lunes, 18 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN PAISANO TALENTOSO

Querida Mariana: te paso copia de una foto que encontré en el Archivo del Colegio Mariano N. Ruiz. Al fondo, en el centro, está el maestro Jorge Gordillo Mandujano, nuestro director general emérito. En ese tiempo era maestro de grupo, en la escuela del padre. ¿De qué año es la foto? No hay datos en la parte posterior de la foto, como era costumbre, pero puedo decir que es de principios de los años sesenta, del siglo XX. ¿Me atrevo a aventar otro supuesto? ¡Me atrevo, total! Los chicos de la foto son alumnos del sexto grado de primaria. Vos sos muy joven, no reconocerías a ninguno, pero por acá andan algunos de ellos, ya setentones. Yo sí identifico a varios, pero, si me permitís, hoy hablaré sólo de uno. Un chico que está en la segunda fila, de acá para allá. El segundo, de derecha a izquierda, es Francisco Javier Mandujano Ortiz, si ves con atención mirarás que es el chavo que tiene el cabello más güerito, ¡cómo no!, él es hijo del maestro Güero. ¿Ya viste cómo todos ven con atención hacia la cámara? Ninguno se distrajo, algunos salieron muy serios y otros sonrieron. Javier mira hacia el horizonte, como todos. Lo remarco, porque luego, Javier se dedicó a ver el cielo, no sólo como pasatiempo sino como una de sus grandes pasiones. Javier nació en Comitán, el 16 de junio de 1953. Como ya dije, es hijo del maestro Javier Mandujano Solórzano y de Doña Carmelita Ortiz. Su casa estaba frente a donde ahora está Elektra, la casa tenía un patio y en la parte posterior una alberca donde la familia nadaba. Ya te conté que en ese tiempo pocas residencias contaban con piscina. Como reprobé inglés en la secundaria, mi papá le pidió a Javier que me diera un curso de regularización, así llegaba a su casa, me atendía en el comedor, mientras me enseñaba cómo los cartelones que aparecían en las vitrinas del Cine Montebello no correspondían a los títulos originales en inglés. Siempre ha sido así, los títulos de las películas no corresponden a una traducción literal. Yo hacía los ejercicios que me ponía y él caminaba de un lado a otro del comedor haciendo brazadas en el aire, como si nadara. En 1975 saludé a Javier en la Facultad de Ingeniería, ya estaba a punto de titularse como Ingeniero Químico Metalúrgico, en la UNAM. Hallé que su tesis tuvo el siguiente tema: “Determinación de la composición más probable de muestras patrón de aleaciones de cobre”. ¿Por qué dije que luego se apasionó con ver el cielo? Pues porque, nuestro destacado químico metalúrgico ha sido, en dos ocasiones, presidente de la Sociedad Astronómica de México, A. C., que es una sociedad que se encarga de difundir el conocimiento de la astronomía. Tal vez voy a inventar, pero recuerdo que en una ocasión vi un telescopio en su casa. No sé si el maestro Güero fue aficionado a buscar las nueve estrellas de Balún Canán o Javier junior se aficionó desde joven. Al saber esto, cualquiera podría pensar que la vocación de Javier era la astronomía y no la química metalúrgica, pero él imparte clases de su profesión (fisicoquímica y química inorgánica experimental) y es asesor de tesis de dicha materia, pero, sin duda, la gran pasión de su vida es la observación del cielo, por esto, en varias universidades e institutos lo invitan a dar conferencias con el tema, por ejemplo, hallé en Internet que impartió una charla con el siguiente título: “Agujeros negros, los superhéroes de la naturaleza”. ¡Nadita! Otra conferencia que impartió se titula: “Astronomy in the land of the Aztecs”, que, con el inglés básico que me enseñó sé que significa Astronomía en la tierra de los aztecas. Su ficha biográfica dice que, como aficionado a la astronomía, ha participado en diversos programas de observación internacional; es miembro de la American Association of Variable Star Observers (AAVSO), donde ha colaborado en la observación solar diaria, así como de cometas. Posdata: Javier es uno más de los paisanos talentosos que están diseminados en todo el mundo; él es uno más de los niños comitecos que pepenó esencias en nuestro pueblo. Ya podés imaginar cómo era el cielo comiteco en noches estrelladas, limpias, diáfanas. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 16 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO

Querida Mariana: no resulta agradable volver con el tema de la muerte. La realidad nos abofetea cada día la certeza de que el fin es parte de la historia de los seres vivos, pero sólo los sabios reciben el final con tranquilidad. A mí me encanta hablar de la vida, disfrutar la vida de los cercanos, pero, a veces, la muerte asoma y entra a las habitaciones, con su estela de congelante, como si al entrar aventara un trozo de hielo. Falleció otro compañero de trabajo, el maestro Roberto Martín Guillén Abarca, integrante de nuestra asociación civil y subdirector del nivel de preparatoria. En cuanto se supo su fallecimiento en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, ciudad donde lo llevaron por complicaciones de diabetes, muchos paisanos manifestaron su pesar en las redes sociales. Llamó mi atención que muchos mensajes hablaban de él en su faceta de artista. Mi jefe, el maestro Huguito, representante legal de la Asociación Civil del Colegio Mariano N. Ruiz, dijo que el profesor Roberto laboró en la institución más de treinta y seis años, inició como maestro de grupo, en la primaria, luego fue nombrado director de ese nivel, y posteriormente pasó a ser director del nivel de secundaria y, en el momento de su fallecimiento, era el subdirector del nivel de preparatoria. Pero, el maestro Huguito dijo algo que corroboró lo que muchos dijeron en redes sociales, dijo que el profe Robert era un niño. La foto que anexo da muestra precisa de ello. Sí, el maestro Roberto fue un gran artista, dos de sus grandes pasiones fueron la música y el baile. La labor educativa le impidió dedicarse en forma profesional a la danza. Él no fue un gran lector, pero sí un gran promotor de la lectura con los alumnos en el aula, siempre que podía tomaba un libro y lo leía en el salón, los chicos lo estimaban, porque era muy juguetón, ¡un niño! En no pocas ocasiones, cuando la mayoría de maestros guardaba la compostura en el acto cívico, el profe Robert hacía una gracejada, como si fuese un estudiante, no podía evitarlo, fue un bromista nato. Siempre reconocí que tenía una veta especial para el humor, en dos o tres ocasiones le comenté que debía dedicarse profesionalmente a ello. Pienso que fue de las personas conocidas que poseía el don inigualable de darle vuelta a cualquier comentario para convertirlo en una gran explosión de risa, siempre le daba una torcedura graciosa, él tenía el don de iluminar la estancia donde todo era solemne. Era un niño sensacional. Claro, a veces los niños molestan los juegos de los adultos y no era bien visto, pero él no podía evitar su natural. Tal vez por esto la vida le resultó difícil, mientras los demás juegan con sus autos de verdad él jugaba con carritos de juguete. Fue un talento desperdiciado. Lo vi siempre lleno de vida arriba del escenario. Para montar coreografías se pintaba solo. Cuando era el Día del Estudiante, él, con otros compañeros de trabajo (recuerdo con afecto a la maestra Laurita, quien desgraciadamente también ya falleció) organizaban un espectáculo dedicado en forma especial, de los maestros para sus alumnos. Ah, qué lleno de vida se veía al profesor Roberto. Quedaba demostrado que lo suyo lo suyo era el reflector en el escenario, ahí estaba su mejor talento. Quienes vieron sus imitaciones recordarán una en especial, la de Juan Gabriel, fue insuperable. Al siguiente día de su fallecimiento ofrecieron una misa de cuerpo presente en el templo de San Sebastián, pero, sin duda, el acto más emotivo sucedió un día después, en el patio central del colegio, donde estuvo de alma presente. Al término del homenaje a la bandera, que se presentó con el protocolo de todos los lunes, el Maestro Huguito dio su mensaje, donde recordó a su amigo y compañero de trabajo, dijo que lo consideró como un hermano, porque el profe Rober fue hijo único y se acercó al Maestro con gran camaradería durante más de treinta años. Al término de su mensaje pidió que todos hicieran un minuto de silencio en homenaje al profesor Roberto y el instante fue impresionante. El patio, que por definición es espacio para las risas, para las bromas, para las carreras, para los gritos, se volvió una burbuja aplastante. A mí me impresionó ver cómo los chicos y chicas formaban una esfera que contuvo el vacío, sin una grieta para el sonido, fue como una inmensa carpa donde sólo aleteó el silencio. Al término, la catarsis, un minuto de aplausos. El silencio es la semilla donde crece la sabiduría y el aplauso es el río que moja las orillas de la creación. El profesor Roberto tuvo esa mañana las dos esencias que lo sostuvieron en vida. Como dijo el Maestro Huguito, el espíritu del profesor Roberto andaba revoloteando ahí, haciendo alguna broma donde los alumnos rieron. Una chica y un chico, en forma espontánea se habían acercado antes del homenaje y pidieron al director general que les permitiera decir unas palabras que habían preparado. Los chicos y chicas del salón llevaban rosas blancas que, posteriormente, dejaron en la oficina del subdirector de prepa. Así que, al término de la alocución del Maestro Huguito pasaron Víctor Hugo García Suaznávar (así, con zeta, me dijo que se escribe su apellido) y Luz Fabiola Sarmiento Vera, se colocaron frente al micrófono y leyeron los mensajes que prepararon. Luz Fabiola dijo lo siguiente: “En nombre de mi grupo 3A deseamos reconocer y honrar a nuestro estimado profesor Roberto Martín Guillén Abarca, quien dio por más de treinta años su servicio, su alma y su corazón. Siempre lo recordaremos como ese maestro juguetón, divertido, bailarín, amable y el único que no temía a reírse de sí mismo. Se ponía a empatizar con nosotros, para jugar o contar historias. Agradecemos con el alma cada una de las cosas que él nos regaló, porque aunque no fue un regalo físico, fue un regalo de su corazón. Lo recordaremos siempre con mucho cariño y al final lo que importa no son los años de la vida sino la vida de los años”. Luego tocó su turno a Víctor Hugo García Suaznávar. “Hoy es uno de los días más tristes del Colegio, por una noticia que no esperábamos recibir. ¡No podíamos creerlo! Desgraciadamente, nuestro profe Rober se nos adelantó de esta vida. Él fue para todos un gran amigo, que diariamente nos dio su bienvenida al Colegio, su cariño, sus consejos. Nos enseñó a ser más fuertes. “Ahora ya no está tu cuerpo presente entre nosotros, pero tu espíritu estará en cada uno de nosotros y en nuestros corazones. Sé que en el cielo estarás en los brazos de tu mamá. Sólo Dios sabe por qué te llevó. Nos dolerá no verte, contar tus chistes, que nos hacía sacar una sonrisa. Profe Rober, mis lágrimas dicen lo que mis palabras no pueden. Mucha luz en tu camino, querido profe Rober. Descansa en paz”. Muchas palabras se dijeron ante la noticia, pero, no sé, tal vez las más luminosas, las más sensibles, fueron las que estos chicos dijeron, que fueron motivadas con la misma sencillez que el aire. Cuando alguien fallece siempre aparece el sentimiento de no haber expresado todo en vida. En los discos pícaros de Doña Lolita Albores hay una anécdota simpática que da cuenta de esta eventualidad de la vida: en el radio dan una nota luctuosa y una señora comenta que a la difunta le hubiera gustado escuchar su nombre. Al maestro Roberto, sin duda, le habría gustado ver todas las manifestaciones de cariño por su labor educativa, y, sobre todo, por su labor creativa. Fue un gran artista, bien pudo brillar en escenarios de todo el mundo, su genio era especial, poseía dones muy personales. Posdata: alguien me comentó en el WhatsApp que esperaba la Arenilla que le dedicaría al profesor Roberto. Ay, querida niña. Estas encomiendas no son gratas. Me encanta celebrar la vida, a mí me da escozor conmemorar a la muerte; me fascina escribir sobre las líneas luminosas, no sobre las tenebrosas. Pero, bueno, la vida (lo sabemos) está hecha de ambas sustancias. Tal vez reflexionar en el fin ayude a valorar más el instante donde los corazones siguen pedaleando la bicicleta de la vida. Sí, querida mía, la vida es un parpadeo. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 15 de marzo de 2024

UN PEDAZO DE CIELO CON MUCHAS ESTRELLAS

̶ ¡Cuidadito y dicen alguna palabra! ¡Nada! Saludan, entregan el regalito y se salen. ¿Oyeron? A la hora que tomaban un vaso de leche, los tres niños habían recibido instrucciones. El orden para saludar a la abuela Herlinda sería Yoli, Mateo y al final Arcelia. La mamá, a la hora que subieron al carro, entregó los presentes, envueltos en papel de china, como es la tradición comiteca. Cada uno de los niños subió en el asiento posterior. Yoli colocó el regalo sobre sus muslos y lo fue acariciando todo el trayecto; Mateo lo dejó a su lado, sobre el asiento, forrado en plástico desde tiempo en que los niños eran pequeños, para que no mancharan la tela; y Arcelia lo puso en el piso, mientras pensaba: “ojalá que se muera, que se muera”. La mamá arrancó el auto y prendió la radio. La voz del locutor y la de los cantantes fueron las únicas que se escucharon en todo el trayecto. La mamá puso atención a lo que el locutor decía y tarareó algunas líneas de canciones conocidas. Pensó que la situación del país cada vez estaba más catastrófica cuando escuchó la noticia del hallazgo de cuerpos en una fosa clandestina. Sonrió con tristeza al recordar que su mamá Hermelinda le recomendaba que no se casara, y cuando ella no le hizo caso, la mamá insistió en que no se embarazara, que no trajera hijos a sufrir. Tampoco le hizo caso, tuvo tres, y acá están: Arcelia en primer grado de secundaria, sabe que fuma; Mateo, en quinto de primaria, siempre llega con moretones y con la mochila deshecha; y Yoli, quien estudia el segundo de primaria, y es una niña linda. En ella tiene puestas todas sus esperanzas. Mateo padre los abandonó. Su comadre Idolina le dijo una tarde que lo habían visto en el puerto de Veracruz, que trabaja como estibador, que está muy flaco, que está pagando ya el karma que le toca por haber sido tan ingrato. Ella enterró su recuerdo desde el momento que supo que se había ido con otra mujer y se dedicó a atender a sus hijos, con mano dura, como está la situación no puede ser permisiva, mano dura, le dijo su mamá y mano dura aplica. Las dos niñas se pegaron al cristal y vieron el movimiento de la calle: el perro hurgando en las bolsas de basura; la anciana, quien, con su bastón, espantaba al perro que le disputaba las manzanas podridas; el niño que, en el crucero, lanzaba tres naranjas al aire y las cachaba con destreza; la ambulancia que pasó a su lado con la sirena a todo volumen. Mateo sacó su celular, le bajó volumen y se puso a jugar. Así permaneció hasta que llegaron al hospital. La mamá buscó un cajón libre, pensó que podía estacionarse en un lugar especial para discapacitados, pero recordó que en un hospital esos espacios son necesarios en verdad. Halló un lugar vacío en la última fila del estacionamiento. Sacó un parasol, lo abrió y volvió a recordarles a los niños la recomendación. Los niños asintieron sin decir palabra alguna. La mamá pensó que sus órdenes se cumplían; pero luego decidió que debía ser menos prohibitiva. ¿Qué sucedía si su mamá preguntaba el contenido del regalo? Dejaría que los niños explicaran. Se sentó en una banca y con la mano invitó a que los niños hicieran lo mismo. Mateo y Arcelia dejaron los regalos sobre la banca; Yoli lo sostuvo entre su regazo, sin dejar de acariciarlo. ̶ Tampoco sean groseros. Saludan a su abuelita, la abrazan y le dan el regalo. Si ella pregunta qué es, le dicen qué es. ¿Qué dirás Mateo? ̶ Que es un perfume, para que no huela feo. ̶ ¡No! Por supuesto que no dirás eso. ¿Qué dirás? ̶ Que es un perfume. ̶ Me parece bien, ni una palabra más. ¿Oíste? ̶ Sí. ̶ ¿Arcelia? ̶ Le diré que es una cajita laqueada. ̶ Muy bien, ni una palabra más. ̶ Sí, mamá, ya entendí, no soy tonta. No diré que ahí podemos colocar sus cenizas en cuanto se muera. La mamá levantó la mano, pero Arcelia se paró. ̶ Es broma, mamá, nada diré, ya todo está dicho, vos lo sabés. ̶ ¿Yoli? ̶ Pues que es una colchita para que se cubra sus piecitos, que es una colchita con muchas estrellitas. ̶ Sí, niña, así está bien. Por favor, nada más. Entran como quedamos y ya luego paso yo, me despido y vamos a tomar un helado, ¿les parece? ̶ Nos parece, así celebramos su último adiós. Pero que sea con doble bola. Basta de escatimar, ya pronto tendrás la herencia ̶ dijo Arcelia. La mamá volvió a hacer el intento con la mano derecha, pero Arcelia estaba lejos. Se pararon y fueron al edificio, entraron al vestíbulo, luego al elevador, piso cuatro, cuarto 412. La mamá abrió la puerta. La abuela Herlinda tenía los ojos cerrados, pero dijo: ̶ Lobo, ¿estás ahí?, sonrió y abrió los ojos. Yoli entró, besó a la abuelita, ella le acarició la cabellera con diadema roja, y la niña le entregó el paquete envuelto en papel de china, color azul. ̶ ¿Qué me trajiste, hijita? ̶ Es una colchita, abuelita, para que te caliente los pies. La abuela Herlinda la besó, abrazó el regalo. La niña se despidió, mientras entraba Mateo. ̶ Lobo, ¿estás ahí? ̶ preguntó la abuela. Mateo dejó el regalo sobre la cama y dijo: ̶ Te traje un perfume. ̶ ¿Para que yo no huela feo? ̶ preguntó ella y sonrió. Mateo se hizo a un lado, para dejarle espacio a su hermana Arcelia. ̶ Lobo, ¿estás ahí? Arcelia dijo: ̶ Te traje una cajita laqueada ̶ . Y se agachó para decirle algo al oído, pero la anciana la apartó de un manotazo. ̶ No, Arcelia, no hay necesidad de que gastés tu saliva. Ya sé, es para que ahí depositen mis cenizas, niña perra, maldita seás para toda la eternidad. La mamá escuchó los gritos, entró, vio que su mamá tenía agarrada de la garganta a su Arcelia, ésta luchaba para desasirse. Por fin, la tenaza se aflojó, al mismo tiempo que lo hacía el cuerpo de la abuela, su cabeza quedó sobre la colchita azul, con muchas estrellas.

jueves, 14 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON PERSONAJES

Querida Mariana: acá están Don Roberto Rojas y Don Fermín, el cerrajero que tiene su negocio en el inicio de la subida al templo de Guadalupe (o al final de la bajada, si venís de allá). Don Fermín es un gran cerrajero, medio mundo de acá lleva sus llaves para que él les haga duplicados. Ah, qué bonito oficio, saca copias de un original. Pero, él también, desde siempre, ha sido un gran practicante y admirador de un juego maravilloso: el billar. En la foto se alcanza a ver un extremo de una mesa de carambola, en la pared los cuadros donde se colocan los “tacos”, un pizarrón con anuncio de conocido refresco, conocidísimo y la mano derecha con cigarro de algún aficionado al billar. Quien diga que sólo Fermín tiene “el taco” se equivoca de esquina a esquina. Los conocedores dirán de inmediato que Roberto carga su taco personal en el maletín que lleva al hombro. Los instrumentos profesionales pueden estar segmentados. Como en cualquier deporte, en el billar existen diversos tipos de chunches para practicarlo. Ya dije quién es Don Fermín, es campeón para sacar duplicados de llaves. ¿Quién es Don Roberto Rojas? También es campeón, es campeón mundial en carambola de fantasía. Vo sabés que subo una serie de fotografías donde dejo en claro que al estar al lado de un amigo o amiga es mi privilegio. Acá, ambos personajes posan para el fotógrafo, con la conciencia de que el instante detenido es un privilegio de vida. Ni me preguntés cuántos años tiene la foto, ya tiene sus buenos añitos, pero Don Fermín la conserva en su taller con el afecto de estar al lado de un campeón mundial, considerado el mejor jugador mexicano de tal disciplina. Digo que el billar es un deporte maravilloso y un juego sensacional. Es una pena que en Comitán fue muy mal visto y, en los años setenta, no era permitido que los jóvenes entraran a los billares. Claro, ¡entrábamos! No hay mejor manera de impulsar un acto que declararlo prohibido. Te conté que Humberto, hijo de mi tío Ramiro Bermúdez, me llevó por primera vez a un billar. Había un billar medio perdido en el barrio de Guadalupe, en una avenida que da al parque. Humberto y yo fuimos un domingo y él puso en mis manos el primer taco y me dio las primeras lecciones para jugar pool. Se sabe que en el billar los más excelsos jugadores practican la carambola, porque requiere más pericia. En el pool das un golpe de mazazo a una bola en busca de que las otras, una a una, vayan cayendo en la buchaca. En la carambola los tiros son exquisitos, se requiere un mínimo conocimiento de los diamantes y del “chanfle” que debés darle a la bola para que obedezca tus indicaciones. Ahora que lo pienso digo que el billar, tal vez, fue el deporte que más practiqué en la juventud. En dos o tres ocasiones mi mamá (que tenía su tienda a pocos pasos del billar Nevelandia) llegó a sacarme del salón, porque no debía estar ahí. Los alumnos de la prepa nos pelábamos de clase para ir a jugar pool. “Nevelandia” lo teníamos a cuadra y media. ¿Por qué? ¿Porque ahí todo mundo fumaba? ¿Porque había apuestas? ¿Porque hablábamos con un lenguaje subidito de tono? ¿Porque solo había hombres? Sí, los menores de edad no debían entrar a las salas de billar y mucho menos las mujeres. ¡Qué absurdo! Cuando vi la película de Disney donde el Pato relaciona el juego del billar con el conocimiento de las matemáticas lamenté que mi mamá no estuviera sentada a mi lado para decirle: mirá, el billar es un juego científico. El billar aventaja al ajedrez por la actividad deportiva que conlleva, mientras los jugadores del ajedrez permanecen sentados en una partida, los jugadores de billar hacen mucho ejercicio al estar dando vuelta y vuelta alrededor de la mesa. El billar tiene, como cualquier actividad, un lenguaje especial, quien da el servicio se llama “coime” y los extremos de las mesas se llaman “bandas”. Digo que parte de su mala fama se debe a esta última palabra. Imaginá que llegás a casa y mencionás la palabra. Arde Troya. Don Fermín fue un fanático del billar, sobre todo de carambola, por esto, acá anda muy chento al lado de un campeón mundial. Mi amigo Ramiro Suárez es un gran jugador de billar, heredó el gusto de su papá Don Armando, quien, si no me equivoco, en algún momento de su vida tuvo un salón para juego. Don Armando fue un gran tipógrafo, de ahí heredó el oficio mi amigo Luis Armando, director general de la editorial Entre Tejas. Posdata: Con Ramiro fuimos muchas veces a jugar al billar de Rayón, a una cuadra del parque de La Pila. El problema es que confundíamos el billar con el tragar y después de echarnos una partidita de carambola (donde siempre me ganaba) nos echábamos una pachita de tequila. Con esto confirmaba la sospecha de mi mamá: el billar era un lugar no apto para jóvenes. ¡Lástima! Porque el billar es uno de los deportes más hermosos y sanos del mundo. Los años setenta ya están lejos, ahora muchos jóvenes practican este deporte, no sólo varones, también mujeres. En muchas residencias comitecas tienen mesas para la práctica. Es un deporte genial, por eso Don Fermín es un apasionado. ¡Tzatz Comitán!

martes, 12 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA PRESENTACIÓN

Querida Mariana: la historia es sencilla. El comiteco Omar Ruiz Gordillo pasó una relación de personas para enviar invitación, así, el Maestro Enrique Ramírez Herrera, Coordinador de Difusión, del Centro INAH Veracruz, mandó oficios para asistir al guateque cultural que promueven. Así, Omar hizo favor de incluirme en la relación y me llegó una invitación para acudir a la ciudad de Veracruz al inicio del ciclo, el día 14 de marzo de 2024, en calidad de asistente. No viajo, pero agradezco el gesto y felicito a Omar porque uno de sus libros será presentado, el citado día, a partir de las siete de la noche, en la Sala Ida Rodríguez Prampolini, del Centro Cultural Exconvento Betlehemita, ubicado en Francisco Canal sin número, esquina Zaragoza, del Centro Histórico de Veracruz. En la dirección sólo falto que incluyeran: en la histórica Veracruz. Me enorgullece poder participarte este acto, que honra a nuestro paisano, porque Omar se ha distinguido por realizar un excelente trabajo en campo y en el gabinete. Omar no sólo publica libros relacionados con su profesión, también lo hace en el terreno de la poesía y de la narrativa. A mí me encanta su trabajo narrativo, es muy buen narrador. ¿Recordás que te platiqué el buen sabor de boca que me dejó su novela “Heredades”, que tiene como entorno a Comitán? Omar tiene una gran memoria visual, pepenó muchos sucesos en su infancia y posee una gran capacidad para compartir con sus lectores. Pero, digo, Omar no sólo publica ficción, también libros con ensayos históricos. Por ahí me enteré que presentó, hace tiempo, un libro que se llama “La antigua Veracruz”, con sólo ver el título uno advierte el contenido, el arduo trabajo de investigación para dar el aporte histórico del estado donde radica actualmente, lugar donde ha trabajado durante muchos años. En la invitación que recibí, aparte de recibir un saludo por parte del antropólogo José Manuel Bañuelos Ledesma, director del Centro INAH Veracruz (¡nadita!), me enteré que “con la finalidad de promover la producción editorial académica y de divulgación (…) el Departamento de Difusión del Centro INAH Veracruz en colaboración con la Secretaría de Cultura del estado de Veracruz y la Librería Mar Adentro, llevará a cabo el Ciclo de Presentaciones de Libros 2024…” ¿Mirás? Pucha, qué interesante labor. Comparto con vos la información para que veás la importancia del trabajo que por allá realizan. Yo tengo poco conocimiento de la actividad cultural en Veracruz, pero sí sé de la intensa actividad cultural que se desarrolla en la capital de aquel estado: Xalapa. Xalapa (tierra donde viven mis primos, hijos de mi tío Mario Torres, y toda la querida sobrinada) es una ciudad realmente exquisita en materia cultural. Veo que Veracruz no se queda atrás. Así pues, el Ciclo de Presentaciones de Libros 2024 inicia con la presentación del libro “Sabana Caramé”, cuyo autor es Omar; y con la presentación del libro “Memoria de piedra y barro. Arqueología de Paxil, Ídolos y Díaz Mirón, municipio de Misantla, Veracruz”, de Mauricio Damián Cuevas Ordóñez y Enrique Rodríguez Rechi, con la coordinación de nuestro paisano. Mirá pues cuánta actividad desarrolla Omar. Fuera yo como Pancho Pantera (fuerte, audaz y valiente) ya habría preparado maleta y estaría rumbo al puerto jarocho, pero vos sabés que con trabajo llego a Pantera Rosa y difícilmente paso de Chacaljocom, así que no queda más que celebrar desde nuestro pueblo el éxito del paisano. Ya habrá oportunidad de saludarlo acá, cuando venga a presentar uno de sus libros. Digo saludar, así de lejitos, porque ya mirás que tampoco voy mucho a presentaciones, por esto de la pandemia que aún continúa. Posdata: ¿qué es Sabana Caramé? Busqué en el Internet y hallé que es el nombre de una comunidad, situada en el municipio de Playa Vicente, en el estado de Veracruz. ¡Ya, ya! Entonces, lo que presenta nuestro paisano es un libro con estudios antropológicos, digo yo, un libro que habla de ese poblado que en el censo de 2020 arrojó el dato poblacional de 64 mujeres y 69 hombres, un poblado pequeñísimo. Debe estar muy interesante. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 11 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON LA CASA DEL NIÑITO FUNDADOR

Querida Mariana: la casa del Niñito Fundador ha cambiado. Los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz, de los años sesenta, conocimos la casa original. La familia Pedrero ha sido devota del niñito. Cuentan que, en esa devoción, uno de los Pedrero, que andaba en el ajo de la política estatal, en agradecimiento o por petición, mandó a techar el espacio y a colocar la imagen del niño en un nicho especial. En los años sesenta había un bello jardín, simpático, a la entrada, ya luego una ermita donde estaba el niño. Los alumnos católicos (¡ah, la candidez!) entrábamos a pedirle al Niñito que nos hiciera el “milagro” de pasar los exámenes. El otro día te platiqué de la madre Sara, quien fue una de las que vivía en la misma casa del Niñito, porque era integrante de la orden de las madres franciscanas. No sé cómo mi amado Abraham Gutman se enteró del contenido de la carta y, sapientísimo como es, me envió un audio con una relación de las monjas que vivieron en ese lugar, en esos tiempos. Pensé que, tal vez, este apunte no está en el libro de nuestra historia y debíamos aprovecharlo. Así como mi amado Gutmita, no sé cómo, se entera de lo que te digo, pues ahora vos te enterarás de lo que me contó. Para comenzar diré que Abraham es ahijado de quien fue la superiora de la casa: la madre Mercedes de Jesús Martín del Campo. Esta religiosa fue muy querida en el pueblo. Gutmita dice que los milagros que reconocían al niño eran por mediación de la religiosa, que era un pan de Dios. ¿Por qué Gutmita conoció a varias religiosas de aquellos tiempos? Dice que iba a recibir el catecismo y se hizo querer por la mayoría de monjas. Yo conocí la casa cuando fui alumno de secundaria de nuestro Colegio Mariano; luego, como fui compañero de trabajo de la madre Sara entré en varias ocasiones al salón que ella acondicionó para dar clases de regularización y en una ocasión entré a la pequeña sala que las religiosas tenían y que estaba al lado del pasillo donde estaban los cuartos de las madres. Ya sabés cómo somos los comitecos, siempre que me despedía de la madre Sara, un compañero de trabajo me decía: ya sé, ya sé, saliste de ahí porque el lugar huele a madres, ¿verdad? De la relación que Gutmita me pasó en un audio, aparece primero el nombre de la madre María de Jesús Crucificado (¡échate un nombrecito!), dice que ella era madre superiora, pero que quien fue más reconocida fue la madre Mercedes. Luego mencionó a la Madre Jacobina, que era oriunda de San Luis Potosí, y que era la encargada de hacer las hostias, oficio sabroso. No sé si en la actualidad aún venden los retazos de las hostias, a veces, con los cuates íbamos a comprar bolsitas con las tiras sobrantes. No sé de qué hacen las hostias, pero son muy ricas. A mí me gustaba comulgar, no tanto por recibir a Cristo, sino por sentir la delicia de la hostia deshaciéndose en mi boca. Por eso, con los compas comprábamos los retazos y le entrábamos con fe, con mucha fe, aunque no estuvieran benditas. Luego Gutmita mencionó a la Madre Susana, cuyo oficio era andar por todo Comitán, pidiendo limosna, en ocasiones la acompañaba la Madre Dominga, quien era una “madresota”, porque era de complexión robusta. Digo que los comitecos son pícaros, fijados. En una ocasión estaba con unos amigos en lo alto de la subida de San Sebastián y vimos subir, con dificultad, a una de las madres (tal vez era la madre Susana), al ver el esfuerzo que la religiosa hacía uno de los compas dijo: “qué chinga si no hay cielo”. Gutmita mencionó después a la madre María Romero, que era de Guanajuato. Dice que años después, ya Gutmita siendo grande se topó con ella en un hogar de niños inválidos, una labor difícil, especializada. Al final de la relación, Gutmita recordó a dos monjas más, a la madre Consuelo García y a la famosa madre Rosario Zapata. Posdata: hoy son otras religiosas las que viven en la casa del Niñito Fundador. El Niñito es venerado por muchas personas del pueblo y de otras regiones. Con frecuencia llegan visitantes de otras partes, porque reconocen que les ha hecho favores. Así como la familia Pedrero, hay muchas otras familias que le tienen una especial estima al santito. Hay personas que, cada año, le bordan sus vestidos (ropones, creo que le llaman). Mi sobrina Pau entró por primera vez al interior de la capilla y al ver al Niñito Fundador con el vestido preguntó: “¿es niño o niña?” ¡Tzatz Comitán!

domingo, 10 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN CAMPEÓN

Querida Mariana: expreso mi reconocimiento a Fernando Cuéllar González, quien es campeón en Taekwondo. Fernando tiene doce años de edad, nació con una condición especial, un mosaico de Síndrome de Down. Su papá, el doctor Fernando Cuéllar, dice que es el papá más orgulloso, que su hijo es una lección de vida; su mamá, Irma Aracely González García, dice que se siente muy feliz con su hijo, que los niños con SD no son angelitos, son personas como nosotros, con diferentes capacidades. Estos conceptos de vida hablan de una puntual conciencia social. Todos los seres humanos somos diferentes, tenemos diferentes dones. Los papás de Fernando son un gran pilar para el edificio espiritual que construye su hijo. Imagino la emoción de Fernando cuando está en el tatami en espera del combate. Ahí está él solo, con los valores que su papá y su mamá le han prodigado, con el conocimiento que le ha impartido su maestro Osvaldo López Funes. Acá está dicho todo, los cercanos de Fernando le brindan herramientas para que se desenvuelva en la sociedad. A mí me emociona esto que te cuento. Vos no lo sabés, pero en el Comitán de los años sesenta del siglo pasado, los niños y niñas con SD se les tachaba de “enfermitos”. Dios mío, qué ignorantes éramos. La sociedad los veía con recelo y los propios padres los recluían en sus casas, estos muchachos eran excluidos, permanecían ocultos, sin poder interactuar. Su condición los obligaba a estar prisioneros, cuando alguien salía tantito de casa era visto con morbo. Mi amiga Aurorita fue de las maestras pioneras de lo que se llamó Escuela de Enseñanza Especial, que inició en un local cerca de la fábrica de aguardiente de los Pedrero, allá por el rumbo de La Cueva de Tío Ticho. Aurorita cuenta la labor que hizo ella, con sus compañeras. Indagaban dónde había una niña con SD y allá iban a platicar con los papás, a tratar de convencerlos para que permitieran que su hija acudiera a la escuela, que le permitieran crecer como cualquier niño. Qué labor tan difícil, poco a poco, este trabajo de convencimiento fue rindiendo frutos, una mamá se atrevió a dar el paso y el ejemplo fue seguido, los papás y mamás vieron que sus niños no deberían crecer bajo la sombra, la luz de la vida también era para ellos. Ahora, ¡ah, qué bendición!, no sólo hay instituciones de enseñanza especial, en muchas escuelas reciben a niños con SD y con autismo y estos conviven con los demás compañeritos. Repito: en los años sesenta y antes no fue así. Me encanta conocer estas historias de vida, donde los papás y la sociedad muestran lo mejor de sí, porque las personas con SD son cariñosas, son personas sin discapacidad, con fortalezas diferentes, como cualquier ser humano. Los papás de Fernando son maravillosos, porque todos los días hacen lo que cualquier papá y mamá, se brindan para que él sea una persona de bien, útil a la sociedad. Fernando ha logrado muchos premios y reconocimientos. Alguien me comentó que el 23 de marzo participará en un torneo nacional en la ciudad de Puebla y está en puerta un torneo internacional en Brasil. Cómo no va a ser emotivo esta historia de vida. Los niños y niñas con SD ya no están recluidos en casa, ahora conviven y, en casos como éste, se convierten en campeones. El mundo ahora está pendiente de los Juegos Paralímpicos, donde participan deportistas con discapacidades físicas. Fernando es ejemplo de que el deporte ayuda a incorporarse a la sociedad y de que pueden escribirse brillantes historias de vida. ¿Y si Fernando llega a ser campeón olímpico en Taekwondo? Ningún deportista comiteco ha conseguido la gloria de ser campeón olímpico. Fernando es, como dice su papá, un ejemplo de vida, es una ramita saludable de nuestro enormísimo árbol comiteco. Posdata: ¿querés saber más de la vida de Fernando? Conseguí nuestra reciente edición de Arenilla impresa. El reportaje es un elogio para él, para su papá, para su mamá y para todos los que están cerca y le dan herramientas para que él sea un hombre de bien. Fernando es un campeón, no sólo en lo deportivo, es un campeón de la vida. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 9 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON APUNTES

Querida Mariana: el mundo conmemora este año los cincuenta años del fallecimiento de Rosario Castellanos y se prepara para celebrar el centenario de su nacimiento el próximo año. Recordá que Rosario nació en el Distrito Federal el 25 de mayo de 1925 y falleció en Israel el 7 de agosto de 1974. Las personas que son dadas a hallar semejanzas numéricas dicen que Rosario estuvo marcada por el cinco en su nacimiento y con el 7 en su muerte, y agregan, con el nueve en su estadía en Comitán, por lo de Balún Canán, lugar de las nueve estrellas. El otro día saludé a mi querida amiga Blanquita Tovar en su casa. En esa casa vivió Rosario parte de su infancia y parte de su adolescencia. Actualmente, en la fachada, hay una placa que consigna que ahí vivió nuestra paisana, en tiempo que Eduardo Ramírez fue presidente mandó a colocarla. ¡Bien! Debemos recordar que el papá de Rosario nunca tuvo casa propia en la ciudad. Él tenía paga, pero por alguna situación especial no compró, sino rentó. En el centro están las dos casas donde Rosario vivió. No existe dato preciso del porqué la familia dejó la primera casa donde habitaron (que es la casa donde estuvo el restaurante Ta’bonitío y donde ahora hay un salón de videojuegos). Doña Lolita Albores, que fue amiga íntima de Rosario, decía que cuando caminaba por la calle del templo de El Calvario al parque central miraba a Rosario con su hermanito parados en uno de los portales; es decir, cuando murió el hermanito de Rosario vivían en esa casa. ¿Sería el fallecimiento del niño la causa de cambiarse de casa? Esto que digo es una mera especulación, no me lo creás, pero cuando leemos la biografía de Rosario nos enteramos que la muerte del niño (¡el varón!) fue una enorme tragedia para Don César y para Doña Adriana. Recordá que en la novela “Balún Canán”, la narradora cuenta que un día le dicen a la mamá que morirá uno de sus hijos y ella, transformada, pide que no sea el varón. Pucha, este trauma siempre lo llevó cargando la escritora, porque significaba: si alguien debe morir que sea la niña, no el varón. Pero el niño murió y los papás de Rosario lo sufrieron mucho. ¿Cómo sobrevivir en el espacio donde estuvo la recámara del niño, donde jugó, donde convivió con ellos, donde les dio alegría? Muchas personas cambian el mobiliario y hacen transformaciones a la casa a fin de que el entorno no les recuerde la presencia del fallecido. ¿Por eso se cambiaron de casa? No me hagás caso, digo que es mera especulación. Lo cierto es que la familia se pasó a vivir a la casa que ahora es de la familia de Blanquita, que está frente a la entrada del Pasaje Morales. La casa, me platicó Blanquita, fue dividida en dos. Las dos partes fueron modificadas, la que sufrió más modificaciones fue la parte donde vive Blanquita, porque ahora tiene dos plantas, pero el día que fui a visitarla me invitó a pasar y, como se dice, fui hasta la cocina, más bien hasta el sitio. Ahí, las transformaciones son mínimas, se ve la barda divisoria, con ladrillos sin repello. Tal vez esa barda es la misma que tuvo la casa en tiempos de Rosario, porque, bueno, tampoco hace mucho tiempo de la estancia de la escritora. Rosario y su familia dejaron Comitán, más o menos en 1940, hablamos entonces de ochenta y tantos años. Es probable que esa pared sea la misma que Rosario vio cuando jugaba en el sitio de su casa. Sí, en ese entorno creció la niña que después se convertiría en una de las más brillantes escritoras mexicanas del siglo XX. En la otra parte de la casa, que es del ingeniero Tovar, existe todavía un techo de teja. Pienso que esa techumbre, con ligeros cambios, es la que vio Rosario Castellanos todos los días. Los comitecos somos privilegiados, porque, con modificaciones y todo lo que vos querás, aún están de pie las dos casas donde Rosario vivió. La casa del Distrito Federal donde ella nació ya no existe. Sus biógrafos señalan que la casa marcada con el número 108, en la Avenida Insurgentes, fue derruida. Luego, la casa que compró su papá, en Avenida Constituyentes, frente al bosque de Chapultepec, donde Rosario vivió muchos años, también ya no existe. Existía hasta hace algunos años, pero un día el hijo Gabriel la vendió y los nuevos propietarios derruyeron la casa y levantaron otro edificio. ¡Chin, habría sido maravilloso que el gobierno de Chiapas la hubiera adquirido para hacer un museo en ese espacio! Pero ya sabés que el hubiera no existe, lo único que hay es lo que hay y ya no hay casa de Rosario. Los festejos y conmemoraciones de los famosos sirven para honrarlos, para mantenerlos vivos en la memoria de los pueblos, pero, entre otras cosas, también sirve para desempolvar las historias. De Rosario se ha escrito mucho, pero aún existen muchos huecos que debemos llenar, sobre todo en este pueblo que fue su pueblo, que es su pueblo. Ahora ya contamos con un museo donde se le honra, claro no es el museo más digno, pero ya es algo. Antes nada había para recordarla. Un ejercicio sano es hurgar su vida conforme ella lo contó. Por ejemplo, de su papá, Don César Castellanos, dijo: “tenía una posición social más alta, el prestigio de que había estudiado en Estados Unidos y de que era un señor muy respetable”. ¿Qué dijo de su mamá? Mirá qué dijo: “era una criatura sensible y afectuosa, que provenía de una familia pobre y no de las reputadas como aristocráticas”. De ese árbol viene Rosario, por un lado, familia de aristócratas y por otro lado familia modesta. En esos años los apellidos tenían mucho peso en Comitán, el apellido Castellanos era de abolengo, el otro, el Figueroa, no era de brillo. En el caso de Rosario parece que se cumplió. Rosario reconoció que estaba hecha de esas dos raíces, una con blasón, respetado en la sociedad, y el otro sin mayor mérito social. Cuando César se fija en Adriana y se casa con ella, de inmediato, Adriana pasa a formar parte de la clase alta, pero no deja de ser una mujer de condición humilde. Don César tuvo un hijo fuera del matrimonio, era hijo de una mujer también de condición humilde, al final, Raúl Castellanos, llegó a vivir con la familia y fue tratado como lo que era: hijo del hacendado Don César. Por el otro lado, Rosario tuvo a su servicio una niña que ejercía lo que se llamaba “cargadora”, esa niña era María Escandón, que era sobrina de su mamá, ella jamás logró ascender en la escala social, a pesar de que se dedicó en cuerpo y alma al servicio de Rosario y de los papás de Rosario. En este breve comentario se ve el peso de las clases sociales, el apellido Castellanos era de abolengo, el apellido Figueroa no estaba a la altura. Los biógrafos dan un dato que a veces no es conocido, la fecha del matrimonio de los papás de Rosario, ellos se casaron el 14 de octubre de 1922, los casó un cura conocido en el pueblo, el padre Belisario Trejo. Cuando ellos se casaron, Don César tenía cuarenta y dos años de edad y Doña Adriana tenía 23 años, hubo una diferencia de edades de diecinueve años. En Comitán, como en muchas otras partes de México, se conmemora el aniversario número cincuenta del fallecimiento de Rosario Castellanos. En la revista Arenilla hallarás en los números 39, 40, 41 y 42 textos y dibujos que la recuerdan. Empresas, instituciones y personas destacadas del pueblo patrocinan este homenaje, porque están convencidas que Comitán debe honrar a quien honró al pueblo con su talento. Muchas personas (ya mirás que hay de todo en la viña del señor) dicen que qué hizo Rosario por Comitán. Basta decir que Rosario es la comiteca más reconocida en el mundo. No existe figura alguna que pueda quitarle el sitial de honor. Hemos comentado en varias ocasiones que la novela “Balún Canán” está traducida a varios idiomas, dentro de ellos se cuenta el inglés, francés, alemán, hebreo, italiano y japonés. Lo digo así como si mencionara azúcar y sal, pero la verdad es que esto significa que nuestro pueblo es conocido en muchos países. Ningún otro comiteco ha logrado tal dimensión. Hay muchos lectores en el mundo que hablan de nuestro pueblo porque han leído la obra de Rosario. Sabemos que los escritores son aves que llegan a muchos árboles, Rosario es un pájaro de grandes vuelos, de sublimes cielos. Posdata: sé que en estas conmemoraciones se anotan los actos que realizan los maestros en las aulas, aprovechan la ocasión y dan a conocer a sus alumnos parte de la obra señera de Rosario Castellanos, sólo eso faltaba, que en su pueblo no la leyeran. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 8 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON FOTO DEL INTERIOR DE LA IGLESIA GRANDE

Querida Mariana: la foto que anexo (propiedad del Archivo del Colegio Mariano N. Ruiz) es del interior del templo de Santo Domingo, también llamada iglesia grande. No sé si sea el templo más grande, pero como es el templo dedicado al santo patrono, los comitecos la llaman iglesia grande. La foto que envío fue tomada el día 16 de junio de 1950, con motivo (dice) a la fiesta del Sagrado Corazón, cuya imagen (parece) es la que está al frente en la parte superior. Esta imagen es de un significado especial, pienso que pocas imágenes son tan representativas. En ésta aparece Cristo con una túnica que deja expuesto el pecho donde se muestra el corazón, el sagrado corazón del hijo de Dios. Recordá que nací en 1957, con esto quiero decirte que ya no conocí el interior del templo como se ve en esta fotografía. El padre Carlos le hizo transformaciones, una de las principales fue agregar un retablo en la parte posterior donde estaban estos tres nichos con cúpulas. La cúpula central aún subsiste, ahora en la parte superior está colocada la imagen de Santo Domingo, las cúpulas laterales ya no están, quién sabe adónde fueron a parar. Por ahí deben andar. Actualmente existe el retablo posterior con una serie de pinturas realizadas por el maestro Javier Mandujano Solórzano, el famoso maestro Güero. Dicho retablo tiene cuatro nichos donde están colocadas imágenes de santos y vírgenes. En los templos religiosos no se andan con equilibrios de equidad de género, al templo que entrés siempre encontrarás imágenes de vírgenes y de santos. Todo ayuda a la consolidación de la fe, no falta quien es devota de San Juditas, así como no falta el que es devoto de la Virgen del Rosario. Todo ayuda a llenar las alcancías. Las limosnas son parte fundamental de la devoción. ¿Le pediste un favor a la Virgen del Carmen? Bueno, pues echale un billetito a su alcancía, si te ves codo costará más trabajo el milagro. En las pinturas que mandó a hacer el padre Carlos para el retablo posterior hay un equilibrio perfecto: cuatro imágenes de mujeres y cuatro imágenes de varones. Para que nadie se pelee. La imagen que presentaba el templo en 1950 era de gran sobriedad. Las tres imágenes principales eran acompañadas por ángeles que sostenían báculos que tenían lámparas en la parte superior. Esos ángeles sí andan rondando por ahí, no en el altar, pero sí están en la iglesia grande. Cuando fue la celebración del Cuarto Centenario la mesa central que acá aparece fue sustituida por una de mármol. ¿Ya viste el piso que había? No me exijás cosas que no sé, pero casi casi puedo asegurar que el piso tenía pequeños cubitos de madera, como los que había en el templo de Jesusito (¿todavía están?). Hoy el piso tiene losetas. Tal vez muchas de las bancas siguen sirviendo. Como se ve, tres figuras eran las principales en el altar en 1950: el santo patrono, el sagrado corazón y la virgen de Guadalupe. Claro, los que le saben al argüende dirán que también tenía un lugar privilegiado el “santísimo”, que siempre está en la cajita donde guardan las hostias. Esto de los rituales y ceremonias es muy interesante. Hay gente que reconoce bien los símbolos. En la foto de 1950 hay un símbolo en el centro de la mesa. Cuando se cambió la mesa y se colocó la de mármol, la superficie se sostenía por dos cuerpos laterales, y en ellos había otro símbolo, ya no éste. Posdata: mis papás me llevaron a la iglesia grande, desde niño. No sé cuántos años tenía cuando fui por primera vez, pero lo cierto es que mi recuerdo es de asombro, en realidad a mí me pareció un templo enorme. Mi casa era de cuatro corredores con un patio central, era una casa grande, pero lo que me sorprendió del templo fue la capacidad que tenía para albergar a tanta gente. Claro, luego conocí el Cine Comitán que también era un espacio grande, donde cabían muchos espectadores. Esos fueron mis dos templos, donde abrevé las dos religiones. Ahora digo que sigo siendo católico y cinéfilo, sigo siendo fiel a las dos religiones que me injertaron mis papás. Mi mamá, todas las tardes, ve y oye la misa por televisión, desde su sillón me manda el saludo de paz a la hora que el sacerdote lo indica, pero yo no miro ni escucho la misa, ahora veo y escucho películas en las plataformas. Y descubrí que soy más cinéfilo que católico. La verdad es que de niño me aburría mucho al estar en misa, en cambio, el cine era un verdadero disfrute, por más boba que fuera la película yo me divertía enormidades. El cine me sigue seduciendo. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 7 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON HUELLAS

Querida Mariana: construyeron el Tren Maya. El presidente lo celebró, los ambientalistas se quejaron y los arqueólogos hallaron vestigios. Siempre que alguien mete la pala en la tierra halla vestigios. En las propias casas hay huellas de tiempos pasados. Si vos abrís un hoyo en el sitio de la casa podés hallar chunches de tiempos lejanos. La lógica indica que mientras más profunda es la excavación los chunches son más antiguos. Hay historias de tesoros que fueron encontrados en Comitán cuando alguien excavó en un terreno. Por ahí el pico se topó con algo duro, quitaron la tierra y hallaron una ollita llena de monedas de oro. Con ese simple hallazgo la vida de esas personas tomó un rumbo distinto. Con lo del Tren Maya sucedió un fenómeno similar. Los ambientalistas aseguran que al cavar perjudicaron espacios naturales que sufrirán consecuencias irreversibles, porque es zona de cavernas y de cenotes. Pero cuando las palas y picos se hundieron también hallaron piezas arqueológicas. Fijate que el otro día le di una vuelta rápida a un artículo que escribió Doña Gudrun Lenkersdorf en el libro “Comitán, una puerta al sur”. El artículo se llama “Los comitecos” y es una mirada muy interesante de los habitantes de esta región. Doña Gudrun, junto con su esposo y sus hijos, vivió una temporada en el pueblo y, con su inteligencia natural, observó los comportamientos culturales de los comitecos. Cuando uno se topa con escritores inteligentes cada línea es relevante, todo se convierte en una huella para que los investigadores hurguen, para que saquen la pala y el pico y encuentren chunches que aporten al conocimiento. Al final del primer párrafo, Doña Gudrun escribió que entre 1895 y 1897 anduvieron por la zona el arqueólogo Eduard Seler y su esposa Cecilia Seler-Sachs. Los investigadores y estudiosos saben quiénes son estos personajes relevantes, pero los legos no estamos bien enterados. Me sorprendió saber que ambos alemanes tienen brillantes hojas de vida. Busqué en Internet y hallé que Don Eduard está considerado pionero en el estudio de la época precolombina de las culturas en América. Pucha, ¡nadita! Y su mujer fue una gran fotógrafa e ilustradora sensacional. Gracias a su talento (en época donde la fotografía en color andaba en pañales) el mundo tiene ilustraciones llenas de color de piezas prehispánicas. ¡Genial! Pues Doña Gudrun escribió lo siguiente: “… una población importante ocupaba, ya hace mil años, el lugar que con el tiempo recibiría el nombre calendárico de Balun Canal (o Canan). Restos de sus edificios fueron expuestos y nuevamente tapados al construirse la carretera a San Cristóbal a fines del siglo XIX, según lo refiere una viajera alemana, Cecilia Seler-Sachs…” ¡Dios de mi vida! ¿Mirás? Esto quiere decir que debajo de la carretera están los vestigios de las construcciones. Pues sí. ¿Cómo apareció la Coyolxauhqui en la Ciudad de México? La historia dice que en 1978 un grupo de la ya inexistente Compañía de Luz y Fuerza del Centro excavaba y se topó con algo duro, poco a poco fueron quitando la tierra y descubrieron una enormísima piedra con relieves, la Diosa de La Luna asomó su cara enterrada durante saber cuántos siglos y volvió a brillar. Vestigios mayas están enterrados debajo de la carretera donde circulan cientos y cientos de autos todos los días. Al excavar salieron esas construcciones, pero la urgencia de la comunicación hizo que le volvieran a echar tierra y luego le agregaran el asfalto. Posdata: tenemos testimonios enterrados, en manos de arqueólogos esas evidencias darían muchos datos para la historia. Lo que cuenta Doña Gudrun que contó Doña Cecilia se antoja real, porque el imponente Junchavín se encuentra precisamente al lado de la carretera; es decir, mucho de esa zona debió ser parte del conjunto ceremonial. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 6 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON MAÑANITAS

Querida Mariana: mi compadre Javier cumple años. ¿Cuántos? No lo sé, con precisión, pero es uno o dos años mayor que yo. Si yo tengo sesenta y seis, echale pluma. A Javier lo conocí en nuestro Colegio Mariano N. Ruiz. Él estudió ahí la primaria, mientras yo la estudié en la Matías de Córdova, pero cuando llegó el tiempo de la secundaria, mi papá me inscribió en la “escuela del padre” y ahí me topé con Javier. Ni me preguntés cómo nos hicimos amigos. Te he contado que sólo en pocas ocasiones recuerdo el instante en que me hice amigo de alguien. Las figuras que se hacen en el día a día de las personas es indescifrable. Pero cuando llegué al colegio, Javier estaba ahí y nos hicimos amigos. Puedo decir que ya en preparatoria (ambos estudiamos en el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos, la prepa, en el edificio donde ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos). En prepa ya fuimos amigos inseparables, sólo nos separábamos cuando él iba a ver a su novia, pero cuando no estaba con ella, casi puedo asegurar que estaba conmigo y yo con él. Así pues, tenemos muchas anécdotas de instantes compartidos. Él, te he contado, fue un apasionado lector de esos libritos pequeños de la colección Estefanía, que narraban historias del viejo Oeste. Nunca dio el gran salto a las novelas de los grandes autores, mucho menos a la poesía. Se quedó con las aventuras de jinetes que repartían balazos en pueblos desérticos. Javier fue uno de los millones de lectores que consumían estos libritos. Los historiadores dicen que el tal Marcial Lafuente Estefanía escribió más de dos mil quinientas novelitas del Oeste. Sin duda que el tipo vivió millonario; sin duda que tenía ya una fórmula donde colocaba los personajes y las tramas y le daba vuelo al lápiz, con pocas variaciones. Nunca supe en qué momento Javier se aficionó a este tipo de lectura. Él llevaba en la bolsa trasera del pantalón el ejemplar en turno, para leerlo en su casa. Javier y yo, gracias a Dios, seguimos siendo amigos. Como todos los amigos del mundo hemos reconocido nuestras virtudes y perdonado nuestros defectos. Él tiene muchas virtudes y muchos defectos. Lo mismo pasa conmigo. En los tiempos de la prepa comenzamos a beber trago, Javier y yo nos embolamos en muchas ocasiones. Mientras los demás amigos de la palomilla iban a ranchos en Semana Santa y en otros periodos vacacionales, Javier y yo nos quedábamos en el pueblo. Yo me quedaba porque siempre he sido gato casero y Javier se quedaba porque le daba tiricia abandonar a la novia. Recuerdo que en una ocasión fuimos a un rancho del papá de Jorge, en el municipio de Las Margaritas, un chofer de Jorge nos llevó en su camioneta. Nos instalamos en la casa y nos pusimos a jugar béisbol en la majada, en espera de que llegara la noche y cenáramos. Javier se intranquilizó, un pájaro carpintero comenzó a abrir un hoyo en su espíritu, no soportó más, dijo que regresaría a Comitán. Pero, ¿cómo? Agarró su mochila, abrió la puerta del cerco y nos dijo adiós. ¡Va a regresar!, dijo uno de nosotros, salimos a verlo en el camino de terracería, vimos cómo su figura se hacía chiquita, se perdía en la lejanía. ¡No volvió! Volvió al pueblo para ver a la novia. Nunca supimos si la novia estaba tranquilamente en su casa; lo que supimos es que él estaba profundamente enamorado de ella, tenía una gran dependencia. Hoy, mi compadre, después de dos matrimonios, me cuenta que tiene algunas amigas, pero siempre me dice que anda en busca de una mujer, una mujer que tenga temor a Dios, para una relación formal. Si por ahí tenés una amiga que quiera sacrificarse, podemos mandarle currículum del pretenso. Ahora nos vemos poco con Javier; es decir, ya no andamos de arriba para abajo como sí lo hicimos en algún tiempo. Sí nos vemos frecuentemente, porque yo camino por el restaurante “La esquina de Belisario”, donde él se reúne con un grupo de amigos en una famosa mesa. Siempre que paso por ahí le digo: “ahí te dejo mi honra para que la deshagás”, él siempre responde: “ya no tenés honra”. Reímos. Él sigue en la chorcha y yo sigo mi camino. Posdata: en casa tengo el reconocimiento que el Banco Nacional de México le entregó a mi papá el día que terminó su labor de corresponsal en Comitán, dicho reconocimiento está firmado por Luis G. Legorreta, quien también firmaba los billetes. Uf. Personajazo del mundo económico del país. Digo esto, porque mi papá recibió este reconocimiento el 6 de marzo de 1964, día que, en la casa del pichito Javier, hubo pastel y piñata. Hoy celebro su vida. Siempre que lo veo siento la mano que cruza el aire y me abraza. Acá estamos, acá seguimos. Nos queremos, a pesar de nuestros defectos, por debajo de nuestras virtudes. ¡Tzatz Comitán!

martes, 5 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA FLOR PARA UNA MADRE

Querida Mariana: esta tarjeta fue repartida por las madres franciscanas. En 2004 murió una de sus hermanas: la madre Sara. Yo, como muchas personas, tuve el privilegio de convivir con la madre Sara, cuyo nombre de pila era: Dolores de la Barreda Guevara, oriunda de Puebla. A mí me llama la atención que a las religiosas les decimos madres. ¿De dónde viene la costumbre? Si revisás el diccionario dice que madre es “mujer que ha concebido o ha parido uno o más hijos”. Eso es madre en término estricto. ¿De dónde a las monjas se les llama madres? Sé, todo mundo lo sabe, que en los conventos han hallado fetos enterrados, lo que indica que algunas monjas tuvieron relaciones sexuales y concibieron un hijo. ¿Quiénes fueron los padres? Pues en novelas, cuentos y biografías vemos que los padres fueron algunos jardineros o algunos padres; es decir, sacerdotes. Pucha, qué relajito ¿no? Las religiosas las llamamos madres, sin que conciban hijos; y a los sacerdotes los llamamos padres, sin que conciban hijos. ¿De dónde esa tradición? No lo sé. Algún experto en religión podría orientar. Tal vez tenga que ver precisamente con el afán de dominio que tiene la religión, para que las “ovejas” respeten a los religiosos, como si respetaran a su padre y a su madre. No me hagás caso, esto es una bobera mía. La madre Sara tuvo cientos de hijos sin tener hijos. Ella llegó de Puebla y se incorporó a nuestro Colegio Mariano N. Ruiz. Te he contado que ella era una mujer pulcra, fiel a sus principios y responsable a carta cabal. Nunca me dio clases, la conocí cuando (en los años ochenta) me incorporé al colegio para impartir cátedra, fuimos compañeros. Ella me llegó a querer mucho y fue correspondida. Mirá lo que es la vida, digo que ella llegó a Comitán desde Puebla y cuando yo viví en Puebla, su tierra, me enteré de su fallecimiento. Ah, fue una de las muertes que nos impactó. La maestra Vicky, mi comadre, llamó por teléfono y me dio la ingrata noticia. Mi mamá estaba en la cocina preparando los alimentos, le di la noticia y nos abrazamos. En su tierra lloramos su muerte. Cuando platico con ex alumnos del colegio siempre aparece la figura de Sor Sara, hasta la fecha todo mundo la recuerda con cariño, con emoción. Te he contado que ella usaba un aparatito en el oído para escuchar, cuando el ruido era muy intenso en el salón de clases, ella “salía del aire” y le bajaba el volumen al aparato. Siempre lamentaba los días de asueto, ella disfrutaba su trabajo y era de las personas que reconocían el valor del tiempo, día sin clase era un día perdido. A este grado llegaba su pasión por la docencia, por dar conocimiento a sus alumnos. Cuando supo que me iba a estudiar a Tuxtla la carrera de lengua y literatura hispanoamericana me llamó a su salón, me tomó una mano y colocó un papelito hecho chorizo, me dijo: “para que te compres unos zapatos, porque cuando llueve se mojan y para no enfermarse hay que cambiarlos”. La madre, tan buena gente, no tenía más ingresos que los pocos que le entregaba el colegio. Lo que recibía lo entregaba a las superioras de su orden y apartaba un porcentaje mínimo que destinaba al viaje que realizaba cada año para visitar a su hermano Pepito (así le decía con cariño), quien seguía viviendo en Puebla. Entiendo que el tal Pepito nunca se casó. Por parte de ellos, los Barreda llegaron hasta ahí. Las madres franciscanas repartieron esta esquela, que está en el Archivo del colegio. Ella fue enterrada en el panteón de Comitán, ahí reposan sus restos. Posdata: cuando los maestros teníamos un festejo, ella se despedía a buena hora y agarraba la botella de licor y la metía en su bolso, lo hacía para que no siguiéramos bebiendo. Nunca entendió lo que le decía: no, madre, así nos obliga a pedir otra, una llena. Nunca entendió. Qué pendejo soy. Yo nunca entendí el mensaje. En septiembre de 2024, se cumplirán veinte años de la muerte de la madre Sara, quien sin tener hijos cuidó a cientos y les entregó lo mejor de ella. ¡Tzatz Comitán!