miércoles, 31 de marzo de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA LUZ JUEGA A LAS ESCONDIDAS




Querida Mariana, los estudiantes se detienen un instante y dejan una rosa sobre la banqueta. Lo hacen todas las mañanas, antes de tomar el autobús que los llevará a su escuela. Dejan la rosa sobre el lugar donde, según los enterados, una muchacha bonita se desintegró a la vista de medio mundo. Sí, leíste bien: ¡se desintegró! Los testigos presenciales dicen que la muchacha bonita vestía falda a cuadros rojos y azules, blusa blanca con el logotipo de su escuela sobre el pecho izquierdo, calcetas blancas; su cabello lo llevaba recogido, olía a hierbabuena. En cuanto ella llegó a la terminal dejó la mochila sobre la banca, buscó un libro y lo abrió. Investigaciones posteriores demostraron que el libro era un libro de cuentos de Julio Cortázar y que ella leía la página 84, línea 12, donde está el cuento: El Otro Cielo. La hora exacta de la desintegración fue la de las 7 de la mañana con 12 minutos y 14 segundos, en el instante que el autobús doblaba la esquina y se enfilaba a donde estaban los tres muchachos y los dos ancianos. Los otros dos jóvenes también iban a su colegio, un colegio diferente al de María Esperanza Chávez Conrado (nombre de la muchacha hija de la luz). Los ancianos eran marido y mujer e iban al hospital para una revisión de rutina (después se comprobó que no resultó tan de rutina porque ella murió. El testimonio del viejo no contó para las pesquisas pues padecía Alzheimer). El comandante de la policía (un tipo iletrado) tuvo el buen tino de solicitar la ayuda de dos alumnos destacados de la carrera de Letras de la UNACH y logró saber que María Esperanza leía la siguiente línea: “las cosas me sucedían cuando menos pensaba en ellas, empujando apenas con el hombro cualquier rincón del aire”. Los universitarios le explicaron que, tal vez, cuando llegó a las palabras rincón del aire ella tuvo una nostalgia de viento. Durante mucho tiempo el comandante sostuvo su teoría de que esas palabras parecían letra de alguna canción de José Alfredo Jiménez e incluso la cantaba en voz alta mientras iba de un lado para otro por en medio de los dos escritores de la húmeda oficina: “Empujando apenas con el hombro, cualquier rincón del aire”. “Sí -decía- es de José Alfredo, o, ya de jodida, del tal Joaquín Sabina”. Fue necesario que el Director de la Facultad de Humanidades certificara, de puño y letra, que el texto era de Julio Cortázar. Asimismo fue necesario explicar al comanche que el escritor estaba muerto y que el texto en cuestión nada tenía que ver con los mensajes que la delincuencia acostumbra dejar sobre los puentes peatonales (bueno, con decir que el tipo ya había comisionado a dos efectivos para que le trajeran “vivo o muerto” al tal Julio Cortázar, acusándolo de ser el autor intelectual).
María Esperanza se desintegró un minuto antes de que el camión llegara; en el instante que Mario alzó la mano para detener el camión; en el momento que don Eusebio tomó a su mujer del brazo y la ayudó a pararse; justo en el instante en que dos niños echaron a correr detrás del camión. Se desintegró como si una mano superior la tomara entre sus dedos y la deshiciera como hoja seca de abeto.
El comandante abrió un expediente y comisionó a dos efectivos para que resolvieran el caso, pero, Marianita, el caso no tiene solución, al menos en el plano de esta realidad. ¿Qué pasó? Tal vez los dos estudiantes universitarios son quienes están más cerca de una explicación natural dentro de lo sobrenatural: María Esperanza ¡tuvo nostalgia de viento!
Como siempre sucede en Comitán, la gente comenzó a inventar: que si pasó un ovni y la jaló; que si Dios la castigó porque un día antes había estado bebiendo cerveza en “La Granja” y había subido a una mesa a bailar a ritmo de reggae; que si dos hombres invisibles le hicieron “un levantón”; que si era parte de un grupo de investigación de la NASA y que transmutó en otra cosa. En fin, se dijeron muchas cosas, pero lo cierto es que la muchacha bonita no regresó a su casa hasta el día de hoy.
P.D. Otros dicen que todo fue un invento creado por los dos chavos para hacerse famosos. Que María Esperanza nunca estuvo ahí, que una noche antes se “fugó” con el novio y vive en París, tiene un hijo y trabaja en una librería de la Rue Dauphine.
Los chavos, en efecto, tuvieron sus cinco minutos de fama pues la noticia salió en el programa de televisión de Jaime Maussan, quien mostró el caso como una posible abducción.

martes, 30 de marzo de 2010

¿Y AHORA QUÉ?


¿Y ahora Carlos Slim qué piensa? Sé qué pensaba Carlos, mi compañero de primaria, que siempre era el primero del grupo, pero no sé qué pensará don Carlos. ¿Y ahora qué sigue? ¿Qué sigue cuando ya saliste en las listas de Forbes como el hombre más rico del mundo? Carlos, mi compañero, soñaba con ser el mejor estudiante de México (no sé si lo logró, porque un día desapareció de mi vista). ¿Pero don Carlos qué? ¡Ya está arriba de la montaña más alta! ¡No hay más! ¿Se tratará ahora de acumular más riquezas para llegar a ser el hombre más rico que jamás existió en toda la historia de la humanidad? ¿Se tratará ahora de pensar en la posibilidad de que en algún otro planeta existan seres como nosotros -digo, tontos materialistas- y don Carlos pretenda ser el número uno del universo en las listas de Forbes?
No sé qué pensará don Carlos. A la hora que se acuesta, ¿qué piensa? ¿Será que algo como un orgullo le recorre la piel y se infla como guajolote al pensar que no existe hombre en el mundo que tenga más paga que él?
¿Qué pensará a la hora que despierta y mira el Sol entrar por su ventana? ¿A la hora que camina por un parque y respira el aire y mira un árbol o una simple mariposa jugueteando por el viento? ¿Qué pensará -digo- cuando en la noche eleva la vista y mira el cielo y lo ve lleno de estrellas? Digo, no creo que piense: "Soy el hombre más rico del mundo". ¿Qué caso? Tal vez, pienso yo, hay momentos en que don Carlos piensa que ante la magnificencia del universo (frente a una simple hormiga que carga una hoja) su dinero no sirve de algo.
Porque, la verdad, eso de que es el hombre más rico del mundo no da envidia. ¡Quién sabe cómo llegó a serlo! Si ahora mismo hiciéramos una encuesta, la mayoría dijera que no quiere ser como don Carlos. La verdad: ¡pobre!, pero, bueno, así le tocó ser en la vida y no le queda más que disfrutar su primer lugar entre los ricos. Menos mal que el cielo no existe (me refiero al cielo donde se supone van a dar los que se portan bien en la vida) porque si no ¡qué friega! Don Carlos sería el último de la fila y no entraría porque ya lo dijo la Biblia: primero pasará un camello por el ojo de la aguja que un rico entre al reino de los cielos. ¡Chin! A don Carlos no le queda más que desquitarse en esta vida y comprar todos los chunches materiales que más pueda: carros, yates, campos de golf, cientos de edificios, los mejores vinos, los mejores relojes, haciendas. ¿Mujeres? No le queda más que volverse accionista del New York Times y de todo lo que se le ponga enfrente. Lo jodido de esto es que debe padecer el síndrome del cuate rico. Acá en Comitán tenemos un compa al que cada año nos preguntamos qué regalarle el día de su cumpleaños, porque como tiene su paguita (no, no, no crean que anda tras la lista de Forbes) pues tiene de todo. ¿Qué regalarle a don Carlos? No sé. No creo que sea buena idea regalarle un chunche. ¿Más pendejaditas? No, no, dirá, don Carlos, más basura ya no.
Tal vez él sueña en comprar un terreno en la luna o, como El Principito, comprar un asteroide donde pueda mirar a gusto una puesta de Sol.
Tal vez con Carlos lo que más disfruta es mirar una puesta de Sol. Y para esto, para esto, no se necesita tener toda la paga del mundo. Hoy mismo, si Dios lo permite, cada uno de mis lectores y yo podremos mirar este maravilloso espectáculo que no cuesta algo. Porque lo verdaderamente importante de la vida no vale algo. Digo, suena así como a moraleja medio mamila, pero es la realidad.
Cuando don Carlitos se rasura frente al espejo no es más que un hombre, igual que vos, igual que yo. "Espejito, espejito, ¿quién es el más riquito?". ¿Gana algo cuando el espejo responde: "Tú, Carlitos"?
¿Qué hará don Carlos cuando el pinche espejo -el próximo año- responda: "Hay otro más rico que tú"? ¿Nos pasará a joder con el cobro de sus servicios? ¿Inventará más cobros en los celulares, por ejemplo?

lunes, 29 de marzo de 2010

INSTRUCCIONES PARA LEER EN LA OSCURIDAD


Con un abrazo para la familia Delfín Cristiani,
por la ausencia física del Arq. Roberto Delfín Cristiani.



1.- Imaginar que la luz sale a comprar cigarros y no vuelve más a casa y uno se siente como huérfano.
2.- Probar si la luz ya está tibia. La mano debe colocarse como un cucharón e introducirla, poco a poco, en el río de luz.
3.- Escribir sobre la pared de viento los créditos de todos los artistas que participan en la puesta en escena de la vida.
4.- Jugar golf en el campo del universo. Debe tenerse la precaución de no hacer “hoyo en uno” pues cada uno de los 18 hoyos es un “hoyo negro”
5.- Aprender, al derecho y al revés, el lenguaje braille. Es conveniente practicar mucho en la piel del amado o de la amada.
6.- Diseñar una bandera del territorio de la imaginación. Cada mañana, a las seis de la mañana, izarla en el asta del techo de la casa. Se recomienda poner el disco de Los Reales Fuegos de Artificio, a todo volumen.
7.- Comprar muchos pares de lentes para ver de cerca, para evitar la resolana y para mirar de lejos. En caso de ser necesario se puede emplear lupas y telescopios (el del Monte Palomar no siempre está disponible).
8.- Durante la mañana salir a cobrar el dinero que nos deben los amigos y aceptar algunos abonos que cubran parte de la deuda. Por la noche debe hacerse un túmulo con los billetes para hacer una hoguera. Por lo regular una buena fogata con billetes de doscientos da luz por una o dos horas.
9.- Acostarse al lado del libro, colocar los brazos sobre el pecho (si uno está acompañado puede colocar sus manos sobre el pecho de su pareja), cerrar los ojos y escuchar cómo respira cada una de las hojas del libro.
10.- Conseguir una sierra caladora y un taladro. Con ambos objetos diseñar un cielo con las hojas centrales del libro.
11.- Imaginar que uno es un niño que dibuja a mano alzada, sólo que, en lugar de lápices de colores o crayolas, el objeto a utilizar es el eje donde rota la tierra.
12.- Señalar, con el dedo índice de la mano derecha, el lugar de la página donde uno cree que está escrita la palabra viento, o almohada, o buenaventura, o marimba, o, ya de perdida, la palabra azucena o la palabra betabel.
13.- Prender una vela y, en voz baja, cantar: “¡Que llueva, que llueva, la Virgen de La Cueva!”. En el instante que la lluvia comience a caminar sobre el techo, levantar la cara y olisquear el aroma de la “palabra mojada”.
14.- Jugar al instrumento musical; es decir, mandar a la pareja a otra habitación (puede ser la recámara o el baño o la cocina) y decirle que imite a una tuba, una trompeta, un tambor, un piano, un güiro o una campana.
15.- Prender un brasero en la mitad del patio, mientras el perro aúlla a la luna.
16.- Abrir un hoyo a mitad del patio (tiene que ser en un lugar distinto de donde arde el brasero), cavar dos hoyos y descubrir un tesoro enterrado o un yacimiento de petróleo o el cadáver de un rey maya.
17.- Avivar el fuego del espíritu con un soplador de palma.
18.- Recostado en el vientre de la pareja contar cuántas ambulancias pasan con sus gritos de perros lastimados.
19.- Invocar a Jesús y pedirle que, así como convirtió el agua en vino, convierta la oscuridad ¡en luz!, y
20.- Hacer un brindis con vino blanco por “el pez que nada contra corriente”.

domingo, 28 de marzo de 2010

sábado, 27 de marzo de 2010

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE POESÍA "UNA FLOR ESTALLA EN CADA MACETERO"



Mario Escobar Gálvez, autor del libro, me invitó a hacer un comentario el día de la presentación. Paso copia acá de lo que leí.

Buenas tardes:
¡Un poeta escribe un libro! Esto es como decir: ¡un pescador construye un barco! Nadie duda que el hombre empleará el barco para navegar en el río y pescar. Cuando el pescador regresa a la orilla regresa con la red llena de pescados y piensa que el barco que construyó es un objeto maravilloso. Ahora bien, ¿qué hace el poeta con un libro? ¿Qué hace una vez que lo tiene en sus manos, una vez que lo construyó? No lo puede depositar en la corriente de agua porque se hunde y se moja y, ya se sabe, las hojas de papel se deshacen con el agua. Los libros no sirven para cosas prácticas como pescar o como levantar cosechas de maíz o de chabacanos.
¿Para qué, entonces, los poetas escriben libros? ¿Para qué Mario Escobar nos convoca hoy para compartir su libro?
El objetivo es sencillo y se parece mucho al oficio de los comerciantes antiguos que se instalaban en los puestos del mercado de Tlaltelolco. Se trata de poner el libro sobre un mantel para que los demás lo vean, lo palpen, lo huelan y, ocasionalmente, lo lleven a casa. En el bullicio de la plaza prehispánica no todo mundo hacía el trueque de cacao por xoloitzcuintles, pero siempre hubo alguien que sí lo hizo. De igual manera, en todos los tiempos del mundo, hay gente que mira un libro de poesía y lo toma porque algo en su corazón le dice que en la vida no todo es un barco o un pescado.
Y es así porque tal vez a ustedes les ha pasado esa sensación absurda de comprar un objeto y una vez que lo tienen entre las manos preguntarse: “¿Esto es todo?”
Los libros, ¡los buenos libros!, injertan una sensación diferente que obliga al lector a afirmar: “Esto no es todo”.
Y hay una gran diferencia entre decir: ¡Esto es todo!, a decir: ¡Esto no es todo!
¡Siempre hay algo más! Los libros ayudan a ver que ¡hay algo más! Los libros tocan la esencia del espíritu, a pesar de que son los objetos más intangibles. Y esto es así porque la palabra es volátil como el ala de un ángel y frágil como el cristal del agua.
Mario me contó un día que, de niño, allá en Tapachula, lugar donde nació, su mamá lo llevaba a los rezos. Por lo regular, los niños odian ir a lugares donde los adultos están habla y habla y donde a cada rato les dicen que se callen, que dejen de jugar, como si no supieran que los niños juegan porque así descifran el mundo. Pero a Mario no le molestaba ir a los rezos, ¡al contrario! Se hincaba, al lado de su mamá, y, en medio de velas y aromas de flores, hacía silencio y escuchaba los rezos. “Santa María, Madre de Dios…”, oía cada palabra como si fuera agua de un río de fluir constante. De ahí, Mario aprendió que la palabra tiene un ritmo que se alía al ritmo del universo. Mario no estaba equivocado. Ya sabemos que Jaime Sabines, poeta de gran sonoridad, bebió constantemente de la palabra Bíblica.
Un día, quién sabe hace cuánto, Mario llegó a Comitán. Caminó sus calles, bebió sus balcones, sus barrios, sus estrellas y sus vientos. A la noche siguiente: ¡escribió! Escribió como si orara, como si la palabra húmeda de aquellos patios tapachultecos fuera la condición necesaria para redimirse de algo que nunca se sabe qué es, pero que está emparentado con el pecado original, con la oscuridad y el silencio que reinaban antes de la creación del universo.
El libro que Mario presenta hoy se llama “Una flor estalla en cada macetero”. Y la flor es el símbolo porque esto es precisamente lo que sucede en cada macetero, en cada corazón del hombre. A cada instante hay algo que estalla, algo como un ¡deslumbramiento! Mario nos dice en este libro que este pueblo también está hecho de esas flores que estallan como galaxias a cada rato en la infinitud del universo. Y como la creación es un asunto, no de iglesias, pero sí de religiones, su voz se emparenta con la de los grandes profetas.
Escuchen la voz de Mario (cito)
“Quiera el león de la Pila, quiera el tanque dar a los caballos, el agua del espíritu”
(termina cita)
La palabra de Mario proviene de la plegaria inicial, de la voz con que el hombre pide luz a los seres divinos. El libro de Mario comenzó a escribirse el primer día que su mamá lo tomó de la mano y lo llevó al rezo en el patio de una casa de Tapachula. Era una casa con techo de teja, con patio de tierra, con hamacas colgadas de los pilares de madera; era una casa con un perro dormitando en el zaguán, con una mujer sentada en la entrada abanicándose con un abanico de palma; era una casa con muros de adobe, con mosquiteros en la ventana; era una casa con un árbol plantado a mitad del patio; pero, sobre todo, era una casa mujer, una casa brasero; casa donde el fuego de la palabra es más afectuoso que el calor de treinta y nueve grados a la sombra de ese pueblo hirviente.
Por esto, la estructura de este libro de poesía tiene la traza de un cuarto o de un patio o de una casa o de una ciudad y viceversa. En la poesía de Mario reconocemos que la palabra es el cimiento de toda estructura mental y la poesía sirve como aire para que vuelen los papalotes y los sueños.
Mario nos enseña que con rezos se hacen las alianzas, no aquéllas infames de PAN y PRD, sino las alianzas del Arca de la Alianza, de la salud de los enfermos, del refugio de los pecadores, de la puerta del cielo y del trono de la sabiduría.
La mirada de Mario, así lo demuestra este libro de poesía, no es la mirada del extranjero o del viajero. Su mirada descubre deslumbres en cada macetero y cada macetero es cualquier balcón, cualquier puerta, cualquier ventana. La flor no dura para siempre, pero la mirada de Mario la conserva eterna y nos la entrega luminosa antes de que la novedad se consuma en la rutina.
Mario ha paseado su mirada por el cuerpo de una mujer que se llama ciudad o por esta ciudad que se llama mujer; la ha paseado con todo el tiempo del mundo y sus ojos han sido como una mecedora que ha bebido todas las tardes y todas las noches, sin prisa, sin reacomodos.
Escuchemos de nuevo la voz de Mario, sólo para reafirmar que su voz es como una flor que estalla en el corazón del hombre:
(Cito)
“No recuerdo desde cuando te quiero, ni de dónde me viene la memoria, tal vez de una casa de adobe y tejas”.
(termina cita)
De la casa de adobe y tejas viene el agua de este río. Su cauce es el mismo que sigue el sol cuando, abrumado por el calor de Tapachula, decide darse una pausa y mete sus manos de fuego al agua. De ahí viene el libro de Mario, de ahí su palabra.
Concluyo diciendo que me siento halagado de estar acá con ustedes, porque el concepto de universidad es, precisamente, el de universalidad. En este espacio cabe todo y, aunque este campus no tiene carreras propiamente humanistas, con este acto refrenda su compromiso con el hombre. Qué bueno que las autoridades de la Universidad Autónoma de Chiapas, mi universidad también porque estudié la carrera de lengua y literatura en la Facultad de Humanidades, promueva el vuelo del pensamiento y de la sensibilidad para sus jóvenes estudiantes. El libro de Mario, estoy seguro, puede tocar el corazón de cada uno de ustedes.
Los invito a leer este libro. Hallarán en él una nueva forma de mirar el mundo. Mario, no lo olviden, comenzó a escribirlo desde el primer momento en que su mamá lo tomó de la mano y le dijo: “Ven, hijo, caminemos, el camino comienza acá y no termina nunca”.
Muchas gracias.

viernes, 26 de marzo de 2010

MUJERES QUE FUNCIONAN CON ENERGÍA ELÉCTRICA



A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como papel mojado, y mujeres que son como un libro electrónico.
La mujer libro electrónico es conocida como la “ibuk” y tiene la ventaja de llevar en su corazón de plasma más de mil libros. Su antepasada del siglo XIX era una mujer llena de polvo con cientos de volúmenes con olor a viejo y a naftalina. Debido a que los hombres comenzaron a ignorarla, en la década de los noventas del siglo pasado, la mamá de la ibuk se volvió una mujer con la “estantería” abierta. Sus amados la gozaron como nunca pues ella estaba siempre dispuesta y cualquiera podía “meter” mano entre sus estantes. Pero, como sucede en la vida, pronto, sus amados la abandonaron porque la mujer videojuego apareció. Pero ella pensó: renovarse o morir en el abandono del amado y ¡ella se renovó!
Los hombres que gozan amar a una mujer envueltos en la flama de una vela no deben acercarse a una ibuk. Esta mujer es para los hombres que están acostumbrados a pasar el dedo sobre la pantalla con la misma facilidad con que lo pasan sobre los labios o sobre el cabello de las muchachas bonitas. Esta mujer es para los amados que disfrutan con el voyerismo, ya que ella está llena de imágenes digitales.
La gran ventaja es que ella tiene todo a la mano. Ya no hay necesidad de bajarse de la cama para ir por una cita bíblica o por un verso de Sabines o de Efraín Bartolomé.
La gran desventaja es que, durante todo el tiempo que dura el acto del amor, esta mujer no apaga su pantalla. Los amados que disfrutan la oscuridad total, los que juegan a ser ciegos y lamen cada tramo de piel como si estuvieran adentro de una gruta ¡no se sienten bien ante la ibuk!
Los lectores inteligentes ya apreciaron que esta mujer se convierte en algo menos que un mueble inútil cuando la luz se va.
Pedro me contó que, recientemente, estuvo con una ibuk, la conoció en uno de esos llamados Antros. La mujer era deslumbrante, como si estuviese llena de efectos especiales. Mi afecto se deslumbró, la sedujo y, por fin, la llevó a su departamento de soltero (bueno, así le llama él, pero en realidad es su departamento de la infidelidad ya que él es casado). Pedro estaba emocionadísimo ya que ella poseía casi todo el conocimiento amoroso del mundo. Cuando a Pedro se le agotó la imaginación, ella buscó en su pecho la posición ochenta y cuatro del kamasutra, la que apareció con “pelos” y señales en la pantalla de su corazón. Pero, ¡oh, qué lástima!, cuando más emocionados estaban dándole al juego del “pad”, ella cerró sus ojitos, bajó las manos, sus tetas se fueron hacia abajo como si fueran mangos marchitos e hincando su barbilla sobre su pecho dijo: “La batería se agotó”. Pedro dice que la dejó en su departamento y regresó a su casa donde su mujer siempre tiene prendida la vela.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como pizarrones blancos, y mujeres que son como botes de pintura acrílica.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LO DE TODOS LOS DÍAS


A Dios, porque me da la bendición de que mi mamá cumpla 80 años, con salud y luz.


¿Novedad? ¡No hay! El mundo, de pronto, nos quiere sorprender con algo novedoso, pero, viéndolo bien, no hay tal.
El Internet, la tercera dimensión o los celulares de última generación parecieran ser chunches espectaculares, pero no lo son porque su novedad está instalada en la pura rutina.
Pongamos por ejemplo a los espejos. Un espejo, por más moderno que sea, no puede darnos ninguna sorpresa. Si a alguien se le ocurre inventar un espejo que no refleje imágenes sino que vomite elefantes, el espejo sigue siendo rutinario, precisamente, por lo del vómito y por lo de los elefantes. ¡Pura cosa común y corriente! Para que un espejo resultara realmente novedoso debería ser algo fuera de “este mundo” y las cosas fuera de este mundo también están instaladas en la cotidianidad.
Un espejo que sea como un fogón o que sea un pozo de la eterna juventud o que invente universos o que sea como una fuente de oro o… ¡pura cosa ya dada!
Los seres humanos estamos tan contagiados de la rutina terrestre que no podemos inventar cosas realmente novedosas; es decir, cosas no existentes.
Benditos tiempos aquéllos en que todo estaba por inventarse. Bendito instante aquél cuando Dios comenzó a crear.
Porque hubo un tiempo en que no existían los animales, ni las agujas, ni los zapatos, ni los pies, ni las azoteas, ni los calzones, ni el pijama, ni la pasión; hubo un tiempo en que no existía algo. En ese momento todo lo que fue apareciendo fue novedad. Cuando el primer animal voló sobre el cielo ¡la novedad apareció! Si alguien hubiese presenciado ese momento habría dicho: “¡Tiene alas!” y medio mundo habría abierto la boca y preguntado: “¿Qué son alas, para qué sirven?”, pero ahora, si a algún científico se le ocurriera inventar un animal alado cualquier hombre diría: “Ah, es un animal que vuela” y seguiría haciendo lo que hacía, sin el menor asombro (basta decir que nadie se sorprende porque existan los ángeles. ¿Quién puede sorprenderse ante un hombre que, como pájaro, tiene alas?)
De acá en adelante ya nada puede sorprendernos. Los inventos más increíbles siempre estarán sustentados en objetos y chunches ya existentes. ¿Un día el hombre podrá leer la mente? ¿En dónde está la novedad si ya advertimos el advenimiento de eso? ¿Qué de novedoso puede tener si desde hace miles de años el hombre lee y sabe qué cosa significa la palabra “mente”?
Benditos los tiempos en que ningún objeto tenía nombre porque aún no estaban inventadas las letras (no las palabras). Ahora es tan sencillo inventar palabras porque todas éstas están hechas de letras; es decir, ni siquiera en las palabras “novedosas” hay novedad. Otra cosa sería si no estuvieran inventadas las letras o no supiéramos qué cosa son los abecedarios.
¿Se dan cuenta? Por lo que resta de vida al universo ¡ya no habrá novedad en algo!
Dichosos los tiempos en que La Nada era Todo. Ahora que Todo existe ¡Todo es Nada!

martes, 23 de marzo de 2010

MY FIRST, MY LAST, MY EVERYTHING


Para los lectores jóvenes aclaro: Fui joven en los años setentas del siglo pasado. Un siglo que está a la vuelta de la esquina, pero que está en una calle empedrada. Y esta aclaración aparece porque en ese tiempo surgió un músico que aún se escucha: Barry White (un artista negro imponente como una ballena azul, pero negra).
Una tarde, o mañana, llegué a casa de Jorge y escuché la música del negro. Una de las hermanas de Jorge, tal vez Carmelita o Betty o Silvia o Gaby, había puesto el disco. Yo, que nunca aprendí inglés, oí algo que sonó como "iu ar mai first, mai last, mai everiting" y pensé que esa canción estaba "chida" (no usé la palabra chida, porque los jóvenes de ese tiempo no la usábamos, tal vez dije: "¡Está poca madre!", porque poca madre significaba: ¡a toda madre!).
La cosa es que, desde entonces, pensé que Don Barry era un fregón. Ahora que existe este chunche maravilloso, busco en el youtube y escucho música de Barry White o de Allan Parsons Project o de Phoenix (grupo que conocí hace cosa de dos semanas y que tiene un disco que se llama "Wolfang Amadeus Phoenix", algo que parece un exceso, pero el grupo francés bien vale una misa en París. ¿Quién lo diría? ¿Yo, escuchando un grupo de rock alternativo, underground?).
Y todo esto sale porque una vez que conocí a Barry y supe que "My first, my..." significaba lo que significa compré un disco de cuarenta y cinco revoluciones y, con la pena y toda mi timidez sobre la espalda y el corazón, lo regalé a la niña que, en ese tiempo, era my everything. ¡No lo entendió! Ahora digo que la niña bonita no lo entendió. Nunca supo que era ¡mi Todo! Al día siguiente me dio las gracias (yo quería que me diera otra cosa, apenas un beso en la mejilla hubiese bastado). Y dos días después supe que el pinche disco seguía intacto sobre la consola (me lo contó una amiga común). La niña bonita nunca lo escuchó, cuando menos en esos días en que yo quería que Barry White le transmitiera lo que era para mí. Yo sufrí. ¿Qué más puede hacer un muchacho que se da cuenta que su Todo lo considera su Nada? Otro compa gozó de la compañía de mi Todo, y se hizo novio de ella. Los vi de la mano, dando vueltas en el parque, como para decir a todo mundo que se amaban y que no admitían la presencia de extraños. A mí no me quedó más que tragarme mi timidez y mi tristeza (casi casi como si fuera yo letra de canción de José Alfredo).
Armando, que siempre tuvo la palabra exacta en el momento exacto, me dijo que había sido yo un pendejo: "¿No mirás que ella no sabe inglés?". Ah, la puta, pensé, ¡claro!. ¿Cómo ella iba a saber que era mi Todo si no sabía qué chingados significaba Everything? Le di las gracias a Armando y la vida regresó a mi vida. Desde entonces siempre regalé música en español y ya a ninguna muchacha bonita la consideré mi first, my last, my everything. ¡Duele mucho caminar sobre la arena de eso que llaman amor!

lunes, 22 de marzo de 2010

INSTRUCCIONES PARA DESECHAR IDEAS ERRÓNEAS HEREDADAS



1.- Dios no está en todas partes, sólo está en el corazón de quienes lo buscan.
2.- Las chimeneas son para dar calor en temporada de frío y no para que baje Santa Clós.
3.- La Torre de Pisa cree firmemente aquello de: torre que crece torcida jamás su vertical endereza.4.- Pilatos no se lavó las manos para desentenderse del caso de Jesús, se las lavó simplemente porque su mamá le enseñó buenos modales.
5.- El cable del aparato del teléfono al auricular no necesariamente tiene que ser enrollado como cabello de africano.
6.- Los negativos son importantes en la vida. ¿Cómo funcionaría una pila sin el polo negativo?
7.- Los peces sabios son aquellos que nadan a favor de la corriente, sin esfuerzo alcanzan el mar.
8.- Los colores del arco iris son tres mil ochocientos dos. Éstos, mezclados en la proporción correcta, forman siete colores visibles.
9.- El hombre que desea encontrar su verdadero rostro debe verse en la parte trasera de los espejos.
10.- Si Pedro Infante “está vivo en el corazón de todos los mexicanos”, cada que muere un mexicano algo de Pedro muere también.
11.- Para el año 2024 los científicos descubrirán un método que hará a los seres humanos nacer a la edad de ciento dos años, y la vida será una simple ruta en retroceso para alcanzar los cero días, instante de la muerte.
12.- La marimba es un piano que perdió la cola, al mismo tiempo que le crecieron las patas.
13.- Los hombres que “se hacen pato” son aquéllos que jamás “meten la pata”.
14.- Nunca hubo el tal “Big Bang”, ni el universo está en expansión. El universo no tuvo principio ni tendrá fin. ¡Es! Punto.
15.- ¿Por qué se llaman armas blancas si provocan rojos?
16.- La barra de los gimnastas tiene el mismo simbolismo que la barra de la cantina.
17.- En un principio los relojes no servían para marcar el tiempo, sino para dar paso a los peatones en calles congestionadas de autos.
18.- El “punto de fuga” se llama así porque el papá de todos fue un punto delincuente al que las autoridades no lograron detener jamás.
19.- En un principio, las hélices de los aviones se utilizaron para dar viento a las nubes acaloradas, y
20.- No existe el cielo, ni el infierno, ni esta tierra, ni algo. Somos la proyección virtual de un juego que se realizó hace millones de años luz.

domingo, 21 de marzo de 2010

sábado, 20 de marzo de 2010

POR LAS CALLES DE LA VIDA


Medio mundo grafitea las paredes; medio mundo se comporta como chucho, levanta la pata y orina para delimitar su territorio. Debe ser que medio mundo lo trae en la sangre. Dicen que en Altamira, España, existen grutas que conservan pintadas de hace mucho tiempo. En aquel tiempo las pintas tenían un carácter ritual, dicen los que saben. ¿Y ahora?
A mí me dan pena los grafitis. Los optimistas quieren ver en estas manchas un rastro de arte. Yo no veo más que suciedad y falta de respeto.
Una mañana se topa uno con que la pared de la casa ya está toda grafiteada. Algunos chavos pasaron por la noche, sacaron un bote de pintura en spray y "se dieron vuelo". ¿Esto es volar?
Estos son tiempos de confusión. Dijera Serrat que "todo es confuso, menos tu vientre". Ahora, el vientre del mundo también es confuso. Los jóvenes están empecinados en convertir en público lo que es privado. A mí me apena porque, en el futuro, no hallaremos huella de estos jóvenes. Será como si hubiesen pasado de noche por la vida.
En cuanto estos jóvenes crezcan tomarán sus brochas "gordas" y pintarán las fachadas de sus casas, en intento de borrar las huellas que ahora dejan.
Sus hijos les preguntarán: "¿Qué hicieron de jóvenes?" y los grafiteros sacarán las fotos de sus "obras" y los niños dirán, sorprendidos: "¡Ah, qué bonito!", saldrán a las calles y no hallarán ni un rastro. Bueno, esto en caso de que las paredes permanezcan en pie. Tal vez todo esté en ruinas, porque quien confunde los espacios les cambia su vocación.
Hubo un tiempo en que a la gente le gustó caminar por calles limpias y armoniosas. Hoy ya no es así. Qué pena.

viernes, 19 de marzo de 2010

INSTRUCCIONES PARA VER DE CERCA A LA GIOCONDA



1.- Nunca decirle “Gio”, porque no faltará el “siemprelisto” que la confunda con el jugador de fútbol.
2.- Ponerse una torreta sobre el hombro para abrirse paso entre la multitud que acude al Louvre a ver esa sonrisa.
3.- Adiestrar una paloma mensajera con una cámara digital de video en la pata izquierda.
4.- Colocarse un arete en el extremo izquierdo de la ceja y un piercing en el dedo gordo del pie derecho.
5.- Aprenderse de memoria el siguiente enunciado: “¡Oh, my god!”, para repetirlo al estar frente al cuadro (esto debe decirse llevando las manos al pecho en actitud de plegaria).
6.- Antes de entrar al museo comer un tamal de viento sin usar cubiertos.
7.- Acostarse a las siete de la noche y soñar que la torre Eiffel es un trampolín de diez metros (el agua de la alberca tendrá los colores azul, rojo y blanco Kieslowsky).
8.- Jugar “rayuela” sobre las nubes de las cinco de la tarde.
9.- Hacerse un peinado a la brocha gorda.
10.- Si después del viaje, algún pariente pregunta: “¿Viste la Monalisa?”, decirle que sí, pero que por el calentamiento global ya no está lisa sino morroñosa.
11.- Barrer la cancha de un estadio de fútbol para cien mil espectadores (sólo para ser humilde a la hora que se esté frente al cuadro).
12.- Pensar que la línea de los labios es la línea del horizonte y buscar el punto de fuga en medio de las manos.
13.- Desechar la idea de la silla de ruedas y de boletos de viaje redondo; pensar en ruedas ensilladas y en boletos “redondos” o triangulares.
14.- Colocar un pez adentro de una jaula y un canario adentro de una pecera.
15.- En lugar de ramos de rosas, obsequiar ramos de aves.
16.- Jamás volver a preguntar: “¿De qué se ríe este güey?”.
17.- Convertirse en miembro de las FARC (Frente Alterno de Reciclajes Cubistas).
18.- Poner talco en los pies de letras y en los pies de fotos.
19.- En una tetera poner a hervir cuatro colores tomados de frasquitos de pintura “Vinci”, y
20.- Frotarse en el corazón una serie de esos hilos que sirven para bordar telarañas y telahormigas.

miércoles, 17 de marzo de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LAS PIEDRAS ESTÁN LIBRES DE CULPA.




Querida Mariana, en el pueblo hay letreros que dicen: “En Comitán ¡el peatón es primero!”. Siempre pienso: Primero, ¿para qué?
Hay papás (espero que los tuyos no sean así) que a sus hijos les exigen ser “los primeros en clase”. ¿Los primeros en qué? A los papás les encanta saber que sus hijos son los “primeros” en levantar la mano para responder una pregunta. Creen que el aula es como una pista de campo donde el corredor debe llegar primero.
A veces veo en la televisión las carreras de autos. Vos, ¿las has visto? Corredores de la talla de Emerson Fitipaldi van “echo la mocha”, dan vueltas y vueltas sobre un circuito en intento de alcanzar el primer lugar. ¡Pobres!, pienso. Cuando viajo en auto me encanta mirar el paisaje, disfrutar de una buena conversación con los acompañantes, oír música o hacer un alto para bajar a orinar al lado de un pino y sentir ese viento fresco de las siete de la mañana o de las cinco de la tarde. Según yo, Marianita, ¡esto es la vida! Un camino donde jamás estás obsesionado por llegar al primer lugar.
Tal vez vos no estés de acuerdo con esto, porque sé que en ocasiones te desvelás haciendo trabajos de la escuela. Sé que te encanta obtener dieces y ser “la primera” de tu grupo. Tus papás deben estar muy satisfechos; la sociedad debe estar muy satisfecha.
Las comunidades siempre están premiando a los “primeros” y alentando sueños de medalla de oro.
Eso de que en Comitán ¡el peatón es primero!, es un absurdo. Se supone que antes que el auto está el peatón y que el automovilista le da prioridad al peatón. ¡No es cierto! Bueno, vos sabés que en Comitán el peatón es el último, porque el auto tiene todos los privilegios del mundo. Cuando a Katyna de La Vega se le ocurrió empedrar de nuevo calles y banquetas hizo una propuesta que pensó en los autos y no en la gente. Las calles tienen franjas de asfalto para que los autos no patinen, pero las banquetas están forradas con lajas donde a cada rato patina la gente, se cae y se fractura.
Me caen mal los obsesionados con ser los “primeros”. No soporto a los muchachitos pedantes que siempre sacan diez en la escuela o a los adultos soberbios que siempre creen que sacan diez en la vida. ¡Pobres! ¿Con eso se conforman? ¿Con paredes tapizadas de diplomas y medallas? Dios mío. Te pregunto lo siguiente: ¿Qué pasa con esos diplomas y medallas cuando, por ejemplo, una pared se cae en medio de un temblor? ¿Qué pasa con los dieces y los primeros lugares cuando un hombre olvida la humildad?
¿Y si esto que digo es por frustración? ¡Jamás he sacado diez en algo! Voy contento por la vida pasando de “panzazo”. Me he acostumbrado a obtener seises y sietes. Te juro que cuando algún maestro generoso me pone ocho ¡me siento mal!, casi casi como si me estuviera convirtiendo en un burguesito. Siempre he pensado que los dieces son para los burgueses; siempre he pensado que el pueblo disfruta los sietes.
P.D. La pelea por el diez causa muchas enemistades, muchos enconos. En secundaria tuve dos compañeros que siempre estaban disputándose el primer lugar, hacían hasta lo imposible por “destronar” al otro. Durante mucho tiempo estuvieron empatados, pero cuando uno de ellos se enfermó y debió bajar al segundo lugar tomó una cara de tristeza y frustración que aún le dura. El otro día me topé con él. Cuando, en medio de la plática, apareció el recuerdo del compa X, el rostro de Y se transformó y lo vi sufrir. ¿Lo mirás, Marianita? ¡Ha estado cargado ese nueve cinco durante más de cuarenta años! ¡Dios te libre de una situación similar! ¡Que Dios bendiga a los que no se “mueren” por ser “primeros”! ¡Que Dios bendiga a quienes no hacen caso de esa absurda prédica bíblica de los últimos serán los primeros! Que los últimos no se sientan mal, porque si llegaron al final es porque caminaron despacio, bebiéndose el paisaje del camino y de la vida.

martes, 16 de marzo de 2010

UN DOMINGO SENCILLO


"Quiero escribir un texto sencillo", me dijo Roberta (en los años setentas había una artista que se llamaba igual. Desde entonces no había escuchado este nombre de mujer). Le dije que ésta es la aspiración de todos los escritores. "¿Cómo se logra?", preguntó, mientras compraba un helado de vainilla con esos neveros que se ponen en el parque.
Contesté con la misma respuesta que tengo para todo aquello que está por la esquina: "¡Y yo qué voy a saber!".
Todo mundo está tras de esto (bueno, no todo mundo, conozco aspirantes a escritores que escriben de manera complicada, creyendo que con un texto indescifrable pasarán a la inmortalidad. No saben que los Joyce del mundo ¡son muy pocos!).
Se me ocurrió decirle que, tal vez, el camino sea el nevero. Roberta le dio otro lengüetazo a su nieve y quedó viendo el carrito pintado de azul. No dijo nada pero miré que observó con detenimiento el cajón de madera "encaramado"sobre dos llantas de bicicleta; vio el bote "encaramado" a su vez sobre el cajón de madera y la bolsa donde el nevero tiene los vasitos de plástico, las palitas de madera y los barquillos.
¿Cómo entender que adentro de ese bote está la fábrica de los helados? No sé bien a bien cuál es el proceso, pero he visto a don Anselmo, con un palo, batir la nieve hasta darle una consistencia "cremosa".
Sé que esta nieve es "el colmo" de la sencillez, porque está hecha de manera artesanal. Tal vez el secreto de un texto sencillo sea escribir como si uno fuera artesano y las palabras fueran simples hilos y la imaginación fueran tintes naturales; como si la escritura no fuera más que meter los hilos al caldero donde hierve la cáscara de esa fruta que se llama granada, o fuera la esencia de la cochinilla que antes debimos moler sobre un metate.
Yo también quiero escribir un texto sencillo, le dije a Roberta, mientras ella pedía otra nieve y preguntaba al nevero cómo hacía la nieve, si la esencia era natural o artificial. Roberta me agarró la mano y me dijo que ¡en eso estaba la clave! "Debemos escribir de manera natural, sin artificios". Yo sonreí. La tarde de domingo estaba tranquila. Los niños corrían por el parque, trepaban sobre las esculturas; el globero parecía un tronco con una fronda llena de colores; el nevero volvía a gritar, haciendo una bocina con sus manos: "Ñeve, lleve su ñeve".

lunes, 15 de marzo de 2010

LOS HOMBRES MÁS CULTOS DE COMITÁN


Con un abrazo para Javier y su banda.



Este grupo está conformado por hombres que se reúnen todos los días en el café de la Casa de la Cultura. Por las mañanas o por las tardes, se apoltronan bien sabroso, se reclinan sobre la pared de la Casa de la Cultura y miran cómo pasa la vida frente a ellos. Digo, estar tanto tiempo en ese espacio les debe provocar una especie de contagio por ósmosis. La cultura de esa casa los debe empapar como el sudor o como la lluvia.
Este grupo forma el grupo más atrevido de viajeros comitecos. Y ya se sabe aquello de que “los viajes ilustran”.
Todos los medios de transporte tienen su magia, pero ¿cuál es el medio de transporte más enriquecedor? ¿El barco, el avión, el tren? Es maravilloso ver las nubes o el mar junto a uno, pero pienso que el tren es el medio más maravilloso. El avión es demasiado rápido y el barco tiene un bamboleo de maraca que no permite el sosiego. No hablo de la carreta o del auto porque éstos siempre tienen los “pies” muy pegados al suelo. La belleza del viaje es “alzarse” tantito, ¡levitar! El tren tiene un ritmo sosegado. A los compas “cafetómanos” de la Casa de la Cultura los miro como viajeros de tren. Se suben al cabús para mirar el cabús de todas las muchachas bonitas que pasan por ahí.
La ventaja de este grupo es que su tren está sobre durmientes que nunca otorgan pesadillas y que su locomotora no jala ningún tren bala. Su velocidad es la de un colibrí al que le da cierta fiaca mover las alas.
Acá, el ejemplo de Einstein se cumple a cabalidad: no es el tren el que viaja sino el paisaje. Estos hombres miran pasar el pueblo delante de su ventana. Mientras el mundo se mueve, ellos, sobre el tren, también caminan pero en otro tiempo. Sentados, con la carcajada sabrosa, el cigarro entre los dedos y el olor del café, ¡se les va la tarde! ¡Se les va la vida!
Ellos no advierten cómo el sol juega en el horizonte porque están demasiado entretenidos en mirar el movimiento de las hormigas que pasan frente a ellos: las que van a misa; al trabajo; las que regresan de la escuela; las que cargan, como todos los días, una hojita del árbol. Cuando el sol se oculta ellos prenden el quinqué del vagón y siguen jugando el ajedrez de la palabra. Los enroques son frecuentes. Estoy seguro que a veces se preguntan: ¿Qué prisa tienen esos de la calle?, bostezan y vuelven a acomodarse en su poltrona.
A veces paso frente a ellos, los saludo. Ellos suspenden tantito el tema y, generosos, me devuelven el saludo. Dos segundos después ya voy por la esquina y ellos, intuyo, regresan a enhebrar el tema de conversación. El mundo es tan amplio que, estoy seguro, hablan de todo. Hablan de los terremotos de Haití; de las alianzas entre el PRD y el PAN; de que el príncipe tesorero quiere ser el rey presidente de Comitán. Hablan de las nalguitas de la muchacha bonita que pasa en este momento, la del pantalón blanco ajustado con pantaleta color rojo; hablan del Arenillero que ahora los saluda desde la otra banqueta; o hablan del primero que se levanta del grupo. Por esto, cada vez que alguien se baja del tren de la cultura para subirse al tren de la vida dice: “Ahí les dejo mi honra, háganla pedazos”. Los veo divertidos o con cara de seriedad arreglando el mundo. A veces no los entiendo, pienso que pierden su tiempo; pero en otras ocasiones me dan envidia. Debe ser muy sabroso apoltronarse a mirar cómo la tarde juega escondidas. A veces me dan envidia. Quisiera ser como ellos, como ese vapor que sube por una taza de café en medio de la carcajada sin tiempo. A veces los miro como nubes que caminan lento por el cielo o como un caracol que trepa sobre una piedra sin más intención que llegar a la cima y bajar, para comenzar de nuevo.

domingo, 14 de marzo de 2010

sábado, 13 de marzo de 2010

LAS GANAS DE SER MADRE


María le dijo a Pablo: "¡Quiero tener un hijo!". Pablo caminó hasta la ventana, corrió la cortina para que la recámara quedara en penumbra, colocó su sombrero de mago sobre la mesa de madera y, pronunciando las palabras mágicas, sacó un hijo de la chistera. María sonrió, aplaudió. Pablo tenía al recién nacido suspendido de los pies y lo mostraba orgulloso ante su única espectadora.
Hace como veinte años había hecho el mismo acto de ilusionismo. En esa ocasión había cumplido el deseo de Bertha, quien se pasaba llorando todas las tardes porque no podía engendrar. Pablo le dijo que no se preocupara y, frente a sus ojos, realizó el mismo acto de la chistera. Pero no habían pasado ni dos minutos cuando Pablo se dio cuenta que el niño no respiraba y estaba frío. Ya no fue posible recuperarlo. Bertha lo tomó entre sus brazos y lo lloró como nunca lo había llorado. "¡Ay, mi pichito, mi pichito querido!", gritaba, mientras Pablo trataba de desviar su atención y sacar, junto al conejo que tenía agarrado de las manos, una sonrisa a la desvalida madre.
Durante muchos años, Pablo practicó. En cuanto sacaba al bebé de la chistera, le daba un soplo en las nalguitas a fin de que el bebé llorara, porque -al parecer- éste es el requisito indispensable para que un niño entre con el pie derecho al camino de la vida. Durante todo el tiempo que practicó nunca le falló el acto mágico. Ahora estaba seguro que el bebé de María no sería la excepción, porque le había "salido" rechonchito y con los cachetes rozagantes. Mientras María aplaudía, emocionada, Pablo subió el brazo hasta que las nalgas del niño quedaron cerca de su boca. El mago abrió los labios y sopló, sopló suave como si lanzara un pétalo y el niño lloró y la mamá también lloró de felicidad, pero lloró tanto que se ahogó en su propio llanto. El mago vio a la mujer que se llevaba las manos a la garganta y buscó dónde dejar el bebé para auxiliar a la "parturienta", no halló dónde más dejarlo que regresarlo a la chistera. Corrió hacia donde estaba la mujer tirada, se hincó y le dio respiración de boca a boca. La mujer movió los brazos, tosió, volvió el rostro hacia el piso de madera y, poco a poco, recuperó su aliento. Pablo le pasó la mano sobre el cabello, sobre la frente. La mujer, ya con el rostro tranquilo, lo tomó del brazo y preguntó por su hijo. Pablo se paró, fue hacia donde estaba la chistera, acercó la cabeza como si se acercara a un pozo y ya no vio al niño.

viernes, 12 de marzo de 2010

INSTRUCCIONES PARA VIAJAR SIN MOVERSE



1.- Hacer una necropsia a la palabra territorio, sin usar anestesia.
2.- Ondear como bandera desde el sillón de la sala.
3.- Subir los escalones de dos en dos sobre las ruinas de un libro llamado “Veinte mil leguas de viaje submarino”.
4.- Comer quesadillas de hongos (debe asegurarse que no son hongos de María Sabina, sino simples champiñones).
5.- Nadar en una alberca que esté llena de los sueños que han tenido los intrépidos de todos los tiempos.
6.- Masajearse el cabello con gel hecho a base de huellas del Polo Norte.
7.- Cumplir una manda y desplazarse hincado desde la Basílica de Guadalupe hasta la Catedral de Nuestra Señora, en París.
8.- Asistir a una galería de arte y comprar los marcos ignorando los lienzos.
9.- Llegar a una encrucijada, lanzar una moneda para que el destino decida si uno va a la izquierda o a la derecha y cuando la moneda ya esté en el suelo regresar por el camino andado.
10.- Sacar a Alicia del país de las maravillas y llevarla al país de las realidades.
11.- A Fernando Botero presentarle una muchacha bonita anoréxica, mientras Giacometti cena en compañía de “La Bodoquito”.
12.- Dejar que un papalote nos vuele por todos los cielos sin temor a que se nos rasgue el papel de china de color rojo.
13.- Indagar el lugar de procedencia de la tortuga que hay en casa y devolverla a su lugar de origen en vacaciones de fin de año.
14.- Olvidarse de los discos compactos y de los devedés y escuchar discos de treinta y tres revoluciones (puede comenzarse con la rusa, seguir con la francesa y continuar con la mexicana, sobre todo ahora que los “conservadores” conmemoran los cien años).
15.- Ir al gimnasio y hacer cien “lagartijas”, doscientas tortugas y cuatrocientos calamares.
16.- Vestir con el mejor frac del mundo sin ponerse calcetines.
17.- Hacer una encuesta con todas las mujeres del pueblo que tengan los ojos verdes y comprobar que en la pregunta de ¿cuál es su color favorito?, el ciento por ciento responde que el rojo; luego checar la teoría de la psicología del color y comprobar que el rojo significa pasión; posteriormente reafirmar que todos los hombres casados con mujeres de ojos verdes son inseguros.
18.- Colocar cien libros sobre el escritorio y abrir todos en la página número 18; leer el renglón 19 de cada uno y apropiarse de cada palabra colocada en el vigésimo lugar. Untar estas palabras en el corazón de la amada, como si cada una de ellas fuera un alfiler de oro.
19.- Romper todos los espejos de casa y sustituirlos por espejos retrovisores de autos. Esto da la sensación de ir siempre en la carretera, y
20.- Imaginar que la casa es el “Titanic” que se hunde cada vez que llega un pariente lejano, por lo que en el momento que suena el timbre debe uno salir gritando “¡Ese o ese, ese o ese!”, y no parar hasta llegar a la Patagonia.

jueves, 11 de marzo de 2010

COMO FUI HIJO ÚNICO


El otro día saludé al Ing. Xavier González Alonso. Él editó el Boletín IMAGINARTE, durante más de siete años. Un boletín que ya es referente para la historia de Comitán. Ese día me tuvo reservada una sorpresa. Sacó una copia fotostática y me la entregó. Era copia de un textillo que le envié en agosto de 2003 y él hizo favor de publicarlo. Paso copia entonces para los lectores fieles de este cuaderno de notas.

COMO FUI HIJO ÚNICO
Como fui hijo único, mis papás no dejaban que me mojara; así que conocí a la lluvia a través de los cristales de una ventana. Tal vez por eso, a veces, confundo a la lluvia con el llanto. Una tarde en que llovía mucho descubrí dos cosas: el primer descubrimiento me contagió de alegría: ¡qué maravilla ver cómo las gotitas jugaban sobre los techos de teja de Comitán!; el segundo descubrimiento me llenó de terror: ¡la bestial fuerza del torrencial abría enormes baches sobfre el asfalto de las calles! Supe, entonces, que en el mundo hay dos clases de hombres: los que brincan, chapotean y bajo la lluvia se vuelven hombres de sal; y los que observan a la lluvia desde una ventana. Yo soy de estos últimos. He visto mil lluvias, mil torrenciales; una vez salí a la lluvia, pero mi piel de desierto se comenzó a deslavar. ¿Qué lluvias provocan los baches en el espíritu? Supe entonces, y lo sabré siempre, que -gracias a lo que me dieron mis padres y Comitán- soy tarde sosegada, soy un hombre ventana que gusta más del sol que de la sal.

miércoles, 10 de marzo de 2010

INSTRUCCIONES PARA SOPORTAR LOS DOMINGOS




1.- A la hora de despertar, como si uno fuera Moisés, abrir el mar de la mañana.
2.- Escuchar cómo los rayos de sol, a la hora que se cuelan por la ventana, interpretan la Pavana para una infanta difunta.
3.- Tirar un bollo de hilo desde la ventana de un quinto piso y luego bajar para enrollarlo mientras se chifla, bajito, un bolero de Armando Manzanero.
4.- Oír que los aros metálicos del camión de gas interpretan a Bach cada vez que se somatan contra el asfalto.
4.- Caminar hacia el parque de las tortugas con trote de delfín a punto de principio.
5.- A mediodía bordar hilos de agua sobre una michelada con naftalina.
6.- Sentarse a medio patio en posición de loto y recordar a Kalimán diciéndole a Solín: “Serenidad y Paciencia” (esto debe hacerse tomando la segunda michelada, ya sin nafta).
7.- Ir a una sala cinematográfica, comprar una bolsa de palomitas y luego soltarlas a mitad de la plaza central para que vuelen alrededor de la fuente.
8.- Sentarse en una banca del parque, concentrarse en una pared blanca hasta que broten las primeras imágenes de la matiné que exhibe una película de Tarzán, en maravilloso blanco y negro.
9.- Dar dos vueltas al parque con el paso de Charles Chaplin (puede omitirse el bastón).
10.- Mirar una revista de playboy detrás de un piano de cola.
11.- Comer un bistec de brontosaurio junto a Pedro Picapiedra y Vilma (debe acompañarse con la tercera michelada).
12.- Remojar la tarde en una cubeta de batik y luego ponérsela como si fuera la camiseta de la Selección (sin pena, puede gritar ¡gol!, y correr por la calle).
13.¬- Ir al parque y colocar loros en cada una de las arracadas de las muchachas bonitas.
14.- Ponerse una máscara de Blue Demon y luchar contra los demonios de las cinco de la tarde.
15.- Recordar que Van Gogh se sorrajó un balazo a media panza en una tarde de domingo, plena de amarillos girasol.
16.- Dar gracias a Dios porque uno tiene las dos orejas completas.
17.- A las siete de la noche, entrar a un café y comprar un pastel con una vela y cantar, bajito, las mañanitas.
18.- Ir al aeropuerto sólo para ver volar los aviones en la pista de despegue.
19.- Regresar a casa y sentarse al lado del gato que vive todos los días de la semana como si fueran domingos, y
20.- Prender la tele y, como si fuera la noche del 31, esperar que den las doce para brindar por el lunes nuevo (si se desea puede uno tomar doce uvas y pedir doce deseos).

martes, 9 de marzo de 2010

MIL ENTRADAS


El fenómeno del Milenarismo sigue estando presente en nuestra cultura occidental. No son pocos los que esperan un tiempo donde Jesús reine durante mil años.
Hoy, por cuestiones de analogía, recordé lo anterior. Sucede que abrí el blog para subir la colaboración diaria y hallé que corresponde a la entrada número mil. Algo sucede en el corazón del hombre cuando encuentra cifras exactas. No es casual que ahora la república promueva con bombo y platillo el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia. Así pues, el día de hoy, cuando menos, celebro el primer "milenio". Como si cada entrada hubiese sido un año.
¿Qué se festeja? No sé qué relevancia pueda tener, pero significa que durante mil veces, cuando menos, he estado sentado frente a este chunche, escribiendo. Significa entonces ¡mil instantes!
No creo que exista un lector que haya estado conmigo en esos mil instantes; es decir, que desde el primer día haya leído la entrada inaugural, pero lo que sí me queda claro es que "todos juntos" han hecho que estas mil entradas se multipliquen. ¡Esta es la magia! Me he colocado mil veces frente al espejo, acá en la intimidad de la casa; pero el mundo (nunca tan bien expresado este término) ha visto mi rostro muchas más veces.
Si le hago caso al contador, en este instante indica 32336 visitas. Pero este contador es el segundo. El primero comenzó a llevar el recuento de manera puntual, pero un día desapareció y fue necesario "solicitar" otro. El primero llevaba un registro como de quince mil visitas. Es decir, desde la entrada número uno, hasta la número mil, ha recibido la visita de cincuenta mil compas. Jesús, por ahora, está lejos de cumplir la promesa del milenarismo, pero algo similar debió haber hecho cuando hizo aquél maravilloso acto de multiplicar los panes.
Las mil entradas se han multiplicado, cuando menos, por cincuenta. ¡Esto, entonces, sí es digno de festejo!
Vayan pues cohetes, reja de papel de china, triques, dianas con la marimba del maestro Cheyo, copita de comiteco (de ese bueno, el "perlado")y harto confeti. Va para un pueblo llamado Comitán y va, también, para cada uno de los lectores fieles que algo encuentran en este cuaderno. Gracias al pueblo y a la gente de todo el mundo porque cada vez que me miro al espejo sé que hay otros que también están poniendo sus barbas a remojar. Gracias.
Mientras Dios lo permita ¡acá seguimos!

lunes, 8 de marzo de 2010

INSTRUCCIONES PARA NO QUEBRAR VENTANAS


Con un abrazo para el espíritu de Enoch Cancino Casahonda,
porque él, con su poema Canto a Chiapas, restañó muchas ventanas espirituales.


1.- Cambiar los escalones y el pasamano de las escaleras; los tablones de madera sustituirlos con agua de mar de Puerto Arista.
2.- Sembrar árboles arriba de las nubes para que los hombres al ver el cielo encuentren las raíces como rayos en día luminoso.
3.- Mantener entretenidas las manos; hacer artesanías con papel maché o acariciar a la amada o al amado.
4.- Colocar cortinas de aire en todas las ventanas de la casa.
5.- Leer todas las mañanas el Salmo número ochocientos mil que dice: “El Señor es el color del cristal con que me miro”.
6.- Usar los “elevadores” sólo cuando los edificios sean de un piso.
7.- Guardar en un archivador todas las piedras que no tiraron los que estuvieron dispuestos “a tirar la primera piedra”.
8.- En vista de que en estos tiempos ya no hay héroes inventar heroínas que no se auto consuman.
9.- Contarles cuentos infantiles a todas las ventanas de la casa.
10.- Al sol explicarle que todos los cristales son traslúcidos y que las manchas son porque ellos sueñan con ser jirafas o cebras.
11.- Servir la sopa en un plato tendido y la carne en un plato hondo, sólo para recordar que las ventanas abiertas son más ventanas que las cerradas.
12.- Comprar una docena de miradas para colgar cada una al inicio del mes en el dintel de la ventana.
13.- Cuando un delincuente se crea el Rey Arturo defenderse con la roca que aloja la espada.
14.- Dejar que la ventana se crea Dorian Gray y se vea en el espejo del suelo recién pulido.
15.- Recordar que en tiempos de paz y en tiempos de guerra más vale cristal en mano que cientos de fragmentos volando.
16.- A la ventana colocarle un pasamontañas durante el invierno.
17.- Comprar cristales de 9 mm con silenciador integrado.
18.- A las seis, de todas las mañanas, darle a la ventana un ramo de fragua, con una copa de Vulcano.
19.- Recordar que las ventanas también duermen, por lo tanto es necesario colocarles una almohada sobre la mesa de noche, y
20.- Al cristal de tu ventana tratarlo como si fuera un koala y darle bambú todas las mañanas.

domingo, 7 de marzo de 2010

PADRE MÁS-HIEL


DIOS: ¡Te vas al infierno!
PADRE MÁS-HIEL: No importa, ahí también hay "diablitos".

sábado, 6 de marzo de 2010

DE VEZ EN VEZ


Creí que la palabra no estaba en el Diccionario, pero ¡sí está! La palabra es "azarearse" y, según el diccionario, significa: "turbarse, avergonzarse".
En Comitán, esta palabra se usaba mucho. "Miralo, se azareó", decíamos, cuando alguien se "ponía colorado" por alguna situación en particular. Porque hay gente que, al avergonzarse, inflama su cara con un rojo muy molesto. Por esto, siempre aplico como sinónimo de "azarear" el verbo "Chivear". La gente se chivea; es decir, se azarea, se avergüenza.
Me azareo con facilidad. Quién sabe qué complejo arrastro desde quién sabe qué tiempo. El otro día fui al mercado y vi un número diez pintado en la pared, saqué la cámara, enfoqué y tomé la foto. Seguí caminando. Dos minutos después alguien me tocó el hombro. Era una señora con una señorita. La señora, casi furibunda, me dijo: "¿Por qué le tomó foto a mi hija?". De inmediato me azareé y un calor inundó mi cara de ese rojo tan molesto. Yo expliqué que no había tomado la foto a su hija. "¡Cómo no -ella dijo- mi hija dice que la ofendió la luz!". Si no hubiera estado en situación tan lamentable hubiese disfrutado ese "la ofendió la luz", pero mi cara era un fogón con brasas sacadas saber de dónde.
Ustedes pensarán que era muy fácil demostrar que su "hijita" no aparecía en la foto con mostrarle la pantalla de la cámara digital, pero debo contar a ustedes que el otro día (hará cosa de dos meses) el cristal de la cámara se estrelló, así que no puedo ver las fotos que tomo.
La gente que caminaba por el pasillo con las bolsas del mandado se paró y comenzó a ver de qué se trataba el alboroto. Me sentí como gallo acosado por cien gallinas; pero conforme pasó el tiempo me fui convirtiendo en algo como gallina. Estaba todo azareado. "Yo le tomé la foto a un diez que está en la pared", le juraba a la furibunda señora. Una multitud (así lo sentí) nos rodeaba y casi sentía que todo mundo estaba a favor de la señora y en minutos me lincharían por abusivo y por perverso; por andar tomando fotos a hijas de mujeres honestas (la hija tenía como veinte o veintidós años). Gracias a Dios, la hija le dijo a su mamá que, en efecto, al lado de su puesto hay un diez pintado. Entonces se me ocurrió desviar el coraje de la señora y atemperarlo diciéndole que fuéramos a corroborar mi dicho apoyado ahora por el dicho de su hija. Salimos de esa tormenta y, conforme caminamos, mi azareada comenzó a desaparecer. Llegamos y le mostré el famoso diez. "Ah, bueno", dijo la señora y se metió a su puesto para seguir vendiendo zanahorias, tzolitos, cueza, chayotes y tomates rojos, inmensamente rojos, del mismo color que se pone mi cara cuando me azareo.

viernes, 5 de marzo de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA LUNA ESTÁ EN MENGUANTE



Querida Mariana, Felipillo fue un niño inseguro. Una vez su tío Arnulfo (viejo bobo) le dijo que tuviera mucho cuidado con las semillas de la naranja. ¡Ah, si por descuido llegaba a tragarse una le crecería un gran árbol en su panzota! Desde entonces Felipillo anduvo por la vida con pasos tiernos pero titubeantes. Creció siendo muy frágil, como vaso de cristal. Y vos, sabés, Mariana, que en la vida es preferible ser vaso de plástico o, ¡mejor!, vaso de madera.
Poco a poco, el niño cobijó la idea de que algo raro sucedía en su estómago cada vez que comía algo. Primero pensó que su panza era un puré cada vez que comía manzana y pensó que un estómago tan viscoso no era conveniente para un niño al que le gustaba jugar fútbol; así que comenzó a comer telarañas porque creyó que así podría ser el mejor portero del mundo, casi tan bueno como la Araña Lev Yashin, que fue un porterazo de los años cincuentas y sesentas del siglo pasado; o como el Brody Jorge Campos, quien fue un buen portero de la Selección Mexicana de fútbol y ahora es un mediocre e insulso comentarista deportivo.
Pero luego dejó de hacerlo cuando pensó que su estómago se llenaría de arañas. Entonces se pasó dos días completos en el baño vomitando todo lo que había comido.
Decidió que sólo comería fruta, pero también desistió cuando Adolfito, un compañero del Colegio, le dijo que ya no jugaba con la misma velocidad de antes. “Sos un plátano”, le dijo y Felipillo corrió a su casa y se metió en el baño de su casa, toda la tarde.
Su mamá se preocupó. Ella se sentó en el corredor de la casa y le enseñó al doctor Guillén cómo Felipillo estaba quedándose “en los huesos”. El doctor metió su dedo entre las costillas del niño y halló huellas de las telarañas. Recetó reposo absoluto, no juegos de fútbol durante seis meses, y una dieta que incluía todas las tardes un bistec de res. Este niño debe consumir grasas animales, sentenció el doctor, mientras tomaba su maletín y extendía la mano para que la mamá le pusiera un billete de doscientos pesos.
El reposo podía soportarlo, el castigo del fútbol ¡también!, pero lo que Felipillo no podía tolerar era el consumo del bistec de res. “No, no, no, mamita, no, me volveré como la vaca que tiene don Alfonso en su rancho”, dijo el niño y se metió debajo de la cama. De ahí no salió sino hasta cuatro días después cuando el bobo del tío Arnulfo se botó en el suelo, levantó la chamarra y le explicó al niño que todo había sido una broma y para demostrarlo se metió a la boca un puño de semillas de naranja y de limón. ¡Viejo estúpido! Los viejos estúpidos hacen mucho daño a los niños sencillos y nobles. Yo no sé, Marianita, si vos te has topado con un viejo bobo. Yo le pido a Dios no convertirme en uno de estos. Los viejos babosos son nefastos. Te pido, por favor, si algún día me ves haciendo estupideces de viejo chocho me detengás de inmediato, ¡te lo pido, por favor!
De ahí todo se convirtió en un peregrinaje, pues la mamá llevó a Felipillo a la casa de todos sus amiguitos para que el niño viera cómo los demás niños comían de todo y no se convertían en algo raro.
Felipillo es ahora un adolescente “normal”. Cuando cena en compañía de sus compas, todavía siente algo raro en su panza, pues imagina que los taquitos de “surtida” y de “maciza” son como piezas de rompecabezas que se unen para formar el cuerpo de porky, sí, el de las caricaturas; todavía, cuando su novia Brenda se coloca un poco de miel en sus pechos, él vuela tantito y siente como si fuera un zángano a punto de morir a la hora de hacer el amor con la abeja reina.
P.D. No lo digás a nadie, pero yo soy un poco Felipillo, porque desde niño he creído que si respiro aire de este pueblo bendito puedo convertirme en un papalote que vuela por todos los cielos del mundo; no lo vayás a contar, pero yo siempre he creído que si desayuno los azules de estos cielos benditos puedo volar sin que nada me detenga. Y entonces aparece la duda: ¿Soy como un niño o me estoy haciendo un viejo bobo?

miércoles, 3 de marzo de 2010

PORQUE LOS HOMBRES SON COMO ÁRBOLES O COMO LODO (última parte)



Linda sacó una manzana de su bolso y la ofreció al grupo. Todo mundo vio a Mauricio, quien dejó de comer los tacos y, con voz de niño indefenso, dijo: “No, gracias”.
Linda le dio una mordida a la manzana y dijo en voz alta, sin ver a nadie en particular: “El niño bobo tiene miedo. Cree que soy una bruja y él el bello durmiente”. Los del grupo sonrieron tantito para que Mauricio no se diera cuenta, pero se patearon por debajo de la mesa. Así que el gran Mauricio es un simple cordero ante esta leona, pensaron. Linda tatareaba, en voz baja, una canción de U2.
Mauricio siguió comiendo los tacos, pero su rostro mostraba una grieta de piedra.
“A ver, bello durmiente -dijo ella- ¿Por qué no nos demuestras que tan macho eres?”, y sacó una naranja de su bolso, que más que bolso parecía una sucursal de la frutería. Tomó un cuchillo de la mesa y partió la naranja en cuatro (Javier pensó: “Así, en gajos, ella le está partiendo su mandarina al buen Mauri”).
Dejó los cuatro pedazos sobre la mesa, tomó una semilla y se la ofreció a Mauricio. Se la dejó entre los labios. “¿Te atreves a comer esta semilla? Esta semilla es mágica (dijo y se frotó las manos), quien la come le crece un árbol a mitad de la panza”. Se hizo para atrás y rió con gran desparpajo. El grupo de amigos no pudo evitar el festejo y también rió.
Mauricio, con coraje, tomó la semilla entre sus dedos y dijo que eso del árbol era una estupidez. “Ah, ¿sí? Pues anda, ¡cómela! Demuéstranos que eres muy macho”. Entonces Mauricio tuvo un rayo de inspiración y tomó cierto valor. “¿Qué me das si la como?”, le dijo, retador, a la muchacha y la tomó violentamente de la barbilla. Ella, con calma, retiró la mano de Mauricio y le dijo: “¡Te la chupo, rico!” (Se recuerda al lector que esta no es una historia para niños, pero si por casualidad hay un niño presente, el lector puede decir que la bruja chupará la mejilla de nuestro personaje). Todos volvieron a patearse por debajo de la mesa y, excitados, se secaron las manos sobre los pantalones.
“¡Júralo!”, dijo Mauricio. “Lo juro”, dijo Linda, y sonrió con una de esas sonrisas que desmantelan las estructuras más sólidas. Nuestro personaje tomó la semilla y le dijo a Linda: “La como, siempre y cuando tú comas esto”, y le puso una hebra de carne de pollo que sacó de un taco a medio comer.
Ella aceptó y, a la cuenta de “¡Uno, dos, tres!”, comió el pedazo de pollo, mientras él tragó la semilla de naranja.
Los lectores ya saben el desenlace de esta historia, pero por si a alguno le gusta ver la palabra Fin en la pantalla, diré que el grupo se hizo hacia atrás y se replegó a la pared al ver que Linda, en lugar de hablar, comenzó a piar.
Mauricio se paró y, con un ligero movimiento de cabeza, ordenó al grupo que se retirara y dejara al pollo por la paz. Magnánimo, dentro de su soberbia, no obligó a Linda a cumplir su promesa, porque, ¿dónde se ha visto tal perversión entre un humano y un pollito?

martes, 2 de marzo de 2010

EL MUNDO ES COMPLEJO


Hay muchas cosas que no se entienden. Mi tío Armando decía que él no comprendía cómo la luz llegaba a la casa. Él vivía cerca de Shpoiná (lugar donde existe una pequeña caída de agua que genera luz eléctrica). "Baja el agua y mueve la turbina y la luz se hace, pero ¿cómo llega a mi casa?". No le sorprendía que el movimiento del agua generara luz, lo que no entendía era cómo la luz pasaba por los cables hasta llegar a su casa. Mi tío ya murió y casi estoy seguro que se fue sin saber cómo era el prodigio.
Bueno, con decir que Sara, la sirvienta que trabajaba en casa cuando yo era niño, miraba la cajita de cerillos una y otra vez, porque se preguntaba ¿cómo en esa cabecita roja cabía el fuego?
Lo he contado hasta la saciedad. Albert Einstein consideró que el invento más maravilloso era ¡el cerillo! ¿Cómo en esa cabecita roja cabe el fuego?
Yo ando en la vida como mi tío Armando, uso muchos chunches que, bien a bien, no sé cómo funcionan (tal vez una mayoría del mundo vive igual).
Antier, mi compa Miguel me preguntó ¿a dónde van a dar todos los mensajes que se eliminan de la papelera de reciclaje? ¿Qué le iba yo a decir? ¡Nada!
Hoy, al prender este chunche entré a mirojear las noticias del periódico Reforma (así, de lejitos, porque es una página envidiosa que sólo permite el acceso de los suscriptores) y hallé la siguiente nota: "En 2009 las ganancias de 88 empresas que cotizan en Bolsa crecieron 25.4% respecto a 2008, pese a la crisis económica". ¿Cómo la cabeza de un cerillo conserva el fuego? ¡No lo sé!
El pueblo apenas respira, siente que le falta el aire, mientras las grandes empresas ganan toneladas de dinero. No sé cómo se da este robo, pero de que se da ¡se da!
Tal vez algún economista íntegro pueda decirnos que las crisis son para esto; es decir, de alguna parte debe salir el dinero que ganan estas empresas. Yo, que de economía sé lo mismo que de chino mandarín, pienso que si la gente de a pie pierde su poder adquisitivo es porque lo gana el capital. Un poco como sucede con los gobernantes de este país: si los pinches políticos se llenan las bolsas con dinero es porque lo sacaron del erario, que es sinónimo de: dinero que da el pueblo. El mundo es complejo. No se entiende, pero de que hace falta el aire para respirar ¡ni duda cabe!

lunes, 1 de marzo de 2010

PORQUE LOS HOMBRES SON COMO ÁRBOLES O COMO LODO (Primera de dos partes)



Mauricio fue un niño muy travieso. Subía a la barda y aventaba piedras a las gallinas del patio vecino; desde la azotea aventaba globos llenos de agua a los que pasaban por la calle; o escondía la bacinica del abuelo, quien tenía que salir a orinar al patio a las doce de la noche. Mauricio se divertía a costa de los demás y jamás perdía su seguridad y abusivo aplomo. Hay niños así, que gozan cuando abusan de los demás y que son jodones por naturaleza. Pero, como dicen, una vez se encontró con “la horma de su zapato”. Y la horma estuvo personificada en la niña más bonita de la secundaria (en este momento del relato, el lector comprenderá que el tal Mauricio ya es un mozalbete bello, con el cabello largo, un arete en la oreja derecha y posee un cuerpo atlético). Esta niña, en realidad era una bruja que había sido una gallina en una vida pasada. Sí, una de las gallinas que el niño jodió desde lo alto de la barda.
Linda -que así se llama la niña y hace honor a su nombre- llegó un día quién sabe de dónde (ya se sabe que las brujas provienen de lugares misteriosos). Su presencia alteró el gallinero de la secundaria. Todos los niños se le acercaban, le daban dulces, la invitaban a tomar un café en la tarde; ella trataba a todos con cordialidad, pero no les daba más cordel, porque su obsesión era la de humillar al tal Mauricio.
Un día, Linda, a mitad del patio, dejó caer su libreta y vio hacia el grupo de muchachos donde estaba Mauricio. Aún cuando todos quisieron correr para levantar la libreta, la presencia de Mauricio se impuso y quedaron en espera de la reacción del líder del grupo. Mauricio, con un simple movimiento de su brazo izquierdo, le ordenó a Javier que levantara la libreta. Linda esperaba al lado de la libreta tirada. Estaba más bella que nunca, abrazando en su pecho el resto de libretas. Javier corrió a levantar la libreta, regresó al grupo y la entregó a Mauricio. Éste la retuvo entre sus manos y, con un ligero movimiento de cabeza le indicó a Linda que se acercara. Linda, de inmediato, caminó hacia donde estaba el grupo, pero un metro antes de llegar se detuvo y, con el mismo movimiento que Mauricio había hecho, lo retó para que él se acercara. El grupo se codeó y soltó un alarido de burla. “Lero, lero”, dijo Javier, en voz baja. Mauricio lo vio con una mirada de viento de cien kilómetros por hora. Mauricio -nunca se lo podrá explicar- dio un paso al frente y luego dio otro. Los dio con tal lentitud que parecía arrastrar un lastre de cien kilos. Sus amigos repitieron el lero lero en sus conciencias. Mauricio extendió el brazo y le ofreció la libreta, pero ella, triunfante, dio media vuelta y dejó a Mauricio a mitad del patio, expuesto a la burla de quienes habían suspendido el juego de básquetbol y la mordida de la torta para ver qué sucedía con aquella pareja. Mauricio sintió un fuego desconocido abrasar sus mejillas, oyó a lo lejos cierto murmullo. Pero, recuperó su aplomo y dio una mirada retadora en círculo. Ese movimiento fue como el “play” que destrabó la pausa; medio mundo continuó jugando básquetbol y los gordos dieron otra mordida a la torta. Mauricio regresó hasta donde estaba su grupo, con la misma pesadumbre con que Cortés se sentó a llorar en el árbol de la noche triste.
El lector pensará en este instante que esta historia es la historia común de un muchachito bobo que es presa del enamoramiento. Pero no. En realidad la trama se irá por otro río, porque, ya se sabe, la vida toma cauces inesperados.
Una mañana, la muchacha bonita se acercó al grupo que estaba en la cafetería y preguntó si podía sentarse con ellos. Todos dijeron que sí (menos Mauricio, que siguió comiendo sus tacos dorados como si nada). Linda, entonces, le pidió a Javier que se cambiara de silla y ella se sentó al lado de Mauricio.
(Bueno, el espacio se agotó por hoy, pero el miércoles, si Dámaris Disner no cambia la jugada, el lector hallará el final de esta historia).