física no permite el vuelo, como sí lo hacen los pájaros. Ahora, la ciencia ya tiene chunches electrónicos que permiten que una persona vuele, pero aún no logra el vuelo autónomo permanente, porque, ya lo dijimos, todo tiene un límite. La tía Francisca a cada rato le dice a su hijo que su tolerancia tiene un límite, que no se pase de listo. ¡Mirá! La tía es como el universo, su coraje se expande y le pinta brasas en los ojos. Ah, que no llegue al límite porque, en lugar de contraerse, ¡estalla! El tío Abraham aseguraba que su cuerpo no tenía límite y bebía con placer y generosidad, hasta que su hígado lo contradijo, se enfermó y murió de cirrosis. Todo tiene un límite. Es condición de este camino llamado vida. Tiene límite la paciencia de la tía Francisca; tiene límite la carretera que pasa por Comitán y llega a la Tierra del Fuego; tiene límite el universo; tiene límite la resistencia de un corredor, de una nadadora; tiene límite una llanta de auto, la extensión de un acordeón, el aire de un trompetista. Posdata: es triste aceptarlo, pero todo tiene un límite. Sí, tal vez sólo Dios es infinito y cuando este universo se contraiga y se embeba en sí mismo, Él siga orondo en los demás universos que creó, tantos como sus sueños, como su creación juguetona. Pero, salvo la bendición divina, todo lo demás, lo mortal, tiene límites. El que da el siguiente paso en el límite del vacío ¡cae!, y comprueba que su vida era limitada.

jueves, 28 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON LA PALABRA CALASH

Querida Mariana: ¿Has oído la palabra calash? Se aplica cuando algo está mal hecho; es decir, que no está hecho a la comiteca, porque hacer las cosas a la comiteca es ¡hacerlas bien! Cuando vos decís que sos comiteca, lo único que reafirmás es que sos de Comitán y estás bien hecha, más que bien. De niño escuché que alguien decía que fulano de tal vestía muy calash, ¿mirás? El término también se aplica a todo aquello que no es armonioso. ¿De dónde proviene la palabra? No lo sé, pero de niño la escuché con mucha frecuencia, gracias a Dios no me la aplicaron a mí. ¿Cuál es el antónimo de calash? Lo bien hecho. Tal vez, en nuestro pueblo se podría aplicar Lek, que se usa para decir que algo está bien. Ya el colmo de la virtud; es decir: ¡mero lek!, que está muy bien, galán. Hacer las cosas a la comiteca es hacerlas ¡mero lek! Nuestro destino es Lek y no Calash. No obstante, si digo que la palabra calash la escuché con frecuencia es porque hubo muchos paisanos que, en mi infancia, no hacían bien las cosas. En estos tiempos la palabra ya no la escucho con la frecuencia de antes, esto no significa que ahora todo esté lek, ¡no!, lo que significa es que ahora, la palabra está ya en desuso. En pocas partes del mundo usan las palabras calash y lek, pero en todas partes se hacen cosas mediocres y cosas maravillosas. En Comitán también hay actos mero calash y actos mero lek. He hecho la prueba, a varios amigos les he preguntado qué prefieren. ¿Sabés el resultado? ¡Claro que sí! Todos, ¡todos!, han respondido que les gusta lo lek y no lo calash. Y si esto lo aplicáramos a nivel mundial hallaríamos que, tal vez no por unanimidad, pero sí un altísimo porcentaje diría que prefiere las cosas bien hechas y no las malas; pero esto es como algo teórico, porque en la práctica la realidad es apabullante, muchas personas hacen mal las cosas, se ha extraviado el espíritu de la búsqueda de lo perfecto. Te he contado que siendo estudiante universitario en la Facultad de Ingeniería, de la UNAM, obtuve resultados malos, porque fui un estudiante calash (he contado que fui un asiduo visitante de la Biblioteca Central, porque me encantaba leer, así me volví un lector mero lek). En varias materias que cursé obtuve NA (no acreditada), en otras la S de panzazo (suficiente), una o dos con R (regular), una con B (bien) y ninguna con MB (muy bien). En estos tiempos veo muchas acciones que tienen una S de calificación, la suficiencia es insuficiente para ser el país que nos merecemos. México, así lo consigna la historia, tiene el destino para obtener MB en todos los actos cotidianos, y, sin embargo, vos mirás que hay muchos actos calashes. Es una pena. Y lo más frustrante es que todos los actos mero lek terminan siendo apabullados por la enorme piedra de lo calash. México extravió el rumbo hacia la excelencia y se quedó instalado en la mediocridad, por eso nos va como nos va. México era un país destinado a la grandeza, hay innumerables muestras históricas de ello, hay testimonios de vidas supremas, de personas mexicanas de excelencia, pero en algún momento (aún no bien determinado) hubo una gran torcedura y el México Lek se volvió un México Calash. ¡Qué pena! Posdata: de niño escuché la palabra calash con profusión; juro, querida mía, que la escuché más que la palabra lek. ¿Ganaba lo calash en el Comitán de aquellos años? No, no lo creo. Comitán era mero lek, era un pueblo calmado, maravilloso, tranquilo, soberbio. ¿Entonces? No sé. Tal vez me movía en espacios donde había dos o tres personas calashes. Fulano de tal vestía calash; sutana era calash para hacer sus trabajos escolares. Pero, si hago un ejercicio de memoria, recuerdo a muchísimas personas que todo lo hacían a la comiteca: bien hecho. Si hago un ejercicio de comparación, debo concluir, ¡qué pena!, que el Comitán de ahora es más calash.

miércoles, 27 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA ESCULTURA EN EL AIRE

Querida Mariana: abrazo a Luis, con emoción, con alegría. Muchas personas lo abrazan, en su pueblo. Los organizadores del Quinto Festival Internacional de Arte, Literatura y Ecología Balún Canán realizan un homenaje a Luis Aguilar Castañeda, genial escultor comiteco. Los integrantes del Puente Cultural del Sur Sureste, con su director fundador, el poeta Arbey Rivera, reconocieron que la obra y vida de Luis está íntimamente ligada con la vida y obra de Rosario Castellanos. En la declaración de principios, el Festival sostiene que este acto anual reconoce la obra de Rosario, por ello, los organizadores, destacados promotores culturales, han delineado una escultura en el aire, hecha de sueños y no de bronce. Luis recibe ahora una lluvia de luz en su pueblo. Con estas iniciativas, Comitán cancela el dicho de que nadie es profeta en su tierra. A Luis lo abrazan en nombre de Comitán, en nombre de Rosario, en nombre de Balún Canán, en nombre de todos los que son sembradores y no taladores. Una escultura de aire ha formado Luis en su vida. Él, igual que Rosario, nació en Balún Canán, acá pepenó sus primeros gajos creativos, a la hora de gatear, a la hora de balbucear sus primeras palabras, a la hora de jugar con la tierra y con la plastilina, Luis inició este largo y luminoso camino que ha compartido con la gran escritora. El camino continúa, pero Luis ya ha ascendido tres escalones al lado de Rosario. Al principio, ella lo tomó de la mano y lo guio; hoy, en el tercer escalón, siguen tomados de la mano, pero ella no lo guía, lo acompaña. Luis subió al primer peldaño cuando tenía ocho o diez años de edad, en el instante luminoso que su papá le leyó unos poemas de Rosario. La palabra de su papá fue la línea sobre el aire, el ave que pasó de unos labios a sus oídos, ahí, en esa línea iba la palabra de Rosario, volaba como dulce tiuca, amoroso colibrí. Ese deslumbre definió a Luis. ¿Así que esa escritora era su paisana? Ella, igual que él, había crecido en este pueblo, caminado las mismas calles, visto los mismos cielos, respirado los mismos aires. Luis reconoció que Rosario escribía sobre el aire y sus palabras volaban a muchas partes, era un viento poderoso, poderosísimo. ¿Podía él hacer lo mismo con la escultura? Sí, algo similar, modelar la plastilina, hacerla bronce (a través de pase mágico) y abrir huecos para que sus imágenes fluyeran como papalotes. Ya Luis había aprendido lo que la nana dijo a la niña protagonista de la novela Balún Canán: el viento es uno de los guardianes de este pueblo. Decretó entonces que el bronce tuviera ventanas para que este guardián siguiera velando el sueño de los comitecos. Luego, Luis subió al segundo peldaño. Había hecho una escultura en cera de Rosario Castellanos, de tamaño pequeño, cuando el viento (el eterno guardián) abrió con ímpetu la puerta de su taller. La autoridad municipal de su pueblo le pidió el busto de Rosario, en grande, en bronce, para colocarlo contra esquina del Teatro de la Ciudad, lugar emblemático donde actualmente está. En el segundo peldaño, Rosario y Luis de la mano; la mano de Luis ya no es la titubeante de cuando fue niño, ya no, su mano le ha dado forma al aire y deja que el viento, uno de los nueve guardianes del pueblo, juegue por el rostro de la escritora. Y ahora, gracias al reconocimiento de intelectuales comitecos, Luis recibe un homenaje en el Festival Balún Canán, acto cultural que recuerda la presencia de Rosario en el mundo literario. Luis asciende un peldaño más en este acompañamiento sensacional. El arte es la cuerda luminosa que une espíritus sensibles, acá todo bendecido con la luz de comitecos geniales. Posdata: la vida y obra de Luis está íntimamente ligada a la vida y obra de Rosario. Quienes ven la escultura de Rosario hecha por Luis honran la palabra del papá de Luis. El mensaje sublime no llega a los oídos, llega a los ojos de los espectadores. Luis pepenó la palabra de Rosario a través de la voz de su papá; ahora envía el mensaje de Rosario a través de su obra escultórica. Los organizadores del Festival así lo advirtieron y ahora también han hecho una escultura en el cielo de Comitán, una escultura hecha con hilos de luz. Abrazo a Luis con emoción, con gratitud. Muchas personas lo hacen conmigo. Comitán reconoce, gracias a la iniciativa del Puente Cultural del Sur Sureste, a la mejor hierbabuena de esta parcela. ¡Bien! ¡Felicidades!

martes, 26 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON LIMONES ELEGIDOS

Querida Mariana: ¿ya te enteraste? Del 27 al 30 de abril de 2022 se realizará el Quinto Festival Internacional de Arte, Literatura y Ecología Balún Canán. Este Festival es organizado por integrantes del Puente Cultural del Sur Sureste, que fundó el poeta Arbey Rivera. En esta edición, el sociólogo Fernando Limón Aguirre recibirá un merecido homenaje. En la presentación del programa, el poeta Arbey mencionó que el Festival inició en 2016, mas debió suspenderse durante dos años, por la pandemia, pero, en este 2022 regresa con una atractiva propuesta cultural, además de incluir el tema de la ecología, como eje para hacer conciencia de la necesidad de preservar el Medio Ambiente. El Quinto Festival se realizará en quince sedes, Veracruz es el estado invitado de honor. Medio mundo de acá conoce la labor de investigación que realiza el maestro Limón. Por eso, Comitán celebra la decisión de los organizadores del Festival. Sí, en buena hora llega el homenaje. En abril de 2013, Dora Patricia Espinosa Vázquez (editora ejecutiva de ARENILLA, revista impresa) publicó en el número 176, de DIEZ, revista digital, una entrevista que sostuvo con el destacado investigador Fernando Limón. En esta entrevista, Fernando Limón platicó que nació en la Ciudad de México; desde 1991 ha trabajado en comunidades indígenas chiapanecas, de manera especial en las comunidades del pueblo Chuj, en la región de Montebello. Escribió un libro con el título “Conocimiento cultural y existencia entre los Chuj”, donde comparte algo de lo que ha pepenado en esa constante labor. Los comitecos reconocemos la cercanía de la cultura tojolabal en nuestra comunidad, pero tenemos una distancia con respecto a la cultura Chuj. Fernando ha descolgado frutos de aquella cultura y nos ha entregado un saber especial. Fernando dice que vino a Chiapas, a colaborar con el equipo de la Misión de Guadalupe, de Los Maristas y asegura que, desde ese instante casi no se movió: “Ya sabía que mi lugar era acá”. ¿Mirás la declaración tan rotunda? Fernando ya sabía que su lugar era acá. ¿Cómo alguien llega a tener tal certeza, tal grado de iluminación? ¡Este es mi lugar y ya no me muevo! Y, sin embargo, Fernando se ha movido mucho y en su movimiento ha puesto en movimiento a nuestra sociedad. Su dedicación y mirada atenta nos lega un conocimiento profundo de una cultura tan cercana y tan distante a la vez. Era necesario que Fernando llegara y supiera que acá era su lugar. Desde ese momento se ha dedicado a sembrar conocimiento y afectos, su personalidad de ventana abierta, de aro de luz, le ha procurado mucha simpatía en la comunidad. Ahora, los integrantes del Puente Cultural del Sur Sureste lo reconocen. ¡En buena hora! Felicidades a Fernando, y reconocimiento a los organizadores del Festival que tienen la suficiente capacidad para mostrarnos los tesoros intelectuales de nuestra región. En la entrevista, Paty le preguntó a Fernando cómo halló su vocación. El investigador, entre otros conceptos, apuntó: “Caminando. Escuchando a la gente, pero también escuchando a mi corazón”. ¡Genial! Es una respuesta de cristal luminoso. Estas frases son las que deben inscribirse en el muro del aire para que los quetzales y las tiucas las lleven a todas partes, para que el mundo tenga un asidero en momentos de incertidumbre. Si generalizamos la respuesta de Fernando, podemos decir que la vocación del ser humano se encuentra en la voz de la gente y en la voz del corazón. En estos tiempos aciagos, parecería que los seres humanos hemos extraviado el divino arte de escuchar, de escuchar la voz del prójimo y la voz interior. Fernando no dudó, caminó, escuchó la voz de la gente y escuchó la voz de su corazón y supo que su vocación estaba en la senda que sigue fielmente y que su parcela de conocimiento estaba en estas tierras, acá, donde los chujes alimentan la luz de todos los días. Por eso, porque los organizadores del Festival ponen bajo el reflector la vocación indeclinable de Fernando, Comitán celebra el homenaje. Este homenaje sirve para refrendar la vocación más importante del ser humano. Ya lo dijo Fernando en la entrevista de 2013: hay que escuchar a la gente, hay que escuchar al corazón. Caminar, pero hacer una pausa y escuchar, ahí está el conocimiento de siempre, la voz de siglos, la voz del hombre pasado, presente y futuro. Posdata: felicidades a todos. Felicidades a los organizadores del Festival; a todos los participantes, a los que son de casa y a quienes llegan de otras ciudades chiapanecas, de otros estados de la república mexicana y de otros países. La fiesta está por comenzar. Qué sabroso guateque; felicidades a la audiencia que acudirá a llenar su corazón con la luz de la cultura. Felicidades a Fernando Limón. Gracias a todos por todo.

lunes, 25 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON IMÁGENES

Querida Mariana: ¿nunca has jugado con tu novio a las imágenes? Es un juego muy sencillo, casi simple, pero abre muchas ventanas a la imaginación y permite pasársela bien, requetebién. Se trata de imaginar que uno es un paisaje o un objeto o una situación. Por ejemplo, imaginás que sos un castillo en lo alto de una montaña, rodeado de árboles y un foso para evitar intrusos, pero existe un pasadizo secreto por donde alguien, aventurero sagaz, puede eludir a los guardias y llegar a lo alto de la torre donde está escondido el tesoro. El juego es describir las posibles acciones hasta llegar a obtener la victoria; el juego es como un videojuego sin pantalla, la pantalla es la imaginación de los jugadores. Todo es fruto de la imaginación, todo es platicadito. La palabra es la maravillosa herramienta para el juego. Ah, el juego permite mil variantes, mil sueños, mil posibilidades. Es un juego muy bonito para cuando una pareja está aburrida de la programación en la televisión y ya se agotó ante tanto Tik Tok insulso. ¿Qué hacer ante el fastidio de la vida, si la calle también tiene cara de estropajo? Jugar, jugar en pareja. Paquita dice que ella se siente bien en casa, segura. Dice que estos tiempos exigen que la pareja sea eso: ser pareja; debe acostumbrarse a disfrutar los instantes de vida sin necesidad de estar en manifestaciones o de elegir lugares peligrosos. Paquita dice que ella prepara pastelitos de naranja y un buen termo de café chiapaneco y espera con ansia el momento en que su novio llega (recordá que la Paquita vive con sus papás y una hermana). El novio llega feliz, ven alguna película en la recámara de ella (con la puerta abierta, para que los papás estén tranquilos, por el respeto a la casa paterna, no por otra cosa) y luego leen un rato, ella recostada en los muslos de él (dice que a veces siente que la almohadita se mueve, la primera vez pensó que temblaba, luego se dio cuenta que sí, que había un ligero temblor) y cuando se aburren de la lectura juegan el juego de las imágenes. A veces el novio le dice que es una montaña altísima, con pinos en la falda y nieve en la cima; y ella, entonces se convierte en una experta escaladora, con sus dedos como piolets, comienza el ascenso, descansa en alguna saliente, mira a distancia las demás montañas, el vuelo de algún ave; escucha el rumor del viento azotándose contra las frondas o el salto juguetón del agua que se despeña con alegría en una cascada; continúa el ascenso y cuando llega al pecho del novio sabe que en esa meseta existe una flora inédita. Ella, la experta escaladora, y él, maravillosa montaña, sienten todo lo descrito a través del juego de la palabra. Paquita dice que la primera vez les costó trabajo concentrarse e ir describiendo el ascenso, fue difícil imaginar el paisaje, el sendero lleno de piedras, los manchones de plantas, las sombras de los árboles, los sonidos de los pájaros al saltar de una rama a otra, el río al fondo, los venados que pasaron corriendo en medio de la arboleda, el búho que estaba en una rama, el canto de las chicharras pidiendo agua; más arriba el silencio impactante, el pie resbalando y la mano sosteniéndose de una saliente, el moho de las piedras, el frío glaciar, la bufanda cubriendo el cuello. Ahora, tienen gran experiencia; a veces, Paquita juega a ser poema de Octavio Paz y el novio se convierte en gran lector y un hermeneuta profesional; se pone un gorro árabe y descifra e interpreta cada uno de los versos. Si el verso dice: “Es una calle larga y silenciosa”, el novio camina por esa calle, describe lo que ve, los postigos cerrados, las puertas entreabiertas, los rumores del interior de las casas, las miradas que, como pajaritos, muestran sus caras desde las ventanas. “Es una calle larga…”, ¿qué tan larga? ¿Tan larga como el anhelo? Juegan, siempre juegan. La palabra es la materia principal del juego. Así como para el niño la pelota es esencial para el juego, la palabra se convierte en la brasa para prender la imaginación de los amantes. Posdata: el juego de las imágenes es un juego inteligente, apasionado; siempre entra uno al mismo callejón, pero, al dar dos o tres pasos en esa “calle larga”, aparece el deslumbre, lo nunca imaginado. En ese pasaje hay mil puertas, doscientas mil ventanas, ese pasadizo siempre conduce a un mundo fantástico, donde las horas se vuelven minutos y los minutos se decantan en instantes luminosos. Paquita y su novio juegan, con la puerta abierta, la almohadita tiene ciertos temblores, lo mismo sucede en la parcela de ella. El juego es volver al deseo “una calle larga…”

domingo, 24 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON SUBASTAS

Querida Mariana: no es broma, ¡no! La noticia apareció en el periódico La Jornada, de circulación nacional: subasta de una playera que usó Maradona. No una playera común, ¡no!, la playera que usó como integrante de la selección argentina cuando jugaron contra Inglaterra, en el Mundial de México 1986. En ese juego, Maradona anotó dos goles. Bueno, entiendo que hay personas que se interesan por las prendas que usaron sus ídolos. Hace poco comentamos que una hija del escritor Gabriel García Márquez puso a la venta algunas prendas del ganador del Nobel de Literatura. Lo que rebasó mi capacidad de sorpresa fue el precio inicial de la subasta de la playera: cinco millones de dólares. ¡Cinco millones de dólares! No sé cómo terminará la subasta. ¿Qué precio pagó la persona o institución que se llevó la playera del famoso futbolista? Si en un café, sentado con amigos, uno de estos hubiese contado lo anterior habría pensado que era una soberana broma, increíble. ¡Cinco millones de dólares por un pedazo de tela, talla normal (digo, porque en ese año, el futbolista no tenía la gran panza que tuvo después por tanto exceso)! En mi estupor tomé la calculadora e hice la conversión para que mi mente comprendiera en pesos mexicanos ese exceso en tiempos de pandemia. Redondeé la conversión a veinte pesos por dólar. ¿Cuánto salió? Un millón de dólares igual a veinte millones de pesos; por lo tanto, cinco millones de dólares, ¡cien millones de pesos! Si no lo hubiera leído en La Jornada habría pensado que era una soberana tomadura de pelo. ¿A quién se le ocurre pagar cinco millones de dólares por una camiseta que en el mercado vale, si mucho, veinte mil pesos? En el Internet hallé la oferta de una playera firmada por Maradona y Messi, la pareja de jugadores argentinos más famosos de estos tiempos. Esta playera se vende en ciento cincuenta mil pesos. Es mucho dinero, pero no faltará el fanático que desee conservar esta reliquia. ¿Qué tiene la playera de cien millones de pesos? ¿Firma? ¡No! Y si la tuviera sería sólo la de Maradona. ¿Sudor? Pienso que no. Sin duda que está lavadita. Es un recuerdo de un instante en la vida universal. La subasta de la playera la realiza una famosa casa subastadora. ¿Quién la ganará? ¿Cuánto será el precio final? ¿Se vale este exceso? Vos sabés que no soy apasionado del deporte. Mis intereses son otros, pero respeto las aficiones de los demás. Me gustan los libros y el arte. Disfruto viendo obras de arte en museos. Nunca, ni en mis más alocados sueños, he deseado tener una obra de Picasso o de Modigliani en mi casa. ¡No! No dormiría tranquilo. ¿En dónde colocarán la playera de Maradona? ¿Le harán un nicho especial, blindado y la colocarán en la sala de la residencia del millonario comprador? ¿El coleccionista sentirá el mismo goce que siente el propietario de un Picasso? ¿De verdad? ¡No lo sé! Sólo porque leí la información en un periódico serio es que la creí. Sé que el mundo es mundo por sus excesos, por sus manifestaciones ocasionales que se alejan de toda lógica. ¡Ah, el mundo tan de camisa al revés! Cuando lo comenté con Luis, él se puso la mano en la barbilla al estilo del pensador de Rodin, y en tono irónico, como si fuera un tribuno romano, preguntó: “¿Será que las rayas blancas de este textil son líneas de coca de primera?” La playera en subasta tiene vivos blancos en el cuello y al final de las mangas cortas. Posdata: ¡ah, el mundo y sus excesos! Sí, las grandes subastadoras venden de todo. He visto fotografías de subastas de ropa de mujeres famosas, grandes actrices, los coleccionistas fanáticos compran suéteres, blusas, zapatos que ella usó. ¿Pantaletas? Ah, pues, Alejandro, sé serio. Nunca he visto esa información, pero, en el mercado negro, debe haber ese tipo de subastas. ¿Cómo comprobar que un determinado brasier estuvo en el pechito de la Tetanic? ¡Ah, pues, Alejandro, sé serio!

sábado, 23 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON LIBROS, MUCHOS LIBROS

Querida Mariana: el 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro. No todos los objetos del mundo tienen días especiales de celebración, a pesar de que todos los chunches le sirven a la humanidad. ¿Vos has escuchado que celebren el Día Internacional de La Pelota? ¿Día Internacional del Brasier? Yo ¡jamás! Y, sin embargo, estos dos objetos son de gran servicio para la humanidad. Casi se puede asegurar que hay más millones de usuarias de brasier y de jugadores de pelotas, pero estos chunches no tienen su celebración especial. ¿Por qué existe un día para celebrar el libro? Porque, ya lo dijo el gran escritor Jorge Luis Borges, el libro es extensión de la memoria. ¡Genial! El libro evita que las historias se diluyan como la línea que se traza en la arena y desaparece a la hora que la ola, juguetona, traviesa, aparece en la playa. No sé muy bien la historia, pero parece que Jesús, el gran Jesús, escribió algo en la tierra, pero ese escrito se esfumó. ¿Imaginás si Jesús, en lugar de escribir esas palabras en la arena, lo hubiera escrito en un papiro? El buen Jesús no sólo habló a través de parábolas, ser maravilloso, también escribió con parábolas. Acá hay una sublime. A ver, dijo, saquen sus conclusiones. Bueno, la primera, la más obvia, es precisamente la confirmación que aquello que no se preserva en la escritura en soportes duraderos se hace polvo, porque polvo somos y al polvo regresaremos. Quienes escribieron los textos de la Biblia ya gozan de otra vida. ¿Los textos? Ahí continúan, los mensajes escritos hace cientos de años siguen impecables, como si hubiesen sido escritos esta mañana y han sido leídos e interpretados por millones de lectores, millones en todo el mundo, en muchos idiomas, gracias al invento del maravilloso Gutenberg, que ideó la prensa para hacer muchísimos libros. El libro es un objeto sensacional. ¿Por qué no hay más lectores, como sería lo deseable, si la lectura provoca uno de los mayores placeres? Ya se dijo, porque es extensión de la memoria. Ponerse un brasier no implica mayor ritual, la niña adolescente cuando observa que en el pecho le brotan dos volcancitos sueña con tener generosas mamas y ponerse brasier. Cuando sus mamas crecen, usa estos chunches sin mayor dificultad. Ella se los pone con facilidad y con la misma facilidad el amante experto se encarga de quitárselo; lo mismo sucede con la pelota, cuando los infantes descubren el placer de patear o de rebotar un balón, ahí andan en los campos, en canchas o en la calle, jugando la pelota, sin traba alguna. Hay gente que nace con el don (o lo procura a través de la práctica intensa) y se convierte en diestro pateador o encestador. ¿Y la práctica de la lectura? Ah, esto requiere un esfuerzo intelectual más complejo. Es más sencillo ponerse o quitarse un brasier; es más simple patear o rebotar un balón. Claro, lo segundo requiere un esfuerzo mental más elaborado; lo primero es casi rutinario, lo segundo exige una serie de habilidades. Pensá en un jugador de fútbol soccer profesional, debe tener habilidad para recibir el balón, para bajarlo, para visualizar a los compañeros, para eludir a los defensores del equipo contrario, la habilidad para patear el balón con precisión y fuerza exacta para que llegue al sitio deseado. Hay un proceso mental más elaborado. Y en el caso de la lectura, este proceso es más profundo. En primer lugar, se necesita saber leer. En nuestro país hay muchas personas analfabetas, que quedan excluidas de inmediato del inmenso placer de la lectura. Luego, lo hemos platicado, decenas de veces, hay muchos infantes que tuvieron una primera mala experiencia. Sus papás no fomentaron el gusto con la lectura de cuentos o algún maestro bobo (nunca falta) lo envió a leer como castigo por hacer alguna travesura. ¡Dios mío, castigo! Al maestro bobo jamás se le habría ocurrido castigar al niño travieso mandándolo a jugar pelota. Claro que no, porque don inútil, relacionó el balón con placer y la lectura ¡no! Ah, cuánta maldad. En fin. No obstante esos muros levantados por gente ignorante, existen millones de lectores en el país, que lo hacen por placer, que reconocen que el libro los ha hecho felices, tan felices como el infante a la hora de patear el balón o la muchacha bonita a la hora en que el amado retira el brasier. En Comitán existen tres librerías. La tradicional librería de la Proveedora Cultural (donde compré mis primeros libros, Dios bendiga la memoria de don Ramiro Ruiz, su fundador); la librería Lalilu, que fundó un gran lector: Samy Albores (local que además cuenta con un jardín hermoso); y la librería Porrúa (que está en el glorioso Centro Cultural Rosario Castellanos). Con ello, Comitán da cuenta de ser una ciudad culta, lectora. No podía ser menos, de acá es pues una de las mejores escritoras del México del siglo XX. Iván Ibáñez, destacado maestro de la locución, me invitó a participar en su noticiario radiofónico (Noti-vos) para responder la pregunta: ¿Por qué leer? Agradecí la gentileza y aporté mi opinión. ¿Quérés saber qué dije en la radio? Te paso copia de mi comentario: “La pregunta es puntual: ¿Por qué leer? No nos preguntamos: ¿Por qué comer?, ¿Por qué respirar? Y no se hacen estas preguntas porque reconocemos que, si no comemos, no respiramos, ¡no vivimos! “La lectura es el alimento del espíritu, es la burbuja del aire. Leemos porque nos permite vivir. Los expertos han dicho que quienes no leen viven sólo una vida, en cambio, quienes leen viven muchas vidas. “Mi experiencia personal confirma esa teoría. Un día, siendo niño, como lluvia de hojas luminosas, cayeron en mis manos revistas ilustradas (las llamadas revistas de monitos, que ahora llamamos cómics) y luego, ya estudiante de secundaria, llegaron las novelas y los cuentos, sin ilustraciones. Mi mundo se amplió, fue un descubrimiento genial. Mi imaginación dibujó las imágenes. Desde entonces, hablo de más de cincuenta y cinco años, siempre tengo un libro a la vuelta de mi mano. “Hace muchos años hubo una campaña publicitaria de una tarjeta bancaria, la publicidad decía: “No salga sin ella”. Sin decirlo así, en la televisión y en los espectaculares, siempre he aplicado esa frase con respecto al libro: nunca salgo sin un libro, siempre lo llevo a todas partes. El libro es mi más fiel amigo, el más leal, el que más me divierte o me hace enojar, reír, llorar, gozar la esencia de la vida. “Otro dicho popular dice que los parientes vienen en el paquete familiar, en cambio, a los amigos nosotros los elegimos. El poder del lector es precisamente esa capacidad de elección, cada uno de los libros de mi vida se ha convertido en un amado amigo. Si el libro me enfada en las primeras páginas, porque es un libro que no corresponde a mis intereses o es un libro tonto, lo boto. Sólo me acompaño de libros sabios, amigos inteligentes. “¿Por qué leer? He leído muchísimos libros, durante años, porque el libro me otorga felicidad. Desde niño, desde este pequeño pueblo maravilloso, Comitán, he viajado a mil lugares, he conocido muchas ciudades, muchos modos diferentes de cultura, he viajado, incluso al espacio y al fondo del mar, sin saber nadar. Mero comiteco, amante de conocer chismes, he conocido muchísimas historias, sin enlodar honras ajenas, porque esas vidas son de todos, para todos. Están en los libros para decirnos que la vida es trágica, pero también es bella y que las historias que suceden en nuestro pueblo se dan en otros lugares. “¿Por qué leer? Porque la vida está concentrada en los libros. “Los creyentes oran todos los días, porque creen en una vida superior; los lectores leemos todos los días, a todas horas, porque creemos en una vida superior. Nuestro cielo está en la tierra, en el diario vivir; nuestro cielo está formado por millones de palabras; las palabras nos dan vida, son nuestro alimento, nuestro aire, el agua limpia con que saciamos la sed. ¿Por qué leer? Para vivir, para vivir en forma más plena. ¡Salud!” Posdata: no todos los objetos son reconocidos con un Día Internacional que los celebre. El libro ¡sí! Esto indica la importancia del libro en la historia de la humanidad. Nunca he visto que el mundo celebre el Día del Tornillo o el Día del Condón o el Día de La Cuchara o el Día del Cubrebocas o el Día del Peine, no obstante que estos chunches son de gran utilidad para el mundo. El libro está relacionado con muchos objetos, tal vez un día de estos platiquemos acerca de ellos. Amo los lápices y los bolígrafos (plumas les llamamos en forma coloquial), porque con ellos puedo escribir sobre un papel. Así escribí mis primeros textos y luego, ya reunidos, se convirtieron en mi primer libro. ¡Ah, qué bendición!

viernes, 22 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON ALAS

Querida Mariana: ya ni te digo, sé que ya sabés qué dijo Pau cuando vio esto en el cielo. Su manita señaló y Pau dijo: “¡mirá, tío, mirá!, un ala extraviada”. Al principio pensé en un ángel. Tal vez flotaba y nosotros no apreciamos que el ángel estaba en proceso de transformación y el resto de su “cuerpo” era invisible, como regularmente sucede. Tuvimos el privilegio de ver cómo un ala se materializó, como si el ángel sacara la mano y nos saludara, nos dijera que estaba ahí, que viéramos el prodigio, el milagro. Recordé el cuento de García Márquez donde un ángel cae en un lodazal; también recordé la película de Win Wenders. ¡Ah, es genial la imagen donde el ángel, materializado, está sentado en el hombro de una escultura de otro ángel, el de la victoria! Sólo los genios tienen la capacidad de ver un poco más allá de lo que vemos los sencillos seres de carne y hueso, con capacidades limitadas. Hace tiempo preparé una plática que analizaría el tema de los ángeles en la literatura. Hacía un repaso de algunos escritores que han colocado ángeles en textos literarios. María de los Ángeles (pues, sí, su nombre la bendijo) sostiene que los ángeles siempre aparecen para dar buenas nuevas y pone como ejemplo a Gabriel, que se le apareció a María para darle la noticia de que sería madre de Jesús, sin haber sido tocada por hombre alguno, por intervención del Espíritu Santo. La iconografía católica nos presenta un ángel bellísimo, lleno de luz. Mi mamá (católica de toda la vida) me enseñó de niño que no debía preocuparme, ahí estaba ella para cuidarme, ahí estaba mi papá, y cuando ellos estaban ocupados en los trajines diarios, mi mamá en la tienda de sombreros y mi papá en la corresponsalía del banco, alguien me protegía. ¿Quién era ese espíritu protector? Ah, pues el ángel de mi guarda. Sí, decía mi mamá, cada criaturita tiene un angelito que lo cuida y protege las veinticuatro horas del día, todos los días del año. La pregunta que me hice ya siendo mayor fue la que ahora vos te hacés: ¿en qué momento el angelito de la guarda de cada uno nos echa su bendición y nos suelta? ¿A qué hora desaparece y se va a otra parte? ¿Por qué este angelito fabuloso sólo cuida a las criaturas y no a las personas mayores también? Todas las noches me hincaba ya a punto de meterme a la cama y seguía la voz de mi mamá que decía: “ángel de mi guarda, mi dulce compañía…” Me encantaba esa parte inicial: ángel de mi guarda, sí, era sólo para mí, cada niño tenía su propio angelito. No sé el de los demás, pero el mío era especial, con el cabello rizado y las alas doradas, pachoncitas, de artista de cine. Todo el día estaba a mi lado. Nunca necesité amigos imaginarios. ¿Para qué simples mortales? Yo tenía a mi lado a un angelito, que por ser divino me protegía de todas las injusticias del mundo. A veces, a la hora que el compañero maldoso de la escuela me daba un puntapié, miraba a mi angelito y le pedía auxilio, pero la patada me obligaba a sobarme la pierna, en medio del llanto. Ah, qué dolor tan grande. Abusivo. Veía a mi ángel y le pedía que me defendiera, que él hiciera lo mismo, que le diera un patadón celestial y lo mandara muy lejos, lejos. Pero luego entendía que mi ángel no era un ser violento, al contrario, era un ser iluminado, una isla de paz. El dolor cedía, era la manita del ángel de mi guarda que me confortaba. Una tarde, acompañé al tío Eulogio para sembrar un arbolito en el sitio de la casa, mientras él abría el agujero, vi una fila de hormiguitas y uno de esos bichitos que llamamos palomitas. Las hormiguitas iban de un lado para otro, en el acarreo de hojitas verdes, la palomita caminó por una hoja seca y luego voló. Pensé que las hormiguitas eran estupendos animalitos, pero no tenían la capacidad maravillosa de la palomita; vi a mi tío, quien, como hormiguita, trabajaba afanoso, pensé lo mismo, el tío, con toda su fortaleza y sapiencia nada tenía que hacer frente al más frágil de los ángeles. En ese momento pensé (no me preguntés cómo se dio la asociación, así me sucede) en Santo, el enmascarado de plata, quien vencía a mujeres lobo y a extraterrestres, pero que quedaba desvalido ante ese héroe norteamericano llamado Superman. Superman estaba a la altura de la palomita y de los ángeles. Posdata: Pau señaló el ala y supe que un ángel nos enviaba buenas nuevas; pensé en el ángel de mi guarda de la niñez. ¿Era él? ¿Volvía para decirme que todo estaba bien, porque él seguía ahí?

jueves, 21 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON ACOMODO DE OBJETOS

Querida Mariana: imaginá una pared vacía, limpia. Puede ser una pared de la sala, pero puede ser también la pared de un museo. Imaginá que la casa y el museo están recién construidos. ¿Qué colocar en las paredes? En el museo no hay pierde, en esa pared habrá cuadros en exposición. Pero, ¿en la casa? Hay espíritus selectos que tienen sus museos particulares y cuelgan pinturas exquisitas; hay otros (espíritus pochorocos, perdón) que imitan y cuelgan cuadros de esos que venden al mayoreo, cuadros pochorocos, que no son creaciones de autor, sino que son de esos cuadros que hacen por docenas. Los espíritus selectos adquieren obra de relevancia, porque saben que, aparte de regodear su alma, cada pintura es una inversión. A Oaxaca llegan muchos espíritus selectos a adquirir obra plástica. Se dice en forma coloquial que llegan a buscar a los nuevos Tamayitos, los nuevos Toleditos; es decir, llegan a comprar obra de artistas jóvenes que, con el tiempo, pueden llegar a tener la importancia de Toledo y Tamayo, en la plástica nacional. ¡Es la apuesta estética y económica! Imaginá una pared nueva, que para estrenarla colocarás algo allí. En la Ciudad de México, en los años setenta, conocí una residencia en Coyoacán, una casa de personas con espíritu selecto. ¿Sabés qué tenían en la pared de la sala, iluminada por un gran domo central? ¡Una cruz enorme, de una madera fina! No más. El impacto era inmediato. La cruz no tenía la figura de Cristo, ¡no! Pero, las vetas de la madera le otorgaban una dignidad soberbia, uno podía jugar a hallar figuras en medio de las sombras y las luces. Estaba retirada como cincuenta centímetros de la pared, detenida por una varilla en la parte trasera. Esa distancia daba la sensación de que la cruz estaba suspendida en el aire. Un juego de luces, perfectamente sincronizado, proyectaba una sombra en la pared, cuya inclinación otorgaba vigor a la propuesta visual. La sombra estaba rodeada de luz, era como una isla oscura circundada por un mágico mar luminoso. Lo simpático del asunto (no sé dónde le vi lo simpático) es que los moradores de la casa no eran católicos, como bien (mal) podrían suponer quienes veían ese elemento presidiendo la sala. La cruz, en ese caso, tenía otra simbología, se acercaba más a una propuesta estética que a una propuesta religiosa. Y era tan absoluta la presentación de esa cruz que, después de un instante, donde el bagaje de la cultura occidental movía a relacionar el objeto con la cruz cristiana, la idea se diluía y sólo se veía un objeto artístico, realizado con gran precisión, porque el brazo horizontal no estaba centrado, el elemento vertical aparecía desfasado con respecto al centro del elemento horizontal. Uno de los brazos de la pieza era más corto y el otro más largo. Era en la sombra donde la cruz tomaba su armonía estética, donde, por así decirlo, se emparejaba. Eso se me hizo algo genial. El elemento vertical de la cruz real estaba corrido hacia la izquierda, este desfase era “corregido” en la sombra. Cuando noté este desfase, volví a pensar en una cruz católica, y dije que ese corrimiento podía representar la inclinación del Cristo a la hora de su muerte, pero un segundo después deseché tal idea, porque, insisto, el objeto artístico estaba muy por encima de la idea de calvario. Desde entonces sé que en las paredes se pueden colgar mil objetos, mil objetos que sean como extensión del espíritu, para que al entrar a la sala el alma se regodee, brinque la cuerda, se llene de alegría y de entusiasmo por la vida. Antes, en Comitán se acostumbraba colgar cuadros con fotografías familiares. Los nietos se acercaban a preguntar quiénes eran esos señores que estaban ahí y los mayores respondían; los nietos reconocían a sus ancestros y no faltaba el que dijera que Rubí había heredado los ojos de la abuela. ¡Era un ejercicio sublime de reconocimiento! Pero he visto objetos diversos: una piedra bellísima colgada de un cordel de metal; una máscara de madera tallada; un espejo antiquísimo; una rama seca; el dibujo que hizo la hija en preescolar y que ya es doctora en administración; los vagones de un tren de infancia; una pintura de Mario Pinto Pérez. La casa de playa, que posee Carlos, tiene un enorme ventanal que da a la playa; en la pared lateral mandó a pintar una ventana que muestra una calle de Nueva York, es tal el realismo que hace un contraste genial. El ejercicio es ver la pintura y luego caminar hacia el ventanal, de techo a piso, abrirlo, salir, abrir los brazos y recibir el abrazo del sol, del aire, del aroma del mar; escuchar los pies maravillosos del agua besando la playa. Posdata: las paredes de salas comitecas se llenaban con cuadros de fotografías familiares, uno podía acercarse para escuchar las voces de los mayores. Ahora, predomina el criterio minimalista, la decoración con mínimos elementos. ¿Qué se te ocurre colocar en la pared de tu espíritu?

miércoles, 20 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON FIGURAS REPETIDAS

Querida Mariana: cuando fui niño tuve repetidas. En los años sesenta (lo recordó Marco Polo el otro día, en un Platicatorio), los niños íbamos a la Proveedora Cultural a comprar sobrecitos con figuritas. Marco Polo dijo que las empresas editoriales llegaban a las escuelas primarias y nos obsequiaban el álbum para que lo llenáramos. De esta manera nos volvíamos clientes cautivos. De los primeros sobres servían casi todas las figuritas, pero a partir de la segunda compra salían ¡las repetidas! Los niños comenzábamos a tener bonches con figuritas repetidas. En ocasiones, algún amigo revisaba nuestro bonche y hallaba alguna que le faltaba. Se hacía un trato especial, podían ser diez figuritas por la deseada. La calle de La Proveedora se llenaba de muchachitos echando volados, paquete contra paquete. No sé cuál era la gana de tener bonches de repetidas, si, en términos estrictos para nada servían. Es el afán de posesión del ser humano, simple y sencillamente la codicia. Digo esto, porque el otro día, muchos años después de aquella feliz infancia, pensé que de viejo sigo viendo figuras repetidas. ¿En dónde? En nuestro pueblo. Comitán tiene muchas figuras repetidas, bueno, esto es ahora recurrente en muchas ciudades de Latinoamérica. ¿Has ido a los fraccionamientos de la periferia de Comitán? Si caminás por una de esas colonias verás que tienen la misma figura que las de otras ciudades de Chiapas, son parecidísimas. En algún momento se perdió la personalidad de las casas comitecas. Es comprensible. Por ejemplo, un día fundaron la llamada colonia Infonavit, que, como su nombre indica, fue construida con planos del Instituto del fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores. Las casas de todo el país tienen la misma horma. Si mirás una foto de “la infonavit comiteca” y otra de “la infonavit de San Cristóbal” no sabrás ubicar cada una con precisión. Si las caminás en vivo sólo el clima y el cantadito del habla darán indicios. La arquitectura vernácula cedió paso a la uniformidad. Se ven pocos árboles. Por fortuna, muchas personas continúan sembrando plantas y las flores alimentan el espíritu de arena y cemento de esos espacios. Son necesarios, necesarísimos, pero los tinacos, con sus hormotas panzonas, se adueñaron de todas las azoteas de nuestras casas. Todo el cielo está lleno de cables de energía eléctrica o de teléfonos o de servicios de televisión, con sus registros que parecen ratas gigantes trepadas en las líneas de acero. Estas figuritas repetidas aparecen en todos los álbumes de las ciudades latinoamericanas, ya no sirven para completar nuestra identidad. Estas colonias replican los modos de países subdesarrollados: montones de arena a mitad de la calle protegidos con bloques de cemento, para que la lluvia no se los lleve; autos estacionados al lado o con una llanta encima de las banquetas; cubrebocas y condones usados en alguna esquina o callejón. Pocos árboles, sonrisa de vida en la máscara de cemento. Damos gracias a Dios por esas islas en este mar artificial donde ahora chapoteamos. Los árboles reciben a los pajaritos y ellos nos compensan con sus cantos; los árboles nos regalan sombra, proveen oxígeno y alegran nuestros ojos. Ah, con qué agrado aterriza la mirada en las ramas y en los bordados de hojas llenas de vida. Pero en todo lo demás, pura figura repetida. Esto impide llenar el álbum de nuestra identidad. Jamás lo completaremos. Ya no es el álbum que comenzaron a llenar nuestros mayores. En nuestro entorno se extraviaron los techos de teja. Cualquier persona de este siglo podrá decir que ya no es práctico, que ahora los tiempos exigen losas. Los techos tradicionales hechos con madera y teja exigen mantenimiento. Existe una palabra que escuché desde niño: “trastejar”, cambiar las tejas en tiempo de secas, para que en temporada de lluvias, el agua no se colara. Ah, trastejar, una jodita. Ahora, dicen los expertos, basta impermeabilizar la losa una vez cada año. ¿Cuánto tiempo llevaba trastejar? Días. ¿En cuánto tiempo se impermeabiliza? En horas. Sí, también es cierto lo que decís, querida niña, hay menos riesgo. Lo de trastejar era una acción digna de los mejores equilibristas de circo sin red de protección. Los tiempos modernos son más prácticos, pero carecen de personalidad. Ahora, todas las ciudades parecen figuritas repetidas. Los álbumes se parecen cada vez más. Es la influencia cultural de la globalización. Por eso, por eso, querida mía, la Secretaría de Turismo, un día creó el programa de Pueblos Mágicos, para decir que existen pueblos que continúan preservando su identidad. Comitán es pueblo mágico, lo ha sido desde siempre. La arquitectura fue uno de sus distintivos. En el centro aún tenemos rasgos de nuestro espléndido carácter. El pueblo no posee grandes edificios que sorprendan al mundo, ¡no!, Comitán es un pueblo de arquitectura modesta, pero sus casas tradicionales le otorgaban una personalidad avasallante. Mucho de eso se perdió y ahora las colonias cada vez son más plásticas. Armando Alfonzo, en el prólogo de su libro “Comitán 1940”, cuenta que en un viaje que realizó con su familia, después de recorrer gran parte de Comitán, su hijo Carlos hizo el siguiente comentario: “Comitán se ha convertido en una vil Tlalnepantla”. Este prólogo lo escribió don Armando en 1978, hace cuarenta y cuatro años. ¡Uf! Carlos ya había encontrado que el pueblo tenía muchas figuritas repetidas. Posdata: ¿quién se atreve ahora a colocar tejamanil en los cercos divisorios? Por ahí, estoy seguro aparecerá un arquitecto que reúna los elementos de hoy con los tradicionales y otorgue personalidad a las bardas de nuestra ciudad, para que recomencemos a presentar figuritas inéditas, las valiosas, las auténticas.

martes, 19 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN SUEÑO NO SOÑADO

Querida Mariana: ¿has escuchado la canción “Soy un sueño”? Es un título genial. Si un amigo te dijera: “soy un sueño”, ¿le preguntarías sueño de quién: de él o de alguien más? Porque la frase deja esa interrogante. Sí, sos un sueño, pero ¿sos tu sueño o el sueño que alguien más soñó? Mónica dice que ella le habría puesto: “Soy mi sueño”, así la rendija quedaría sellada. Esto sería como la confirmación de lo que dice: “Soy arquitecto de mi propio destino”. En estas dos últimas frases existe la certeza de que el ser humano es quien modela su vida, como si cada persona fuera un maravilloso Miguel Ángel. Bueno, no todos, no todos, hay algunos que hacen una mezcla rara de sus vidas y en lugar de construir una sublime escultura como las de Rodin terminan haciendo un amasijo de plastilina del niño menos aplicado del jardín de niños. A mí me encanta el título de la canción, incluso, me gusta la incertidumbre de no saber quién sueña ese sueño, ¿quién nos sueña? No hay certeza, porque en la vida todo es interrogante. ¿De verdad el que dice que es arquitecto de su propio destino lo dice con plena convicción? Lo dudo, lo dudo mucho. Paul Auster, el gran escritor norteamericano, tiene una obsesión creativa: cómo se modifica el destino. A cada instante, los seres humanos decidimos una acción y ésta modifica el futuro. En su libro más reciente: “4 3 2 1” narra la vida de un compa con cuatro posibilidades; es decir, hay un instante en que cambia el rumbo y ya ¡es otra vida! Así como inventó cuatro vidas pudo inventar más, porque cada vida es un invento genial. Sí, es cierto, lo que ahora sos se debe a las decisiones que has tomado, pero, hay algo que no está bajo tu control. No somos, la verdad, arquitectos al ciento por ciento de nuestro destino, ¡no! No somos nuestro sueño, porque si así fuera, ¡ay, señor!, habría millones de escritores famosos, grandes actores, soberbias actrices, pilotos de fórmula uno, futbolistas como Messi y más, mucho más. Muchas personas se “sueñan” siendo millonarios. No lo logran, se frustran, terminan siendo otro sueño. Un sueño modelado por circunstancias exteriores. El gran poeta dijo que “la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Todo evanescente, todo en medio de una burbuja de niebla. El Cuestionario Molinari pregunta: “¿Qué soñabas de niño que serías de grande?” Tuvimos sueños. Vos, todavía soñás en ser. ¿Yo? A mis sesenta y cinco años apenas me queda un chisguete de ese sueño. Ahora sólo me dejo ir en este apasionante río de la vida, floto, con un par de tecomates. ¿Qué soñabas de niña? ¿Algo relacionado con el cine? ¡No estrella de cine! Pero, tal vez soñaste con ser directora. No lo sé. Es tu sueño. ¿Yo? No lo tengo claro, no tuve mucha conciencia de mi vocación, pero cuando comencé a escribir y a pintar, digamos, en forma más profesional, soñé con triunfar, claro que sí, soñé con vender muchos libros y vivir de ello, para ello. Soñé, asimismo, vender muchos cuadros y vivir de ello para ello. No soy mi sueño. ¡No! Soy el sueño de otra entidad. Lo sé. Tengo lo que me corresponde. No se frustró mi sueño. Soy escritor, soy pintor, pero todo me fue dado a la mitad. No soy éxito de ventas literarias. Cuando presento un nuevo libro muchos amigos me felicitan. ¿Y la compra ‘apá? ¿Piensan que vivo del aire? Lo mismo sucede con mis cuadros. Ocasionalmente vendo alguna obra. He expuesto obra en la Galería Síntesis, en Puebla; en el Ex Convento de Chiapa de Corzo; y en la Galería del Instituto Chiapaneco de Cultura, pero jamás hubo alguien que dijera: ¡lo compro! Soñé con ser como la gran Remedios Varo. Muchos llegaban a casa de Remedios y si no tenía obra le pagaban por adelantado el cuadro que iba a pintar. Pero, sí, tenés razón, querida mía, no soy Remedios, ni para remedio. Mi sueño no se cumplió. No soy mi sueño. Soy el sueño de otra entidad. Cuando lo acepté entendí que la vida está sujeta a hilos invisibles que no controlamos. Hay elementos externos que nos llevan por sendas inesperadas. No se cumplió mi sueño, no vendo libros, no vendo cuadros. Ocasionalmente. No vivo de ello, vivo para ello, pero no vivo de ello. ¡Qué joda! Mi sueño es el sueño de miles y miles de personas que, como yo, sueñan con ser escritores o artistas visuales y vivir de ello, como lo hace el comerciante, el carpintero, el que arregla la luz de las casas, el bolero. Nunca soñé con ser famoso. ¡No! La fama no se come, la fama come a los famosos. Soñé con vivir de mi obra, de mi trabajo. Por ahí, mi sueño no se cumplió. Soy un sueño, pero no soy mi sueño, soy el sueño de otra entidad. Me pareció una propuesta interesante lo de Paul Auster, con su “4 3 2 1”, pero, al final, algo no cuajó literariamente. Son cuatro vidas fraccionadas. ¿Lo leía siguiendo el orden? No. Esos saltos no eran agradables, porque es como si comenzara a contarte un cuento y luego continuara con modificaciones de la historia y luego otra modificación y una más. ¿Lo leía en forma fraccionada? Así lo hice. Fueron cuatro historias, cuatro libros. No cuajó la propuesta del gran Auster, excelente narrador. Él sí vive de sus libros. ¿Cómo logró su sueño? Ah, es la pregunta que nos hacemos millones y millones que soñamos con ser escritores, vender libros y vivir de ello. Posdata: me gusta el título de la canción: “Soy un sueño”. Ya lo dijo el poeta: La vida es sueño y los sueños, sueños son.

lunes, 18 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL COMITÁN QUE CONTÓ DOÑA LOLITA (tercera parte)

Querida Mariana: ¿seguimos recordando el Comitán de 1948, de la mano de doña Lolita Albores, nuestra amada cronista? Mirá qué escribió: “Las calles eran empedradas en su mayoría. Había también de pura tierra, en lo que se llamaban las orillas de la ciudad, donde estaban las casas de la gente más humilde, todas con huertos frutales, flores, los techos de tejas de barro con soleras que llegan tapando media banqueta, éstas de lajas lustrosas o de piedras en forma de bolas; en sus orillas crecía formando bandas de verdor el zacatito que se mandaba quitar por lo regular en las fiestas patrias. Por estas calles transitaban bestias mulares, caballos y burros cargando carbón, leña, cal, tablas, tejamanil, todo traído para su venta de las rancherías vecinas”. ¡Ah, qué prodigio de síntesis! Basta una lectura atenta para escuchar los sonidos de ese año en el pueblo, la burbuja de aire limpio, resguardada por un cielo azulísimo. Deja bien establecido quiénes transitaban por las calles: bestias mulares, caballos y burros, claro, además de los peatones. Los autos eran escasos. Las calles eran empedradas y de pura tierra, en la orillada. Acá escuchamos con claridad los sonidos argüenderos y alegres de las patas de los animales sobre el empedrado y el paso polvoriento, pero discreto, sobre la calle de tierra. Lo que narra doña Lolita tiene mucha semejanza con lo que Rosario Castellanos escribió al inicio de su novela “Balún Canán”. Rosario dice que el empedrado de las calles es con “piedras pequeñas que se agrupan como los pétalos en la flor”. Pucha, qué prodigiosa imagen. Sólo a la Chayo se le pudo ocurrir comparar un material tan duro, como la piedra, con la suavidad de un pétalo de flor. Dice doña Lolita que: “crecía, formando bandas de verdor, el zacatito que se mandaba quitar por lo regular en las fiestas patrias”. Rosario lo confirma: “Entre sus junturas crece hierba menuda que los indios arrancan con la punta de sus machetes”. Acá escuchamos el sonido del metal contra la piedra. Esos son los sonidos que predominan en ese Comitán que se acerca a la mitad del siglo XX. Doña Lolita dice que las bestias llevan en sus lomos: carbón, leña, cal, tablas y tejamanil. Rosario completa la descripción, además de las bestias mencionadas por doña Lolita, la escritora de relevancia internacional dice que transitan “carretas arrastradas por bueyes soñolientos” y “potros que sacan chispas con los cascos”. ¿Mirás qué fastuoso coro de sonidos, de ruidos, agradables unos y molestos los otros? No hay más. Salvo el maravilloso y encantador coro de voces de las personas que hablan de vos y usan los modismos como quien disfruta un dulce o un chicle. A doña Lolita le faltó mencionar algo que a Rosario no se le pasó: los burros que cargaban barriles con agua. Dice Rosario: “…el trotecillo diligente de los burros que acarrean el agua en barriles de madera”. Sí, con qué claridad escuchamos las patas de los burros sobre el empedrado y el sonido del agua bamboleándose en el interior de los barriles o a la hora que el cargador vierte el agua en la olla de barro que está en el patio o en el sitio. Los recuerdos de las dos amigas: Rosario y Dolores, nos permiten escuchar los sonidos del Comitán de los años cuarenta. No hay ruidos de sirenas, no hay bocinazos, no hay arrancones, cláxones, escapes abiertos de motocicletas o de camionetas. En el Comitán de los años cuarenta, de pronto, se escucha un ocasional rebuzno que es nota alta en medio de los cantos de las aves que se arraciman en los árboles que, orondos y majestuosos, son vigilantes en los sitios de las casas. En el Comitán de 2022, de vez en vez, se ven algunos burros cargando bultos con carbón, leña, abono. Nunca he visto uno que cargue tejamanil, esa maravillosa y delicada caricia de madera. Tampoco se ven a los burros cargando barriles de agua. El agua sigue escaseando, pero ahora la venden en las llamadas pipas. Años después de los cuarenta, también fue costumbre ver a burros llevando sobre sus lomos las famosas gaseositas. Este sonido era particular y rutilante, porque era el choque del cristal contra la madera, con el agregado del baile del agua azucarada. Posdata: doña Lolita, con amorosa entrega, escribió sus recuerdos, esto permite que ahora podamos tener testimonios del Comitán de los años cuarenta.

domingo, 17 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN DIÁLOGO

Querida Mariana: siempre relaciono la Semana Santa con el árbol de jacaranda. Ahí hay un diálogo con la naturaleza. Recuerdo que, de niño, acudía al templo con mis papás y veía unos mantos de color morado cubriendo las imágenes. Ahí también hay un diálogo simbólico, los expertos en religión saben escucharlo. Digo esto, porque el otro día pasé por este bulevar, en Las Flores, y vi la jacaranda con flores en diálogo con las esculturas que ahí están. Estas esculturas son producto de uno de los tres simposios que procuró nuestro destacado paisano, el escultor Luis Aguilar. Estas obras están desperdigadas en el pueblo. El ideal era un espacio que las concentrara. Conocí en Xalapa un espacio escultórico sensacional, que en ese tiempo estaba dirigido por Manuel Velázquez, soberbio artista plástico chiapaneco. Me detuve tantito para escuchar el rumor que se daba en ese ambiente. Acá existe un soberbio diálogo. Ah, las esculturas (parece alucinante) ya se apropiaron del carácter del pueblo, andan en el chisme galán. Son ellas las que dialogan o ¿somos nosotros los que les ponemos, como coronas de flores en día de cumpleaños, las palabras sobre sus testas? ¿Qué nos dice el árbol de jacaranda en época de floración? ¿Hay algún reclamo, porque cuando no tiene flores casi casi lo ignoramos? Las flores son como una bandera que nos hace señales y hace que veamos el árbol, que lo admiremos. Debo confesar que eso me ocurrió al pasar frente a este conjunto escultórico. El árbol soberbio, en floración, atrajo mi mirada, me detuve alelado, sentí la sombra exhalar sobre mi piel y luego, ya con el encanto en mi espíritu, mis ojos se detuvieron en las piezas de metal. Y vi la procesión maravillosa, como si fueran eternos suscribientes de las migraciones infinitas, las que se dieron desde tiempos de Moisés. Hay dos figuras que son fácilmente identificables: tienen formas de animales, pensé entonces en el momento que Noé, desde la proa de su Arca llamó a todos los animales para salvarlos del diluvio universal. ¿De verdad fue universal? ¿Tuvo repercusiones en todos los planetas? Debe ser una exageración, pero el momento en que Noé salvó a los animales está inscrito como uno de los instantes más sublimes de la historia de la humanidad, porque es la reafirmación de las prioridades del inicio de la vida. Antes que el ser humano, la vida inició con los seres no racionales, pero vitales. Ah, mirá cómo el animalito de atrás (tiene horma de cuchito simpático) camina rumbo hacia la sombra del árbol; y el otro animal, soberbio, alado, con la testuz levantada, otea el ambiente y dirige la caravana. En esta fotografía no se aprecia bien, pero, en la base del árbol, hay una plancha metálica, que es como un fragmento de mar, y encima de esa ola espléndida ¡una piedra! ¡Ah, qué guateque tan sabroso! Vi y escuché un diálogo maravilloso entre la madera viva, las flores, las hojas, el metal, la piedra, la tierra, la luz, la sombra. Escuché el lento caminar del cuchito y el rasgar del aire a la hora que el otro animal, soberbio, levantó la cabeza y vio hacia la tierra prometida. Pensé que cuando el grupo de personas bajó estas esculturas de camiones y las colocó ahí no lo hizo bajo un plan premeditado, si acaso hubo un integrante de ese grupo humano que le echó ojo para que se viera bien, para que formara una forma visual atractiva. Y ahí se quedaron esas esculturas, al lado de la jacaranda, dando la bienvenida a los automovilistas que entran al bulevar, despidiendo a quienes se retiran. Son elementos visuales que hacen la diferencia. Alguien podría decir que ahí están olvidadas, aventadas a la buena de Dios, pero, por fortuna, cumplen su función esencial de diálogo, porque otra cosa sería que estuvieran arrumbadas en bodegas, como están muchas obras de arte en los grandes museos. En el propio Louvre hay muchas pinturas que no están colgadas en muros para disfrute de los espectadores, hay obras que están arrumbadas en la sombra y en la humedad de bodegas. Es comprensible, son tantas obras de arte que es imposible destinar más paredes. Las esculturas se colocan sobre el piso; en ocasiones no tienen la base que merecen ni el espacio visual más selecto. Son ellas las que otorgan dignidad al espacio. Comitán, gracias a la iniciativa de Luis, posee esculturas realizadas por artistas de varios países del mundo. Una tarde, en la plaza del pueblo, varios escultores trabajaron al aire libre, a la vista de todos y, al final de la jornada, legaron sus obras para que se quedaran en el pueblo. Y acá siguen esas obras, en un diálogo infinito, entre ellas y la comunidad. Posdata: Hacé un ejercicio de imaginación, mi niña amada, quitá la jacaranda de acá, quitá las esculturas, dejá sólo los promontorios de tierra que se ven y decí cómo se transforma el diálogo. Cada vez que se siembra un árbol hay una plática bonita con el universo; lo mismo sucede cada vez que alguien siembra una escultura, una pieza musical, un texto, una pintura en el espíritu del ser humano.

sábado, 16 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON PALABRAS

Querida Mariana: ¡hágase la luz! Esas fueron las palabras divinas para hacer la luz. Y desde entonces hay esa hendija donde la oscuridad no tiene cabida. Pero, de acá se deduce que antes que la luz fue ¡la palabra! ¿A poco no? Basta analizar tantito la frase para darse cuenta que la orden divina provocó el chispazo. Por eso amo la palabra. La palabra es la gran creadora. Escucho y veo con atención a las criaturitas, cuando comienzan a balbucear, a mover las manitas, a abrir los ojos ante el móvil lleno de colores, y me sorprendo cuando dicen su primera palabra. ¿Cuál fue la primera palabra que dijiste? Vos no la recordás, pero tu mamá puede decirte. Juan Esponda, vos lo conocés, se aventó la gran puntada. Cuando su novia (iniciaban la relación) le preguntó cuál era la primera palabra que había dicho de niño, él, cerrando los ojos, como si evocara el momento, dijo: ¡Gloria!, el nombre de ella. Pucha, una gran mentira, la más grande del mundo, pero qué mentira tan bella, tan llena de vuelo de mariposa, ¿no? La chica lo abrazó y lo llenó de besos. Hoy son una pareja sensacional, Juan sigue teniendo esos detalles sublimes. No sé cuál fue la primera palabra que dije, pero sé que soy un adorador de la palabra. Es mi herramienta de trabajo. Cuando redacto un texto hago uso de las palabras, las comunes. Admiro a los poetas que poseen el don de unir palabras en forma excelsa. Hemos platicado que los amantes de la buena gastronomía reconocen que hay sabores que se funden y provocan placeres indecibles. Mencionan la palabra maridaje, para designar cómo un determinado vino potencia el sabor de un platillo. No soy experto gourmet, pero entiendo que comer pastel de fresa con un trago de cerveza tibia no es el ideal gastronómico. ¡No! Nuestra cocina tradicional nos ha regalado mezclas que apreciamos y que son parte de nuestra memoria afectiva. ¿Te gusta la mezcla del salvadillo con temperante? Así como hay empresas que hacen estadísticas económicas y sociales, debería existir una empresa que nos diera datos de preferencias gastronómicas comitecas. Podrá parecerte un ejercicio ocioso, pero sería un elemento importante para determinar el carácter de nuestra sociedad. Pensá en la cantidad de guisos y postres con que cuenta la cocina comiteca. ¡Pucha! Como en cualquier lugar del mundo ¡es variada! Cuando pregunté salvadillo con temperante mencioné dos palabras que los comitecos amamos. El salvadillo es un pan simple, no digo que sin sabor, porque todo en la vida tiene sabor, incluso una piedra. Amadeo, que fue un amigo que tuve de niño (no sé qué paso con su vida, parece que su familia no era comiteca y un día emigraron) le encantaba chupar piedritas, pequeñísimas. Mi mamá siempre dijo que Amadeo tenía complejo de gallina, porque las gallinas tragan piedritas. Amadeo no las tragaba, siempre llevaba una bolsita con piedritas de río, pequeñísimas, metía una a su boca y ahí estaba jugándola con su lengua. Le hallaba algún sabor, sin duda. ¿Y si se atontaba y tragaba la piedrita? Nada pasaba. Era tan minúscula que no le provocaba problema alguno, pienso. No sé. El salvadillo tiene un sabor especial. Si entrás en el Internet al Diccionario Gastronómico de la afamada Editorial Larousse hallarás la siguiente descripción: “Salvadillo: pan blanco que contiene un poco de salvado en la base. Es conocido en Comitán, Chiapas”. ¿Mirás? Este diccionario especializado reconoce que el salvadillo es un elemento esencial en nuestro pueblo. “Contiene un poco de salvado en la base”. ¡Sí!, es buena descripción. Desde pequeño llamó mi atención esa característica. He conocido muchos panes que son planos en la base y llevan elementos en su cara superior. Pensá en las rosquillas regadas con ajonjolí o los panes dulces con la costra de azúcar en su pancita. Pero, ¿qué otro pan tiene elementos en su base? Debe haber, pero no conozco. El salvadillo tiene un culito rasposo, lindo. Tengo amigos que lo raspan y comen los granitos de salvado. ¿Y la palabra temperante? Ah, es otra palabra que escuchamos desde pequeños. No sólo se usa como complemento del salvadillo, en ese delicioso postre, también se acostumbra prepararlo como bebida, en agua o en leche. Mi amigo Roge acostumbra tomar leche con un chorro generoso de temperante. La tonalidad que toma la bebida es exquisita. El 10 de febrero de 2020, días antes que asomara la pandemia, estuve en el templo de San Caralampio, para registrar algunos instantes de la gloriosa Entrada de Flores. Como a la una de la tarde, me senté en una gradita, debajo del jacal, y vi cómo los fieles llegaban ante una mesa donde había tinas llenas de agua de temperante y recibían vasos de ese refresco, sencillo, pero estimulante. ¿En cuántas ciudades del mundo ofrecen agua de temperante en los festejos? No deben ser muchos. Acá es parte de la tradición en la Entrada de Flores. Lo que el diccionario no menciona es el maridaje que se da entre el pan y el temperante. Este delicioso postre es primo hermano del pan compuesto, ya que ambos son deliciosos y su preparación es sencilla y contiene elementos mínimos. Esto dice mucho del carácter de nuestro pueblo. Hay antojos que llevan tiempo y están hechos con muchos ingredientes. El salvadillo con temperante sólo precisa de estas dos maravillosas esencias: un pan y el dulce en líquido. Claro, el chiste está en el momento cumbre en que se le mete el dedo. Hay visitantes que se extrañan cuando les platico que la magia del salvadillo con temperante está simbolizada cuando uno, a mitad del pan, en la parte superior, le abre un hoyito para que por ahí se eche el temperante y el pan lo embeba. Los expertos saben la cantidad exacta del líquido que debe verterse. Nada de medidas (bien podría hacerlo un verdadero conocedor de gastronomía), ¡no!, todo es al tanteo. Cuando es para venta (ay, señor), la mayoría de veces al pan le falta temperante, esto hace que el bocadillo no tenga la riqueza (visual y de sabor) que es proverbial. Además, y dirás que es una bobera, también se necesita cierta gracia para meter el dedo. Conozco amigos que dicen ser expertos en abrir hoyitos perfectos. En el parque de San Sebastián casi siempre está un señor, con su carrito, que vende raspados (son riquísimos los de nance) y prepara salvadillos con temperante. Él (perdón por lo que diré) para seguir protocolos de limpieza, se pone una bolsa de plástico en el dedo índice a la hora que mete el dedo y le da tantita vuelta para dejar listo el hoyo. Siempre (pedí perdón por decir lo que diré) imaginé que era como si usara un condón. Ahora, muchas personas piden un salvadillo con temperante y el vendedor agrega un chorro de leche condensada. Sin duda que la propuesta debe ser exquisita, pero, la mera verdad, acaba con el sabor tradicional. La leche condensada funciona con la misma alevosía con que funciona la salsa cátsup. Ya te conté que el chef de la Casa Blanca hacía corajes cada vez que presentaba un platillo gourmet y la esposa de Kennedy (la guapísima Jackie) tomaba la botella de cátsup y, en forma inclemente, la sacudía sobre la creación del chef. Uf. Echaba a perder la riqueza del platillo. Todo, digo yo, tenía sabor de hamburguesa. Hace setenta años, sólo los fifís comitecos conocían la palabra “hamburguesa”. El salvadillo ya era una de nuestras palabras consentidas. Hoy, ambas palabras vuelan por nuestro aire. ¡Qué bueno! Dios dijo: “hágase la luz”, y ella se hizo, porque la divinidad habló. Antes de nada ¡el verbo! A mí me encanta el “maridaje” que hay entre la palabra y la luz, ambos conceptos están unidos en forma especial. Sí, vos que sos gran lectora sabés que la lectura ¡hace la luz! La lectura borra las fronteras oscuras de la ignorancia. Benditas las personas que leen, que tienen a la palabra como la aliada para abonar la reflexión, para imaginar otros mundos, para vivir otras vidas, para viajar por mil territorios. La palabra hace la luz, la luz del entendimiento, del raciocinio. Ahora digo salvadillo con temperante y en tu mente apareció este maravilloso antojo. ¡Ah, qué bendiciones tan afortunadas! Casi siempre, la palabra prende el deseo. Si vos mencionás la palabra “beso”, tu novio ya anda con antojo; si él menciona la palabra “deseo”, vos andás todo el día con la sonrisa en el patio de tu cara. Posdata: amo la palabra. En este pueblo bendito he pepenado muchas palabras que no se pronuncian en otras regiones de Hispanoamérica. ¿Cuál es la palabra meramente comiteca que más te gusta? ¿Cuál de todas, ¡tantas!, puede sintetizar la identidad de nuestro pueblo? El grupo de estadísticas bien podría decirnos qué dicen los comitecos. ¿Cotz o tenocté?

viernes, 15 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON PROFESIONES TERMINADAS EN ERO

Querida Mariana: no recuerdo bien, pero de niño, otro alumno de la escuela llegaba y, sin motivo, me decía: “lero, lero, por chapucero”. Ya me conocés, a mí me intrigaba y me dejaba con la duda. Nunca he sido dado a ser chapucero. ¿Alguna vez le había hecho una chapuza a él? No recuerdo su nombre, ni su cara, pero, hacé de cuenta que al contarlo ahora vuelvo a escuchar su vocecita de rata híbrida: “lero, lero, por chapucero”. No hacía más, me decía eso, sonreía y se iba. Días después volvíamos a toparnos en el pasillo (era en el edificio antiguo de la Matías, el que estaba por el templo de Jesusito) y me volvía a decir “lero lero por chapucero”. Por definición, la chapuza es un trabajo hecho sin esmero. Nunca he sido chapucero, procuro hacer mis obras con responsabilidad. Mas en México chapuza también significa estafa. ¡Menos! No soy estafador. Pero, de niño, la frase era común: “¡lero, lero, por chapucero!” Ahora que lo pienso debió ser algo que él repetía como loro. La frase se aplica, sobre todo, por la rima, ¿no? El lero, lero, es para que rime con otra palabra terminada en ero. Jorge decía que era cartonero. María le preguntaba por qué decía eso, ¿sos caricaturista, hacés cartones? No, decía Jorge: consumo cartones de cerveza. Ah, bolo sos, decía María. “Lero, lero, por cartonero”. Marcos decía que era cilindrero. María preguntaba si hacía cilindros. No, decía Marcos, toco el cilindro, también llamado organillo. Ah, echa cuerda sos, decía María. “Lero, lero, por cilindrero”. Félix decía que era plomero. María preguntaba si arreglaba tuberías. No, decía Félix, me cuesta trabajo caminar, tengo pies de plomo. Ah, huevón sos, decía María. “Lero, lero, por plomero”. Augusto decía que era cuetero. María preguntaba si hacía cohetes. No, decía Augusto, me pongo cuete todos los fines de semana en la cantina. Ah, pedo sos, decía María. “Lero, lero, por cuetero”. Miguel decía que era bastonero. María preguntaba si participaba en desfiles. No, decía Miguel, me cuesta trabajo caminar, siempre uso bastón. Ah, cholenco de las patas sos, decía María. “Lero, lero, por bastonero”. Raúl decía que era camarero. María preguntaba si trabaja en algún hotel. No, decía Raúl, doy servicio en mi propia cama. Ah, un pirujo sos, decía María. “Lero, lero, por camarero”. Jorge decía que era hotelero. María preguntaba si era dueño de un hotel de cinco estrellas. No, decía Jorge, en hotel de segunda llevo a mis novias. Ah, depravado baratón sos, decía María. “Lero, lero, por hotelero”. Alberto decía que era hormiguero. María preguntaba si era comedor de hormigas. No, decía Alberto, soy casa de hormigas, que es una palabra híbrida entre amigas y hormadas, una “hormiga” es una amiga bien hormada. Ah, playboy come tzisim sos, decía María. “Lero, lero, por hormiguero”. Y, por último, Roberto, tartamudo, decía que era chiclero. María preguntaba si le gustaba mucho comer chicle. Roberto, tartamudo, decía que no, que le encantaba las chichis de sus novias, porque era chi-chi-clero. Ahí María ya nada decía. “Lero, lero”. Posdata: “lero, lero, por chapucero”, me decía ese niño. Nunca supe el porqué. Lo evitaba, no era grato toparme con él y saber que iba a decirme eso tan bobo. Lo decía, luego pintaba una sonrisa en su cara y se iba. Un día, él dejó de llegar a la escuela y yo di gracias a Dios. Todo tomó un rostro sublime. Ya en prepa, una chica me dijo una tarde: “lero, lero, calzón de cuero”. Yo no usaba calzón de cuero, sonreí, supe que era un juego de rima. Por eso, cuando escuché: “lero, lero, pinche culero”, supe que no estaba dirigido a mí.

jueves, 14 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE COMITÁN ES DE LAS FLORES

Querida Mariana: el chiste se cuenta solo. Las chicas de apellido Flores siempre presumieron que Comitán era de ellas. La poeta Mirtha Luz Pérez dijo “Yo no soy de Comitán, Comitán es mío”. Pero, los chicos de apellido Domínguez sostienen que Comitán es de ellos. Comitán fue llamado en un tiempo Comitán de las flores y ahora se llama Comitán de Domínguez. La mayoría de ciudadanos dice simplemente que vive en Comitán. ¿Por qué digo esto? Porque el otro día vi una fotografía a vuelo de pájaro, del centro de Comitán, tomada por el genial fotógrafo Roberto Chávez. Entiendo que la fotografía la tomó con un dron. Esto permite que visualicemos con gran precisión parte del centro histórico de Comitán. Ah, qué privilegio ver desde la altura el centro de nuestro pueblo, con una toma de gran belleza. Vi la fotografía y pensé que Comitán fue de las flores, nunca de los árboles, aunque, hubo un tiempo que Comitán estuvo lleno de árboles. Te mando un boceto que hice a partir de esa fotografía. Por supuesto que este dibujo no muestra la belleza de la imagen de Roberto. ¡No! Porque lo que deseo remarcar es la ausencia de árboles en esta manzana. ¡Casi total! Entiendo que las manzanas cercanas al parque, desde siempre, han tenido pocos espacios verdes. En una fotografía del Comitán de los años treinta, que está tomada desde el centro hacia la zona del barrio de Guadalupe se observa lo contrario, pocas casas y muchos árboles. En ese tiempo, los terrenos eran amplios, una mínima parte se empleaba para construir las casas y lo demás era el llamado sitio. Ah, espacios maravillosos, llenos de árboles, donde los niños de esos tiempos jugaban a ser Tarzán y brincaban de árbol a árbol. Cada sitio era un gran pulmón. Esto contribuía al maravilloso clima templado que siempre presumimos. Hoy, Comitán sigue teniendo uno de los mejores climas de Chiapas, sin duda, pero, la verdad es que ya no tenemos un clima templado, tenemos un clima caluroso de baja intensidad, digamos. ¿Por qué? Es sencillo, las necesidades habitacionales obligaron a talar árboles y a dedicar esos espacios para construir viviendas. Los pulmones urbanos se perdieron y esto alteró nuestro clima. Sí me sorprendió ver que en la manzana del Hotel Internacional, sólo en el espacio que destina para estacionamiento de autos tiene unos arbolitos pequeños, se ven como bonsáis desde la altura. No hay más. Por ahí hay otro patio en medio de las techumbres que cubren casi el total de la manzana, pero en ese patio no hay un solo arbolito plantado. El pulmón de esta manzana sólo respira en el estacionamiento del Hotel, con poquísimos arbolitos. Digo que en los años treinta, la panorámica de Guadalupe es bellísima por tanta arboleda. Sin duda que esta manzana central no tenía el generoso verde, pero no sé si tenía la visión plana que ahora muestra. ¡Dios mío! Hace falta que sembremos arbolitos en el Comitán de las flores. Lupita Ruiz, comiteca que radica en Canadá, sugirió que los comitecos coloquemos macetas en ventanas y balcones, para hacer más agradable la vista y para dar el tono de vida a la ciudad. Es una buena idea, pero, ya sabemos que la desidia también es parte de nuestra personalidad. Así como desaparecieron los generosos sitios de las casas, de igual manera se extravió el espíritu de comunidad, ahora, muchas personas velan sólo por sus intereses personales, están ausentes las grandes iniciativas en apoyo al espacio donde convivimos. Por fortuna, la manzana del Hotel Internacional está al lado del parque central, lugar donde (gracias, Señor) existe una generosa cantidad de árboles. Eso hace el balance, pero es insuficiente. Cuando la civilización llega, dentro de su maleta trae males apocalípticos. En los años cincuenta llegó el progreso a Comitán, inició la transformación radical de la ciudad. Los sitios comenzaron a desaparecer, con ellos ¡los árboles! Comitán nunca fue de los árboles, ¡no!, pero llevaba un buen equilibrio de lo artificial con lo natural. Posdata: vi la foto genial del gran Roberto, la disfruté, porque fui como un pájaro viendo el centro desde lo alto, pero cuando busqué un arbolito para posarme, mi pregunta fue: “¿Y los árboles, ‘apá?” La respuesta fue, muy al estilo comiteco: “¡caso hay!” En países civilizados, conscientes del problema del calentamiento global, realizan acciones para recuperar áreas, incluso, llegan a construir azoteas verdes. Acá suena como ficción. ¿Quién se avienta ese tronco a la uña? El contador Moya propuso que las autoridades municipales adquieran predios para hacer plazas verdes. Es una propuesta generosa, pero ¿cuál es la respuesta usual? ¿Qué hacer? Los urbanistas tienen la palabra. Si ves con atención el boceto que anexo, verás que es una imagen que asfixia, es como una mano que cubre la nariz y no permite respirar. ¿Qué organismo puede vivir sin pulmones?