lunes, 31 de enero de 2011

CUENTO CON GATO DE SIETE VIDAS



Totó se acercó a María y le pidió que le escribiera un cuento. ¿Un cuento? Sí, escríbeme un cuento, un cuento bonito, donde el agua de los ríos sea de color dorado, ¿sale?
María fue por una pluma y un cuaderno al estudio de su papá para intentar escribir el cuento aunque nunca había escrito uno, porque no le gustaba escribir. Además (pensó) ¿qué cuento puede escribirse que le guste a un gato soberbio? Porque, ¡medio mundo lo sabe!, pero puede ser que algún lector lo ignore: Totó es un gato de angora.
Así que María dejó la pluma y el cuaderno y entró a su cuarto para limpiarlo. Ella estaría en problemas si el cuarto no estaba limpio cuando su mamá regresara. Entró al baño y orinó, luego fue hasta el mueble de los aparatos electrónicos y puso un disco de U2, se enredó un pañuelo en la cabeza y comenzó a escombrar. Los álbumes de fotos en la gaveta de la derecha; los pantalones rojos y azules en el gancho de la izquierda; las pantaletas, brasieres y toallas sanitarias en el cajón de en medio. ¿Y mi cuento? Totó estaba en el cajón de arriba y, con mirada de integrante de la Santa Inquisición, exigía el cuento. María se arregló el pañuelo y se apretó las sienes. El gato se lamió la mano izquierda y comenzó a acicalarse la cabeza con los ojos cerrados. Lo que no cerró fue la boca pues a María volvió a pedirle el cuento. Ah, cómo jodes. Está bien, te contaré un cuento bien bonito de una ardillita que no tenía cola. ¡No, no, no quiero que me cuentes un cuento, quiero que me escribas un cuento, que me lo es-cri-bas! Totó dio un salto, trepó sobre el secreter y se acostó sobre el diario de María.
María siempre pensó que Totó era un gato abusivo. Desde que apareció en la casa, sin saber de dónde, se apropió de cada espacio de la casa. ¡Gato callejero de mierda!, pensó María cuando Totó se subió al sofá y no permitió que alguien de la casa se sentara en el espacio que convirtió en su propiedad. Cuando María miraba al gato sobarse en las piernas de la abuela Regina, se preguntaba en cuál de sus siete vidas estaría y en cuál de las anteriores había sido un príncipe derrocado.
Totó puso cara de niño incomprendido e insistió en el cuento escrito. Con una página me conformo, pero que tenga animalitos y un río con brillos de esos que tienen las pulseras de tu abuela Regi. ¿De acuerdo?
A María no le quedó más que levantar la mano y prometer que, mañana temprano tendrás tu cuentito escrito. Lo prometo. ¿De veras? Qué buena eres, qué tierna. ¿Temprano? ¿Qué tan temprano? Eh, digamos a las nueve de la mañana. ¿A las nueve? ¿No se puede a las ocho, para que lo lea antes de tomar mi lechita con croquetas? Está bien, está bien, te lo tendré listo a temprana hora. Será un cuento bonito, como el que tú imaginas. ¿De qué hablará? Ah, hablará de un gatito hermoso, con una cola como de plumero de casa real. ¡Sí, sí, me gustan esos gatos, sí, sí! ¿Qué más? Espera, deja que abra el grifo de la tina para que me bañe. Sí, sí, pero date prisa. ¡Ya, ya! Regresa. Ahora, María, sigue contándome del cuento que me escribirás. Bueno, será un gatito que siempre ha soñado con volar, cree que si come muchos canarios logrará tener alas y así realizar su sueño. ¡Ah, volar!, sí, sí, yo también, a veces sueños con volar. El gatito, todas las mañanas, sale al patio y exige a sus sirvientes atrapen a todos los canarios del reino. ¡Sí, sí, qué bonito cuento! Los patos sirvientes le entregan diez o doce canarios todas las mañanas y él se encarga de desplumarlos con sus dientes. ¡Sí, sí, los canarios saben bien! Cuando yo estaba en la calle, eh, es decir, en la casa de la princesa Estefanía los probaba a diario. Pero, sigue, sigue. Bueno, el gatito, después de desplumar a trescientos ochenta y dos canarios amarillos y a doscientos treinta y nueve blancos sintió que ya estaba listo para intentar el vuelo. Pidió a sus sirvientes más fieles lo llevaran en andas hasta lo alto de la colina y una vez que estuvo ahí miró a sus pies, más de mil metros abajo, el río dorado serpenteando como sobre dunas del desierto. El gatito se maravilló ante tal paisaje, el agua parecía hervir como si fuera un sol. ¡Ah, María, qué bonito, qué bonito! ¿Y qué más? Ven, Totó, acompáñame, parece que ya se llenó la bañera. Sí, qué lástima que el agua de esta tina no sea como el agua de mi cuento, ¿verdad? ¿Y qué más, María? Entonces, el gatito se paró sobre sus patas traseras y se aventó. ¿Y voló? ¡Claro que voló! Voló y voló hasta que su cuerpecito encontró el agua dorada y se sumergió como si fuese una experimentada sirena y sólo se escuchó un hermoso glub, glub, glub, glub.
María se sentó sobre la tapa de la taza del baño y se quitó los tenis, pero cuando vio a Totó en el fondo de la tina decidió no bañarse y, mejor, limpiar todo porque su mamá ya estaba por llegar. A la hora de quitar el tapón a la bañera pensó que hay gatitos que no consiguen convertirse en experimentadas sirenas.

jueves, 27 de enero de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL CIELO ES DE AGUA



Querida Mariana: el tío Ramón quemaba el periódico con noticias malas. Nos reunía a todos los sobrinos y después de la quema hacía una fiesta, repartía dulces y colgaba una piñata para que la quebráramos.
Hace años, los mayores acostumbraban rituales para exorcizar fantasmas y malas vibras. Hoy, las sociedades ya no tienen esa costumbre. Tal vez por esto la patria está como está. El tío Ramón murió hace cuatro años. Fue mejor que así fuera. Lo digo porque la quema de periódico era esporádica. Ahora, tendría que hacer el ritual un día sí y otro también y esto, sin duda, le causaría un gran pesar. ¿Quién está dispuesto a hacer fiesta todos los días por el dolor de la patria?
El problema principal es que las noticias malas se han vuelto cotidianas y ya no sabemos cuáles son las noticias buenas.
La fiesta del tío Ramón era maravillosa. Nos reunía en el patio y, con un megáfono hecho con cartulina roja, decía: “Don Ramón de la Serna anuncia a todos los conciudadanos que hoy, dentro de diez minutos, habrá quema de noticias malas”. Los niños aplaudíamos y esperábamos la salida de Poncio, el cuidador de la casa, que colgaba la piñata en el lazo sostenido de dos pinos. El tío colocaba el periódico sobre un banco de madera maciza que había construido especialmente para el acto y lo regaba con un poco de alcohol, prendía un cerillo y lo aventaba al montón. Al avivarse las llamas, el tío comenzaba a danzar alrededor de la pira y nosotros lo acompañábamos, cantando: “¡Que regrese la luz, que regrese la luz!”. Cuando el periódico se convertía en un montón de ceniza, el tío lo regaba con agua tibia y luego se sentaba en una silla chaparra, debajo del árbol de aguacate, y repartía los dulces. Formábamos una fila india y él nos llamaba por nuestro nombre. Ya luego rompíamos la piñata. Nos sentábamos en una pequeña barda y comíamos las limas y mandarinas rescatadas.
Una tarde de éstas me hizo falta el tío. Extrañé su figura esmirriada, con su pantalón arremangado y su cigarro sin filtro. Abrí el periódico y encontré la noticia, perdida, entre noticias teñidas de rojo: “Murió María Elena Walsh”. No leí más. Cerré el periódico y me senté en la silla chaparra del tío. ¿Cómo exorcizar la noticia y para qué? Tal vez ahora te preguntás quién fue María Elena Walsh. No sé más que una cosa: ella fue autora de la letra de la canción “Serenata para el pueblo de uno”. Esta canción la oí, hace muchos años, en la interpretación de Mercedes Sosa. Esa tarde que la oí, que era una tarde sosegada como ésta, supe que María Elena había escrito esa canción para todos los hombres que llevamos untado en el alma el cielo de nuestros cielos. ¿Has oído esa canción? Habla del pueblo de uno y en una parte dice: “Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy…”. Hay hombres, Mariana, que sueñan con volar lejos de su tierra, pero la incertidumbre de la lejanía les constriñe el corazón. Son hombres, Mariana, que con dolor recortan sus alas para evitar el vuelo. “Me muero si me voy”. Ella, María, se fue y en su ida convocó a la muerte.
¿Qué tanto vale cancelar los sueños de otros cielos para conservar el cielo mínimo del pueblo? En Comitán el cordón umbilical lo llamamos “Mushuc” y decimos que acá enterramos el mushuc. Ese ritual, Mariana, se acerca un poco al que realizaba el tío. Con ese entierro, los comitecos exorcizamos el espejismo de otros lugares y confirmamos nuestra vocación de amantes de este pueblo. Ay, Mariana, qué confusión en el espíritu. Los hombres que cancelan sus deseos de vuelo lo hacen porque el azul de otros cielos no tiene la luz del cielo original.
Pd. Admiro a los hombres que viven conformes en lugares ajenos al propio. Tengo amigos que viven lejos de Comitán, vienen en vacaciones de invierno y disfrutan el cielo de este pueblo. Cuando llega el momento de partir lo hacen llenos de luz y prometen regresar pronto. Admiro su capacidad de adaptación; admiro la forma en que su cuerpo y espíritu filtran la luz ambarina y la convierten en luz Divina. Hay hombres que no poseen esta capacidad y no les queda más, gracias a Dios, que desgranar sus sueños en el territorio mínimo de su pueblo de nacencia.

miércoles, 26 de enero de 2011

UN BRINDIS POR EL ENIGMA




Rosario Castellanos dice que, en los años cincuentas, a Comitán llegaba el periódico con retraso de diez o quince días. ¡Los lectores comitecos leían historia! A Comitán todo llegaba tarde. Parece que, a pesar de los chunches cibernéticos, yo sigo instalado en tiempos prehistóricos.
Apenas hace dos o tres días me enteré que Dámaris Disner ya no es la responsable de esta sección de Cultura. Dámaris, ahora, es Directora de Difusión Cultural del Ayuntamiento de Tuxtla. ¡Pucha, nadita es!
Cuando Valeria Valencia Salinas, primera responsable de la sección de Cultura de El Heraldo de Chiapas, dejó el puesto, envió un correo, un día después, a todos sus amigos, colaboradores y periodistas, para notificar que Dámaris tomaba la estafeta. Y entonces, los colaboradores le escribimos a Dámaris.
Ahora, diez o doce días después, me entero del cambio y no sé, de veras no sé, quién se encarga ahora de la sección. Por lo pronto, ya un lunes me hicieron una travesura: una entrevistilla salió sin la foto del entrevistado. Pepe López Arévalo diría “¡Idiay!”.
“Si yo fuera taquero, ¡me pagarías!”, dice el Alex Lora, en un comercial de televisión, en una campaña pro reconocimiento de los derechos de autor de los músicos. Algún día en Chiapas, los escritores tendremos que realizar una campaña para dar prestigio a nuestro oficio.
¡Tiene razón el Lora! Si yo fuera constructor ¡me pagarían! ¿Por qué entonces no me pagan un solo centavo por escribir? Conozco cientos de compas que no reciben un céntimo por sus textos. Pregunto, a guisa de ejemplo, los textos que aparecen en la revista que edita el Coneculta-Chiapas ¿son publicados previo pago a los autores o resulta que dicha Institución hace “el favor de darles difusión”? Si yo fuera constructor me pagarían. No hay un solo constructor que haga un puente y no reciba una jugosa remuneración. ¿Por qué entonces no recibo paga por los puentes que construyo día a día? Los demás, los que tienen el poder, no saben que los escritores hacen los puentes más sólidos. He visto muchos puentes y carreteras que se cuartean al menor movimiento de la tierra, no tanto por la fuerza del movimiento sino por la mala calidad de los materiales empleados. En cambio, señoras y señores, los puentes de la imaginación perduran a través de los siglos. Las carreteras y puentes me llevan de Comitán a Tuxtla, por ejemplo, pero no pueden ir más allá de la costa cuando se enfrentan ante el mar. ¡Los puentes de la imaginación no tienen límite! La materia del escritor es más perenne que la del cemento o la del hormigón.
Pero no contentos con no pagar algo a los escritores, los poderosos les hacen travesuras. Un día, el director de un periódico me dijo: “Alex, tú sabes, la cultura no paga”, y, bueno, con esto, me quiso decir que, en este país, en este estado, los escritores no deben comer. Los escritores son parte importante del discurso político. No hay un solo gobernante que, en momento de privilegio, no se llene la boca con los nombres de Carlos Fuentes, de Jaime Sabines o de Octavio Paz. ¡Qué pena, los escritores, en México, en Chiapas, sirven para llenar la boca de los otros, pero no pueden llenar su boca con un trozo de pan, como sí se la llenan los otros!
Así, deseo que a mi Dámaris querida le vaya muy bien en su encargo y que al anónimo responsable de esta sección también le vaya bien. Si éste último es escritor estoy seguro que respetará los textos de los colaboradores y, cuando menos, no eliminará las fotos de mis entrevistados. Digo, si yo fuera taquero, ¡me pagarían!

lunes, 24 de enero de 2011

ARENILLA PARA ÓSCAR WONG




“¡Llévelo, llévelo! ¡Es el mero fregón, es el Óscar!”, dice el hombre. Tiene libros en sus manos. No hay la oferta de “¡Bara, bara!”, ni la de “Dos por uno”. Grita, mientras la gente pasa frente a él; grita como si la vida estuviera a punto de resquebrajarse. “¡Llévelo, llévelo!”, y coloca los libros en la cara de los posibles compradores. Éstos ríen, divertidos ante la facha del hombre que ofrece los libros. El vendedor está pelado al rape y viste una túnica al estilo de la que usa el Dalai Lama. Grita, mientras la mañana se diluye como hoja seca; grita, como si vendiera películas: “Llévelo, acá está el Óscar”. Los despistados piensan que ahí, en sus manos, el hombre tiene a Woody Allen o a Francis Ford Coppola o a Al Pacino o a Sandra Bullock, pero los viejos saben que no es así. Los viejos lectores saben, mientras se limpian -con pañuelos blanquísimos- el sudor de la frente y de la nuca, que el hombre ofrece libros de Wong. Lo grita como si aporreara un gong en algún palacio de esos que tienen techos de teja soportados sobre vigas fuertes. Por esto, con la fuerza de un torrente, ofrece ese trébol de cinco hojas: cinco en el nombre, cinco en la ola que revienta sobre el acantilado del viento.
Sólo en las manos de ese hombre el trébol. “¡Llévelo, llévelo, es Óscar Wong quien le entró al juego de la Arenilla!”. Como en jardín minimalista japonés, Wong hizo un trazo sobre la arena blanca. Acá su firma, la línea de su viento.

1.- Y el que ya ganó un Óscar ¿qué le provoca ser nominado al Premio Chiapas?
Que yo sepa, no me quita el sueño. El Premio Chiapas no es sinónimo de inmortalidad, mucho menos de calidad. Y si revisas la nómina de quienes lo otorgan y de quienes lo han obtenido comienzas a sospechar que tampoco es símbolo de moralidad.

2.- ¿Cuántas celdas existen en tu Wongnasterio y a qué hora es la hora del Angelus?
El Wongnasterio es más herético que cristiano. Más cátaro y templario que todos los mitos y mitotes que en el mundo han sido. La hora del Ángelus se presenta todo el día, porque la comunicación celestial es directa: simplemente te pones en posición de flor de loto y emites el máximo mantra que se ha generado en el mundo: Wooooong.

3.-Un niño que se llama Quincho Sabines ¿qué destino le espera?
La cantina, desde luego. O la gubernatura. El apellido pesa, espesa y es pesa.

4.- ¿Por qué, a veces, la crítica sólo critica?
La crítica también se vuelve acrítica cuando la enarbolan los chiapanacos, que no chiapanecos.

5.- ¿En qué momento se dice que la inflación invade el terreno de la literatura?
Cuando los tecleadores se refugian en El Che Garufa, en Tuxtla Gutiérrez, o en la cantina más próxima a sus bolsillos en Cotzitán de Domínguez.

6.- ¿Cuál sería el objetivo principal de la creación de la Asociación de Poetas Chiapanecos Encontrados Debajo de La Piedra?
Seguramente Blanca Margarita López Alegría responderá a la perfección esta pregunta. O Cordelia Vázquez Villatoro... aunque presupongo que el objetivo principal debe ser entronizarse en Iraculta-Chiapas, como algunos intelecuáles le dicen ahora a Coneculta.

7.-Sugiere tres pasos para evitar el llanto a la hora de cortar la cebolla de la luz.
El pasito tuntún, el pasito duranguense y el paso redoblado antes de terminar encendidos con la luz de la Victoria sudorosa a cero grado centígrado.

8.- ¿Cómo lo singular, sin clonarse, se convierte en plural?
Cuando Efraín Bartolomé, como buen psicoterapeuta, diagnostica a sus pacientes: seguramente cuando están en la etapa anal, debido al final de ambas palabrejas.

9.- ¿Qué instrumento es el adecuado para diseccionar la palabra?
La lengua viperina de los periodistas chiapanacos; el hocico feroz de los autollamados poetas, poetitas y poetotas o la internética y molinárica playa cotzitía que enarbola muchas Arenillas.

10.- ¿Qué tipo de lector crea contingencia ambiental?
Todo aquel que lee las obras de Roberto López Moreno, sobre todo el texto del colibrí que gloglotea en el ríííííooooo antes de sucumbir.


Óscar Wong (agosto 26 de 1948) es poeta, narrador y ensayista. Sus títulos más recientes: Razones de la voz (CNCA, Colec. Práctica Mortal, Méx., 2000), Rubor de la ceniza (Edit. Praxis, Méx., 2002), Poética de lo sagrado. El lenguaje de Adán (Edic. Coyoacán, Méx., 2007), Jaime Sabines. Entre lo tierno y lo trágico (Edit. Praxis, Méx., 2008) y En el corazón de la memoria (Edit. Jus, Méx., 2010). Radica en la ciudad de México.

viernes, 21 de enero de 2011

LAS SIGLAS DEL SIGLO



A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como abreviaturas y mujeres que son como siglas.
La mujer sigla corresponde a este siglo. Proviene de la estirpe de gente acostumbrada a usar la “Ley del menor esfuerzo”, por esto es mujer de pocas palabras. Es racista y sofisticada pues siempre presume su árbol genealógico ya que es nieta de la KGB y sobrina en segundo grado del FBI y de la CIA.
El tiempo no la inquieta pues su tiempo está emparentado con los sillones de cuero y con las hamacas tejidas con cáñamo. No acostumbra celebrar su cumpleaños; en compensación perversa le gusta que sus letras aparezcan en las marquesinas de los edificios más importantes del mundo: el de la ONU, por ejemplo.
El hombre que se atreve a enamorar a una mujer sigla debe tener mucho cuidado en hacer algo incorrecto, porque ella de inmediato se queja con su abuelo ONG y éste, a su vez, puede ir con el chisme a las oficinas lúgubres de su primo PGR o de su hermana SAT. Por ello se dice que un amante de este tipo de mujer es alguien que está acostumbrado al maltrato y al sadismo.
Pero, por si algún lector de esta Arenilla insiste en seducir a una mujer sigla, es justo decir que su origen fue UNAM y estuvo lejos de ser una chica ITESM.
La leyenda cuenta que la mujer sigla era una mujer bellísima, de corazón amaranto. Una tarde ingrata fue raptada por un viejo avaro, quien le robó su nombre y la refundió en un cuarto. La mujer sobrevivió gracias a que un canario le metía alpiste por debajo de la puerta. Cuando el avaro murió, los sobrinos tomaron posesión de la casona y encontraron a la mujer. La misma leyenda sigue contando que la piel de la mujer estaba translúcida como una hoja seca y sus ojos eran dos faros apagados. Los cuidados y atenciones de uno de los sobrinos permitieron que la mujer recuperara su luz. La gente del pueblo se maravilló con la belleza de su cabellera de mar al atardecer y su mirada de otoño. Fue conocida como la sin nombre, porque cuando su benefactor quiso bautizarla ella se rebeló. “Deseo recuperar mi nombre”, dijo. Meses después preparó su maleta y comenzó a recorrer todo el reino en busca de su origen. Después de cuatro años regresó al pueblo, llevando entre las manos las piedritas que había logrado pepenar: las iniciales de sus nombres y de sus apellidos y con ellas construyó su identidad: NASA. Nunca se supo cuál fue su nombre original, pero ella fue feliz con su nombre, hasta que (nunca falta el jodón del grupo) corrió el rumor de que ese no era un nombre de mujer sino las siglas de la National Aeronautics and Space Administration; entonces la mujer fue conocida como “La Sputnik” y de esto sólo hubo un paso para designarla como “La lunática”. El pueblo entero se burló de ella hasta que intervino el hada IBM. Ella contó la tragedia de NASA a su primo IMER y éste lanzó un SOS dirigido a la OEA que habló a TELMEX exigiendo que la SEP cancelara la beca que el jodón gozaba en CU. Al final el jodón fue expatriado y su queja ante PROFECO no fue aceptada en COMAR.
Así fue como la mujer sigla recuperó la dignidad de su nombre.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como casco de fútbol americano y mujeres que son como rodillera de fútbol soccer.

miércoles, 19 de enero de 2011

POR LOS QUE SUBEN HACIA ABAJO



Eusebio me dijo: “Te invito un café”. Me paró a media calle. No, le dije, llevo prisa. Por favor, insistió, apretando mi brazo. Nos subimos a la banqueta. “Te quiero contar un sueño que tuve”, dijo. Al decirlo sudaba y su voz tenía una premura como de fin de mundo. Los carros también pasaban como si el mundo se fuera a acabar un minuto después.
Hay personas que no recuerdan sus sueños y hay otras que los recuerdan con lujo de detalles. Los primeros juran que no sueñan, que nunca lo han hecho. ¡Pobres hombres, no hay peor castigo en la vida que estar impedido a soñar!
Dentro de la plaga de soñadores, la peor es la de quienes deben contar sus sueños nomás despiertan. Alguien, en algún momento, les dijo que si no los cuentan ¡sus sueños negativos pueden hacerse realidad! Por esto ahí los vemos, aún con el pijama puesto, llamando a la tía por teléfono para preguntar cómo está porque la soñaron llorando en medio de una selva llena de neblina. ¡Claro, la otra plaga nefasta es la de quienes buscan de inmediato el significado de los sueños! ¿Qué significa haber soñado con dinosaurios bailando a mitad de la sala?
¿Y dónde dejamos a la plaga de los que tienen sueños recurrentes? Eusebio pertenece a esta plaga. Siempre sueña el mismo sueño. Camina por un parque lleno de arbustos y flores alrededor de un lago. La gente juega con sus mascotas o está acostada en el césped leyendo y escuchando música. Algo lo hace acercarse a la orilla del lago y ver hacia el agua donde un pez le dice: “Ven, ven”. Eusebio dice que es una voz seductora, él se revuelca en su cama, en intento de resistir al llamado del pez que, moviendo un dedito, insiste. “Ven, ven, ven”, dice el pez hablante y Eusebio, derrotado, mete un pie en el agua y, de inmediato, aparece una escalera. Baja, baja. Eusebio siente una asfixia porque no puede evitar pensar que baja a la profundidad del lago en medio de la inmensa burbuja de agua. Eusebio sigue bajando. Sus piernas le duelen, pero él sigue bajando hasta que se da cuenta que la escalera es como esas que dibujaba el fantástico Escher. Mientras más baja más sube. Siempre llega al mismo punto en donde está el pez que, con el dedito en movimiento, le dice: “Ven, ven, ven”. Eusebio, ¡ahora sí!, desea ir hacia donde el pez para descansar, pero sus pies lo obligan a continuar subiendo y bajando por la escalera. Cuando, después de mil vueltas, Eusebio despierta tiene un agobiante dolor de piernas. Él jura que los “camotes” de sus piernas han crecido como los de un levantador de pesas o como un corredor de maratón. Han crecido tanto que don Alfonso le ha sugerido inscribirse en pruebas de carrera larga.
La mamá de Eusebio compró un libro de significados de sueños y le dijo que la escalera significa que pronto tendrá un ascenso en su trabajo y que conseguirá sus deseos; por el contrario, su tía Vita cuenta que su abuela le decía que soñar escaleras significa falta de apoyo y que mientras no pueda valerse por sí mismo no logrará algo en la vida.
Ayer, Eusebio me quería contar que le hizo caso a Gutiérrez, quien le sugirió “matar” al pez jodón. Una mañana antes fue a la Presa La Angostura y pidió una mojarra frita. Al momento en que le sirvieron la mojarra, él, con sus dedos, la desmenuzó. La carnaza la dio a los perros que rondaban la palapa y el esqueleto lo colgó en la rama de un árbol.
Cuando llegó la noche Eusebio se acostó con cierta esperanza. Al asomar el sueño, la imagen recurrente del parque y del lago apareció, pero cuando se acercó a la orilla del lago, ¡maravillado!, vio que el pez ya no estaba. Respiró hondo, dio media vuelta y siguió caminando por el sendero lleno de flores y de luz. Dentro de su sueño dio gracias a Dios, pero, como en chiste bobo, cuando estaba a punto de creer que el prodigio se había realizado, la muchacha más bella del mundo apareció y, moviendo un dedito, le dijo: “Ven, ven, ven”.
Esto fue lo que Eusebio me quiso contar, pero yo llevaba prisa y no pude escucharlo. Por fortuna, no tengo sueños recurrentes. A veces, como a medio mundo, me asalta alguna pesadilla, pero al despertar muevo mis manos frente a mi cara para espantar esos fantasmas. A veces, sobre el suelo quedan algunos residuos de esas pesadillas: manchas de lodo o de sangre o algún pez que salta y salta ante la asfixia por la ausencia de agua.

lunes, 17 de enero de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO, ¡EN BUENA HORA!, DON LÍMBANO CAMBIÓ SU DESTINO



Querida Mariana, ¿recordás cuando fuimos al parque y escuchamos a la marimba de Don Límbano Vidal Mazariegos? ¿Recordás que me dijiste que algo bonito revoloteaba en tu corazón?
Esa tarde, que yo recuerdo con emoción, te platiqué que mi papá y mi suegro contrataron a don Límbano para la boda con mi Paty, y esto, Mariana bonita, ¡fue un privilegio! Y lo fue porque a uno se le enchina el calcañar del espíritu cuando escucha y ve tocar a don Límbano, y sentir esto cuando te estás casando con tu muchacha bonita ¡es estar trepado en otra dimensión!
Te cuento esto porque ahora me enteré que el Honorable Ayuntamiento de Comitán, presidido por José Antonio Aguilar Meza, en coordinación con el Centro Cultural Rosario Castellanos y el Consejo Ciudadano de Cultura Municipal, organiza un magno homenaje al artista nacido en Socoltenango.
Don Límbano, por fortuna, para estas tierras comitecas y para el arte, decidió un día torcer su destino ¡para bien!
Ayer leí en el libro del Arquitecto Pepe Trujillo, “Marimbas de mi tierra. Reseña de la marimba en Comitán”, que don Límbano en el periodo de 1962 a 1964 fue Presidente Municipal de su pueblo natal. ¿Lo imaginás? ¡Santo Dios, don Límbano estaba predestinado a ser político! Por fortuna, insisto, a nuestro mago de la marimba, no lo picó el gusano de la “seguidoña” y, en lugar de buscar la diputación local, tomó dos decisiones importantes: trasladarse a radicar a la ciudad de Comitán y crear el grupo marimbístico “Águilas de Chiapas”. ¡Ahí se hizo la luz, Mariana!
Si don Límbano hubiese seguido por el camino de la política habría sido un chinchibul o, cuando más, una golondrina; en cambio, el arte de la marimba lo llevó a ser un águila y remontar los más altos cielos. Ah, Mariana, el río ardiente de sus manos y de su sensibilidad lo ha llevado a tocar en espacios destinados para príncipes. Junto con su famosa “Águilas de Chiapas” ha tocado en países como Japón, Estados Unidos de Norteamérica y muchos más. En cada uno de estos lugares, igual que el famoso Maestro Zeferino Nandayapa, colocó al hormiguillo por encima del cedro, del ébano y de las maderas más finas. Las demás maderas, lo sabés, reproducen el sonido del hombre que toca la puerta o dimensionan el murmullo de la mujer que limpia el entrepaño, pero el hormiguillo, Mariana, reproduce el sonido del alma y el ronroneo de la creación Divina. Don Límbano dejó de tocar las puertas de la política y ha dedicado su vida a tocar los cordones de luz, en ese instrumento aparentemente primitivo pero lleno de una hermosa complejidad.
¡Bendita la hora en que el actual Ayuntamiento de Comitán decidió brindar este homenaje a nuestro gran artista! ¡Bendito el pueblo de Socoltenango en la hora que permitió que el maestro fuera a vivir a Comitán! ¡Bendito, siempre bendito, el Maestro Límbano por llenar de luz los cielos debajo de este cielo!
Pd. Mi mamá y yo mirábamos la televisión el otro día y, cuando oímos la participación de la marimba de don Zeferino Nandayapa, ella dejó el tejido sobre el sillón y me dijo: “Don Zeferino tocó en nuestra boda”. ¿De veras?, le dije. Ella dijo que sí y volvió a tomar el tejido. No pregunté algo. Pienso que mi Tío Manuel, hermano de mi papá, contrató al grupo de marimba, porque ya, en la década del cincuenta, del siglo pasado, don Zefer comenzaba a cotizarse alto.
¿Mirás qué privilegio de la vida? Ojalá, Mariana, que cuando te casés una marimba maravillosa alegre el guateque; ojalá que te casés con un hombre bueno que reconozca tu espíritu de hormiguillo. Recordá que el calcañar del espíritu se insufla con el sonido de la marimba.

jueves, 13 de enero de 2011

DOBLEZ DE PAPEL



Isabel cree, en verdad, que ¡el tiempo vuela! Una noche, tomando café en el patio de la casa, oyó a su abuelo decirlo. Como el abuelo tardó más en decirlo que en pararse, despedirse y salir, Isabel se convenció de la certeza del dicho. Sí, pensó, el tiempo vuela. Desde entonces Isabel está convencida que el tiempo es una especie de globo aerostático (panzón, liviano y frágil) o una especie de colibrí (fugaz, embelequero e imprevisible). Cuando don Armando de la Corcuera se enteró del pensamiento de Isabel dijo a sus alumnos del cuarto semestre de Filosofía que el tiempo era liviano, frágil, fugaz e imprevisible. Los alumnos apuntaron las categorías del tiempo en su libreta y las aprendieron de memoria para aprobar el curso.
¡Pobres!, pensó Isabel cuando se enteró. Pobres, desde el maestro que omitió lo panzón y embelequero del tiempo, hasta los alumnos que creyeron que el tiempo es una sustancia definible como sí lo es la eternidad, por ejemplo.
Si alguien dice que la eternidad es lo infinito puede irse tranquilamente a su casa, prender el televisor y pasar de uno a otro canal hasta hallar una película de Pedro Infante o de Irma Dorantes. Pero tratar de definir al tiempo es, perdón, ¡perder el tiempo!
Isabel piensa que si algún científico, admirador de Einstein, quiere alcanzar una definición más o menos digna del tiempo tendría que pensar en lo panzón y en lo embelequero. ¡Ah, si lo sabré yo!, dijo la abuela cuando su nieta le confió su pensamiento. ¡Claro que es embelequero el tiempo, hijita, con su carita adobada nos engaña y cuando venimos a ver, ya se pasó la vida!
Además, piensa Isabel, el tiempo es panzón ¡porque se harta! El hartazgo es el pie derecho del tiempo.
¡Pobre don Armando, viejo tonto! ¡Pobres sus alumnos! Pobres de aquéllos que se atreven a definir lo indefinible. Se sabe que el tiempo, como tal, es un invento del hombre, porque el tiempo es parte de la eternidad y ésta no se puede fraccionar. Así que quien trata de definir al tiempo está dándole categoría de Todo a una parte.
¿El tiempo vuela? Claro que sí, como todas las cosas de este mundo. Nadie se sorprende cuando un ángel nos pasa rozando por la cara o cuando un helicóptero hace giros sobre el techo de la casa; nadie se sorprende cuando una mosca está jode y jode alrededor del plato con frijol y crema; nadie dice algo cuando, gracias al truhán, el carro desaparece en la calle donde lo dejamos estacionado. ¡Voló, mi jefe!, dice el estúpido encargado de la seguridad del vecindario. Y entonces nos quejamos con el Director de Vialidad y manda a volar al empleado inepto y cuando al Director de Vialidad le llevamos una botella de comiteco para agradecer su atingencia al recuperar el auto robado nos enteramos que a él, también, ¡ya lo volaron! Lo volaron porque el nuevo presidente municipal colocó a un compadre en el puesto. El Presidente municipal también volará en el 2012 y así todo en la vida. ¡Todo es un simple vuelo!
¡Todo vuela! Pregunten si no a la mayoría de alcaldes chiapanecos que recién dejaron sus cargos, pregúntenles si no es cierto que el dinero del erario ¡vuela!
Isabel está convencida de que el tiempo ¡vuela! Y que el tiempo es una especie de sonrisa de niño: semilla de luz y complicidad para jugar a las escondidas.

miércoles, 12 de enero de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA PARA QUÉ SIRVEN LAS MAMÁS




Querida Mariana: es molesto comenzar una carta enviando disculpas, pero ésta es una de esas. Y es así porque el título puede parecer ofensivo o denigrante por el uso del verbo servir. No es mi intención ofender, pero ya sabés que el ajo es maravilloso para la salud, mas ofende el olfato del otro a la hora del fajecín.
He escuchado a compas que dicen: “Yo tengo mamá prestada”, cuando otro les mienta la madre. Sí, Mariana, nuestro pueblo tiene cierta confusión, cree que la mamá sirve para mentarla a cualquier hora y por cualquier motivo. Las mamás, ¡qué pena!, sirven como pretexto de ofensa. Por esto, mi niña bonita, digo que las mamás sirven para otros cielos y para otras nubes.
No sé la tuya (y esto, insisto, no tiene implicaciones negras), pero la mía sirve para llenar de luz mi espacio. Es, como dijera el poeta, “una lámpara de inagotable aceite”. Es el cordel con que Dios me bendice todas las mañanas.
Yo, Mariana, a diferencia de otros, ¡no tengo mamá prestada! ¿Has visto esos anuncios que cuelgan al frente de negociaciones con tradición? Pues mi mamá ostenta, orgullosa, un cartel donde anuncia: “Mamá de Alejandro, desde 1957”. Con esto cualquiera se da cuenta ¡que hay una gran experiencia afectuosa! Bueno, con decirte que dos o tres amigas, cuando conocieron y trataron a mi mamá, me pidieron que “se las prestara”, a pesar de que ellas tienen las suyas. ¡Te digo, Mariana mía, hay confusión en las cabezas! Ellas no se dan cuenta que tienen su propio cielo a la vuelta de la mirada.
Yo, gracias a Dios, nunca he padecido confusión semejante. En un librincillo que, hace años, me publicó el Instituto Chiapaneco de Cultura, bajo la dirección del Doctor Andrés Fábregas Puig, escribí la siguiente dedicatoria: “A mi madre, porque aunque muchos insisten que no tengo, ¡tengo y mucha!”. Sí, Mariana, desde 1957 yo tengo la bendición de tener mucha madre. Y por esto, lo entiendo, hay compas que me la mientan de vez en vez. ¡Por supuesto que no me enojo cuando me la mientan, al contrario! Sigo la prédica católica de no usar su nombre en vano. Siempre que hablo de mi mamá lo hago como si orara, como si invocara la mejor luz del universo, porque esto es ella para mí: ¡la mano izquierda de Dios!
Cuando ella corta la manzana para mi desayuno; cuando me coloca la bufanda antes de salir a la calle; cuando prende el calentador para mi baño; cuando me pide que no escriba acerca de los bloqueos porque los taxistas pueden molestarse; cuando lava mis calzoncillos; cuando me prepara un té para el dolor de garganta; cuando va a misa a pedir por mí; cuando teje un suéter para que yo lo estrene; cuando se sienta y me platica de sus recuerdos de infancia; cuando plancha mis camisas; cuando me pide que no la abrace tan fuerte; cuando hace ponche y me separa un poco antes de ponerle azúcar; cuando me pregunta a dónde iré y a qué hora regresaré; en ese instante yo respingo y me enojo y estoy a punto de decirle: ¡Mamacita, por favor, ya tengo cincuenta y tres años!, pero, luego, me muerdo la lengua y entiendo que esa edad no es más que la medida de su cariño y de su afecto. ¡Claro, lo entiendo! Si fuera una advenediza; es decir, una madre con antigüedad de dos o tres años ¡no tendría ningún derecho!, pero es mi madre desde 1957. Entonces ella sabe cómo debe hacerse el nudo para no desenredarse. Me dejo consentir porque sé que ella no aspira más que a ver contento a su hijo. Esa ha sido su misión en la vida y la ha cumplido puntualmente en cada instante, ignorando el lodo que le he embarrado cuando corro bajo la lluvia, sin darme cuenta que ella me acompaña siempre.
Mi mamá, Mariana, me sirve para sentir a Dios a mi lado. Soy hijo único y no presto a mi mamá y cuando alguien me la mienta sé que el otro impreca a Dios y Dios, Mariana, es infinito y el polvo no mancha su carita.
Pd. No vayás a creer que siempre pensé que mi mamá era la máxima bendición en mi vida. Como todo hijo he sido cabrón y hubo un tiempo en que pensé (¡ah, bendita confusión!) que las mamás eran para brincar sobre ellas, como si fuesen charcos o cuerda para torcer destinos. Un día (¡ah, bendita luz!) el veinte me cayó y, desde entonces, sé que mi mamá es la mano izquierda de Dios. Y, bueno, ya me despido, “A-Dios”.

domingo, 9 de enero de 2011

ARENILLA PARA ZORAIDA ROJAS VLEESCHOWER (Publicada en El Heraldo de Chiapas, en enero de 2011)



La escritora Carmen Boullosa respondió la primera Arenilla del 2010. Zoraida, ahora, bendice el 2011. Lo bendice, no porque así lo hubiéramos planificado, sino porque el destino tiene más fuerza que los pasos medidos.
Nosotros no estamos para contarlo, pero Ustedes sí para saberlo. Por esto cuento que la bonita de Zoraida estaba molesta porque no aparecía publicada su Arenilla y yo estaba molesto porque ella no había respondido el cuestionario. Ella, en su esquina, mordiendo discos compactos; y yo, en mi esquina, trozando lápices. Yo, debajo de la nube, cortando pétalos y diciendo: “El universo no quiere, sí quiere, no quiere, sí quiere”; y ella, debajo de la alfombra mágica, orando en tono de imprecación: “El universo me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere”.
Pues, bueno, ni lo uno ni lo otro. Ella sí quería y el universo también y, ya se sabe, cuando el universo quiere ¡no hay fuerza humana capaz de cambiar el rumbo!
Sucede que ella se emocionó cuando recibió el cuestionario y lo respondió de inmediato y, con la misma premura, lo envió a mi correo electrónico. Pero los chunches cibernéticos, en complicidad con los dedos, hacen travesuras y la Arenilla se fue para otro lado. Meses después, ella revisó la gaveta de los correos enviados y vio que el sobre que envió había llegado a casa de Don Nada del Laberinto, que vive en la Calle del Minotauro. Entonces, Zoraida corrigió y lo envió a Alejandro Molinari, que vive en la Calle del Arenillero s/n.
Así, después de meses, ¡emocionado!, recibí su respuesta. Dice el Maestro Jorge que todo en la vida tiene su Kayrós. Como yo no sé griego puse mi cara de What y el Maestro me explicó que esta palabra significa: “El momento justo”. ¡Ah -dije- mi comprender!
La Arenilla de Zoraida llegó en el momento justo, a la hora en que el horizonte se llena con la luz de un nuevo Sol. ¡Ella es nueva luna! Acá pues, para los lectores de El Heraldo de Chiapas, la Arenilla de Zoraida que se publica como augurio de buena vibra para este nuevo año.

1.- Tu correo electrónico es fotolunar, ¿qué pasa cuando una fotosolar se interpone?
El conejo que habita en la luna se pone a dar de brinquitos, sabe que no hay nada que alimente más la luz del gran farol que el sol. Juntos sol y luna influyen sobre las mareas, lo que alegra al conejo que ¡juiis! corre por su caña de pescar, pues los peces atraídos por la brillante luz salen a bailar sobre las olas del mar.
¿La fotolunar? más hermosa que nunca aprovecha a contarle los lunares a fotosolar, pues esto sólo sucede dos veces al año.


2.- Cuando alguien dice: "La Rojas es maravillosa" ¿qué color aparece en tu espectro?
No me gusta la falsa modestia, es otro tipo de engaño; así que diría gracias sin desmentirlos, sería una pena hacerlo si alguien lo cree. Mientras mi espectro mediría una alta frecuencia de onda sonora color sandía; el scrish de mis mejillas ruborizadas.
¿Sonora? Sí, los invidentes dicen que los colores también se oyen. Como el blanco espuma de las olas cuando chocan contra las rocas, como el café de las hojas secas que crujen bajo los pies…
En esencia, sería el sonrojo de una falsa modestia, ja.


3.- Si el Radio es un elemento químico, ¿qué estación escucha la tabla periódica?
La estación del tren, o tal vez las cuatro estaciones de Vivaldi, o… a lo mucho escucharán el Radio de algún alquimista. ¿Por qué? ¿Y por qué no?

4.- ¿Por qué se enojó papá bulbo cuando mamá radio le dijo que era padre de un hermoso chip?
De seguro le pasó lo mismo que cuando la señora radio había tenido un transistor, a papá bulbo se le erizaron los filamentos, pues pensó que lo dejarían en el olvido; que perdería el respeto que con tanto magnetismo se había ganado. El pequeño transistor era más pequeño, generaba menos calor, consumía menos energía y hasta tenía más largos los bigotes. La electrónica lo había bautizado. Cuando vino chip, a papá bulbo casi le da un colapso electromagnético porque ya no estaba en onda, pues chip era ¡aun más pequeño! y podía contener todo un conjunto electrónico completo. A papá bulbo, la era digital lo había alcanzado.

5.- Un radio antiguo, ¿qué ondas sonoras conserva en su espíritu?
El de la nostalgia, donde las voces de las radionovelas compiten entre comerciales de sal de uvas, chocolate vitamínico y jarabe para la tos. Mientras estaciones extranjeras: Cuba, Rusia, Brasil… se arremolinan apretaditas afanosas por aparecer también en el cuadrante. En su silencio, un radio antiguo puede todavía contarnos historias. Claro, si uno afina el oído, la mirada y los recuerdos.

6.- ¿Por qué no existe Radio México como existe Radio Francia?
Tal vez porque existe Radio Educación. No sé, ahora yo también me lo pregunto, y también lo demando.

7.- ¿A qué hora se desborda un río lleno de ondas sonoras y qué desmadre provoca?
A la hora que alguien prende una radio.

8.- Cuando caminas ¿qué sonidos rescatas para tu grabadora personal?
Los que en un futuro me harán viajar y vivir de nuevo hasta el lugar de dónde partieron, como: la eterna y permanente musiquita del carrito de las nieves, el del platanero y su chimenea chiflante, el de los organillos, el canto de los pregoneros: ¿Va a querer caballito y turuleteee? ¡paaastelitos de piña y de manjaaar! Guefaa ahí le traje su fruta bieen luuurcee ¡el aguaaaa!… El sonido interminable de los cuetes y las campanas de San Cristóbal… Y he de confesarlo con grande pena, no me gusta el canto del gallo a medio día, comienzo a bostezar y me cae un extraño aburrimiento.

9.- ¿Cómo entierras un texto muerto en un programa en vivo?
Ni lo entierro, ni voy al velorio. Le doy resucitación pulmonar, y le reanimo el corazón con palabras, efectos, fondos, música y demás artilugios sonoros.

10.- Si fueras una campana, ¿por quién te gustaría ser tocada?
Siendo Campana, mmm, no sería por Peter Pan. Pero sin duda alguna, sí por Gustavo Dudamel, el joven director de orquestas venezolano, que a sus 29 años de edad ha dirigido a las más prestigiosas orquestas del mundo, ha hecho mover el cuerpo a los ingleses, alemanes, franceses, japoneses… Su energía de vida, su ángel, su eterna sonrisa, la pasión con la que se entrega a la música, enamorando al público más diverso.
Si el maestro Dudamel hace todo eso con batuta en mano, qué sinfonía no haría brotar de esta humilde campana.


(Zoraida Rojas Vleeschower es Licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericana. Escribe cuentos y guiones. Ha sido guionista para el programa radiofónico infantil Radiombligo. Ganadora del Premio Único en la categoría de Campaña Institucional, en la Sexta Bienal Internacional de Radio.)

jueves, 6 de enero de 2011

LA MISMA FLOR CON SU FLORECITA



Sé lo que hiciste ayer y lo que harás mañana. Lo que hiciste el domingo y lo que harás todos los domingos de acá en adelante. No importa que vivás en Buenos Aires o en Tuxtla Gutiérrez o en Los Ángeles o en Madrid o en Comitán. No importa el oficio a que te dediqués: carpintero, poeta, artista, sacerdote, bailarina, cuidador de zoológico, político, librero, fotógrafa, periodista, profesor o empresario.
Al levantarte comenzaste a colgar los andamios para tus puentes. Es preciso -siempre lo pensás- que las golondrinas no pierdan el camino. Por esto te aseguraste de colocar los faros necesarios para marcar el rumbo a todos los albatros y los chinchibules que, de regular, vuelan por tus cielos.
Subiste por una escalera metálica y escuchaste tus pasos como oías aquella lluvia desordenada que caía sobre los techos de zinc en casa de tus padres. Pensaste que un día de estos tomarás un bote de grasa y engrasarás los tornillos, lo harás con cuidado para que no quede ni una sola mancha de grasa sobre las huellas de la escalera. Los hombres viejos se quiebran los huesos cuando resbalan de partes altas. Las escaleras también son peligrosas para los jóvenes y para los niños, por esto es conveniente que las escaleras de la vida tengan, además del pasamanos, un poco de mohín y de polvo.
Luego te arremangaste la camisa y probaste la lámpara de tungsteno. Recordaste la sentencia de tu padre acerca de las lámparas. Mientras no alumbran nadie las toma en cuenta. Por esto, siempre te conminó a ser una lámpara encendida en forma permanente. No te preocupés por la energía, si vos decidís ser lámpara inagotable siempre tendrás aceite para tu flama, decía tu viejo.
Luego fuiste hasta el ventanal y miraste el horizonte y elegiste entre el mar, el valle, el bosque, el volcán, las calles solitarias o la tierra donde caminan los peregrinos que, año tras año, ¡necios!, tienen la esperanza de hallar en otro lado lo que no hallan en su interior.
Sé lo que hiciste. Abriste el álbum fotográfico y viste esas fotos en color sepia donde están tus padres, tus abuelos y los padres de éstos, esos viejos que te dicen nada y que, sin embargo, tienen las uñas y los cabellos que te heredaron. Porque ellos tienen en sus ojos todos los objetos que vieron para que vos, en este tiempo, tengás un recuerdo vívido sin haberlo vivido.
Sé que desayunaste lo de siempre, los huevos rancheros, los frijoles refritos, el queso, la tostada, el café endulzado con panela. Pusiste el disco de marimba que tanto te gusta o el de Camilo Sesto o el de U2 o el de Bon Jovi o el de Pavarotti o el de Shakira y moviste los pies y te paraste y bailaste. Luego saliste a la calle y saludaste al vecino, lo viste regar su jardín lleno de amariles; lo viste, sentado sobre su poltrona, cabecear mientras caía la tarde; lo viste, con los ojos rojos y el aliento alcohólico, golpear a su hija y correrla de casa tachándola de puta; lo viste mirarte, desde la ventana, sentado en su silla de ruedas; lo viste prender la televisión, abrir una cerveza y tumbarse en el mismo sillón que usó el abuelo y el padre de su abuelo.
Sé lo que hiciste. No es necesario ser un vidente para saber lo que hiciste y lo que harás los domingos que te restan en la vida. Leerás algún libro de Faulkner, oirás los telenoticiarios, te insinuarás a la muchacha bonita que a diario pasa por tu calle, cogerás en algún burdel de mala muerte, beberás cerveza, irás al mercado a comer quesadillas de flor de calabaza o de huitlacoche, soñarás con París o Florencia, maldecirás tu mala suerte y, ya por la tarde, irás a misa a pedir que el tiempo se detenga o, cuando menos, tu Dios te envíe el remedio para el envejecimiento del alma.

miércoles, 5 de enero de 2011

AVISO A MIS LECTORES

He sido tolerante con este espacio de libertad y he permitido que los lectores "anónimos" escriban lo que deseen y he sido respetuoso de los diferentes puntos de vista. Mas ahora ya los "anónimos" rebasan el ámbito público y se refieren a cosas estrictamente personales. ¡Esto sí ya es intolerante! Por lo que he decidido eliminar los espacios de comentarios. Cualquier comentario de lectores fieles y bien intencionados los agradeceré en mi correo particular cuya dirección está expuesta a la vista de todos en el blog, incluso de los malintencionados. Gracias.

LA TRANSPARENCIA DE LA NOCHE



Tío Concho llegó anoche a la casa. María se sorprendió y Arturito lloró porque el tío estaba irreconocible. ¡Es tu tío abuelo, hijito!, dijo María, pero el niño siguió instalado en el berreo completo. Tenía, lo menos, cuatro años que el tío no nos visitaba. Repartió paletas de dulce a todos los de casa y a María le dio una bolsa con café colombiano, mientras comentaba que el mejor del mundo es ¡el chiapaneco!, así que María le ofreció una taza. El tío Concho se enconchó en una silla de mimbre y pidió una concha para sopear. ¿Y qué milagros, tío?, dijo Armando, mientras apagaba la televisión de mala gana pues veía el partido de fútbol americano.
El tío comentó que la noticia en Colombia es la de la funeraria que hace un Censo de Fantasmas. María dijo que esa era la causa de tenerlo entre nosotros. Todos reímos. En casa todo mundo sabe que el tío Concho es un fantasma pues él murió la noche del veinticuatro de diciembre de mil novecientos ochenta y tres. Bueno, Arturito aún no lo percibe a cabalidad, pero el “duque” ¡sí!, porque apenas el tío viene por la esquina cuando él se pone a ladrar como alma que lleva el diablo. El tío se puso serio y reafirmó el comentario de María. Corre el rumor de que el censo sirva para que los fantasmas paguen impuestos.
El tío pidió otra taza de café, pero María ya no estaba en la sala ni en la cocina. Fue a callar al perro, dijo Armando, mientras éste volvió a prender el televisor, sin sonido, pero lo apagó de nuevo cuando el tío dijo que había conocido a Gabriel García Márquez. El Gabo es el autor favorito de Armando.
¿Cómo fue?, preguntamos y nos acomodamos en nuestros asientos. Emilio subió las piernas al sillón y prendió un cigarro. Gabo llegó a Medellín hace cuatro días, dijo el tío. Rápido lo reconocí porque su piel tiene el color de las hojas secas de Comala. ¡Ya, ya, viejo, que sea menos, Comala es el pueblo de Rulfo!, dijo Emilio. Pero tío no le hizo caso y dijo que Gabo caminó por el pasillo central del aeropuerto José María Córdova, acompañado por una mujer hermosísima, de cabellos hasta la cintura, llamada Julia. ¡Oh, qué la, no, no, Julia es la tía del escribidor Vargas Llosa!, volvió a interrumpir Emilio, pero, de nuevo, el tío lo ignoró. María bostezó, sacó un pecho y se lo dio a Arturito que amenazaba con regresar al llanto. Emilio le preguntó a Armando cómo iba el marcador del partido y Armando aprovechó para prender de nuevo el televisor. Emilio fue por unas cervezas. María ofreció otra taza de café al tío, pero éste dijo que prefería una cerveza y Emilio le pasó una “Indio”.
Al final sólo el “duque” y yo le hicimos fiesta al tío. Aquél ladrando como si fuera luna llena y yo preguntando si le había hecho alguna travesura al Gabo, como cuando a Jaime Sabines lo amarró con una vieja venda y lo dejó encerrado en el cuarto de su rancho Yuria, mientras los amigos y muchachas encueradas seguían en la fiesta total en la sala. Pero el tío ya se hizo viejo como fantasma. Según nos ha contado cada año fantasmal corresponde a diez años del tiempo terrenal, así que sacando cuentas tiene como doscientos setenta años de edad. ¡A esa edad ya se es un fantasma viejo y la memoria no funciona bien! Por esto, de momento, comenzó a evaporarse. Sólo quedó una mancha de orín sobre el piso. María fue por el trapeador y Emilio vació el contenido de la cerveza en la tarja de la cocina. Armando le subió el volumen al televisor y el “duque”, por fin, se calmó. Cuando María terminó de limpiar dejó el trapeador en una esquina y cogió a su hijo y lo acunó en su seno. El tío vino a despedirse de nosotros, dijo María. Sí, dijo Emilio, ya se ve viejo. Entonces Armando se paró, fue hasta la ventana y preguntó: “Y cuando mueren los fantasmas, ¿qué pasa con ellos? ¿En qué se convierten?”.
Yo regresé a la lectura de los “Cuentos de Canterbury” y pensé que tal vez fue mejor que el tío Concho no lo registraran en el Censo de Fantasmas.

martes, 4 de enero de 2011

¡CALMA COITA!

En la página oficial de Comitán ¡ya hubo movimiento!




Gobierno Municipal de Comitán 2011-2012
Sitio en mantenimiento.
Disculpe las molestias.

lunes, 3 de enero de 2011

DÍA DE VISITA


Con un abrazo para vos, lector fiel de las Arenillas,
con mis mejores deseos para el 2011


Mis primos y yo fuimos a ver a los abuelos. Juan dijo que, por teléfono, le llamaron del asilo y le dijeron que los abuelos padecían una enfermedad severa. Era cosa de días, dijeron. Fuimos en carro, pero a mitad del camino debimos subir al tren, porque el carro se descompuso. El carro de Martín es viejo, no tanto como los abuelos, pero como Martín es taxista pueden imaginar las condiciones de ese tsuru mil novecientos noventa y dos.
María hizo un coraje de antología. El tren nos dejó en Z y nosotros íbamos a P. Fue tal su enojo que ya no siguió el viaje con nosotros. Le hizo la parada al primer chofer que pasó por la autopista y se trepó. El tráiler iba en dirección a Comitán. Todos acordamos no decirle algo a Martín. Después de todo se había portado bien prestándonos su carro. Eugenia dijo que la razón por la que María se unió al viaje no fue la de despedirse de los abuelos, sino la de huir, aunque fuera momentáneamente, de Martín. El suceso del tren le dio la coartada perfecta para disfrutar, aunque fuese un instante, con el primer trailero que se le atravesara en el camino. Últimamente Martín y María se llevan muy mal.
Eugenia dijo que alquiláramos un taxi, pero Juan comentó que nos saldría carísimo, era más recomendable rentar un carro. Subimos a un taxi y fuimos a una arrendadora de autos. ¡No tenían autos en renta! Es temporada de vacaciones, nos dijo el agente. Tuvimos que contratar el servicio del taxi. Juan, con rabia, sacó el billete de quinientos para dar su parte y luego, con más rabia, otro billete para dar la parte de Eugenia.
El viaje se nos hizo pesado, por la monotonía de la autopista sin ninguna curva y por el intenso calor, que obligó a Juan a comprar seis cervezas heladas en la primera estación de servicio que hallamos. Mientras Juan compraba las cervezas, Eugenia bajó del taxi y dijo que iba al baño. Los sanitarios estaban al lado del súper. La vi entrar en la puerta de la izquierda. Juan regresó, en la mano izquierda llevaba una bolsa de plástico y en la derecha traía una cerveza de bote, ya abierta. Subió al carro y preguntó por Eugenia. Le dije. Juan vio hacia el sanitario y, con rabia, soltó un golpe sobre la guantera. El taxista le dijo que se calmara. Juan ignoró al chofer y me pidió que bajara y viera si Eugenia estaba en el sanitario. Le dije que la había visto entrar. Con voz altisonante repitió su petición. Bajé y fui al sanitario. Puse mis manos sobre la boca, como bocina y la llamé. ¡Nada! Una señora bajó de un carro y se dirigió al sanitario. Le pedí favor que le dijera a mi prima que la estábamos esperando. Cuando la señora salió me dijo que adentro no había alguien. ¡Cómo! Entonces entré al sanitario y busqué. ¡Nadie! Regresé al taxi y antes que yo dijera algo, Juan dijo que Eugenia había hecho lo mismo que María. Hace tiempo que me está amenazando con esto y ahora me la hizo, dijo. ¡Vámonos!, ordenó al taxista y tiró el bote vacío a la calle. A través del cristal trasero busqué a Eugenia. Me pareció verla en el asiento posterior de un pointer rojo que estaba cargando gasolina.
Después de cuatro horas llegamos al asilo. El taxista nos dejó en la puerta de entrada. Caminamos más de un kilómetro, a través de un sendero lleno de árboles, hasta llegar al edificio principal. Ahí nos recibió una mujer vestida con un conjunto rosa, se presentó como la trabajadora social. Nos dijo que alguien nos había engañado porque los abuelos no estaban asilados ahí. Juan golpeó sobre el escritorio de la mujer, que no se inmutó ante el comportamiento. Exigió ver al director. La mujer hizo una llamada y nos dijo que el director acudiría en un momento. La mujer nos ofreció dos asientos. Me senté. Juan preguntó por el sanitario. Se fue. ¡Y no volvió!
Después de una búsqueda ardua, entendí todo. Juan había inventado la llamada del asilo. Lo hizo para tener un pretexto y abandonar a Eugenia. Lo único que me sigue dando vueltas es por qué no abandonó el engaño en el momento que Eugenia se le adelantó.
Cuando regresé a casa, Paty me recriminó por haberme ido sin haberle dejado una nota. Le conté. “¿Tus abuelos? ¡Tu abuela, será!” Y entonces me acordé que los abuelos murieron hace años.

¿IDIAY?


A las cinco de la mañana del lunes 3 de enero de 2011, según la página electrónica oficial de Comitán, el presidente municipal sigue siendo Óscar Eduardo.
Por el contrario, en la página electrónica oficial de Tuxtla Gutiérrez ya hicieron las modificaciones pertinentes y, ¡como debe ser!, una nueva imagen aparece.
¿En Comitán cuándo? ¡Uf!

sábado, 1 de enero de 2011



La mujer tocó la puerta y ofreció "lamita". Es elemento fundamental para El Nacimiento. Mi mamá salió y compró. La mujer colocó la lama sobre el piso. Mi mamá le regó agua y fue a preparar el espacio para montar el pequeño nacimiento. De niño yo veía cómo mi mamá iba diseñando cada espacio. El Misho -siempre acalorado- salió al patio y husmeó. ¡Halló la novedad! Se acercó y probó, probó a recostarse. ¡Lo halló húmedo, sabroso! Cerró los ojos y soñó. Mi mamá tuvo que esperar a que El Misho despertara y fuera a la cocina a comer croquetas.
¡Feliz Veinte Once a todos los lectores de este cuaderno de apuntes!