lunes, 31 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 17)

Querida Mariana: seguimos con esta serie de cartas donde honramos a doña Lolita Albores, nuestra inolvidable cronista; la honramos a través de una crónica donde ella cuenta su relación con la gran escritora Rosario Castellanos. Famosa escritora que hoy se honra en Comitán con el museo dedicado a ella. Vos conocés el museo, está en una casa tradicional de Comitán, a dos cuadras del parque central, casa que fue de don Jaime de La Vega; con un generoso patio, corredores, sitio y cuartos donde ahora están las salas de exhibición. El recorrido inicia en una sala donde hay un mural con muchas fotografías de Rosario. Mirá qué escribió doña Lolita acerca de la personalidad de su amiga: “Chayito en sus años de estudiante, y antes de su boda, era de carácter alegre, muy risueña, tenía unos ojos muy expresivos y luminosos, una sonrisa siempre al saludar, de estatura mediana, pies y manos chicas, su cabello en forma de melenita rizada. Después en sus últimos años y según fotografías que he visto, su imagen cambió mucho, el cabello se lo peinaba para atrás recogido en un moño, sus cejas arqueadas y delgadas, su expresión diferente. Cotejando fotografías de sus quince años y otras en una revista que le dedicaron sus amigos en diferentes lugares y eventos sus gestos son diferentes a la de sus últimos años. No se le puede imaginar risueña en un gesto adusto que antes no le conocí”. Doña Lolita ya no conoció el Museo Rosario Castellanos, doña Lolita falleció en 2006 y el museo fue inaugurado en 2017. Pero, en el mural de las fotografías se observa lo que doña Lolita dice. Claro, lo sabemos, los seres humanos tenemos diversos rostros, el de la felicidad, el de la alegría, el del dolor, el del desaliento, incluso, el del enojo, pero, como doña Lolita expresa, el rostro de Rosario tuvo una transformación radical, su carácter alegre y risueño cambió en un gesto adusto. ¿Desde cuándo Rosario comenzó a pintarse las cejas con ese lápiz que minimizaba los demás rasgos de su rostro? Las cejas eran aves majestuosas, pero a veces tenían el vuelo del águila y a veces como de ave de rapiña. Quienes visitan el Museo Rosario Castellanos advierten lo que doña Lolita dijo: la transformación radical. A mí me encanta ver las fotos donde Rosario está sonriente, llena de vida. En esas fotografías quedó atrapada la esencia que dijo doña Lolita: “ojos muy expresivos y luminosos”. Estas fotografías sirven para hacer el contraste con aquéllas donde muestra un rostro severo. En la tercera sala está la fotografía que más me gusta, ahí ella suelta la carcajada como vuelo de paloma feliz. La vida de ella, como la de cualquier ser humano, estuvo llena de matices claros y oscuros, pero parece que ella no tuvo una vida sencilla. Sus lectores sabemos que fue marcada desde niña, así lo contó en la novela “Balún Canán” donde deja ver que la madre pide que no sea el hijo quien muera, que no sea él, el varoncito. Esto marcó a Rosario para siempre, se supo plato de segunda mesa, alfil compensatorio. Pero no sólo fue eso, luego conoció a Ricardo y él no fue el compañero que ella esperaba, que deseaba. En una entrevista que le hicieron a Dolores Castro (la enormísima poeta, íntima amiga de Rosario), ella dijo que en una ocasión Rosario le dijo que había probado de todo en la vida, pero lo que no soportaba era la soledad, sus papás ya habían muerto, se agarró del balcón de Ricardo para no caer en el vacío, pero tuvo que sobrellevar la infidelidad de su esposo. Posdata: Doña Lolita, la nuestra, Lolita Albores, dio una descripción física de la Rosario que conoció: “de estatura mediana, pies y manos chicas”. En el museo, en la última sala hay una figura de cera que representa a Rosario (aunque el parecido de su rostro no se acerca a lo que fue), ahí se advierte lo que doña Lolita dijo: Rosario tenía pies pequeños. Cuando se ve la imagen parece una metáfora de su vida, sus raíces eran endebles, como le costaba trabajo andar con los pies en la tierra tuvo que hacerse de alas para sostenerse ante la adversidad de la vida, y ¡vaya que voló!, alto y en forma permanente.

domingo, 30 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON SALEROS

Querida Mariana: escribí saleros, con el concepto de sala. Porque vi esta imagen que promociona la empresa Herrera y recordé que, al llegar a Comitán, mi mamá conoció a María. Mi mamá llegó a nuestro pueblo recién casada con mi papá, en 1955, llegó a vivir a la casa que era propiedad de doña Esthercita de Esponda y que se le daba en renta a mi papá. Ya te dije que esa casa está a media cuadra del parque central y tenía un majestuoso patio, cuatro corredores, muchas habitaciones y un sitio con árboles. Cuando llegó mi mamá, mi papá se encargó de mostrarle cada uno de los espacios y, al final, presentarle a quienes se encargaban de la atención de la casa: la cocinera, la recamarera y la salera. María era la salera, era una muchacha de dieciséis o diecisiete años que había llegado de la comunidad Efraín A. Gutiérrez, a quince o veinte kilómetros de Comitán. María dormía en la casa y su labor era exclusiva, por lo que tenía un nombre también exclusivo: era la salera; es decir, quien se encargaba de mantener la sala siempre limpia, sin mota de polvo. Ahora, la empresa comiteca Herrera ofrece servicio de limpieza empresarial y residencial. Uno los contrata y la empresa envía a personal (con todas las medidas sanitarias) para hacer la limpieza integral (la sala incluida); es decir, ahora ya hay servicios especializados que sustituyen a las personas que a mediados del siglo XX hacían a diario la limpieza. En estos tiempos no he vuelto a escuchar que existan personas como María. María limpiaba la radiola, la consola, el ajuar de mimbre y, con algún trapo, limpiaba los cristales de las puertas y de dos ventanales estirados, como cuello de güet, que daban a un estrecho pasillo que estaba en la parte posterior y permitía el paso de luz. Ese pasillo húmedo era genial, porque permitía que yo jugara el juego de policías y ladrones. María barría y trapeaba. A veces imagino a mi mamá, como imagen cinematográfica, pasando el dedo sobre la mesa de centro para comprobar que estaba libre de polvo. Ahora, asumo, la empresa Herrera, de manera profesional se encarga de brindar ese servicio tan necesario en todos los tiempos y más en los actuales. El tiempo de pandemia nos está enseñando que debemos vivir en ambientes higiénicos. Así como nos lavamos las manos para evitar microbios y virus, debemos tener la certeza de que nuestros espacios están limpios. Vi la imagen y pensé en la pervivencia de las necesidades hogareñas, pero, asimismo, en la adecuación de los tiempos. Mi mamá tuvo una cocinera de tiempo completo. Ahora, en muchos hogares ya no está esa persona que preparaba con cuidado los alimentos de toda la familia; ahora, la familia pide la comida a los restaurantes especializados y llegan en Uber o en servicio de motocicleta. Las necesidades son las mismas, pero las soluciones se han adecuado a los nuevos tiempos. ¿María la salera? Ya no. Ahora hay empresas que se encargan de enviar gente profesional para que haga la misma labor. La recamarera no tenía más cometido que mantener reluciente las habitaciones, de los patrones, de los señores y de los hijos. Estas personas llegaban de comunidades rurales, tenían necesidad de ganar algunos pesos. Llegar a una casa como la de mis papás les significaba un salario mensual y la posibilidad de tener habitación y alimentos sin costo. Mi mamá cuenta que al lado de la cocina (que tenía un fogón de doce hornillas al centro) estaba la recámara donde dormían las tres mujeres. La cocinera ya era una señora, y la recamarera y salera eran muchachas, que tenían permiso para salir los domingos en la tarde, para ir a pasear. Posdata: le pregunté a mi mamá qué pasó con María. Me dijo que no recuerda. Tal vez conoció a un novio y se casó, fue lo que me dijo. Si la salera vive todavía debe tener más de ochenta años. Tal vez una de sus hijas es empresaria, tal vez tiene una empresa en alguna ciudad de la república mexicana y ofrece los mismos servicios que ofrece Herrera, en Comitán.

sábado, 29 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE UN LOCUTOR GENIAL

Querida Mariana: don Romeo Torres Ventura falleció hace años (en 2014), fue un hombre que Comitán recuerda con cariño, porque dedicó su vida a la locución; es decir, miles y miles de radioescuchas lo conocieron a través de su voz difundida en la radio. En diciembre de 2009, la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar presentó el número 7 de la Colección Cuadernos Universitarios, en donde aparece el testimonio de don Romeo, él, en varias ocasiones, compartió con nosotros parte de sus vivencias, éstas son las que están contenidas en este cuaderno. Los cuadernos fueron de tiraje mínimo. El día que se presentó el número 7, don Romeo me dijo que llenaría el Auditorio Roberto Cordero Citalán. No falló. El auditorio estuvo al tope, con amigos, familiares y gente que lo admiraba. Colocamos una mesa con los cuadernos, en el vestíbulo del auditorio. Diez minutos después de haberlos puesto en venta, llegó don Romeo diciendo que necesitaba más, muchos más, porque ya se habían agotado. Pues sí, don Romeo, le dije, el tiraje ya se agotó, no hay más. No hubo más. El testimonio de don Romeo fue un éxito en ventas. Tal vez por ahí hay personas que atesoran ese cuaderno. Ayer, en un programa de TV-UNAM escuché que una catedrática de la máxima casa de estudios del país dijo que, en este tiempo de pandemia, sus alumnos no sólo acuden a clases en forma híbrida, algunos días en forma presencial y otros en forma virtual, ¡no!, también se ha intensificado ¡la lectura híbrida! Eso llamó mi atención. Ella explicó que ahora, como nunca antes, los estudiantes leen libros impresos en papel (digamos, los tradicionales) y libros electrónicos; dijo que mucha de la información científica, los muchachos la “bajan” del Internet. Pensé entonces que también me volví “híbrido”, leo libros impresos en papel y libros electrónicos. Cuando comenzaron a aparecer los chunches para leer libros electrónicos les hice el feo. Debés entender que soy un lector hecho a “la antigüita”, desde los años sesenta, cuando compraba libros con don Rami, en su Proveedora Cultural, amé los libros impresos en papel, y conocí todas sus ventajas, que no enumeraré acá, porque me llevaría toda la carta. Vos conocés las innumerables ventajas (bueno, también sus desventajas. Por ejemplo, los libros tienen al agua como uno de sus enemigos, el fuego también los vuelve polvito). Pero, cuando asomó la pandemia me quedé en casa y dejé de ir a la librería Lalilu (que, por cierto, acaba de cumplir, felizmente, su séptimo aniversario), a la librería Porrúa y a mi amada y nostálgica Proveedora Cultural; así que revisé mi librero y comencé a releer, porque la lectura es parte de mi diario alimento, al lado de la fruta y de la verdura, siempre tengo un plato con lecturas. La relectura es tan agradable como el recalentado de la comida. Los comelones y tragones saben que un platillo recalentado al día siguiente toma un sabor especial, exquisito; bueno, con muchos libros sucede lo mismo. Comencé a disfrutar la relectura con mis autores favoritos, pero, ¿qué hacés cuando mi querido y admirado Juan Carlos Gómez Aranda comenta en redes sociales que el mejor libro que leyó en el 2021 fue “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo? Dije que no acudo a librerías y que le tengo cierto tiquismiquis a andar manoseando objetos que llegan de fuera. ¿Entonces? Ah, no te preocupés Alejandro Benito Molinari Torres, podés comprar el libro electrónico. ¡Por supuesto! Lo hice y ahora disfruto este libro genial, así como he disfutado muchos más. Sin salir de casa entro al Internet y solicito el libro electrónico y, ¡oh, maravilla!, en menos de un minuto lo tengo en mi computadora y puedo comenzar a leerlo de inmediato. Claro, este tipo de libros, como aquéllos, tiene ventajas y desventajas. Tampoco las enumeraré porque son muchas. Ante los tiempos adversos hago lo mismo que los universitarios, llevo un sistema “híbrido” de lectura, releo los libros que tengo en el estante y leo las novedades, como el genial libro que sugirió Juan Carlos. ¿Por qué digo esto si comencé hablando del testimonio de don Romeo Torres Ventura? Porque dije que cuando lo presentamos se agotó el cuaderno, fue un éxito, mucha gente (y no exagero) se quedó con ganas de adquirirlo, para leer lo que don Romeo nos había confiado, ahí está gran parte de su vida, llena de anécdotas, que son parte de la historia de la radiofonía comiteca, parte de la historia del pueblo, de nuestra identidad. En ese tiempo hicimos cuadernos impresos en papel, se agotaron. Ahora, la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar desea honrar la memoria de don Romeo y pondrá a disposición de todo el mundo (literal) una versión electrónica para que cualquier lector interesado pueda “bajarla”, en forma gratuita, y disfrutar ese testimonio. Estamos seguros que los lectores escucharán la voz de don Romeo, como si la estuvieran escuchando en el aparato radiorreceptor, o como si estuviera sentado en una banca del parque central o en un sofá en una sala de casa. Don Romeo nos regaló parte de sus pensamientos y recuerdos, que, insisto, forman parte importante de la historia local. Vos sabés que nosotros, como muchas otras personas, estamos convencidos que cada vida es digna de rescatarse. Gracias a que don Romeo nos transmitió sus memorias y que, en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, nos dimos a la tarea de recibirlas con emoción y transcribirlas, ahora, años después que don Romeo falleció acá lo tenemos de vuelta, con su genio y su figura. En los años sesenta y setenta, la radio XEUI era muy escuchada en Comitán y toda la región. La XEUI fue la primera radio comercial de esta ciudad. En esa emisora, don Romeo se convirtió en una voz muy escuchada, como las de todos sus compañeros de generación. Pocos saben cómo fueron los inicios de este maravilloso locutor. Copio un fragmento de sus vivencias y lo comparto con vos, para que mirés qué bonitas historias contiene este cuaderno universitario que podrás disfrutar a partir del 5 de febrero en las redes sociales. ¿Por qué lo compartiremos ese día? Ah, porque ese día, el Colegio Mariano N. Ruiz celebra su cumpleaños. El 5 de febrero de 1950, la Escuela del padre, comenzó a servir a la sociedad. En este 2022 cumplimos setenta y dos años de vida fructífera. Paso copia de ese fragmento, mirá lo que contó: “En la oficina de Telégrafos estuve a la fuerza. Obedecí, aun en contra de mi voluntad y de mi deseo. Mi hermano me decía que a la locución no le veía futuro y a mí tampoco. Pero la locución me perseguía porque Celso Pinto López y Jorge Saborío anunciaban en unos carritos de 8 cilindros que pasaban todos los días frente a Telégrafos. Yo escuchaba la voz de Jorge anunciando la cartelera del Cine Comitán y del Cine Montebello, y la voz de Celso anunciando a la “Joyería Escobar”, la “Casa Yannini”, “La Proveedora Cultural” o los “Almacenes San José”. Mientras yo oía esas voces que me asombraban, trabajaba en la clave Morse, con desagrado. Una vez no pude más y cuando pasó el carro salí y a la altura de donde estaba la casa de don Cicerón Trujillo lo paré y le dije a Jorge Saborío: “Oiga, déjeme echarle la mano”. El equipo que usaba era Radson. “¿Sabes hablar inglés?”, me preguntó, yo le dije que no. “¿Sabes cómo voy hablando?”. Permítame anunciar las películas mexicanas. “Ah, bueno, ahora me estás diciendo qué vas a anunciar tú y qué voy a anunciar yo”. En ese momento, Jorge García Alfaro, que era el chofer me llamó y me dijo que le hablara por su nombre: “Se llama Jorge”, me dijo. Mire, don Jorge, deme chance. “¡Ni ahorita, ni nunca!”, me dijo. Entré casi llorando a Telégrafos, a seguir con lo del punto y raya. Nadie echó de ver que salí. Pero no me di por vencido. Otro día esperé que pasara don Celso, porque él se miraba más buena gente. Don Celso anunciaba en un taxi cuyo chofer era don Higinio Torija. Esperé en el mismo lugar y cuando oí la voz de don Celso: “Telas de la mejor calidad, para caballeros y niños…”, lo paré y le dije: Deme usted chance de leer anuncios. Don Celso llevaba una novela policiaca. Le dije: Mientras usted lee su novela, tranquilamente, yo leo los anuncios. Me probó y don Higinio dijo: “Tú naciste para esto”. Y así fue como don Celso me dejó que yo lo ayudara a leer anuncios. Los taxis de esos tiempos eran carros con asientos enormes. Don Celso, en la parte de atrás, cómodamente, iba leyendo su novela en toda la ciudad”. Posdata: mirás qué prodigio. Don Romeo sentía una gran pasión por el micrófono. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para conseguir su sueño: ser locutor. Llegó a ser una de las voces más queridas de este pueblo. Él pensó en los niños y tuvo un programa infantil. En la televisión comercial de la Ciudad de México era famoso el Tío Gamboín, así, acá en Comitán tuvimos a nuestro Tío Romeín. El 5 de febrero, primero Dios, quien lo desee podrá “bajar” el cuaderno electrónico, en forma gratuita. Así, el Colegio Mariano N. Ruiz celebra su cumpleaños. Lo hacemos como siempre, sirviendo a la sociedad.

viernes, 28 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN CHUMÍS

Querida Mariana: desde niño supe de la existencia de un árbol llamado Chumís. Los comitecos crecemos escuchando que la Entrada de Flores en honor a San Caralampio, nuestro santo consentido, inicia en el lugar llamado El Chumís; es decir, donde existe un árbol de esta especie. Hace como diez años fui al sitio en compañía de Armando. El simbólico lugar no es atractivo, recuerdo que hay una cruz de milagro (que estaba adornada con flores ese día), dos pequeñas capillas construidas en memoria de dos personas que ahí fallecieron, un poste de cemento de la Comisión Federal de Electricidad, con una lámpara, y el famoso Chumís. Antes que dijera algo, Armando ayudó con sus palabras a dar cuerda a mi pensamiento: “es un árbol muy deteriorado”. Sí, así lo vi. Es un árbol chaparrón, con fronda raquítica y cuyo tronco tiene una curvatura que ayuda (Dios mío) a dar la imagen de desvalido, como si fuera un anciano encorvado. Recuerdo que está en medio de rocas, tal vez por esto no creció en plenitud. Pero igual que el famoso Cedro o la Ceiba, el Chumís es un árbol simbólico para los comitecos, entrañable. Cientos de personas que se reunían ahí antes de la pandemia, el día 10 de febrero de cada año, tienen el registro del nombre en su diccionario personal. Los comitecos saben lo que significa pronunciar esa palabra luminosa. Otra cosa es determinar qué variedad de árbol es. Los expertos en botánica deben saber, pero ese conocimiento no ha llegado hasta mi orilla y ni modos de subirme a un cayuco para investigar. ¡No sé nadar, mi niña, no sé nadar! En Comitán lo llamamos chumís, pero ya busqué en Internet y no está el nombre científico de tal árbol. Las menciones que aparecen refieren a notas comitecas, parece que sólo por acá se llama así a este árbol. Acá te envío una fotografía de un chumís, no es, por supuesto, el chumís famoso que está sembrado en el punto de reunión de las personas que asisten a la Entrada de Flores, del 10 de febrero. Cuando vi este chumís no pude evitar la comparación. Este chumís es un árbol bello, con una fronda generosa, su tronco potente se ramifica en muchos brazos. Nuestro chumís está ya un poco enclenque. Este chumís creció en medio de un terreno plano, sin rocas; el nuestro, como alpinista, creció en una ligera pendiente. Un afecto me dijo que el chumís tiene hojas brillosas, con nervadura realzada, y da frutitos pequeños de color verde, que no es comestible por el ser humano (tal vez lo picotean los pájaros o lo comen algunos cuches, esto lo pienso, no me hagás caso). Y te mando esta fotografía porque recordé lo que hace muchos años dijo Armando cuando vimos el Chumís como viejo necesitado de bastón. Armando comentó que los comitecos (él es de Jalisco) deberíamos sembrar un chumís cerca del mítico árbol, como si fuera su hijo, un hijo más fuerte. Discutimos tantito, porque le dije que era buena idea, pero no era tan buena, porque hay símbolos que son insustituibles, el viejito es emblemático. Al final, Armando dijo qué pasará si se seca el árbol original. Ahora que vi esta fotografía pensé que si alguien, hace diez años, hubiese sembrado un nuevo chumís ya estaría crecidito, pichito bonito. ¿Se seca el árbol de chumís? ¿Puede llegar a morir el árbol mítico? ¿Cómo se siembra un nuevo arbolito de esta familia? ¿De qué familia es el chumís? Posdata: en febrero de 2020 todavía se realizó la tradicional Entrada de Flores, en honor a Tata Lampo, la multitud de participantes se reunió en el Chumís; decenas de diablos, tamboreros, piteros, mujeres con rebozo, flores y velas, hombres con sombreros y banderas, disfrazados, jinetes sobre caballos, motociclistas y ciclistas formaron un grupo compacto, feliz, todos motivados por su fe. En febrero de 2021, por la pandemia se canceló la participación. El chumís no fue visitado, tal vez se inclinó un poco más.

jueves, 27 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON TAMALES

Querida Mariana: Paquito Mayorga falleció en febrero de 2021. Todos lamentamos su fallecimiento. Era un destacado intelectual chiapaneco, experto en vainas gastronómicas. Ayer me topé con este libro editado por la UNACH, la universidad donde estudié literatura. La pasión de Paquito nos permite seguir gozando de los hallazgos que realizó en sus investigaciones. Esta “Guía y recetario del tamal chiapaneco” es un documento importantísimo, porque, como lo enuncia el título, es un repertorio exhaustivo de las diversas clases de tamales que se consumen en nuestro estado. La tradición exige que quien tuvo muñequito en la rosca de Reyes debe ofrecer una tamaliza el día dos de febrero, día que se celebra a la Virgen de la Candelaria. Mi mamá dice que ese es el día que el ritual exige “levantar” los niñitos, por eso la costumbre de ofrecer tamalitos. Ahora, la pandemia galopante exigiría ser prudente y posponer tal costumbre para tiempos menos riesgosos, pero no sé cuál es el pensamiento de la mayoría, porque, esto sí es una certeza, el pueblo chiapaneco es tamalero por antonomasia. A mí (me conocés) nunca me han gustado los festejos multitudinarios, pero cuando había un cumpleaños o un bautizo o una primera comunión aceptaba con gusto llevarme un platito con tamales del festejo. Cómo disfruté (cuando pude hacerlo) los tamales. Tuve mis consentidos: los toritos pintos y los de bola, ah, con su chilito de Simojovel. Sí, por encima de los demás los tamales de bola fueron mis elegidos. Pero, la variedad de tamales es extensa, y las formas de presentarlos son diversas, dependiendo la zona en que los preparan. Así pues, los compas de Tonalá deben tener otros consentidos. Mi abuela Esperanza hacía unos riquísimos tamales de cambray. ¿De dónde pepenó la receta? ¡De Tonalá! Recién casada con mi abuelo Enrique fueron a visitar a unos familiares de su esposo y ahí, una tía la llamó, la llevó a la cocina y le dijo que esos tamales eran los favoritos de Enrique. Le enseñó a prepararlos para que Enrique no extrañara la casa. Mi amiga Malena Jiménez, destacada promotora cultural, inició hace años la Feria del tamal, que se celebra precisamente el 2 de febrero, en el parque central de Comitán, ahí las personas pueden conseguir los tamales tradicionales de Comitán para cumplir con el compromiso del día. Paquito, en su libro, dijo que en Chiapas todo se hace tamal. Por ahí, algún día hallaremos que a un chef comiteco se le ocurrió hacer tamales de tzisim y los comensales descubrirán sabores sublimes. En Chiapas todo se hace tamal, dependiendo de los elementos que tienen a la mano. ¿Has probado los tamales hechos con momón, la famosa hierba santa? ¡Ah, qué delicia! Paquito dice que hay muchas formas, rellenos y tamaños. A mí me sorprendió la cantidad de rellenos que se dan. Te paso copia para que mirés la variedad: “…de mole, de carne; pollo, gallina, guajolote, res, pancita de res, pescado, camarón y, por supuesto, de carne de cerdo; de frijol, huevo, cambray, manteca y queso, además de carne silvestre: conejo, venado, armadillo, tepezcuintle, topo, iguana y mucho más; por sus granos y flores con que se revuelven, hay de ajonjolí, arroz y anís, de elote, de chaya, flor de calabaza y cuchunuc…” ¡Dios mío, cuánta variedad, para todos los gustos! Ahora no puedo comer los que tanto me gustaban, por la carne de cerdo, pero sí puedo disfrutar, digo yo, unos de flor de calabaza, así como disfruto las empanadas de flor. ¡Miento! Siempre miento. Perdón. De niño, lo que más me gustaba era comer los patzitos, tamales dulces de manjar. Me encantaba cuando la mamá del festejado me servía dos patzitos en un plato y yo, con el tenedor (tal como me había enseñado mi mamá) le quitaba la envoltura y aparecía ante mis ojos un perfecto tamalito mostrando el corazón al centro. Ah, el riquísimo manjar realzado con el maravilloso color vegetal rosa (una vez no hallé el color y me puse triste, pero, cuando la mamá del festejado me incitó a probarlo, al llevarme un pedazo a la boca mi corazón se alebrestó y tocó un retumbo de alegría. Luego me dijeron que era un patzito de anís. Ah, qué cosa más disfrutable). Posdata: tal vez el presidente de la república ha probado los tamales que preparan en su tierra y que replican en el norte del estado de Chiapas: tamales de pejelagarto. El libro de Paquito (honramos su memoria) dice que hay tamales de hongos, de verduras, y en Chamula preparan “patzi con hoja de piedra”. ¡Mirá! Un día de estos, la pandemia cederá y volveremos a reunirnos y disfrutaremos con los amigos y familiares, en una mesa larga, larga, con mantel blanquísimo, una rica tamalada. Agradeceré el momento en que la mamá del festejado me sirva dos patzitos de anís y un vaso con atole agrio. ¡Salud! ¡Provecho! ¡Hay que levantar los niñitos Dios!

miércoles, 26 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA ESCALERA

Querida Mariana: Sofía dice que la escalera sirve para subir o para bajar (algunos niños usan el pasamanos para resbalar). Sofía dice que todos los chunches son de ida y vuelta, dice que un sofá, por ejemplo, sirve para sentarse o, apoyándose en la codera, para levantarse; lo mismo sucede con la cama, con la taza del baño, en fin, a todo objeto le encuentra el doble oficio. Le pregunté por un bolígrafo y ella, sin dudarlo, como si lo hubiese pensado desde siempre, dijo que sirve para tomarlo con la mano o para dejarlo. No pude ganarle. Entiendo que hay ejemplos muy rebuscados, muy sacados de la manga del mago, pero acepto que todo tiene una “subida” y una “bajada”. Como iniciamos la plática con el ejemplo de la escalera, le conté que a mí me fascinó desde niño el nombre de “escalera de caracol”, jamás, ni en mis más alocados pensamientos, habría pensado en nombrar así a una escalera: ¡de caracol! Ahora que escribí el nombre, suspendí tantito, levanté mi mano derecha del teclado y, con mi dedo índice, hice el movimiento del trazo de la escalera de caracol, inicié en un punto y ascendí; luego realicé el recorrido contrario y descendí hasta el punto de inicio. Ah, genial, qué bien sentí al hacer ese trazo imaginario, mi dedo, en forma veloz, dibujó el recorrido que siguen las personas al ascender por una escalera de caracol. Si ahora pienso en ella, miro que es un descubrimiento genial, porque (de esto saben bien los expertos en arquitectura) la escalera de caracol (imagino) fue usada por primera vez por alguien que no tenía más espacio para construir una escalera tradicional y necesitaba subir a otro nivel. Basta hincar un poste y construir un redondel ascendente. ¿Cuántos metros tiene la escalera de caracol más alta del mundo? En el Orquidario de Comitán existe un mirador genial que sigue la forma de la escalera de caracol. Por supuesto que acá es una escalera generosa en su anchura, porque ahí no hay necesidad de ahorrar espacio. El mirador del Orquidiario es una solución práctica con sentido estético, es un caracol de hierro extendiéndose en el aire. Aunque, ahora que lo pienso, para el mantenimiento de las antenas altísimas, los expertos en construcción no usaron la escalera de caracol sino la de “cuello de jirafa”, que es una escalera vertical con protección para que los usuarios no corran riesgos. No todas las escaleras tienen nombres de animales, pero en plan de juego todas se pueden bautizar para honrar la fauna. La escalera es un elemento constructivo de singular interés, porque, igual que el pasillo, comunica de un punto a otro, pero a diferencia del pasillo, tiene la capacidad de unir un punto que está sobre la superficie; es decir, va del suelo al cielo. Ya lo dice la famosa canción: para subir al cielo se necesita… Al inicio dije que algunos niños usan las escaleras para resbalar por los pasamanos. Llega el momento en que la escalera se vuelve prohibitiva para personas de cierta edad. Una vez me dijo un arquitecto que él sugería siempre, en un proyecto, pensar a futuro, por lo tanto, recomendaba que, si la casa era de dos plantas, hubiese una recámara con baño completo en la planta baja; algún día, alguien no podría subir la escalera y resultaría de gran ayuda tener un cuarto donde no hubiese necesidad de subir escalones. A mí me encanta la idea de la persona que al cumplir sesenta años dice: ¡llegué al sexto piso! Es una declaración optimista, porque, a menos que uno tenga elevador en su edificio personal, subir al sexto piso es una gran joda. ¿Cómo subir al noveno piso? ¡Pucha! Capaz que cuando termina de subir, en la celebración, tiene un infarto por el esfuerzo. Sé que no es estimulante el ejemplo de los prehispánicos cuya idea de muerte estaba en el inframundo y no en el cielo, pero, digo, tal vez la imagen de la vida más real es la del descenso. Quien cumple sesenta años no llega al sexto piso, sino que baja el sexto escalón. Posdata: en Comitán, la gente es más genial, acá la idea de la muerte es también un ascenso, pero no se usa escalera, es una gran pendiente, quien está cerca de El libro, ya está cerca del panteón, del inframundo o del cielo, si es que el occiso se portó bien y fue creyente. Sofía dice que todos los chunches son de ida y vuelta, tal vez ella cree lo mismo que los hindúes, la muerte no es más que el retorno, la vida es un eterno recorrido por una escalera en espiral. Me encanta el nombre de escalera de caracol, el nombre de escalera de cuello de jirafa. ¿Cuál es la escalera de conejo, la de cocodrilo, la de tacuatz?

martes, 25 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN DESFILE PRODIGIOSO

Querida Mariana: quienes desfilan lo hacen al ritmo de uno, dos, uno, dos; quienes observan se contagian de ese ritmo porque los brazos y pies de quienes desfilan siguen ese movimiento, impuesto por la voz del maestro o por los tambores y cornetas. ¡Uno, dos, uno, dos! Acá ves que estas alumnas del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz llevan ese ritmo que parte el aire en uno, dos, uno, dos, el pie izquierdo y el brazo derecho hacia adelante, el brazo izquierdo y el pie derecho se preparan para el siguiente paso, el que corresponde al dos, uno y dos, pasan frente al palacio municipal. Sí, niña mía, los arcos corresponden al corredor externo del palacio municipal. En ese tiempo, finales de los años sesenta y principios de los años setenta, frente al palacio había esta calle con un estampado hexagonal. ¿Ya viste la elegancia de las alumnas? El día del desfile era una ocasión especial para todos los alumnos y para el pueblo en general, las chicas arreglaban (desde una noche antes) el uniforme de gala, las zapatillas blancas y (asumo) muy temprano se ponían en manos de una experta en peinados, un poco de perfume y un detalle mínimo en el cabello. Los alumnos del Colegio tenían un uniforme de gala para las ocasiones especiales, aparte el uniforme de todos los días. Uno, dos. En la fotografía vemos los vanos de dos arcos del palacio. Adultos, jóvenes y niños están en la zona VIP, en palco privilegiado. Desde ahí aprecian a los alumnos que desfilan para conmemorar alguna fecha cívica relevante. Quien está en el puesto más visible es el presidente municipal, que aprecia el desfile desde el balcón en la segunda planta. Así era la traza urbana de entonces. En el palacio federal de la Ciudad de México, frente al zócalo, el presidente de la república continúa saliendo al balcón para presenciar el desfile del 16 de septiembre. Acá en Comitán, desde la remodelación del parque central se eliminó esta calle, ahora los de Eventos Especiales improvisan una carpa en alguna avenida para que el presidente se trepe sobre un templete de madera. Uno, dos, uno, dos. A continuación del edificio del palacio municipal se advierte un local que era una refaccionaria, Refaccionaria automotriz Servicio Morales; en seguida dos entradas (o salidas, dijera el clásico simpático, según vas o venís), que dan directamente al Pasaje Morales. Sí, ya advertiste que ahora el primer local no existe. Cuando realizaron la ampliación del palacio municipal, el gobierno lo adquirió. En aquellos años, la parte baja de la presidencia tenía cuatro arcos que resguardaban el acceso principal (dos en cada lado), ahora el edificio tiene tres arcos en cada lado, y el último de la derecha está pegadito a la entrada al Pasaje Morales, que sigue conservando su nombre, aunque los locales del pasaje que eran propiedad de la familia Morales ya pertenecen a otros apellidos, en algún momento mi mamá compró el local donde tuvo su negocio de venta de estambres, ya no le pertenece. Uno, dos, uno, dos, dos accesos al pasaje, y al lado, un local, uno, también propiedad de la familia Morales (donde ahora está el acreditado negocio San Marcos). ¿Qué negocio tenía ahí la familia Morales? ¡Una armería! Hoy no existen negocios de venta de armas en las ciudades mexicanas. En esos años, los aficionados a la cacería no tenían problemas para comprar rifles o balas para pistolas y escopetas. No sólo don Rafa Morales tenía una armería en Comitán, también don Ramiro Gamboa tenía una armería, la de don Ramiro no estaba tan céntrica como la de don Rafa, la del señor Gamboa estaba en la actual 2ª calle norte poniente, por donde ahora está una sucursal de la Panadería La Flor de México. ¿Has visto cómo a mitad de esa calle hay un enorme registro que va de banqueta a banqueta y recibe agua de lluvia? Bueno, pues mero enfrente de ese registro estaba la armería del señor Gamboa. Eran otros tiempos. Uno, dos, uno, dos. Otros tiempos, sí. Mirá cómo en una de las columnas del edificio municipal hay un letrero de Coca Cola donde se indica que la circulación de autos era en el sentido que respetan las alumnas del Colegio Mariano N. Ruiz. Ahora no se permitiría que una empresa privada tuviera un anuncio en un edificio público. Eran otros tiempos. Posdata: a mí no me gustaba desfilar, pero cuando dejé de ser alumno de primaria y secundaria y pasé al bachillerato, por una genial decisión ya no nos correspondió desfilar y disfruté mucho el paso de los alumnos (de las alumnas, sobre todo). Uno, dos, uno, dos, y ellas con armonía, disciplina, mandaban que sus brazos se movieran a pie contrario, el pie izquierdo avanzaba al mismo ritmo del brazo derecho. Qué coordinación tan genial. Así se movía Comitán en ese tiempo. Eran otros tiempos, tiempos más afectuosos, sin pandemias.

lunes, 24 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON AIRE, MUCHO AIRE

Querida Mariana: el grupo de Arenilla está contento. Quiero compartir mi alegría con vos. Sé que te dará gusto la noticia. ¿Ya miraste la etiqueta? ¡Sí! Tenemos otro producto cultural, otro pichito. ¿Qué querés? Así somos. Mientras unos dicen que la familia pequeña vive mejor, nosotros somos como las familias comitecas de antes, con hartos chiquitíos, porque pensamos que así se construye sociedad. Y con orgullo de mamá ganso decimos que todos nuestros hijitos están bien bonitos. A nuestra revista impresa bimestral, que tanto gusta, ahora agregamos una revista mensual, que será digital. Vos has visto ya las cápsulas de Rutas luminosas de Comitán, donde presentamos algunos de los lugares más bellos del pueblo, los sitios más representativos, los que son parte de nuestra identidad; has visto los Platicatorios, donde platico bien sabroso con los invitados y compartimos ideas con toda la amplia audiencia del mundo; has disfrutado los programas de podcast que se llaman Vuelo de colibrí, donde Paty, nuestra editora ejecutiva, platica con mujeres de inteligencia sublime y construyen cimientos para las ideas. En nuestro blog tenemos un archivo de más de cuatro mil Arenillas, ¡cuatro mil! A veces, algunos amigos preguntan por qué no hago libros con las Arenillas (ya publicamos uno, en la editorial Entretejas). Poné que cada Arenilla tuviera una extensión de una cuartilla (la verdad es que muchas rebasan ese límite), así que el archivo daría para ocho libros de quinientas páginas cada uno, ¡quinientas! ¿Cuántos lectores adquirirían este producto cultural? Ah, ya veo la bodega (inexistente) llena de cajas con libros del Molinari. ALA DE AIRE se llama la revista digital mensual que llegará a tus manos el 1 de febrero de 2022. Digital, para que no tengás problemas en recibirla. Asimismo, para que su lectura sea fácil, hemos realizado un diseño ágil que permitirá disfrutarla en la pantalla de tu celular o de tu computadora personal. Sí, gracias a Dios, seguimos llevando aire a todos nuestros lectores. ¿Hay que pagar por la suscripción? ¡No! Igual que nuestros demás productos culturales lo distribuiremos en forma gratuita. Llegará a tus manos y a las de miles de lectores gracias a la gentileza de nuestros patrocinadores, quienes así anuncian sus productos y servicios, para que sean conocidos y reconocidos. Hemos dicho que somos una triada que forma el círculo perfecto: creadores, patrocinadores y lectores. Gracias a la unión de estas tres columnas estamos logrando un gran edificio espiritual. ¡Nos une la cultura! Sabemos que el arte es el ALA DE AIRE, el que nos permite el vuelo, el que nos otorga identidad, el que nos hace más humanos. ¿Mirás todo lo que aportamos con nuestro mínimo grano de Arenilla? ¡Cómo no vamos a estar contentos! El 1 de febrero de 2022 lanzamos nuestro primer número de ALA DE AIRE. No miramos la hora que llegue el día para que nuestros miles de lectores la disfruten. Sé que te gustará, sé que la compartirás con tus amigos y conocidos, sé que le dirás a tus contactos que nos manden un mensaje para que se las enviemos directamente. Estoy seguro que ellos la compartirán con sus amigos, porque, como dicen por ahí, lo bueno se comparte, y acá, como siempre, tenemos algo de lo bueno de nuestra tierra y de nuestra región. Es tan pródiga nuestra tierra que nosotros sólo alargamos la mano y cortamos sus frutos para llevarlos, frescos, saludables, a nuestros lectores. Porque este bosque lleno de pinos, orquídeas y del mejor aire no merece menos, nosotros extendemos nuestra ALA DE AIRE y llevamos nuestro mensaje a muchos cielos, los cielos donde se acunan vuestros sueños. Nos sentimos orgullosos de nuestro pueblo y de su identidad cultural. Sabemos que nuestros amigos lectores también se sienten chentos de nosotros, de las empresas e instituciones que, además de ofrecer servicios y productos de primera, invierten en nuestros productos culturales para que su publicidad llegue a través de realizaciones dignas, a la altura de su prestigio. Comitán no merece menos, nuestros empresarios no merecen menos. Trabajamos para sembrar luz en nuestra sociedad. Posdata: Ni te preocupés, mi niña querida, serás de las primeras personas que recibirá su ALA DE AIRE, para el vuelo de tu asombro, de tu imaginación, del disfrute, de la propuesta inteligente. Si alguno de tus compas quiere también ser de los primeros en recibirla decile que nos mande un mensajito para agregarlo a nuestra lista de difusión. Abrazo, siempre. Estamos contentos, agradecemos tener salud y capacidad para servir a nuestra patria, con un brevísimo granito de ARENILLA.

domingo, 23 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON LA SALA DE DOÑA LEONOR

Querida Mariana: los amigos de doña Leonor Pulido disfrutarán esta fotografía, es la sala de su casa. Vos no conociste a doña Leonor. Tuve el privilegio de que ella me dirigiera en una obra de teatro. Ella era muy amiga del padre Carlos y en la clausura del fin de curso montaba una pieza teatral con alumnos del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz. A mí me tocó de pura casualidad. El padre fue quien hizo el casting y no me eligió, pero todas las tardes acompañaba a amigos actores, una tarde faltó un compa y, como ya me sabía de memoria los diálogos, alguien me propuso para suplir al compa esa tarde. Mi actuación llegó a niveles de De Niro o de Di Caprio, así que el actor irresponsable fue dado de baja y tuve el privilegio de actuar en el escenario del Cine Comitán, pucha ¡nadita! Por supuesto que la fotografía corresponde a un tiempo anterior de lo que cuento. El mobiliario había cambiado. Este juego de sala había sido sustituido por unos sofás más modernos. Pero, ¿mirás el buen gusto de la propietaria de la residencia? El color dominante es el rosa de los cortinajes, de los forros de los sofás y del piso, piso “made in Comitán”, de exquisita factura y de calidad suprema. Un candil soberbio marca el centro de la habitación. Quienes vivieron el Comitán de los años cincuenta comentan que esos candiles franceses llegaban a Comitán desde la frontera con Guatemala, lo mismo ocurría con muchos pianos. En aquel tiempo no estaba de moda el término, pero la decoración de la sala de doña Leonor se podría decir que era “minimalista recargada”, aunque suene contradictorio. Tenía pocos elementos, pero llamativos. El detalle de la muñeca en el sofá es genial, asimismo el florero en la mesa de centro. Los expertos en arquitectura y en protocolos sociales de alcurnia podrían dar luces acerca del chunche que está en el piso, al lado de un asiento. ¿Ya miraste los detalles exquisitos del grabado de la madera que, segurísimo, no era de modesto pino, sino de alguna madera preciosa, como cedro o caoba? (Cuando Joaquín vio la foto y comentamos la profusión de tonalidades rosas, incluso de las cenefas, dijo que sin duda los muebles estaban hechos con palo de rosa y se botó de la risa; luego vio el objeto en el piso y dijo que era una escupidera. No le creí. Explicó que en ese tiempo era un objeto común, la gente de bien debía tener un objeto para recibir los escupitajos; en las salas de personas modestas o de clase social inferior escupían sobre el piso. Me lo contó, pero no di crédito. Dios mío, ¿era signo de civilización ese hábito de escupir en un recipiente?) Vos sabés que a mí me gusta conocer espacios. Cuando entro a una casa por primera vez mis sentidos se activan al ciento por ciento, huelo, miro, toco, siento, escucho los ecos, los murmullos. Al entrar, en forma virtual, a esta sala de la casa de doña Leonor advertí lo mismo que vos, que cada espacio habla mucho de quien lo habita. La sala de la casa de doña Leonor era síntesis fantástica de su personalidad: pulcra, educada, amante del arte; además también retrata mucho del modo de ser de los comitecos. Los que saben dicen que fue la fundadora de dos grupos culturales del pueblo: el Ariel y del Club de teatro Topacio. En ese tiempo, el arte era savia de esta enormísima ceiba. Las tertulias que organizaban reunían a todos los amantes de la música. Por ahí circulan fotografías de grupos de música de cámara que existieron acá en Comitán. En la sala de esta fotografía se gestaron múltiples proyectos que llenaron de arte a nuestra sociedad. Quede acá como constancia de estos locales donde se reúnen artistas y cultivadores del arte para crear propuestas que lleven luz al pueblo. Sí, doña Leonor fue luz para Comitán, su luz fue tan intensa como debió ser la que regaba esa lámpara soberbia de su sala. Posdata: en esa sala se sentaron muchos de los grandes cultivadores del arte de Comitán, platicaron, discutieron proyectos y gozaron la convivencia más genuina, la que hermana a través del gusto por la cultura en sus diversas manifestaciones. En los años setenta estuve en esa sala, compartiendo y admirando el proceso donde mis compañeros de aula se convertían en actores y actrices. Por una de esas torceduras que da el destino, uno de los actores no llegó y yo hice su papel y me quedé con él por siempre, por siempre, hasta ahora, hasta el infinito.

sábado, 22 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN PASAJE PLENO DE AIRE

Querida Mariana: vos conocés este espacio soberbio. Bueno, todos los comitecos y muchos visitantes saben que es un corredor externo del Centro Cultural Rosario Castellanos. Muchas parejitas tienen recuerdos en este espacio, porque es un espacio que inspira la plática en un ambiente seguro, porque está en el corazón del pueblo. En esta maravillosa fotografía de Roberto Carlos se aprecia a un muchacho recargado en el segundo arco, sentado sobre el piso, así lo exige el aire cotidiano. En el cuarto arco, también en el piso, hay una pareja. ¿Alcanzás a ver el cubrebocas Kn95? Y en el sexto arco también hay otra pareja. Roberto se paró en el centro del pasaje, casi al inicio del corredor. Las personas que desean visitar el Archivo Municipal recorren todo este pasillo hasta llegar al fondo. Otras personas caminan por la banqueta, en un nivel inferior, y suben por la escalinata que está al fondo y que da acceso directo al Archivo. La foto es muy reciente. Roberto la tomó una de estas tardes. El cielo ya tiene un color azul profundo, tonalidad que advierte la presencia de la noche, por eso las lámparas ya están prendidas y sus sombras y luces provocan un maravilloso juego estético en el piso, pero, sobre todo, en el techo de madera. Los arcos se desdoblan y, como mariposas, se extienden en el cielo del corredor. ¿Qué provoca la fotografía a primera impresión? Tranquilidad. Eso lo saben los muchachos que ahí están sentados en el piso, olvidados del mundo, en su burbuja protectora. Pero, por supuesto, este espacio no siempre tiene esta placidez, durante las mañanas tiene más actividad, se llena de voces, carreras y confidencias. Este espacio intimista es parte de la memoria colectiva. En los últimos tiempos grupos de artesanos han montado mesas para ofrecer diversos productos culturales. El corredor sirve para hacer tianguis; en otras ocasiones los directivos del Centro Cultural han montado exposiciones de pintura, de dibujo, de fotografía o de cerámica. El destacado ceramista Manuelito, de Yalumá, en temporada vacacional, ofrece sus exquisitas piezas artísticas. Uno ve la fotografía y advierte la libertad de desplazamiento, la profundidad del espacio. Es una experiencia sensacional acodarse en la baranda de hierro y ver los pájaros arracimarse en las frondas o los carros o las personas que caminan en las banquetas, el nevero, los que comen hamburguesas o esquites o elotes asados con polvojuan. Pero no siempre fue espacio de tránsito libre, ¡no! Los muchachos de la primera mitad de la década del setenta deben recordar que este corredor fue transformado en talleres, en salones de la Escuela Secundaria y Preparatoria. Porque, antes de que el maestro Óscar Bonifaz creara la primera casa de cultura del estado de Chiapas, el edificio albergó a la muchachada estudiante de secundaria y prepa. Nunca, la verdad, este espacio estuvo tan lleno de vida en flor “de vida”. Jóvenes entre doce y dieciocho o veinte años convivieron acá en forma regular. La historia es sencilla, pero compleja. En algún momento, los directivos de la gloriosa escuela Secundaria y Preparatoria vieron que los salones eran insuficientes. Esta escuela tuvo un auditorio (el que actualmente es el Auditorio Roberto Cordero Citalán) pero no tuvo canchas deportivas, por ejemplo. ¡No tuvo cafetería! Únicamente tenía salones, corredores, sanitarios sucios y el pequeño patio central. Nada más. Ahí se topeteaban los alumnos de prepa y de secundaria. Por eso (y esto fue un verdadero prodigio), a la hora del recreo, los alumnos salían a comer tacos dorados con el señor que los ofrecía al pie de la escalinata, todas las mañanas llegaba con su carrito y esperaba a los hambrientos muchachos. El recreo se daba en el parque central de Comitán. ¿Mirás? ¡Eso sí era una verdadera delicia! Sólo los muchachos del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz tuvieron el mismo privilegio en el parque de San Sebastián. ¿Qué hacer ante la insuficiencia de talleres y de salones? El laboratorio de química estaba en un salón oscuro. Al frente estaba una mesa de madera donde el maestro hacía las reacciones y los muchachos, como si estuvieran en un anfiteatro, se sentaban en una improvisada tribuna de madera para hacer anotaciones y observar lo que el maestro realizaba abajo y distante. Los directivos debieron darle varias vueltas al tema de cómo aprovechar espacios y a alguien se le ocurrió aprovechar este corredor. Así, improvisaron un salón largo, largo. Mi memoria, lo sabés, es endeble, pero recuerdo una mañana que recibía clase en un salón de preparatoria y recibí un papelito a través de la ventana. En el segundo o tercer ventanal que acá se ve estaba el salón de prepa y de este lado el salón de secundaria, mientras la maestra dictaba su cátedra al frente, yo estaba sentado (ese día) al lado del ventanal, escuché que una manita tocaba el cristal, abrí tantito el postigo y la manita me pasó un papelito, lo coloqué debajo de mi libreta, casi sin respirar, emocionado, esperando que la maestra no me cachara a la hora de leerlo, pero dos segundos después volví a escuchar la manita tocando el cristal, volví la mirada y la chica, sin hablar, sólo moviendo la boca, dijo: “Es para Alfredo”. Entendí, era un simple mensajero. Hubo un instante, mínimo, donde pensé que el papelito era para mí. Sin hablar, sólo moviendo la boca, dije: “Bueno”. Como la niña estaba pendiente de su encargo, levanté la mano, pedí permiso para ir al baño, tomé el papelito y al pasar al lado del asiento donde estaba Alfredo lo dejé sobre su paleta. Miré hacia la ventana y la chica movió los labios: gracias. Así que este corredor hermoso no siempre tuvo este rostro apacible ni siempre permitió el paso libre. Como si moviera una pared, la escuela amplió su espacio y usó este corredor como salón para clases o para talleres. Este espacio que ahora, la mayor parte del tiempo, permanece como acá se ve, estuvo lleno de mesas y sillas de paleta, estuvo lleno de muchachos que se sentaban en el escritorio del maestro, que se subían sobre las sillas. Quienes estudiaron en ese tiempo, en ese salón, deben tener recuerdos inolvidables de clases recibidas siendo espectadores de lo que sucedía en la calle. No dudo que en algún momento a alguien se le antojó un dulce de los que vendían en la manzana de enfrente, donde ahora está el estacionamiento del banco, y aventó monedas a los amigos y éstos cruzaron la calle, compraron dos chimbos y dos obleas y, uno de los amigos, encaramado sobre la espalda de otro, le pasó el antojo, en plena clase de electricidad. Con este antecedente, cuando la secundaria y preparatoria estrenaron edificios (los actuales) y ya el corredor era parte de la Casa de la Cultura, también se cerró el espacio, en forma más profesional, en los enormísimos arcos se colocaron enormísimos ventanales para evitar que entraran la lluvia y el aire y, más o menos, en el lugar donde Roberto tomó esta fotografía, colocaron una gran reja que estaba abierta durante el día para visitar diversas exposiciones y se cerraba en la noche. De nuevo se volvió a limitar el paso. Estoy seguro, querida niña, que vos tenés muchos recuerdos memorables de este espacio. Todo mundo de acá los tiene. El corredor tiene la magia de esos espacios que te permiten estar en un punto y sos testigo de dos universos paralelos. Cuando estoy en este pasaje puedo ver lo que hacen las personas que laboran en el Centro Cultural y lo que sucede en el exterior. Esa duplicidad me permite apreciar dos de las múltiples caras que tiene el espejo de la vida. Gladys Bonifaz ha dicho que este edificio está bañado en piedra, a mí siempre me ha gustado esa definición. ¿Cuántos ecos, cuántas voces, cuántas historias se han escrito en los muros del aire? ¡Cientos! Estoy seguro que una o dos parejas se hicieron novios acá, y también, porque he visto caritas llenas de lágrimas, otras parejas han roto su relación acá. Después de estar vedado al tránsito libre, el espacio recuperó su esencia de ser pasaje de un extremo a otro; de ser un espacio donde las parejas platican y se abrazan; donde, de vez en vez, se colocan mesas para tianguis o caballetes para exposiciones de pinturas o cajas para esculturas y obras en cerámica. Posdata: es uno de los espacios públicos más bonitos de nuestra ciudad. He visto cómo algunos destacados fotógrafos hacen sesiones con niñas y niños bonitos, porque el espacio permite jugar con los elementos donde la madera, el hierro y la piedra conversan con nosotros desde siempre, desde una mañana en que una niña de secundaria tocó el cristal del ventanal y yo abrí pensando que el papelito era para mí. Simple mensajero, eso fui, eso soy, Hermes, hijo de Zeus, que cumple con su función de entregar el sol en otras manos.

viernes, 21 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON PALABRAS

Querida Mariana: quienes nacimos en los años cincuenta aún escuchamos varias palabras del idioma tojolabal. Por ejemplo, recuerdo que cuando estaba en tercero o cuarto de primaria hice un intento de firma que fracasó, porque no llegué más allá de mis dos iniciales, a de Alejandro y m de Molinari. Un día, jugando lotería, el tío Andrés nos pidió que firmáramos un papel donde aceptábamos las reglas que él nos había enseñado con mucha delicadeza, cuando vio que escribí AM me quedó viendo y preguntó si sabía qué significaba eso en idioma tojolabal, dije que no, él dijo: am es araña. Si me lo hubiera dicho ahora habría sonreído sintiéndome Spyder man, pero tenía pocos años y ser comparado con una simple, asquerosa y horrible araña hizo que llorara, dije que no quería ser araña, el tío no supo cómo reaccionar y rompió el papel, “el conjuro quedó deshecho”, dijo y guardó los papeles en la bolsa de su pantalón. Días después me explicó que poner mis iniciales no eran firma, me enseñó cómo debía ser una firma y entonces comencé a practicar una donde estaba mi nombre completo y terminaba con una raya debajo con colita enrollada. Dejé de ser am, araña. Desde entonces no olvidé que en idioma tojolabal así se le dice a la araña. ¿Vos conocés al saraguato? Sí, el saraguato es el mono aullador. Nunca he visto uno de esos en vivo y a todo color. Marlene me contó que cuando fue con su familia al centro recreativo Las Guacamayas vivió una experiencia alucinante. Ella, en el día, disfrutó la presencia de las guacamayas, en los árboles o volando, pero jamás imaginó que en la noche, al apagarse los colores de arco iris de esas aves y las lámparas de las cabañas, escuchó ruidos afuera, su abuelo le dijo que no se preocupara que eran pasos de jaguar y rio. Marlene se molestó. El abuelo, experto cazador desde su juventud, estaba acostumbrado a los ruidos de la selva, pero ella, que era la primera ocasión que dormía en una cabaña estaba inquieta, se acostó al lado de su hermana y le confió su temor, Herlinda también dijo que no se preocupara, que en la selva, durante la noche, muchos animales salen a merodear, pero que ahí no había jaguares. Entonces qué es eso, preguntó Marlene y abrazó a su hermana, temblaba. Herlinda se deshizo del abrazo y se sentó en la cama, prendió la lámpara de mano y enfocó la cara del abuelo que estaba en la hamaca, le preguntó qué era eso, el abuelo se dio la vuelta y dijo: no se preocupen, son saraguatos. Marlene me dijo que no logró dormir, los saraguatos que caminaban sobre las ramas aullaban, su sonido era como el de los muchachos groseros que eructan a lo bestia, pero el aullido de los monos era muy intenso, como si tuvieran un micrófono en la garganta. Bueno, pues el saraguato, mono aullador, se llama b’atz’ en lengua tojolabal. No sé si ahora se usa este término, pero en mi infancia sí lo escuché, lo viví. Vos sabés que soy llorón, antzilón, decimos en Comitán. No sé controlar mis emociones y lloro por cualquier cosa. Antes me gustaba ver la entrega de los Premios Óscar y lloraba a la hora que la ganadora del Óscar a la mejor actuación femenina decía su mensaje de agradecimiento, que siempre alude a las fibras más íntimas, en el plano familiar o en lo social. Así que una tarde, en la escuela, un compañero abusivo (hijo de ranchero que usaba botines con punta), me pateó en la espinilla y yo, al sentir el punterazo, me puse a llorar. El abusivo (tras no basta, diríamos) me señaló y comenzó a gritar: ¡está batzeando, lero lero, está batzeando! En el pueblo usamos (o usábamos) el verbo batzear como sinónimo de llorar. ¿Tiene alguna relación con el b’atz’? ¿A veces lloramos con tal intensidad que parecemos monos aulladores, como plañideras que reciben más paga mientras más lloran? No lo sé. Lo que sí sé es que nuestra cercanía con la cultura tojolabal nos llevó a usar muchos términos de esa lengua y los incorporamos a nuestro dialecto castellano, el formidable comiteco. Posdata: Sí, lloro como b’atz’. No me preocupa. Si hay una película emotiva ¡lloro!; si veo a una niña correr para abrazar a su mamá ¡lloro! Lloré mucho cuando estuve en la primaria, varios compañeros eran molestosos de vocación. Por eso amaba llegar a mi casa. Ahí lloré muy pocas veces, porque ahí sólo recibía cariño.

jueves, 20 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 16)

Querida Mariana: ¡seguimos! Con esta serie de cartas honramos a doña Lolita Albores, le agradecemos el testimonio que nos legó, su conocimiento profundo del Comitán auténtico, dicharachero, simpático, ingenioso, genial; y acá agradecemos su mirada acerca de una personalidad relevante del Siglo XX: Rosario Castellanos. ¿En qué quedamos? En el párrafo donde habla de María Escandón (María Abarca), quien fue la cargadora de Rosario niña y luego compañía en los últimos años de los papás de la escritora (enfermera, incluso) y cuidadora de Rosario mayor, hasta que la dejó ya casada con Ricardo. Muchos estudiosos de la vida de Rosario han hablado de María Escandón, a esos datos se une el testimonio de doña Lolita. Bueno, sigamos. En las siguientes líneas de la crónica intitulada “Sí conocí a Rosario Castellanos”, publicada en el Boletín Imaginarte, en agosto de 2002, doña Lolita dice lo siguiente: “Cuando por televisión Juan José Arreola dio la noticia de la muerte de Rosario en Tel Aviv, vinieron a mi recuerdo muchas cosas vividas con ella y pensé: ¡qué bueno que se adelantaron sus papás!, no hubieran resistido perderla, así como nunca se les olvidó la muerte de Benjamín”. ¿Mirás? ¡Qué dato tan simpático, dentro de la tragedia! Doña Lolita se enteró de la muerte de Rosario a través del escritor Juan José Arreola. La mayoría del mundo se enteró por notas periodísticas, radiofónicas o televisivas expresadas por periodistas. Arreola no era periodista, pero en ese tiempo salía en programas televisivos, siempre fue muy hábil para el manejo de la palabra, así que doña Lolita prendió la televisión y en la pantalla apareció Arreola lamentando el fallecimiento de nuestra paisana, la gran Rosario. En la edición del 8 de agosto de 1974, el periódico “El Nacional – Diario al servicio de México”, colocó un cintillo en la parte superior: “Murió la destacada escritora y embajadora de México en Israel, Rosario Castellanos”, y en la parte de abajo, pero en portada, una nota ilustrada con una foto de Rosario, de perfil, sonriente, con el siguiente encabezado: “Piden que sus restos descansen en la Rotonda de los Hombres Ilustres” (así se llamaba entonces lo que hoy es Rotonda de las Personas Ilustres). Doña Lolita se enteró del fallecimiento de su amiga en un comentario del gran escritor jalisciense. Parecería poca cosa, pero ¡no! Hubo un acto mágico en esta ventana. Arreola fue amigo de Rosario, así que doña Lolita, amiga de Rosario, supo de la muerte de la escritora a través de un amigo. Cuando doña Lolita prendió la televisión fue como si tomara el teléfono y Arreola le dijera: ¡Rosario murió! En 1964 Rosario escribió un extenso análisis de la novela “La feria”, de Arreola, comentó que Juan José era reconocido como cuentista, pero que su irrupción en la literatura mexicana con esta novela era una buena noticia, mirá qué escribió: “Nunca, ninguna novela mexicana había desbordado tal gracia como la que se regala en La feria”. Pucha, qué elogio tan sublime, tan bien medido, tan generoso, tan actual, por siempre. Hemos platicado que Arreola vino a Comitán. Lourdes De La Vega, bien jovencita, llevó a Arreola a Los Lagos, en el carro de su papá, don Ramiro. Doña Lolita dice que cuando se enteró de la muerte de Rosario llegaron a su recuerdo muchas cosas vividas con ella. ¡Por supuesto! Y luego una reflexión que iba en el sentido de lo esperado en la vida: la muerte de los mayores. Doña Lolita, ese día, pensó que los papás no habrían soportado la muerte de la hija, no habrían soportado la muerte de sus dos hijos. Pero, los papás de Rosario habían muerto en 1948, con apenas días de diferencia. La reflexión de doña Lolita trató de compensar la balanza. Sabemos que los papás de Rosario no habrían dudado entre la vida de Rosario y la del hermanito. Posdata: el testimonio de doña Lolita es muy personal; con sencillez nos transmite su pensamiento. Sabemos que, ante una ausencia, los seres humanos tenemos múltiples sentimientos y éstos nos conducen a senderos llenos de piedras. Doña Lolita pensó ¡qué bueno que se murieron sus papás antes, ellos no habrían soportado la pérdida de su hija!

miércoles, 19 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON MARCELO

Querida Mariana: en esta carta sacaré a bailar al Secretario de Relaciones Exteriores. ¿Ya me volví analista político internacional? No. Zapatero a tus chanclas, dice el dicho. Lo mío es el bosque cultural. Entonces, ¿por qué hablaré de Marcelo Ebrard? Porque la noticia de estos últimos días fue que CITIBANAMEX será puesto en venta y ello me tocó en forma directa por dos aspectos. El primero fue reconocer que este banco fue, en su origen, el Banco Nacional de México (luego lo adquirió el consorcio norteamericano y lo de Banamex fue la colita de CITI). Bueno, y ¿esto qué? Vos sabés que, antes de que hubiera una sucursal en el pueblo, mi papá fue el encargado de la Corresponsalía del Banco Nacional de México, en Comitán. Esto me une a la institución, porque el trabajo de mi papá contribuyó, apenas granito de arena, a la consolidación de lo que luego sería BANAMEX y ahora es CITIBANAMEX. Bien, dirás vos, pero ¿y Marcelo? Voy, voy. Lo segundo fue advertir que la noticia de la venta levantó mucho polvo en el ambiente, tanto en expertos de economía, como en los ignorantes, los de a pie. Quien tiene sus ahorritos se preguntó: ¿qué pasará con mi paguita? ¡Nada, nada!, dicen los expertos; además, la eventual compra llevará todo un proceso y tardará un buen tiempo. ¡Ya, ya! ¿Pero por qué el Secretario de Relaciones Exteriores anda en una carta que habla de esta negociación a los más altos niveles, donde vos y yo poco entendemos y nada tenemos que ver? Ah, bien, porque una de las noticias relevantes fue la declaración que Marcelo Ebrard hizo a propósito de la Fundación Cultural Banamex. Vos sabés que esta institución bancaria posee un acervo artístico mexicano de gran valor, tanto en lo plástico como en lo económico y en lo histórico. ¿Qué dijo el Secretario de Relaciones Exteriores de nuestro país? Copio su declaración tuitera para que quede constancia: “Con el anuncio del próximo cambio de propietarios de Citi-Banamex estaré atento, a la integridad y destino de la Fundación Cultural Banamex y el importante patrimonio cultural que la integra. En mi opinión debería pasar a propiedad nacional para su preservación”. ¿Mirás? Insisto que nada sé de estas vainas, pero entiendo que este patrimonio debe defenderse, por supuesto que sí. Es muy importante saber que Marcelo está pendiente del destino de ese patrimonio. Existe un inventario de todos los objetos culturales que pertenecen a la Fundación, bienes muebles e inmuebles, por ahí mencionan, por ejemplo, la casa de Iturbide, pucha, nadita, la residencia de quien fue emperador de México. ¡Tómala!, dirían los chavos. Pero hay mucho más: pinturas, esculturas, piezas prehispánicas… mucho más. Se entiende que estas obras, al ser mexicanas, no pueden salir del país (se cometería un acto ilegal); por lo tanto, los vendedores deben garantizar la pervivencia de este acervo en el país. Ahora bien, ¿cuál es la propuesta de Marcelo? Que el acervo pase a ser propiedad de la nación. Es tema para expertos en leyes. Pongo un ejemplo para mí (lo comparto con vos). Si hay una señora que heredó una casa del siglo XIX y en su interior tiene un cuadro pintado por el enormísimo paisajista José María Velasco, si vos comprás la casa (estamos jugando, querida niña) con todo su menaje, el cuadro (bien adquirido, con su certificado de autenticidad), pasa a ser propiedad tuya. Ese cuadro no lo podés vender a un extranjero, debe permanecer en el país, porque es propiedad de la nación. Así pues, la propuesta del Secretario de Relaciones Exteriores es genial, que los tesoros de México no salgan del país, pero, ¿cómo se puede proteger este patrimonio que es de México, pero que es propiedad de una institución particular? Es cosa de expertos en leyes, pero me da gusto que ya Marcelo puso el tema sobre la mesa. Sí, que no pase inadvertido el tema de esa riqueza cultural que, en esencia, es patrimonio nacional. Posdata: Marcelo ya puso el tema en la mesa. Es muy hábil, demuestra que está pendiente de esas aristas que pueden abrir huecos. En los últimos tiempos ha sido un gran impulsor del retorno de tesoros culturales mexicanos diseminados en otros países. Los enterados dicen que el presidente de la república ya tiene al candidato de su partido para la presidencia de la república en el 2024. Otros, también enterados, dicen que no es cierto, que del grupo que ha levantado el dedito saldrá el mejor candidato y sugieren que los integrantes de ese partido elijan al mejor candidato; dicen que bien puede ser Marcelo, porque en este mundo globalizado al país le conviene un presidente que sepa manejar los hilos internacionales, dicen que si nuestro país logró millones de vacunas anticovid fue gracias a sus buenos oficios. Se mueve como pez en mares del mundo. No lo sé. Todo lo miro desde esta orilla, de lejitos, porque ni siquiera sé nadar y no sé cómo se usan los tecomates como flotadores; pero sí me interesa saber que el patrimonio se defiende. Mi papá lo supo, ahora Marcelo lo sabe: Citibanamex en su origen fue el Banco Nacional de México, ¡de México!

martes, 18 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO INEXISTENTE

Querida Mariana: Rocío y yo fuimos al museo hace más de veinte años. Habíamos comido unas quesadillas en Chapultepec y luego ella dijo que fuéramos al museo. En el muro del vestíbulo estaba un marco con un letrero: “Fotografía de la nada”. Se acercó un par de muchachos tomados de la mano, ella, en lugar de ver el marco vio a su pareja, él dijo: “La mejor foto del mundo”, ambos rieron y caminaron. Rocío hizo lo que la chica, me vio, luego vio el marco y dijo: “En primer plano la nada y más allá la nada, una metáfora de la vida, ¿no?” A veces pienso en esa tarde. Nosotros, a diferencia de los muchachos, nos quedamos un buen rato viendo ¡la nada! No reímos, al contrario, ese pedazo de muro enmarcado pareció jalarnos, decirnos que en ese minúsculo espacio algo nos decía el universo. Como era tarde ya no entramos a las salas, Rocío me dijo que lo hiciéramos otro día. A mí me dio gusto esa propuesta. Disfrutaba mucho la presencia de Rocío. En el Metro, ella dijo que la fotografía de la nada era una genialidad babosa. Coincidimos. Una tarde habíamos entrado a otro museo y vimos una instalación donde estaba un colchón lleno de basura, a mitad de la sala. Dijimos que eso sí era una simple babosada, no hija del genio creativo, sino de la ociosidad alucinada. Pero la fotografía de la nada tenía cierta gracia que se burlaba del mundo, invitando a los espectadores a reflexionar en serio, a partir de una soberana estupidez. Se supone que lo expuesto en un museo es algo irrepetible, original. ¿Quién se atreve a hacer una copia exacta de la Gioconda? Son pocos los atrevidos, y muchos menos los que lo logran. Los expertos pueden, con la mano en la cintura, comprobar la falsedad de una obra de arte. Por el contrario, la Fotografía de la nada, la podríamos copiar sin mayor problema, bastaba ir un domingo al tianguis de La Lagunilla, buscar un marco bonito, llegar a la casa, colgarlo en un clavo y pegar el letrero: “Fotografía de la nada”. Eso bastaba para sentir que teníamos “una obra de arte” en casa. A quien preguntara bien se le podría decir que una obra similar estaba colocada en el vestíbulo de un museo de arte. A veces hay cosas sencillas impactantes. Hay muchas fotografías que son verdaderas obras de arte y sólo bastó oprimir el botón de una cámara para captar un instante sublime. Jamás habíamos pensado que, también, se podría hacer una fotografía de la nada, a partir de la nada. Rocío dijo que bien podría ser una metáfora de la vida, porque la vida, en efecto puede contener El Todo, pero también La Nada. Y si queremos jugar con palabras y conceptos podemos decir que la vida contiene la Nada del Todo o el Todo de la Nada. Nadie tiene recetas para preparar eso que se llama Sentido de la vida. Algunos sabios, en ocasiones, le agregan una pizca del Todo y a veces, como si dosificaran la sal, un puñito de La Nada. ¿Hay alguien que quiera hallar el sentido de la vida parándose frente a una fotografía donde no hay más que un marco que simboliza a La Nada? Rocío y yo estuvimos de acuerdo que lo contrario era imposible de lograrlo. ¿Quién, en sus cinco sentidos, se atrevería a colgar un marco en una pared del museo y el letrero “Fotografía del Todo”? Posdata: cuando fui al departamento donde vivía Rocío con su mamá y su abuelita, ella me recibió con un recorte de periódico: el marco de la fotografía de la nada había sido una travesura que hizo alguien. Ese travieso hizo la travesura en un momento que el vigilante fue al sanitario, descolgó un anuncio con el horario del museo y colgó el marco con el letrero. Parece que los dos muchachos, nosotros y dos señores fuimos los únicos testigos de su atrevimiento. Cuando el vigilante regresó no vio nada extraño, hasta que los dos señores se acercaron a él y le dijeron que eso era absurdo, que cómo el Museo promovía algo así. La Fotografía de La Nada sólo permaneció por pocos minutos en la pared del museo. Rocío me invitó a pasar a su recámara, sin pasar de la puerta, desde ahí vi que al lado del clóset había colocado un marco con el letrero: “Fotografía de La Nada”, se llevó un dedo a la boca y pidió que nada dijera, para que no se enteraran las autoridades y la acusaran de robo de una obra de arte.

lunes, 17 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON RECONOCIMIENTO

Querida Mariana: en la tierra de Balún Canán ¡nueve estrellas! En esta fotografía, un grupo de alumnos de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar acompaña al Maestro José Hugo Campos Guillén, Rector de la institución. ¿Por qué portan vestimenta tradicional de la zona tojolabal? ¿Por qué llevan flores, tambores, silbatos de carrizo y braseros para copal? Porque fueron los encargados de dar la bienvenida a los participantes al Seminario: “Temas Selectos de Medicina Interna”, que organizaron los niveles de Medicina Interna y Urgencias, del Hospital María Ignacia Gandulfo, de Comitán y se efectuó en el Salón de Actos de la UMNRS, los días 14 y 15 de enero de 2022. En Comitán, cuando hay un festejo importante aparece este ritual tradicional. El grupo anfitrión tocó el tambor y pito en honor a los médicos asistentes al Seminario realizado en honor al Doctor Roberto Santiz Gómez. No sé vos, pero a mí me encantan los reconocimientos que provienen de los pares. Me recuerda al Premio Xavier Villaurrutia, que se entrega a escritores mexicanos por parte de escritores mexicanos. Es genial que gente de tu familia reconozca tu labor. Acá, profesionales del Hospital María Ignacia Gandulfo reconocieron a un médico de su institución. Los que saben dicen que el Hospital de Comitán tiene más de doscientos años de servir a la población. ¡Genial! Todo mundo sabe la historia de doña María Ignacia, quien donó sus riquezas para servicio de nuestra comunidad. Los médicos que ahí trabajan rinden homenaje a ese ideal. En el cartel promocional del Seminario apareció la siguiente frase: “Donde quiera que se ame el arte de la medicina, se ama también a la humanidad”. Y los médicos compartieron sus conocimientos, se actualizaron. Lo hicieron en el Seminario dedicado a profesionales de la medicina. Llamó mi atención el abanico de especialidades. En esos dos días trataron temas de Medicina interna, Neumología, Cardiología, Geriatría, Gastroenterología, Reumatología, Hematología, Dermatología y Medicina Crítica. ¡Qué maravilla! ¡Cuántas disciplinas al servicio de la humanidad! Mencioné el Xavier Villaurrutia y de inmediato apareció el rostro de la paisana Rosario Castellanos, porque ella fue reconocida por sus compañeros escritores en 1960, por su libro de cuentos “Ciudad Real”; y nosotros nos enteramos que en 2022 fue reconocido el doctor Roberto Santis Gómez por sus compañeros médicos. Honrar honra. Durante los dos días la ciencia médica brilló. ¿Quiénes fueron los ponentes? Los médicos Carlos Alberto Zamorano León, Jorge Artemio Argüello Macal, Armando Pérez Gómez, Omar Bravo Cruz, José Gilberto Alfaro Guillén y Jorge Valentín López Solórzano presentaron sus conferencias en la mañana del viernes, y en la tarde de ese mismo día tocó a los médicos Edgardo Rodríguez Ocaña, Miqueas Pérez Narváez y Alberto Iván De León Morales. Todos trataron temas interesantísimos, pero a mí, lego en todo, llamó mi atención en forma especial el tema de “Hipertensión Pulmonar” y otro que trató lo de hígado graso en pacientes que no acusan alcoholismo; antes se pensaba que únicamente los bolos morían de cirrosis. ¿Mirás qué temas tan interesantes? No he dicho que la presentación estuvo a cargo de la doctora Virginia González Santos. ¿Y quiénes compartieron sus conocimientos el día sábado? Ah, mirá, acá está la relación de médicos participantes: Liliana Cruz Hernández, José Antonio Mérida García, Miguel Ángel Orrico Velázquez, Miguel Ángel López Hernández, Shein Asariel Rodríguez Insunza y Fernando López Vázquez. El Maestro José Hugo Campos Guillén, Rector de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, me dijo que, más o menos, como a las dos de la tarde se dio el acto de clausura. Dos días geniales, bien aprovechados. El doctor Roberto Santiz Gómez nació en la misma ciudad donde nació mi papá, sí, la hermosa San Cristóbal de Las Casas; es egresado de la misma universidad donde estudié literatura, sí, la gloriosa Universidad Autónoma de Chiapas, pero desde 1994 labora en la ciudad donde nací, sí, Comitán de Domínguez. ¡Ya, ya sé qué estás pensando! Que siempre trato de relacionar mi árbol con otros del bosque cercano. Lo hago porque eso ayuda a decir que así se forma comunidad, así nos relacionamos. A final de cuentas, los médicos saben que son manos benditas en auxilio de otras manos humanas. Al doctor Santiz Gómez lo reconocen sus amigos y cercanos como un buen ser humano y un destacado profesional de la salud. Posdata: bendiciones a todos los médicos que nos auxilian en los momentos de extrema necesidad. A mí me encanta saber que en Comitán hay profesionales que honran a su profesión. No queda más que decir: ¡Salud! Salud por siempre, salud física, salud mental y salud con una copita de comiteco y harta música de tambor y pito y marimba, mucha marimba.

sábado, 15 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: acá está una fotografía que Juan Ramón Ríos compartió en redes sociales. Identifico el lugar sin problema. Los ciudadanos de mi generación también identifican el sitio. La multitud está de pie en la calle que separaba el parque central del palacio municipal. Tal vez te ayude a identificar si digo que donde están las chicas con uniforme (alumnas de la Escuela Secundaria del Estado) ahora está, más o menos, el monumento donde izan la bandera nacional. Las casas del fondo de la fotografía ya no existen, eran parte de la llamada Manzana de la Discordia, que fue demolida para la ampliación del parque, para dejarlo como está actualmente. La multitud comiteca está congregada porque llegó un visitante distinguido. ¿Mirás las pancartas con el retrato de un personaje? Es la fotografía de Adolfo López Mateos, quien fue presidente de la república de 1958 a 1964. ¿De qué año es la fotografía? Juan Ramón no lo dijo. Me atreveré a hacer una deducción. En la Mediateca del INAH existe una fotografía donde aparece López Mateos en una calle de Comitán, en julio de 1961. La foto es muy bella, porque camina al lado de comitecas que lo llevan del brazo, detrás caminan muchas personas y otras observan su paso desde las puertas o balcones de casa. La calle está regada con juncia fresca. En esa visita ya era presidente de la república. ¿Y en esta fotografía que compartió Juan Ramón? Parece, sólo digo que parece, vino a Comitán en campaña presidencial. Era candidato del PRI y, en ese tiempo, todo mundo político pertenecía a ese partido. La gente ve hacia el balcón del palacio municipal. ¿El candidato se presentó ante la comunidad comiteca desde el balcón presidencial? Sólo estoy haciendo una suposición. Digo que su presencia es como candidato porque cuando estos personajes ya eran presidentes la gente no portaba pancartas ni manifestaban su adhesión a través de mantas. En una de las mantas, colocada sobre el alto de la fachada donde estaba la tienda de dulces ARA, de don Arturo Rivera Alfaro, se alcanza a distinguir que dice: “… con Adolfo López Mateos”; es decir, alguna agrupación asegura que López Mateos es ¡su gallo! Si lo que digo es cierto, la fotografía corresponde al año de 1957 o, más seguro, 1958, porque el Internet señala que López Mateos fue designado candidato a la presidencia en noviembre de 1957 y ganó la elección en julio de 1958. En ese lapso realizó su campaña por todo el país. ¿Tuvo oposición? Sí, el candidato del PAN, que fue Luis Héctor Álvarez Álvarez. Por ahí aparece un dato interesante. López Mateos fue candidato de una coalición (sí, parece que desde entonces ya realizaban esa práctica): Fue candidato del Partido Revolucionario Institucional, del Partido Nacionalista Mexicano, del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, y del PP (Partido Popular). Esta coalición fue una aplanadora que arrasó al PAN. López Mateos obtuvo seis millones setecientos sesenta mil votos y Álvarez Álvarez setecientos cinco mil, don Adolfo lo superó en más de seis millones de sufragios. ¡Ni para qué pedir recuento de voto por voto! La figura de don Adolfo aparece ahora en las historias cotidianas, porque el gobierno actual promueve una Reforma Eléctrica. López Mateos fue quien ¡nacionalizó la industria eléctrica! Pero, si robé la foto de Juan Ramón para mandártela es por dos motivos: el primero, comentar algo del Comitán de fines de los cincuenta y principios de los sesenta; y lo segundo es algo que tiene que ver con libros, objetos culturales que han estado a lo largo de mi vida, que han enriquecido mi vida. En estos tiempos de pandemia provoca sentimientos opuestos ver este tipo de imágenes donde nos reuníamos sin mayor problema, nada de cubrebocas ni sanas distancias, ¡no!, el amontonamiento era algo simpático. Siempre ha llamado mi atención cómo algunas personas convocan multitudes: cantantes y políticos. Los primeros convocan multitudes en forma natural; los políticos lo hacen en forma artificial. En ese tiempo los líderes de agrupaciones convocaban a sus agremiados y los hacían llevar pancartas (ahora hasta reparten tortas, refrescos, un billetito y la promesa de que la Revolución les hará justicia, aunque sea la colita deshilachada). No lo creerás, o tal vez sí, muchas de las personas se peleaban por los carteles donde aparecía la figura del candidato, los llevaban a sus casas y los colgaban en alguna pared de la sala, era una manera de tener cerca a esa figura relevante en la historia del país, porque, hemos platicado la obviedad muchas veces, sólo hay un presidente de la república (ahora lo buscado es la selfie al lado del presidente). La niña que está en primer plano, la del cabello colochito, estudiante de la Secundaria del Estado, tenía doce o trece años de edad. Si la foto es de 1958, ella tiene actualmente setenta y seis o setenta y siete años de edad. Su testimonio sería sensacional, sería maravilloso tener los testimonios de los testigos de ese momento histórico. ¿En alguna pared todavía está, descolorido, ajado, el cartel que acá portan, recién sacado de la maleta del camión? En el edificio de dos pisos estuvo Nevelandia en la parte baja, y en el segundo piso, por un momento, en los años setenta, estuvo la primera radio comercial de Comitán, la famosa XEUI, aprovechaban el balcón (generoso, acá se logra ver algo) y hacían un concurso de cantantes aficionados, frente al edificio, en el parque; se veía una imagen similar a ésta, la audiencia se amontonaba y miraba hacia arriba, como acá se ven muchos rostros viendo hacia el balcón, viendo a López Mateos, quien, no sólo nacionalizó la energía eléctrica, sino también creó algo que fue sensacional: la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. Cuando entré a la gloriosa Escuela Fray Matías de Córdova, para estudiar la educación primaria, una mañana de 1963 entró el director a nuestro salón y, a cada alumno, nos entregó dos libros, uno era un cuaderno de ejercicios y el otro, más pequeño, decía en la portada: “Mi primer libro de primer año”, escrito con letra manuscrita. Dicho libro tenía una pintura de David Alfaro Siqueiros (en ese momento no sabía quién era Siqueiros), con lienzos en rojo, blanco y verde, y los rostros de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Francisco I. Madero (tampoco sabía quiénes eran esos personajes). ¿Mirás? El libro que recibí en mi primer año tuvo la imagen de quienes ahora se mencionan como iniciadores de las tres transformaciones anteriores a la que ahora vivimos: los iniciadores de la Independencia, de la Reforma y la Revolución. El presidente López Mateos y Jaime Torres Bodet (secretario de educación) son los dos nombres que registra la historia como fundadores de ese proyecto que hasta el día de hoy permite que millones de estudiantes reciban sus textos gratuitos en la educación primaria de este país. Ah, qué emoción sentimos al recibir esos dos libros. El maestro Óscar nos dijo que en casa debíamos forrarlos. Mis papás, igual de emocionados, como los demás papás de mis compañeros y de las otras escuelas, compraron pliegos de papel manila y los forraron en la mesa del comedor donde había tijeras y cinta adhesiva. Mi papá, con su letra maravillosa, bien bonita, llenó los espacios vacíos donde quedó consignado lo siguiente: “Yo soy alumno de la escuela Fray Matías de Córdova. Mi nombre es Alejandro Benito Molinari Torres. El nombre de mi maestro es Óscar Pascacio. Este es mi libro de primer año”. Ya te conté que mi tía Emelina me obsequiaba libros, así que éste no fue en término estricto el primer libro que tuve entre las manos, pero sí lo fue para muchos de mis compañeros, sigue siendo para muchos niños mexicanos cuyos padres no les compran libros, por mil motivos. Recuerdo que en las primeras páginas venía un cuento, ¡un cuento! ¡Genial! Ya me conocés, mi memoria es pichancha, no sé qué contaba, pero lo que sí quedó para siempre en mi memoria fue el dibujo que ilustraba el texto, un puesto (muy colorido) donde había venta de juguetes: aviones, muñecas, guitarras, caballitos, pelotas y una rueda de la fortuna. El primer ejercicio que hicimos (con letra titubeante, pero dibujada) fue la frase: Ese oso se asea. Posdata: dije que al escribir dibujábamos las letras para formar las palabras, unidas, no como ahora que son separadas (por eso le llaman letra de imprenta). Ya dije el otro día que algunos compañeros no tenían la gracia para redactar sus textos y (como confiesa Rosario Castellanos) su letra era horrible; pero quienes tenían la gracia redactaban unos documentos maravillosos, cercanos a lo artístico. La verdad no sé cómo es el juicio crítico de los historiadores acerca del periodo presidencial de López Mateos, pero yo, pichito que recibió su libro de primer año, de manos del maestro Víctor, el director de mi escuela, bendigo ese logro gubernamental, porque aprendí que ese oso se asea y también que mi mamá me mima.

viernes, 14 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE NO SIEMPRE EL TIEMPO PASADO FUE MEJOR

Querida Mariana: algunos visitantes aseguran que Comitán es una ciudad limpia. Viví el Comitán de los años sesenta y los vecinos tenían la sana costumbre de barrer el pedazo de banqueta y calle frente a su casa. El otro día, el doctor Rubén Álvarez recordó que parte de su educación primaria la realizó en el glorioso Colegio Mariano N. Ruiz, en los años sesenta. Él vivía en el barrio de Guadalupe y bajaba al barrio de San Sebastián; en ocasiones, en lugar de caminar por la primera avenida oriente sur (donde está la bajada de San Sebastián), lo hacía por la lateral, la avenida central sur, que iba a dar a la Alabor. ¿Alabor? Sí. Los comitecos así designaban a un espacio que era un basurero público. ¡Dios mío! Al lado de casas, los vecinos cercanos y de más allá, llegaban a tirar basura a ese terreno, donde corría agua, sucia, por supuesto. He preguntado con amigos, pero no saben decirme por qué ese espacio se llamaba así: alabor. Busqué en el Internet y la palabra no aparece, salvo cuando se menciona un arroyo comiteco que se llama El alabor, y que era el hilo de agua que llegaba al basurero. Ya podés imaginar lo que eso significaba para el vecindario: malos olores (había gente que tiraba perros muertos), suciedad, ratas y dos o tres zopilotes. Ahora, en ese espacio ya hay construcciones y la calle está pavimentada. La Alabor sólo queda en el recuerdo de comitecos que vivieron ese espacio en los años cincuenta y sesenta: un basurero a cielo abierto. Ya te conté en una ocasión que, en los años setenta, en la parte trasera del mercado Primero de mayo, había un tiradero de basura, también a cielo abierto. La gente caminaba por la calle y miraba expuestas las carracas de los animales rodeadas por zopilotes. ¡Uf! En los años ochenta (no lo creerás, pero juro que es cierto) hubo una temporada que en la avenida lateral del mercado Primero de mayo algunos vecinos comenzaron a tirar la basura y no sé por qué la autoridad no impuso orden y llegó el momento que se convirtió en una pestilente montaña de basura, a cuadra y media del parque central. ¿Cómo era posible que al lado del mercado estuviera expuesta esa pudrición que contaminaba en grado extremo la ciudad? Digo entonces que no todo tiempo pasado fue mejor. Hoy, estoy seguro, los ciudadanos no permitirían esos basureros. Digo que muchos visitantes aseguran que Comitán es una ciudad limpia, aunque a veces en pleno parque central se ven los amontonamientos de basura, en espera del paso del servicio de limpia. Tampoco me explico por qué no planifican una estrategia para que la recolección de basura, en el centro de la ciudad, no contamine en forma ambiental y visual, ¡visual! ¿Quién bautizó a la Alabor con este nombre? Alguien por ahí lanza la hipótesis de que en ese terreno había un sembradío y era conocido como La labor, porque ahí llegaban personas a laborar. ¿Será? ¡Quién sabe! No es una idea descabellada, porque sabemos que en el pueblo hay la propensión a modificar tantito las palabras y luego las pronunciamos tal como las oímos. Hay un ejemplo un poco indigno. ¿Vos has escuchado la palabra “borcelana”? En algunas partes de la república la usan para nombrar el bacín (bacinica). ¿Cómo lo usamos en Comitán? ¡Qué pena! Así le decimos a un recipiente para comer. No es raro que alguien diga: “me sirvieron el arroz en una pequeña borcelana”. Pucha. Imagino cuál fue el origen de esa palabra. Alguna comiteca fifí, que tenía una vajilla de calidad, pidió que sirvieran el postre en los recipientes de porcelana: “Servilo en la porcelana”, la comadre de medio pelo escuchó “borcelana” y de ahí en adelante. En fin, lo que digo es que en el alabor (o la alabor) iban a tirar los desechos de la porcelana y de la borcelana. Posdata: Salvo esos detalles oscuros que menciono, Comitán se ha distinguido, como dicen los visitantes, en ser una ciudad limpia. Digo que, en los años sesenta, recuerdo a muchos vecinos barriendo el pedazo de calle y banqueta frente a sus casas, era una imagen genial que decía mucho de la responsabilidad ciudadana, del afán de vivir en un lugar limpio.