sábado, 29 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON ALEGRE GUATEQUE




Querida Mariana: ¡Sí, guateque es sinónimo de fiesta! Comitán se prepara para su fiesta mayor. ¿Sabés que dijo Rosario Castellanos de la feria de Santo Domingo? En una de las cartas que le envió a su amado Ricardo escribió lo siguiente: “Te contaba yo en mi carta anterior que el 4 de agosto celebran la fiesta de Santo Domingo, patrono de la población. Se organiza entonces una feria que es la más animada de todo el año.”
Sí, los comitecos nos preparamos para la “feria más animada del año”. A la vuelta de la esquina está el mes de julio y a la vuelta de la esquina está la celebración en honor a Santo Domingo. Por esto, el presidente municipal del pueblo y su esposa, el pasado 17 de junio, presentaron el imagotipo de la Expo Feria Internacional Comitán 2019. A la cuenta de ¡una, dos, tres!, el licenciado Emmanuel Cordero y la licenciada Estefanía Zambrano, abrieron una cortina de papel de china y apareció el imagotipo de feria. Fue como si abrieran la ventana de Comitán al mundo y dijeran: “Vengan, estamos de fiesta. ¡Los esperamos!”. ¿Mirás que dije imagotipo y no logotipo? Me explicaron que el logotipo es como el de Coca Cola, Nike (palabras con una tipografía especial), un isotipo es como la manzanita de Apple, y un imagotipo es cuando se combina un dibujo con un texto, como en el caso que nos ocupa. Está bien, ¿no? Entramos al siglo XXI con mucho decoro y aplicamos los términos correctos. Cuando alguien te diga: ¿Ya miraste el logotipo de la feria?, sin sonar mamilita decí: “El imagotipo, dirás.”
Vos sabés que yo soy escaso para argüendes, casi no acudo a festejos, pero me emociona mucho (también lo sabés) ver la alegría de un guateque. ¡Ah!, qué bonito siente mi corazón cuando camino por una calle en la que se escucha una marimba y husmeo por el zaguán de una casa y miro un manteado y un piso lleno de juncia y parejas bailando la clásica del “Ferrocarril de los Altos” o la más reciente de “El tacuatzín”. ¡Ea, ea, ea, ea!, gritan los bailadores y levantan los brazos y las piernas, y las mujeres, con sudor en los cuellos, mueven los hombros como si fuesen pavorreales y avientan las caderas para uno y otro lado. ¡Ah, la fiesta es una pausa generosa para el cuerpo y para el espíritu!
“¡Hagan un relajo!”, dice la canción “La bala” y luego alienta: “!Que siga la fiesta!”, y los bailadores hacen un relajo y, como si fueran chachalacas, gritan, porque el grito es una catarsis para el alma. No hay cosa más linda que gritar de alegría, de sana alegría, y Comitán se prepara para llenarse de festones de juncia, de confeti, de campanas y de música de marimba (bueno, y de otros instrumentos que desgajan ritmos novedosos, juveniles y exóticos). Comitán entrará a ese tiempo de pausa en que el espíritu y el cuerpo se convierten en templos para adorarlos, para que el cuerpo eche baile, escuche música y beba un poquito de comiteco (¡del bueno!); para que el espíritu se regocije en la danza de los rezos, del sonido de las campanas y de la entrada de flores con aromas de incienso.
El presidente municipal y su esposa abrieron la cortina de papel de china, picado, y develaron el imagotipo de la feria de este año. Cuando vi el acto, sencillo, pero sublime, pensé de inmediato en Julio Cortázar, el enorme escritor argentino. Pensé en el cronopio porque él tiene un libro de cuentos que tiene el título de: “Octaedro”. El título (lo sabés) responde a que el libro contiene ocho cuentos, ¡ocho!
Y digo que pensé en el libro de Cortázar, porque el imagotipo de feria de este año contiene octágonos. Lo de Julio Cortázar, ya lo dije, es porque el libro contiene ocho cuentos. ¿Por qué el imago de la Expo Feria de este año contiene octágonos? Pues resulta (y esto se me hace algo prodigioso) que el licenciado Alex Flores, encargado del área de Proyección Municipal, pensó qué imagen podía representar a la feria de agosto y dio una vuelta por su mente creativa. Pero no sólo dio una vueltita por su mente, sino que se dio una vueltita por el parque, vio el templo y halló que el vitral de la fachada tiene una forma octagonal. ¡Bingo! Bingo, porque también la fuente y el kiosco tienen una forma octagonal. ¿Mirás qué maravilla? Digo una maravilla, porque Comitán (lo sabe medio mundo) es un pueblo con nueve guardianes. El imagotipo de la Expo Feria Internacional Comitán 2019 es un octágono. ¿Y el noveno elemento? ¡Ah!, pues está contenido en el lema de la actual administración: Comitán eres tú. Nuestra feria se complementa con el noveno elemento, fundamental de todo festejo: ¡el pueblo! Comitán tiene, en el centro, tres elementos esenciales que nos otorgan identidad: el vitral del templo de nuestro santo patrono, el kiosco (corazón del parque) y la fuente (lugar de encuentros). Ochos lados que se complementan con el lado izquierdo del corazón de cada uno de los habitantes de esta maravillosa ciudad: la antigua Balún-Canán, lugar de nueve estrellas.
Así pues, una vez que el licenciado Flores advirtió este azar mágico del pueblo mágico, encomendó a uno de los diseñadores de Proyección Municipal que representara la idea. Enrique de Jesús Martínez Flores, licenciado en diseño, fue el encargado de darle forma. Enrique de Jesús laboró en una imprenta y fue freelance durante algún tiempo antes de laborar en el ayuntamiento, institución en la que lleva más de tres años. ¿Por qué eligió esta profesión? Porque, de niño, veía que su papá, don Rubén, dedicaba su tiempo libre al dibujo. ¡Ah! El contagio de luz.
El imagotipo diseñado contiene más elementos visuales que lo hacen atractivo. Si lo ves a distancia, gracias al acomodo de los tres octágonos, tiene la forma de una corona, de esas coronas majestuosas que les imponen a las soberanas. La feria de Comitán es coronada con este imagotipo lleno de alegría, con confeti, con estrellas, con flores de buganvilia. La imagen está llena de movimiento, elemento esencial en un buen diseño.
Claro, como en la viña del Señor hay de todo, en una representación pública hay criterios diversos. Me tocó leer la opinión de un paisano (opinión muy válida) que criticó el hecho de la tipografía, dijo que, por el diseño de letra, la i y la tilde de Comitán se confundía con la t. Sí, tiene razón, la i y la tilde se pegan al palo horizontal de la t. Pero, ¿qué creés?, a mí no me disgustó esa aleación. ¿Por qué no me disgustó? Porque hace que la parte superior de la t se convierta en la cabeza de un torito de petate, elemento festivo de los guateques mexicanos.
En fin, pienso que como en el caso del imagotipo institucional de este trienio donde aparece la imagen de nuestra escritora favorita, Rosario Castellanos, y que la mayoría de personas aceptó de buen grado, el imagotipo de la Expo Feria Internacional de Comitán 2019 ha tenido una aceptación casi unánime. El imago es muy vistoso, contiene (como explica el director de Proyección Municipal) colores representativos de los pueblos mágicos de México y bordados de trajes tojolabales.
Creo que la mirada del mundo agradece que las imágenes innoven dentro de la tradición. Se agradece que el diseño sea contemporáneo, acorde al siglo XXI que vivimos. Comitán es una ciudad que cuida sus valores esenciales, pero que se abre a la posmodernidad.
Los logos y demás conceptos que terminan en tipos, como imagotipos, identifican a las marcas. Hay marcas que son amadas, otras que (odiadas) están en nuestra mente día y noche. ¿Quién no identifica el logo de la Coca Cola o el de la Pepsi? Es famoso el imagotipo que identifica a la ciudad de Nueva York, en donde, en lugar de la palabra Love aparece un corazón. ¡Ah!, qué síntesis tan sensacional: I (corazón rojo) NY. ¡Genial! El imagotipo de nuestra feria está muy decente, muy decidor. Comenzamos la feria con el pie derecho, ojalá sea un buen augurio. El presidente municipal dijo: “La feria es del pueblo, de la ciudadanía”. ¡Claro! Comitán es de todos los ciudadanos, no de unos cuantos, sus privilegios los debemos gozar todos y sus carencias debemos lamentarlas y remediarlas ¡todos! La feria de agosto, ya lo dijo Rosario, es la más animada de todo el año. Cuando Rosario vivió en este pueblo no había estos conceptos de imagotipo. Estos tiempos sí los exigen. Este año el diseño es bello, alegre, sabrosón. Los comitecos debemos usarlo en playeras y tatuarlo en medio del corazón y bulbuluquearlo para que lleguen visitantes de todo el mundo.
Posdata: Comencé aliando este imagotipo comiteco con “Octaedro”, de Julio Cortázar. Julio siempre escribió de vos, así como nosotros, los comitecos, hablamos de vos. Los críticos literarios han advertido que el libro de Julio contiene ocho “historias disímiles que, sin embargo, podrían ser parte de una totalidad”. Acá, en Comitán, podemos decir que el vitral del templo, la fuente y el kiosco son entidades separadas, pero a partir de este tiempo, gracias a ese prodigioso azar que advirtió Alex Flores Cancino, hay un hilo que los une, un hilo que está hecho de luz, de aire, de ¡guateque!

viernes, 28 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, BOTANDO PIEDRAS




Querida Mariana: Te pido que veás con atención la foto que anexo. ¿Mirás cómo todo mundo está pendiente de lo que hace el doctor Hernán Esquinca, ahí, en el patio central de San José Clínica? Fijate que tuve el privilegio de estar ahí en ese instante; estuve ahí como lo estuvieron amigos del doctor Esquinca, periodistas y el personal que labora en la clínica. Se observa que todos los rostros están concentrados en lo que el doctor Hernán realiza. ¿Mirás cómo todos están absortos, alejados del rebumbio de la calle? El doctor Esquinca hace la prueba de un equipo láser de litotripsia. La doctora Karina Romero me explicó que es un equipo que desintegra piedras que obstruyen vías urinarias o que están alojadas en la vejiga o en los riñones. Este aparato (el ingeniero Ansel Alpizar dijo que es el primero en nuestra ciudad) evita la cirugía tradicional, lo que significa una gran ayuda al paciente. El doctor Saldaña (muy conocido en nuestra ciudad) explicó que cuando se realiza una operación tradicional el tiempo de recuperación se va más allá de los treinta días. Con este equipo láser, el tiempo de recuperación es mínimo.
A pesar de que no todos los asistentes eran profesionales de la medicina tuve la impresión de asistir a una cátedra universitaria, en la que el maestro (en este caso el doctor Esquinca) explica con detalle el proceso, ante un grupo de personas ávidas de conocimiento. Y esto fue así, porque lo que ahí se demostraba era una innovación científica.
¿Sabés que hacía en ese momento el doctor? Aplicaba una fibra a una piedra para que los asistentes presenciaran cómo las piedras eran desintegradas, proceso que se da en el interior del cuerpo del paciente, gracias a la técnica de láser. El ingeniero Alpizar fue muy puntual: es el primer equipo con esta tecnología en nuestra ciudad; equipo que, sin duda, beneficiará a muchos pacientes de la región y de Centroamérica. Comitán es una ciudad de vanguardia, gracias a la visión de médicos comprometidos con nuestra sociedad.
Me sentí orgulloso por presenciar tal acto. Conozco al doctor Hernán y me enorgullezco de su amistad. Durante los años de mutuo conocimiento mi admiración hacia su humanismo ha crecido. El doctor Esquinca dijo la tarde del 27 de junio de 2019 lo siguiente: “Acá está a nuestro servicio la tecnología, pero lo fundamental en la medicina es el trato y la calidez que se da al paciente.” Puntualizó su código de ética al reafirmar que, dentro del pesar que significa una dolencia física, en su clínica siempre procura que el trato humano esté presente para que la experiencia, en lugar de ser traumática, resulte una buena experiencia. Esto, querida Mariana, es lo que siempre he admirado del doctor Esquinca, jamás se olvida que trata con seres humanos que están insertos en una dinámica que nadie desea.
Este equipo es muy costoso (es italiano, de la marca Quanta System), San José Clínica lo consiguió en arrendamiento. No obstante, los costos que cobrarán serán muy por debajo de lo que cuestan en la Ciudad de México, por ejemplo.
La doctora Romero fue muy amable conmigo, dijo que se asombra al ver cómo los pacientes soportan esas piedras que, como explicó el doctor Esquinca, en ocasiones son piedras de gran tamaño. Contó el caso de un guía de turistas de la Selva Lacandona: Juan Chan, que llegó a la clínica con una obstrucción. El doctor mostró la piedra que, a través de una operación, le fue extirpada. Era del tamaño ¡de un puño! Ahora, con este equipo láser la operación será mucho menos agresiva, y, como ya dije, el periodo de recuperación será el mínimo.
Vos y yo, a pesar de no estar metidos en el ajo de la medicina, sabemos que ésta, gracias a la ciencia aplicada, tiene grandes avances. Estos avances, gracias a personas como el doctor Hernán, ahora ya son una realidad en Comitán.
¿Recordás que el otro día te platiqué que me daba gusto que el doctor Hernán había estado en un Congreso realizado en España? Dije que era importante que nuestros médicos actualizaran su conocimiento, con intercambio de ideas con profesionales de todo el mundo. Ahora, pues, con el mismo gusto, echo cuetes por este logro para nuestra ciudad.
Cuando concluyó la muestra y la explicación de los beneficios de este equipo, el doctor Hernán agradeció la colaboración de su personal y presentó a quienes se capacitaron en el manejo del equipo, y, luego, invitó a los asistentes a beber un vinito y comer algo de lo que estaba sobre la mesa: chicharroncitos, tostaditas, una rosca de frijol, tinga, costillitas y panes compuestos. ¡Claro! Era una fiesta y había que celebrar.
Posdata: Estuve contento. La tecnología está al servicio de la comunidad, pero, como expresó el doctor Esquinca, lo fundamental es el trato, la calidez.
Pensé que los sabios nos recomiendan, en el plano espiritual, botar las piedras que vamos cargando y que nos impiden tener una vida armónica. Ayer entendí que, sin duda, los pacientes que tienen piedras físicas también deben botarlas lo más pronto posible. Ahora ya está disponible este equipo láser que ayuda a que la experiencia no sea ingrata. ¡Felicidades, a mi querido amigo Hernán!

jueves, 27 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON AROMA DE ÁRBOL JIRAFA




Querida Mariana: El otro día me preguntaste: “¿Cómo está Julio Cortázar?” Siempre que querés saber qué leo de Julito me hacés esa pregunta. Hace rato que no leo (releo) a Julio, pero (tenés razón) Cortázar siempre está en mi buró, porque (lo sabés) es uno de mis escritores consentidos (bueno, casi casi el consentido más consentido), y esto es así porque me encantan sus historias y el modo que tiene de contarlas, con un modo muy desenfadado, alejado de pedanterías, pero con gran inteligencia.
Como en el caso de Rosario Castellanos, él nació en Bruselas, pero gran parte de su infancia y su adolescencia la vivió en el país de sus raíces: Argentina; así que cuando escucho que él se asumió argentino, a pesar de vivir en Francia gran parte de su vida, pienso ¿cómo es posible que un argentino me caiga tan pero tan que requetebién? Y digo esto porque medio mundo dice que los argentinos son muy arrogantes (pesados, alzados, creídos). A mí no me consta, porque no he ido a Argentina. Bueno, sí me consta, porque me topé con dos (una pareja de hombre y mujer) que, en efecto, eran muy “creídos”. Los traté apenas cinco minutos y me cayeron en la punta del… hígado. Tengo un amigo que vivió en Buenos Aires y me cuenta que, en efecto, la fama no es gratuita, pero, como en cualquier lugar del mundo, hay de todo, hay arrogantes (se sienten felices por ser así) y hay gente sencilla. Este amigo me dijo que en Comitán también hay de todo, al final dijo que yo podría pasar por argentino, porque hablo de vos y porque también soy un higadito. Muchos creen que mi ancestral timidez no es tal sino que soy poco dado al mundo porque soy muy alzado (bueno, vos sabés que soy un príncipe, pero también soy pueblo. ¡No, no, esto es broma! No, no es broma, es en serio.)
El caso es que Julito no era pesado, al contrario: ¿Qué príncipe se enamora y deja todo por causas sociales, como lo hizo Cortázar en el intermedio y en el final de su vida al entregarse por completo a ayudar a Nicaragua, por ejemplo, en su proceso de consolidación de un proceso democrático?
Y como Julio es mi argentino favorito (también está Mafalda, siempre Mafalda) nunca lo dejo del todo, puedo leer a Amos Oz o a Orhan Pamuk (ah, qué buenos narradores son este par de infectos), pero jamás abandono a mi Julito. En mi buró siempre hay un libro de él y cuando me fastidio de Oz o de Pamuk o de Arreola o de Dostoievski o de Pacheco o de Morábito (que también son mis consentidos) abro un libro de Cortázar y es como si entrara a una alberca y nadara en un aire de piel alcanforada (nado, aunque no sé nadar). Cortázar, ¡siempre Cortázar! Julito es el parque donde juego rayuela y canicas, es el bosque donde trepo en árboles de ocote, es el mar donde nado al lado de delfines juguetones, es la cacerola donde chicharrón en salsa verde, es la cuerda en la que brinco a mitad del patio, es el templo donde hay un aroma de incienso y las imágenes del retablo no son las alucinantes de un cristo sangrante. Julito es mi estación de tren favorita, es el tren en el que viajo a gusto, la liana en donde el tarzán de mi sangre se columpia como mono. Julito es un argentino excepcional.
Anoche tomé el libro “Cortázar de la a a la z”, que es un libro homenaje, con cientos de fotografías y que, como dice el título, hace un mínimo repaso de la vida y obra del gran cronopio. El libro es un acierto, porque en cada página aparece él, pichito genial.
Abrir este libro es como una rayuela de la inteligencia y del buen gusto. Como dicen que sucede con la Biblia, en cada página que se abre al azar hay un chispazo de luz que conforta al espíritu. Por ejemplo (ahora, mientras escribo esta carta para vos) abro el libro a la mitad (lo abro en las páginas 158 y 159) y encuentro una fotografía soberbia, en blanco y negro, donde aparecen Julito y Lezama Lima. ¿Mirás?, el altísimo Julio y el gordísimo Lezama, juntos en una mesa, en La Habana, en 1967. Ambos ¡altísimos! Julio tiene las manos delante de la mesa, suspendidas varios centímetros de la superficie, como si hiciera un truco de levitación, como si, con sus manos, deseara levantar la mesa; mientras Lezama fuma un habano y como si fuera un pingüino (pingüinote, con el pantalón fajado por encima del vientre) no ve el acto de magia de Julito, sino que mira el cabello de Cortázar, como si esperara que no fuera la mesa la que levitara sino Cortázar, maravilloso argentino que nunca me ha caído mal.
Posdata: Sí, Julito siempre está cerca de mí. A veces doblo una esquina en Comitán y veo la sombra de un hombre enormísimo que da vuelta en la otra esquina. Sé que es Julito que juega por toda Latinoamérica, sé que no es él físicamente, ¡no! Aún no enloquezco del todo, pero sé que como a cada rato lo invoco hay un fenómeno de luz que me hace verlo a distancia, apenas un instante, momento en que como jirafa se disuelve en la jungla de nuestros miedos y esperanzas.
Te mando la fotografía de la portada del libro homenaje. Algún día te contaré mi opinión acerca de esta fotografía que, pienso, fue tomada en el malecón de La Habana y donde, como sombra visible, detrás de él un muchacho corre. Este muchacho ¿sale de su cuerpo? ¿Es Julito de niño, travieso, corriendo por el aire del mundo? Los realistas dirán que no. El mismo fotógrafo explicaría que es un niño cubano que corre por la barda del malecón y que él (el fotógrafo) logró esta doble imagen, donde Julio mira la ciudad y un niño pasa por detrás de él. Pero el fotógrafo logró tal gracia divina que parece que el niño sale de la espalda del escritor. En fin, en otra carta ya te contaré de esta imagen, desde la que Julio me mira (te mira, nos mira) con su vista de búho afectuoso.
Julito, siempre Julito, por encima de todos los árboles, de todos los tucanes, de todos los desiertos, de todos los polvos, de todas las oscuridades, de todos los toboganes, ¡Julio!

miércoles, 26 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA ALGO ACERCA DEL ORIGEN




Querida Mariana: No hay acto mínimo. Todo es importante, desde el Big Bang que dio origen al universo hasta la mano que da el papá al hijo que comienza a caminar, el pecho que da la mamá a la niña que comienza a chupar la teta. Imaginá, por favor, la inexistencia de los tres actos mencionados: No habría universo, el niño no caminaría y la niña sería un cadáver.
No hay acto mínimo. Tan importante es el origen del universo como el camino que hace la hormiga en medio del bosque.
Por esto, digo yo, es importante la silla que construye el carpintero; el pan que hace la abuela en el horno del sitio; la canica que avienta el niño en el patio de la escuela; la carta que te envío; la caricia que vos le das a tu mamá; la carrera del Duque, aquel perrito que tuviste. Todo forma el universo.
No hay acto mínimo. Lo importante, digo yo, es que el acto forme, construya. Sí, debo reconocer que también el accidente es parte de ese ciclo natural de vida. Es una pena, pero el equilibrio también se alimenta de la ausencia: la muerte del abuelo, la desaparición de un muchacho, el tipo que se ahorcó por una decepción amorosa, la chica que se escapó de casa con el novio y jamás regresó a su cuarto que quedó empolvándose, con la ropa bien colocada en una gaveta del closet. Esto también constituye la senda de la vida. Los humanos de bien (que, a cada rato, las estadísticas optimistas dicen es mayoría en el mundo) realizan actos que construyen: levantan bibliotecas, se montan en bicicletas, dan vuelta a la cuerda para que los niños brinquen, edifican escuelas para que los niños practiquen ballet, para que dibujen y pinten, para que aprendan cómo patear el balón de fútbol con la pierna izquierda. Los hombres de bien son los que construyen edificios morales que están en consonancia con la armonía universal.
No hay acto mínimo. Todo (nos han explicado los científicos) afecta al universo. ¿Cómo es posible que el sencillo, frágil y maravilloso vuelo de una mariposa afecte el entorno global? ¿Cómo es posible que en una abeja esté encaramada la pervivencia del ser humano? Pues quién sabe cómo sucede, pero sucede.
Quien tira basura a mitad de la calle, quien corta la rama de un ciprés, quien mata con tiradora a un pajarito, quien rompe la página de un libro, quien golpea a un niño, quien mete su asquerosa mano debajo de la falda de una niña, quien raya un pupitre, quien pone un chicle en la silla del maestro, quien levanta una cartera y toma el dinero y desaparece la credencial que identifica al hombre que la perdió, modifica el universo, le abre agujeros negros por donde se escapa la luz.
Todo afecta a todo. Por eso, porque sé que se abren grietas en la pared del aire, celebro a los hombres y mujeres que llenan los vacíos con agua de luz. Me encanta ver cómo el universo recibe dones cuando mi mamá riega las plantas, cuando mi Paty da de comer a nuestra perrita, cuando mi vecina deja libros sobre una banca que tiene en su banqueta para que alguien los tome; me emociona cuando el maestro (en la escuela donde trabajo) se queda con el niño que no entendió un problema algebraico, porque sé que ahí hay algo como una cascada de frutos novedosos. Así como la planta agradece el agua, la Pigo agradece la croqueta, el viejo agradece el libro, y el niño (a futuro) aquilatará el esfuerzo del maestro, así, pienso yo, el universo agradece el acto sencillo y noble. Me encanta el instante en que el maestro Jorge toca la violineta y el maestro Hugo la marimba y luego, ambos, se resbalan un trago de comiteco y sus caras se llenan del color del achiote.
Nadie agradece el grafiti en la pared recién pintada; nadie agradece el rasguño a propósito sobre la cara; nadie agradece la palabra ofensiva a la hora que el maestro obliga al niño a pararse en el patio, como castigo; nadie agradece el balazo a mitad de la frente.
Todo afecta a todo, pero el universo es como una bendición cuando el acto es plegaria del agradecimiento, por esto me fascina saber que vos ayudás a levantarse a tu abuelo cuando él ya acusa cansancio. Agradezco a la naturaleza el instante en que mi mamá se levanta del asiento donde teje una chambrita para ir a la cocina a cortar la fruta que me ofrece en un plato limpio. Soy feliz a la hora que tu mano joven acaricia mi mano vieja, escarapelada como pared de adobe. Sé que el mundo camina en la senda correcta cuando mi sobrina Pau me jala, me sienta en una poltrona en el corredor de su casa y dice que leerá un cuento para el tío y ella traduce, con sonrisas, el cuento del colibrí que en lugar de libar flores de lavanda liba en el vaso de mistela de la tía Alicia. ¡Ah!, dice Pau, nos resultó un colibrí bolo, y se bota en la alfombra y pone sus manos en la panza, por el ataque de risa.
Posdata: Me gusta que el acto construya edificios altos, tan altos como la profundidad de tu mirada.

martes, 25 de junio de 2019

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




¿Y si dividimos en dos triadas la escena? ¡Dos triadas! (Si tuviésemos qué hacerlo al revés diríamos: tres pares.)
Los dos grupos están en el mismo espacio, en el mismo tiempo, no obstante, parecen estar en mundos diferentes.
Las tres mujeres del fondo están en la puerta de la casa de una de ellas. No advierten el grupo que va en la calle. Ellas, como si fueran imágenes de un grupo escultórico, están paradas en el juego de estatuas. Una de ellas, la de en medio, revisa su celular (signo de estos tiempos), una más mira hacia el horizonte, para comprobar si lloverá; la otra ve hacia adelante. Ninguna de ellas tiene contacto visual, cada una está en su parcela interior.
El otro grupo, el que camina a mitad de la calle (llena de baches) tiene algo como un hilo invisible que los une y que hace que la chica bonita que lleva una cubeta se apresure al hombre del pantalón negro que lleva algo en la mano, mientras el hombre que lleva atados de cuetes los ve, como si esperara alguna señal.
Tal vez el grupo del primer plano camina sin mucha bulla, porque, por lo regular, cuando hay rebumbio, quienes están en la banqueta, o en la entrada de sus casas o en las ventanas o en los balcones, ven hacia el grupo ruidoso. Por lo regular, la calle tiene esa característica, es protagonista de los alborotos, por eso ahí se da el choque violento de autos o la persecución de delincuentes o las carreras pedestres o los mítines políticos o las procesiones religiosas.
Porque una procesión religiosa es lo que sucede en el instante de la fotografía. Las tres mujeres del fondo esperan algo, pero (de momento) ignoran la entrada de flores que se realiza, porque el grupo de los cueteros es la avanzada del grupo que se dirige al templo del Sagrado Corazón de Jesús, del barrio de Los Sabinos, que celebra su cumpleaños el 25 de junio de cada año. Los cueteros van adelante, atrás va el grupo de tamboreros y piteros (que este año estuvo conformado por alumnos y maestros del Colegio Mariano N. Ruiz, institución educativa, vecina del barrio) y los grupos de fieles provenientes de diversos templos de la ciudad y de comunidades rurales, grupos que cargan la anda donde va la imagen de bulto del festejado y enarbolan las diversas banderas.
Por esto, el grupo de cueteros (el que carga los hatos, la chica bonita y el encargado de prender los cuetes) está en movimiento. Mientras las mujeres del fondo permanecen estáticas, los cueteros se mueven. Acá se aprecia cómo la chica corre, corre, porque el cuetero le pide una de las brasas que ella lleva en la cubeta de metal galvanizado, ella corre y lo alcanza, mientras el cargador espera la indicación para pasar el cuete que el hombre del pantalón negro sostendrá y quemará. ¿Ya vieron que el hombre que prende los cuetes lleva algo en la mano? Es una tenaza, de esas que se emplean en la cocina, de las que sirven para sacar los tamales de elote de la olla. El hombre la usa para sostener la brasa que saca de la cubeta que carga la chica bonita. El hombre elige una brasa, la sostiene con la tenaza y ella (la brasa) le sirve para prender el cuete (He visto cueteros que prenden el cuete con la brasa de un cigarro, pero es más efectivo un trozo de carbón.)
El grupo de la chica bonita y los dos hombres está bien coordinado. Ella, de vez en vez, se detiene, deja la cubeta sobre el piso y reaviva las brasas, lo hace con un movimiento de mariposa con las manos y con los labios, besa el aire y éste aletea sobre las brasas que se ponen rojas, rojas.
Cuando el hombre que prende los cuetes tiene lista la brasa, el cargador corre y le entrega un cuete. Este grupo va hasta adelante, porque es el grupo que avisa a la comunidad que la procesión avanza hacia el templo. El que prende los cuetes debe poseer una gran pericia, para soltar el cuete a la hora que éste advierte que está listo para el ascenso, debe tener la pericia de dirigirlo al cielo y a una parte donde no exista peligro de que truene en lugar equivocado. La historia consigna muchos casos de cuetes que caen sobre techos débiles, de palma o de láminas de cartón, y provocan incendios, o casos en los que los cuetes truenan cerca de personas y provocan quemaduras. Sí, muchos casos. Los cuetes son peligrosos, por esto la gente se cubre los oídos y busca resguardo cuando los cuetes comienzan sus carreras locas y apestosas.
Acá se advierte que aún comenzará la quema, por esto, la chica corre y los dos hombres están alertas. A la hora que el hombre tome una brasa y haga una señal, la chica se detendrá y el cargador correrá para darle un cuete, en ese momento, las tres mujeres verán hacia el grupo de cueteros, se harán hacia atrás y se resguardarán y una de ellas, con las manos cubriéndose las orejas, comentará: “Ay, a mí me dan mucho miedo los cuetes.”
Es entrada de flores y la costumbre exige que un grupo de cueteros vaya adelante del grupo y queme cuetes, mientras en el templo, el campanero echa a volar las campanas. El barrio está de fiesta, el cielo se llena de flores apestosas, ruidosas, peligrosas.

lunes, 24 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON LETRERO ACLARATIVO




Querida Mariana: En ocasiones, hay necesidad de aclarar. A veces el mensaje no es claro o la persona a quien va dirigido el mensaje no entiende.
La historia de esta cochera es muy sencilla. El propietario compró un letrero de “No estacionarse” y lo pegó, creyendo que era suficiente mensaje para que los conductores entendieran que ahí hay una entrada de auto, que debe respetarse, porque el código mínimo de convivencia exige que si hay una cochera ésta debe dejarse libre, para que el propietario pueda meter y sacar su auto, con total autonomía. Por lo regular, el movimiento de una cochera es rutinario, pero, en ocasiones, existen urgencias. ¿Te ha ocurrido? A veces, la abuela se enferma y hay que llevarla al hospital. Esta eventualidad se convierte en una tragedia si el portón está tapado por un auto.
Además, el código mínimo de ética exige reciprocidad. Se entiende que todos los automovilistas tienen cocheras en sus casas y, por lo tanto, ellos también exigen que las entradas estén libres.
Pero digo que la historia de esta cochera es sencilla. A pesar del letrero que advierte “Entrada. No estacionarse”, sin duda que algunos automovilistas hicieron caso omiso de la advertencia. ¡Ah, nunca faltan los necios!
El propietario de esta residencia tuvo la ingrata experiencia de reconocer que había sido muy respetuoso en sus mensajes. En todos (tres, pequeños) había advertido “No estacionarse”, sin hacer uso del lenguaje que nos topamos en otras cocheras que advierten lo mismo. En casa de mi tío Alberto hay un mensaje, que abarca casi la mitad del portón, que dice: “Se ponchan llantas gratis”, advirtiendo al posible necio que se estacione enfrente que le meterá piquetes a las llantas del auto del irrespetuoso. En una pensión, en el barrio de San Sebastián, el mensaje es más directo: “¡Ni se te ocurra estacionarte acá!”
Ya lo platicamos con anterioridad. Hay personas que no entienden, así pues, al propietario de este portón no le quedó más que dejar de lado la decencia y la brevedad y mandó a colocar un letrero grande y directo, que contiene la clásica señalización de no estacionarse y el siguiente mensaje: “Los animales no entienden. Tú sí. ¡No estacionarse, hijo de tu puta madre!”
¡Uf! Qué fuerte.
¿Solucionó su problema? No lo sé. De verdad que no lo sé. El conductor que insista en estacionar su carro ahí y tapar la entrada de la cochera recibirá el mensaje directo; es decir, él, en ese instante será el destinatario, el hijo de su puta madre (Uf) que, como no es animal, debe entender que ahí no debe estacionarse. ¿Y si el irrespetuoso es un animal, qué sucede? ¿Y si el infractor hace caso omiso del mensaje?
A mí, de veras, me preocupa mucho el comportamiento de algunos ciudadanos que no entienden lo que es vivir en convivencia. ¿Por qué no comprenden que debe dejarse libre los portones de entrada y salida de cocheras? ¿Por qué no respetan los mensajes que indican que ahí hay una cochera en funcionamiento?
Me preocupa los índices de violencia verbal que provoca un comportamiento grosero.
¿Por qué el dueño de esta residencia llegó a estos niveles de lenguaje altisonante? Porque, sin duda, los groseros no comprendieron el lenguaje atento que señalaba que ahí no debían estacionarse, porque era entrada y salida de autos.
Hay algunas personas que colocan letreros que apelan al sentido social: “Entrada y salida de autos, las veinticuatro horas. Médico.” Tal vez no es cierto que sea médico, pero acude a este llamado para procurar sensibilizar al infractor, aunque, si el infractor es un animal no entenderá. ¿Entenderá, aunque sea un hijo de su puta madre?
Posdata: Es penoso hallar este tipo de mensajes en vía pública. Cualquier niño puede leerlo y no es buen mensaje por la carga violenta que contiene, pero, sin duda, el propietario llegó a su tolerancia máxima y pensó que el infractor debe recibir un mensaje más agresivo, más directo.
¿Logra su objetivo de tener libre su entrada? No lo sé. El letrero lo advierte: “Los animales no entienden.”

sábado, 22 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE VISLUMBRA EL OFICIO DE LECTOR




Querida Mariana: Jorge me dijo el otro día: “Si Rosario Castellanos viviera ¿leería ARENILLA”? ¿Qué podía responder? Dije que sí, que tal vez ella, sin duda, dentro de toda la marabunta intelectual de su vida le gustaría enterarse de sucesos de la tierra donde vivió toda su infancia y parte de su adolescencia. ¡Cómo no querer saber qué sucedía en el pueblo que inspiró su novela “Balún-Canán”! Sí, tal vez en la noche, antes de escribir un poema y después del trajín del día, ella abriría su computadora personal, entraría al Facebook y husmearía un poco en muros de comitecos.
¿Por qué no? Su amigo Óscar Bonifaz, escritor y poeta comiteco, galardonado con el Premio Chiapas ¡lee Arenilla!, y está pendiente de los aires que oxigenan a este pueblo. Es como un acto recíproco, porque el pueblo también está pendiente de lo que Bonifaz hace. En la revista Arenilla han aparecido artículos de la vida y obra del paisano. En el número once (número que tiene acá en sus manos y lee atentamente) aparece una mención, breve, pero puntual. En la sección “La tiendita de doña Pifa”, los lectores encuentran lo siguiente: “En Comitán, a cada rato, usamos la palabra “chento”. Óscar Bonifaz, en su libro “Arcaísmos, regionalismos y modismos de Comitán, Chis.” define a la palabra chento de la siguiente manera: “Chento. m/f Presumido, vanidoso.”
Cuando un comiteco desea conocer la definición de una palabra hija de estas tierras acude al libro de Bonifaz que es su libro con más ediciones. Ahora él está chento, porque dice que, pronto, estará en circulación la edición número once.
Existe otro libro que complementa el del maestro Óscar: “Glosario (Habla popular comiteca)”, de José Luis González Córdova, libro que se agotó en su primera edición y que, por desgracia, no se ha vuelto a editar.
Estos dos libros son como de cabecera para comprender el significado de las palabras que usamos los comitecos y que son piedritas azules que nos hacen ser únicos en un mundo cada vez más globalizado.
La revista Arenilla es uno más de los elementos culturales que apuntalan la identidad de nuestra tierra. Todo mundo reconoce que Comitán tiene una personalidad definida. Cuando hablamos, cuando escribimos, los que nos escuchan, los que nos leen, dicen: “Son comitecos”; es decir, son hijos de una tierra bendita.
En el número 11 de la revista, los lectores encuentran testimonios y artículos que muestran parte de lo mejor de Comitán, que ilustran a los lectores de acá y de otras regiones cuál es la luz que nos abriga.
En este número, en el Editorial, hay una atenta invitación para que los comitecos siembren árboles en los sitios de sus casas. Ahí los taladores inclementes no pueden llegar, por lo que la pervivencia de esos árboles está casi casi garantizada.
Luego hay un reportaje que da cuenta de cómo una chica deportista, poco a poco, alcanza su sueño: María Fernanda García Domínguez, estudiante del Colegio Mariano N. Ruiz, y seleccionada estatal de Taekwondo, aspira a ser seleccionada nacional, para ello insiste en un valor esencial: la disciplina.
¿Qué más? Bueno, hay un textillo que cuenta cómo Rosario Castellanos, en un momento, agregó a su diccionario personal una palabra que usaban su hijo Gabriel y la nana de éste: Epatito. Ellos decían Epatito cuando querían decir que algo se hacía despacito. ¡Ah, uno puede imaginar a Rosario jugando con su hijo, diciéndole que escribiera la lección sin prisa, epatito, epatito!
Hay más, sí, mucho más. Un reportaje que reconoce el cariño y entrega de una pareja que cumplió sesenta años de matrimonio, ¡sesenta años! El maestro Roberto Campos Gordillo y doña María del Carmen Guillén Alfaro (ambos oriundos de Las Margaritas y residentes de Comitán) han formado una familia ejemplar, de sólidos principios. Es maravilloso hallar estas historias de amor en tiempos que las parejas se separan en forma alarmante.
En una página completa hay una fotografía en blanco y negro que reconoce el talento de un gran fotógrafo de esta tierra: César Canales, quien, con la fotografía titulada “El juego”, obtuvo el primer lugar en el concurso “Comitán y su magia”, que organizó Miraquién Magazine. No puedo, querida mía, describir la foto, es preciso que consigás tu ejemplar (que es gratuito) y mirés la belleza que César logró captar.
Luego hay un testimonio que dio Lulú Díaz Carreón acerca de sus papás. Medio mundo que vivió los años setenta en Comitán conoció a don Gilberto Díaz Molina y a su esposa, doña Bertha Isabel Carreón Córdova, quienes compraron y habitaron la casa que fue propiedad de los papás de doña Lolita Albores, nuestra recordada cronista vitalicia.
El número once, querida mía, tiene, además, un breve texto que reconoce el talento musical de la artista Sonia Conde; y la noticia del inicio de la Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos, que tiene como objetivo fundamental el fomento de la lectura en niños y jóvenes. ¡Ah!, si pudieras ver el cuentito que se obsequiará en las escuelas, estoy seguro que te gustaría la edición. Todo en nombre de la memoria de Alexandra y en nombre de la niñez y juventud de México y de la región, incluso de Huehuetenango, Guatemala, porque la revista se distribuye en San Cristóbal de Las Casas, Las Margaritas, La Trinitaria, Tzimol, Comitán y Huehuetenango, Guatemala. Nuestro director comercial en aquel país, Carlos L. Rivas, es tan listo que, en ocasiones, va a Quetzaltenango y a la ciudad capital, Guatemala, a entregar nuestra revista. ¿Mirás? Parte de lo mejor de Comitán es conocido y reconocido en nuestro querido país vecino.
¿Hay más? Digo que sí. La tiendita de doña Pifa es un texto en breves cápsulas que es como un bosque sembrado de pinos donde la memoria hace su nido.
Luego, para este tiempo de lluvias, rescatamos (del libro “Glosario”, de José Luis González Córdova) una serie de palabras comitecas que son de uso constante en esta temporada, por ejemplo “Aguajal”, que es “normalmente lo que queda después de la lluvia”.
No es por nada, pero este número quedó bien bonito. Nos sentimos bien chentos. Nos da gusto saber que dos mil lectores reciben una bocanada de aire fresco e inteligente, porque el mojol de lujo es el cuentito. Sabés que esta revista tiene el objetivo de hacer llegar, cada bimestre, un cuentito para que los papás compartan con sus hijos, para rescatar aquella maravillosa costumbre en que los mayores leían cuentitos a sus hijos, antes de dormir.
Todo esto se debe gracias a la generosidad de los patrocinadores que aportan paguita para que la revista llegue en forma gratuita a dos mil lectores. ¿Sabés quiénes son los patrocinadores de este número? ¿Sabés quiénes ayudan para que Comitán y territorios circunvecinos tengan luz y reciban una revista digna, a la altura del prestigio que se merecen? Acá va la listita, para que vos también ofrezcás tu reconocimiento: San Marcos, Colegio Mariano N. Ruiz, Nataly Pastelerías, Villa Victoria, Muebli-Plus, Muebles para Comercio Hermanos Flores, Grupo Industrial López Pérez, AEC Computación, San José Clínica, Brenda’s Joyería, D’Amore, Dr. Lesther, Rayola, Moo Duk Kwan, City Express Comitán, Laboratorio San Francisco, Sigma Tecnologías, Estética Vanity, Instituto Tecnológico de Comitán, Good Year Comitán, Diagnostícate. Grupo Médico, Natura, Alfredo’s Rodizio, Mauricio’s Viveros, Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos, Grúas Castillo, Centro Universitario José Vasconcelos Calderón, Hotel Posada del Ángel, Dr. Rubén Sánchez, Sonrisa Sana, Óptica Mayuan, Auditivos de Comitán, Soy Mamá, La Casa del Suéter, Gorditas El Güerito, Técnica Dental Avanzada, Studio Innova, Sisitel, Panadería La Espiga de Oro, Pillangó Café, Restaurante La Casita, Grupo Altova, y Crearte en Madera.
Posdata: La revista Arenilla ya se posicionó como una de las mejores propuestas editoriales de la región. Se hace con mucho amor, para que llegue limpia y clara a las manos de los lectores. Como mirás es toda una suma de voluntades. Por esto, casi estoy seguro, niña mía, que Rosario Castellanos, igual que Óscar Bonifaz y mil novecientos noventa y nueve más lectores, la leería, la disfrutaría y, tal vez, se sentiría orgullosa de que en esta tierra exista una revista que le apueste a la lectura, a la lectura inteligente, que contenga cuentitos que alimenten la imaginación de los niños que, en el futuro, salvaguardarán el Comitán que construyeron los mayores y que ahora toma forma en manos de los actuales moradores. ¡Hacemos lo que nos corresponde! ¡Todo en nombre de la grandeza de Comitán!

viernes, 21 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE LA AUTORIDAD MANDA




Querida Mariana: El aviso es muy puntual: “Prohibido orinarse, se remitirá a las autoridades”, no obstante, permite ciertas ambigüedades.
¿Está prohibido orinarse? Es decir, nadie debe hacerse pipí en sus pantalones. Pucha, pobres mis tíos Antonio y Caralampio, ellos ya no controlan sus cuerpos y ahí andan haciéndose en sus calzones a toda hora. A ellos, que se orinan a cada rato, ¿los remitirán a las autoridades?
La otra ambigüedad es la siguiente: ¿a quién se remitirá a las autoridades? ¿Al orinón o a la parte del cuerpo del orinón que no hace caso de la prohibición? ¡Dios nos libre! Imagino al guardia, con su tolete, viendo hacia el cuerpo del delito y diciendo lo del clásico chiste: “¡Muy bonito, muy bonito!”, y el orinón respondiendo: “Bueno, ni tanto, pero viera qué bueno me ha salido.”
Sin duda que el propietario de la residencia colocó ese letrero ahí porque con frecuencia desgraciada, a la hora de abrir la puerta, en las mañanas, siente un tufo de orines que entra por su nariz y altera todo su cuerpo y ánimo.
La pregunta que asoma en este caso y en millones que se dan en todo el mundo es: ¿Harán caso los orinones? Es difícil, porque los orinones que manchan esta puerta lo hacen al amparo de la oscuridad y, en la mayoría de los casos, son analfabetas funcionales o les vale una pura y dos con sal la advertencia, porque cuando hay necesidad uno busca un lugarcito (los ciudadanos perdonen) para desfogar la urgencia, precisamente para evitar mojar los pantalones, porque no hay cosa más ingrata que hacerse en los calzones. Al principio se siente calientito, ¡ah!, que sabrosura, pero cuando los líquidos se secan, un frío de todos los diablos, ¡no, no!, esto es una aberración, un frío de todos los pingüinos abarca la zona y esto provoca que el cuerpo del delito se haga chiquito. Es una pena que tras no basta las miserias que poseen un buen número de sujetos, todavía se hagan más minúsculas.
Otra pregunta que asoma es: ¿cómo, la autoridad, cumple con su obligación? ¿Le pide al infractor que se guarde el cuerpo del delito y pague una multa? ¿Toma al infractor del cuerpo del delito y se lo lleva jalando directamente a la cárcel? Si el infractor tiene un respetable tolete ¡no hay problema!, pero si el orinón posee un aparato pequeñito ¿de dónde se jala?
El ofendido (el dueño de la residencia) ¿qué dice a la autoridad al comunicar la infracción? “Le estoy hablando, porque ahorita está un tipo “orinándose” frente a mi casa.” ¿De verdad habla por teléfono? ¿A qué hora llega la autoridad? Siendo optimistas, la policía llegaría quince minutos después, porque (en realidad) la autoridad tiene cosas más importantes que atender. No es prioridad detener a un tipo que se sacó el instrumento e hizo pis. Hay delincuentes que sacan otro tipo de instrumentos y provocan más daño a la sociedad.
El tío Emiliano tenía este problema constantemente, porque su casa estaba frente a una terminal de combis que iba a comunidades rurales. Alguien de la familia sugirió que colocara un cartel con mensaje similar a éste, pero dijo que no. “El orinón quiere orinar, caso quiere leer.”, y se resignó a que todas las mañanas debía echar un poco de cloro y lavar el área, lo hacía con entusiasmo y con buen humor, decía: “Para que los cabrones encuentren limpio su sanitario.” Luego hizo lo que muchas personas han hecho, mandó a construir una repisa pequeña en la que colocó una imagen de la Virgen de Guadalupe. ¡Santo remedio! Algo tiene la imagen de la virgen que obliga al orinón o cagón a buscar otro espacio, como que eso de sacar el instrumento frente a la cara de la virgencita sí provoca cierto escozor.
Otro vecino fue más allá, colocó la imagen de un cachudo bien tenebroso y escribió el siguiente mensaje: “Si vas a orinar acá tené presente que mi poder hará que tu talega se seque. Conste, yo ya te advertí.” Dice que sí le funcionó, porque el orinón urgido a la hora de sacar su manguera y leer el mensaje se le hacía chiquito el aparato, al pensar que se le pudiera secar por cometer el acto indebido. Cruzaba la calle y orinaba en otra puerta. ¡No fuera a resultar cierta la maldición!
Otro vecino compró un paquete de triques y a la hora que miraba a alguien orinando su puerta, desde su balcón del segundo piso le aventaba un chorizo de triques prendidos. ¡Ah!, cuenta, la carrera del orinón era proverbial, mientras trataba de guardarse el instrumento y orinaba su pantalón, daba saltos de rana espantada.
Posdata: En fin, el problema de los orinones del mundo no es cosa sencilla. Siempre habrá necesitados que miren para todos lados y, al advertir que no hay moros en la costa, saquen sus instrumentos para desfogar sus necesidades. Los que aún conservan algo de vergüenza ocultarán su rostro debajo del brazo, mientras los desvergonzados silbarán y mirarán el cielo, agradecidos por la bendición de ese momento, porque es como una consagración hacer pis en tiempos de urgencia.

jueves, 20 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL CAMBIO CLIMÁTICO Y DEL CAMBIO AFECTIVO




Querida Mariana: Como todos los miércoles, desde hace seis meses, fui al noticiero NOTI-VOS, con Iván Ibáñez. Leí una efeméride que conmemoraba el inicio del Boletín IMAGINARTE, publicación que inició en junio de 1996 y concluyó en 2002 y que fue muy apreciada en Comitán.
Dije que el boletín se debió al esfuerzo de Xavier González Alonso y de Lourdes De la Vega y que el archivo completo está disponible en la Red.
Dije que en el texto de presentación, que debió escribir el ingeniero Xavier, hay una comparación entre la Ciudad de México y Comitán. De la primera ciudad dice que tiene una incontenible contaminación ambiental, vandalismo moderno, bloqueos diarios del tráfico citadino por manifestaciones, además del salvaje circular de muchos transportistas públicos, y dice que, en Comitán, estamos en un lugar privilegiado, dice que tenemos un cielo limpio, gente amable, bellezas naturales y mucho trabajo por hacer.
Eso publicó Xavier González el 16 de junio de 1996, hace veintitrés años. Si revisamos esa comparación, en 2019, hallamos que continúan los males de la Ciudad de México y la visión idílica de Comitán ya no está inmaculada. Es cierto, en Comitán aún hay un cielo limpio, pero no en todas partes (expertos que han hecho estudios del aire nos dicen que en el Centro Histórico existe un alto grado de contaminación propiciado, sobre todo, por la sobrecarga vehicular. ¡Claro! Basta darse una vueltita por el centro para observar el número de autos que circulan y se detienen; basta observar el transporte público que, en número de dos, tres o cuatro autobuses, interrumpen el fluido vehicular y propician que los motores de muchos autos, camionetas y esos propios autobuses -que les hace falta una afinación más a conciencia- lancen toneladas (¡es una exageración!) de humo al cielo limpio de nuestra ciudad); en Comitán aún hay gente amable (sí, pero como nuestra ciudad ha crecido en forma exponencial (dice Iván) muchos habitantes de otras regiones que han venido a sentar sus reales a este pueblo son parientes cercanos de don Pene, que no tienen la mínima idea de convivencia, porque, como no nacieron ni crecieron acá, nuestra ciudad no les provoca el minúsculo afecto. Con frecuencia (debe ser la experiencia de muchos comitecos) me topo frente a mi cochera con autos tapando mi entrada y salida. El otro día dos autos tapaban mi cochera, uno con la cola y otro con la trompa. Abrí el portón (que se abre hacia adentro) y acerqué el carro a los dos autos (por fortuna, no tenía mucha prisa por salir), hice esto para que los propietarios de los autos, cuando llegaran y vieran que estaban estorbando mi salida sintieran un poco de vergüenza. Ay, Dios, ¡inocente voy a morir! Resultó que los propietarios de los dos autos eran propietarias, eran sobrinas predilectas de don Pene. Llegaron, vieron mi auto y, como si no hubiesen estado juntas, se pusieron a platicar y a despedir con beso, abrazo e indicaciones de muchos saludos para la familia. ¡Uf! Yo sentí más vergüenza que ellas. Esto, cada vez es más frecuente; es decir, en nuestro pueblo cada vez hay más gente irresponsable, desatenta, asquerosa y violenta)
Sí, el vandalismo moderno de la Ciudad de México, del que escribía González Alonso en 1996, llegó a Comitán y se instaló con todas sus chivas, dispuesto a no irse jamás. Acá, en este 2019, padecemos ya el vandalismo posmoderno, un vandalismo que fue creado por los hijos de don Pene y que, por lo tanto, es una plaga casi imposible de frenar.
Bueno, con decir que hasta el clima de Comitán ha cambiado. Xavier no habló de la bondad del clima comiteco en 1996, porque, sin duda, dio como un hecho tal don. Ahora, los comitecos padecemos (como en todo el mundo) la inclemencia del Calentamiento Global. En el Editorial del número once de ARENILLA-Revista se lee que Comitán aún posee el mejor clima del estado de Chiapas, pero este clima ha dejado de ser el clima templado que siempre fue. Ahora padecemos temperaturas que, a mediodía, rebasan, botadas de la risa, los treinta y tantos grados. ¡Cómo, por el amor de Dios! El clima del Comitán del siglo pasado era un clima que, en primavera y verano, andaba en el rango de los veinte a treinta grados. Ahora, ¡no!, en ocasiones le andamos pegando a los treinta y seis grados, ¡treinta y seis! ¡Dios nos libre de la cobija del infierno!
Posdata: Nuestro Comitán ha cambiado para mal. Nos toca a los verdaderos comitecos procurar sembrar árboles con el afecto de siempre, pero cuando vemos que un hijo de don Pene se orina en nuestro árbol y corta algunas ramas sentimos un hilo de impotencia. Los hijos de don Pene, poco a poco, se adueñan de nuestra ciudad y contagian a nuestra juventud, juventud tan contagiable. ¡Uf, qué pena!

miércoles, 19 de junio de 2019

DE LO SUBLIME A LO BRUTAL




Margot dijo: “Me paro donde se para el viento” y pensé que yo no sabía si el viento se paraba ahí o estaba parado en ese sitio, igual que se paraba Margot. Esa indefinición me pareció que era un acierto en el dicho de Margot. Repetí la oración: “Me paro donde se para el viento”, y cerré los ojos y sentí que el viento era como una mano brincando en mi rostro.
Hay una diferencia en pararse en un lugar o estar parado en el sitio. En el primer caso hay algo como una orden o un impedimento: Donde se para el viento; es decir, cuando se topa, por ejemplo, con un muro. En el segundo caso hay algo como un aire de libertad: Donde se para el viento; es decir, donde se le da la regalada gana.
Por supuesto que del dicho de Margot prefiero lo segundo, el deseo de pararse sin algún impedimento.
Y recordé el dicho de Margot porque Romeo me preguntó: “¿Y qué te parecen los vientos que ahora corren por los cielos mexicanos?”. Dijo esto mientras él tomaba un café y yo una limonada, en uno de los cafés al aire libre que están en el andador frente al parque central de nuestro pueblo.
Debo decir que, en ese momento, el viento estaba ausente, apenas nos rodeaba, amorosamente, un aire sosegado. Las chicas con falda y mochilas al hombro caminaban por el parque, bromeaban; dos o tres viejos recibían la boleada del fin de semana; y muchos autos pasaban en la calle frente a nosotros, dos o tres de ellos con emisiones de humo que parecían viejos fumadores.
¿Qué me parecen los vientos que ahora corren en México? Pensé en la novela “Balún-Canán”, de Rosario Castellanos, en las líneas conde la niña protagonista cuenta que fue, en compañía de sus papás, al llano de Nicalococ y vuelan papalotes, y cuando regresa a casa le cuenta a su nana que conoció el viento y la nana le dice que eso es bueno, “porque el viento es uno de los nueve guardianes de tu pueblo”.
Pensé que los vientos que soplan ahora no son afectuosos, no sirven para volar papalotes, porque son tan brutales que arrancan los techos de láminas de la casa donde mora nuestro espíritu. Los vientos de ahora son vientos como de huracán: arrasan, han extraviado la línea blanda y se asumen como cuerdas para el cuello de Judas.
Los vientos que corren ahora tienen garfios como de piratas, tienen cara de pocos amigos. Bueno, con decir que ni adentro de las casas hay sosiego.
Añoramos los tiempos en que los vientos refrescaban los cuartos y traían aromas de bosques y de mar. Las mujeres se acodaban en las ventanas y dejaban que los aires revolvieran sus cabelleras y besaran sus cuellos y caminaran de puntilla por la parte descubierta del pecho. La caricia del viento era tan sutil que los pezones de los pechos alzaban su carita y decían ¡presentes!
Añoramos los tiempos en que los vientos silbaban canciones que eran como pasos de gatos sobre almohadones.
Ahora, los vientos corren desbocados, sin freno. La tala inmoderada propicia que las cortinas verdes se pierdan y no existan pilares donde el viento juegue rondas. Ahora, los vientos nos dan la bofetada a mano abierta.
Romeo tomó un sorbo de café, dijo que la tarde estaba linda. Sí, la tarde era una niña corriendo dulcemente por el parque de Comitán.
Cuando Romeo me preguntó qué me parecían los vientos que corrían en México, en estos tiempos, recordé la frase de Margot: “Me paro donde se para el viento” y pensé que era una frase linda y pensé que me gustaría pararme en ese lugar por decisión propia y no porque hay un muro que impide mi paso y el paso libre del viento.

martes, 18 de junio de 2019

DE CRISTAL Y ALUMINIO




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: Mujeres que nadan sin alas, y Mujeres que cantan a través de la ventana.
La mujer que canta a través de la ventana amarra un hilo rojo al viento, cierra las puertas del aire y no les echa cerrojo.
Ella, al despertar, en lugar de entrar a la alberca del día, sigue en el hueco del sueño. Esto es así, porque el sueño es como miel para su desayuno, como una tarola y una guitarra para su concierto, como la tierra para el árbol de su deseo, como la palma de la mano para recoger la lluvia.
Ella, en la madrugada, baila en la azotea como si lo hiciera en la terraza del cielo; ella, de puntillas, recoge las migajas que abandonaron los amantes en las escaleras.
Desde niña anhela pintar las rayas que dejan los aviones en la carretera invisible del cielo; desde niña sueña con estar en un escenario, lleno de reflectores, y recibir una andanada de aplausos, porque miles de fans la adoran.
Ella reza el padre nuestro como si pidiera alas para los refugiados, pies para los que carecen de alas y sueños; ora como si pidiera un zaguán para el muro, como si pidiera un vestido para la cama del agua.
Es como una oruga que espera el instante en que deja de ser un tren y se convierte en una gaviota; es como un cajón que no sirve para cargar objetos sino para ser tocado por un experto percusionista; es como una trompeta que, en lugar de deshacerse en cristales de metal, se difunde en nubes sabor de vainilla.
Es como una roca que se disuelve en un alud; como un ombligo que es seducido en la caricia y cierra su ojo de Cíclope para que la mano del amado siembre el deseo; es como una pared que recibe a una hiedra enamorada; es como la fuerza que tiene el martillo a la hora que deshace el cristal del mar.
La mujer que canta a través de la ventana cautiva el brazo que toca la batería, amamanta al pie que da el último paso, dibuja el dedo que señala el árbol que se abre en mil ramas.
Hay mujeres, lo sabe todo mundo, que abren las ventanas y aúllan a la luna; hay otras que abren la ventana y se desnudan a la luz de la luna. La mujer que canta a través de la ventana no necesita aullar ni mostrarse desnuda. Ella privilegia el canto del fogón, el aria que se consume en el vuelo del ave. Ella cautiva con su voz a todo el pueblo. Cuando ella canta, todos suspenden sus actividades y ¡escuchan! El bolero deja el cepillo; el cocinero retira el sartén del fuego; el agricultor se queda como estatua, con las dos manos sobre el azadón; la niña queda suspendida en el aire a mitad del salto sobre la cuerda; el bebé mueve sus manitas y busca el aro divino; el borracho se queda a medio trago y a veces ahí se muere; la abuela deja que se agote el agua de la regadera; el abuelo suspende el chorro de orín; la muchacha retira los labios de su amado, tierno becerrito; la línea del agua se divide en muchas aristas.
La mujer que canta a través de la ventana convierte en murmullos los gemidos y éstos los hace gritos silenciosos que cortan la piedra del aire.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: Mujeres que tienen la cartera en la entrepierna, y Mujeres que sueñan con cantar el Himno de la Alegría a mitad del pecho del amado.

lunes, 17 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON LAS MANOS MANCHADAS DE LUZ




Querida Mariana: ¿Qué es cerámica? Mirá, para no meterme en problemas, a partir del día de hoy, emplearé la definición que dio Mireya Elizabeth Toledo, la tarde del 10 de junio, en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos. Mireya compartió la experiencia vivida en el taller de cerámica que impartió el artista de Yalumá: Manuel de Jesús Aguilar, y entre otras cosas dijo: “La cerámica es como magia”, y sus compañeros, al compartir sus testimonios, dieron sustento a esa definición, porque todos coincidieron en decir que hacer piezas en cerámica no es labor sencilla, pero es apasionante. De hecho, todos agradecieron la oportunidad de participar como alumnos en este taller convocado por el Centro Cultural Rosario Castellanos y por el museo de arte.
El maestro Manuel de Jesús expresó su satisfacción por el taller impartido y dijo que es esencial que la cerámica retome el camino que siempre definió el arte de esta región. ¡Sí, Comitán y pueblos circunvecinos tienen una tradición de ceramistas que abarca siglos! Basta ir a un museo para observar las piezas que permanecen en vitrinas bajo reflectores y que fueron colectadas por los arqueólogos en sitios de culturas prehispánicas.
La presencia de Manuel en este pueblo es de importancia vital. Ya, en una carta anterior, te conté cómo él construye en su comunidad (Yalumá) un espacio que tiene la pretensión de ser sede de estancias artísticas que ofrecerá para creadores de todo el mundo. ¡Ah!, será prodigiosa la experiencia que vivirán esos artistas al desplazarse a la montaña para obtener el barro que modelarán y cocerán en el horno donde Manuel prepara su obra, obra que ha sido expuesta y reconocida en varios lugares de la patria.
Pero Manuel no sólo pretende sembrar en patios ajenos, está sembrando en el patio de casa. Hay antecedentes de talleres de cerámica que se han impartido en el Museo de Arte, pero lo han tomado niños en cursos de verano, mas nunca (entiendo) se había dado un taller para adultos, para gente que, por vez primera, se acercó a modelar la tierra de nuestra tierra.
Estos talleres (tanto los ofrecidos a niños como los que toma gente adulta) son de gran importancia. En Oaxaca, hace años, se creó un movimiento generoso para convertir a esa tierra en una ventana creadora para la pintura. La tradición así lo exigía. De ahí son Rufino Tamayo, Rodolfo Morales y Francisco Toledo (el artista plástico vivo más importante de México). ¿Y en Comitán? Ya se dijo, el pueblo tiene alma de barro. En los patios de las casas comitecas antiguas siempre hubo una olla de barro que contuvo el agua que preservaba la vida. Esos objetos utilitarios seguían la huella de las ollas que usaban los mayas, pero en algún momento, se extravió el hilo artístico, porque los objetos utilitarios de los mayas cumplían además con un sentido ritual que exigía la decoración. Los objetos utilitarios han sido reconocidos como elementos artísticos sin parangón en la cultura del mundo. Ahora, ya se dio el primer paso en Comitán. Lo que buscan los creadores de este taller es que el juego del barro se convierta en una urna de luz. ¿Puede el mundo volver la vista a Comitán? ¿Puede Comitán convertirse en una ciudad de cerámica? Si los creadores comienzan, como los infantes juegan plastilina en los jardines de niños, a jugar con el barro y a soñar con las manos, la región puede recuperar el prestigio de la cultura maya para prestigio de esta tierra.
Quince alumnos acudieron a este taller. Mireya Elizabeth Toledo, Maira Paola Ramos, Alejandra Coronado, Emiliana Hinojosa, Sofía A. Ramírez, Alejandra Constantino, Alexis López, Isela Ruiz, Alberto Altuzar, Silvia Mairany Rivera, Luis Eduardo Cancino, Juan Carlos González, Nancy Joany Aguilar, Diana Elizabeth Bermúdez y María de los Ángeles Ortega, jugaron en el patio del museo, sintieron en sus manos el corazón de la tierra y lo moldearon. La tarde del 10 de junio, tarde en que se inauguró la muestra de los trabajos realizados, el director del Centro Cultural Rosario Castellanos, el poeta Arbey Rivera, se mostró feliz por el logro inicial de este camino que han comenzado a abrir. Bien dijo el poeta español que no hay caminos, éstos se hacen a la hora que, descalzos, los creadores enlodan sus pies con el barro y con el agua.
Posdata: Somos hijos del barro, de barro está hecho nuestro corazón

sábado, 15 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE REZAMOS POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS




Querida Mariana: Viví la historia de Armando como si hubiese sido mía. Armando se había hecho novio de Ye, una de las chicas más bonitas del Colegio, una niña esbelta, con ojos color de bosque y aroma de agua limpia. Todo mundo de la escuela se burló al principio, las íntimas de Ye le preguntaban qué le había visto a él, rechonchito cuya única gracia era ser gracioso, pero ingenuo. Armando no podía sostener los pantalones en la cintura, porque su cintura era ancha, así que sus pantalones dejaban ver la línea de su trasero.
Ye, ante todas las puyas, decía que se la pasaba bien con él. Armando era el novio número tres de Ye y ésta aseguraba que los otros dos habían sido un fiasco: Romeo, hijo único de uno de los hombres más ricos de la región, había resultado un pedante; y Francisco, el chico más deseado, bruto, fuerte como un bisonte y con ojos azules en medio de un rostro que parecía haber sido esculpido en alguna playa de La Riviera, había resultado eso: ¡un bruto! Armando era un gordito sin malicia, atento, y Ye lo tenía comiendo alpiste de la mano.
Los tres estudiábamos segundo grado de preparatoria; es decir, teníamos diecisiete años, más o menos. Ye era tres meses mayor que Armando.
Admiré a Ye, admiré su capacidad de ignorar los comentarios malsanos de la mayoría de estudiantes. Me enteré que, una tarde, cuando Ye tomaba un helado con sus amigas en la cafetería del Colegio, ella se había puesto de pie y, de manera ecuánime, pero enérgica, señaló con su índice a Martha y, en voz baja (que escucharon todas las que estaban en la mesa, pero no tuvo eco en mesas contiguas), le dijo: “Si volvés a hablar mal de mi novio ¡te parto tu madre!”. Ese día ella y mi amigo cumplían cuatro meses de novios.
¡Cómo no admirarla! La admiré con intensidad, con la misma intensidad con que dos meses después la odié. Sí, pienso que la odié más que Armando, porque sé que Armando, en este momento en que escribo (cuatro y media de la madrugada, al lado de un té de limón, con el silencio caminando de puntillas en la calle y con el esporádico ladridos de perros) duerme tranquilamente al lado de su esposa (que, por supuesto no es Ye). Estoy seguro que cuando Armando se levanta y se arregla para ir al trabajo ¡no se asoma la tal Ye!, como sí se me asoma a mí, en la ventana que da al patio o en el espejo retrovisor del auto, cuando espero el verde del semáforo. Es una estupidez, pero la historia de Armando y Ye está más presente en mí que en ellos, quienes fueron los protagonistas.
Tengo (a veces me incomoda) una propensión a vivir muchas cosas del pasado que, sin duda, no tienen sustento real en el presente y menos en el futuro.
Hablo de una época que ocurrió hace más de cuarenta años. ¡Dios mío, cuarenta años! Por qué entonces ahora que escribo y tomo un sorbo del té siento un cosquilleo a mitad del estómago, que tiene mucha semejanza con el sentimiento que me produce cuando veo una fotografía donde un niño perdió un brazo en mitad de la guerra de Palestina o cuando escucho que alguien comenta que atropellaron a un perro a propósito, porque cuando lo vieron a mitad de la carretera imprimieron mayor velocidad al auto. Y esto es así, porque fui el primero que los vio. Fue un día después del festejo del sexto mes. Salí de la biblioteca cargado de libros, porque debía preparar una exposición para la materia de Química. Caminé por el parque y ahí los vi. Era Ye con Humberto. Sí, Humberto, el deportista más destacado de toda la preparatoria. Todo mundo admiraba a Humberto, las niñas se deshacían por él, corrían para estar a su lado, se sentían privilegiadas cuando platicaban con él. ¡Uf, muchas de ellas soñaban con ser la elegida! Pero un tipo como él sólo podía andar con una chica como Ye, la niña más bonita de la escuela, así que esa mañana Humberto dio el primer paso y Ye (que recién había cumplido seis meses de novia con mi amigo Armando) cayó redondita.
Digo esto, querida Mariana, por vi cómo ella veía a Humberto, mientras éste, sentado sobre el respaldo de la banca y con los pies arriba del asiento, lo seducía con su encanto natural. Porque vos sabés (lo sabe medio mundo) hay chicos que seducen con su simple mirada, con su manera de ser. Las chicas adolescentes no se fijan en otra cosa. Mi amigo Armando, rechonchito, atento, una verdadera nulidad para el deporte y para el baile, cuya única fortaleza era la lectura, resultaba un individuo común y corriente que jamás era motivo de atención por parte de las chicas. Por esto, repito que toda la escuela se sorprendió cuando Ye y Armando se hicieron novios. ¿Cómo ella se había fijado en tan poca cosa? El poca cosa se sintió privilegiado, vivió una época fascinante, pero yo siempre pensé que una tarde la grieta se abriría y fui testigo del día en que la tierra se abrió y Ye se aventó en el pozo oscuro al lado de Humberto.
Supe que a partir de ese día en que los vi platicando en el parque, Ye se distanciaría de Armando y terminaría diciéndole lo que le dijo dos días después.
Encontré a Armando en la cafetería con un refresco tibio. Vi su mirada y supe que tenía la ansiedad del hombre que colocan ante un pelotón de fusilamiento. Cuando me vio me invitó a acompañarlo. Tomá algo, me dijo, y yo pedí otro refresco, pero pedí un vaso con hielo. Nada dijo durante dos o tres minutos. Cuando la mesera sirvió el vaso con hielo y yo vertí un poco de refresco, él levantó la cara, me vio y dijo: ¿Por qué no me dijiste? Yo insistí en hacerme tacuatz, le dije que no sabía a qué se refería (pero bien que sabía, estaba seguro que él reclamaba no haberle dicho que había visto muy acaramelados a Ye y a Humberto). Él sonrió con una sonrisa de avestruz a punto de esconder la cabeza en un hueco, tomó un sorbo de su refresco, hizo una cara como si el refresco, en lugar de tener el rico sabor del durazno, fuera un medicamento para deshacer los bichos del estómago. Se estrujó las manos y me dijo, con un tono que parecía una alberca a punto de desbordarse: “¿Por qué no me dijiste que debía evitar esta relación?”, y dijo que yo debía haberle advertido que Ye jamás lo iba a tomar en serio, que él (así lo dijo y cuando lo dijo me dio mucha pena) no era hombre para ella, que él era un pichito, un gordito estúpido, que jamás debió volar papalotes por ese cielo tan alto, tan bello.
Yo no sabía qué hacer. Estaba en una posición muy incómoda, pero cuando menos, pensé, ya había servido como olla para que mi amigo vomitara su desilusión. Mientras decía lo que decía yo miraba que él iba distendiendo su frustración.
¿Así que no le molestaba que no le hubiera dicho que había visto a Humberto y Ye juntos? ¿Lo que le dolía es que yo, desde el principio, no le hubiera advertido que la relación terminaría como estaba terminando?
No sé qué hubieras hecho vos, querida mía. No sé qué hubiera hecho cualquier amigo. Al principio yo lo vi emocionado, pensé que era bueno que él viviera esa especie de triunfo, ese éxito que apareció en el momento que Ye lo defendió a capa y espada ante sus amigas. Y entonces esto fue lo que le dije, lo tomé de la mano y repetí lo que el maestro de filosofía había dicho en clase, que nada es para siempre, que todo (como en canción de José José) tiene un principio y un fin, y terminé con una bobera: Lo que importa en la vida no es el destino sino el trayecto, y como vi que él me escuchaba dije que lo bello es que había tenido una pausa hermosa en su vida, que no debía guardar rencor a Ye, porque ella había sido muy cariñosa con él y, antes que fijarse en su físico, había estimado sus valores morales y su integridad de hombre, porque eso era él, un verdadero hombre, un pichito hermoso.
En ese momento, él sonrió y luego rio con todos los dientes. ¡Sos una mierda!, me dijo. Sos una mierda, repitió, y dijo que eso era lo que me reclamaba, no haberle advertido que el camino tenía un final.
Y luego dijo que no podía sentir algo menos que rencor hacia Ye, porque el hecho de que ahora estuviera con Humberto significaba que, por encima de los valores espirituales, privilegiaba el físico hermoso del deportista, pero, luego, vi que algo como un aura de conformismo doraba su rostro, dijo: “Pero, bueno, los libros ahí están. Ellos son mis mejores amigos.” Y yo dije que sí, que tenía razón, que ahí estaban los libros, los únicos amigos fieles. Sí, dijo él, lástima que los libros no besen como sí me besó hace cuatro días esta mujer de cuyo nombre no quiero acordarme.
Posdata: Y mientras fuimos amigos, Armando jamás volvió a pronunciar el nombre de Ye. Por esto digo que él, ahora, cuarenta años después de la historia vivida, no debe acordarse de ella, pero yo (tonto) a cada rato los recuerdo y pienso en qué debe hacer un amigo en tal situación. ¿Se debe advertir que el amor es una grieta oscura o debe dejar que el amigo camine ese trayecto breve en que la luz es como una brasa que entibia el corazón?

miércoles, 12 de junio de 2019

TARDE EN LA TRINITARIA




La directora del museo de Historia Natural, de La Trinitaria, me invitó a participar en un foro, celebrado el 11 de junio. Fue mi privilegio estar en la mesa de honor al lado del licenciado Benito Vera Guerrero, cronista de La Trinitaria; del licenciado Rigoberto Nuricumbo Aguilar, cronista de Chiapa de Corzo; licenciado Romeo Duvalier Peña, cronista de Pijijiapan; del licenciado Alejandro Vera Galindo, investigador de Quetzaltenango, Guatemala; y del doctor Fernando Limón Aguirre, investigador, radicado en Comitán. El acto cultural fue parte del programa de feria de La Trinitaria, 2019
Paso copia del textillo que leí.
Buenas tardes.
Cuando la directora del museo me invitó a participar en esta mesa, pensé ¿qué puedo decir de La Trinitaria ante expertos del tema? Hablar de este pueblo, ante personas conocedoras de su cultura, es, como dicen los clásicos, querer enseñarle a hacer chiles a Clemente Jacques, o enseñarle a hacer caramelitos de miel a los zapalutecos.
Decidí apoyarme en el conocimiento de uno de los grandes para compartir una sencilla reflexión. Así que tomé el libro “Apuntes monográficos del municipio de La Trinitaria”, del maestro Benito Vera, libro que me obsequiaron el día que el maestro recibió el nombramiento de Cronista Municipal, encomienda que ya celebré en su momento y que ahora vuelvo a reafirmar en mi emoción.
Abrí el libro, perdón, por la última página, sí, la última, y hallé en el glosario la definición que el maestro da a la palabra “Rompimiento”, palabra que, por fortuna, en estas tierras abandona su carácter agresivo y toma un rostro de alegría. Para mi sorpresa y feliz conmoción hallé que el maestro dice lo siguiente: “Rompimiento: Festividad en la madrugada de la celebración del día de la Santísima Trinidad, patrono de la Trinitaria, consistente en quema de cohetes, repique de campanas, música de marimba.”
¡Ah, el rompimiento, sin duda, es algo muy festivo! Ustedes acaban de experimentar esta tradición.
Llamó mi atención que el maestro Benito sintetizara el rompimiento en tres acciones: quema de cuetes, repique de campanas y música de marimba. Sé que esto no es casualidad, esto es una feliz propuesta. Si la celebración se debe a la Santísima Trinidad, por supuesto que todo debe estar referido a la divina tercia. El maestro hizo un ejercicio de síntesis y eligió, como si fueran los frijoles a la hora de escoger los mejores para la mesa, los tres elementos culturales que resumen el acto celebratorio del rompimiento. Imaginé los tres instantes prodigiosos: el primer instante aparece cuando alguien acerca la brasa a la mecha del cuete y éste toma vida propia y, como si fuese un ave encadenada, se suelta de los dedos que lo sostienen y camina rumbo al cielo para, metros después, abrirse en una flor ruidosa, luminosa y, hay que decirlo, apestosa. ¡Ah, el cielo zapaluteco se llena de deslumbres y de ligeras nubes que se difuminan!
El segundo instante sucede cuando los campaneros echan a volar esas palomas de bronce, palomas que, en lugar de zurear en forma lenta, cantan como si fuesen cenzontles, vuelan como si fueran águilas y danzan como si fueran un solo güet.
Y el tercer instante aparece cuando el maestro del grupo musical, con el bolillo, golpea la marimba y hace el conteo para que todos los demás ejecutantes somaten amorosamente la madera de hormiguillo. El ritmo, igual que el cuete, busca las alturas del cielo para volverse plegaria gozosa y, posteriormente, bajar como lluvia que incendia los oídos y amamanta el corazón de los fieles.
Sí, pensé, qué habilidad del maestro Benito para darnos la imagen precisa del rompimiento.
Y fue cuando pensé que todo debería seguir esa sabia disposición. Cuando los habitantes de La Trinitaria hablen acerca de las riquezas culturales de su pueblo deben hacerlo formando esa figura clásica que refiere a la proporción divina: ¡la trinidad!
Y pensé en los tres personajes de este pueblo que han marcado mi historia personal (cada uno tendrá su triduo especial). Digo que esta tarde honro a Flavio Guillén, porque alguien me dijo que él designó a Comitán como Comitán de Las Flores, y este nombre, no oficial, aún sigue en el corazón de muchos comitecos; esta tarde honro a la licenciada María Trinidad Pulido Solís, intelectual zapaluteca comprometida con la investigación; y honro la memoria de Fedro Guillén. Don Fedro fue un personaje que impulsó el intelecto de muchos estudiantes chiapanecos en los años setenta del siglo pasado.
Y también pensé en los tres espacios naturales que me proporcionaron un hilo que continúa enredado en mi espíritu: El arco, de la región de los Lagos, lugar al que acudimos un grupo de preparatorianos para hacer prácticas de dibujo y de pintura; San José Coneta; y la cueva de los murciélagos, porque el 1 de enero de 1994, mi mamá, mis hijos, mi esposa y yo, estábamos de excursión en ese espacio, cuando alguien comentó que neo zapatistas habían declarado la guerra al gobierno de México.
Y pensé en Yuria, ranchito del poeta Jaime Sabines; y pensé en un ranchito que tuvo el maestro Jorge Gordillo, cerca de la zona de los lagos y que bautizó con el nombre de Yalnajtic (voz tojolabal que significa “Nuestra casita”), donde, en más de dos ocasiones, tomé una o dos cervezas con mi maestro y amigo; y, por supuesto, pensé en el ranchito “Mónaco”, propiedad del poeta, escritor y cronista Óscar Bonifaz, en cuya extensión llena de pinos y orquídeas se respira el aire que bendice estas tierras.
Y pensé que había sido bueno aceptar la invitación, porque me permitió, en este breve sendero hacer un recorrido que me dijo que yo, mero comiteco, tengo grandes ligas con este pueblo, con esta tierra que es santificada porque está hecha con el agua del padre, con el aire del hijo y con la flama del espíritu santo.
Muchas gracias.

martes, 11 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE DA CUENTA DE UN PROYECTO EDITORIAL




Querida Mariana: Te cuento que en Comitán apareció un nuevo proyecto editorial. A mí, lo sabés, me da gusto este tipo de acciones. Las publicaciones son como alas de papel para el vuelo de la inteligencia.
“Anecdotario” se llama la publicación y, en la parte inferior de la portada, dice cuál es su objetivo: “Rescate de los episodios de la vida de nuestros pueblos a través de la narrativa de nuestros abuelos.” ¿Mirás? Se trata de preservar episodios de vida mediante la voz de los mayores. ¡Que no se pierda la esencia! ¡Que la vida se recuerde, por siempre!
El directorio es sencillo, como sencilla es la publicación, consigna a Hugo Campos, como Director General, y a Miguel Medellín, como Director Editorial, y ¡punto! ¿Sólo ellos dos? Parece que sí, parece que cuando hay voluntad, talento y cariño bastan dos para lograr un proyecto. La revista está impresa en interiores en blanco y negro, en modesto papel revolución, con redacción limpia.
Imagino, sólo imagino, que los editores se reunieron una tarde y, en medio de la plática, apareció el proyecto de hacer una revista de estas características. Y pusieron manos a la obra y, la tarde del 25 de mayo de 2019, cumpleaños 94 de Rosario Castellanos, repartieron, en el parque central, el primer número de “Anecdotario”, con un tiraje de tres mil ejemplares de distribución gratuita.
Como toda publicación, ésta también consigue el prodigio de ampliar el conocimiento. Las voces de los abuelos entrevistados alcanzan resonancia, una resonancia sorprendente, porque lo que ahí se cuenta da para muchos comentarios.
Miguel Ángel Contreras Santiago contó recuerdos del Comitán de los años sesenta, contó que un día se cayó el techo de la primaria Fray Matías de Córdova, “que estaba en la tercera sur, donde hoy está José de Tuxtla, enfrente”. ¿De verdad se cayó el techo? Uf. Tal vez de algún salón.
Doña María del Carmen Guillén Meza recordó cómo era la vida en Las Margaritas “hace muchos años”. Dijo que los domingos “íbamos a misa, al cine y al parque a dar vueltas, a tomar “chocomil” y comer chalupas de la Chana.”
Roberto Campos Gordillo recordó un suceso ocurrido en Argovia, la Laguna, una comunidad de la Selva, en que se secó la laguna: “Al bajar el nivel de la laguna, la gente corría y en los charcos que quedaban, comenzaban a sacar pescado con sus manos y lo ponían en sus canastas.”
Jorge Antonio Domínguez Gordillo dio su testimonio acerca de la manzana de la discordia, que fue derruida: “Hubo un capricho del gobernador, y más que del gobernador, del papá del gobernador que era un señor de los viejos hacendados de acá de Comitán, que su sueño era ver que el parque se ampliara y que se tirara esa manzana.”
Y, por último, Alejandro Delgadillo Velázquez, compartió la historia de un tronco que un grupo de muchachos quiso utilizar para una fogata, pero que don Memo (dueño del tronco inservible) no se los dio, porque el tronco de ahuehuete era parte de un árbol especial: “Preferiría darles mis sillas para su fogata que este trozo de historia.”
Como ves, querida Mariana, este número contiene cinco historias, cinco testimonios que revelan la riqueza que existe en las mentes y corazones de los abuelos, y que nos hablan de la importancia de rescatar esos tesoros y preservarlos para consolidar la identidad.
Por ley natural, los viejos se irán un día para siempre. Sin estos esfuerzos editoriales el árbol de la historia se queda trunco, sin ramas importantes. Las anécdotas de los abuelos son la savia que nutre a las sociedades.
En la presentación de la revista se advierte la riqueza de este trabajo editorial: “Anecdotario es una revista mensual que, como contenido troncal, se abocará al rescate de la narrativa de nuestros abuelos.”
Hugo y Miguel fortalecen el hilo de la tradición. Su trabajo editorial vuelve a convocar a los lectores a reunirse en torno al árbol donde el abuelo cuenta anécdotas de tiempos ya idos.
Posdata: El título del testimonio de Miguel Ángel Contreras es: “Oí, vos amigo, luego venís para que sigamos platicando.” Dicho título es como la promesa que debemos hacernos todos, editores y lectores: Reunirnos cada mes para escuchar la voz de la experiencia, para conservar esas joyas de vida. ¡Felicidades!

lunes, 10 de junio de 2019

RAMAS ALTAS




Imaginemos que no conozco a los integrantes de la familia que aparecen en la foto. Imaginemos que no sé, que el más alto (en estatura) se llama Roberto y es el Director Comercial de ARENILLA-Revista y Director General de MIRA QUIÉN; imaginemos que no sé, que la niña del pantalón oscuro se llama Patricia y es Editora Ejecutiva de ARENILLA-Revista y Premio Estatal de la Juventud; imaginemos que no sé, que la mujer de en medio es mamá de Roberto, Patricia y de la niña del vestido rojo, Cielo, quien, la mañana de la fotografía, asistió para recibir la documentación que la acredita como licenciada en Administración, al auditorio Belisario Domínguez, del Centro Cultural Universitario Rosario Castellanos, de la UNACH; imaginemos que no sé, que el más alto (en experiencia y en gratitud hacia la vida) se llama Abelardo y es, junto a su esposa Gloria (la mujer que acá abraza a los otros cuatro) el sostén de este edificio moral. Imaginemos, pues, que nada sé de ellos; que, por azar de la vida, estuve frente a ellos esa mañana y me detuve porque el aro de luz que los rodea llamó mi atención. Y estuve ahí y pensé que estas imágenes son como una bendición para este país, porque en estos tiempos, en México, se celebran cientos de actos en que alumnos egresan de todos los niveles escolares, desde preescolar hasta superiores (¡ah, qué desplante tan de nube alta cuando los pichitos se visten con toga y birrete, como si fuesen universitarios!)
Fotografías similares a ésta son el pan nuestro de cada día, un pan que huele a recién salido, que tiene el aroma de la tradición.
Imaginemos que nada sé de este aro de luz en que la alegría es como una mariposa que aletea; imaginemos que desconozco el motivo de su satisfacción. Entonces, juguemos a imaginar que nuestra patria está hecha de esta sustancia, de integrantes de familias bien avenidas, que, a diario se abrazan y alimentan sus espíritus y se toman fotografías (mil fotografías, muchas más), para infundir esperanza y para agradecer las bendiciones. Porque esta fotografía bien puede sintetizar la armonía de la unidad.
Pero lo cierto es que sí conozco a los integrantes de esta familia, por lo mismo sé que cada una de sus acciones están dedicadas a agradecer las bendiciones del Dios en el que creen. Sé que son ramas que no están derechas, porque la perfección no existe en los árboles hechos de carne, pero soy testigo del camino que siguen día a día, senda en la que fortalecen su unidad y en donde cada acción está dirigida a enaltecer su espíritu, tratando de no ofender al prójimo.
Sé que ellos son una familia modesta, pero altísima en valores; sé que su principal blasón es ser hijos buenos del universo; sé que ellos habitan en una comunidad rural modesta, pero altísima en cielos encumbrados y limpios; sé que ellos son lo que acá se muestra: rostros puros de corazón transparente. Todas las mañanas se levantan y, por la ventana, observan los árboles llenos de pájaros y las plantas llenas de flores que convocan colibríes, mientras un coro de mil aves (más, muchas más) nutren la tierra con sus cantos.
Imaginemos que esta familia es una más de los miles de familias que, en esta temporada, acuden a auditorios, salones, canchas de básquetbol o improvisados escenarios en el patio terregoso de la escuela, para celebrar el término de un ciclo escolar, sea éste el que sea, y se fortalecen, en unidad, por haber contribuido a que un eslabón de esa cadena alcanzó un objetivo, ancla para el ulterior sueño. Este tipo de fotos celebran el éxito y la unión.
Imaginemos que ese universo de fotografías sea la imagen del México que deseamos, un México unido, feliz, lleno de esperanza, esperanza que se fortalece con el trabajo diario, con el diario alimento que es la buena acción.
Imaginemos que imaginamos un país donde la sonrisa satisfecha es el alimento para el alma y el mejor deseo para un país lleno de imaginación y pleno de satisfacciones.
Imaginemos que no conozco a los integrantes de esta familia, que no conozco el río de agua limpia que son; imaginemos que nunca me he topado con ellos a mitad del camino. No obstante, sin conocerlos advierto un aura de luz que me motiva a acercarme a ellos y desearles, de corazón, que les vaya bien y, de paso, agradecerles que nos regalen una estampa de una familia integrada, como deben ser todas las familias de esta, en ocasiones, desintegrada patria.

sábado, 8 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON CARA DE ÁRBOL EN PRIMAVERA




Querida Mariana: Soy muy de casa, pero me encanta la calle. En la calle, más que en cualquier otro espacio, encuentro deslumbres. Fijate que el otro día iba rumbo al parque central, caminaba por la calle de El Calvario, venía del barrio de la Cruz Grande, pasé por la casa donde vivió doña Lolita Albores, por Megacable, crucé la calle y sentí el aroma agradable que emana del Café Comitlán y cuando llegué a la papelería Santa Lucía miré un letrero que decía lo siguiente: “Servicio de clase mundial, ahora en Comitán ¡con precios comitecos!”. Por supuesto que llamó mi atención. Era un anuncio de “Diagnostícate. Grupo médico”
Desde la banqueta de enfrente vi el edificio de dos plantas que alberga esta institución.
¿Mirás qué llamó mi atención? El concepto “Servicio de clase mundial”, y el concepto “precios comitecos”. Así que crucé la calle y entré por un pasillo, muy limpio, muy claro, hasta llegar al módulo de atención. Entonces (ya me conocés) me presenté y pregunté qué significaban esos dos conceptos. ¿Tenemos en Comitán un servicio de clase mundial, con precios comitecos? El contador estaba a punto de ofrecerme una explicación cuando escuché una voz a mi espalda. ¡Esa voz era la de mi amigo, el doctor Joaquín Ramírez Aguilar!
¿Vos conocés al doctor Joaquín? No lo sé. Lo que sé es que sí has escuchado hablar de él (vivimos pues en Comitán, pueblo comunicativo) o has escuchado su voz a través de la radio, porque él conduce el programa “Salud sin fronteras”, desde hace catorce años, ¡catorce años! En ese programa realiza una campaña ejemplar de prevención, en el tema de salud. Lo ha hecho sin otro interés que orientar a la población. Los expertos han explicado que en materia de salud lo más importante es la prevención. ¿Para qué esperar enfermarnos si podemos evitar la enfermedad? Bueno, pues el doctor Joaquín, una vez por semana, usa los micrófonos de la radio pública mexicana para enviar su mensaje alentador. ¿Cuántos le hacen caso? ¡Ah, esa ya es otra historia! Decía la tía Inés, que miramos el hueco y, en lugar de alejarnos, nos acercamos para curiosear, con el riesgo de caer en él.
Reconozco la labor meritoria que realiza el doctor, pero mi admiración hacia él no sólo se reduce a su trabajo en la radio, sino que se extiende al afecto que le guarda mi mamá, porque mi madre me cuenta que el doctor laboró en la Cruz Roja en el tiempo que ella también destinó su tiempo y cariño a esa institución como presidente de las damas voluntarias. Mi mamá, muy orgullosa, me cuenta que el doctor corre a abrazarla siempre que se la topa en la calle o en algún otro lugar. Esto fortalece mi espíritu.
Así pues me dio gusto escuchar su voz y enterarme que “Diagnostícate. Grupo médico” es una institución que él creó. Ya no hizo falta que el contador me narrara en qué consisten los dos conceptos, porque fue el doctor Joaquín quien (el día de su cumpleaños) me dio la explicación, ahora sí que, como dicen, los clásicos “in situ”, porque hicimos un recorrido en el cual me explicó con generosidad la función de cada uno de los departamentos, para que comprendiera por qué dice que en Comitán tenemos ya un servicio de clase mundial.
¿Precios comitecos? Cuando vi que era el doctor Joaquín quien me atendía, de inmediato pensé en su papá, quien durante muchos años fue comerciante en el pueblo y cuyo negocio se llamaba “El baraterito”; es decir, sin duda que en el lema hay un reconocimiento al nombre de la negociación paterna. Eso de precio comiteco es muy decidor, alude a un precio afectuoso, a un costo que tiene mucho qué ver con el modo de ser de los habitantes de esta ciudad. Hay también, así lo percibí, un reconocimiento a paisanos, un poco como decir: ¡seamos candiles de la casa y de la calle, alumbremos a todos, pero, de manera privilegiada, a los nuestros!
El doctor Joaquín, en su programa de radio, tiene una amplia audiencia, no sólo en Comitán, sino en toda la región, abre la mano, de manera generosa, y reparte sin distingo, como por lo regular sucede con todos los programas radiofónicos. La radio es un medio de comunicación muy generoso, no hace diferencias ni regatea, en esto radica su poder. Por esto, cuando la radio comercial nos atiborra con reggae nos volvemos reguetoneros, y muchos se convierten aficionados al jazz cuando la radio pública siembra este género musical. La radio injerta lo bueno y lo malo, porque es un medio de gran penetración (sin albur, sin albur, por favor).
El doctor ha sembrado buena semilla y ahora lo sigue y lo seguirá haciendo. Ahora nos está diciendo que, si hay pacientes que necesiten un servicio médico, que lo hagan con servicios de clase mundial y a bajo costo, que paguen ¡precios comitecos!
Muchos amigos han insistido que los comitecos reconozcamos nuestros valores y que cuando hagamos algo bueno digamos que lo hicimos ¡a la comiteca!; es decir ¡bien hecho! Nuestro pueblo es un pueblo que proviene del trabajo de gente sabia y buena. Medio mundo reconoce que somos una sociedad privilegiada, que no debe permitir que sus valores esenciales se degraden.
Eso de ¡precios comitecos! nunca lo había hallado en nuestro catálogo de valores. Ahora pienso que esto debe estar en concordancia con todos nuestros actos, que hinquemos más la idea de vivir ¡a la comiteca!; es decir, con armonía, con integridad, con ética, con felicidad.
Durante muchos años, los comitecos apreciaron los valores esenciales con que estaba conformada cada patio de nuestro espíritu. Doña Lolita Albores recordó, en memorable crónica, que cuando era temporada de Día de Difuntos, los comitecos tenían una tradición ejemplar: la del quinsanto, y que consistía en el reparto de bocaditos entre vecinos y amigos. Una persona llevaba un platito con pan, calabaza en dulce y fruta, y, al día siguiente, quien había recibido el presente regresaba el plato con otro bocadillo. En este simbólico intercambio había un reconocimiento del hilo de la amistad, que está conformado, de igual manera, por otro hilo, pero invisible, lleno de luz. Los comitecos reconocían que conformaban una sociedad en convivencia y que, si todos estaban en armonía, el pueblo crecía en medio de una burbuja gentil.
Advertí, en los consultorios de “Diagnostícate. Grupo médico” la calidad de los equipos, que corresponden a la más alta tecnología, con lo que se comprueba el lema de que, ahora, en Comitán contamos con servicio de clase mundial, la tecnología aplicada al servicio de la medicina. Por ejemplo, el doctor me dijo que el equipo de elastografía es el primero que hay en nuestra ciudad. Si buscás en el Internet (como lo hice yo, en cuanto llegué a la casa), encontrarás que la elastografía es “una técnica de exploración novedosa, no invasiva”, que diagnostica, por ejemplo, cómo anda eso que llaman hígado graso. Ni vos ni yo somos expertos en el tema, pero sabemos que un hígado que ya acumuló grasa de más puede derivar en cirrosis. Si alguien se hace el estudio elastográfico podrá determinar cómo anda su hígado. Recordá que el traguito, en cantidades inmoderadas, ocasiona problemas al hígado y, la mera verdad, los comitecos, en ocasiones le metemos de más al charrito y al güisqui en las rocas (ahora me acordé del chistorete de tío Pancho que siempre bebió su güisqui sin hielo, pero que lo bebía sentado en una piedrota de Uninajab para que dijeran que tomaba güisqui ¡en las rocas!).
Agradecí la gentileza del doctor Joaquín que me destinó más de una hora de su valioso tiempo para enseñarme los cubículos de ultrasonido, densitometría, mastografía digital (este aparato, me dijo, es de última generación) y demás servicios médicos. Cuando estábamos en la visita llegó el doctor Ruiz que llevaba a su papá para que le hicieran un estudio de sangre. En cuanto ellos salieron entramos nosotros (sólo para que yo conociera) y el doctor Joaquín me mostró cómo, para evitar el doble o triple piquete que a veces nos dan los “sacasangre” en laboratorios, acá tienen algo como un escáner donde ponés el brazo y el aparato amplifica la imagen para ver con precisión en qué lugar está la vena donde debe picar el químico, porque, debo decirlo, los responsables del departamento de muestras sanguíneas son dos químicos, y no técnicos. Esto garantiza la calidad de los estudios.
En fin, querida niña, salí contento de la visita guiada, porque entendí la importancia de que en nuestro pueblo existan instituciones de clase mundial, con precios ¡comitecos!
Posdata: Nos despedimos. El doctor se preparaba a trabajar. Pucha, ni en su día de cumpleaños descansó. Espero que a la hora de la comida haya bebido una su copita de comiteco reposado. Digo. Me encanta estar en mi casa, pero reconozco que es en la calle donde, con frecuencia, me topo con asombros.