jueves, 30 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA LÍNEA GUATEMALTECA

Querida Mariana: Arenilla, nuestra revista, está de plácemes. Carlos Rivas, nuestro director comercial en Guatemala, presentó una exposición de su obra plástica. Cuando conocí a Carlos desayunaba al lado de su esposa, hijos y mamá, señora bonita. Ellos estaban en una mesa al aire libre, en el andador San José, en Comitán. Después de saludarlos, bajo el cobijo del cielo azul y limpísimo, vi que sobre la mesa había una cámara fotográfica profesional, supe que Carlos era un enamorado del arte fotográfico; posteriormente me enteré que otra línea del arte está en la palma de su mano: el arte plástico, la pintura y el dibujo. Carlos ha sido el enlace perfecto para que nuestra revista llegue a Huehuetenango y otras ciudades de Guatemala. El pasado lunes 27 de septiembre, el reconocido periodista mexicano Joaquín López Dóriga comentó que estaba contento, porque su noticiario que llega a toda la república mexicana y a muchas ciudades de Estados Unidos de Norteamérica, tuvo su primera transmisión a ciudades guatemaltecas. Eso fue lo que dijo López Dóriga. Nosotros, modestia aparte, pero con orgullo emplumado, decimos que hemos sido el puente Chiapas-Guatemala desde hace varios años. Joaquín dijo que, en tiempos actuales, la presencia de México en Guatemala es necesaria. Por supuesto que sí, Arenilla Revista percibió esta necesidad desde tiempo atrás. Comitán, lo hemos dicho muchas veces, tiene una larga historia de amistad con Huehuetenango, y Carlos ha sido la mano amiga que trasmite lo mejor de Comitán y de la región en su pueblo de origen, pueblo que es tierra cercana a la nuestra. La mano generosa de Carlos, que da la revista impresa a los lectores guatemaltecos, la que oprime el botón del celular para enviar el formato digital a sus contactos, es la misma mano que hace clic en la cámara y la misma que emplea para hacer el prodigio del trazo en el cartón o en la tela para dar color y vida a sus cuadros. Nuestra revista se siente chenta y comparte su alegría con todos los lectores. Carlos Rivas expuso en su tierra. Algún día, estamos seguros, ya que la pandemia cese, las puertas de un espacio comiteco se abrirán para que exponga en nuestra ciudad. El ideal de muchas personas comprometidas desde siempre con la cultura de México y de Guatemala ha sido ese: que los artistas de allá sean conocidos acá y viceversa. Estamos tan cerca, de forma física y por la tradición cultural, que se antoja inexplicable no hallar el argumento que explique el abismo existente en cuanto a conocimiento de la obra de escritores, pintores, fotógrafos y demás artes. El otro día, Carlos compartió en redes sociales la fotografía de una placa en reconocimiento a la obra de Paco Pérez, autor del vals Luna de Xelajú. ¡Dios mío! Un alud de recuerdos asomó. En los años setenta, Luna de Xelajú era una de las canciones que las marimbas comitecas interpretaban en bailes, en guateques y en serenatas. ¿Por qué ahora que escribo esta carta aparecen los nombres de Marimba Chapinlandia y Marimba de los Hermanos Hurtado? Porque en casa mi papá tenía discos de ellos. En muchas casas de Comitán había discos de marimbas guatemaltecas. Mi generación creció escuchando notas de esas marimbas exquisitas, de sonido elegante, de seductora pluma de quetzal. Hoy, igual que Joaquín López Dóriga, estamos contentos, porque, gracias a Carlos, llegamos hasta Guatemala, llevamos lo mejor de nuestra región al intelecto y corazón de los hermanos guatemaltecos. Estamos contentos porque Carlos Rivas presentó la exposición de su obra “Mitos, leyendas y riqueza cultural de Huehuetenango”, en el Hotel Zaculeu, hotel que, asimismo, es amigo de nuestra propuesta cultural. El Hotel Zaculeu ha sido patrocinador de nuestra revista, hemos compartido su oferta habitacional de excelencia con nuestros lectores. Los habitantes de Huehuetenango conocen nuestras riquezas culturales, reconocen nuestras sugerencias para comer, para pasear y hoteles para descansar. De igual manera, nosotros tenemos una ventanita para ver las maravillas de aquellas tierras. Somos vecinos, somos amigos, somos parte de una misma cultura. Hablamos de vos, lo hacemos en plural: hablamos de nosotros. Posdata: ¿cuándo haremos la galería en línea que promocione a los artistas de nuestras tierras? ¿Cuándo los miles y miles de lectores adquirirán obra de los nuestros? ¿Cuándo haremos una propuesta regional que llegue a todo el mundo? Estamos contentos, nos unimos a la satisfacción de Carlos Rivas. Horas y horas en la ejecución de sus obras, horas y horas en la pasión de llenar de color a las leyendas, mitos y paisajes de su tierra. En forma oficial no tiene el nombramiento de hijo predilecto de Huehuetenango, pero nuestra empresa editorial si lo nombra integrante distinguido del puente que une a Comitán y a Huehuetenango. Él sigue con la tradición de la mano amistosa que ha unido a nuestros pueblos. Gracias, Carlos, ¡felicidades!

miércoles, 29 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON AFINIDADES

Querida Mariana: el calendario consigna 365 actos importantes cada año (366 en caso de que el año sea bisiesto). ¡Claro! Hay unos más importantes que otros. Unos son de trascendencia general y otros de trascendencia individual. Vos celebrás en lo íntimo el día de tu cumpleaños y el de tu papá y el de tu mamá y el de tu novio. Yo celebro el mío, el de mi mamá y el de mi Paty. Luego vienen los cumpleaños de los amigos, de los conocidos más cercanos y así avanzamos en la celebración de la vida. Si preguntás a conocidos acerca de los días que celebran hallarás lo mismo, pero con particularidades especiales. A veces no sólo son días sino semanas o espectáculos. Tengo un amigo que espera con gran emoción el mes de febrero de cada año, no por el Día de la Amistad, sino porque en ese mes es la entrega del Óscar, el máximo premio al cine mundial (bueno, parece que en la pandemia hubo cambios y la entrega se realizó tiempo después); asimismo tengo una amiga que espera con emoción la llegada del mes de octubre porque el día último, según la tradición, llegan las almas de los niños fallecidos. Ella dedica un altar especial en memoria de su hermanita gemela que falleció hace muchos años. Le gusta pensar que su hermanita “baja” a la tierra y permanece a su lado durante veinticuatro horas. Mi amiga platica con el almita de su hermana, le prepara un pastel y lo comen en comunión. Si a mí me preguntás el mes que espero con ansia digo, igual que mi amiga: octubre. Me encanta meterme en el rebumbio de la lista de los posibles candidatos a obtener el Premio Nobel de Literatura y, bien snob, comienzo a buscar información de ellos. Dos o tres son amigos conocidos, pero hay otros que entran en la lista de posibles amigos. Cuando la Academia da a conocer el nombre de la persona ganadora, investigo todo lo posible acerca de su vida y de su obra, me convierto en un “experto” ocasional (dada mi poca capacidad de memoria, todo lo olvido a la vuelta de la esquina, pero mientras me dura el gusto soy feliz). Cuando tengo el nombre del premiado busco sus libros. Si escribe en una lengua diferente a la nuestra veo si hay traducciones y, con frenesí, trato de conseguir uno o dos volúmenes. Como sabés, aunque me gusta leer poesía, prefiero narrativa: cuento o novela. Octubre de 2021 ya está a vuelta de la esquina; en la primera semana, la Academia dará a conocer al premiado de este año. Espero que el escritor premiado sea un narrador. El año pasado fue premiada la poeta Louise Glück. Leí algunos poemas suyos en el Internet y no me sorprendí ante su talento. Me sorprende más la obra de una poeta chiapaneca jovencísima: Mónica Zepeda. Me alegrará tanto saber que Mónica es reconocida con un premio nacional, ¿el Nobel? ¿Por qué no? Digo que me sorprenden más los poemas de Mónica que los de Louise. Pero entiendo que los premios nacionales e internacionales tienen una lógica que no es posible aprehender desde casa, sus vericuetos pertenecen al terreno de los túneles donde navegan las sombras del misterio inalcanzable. Sí, espero con emoción el mes de octubre. No celebro con triques mi cumpleaños, no echo cuetes en las fiestas patrias, no me siento ante una mesa especial en navidad o en año nuevo, tampoco canto como pájaro el advenimiento de la primavera o hiberno como oso en invierno. ¡No! Me gusta el mes de octubre, porque es el mes donde la Academia Sueca da a conocer el nombre del escritor que recibe la gloria del Nobel de Literatura. De inmediato entro al argüende, al chisme. ¿Qué hacía cuando recibió la notificación? ¿Cómo le fue durante el año de celebración? Ahora, entiendo, por la pandemia, la poeta Glück no se vio sometida al trajín de los premiados de años anteriores, quienes se vieron sujetos a viajar a todo el mundo, impartir conferencias, verse afrentados ante mil entrevistas, subir a decenas de aviones, dormir en múltiples hoteles, cenar con personajes trascendentes del mundo del arte, del espectáculo y de la política. Un año de gran intensidad, donde la obra creativa entra en una pausa reclamante. Posdata: sí, espero octubre con emoción. Ahora hago changuitos para que premien a un escritor de cuentos o de novelas, para, de inmediato, comprar un libro electrónico y comenzar a leer su obra, ver si el premiado corresponde a mis expectativas, si el del año 2021 será un nuevo amigo para siempre o un amigo ocasional, alguien que deslumbra al verlo en la calle y al dar la vuelta en la esquina se olvida. Como siempre, de la lista de posibles tengo a mis favoritos, como todo mundo lector. Al último que le daría el premio es a Murakami, pero él siempre aparece en la lista y en una de esas se lo darán, porque el mundo de las letras a veces coloca a la A en el nicho y a veces adora a la X.

martes, 28 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, EN NOMBRE DE ROSARIO CASTELLANOS

Querida Mariana: hay noticias buenas, gracias a Dios. Vos y yo, siempre lo hemos sostenido, somos grandes lectores y aplaudimos la aparición de libros. Ahora, el México lector debe celebrar la iniciativa del FCE del proyecto denominado “Colección 21 para el 21”. Desde ya puede inscribirse esta propuesta como uno de los momentos más importantes de la historia del libro en el país. ¿Por qué? Porque el escritor Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, dio a conocer que esta colección tendrá un tiraje de dos millones cien mil libros de distribución gratuita. Pucha. ¡Genial! ¡Dos millones cien mil libros gratis! No sé si nosotros alcanzaremos ejemplares. No importa. Yo celebro que miles de lectores se vean beneficiados con esta cuerda de luz. ¿Imaginás que de pronto llegue a tu casa un paquete con 21 libros, y cuando preguntés de parte de quién digan que es un obsequio del FCE? Si preguntás de dónde sacaron la paga para este proyecto editorial sin parangón en la historia de México, la persona que te entregue el paquete te dirá que el costo del proyecto fue de 45 millones de pesos, provenientes del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. Veintiún autores con tirajes de cien mil ejemplares. Cien mil ejemplares por veintiún títulos dan dos millones cien mil libros. Genial. Entiendo que los especialistas del Fondo de Cultura Económica eligieron los títulos que conforman esta colección maravillosa. Y el mojol de lujo con esta noticia es que uno de los veintiún títulos es “Balún Canán”, de nuestra Rosario Castellanos. Sabés que mi memoria es como pichancha, nada retiene, pero lo que sí no olvido es el año de publicación de la novela de Rosario, porque fue el mismo año de mi nacimiento: 1957. Ahora, 64 años después, “Balún Canán” llegará a las manos de cien mil lectores. ¡Qué maravilla! Rosario fue una autora muy leída en los años sesenta y setenta, no tanto en su poesía, ni en sus obras teatrales, ni en sus novelas o libros de cuentos, ¡no!, fue muy leída en sus colaboraciones del periódico Excélsior. Uno de los diez periódicos más importantes del mundo le publicaba un ensayo cada semana. Su mensaje llegaba a todo México. ¿Cuál fue el tiraje inicial de la novela “Balún Canán”? No sé. De esa fecha a estos días, la novela ha tenido muchas reimpresiones. En sesenta años, miles de lectores han disfrutado la narrativa de la escritora comiteca, pero ahora el número de lectores tendrá un incremento de cien mil. Jamás, en la historia de la novela, tuvo un tiraje similar. ¡No! Los tirajes máximos son de cinco o diez mil ejemplares. Ahora, gracias a esta propuesta del Paco Ignacio Taibo II (el que dijo que la había metido doblada cuando logró su nombramiento eliminando escollos), Rosario Castellanos será leída como nunca lo había sido en un determinado lapso, porque, como es notorio, ella ha tenido miles de lectores, pero en el transcurso de sesenta años. Otros veinte autores acompañan a Rosario (bueno, más, porque entre los títulos hay una Antología de Poesía Mexicana del siglo XIX). De los 21 autores elegidos, sólo una autora está viva: ¡Elenita Poniatowska!, amiga personal de nuestra Rosario Castellanos y del actual director del Fondo de Cultura Económica. Todos los demás autores ya están en la eternidad. Es difícil hablar por otros y más difícil hablar por personas ya fallecidas, pero imagino la enormísima alegría que le daría a Rosario abrir la puerta de su casa y hallar a Paco Ignacio que, con sus bigotes de morsa y su camisa de franela, diría: “Chayito, ¿a que no sabés? Hicimos un tiraje de cien mil ejemplares de tu novela “Balún-Canán” y los distribuiremos en forma gratuita a lectores del país”. Pucha, tal vez pensaría que el tal Taibo jugaba, como tiene cara de foca de circo, pero no, no es broma, el proyecto “21 del 21” es una iniciativa editorial sin parangón en la historia del país. Posdata: dije que muchos lectores disfrutarán la narrativa de Rosario. ¿Ya te diste cuenta que ahora medio mundo usa el término narrativa y lo aplican como sinónimo de expresión? Pucha, he escuchado que algunas personas dicen: la narrativa oficial, cuando se refieren a un mensaje de gobierno. ¡Protesto! Protesto, porque durante siglos, el término narrativa se aplicó (y se aplica) al género literario que comprende la novela, la novela corta y el cuento. Como decía mi papá: “No jodáis a los hijos de Judea”. Por favor, dignifiquemos los términos. Narrativa es un género literario. Por favor, no digan que cualquier mensaje es narrativa. No se vale. Por eso está bien que el pueblo de México lea, que estos millones de libros lleguen a manos de lectores y cuando lean una novela o un cuento sepan que eso ¡es narrativa!

lunes, 27 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA SENSACIONAL

Querida Mariana: es difícil decir cuál de las fotos antiguas publicadas en este año es la mejor, pero esta fotografía que compartió Gloria Ruiz Albores es una verdadera joya. Si hubiese tal concurso, ésta andaría disputando el primer lugar. A la hora que la vi pensé: ¡Maravillosos tiempos! Maravillosos tiempos, los de entonces y los de ahora. Esta fotografía fue tomada el 20 de julio de 1956. En el reverso de la fotografía aparece la siguiente leyenda, con una bella letra manuscrita: “Fotografía en el día que se develó la placa conmemorativa en la Iglesia Parroquial de Santo Domingo y conmemoraron los 400 años de su construcción que fue en el año de 1556 a 1956”. Esta nota fue escrita por don Carlitos Ruiz Castellanos, papá de Gloria. Don Carlitos aparece sentado, en la segunda fila, justo detrás del obispo de Chiapas: Lucio Torreblanca. El obispo está en primera fila, flanqueado por un fraile y el licenciado Javier Aguilar Torres, quien era el presidente municipal de Comitán en ese momento. ¿Sobrevive alguien de los personajes que están en la primera fila? Es difícil. En un rápido escaneo vemos que todos han fallecido. Pero, a partir de la segunda fila hacia atrás, sí hay muchas personas que, gracias a Dios, viven y podrían dar su testimonio para completar el rompecabezas de nuestra identidad. Recordá, querida niña, que, actualmente, el 20 de julio de cada año se celebra el Día de la Identidad Comiteca, tal festejo está vinculado con esta conmemoración. Digo acto grandioso, porque basta ver la multitud para entender la manifestación de júbilo del pueblo comiteco, en el año de 1956. Hay personas mayores, pero hay muchos jóvenes. Los organizadores dispusieron cinco filas de sillas para invitados especiales, pero después de la última fila hay una aglomeración maravillosa de gente que permaneció parada. Como dicen los clásicos: “no cabe un alfiler”. Digo que la historia de nuestro Comitán precisa de testimonios de todos los participantes, de los asistentes. ¿Ya miraste que entre el obispo de Chiapas y el presidente municipal de Comitán hay una carita sonriente? Es la de un niño que debe estar sentado en piernas de un adulto. La fotografía tiene 65 años. ¿Qué edad tenía ese niño? Ahora, primero Dios, debe acercarse a su cumpleaños setenta. Él podría contar algunos gajos de su recuerdo. Los asistentes están sentados frente a la portada del templo. En 1956 aún permanecía la manzana que fue derruida. Acá se ve la casa de la esquina, con sus puertas, ventanas y balcones. En el extremo superior derecho se ve un grupo de personas presenciando el acto desde su balcón (palco preferente). Ese balcón aún existe en la casa de doña Raque Albores de Villatoro. El licenciado Héctor Flores, en el semanario del Sitio de Chiapas, que dirige el cronista Alejandro Hiram Morales Torres, publicó un ensayo donde dice que Comitán es uno de los pueblos mejor vestidos de Chiapas. Acá queda constancia de ello. Don Carlitos, igual que los asistentes de las primeras filas, viste traje, camisa blanca y corbata oscura. Lo mismo sucede con las damas, visten sus mejores prendas. ¿Cuánta gente asistió a los actos de celebración del Cuarto Centenario del Inicio de la Evangelización en estas tierras? Cientos, miles. La capacidad de convocatoria del padre Carlos J. Mandujano era excepcional. En el extremo derecho de la fotografía alcanzo a ver un podio. ¿Estoy bien? Sin duda que ahí participaron los oradores. La historia recuerda la excelencia del discurso que brindó el doctor Rubén Alfonzo. Posdata: digo que cuando vi la fotografía que compartió Gloria Ruiz Albores pensé: ¡Maravillosos tiempos! Los de los años cincuenta y los de este siglo. Ahora, con la pandemia, extrañamos estas manifestaciones multitudinarias donde todo mundo estaba al lado de los otros, sin restricciones, gozando el aire de Comitán en total libertad. Pero, de igual manera, ahora, con la tecnología actual, y a pesar de las limitaciones de movimiento, podemos compartir y gozar estos hilos de nostalgia con todo el mundo. Ahora, el mundo digital permite replicar esta imagen de un tiempo analógico, replicarlo a todo el mundo. Qué fotografía tan bella, qué documento tan excelso. En los años sesenta yo gocé esta calle, que era como atrio del templo; en tardes de diciembre cerraban la calle y organizaban posadas. Los niños que asistíamos a la doctrina cambiábamos los boletitos en las mesas donde había tamalitos, panes, gelatinas y refresco de temperante. Recuerdo con emoción los juegos de encostalados, de comal tiznado y la algarabía a la hora que alguien, con un palo, le abría la panza a la piñata. Todos los niños se aventaban para abrazar la fruta y los dulces. ¡Benditos tiempos, aquellos y estos!

sábado, 25 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, EN DEFENSA DEL VOS

Querida Mariana: vos y yo hablamos de vos. El voseo es signo de confianza. Ayer vi el noticiario CNN en español y miré que muchos comentaristas, famosos periodistas a nivel mundial, hablan de vos. Sí, ellos nacieron en Argentina y, vos sabés, en Argentina todo mundo habla de vos. No tienen empacho alguno. Al contrario, lo hacen con gusto, porque eso les otorga identidad. Es como si tomaran mate cada vez que hablan. Cuando nosotros hablamos de vos es como si comiéramos pan compuesto. Los signos de identidad son esenciales para el fortalecimiento del carácter y de la personalidad. Vos sabés lo que CNN significa en medios de comunicación a nivel mundial. CNN es una de las empresas más reconocidas en el mundo. Claro, es un monstruo de los Estados Unidos de Norteamérica, esto significa que su línea editorial defiende la ideología de ese país, pero debemos reconocer que su área de influencia es muy extensa. En realidad, no me interesa ver si es de derecha o de izquierda, lo que me interesa resaltar es lo que dije al principio de esta carta: varios de sus principales conductores, en español, usan el voseo en forma natural. Por ahí aparece un joven que se llama Nacho Girón, quien nació en Argentina y comenzó a trabajar en la radio, en Buenos Aires, a la edad de trece años. Nacho es amante del rock, dice su ficha biográfica, le encanta escuchar a los Beatles y a los Rolling Stones. Nacho nació en 1985, tiene, entonces, ¿cuántos años? A ver, uso los dedos y la cuenta me da: 36, 36 años, es bien joven. Bueno, pues resulta que este joven conduce el programa “Redacción”, cuyo lema es: “De tú a tú, de vos a vos”. Podrás pensar que hago promoción de dicha empresa de comunicación. ¡No! Quiero dejar claro que conductores que son vistos y oídos por millones de televidentes en toda América Latina hablan con el lenguaje heredado: el voseo. Yo, que hablo de vos, me siento a gusto cuando los escucho hablar. Insisto: hablar de vos me otorga identidad. ¿Por qué millones de hablantes usan el vos para hablar? Basta decir que en Argentina y en Uruguay, en este momento, hay millones de personas que están hablando de vos. En la BBC, de Londres, hay un artículo donde uno ve que en España usaban el trato de vos para referirse a una persona de más autoridad. ¿Mirás? El vos era un trato especial. Podemos imaginar cómo una persona normal trataba a un superior: “Lo que vos solicitáis lo haré de inmediato”. Pucha, genial, ¿no? Pero, el mismo artículo de la BBC explica que en el siglo XVI el vos se dejó de usar en España y en los países de América donde había Virreinatos, México incluido. El vos fue sustituido por el usted que correspondía a vuestra merced. El vos se desechó y se adoptó el usted como fórmula de tratamiento de respeto. Sí, así se aplica en la actualidad en México: el tú es para el trato entre compas y el usted para personas de respeto. Pero, en lugares donde no hubo Virreinatos, el voseo se siguió usando. Ahora se considera una voz arcaica. Pucha, así la consideran en España porque ya no la emplean, pero en Argentina o en Uruguay es una voz vigente, joven. Claro, a través del tiempo hubo un cambio notable en esos países, el vos se convirtió en una voz afectuosa, íntima. Ya no se usa para dirigirse a superiores, sino para tratar a los amigos más íntimos. Esto lo sabe CNN, por eso, sus conductores emplean el voseo. Esto hace que millones de espectadores en América Latina tengan una cercanía inmediata con ellos, los famosos. Si ahora estuviera Nacho Girón frente a nosotros le hablaríamos de vos, igual que él a nosotros, esto permitiría un hilo de empatía. ¡Por supuesto! En su programa el habla de tú a tú y de vos a vos. Ahora dirás, ¿por qué seguimos hablando de vos en Comitán si somos parte de México y ya BBC nos dijo que en el Virreinato se dejó de usar ese trato? Sé que ya tenés la respuesta. ¡Sí! Mirá en dónde está la Ciudad de México y dónde está Guatemala. Tenemos más cercanía física con el país centroamericano que con la capital de nuestro país. Recordá que doña Lolita Albores, nuestra querida cronista, nos contó que fue hasta 1950 cuando Comitán tuvo una comunicación más o menos efectiva con el centro del país, con la construcción de la Carretera Panamericana. Antes de 1950 los contactos más frecuentes eran con personas de Guatemala. En Guatemala hablan de vos, en Comitán hablamos de vos. Ahora, hay un detalle histórico bien interesante. Rosario Castellanos, nuestra gran escritora comiteca, nos dijo que hubo una época que en Comitán el usted se usaba para tratar a los superiores, el tú para los amigos y el vos se destinó para dirigirse a los indios. ¡Pucha máquina! ¿Mirás la riqueza del lenguaje y la capacidad de manipulación? Quienes propiciaron este cambio trataron de restar el prestigio del voseo; vieron que en la ciudad capital de México usaban, como en España, el usted para superiores y el tú para los de mismo nivel social e intelectual, dijeron que el desplazado vos se emplearía para referirse a la indiada. No supieron lo que hicieron. Ahora podemos decir que lo único que hicieron, en realidad, fue darles el papel de respeto a los integrantes de comunidades indígenas. La fórmula matemática es muy sencilla: el voseo era el trato que durante siglos se dio a los superiores en toda España, por lo tanto, si los comitecos decidieron usar el vos para tratar a los indígenas colocaron a éstos en un nicho especial. En realidad, los hacendados comitecos no hicieron esa traducción ni los indígenas supieron la historia del vos, por lo que el voseo se convirtió en un elemento de diferenciación social. En el pueblo, los cashlanes trataban de vos a los indios. Si un cashlan usaba el vos al hablar con un compa lo estaba rebajando. Pero, por fortuna, el voseo se convirtió en lo que ya dijimos, un hilo de confianza, como lo es en varios países de América Latina donde el vos es el pan nuestro de cada día. Los hablantes que usan el voseo han continuado con la tradición, han ignorado, ¡qué bueno!, la norma que dicta España. El castellano, en América, supera en mucho al castellano que se habla en la madre patria. En el continente americano los hablantes son cultos y sus escritores confirman dicha riqueza dialectal. El Premio Nobel de Literatura es el máximo reconocimiento mundial que honra a los escritores. ¿De dónde Octavio Paz? ¡De México! ¿De dónde Gabriela Mistral? De Chile. ¿De dónde Pablo Neruda? De Chile. ¿De dónde? Gabriel García Márquez? De Colombia. ¿De dónde Mario Vargas Llosa? De Perú. ¿De dónde Miguel Ángel Asturias? ¡De Guatemala! Todos ellos, Premios Nobel de Literatura, son escritores de América, hablan y escriben en el castellano que trajeron los conquistadores españoles, el castellano que hablamos todos los americanos, con excepción de canadienses, norteamericanos y brasileños. De los millones de hablantes de América, un gran porcentaje emplea el voseo. En el artículo de la BBC hay un mapa donde se señala el uso del voseo en América Latina y en qué lugares lo emplean todas las clases sociales y en cuáles hay una diferencia de clase social. Claro, Chiapas, México, está señalado como lugar donde el voseo marca una diferencia de clase social. Cosa que no sucede en Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay. En estos últimos países el voseo es prestigioso. La Academia Argentina de Letras fue la primera en Iberoamérica en aceptar el voseo como norma culta. ¡Faltaba más! Grandes escritores han hecho uso del voseo y lo han colocado como una de las joyas que enriquece la corona del lenguaje literario. Es absurdo que en el Comitán del siglo XXI haya sectores de personas que siguen considerando al voseo como una forma menor de expresión. Nos hace falta botar complejos; nos hace falta estar orgullosos de la tradición cultural de este maravilloso pueblo; nos hace falta autoestima, nos hace falta convertir al vos en una voz prestigiosa, como lo han hecho millones de hablantes de países donde el voseo es la palabra traviesa, juguetona, hija de la luz. Posdata: vos y yo hablamos de vos. Nuestros sueños, nuestras pesadillas, nuestras esperanzas, nuestros anhelos y nuestras realizaciones tienen el cimiento en esa voz maravillosa, con el agregado único mundial que es el cantadito comiteco. Comitán es una ciudad que habla de vos. Cuando, en otra ciudad del mundo, se encuentran dos comitecos y beben una cerveza, en automático, aparece el voseo, porque es una forma de reconocerse iguales, hijos de la misma tierra, tierra bendita que grita cotz.

viernes, 24 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA HISTÓRICA (parte última, de 2)

Querida Mariana: todos los muchachos que acá aparecen tienen más de sesenta años de edad. Han vivido múltiples experiencias a lo largo de su vida. Una de ellas fue lo que dije en mi carta anterior, fueron los muchachos que cursaron el segundo grado de preparatoria en el edificio donde ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos y el tercer grado en el nuevo edificio, donde ahora está la Preparatoria Comitán. ¿Cuál es el recuerdo que tienen de ese cambio trascendental? Ellos estrenaron la escuela y abandonaron, para siempre, las aulas anteriores. Comencemos con el testimonio de Roxy, quien actualmente radica en Tuxtla Gutiérrez, es médica. ¿Qué ganó? Tuvo una grata impresión con los sanitarios, por fin, las chicas tenían sanitarios limpios, cómodos, iluminados. No quiero pensar cómo eran los del viejo edificio. Otra cosa que le gustó mucho del nuevo edificio fue el laboratorio de química. Roxy me dijo que el laboratorio del viejo edificio “era un cuarto oscuro, con gradas como el de la matiné del Cine Comitán, y sólo el maestro tomaba y experimentaba con los reactivos y matraces y tubos de ensayo. En la nueva escuela tuvimos mesas para cada grupo y ya logramos tener material para hacer los experimentos”. Dentro de lo positivo, Roxy recuerda que, como estaban ya lejos de los agentes de la CIA del centro, a veces se subían a un carro y, en el receso, iban a La Trinitaria a comprar caramelos. Asimismo, recuerda los espacios amplios, un terreno donde platicaban y descansaban tirados en el campito. Dentro de las pérdidas extrañaba la alegría del parque central, porque cuando hicieron el cambio sólo había tres o cuatro edificios, a veces daba la idea de algo deshabitado. Extrañaba los taquitos que compraba en el centro y las idas a la cafetería del Nevelandia. En el año que se pasaron a la nueva escuela no había cafetería, una señora improvisaba un puestecito donde vendía lo elemental para saciar el antojo. Ella vivía en el barrio de San Sebastián, siempre caminó hacia el centro y siguió haciéndolo a la nueva escuela, pero el trayecto al edificio reciente era un poco más monótono. ¿Y Eva qué recuerda? Ella radica en Guadalajara, tiene una inmobiliaria; ella piensa que tuvo más pérdidas que ganancias. En primer lugar, lo de la distancia. Ella vivía a dos cuadras del parque central, por lo que le bastaba una carrerita para llegar a la escuela. En el edificio nuevo tuvo que levantarse más temprano y buscar transporte para llegar. Pero, piensa que la pérdida mayor fue llegar a un edificio sin pasado, sin prestigio, sin recuerdos. Sólo estuvo un año en el nuevo edificio, tiempo insuficiente para crear recuerdos importantes. Dice que sus recuerdos geniales están en el edificio donde ahora está el Centro Cultural, cuando se pasó al nuevo edificio le pareció que era un edificio feo, a pesar de que era nuevo. Ella era feliz recargada en la barda del viejo edificio, al estar en primera fila del chisme de Comitán, del corazón de la ciudad. Cuando se pasaron al nuevo edificio dice que había espacios que aún no estaban terminados, si llovía se hacían grandes lodazales, debían permanecer, como pollos, en los pasillos. El campo era grande, pero lleno de lodo. Dice que lo mejor fue estar lejos del escrutinio de los papás, se iban de pinta a los Lagos de Montebello a tomar café con hojuelas, con queso y miel. Las pintas, recuerda, fueron lo mejor de ese año. Posdata: Roxy contó una anécdota de ese nuevo edificio. La maestra de inglés, maestra Bertha de Domínguez, viajaba en un auto pequeño, de marca Renault, que estacionaba en la entrada. Un grupo de muchachos se puso de acuerdo e hizo la travesura: entre todos, a la una, a las dos, a las tres, levantaron el carrito y lo llevaron hasta el campo de fútbol que estaba enfrente. Cuando la maestra salió estuvo a punto del desmayo al no encontrar su auto, hasta que uno de los maldosos le preguntó si no era aquel carrito que se miraba a lo lejos. Todo cambio genera molestias y satisfacciones. Estos muchachos vivieron el cambio más importante del siglo, dejaron el centro y se fueron a la periferia. Hoy, la periferia ya no es tal. Todo está más cerca, todo ha cambiado.

jueves, 23 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA HISTÓRICA (parte 1, de 2)

Querida Mariana: ¿qué pensás si te digo que esta fotografía corresponde a los muchachos de la generación 1972-1975 del Centro de Estudios Superiores de Comitán? Están en el patio del edificio que ellos estrenaron. ¿Ya identificaste la escuela? ¿No? Ah, me querés tomar el pelo. ¿Cómo no? A ver, te daré una pista que despejará tu duda. Digo que es la primera foto que se da de esta generación en este espacio, porque las anteriores generaciones de estudiantes de esta escuela se tomaban la foto en las gradas del edificio que hoy ocupa el Centro Cultural Rosario Castellanos. Sí, tenés razón, hablo de la Escuela Preparatoria Comitán. Mi generación, la 1971-1974, fue la última que se tomó la fotografía del recuerdo en las gradas del edificio del centro. Mis compañeros fueron quienes promovieron la huelga que logró la hazaña de la construcción de nuevos edificios para la secundaria y la preparatoria. El edificio del centro permitía que la fotografía fuera muy sencilla: el fotógrafo se colocaba a mitad de la calle y los alumnos se sentaban en las gradas o permanecían parados. La escalinata era el escenario ideal para fotografías grupales. En esta fotografía se ven tres filas definidas (dos o tres muchachos altos se colaron entre la última fila y la fila intermedia. Quienes están al frente están en cuclillas, y los muchachos de las siguientes filas están parados. ¿Eran altísimos los muchachos de la última fila? No. Están parados sobre bancas o sillas. En esta primera fotografía de bachilleres en el nuevo edificio tuvieron que improvisar el escenario. Se advierte que la fotografía fue tomada cerca del mediodía. Estos muchachos vivieron la transición como si fueran la bisagra del cambio. Su segundo grado lo cursaron en el edificio del centro y el tercer grado ya lo cursaron en el nuevo edificio del bulevar, donde actualmente funciona la Escuela Preparatoria Comitán. Los estudiantes que actualmente estudian en la Escuela Secundaria del Estado o en la Prepa no tienen punto de comparación. Los muchachos de la generación 1972-1975 sí pueden explicar qué ganaron y qué perdieron en el cambio. La huelga exigía instalaciones nuevas, adecuadas. El edificio del actual Centro Cultural Rosario Castellanos tenía salones oscuros y húmedos, carecía de espacios deportivos, no tenía una cafetería, los sanitarios eran insuficientes y sucios (algunas compañeras, si tenían alguna urgencia, iban a pedir baño prestado con los negocios circundantes del parque central). El movimiento de huelga fue bien calculado, los líderes se mantuvieron firmes en sus peticiones, a grado tal que obligaron a que el Secretario de Educación de Chiapas se trasladara de Tuxtla a Comitán para mediar en la situación. Los preparatorianos comitecos vieron la oportunidad de la vida y cuando Javier Espinosa Mandujano (secretario de educación) vino a darse cuenta ya había caído en la trampa, estaba secuestrado en el viejo edificio. Los muchachos le dijeron que no se preocupara, que quedaría libre en el momento que firmara la aceptación del pliego petitorio, que incluía la construcción de los nuevos edificios. El secretario firmó y el movimiento de huelga se levantó. La huelga había dado los frutos esperados. Claro, faltan los testimonios de los protagonistas de ese movimiento, para tener completa la historia, la historia que debe ser dada a conocer a las nuevas generaciones. La generación anterior a ésta logró la hombrada y mujerada de nuevos edificios, más dignos. Digo pues que estos muchachos vivieron el cambio, ellos supieron lo que dejaron y reconocieron lo que recibieron. Todo cambio, lo sabés, mi niña, tiene su lado positivo y su lado negativo. Pienso en un ejemplo, extremo, pero conveniente para mi carta. Pienso en un muchacho que, en 1975, vivía en la colonia Miguel Alemán, y en otro que vivía a una cuadra del parque central. ¿Ya miraste? El compa que vivía en la colonia tomaba un urbano para llegar a sus clases en el centro; en cambio, el que vivía cerca del parque, tranquilamente caminaba una cuadra y llegaba a su escuela. Cuando se dio el cambio, sucedió lo contrario, el compa de la colonia caminó, mientras el otro debió trepar a un urbano para llegar a la escuela nueva. Posdata: hablé de lo más pedestre, pero no por eso menos importante. Sin embargo, hay más detalles, tanto en lo académico como en la anécdota cotidiana. Por eso, me puse en contacto con dos amigas que están en esta fotografía, para que después de cuarenta y tantos años me contarán en forma breve su experiencia del cambio. No te pondré en problemas, mis dos amigas son las dos chicas que están en el primero y segundo lugar en la segunda fila, de izquierda a derecha: mi amiga Roxy Aguilar y mi amiga Eva Morante. ¿Qué ganaron y qué perdieron? Mañana, primero Dios, te cuento lo que me contaron.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA OBRA DE LUIS Y RAÚL

Querida Mariana: ahora es costumbre decir: “me la robo”. Cuando hay una fotografía en el muro de un amigo en Facebook se le dice eso. Acá, sin pedir permiso, porque sé que él es generoso, me robé la fotografía de Raúl Macal para compartirla con vos. No hay más interés que consignar un hecho genial. La reunión de dos comitecos en un acto público realizado fuera de Comitán, un acto prodigioso. El comiteco Raúl, quien durante muchos años radicó en la Ciudad de México y ahora radica en Cancún, estuvo el viernes 17 de septiembre de 2021, a las seis de la tarde, en el acto oficial de develación de la obra de Luis Aguilar Castañeda, en la escalinata del Teatro de la Ciudad, en Playa del Carmen, Quintana Roo. Luis, de igual manera, radicó durante muchos en la Ciudad de México y un día decidió mudarse de casa y llegó a vivir a la ciudad con nombre bellísimo: Playa del Carmen. ¿Qué distancia hay entre Cancún y Playa del Carmen? Busco en el Internet y encuentro que hay una distancia de 68 kilómetros, hice mi traducción mental y pensé que es, más o menos, la distancia que hay entre Comitán y San Cristóbal de Las Casas, por supuesto, eliminando cien topes y dos bloqueos. Así que Raúl, con su respetada familia, trepó a su camioneta y viajó durante una hora para llegar a acompañar a Luis en el acto inaugural de la pieza escultórica que se llama Sinfonía Kukulcán. ¿Mirás qué portento? El artista se apropia del mito maya y convierte el movimiento de la serpiente en una armoniosa línea que, desde el viernes 17, da forma al aire en la entrada a ese recinto cultural. Robé la foto de Raúl, porque quiero dejar constancia de ese hilo maravilloso que tendió un comiteco hacia otro comiteco. Estoy seguro que, en los medios de comunicación de Playa del Carmen, Quintana Roo, hay fotografías de ese acto, pero ninguna de ellas (tomadas por profesionales de la cámara) superarán en afecto y gracia esta fotografía tomada por Raúl, tal vez con su celular. Me encanta la tramoya que la naturaleza proveyó esa tarde: un cielo azul matizado con nubes que huelen a mar; un muro verde; una serie de camionetas, todas vestidas con guayaberas blancas; la obra de Luis (mirá el centro, está el perfil de un gatito, animal favorito de Luis); la escalinata y el artista, con cubrebocas, sombrero, camisa azul, pantalón marfil y zapatos cafés. Algo asoma en la bolsa de su camisa, ¿el papel donde está el mensaje que brindó a la audiencia? Está con las manos adentro de las bolsas del pantalón. ¿Qué nos dice esa actitud? Nos grita que él ya cumplió: sus manos ya hicieron el prodigio, ahora necesitan un reposo. La actitud es la del niño que espera que los demás jueguen en el columpio, ya le tocará su turno. Él ya cumplió. Luis ha cumplido sueños y actos prodigiosos durante muchos instantes, en muchos lugares. Ahora, una serpiente maya contemporánea se agrega al espacio de aquella ciudad. La obra de Luis, sensacional artista, se integra al paisaje, no lo hiere, lo acompaña, lo enriquece. Ahora, los peatones y automovilistas que pasen frente al monumental Teatro de la Ciudad, de Playa del Carmen, tendrán un motivo para enriquecer su vista y su reflexión. El espíritu de cada peatón pepenará esa línea de luz y la colocará como cinta sobre su corazón. En esta fotografía está presente lo que los demás espectadores vieron esa tarde. Sólo los comitecos sabemos que hubo un agregado. La cuerda de luz que une al comiteco Raúl con el comiteco Luis. Cuando vi la fotografía todo el cielo de Comitán asomó por la ventana, porque ese hilo que tendió Raúl, a la cuerda que tendió Luis, sirve, también, para unirnos a nosotros. Ahora, gracias a Raúl estamos ahí, en esa tarde donde dos comitecos estuvieron frente al Walmart La Cruz. El Internet dice que el Teatro de la Ciudad de Playa del Carmen, Quintana Roo, es un recinto que puede recibir a 736 personas, cuenta con un área especial para que los discapacitados disfruten los actos culturales. Es un edificio de gran belleza arquitectónica. El teatro es pichito, se inauguró el 29 de julio de 2015. Posdata: vos sabés que en Tuxtla acostumbran coronar al festejado. Luis colocó una corona al teatro para celebrar su sexto aniversario. Luis lleva rejas de papel de china por todo el mundo. Felicidades a Luis y a Raúl, comitecos que aman su pueblo natal desde donde radican.

martes, 21 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN RETIRO ESPIRITUAL

Querida Mariana: Vos, yo y todo mundo echó mentiras de jóvenes. A veces dijimos que íbamos a un lugar decente y nos colábamos en uno indecente. En los años setenta, en Comitán, muchos chavos dijeron que irían a misa cuando, en realidad, iban a tomar un café al Intermezzo. Lety Guillén Castro le dijo a sus papás que iría a un retiro espiritual con los Salesianos, en el Colegio México, de la Ciudad de México y, en compañía de cuatro amigos, dos hombres y dos mujeres, trepó a una combi que era del papá de una de las amigas y fue al Festival de Avándaro. Pidió permiso para un día, así que el 11 de septiembre, se trasladó a Avándaro, estado de México, y regresó a la una y media de la mañana del 12 de septiembre, para que todo mundo durmiera tranquilo. Ella porque había estado en uno de los actos musicales más relevantes del siglo XX en el país y sus papás porque pensaban que el retiro espiritual le haría bien a su hijita que, en ese momento, estudiaba el segundo grado de secundaria. ¿Cómo Lety se enteró del Festival y le entró el gusanito de ir? El papá de uno de los amigos era periodista y él les platicó del acto. Eso bastó para que los muchachos comenzaran a armar su plan, consiguieron los boletos y la mañana del 11 viajaron durante dos horas hasta llegar al valle donde estaba colocado el gigantesco templete que sirvió para la actuación de los mejores grupos de rock nacional. ¿Recordás que el otro día te conté del rompevientos que me regaló mi mamá, el que tenía un estampado de Avándaro? En esa carta pregunté si algún comiteco había estado presente. Lety apareció. Lety nació en el entonces Distrito Federal, pero tiene raíces comitecas, es hija de María Teresa Castro, oriunda de Orizaba, y de Óscar Guillén Utrilla, mero comiteco. Don Óscar se fue chavo a la Ciudad de México, allá conoció a doña María Teresa y tuvieron dos hijas: Lety e Isabel. Ahora, Lety, desde hace dos años, radica en nuestra ciudad, vive con su prima hermana, mi querida amiga Lulú Guillén. Lety no era hippie, pero una de sus amigas sí, así que, ya en la combi, se colocó una cinta en la frente, collares de chaquira, zapatos de plataforma y un chaleco con tiras. Lety estuvo en Avándaro hace cincuenta años. Jura que cumplió su sueño de escuchar a Santana, en vivo. ¡No! Santana no estuvo en Avándaro. Lety debió escuchar al sensacional Santana en otro toquín, pero a quienes sí escuchó fue a los Dug Dug’s y a Three Souls in My Mind, donde tocaba el hoy famosísimo Alex Lora, del Tri. Lety fue una de los trescientos mil chavos que acudieron a ese genial festival de rock mexicano. Muchos asistentes, después de cincuenta años, siguen negando su asistencia. Así como acá, las niñas bien juraban que no habían ido al Café Intermezzo, muchos juran que no estuvieron en Avándaro, porque el gobierno de aquel entonces se encargó de ordenar a la prensa que satanizaran el festival. El pasquín “Alarma”, periódico amarillista no sólo en su color de portada sino también en todo su contenido tituló: “El infierno en Avándaro. Asquerosa orgía hippie. Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos”; y dijeron que “con el cuento de “paz y amor”, algunos enloquecidos por las drogas y el alcohol se mostraron ante la multitud tal y como fueron traídos al mundo para vergüenza de la humanidad y de México”. ¡Exagerados! En Avándaro hubo hippies y algunos se encueraron, porque andaban en el viaje por los toques de mariguana y algo de traguito, pero no pasó a más. Eran trescientos mil muchachos gozando el gran toquín de rock, el gran toquín de los sentidos. Ahí estuvo Lety. Ella sí cuenta que estuvo ahí. Era una niña que le gustaba escuchar rock y fue a eso, a vivir la gran experiencia. Ella vive ahora en Comitán. Nació en el Distrito Federal, pero amaba las raíces paternas. En vacaciones de julio y agosto viajaba a Comitán para estar con los primos e ir al rancho en la frontera con Guatemala. Gozaba esas vacaciones. Sus quince años los celebró en Comitán, ahora goza estos cielos. Desde hace dos años vive acá. Posdata: Lety señala que en los setenta la onda era tener vestidos y pantalones de la marca Topeka, usar zapatos de plataforma Canadá y leer el libro de Ana Frank o el de Tom Sawyer. Sonríe cuando lo dice. Yo sé que piensa en Santana, el genial músico mexicano que no estuvo en Avándaro, pero que Lety jura que sí. Nada le digo a Lety, dejo que siga con su ilusión cumplida. Ella recuerda con precisión que dijo que iba a ir a un retiro espiritual y, si lo pensamos bien, eso fue Avándaro, un lugar para el encuentro con todos los sentidos.

lunes, 20 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN PRODIGIO DE LA NATURALEZA

Querida Mariana: ¿qué hacen estos animalitos? ¿Echan cotz? No lo sé. ¡Yo qué voy a saber! La foto la tomó mi Paty. Halló a estos dos animalitos en una hojita. ¿Qué clase de bichitos son? Tampoco sé, lo único que puedo decir es que son dos seres sensacionales, dos animalitos tanque. La fotografía es sencilla, sin embargo ¡es soberbia! Los animalitos no miden más allá de uno o dos centímetros. ¿Son catarinitas? ¿Son lo que llaman escarabajos? Cuando Pau vio la foto dijo que el primer tanque se había descompuesto y el segundo, poco hábil en el desplazamiento, chocó. Gracias a Dios nada grave sucedió, porque la coraza mantiene resguardados a estos bichitos. Pensé entonces que nunca había visto catarinitas (en caso de que lo sean) con estos colores. En mi casa de infancia hallaba catarinitas de color rojo y puntos negros. En ese tiempo me encantaba sentarme en el piso enladrillado del corredor y ver la vida que había en las macetas. Ahora, cuando mi Paty me enseñó esta fotografía recuperé ese asombro. Volví a sentirme niño. Y me extasié con las nervaduras de la hoja, qué perfección en algo tan sencillo. Recuerdo que una vez, en la doctrina que nos daban en la capilla anexa del templo de Santo Domingo, la señora, que siempre vestía la blusa con el botón cerrado en el cuello, preguntó en dónde estaba Dios y todos respondimos: ¡en todas partes! Juan, que se sentaba a mi lado, me dijo al oído: en mi casa no está. La señora volvió a preguntar ¿en dónde está Dios?, y Pablo (oído de tísico) que había escuchado lo que Juan me había susurrado, respondió: en todas partes, menos en la casa de Juan. A través de mi vida he constatado que la presencia divina se manifiesta, como dice el texto bíblico, en todas partes, a todas horas. Sí, la manifestación divina es el universo y, por supuesto, está en lo macro y en lo micro. Conforme he ido envejeciendo constato ese hálito divino. Ahora veo el mismo cielo que miré de niño y pienso lo que entonces no pensaba. En mi niñez, alguien (no recuerdo quién) me dijo que en una estrella estaba la tía Herlinda que había muerto. Esa noche el cielo se volvió como un enormísimo panteón. Cuando fuimos al panteón a dejar flores en la tumba de la tía pregunté en qué lugar estaba la tía, que se decidieran, ¿estaba en el cielo o en el panteón? Alguien (tampoco recuerdo la cara) dijo que el cuerpo estaba en el panteón y que el alma estaba en el cielo. Entonces el cielo se convirtió en un enormísimo almacén de almas y el panteón en algo como un congelador para conservar cuerpos, porque nadie me explicó que los cuerpos se degradaban y cumplían (¡otra vez!) la sentencia bíblica de que polvo somos y al polvo volvemos. Hoy, gracias a Dios, sé que el cielo es infinito y que la tía Herlinda ya se hizo polvo en la tumba y su alma no está en estrella alguna. Sigo sin saber, y así será por siempre, en dónde está su alma, si es que está en algún lugar, porque el universo tiene lugares que no son, esencias que están más allá de nuestra modesta comprensión humana. Ahora, cuando veo el cielo, las imágenes que he visto en libros y en el Internet, me apabullan. El universo es millones de veces, billones, trillones, más grande que el mar. Y digo el mar, porque mi mamá recuerda que la primera vez que estuve frente al mar quedé turulato ante tal portento. Ahora podés imaginar si conocer el mar me apabulló, cada vez que subo la cabeza y veo el cielo y vislumbro el universo, reconozco que ahí hay algo superior a la creencia y a la comprensión humana. Pero lo mismo sucede con lo cercano, lo que está al alcance de mi mano, y que a veces es tu mano. ¡Todo es perfecto! Cada detalle de esta hoja es una maravilla. Las nervaduras son como pequeños caminos. De niño jugaba a que mi dedo índice era un auto y viajaba por encima de esas carreteras. El reto era llegar al centro de la planta sin desviarse, sin caer a los espacios que eran como infiernos donde vivían los monstruos. Por esto, no me sorprendí cuando Pau me dijo que el animalito delantero se descompuso y el trasero chocó porque no le funcionaron los frenos; pero todo aterrizó cuando Paty me dijo que estaban echando cotz, que habían tardado bastante en el acto. Posdata: cuando era niño me bastaba sentarme en el piso húmedo del corredor de la casa. Ahí me pasaba mucho tiempo viendo la vida que se desarrollaba en una maceta. Todo era manifestación de vida, manifestación divina. Ahora pienso que en casa de Juan había tragedias que lo afectaban mental y espiritualmente. Pero sé que ahí estaba Dios, sólo que la violencia cegaba los ojos de sus papás y ponía una venda en el corazón de aquel niño. Yo, a mis sesenta y cuatro años, a la pregunta de en dónde está Dios, digo que está en todas partes y a todas horas. Estaba acá a la hora que mi Paty tomó esta fotografía de los maravillosos bichos tanque.

sábado, 18 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON APARATOS GENIALES

Querida Mariana: la radio es un invento genial. No ha envejecido. Es el Dorian Grey de los medios de comunicación electrónica. Cuando fui niño escuchaba la radio. Los corredores de la casa se iluminaban con voces y música que llegaban desde la Ciudad de México. En casa había una radiola, un aparato de gran belleza. Mi papá encendía la radio y escuchábamos la famosa XEW, la Voz de América Latina. ¡Ah, nadita! Cómo no, si ahí cantaba Toña La Negra, Pedro Infante, María Victoria, Agustín Lara y Pedro Vargas. En mi adolescencia escuché la programación de la XEUI, la primera estación comercial que hubo en Comitán. Claro, como la radio es una ventana maravillosa que abre al mundo, abre el mundo, a las cuatro de la madrugada despertaba para escuchar Radio Nederland, en un radio de onda corta. Cuando fui a estudiar a la gloriosa UNAM, en la Ciudad de México, en mi mesita de trabajo tenía un radio de baterías donde escuchaba música pop en radio 590, “La Pantera”. Cuando, en los años noventa, me alejé de Comitán, en mi mochila llevaba dos “mudas” de ropa, la Biblia, dos libros con cuentos de Julio Cortázar y un mini radio de 9 bandas. Ahí tuve el mundo en mis manos, en mis oídos, cerca del corazón. La radio ha estado presente en mi vida, como está presente en la vida de millones de personas en todo el mundo. Es un chunche portentoso. A mí me encanta ver en caminos rurales, en senderos de tierra, algún caminante con sombrero y un radio. Mientras camina se acompaña con la radio, la acompañante más fiel. El infiel he sido yo. Conozco amigos, fieles radioescuchas, que siempre están pendientes de lo que la radio transmite. Sus sentidos están concentrados en las ondas hertzianas. Yo, perdón, ahora tengo la radio como telón de fondo. No sé en qué momento perdí la capacidad para escuchar con atención. Antes, mi mente estaba atenta a lo que mis oídos escuchaban. Ahora no. Pongo la radio, pero está en un plano inferior. Ya no es el motivo de mi atención. Ahora, qué pena, mi atención está dirigida a otras actividades. Mientras escribo, la radio suena como si estuviera detrás de la montaña; mientras dibujo, la radio suena como si estuviera en el tapanco; mientras leo, la radio suena como si estuviera a mitad del desierto. Extravié el hilo oyente. Es, qué bobo, como si la radio tuviera lo que en el Comitán de los sesenta llamábamos estática, niebla que impedía escuchar la transmisión con claridad. Mi cerebro de este tiempo tiene estática en su atención. No dejo de escuchar la radio, porque la sigo considerando el más fiel de los medios de comunicación electrónica. Si mi maestro Cuauhtémoc Alcázar Cancino es el Eterno Joven de Comitán, la radio es la Eterna Joven del Mundo de la Comunicación. El investigador y escritor comiteco Omar Ruiz escribió en mi muro el 15 de septiembre de este año: “Alejandro, a través de ti, ¿puedes felicitar a los más habladores de Comitán, los locutores, aun cuando sea un día después?” Vos y todo mundo sabe que el 14 de septiembre se celebra el Día del locutor. Bueno, cumplo el encargo y envío una felicitación a los locutores de este pueblo mágico, en nombre de Omar Ruiz. Y lo hago con gusto, porque el prodigio de la radio precisa la participación de muchas personas. Comitán recuerda con emoción los nombres de los iniciadores de la radio comercial en el pueblo. La mencionada XEUI fue la estación radiofónica pionera. De ese tiempo (hablamos de los años sesenta) a este tiempo corrió mucha agua en el río grande, tanta que ahora ya está casi seco. Con esto quiero decir que la historia de la radio comiteca ahora consigna cientos de nombres de personas relacionadas con el medio. Ahora hay muchas estaciones de radio en amplitud modulada, frecuencia modulada y en el Internet. La radio, niña hermosa, ha crecido en forma generosa y el espectro radiofónico presenta miles de opciones para los radioescuchas. Siempre el mundo estuvo en nuestras manos, pero ahora lo está con más facilidad. Líneas arriba hablé de la “estática”, ruidazón que impedía escuchar la transmisión con claridad. ¿Sabés qué cuenta la gran escritora Rosario Castellanos de su experiencia radiofónica en Comitán, cuando ella vivió acá, siendo niña? Ella, reina de la ironía literaria en México, cuenta su experiencia. Te paso copia del fragmento de un ensayo con el título: “Cómo se pasa la vida: el alba de los pueblos, ayer”, publicado en el periódico Excélsior, el 3 de enero de 1970: “Un profesionista, que recibía publicaciones extranjeras, se enteró -gracias a ellas- de que los hombres blancos y barbados que vivían “más allá de México” (que era el único lugar mítico en el que estaba la acción, en el que ocurrían los hechos, en el que nada era imposible) habían inventado un aparato que transmitía los sonidos desde largas distancias. Estableció un epistolario muy nutrido para conocer hasta el ínfimo detalle y, después de cabildeos en los que intervino el pueblo entero, se decidió a adquirir uno de esos aparatos. Pasado el tiempo prudencial (que, según mis cálculos, ha de haber sido poco más de un lustro) el aparato hizo su arribo triunfal a Comitán. Los técnicos se disputaban el honor de instalarlo y en la noche de la inauguración el dueño organizó una especie de open house. “A pesar de su hospitalidad generosa, muchos no alcanzaron a entrar y permanecieron en la calle, mirando lo que ocurría en el interior a través de las ventanas abiertas de par en par. Y lo que ocurría era desconcertante. El aparato de radio, ya conectado, no emitía más que unos ruidos confusos, unos zumbidos molestos, unas repentinas descargas que producían en el auditorio la ilusión de estar siendo electrocutado. Era la estática que no disminuiría sino a altas horas de la noche cuando las emisoras estaban a punto de dar por terminadas sus actividades con un último boletín de noticias. Alcanzaba a percibirse muy débilmente y entonces el dueño se incrustaba en el aparato para no perder el mínimo eco. “Los demás permanecían a distancia esperando que el intérprete accediera a comunicarles en voz alta lo que había escuchado. Pero, ay, o estaba aquejado de sordera o no entendía de lo que se trataba o amaba el misterio. Pero es el caso que la mayor parte de las veces se volvía a los suyos, con un gesto de complicidad a los de “más allá de México”, y declaraba que lo que se había estado debatiendo eran “cosas de ellos” y que no quería pecar de indiscreción”. Genial. ¿A poco no? Ah, la gran Rosario, siempre deliciosamente irónica. El personaje es para novela. Imaginá que no fuera sordo, ni que nada entendiera, o fuera amante del misterio, sino que hubiera sido un gran cuentero. Y cuando las personas esperaban que sacara la cabeza del aparato contara historias ficticias. Ah, el más grande cuentero del mundo habría estado en este pueblo, todo inspirado por la radio, porque este chunche da para mil historias, verdaderas y ficticias. En Comitán aún está por escribirse la historia de la radio. Esta historia debe contener datos técnicos e información de vida, pero, sobre todo, debe integrar los nombres de los grandes personajes de la radio comiteca y sus anécdotas, miles de anécdotas, graciosas o dramáticas. Hablé de la XEUI. En un principio estuvo por el rumbo del Hotel Los Lagos, luego se cambió al centro de la ciudad. Yo conocí los estudios en la planta alta del edificio donde estaba el restaurante Nevelandia, frente al parque central de Comitán. Ahí presencié el programa en vivo: “La hora del aficionado”, los participantes cantaban en el balcón y la audiencia, cientos de personas, abarrotaban el parque central con la cabeza levantada. Si el cantante era desafinado un enmascarado le tocaba la campana. Por ahí hay anécdotas, porque cuentan que un descalificado identificó quién era el campanero y lo buscó para darle de moquetazos. También conocí los estudios en una casa a media cuadra del hotel “Corazón de café”; y los estudios que tuvo en la calle donde ahora está el hotel “Casa Delina”. Colocaron un cristal que daba a la calle y permitía que los paseantes vieran el interior de la cabina y a los locutores poniendo discos en la tornamesa y hablando frente al micrófono. La gente repegaba su cara y miraba con emoción el vientre que paría los sonidos que llegaban a las radios de todo Comitán y de un poco más allá. Posdata: la historia de la radio comiteca también debe estar llena de testimonios de fieles radioescuchas. Tebys López escribió en redes sociales: “la XEUI estuvo en un local en la segunda planta, si no mal recuerdo, porque me llevaron a cantar cuando estaba en el kínder, hace como 46 años”. Recuerdo genial. Hay actividades profesionales que permiten escuchar con atención. Tuve un amigo (ya fallecido) que era sastre. En su sastrería siempre estaba en primer plano en el mostrador un gis blanco con el que marcaba las telas y en un extremo el radio que sonaba todo el día. Antes de la pandemia, en el Colegio Mariano N. Ruiz, un grupo de albañiles, dirigido por el maestro Odulio, construyó una ampliación de salones y, mientras pegaban ladrillos o llevaban la mezcla en las carretillas, escuchaban el noticiario de Luis Octavio Jiménez Pinto. No sé en qué momento extravié mi capacidad de atención radiofónica. Sigo escuchando radio. Sí, pero siempre está de fondo, como si yo viajara sobre una barca y el radio estuviera sobre el lomo de un cocodrilo que, por momentos, se queda dormido en la orilla.

viernes, 17 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA DUDA

Querida Mariana: ya me encarrilé con el tema del parque central de Comitán. He estado viendo fotografías del antiguo parque central del pueblo, de tiempos anteriores al derribe de la manzana y a la ampliación. Muchas personas comparten fotografías nostálgicas en la página “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán”. Esta fotografía que ahora te mando la bajé de ahí. Corresponde a una postal. Ahora, el parque tiene una fuente, que sirve como punto para citas: “nos vemos en la fuente”, dicen los chavos. En los años sesenta (acá se ve) el parque también tuvo una fuente en el centro. Una fuente de altura modesta, pero de presencia bella. El parque de esta fotografía es el menos conocido, el menos compartido. ¿Qué hubo antes de esta fuentecita hermosa? ¡La pérgola! ¿Antes de la pérgola? Un kiosco también hermoso, que aparece en los dibujos de Armando Alfonzo, que tenía un hermosísimo techo de tejamanil. ¿Y después de esta fuentecita? ¡La imagen monumental de Belisario Domínguez! Así, en forma medio atrabancada, ya podemos hacer una cronología de los elementos decorativos que estuvieron en el centro del antiguo parque central de Comitán: años 40: kiosco; años 50: pérgola; años 60: fuentecita bonita; años setenta: estatua gigantesca de Belisario Domínguez. El kiosco de los años cuarenta acabó; lo mismo sucedió con la pérgola de los años cincuenta (ah, parece que ahora veo a un grupo de albañiles con pico dándole duro. Siempre es una imagen triste presenciar debacles). Cada vez que veo imágenes donde obreros tumban paredes pienso, perdón, en temblores o en lugares en guerra. ¿Qué sucedió con esta fuentecita simpática? Tal vez tuvo el mismo fin que la pérgola o tal vez la parte central aún existe en algún lugar nunca advertido. Lo que sí, gracias a los dioses de la patria, aún existe es la imagen de Belisario Domínguez. Durante los años setenta presidió el parque (incluso un poco antes, por ahí existe una fotografía de 1968 donde está Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la república, al lado de Castillo Tielemans, gobernador de Chiapas, colocando una ofrenda floral). La estatua de Belisario Domínguez es monumental, ahora está al inicio del bulevar. Ahora, la figura de nuestro héroe recibe a todos los viajeros que llegan a Comitán en la carretera que nos une a la bella San Cristóbal de Las Casas. A mí me encanta esta fuentecita. Su altura discreta permitía que el aire y la vista de los paseantes volaran en forma libre. Fue una fuentecita discreta que marcaba el corazón del parque. Acá en esta imagen de los años sesenta se alcanza a ver al fondo la torre y fachada del templo de Santo Domingo. Es un bello remate visual, sugerente, porque era una permanente invitación a dar vuelta a la manzana para llegar al templo. Cuando pienso que esta fuentecita fue desplazada por la estatua de Belisario Domínguez pienso que el cambio fue de un impacto brutal, porque, al contrario de la fuentecita, la imagen de Belisario era (es) impresionante en altura, imponente, un poco en tono de la grandeza del máximo héroe civil de esta patria. ¿Mirás la placidez de este parque? Eran tiempos donde en tardes y noches de domingo las personas daban vueltas en ambos sentidos. Las mujeres formaban un círculo en la parte interna y los hombres caminaban en sentido contrario por la orilla, a fin de que los paseantes se toparan y se dieran los llamados “quemones” entre quienes se gustaban. Fijate que en su libro más reciente: “Canción de infancia”, Le Clézio uenta que la capilla del pueblo Sainte-Marine (en la Bretaña) contaba con un pasillo en medio, los hombres y niños se sentaban a la derecha, y las mujeres y niñas se sentaban a la izquierda. ¿Mirás? El ritual religioso de la Bretaña era como el ritual social comiteco. Chico Che diría: los nenes con los nenes, las nenas con las nenas. Ya después es que se juntaban. ¡Ah, qué alegre! Donde aparece la palabra “brujo” es el complemento del nombre del restaurante bar: Rincón Brujo. El acceso tenía puertas abatibles, como la de los bares que aparecen en las películas del Viejo Oeste. Posdata: en una carta anterior compartí una fotografía (que también pirateé de la página de Imágenes Históricas) donde se ve la manzana de la discordia desde la esquina donde estaba el edificio Yannini (luego estuvo la tienda donde mi mamá vendió estambres). Un amigo hizo el recuento de los locales comerciales que había en los años setenta y la relación fue así: Estambres El gato; taller de reparación de aparatos eléctricos de don César Domínguez; bar de tío Tavo Penagos; restaurante Nevelandia; restaurante bar Rincón Brujo; Casa del Ciclista; dulcería y tabaquería ARA (Arturo Rivera Alfaro) y consultorio dental del doctor Armando Gordillo Domínguez. ¡Todo muy bien! No, mentira. Acá se ve un espacio que nadie recordó. Entre el edificio que tiene el letrero Country Club y el Rincón Brujo hay un pequeño local, que conserva la arquitectura original, pintado con un azul profundo. No recuerdo qué vendían ahí. Tal vez alguna persona que haya disfrutado este parquecito tenga el registro en su memoria.

jueves, 16 de septiembre de 2021

ANTES DE QUE TODO SE ACOMODE (XXXVII)

Julio Cortázar es uno de mis escritores favoritos. Los críticos literarios sostienen que él fue uno de los mejores escritores de cuento del siglo XX. A mí me encanta su novela “Rayuela”. Él, además, fue un prolífico escritor de cartas. No sólo mandaba cartas a su mamá, a su hermana, a sus amigas íntimas, a todos los amigos, sino, también, a sus lectores. Sus lectores podemos deducir que su convicción era: carta recibida, carta contestada. Era un intelectual decente. En una de las cartas que en 1974 le envió a Aurora Bernárdez, su primera compañera de vida, le cuenta: “…despacho entre quince y cuarenta cartas por día…” Ahora hay publicados, cuando menos, nueve libros con parte de su correspondencia. Estos libros contienen las cartas enviadas a los amigos, conocidos y famosos. En el mundo hay más cartas que están desperdigadas en casas de lectores que se sintieron honrados al escuchar el silbato del cartero, abrir la puerta, y ver el nombre del remitente: Julio Cortázar. Yo me siento privilegiado. Nunca le envié una carta a Julio, ni recibí una firmada por él, pero tengo varias cartas firmadas por mi papá. Varias que, religiosamente, conservó mi mamá cuando eran novios (años cincuenta) y dos que están escritas por el niño Augusto, dirigidas a su mamá. Pienso que, en estos tiempos, cuando las cartas ya son una costumbre a punto de extinción, debería haber intentos en las escuelas para que los estudiantes escriban cartas a sus padres y éstos respondan, aunque vivan en la misma casa. Sería maravilloso recuperar esa práctica a fin de conservar rasgos de identidad. En las cartas que conservo de mi papá tengo, frente a mi vista y frente a mi corazón, los rasgos de sus letras y testimonios de sus sentimientos, en tiempos que él no era mi papá, porque yo aún no nacía. Una carta está fechada el 23 de julio de 1923, en 2023 se cumplirá un centenario de ese instante, donde mi tía Lucía Bermúdez Ortiz se sentó ante su escritorio y le escribió a su hermana María Bermúdez Ortiz, quien trabajaba en Tuxtla Gutiérrez, y era la mamá de mi papá: mi abuela María. Al término del mensaje de mi tía Lucía aparece un recadito que mi papá envió a su mamá. Tanto mi tía, como mi papá, inician su escrito con la palabra Querida. Mi mamá Hilda, ahora, me cuenta que su suegra era una mujer muy buena, una mujer querida. Gracias a que los mayores tenían la sana costumbre de sentarse ante una mesa y tomar papel y pluma, puedo tener este registro que ayuda a conocer, en forma íntima, la savia de mi árbol genealógico. La carta dice: “San Cristóbal L. C. Julio 23 de 1923. Señora María Bermúdez Ortiz. Tuxtla Gtz. Querida hermana: Te pongo la presente para saludarte cariñosamente, deseándote completa salud; nosotros aquí todos bien, con el favor de Dios N. S. Te mando el informe de su maestro de Augusto para que veas que no está tan atrasado. Todos te saludamos cariñosamente. No te escribo más, porque estoy muy mal del cerebro. Tu hermana. Lucía”. A casi cien años me entero que mi tía Lucía, quien era esposa de tío Víctor Domínguez, y tenía a su cargo a su sobrino Augusto, estaba delicada del cerebro, no obstante, le envió un mensaje a la hermana para notificarle que mi papá no estaba “tan atrasado” en el colegio. Los tíos Víctor y Lucía inscribieron a mi papá en un colegio de paga. No, no estaba tan atrasado, las calificaciones que conservo de él demuestran que era un niño aplicado, inteligente. Mi papá me contó que en dicho colegio él era elegido para dar asesorías de matemáticas a compañeros atrasados. Y la carta del 23 de julio de 1923 cierra con un breve recado que el pequeño Augusto envió a su querida mamacita. “Querida mamacita, dime qué tal están por allá. Nosotros estamos bien, con el favor de Dios. Saluda a mi hermanita (mi tía Carmela); y así que estén maduros los duraznos del patio, te mando unos para que coman Usted y mi hermanita. Se despide de ti tu hijo que te quiere. Augusto Molinari”. Me conmueve. El hijo esperará que estén maduros los duraznos del patio para enviar a su mamá y a su hermanita. Ah, los duraznos de San Cristóbal de Las Casas. Riquísimos, exquisitos. Cortázar, en una carta dirigida a Luis Gagliardi, el 2 de junio de 1942, le dice: “…he escrito muchas cartas y, fuera de las estrictamente circunstanciales (que no se pueden evitar muchas veces), he dejado en cada una de ellas mucho de mí, mucho de lo mejor o lo peor que hay en mi mente y en mi sensibilidad…” Cada carta manuscrita es una cinta de luz. Esther, mi hermana y media, escribe unas cartas breves para mí, las escribe en una libreta pequeña, le toma una fotografía con su celular y así me las hace llegar. Yo hago lo mismo. Usamos el método tradicional y aprovechamos los recursos tecnológicos de este tiempo. Las cartas llevan lo que Julito Cortázar dice: lo mejor de cada uno (también lo peor). La esencia de la vida está concentrada en esos mínimos cachos de papel.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON FESTEJO POR ANIVERSARIO

Querida Mariana: estoy contento, estamos contentos. Sé que vos y muchas personas más también comparten nuestra alegría. Revista Arenilla, con su edición número 25, cumple cuatro años de vida. Nuestros fieles lectores aprecian el esfuerzo editorial que enriquece la cultura de Comitán y la región. Y, no podía ser menos, el número del cuarto aniversario, está de lujo. La edición, como se dice coloquialmente ¡ya está en el horno!, y pronto llegará a manos de nuestros lectores. Y si digo que está en el horno es porque en este número tenemos en portada a cuatro chefs que dan lustre a la riquísima gastronomía comiteca. En fotografía del genial fotógrafo Carlos Gordillo, nuestra portada se engalana con la presencia de Dulce Nataly Guillén Argüello, chef del RESTAURANTE LA COMITECA; Karla Verónica Vázquez Albores y Mario Antonio Maldonado Espinosa, chefs del RESTAURANTE 1813; y Sergio Caballero García, chef del RESTAURANTE ‘TA BONITÍO. En cuanto tengás la revista en tus manos te enterarás de datos que ennoblecen la cocina comiteca actual, elemento esencial de la cultura del pueblo. Todas las personas que conocen Comitán reconocen la riqueza de su gastronomía. Este número tiene un menú riquísimo. Nuestros lectores satisfarán todos sus sentidos con el contenido de este número. ¿Sabés quién respondió las diez preguntas traviesas de Arenilla? Nada más y nada menos que Estephanie Frías Córdova, empresaria que continúa con la tradición de la reja de papel de china, y que inventó el pasito tacuatzero. Juan Carlos Gómez Aranda envió, desde la Ciudad de México, un ensayo que tituló: “Breve historia de una agrupación de jóvenes soñadores”, donde, con la calidad de redacción que acostumbra, entrega una síntesis del desarrollo de la Asociación de Estudiantes Comitecos Radicados en el Distrito Federal. En tiempos que el fenómeno migratorio pone a Tapachula en la mirada del mundo, en Arenilla presentamos un resumen de la presencia de Esmeralda Maya en “Debate 22”, programa del canal 22 de la televisora nacional, donde platicó la situación de la infancia migrante no acompañada en la Frontera Sur. La bandera del Departamento de Huehuetenango, Guatemala, fue creada por don José Osberto Makepeace Palacios, el famoso maestro Mepis. Acá contamos la historia. Doña Amparo Hernández de Aguirre, señora bella que radica en Guatemala, envía un texto que tituló “Balún Canán”, donde cuenta recuerdos de esta tierra bendita de Dios. ¿Mirás qué riqueza de contenido? ¡Ah, platillos exquisitos para el paladar intelectual de nuestros lectores! Revista Arenilla, con el patrocinio de VETERINARIA 2000, lanzó la convocatoria de la dinámica “Mi chucho es bien comiteco”. Acá viene el chuchito que ganó el derecho de aparecer en la revista. ¿Sabés cómo se llama el chucho? ¡Cositía! Cabal. Viene la síntesis de lo que publicamos en Redes. Basta que nuestros lectores pasen su celular sobre el código para que escuchen nuestros podcasts y vean videos donde Carlitos invita a leer el cuentito del bimestre. Y, sí, en este número también publicamos el cuentito dedicado para los niños y para los papás de los niños, que llega a todos por cortesía de Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos. En esta ocasión aparece el cuento: “Presencia infinita”, que cuenta la historia de Rubén y Luis que… bueno, no lo contaré acá. Ya pronto tendrás la revista en tus manos y podrás leerlo. Cumplimos cuatro años de servir al mundo, desde este pequeño, pero enormísimo, pedacito de tierra mexicana. Somos un triángulo que forma el círculo perfecto: patrocinadores, lectores y creadores de diseño y contenido. Nuestro número 25 honra a los patrocinadores, quienes, a pesar de la pandemia, siguen brindando sus servicios de calidad a toda su clientela. Honran ser de buena cuna, porque, además de servir a la patria con la prestación de sus servicios, dan más, ofrecen esta revista en forma gratuita, para que la cultura siga fortaleciendo la ceiba que desde siempre nos da sombra. Posdata: sí, niña querida, sí, como siempre, hay una carta para vos. En esta carta te cuento cómo mis ex compañeros de educación secundaria se reunieron después de cincuenta años del egreso. Cincuenta años después, alumnos de la gloriosa generación 1968 – 1971, de secundaria del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz, acudieron a una misa especial y en un desayuno en el patio central del colegio celebraron la vida. Nuestro cuarto aniversario celebra, asimismo, la esperanza, la fe. Sembramos luz para que Comitán siempre tenga el brillo que, por origen divino, le corresponde. Sembramos cultura. Es el acto más noble que una sociedad protege.

martes, 14 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN BAR AL LADO DE UN TALLER

Querida Mariana: la fotografía rescata el Comitán de los años setenta. Esta manzana ya no existe, la derruyeron. En este espacio ahora está la ampliación del parque central. En primer plano está el edificio que fue propiedad de mis papás. Muchos muchachos setenteros lo recuerdan con afecto, porque ahí en la parte superior estaba el Café Intermezzo, donde los chavos hacían toquines con música moderna. En la planta baja estaba la tienda de estambres que atendía mi mamá. En muchas tardes me tocó colocar la manivela metálica de unos dos metros de largo para bajar la cortina de tela y evitar que el sol llegara a los mostradores. El sol podía decolorar las bolas de estambre. Ya te conté que don Rafa Morales era simpático. Siempre que me encontraba me decía: osito de peluche. Decía que le preguntaba a mi papá: “Don Augusto, ¿tiene usted bolas de estambre?”, y que mi papá le respondía: “No, don Rafa, si tuviera yo bolas de estambre, mi hijo sería de peluche”, y lo disfrutaba. Don Rafa era un humorista. Cuando le amputaron una pierna decía que él no podía ser presidente del pueblo, porque “ya no podía meter la pata”. Después del edificio de mis papás si subías dos escalones llegabas a un pequeño taller de reparación de aparatos eléctricos y electrónicos. Don César Domínguez atendía ese taller. El anuncio de bandera que dice Philco anuncia su negocio. De igual manera, el ingenio comiteco dice que una vez una persona de comunidad rural llegó a comprar un radio, pero que lo quería de marca Philco (así lo pronunció), el dependiente le corrigió: “No se dice philco, se dice filco”, y él respondió: “A la futa”. El carrito rojo que está estacionado frente al portal era propiedad de don César. Al lado del taller estaba el mítico bar de tío Tavo, el creador de las famosas macharnudas. En la foto se aprecia dos mesas y sillas de madera, pintadas en rojo. Se advierte el otro anuncio de bandera: Bar Bohemio. Tal vez te llama la atención que no hay ni una sola persona, todo está desierto. Es por la hora que fue tomada la fotografía, mirá cómo se desparrama la sombra de las tres de la tarde. Todo mundo, en ese instante estaba en su casa, comiendo, preparándose para regresar al trabajo. Quienes sí están trabajando son los amigos del Café Intermezzo. La puerta de acceso a la segunda planta está abierta. Tal vez alguien estaba sentado en una mesa tomando un refresco o un café. Quien también está trabajando es don César. Ahora casi puedo verlo detrás del mostrador de madera con un cautín en la mano conectando alambritos de algún radio descompuesto. Quien también está trabajando es tío Tavo. Sin duda que algunos amigos están adentro de su bar tomando una cervecita y disfrutando la botana, mínima, pero riquísima. Te he contado que cuando alguien, al ver la botana tan pishcul pedía más, tío Tavo, hombre simpático, decía: “Es botana, no es comida”. Yo le pedía dinero a mi mamá para ir a comprar un pan compuesto con tío Tavo. Hacía unos panes compuestos exquisitos. Siempre digo que alguien debería retomar esa receta, porque al tradicional pan francés le ponía una delgadísima lonja de chicharrón, crema y salsa verde. Ah, era algo delicioso. El siguiente edificio, el de dos plantas, corresponde al Restaurante Nevelandia. En la parte baja había un amplio espacio donde las personas tomaban café, refrescos, helados; los adultos jugaban dominó o ajedrez. En ese tiempo no existían espacios libres de humo y quien fumaba lo hacía sin restricciones. Al fondo del Nevelandia había un espacio separado de la cafetería, con mesas de billar. A mí me encantaba entrar ahí. A veces, mi mamá llegaba a sacarme de las orejas. Ella caminaba el pedacito desde su tienda, y casi estaba segura que yo andaba ahí, en medio de una nube permanente de humo. Me encantaba ver a los jugadores de billar, los pochorocos del pool y los exquisitos jugadores de carambola de palito. Me encantaba escuchar lo que platicaban, afloraba la picardía meramente comiteca. Era una excelsa escuela de la cultura popular comiteca. Posdata: quienes vivimos en los años setenta gozamos estos espacios. Todo mundo habla con nostalgia del Intermezzo, del Nevelandia, del billar, de la Proveedora Cultural y de los demás locales que marcaron las vidas. Cientos de testimonios están aún por consignarse. Los sobrevivientes gozamos ahora la ampliación del parque central, disfrutamos la vista escénica del templo de nuestro santo patrono y del Centro Cultural Rosario Castellanos, pero añoramos esta manzana. Algo similar ocurrió en la Ciudad de México cuando demolieron la manzana que estaba encima del Templo Mayor. Se recuperó el templo, pero muchos citadinos perdieron un elemento de identidad. Ahora, los habitantes de la Ciudad de México disfrutan el rescate del sitio arqueológico, pero algunos, los que tuvieron historias en la manzana derruida, extrañan ese espacio entrañable. Muchas personas de mi generación hablan con nostalgia de lo que fue y ya no es. Es la continuidad de la vida. No hay más.

lunes, 13 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN APUNTE

Querida Mariana: mando un apunte de 2021, de una chica de 1971. Sí, ¡cincuenta años! Tomé el apunte de una fotografía donde la chica aparece en Avándaro. ¿Vos has oído de Avándaro? Tal vez ahora, en la conmemoración del quincuagésimo aniversario, lo has visto en redes sociales o en los noticiarios de la televisión. Avándaro fue un festival de rock mexicano que se realizó en la comunidad de ese nombre, en el estado de México, en septiembre de 1971. Calculaban una asistencia de unos veinticinco mil chavos y llegaron más de trescientos mil, ¡trescientos mil! Uf. Estaba muy reciente lo del “Halconazo”, donde jóvenes fueron reprimidos por fuerzas policiales. Cuando el gobierno vio la cantidad de muchachos que se concentraron en Avándaro para escuchar grupos de rock y entrarle a la mariguana, se alarmó. A partir de ese momento quedaron prohibidos “los toquines” de rock. Hace dos o tres días vi en CNN una entrevista de Carmen Aristegui con Federico Rubli, autor del libro: “Yo estuve en Avándaro”, con fotografías de Graciela Iturbide y prólogo de Luis de Llano, el productor de programas de Televisa, hermano de la actriz Julissa, por lo tanto, tío del famosillo Benny Ibarra. “Yo estuve en Avándaro” se titula el libro y, como dice el título, da el testimonio de Rubli de ese magno acto juvenil. Digo que el gobierno se espantó con tal respuesta a la convocatoria, más de trescientos mil chavos se reunieron. La Constitución del país garantiza la libertad de reunión pacífica con cualquier objeto lícito, pero acá les dio temor. Los miles de muchachos se reunieron en forma pacífica y el objeto de la congregación fue escuchar música de rock (y fumar mariguana y algunas chicas y chicos, ya pasados, se encueraron. Una de las chicas encueradas se hizo famosa al salir en portadas de revistas y periódicos y fue conocida como “La chica de Avándaro”. ¿Algún muchacho comiteco estuvo presente en Avándaro? Yo digo que sí, un comiteco setentero, aficionado al rock, pudo estar ahí. Se reunió con los amigos y llegó hasta el lugar donde se realizó el festival. Nadie, ni los asistentes ni los grupos de rock ni los organizadores, previeron que la cantidad de espectadores fuera tan espectacular: 300 mil, ¡pucha! El gobierno se asustó. Cortó por lo sano: prohibió los toquines de rock, así no habría reuniones semejantes. ¿Imaginás una movilización de trescientos mil muchachos? En 1971 yo estudiaba el primer grado de bachillerato, en nuestro modesto Chiapas. La verdad es que, como nunca he sido aficionado a la música el festival no era algo que estuviera en la agenda diaria. Los chavos comitecos, con sus honrosas excepciones, escuchábamos la música que programaba la XEUI, la modosita radiodifusora local. ¿Rock en la XEUI? No, apenas grupos que ahora llamaríamos light. Acá en Comitán escuchábamos a César Costa, Enrique Guzmán (con: ahí viene la plaga) y la novia de México: Angélica María. En la Ciudad de México escuchaban grupos de rock más pesados: Three Souls in my Mind, por ejemplo. No obstante, fui uno de los comitecos que anduvo recordando el festival por todas las calles del pueblo. Sucede que mi mamá fue a la Ciudad de México ese año, se acordó de su hijito, en algún momento, entró a una tienda y me compró un rompe vientos (chamarra de tela delgada, de color azul) que tenía un estampado que decía “Avándaro”. Ya me conocés, donde agarro una prenda que me guste no me la quito ni para bañarme ni para dormir. No me la quité. Envié el mensaje publicitario con tal intensidad que Olivio, chofer de don Jorge Pérez comenzó a decirme Avándaro cada vez que me veía, así como ahora muchos me dicen Arenilla, fui conocido en los setenta como Avándaro. Pucha, yo el escucha de canciones de Napoleón (no Bonaparte) andaba presumiendo en todo el pueblo un rompe vientos que llevaba el nombre del festival más prendido que jamás realizaron los rockeros de este país: 300 mil asistentes. Dios mío. Según el censo, Comitán tenía 40 mil habitantes en 1971. En Avándaro se concentró toda la población de Comitán, multiplicada por 7 y un mojol más. Posdata: Al contrario, del autor del libro: “No estuve en Avándaro”, pero fui un chavo comiteco que anduvo por todo Comitán con un rompe vientos que tenía el letrero “Avándaro”. Vi la fotografía e hice un apunte rápido. Ella está en ese espacio, en 1971. Cincuenta años después, el chico comiteco, el del rompe vientos, le hizo un apunte. Sólo para unir esa historia en el tiempo. Ella tenía una cámara instantánea en la mano, tal vez con un rollo de doce exposiciones. Tal vez, ahora que se cumplieron cincuenta años, ella dijo lo mismo que el autor del libro y fue al librero y sacó el álbum y le enseñó a sus nietos las fotos que tomó ese día en aquel maravilloso escenario. Trescientos mil chavos. Uf. Trescientos mil testimonios. ¡Genial! El rock demostró que es el ritmo de los jóvenes de siempre, de toda la vida. Sería maravilloso tener el testimonio de algún chavo comiteco que haya ido.

sábado, 11 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON RECUERDO DE LOS AÑOS SETENTA

Querida Mariana: te envío una fotografía sensacional. Mi amiga Gloria Ruiz la compartió en redes sociales. Quien aparece en primer plano es el papá de Gloria, don Carlitos Ruiz, un personaje que merece mejor atención por la historia local. ¿Mirás el paso gallardo que lleva? Siempre fue así, un hombre de gallardía. Tuve el privilegio de conocerlo y tratarlo, un poco de refilón, pero en varias ocasiones intercambié impresiones con él. Mi recuerdo es grato, don Carlitos fue un hombre culto, amante del pueblo y enterado de asuntos locales, nacionales e internacionales. Con él se podía platicar a gusto y se podía aprender. Sin duda que sus hijos pepenaron rayos de luz, como de su esposa, doña Piedad. Si pasás por el Colegio Regina mirarás una placa que consigna que ahí estuvo la escuela “La Industrial”, escuela que fundó Mariano N. Ruiz. Esa placa la gestionó don Carlitos. La historia le ha dado la razón a su pasión, él consideraba que los hechos brillantes y las personas relevantes deberían conservarse en la memoria colectiva. Tenía razón, por supuesto que sí. Digo que ahora, quienes pasan por el Colegio Regina tienen un dato para reconocer que este pueblo está formado por el trabajo tesonero de sus mejores hijos, que, gracias a Dios, han sido muchos, son muchos y serán muchos. La grandeza del pueblo merece el agua limpia de sus hijos. La fotografía corresponde a los años setenta, así lo dijo Gloria. Don Carlitos camina con rumbo al templo de Santo Domingo. Un minuto antes pasó frente a la escalinata majestuosa que da acceso a lo que ahora es el Centro Cultural Rosario Castellanos. Gloria no especificó la fecha precisa de la fotografía. Puede ser 1972 o 1976. Y digo esto, porque si fue en 1972, el edificio funciona como Escuela Secundaria y Preparatoria, pero si fue en 1976 ya funciona como Casa de Cultura. Ahora, el edificio ya no tiene esa bardita con las celosías triangulares que le daban un toque armonioso. Las transformaciones, lo hemos platicado, nos quitan elementos de identidad. Los pueblos cultos de Europa preservan sus espacios históricos. Acá, el centro se llama histórico, pero a cada rato sufre transformaciones. Esa balaustrada meramente comiteca era un elemento arquitectónico sensacional. Los muchachos que estudiaron la prepa y secundaria en ese edificio recuerdan que ahí se recargaban y veían lo que sucedía en la calle y quienes pasaban en la calle miraban ese rebumbio de loros jóvenes trepados. Los muchachos se acodaban ahí o se sentaban sobre la bardita. Mientras ellos hacían una pausa a su ímpetu juvenil, el mundo se movía frente a ellos. En la foto de don Carlitos, no se ve a alguien en el edificio. O los muchachos estaban en clase o ya estaban en los otros edificios, los nuevos, donde ahora funciona la escuela secundaria (por las instalaciones de la feria) y la escuela preparatoria (a la orilla del bulevar). Dije que don Carlitos camina con rumbo hacia el templo de Santo Domingo. ¿Cuál sería su destino? No lo sabremos. Jamás. A mí me sorprende el paso firme que lleva. Me encanta saber que ya son los años setenta del siglo XX, porque él, persona sublime, orgulloso de su linaje, pero humilde en su grandeza, no tiene empacho en caminar en la orilla de la banqueta y ceder el espacio interior a una familia que se ve modesta. Tampoco sabremos jamás quiénes eran las personas que pasaron al lado de don Carlitos ese día. Yo advierto dos mujeres de falda hasta los tobillos, zapatos bien cucos. En mi delirio de imaginación diría que la mujer que va al lado de la bardita es hija de la mujer que va del otro lado. El hombre, con sombrero, camina detrás de ellas. Los tres se dirigen hacia la escalinata del edificio con arcos. Van en sentido contrario. ¿Se saludaron? No lo sé. Antes, en Comitán (todavía en algunos casos) existía la costumbre de dar los buenos días, sin que hubiese más cercanía que coincidir en el mismo espacio. Era una costumbre bien bonita. Advierto que el pantalón de don Carlitos está arremangado de la parte inferior. Don Carlitos fue hacendado, como el papá de Rosario Castellanos. Acá lleva el cabello hacia atrás, su frente la tiene despejada. Sí, es como un símbolo de lo que fue en vida: un hombre con la frente en alto. Digo que las transformaciones nos dejan en la orfandad de identidad. ¿Ya miraste la belleza de banqueta? Un día la levantaron y le colocaron lajas. Te juro que ahora daría ganas de quitar las lajas y regresar esta banqueta menos peligrosa, con grabados, digamos, que servían como antiderrapantes y con buen sentido estético. No sé si sigo en mi delirio, pero alcanzo a ver una estrella en medio de un círculo. Ya he contado muchas veces cómo la celosía de triángulos forma estrellas. Vos agarrás una tira de papel, lo doblás imitando la celosía y cuando unís los extremos formás una estrella. ¿Qué significa el nombre Balún Canán? ¡Claro!, nueve estrellas. Y digo que don Carlitos fue hacendado como el papá de Rosario Castellanos, porque quiero unir el nombre de don Carlitos con Rosario, porque conocí a don Carlitos cuando mi Paty y yo teníamos una librería en el Pasaje Morales y distribuíamos revistas y periódicos. Sucede que, ya en los años ochenta, la Proveedora Cultural (que durante muchos años estuvo en la manzana que derruyeron) ya se había pasado al edificio que ocupa actualmente, por el rumbo de lo que fue el Club de Leones. ¡Uf, cuántas transformaciones! Don Carlitos era suscriptor del periódico Excélsior. Una tarde me dijo si era posible que recogiera su periódico en nuestra librería. Ello le ahorraba cinco cuadras. Como la Proveedora Cultural nos surtía los periódicos y las revistas le dije que sí. De esta forma, don Carlitos llegaba todas las tardes por su periódico. Algunas tardes ponía cara de tristeza y enojo, porque el periódico no había llegado puntualmente. Esto de puntualmente es un mero decir, el periódico llegaba con retraso de un día (estamos tan lejos del centro del país). Al día siguiente, pasaba por dos periódicos: el del día anterior y del anterior. Esto permitió que platicáramos por ratitos. Ya te platiqué que Rosario Castellanos fue una de las escritoras más leídas en México. Tal vez no tanto por su poesía o sus novelas, sino por los ensayos que escribía en el periódico Excélsior. Cada semana publicaba un ensayo en la sección editorial. Esto lo hizo desde 1963 hasta 1974, año en que murió. ¿Mirás a lo que quiero llegar? Es decir, ¿a lo que llegué? Don Carlitos, no tengo la menor duda, fue un comiteco que leyó a Rosario en el periódico Excélsior. En los años sesenta y setenta, el periódico Excélsior estaba considerado como uno de los diez periódicos más importantes del mundo, ¡del mundo!, y ahí escribía nuestra paisana. Andrea Reyes, una destacada intelectual se dio a la tarea de buscar en archivos todos los ensayos que Rosario publicó en periódicos y revistas. Los lectores de estos tiempos tenemos, en tres volúmenes, todos esos escritos. Muchos de los cuales leyó don Carlitos. Jamás platiqué con él acerca de lo que ahora digo. Habría sido un testimonio muy importante. Sus hijos deben tener datos. Gloria debe tener datos. No lo he dicho, pero el nombre completo de don Carlitos fue: Carlos Eduardo Ruiz Castellanos. ¿Ya miraste el apellido materno? Sí, ¡Castellanos! ¿Hay una liga familiar con la escritora? No lo sé, no lo sé, nada sé. Bueno, sí sé algo: don Carlitos leyó a Rosario en las páginas del periódico al que estaba suscrito y del cual era un apasionado lector. Siempre he dicho que nada es casual, todo tiene símbolo. Somos lo que vemos, lo que oímos, lo que miramos, lo que leemos. Don Carlitos leía el Excélsior, palabra que significa excelso, lo más grande. Don Carlitos fue un hombre excelso. La prestancia que muestra en esta fotografía da cuenta de su paso por la vida. Nunca caminó por el centro del camino, lo hizo por la orilla, pero lo hizo con gran seguridad. Yo lo recuerdo como un hombre culto, de pensamiento sublime. Fue un comiteco que abonó a la cultura comiteca. Yo radicaba en la ciudad de Puebla cuando él falleció. Lamenté su deceso. Su muerte, pienso, fue como quitarle a Comitán una parte bonita de esa celosía triangular hecha con ladrillos del barrio de Yalchivol. Hay personas que dejan su marca luminosa en la historia común. Ahora me dan ganas de saber más de don Carlitos. A ver si algún día platico con sus hijos. ¿Fue pariente de Rosario o fue de la otra rama de los Castellanos? ¿De dónde le vino su pasión por la lectura? Posdata: ¿Quién le tomó la fotografía? ¿Fue de esas fotografías tan comunes ahora donde los jóvenes dicen: tomame una foto, así como que no me doy cuenta? Si la foto correspondiera a la avenida San Juan de Letrán, de la Ciudad de México, no me sorprendería, porque allá había fotógrafos que tomaban fotografías a los caminantes, pero acá en Comitán tal costumbre no existía. La foto es maravillosa. Nos regala la personalidad de don Carlitos y un instante mágico del Comitán de los años setenta. Antes de despedirme quiero comentar algo: el señor del sombrero tiene amarrado el pantalón debajo de la cintura, don Carlitos lo lleva un poco más arriba. Mi papá usaba el pantalón arriba de la cintura, ¿por qué? No lo sé. Perdón. Nada sé.