lunes, 31 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CELEBRACIÓN

Querida Mariana: ¿qué dijo la chica argentina? “Antes muerta que sencilla”, pues acá, esta representación popular mexicana de la muerte hizo honor a su nombre: “Siempre catrina”. Antes del acto majestuoso una buena boleada, para estar guapísima. Esta imagen maravillosa fue apenas una instantánea de muchísimas escenas geniales que se dieron la tarde del miércoles 26 de octubre de 2022, sucede que esa tarde, en el parque central de Comitán se efectuó un acto sensacional, propiciado porque el Cobach 10, fue anfitrión del Concurso Estatal Jóvenes Escritores 2022. Feliz pretexto para reunir a jóvenes estudiantes, académicos y directivos en una convivencia sensacional. La institución reunió a decenas de estudiantes vestidos como catrines y catrinas. ¿Has visto esas maravillosas escenas que denominan flashmob? He visto varios flashmob en la pantalla de la computadora. Ahora busqué en el Internet y descubrí que esta palabra inglesa se aplica cuando “un grupo de personas se reúne de repente en un lugar público, realiza algo inusual y luego se dispersa”. Bueno, esa tarde viví algo semejante, porque caminaba por el parque del pueblo y vi la escena cuya foto comparto. No me asombró el atuendo de la catrina, porque en la proximidad del Día de Muertos muchas personas se visten así; me asombró la imagen de “la muerte” dando lustre a su calzado. ¿A poco la muerte, la real, viste con tal dignidad a la hora que hace la travesura brutal? Ella, de acuerdo con la tradición mexicana, se burla de la vida, por eso, los mexicanos se burlan de ella. Pues los cobachenses hicieron eso, lo hicieron con gran belleza, con alegría. Compartieron con el pueblo comiteco su espíritu lúdico. Tomaba la fotografía cuando escuché tambores y pitos a lo lejos, mientras decenas de jóvenes se apropiaban del parque y, como sucedía cuando fui niño, comenzaron a dar vueltas llenándolo de vida. Hacía mucho tiempo que no era testigo de algo tan pleno, tan argüendero. Iba a ir a visitar la Feria del Libro, ya no lo hice. Me quedé a admirar a los muchachos de diferentes planteles de la zona, con los rostros pintados, con la representación de calaveras, llenas de vida, burlándose de la muerte, consagrándola. Ah, qué ganas de felicitar a los organizadores, de decirles lo que era obvio: esta monumental puesta en escena preservaba la tradición cultural de México. Todos eran catrines y catrinas. ¡Genial! No sé si todavía se usa el término, pero cuando era niño escuché que a los hombres que vestían con elegancia les decían “catrines”. El acto fue catrín, porque vistió de gala la tarde, una tarde donde los muchachos cobachenses desbordaron alegría. Sin duda recordarán esta tarde toda su vida, cuando sean abuelos platicarán que, una tarde, se adueñaron del parque central de Comitán y echaron relajo del bueno, del que alimenta el espíritu, y gritaron porras a sus diversos planteles. Todo mundo reunido disfrutó esta ola de energía, este río de agua limpia. Vi las caras de las chicas, pelando los dientes, con flores naturales de cempasúchil en el cabello o pintadas alrededor de los ojos, caminar con donaire, con la delicadeza y cachondería que la verdadera muerte no tiene, porque la muerte real, la absurda e implacable, camina siempre en puntillas para causar temor a la hora que asoma su cara putrefacta. ¡Ah, qué diferencia a la hora que los chicos caminaron y bebieron el cielo azulísimo de una tarde armoniosa! Ya luego, con la savia en mis venas, caminé al espacio de la fuente y ahí vi sillas y templetes donde las autoridades de la institución prepararon el acto protocolario; ya por ahí vi a los amigos maestros Hugo Ballinas, Fer García (con su cámara, para hacer eterno el instante sublime), Darinel, Javier Figueroa, Lulú Corzo y Luis Adolfo Cancino, quien estaba sentado en una jardinera, también con el rostro pintado y de traje oscuro, con una flor amarilla en el ojal; es decir, bien catrín. Ah, qué generosidad de espíritus. Posdata: disfruté lo que vi. Sabés que soy escaso, casi no salgo, pero cuando lo hago recibo todas las bendiciones que acarician mi mirada: los balcones, los zaguanes, los techos, las plazas, las palomas al vuelo, los perros que descansan y la gente que va de un lado a otro o toma un café o, maravillosa, inventa agruparse para celebrar y conmemorar, por adelantado, el Día de Muertos. Fue una tarde inédita, alegre, llena de vida, en celebración de la muerte. Sólo en este país prodigioso, en esta tierra bendita. Antes catrina que sencilla. Ah, qué hermoso enjambre de alegría, compartido con el pueblo mágico. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 30 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL VIENTO A FAVOR

Querida Mariana: los de estas tierras no dominamos los términos marítimos, como sí lo hacen quienes viven en zonas costeras o en islas. Para un isleño la palabra cayuco es un término común, afectuoso. Los comitecos no trepamos a cayucos, no tenemos playas, ni estrellas de mar, ni redes para pescar, ni faros, ni leyendas con sirenas. Comemos mojarras que traen de La Presa. Los viernes vemos las camionetas y escuchamos las bocinas: “Compre mojarra fresca”. Las personas salen de su casa, eligen los pescados que están en una nevera y luego el vendedor los coloca en la báscula y dice: es tanto. Los productos del agua nos llegan de otra parte. Algunos amigos suben a su auto y van rumbo a La Presa a comer pescados recién sacados del agua. Me dicen que el sabor es diferente, además están en el entorno ideal. Sí, no es lo mismo comer una mojarra frita en el comedor de tu casa, en el comedor de todos los días, que estar en una palapa recibiendo la brisa y el calorcito de aquellos lugares. Quienes somos lectores hemos viajado muchas veces a esos lugares maravillosos, hemos visto delfines, gaviotas, y apreciado a las mulatas, de muslos fuertes y sonrisas fáciles. A pesar que en Comitán no tenemos términos marítimos en el léxico de todos los días, sí he escuchado con frecuencia algo que tiene relación con el mar: con el viento a favor. ¿Has escuchado esta frase? Con el viento a favor. Es como un lugar común que nos ha llegado desde tierras que colindan con el mar, porque, entiendo, es un término que emplean los marinos. ¿Qué significa estar con el viento a favor? En el mar, entiendo, es tener la mano divina que te empuja sin problema al rumbo predestinado. Tal vez, por esto, en lugares alejados del mar (como nuestro amado pueblo) empleamos la frase para decir que todo va bien, que hay fuerzas inexplicables que ayudan a que sigamos por la ruta correcta. Esto está también relacionado con otro término acuático: “nadar contra corriente”. Esto, sin que yo sepa nadar, es un absurdo. Sé que si vas a favor de la corriente, el esfuerzo es mínimo. A veces veo documentales donde peces maravillosos nadan contra corriente, son peces fantásticos. Los salmones son los grandes inconformes, los que van contra toda lógica. La mayoría de peces se dejan llevar con el rumbo del fluido. Tal vez por esto, el maestro Rubén siempre nos decía en clase: Sean salmones y no pez globo. A mí me encantan los salmones, pero también me seduce el pez globo. En los documentales veo cientos de salmones nadando contra corriente, saltando por encima del agua que viaja en sentido contrario, es un movimiento sensacional, pero, de igual manera, veo a los osos que se paran en las piedras, en las pequeñas caídas de agua, abren las tremendas bocas y engullen a los salmones que ahí terminan su viaje y su vida. ¿Qué diría ante esto el maestro Rubén? Nunca lo preguntamos, porque éramos niños. Debo ser honesto, a mí me encanta dejarme llevar por la corriente, nunca he tenido espíritu de salmón, soy un cachetón pez globo, nado en el aire sosegado, nunca me enfrento a la tormenta; pido, eso sí, lo pido siempre, tener el viento a mi favor, y mi Dios es tan complaciente, tan hoja de hierbabuena, que sopla suave, armonioso, y me conduce, como diría el Salmo, por verdes prados. Y esto es todo un milagro, sobre todo en estos tiempos, donde los ciclones están a todo lo que dan, y no sólo me refiero a los fenómenos naturales, sino a los provocados por los hombres. Debemos reconocer que ahora, en Comitán, no tenemos los mismos aires afectuosos que tuvimos en los años sesenta o setenta. El otro día, mi mamá me contó que en su pueblo, Huixtla, en los años treinta, el presidente municipal, que era un hombre sencillo, salía a caminar todas las mañanas, muy temprano y veía la situación imperante y escuchaba a los vecinos; y luego me contó que así recuerda al maestro Roberto Bonifaz, cuando fue presidente municipal lo veía muy temprano caminando por las calles de Comitán. En esos tiempos, estos pueblos tuvieron el viento a favor, su propia gente lo procuraba. Posdata: me gusta leer y ver películas con historias de mar, disfruto mucho descalzarme y caminar por la playa, sintiendo la caricia de la ola que, esquiva, me besa y se devuelve a su lugar de origen, al lugar donde pertenece. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 28 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN MUNDIAL

Querida Mariana: te he contado de los álbumes de figuritas. En los años sesenta, los niños comitecos íbamos a la Proveedora Cultural, a media cuadra del parque central, a comprar los sobrecitos con figuritas y a echar volados. ¡Ah!, muchos paisanos de mi generación recuerdan cómo a media calle los niños corríamos para ver si caía sol o águila y el perdedor entregaba el paquete de figuritas al ganador. Los niños intercambiábamos las repetidas y buscábamos las faltantes. Como siempre, el espíritu mercadotécnico de empresarios listos estaba al ciento por ciento. Un buen día dos señores entraban a nuestro salón, saludaban y decían que nos obsequiarían álbumes (vacíos, por supuesto) y decían que en la Proveedora Cultural podríamos comprar las figuritas y cuando llenáramos el álbum podríamos canjearlo por atractivos premios, que don Rami Ruiz (el propietario de la Proveedora) se encargaba de colgar (recuerdo pelotas, carros y máscaras de luchadores). Así, sentados como estábamos, uno de los señores pasaba a entregarnos el álbum, que olía a nuevo (con el mismo aroma que tenían los libros de texto que al inicio de clases nos entregaba el maestro Víctor, nuestro director). Y ahora, ya viejo, pasé por una tienda, una de estas mañanas de octubre, y miré en un aparador, el siguiente aviso: “Intercambio de estampas del álbum del Mundial, en tienda de ropa infantil “Travesuras”, este sábado de 11.00 a. m. a 1:00 p. m.” ¡Sí! Los chavos de estos tiempos también llenan álbumes, ahora con la temática del Mundial de Fútbol que está a la vuelta de la esquina y se celebrará en Qatar. Y como dice Rosa Montero, la escritora española, una cosa invocada arrastra a otra de igual catadura. Llegué al Colegio Mariano y dos chicas tenían figuritas en sus manos, una de ellas presumía tener la de Mesi, una de las figuras más admiradas del fútbol de estos tiempos. En mis tiempos, no recuerdo haber llenado un álbum con la temática del fútbol soccer. Recuerdo un álbum con figuras de Walt Disney. Las chicas me platicaron y encontré diferencias notables. Ahora, el álbum lo compraron, ¿sabés dónde? En Liverpool, tómala. Hay dos presentaciones, uno de pasta dura y otro más modesto. Las chicas, ¡faltaba más!, adquirieron el de pasta dura. Cada sobre cuesta dieciocho pesitos y trae 5 figuritas. El álbum está preparado para recibir más de seiscientas figuritas, porque trae los rostros de los jugadores de las selecciones participantes (México incluido), más imágenes de los estadios (de primer mundo) y de las selecciones que han ganado el Mundial durante toda su historia. ¡Ah!, qué álbum tan bonito, tan ilustrativo. ¡Ah!, qué vivos son estos empresarios de Panini (italianos debían ser). Hoy, en nuestro pueblo, ya no hay las carrerizas frente a la Proveedora, hoy pueden intercambiar estampas en “Travesuras”, en forma más “civilizada”, en un determinado horario. Al final ¿te hicieron falta algunas figuritas? No te preocupés, podés pedirlas por Internet y llegarán a tu casa, por mensajería. El interés por llenar álbumes es el mismo, la sensación es coincidente, los medios han cambiado, los términos también, los niños comitecos de los años sesenta decíamos figuritas, ahora, los chavos del 2022 dicen estampas. Posdata: al final me enteré que sólo una de las chicas llena el álbum, su amiga compra sobrecitos y se los obsequia, la aficionada le va a Argentina y el día que esta selección se enfrente a la de México será feliz si gana Argentina y Messi mete goles, ella es mexicana, pero su corazón futbolero está con la selección del país argentino. Su papá le dijo que este año no irán al Mundial, pero para el próximo ya le prometió que irán, dice que el siguiente Mundial será en USA, Canadá y en México. ¿De verdad? No lo sé. Los tiempos cambian. Tengo amigos que fueron al Mundial del 70, que se celebró en nuestro país; también en 1986, que, de igual manera, se celebró en México. El destino se los puso fácil. La chica me dijo que en 2026 los juegos serán en tres países colindantes. Tal vez será la primera vez en la historia que se dé un fenómeno con estas características. ¿Se te antoja ir? ¿Irás a la Feria del Libro, en Guadalajara, este año? ¿Irás al Festival de Cine de Morelia? ¡Ah, la vida! Messi revuelto con Iñarritu y con Vargas Llosa. ¿Y Panini no hará álbumes con imágenes cinematográficas, con escritores del mundo, con fotografías de Comitán, Pueblo Mágico? ¡Tzatz Comitán!

jueves, 27 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA RUEDA

Querida Mariana: es una rueda de la fortuna. ¡Pucha, qué bonito nombre! Aunque, en los últimos tiempos, la gente insiste en restarle belleza. ¿Has oído que muchas personas usan la rueda de la fortuna como sinónimo de miseria? Con frecuencia escucho esto de: la vida es una rueda de la fortuna, a veces estás arriba y otras abajo; es decir, la rueda de la fortuna es como símbolo de los vaivenes de la vida. De niño nunca vi a la rueda de la fortuna con tan infortunado simbolismo. ¡No! Si rescatamos el concepto original podemos decir que es un chunche fantástico que permite ver los tejados de las casas, ver parte del entorno desde arriba, sentirse pájaro por un rato. Sí, es cierto, en un momento estás arriba y en otro estás abajo. ¡Ah, qué delicia!, te sentís flotando en la burbuja del aire, mirás a quienes siguen en el suelo y los saludás y conforme lo hacés advertís que bajás, sentado, sin machincuepas, y, cuando estás a punto de saludar el piso con el trasero, volvés a encumbrarte y ahí vas de nuevo, con esa sensación de levitar, de flotar, de poder ver todo desde arriba. Cuando las vueltas terminan y el empleado te quita la barra volvés a poner los pies en la tierra. ¿Mirás lo que digo? Volvés a poner los pies en la tierra, después de andarla haciendo de astronauta por un rato, de sentir la gloria del mínimo y modesto viaje interestelar. Nunca estuviste cerca de las estrellas, pero sí, bendito Dios, te despegaste del suelo de todos los días. Cuando trepás a tu auto también dejás de pisar el suelo, pero las llantas siguen firmes dando vueltas interminables en las calles; en cambio, esta rueda maravillosa está fija al piso, pero posee el don de elevar a quienes se sientan en esos asientos que desafían el vacío. Esta es la magia que provoca la rueda de la fortuna. ¿Quién piensa en ese ejemplo bobo de que es como la vida? Un día estás arriba y otro día estás abajo. ¡No! La vida no es una rueda de la fortuna, la vida es como una rueda de caballitos. Algunas personas no disfrutan la rueda de la fortuna, no les gusta este juego. A mí no me provoca deseo treparme a esas montañas rusas donde los carritos ascienden lentamente y luego se descuelgan desbocados hacia la parte baja y dan vueltas tan cerradas que dan la impresión que el carrito saldrá volando hacia el vacío. ¡No! En los parques de diversiones, de todo el mundo, hay mil juegos atrevidos, que están diseñados para espíritus implacables. No, vos sabés que soy de espíritu sosegado. De niño subí a la rueda de los caballitos, porque (ésta sí, sobre el piso) daba vueltas armoniosas, bastaba que uno se detuviera bien del poste para que el caballito subiera y bajara sin hacer desfiguros, todo era cadencioso; lo mismo sucede con la rueda de la fortuna. La vida no es como una rueda de la fortuna, ¡no!, la vida es tormentosa, en el momento menos pensado comienza a dar cabriolas como si fuera una palmera en pleno huracán y te somata contra el piso una y otra vez, la vida es inclemente, es cabrona; pero, dentro de todas sus vueltas impredecibles, también otorga momentos sublimes, playas tibias, aguas generosas, y dentro de estos rasgos nobles la rueda de la fortuna hace presencia infinita, porque, igual que la rueda de caballitos, su movimiento es como una caricia ponderada. Me gusta la rueda de la fortuna, me gusta alzar la vista y hallar al amigo que viaja en una de esas góndolas y me saluda desde la altura; me encanta seguirlo con los ojos y ver cómo desciende en su barco y vuelve a elevarse. Posdata: los ingleses son maravillosos. ¿Has visto la gran rueda de la fortuna que instalaron frente al maravilloso Támesis? Y los ingleses son geniales porque, al nombre maravilloso de rueda de la fortuna, le agregaron un chipote genial: the London eye. Pucha, maravilloso. Sí, ojo divino, sensacional. El día que andés en Londres trepá al Ojo de Londres y cuando estés arriba, sintiendo el aire friecito y neblinoso, recordá que en Comitán, en los años sesenta, en la feria de agosto, colocaban la rueda de la fortuna frente al palacio municipal y quienes subían miraban, en lugar del río Támesis, los ríos de orines que bajaban por la avenida central. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 26 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO

Querida Mariana: el poeta Roberto López Moreno escribió ¡qué dolor!, para decir su pesar por la muerte del comiteco don César Armando Gordillo Vives. En el pueblo, muchas personas manifestaron su dolor, don César era muy querido en Comitán, a pesar de que no vivía acá. Él jamás olvidó su tierra natal, por eso, en el libro “Uninajab. La feliz niñez” legó sus recuerdos de niñez. Este libro tiene testimonios de cuatro excelentes comitecos: Ramiro Gordillo García, Armando Alfonzo Alfonzo, Eugenio Cifuentes Guillén y don César. En redes sociales apareció la nota luctuosa el día 24 de octubre de 2022. Sus restos mortales fueron velados en la sucursal Pedregal de una casa funeraria, de la Ciudad de México. ¿Mirás el destino luminoso de los comitecos? Don César fue velado en un pedregal, tal vez para hacer homenaje a las calles empedradas que vivió de niño en Comitán y las piedras del amado Uninajab, lugar donde, con amigos y primos, pasaba las llamadas “temporadas” vacacionales. La vida es temporal, es un abrir y cerrar de ojos. Don César vivió con intensidad ese parpadeo. Pero don César no sólo compartió sus recuerdos y sentimientos en el libro citado; en el número 18 de Kujchil, correspondiente a la segunda quincena de abril de 2014, el ilustre comiteco fue entrevistado por Paty Espinosa, actual editora ejecutiva de Arenilla-Revista. Kujchil fue un impreso, con tiraje de diez mil ejemplares mensuales, de distribución gratuita, que se publicó en la administración de mi querido licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez. Don César, en abril de 2014, era el coordinador del grupo “Recuerdos y amistad”, que aglutina a comitecos radicados en la Ciudad de México y área metropolitana. Don César le platicó a Paty los inicios de esta agrupación y datos históricos y anecdóticos muy importantes. En esa entrevista don César se mostró como lo que fue: un comiteco que, a pesar de la distancia y el tiempo, amaba profundamente a esta tierra, igual que muchísimos paisanos que, por diversas circunstancias, dejaron de vivir en su pueblo natal y fueron a vivir a lugares distantes. Don César vivió en su Comitán toda la infancia y parte de la adolescencia; es decir, los años esenciales de la vida de un ser humano tuvieron la marca: cositía ciento por ciento. El grupo Recuerdos y amistad se quedó sin un integrante hermoso, la burbuja de aire tendrá algo como un hueco. Él dijo que el grupo se creó, aproximadamente, en 1976 y desde entonces, cada segundo domingo de mes, se reúnen para desayunar. Primero se reunían en el Club Libanés y posteriormente en el restaurante Conditori, donde los consienten, porque les dan un privado para que la comitecada se sienta en confianza y los chistes y anécdotas fluyan como fluye el aire, el ventarrón y el agua, en las pozas de Uninajab. En los inicios del grupo eran como el Club de Tobi, puro barraco, pero don César pidió que el grupo se abriera y desde entonces se volvió un grupo familiar. El grupo “Recuerdos y amistad” llegó a tener, en los años ochenta, hasta sesenta integrantes. “Actualmente –y no es broma- se murieron cincuenta y quedamos diez. Cinco nos quedamos allá y cinco se vinieron a Chiapas. Vinieron y fundaron el grupo Recuerdos y amistad, de Tuxtla Gutiérrez”, puntualizó don César, imagen dramática, pero muy real. Ya lo dije, querida mía, la vida es temporal, es viaje de temporada. El grupo se fue deshojando en el otoño. Hoy está más disminuido que nunca. Para recordar a don César, comparto con vos algunos de sus recuerdos que plasmó en el libro “Uninajab. La feliz niñez”. “La poza de la Virgen era algo como un tesoro, no todos la conocían y muchos la confundían, pues quedaba entre los remansos de la corriente que iba del Amate a la Poza Grande de la Mesa, en realidad se formaba de un derrame lateral de la corriente principal. Tenía en su fondo piedrecitas rodadas que la corriente depositaba constantemente y estaba rodeada de hojas y flores… “En las tardes, y si no había mucho viento, se tendían petates, fuera de los jacales para que los señores jugaran a los dados (…) por las noches, tres juegos eran los preferidos: “los tiznados”, “las prendas” y la lotería.” Posdata: que descanse en paz. ¡Tzatz Comitán!

martes, 25 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON ANTOJITOS

Querida Mariana: ¿ya leíste el letrero que está al fondo? Dice “Antojitos Del Centro”. Hace promoción a lo que venden y, de pasada, promocionan al negocio ambulante de la esquina. No sé cuántos años tiene este negocio de arroz con leche, atoles y pedazos de rosca, pero casi estoy seguro que es más antiguo que el negocio fijo. El otro día, en un Platicatorio, mi amiga Candy Penagos dijo que los puestos ambulantes que colocan todos los días en el parque central, en los corredores interiores que están frente a este espacio de la fotografía, le llaman “El corredor del chinculguaj”, y como si fuera promotora de esos ambulantes dijo que ahí se come sabroso y barato. Los dueños de locales fijos siempre protestan, los restauranteros que están frente al parque central se quejan porque los ambulantes no pagan luz, ni renta, ni impuestos, ni… ¡Uf! Y mencionan que dan mal aspecto al corazón del Pueblo Mágico, sobre todo, porque no son higiénicos e impiden el paso libre de los peatones. Pero, en contraparte, muchas otras personas aducen que los ambulantes hacen su lucha por el sustento diario y rematan diciendo que para todos da Dios. La proliferación de ambulantes nos puede dar una idea aproximada de la situación económica del país. Digo que no sé cuántos años tiene que apareció este puesto de la esquina, pero ahora, todas las mañanas, desde temprano aparecen las mesas de madera, las ollas, los anafres, las morraletas y cajas de cartón llenos de platitos y vasos de unicel, más bolsas de plástico, donde sirven los tamales, los pedazos de rosca, el atol de granillo, el jocoatol y el arroz con leche. En la Ciudad de México abundan este tipo de puestos con venta de las famosas Guajolotas (tortas de tamal), preparación de tlacoyos, pellizcadas, riquísimos tacos de canasta (dos de papa y dos de chicharrón, con su salsa verde). No sólo en el centro de Comitán se da este fenómeno de proliferación de puestos con venta de atoles. En el barrio de Microondas ahora se ha dado un fenómeno similar. En la 5ª. oriente sur también hay una esquina con un puesto de venta de antojitos que es visitadísimo por vecinos, pero la oferta se ha ampliado, llega una camioneta con venta de piñas, más adelante una señora vende tostadas de manteca, un puesto de frutas y verduras (todo sobre la banqueta); más adelante, también sobre la banqueta, un negocio con venta de chicharrones y chamorros (ahí está el perol lleno de aceite hirviendo), manteca y frascos de palmito en vinagre. Desde siempre, en Comitán, muchas personas, por las tardes, sacan mesas en la puerta de sus casas, y venden taquitos dorados, butifarras, chalupas, panes compuestos. Desde lejos se ve el foco que alumbra la pequeña mesa, personas que se sientan en la banqueta y disfrutan esos antojitos. Da una vueltita rápida por la periferia del parque central y verás el aumento de los puestos ambulantes y frente a la Casa de la Cultura puestos semifijos. Ahí están combis con venta de hamburguesas, y en la tarde ponen los puestos con venta de elotes asados, hervidos, esquites, cáscaras y chayotes. Al inicio del portal sur el puesto (¡maravilloso!) de doña Amparito, quien vende dulces regionales (¿has probado los nuégados? Ah, son los mejores de Comitán y de puntos intermedios); a mitad del portal, helados; y al final, la señora que vende chayotes hervidos desde temprano. Se salva el portal poniente y el edificio del palacio municipal, el portal porque ahí sólo hay establecimientos fijos que han aprovechado el corredor para sacar sus mesas y sillas debajo de hermosas sombrillas. Posdata: la convivencia exige orden. Un poco de orden (o bastante) falta en nuestra ciudad. Todos podemos convivir, pero debemos hacerlo con orden. ¿Has visto fotografías de mercados en ciudades europeas? ¿Has ido a la Central de abasto en nuestro Comitán? ¿Por qué no se puede poner orden? La educación hace la diferencia. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 24 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA DE 1994

Querida Mariana: paso copia de fotografía, cuya copia me la pasaron dos queridos y admirados escritores: Héctor Cortés Mandujano y Socorrito Trejo. La foto fue tomada en 1994, con una cámara análogica, cuando los celulares no aparecían ni en sueños. Por eso, estas fotografías son excepcionales, registros únicos de momentos sublimes. Héctor me dijo que Socorrito le había enviado la foto, porque ahí está él. ¿Ya lo viste? Es el primero que está en la izquierda, con una camisa de manga larga, de tono rojo quemado, casi al lado del florero. Cuando se descubrió hizo, sin duda, lo mismo que yo: buscar caras conocidas y me reconoció. Me la envió por WhatsApp. Jamás imaginamos en ese instante esta posibilidad de comunicación instantánea. Ese mismo día, más tarde, recibí la misma fotografía, enviada por Socorrito, porque también me encontró y, generosa, pensó que debía tenerla en mi archivo. Héctor dijo: “te la mando para que hagas tu ceremonia de la magdalena en el té…”, en alusión a “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust. Recordá que el narrador moja una magdalena en el té y de inmediato recuerda un pasaje de infancia. A cada rato las personas nos dicen que un aroma o un objeto los remite a momentos vividos. Héctor tuvo razón, vi la fotografía y me trasladé a ese tiempo. Cuando estábamos en este espacio vos eras una criatura pequeña; vos estabas en brazos de tu mamá, tomando teta, en Comitán, mientras yo andaba en Tuxtla. ¿Qué espacio es este? Socorrito me dijo que es la Sala de Exposiciones del Instituto Chiapaneco de Cultura, que, en la rectoría del doctor Andrés Fábregas Puig, fue una institución que dio luces a esta tierra pródiga. Socorrito, siempre ordenada en sus archivos personales, comentó que la fotografía fue tomada en septiembre de 1994, en un Encuentro de Mujeres Escritoras, que se realizó en homenaje a la poeta Carmen Alardín. Y entonces, como previó Héctor, el viaje a esa burbuja fue en automático. Sí. Recordé que un año antes estuve sentado al lado de Carmen en una mesa de lectura. En esa ocasión fungí como moderador (también era encuentro de mujeres escritoras, ¡mujeres!, Socorrito me incluyó como moderador). Carmen ya falleció, la recuerdo con cabello corto y de recia personalidad. Cuando leyó poemas de su autoría lo hizo con gran autoridad, remarcando los tonos álgidos. A mí me sedujo en ese instante, estaba a su lado, sentía como si el oleaje de su palabra besara mi playa para dejar una huella indeleble. Pero, hubo un antes de ese momento. Al principio había leído Marissa Trejo (hermana de Socorrito). Marissa y yo éramos, en esos días, compañeros de la carrera de Literatura Hispanoamericana, en la Facultad de Humanidades, de la gloriosa UNACH. Mientras Marissa leía, Carmen me preguntó quién seguía en el orden de lectura, digo que estábamos sentados al lado, le enseñé el papel que me habían entregado, la poeta veracruzana Silvia Tomasa Rivera echó un ojo al papel y vio que era la poeta que seguía en el orden. Olvidando que estábamos bajo el escrutinio de la audiencia y brincó, brincó como pez espada en el mar, y dijo que no, que no estaba de acuerdo que Carmen cerrara el acto (siempre cierra el personaje más relevante). Carmen se opuso a ceder su espacio, comenzó una ligera pero acalorada discusión en voz baja, bajísima. Yo era quien debía poner orden, antes de intervenir, Carmen propuso un “volado”, de inmediato saqué una moneda, la cubrí en mis manos (todo esto debajo de la mesa) y pedí a la inconforme Silvia que pidiera sol o águila. Silvia perdió, el orden quedó tal como estaba preestablecido, Carmen sonrió, Silvia aceptó. Al final de la lectura, Silvia se acercó a Carmen y la felicitó por su poesía. ¡Sí! Su lectura había sido soberbia, en su sentido más amplio. Posdata: ¿ya me encontraste en la fotografía? Ah, es súper sencillo. Mirá con atención, estamos en Tuxtla, todo mundo viste con ropa fresca, ¿quién es el tipo que porta una chamarra? Socorrito dijo que estoy detrás de la poeta Elda Pérez Guzmán y al lado del pintor David Rodríguez Patiño (quien ya falleció). Elda era integrante del Taller de Poesía que coordinaba el enormísimo poeta Óscar Oliva. Los integrantes de ese Taller sesionaban en el Edificio Maciel. Gracias a mis queridos y admirados amigos Héctor y Socorrito me llegó esta magdalena, que ahora comparto con vos, para ir en busca del tiempo ganado. La chica del vestido negro ¿es la poeta Clarita Guillén? Sí, debe ser ella. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 23 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON AGRADECIMIENTO

Querida Mariana: los compositores musicales son geniales. Bien se dio cuenta el autor cuando vio que “de las lunas, la de octubre es más hermosa, porque en ella se refleja la…” Sí, antes de la pandemia me tocó ver unas lunas maravillosas, iba en mi tsurito y detrás de las montañas aparecía una luna espléndida, enorme, soberbia. Ya sabés que en octubre cumplimos aniversario de nuestra revista Arenilla. En este 2022 celebramos con toda la comunidad nuestro quinto aniversario. ¡Ah, estamos chentos, satisfechos! Sabemos que contribuimos con nuestro granito de Arenilla para consolidar la esperanza. Comitán es un pueblo de grandeza cultural, muchísimas personas, en forma personal o mediante instituciones y empresas, contribuyen día a día a engrandecer nuestra ciudad y la región. Nosotros, en forma modesta, pero muy digna, también aportamos luz. ¡Cinco años! ¡Qué generosos han sido nuestros lectores que nos reciben con agrado y emoción! ¡Qué generosos nuestros patrocinadores!, ellos apoyan nuestro proyecto editorial porque saben que la cultura es esencial. ¿Ya miraste que el Honorable Ayuntamiento Municipal de La Trinitaria reconoce el esfuerzo que hacemos? En forma personal, querida mía, agradezco esa grandeza de mira. Cuando una autoridad camina al lado de su gente, la sociedad se fortalece. Esa visión inteligente habla muy bien de quien dirige los destinos de un pueblo. Cuando se apoya a la cultura se apuntala el espíritu de la sociedad, se honra el cargo, se cumple con la patria. ¡Cuántos empresarios nos han apoyado en estos cinco años! Veo el cielo, respiro el aire de nuestro pueblo y siento el aleteo generoso que nos impulsa a volar alto, más alto, todo en nombre del pueblo que me vio nacer, que me da cobijo, que me enseña a amar la vida, a pensar que los comitecos son gente noble, de corazón bondadoso. Nos merecemos un pueblo tranquilo, culto, hermoso, limpio, a la altura de su grandeza de siglos. ¡No merecemos menos! Te pido, por favor, que digás a tus amigos que lean el número más reciente de nuestra revista, número que celebra nuestro quinto aniversario. Cuando es cumpleaños de una criatura (pequeña o grande) en Comitán colocamos la reja de papel de china, cantamos las mañanitas, invitamos a los amigos a acompañarnos en la partida de pastel. En estos cinco años nos han apapachado mucho. Agradecemos esas muestras de afecto, que nos dicen que hacemos bien las cosas, que le hacemos bien a Comitán; en reciprocidad invitamos al guateque, ponemos en manos de miles de lectores una revista con lo nuestro, con lo mejor de la región. En este número presentamos un reportaje del Hospital Veterinario Dr. Moreno; tu carta, donde te platico buena parte de la historia de la hermosísima colonia Miguel Alemán. Doña María del Socorro Gutiérrez Domínguez, habitante pionera de esa colonia, me regaló un maravilloso testimonio para que lo compartiera con vos. ¿Qué más? Mucho más, ya sabés que cada número reserva sorpresas magníficas. Damos a probar a nuestros lectores un caramelito a través de un breve recorrido por la calle principal de La Trinitaria, un pueblo dulce. Más, mucho más, gracias a la Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos, entregamos el cuentito. En esta ocasión publicamos un texto escrito por don Abelardo Espinosa, quien no es un escritor profesional, pero se colocó frente al teclado y nos obsequió un cuento bien bonito, ilustrado por su nieto Carlitos, nuestro dibujante consentido. Compartimos un maravilloso testimonio de vida de doña María del Carmen Villatoro Flores, quien, a la edad de 102 años de edad, conserva una memoria transparente, como de agua fresca, recién brotada. Ella es un Tesoro de Comitán. Reconocemos el apoyo sostenido y generoso del licenciado Héctor Flores, director general de San Marcos, Colección Caballero, empresa que cumple 52 años, en este noviembre de 2022, y que fue la primera persona que nos estimuló con su apoyo económico para que nuestra revista volara. La odontóloga Aracely Pérez nos habla acerca de la importancia de la prevención en el cuidado de la dentadura; y mucha información cultural de nuestra ciudad hermana: Huehuetenango, Guatemala. Brindamos sugerencias para comer. Una experiencia gastronómica inolvidable en el reconocido Restaurante 1813, que está ubicado en la 9ª calle sur oriente, número 48, en el barrio de Microondas. Asimismo, en el recorrido que hicimos por la Colonia Miguel Alemán, traemos riquísima comida para todos los lectores: panito, panito rico, higiénico, inolvidable, en la Flor de México; el sabor tradicional de Comitán, lindo y qué rico; pulpos al ajillo del restaurante El Macabil; o costillas ahumadas, en el camión rojo, de Big Red Food Truck. Compartimos visitas a Auditivos de Comitán y al Sanatorio Genoveva 2000. Posdata: estamos chentos, querida mía, muchos amigos nos felicitaron de manera especial: San Marcos, Colección Caballero; Pastelerías Nataly; el Honorable Ayuntamiento Constitucional de La Trinitaria, administración 2021-2024; Itálika Kólob; Abarrotes San Luis; Laboratorio San Francisco; Clínica Veterinaria 2000; Churrería Porfirio; Von Domay – Corderos; Hotel Los Lagos de Montebello; Sanatorio Genoveva 2000; Crearte en Madera; Auditivos de Comitán; Fundación Alexandra Del Castillo; y Servicio de Grúas Castillo. De las lunas, la de octubre, porque en ellas se refleja el aniversario de ARENILLA. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 21 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL CIELO EN LA TIERRA

Querida Mariana: esta fotografía me encanta. Sí, ella es Cielo, compañera de trabajo de la revista Arenilla. Cielo (Cielito, le decimos de cariño) se encarga del Contenido digital, pero también es imagen de nuestra empresa, la cara bonita pues. Acá se paró en esta maravillosa puerta casi transparente, levantó los brazos y señaló hacia el letrero. No le cuesta señalar el cielo, no le cuesta mirar el cielo, no le cuesta, porque ella, igual que todas las chicas que así se llaman, sabe que es cielo en la tierra, y esto no es poca cosa. De todas las bondades de la naturaleza, el cielo es uno de los elegidos para nombrar a chicas. No he conocido todavía a una niña que se llame Tierra, sí conozco a varias chicas que se llaman Mar, mi amiga Mar Pérez, destacada escritora, anda con sus oleajes humedeciendo muchas tierras de Jalisco. También conozco a varias chicas que se llaman Estrella, pero no he conocido a ninguna que se llame Piedra. No conozco a alguna que se llame Tenocté, aunque sí hay. Claro. Este nombre deberíamos popularizarlo más en nuestra tierra, porque es un nombre bello y simboliza esencia divina. De la naturaleza, los seres humanos elegimos nombres de flores para nombrar a chicas. Conozco a una Azucena, a varias Margaritas, muchas Rosas, una Alhelí. En el terreno de la caricatura existe una Petunia, nombre de una flor que mi mamá tuvo en la casa de Puebla. ¿Conocés a alguien que se llame Orquídea? Fijate que no he tenido el gusto, pero debe haber, porque, de igual manera, es un nombre bello. Cielito se sabe parte importante del universo, tocaya de esa maravillosa burbuja universal, porque, lo sabemos, o cuando menos lo intuimos, el cielo es infinito. Si hacemos caso a la ciencia el cielo está en constante expansión, globo maravilloso que no termina de respirar. La ciencia también explica que este hálito terminará un día, pero para que llegue ese día faltan millones y millones de años. Ya no lo veré, por eso no me preocupa. Cielito levantó los brazos y señaló hacia el letrero, como advirtiendo que no sólo veamos hacia abajo o hacia el horizonte, de vez en vez es bueno mirar hacia donde está su tocayo: el cielo. La burbuja infinita es un espacio masculino; ella (¡qué bueno!) es esencia femenina. Los seres humanos decimos: ¡mirá el cielo!, pero cuando ella pasa frente a nosotros decimos: ¡mirá, la Cielo! Esta transmutación de géneros es proverbial. Ella y su esposo deben saber si Cielo terrenal tiene estrellas y galaxias, si la Vía Láctea es también parte de su universo. ¿Ya reconociste en qué espacio de la tierra está Cielo? Sí, está en Casa Rosario, espacio generoso que se anuncia como un Bazar de Arte, ah, genial. Malena Jiménez, creadora de este bazar, dice que acá conviven muchas marcas, venden productos orgánicos, de belleza, salud y bienestar. ¡Pucha, mirás qué oferta tan atractiva! En estos tiempos es necesario conocer productos orgánicos que nos ayuden a vivir en armonía. Y si digo en armonía te pido por favor que dejés de mirar a nuestra modelo y hagás caso a su sugerencia: mirá hacia arriba y leé el letrero: Nanishaw, galería de arte. Sí, querida mía, vos sabés que Malena es una destacada promotora del arte en nuestro pueblo. En Casa Rosario, bazar de arte, destinó un espacio para ofrecer obra artística, escultura, pintura y dibujo, de destacados artistas locales, nacionales e internacionales. Vos y yo sabemos, lo hemos dicho siempre, que los seres humanos no acostumbramos a ver el cielo, por eso nuestra Cielo nos invita a ver hacia arriba, a acercarnos a la galería, apreciar obra artística y adquirirla. Una obra de arte tiene una relación directa con lo más sublime del universo. Nosotros, en revista Arenilla, tenemos a nuestro Cielo en la tierra; quienes compran arte también poseen la misma gracia. Posdata: Malena ha sido una constante promotora cultural, no ceja en su intento de bajar el cielo a la tierra. Casa Rosario es un espacio muy digno, muy bello, por eso nuestra Cielito se sintió como si estuviese abrazada por su tocayo infinito. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 20 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON LLUVIAS

Querida Mariana: no me gusta mojarme, pero reconozco la bendición de la lluvia. Admiro a quienes disfrutan la lluvia, caminan, bailan y chapotean en el agua. ¿Todas las bendiciones llegan desde las alturas? ¡No! La lluvia sí, el sol ¡sí!, pero los frutos provienen de bendiciones terrenas. Las plantas y los árboles salen de la tierra, buscan el aire, el cielo, pero se nutren del suelo. Todo el mundo está lleno de bendiciones, gracias a éstas se da la vida. Una vida que, por obra y gracia de muchos malos seres humanos, se ha vuelto incierta. A veces hago el recuento de bendiciones y la relación se hace infinita. Los comitecos reconocemos que la máxima bendición es haber nacido en esta tierra; quienes acá se quedan a vivir (comitecos por adopción se nombran), eligen este pueblo porque saben de esa bendición y eligen ser bautizados ya grandes en este aire. ¿De dónde el aire? Mi cabeza no alcanza a distinguir este milagro. Mi cerebro elemental, de primer grado de preescolar, no dimensiona el origen del aire, savia que otorga la vida. Por ahí, más o menos, entiendo el ciclo del agua, pero no alcanzo a distinguir el origen del aire. Sé que hay los llamados “ojos de agua”, los nacederos, he sido testigo de un espacio de éstos. Una vez, alelado, escuché lo que un amigo me dijo: “acá nace el agua”. Dios mío, ¡qué prodigio! Fui testigo de un nacimiento generosísimo, fluido divino, el agua no se cansaba de manar. Pero nunca, ¿por qué?, un amigo me ha detenido y ha dicho: “acá nace el aire”. Mi cerebro elemental advierte la lluvia de bendiciones, incluida el agua, la lluvia, pero como fui un niño cuidadito no me acostumbré a gozar de la lluvia y siempre que el cielo se nubla y en mi cabeza aparece la letra, también elemental, de la canción: “parece que va a llover, el cielo se está nublando…”, corro a resguardarme y, como en esta fotografía, tomo ese chunche maravilloso que se llama paraguas y que, genial objeto, también puede servir como parasol. En el pueblo veo en las plazas a mujeres que cuando llueve usan el paraguas y cuando caminan a medio día bajo un sol inclemente usan el parasol. Este chunche protege de estas dos bendiciones que también provocan afectaciones. Tengo un amigo de mi edad que, por una gripe mal cuidada, ahora tiene un padecimiento, me contó que un día la lluvia lo pescó afuera de su casa y se agravó. ¿Viste que escribí que el paraguas sirve para proteger al ser humano de estas dos bendiciones? ¡Qué incongruencia! Soy un caso especial, porque cualquiera pensaría que de las bendiciones nadie debería protegerse, pero, insisto, estas bendiciones causan conflictos en ocasiones. En la película colombiana “El olvido que seremos”, basada en una novela maravillosa de Héctor Abad, aparece que una chica muere de cáncer de piel, por haber estado expuesta en demasía a los rayos del sol. ¿Mirás? Mis fobias se alimentan de esos testimonios. El sol y la lluvia son bendiciones, pero hay personas que se protegen de ellas, para no sufrir daños físicos irreversibles. Los frutos son bendiciones que brotan de la tierra, en el suelo, también, existen nacederos de agua, por una maravillosa trasmutación, luego el agua nos llega del cielo, se desgaja con armonía estruendosa y provoca el milagro de la cosecha de maíz, de flores, de vida. ¿Vos podés explicarme en dónde están los nacederos del aire? ¿Dónde ese globo infinito y maravilloso que provoca ese fluido invisible que nos permite vivir? Posdata: a veces veo en Youtube la escena donde el genial Gene Kelly baila bajo la lluvia. Siempre he pensado que esa lluvia fue provocada en forma artificial, que Gene pidió que no estuviera fría y en cuanto concluyó le pusieron una chamarra y fue al vestidor para bañarse con agua calientita y lo cubrieron con una bata blanca, pachoncita, hermosa y le sirvieron un té bien caliente con un chorrito de güisqui. Cuando veo esa escena genial me preguntó si, en esas condiciones, me atrevería a bailar y cantar bajo la lluvia. Dudo un rato y luego me digo: no me gusta mojarme. Ah, pero qué bobo. ¿No entendés, Alejandro, que la lluvia es una bendición? ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 19 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON LA PRESENCIA DEL MAESTRO BERNARDO

Querida Mariana: presentaron el libro más reciente del poeta Arbey Rivera. Qué prodigio. En este mes de octubre te he platicado de la aparición de tres libros en nuestra ciudad. Qué cosecha tan pródiga, tan intensa. Esto es prueba palpable del talento de los comitecos y del trabajo constante. El libro del poeta Arbey se llama “Beber de la fuente” y fue presentado, en el Teatro de la Ciudad, por tres destacados intelectuales de nuestra ciudad: el maestro Jorge Gordillo Mandujano, la ensayista Angélica Altuzar Constantino y la poeta Mirtha Luz Pérez Robledo. Al final de los comentarios, participó el autor. Sé que ahora estás diciendo que volví a equivocarme en el título de esta carta. Escribí maestro Bernardo. Ahora sí no me equivoqué, por ahí apareció el maestro Bernardo Villatoro, personaje ilustre de nuestro pueblo, que falleció hace años. ¿Entonces? Ah, te cuento. En los comentarios, Angélica dijo que el libro de Arbey “canta al paisaje y a los veneros de la que lo recibe esquiva, pero más tarde lo conduce amorosa por sus singladuras y, samaritana, le da de beber de la fuente”. ¿Mirás? El poeta llega a Comitán, la ciudad se le muestra esquiva, pero luego, ¡faltaba más!, le da de beber de la fuente, y ahora, el poeta devuelve esa luz a través de su palabra. Por su parte, Mirtha dijo que “los comitecos nos podemos reconocer en este poemario, en esta ciudad que el poeta Arbey inventa”. Ya Mirtha dijo que ella no es de Comitán, Comitán es de ella, ahora Arbey inventa su Comitán y nos comparte esa ciudad. Y el maestro Jorge dijo que la poesía de Arbey “lanza ráfagas de luz en el interior del hombre”. ¿Y Bernardo, ‘apá? Ah, pues resulta que en su texto introductorio el maestro Jorge mencionó al maestro Bernardo Villatoro, personaje que, cuentan los mayores, era muy pulcro en el uso del lenguaje. El maestro Jorge, con su memoria prodigiosa, compartió una anécdota que en síntesis apretada es la siguiente: llegaron dos campesinos a pedir ayuda al maestro Bernardo, éste los escuchó, los asesoró y cuando uno de los campesinos preguntó qué era lo que estaba sobre el escritorio, el maestro Bernardo dijo que era un libro y se aventó una maravillosa descripción de este objeto cultural. El maestro Jorge dijo que el maestro Bernardo, con su docta voz, mencionó: “un libro es como una puerta para descubrir las grandezas de nuestro mundo; un libro es fruto del talento de personas y nos ayuda a despertar los sentidos, a cultivar la imaginación, a mejorar nuestra memoria; un libro, sin sembrarlo, da muchos frutos y muy buenos; un libro es como una luz que aclara la vida. Cada uno de nosotros está hecho de los libros que lleva dentro”. ¿Qué te parece? Ah, si lo leyera la Irene Vallejo, autora de ese sensacional libro: “El infinito en un junco”, diría que esta descripción del libro es muy bella y certera (¿te digo algo? Me sonó como un híbrido, un fantástico texto JorgeBernardeano). Fue maravilloso constatar el milagro. En la presentación del libro del poeta Arbey, apareció la presencia siempre gentil del maestro Bernardo Villatoro, cultivador de la palabra. Gracias a la palabra, el maestro Bernardo se paseó por el escenario. Posdata: el maestro Jorge dijo que Arbey hace libros, como si dijera que hace luz que aclara la vida. En su participación, el poeta dijo que este poemario es un “breve homenaje a Comitán”, ciudad donde radica desde hace años. ¡Tzatz Comitán!

martes, 18 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN TEMPLO LLENO DE RECUERDOS

Querida Mariana: el templo de Santo Domingo estaba vacío. Tal vez a la hora de misa estuvo lleno, pero a la hora que llegamos con mi mamá nadie más había. Ah, el templo, hermoso, inmenso, estuvo dispuesto sólo para nosotros. Recordé las dos religiones que me legó mi papá: el cine y el catolicismo. Recordé que una vez, mi Paty y yo vimos una película sin nadie más en la sala y ahora, ¡qué prodigio!, el otro templo estuvo sólo para nosotros. Te he contado que a mí me encantan los grandes espacios públicos vacíos, los que tienen como vocación recibir a multitudes. Pensá en los estadios, en las plazas, en los teatros, en las salas cinematográficas, en los colegios y en los templos. Todos estos espacios fueron diseñados para recibir multitudes. Mi mamá oró, estaba emocionada por regresar después de dos años de encierro en casa. Esa mañana de domingo dábamos vueltas en el parque central, eran como las nueve y media de la mañana, me dijo que extrañaba en forma especial dos espacios: el templo de Santo Domingo y el mercado primero de mayo. Le dije que no debía extrañar el templo porque entraríamos y así lo hicimos y el impacto fue absoluto, el templo estaba vacío de fieles. Ella oró y yo, en esos minutos, recibí la cascada de recuerdos infinitos: todas las mañanas que acudí a misa en compañía de mis papás; las tardes de Viernes Santo con el Sermón de las Siete Palabras; el olor a incienso; los pesos que nos daban los padrinos a los acólitos después del bautismo; la subida al campanario, en una escalera altísima y tembleque; la tarde que mi papá me vistió de acólito para que llevara el incensario, acto relevante. La salida de misa, cuando buscaba al repartidor de programas de los cines, para ver la programación de las películas que vería en la tarde. Recordé las tardes de doctrina, cuando al término recibíamos los boletos que cambiábamos por juguetes y antojitos en las posadas de diciembre. Recordé el asombro de cada domingo a la hora que me aburría la misa y me dedicaba a ver los cuadros religiosos pintados por el maestro Güero; recordé la cara de una niña que lloraba al paso de la imagen de una virgen también llorosa. Mientras mi mamá oraba, daba gracias por las bendiciones y, sin duda, pedía la gracia divina, yo recordé las mañanas en que los hilos de luz que pasaban por los vitrales cruzaban el aire y me hacían inventar historias de arañas equilibristas. El templo de Santo Domingo de mi pueblo fue un crisol que me invitaba a crear historias desde edad pequeña y a enamorarme de la niña que, conmocionada, miraba la imagen de la virgen llorosa y sus ojitos se llenaban también de lágrimas. Nunca la había visto antes, desde ese instante me volví fanático para ir a misa los domingos, no por la misa en sí, sino por la esperanza de toparme con ella. Inventé que, en cuanto nos sentábamos, decía a mis papás que iría a rezar frente a la imagen de una virgen que estaba en la parte delantera al lado del altar, mi papá y mi mamá sonreían satisfechos, mi papá me daba una palmada afectuosa en el hombro y, con ese movimiento, me autorizaba a ir hacia el lugar donde estaba la imagen. Caminaba de prisa, me persignaba en forma apresurada, daba la vuelta y el regreso lo hacía con toda la calma del mundo, escuchaba el murmullo de personas que oraban en voz baja o que chismeaban, mientras buscaba afanoso en las bancas de ambos lados, pedía a Dios que, si era tan poderoso, hiciera el milagro y ¡Dios no fallaba! Siempre mi mirada se topaba con su carita que veía hacia el frente, con una concentración tal que parecía permanecer en estado de gracia. Pedía a Dios que ella, niña preciosa, me viera, aunque fuera un instante, para que me viera sonreír, en medio de mi timidez, pero Dios, ya había hecho el primer milagro, no estaba para cumplir todos mis deseos. La niña nunca me vio. Cuando salíamos de misa, yo trataba de retrasar a mis papás, pero mi mamá nos apuraba, ya nos esperaban los tamales untados, los pastelitos, el chocolate caliente. Miraba hacia atrás, mientras caminábamos, en busca de la niña bonita, la más hermosa del mundo. Posdata: esta mañana de domingo que tuvimos el templo sólo para nosotros, mientras mi mamá oraba, yo recibí el alud de recuerdos, los sonidos, las oraciones, los cantos, la campana, el órgano, el ruido que hacíamos al hincarnos, al ponernos de pie. Casi sesenta años se acumularon en dos o tres minutos que ahí permanecimos, en medio de una burbuja impresionante, llena de silencio. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 17 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON FESTEJOS EN BARRO

Querida Mariana: Robertoni llegó a Comitán; llegó el domingo 16 de octubre de 2022. Mi mamá y yo dábamos una vueltita por el parque central del pueblo y lo vimos bajar de su auto. El gran artista de Chiapas caminó hacia uno de los restaurantes al aire libre para desayunar. Eran las nueve y feria de la mañana, el día era espléndido, dos amigos boleros ya trabajaban y los meseros esperaban a los comensales. Le dije a mi mamá que él era Robertoni, que es mi amigo y que eso es mi privilegio. Le grité desde la banqueta del parque, volvió la mirada y le supliqué que no se moviera, que se quedara así, como en juego de estatuas, para que le tomara la fotografía maravillosa: Robertoni recibiendo el abrazo afectuoso del aire comiteco. Él levantó la mano. Luego crucé la calle, lo saludé y le di un ejemplar de la Arenilla más reciente. ¿Por qué Robertoni estuvo esa mañana en Comitán? Porque a las doce del mediodía se inauguró un mural de su autoría en Bioexpendio, espacio cultural al lado del Tío Jul, en el barrio de Guadalupe. Por eso, querida mía, la foto que te comparto es una foto también maravillosa. ¡No!, no es Robertoni. Pucha, dirás que juego con vos. Ya te conté que a Robertoni le pedí que no se moviera, que jugara el juego de las estatuas; así que, luego de saludarlo pasé a Bioexpendio para ver el espacio donde está el mural que él creó y ahí me recibió el maestro Ramón Toache Ávila, quien tiene más de veinte años de radicar en esta ciudad y nació en Catazajá, esto se advierte en un tono especial cuando habla. Me atreví a pedirle al maestro que posara al frente del mural de Robertoni, porque él es el mago que realizó el prodigio de traer a Comitán la obra del gran ceramista chiapaneco. Me interesa, querida mía, decir que el acto que se realizó más tarde del momento de esta fotografía fue un instante sublime en la cultura de Comitán. El maestro Toache diseña un espacio genial en el pueblo. Hay personas que pelean un título abstracto: capital cultural de Chiapas; unos dicen que es San Cristóbal de Las Casas, otros que es Comitán; y ¿dónde dejan a Chiapa de Corzo, a Tapachula, a San Juan Chamula? Que se queden con sus discusiones estériles, lo único cierto es que hay personas en nuestra ciudad que realizan una labor maravillosa para fomentar el arte. El domingo 16 de octubre se reafirmó esa coincidencia de voluntades geniales: por un lado el promotor Ramón y por el otro lado el artista Robertoni, extremos de un puente excelso. Ambos son fantásticos constructores de identidad: tienden puentes de luz donde transitan seres humanos y una que otra mascota. Soy admirador de la obra de Robertoni, agradezco su generoso abrazo. Vos sabés que por el bicho no acudo a actos donde se concentran muchas personas. Igual que la mañana en que se inauguró el mural del campus de la UNACH, en esta ocasión también llegué antes del acto protocolario, llegué a la hora que su mural estaba cubierto por una tela roja. Más tarde se develó el mural ante una multitud de miradas, los aplausos llovieron en ese cielo limpio. Me encanta jugar. Con Robertoni jugué al juego de las estatuas, con Ramón jugué el juego del mural escondido y hallado en el templo de Bioexpendio. Si mirás con atención, el cabello del mural se aprecia por encima de la tela y en sus pies está la placa alusiva al mural. Robertoni y Ramón (los erre fantásticos) jugaron, porque ellos son fieles creyentes de la magnitud del instante. Ramón y Robertoni sembraron espigas de luz esa mañana. Tenemos obra de Robertoni en Comitán, tenemos muchas obras del pintor Mario Pinto Pérez, muchas esculturas del genial Luis Aguilar; obras del ceramista Manuel de Yalumá; murales de Suasnávar, de Cunjamá; de Antún Kojtom; del maestro Rafael Muñoz… y no sigo, porque nunca alcanza el papel. ¿A quién le importa pelear el título de Capital Cultural de Chiapas? Lo importante es saber que hay seres humanos comprometidos con el arte y que, generosos, abren su corazón para compartir esas semillas de luz. Posdata: el domingo 16 de octubre tomé dos fotos sensacionales, ésta que te comparto, donde Ramón Toache se paró frente al mural que aún no había sido develado; y la que le tomé a Robertoni en un restaurante al aire libre frente al parque central del pueblo. Dos instantáneas que dan cuenta de la grandeza cultural de Chiapas. Reconozco el aporte de la iniciativa privada. ¡Felicidades! Esa mañana, aparte del mural de Robertoni, se reconoció a José Alfredo Gómez Pinto, creador de otro mural que está en Bioexpendio. ¡Ah, mañana sublime! ¡Tzatz Comitán!

domingo, 16 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON LETRAS

Querida Mariana: de un tiempo a la fecha hay letras en plazas de los pueblos de México. Alguien descubrió que los turistas se tomaban fotografías en las ciudades que visitaban y pensó que era buena idea hacer letras monumentales con el nombre de los lugares, para que hubiera certeza del nombre del lugar visitado. A mí me encanta que existan letras en las plazas, a Miriam le estruja el estómago, ella dice que eso simplemente es constancia de que el lugar no es simbólico. ¿A quién -pregunta- se le ocurriría colocar el nombre de París frente a la Torre Eiffel? Nadie pensaría que debe colocarse un nombre frente a las pirámides de Egipto o frente a la zona monumental de Teotihuacán. Miriam dice que nos falta hacer emblemáticos los espacios de nuestras ciudades. Ella dice que nadie lleva su nombre personal escrito en la frente. Los famosos son reconocidos de inmediato por sus fanáticos y los modestos, los de calle, son reconocidos por sus cercanos. Pero digo que a mí sí me gustan esas letras, porque (lo he visto) los niños usan la O para pasar por el hueco. Eso, aunque parecería intrascendente, sí es simbólico. Algo místico existe en ese paso por el óvalo de la O. Los niños lo cruzan muy quitados de la pena, sonrientes, como diciendo: mirá, cómo paso de un lado al otro; porque cuando alguien coloca una letra monumental en el piso de una plaza modifica el espacio. A mí me gustan esas modificaciones, porque son temporales. Si alguien piensa igual que Miriam y tiene el poder suficiente ordena que quiten esos adefesios y los empleados llegan y trepan las letras en la parte trasera de un camión y tan tan. Esto no es posible hacer con la Torre Eiffel, con las Pirámides de Egipto o con la Pirámide de La Luna, en Teotihuacán. Miriam dice que esas letras interrumpen el tránsito de los peatones, que altera el espacio, que es como poner barros en el rostro limpio de una chica. A mí me gustan esas letras, porque los niños las usan para esconderse, para jugar. Una mañana tomé la fotografía que ahora te comparto. ¿Mirás cómo hay una persona en la banqueta del Teatro de la Ciudad? El óvalo de la O lo enmarcó, le dio importancia visual, si hubiese estado fuera de esa ventana no habría tenido la relevancia que acá presenta. Mientras estuve en ese espacio del parque vi a una niña sentarse en la O, a otro niño pasar por debajo de la M y a otra niña esconderse detrás de la I y sacar su carita con el clásico: acá estoy. Al otro día me paré al lado de la palabra, al lado de la C inicial de Comitán y un afecto me tomó la fotografía del recuerdo. A mí me encanta ser turista en mi pueblo, nuestro pueblo. Esa foto la compartí en redes sociales con el siguiente mensaje: Siempre al lado de Comitán. No sé si vos, de niña, tuviste esos cubos maravillosos donde estaban pintadas las letras del abecedario. Era maravilloso jugar a armar palabras. El mundo ahora juega con eso en las plazas, con letras nombran a los pueblos. El otro día, mi querido amigo Raúl compartió una fotografía que le tomaron en una plaza de Jerusalén con letras de unos dos metros de altura: I love JLM, el love simbolizado con un corazón colorado. ¿Mirás? Basta cuatro palabras y un símbolo para tomarse la selfie de recuerdo. Pienso que en Nueva York debe existir un letrero semejante: I love NY. A mí no me desagradan esas letras en las plazas, sé que son movibles, se pueden quitar en cualquier momento, no modifican la traza original. Si mirás los balcones del Teatro de la Ciudad observarás círculos blancos a mitad de la herrería pintada en negro. ¿Qué existe en esos círculos? ¡Letras, letras! Ahí está registrado para siempre las iniciales de la propietaria original del edificio: N. R. (Natalia Rovelo). Posdata: ¿mirás que en la banqueta donde está el personaje está el letrero con letras realzadas que indica que ese edificio es el Teatro de la Ciudad? ¡Letras, más letras! Con las letras formamos palabras, jugamos el maravilloso juego del lenguaje. Ahora el mundo coloca letras en las plazas para especificar el nombre de los lugares, para que las personas se tomen la fotografía del recuerdo, los que ahí nacieron o los que llegan de visita. Miriam dice que Maluma no anda con su nombre en la frente, los millones de fanáticos lo reconocen de inmediato; lo mismo sucede con los millones de lectores que reconocen de inmediato a Mario Vargas Llosa. Pero ambos tienen conciencia de que el lenguaje es su aliado, uno coloca palabras en sus canciones y el otro las acomoda para contar historias en sus cuentos y novelas. De niños jugaban con cubos con letras. Hoy, el mundo juega con las letras para decir que los pueblos tienen nombres.

sábado, 15 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON OTRA NOTICIA AGRADABLE

Querida Mariana: tengo en mis manos el libro “La vida del Dr. Belisario Domínguez en un recorrido por la casa que lo vio nacer”, de Leopoldo Alfonzo Meza. Te cuento cómo llegó a mis manos. En redes sociales me enteré de la aparición de este libro, encuadernado en forma artesanal. El contador Marco Antonio Moya comentó que ya lo había adquirido, él dijo que está a la venta en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, lugar donde trabaja el autor, los fines de semana. El domingo tuve un compromiso ineludible, no podía conseguirlo. Pensé que lo conseguiría la próxima semana, pero el lunes iba en mi tsurito cuando, en el parque central, vi que estaba mi amigo Leopoldo, sentado en una banca, hablando por teléfono celular, toqué el claxon del auto y un amigo bolero me vio, le pedí que le hablar a Leopoldo, mientras el automovilista de atrás, muy tolerante, dejaba que se diera toda esta escena, el bolero le habló a Leopoldo, éste me vio y corrió hacia donde estaba, le grité: ¡quiero un ejemplar!, y él, como si fuera uno de esos pistoleros de las películas del oeste, metió la mano a su portafolios y sacó un ejemplar. Todo esto que te cuento fue en cosa de segundos, yo avanzaba lentamente con el auto y Leopoldo corría, mientras yo metía mi mano en la bolsa del pantalón y sacaba dos billetes: uno de cien y otro de cincuenta, costo del libro. Leopoldo me entregó el ejemplar encuadernado, entregué los billetes, los dos, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, dijimos: gracias, dejé el ejemplar en el asiento del copiloto, saqué mi mano por la ventanilla y agradecí al automovilista que fue tolerante. Vi hacia el frente y le metí un poquito el pie al acelerador, pues ya había sido suficiente haber hecho esperar a los automovilistas de atrás. ¿Por qué te cuento esto, que es algo anecdótico? Porque te dará idea de que todo se dispuso para que tuviera el libro que ahora tengo en las manos. Libro que celebro. A riesgo de sonar reiterativo y causarte escozor volveré a decir que disfruto mucho la aparición de un libro en nuestro pueblo. ¿Cuántos libros se publican diariamente en el mundo? Pucha, miles y miles de títulos, en los que hay de todo, de chile, de dulce, de manteca; y de todos los calibres literarios: buenos, bonitos, malos, intrascendentes, basura, soberbios, infinitos. Acá celebro la aparición de este libro, porque se da en nuestro pueblo, donde no todos los días se publican libros. Celebro su aparición, pero, además, reconozco dos elementos fundamentales: el primero es la publicación de una guía de la Casa Museo y el segundo es la impresión con los propios recursos. Abundo un poco en el segundo elemento. Desde siempre, la publicación de libros ha sido una labor difícil. Por ahí está ese maravilloso libro de Irene Vallejo, que se llama “El infinito en un junco”, donde explica cómo ha sido el recorrido del libro, desde los pergaminos hasta los actuales libros electrónicos. Al principio hubo copistas contratados por gente pudiente que deseaba mantener en “papel” el conocimiento, por diversos intereses; sólo los pagudos tenían acceso a los libros, gracias a que tenían esclavos que copiaban los originales. Una mañana gloriosa, muchos siglos después, al señor Gutenberg se le ocurrió descubrir los tipos para la imprenta, ¡ah, qué momento glorioso!, desde ese instante los libros anduvieron en muchas manos, muchísimas. Las grandes editoriales hicieron tirajes de miles de libros y los pusieron a la venta; hoy, ¡qué maravilla!, tenemos acceso a libros electrónicos, vos, desde tu celular pedís un libro a Amazon y dos minutos después ya lo estás leyendo en tu Kindle. ¡Tiempos geniales! Hoy, y el libro de Leopoldo Alfonzo Meza es ejemplo, los autores ya no tienen qué acudir a una gran editorial para ver si el libro entra a su catálogo (sigue siendo labor dificilísima) o a una pequeña imprenta para hacer un mínimo tiraje de autor; es decir, sacar una paguita de la bolsa para financiar el proyecto. ¡No! El libro de Leopoldo es un libro con encuadernado artesanal. Distingo la labor concienzuda del autor (lo conozco desde hace años, cuando fuimos compañeros docentes en el glorioso Colegio Mariano N. Ruiz, o cuando impartió un taller de dibujo en la Galería Bonampak), Leopoldo hizo una investigación minuciosa, fotografió muchos objetos de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, redactó el texto en forma ordenada, realizó el diseño y luego, con una impresora a color, imprimió las hojas en tamaño carta y encuadernó (o mandó a encuadernar) algunos ejemplares y lo lanzó a la venta. Me parece sensacional que una labor de tanto tiempo no se quede en la gaveta del escritorio. Felicito a Leopoldo por esta iniciativa que, espero, rinda frutos. El autor nos entrega a los comitecos y a los visitantes un recorrido atento por las salas de la Casa Museo. Por supuesto que esta propuesta debería llamar la atención de las autoridades para imprimir la guía en un formato de media carta, a todo color, pero, como sabemos que esto está en la cola de un venado, celebramos que Leopoldo haya dado el paso para publicarlo en forma artesanal. La inversión es mínima, en cuanto se agoten los primeros ejemplares, nuestro Gutenberg contemporáneo hará más impresiones del texto y las encuadernará para que los interesados saquen su paguita, modesta, accesible, y se hagan de un texto muy interesante. Que suene la marimba, querida mía, en estos últimos días hemos celebrado la aparición de dos libros maravillosos: el titulado “El parque”, del arquitecto Héctor Castellanos; y ahora el que se titula: “La vida del Dr. Belisario Domínguez en un recorrido por la casa que lo vio nacer”, del maestro Leopoldo Alfonzo Meza. En la introducción del libro que hoy te platico, el antropólogo Arturo E. Guillén Figueroa, actual director de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, dice que Leopoldo Alfonzo Meza realizó “una exhaustiva y acuciosa labor de compilación para aportar generosamente a todas las personas interesadas y visitantes poco especializados”. Sí, este libro no es para eruditos en la vida y obra de tío Belis (aunque sí puede serlo), es una invitación sencilla a recorrer la Casa Museo, entrar a sus salas y ver muchos de los objetos que ahí están expuestos. El autor señala que en 1985, año en que fue inaugurada la Casa Museo, “el visitante podía en forma independiente visitar las salas y conocer los diferentes acontecimientos por sí mismo, pues documentos y fotografías contaban con pies de página que explicaban los diferentes sucesos de la vida del galeno…”; ¿qué pasa ahora?, ah, pues el autor señala que, a partir de 2016, año de la reinauguración (cuando al patio central, lamentablemente, le quitaron su carácter tradicional) “todos los elementos fotográficos y documentales fueron eliminados…” Su labor subsana esta carencia. Este libro ayuda, por supuesto que sí, a hacer el recorrido, no solamente en sitio, sino desde el lugar donde se encuentre el lector, que bien puede ser acá en Comitán o en cualquier parte del mundo. No sé si Leopoldo ha pensado en hacer una versión digital, para que un lector interesado que radica en Londres pueda acceder a este conocimiento. La bibliografía de la vida y obra del doctor Belisario Domínguez es extensa. Muchísimos académicos, historiadores, investigadores y admiradores de la vida y obra del máximo héroe civil de México han publicado diversos trabajos muy valiosos. Leopoldo no es un experto historiador, no se asume como tal, con modestia entrega un trabajo muy relevante. Su libro llena un hueco que estaba vacío, su labor no es para los mencionados, es para los de a pie, los que se darán una vueltita por las salas de la Casa Museo y disfrutarán ese viaje emocionante. De los autores conocidos por el pueblo comiteco que han escrito acerca de don Belisario hallamos a don Edgar Robledo Santiago (de grata memoria en el pueblo), a Fedro Guillén (erudito intelectual, quien nació en la hermosísima La Trinitaria), a Alfredo Palacios Espinosa (quien, ahora, es director de cultura del ayuntamiento de la capital chiapaneca); a doña Lety Román de Becerril (destacada investigadora y cronista de Comitán), a don Prudencio Pastrana (genial cronista de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas), a Roberto Ramos Maza (actual presidente de la Asociación Civil Bicentenario Chiapas). Posdata: felicito al maestro Leopoldo, agradezco su generosidad al entregar este trabajo a nuestro pueblo. ¿Se puede hacer un agregado? Pienso que sí, porque este maravilloso libro recibe adiciones en cualquier momento. Pienso que será muy agradable que el autor agregue una página con los nombres de todos los que hasta el momento han recibido la medalla, porque (es una pena) esta relación no está actualizada ni en la Casa Museo. ¡Uf! Ahora, los comitecos estamos en espera del veredicto de la Comisión del Senado, esperamos que la decisión sea a favor de un comiteco ejemplar, el doctor Roberto Gómez Alfaro, quien, lo hemos dicho mil veces, realiza una labor a favor del pueblo con el mismo principio ético que fue eje de las acciones del doctor Belisario Domínguez Palencia.

martes, 11 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CAMINOS CORRECTOS

Querida Mariana: alguien escribió en redes sociales: un escritor ignorante de la ortografía es como un músico desafinado. El ejemplo es muy ilustrativo. No hay peor cosa que escuchar a un músico desafinado. Los oídos exquisitos detectan de inmediato cuando el pianista se equivocó en una nota o cuando el instrumento está desafinado. La música es uno de los grandes placeres, pero el buen gusto se va al pozo cuando la interpretación es fallida. ¿A quién le gusta escuchar a un músico cholenco? ¡A nadie! Entonces, ¿por qué existen tantos lectores que aceptan textos sucios? ¿Por qué el oído rechaza una mala ejecución musical y anda tan campante escuchando palabras escasas de contenido y de belleza? En el arte es muy difícil llegar a lo sublime, por eso, los genios son escasos, pero se dan. En vainas literarias es difícil escribir el texto perfecto. Las palabras son más traviesas, brincan más que las notas musicales. Es una bobera lo que diré: el Premio Nobel se entrega a escritores, no a músicos. Los músicos tienen otros premios. Esto que dije es algo que a mí me encanta, porque coloca en un lugar de privilegio a la palabra. Cuando, en el tiempo A. P., acudía a presentaciones de libros, me caía mal que el acto se mezclara con interpretaciones musicales; es decir, siempre es muy agradable escuchar una buena ejecución musical, pero, en el fondo, tal mescolanza me decía que los organizadores minimizaban el encanto de la palabra, como si nos dijeran que no bastaba la palabra para seducir a la audiencia. Te daré poesía, pero como es medio aburrida, te compensaré con música, ¿va? Todo mundo tiene derecho a chiflar, a cantar, a bailar, a reír, a callar, a hablar y ¡a escribir! Veamos qué sucede con el acto del habla. Todo mundo habla, salvo los mudos (la tía Elena habla hasta por los codos, pucha), pero no todo mundo se atreve a hablar en público desde una tribuna. Existe un natural temor a exponerse. Los oradores se han preparado para transmitir sus ideas en forma clara. ¿Qué sucede con la escritura? Con el surgimiento de las redes sociales ¡todo mundo escribe!, pero muchos, seamos honestos, no poseen el mínimo conocimiento ortográfico y ahí andan lanzando sus notas desafinadas por todos lados y asumiéndose como escritores. ¡No se vale! Fijate que no tengo el conocimiento mínimo, nunca aprendí las reglas de ortografía, pero (digo yo, o si no aviénteme piedras del campo) mi redacción es limpia. ¿Por qué? Ah, lo hemos platicado muchas veces, he sido un gran lector desde la edad de once años; es decir, llevo más de medio siglo pepenando frases precisas. Las revistas de monitos presentaban diálogos limpios. En mi infancia aprecié que los diálogos entre Memín y sus amigos casi no presentaban errores de ortografía. Ya no te digo cuando comencé a leer libros de cuentos y novelas, publicadas por las grandes editoriales de España, Argentina y México. Siempre hubo (lo hay) un cuidado selecto para evitar errores ortográficos. Dice el dicho que de la vista nace el amor, de la vista también nace una redacción limpia. Sé que, si analizás con lupa mis cartas hallarás problemas de sintaxis y alguna errata, pero, en términos generales, existe una redacción decente, que me permite, después de tantos años, decir que soy ¡escritor! Siempre escribo con profundo respecto al lector. Como soy escritor, siempre que me invitaron a comentar un libro escribí un texto que leí (porque, gracias a Dios, tampoco soy mal lector). Respeto ha sido la premisa de mi oficio. Cuando alguien me pide una recomendación para ser escritor, sólo una cosa digo: lea, lea, lea mucho. Aparte de divertirse y de incrementar su bagaje cultural, aprenderá ortografía. Cuando escribo brincan ciertas palabras, me avisan que ahí tengo dudas, acudo a un diccionario y corrijo. La lectura me ha servido para detectar cuándo una palabra puede estar mal escrita. Esa es la garantía de cierta limpieza en la redacción. Amigos lectores me avisan de vez en vez: Álex, escribiste mal tal palabra. Corrijo. Gracias por ser correctores de mis palabras. Posdata: antes aceptaba revisar textos, ya no lo hago. Tampoco acepto invitaciones para presentaciones de libros, porque, como dicen, la mayoría son aburridas y para compensar el aburrimiento agregan un número musical, rebajando la grandeza de la palabra. No reviso textos, porque la mayoría tiene múltiples errores ortográficos y este mal se pega. Cuando comienzo una lectura deseo escuchar una sinfonía, si hay una nota discordante boto las hojas hasta que topen con pared y queden como cucarachas muertas en el piso. La literatura, igual que la música, posee el don del ritmo. Veo que hay muchos poetas y narradores que comentan en las redes sociales y escriben con faltas ortográficas, en ese momento les quito el membrete de poetas y narradores. Amo a Julio Cortázar porque fue un escritor fino, con amplio conocimiento de las herramientas del escritor; el Gabriel García Márquez me cae menos bien, cometía errores ortográficos. Uf. Y le concedieron el Nobel de Literatura. Sólo su genio creativo superó sus deficiencias ortográficas, pero ya lo dije: los genios aparecen muy de vez en vez. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 10 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, PARA SALVAR EL MUNDO

Querida Mariana: no sé en dónde leí: “Let’s save the world together”. Mi inglés de primer nivel me permitió saber que dice: “Salvemos juntos al mundo”. ¡Genial! Entiendo que se refiere al deterioro ambiental que existe. Sí, el mundo anda enfermito, por la acción depredadora del ser humano. Tala de bosques, desechos regados por todos lados y contaminación de ríos y del aire. ¿Has visto esas imágenes donde los glaciares se deshacen? En nuestro pueblo ya resentimos esa enfermedad ambiental, nuestros ríos están sucios. Los mayores cuentan que uno de los paseos favoritos era ir al Río Grande, porque bastaba tomar una canasta, llenarla de paquitos de frijol y chorizo, salsa verde molcajeteada, tostadas, butifarras y agua de chía para emprender una caminata divertida, pasar por el Cedro, por el Chumís y llegar a las pozas, donde la gente se bañaba, porque el agua era limpia. ¿Ahora? Ay, Dios mío, nadie se baña ahí, porque es un hilo de agua sucia, puerca. ¿Qué sucedió? Pues el lema de salvar juntos al mundo no tuvo repercusión. Los expertos dicen que ahora es la última llamada; debemos tomar conciencia y unir esfuerzos para salvar el mundo, que es nuestra casa común. ¿Hacemos caso? ¡No! Este grito de auxilio es, como dicen los clásicos, un clamor en el desierto. Y, lo sabemos, esto es porque mientras unos son ciudadanos conscientes, hay otros que son inconscientes, brutos. Los esfuerzos se hacen polvo, se reducen a casi nada. El llamado de salvar al mundo es para todos, ahora sí que ¡para todo el mundo!, pero el mundo está lleno de resentidos, de valemadristas, de ignorantes, de maleducados, de groseros, de hijos de su quinto patio. Como dicen los jóvenes: ¡así no se pinches puede! En mi infancia el pueblo era más o menos limpio, era, por supuesto, más afectuoso. Las personas salían temprano de sus casas y barrían la banqueta y parte de calle que les correspondía, esto, aparte de mantener limpias las calles y avenidas, permitía la socialización, porque era común ver a dos personas con las manos apoyadas en las escobas echando el güirigüiri a todo lo que daba. Recuerdo que en el camino de casa a la escuela a veces me topaba con envolturas de chicles Motita, sobre todo amarillas, de sabor plátano, que era el preferido de muchos. Conforme el pueblo se hizo más grande y el afán consumista nos ganó comenzamos a ver mucha basura desechable en las calles. Antes, los pañales eran de tela, se lavaban y se ponían a secar en los sitios, colgados en lazos, ah, era hermoso ver ondear esas telas que eran como velas de barcos; pero un día llegaron los pañales desechables y lo que antes volaba impoluto en el aire se volvió un tiradero en las calles, un tiradero sucio y pestilente. Las inocentes envolturas de chicles se vieron acompañadas por decenas de condones usados, sucios y asquerosos. Nunca he entendido por qué los compas que usan esos chunches no los guardan en una bolsita y los colocan en un basurero. No. Digo que hay gente que es ignorante, maleducada. Y nuestras calles se llenaron de bolsas de Sabritas, de botes de Tecate, de botellas de güisqui (porque ahora todo mundo bebe güisqui) y de botellas de Charrito. Y llegó la pandemia y el mundo se llenó de más desechos abominables. En muchos lugares uno encuentra cubrebocas tirados a mitad de la calle o de la banqueta. ¿En qué cabeza cabe tirar en un lugar a cielo abierto un chunche que puede estar contaminado con el bicho letal? Pues cabe en miles de cabezas de gente ignorante. ¿Salvar el mundo? Sí, es imperante, porque ya estamos en la última llamada, si no hacemos conciencia y ayudamos todos ¡el mundo se irá a la mierda! Posdata: es penoso decirlo, pero pocos hacen caso a ese llamado urgente, muy pocos. Mientras ellos avientan lazos salvadores, muchos más, muchísimos más, usan las cuerdas para ahorcar al mundo. Qué pena. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 9 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA MEDIDA SIN MEDIDA

Querida Mariana: hubo un tiempo en que los comitecos medimos por cuartas. Tal vez ahora alguien lo siga haciendo. Pero, en estos tiempos hay un chunche que mide distancias en forma electrónica, como si fuese un fluxómetro invisible, el aparato dispara una luz que toca el punto deseado y regresa para informar la distancia, en un tiempo menor al que lo cuento. Qué era medir por cuartas. Hacé de cuenta que querías medir la superficie de la mesa del comedor, para que tu abuela hiciera un mantel bordado. Abrías la mano y la distancia entre el dedo pulgar y el meñique era ¡una cuarta! Lo maravilloso aparecía cuando comenzaba el recuento, porque al terminar de medir la primera cuarta se hacía un movimiento prodigioso: se levantaba la mano y el dedo pulgar avanzaba por en medio del aire para llegar a chocar con el meñique, momento en que el pulgar tomaba el lugar del meñique y éste daba el salto hasta la siguiente medición. Eso era fantástico. Hay unos gusanitos que en Comitán le llaman “medidor”, porque se mueve haciendo un arco, casi casi con el mismo movimiento de la mano a la hora de medir por cuartas. Al término, el nieto avisaba a la abuela que la mesa medía tantas cuartas de largo y tantas de ancho, entonces, la abuela, a ojo de buen cubero decía que la cuarta del nieto medía tanto, hacía la multiplicación, agregaba la caída del mantel y ya tenía la medida precisa. Porque ya te diste cuenta que la cuarta era variable. El metro, increíble instrumento de medida, es inmodificable, mide lo mismo en Comitán que en París o en Buenos Aires. Lo mismo en Yalchivol que en Jatón. Pero la cuarta ¡no! Una es la medida de la cuarta del nieto y otra la del papá y otra la del abuelo. Hay hombres que tienen grande la mano y otros que la tienen pequeña (ah, pues, querida niña, estoy hablando de manos, aunque Rocío dice que el tamaño de la cuarta está en relación directa con el tamaño del pene. Andá a saber cómo la Rocío llegó a poseer este conocimiento superior de matemática elemental: cuarta pequeña, aquellito pequeño; cuarta grande; aquellito enorme). Así pues, era indeterminada la cantidad de alcohol que se metía el tío Alfonso, porque siempre pedía a su nieto Armando que le comprara una cuarta de trago. ¿Quién medía la cuarta de trago? En estos tiempos, el comerciante buscaría la cuarta del nieto para que ganara un poco. Dije que las medidas son inmodificables, ¡mentira! Ya mirás que en algunas gasolineras la gente se queja de que expenden litros de 900 y en algunas tiendas de abarrotes las básculas están modificadas y el kilo de cebolla en realidad pesa menos. Azucena pidió que su báscula personal la modificaran tantito para que no se frustrara cada mañana. ¡Muda!, dijo la Pancracia, sólo se hace boba ella sola. La medida de la cuarta sí era auténtica, porque al extender la mano sobre la superficie no permitía hacer pancita. En los partidos de básquetbol en la legendaria cancha Pantaleón Domínguez, los aficionados gritaban a quien fallaba el enceste: ¡andá a comprar un peso de puntería con doña Mariana! Una vez escuché que alguien dijo: ¡pucha, falló por una cuarta! Dios mío, este compa tenía una visión maravillosa, como si el ojo tuviera un distanciómetro electrónico. No sé cómo le hizo para saber que el encestador había fallado por una cuarta. Me da pena pero debo contarlo, porque una vez escuché que un tipo grosero le dijo a una chica: “Te haré feliz, mirá, gozarás mi cuarta en tu cuarto”. Al principio no entendí, pero dos segundos después supe a qué se refería. Ahora privilegio el juego de palabras: cuarta, cuarto. Que iba en el mismo sentido del que dijo: media medida le di a la que le quité la media. Groseros, pero ingeniositos. Posdata: tal vez invento, pero ahora recordé que mi abuela Esperanza decía que ella vendía cuartas de frijol. ¿De verdad eso decía? Ya dudo de mi memoria, tal vez medía la cuarta en forma vertical sobre una cubetita. ¡Mentira!, decía la Amparo, botada de la risa. La medida del asunto del hombre no es la medida de la cuarta de su mano, qué más quisieran. No, si querés saber de qué tamaño calza, hacé que doble el dedo medio a su palma, esa es la verdadera medida. Y Agenor, más grosero, decía: pidan que se lo saque, con eso ya quedan conformes. Pero luego venía otra discusión acerca de…, pero no, ya esto se volvió muy procaz. Adiós. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 8 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON JÚBILO

Querida Mariana: ¡albricias! El sábado 1 de octubre de 2022 presentaron el libro “El parque”, de Héctor Antonio Castellanos Rovelo, el admirado arquitecto Castellanos, el Güero Castellanos. El lugar donde se presentó fue el espacio ideal: el auditorio Roberto Cordero Citalán, del Centro Cultural Rosario Castellanos; es decir, “El parque” se presentó frente al parque. Porque este libro, excepcional, narra, como su título indica, momentos luminosos del parque central de Comitán, el parque Benito Juárez, en los años sesenta y setenta. Todos los que conocen al arquitecto Castellanos lo reconocen como un destacado profesional y como un excelente contador de anécdotas. En el mundo del cine y del teatro cuando un autor presenta su primera obra se dice que es su ópera prima. A mí me encanta este título, porque habla de un momento inicial que tiene mucho camino recorrido. ¿Se puede aplicar el término a quien presenta su primer libro? Sí, Juan Carlos Gómez Aranda lo aplicó. Podemos, entonces, decir que “El parque” es la ópera prima del Güero Castellanos. Con esta obra, el autor inició con el pie derecho, porque el libro posee las características que le son innatas al autor. Por eso dije que todo mundo reconoce las virtudes del arquitecto al contar anécdotas, es uno de los mejores de Chiapas, con un finísimo sentido del humor. Vos y yo sabemos que no todo mundo posee la gracia para contar anécdotas. Hay personas que lo intentan, que hacen el esfuerzo por contar algo con simpatía, pero no logran transmitir lo que desean; en cambio, hay otras personas que poseen el don, que tienen la chispa. El arquitecto Castellanos es un gran contador de anécdotas porque tiene, de nacencia, las virtudes necesarias. Él es un gran observador, posee una privilegiada memoria y es conocedor de la cultura comiteca. Estas tres características se ven potenciadas por una innata gracia y amplio conocimiento del manejo del espacio físico. ¿Sabés cómo define al parque? Como Sala del pueblo. Ah, es una maravillosa apreciación lingüística y espiritual. Nunca lo había visto así, pero, en efecto, eso es el parque. ¿Cuál es el espacio de convivencia en las casas? ¡La sala! Ahí recibimos a los amigos (bueno, ustedes, los demás, porque ya sabés que soy escaso, ingrato y maleducado. Recibo a los amigos en el vestíbulo, cuando los recibo). Nuestro autor nos transmite sus vivencias, nos habla del parque que ya no existe, del parque que él vivió, disfrutó. Era un parque más íntimo, el parque de una ciudad que, como él bien lo indica y todos nos damos cuenta: “fue más humana y placentera”. De esos tiempos, humanos y placenteros, nos habla. El autor nos invita a dar una vueltita en el parque. ¿Cómo damos esa vuelta? La podemos dar como queramos, en forma solitaria o en bola, como fue la tarde de presentación donde, como si estuvieran en el parque, se sentaron en una banca del escenario el arquitecto Héctor Castellanos Rovelo y tres comentaristas de lujo: el maestro Jorge Gordillo Mandujano, el licenciado Enrique Robles Solís y la arquitecta María del Rosario Bonifaz Alfonzo. El mojol de excelencia estuvo en la voz siempre educada del maestro de ceremonias, el profesor Roberto Gordillo Avendaño. ¡Pucha, qué banca tan llena de personajes sublimes! Los tres comentaristas, igual que el autor y el maestro de ceremonias, vivieron con intensidad ese parque, en los años sesenta y setenta. El maestro Jorge pasó por el parque rumbo a la XEUI, donde conducía un programa de radio; la arquitecta María del Rosario dio vuelta con sus amigas a la hora que salían de clase de la escuela Preparatoria, que estaba donde ahora se ubica la Casa de Cultura; y el licenciado Robles fue más allá, porque vivió donde ahora está la fuente frente al templo de Santo Domingo. La fecha de presentación del libro “El parque” quedó inscrito como un instante glorioso en los anales de nuestra historia local, porque se presentó para celebrar el Día Nacional del Arquitecto, por parte del Colegio de Arquitectos de Comitán. Como si fuera un edificio, el arquitecto Castellanos diseñó la estructura de su libro, un libro ameno e ilustrativo. Cuando lo tuve entre mis manos comprobé la grandeza y generosidad del arquitecto Castellanos. En buena hora decidió escribirlo y publicarlo; ya es un gran legado para su pueblo, para nuestro pueblo. Él estuvo convencido de que los dones anteriormente enumerados eran el mejor aval para emprender esta aventura editorial. Si él no lo hubiera escrito, nuestra identidad habría quedado trunca. Gracias a su libro ahora tenemos un referente de esos tiempos de un espacio esencial para nuestra comunidad: la sala del pueblo. Mirá qué dice el licenciado Juan Carlos Gómez Aranda en el prólogo: “esta obra se suma a las voces del coro de nuestra memoria colectiva”. Sí, todo mundo de Comitán tiene testimonios vitales de este espacio, el arquitecto dio forma a sus recuerdos e hizo el prodigio, como se dice, de pasarlo al papel. El término pasar tiene gran peso específico, porque cuando él lo pasó al papel, de inmediato lo estaba pasando a sus lectores y este pase es mágico, porque es una mano que se extiende a todos los confines y permanece inalterada en el tiempo. Lo pasó al papel y con ello pasa a la posteridad, hace infinito el tiempo; da cauce a su vocación de vida: ¡construir! Donde estaba el vacío, el Güero Castellanos levantó un edificio espiritual, lo hizo en la mejor tradición comiteca, con inteligencia, con picardía, honrando la tradición de este pueblo mágico. El autor escribió como dicta Julio Cortázar: en mangas de camisa, así como dando una vuelta en el parque, tomando una nieve, recibiendo la caricia de nuestro cielo y del clima más benigno de Chiapas; lo hizo con camaradería, en un plano amistoso. Por eso, el cierre del libro tiene el broche de oro de la anécdota. Después de obsequiarnos planos del parque en los años sesenta y setenta; de dar un recorrido deslumbrante de la feria de agosto que se celebraba en ese espacio; de pasar frente al sitio de carros de alquiler; de husmear los modos; de presenciar desfiles; de escuchar la marimba y disfrutar de las entradas de flores; nuestro autor nos obsequia varias anécdotas. Ahí está el Güero, sentado en una banca, mientras nosotros lo rodeamos y agradecemos su palabra limpia, fresca. Mientras él cuenta nosotros esperamos el momento en que, como atronadora cohetería, aparece la carcajada de todos, porque la anécdota es graciosa, nos inyecta energía, nos devuelve el ánimo, nos hace compartir un instante pleno. Esta mirada tiene un hilo de nostalgia, como todos los bordados del pasado y nos advierte algo que está en el ambiente: existe un deterioro social. El arquitecto concluye con una reflexión y un llamado. Quiero, querida mía, cerrar esta carta con la reflexión final que el arquitecto Castellanos nos comparte. El autor nos dice que tenemos una pérdida de identidad, debido a “un crecimiento urbano y demográfico mal planeado”. Termina en forma optimista: “Ese malestar, que creo que muchos lo compartimos, sólo lo salva la fe y la esperanza que se tiene en las nuevas generaciones, que tendrán una tarea difícil para mejorar al Comitán que nos prestaron y que no lo hemos sabido conservar”. Son ustedes, mi niña, los jóvenes, quienes pueden hacer el prodigio de rescatar la riqueza cultural de nuestro pueblo. Las palabras del Güero motivan a la reflexión y a la acción. Duele aceptar que tiene razón, que el Comitán de antes era más humano y placentero y que padecemos una pérdida de identidad. Esto es gravísimo, pero es cierto. Si extraviamos la identidad perderemos todo. Por eso, el libro que él nos entrega en este octubre de 2022 es como un ladrillo pequeño, pero gigantesco en la preservación de ese tesoro cultural, porque los viejos sabios nos han dicho que si no sabemos quiénes somos, de dónde venimos, no sabremos nunca hacia dónde ir. Comitán, lo sostiene el arquitecto Castellanos, tiene magia. Que no se pierda. Posdata: vos y yo amamos los libros, sabemos que este producto cultural es irremplazable, es un peldaño firme en la escalera del progreso y del conocimiento. El arquitecto Héctor Antonio Castellanos Rovelo puso manos a la obra y pasó en papel sus recuerdos y sus ideales. Con emoción ha contribuido con una pieza más para completar el rompecabezas de nuestra identidad. “El parque” es su ópera prima literaria. Ojalá más construcciones de éstas, ojalá más edificios resplandecientes en el vacío. Que nuestro espacio se llene de nubes y llueva inteligencia, humor, alegría. Felicito ampliamente al arquitecto Castellanos por este presente que habla del pasado y vislumbra el futuro. En el apartado de “La lotería”, asomó el nombre de don Eduardo, como la persona encargada del negocio, tal vez fue un lapsus. En el prólogo, Juan Carlos menciona a don Enrique Constantino, nombre que también registra mi memoria. Si fue un lapsus, ya Juan Carlos lo enmendó. Salvo eso, todo lo demás es brillante, luminoso. ¡Tzatz Comitán!