martes, 31 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON AMIGO ESPECIAL

Querida Mariana: Luis, mejor conocido como Poñe, era especial. En clase levantó la mano. Sí, Luis, dijo el maestro con cara de fastidio, porque ya lo conocía. Lo toleraba. Maestro, dijo Luis, de pie: a ver, sáqueme de la duda: hay paño, peña, piña, puño, pero no hay poñe, ¿por qué? Todos los compañeros rieron. Hubo algunos que se llevaron la mano a la frente, cerraron los ojos, con actitud: ¡ah, otra vez, las boberas de Luis! No puedo imaginar lo que el maestro pensó. Sólo me llegó la versión de esta historia en el relato de Adriana. Adriana me contó que, con la misma cara de los alumnos que se pusieron la mano en la frente y cerraron los ojos, contestó: Porque a nadie se le ocurrió inventar eso, Luis. Por eso. Luis se sentó, pero como si en las nalgas tuviera el botón que controlaba su brazo, volvió a levantar la mano: ¡maestro, maestro! Sí, Luis, ¿qué pasa? Luis se puso de pie y preguntó: ¿Por qué a nadie se le ocurrió inventar eso? Los compañeros, ya todos, se llevaron las manos a las sienes y se escuchó un murmullo general: ¡Ah! Y ese ah, no fue de asombro, sino de cansancio. El maestro dejó el libro sobre su escritorio, hizo para atrás la silla, se dejó caer sobre ella y dijo que no sabía, que no sabía, que no todo mundo inventaba cosas, que los inventores eran pocos, eran tocados con el genio de la imaginación. Calló. Agachó su cabeza y así estuvo durante varios minutos. Cualquiera diría que ya estaba dándose por vencido. Todos los días era lo mismo. Luis, mientras tanto, siguió en pie, y, desde su altura, movió su cabeza para todos lados para ver a sus compañeros. Todos se habían recargado en el pupitre, tenían su cabeza sobre sus brazos. Apenas dos días antes, Luis había levantado la mano y cuando el maestro dijo: Sí, Luis. Él se puso de pie y preguntó: maestro, ¿por qué hablamos al derecho y no al revés? Todos sus compañeros rieron. El maestro se sentó, se limpió la frente con su pañuelo y dijo que no entendía la pregunta. ¿No?, dijo Luis, pero si está muy claro. ¿Por qué en lugar de decir no, no decimos on, y en lugar de decir sí, decimos is, y así? Todos los compañeros rieron. Adriana ya no me contó más, porque luego dijo que a ella, ya muchos años después de ese suceso, se le hacía exagerada y absurda la burla general de los compañeros; entendía al maestro, pero, asimismo, comprendía las preguntas de Luis, preguntas no comunes, por supuesto, pero que solicitaban una posible respuesta que abriera un camino. Adriana dijo que las dos preguntas eran pertinentes. ¿Por qué una cosa sí y otra cosa no? ¿Por qué los inventores del lenguaje no habían pensado en una palabra como Poñe, si había paño, peña, piña y puño? Y, ¿por qué hablámos al derecho y no al revés? Cuando Adriana me lo contó, pensé que la Ciudad de México, en los años setenta, como un juego de espejo, chavos de barriada decían: Is, barniz, para afirmar algo. Por ejemplo, alguien preguntaba: ¿Habrá toquín esta noche?, y el otro respondía: “Is, barniz”. Este is era lo que, en los años sesenta, preguntaba Luis: ¿Por qué no decimos is en lugar de decir sí y on en lugar de no? Ya imagino el fastidio del maestro, porque todos los maestros desean que las preguntas de los alumnos sean las preguntas comunes, que son definidas como preguntas normales que hacen niños normales. El comportamiento de Luis era un comportamiento que ahora llamarían atípico. Luis era un niño especial. Los niños especiales son complejos para los seres normales. Adriana contó que una vez, Luis levantó la mano y a la hora que se puso de pie, porque el maestro, con su cara de fastidio, dijo: Sí, Luis, él preguntó: maestro, ¿qué pasa si una niña confunde una gota con un gato? Posdata: lo mismo que vos te estás preguntando me lo pregunté, por eso le pedí a Adriana que me dijera qué había pasado con Luis. No sé, dijo Adriana, no sé. Dijo que ninguno de los amigos recordaba los apellidos de Luis, porque fue conocido como Poñe. Estuvo en el grupo no más de cuatro meses. Alguien recordaba que habían comisionado a su papá a otra ciudad. Pero Adriana está segura que, si Luis, el Poñe, vive, debe ser un tipo brillantísimo, un inventor de algo. Yo estuve de acuerdo.

lunes, 30 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN TEXTO EMPOLVADO

Querida Mariana: no podía creerlo. Blanca me envió un mensaje y un texto en Word en WhatsApp, el mensaje decía: “Mira, Alex, mira. Es la Arenilla que escribiste el 30 de abril de 2009”. Abrí el texto y quedé mudo, impresionado. Lo leí como si no lo hubiera escrito yo, pero lo sentí muy cercano. No acostumbro releer los textos que escribo ni reciclar, porque siempre pienso en el texto de hoy y miro hacia el porvenir, pero esta Arenilla me movió. Te paso copia, vos me dirás tu opinión: “EN EL DÍA DEL NIÑO “Pensamos en nosotros, pero también en los otros. Los padres piensan en sus hijos, sobre todo quienes tienen “pichitos”. “El escenario aún no es aterrador. Pero, a veces, cerramos los ojos y algunas imágenes apocalípticas acuden como caballos desbocados. Vemos columpios vacíos y a niños detrás de las ventanas con cubrebocas para siempre. “¿A qué nivel llegará esta epidemia? Hasta el día de ayer, Comitán vivió como si no pasara nada. Las plazas estaban llenas de gente. Los alumnos de bachillerato que no acuden a las escuelas están en los carros, en los cafés, en las calles. Son más los que están afuera que quienes permanecen en casa. Muy pocas personas usan tapabocas. “Los afectos insisten en saludar de mano o de beso. Aún se incomodan si uno usa el saludo hindú o el japonés, sin contacto físico. Estamos tan acostumbrados a intercambiar saludos de contacto que no podemos evitarlos. “Pero, dentro de esa aparente normalidad, la gente piensa en la posibilidad de una epidemia de proporciones gigantescas. “Como acá nada agarramos en serio, los chistes ya están circulando con profusión, tal vez como una máscara que oculte el temor cierto. No queremos aceptarlo pero tenemos miedo, nuestras risas son nerviosas. A veces nuestra mente teje laberintos y nos azota imágenes dantescas. “Los padres piensan en sus hijos, sobre todo en las criaturitas, en aquellos niños que tienen uno o dos años. ¿Qué pasará si la contingencia nos rebasa? ¿Qué si la actividad económica se paraliza? ¿Si las escuelas siguen en suspensión? ¿Si los alimentos comienzan a escasear? ¿Si esta pesadilla se convierte en una realidad próxima? “La literatura y el cine han elaborado imágenes futuristas de un mundo en ruinas, de juegos infantiles sin uso, de bancas inservibles en parques desiertos. La vida siempre ha estado rodeada de un vacío que tiene la cara de una pandemia, y este rostro hoy está cerca. “Pensamos en nosotros, pero quienes son padres de familia piensan más en sus hijos. “Siempre hay una mirada de conmiseración hacia lo más frágil, hacia aquello que tiene la luz de la esperanza. A los hombres nos preocupa el futuro. ¿Qué será de estos niños que apenas están comenzando a caminar si la epidemia toma otras proporciones? ¿Quién jugará con las pelotas, con los globos, con los columpios? ¿Quién querrá más que ellos a las mascotas? ¿Qué será de este mundo que hemos agotado con nuestro desenfrenado materialismo? “Recuerdo que en los ochentas yo estudiaba arquitectura en la UNACH. El arquitecto España fue mi maestro. En ese tiempo nació su primera hijita y él, cuando le preguntamos qué sentía, nos respondió que estaba feliz, pero tenía un afán de protección que incluso no quería que a su criaturita “le diera el aire”. Así son los padres, no quieren que algo cancele las sonrisas inocentes de los pichitos. Y ahora hay algo en el aire. Es el virus del miedo. Y contra el miedo, ya se sabe, no hay vacuna efectiva”. Posdata: la epidemia del H1N1 de 2009 me provocó esta reflexión. En ese tiempo yo usaba cubrebocas y saludaba de lejos, no daba la mano. Algunas personas decían que era yo un irrespetuoso. Siempre he sido poco dado al protocolo, al abrazo, al beso de mejilla, pero en ese tiempo fui más extremo, me preocupaba esa epidemia que causó miles de muertes en el mundo, ¡miles! Ahora, en esta pandemia, van millones. ¡Dios mío! ¿Soy un exagerado? Veo los datos y las estadísticas son las que parecen exageradas; sin embargo, dicen los que saben que las estadísticas oficiales nunca se acercan a la verdad, que están rasurados los datos, que la realidad es más dramática, más brutal. En fin, que Dios proteja.

sábado, 28 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA CINTA LUMINOSA

Querida Mariana: con frecuencia se repite una pregunta irrelevante: Cuál es la Capital Cultural de Chiapas: ¿San Cristóbal o Comitán? Y digo que es pregunta estéril, porque de entrada desechan a los demás pueblos del estado. ¿Quién da por hecho que en Tapachula no se da un movimiento cultural importante? Bueno, para terminar pronto, ¿qué debemos entender por el concepto cultura? Vos sabés que a mí me gusta la definición que a cada rato repite el doctor Andrés Fábregas Puig, quien fue un espléndido director del Instituto Chiapaneco de Cultura. Él dice que cultura es todo lo que el hombre hace. Genial. Entonces eso de buscar la capital cultural parece rebajar el concepto. Bueno, ahora todo es tan enredado que la dependencia cultural del Estado se llama Coneculta: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. ¡Pucha! Como si el arte no fuera parte de la cultura. Acá hay un intento de hacer elitista al arte, colocarlo en otra canasta. Nos podemos detener en el tema durante un buen rato, porque da para mucho. Mejor hagamos a un lado la discusión que también sería ociosa, porque ¿cómo dar vuelta a esta apreciación equivocada del concepto cultura? En fin, lo que quiero contarte es que el otro día, Carlos Román, destacado intelectual chiapaneco, dijo algo donde trató de poner punto final a la famosa pregunta. Carlos dijo que Tuxtla Gutiérrez es la Capital Política; Tapachula la Capital Económica; San Cristóbal de Las Casas la Capital Cultural; y nuestro Comitán, la Capital de la Libertad. No hay duda ni motivo de discusión en asegurar que Comitán, ciudad libertaria, es la cuna de La Independencia de Chiapas. Hoy, querida niña, se conmemora el Bicentenario de la Independencia de Chiapas y de Centroamérica, porque el 28 de agosto de 1821 se firmó el Acta. Los historiadores, los que saben, han señalado tres espacios que fueron importantes ese 28 de agosto del siglo XIX: el templo de San Sebastián, el templo de Santo Domingo y el edificio donde ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos. Dicen que el padre Fray Matías de Córdova, en el templo de San Sebastián dijo a los fieles que habría una misa solemne en el templo de Santo Domingo, donde habló acerca del tema: Chiapas debía independizarse de la Corona Española. De ahí pasaron a la Sala Capitular del Convento. El mito histórico, genial, cuenta que ahí, ante la duda de algunos asistentes, doña Josefina García Bravo se puso de pie y dijo que si los hombres no querían, ellas, las mujeres, apoyarían el movimiento. Podemos imaginar que en ese instante hubo vítores, aplausos y la duda quedó disuelta, la firma del Acta se realizó, y con ello se modificó el destino de Chiapas. Esos tres espacios simbólicos siguen dando personalidad a nuestro pueblo. Ahí está el templo de San Sebastián, frente a un parque bellísimo y sosegado; ahí continúa el templo de Santo Domingo, en el mero corazón del pueblo, como testimonio del momento en que los conquistadores espirituales arribaron a estas tierras; y ahí está el monumental edificio del antiguo convento, hoy máximo recinto cultural de Comitán. Ahora, en la subida al panteón municipal existe una plaza que los comitecos conocemos como “El libro”, ahí hay una réplica gigantesca del acta. Los comitecos, lo sabés, siempre son ingeniosos y cuentan que cuando alguien siente que ya está cercana la muerte dice: “Cada vez estoy más cerca del Libro”. Bueno, pero los tiempos han cambiado, ahora no todo mundo es enterrado, muchos, al fallecer, son cremados. Con esto, el dicho comiteco dobla las manos y se hace más rotunda la máxima bíblica: “Polvo somos y al polvo volvemos”, en una cajita con las cenizas. Y hoy, en medio de la tercera ola de la pandemia, Comitán, Chiapas, México y Centroamérica conmemoran el día que nuestro pueblo se convirtió en la cuna de La Independencia. ¿Mirás la importancia del acto? Se habla de cuna, porque este concepto, refiere a la cama donde duermen los pichitos, pero, en una segunda acepción se emplea para designar el lugar de nacimiento de una persona o el origen de un hecho. Vos y yo hemos oído que muchas personas al referirse a otra dicen: “Es de buena cuna”. Vos, mi niña bonita, sos de buena cuna. Bueno, quienes nacimos en este pueblo somos de buena cuna, porque nacimos en la cuna donde la libertad (pájaro sublime) acarició su vuelo inicial. Carlos tiene razón, la Capital de la Libertad de Chiapas es Comitán. Ya sé que ahora brincará un tuxtleco y dirá que nos detengamos tantito y valoremos que en su ciudad nació Joaquín Miguel Gutiérrez y hablará de las bondades de su héroe; y un tapachulteco dirá que si en esas andamos, pues Tapachula fue la cuna de Fray Matías de Córdova y como el fraile fue el autor intelectual de La Independencia, el mérito de Capital de la Libertad le toca a esa tierra; y un coleto… uf. Es una discusión eterna y poco efectiva. Al igual que el concepto cultura, el concepto libertad está unido a la historia de Chiapas. Chiapas es un estado libertario, porque es el único estado que se federó a México, por propia voluntad. Lo digo, mi niña, el tema es infinito. Lo que debe quedar claro es que Comitán es un pueblo que sustenta valores morales y cívicos de relevancia. Comitán es un pueblo que mantiene la tradición más pura de los actos más puros. Comitán es cuna de la libertad, cuna de hombres y mujeres de buena cuna. Gracias a un hombre de buena cuna, el maestro Jaime Rodas Rovelo, tenemos un testimonio de cómo el pueblo celebró, hace doscientos años, la Independencia de Chiapas. Después de la firma del acta y de la notificación oficial, del 1 al 10 de septiembre de 1821 hubo una monumental celebración en el pueblo, para celebrar esa histórica decisión. El pueblo de Comitán en ese momento contaba, personas más, personas menos, con un diez por ciento de la población actual, era un pueblo pequeño, afectuoso, tranquilo. Hoy sigue siendo afectuoso, pero ya no es pequeño ni es tranquilo. ¿Qué actos realizaron los comitecos hace doscientos años? Bueno, lo primero que hicieron fue adornar las fachadas de las casas, colgar festones en ventanas, en pórticos y en balcones. Hubo misas solemnes, cohetería (faltaba más), repiques y alegría compartida. Bailes y lo digo en plural, porque el maestro Jaime cuenta lo siguiente: “…por la noche, se reunieron las señoras en la casa del H. Ayuntamiento donde se les puso un baile celebrado con espléndidos refrescos, de que disfrutaron contentas hasta las diez de la noche, que se retiraron. Este baile se repitió al día siguiente, terminando hasta las once de la misma”. ¡Ah, qué contentura de espíritu! ¿Mirás? El primer día se fueron a dormir a las diez de la noche, ya el segundo día terminaron a las once de la noche. ¡Pucha! La embelequería en todo su esplendor. Bien justificado, había entusiasmo en toda la población. Claro, acá hablan de señoras; es decir, las mujeres más visibles. Las mujeres más modestas del pueblo, también celebraron y se unieron al festejo general, pero desde afuerita. Y esto queda consignado en el documento cuando nos enteramos que el día seis de septiembre de 1821: “…los vecinos principales sirvieron una comida de 300 cubiertos al pueblo; y el siete las señoras hicieron otro tanto en número de 400…” Ahí está el hilo. En el documento del maestro Jaime aparece que las señoras acuden a bailes en la casa del H. Ayuntamiento y luego las señoras preparan una comida para 400 personas del pueblo…” Lo trascendente acá es el festejo comunitario. La sociedad entera celebra el acto libertario. Las clases sociales se unen en la celebración, las señoras (fifí, diríamos ahora) y las mujeres más modestas. ¿Hubo más actos? Por supuesto que sí. El maestro Jaime Rodas dice que el día 3 de septiembre “empezaron las corridas de toros, que duraron el resto de la semana”; además de los llamados “paseos cívicos”. Sí, corridas de toros. En Comitán siempre hubo afición por la tauromaquia. El doctor Belisario Domínguez, en su periódico El Vate mostró su desacuerdo, él se mostró como un responsable animalista. Ahora, en el siglo XXI existen comitecos que añoran las corridas de toros y otros que celebran que ya no se realicen. Pero, en 1821, para festejar la independencia, ¡hubo corridas! El maestro Jaime también consigna lo siguiente: “…el religioso español Fray Juan Perrote repartió de su peculio 50 trajes a las personas más pobres de la ciudad…” De todo hubo en la Viña del Señor. El maestro Jaime concluye este testimonio diciendo que en los festejos no hubo un solo desorden. El guateque se desbordó en alegría, pero se contuvo en actos violentos. El festejo reunió muchas manifestaciones populares. Conociendo la tradición cultural del pueblo comiteco, sin duda que hubo veladas artísticas de calidad. Hasta el momento no hay documento que testifique tales actos, pero de que los hubo ¡los hubo! Posdata: ¿cuál es la Capital Cultural de Chiapas? ¿Cuál es la Capital de La Libertad? ¡Saber! Carlos lo mencionó, pero hay personas que estarán en desacuerdo. La única certeza es que Comitán es La Cuna de La Independencia de Chiapas; es cuna de hombres y mujeres de buena cuna.

viernes, 27 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA SENSACIONAL

Querida Mariana: en todas partes está el prodigio. ¿Ya miraste qué prodigio de fotografía? Es una nube de la más altísima tierra, del más altísimo cielo. ¿Digo algo incoherente? ¿Deliro? No, no deliro. Sí, debo confesar que juego con la palabra y digo que la fotografía es una nube del más alto cielo, porque fue tomada por mi amiga Cielo. Ella, así como no queriendo la cosa, tiene una mirada educada. Pepena la belleza donde las miradas advenedizas pasan de frente, sin alcanzar a ver el nacimiento de la flor. Acá están las sombras de Cielo y de Paty. El sol delineó sus sombras en la pared, en el piso y en parte del ventanal. La luz del día, lo sabemos, es cambiante. Esto lo sabían los pintores impresionistas, por eso al grito de “a la mierda el atelier”, abandonaron los encierros y, con sus pinturas y lienzos bajo el brazo, fueron al campo y ahí captaron, con destreza, el instante supremo. Reconocieron que ese instante de luz no regresaría, era necesario captarlo para siempre. Y así sucedió, los manchones de luz de Van Gogh han llegado intocados hasta nuestros cielos actuales. Cielo supo que este instante sublime, burbuja de ámbar, no volvería. Lo captó en forma genial. Ella no vio el árbol o la nube o el ave del campo, ¡no!, ella logró advertir el instante en que la mano de luz tocó la pared, el piso y el ventanal. Los pies de ambas salen de la sombra universal, emergen como lo hizo Venus en el genial cuadro de Botticelli. En la pintura, Venus nace de una concha. Acá, la tierra es la concha donde brotan las sombras de Cielo y de Paty. Sombras que se extienden en la pared y en el piso. No se ven sus pies, pero sí se advierte cómo la mano hace el perfil exacto, justo, divino de la silueta. Acá está la sencillez de los materiales de las construcciones físicas y la grandeza de la construcción visual. ¿Cómo una materia tan fría como la pared recibe tanta calidez del cuerpo a través de la sombra? Digo que juego con la palabra: acá, la sombra, querida mía, ¡asombra! Si le hago caso al lingüista, y digo que la “a” funciona como un prefijo que niega, que priva, la “a” de asombra niega la sombra, la oscuridad, y da nacimiento a la luz. Acá, la sombra de Cielo y la sombra de Paty son perfiles luminosos, llenos de vida. Ese instante fugaz quedó atrapado en la mirada y ahora es fuente de luz eterna. La imagen que tomó Cielo da para mucho, para mil interpretaciones, para mil juegos, para mil posibilidades. Paty y ella ¿platican? ¿A qué juegan? Paty tiene una pierna flexionada, Cielo mantiene las piernas juntas. Las piernas de Paty dejan un espacio para la luz traviesa; las piernas de Cielo dejan que la sombra suba rotunda por sus muslos, por sus caderas. La cabeza de Paty apenas toca el dintel del ventanal, la cabeza de Cielo se asoma al cristal y ahí se funde. Los que saben dicen que toda fotografía es impresionista, porque captura la impresión de un instante. El fotógrafo que aplica Photoshop es un artista que modifica la luz del instante. En esta fotografía de Cielo nada fue retocado. Bueno, tal vez la pared y el piso sí, pero fueron tocados, retocados, de manera natural por las sombras de ellas. Lo plano de sus superficies fue alterada, en buena hora, por esas sombras que le dieron volumen, le otorgaron un espíritu en apariencia sosegado, pero bien cumbanchero. La mirada de Cielo va más allá de lo evidente. Acá fue un pájaro que trepó a lo más alto del árbol y desde ahí, como tiuca despierta, miró lo que sucedía en la tierra y vio que ahí, sobre la pared plana, papaloteaban mariposas llenas de luz. La mirada de Cielo es prodigiosa. Le basta un celular común para captar el ave que sólo vuela en los espacios más sublimes. ¿Conoce el trabajo de Cartier-Bresson? ¿Su mirada se ha posado en los claroscuros de Rembrandt? Ella encuentra luz en la sombra, advierte que el perfil de la sombra corta la luz; si ese corte es armonioso, dúctil, sensual, el mundo entre la luz y la sombra adquiere una nueva lectura. La luz es tocada por la oscuridad y ésta es acariciada por aquélla. El prodigio aparece. Posdata: niña mía, vos sos experta en cine, sabés de imágenes, has captado la genialidad de los cielos de Gabriel Figueroa, pero sé que nunca habías visto las nubes que Cielo pepena, no en las alturas, sino en las modestas paredes. Cielo también manda a volar los encierros, sale al patio, a donde la luz camina, vuela, pero ella advierte los resquicios por donde asoma esa línea que es como la raya en el agua.

jueves, 26 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON INTERMEDIO

Querida Mariana: en el Cine Comitán había Permanencia Voluntaria. Programaban dos películas con un intermedio. El intermedio servía para ir al sanitario o para comprar una orden de tacos y un refresco en la dulcería, con la atención de doña Lola. Otra famosa Lola de Comitán. Aún está por escribirse la historia del cine en Comitán, de las salas, del entorno, de los trabajadores, de los cinéfilos y de los creadores. Las historias de los artistas y directores comitecos cinematográficos, aún está por documentarse en forma ordenada. Por ahí reconocemos los nombres de los artistas más famosos: Irma Serrano y Javier Esponda, pero hay más. ¿Y de los directores de cine? Por ahí Francisco R. Gordillo, joven cineasta que dirigió dos o tres películas que se exhibieron de manera limitada, sin llegar a los grandes públicos; asimismo, la familia Yáñez cuenta con dos películas que filmaron y que, durante una temporada, estuvieron en renta en videoclubes comitecos, pero cuyo registro actual está empolvado. Hay necesidad de rescatar ese material. Son la raíz de lo que ahora, con gran fortuna y venturoso porvenir, realiza la empresa comiteca Zarape Films. Zarape Films es una empresa que produce documentales de gran belleza estética y de excelente propuesta formal. Su trabajo ya ha sido reconocido por las personas de la región y por gente de cine a nivel nacional. Eso es maravilloso. Su labor abre caminos con paso firme y puntual: “Caminante, no hay camino, se hace camino al filmar”. Al filmar con una propuesta inteligente. Los pies de Zarape han pisado ya varias alfombras rojas, en diversos festivales nacionales: el de la Costa Chica, el de Tijuana, el de Guanajuato y el prestigioso Festival de Cine, de Morelia. ¿Se vale, niña mía, soñar con Festivales a nivel internacional? Por supuesto que se vale, vos que sos cinéfila de hueso colorado sabés que si hay una propuesta estética valiosa, el trabajo, más temprano que tarde, será visto por miles y miles de espectadores. Hace cosa de días, Zarape Films dio la noticia halagüeña más reciente. El documental “Somos de la tierra”, que cuenta “la historia de los ex refugiados akatecos mayas de la comunidad La Gloria, municipio de La Trinitaria, Chiapas”, será presentado en diversos foros de la república. Zarape Films estará en la Cineteca Nacional. Pucha, ¡nadita! Confeti y marimba para los realizadores. ¡Por supuesto que sí! Sé que vos has seguido con atención el trabajo de estos realizadores comitecos. En Youtube está disponible parte de su propuesta estética. Por ahí puede verse el documental “Descubriendo a Rosario Castellanos”, o el documental “Óscar Bonifaz”, o el corto cortísimo, de apenas dos minutos y medio, donde, a través de fotografías, se cuenta la mínima Historia de Comitán. Todo está hecho de manera profesional y, como deben hacerse las cosas, “a la comiteca”; es decir, con pasión. Se ve que los integrantes de la empresa disfrutan su trabajo y, además, lo hacen con un comprometido sentido de responsabilidad. Vivimos, vos lo sabés, en el siglo de la imagen. Ahora todo mundo se deja seducir por lo visual, porque, desde que el genio humano inventó el cine, las imágenes han formado parte de nuestra educación formal e informal. Somos lo que oímos, lo que leemos, lo que tocamos, lo que olemos, lo que sentimos, ¡lo que vemos! Los cinéfilos de hueso colorado, como vos (como lo fue Rosario Castellanos), tienen una potencial capacidad para reconocer propuestas estéticas de calidad. El trabajo de Zarape Films toca altos cielos. Posdata: en el mundo se filman cientos y cientos de películas cada año. Muchas son auténticos churros, otras son palomeras y un reducido porcentaje accede al nicho donde está el cine de arte. Los documentales que filma Zarape son de calidad. ¿Se vale soñar con el día que pisen la alfombra de Cannes o de Venecia? ¡Se vale! El vuelo inicia con el instante en que se hace el papalote. Si el papalote está hecho con la tradición de los mayores, el chunche volará muy alto. La historia del cine comiteco está por escribirse. Hay tanto por platicar acerca del Cine Comitán, del Cine Montebello, de los inicios de las exhibiciones en el pueblo, en el siglo XIX. Hace falta revisar el material de la familia Yáñez y del cine realizado por Francisco R. Gordillo. Hacen falta los testimonios de quienes vivieron la experiencia de los cines comitecos. Ahora están las salas de Cinépolis. Ya son otros tiempos. Son tiempos en que descuella Zarape Films. Estamos en el tiempo del Intermedio de esta gran historia. Ojalá ¡altos vuelos!

miércoles, 25 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA CASA ENORMÍSIMA

Querida Mariana: ¿puede alguna persona ser casa, hogar? Sí, hay personas que son como casas, porque tienen techos que protegen de las tormentas; porque tienen patios que se abren generosos para recibir el sol; porque tienen sitios donde al lado de los árboles de aguacate crece el espíritu de los amigos, conocidos y familiares. Sí, hay personas que son como un fogón donde sale el pan calientito y se alimenta la brasa afectuosa. Doña Lolita Albores, la recordada cronista, fue una casa, sigue siendo un hogar cálido para los habitantes de este pueblo mágico. El 25 de agosto de 2021, año pandémico, se cumplen 103 años del nacimiento de doña Lolita, quien nació el 25 de agosto de 1918 en Comitán. Doña Lolita fue generosa en su cuerpo, rechoncho, de cachetes como tortillas que subían en el comal a la hora que contaba una anécdota o un chiste y se carcajeaba. Sí, su risa era como un manteado para fiesta, llena de festones, rejas de papel de china, juncia fresca y marimba. Ahora que rememoro el patio de guateque que era doña Lolita, que sigue siendo, surgió la pregunta: ¿echaba su copita doña Lolita? No lo sé. Sus amigos íntimos sí tienen la respuesta en la ventana de la boca. Hay personas que son como una casa. Que tienen enormes portones y zaguanes que se abren a los patios donde la lluvia brinca alegre y el aire es una muchacha risueña, llena de vida. Sí, hay personas que son como un hogar, donde las personas cercanas se sienten como pollitos al amparo del ala de mamá gallina. Y esas casas, cuando son especiales y únicas, son como pueblos enteros, porque en sus corredores, al lado de los helechos, de las alegrías y de los geranios, crecen matas llenas de palabras, con hojas que huelen a menta. Doña Lolita fue, sigue siendo, como un pueblo, como un pueblo envuelto en un chal. La esencia de la riqueza cultural comiteca se posó en su pecho de paloma pumusa. Esa esencia jamás la abandonó, se sintió cenzontle chento y ahí se quedó por siempre. Sus amigos y conocidos gozaron de ese aleteo y de su cantadito. Ese pájaro sigue volando por los cielos comitecos de todos los días. Hay instantes en que algún peatón da vuelta en una esquina y escucha una carcajada como de jolote alegre, arrecho, es el eco de la risa de doña Lolita que sigue resonando por los valles y rebota en las nubes del azulísimo cielo. Doña Lolita fue una casa, con mobiliario antiguo, con radio de bulbos, con televisores en blanco y negro, con butaques en el corredor, con aguamaniles, con loros balanceándose en los aros, con ollas de barro llenas de agua limpia, con lavaderos de madera de pino. Doña Lolita fue una casa, altísima, con balcones, pilares de cedro, paredes hechas de bajareque y ventanitas de tejamanil. Doña Lolita fue un pueblo, con cielos azules, con clima templado, con jardines llenos de flores, curguatones, chupamirtos, tiucas y zanates. Su voz sigue volando, es abeja que nos ofrece miel; es hormiguita cargando hojas verdes; es tzisim que sale en tiempo de la lluvia del verbo. Hay personas que son como una casa, que siempre tiene una cama de latón o un petate para el descanso del viajero; hay personas que están llenas de roperos donde se conservan las chamarras y las sábanas para alejar el frío del alma, del alba. Doña Lolita fue un pueblo, lo sigue siendo, su recuerdo está lleno de amaneceres sublimes, de tardes con colores amarillos desgajándose del árbol del cielo. Doña Lolita dio mucho a este pueblo, ella se entregó sin regateos. Con bordón o sin él recorrió las calles de Comitán y pepenó los papelitos y las voces que salían de las bocas de la gente. Antes de que las palabras se fueran por el albañal, doña Lolita las pepenó y las envolvió en papel. Posdata: querida mía, doña Lolita fue experta en la fabricación de papalotes. Mirá cómo vuelan ahora sus palabras. Doña Lolita fue experta hacedora de barquitos de papel. Mirá cómo navegan ahora en los ríos de nuestra identidad. Doña Lolita fue una mujer casa, una mujer hogar, una mujer fogón. El 25 de agosto de 2021 se cumplen ciento tres años de su nacimiento. En el alma sonó la marimba y el cielo se llenó de confeti, de vivas, de palabras, de risas iluminadas.

martes, 24 de agosto de 2021

POR PASILLOS LUMINOSOS

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que arden como árboles en medio de la tormenta, y mujeres que son como libros en una librería. La mujer libro en librería espera que alguien la abra. La misión de su vida se cumple en el instante que alguien la toma de un librero o de una mesa de novedades. A veces son manos inexpertas, manos que sin quehacer entraron a la librería y hojean a lo bobo, como quien mira el agua del río desde lo alto de un puente. A veces son manos expertas, que tienen experiencia en pasar y repasar las hojas y que disfrutan lo que ella muestra: palabras, imágenes, fotografías, caricaturas, bocetos, cuadros. La mujer libro en librería contiene todo el conocimiento del mundo, como si fuese espíritu de Jung, en su inconsciente colectivo posee todo el presente, el pasado y el porvenir de la humanidad. Sus mariposas y sus orugas reconocen cada hoja del árbol. Por lo mismo, no es soberbia, es humilde, como humildes las líneas que forman sus oraciones. Cuando ella se baña, abre los brazos y recibe los rayos húmedos de sol; cuando camina por las calles recibe la luz del día con la misma caricia que el café bulle en la olla. Ella reconoce todas las esquinas del mundo, sabe cómo se forman las orillas de los ríos y cómo serpentean las líneas de las montañas. Se pone de puntillas para ver por la ventana, o para recibir un beso de su amado, o para tocar la campanilla a la hora del recreo. Viaja en motocicleta cuando el fastidio del tren la agobia; viaja en bicicleta cuando la nube del autobús huele a huracán; viaja en balsa cuando la taza del café se consume en la barra. A ella le gusta limpiar los objetos con esencia de vainilla o con hojas de menta. Limpia la pluma que usa para la firma del contrato con el aire; limpia el peine que emplea para arar la mente del niño dispuesto al vuelo; limpia el plato que recibe el maná del cielo; limpia el lente con el que observa el cielo sin estrellas; limpia la vía para el paso del tren; limpia la puerta que da paso al vacío; limpia el vaso que contiene el agua pura. Le encanta soñar. Sueña con alondras que cantan el Aleluya; sueña con ventanas que se abren en el cielo y con pasos que avanzan por el campo sin prisa, que no corren, que tienen tiempo para jugar rayuela o para saltar la cuerda. La mujer libro en librería no soporta al amante que se moja el dedo con saliva para darle vuelta a sus hojas; ni tolera al amante que le mete un separador entre las piernas o el inútil que dobla una esquina de la página para señalar que ahí dejó la caricia interrumpida. No soporta a los que cambian de lectura de la noche a la mañana, ni a quienes la dejan olvidada en la mesa de noche o en el sofá de la sala o en el asiento del autobús. Por el contrario, ama y se entrega completa con quienes, al conocerla, la huelen con la emoción del libro nuevo. Abre las puertas y ventanas para que la luz del conocimiento vuele como papalote por el aire de su cuerpo. Basta un verso bien dicho para que ella coja la cuerda que excita al dedo y al labio. Su experiencia le ha demostrado que esas dos sustancias son las que propician el prodigio de la carne y del espíritu: el dedo y el labio. Tiene palabras consentidas. Estas palabras las conserva en una cajita hecha con sándalo, las echa a volar en cuanto mira que la lluvia del deseo moja su campo. ¿Cuáles son las palabras amadas? Una de ellas es Llamada, por lo que tiene de llama y de hada; otra es Almohada, por lo que tiene de alma y de hada; una más es Habitación, porque es el espacio idóneo para volar papalotes sin necesidad de viento. Le gusta caminar por bosques, detenerse, ver el cielo, observar los pájaros en vuelo, los helicópteros, las hojas secas, el polvo celestial, la bandada de palabras y la columna de gritos que se derrumba a la hora del ángelus. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que siempre preguntan si el otro está bien; y mujeres que cuentan los instantes con la avaricia del que cuenta monedas.

lunes, 23 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON SUEÑOS PANDÉMICOS

Querida Mariana: las películas, novelas y cuentos apocalípticos son como pesadillas. Ahora, en tiempos de pandemia, muchos sueños entran al territorio de la oscuridad. La zozobra que el mundo vive se refleja en el espejo del sueño. A mí me desconcierta que la palabra sueño se aplique a la actividad mental que aparece mientras dormimos, y también se aplique a los deseos. Y digo que me desconcierta, porque los sueños nocturnos caminan por terrenos resbaladizos y, en muchas ocasiones, caen al vacío, territorio de la pesadilla. Los sueños diurnos, los que aparecen como sinónimo de deseo, jamás caen en huecos oscuros, porque tienen alas. Una cosa es que te pregunte ¿qué soñás?, y otra muy diferente es preguntar: ¿qué soñaste? Lo primero se refiere a tus máximos deseos, como llegar a ser una gran cineasta; y lo segundo alude a los sueños que no controlamos y que pueden ser pesadillas. Cuántas veces no despertamos con el corazón en medio de la garganta, con el cuerpo lleno de sudor, con una sensación de terror. Damos gracias a Dios por haber despertado, por dejar abandonado ese territorio de pavor. Digo que muchas películas apocalípticas son como pesadillas trasladadas a la pantalla. A mí, fiel cinéfilo de toda la vida, jamás me han gustado esas películas llenas de zombis o de catástrofes naturales o propiciadas por el hombre. Lo más que vi en la infancia fueron las luchas que Santo, el Enmascarado de Plata, sostenía contra zombis que eran simpáticos seres que se movían como robots de hojalata oxidada. Entiendo que vos, por tu profesión, tenés que chutarte toda clase de películas, incluso de esas apocalípticas donde los sesos y la sangre son cosas comunes. En 1962, la escritora Lidia Zuckermann publicó una novela con el título: “Anoche tuve un sueño extraño”. Ese título, bien podría aplicarse a muchos sueños en tiempos de pandemia, porque, de acuerdo con lo que platican familiares, amigos y conocidos, temas pandémicos (apocalípticos) han aparecido al lado del Coronavirus, como si fueran la corona de hojalata de este huracán. Hace tres años, salvo algún médico o enfermera inquietos, nadie soñaba con cubrebocas. Pero, a raíz de la aparición de la pandemia, este aditamento, al menos en el círculo cercano, ha aparecido en sueños recurrentes. Imagino que en muchas otras partes del mundo también ha aparecido el cubrebocas en los sueños de muchas personas, después de todo, ya nos explicaron los sabios, los seres humanos compartimos los mismos temores, las mismas pasiones, los mismos sueños, de los nocturnos y de los matutinos. Hace dos o tres días, mi mamá (quien siempre me cuenta todos los sueños al día siguiente, porque los recuerda con todos sus detalles y colores y aromas) me contó un sueño donde el cubrebocas fue el protagonista, me dijo que había soñado que estaba en un mercado, se dio cuenta que no llevaba cubrebocas, comenzó a buscar una tienda, cada vez era más su aflicción, porque la gente parecía reproducirse como conejos. Al fin halló un puesto de venta, compró uno, pero el cubrebocas era como un calzón sin resorte y se le caía. Despertó con cierto desasosiego. Le pregunté a mi mamá si recordaba haber soñado en alguna otra ocasión con un cubrebocas, dijo que no, ella, vos lo sabés, tiene noventa y un años, ha vivido muchos momentos difíciles, pero, asegura, ninguno como el de esta pandemia. Mi prima Martha me contó uno de sus sueños, a través de un mensaje de WhatsApp: “Iba a mi casa, en un camión, pero el camión era de los que van al Reclusorio. Me sentía mal, por viajar en transporte y por no llevar cubreboca. “En una parada subió mucha gente. Eran doctores y enfermeras, porque llevaban bata. También iban sin cubrebocas. Todos iban amontonados. “Yo quería bajarme. Cubrirme con algo. “Miré hacia atrás y vi a mi primo René que estaba en el piso del camión, como si estuviera asoleándose en una playa, tenía los brazos detrás de la nuca, no tenía cubrebocas, me llamaba. Me bajé en el desvío. Ahí desperté”. Posdata: sé que hay más sueños en tiempo de pandemia. El sueño, deseo, de todo el mundo es que ya termine esta emergencia. Hace un año pedíamos el milagro de la vacuna. La vacuna ya apareció, pero no fue la solución, aún hay resquicios que no dan una certeza total. ¿Cuándo terminará esto, Dios mío? ¿Terminará? ¿En qué momento han cedido las pandemias anteriores? México sufre la tercera ola, Alemania padece la cuarta ola. ¡Señor! ¿Cuántas olas faltan? Como dijo alguien en redes sociales, esto ya no parecen simples olas, ya parece un verdadero tsunami. Mientras aparece un rayo de esperanza certera, muchos de nuestros sueños nocturnos resbalan y caen al vacío, territorio donde la matrona de las pesadillas come sesos y bebe sangre.

sábado, 21 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 10)

Querida Mariana: mirá, ya llegamos a la décima parte de esta serie de cartas, donde platicamos acerca de lo que dijo doña Lolita en la crónica que tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos Figueroa”. Ah, cuántos datos maravillosos hemos pepenado de ese testimonio donde una gran comiteca habla de otra gran comiteca. ¡Pucha, nadita somos! ¿Seguimos? ¡Va! A ver, ¿en qué quedamos? Ya recordé, doña Lolita dijo que la gracia que tenía Rosario la heredó de su mamá, doña Adriana Figueroa. Es muy importante lo que doña Lolita dice, porque, en efecto, si leemos los ensayos que Rosario Castellanos escribió, de 1971 a 1974, desde Israel, vemos que Rosario tiene una gran cercanía con sus lectores, porque escribe como si lo platicara en la sala de la casa. Lo hace, como doña Lolita dice, con una especial ironía, vena humorística que heredó por el lado materno. Y esto es así, porque doña Adriana creció en el barrio de San Sebastián, alejada de los protocolos solemnes que existía en los comitecos del centro, donde vivían los hacendados. La cultura, nos lo han dicho los expertos, tiene su mejor veta en lo que el pueblo hace. Esto, Rosario lo pepenó muy bien, y luego lo desarrolló con amplitud y con generosidad. ¿Qué más cuenta doña Lolita? En la segunda parte de su crónica, escrita en agosto de 2002, doña Lolita cuenta detalles que sólo pudo compartir ella, quien vivió en casa de Rosario, en la Ciudad de México. Copio un fragmento: “Cuando viví en su casa le gustaba por las noches ir a mi recámara a contarme de sus estudios, me leía sonetos que después le parecían cursis y los rompía…” Es algo común entre quienes comparten casa. Acá hay algo importante, es la dueña de casa quien va a la recámara de quien es huésped. ¿No se daba lo contrario, que doña Lolita fuera a verla a su recámara? Tal vez sí, pero debió ser en contadísimas ocasiones, porque hay, además de la decencia del que no es propietario de la casa, el respeto a la intimidad, sobre todo, pensando que Rosario es escritora y se sabe que ella exigía un ambiente íntimo para concentrarse en su labor, aunque aún no es tiempo de la disciplina férrea que luego asumió. En la película “Los Adioses”, de Natalia Beristáin, que se estrenó en 2018, hay una escena donde está Rosario, jovencita, leyendo en el baño, para que no la molesten, y le dice a Ricardo que con Lolita Castro (su más íntima amiga) estuvieron con la gran poeta Gabriela Mistral (Premio Nobel de Literatura) y ella les dijo que si querían ser escritoras debían renunciar a todo. Uf. Qué recomendación tan tajante. Bueno, como la Mistral nunca se casó, pudo dedicarse a escribir con esa disciplina, pero Rosario, ¡ay, Rosario!, luego se casa con Ricardo y tiene a Gabriel y, bueno, tiene que hacer huecos para dedicarse a lo que más le satisface y lo hace con tal coraje que le entra a muchos géneros literarios: cuento, novela, teatro, poesía y ensayo. Si quisiéramos hallar una recomendación acerca de la creación literaria en la vida de Rosario, tal vez diríamos que no renunció a todo, pero sí tuvo una gran disciplina. Y esto lo han recomendado muchísimos autores importantes. ¿Querés ser escritor? Sé disciplinado. Rosario se impuso una disciplina para sus colaboraciones en el periódico Excélsior. Con algunas pausas, Rosario publicó su columna semana a semana. Eso permitió que Andrea Reyes consiguiera más de cuatrocientos ensayos que están recopilados en tres tomos con el título de: “Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos”. Sigamos con lo que doña Lolita escribió: “…salíamos al cine, paseábamos por el bosque de Chapultepec que estaba enfrente…” Rosario fue una gran cinéfila. Tal vez el gusto por el cine lo adquirió en Comitán. No existe, hasta el momento, una declaración en tal sentido, pero la propia doña Lolita cuenta que el cine ya había llegado a Comitán cinco años antes de que Rosario naciera. En tiempo de su niñez y adolescencia ya estaba el Cine Olimpia que debió ser genial, porque había marimba en la entrada y música de piano en vivo en el intermedio. En fin, lo que sí tenemos como constancia de su pasión por ver cine es lo que apareció publicado en el periódico “Excélsior”, el 29 de mayo de 1971. Rosario lo escribió en Israel. Mirá qué dice: “Usted sabe que yo soy una absoluta fanática del cine y que en ocasiones he hecho viajes, no para visitar museos ni para admirar paisajes ni para contemplar monumentos históricos, sino para ver una película que no va a ser exhibida en México por razones que me niego totalmente a comprender…” ¡Increíble! Yo, la verdad, no conozco a alguien que haya hecho lo que Rosario hacía. Yo mismo soy fanático del cine, pero jamás he hecho un viaje especial para ir a ver una película. ¡No! En la Ciudad de México, cuando era estudiante universitario, sí tomé dos o tres camiones para llegar a una sala ubicada en el otro extremo de donde vivía (recuerdo que en una ocasión leí que, en un auditorio del Poli, en Zacatenco, exhibirían la película “Emmanuel”, con Silvia Kristel, que, en los años setenta, era una película sensualona que no debía perderme, pero ¿tomar el camión o el barco o el avión para ir a ver una película que no exhibirían en México? ¡Jamás! Vos, que sos una cinéfila de hueso colorado no has hecho lo que Rosario hacía. Vos vas a Guadalajara para tus estudios y has ido al Festival de Cine, de Morelia. Pero, hasta ahí. En fin. Doña Lolita corroboró con su testimonio el gusto de Rosario por ver cine, buen cine. Con frecuencia menciona el cine de Bergman, le parecía una propuesta interesantísima. Pero, además, doña Lolita dice que ella y Rosario paseaban por el Bosque de Chapultepec, uno de los espacios naturales bellísimos de la gran ciudad. ¿Sabés en dónde estaba la casa de la familia Castellanos Figueroa, en la Ciudad de México? ¡Frente al Bosque de Chapultepec! Pucha, ese fue un privilegio para ellos. Ni en Comitán tuvieron ese privilegio. En Comitán tenían las haciendas, pero Rosario jamás tuvo lo que sí poseyó en la gran ciudad. Ella salía a la terraza en la planta alta de la casa, se acodaba en una bardita y miraba parte del bosque. Su mirada se llenaba con vuelos de pájaros y con murmullos de las frondas que se movían al ritmo del aire, del viento y de la lluvia. ¡Qué prodigio! Bálsamo para su mirada. Así pues, no hay que imaginar mucho para lograr ver a doña Lolita Albores y a Rosario cruzando la avenida Constituyentes, para internarse en el bosque y caminarlo mientras platicaban y respiraban aire purísimo. En varios documentales se ven escenas donde Rosario camina por la terraza de su casa y se ve el bosque al fondo. Parece que su trabajo creativo lo realizaba en el estudio que daba a esa terraza. El estudio se aprecia lleno de luz. ¿Cuál es el espacio ideal para fomentar la creación literaria? Todo entorno es vital, porque la literatura toca todas las orillas del quehacer humano, pero, sin duda, la poesía puede volar con libertad en un entorno natural. Sin duda que Rosario logró pepenar algunas aves geniales a la hora que se acodaba en esa bardita de la terraza y recibía la bofetada sublime de los verdes del bosque. Hay mucho más para platicar acerca de lo que doña Lolita escribió. El tema que sigue es impactante, porque habla de la devoción que guardaban los papás de Rosario al difunto Minchito, el hermano menor de Rosario. Pero, bueno, como diría Nana Goya, esa es otra historia y si lo permitís lo abordaremos en la próxima carta. Pucha, qué palabrita me aventé: lo abordaremos, como si el tema fuera un bote para viajar por los ríos de la memoria. Posdata: la próxima semana celebraremos el cumpleaños de doña Lolita, quien nació el 25 de agosto de 1918, celebraremos con harta marimba y confeti el cumpleaños 103 de nuestra recordada cronista, cuya memoria sigue vigente y más viva que nunca en nuestro pueblo, porque su trabajo como cronista fue de una exquisita responsabilidad. Si digo que ya llevamos diez cartas hablando de lo que nos contó de su convivencia con Rosario digo que su trabajo fue fecundo. Ella, igual que Rosario, fue muy disciplinada en su labor. Por eso, Comitán la honra y parte de ese reconocimiento es lo siguiente: por primera vez en el pueblo y por determinación del actual Honorable Ayuntamiento Constitucional de Comitán de Domínguez, este 25 de agosto se celebrará el primer año del DÍA DE LA CRÓNICA EN COMITÁN. ¡Genial! El nombre de doña Lolita queda aliado para siempre con este oficio maravilloso que tanta gloria ha dado al mundo en general, y a Comitán, en particular. El otro día recibí una llamada telefónica de un talentoso amigo comiteco que radica en otra ciudad. Pucha, lo estoy haciendo muy de intriga, ¿verdad? Bueno, es el tono que debo usar ahora, porque no puedo dar más información de lo que él me platicó, pero sí diré que fue un comentario que me causó gran regocijo. Si lo que él contó toma forma y se logra será un acto generoso que dirá mucho de la generosidad de nuestro pueblo. Apuntalar los rasgos de identidad es una tarea fundamental para consolidar el edificio espiritual que tanta luz prodiga al mundo. ¡Que viva Comitán! ¡Que viva Rosario Castellanos! ¡Que viva, por siempre, doña Lolita Albores!

viernes, 20 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN DESFILE

Querida Mariana: esta fotografía, de 1972, la compartió la poeta Clara del Carmen Guillén. Los datos biográficos de la escritora apuntan que ella nació en Comitán en 1956, por lo tanto, auxiliado con el ábaco, digo que, en este instante, ella tenía quince años de edad o, como se dice en el pueblo, “estaba andando” en los dieciséis. Clarita siempre ha sido argüenderita. Le ha gustado participar en muchas actividades. Ya contó un día que participó como “extra” en la película “Balún Canán”, en la escena que filmaron en el panteón municipal de Comitán. En la escuela la elegían para acompañar al maestro Edgar Robledo Santiago, en un acto oficial, y para portar el banderín en los desfiles. En esta fotografía aparece al lado de Conchita Constantino, ambas portan el estandarte de la Escuela Tecnológica Industrial, institución donde Clarita estudió la educación secundaria. Bueno, dirás, por qué tanto dato de Clarita, porque ella, igual que los demás personajes que aparecen en fotografías, representa un momento histórico. Si mirás con atención, verás que, como Clarita es de piel blanca, anda con unas chapas por el sol que han recibido sus mejillas. Acá, el contingente escolar pasa frente al palacio municipal, antes de que lo remodelaran en los años ochenta. Esta fotografía da una idea cercana de la inquietud que provocaba un desfile escolar. La audiencia, en esta mañana de 16 de septiembre de 1972, está apiñada en tres niveles: la primera fila de espectadores está parada sobre la calle, misma superficie donde desfilan los estudiantes; la segunda fila es la de espectadores parados sobre la banqueta; y la tercera fila está formada por espectadores que están parados sobre el pretil, base de los arcos. Claro, hay otros espectadores, los VIP. Si mirás bien, en un extremo superior, al lado de un cartel que hace publicidad del doctor Manuel Velasco Suárez, quien era gobernador de Chiapas en ese momento, hay una mujer que ve el desfile desde una ventana. Si hacés un ejercicio de imaginación verás que ahora, en esa ventana hay un balcón. En la fotografía apenas se ve un cachito de la balaustrada que tenía el balcón central. Ese día (aunque no aparece en la fotografía) estaban colocadas las autoridades municipales. El presidente municipal en ese tiempo era el ingeniero Abelardo Cristiani Rovelo y la primera dama del municipio (así acostumbraba llamarse a la esposa del presidente) doña Rosita Guillén de Cristiani. Sin duda que ellos presenciaban el desfile esa mañana calurosa. Hablamos de los años setenta; es decir, cincuenta años antes del Calentamiento Global, por lo que el sol no era tan inclemente. Me encanta la niña de vestido amarillo. Ella está parada sobre una franja breve, la posición de sus brazos indica que se sostiene de la columna; si se hiciera tantito hacia adelante caería sobre los espectadores que están parados en la banqueta. Otro dato importante de esos años es la tabla que está colocada a mitad de los arcos. ¿Qué era? El aviso de la Farmacia en Turno; es decir, la farmacia que, durante una semana, daba atención lo que ahora llaman: 24/7. De acuerdo con el Censo Poblacional de 1970, la población de Comitán era de dimensión media, oscilaba entre 39 y 40 mil habitantes. Esto justifica esa costumbre simpática: sólo una farmacia atendía urgencias. Si alguien necesitaba una medicina en la noche acudía a la presidencia y veía cuál era la farmacia que estaba de turno. El día del desfile, la farmacia que estaba en turno era la Farmacia San Francisco. Otro dato simpático es el siguiente: la fotografía fue tomada la mañana del 16 de septiembre de 1972, pero fue revelada en mayo de 1973. En tiempos de fotografías digitales esto parece de la prehistoria, pero en ese tiempo, los amigos y familiares tenían una camarita de doce o 20 exposiciones y éstas eran estimadas. En ocasiones, los rollos se guardaban para llevarlas al estudio fotográfico donde los revelaban; además, las fotografías a color no las revelaban en todos lados. Si alguien llevaba un rollo con fotografías a color con el maestro Hermilo Vives, él enviaba el rollo a la Ciudad de México donde era revelado. Este proceso tardaba varios días, muchos. Uf. Qué tiempos. Tiempos de letreros en la presidencia con la Farmacia en Turno; tiempos de fotografías analógicas; tiempos de desfiles maravillosos; tiempos donde Clarita tenía quince, veía al frente y, tal vez, años más tarde escribiría libros de poesía y cuentos para niños. Posdata: ¿tenía novio en ese momento? Al terminar el desfile ¿tomó una nieve dando vueltas en el antiguo parque del pueblo? ¿Se sentó en una mesa de Nevelandia y tomó un refresco? Ah, ¡saber!

jueves, 19 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN LLAVERO DE VAN GOGH

Querida Mariana: en esta fotografía está el llavero de la oficina, del Colegio Mariano N. Ruiz. El veintitantos de marzo de 2020 cerré la puerta y desde entonces no he vuelto. ¡17 meses! En este agobiante lapso he visto muchas historias tristes. Muchos amigos han fallecido a causa del Covid-19, virus que exigió cerrar la puerta de la oficina. Pensé, como muchos, que la cuarentena pasaría pronto, pero esta pandemia se ha extendido como hiedra y asfixia el tronco de la vida. El llavero lo tengo en el auto, siempre lo llevaba en la bolsa del pantalón, me gustaba pensar que tenía a Van Gogh en la bolsa. Cuando tenía emoción por ver el trazo genial del genial maestro sacaba el llavero y tenía a Van Gogh en mi mano y eso hacía que llegara hasta mi corazón. “Trigal con cuervos” es la reproducción que tiene mi llavero. ¿Ya oíste cómo lo digo? Mi llavero. Un día, sólo por ocio aletargado, pensé que el original de este cuadro está valuado en millones de dólares. En el reverso del llavero está grabado el origen: Van Gogh Museum, Amsterdan. Hugo, una mañana de saber qué año, viajó a Europa y cuando estuvo en el Museo Van Gogh compró este llavero y al regresar a Comitán entró a mi oficina, me dio un abrazo y me entregó el llavero. El párrafo anterior lo escribí en forma apresurada, como si fuese cuervo de Van Gogh volando sobre el trigal. Para continuar esta carta debo hacer una pausa. He dicho que, durante la pandemia, como todo el mundo, he comprobado lo que dijo el poeta Vallejo: “…hay golpes en la vida, tan fuertes…”, pero, también, he sido testigo de destellos que alumbran el espíritu. Dije que Hugo estuvo una mañana en el museo Van Gogh, en Amsterdam, y luego regresó a Comitán y entró a mi oficina y me entregó el llavero, que, a partir de ese momento, se volvió ¡mi llavero! Hace dos o tres días, Hugo escribió en un grupo de WhatsApp: “…buenas tardes, ya llegó el que andaba ausente. Un abrazo”. Este mensaje lo entendí como una confirmación del día que Hugo entró a mi oficina. Ese día, con su abrazo y con el suvenir, expresó lo mismo: “ya llegó el que andaba ausente”. ¿La vida es un viaje donde los regresos iluminan las ausencias temporales? Hugo estuvo enfermo, como Dante caminó por los infiernos, pero, ángel luminoso, regresó de ese descenso y su mensaje fue como un aleteo de colibrí: “Ya llegó el que andaba ausente”. Todos sus amigos lo celebramos, lo abrazamos, tomamos su mano y, con él, tocamos la campana. Una mañana, hace algunos años, Hugo entró a mi oficina, me dio un abrazo y el llavero con el cuadro de Van Gogh. El que andaba ausente había regresado y con ese chunche me expresaba su afecto. Hoy, que amigos y familiares celebramos su feliz retorno, le entrego algo menos sublime que mi llavero: una palabra. A Hugo le digo que agradezco a Dios su regreso; le digo que me conmueve saberlo bien. Lo abrazo a distancia. Abro esta ventana digital y le digo lo que le han dicho muchos amigos emocionados: ¡te quiero! Que estas palabras, que vuelan como cuervos azules, se posen en el trigal de su vida. ¡Que fructifiquen, que sigan dando la savia para hacer pan compartido! Mis amigos viajan y cuando lo hacen, de vez en vez, se acuerdan de mí. Fany me trajo un llavero de Nueva York, Memo me trajo una taza pequeña con la silueta de Neruda y Hugo me trajo un llavero con un cuadro de Van Gogh. Los tres chunches los conservo. Como el gran escritor Pamuk, Premio Nobel de Literatura, hizo el Museo de La Inocencia, en Estambul; yo tengo un pequeñísimo pero enorme museo que se llama El Museo del Afecto. Ahí están cartas de mi papá y de mi mamá, los chunches que llegaron a mis manos cuando mis amigos regresaron de algún viaje. En un nicho especial tengo la cinta roja que me regalaste y que espero, un día, sea la protagonista de la novela que quiero escribir y que deseo sea una de las obras más grandes jamás escritas. Posdata: este tiempo de pandemia ha abierto muchas grietas, creado muchos vacíos. ¡Dios mío, llevo más de diecisiete meses sin ir a la oficina! Todo ese tiempo he trabajado en casa. Ahora no es posible recibir el abrazo de los amigos, pero, gracias a la virtualidad, sigo conectado con el mundo y alzo mi vaso y celebro el retorno de Hugo. Doy gracias a Dios por su mensaje: “Ya llegó el que andaba ausente”. Dios hizo el prodigio. Que Dios lo bendiga por siempre. Gracias a Dios hay muchas personas que han regresado de los territorios caminados por Dante. Otros, por desgracia, no han vuelto. ¡Hugo lo hizo! Dios permita que muchas personas puedan lograr la sanación. Cuando Hugo me entregó a Van Gogh me entregó también su afecto, acá lo mantengo calientito, en medio del corazón. ¡Vida, más vida, siempre!

miércoles, 18 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON IMAGEN CAMPIRANA

Querida Mariana: ¿ya viste qué foto tan bonita? Yo, lo sabés, soy un gran ignorante en cualquier materia, pero tengo el primer lugar en cosas del campo. Tengo amigos que crecieron en ranchos y saben todo lo que debe saberse de entornos campiranos, pero ¿yo? Ah, crecí en una casa a media cuadra del parque central de Comitán y siempre fui muy cuidadito. ¡Cuidadito que yo quisiera ir más allá del centro del pueblo! Por eso, cuando Rocío me envió esta fotografía lo primero que pensé fue en pollitos. Porque en el sitio de la casa sí tuvimos conejos, gallinas y gallos, un gallo blanco cabrón que siempre me perseguía para picotearme. Rocío me respondió: caliente, caliente. Y yo, que había olvidado lo de la foto le dije que sí, que de vez en vez. No, mudo, dijo ella, digo que caliente, pero no son pollitos. Entonces, como ya andaba metido en el tema le dije que eran pollitas. Caliente, caliente, dijo ella, de nuevo. Y supe que jugábamos a frío, frío, caliente, caliente. Si estaba caliente (en el juego de preguntas) significaba que pronto adivinaría si eran Ford o Chevrolet los animalitos que acá picoteaban. Como era juego, escribí: tacuatzitos con alas. Rocío me mandó un emoticón intraducible, pero de color rojo y con rayos saliendo de sus ojos, acompañado con el siguiente texto: frío, frío, tan frío como un tacuatz, no te hagás, decí qué animalitos son. Yo le mandé un emoticón sonriente y le puse otra bobera: Si no son tacuatzitos con alas, tampoco son tzisimes gringos crecidos. Ella, ¡bendito Dios!, lo tomó por el lado amable, mandó caritas sonrientes y me puso: ah, pues, jugá, habíamos empezado bien. Como vi que ya estaba seria, pensé tantito: ¿qué animales tienen alas, dos patas y un pico y picotean en el piso? Pensé en patos, pero miré que las patas estaban más abiertas y el pico no tenía la anchura que tiene Donald. ¿Qué podrían ser? Vos, ¿qué dirías? ¡Palomas! Pensé en palomas y así lo escribí. Caliente, caliente, fue la respuesta de Rocío. Y yo iba a comenzar a jugar con la palabra paloma, porque vos sabés que más vale paloma en mano que siento bonito. Si no eran palomas, qué podían ser. Pensé en codornices, pero no lo escribí, porque no les miré horma de codornices. ¿Quién sabe cómo son? Cuando menos me conforté diciendo que tenía cierta idea de aves de corral. Al final, como siempre lo hago, me rendí. Escribí: Me doy (y volví a sentir un calorcito en mi cuerpo). Rocío dijo: Ah, vos, siempre te das, regalado. Y yo le contesté: pero ni regalado me aceptan. Su siguiente mensaje fue muy atrevido, yo comencé a sudar y el calorcito me invadió en todo el cuerpo. ¿Sabés que me puso? ¡Cotzito! Dios de mi vida. ¡Qué aventada!, pensé. Iba a ponerle: ¡sale! Cuando recibí otro mensaje: Son cotzitos. Entonces regresé a la realidad. Supe que se refería a la fotografía. De inmediato, mi corazón comiteco, con todo el pesar del mundo, hizo la traducción: cotzitos, igual que jolotíos. ¡Ya! Los animalitos que acá se ven son guajolotes pichitos. Claro, si algún amigo leyera esto no sabría que a los guajolotíos les decimos cotzitos, porque la palabra cotz es una voz tojolabal que significa guajolote, pero (ahí voy de nuevo) los comitecos al acto sexual le decimos cotz, cuando alguien dice: ¡Vonós a echar cotz!, no te está invitando a comer una pierna de guajolote en mole, sino que quiere comer tu pierna y puntos intermedios. Por eso, cuando Rocío escribió ¡cotzito!, yo me alebresté como gallo colotop. Posdata: cuando supe qué animalitos eran vi con atención la fotografía. Todos los cotzitos están en su rollo, pero los dos cotzitos de primer plano parecen platicar, comentar alguna confidencia. ¿Qué se están secreteando? Rocío escribió: ¿te gustó la foto? Sí, le dije, sí, mucho. Sí, dijo ella, el cotzito es bien bonito, bien sabroso. Y ya no supe qué pensar. Ella mandó una carita sonriente y dos manitas unidas, como una bendición.

martes, 17 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO DE 1971

Querida Mariana: ¿ya viste el bordado? Por iniciativa de Lulú Guillén De León, el 7 de agosto de este año se reunieron integrantes de la gloriosa generación 1968-1971, de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Este bordado consigna la fecha. Los muchachos, ya sesentones, que acudieron a la cita colocaron el bordado en sus camisas y blusas. Con gran emoción y orgullo portaron un bordado que contiene pocos elementos, pero que son síntesis de una época llena de luz: el nombre de la institución, el logotipo actual (que es diseño de un ex alumno del colegio: Francisco Gordillo Alfonzo), los años de la generación y la fecha simbólica: 50 aniversario; es decir, la conmemoración del año en que egresaron de la secundaria. Ya conté que soy integrante de esa generación, me cupo el honor de ser compañero de todos ellos. El certificado de secundaria da fechas puntuales: el primer grado lo realizamos en el ciclo escolar: 1968-1969; el segundo correspondió al ciclo escolar: 1969-1970; y el tercero y último grado fue en el ciclo escolar: 1970-1971. ¿En qué fecha fue expedido el certificado? El documento dice 15 de julio de 1971 y está firmado por el director del Colegio Mariano N. Ruiz: profesor Jorge Gordillo Mandujano (papá del diseñador del logotipo); el secretario del colegio: Augusto Molinari Bermúdez (papá del Arenillero); y con el Visto Bueno del Director de Educación Media y Superior del Estado: Ingeniero Víctor M. Sánchez León (papá de sus hijos). Los integrantes de esta generación llevamos, durante los tres años, aparte de materias científicas, algo que se llamó Educación Cívica, Educación Artística y Educación Tecnológica (mecanografía) y también la amada por muchos y odiada por mí: Educación Física. Quiero contarte algo que sigue repicando en mi cabeza: en Educación Artística necesitábamos llevar unos chunches especiales. Dirás vos, como en cualquier clase. Pues no, digo yo. Porque si bien, en el primer grado, en Dibujo de Imitación, no necesitamos más que un cuaderno de cuadrícula grande, un lápiz, una goma de borrar y una caja de colores; para el segundo grado, en Dibujo Técnico, necesitamos el lápiz, el borrador, el papel manila, la regla T y un tablero de madera. Es difícil que podás imaginar lo del tablero de madera, como difícil fue para nosotros cargarlo. Para Modelado, en tercer grado, también necesitamos llevar un chunche de madera, claro, más pequeño, para que ahí realizáramos las pequeñas esculturas con plastilina de color gris. Además de la tablita y de la plastilina llevábamos unos chunches que se llaman estiques y que son palitos con ganchos que sirven para quitar plastilina y para afinar detalles, eran unas herramientas sensacionales. Pero lo que quiero contarte es lo del tablero para la clase de Dibujo Técnico. El primer día de clases, el maestro Güero anotó en el pizarrón la lista de materiales y dibujó, con destreza y facilidad, el tablero con las dimensiones requeridas. No recuerdo bien el tamaño, pero si ahora abro mis brazos digo que, más o menos, medía 60 cm de largo y 40 de ancho. ¿Cuánto era el grueso? No sé, tal vez una pulgada. Esto permitía que la regla T se deslizara fácilmente sobre la superficie. El aditamento genial estaba dado por dos ranuras en la base que permitía meter la regla T de lado a lado, de esta manera, a la hora que salíamos de casa, tomábamos la mochila y la tabla, con la regla incorporada. Ahora te estarás preguntando por qué no dejábamos el tablero en el salón. ¿Y sobre qué superficie hacías la tarea en casa? ¿Sobre la mesa desvencijada del comedor? ¿Sobre el escritorio? Ah, sólo los ricos tenían escritorios planos. Así que el tablero iba al colegio y regresaba a casa. Por fortuna, el horario estaba acomodado de tal forma que Educación Artística nunca coincidía con Educación Tecnológica, porque ya hubiese sido una exageración llevar, aparte de la mochila, el tablero para dibujo y la máquina mecánica de escribir, portátil. Los muchachos de hoy acuden al Taller de Dibujo y pegan el papel albanene sobre los restiradores. Una vez quise preguntar si cargaban los restiradores todos los días de clase, pero pensé que era una pregunta boba. Posdata: cuando, en 1971, junto con mis compañeros, egresé de la secundaria y fui a San Cristóbal de Las Casas a inscribirme a la Prepa Nocturna, Héctor, un vecino que estudiaba el primero de secundaria en el colegio me dijo que le vendiera los dos tableros, el de dibujo y el de modelado. Así lo hice. Le pasé la estafeta, con gusto. Tal vez por eso, cuando alguien me dice que debemos aprender a abandonar piedras, a no cargar muchas cosas en la vida, yo asiento. Pero acá debo decir que, así como odié Educación Física, amé Educación Artística, fueron las clases donde más a gusto me sentí. Si ahora tuviera que cargar tableros para dibujar o para modelar lo haría con placer.

lunes, 16 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON LÍNEAS PATERNAS

Querida Mariana: Fui la niña de los ojos de mi papá. Yo, por mi parte, y a mi modo, lo amé mucho. Lo sigo amando, treinta y un años después de su muerte. No soy caso único. Hay millones de historias en el mundo, de padres que aman a sus hijos e hijos que aman a sus padres. El 8 de agosto me llegó una sugerencia al WhatsApp. Un compa de Tuxtla Gutiérrez dijo a sus amigos que recomendaba la lectura del libro “El olvido que seremos”, de Héctor Abad Faciolince. Dejé el celular y fui al librero. No me preguntés el porqué de tal comportamiento. Fue como si el mensaje, en lugar de recomendar la lectura de ese libro me hubiera indicado que buscara en el librero. Ahora digo que tal vez fue el título lo que activó mi mente: el olvido que seremos. ¿Recordás el mensaje de la película “Coco”? Mientras el difunto siga presente en el altar de muertos sigue dando luz. El año pasado, en Día de Muertos, Esther, nieta de mi papá, me compartió una foto del altar que hizo en una esquina de su cocina, ahí estaba el retrato de mi papá. Seremos olvido, mientras el olvido no sea polvo cubriendo la memoria. Y, como si una mano divina guiara mi mano, tomé un libro, lo abrí y hallé en medio de sus hojas ¡una carta! Una carta que mi papá envió a mi mamá en 1963. Mi mamá y yo (yo tenía seis años) viajamos a la Ciudad de México, porque mi mamá tenía una dolencia grave y necesitaba el auxilio de médicos más experimentados. El médico comiteco le había recetado cortisona. Un primo (Paco), médico también, le dijo: No, Hilda, eso te va a matar. Ve de inmediato a la Ciudad de México, para que te traten. Mi papá se quedó en Comitán, mientras nosotros estábamos en el tratamiento de mi mamá, en el Hospital de La Raza. Nunca había leído esa carta. Estaba extraviada, o más bien dicho: resguardada en las páginas de ese libro intocado desde hace años. La leí, cincuenta y ocho años después, y al lado de la despedida, hallé un borrón que aún puede leerse: Querido hijo, y luego una nota aclaratoria donde dice que iba a escribir un recado para mí, pero decidió mejor escribir una carta y junto a la carta de mi mamá apareció la carta que mi amado padre me mandó. Comienza así: Querido hijo. Comencé a leerla, con los ojos nublados, porque fue como si me hablara al oído, como si me abrazara y me dijera que yo era la niña de sus ojos. En la carta dice que recibió la carta que le envié, que al volver a casa le cuente las cosas que veo en la Ciudad de Los Palacios (así lo escribió), que salude a primos y tíos y que pida a Papá Diosito (así lo escribió) que cure a mi mamá. Y al final se despide así: “…te mando muchos besos y abrazos cariñosos, tu papá que te quiere. Augusto”. Todo escrito con su letra elegante, con una a mayúscula generosa, con horma de montaña altísima. ¿Mirás? Dice que yo había enviado una carta. Para ese momento ya estudiaba el primer grado de primaria, en la gloriosa Matías de Córdova. ¿Escribí la carta o mi mamá lo hizo y yo sólo la dicté? ¿Qué le dije? No sé qué tanto le conté. Por primera vez estaba en la gran ciudad, mis ojos pepenaban muchas esencias que no había en Comitán, pueblo pequeño provinciano. Mi papá escribió cartas, mi mamá también lo hizo y yo, a los seis años, escribí cartas. Era la moda en esos tiempos. Ahora, pocas personas siguen haciéndolo. Yo sí escribo cartas, casi a diario te mando cartas a vos, niña de mis ojos. Posdata: terminé de leer la amorosa carta que mi papá me envió en 1963 y que yo recibí en la gran ciudad. Papá Dios hizo el prodigio y curó a mi mamá. Ella siguió yendo durante todo un año, y un día la terrible enfermedad remitió. Algunos dedos le quedaron torcidos para siempre, no obstante, hasta la fecha, es una gran tejedora. La torcedura de los dedos no impide que haga verdaderas obras de arte con hilos y, antes de la pandemia, diera clases de tejido en la Casa Geriátrica, en Comitán. Estoy seguro que cuando regresamos a la casa de Comitán mi papá me recibió con muchos besos y abrazos cariñosos y yo, sentado en sus piernas, le conté todo lo que había visto en la Ciudad de México y, si no lo hice, lo hago ahora, le dije que yo también lo amaba mucho, siempre, hasta el infinito. Cuando cerré la carta, la metí al sobre, entré al portal de Amazon y pedí la novela de Héctor Abad. Tres minutos después tuve el libro electrónico en mi computadora. Comencé a leerla y hallé la historia amorosísima que el padre de Héctor dispensó a su hijo. El papá de Héctor fue asesinado, la historia de Colombia lo recuerda como un hombre que defendió los Derechos Humanos y realizó campañas de medicina preventiva. La historia íntima nos la cuenta Héctor, hijo que, igual que vos y yo, tuvo el privilegio de tener un padre bueno. Ahora, como lo hizo mi amigo tuxtleco, te sugiero que leás la novela “El olvido que seremos”. Sé que te gustará. Ahí está condensada la vida con toda su mierda y, también, gracias a Dios, con toda su carga de luz y de amor.

sábado, 14 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON PANAS, PINIS, PONOS Y PUNUS

Querida Mariana: como si fuera ejercicio de esos que hacen en las escuelas, te pregunto: ¿Qué palabra va entre pana y pini? Si un comiteco dice: Bibish, la respuesta es correcta. En Comitán al pene también se le llama bibish. El letrero de la imagen que comparto con vos fue colocado en el parque central de Comitán para estimular la tradición de nuestros modismos. ¿Por qué bibish? No lo sé. Pero el letrero es muy claro: Bibish: órgano sexual masculino. El ejemplo habla acerca del tamaño, dice: “`ta bien chiquitío su bibishito de tu hijito”. Uf. Ojalá conforme crezca el chiquitío (sin albur) su bibish también crezca en forma decente, de lo contrario entrará con desventaja a la burbuja de los amigos, donde un bibish pequeño es motivo de burla. Recordá que vivimos en un país machista, donde los hombres (bien machos) andan presumiendo tamaños descomunales. Y ahora no sólo es motivo de burla entre amigos hombres, sino también entre mujeres. En una ocasión escuché que una chica decía a otra: “Lo tiene muy chico, ni cosquillas hace”. La palabra bibish permite el diminutivo bibishito y el aumentativo bibishote. ¿Existe el término bibishudo? He escuchado que algunos lo emplean: “¡Ah, este bibishudo!”, y señalan a la criatura que se baña en la tina colocada a mitad del patio. Los expertos indican que las cosas deben llamarse por su nombre, llamar pan al pan y pene al pene; no obstante, en el país existen muchos nombres para designar al órgano sexual masculino, algunos que rayan en lo grotesco (muy empleado actualmente por los jóvenes, por ellos y ellas) y otros que caminan por la senda de lo afectuoso y de lo simpático. En los años sesenta, las mamás comitecas usaban la palabra bibish o pilín o pirulí o pajarito. Sí, parece increíble, pero pajarito era una palabra usada para designar al pene, por eso, los hombres bromeaban con eso y a cada rato anunciaban que “Más vale pájaro en mano que ciento volando”. La campaña del Museo de la Ciudad, cuando su directora fue Marisela Robles Higuera, tuvo como logotipo la silueta de un árbol con raíces y hojas. La esencia cultural se sustenta en la tradición. Parte del tesoro cultural de nuestro pueblo tiene su mejor rostro en el lenguaje. El lenguaje nos sirve para comunicarnos, para saludar, para decir adiós, para expresar afecto y muchos otros sentimientos. La palabra nos sirve como elemento de identidad. Armando Alfonzo Alfonzo publicó un libro que le puso como título: “Sólo para comitecos”. Muchas palabras empleadas en el libro necesitan tener al lado su significado. Esto es una muestra de cómo el lenguaje es el hilo que nos amarra en un mismo bordado. El Museo de la Ciudad sembró en varios parques de Comitán estos letreros con palabras usadas en el dialecto comiteco. Fue una campaña con visión porque permitió que todos los paseantes vieran las palabras y las recordaran o las incorporaran a su diccionario personal. Muchas de estas palabras ya no son tan usadas como lo fueron a mitad del siglo XX. Por eso es importante recuperarlas, ponerlas en el paso de los hablantes para que recuperen su brillo. ¿En cuántas partes del mundo de habla hispana se dice bibish al pene? Tampoco sé, pero no en muchos lugares del mundo. La riqueza lingüística de Comitán es proverbial. En algún momento aparecieron estas joyas que enriquecieron la luz del universo. ¿Has oído cómo los bebedores brindan diciendo: “Tzilín, tzilín, tococh, tococh”, con lo cual expresan que las copas choquen y luego se consuma el contenido? Es una genialidad. Con dos onomatopeyas se cumple un ritual amistoso con tradición de siglos. El tzilín imita el sonido que hace una copa al chocar con otra, en forma leve, sin movimientos rotundos que causen quebradura; y el tococh imita el sonido de un líquido al pasar por la garganta. ¡Qué genialidad! La repetición de ambos términos sintetiza la esencia del afecto. Cientos de veces, los comitecos, en un cumpleaños, bautizo, boda o reunión amistosa o familiar, han repetido esos dos vocablos para confirmar el afecto. Mientras todo el mundo dice ¡Salud! a la hora del brindis, los comitecos decimos: ¡Tzilín, tzilín, tococh, tococh! Esta diferencia dialectal es lo que hace la diferencia, lo que enriquece el mundo. imaginá un mundo donde todo fuera uniforme. Imaginá un mundo donde los nombres de las personas fueran iguales y limitados. Muchas personas no han valorado la riqueza del nombre Caralampio, por ejemplo. Algún complejo nos sigue acompañando. Si ahora das a elegir entre Brayan o Caralampio, muchos elegirán el primer nombre, que es una derivación de un nombre inglés. En gastronomía hay un concepto que se llama maridaje y que indica qué vino es el acompañante ideal para un determinado platillo. Lo mismo sucede con los nombres y apellidos. Pongo sólo como ejemplo el siguiente: Qué nombre es más eufónico: ¿Caralampio Pérez o Brayan Pérez? ¿Qué nombre es más agradable al oído? ¿Bryan Adams o Bryan Pérez? Lo pongo sólo como ejemplo. En el lenguaje también hay maridajes. El castellano se escucha mejor con elementos propios de su carácter. Lo mismo sucede con los nombres de las poblaciones. En USA existe la ciudad de Los Ángeles y esto es así porque esa región de California perteneció al territorio mexicano, pero más arriba, los nombres son New York o Idaho. Imaginá que alguien quisiera copiar este último nombre para bautizar una población de México, sonaría así: Ay, dajó. Sonaría mal, sí, ¡horrible! ¿Cómo sonaría una ciudad gringa con el nombre de Guadalajara? Guadala jarra. Cada lengua tiene sus encuaches, los términos que tienen siglos de tradición. ¿Desde cuándo en Comitán se usa la palabra bibish? No lo sé. Pero dicho término tiene una gran tradición. La tradición es la huella que se deja sobre la piedra. En las ruinas mayas está impresa la tradición cultural de estos pueblos riquísimos en cultura. La lengua castellana que hablamos en este 2021 en Comitán tuvo su origen, según la placa que está en la fachada del templo de Santo Domingo, en 1556. Los frailes dominicos (cuyos nombres están impresos en esa placa) comenzaron la evangelización en ese año, su chamba propició, entre muchos otros injertos culturales, la transmisión (imposición) de una religión con un solo Dios verdadero y de la lengua materna de ellos: el castellano. La religión no permite que el simple mortal intervenga en su transformación; pero el lenguaje, al ser un ente vivo, se enriquece en el uso diario. El pueblo comiteco es un pueblo genial, logró agregar joyas de lenguas indígenas y preservó el voseo que sólo se usa en pocos países hispanohablantes: Argentina, Uruguay, Paraguay, en el sur de América, y en varios países centroamericanos. En estos países, el voseo, como dicen los expertos lingüistas, es prestigioso. Millones de hablantes hablan de vos. Comitán es un pueblo mexicano que conserva esa prestigiosa tradición. Eso nos une con los hablantes de aquellos países. Una vez, en Puebla, alguien me preguntó si era argentino. ¡No!, dije, soy de Comitán y expliqué la gran diferencia: el tono, en el pueblo, vos lo sabés, tenemos un cantadito especial que hace diferente el voseo comiteco al voseo uruguayo, por ejemplo. Decimos pues que eso es la confirmación de la riqueza cultural. La diferencia hace que el mundo sea vasto, interesante, mágico, misterioso, eterno. Lo que hizo el Museo de la Ciudad fue una propuesta generosa: sembró cultura en varios parques públicos. A mí me encantó el proyecto. Como tomé esta fotografía para testimonio, ahora ella me sirve para platicar con vos de lo nuestro, de lo que nos hace ser un pueblo mágico. Debe haber muchas anécdotas comitecas, simpáticas, que tienen como eje la palabra bibish. Si divido la palabra suena bien gringa al principio y bien comiteca al final: bib ish. Vos sabés que ish también es una voz de nuestra región, la decimos cuando algo nos desagrada. Yo la he escuchado con frecuencia en la siguiente oración: “Ish, tan fiero su modo”. Fiero es sinónimo de feo. La fiereza no es lo que significa en otras partes: crueldad de algunos animales; no, en el pueblo la fiereza tiene que ver con lo feo. Las mamás comitecas de los años sesenta miraban fiero que sus pichitos se agarraran el bibish, ¡ish!, decían. Posdata: cuando vi el mensaje en el parque central de Comitán lamenté que en mis tiempos de adolescente no hubo esos cartelitos. Habrían permitido que yo tuviera tema para platicar con las chicas. Mi proverbial timidez me impedía acercarme a una chica que me gustaba, porque no sabía qué platicar. Estos letreritos habrían servido para cortar el hielo. Bueno, tendría que ser selectivo, para no parecer hombre de mal gusto. Al ver el letrero con la palabra cotz, estaría prohibido preguntar: ¿te gusta el cotz? En el letrero con la palabra bibish, me haría tacuatz, para que la chica no preguntara: ¿y vos, de qué tamaño tenés el bibish?

viernes, 13 de agosto de 2021

EXPUESTA A LA LLUVIA

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como luces traseras en una camioneta, y mujeres que son como camellón de bulevar. La mujer camellón de bulevar también divide su mundo en dos. Los que transitan por su izquierda y quienes lo hacen a su derecha. La sublime, por supuesto, es la que tiene jardines en sus pies y no cemento. Las flores, los árboles y los arbotantes de luz le otorgan los principales rasgos de su personalidad. Está acostumbrada a ver a la gente que camina, que conduce autos, que está trepada en bicicletas. Sabe perfectamente quién sale a pasear, quien lo hace para huir o para delinquir. Reconoce, de inmediato, al niño que le gusta sacar a pasear a su mascota, o al que juega fútbol o al que lo castigaron y debe hacer la tarea. Reconoce a los hombres que llevan lentes oscuros, a los que sacan la cartera llena de tarjetas de crédito y ausente de billetes. Distinguen la mirada de las prostitutas, de las chicas que consumen mariguana, las que son lesbianas, las que salen en busca del sol y añoran el mar de su infancia. Saben que la vida es ese eterno arrollo que la rodea. Todo es movimiento. Algunos caminan por la izquierda, otros por la derecha; algunos se dirigen hacia el norte y otros hacia el sur; algunos buscan las frondas de los árboles y otros nadan en aguas subterráneas. La mujer camellón de bulevar reconoce las estaciones del año y es experta en las diferentes manos del día. Ama la mano en madrugada, la que se pone una bufanda para ir por las tortillas o hacia el templo; ama la mano de mediodía, la que bebe una jícara de pozol o bebe una cerveza con botana; ama la mano de la tarde, la que recibe el vuelo de los pájaros en busca de refugio para el descanso; ama la mano de medianoche, la que camina abrazado al amigo y bebe un sorbo de ron y grita ¡Viva México, cabrones!; ama la mano de las cuatro de la madrugada, la que tirita en medio del frío envuelto en la soledad. Ella ama todos los sonidos que la visten, los sonidos que le dan vida, que son como hormigas dando vueltas en la noria de sus oídos. Ama la sirena que se abre camino para salvar al que se accidentó cuadras atrás; ama el claxon insistente que rompe el cristal de la noche; ama las carreras de los que hacen carrera deportiva; ama las carreras de los perros que persiguen los fantasmas de siglos pasados. Ella reconoce cómo abren los labios los que besan, los que gritan, los que alertan, los que piden auxilio, los que reciben un golpe en el estómago, los que vomitan en la borrachera. Ella disfruta a los que se sientan en los parques y se acarician y dan de comer a las palomas y abren un libro y lo leen. Ella ama a los que brincan la cuerda, a los que juegan ajedrez, a los que escuchan el radio que llevan en su hombro. Ama la luz que se descuelga del cielo, la lluvia que es la cortina que cubre de humedad la mirada; ama el modo del amante que toma con ambas manos la cara de su amada y le da un beso. Extraña, por supuesto que sí, el sendero que lleva al río, la arena que besa el agua del mar, el vuelo de la golondrina, la piedra que descansa en la montaña; extraña la butaca del teatro, la góndola de la rueda de la fortuna, los toboganes de infancia, el paseo de campo, el voleibol en la alberca. Extraña el rostro sin cubreboca, la mano adentro de los frijoles tiernos en el rancho. Extraña los caballos, las nubes sin smog, la luna transparente, el espejo al lado del abuelo, la silla sin reflector. La mujer camellón de bulevar exige una ventana para su cristal, un marco para su retrato, una alfombra para sus pies cansados y una puerta de emergencia para los deseos. Su forma geométrica favorita es la línea recta, la que forma los triángulos en los techos, la que hace las carreteras y las banquetas, la que delimita su alma, la que la ha formado en la certeza de que la vida derecha es la más intensa, porque el misterio no está en su cuerpo sino en todos los círculos y senderos torcidos que están afuera. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son la línea que sueña con ser imperfecta, y mujeres que son como una puerta abatida a la mitad, sin saber si está medio abierta o medio cerrada.

jueves, 12 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON LAS DOS CARAS DE COMITÁN

Querida Mariana: Juan dice que no soy objetivo, que mi idea de Comitán es muy romántica, ilusoria, que ya no corresponde con la realidad. Yo defiendo mi espíritu, que es el espíritu de este pueblo. Entiendo que Comitán no es lo que era, ¡no!, ahora el pueblo vive inmerso en una violencia jamás vista. Mas el poeta dijo: ¡México, creo en ti! De igual forma yo digo: ¡Comitán, creo en vos! Comitán no es una isla, vive los procesos sociales que vive el mundo. México ya no es el país idílico de antes, ¡no!, de igual manera está inmerso en una burbuja de violencia brutal. Comitán también vive tiempos difíciles y más en esta época de pandemia. Mi mamá dice que el mundo está de cabeza, pero para poderlo enderezar no podemos hacer lo mismo: ponernos de cabeza, ¡no! Mi visión de Comitán corresponde a lo que siempre he sostenido: el espíritu del Comitán eterno sigue en los sitios de algunas casonas comitecas, en las paredes de bajareque, en el tapanco, en los oratorios y en los actos de los comitecos genuinos, los que abonan todos los días para que siga creciendo el árbol, los que hacen llover bendiciones. No ignoro el Comitán fracturado. ¿Cómo? Si en nuestros rostros se resquebraja. Pero no puedo ampliar el estruendo de la grieta. ¡No! Ya otros compas se encargan de ello, ellos amplifican el eco del derrumbe. Mi misión es presentar la otra faceta, la que ahora está llena de polvo; mi misión es limpiar la carita del Comitán eterno. Mi labor se une a la de miles de personas que en este pueblo, con su trabajo digno, modesto, pero responsable, colocan macetones en las ventanas, balcones y portales de este pueblo. Sí, mientras otros cortan flores o talan árboles, miles y miles de comitecos regamos agua limpia, nos sorprendemos cómo la flor iluminada crece en medio del desierto. ¡Sembrar luz!, es el cometido principal de mi encargo. México vive épocas incruentas, pero, asimismo, el renuevo de la esperanza siempre brota cada mañana. Colgamos lianas de luz donde crece el tzucumo de la oscuridad; colgamos rejas de papel de china donde se extiende la telaraña del desaliento; lanzamos pedacitos de tortillas para alimentar pececitos a la hora que los otros lanzan desechos al lecho del río. Sí, creo en Comitán, cada mañana copio la frase del poeta y digo: “Comitán, ¡creo en vos!”, creo en tus cielos que nos bendicen, creo en tus pies que caminan sin cansancio, creo en tus manos que siguen modelando su porvenir en barro, creo en tu mirada que consagra el aire y la nube y el pájaro y el zaguán, creo en tu vientre que pare anhelos, creo en tu voz, la que habla de vos, la que al nombrar la palabra fortalece la vida. Comitán, ¡creo en vos! Por eso, sin ignorar el grito miserable, no amplifico la tragedia, uso mi palabra para restañar la herida, para colocar un ramito de albahaca en la hendija. Mi mirada hace a un lado la espina, el cardo y la ortiga, para que tu mirada, niña mía, se llene con la flor de la esperanza. Comitán es para siempre, Comitán aún conserva su esencia de tenocté, la sonrisa de los tejados de barro, la generosidad de sus patios, la tranquilidad del butac, la mirada niña del viento afectuoso y el vuelo del chupamirto. Sí, yo rezo cada mañana: Comitán, ¡creo en vos! Creo con fe, a ojos ciegos, sin necesidad de meter la mano de Santo Tomás en la llaga. Sé que Comitán, como todos los pueblos del mundo, está dolido, su carita está manchada con lodo, algunos patios están llenos de mierda. Mi misión es tomar esa mierda y hacerla abono, para que la ceiba de su grandeza siga incólume. Mi misión es usar la palabra, la misma que usó Belisario, la misma de Rosario, la que usan miles y miles de comitecos nobles, para hacer un huerto con ramitos de menta, hierbabuena y manzanilla. Posdata: eso le dije a Juan. ¿No soy objetivo? Tiene razón. ¿Soy romántico? Está equivocado. No soy un iluso, Comitán, como todo el mundo, también está de cabeza. Lo enderecemos. Que la palabra sea ese palito que sirve como soporte para la planta cuando está débil. Pronto será un árbol fuerte y el palito será ala, nube, cielo.