domingo, 31 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON LIBROS (I)

Querida Mariana: el título del libro es sensacional: “Comitán, una puerta al sur”; bueno, no sólo es sensacional el título, también su contenido. En la plática que di acerca de libros escritos por autoras y autores comitecos dije que se publicó en 1994, en una edición de lujo, del gobierno del estado de Chiapas, la coordinadora general fue Katyna De la Vega Grajales, quien actualmente es secretaria de turismo, del estado. El tiraje del libro fue de 2,500 ejemplares, en idioma español, y 500 ejemplares, en idioma inglés. El libro que tengo, obviamente, está en español y no recuerdo quién me lo prestó, ya no lo regresé (ah, ya estoy viendo que, si esto lo dijera en público, más de dos asegurarían que ellos me lo prestaron y exigirían su devolución). El libro ya es inconseguible, quienes lo poseen deben considerarlo como un tesoro. Muchas de las fotografías a color fueron tomadas por el gran Bob Schalkwijk, fotógrafo que nació en Holanda. El libro fue pensado con un término que hoy está de moda: holístico; es decir, que contuviera todo y que todo estuviera imbricado a fin de dar un panorama general de nuestro pueblo. Mirá nada más quiénes escribieron: Miguel Álvarez del Toro redactó el artículo referente al Medio Natural y Geográfico, pucha, nadita, un gran experto, recordá que el zoológico de Tuxtla lleva su nombre para honrar el conocimiento que nos legó; el artículo de Arqueología fue escrito por tres grandes: Carlos Navarrete, Carlos Silva y Gabriel Lalo; luego un artículo titulado “Los comitecos”, mismo que fue escrito por Doña Gudrun Lenkersdorf (Florecita Esponda comentó esa tarde de plática, que Doña Gudrun vive, ya con una memoria un poco cansadita); el siguiente artículo es el titulado “Haciendas”, escrito por la gran María Trinidad Pulido Solís, quien nos heredó importantísimas investigaciones de ese tema en el estado de Chiapas; luego aparece un artículo del arquitecto Roberto García Rojas que tituló: “Imagen Urbana”; ¿luego? ¿quién creés? La amada Lolita Albores, con un artículo que se llama “Tradiciones comitecas”, pues sí, ¿quién más que ella? Así como el cine mexicano tiene a su Lola, La Trailera, los comitecos tenemos en Lolita a Lola, la argüendera, quien tuvo la esencia del pueblo en sus manos y en su corazón. Y al final tenemos un artículo del artista musical Federico Álvarez del Toro (hijo de Don Miguel), quien escribió acerca de una “Serenata nocturna de Comitán”. Pero digo que este libro es un tesoro, porque, en medio de imágenes bellísimas, vienen poemas de autores chiapanecos, que son pildoritas para el espíritu, que sanan el alma. Primero hallamos esto: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? ¿En mayo, en la quietud, en la frescura, en el aire…”, nada más y nada menos que de Jaime Sabines; luego el gran Enoch Cancino Casahonda, con un poema dedicado a Campumá, hacienda propiedad de los Culebro: “Campumá, cuidador del copal, dador de tierra /a los mares del sueño…”; de Rosario Castellanos aparecen tres poemas, copio un fragmento de uno de ellos: “Yo recuerdo una casa que he dejado, / ahora está vacía. / Las cortinas se mecen con el viento…”; y no podía faltar nuestra laureada poeta comiteca Marirrós Bonifaz, quien, ahora parece volvió a su nombre original María del Rosario. Va fragmento: “Iosoi eso parecían decirme aquellos caballeros / la ropa torzales tejidos entre ellos nunca / iguales nunca diferentes…” Todos los artículos son excelentes. Mi atención fue jalada por el texto de Doña Gudrun; consigna, por ejemplo, el nombre del primer nuevo vecino de Comitán llegado de San Cristóbal de Las Casas: Cristóbal Ancheta o Ancheyta. Los que vivimos el Comitán de los setenta recordamos que en la manzana de la discordia (hoy inexistente), frente a la Escuela Secundaria y Preparatoria (edificio donde hoy está el Centro Cultural Rosario Castellanos) estuvo la tienda de las Ancheyta. Don Cristóbal, dice Doña Gudrun, llegó a Comitán en 1658. Y me muero de las ganas de compartir otro fragmento donde doña Gudrun dice: “Comitán posee tres cosas, causa de su fama y elogiadas en muchas partes: las mujeres, el comiteco y los dulces…”, más adelante dice: “…el buen humor y la amabilidad caracterizan a los habitantes…” Mirá, la investigadora alemana nos obsequió su mirada atenta, pienso que ningún comiteco puede desmentir a Doña Gudrun, lo que sí podemos hacer es ampliar la relación, porque los habitantes de este pueblo tenemos muchos dones. Posdata: al final, Doña Gudrun dice: “¿Acaso hay Caralampios, cositías o pumpos que no sean de la amable ciudad de Comitán, ciertamente sin igual en el mundo?” ¡Tzatz Comitán!

sábado, 30 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON LIBROS

Querida Mariana: platiqué acerca de libros escritos por autoras y autores comitecos; me invitó la licenciada Naty Figueroa, directora del Museo Arqueológico de Comitán. Fui y compartí con la poca audiencia que asistió. A mí no me sorprende que la gente no acuda a actos culturales en nuestro pueblo. Siempre ha sido así. El maestro Jorge Melgar Durán, de feliz memoria, me platicó que una vez invitaron al maestro Prudencio Moscoso Pastrana, gran cronista coleto, a dar una conferencia en el auditorio de la Casa de la Cultura. ¿Cuántas personas asistieron? Una, ¡una! Dios mío. Ah, pero eso sí, medio mundo intelectual se llena la boca e insiste en decir que Comitán es la Capital Cultural de Chiapas, nos falta pueblo, bueno, en realidad, nos falta mundo, ver qué hacen en otras partes de países altamente desarrollados. Me apena decir que un tema de gran importancia pasó de noche. Pero en el caso que comento hay otro elemento adicional: el Molinari. Uf. Veo con mucho agrado que aparecen nuevas voces en el entorno cultural y ahí sí llenan los espacios (cafeterías, sobre todo). Son nuevos tiempos. Los relevos generacionales se dan, se están dando. Los muchachos apoyan a sus amigos y esto renueva la esperanza. Me encanta ver rostros nuevos. Yo, que soy viejo, debo entender la lección, desde casa puedo hacer más. Vengo de regreso. Hoy le toca a los nuevos talentos. Espero, es mi mejor deseo, que aparezcan voces inteligentes, novedosas, innovadoras. Como mi campo es, sobre todo, el de la literatura, aspiro a que en Comitán aparezca la escritora que escriba con el mismo talento de Rosario Castellanos y que aparezca el escritor que sea orgullo de esta tierra. Espero que redacten textos limpios, que quienes se asumen como escritores tengan el mínimo conocimiento de la sintaxis y de la ortografía. Todos los que organizan eventos buscan estrategias para jalar amigos y familiares. Cuando alguna institución educativa organiza un acto cultural “obliga” a estudiantes a asistir. Es la forma que han encontrado de tener audiencia y “sembrar” gusto por el arte. ¿Será buena estrategia? ¿De verdad es la mejor forma de acercar el arte a los chicos y chicas? No lo sé. A veces pienso que puede resultar todo lo contrario, y, al final, los jóvenes terminan odiando este tipo de actos, como cuando un maestro pone a un estudiante a leer como castigo por portarse mal. El chico, en su vida, vuelve a ver con buenos ojos a la lectura. Por eso, cuando dan a conocer los resultados de la prueba PISA, que aplican a estudiantes de ochenta países, México reprueba, los estudiantes no dominan la comprensión lectora. Pero, esa tarde, fui muy animado a cumplir con mi compromiso. Claro, no vuelvo a hacerlo. Ya mandé a hacer una playera que dice el siguiente mensaje: “Gracias, pero no acepto invitaciones para presentar libros, para comentarlos, ni para dar pláticas acerca de libros”. No, ya no. Mi amigo Jorge Antonio Ruiz Mandujano ha llenado el auditorio de la Casa de la Cultura en dos ocasiones al presentar sus libros. Sí, Jorge Antonio tiene una gran capacidad de relacionarse, tiene como mil amigos, de esos mil amigos, sabe que trescientos acudirán. Yo, como soy escaso, como no ando en guateques, como se me dificulta eso de la chorcha y ya no asisto a actos culturales, pues cuando presento algo nadie acude. Nada lamento, niña mía, cosecho lo que he sembrado. Bueno, con decir que tengo tan mala suerte que cuando doy una plática ni vos asistís, vos, mi fiel amiga. Casi siempre estás fuera de la ciudad y una vez que estuviste acá se enfermó tu abuelito y debieron llevarlo al consultorio. ¿Por qué digo esto? Porque, a pesar de que estoy acostumbrado a este tipo de reacciones y nada pongo en mi corazón, siempre aparece el síndrome ñañaroso del que prepara su fiesta de cumpleaños y termina, como el clásico meme, llevándose la mano sobre la nuca para bajar la cabeza y refregar la cara sobre el pastel, porque no hay quien le haga la travesura. Siempre me canto solo las mañanitas. ¡Pucha, qué jodido! Pero, como diría el gran divo de Juárez, ¡qué necesidad! Ninguna. En estos tiempos cibernéticos prefiero escribirte sabiendo que vos me leés. ¿Necesito más? ¡No! Tu compañía virtual es mi privilegio. En tiempos donde la imagen impera (los videos, sobre todo), agradezco que vos leás lo que te escribo. Con eso estoy pagado. Entonces, ahora ya tomé un curso gratuito en línea, ofrecido por la UNAM, que se llama “Aprende a decir no”, obtuve mi reconocimiento, así que ahora, con la desfachatez del mundo, me pongo mi playera de “no acepto invitaciones para presentaciones de libros, para hacer comentarios, ni para dar pláticas acerca de libros”, a menos que apareciera algún mecenas e insistiera en tener en su semana cultural al eximio escritor chiapaneco y me pagara los honorarios que merece mi trabajo o que realmente me vea comprometido, por la empresa cultural. Hay ocasiones donde es imposible negarse. Si viene el presidente de la república y, con acento tabasqueño, dice que quiere a Molinari en la presentación de su libro más reciente, el Molinari (por la honra de Comitán) no podría negarse. Salvo en esas ocasiones memorables, no vuelvo a aceptar invitaciones para presentaciones de libros o de pláticas. Bromas aparte, y salvo casos excelsos como el de mi amigo Jorge Antonio, en este comentario hay un motivo de reflexión y una certeza: la gente acude con mucho gusto a invitaciones donde hay chupe asegurado, comida para aventar hacia arriba y música para mover el cuerpecito; pero no acude con gusto donde alguien lee poemas. No me digás que me equivoco. He asistido a actos donde la gente se fastidia en el asiento, mueve su trasero como si estuviera sentado sobre una tabla con clavos, algunos adoptan una figura de filósofo trasnochado y cierran los ojos, como si reflexionaran, cuando en realidad se echan un coyotito exprés; y una buena cantidad saca el celular, lo colocan sobre el muslo y ven tiktoks en silencio. Los he visto reír cuando el poeta se desgarra el alma en el sitio de honor y llora porque el texto que lee habla acerca de la muerte de su abuelo, pero los de la audiencia miran cómo baila la Carmen Salinas. Posdata: pero fui a cumplir. Un día antes, varios amigos escritores me preguntaron por Whats si hablaría de sus libros. ¡No! Sólo comenté algo de tres libros esenciales para la identidad comiteca. El primer libro fue “Comitán, una puerta al Sur”, que fue publicado en 1994 (el próximo año cumple treinta años); el segundo libro fue uno que no tiene título y está inédito, concluido, más o menos, en 2004 (el próximo año se cumplen veinte años), escrito por mi querido primo José Luis González Córdova, que en paz descanse; y el tercer libro fue “Comitán, mi cuaderno de apuntes”, del maestro Gustavo Alfredo Álvarez Figueroa, editado en 2022 (el próximo año se cumplirán dos de su edición). El libro de José Luis lo tengo engargolado, su hijo José Augusto me dio una copia. Es un libro interesantísimo. Los tres libros son esenciales para el conocimiento de la historia de este maravilloso pueblo. La tarde de la plática fui muy respetuoso del tiempo de los demás (pocos, pero selectos). Usé diez minutos para comentar cada libro, a fin de que la plática no se llevara más de media hora. Siempre aplico (bueno, aplicaba) lo que el maestro Jorge y el maestro Hugo me enseñaron: lo breve es placentero. Sí, cuando estoy en la audiencia me encanta oír cosas agradables, pero que no tarden mucho, porque lo más interesante del mundo se vuelve plano cuando excede un tiempo razonable. He visto a grandes conferenciantes sentarse ante la mesa de honor, quitarse el reloj de la pulsera y colocarlo sobre la mesa, con ello controlan su tiempo. Cuando ya ven que el tiempo sugerido llega comienzan a darle cierre a su conferencia. Comencé mi plática diciendo que Comitán es un pueblo de gran tradición cultural. No sé si es la capital de la cultura chiapaneca, no sé, ni es tema que sea relevante. Cada pueblo tiene sus propias riquezas, la nuestra es fértil, enorme, grandísima. Lo que nuestros mayores nos legaron es un tesoro, tesoro que las mentes más lúcidas de Comitán han incrementado. Hablé solo de tres libros, una mínima parte de cada uno de ellos, sólo para reafirmar la certeza de mi apreciación inicial que está acorde con lo que todo mundo sabe: Comitán es un pueblo de gran riqueza cultural. Los jóvenes creadores deben saber que vienen de la tradición, deben pepenar lo que los viejos hemos hecho, confrontarlo, asimilarlo y superarlo. Por eso digo, me encanta ver a voces jóvenes en encuentros, en presentaciones de libros, en recitales. Espero, de todo corazón, que ellos continúen con la tradición, pero que sus aportes sean reales, conscientes. Digo esto porque también veo a muchos escritores que no tienen el menor respeto por el público ni por el oficio, ya que no redactan en forma clara, sencilla y limpia. Ah, qué joda, sus textos tienen errores ortográficos y esto sí es penoso, porque demerita la cultura enormísima de este pueblo. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 29 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON TRADICIÓN HISTÓRICA

Querida Mariana: mirá qué belleza de fotografía enmarcada. Es un gran personaje comiteco. No sé cuántas personas lo identificarían a primera vista. Yo, debo ser sincero, no lo conocí en persona. Pero sí conocí a sus hijos y conozco a sus nietos, uno de éstos es mi gran amigo. ¿Lo estoy haciendo de emoción al no dar su nombre? Lo que quiero decirte es que me gustaría que jugáramos un rato. Si yo no conocí a este personaje ¡vos menos!, pero sí puedo estimularte a que lo mirés con atención y jugués a decirme qué rasgos ves con un personaje que actualmente es muy conocido en nuestro pueblo y en la región. Ya, ya sé que es difícil el juego. Tal vez estoy acostumbrado a jugarlo porque mi papá (te he contado) cuando íbamos de vacaciones a otra ciudad le gustaba jugar el Juego de los Parecidos. Ah, era muy divertido, porque, sentados en un parque, me decía en voz baja: mirá, el señor de traje café se parece a fulano de tal (fulano de tal era, por supuesto, alguien de Comitán). Tal vez a vos el juego no te resulte interesante. Insistiré tantito, sólo para estimular la creatividad, por lo que te daré una pista: el personaje que acá aparece fue uno de los más destacados integrantes de La Unión de Expendedores de Gasolina y sus derivados de Petróleos Mexicanos en el Estado de Chiapas, A. C. Con este dato podés comenzar a darle una revisión a quienes se dedican actualmente a proveernos gasolina para que funcionen nuestros autos. El personaje de la fotografía es parte de ese enormísimo árbol. ¿Ya tenés una idea? ¡Basta! Sé que ahora, al darte el nombre, dirás que sí, que tiene parecido con mi amigo. Quien acá está es Don Rubén Morales Trujillo, abuelo de Rafael Morales Serrano. Don Rubén fue el iniciador de la empresa que actualmente dirige mi amigo y que lleva el nombre de GRUMO (Grupo Morales). Comencé invitándote a admirar el finísimo marco y la belleza de la fotografía, la gallardía que presenta Don Rubén, con traje, camisa de líneas y corbata de rombos. Mi amigo, cuyos genes le dan un parecido cercano a Don Rubén Morales Trujillo, llegaba a mi casa a jugar en los años setenta, nos une una amistad de muchos años, el afecto es sincero. Antier, en redes sociales circuló el siguiente mensaje: “el empresario gasolinero Rafael Morales Serrano se perfila como el candidato “único” del Partido Verde Ecologista de México a la alcaldía del municipio de Comitán de Domínguez”. El mensaje fue más allá, en otras líneas manifestó: “…tiene el reconocimiento de la ciudadanía por su trayectoria como empresario…” Mi amigo de infancia es un comiteco honesto, hombre de trabajo, de convicciones, de carácter, no se deja. Digo que conozco a Rafa desde hace muchos años, sé que es un comiteco comprometido. Recuerdo que una vez me dijo que acá está enterrado su abuelo (el personaje de la fotografía), acá está enterrado su papá (Don Rubén, a quien sí conocí), por eso, él le tiene un gran cariño a su pueblo, un poco como si dijera que somos del lugar de donde nacimos, pero también del lugar donde reposan nuestros ancestros, porque ellos son abono para los árboles que honramos. Posdata: el mundo se mueve, Comitán no puede ser excepción, también está movidito en estos últimos días del año, movimiento que preludia las cintas telúricas que vendrán en el 2024. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 28 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON SUEÑOS

Querida Mariana: cuando termina el año llegan muchos mensajes de buenos deseos a los celulares de todo el mundo. Se agradecen. Son mensajes motivadores. Desean que haya paz, prosperidad. Y nosotros pensamos ¡que así sea!, aunque en la mente no puedan desaparecer las imágenes violentas que vemos en los noticiarios, donde la paz está ausente y la prosperidad también es esencia que no se deja atrapar en forma fácil. Hay una frase que llama mi atención en forma especial: “que todos tus sueños se hagan realidad”. Pienso que a mí me gustaría enviar el mensaje contrario: “que todas tus realidades se vuelvan sueños”. Sé que la palabra sueños se emplea como sinónimo de deseos; sé que el mensaje de los amigos sinceros es “desear” que los deseos se cumplan. A veces me asoma el espíritu Grinch y digo que la frase se instala en el terreno de lo imposible, además del terreno desértico. Hemos comentado que los deseos tienen una cara mala: cuando un deseo se cumple agota su veta, entra a un túnel difícil de escapar. Esto lo saben muy bien los enamorados. Si digo que todas tus realidades se vuelvan sueños quiero decir que la materia entre a un terreno que le corresponde a lo onírico, a lo surreal, a lo que está más allá del aire. En algunos momentos, sobre todo en mi adolescencia, escuché a algunas personas asegurando que mi afición por la lectura era una forma de escape, que no estaba en el mundo de la realidad, que me solazaba en un mundo de ficción, que eso, cuando creciera, me acarrearía serios problemas, porque yo no podría responder en forma adecuada a los problemas que la realidad me aventara en plena cara. ¿Problemas? ¿Para solucionarlos debería dejar de leer y focalizar la realidad? ¿Es que el mundo estaba lleno de problemas? Bueno, entonces el mundo que me presentaban no se alejaba mucho de las historias que leía en los cuentos y en las novelas. Ya, desde entonces, los grandes autores literarios me habían aclarado algo que no era sencillo, pero sí simple: la ficción tenía una gran cercanía con la realidad. La gran diferencia era que mi pasión lectora hacía que los problemas morrocotudos pasaran de lado sin afectarme. ¿Cómo decirle a mis críticos que mi pasión de vida era más sublime que la de ellos, quienes sí estaban metidos en problemas serios y tenían dificultad en resolverlos? ¿Cómo decirles que mis deseos no eran los deseos materiales de ellos? Mis deseos estaban colocados en el mismo estante donde los personajes de cuentos y novelas colocaban sus fotografías, sus joyas, sus viajes, sus pasiones, sus llantos y sus problemas. Porque si los cuentos y novelas eran una representación inteligente de la realidad, superaban a ésta porque los incendios, robos, violaciones y matanzas nunca abandonaban ese maravilloso cuadrángulo delimitado. En épocas navideñas muchos amigos mandan mensajes de buenos deseos. Siempre que alguien me envía buenos deseos por una salud permanente sostengo el mensasje como si estuviera en una manifestación callejera, para que todo mundo lo atesore y el universo confabule a mi favor. ¡Salud, salud! Pero cuando alguien me envía un mensaje donde desea que todos mis sueños se hagan realidad hago un contra conjuro y mando el mensaje al basurero cibernético, porque sé que, en muchas ocasiones, no tengo control en mis sueños y no hablo sólo de los que se me presentan mientras duermo, sino también de los que aparecen en mi mente en vigilia. Mi mente es juguetona y a veces mis deseos son irreverentes, impúdicos. Pido que no todos mis sueños se hagan realidad, Dios me libre de ver realizados algunos sueños absurdos, casi abstractos, casi nopales con pura espina, casi papalotes sin papel de china. Posdata: llama mi atención la avalancha de buenos mensajes. Es bueno que ante el alud de mensajes violentos que la realidad nos avienta, haya contrapesos. Que vengan muchos buenos deseos, menos el de que todos mis sueños se hagan realidad. ¡No! Toco madera. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 27 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN CIERRE

Querida Mariana: “Lalilu cierra sus puertas”. Así lo dijo Samuel Albores, el fundador de la librería. Por donde se le busque ¡no es buena noticia para Comitán! Samy, a través de un video, compartió la noticia. Samy dio razones del cierre, comentó que no quebró su empresa, que no es cuestión meramente económica; dejó en claro que no es porque las personas de Comitán no acudieran a la librería. La única certeza es que Comitán pierde una librería, un hermoso espacio que dio luz a este pueblo. Oh, la noticia no es buena, al contrario, es una noticia llena de niebla. La librería Lalilu cumplirá 9 años en enero 2024, el día de su cumpleaños será el día del cierre permanente. ¡Uf, bonito festejo! Sólo a Samy se le ocurre celebrar un cumpleaños con la muerte de su empresa. Bueno, Samuel ha hecho historia, sigue haciéndola. No es buena noticia para Comitán, no es buena noticia para el mundo. Cuando se habla de la extinción de una lengua originaria se compara con la muerte de una estrella. ¿Qué se puede decir ante la noticia del cierre de una librería? Vos y yo siempre hemos comentado que los lectores inician topándose con libros en su camino. Apenas hace días, en un Platicatorio, Paty (editora ejecutiva de Arenilla) y yo hablamos acerca de libros, invitamos a las personas de Comitán y de la región para que agregaran un libro en el paquete de regalos navideños. En esa plática comentamos, con orgullo, la existencia de tres librerías en Comitán: la mítica Proveedora Cultural, la librería Porrúa y la librería Lalilu. Nada sabíamos del cierre de Lalilu. Paty comentó que el mojol de lujo de esa librería era su jardín maravilloso. Las otras dos librerías no ofrecen la oferta de Lalilu, que no sólo es librería (¿debo ya escribir era?) sino un espacio lleno de libros con un jardín espléndido y un lugar donde se podía tomar un café con un pastelito. En la Proveedora y en Porrúa los lectores llegan, revisan los estantes llenos de libros, los hojean y cuando se deciden por alguno pagan y van a sentarse a una banca del parque o van a una cafetería o van a la sala de casa. En Lalilu la elección del libro se complementaba (ya en pasado, total, falta poco para que el futuro llegue) con el paseo por el jardín lleno de flores, con el bálsamo del correr del agua de la fuente y con el disfrute de una taza de café. En la biblioteca pública hay muchos libros, pero no se puede tomar un café y mucho menos platicar. Hay grandes letreros que exigen silencio, para no interrumpir la lectura de otros. En Lalilu se daba la lectura, en medio de la plática, de la chorcha sabrosa; en Lalilu la mirada recibía la caricia del aire con esencias aromáticas. Samuel dijo que en los dos años recientes ha estado varios meses en Jalapa. Estas ausencias provocaron que sus clientes lo extrañaran de más, porque ya no acudían a comprar libros. Esta declaración (Samuel lo hizo notar) era un elogio y, a la vez, un reclamo, porque la empresa estaba sustentada en su presencia, lo que también dice mucho. Fue un elogio, porque habla de su vocación de gran librero, oficio que no domina cualquiera. Samuel ha sido un gran lector desde siempre, es escritor, estudió literatura; estas esencias le permiten ser un gran conocedor del mundo de los libros. Ahora, Jalapa ganará un gran librero, nosotros lo perderemos. Vender libros requiere una veta especial, veta que Samuel domina con amplitud. Si vender naranjas requiere cierta pericia, vender libros exige una preparación sublime. Samuel aventó la noticia en redes sociales. No fue buena noticia para Comitán, para la región. Qué jodido hacer caso a los mayores, quienes, ante el fallecimiento de un ser querido, sugieren no lamentar la ausencia sino valorar la presencia. Sólo nos queda decir que Lalilu sembró luz durante nueve años, que alentó la lectura en una ciudad que, como la mayoría de ciudades del país, no es una ciudad que se vanaglorie de ser gran lectora; sólo nos queda decirle a Samuel que agradecemos su labor de gran librero. Pronto, muy pronto, el día que cumpla nueve años, Lalilu cerrará sus puertas para siempre. La tuvimos durante nueve años gloriosos. No todo mundo lamentará su cierre, porque no todo mundo conoció ese espacio. Hay mucha gente que vive tranquila sin libros; pero los lectores lamentan desde ya esta velita que se consume. Posdata: lo que Comitán y la región deberían lamentar es que una estrella apagará su luz para siempre. Tal vez valga la pena invitar a ir a comprar un libro antes del cierre. ¡Tzatz Comitán!

martes, 26 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON DESTELLOS

Querida Mariana: mirá qué me regalaron. Sticker se llama, calcomanía, figurita. Te cuento. Era la tarde del veinticuatro de diciembre; mi mamá me había servido un poco de ponche de frutas, lo probé, calientito, humeante, riquísimo. A mi mamá no le gusta el ponche que sirven en Comitán, ponche de piña con trozos de marquesote. A mí me gusta el ponche que ella me ofrece, así, sin piquete. Andaba en esas cuando recibí un mensaje en WhatsApp. En esta imagen está la hora del mensaje. Escribí la contraseña y hallé el mensaje de mi amigo Israel Gómez, amigo de hace mucho tiempo. Su amistad es mi privilegio. Hallé la figurita del Molinari con nieve en la mano (en pleno diciembre, como si estuviese en el Buenos Aires que vivió Julito Cortázar de niño, y no estuviera en invierno sino en verano). Israel completó el envío con las siguientes palabras: “Mi mujer lo hizo un tu sticker”. Así, al mero estilo de los Villaflorenses, de los comitecos. Su esposa lo hizo un mi sticker. Ah, qué hermoso tachilgüil de palabras, todo un lenguaje complejísimo y rico, admirable, unión de culturas tan cercanas, tan nuestras. Y si admirable es el dialecto de nuestras regiones, también admirable es el presente que recibí en esta navidad. Me encantó la figurita, fue algo inesperado. Valoro mucho el regalo que hallé, no en la base del árbol, sino en la pantalla de mi celular. Ahora que escribo, valoro también la belleza de estos tiempos cibernéticos. No sé bien a bien en dónde la esposa de Israel hizo la figurita. ¿Tomaba un poco de ponche? Ella y yo no nos conocemos físicamente. Por esto valoro más el obsequio. A Israel le compartí el videíto navideño que hizo mi querida Cielo, integrante del equipo de Arenilla. Entiendo que Israel lo compartió con su esposa y ella decidió (¡gracias!) hacer un mi sticker (es tiquer). Valoro mucho el obsequio porque no es IA, es IN (Inteligencia Natural), es GI (Generosidad Innata), es hilo de luz de FG (Familia Gómez). Se necesita un conocimiento especial para hacer este tipo de figuritas; por supuesto que se necesita hacer uso de herramientas tecnológicas actuales, pero, sobre todo, se necesita gusto, amor, pasión. A mi mamá le encanta hacer carpetitas tejidas, muchas mujeres de hoy también bordan, para seguir la tradición de siglos, pero, además, hacen stickers. Cuando vi la figurita abrí mis brazos para recibir el abrazo. El calorcito del parque central de mi pueblo, el sabor de la nieve y del barquillo dorado, se aliaron al presente enviado por Israel. La tradición cultural amarrada a la cinta de los tiempos cibernéticos, a la cuerda digital. ¡Qué maravilla! En cuanto recibí la figurita del Molinari con la nieve en la mano pedí permiso para usarla en próximos envíos por WhatsApp, pensé que lo compartiré siempre que desee enviar un abrazo sincero, porque en esta figurita sonrío, aunque vos me dijiste que mi sonrisa es simpática, porque en lugar de hacer la forma de hamaca, como la de todo mundo, yo la hago para abajo. En mi descargo siempre digo que pinto un arcoíris en mi rostro, ya mis amigos y amigas le ponen el color. Posdata: el tío Eugenio siempre regalaba duraznos, bajados del árbol del sitio de su casa; Margarita regalaba papelitos con florecitas que ella dibujaba. Male, la esposa de mi querido Israel, me obsequió una figurita que diseñó con su mente, con sus manos y con su corazón, por esto ahora te pido permiso, niña mía, y aprovecho para enviarle una palabra a ella: ¡Gracias! ¡Tzatz Comitán!

lunes, 25 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON HILOS DE IDENTIDAD

Querida Mariana: comparto una foto más de grupos. Me encantan estas fotografías. Lo sabés, soy muy escaso. Es difícil que hallés una foto mía en un grupo. Por lo mismo, cuando veo fotos grupales las disfruto mucho, porque el hecho de que yo sea un ish no significa que no reconozca el valor de la convivencia. Mi timidez, mi misantropía, me llevan a disfrutar las personalidades extrovertidas. Veo el mundo desde lejos y disfruto la alegría de los otros, me encanta ver a gente feliz, que convive, que comparte, que parte y reparte. Esta foto me conmueve, porque los chicos y chicas que acá están (en un jardín lleno de luz, de verdes, de aire) pertenecen a la generación 82-85 de secundaria, de mi colegio Mariano N. Ruiz, de nuestro amado colegio. Como siempre, lo dije muy apresurado. Voy poco a poco. Esta foto se la robé a Yanet, quien fue alumna y hoy es catedrática del Colegio Mariano N. Ruiz. ¿Mirás qué privilegio? El mismo que me ilumina, porque también fui alumno de secundaria del colegio y luego (¡qué bendición!) fui maestro de este grupo. Dije que debo ir menos apresurado. Ellos son parte del grupo que inició su educación secundaria en 1982. ¿De dónde llegaron? De diversos senderos. Algunos estudiaron su primaria en el mismo colegio, pero otros llegaron de diversas instituciones educativas y ahí se conocieron. Esa convivencia los unió en un lazo indestructible, acá está la muestra. Durante tres años estuvieron juntos. En 1985 se separaron, jamás volvieron a estar unidos, como nuégados, de lunes a viernes y días “de guardar”. Vi la fotografía y los conté, como si pasara el padre Carlos y me preguntara cuántos alumnos estuvieron en el festejo decembrino (por ahí hay suéteres y gorritos navideños). ¡Veintiuno, padre, veintiún muchachos! Y traje a la memoria la presencia del padre Carlos J. Mandujano, el fundador del Colegio Mariano N. Ruiz, porque este grupo tuvo el privilegio de contar con la cátedra de ese hombre sapientísimo. Nadie, en su sano juicio, puede dudar que el fundador de nuestro colegio fue un hombre de gran cultura, el bagaje cultural que poseía le permitió ser un orador de excepción, polémico, fecundo. Esta generación gozó lo mismo que los alumnos de mi generación. No sé qué tanto fueron tocados por el espíritu luminoso del sacerdote. Paty Armendáriz, en su libro “Alpinista de sueños”, comentó (palabras más, palabras menos) que el padre narraba las clases de historia como si hubiese estado presente. Coincido. Mi gusto por la literatura se afianzó en la cátedra del padre Carlos, cuando narraba los hechos donde los infantes agreden a las hijas del Cid, en la famosa Afrenta de Corpes. ¡Sí, todo lo narraba como si hubiese estado ahí, en el campo de batalla, como si lo hubiese visto! Y no sólo sembró literatura en nuestros espíritus, también abonó el gusto por la buena música, la música selecta. Sé que estos muchachos también recibieron esa bendición. Mis compañeros y yo escuchamos música clásica en un tocadiscos portátil donde él colocaba discos de vinilo. Estos chicos y chicas recibieron el legado a través de un reproductor y un casete. No lo vayás a decir, es un secreto, inteligentes y traviesos (como todos los chavos de su edad) a uno de estos muchachos (¿muchacha?) se le ocurrió (en el momento que el padre Carlos fue a su oficina) aplastar la tecla de grabar y decir una serie de barbaridades. Cuando el padre Carlos volvió y activó la tecla Play, todo mundo se dio cuenta del acto que habían realizado. ¿Los expulsaría el padre Carlos? Por fortuna, el aparato nada grabó de lo dicho y todo quedó en una cara de incertidumbre en el maestro que no supo el porqué del silencio. Los chicos y chicas supieron que los milagros ¡existen! Y acá está una prueba más de esos prodigios de la vida, porque veintiún ex alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz volvieron a reunirse en el 2023, treinta y ocho años después de haber terminado la educación secundaria. Algunos integrantes no estuvieron físicamente, pero, sin duda, fueron recordados en alguna anécdota que apareció en el convivio. Posdata: vi la fotografía y traté de recordar el nombre de cada uno de ellos. No lo logré. Tengo una pésima memoria. Si me aplicaran un examen ¡lo reprobaría! No recordé los nombres, pero al ver sus rostros una cinta de luz rodeó mi corazón. En algún momento conviví con ellos y alguna travesura me hicieron y algunas travesuras les hice. La vida es un boomerang que siempre regresa. A veces, el milagro es que el boomerang vuelve con estrellas en su viaje estelar. Acá hay veintiún estrellas. Dios los bendiga siempre. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 24 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON ACTO GENIAL

Querida Mariana: esta foto es ¡la foto del año! Debo decir que la mejor foto del año ¡no es la mejor foto! Esto que parece una incongruencia, que se parece a los premios Óscar donde una película recibe siete premios en diversas categorías, incluyendo la de Mejor Director y Mejor Guion, pero no le otorgan el premio a Mejor Película. La fotografía que anexo se la robé a mi querida amiga Chusy Coutiño. Digo que es la foto del año, por lo que representa. Sé que hay cientos de fotografías más artísticas, pero pienso (es lo que pienso) pocas fotografías tienen la sustancia de ésta. Basta ver la maravillosa actitud de mi amigo Pepe López, el genial director de la no menos genial Marimba de Concierto de La Trinitaria. He dicho en varias ocasiones que considero un acierto la gestión del Conta Ervin, presidente municipal de aquel municipio. Ha tenido la visión de apoyar en forma magistral a la cultura, de contribuir al fomento del arte. La contratación del maestro Pepe como director de la marimba así lo demuestra, y así lo demuestra esta fotografía de Chusy. Me resulta fastidioso decir lo que acá vemos, si esto lo aprecia cualquier persona. Insisto, perdón. ¿Ya viste la actitud del maestro Pepe? Con la pericia que posee, con el talento que expande, sus brazos dirigen el movimiento que los marimbistas deben seguir, que la pausa sea la puerta brillante para el siguiente sonido y que éste se alargue hasta la siguiente pausa, para formar la melodía, que suena impecable, excelsa, en manos de los maestros de la marimba zapaluteca, orgullo de esta región. Y si esta fotografía es la mejor del año es porque la actitud del maestro es seguida por dos niños de la comunidad de Tziscao. El ejemplo arrastra, dicen los sabios. No sólo arrastra, el ejemplo conmueve, toca las cuerdas más sensibles del espíritu humano. ¿Qué dijo Sabines, el poeta? ¿Recordás que el viejo maravilloso, demiurgo de la palabra, dijo en el poema “Pensándolo bien”, en su parte final lo siguiente: “La única recomendación que considero seriamente / es la de llevar una mujer joven a la cama / porque a estas alturas, la juventud / sólo puede llegarme por contagio”. ¿Qué relación tienen los versos calenturientos de Sabines con la fotografía de Chusy? Lo de Jaime habla acerca de la pasión amorosa. Parecería que nada tiene que ver con esta pasión musical. Pero lo que quiero decir es que la fórmula de Sabines se puede aplicar a toda esencia de vida. Si Sabines decía que a su edad la juventud sólo podía llegarle por contagio, a través de llevar a mujer joven a la cama, pienso que todo en la vida llega por contagio, lo bueno y lo malo. El arte sólo puede darse por el ejemplo. Cuando los niños ven a sus padres leyendo libros, cuando ven ballet en un escenario, cuando se acercan a la maravilla de los títeres en la calle, cuando escuchan un concierto en una sala, cuando los papás los llevan a museos a ver obras de arte, en ese momento aparece lo que acá ves. Los niños de la comunidad imitan al maestro, al gran maestro. Cuando vieron que un hombre, con saco, peloncito, se paró frente a los ejecutantes y con las manos marcó el inicio de la melodía y con ese oleaje de mar sublime fue señalando cada movimiento de la pieza musical, ellos también se pararon frente a la marimba y movieron sus brazos, fueron directores de un grupo musical de concierto por un momento. ¿Qué sigue a esto? Puede ser un mero recuerdo, una experiencia instantánea, pero puede ser también, ¿por qué no?, la puerta para que un niño, emocionado, sorprendido, pregunte qué debe hacer para ser de grande como ese señor, porque le gustó ese sentimiento. El maestro Pepe siembra, el ayuntamiento actual también es sembrador, son sembradores de cultura, de arte. Por contagio, dijo Jaime Sabines, por contagio buscaba la juventud; por contagio se da la siembra del arte, del buen contagio, de toparse frente al arte. Posdata: la fotografía del año no es la mejor fotografía, pero cuánta vida hay en su imagen, en lo que dice, en lo que trasmite, en lo que nos contagia. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 23 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN TOQUIDO

Querida Mariana: los que saben dicen que Rosario Castellanos, en su novela “Balún Canán”, comparte un juego que era tradicional en el pueblo y que se llamaba “Colores”. No sé si vos sabés cómo va el juego. Rosario cuenta que uno de los jugadores era el “ángel de la bola de oro”, mientras que otro representaba al “diablo de las siete cuerdas”, mientras los demás niños elegían el color que los identificaría. Pucha, apenas he escrito un ligero detalle del juego y ya tenemos muchos elementos para comentar, comenzando con el ángel de la bola de oro, que el malcriado de Antolino pluralizaba la palabra bola, convirtiendo algo sencillo e inocente en algo prosaico. ¿Por qué diablo de las siete cuerdas? ¿Qué simbología tenía el número siete? A mí siempre me fascinó la idea de que alguien eligiera un color que lo representara. La simple elección era todo un catálogo de personalidad. Por ahí vos y yo hemos leído la novelita del famoso Murakami que se llama “Los años de peregrinación del chico sin color”. Si este compa hubiese estado en Comitán no habría participado en el juego de Colores, habría sido como un chico invisible. En fin, muchos niños y niñas de los años sesenta jugaron “Colores”, y, por supuesto, Rosario lo jugó en los años treinta. El juego era sencillo, pero dentro de su sencillez estaba encerrado algo dramático, porque el juego iniciaba con el sonido de un toquido: “toc, toc”, los niños con color preguntaban: ¿quién es?, y el del toquido respondía: el diablo de las siete cuerdas. Ay, nanita. Nadie quería irse con ese ser maligno. Pero el juego seguía con la pregunta, ya con voz temerosa: qué quería. Y el cabrón diablo respondía: ¡un color! ¿Qué color?, preguntaban los colores, rogando a Dios que no dijera el color que ellos tenían. El diablo de las siete cuerdas decía un color y el niño o niña que había elegido ese color caminaba y se ponía detrás de él. Luego le tocaba al ángel de las bolas de oro, ay, perdón, de la bola de oro y hacía lo mismo: toc, toc y el color elegido se paraba detrás de él. Los que saben dicen que había diferentes versiones del juego, en algunos lugares se llamaba frutas u objetos. Entonces los niños, en lugar de ser amarillo, rojo, negro o azul, eran naranja, aguacate, lima, uva; o cuando eran objetos podían ser peine, radio, cuchara, pelota. En estos tiempos en el caso de objetos podrían ser celular, videojuego o dildo (¡niño, qué malcriado!). Todo era un juego. El juego iniciaba con un ¡toc, toc!; es decir, la representación del bien y del mal llegaban ante una puerta imaginaria y tocaban: ¡toc, toc! La capacidad de juego es maravillosa. No había puerta, no había necesidad, porque la imaginación daba para construir una puerta y mucho más. ¿Qué sucedía con el niño que representaba al bien: al ángel de la bola de oro? ¿Qué sucedía con el otro, con el que representaba al mal: el diablo de las siete cuerdas? ¿Y qué pasaba con los que se iban con el ángel y con los que les tocaba el diablo? Dios es generoso, a mí siempre me tocó ir a la fila del ángel, tal vez porque me iluminó. Yo siempre elegía el color blanco, pensaba que, por lógica, el diablo no pronunciaría el color blanco. ¡La lógica siempre funcionó! El diablo de las siete cuerdas, el cabrón, siempre decía los colores tétricos o argüenderos: negro, rojo, amarillo, los colores que la memoria colectiva relaciona con la cueva del maligno. El blanco siempre ha estado relacionado con el ángel, así que a mí me tocó estar del lado del bien. Toda mi vida he sido muy impresionable, a mí, en la infancia, me provocaba temor la sola mención del chamuco; me daba miedo pasar por la imagen religiosa donde aparecía el infierno, con los diablos y sus tridentes y las lenguas de fuego que consumían eternamente a los que se habían portado mal en la tierra, ahí, en calderos, se tatemaban los fieles infieles. ¿Por qué no se achicharraban como la piel de cerdo? ¿Por qué permanecían asándose eternamente? Las imágenes del mal (ahora sé que las usan para sembrar terror) eran apocalípticas y sembraban miedo. Nunca vi una imagen del cielo donde los bien portados estuvieran gozando de las delicias de la casa de Dios. ¿En dónde estaban los buenos? Sólo imágenes maléficas del infierno aparecían en los libros de religión. ¡Toc, toc! El diablo y el ángel se paraban a mitad del patio de la casa, levantaban la mano derecha y golpeaban el aire, nosotros sabíamos que estábamos en casa, pero la casa no era resguardo, porque cuando ellos tocaban la puerta imaginaria, uno de nosotros, ¡el más valiente!, extendía la mano derecha, movía el pomo de la puerta imaginaria, ¡y abría! Frente a él aparecía el cabrón diablo (nunca supe por qué él tocaba primero) y se daba el diálogo que apunté líneas arriba, el tipo decía el nombre de un color y el niño o niña que había elegido ese color aparecía detrás de un compañero y, casi temblando, caminaba para colocarse detrás del demonio. Era un juego, todos los niños comitecos lo jugaban, reían, temblaban. Pero, como siempre, el juego terminaba y todos regresábamos a casa. No quiero imaginar el terror que aparecía, como lija, en el cuerpo de aquellos niños y niñas que habían estado en la fila del diablo de las siete cuerdas, al llegar a la casa de noche, al caminar por los corredores oscuros, donde los árboles aventaban sus sombras malignas sobre las paredes, moviendo sus ramas como manos monstruosas. El niño había estado en la fila de los malignos, era ya parte del grupo de malos, del grupo donde los cuerpos (así se veía en las imágenes) se achicharran en calderos hirvientes por toda la eternidad. Quien creó el juego supo que detrás de la puerta siempre está la incógnita. Cuando estás en casa leyendo o viendo una película o platicando con tu novio, hay un instante que todo se fragmenta, cuando tu mamá te llama o cuando suena el celular o cuando, ¡oh, Dios mío!, cuando tocan a la puerta. Por fortuna, en este tiempo hay cámaras de vigilancia y sabés quién toca: el del agua, los testigos de Jehová, la vendedora de Avón, el que entrega el recibo de la luz… ¿Pero qué sucedía en el Comitán de los años sesenta? Bueno, en ese tiempo, las puertas de casa permanecían abiertas, porque la delincuencia no era cosa de todos los días, ni de todas las horas, como es ahora. Pero, llegaba la hora donde la vida exigía cerrar puertas y la gente se asomaba por un ventanillo. ¡Toc, toc! El diablo, cuentan, sigue apareciendo. A veces es lobo con piel de oveja. Cuentan que muchos delincuentes se visten con uniformes de alguna institución pública, tocan en la puerta y comentan que deben ingresar para checar las instalaciones. Algunas personas les permiten el acceso y ahí les roban sus pertenencias. Siempre ha existido el mal y el bien detrás de la puerta. No siempre se tiene la capacidad de identificar al ángel o al diablo de las siete cuerdas. Hay millones de historias que cuentan cómo alguien le abrió la puerta a otro, creyendo que le abría la puerta al ángel, y en poco tiempo se dio cuenta (ya muy tarde) que, en realidad, le había dado acceso al demonio de las siete cuerdas. Yo vi, en el juego de niño, que había compañeros que pedían con emoción representar al diablo de las siete cuerdas. Nunca me habría prestado a eso, porque me conozco, soy muy impresionable, no habría dormido en muchas noches, habría ido al otro día a pedir al sacerdote católico que me hiciera un exorcismo para quitarme el chamuco. Hoy, los niños ya no juegan el juego de “Colores”. Los video juegos no dan tiempo, la sociedad ya no permite la convivencia de antes. Además, no todo mundo toca las puertas como lo hacíamos en los años sesenta, nosotros tocábamos la puerta con la mano, con el puño: ¡toc, toc!, o usábamos los “llamadores”, unas maravillosas manitas de bronce. Ahora, con el dedo índice, tocamos el timbre o lo hacemos en forma más práctica cuando llegamos a casa de un amigo, le hablamos por celular: ¡ya estoy acá!, o simplemente nos paramos frente a la puerta y vemos hacia la cámara, para que quien está adentro nos vea en la pantalla y nos reconozca, accione el interruptor y la puerta se abra en forma automática. Posdata: el mundo es otro. En apenas cincuenta años, el mundo ha cambiado mucho. Pero hay esencias que no se han modificado, el ángel sigue en algunos espacios (por fortuna) y el diablo de las siete cuerdas está en cada esquina, cada vez jala más gente, porque muchas personas eligen colores relacionados con el mal: negro, gris, rojo. El mundo del bien y del mal sigue tocando la puerta: ¡toc, toc! El gran misterio detrás de cada puerta. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 22 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON PALABRAS EN TENDENCIA

Querida Mariana: en los años sesenta no había amistades tóxicas, mucho menos esposas tóxicas. ¡No, ni pensarlo! Los esposos eran mandilones y, por lo mismo, no se atrevían a alzar la voz. El chiste clásico era: ¡en mi casa yo digo las últimas palabras: sí, mi vida, lo que digás! Claro, esto era en el caso de esposas que tenían genes heredados de la región de Juchitán, Oaxaca, donde el matriarcado era un valor intocado. Era en el caso de mujeres que no seguían el modelo de las abnegadas mujeres comitecas, que permanecían encerradas en casa, mientras sus esposos le daban vuelo a la hilacha. Porque hubo millones de esposos tóxicos (hay millones), golpeadores, violentos, borrachos, huevones, infieles, pero también hubo millones (hay millones) de esposos tutuldiosos, sometidos. Si las mujeres ya se liberaron en estos tiempos y salen a la calle a manifestar su rechazo al machismo y a privilegiar el feminismo, los mandilones (por primera vez) se atreven, con timidez, a sacar la mano y pegar una calca donde aparece la queja: “tengo esposa tóxica”. No es una liberación total, ¡no!, apenas es un aviso para los otros, para que no se acerquen, para que pinten su raya; es un poco como cuando alguien pinta un letrero en casa: “cuidado, hay perro bravo”; o como cuando el dueño del circo, en los lejanos años sesenta, anunciaba que las personas debían colocarse detrás de la raya para ver la jaula donde dormitaban los leones y tigres. Medio mundo entiende que el mensaje se coloca en forma de broma. ¿De verdad? ¿No hay un grito soterrado, un mandilón saliendo del clóset? Los esposos que se atreven a anunciar que viven con una esposa tóxica bambolean entre la ingenuidad y el heroísmo. Son héroes, porque, en realidad, se necesita tenerlos bien puestecitos al atreverse a gritar la toxicidad de sus esposas; pero son bobos, porque si las esposas los cachan en tal manifestación popular pueden perder lo que pensaron tenían bien puestecitos. Digo, querida niña, que en los años sesenta no se aplicaba la palabra “tóxica” a una relación personal. Existían las mujeres dominantes, leonas, dóberman, pero la palabra “tóxica” se aplicaba sólo a un elemento que contenía sustancias peligrosas, casi venenosas. Y ahora, en tiempos donde las mujeres han peleado por sus derechos, donde ya no se dejan por los esposos dominantes, hay un tímido movimiento varonil donde algunos esposos (valientes o ilusos) se atreven a decir que tienen una esposa tóxica; es decir, que contienen veneno, con lo cual confirman que la mítica serpiente que se le apareció a Eva no sólo le dio la manzana, sino que le transmitió la ponzoña que ha hecho sufrir a machos, durante siglos (y seguirá). Las mujeres del mundo no tienen necesidad de pegar calcas con el mensaje: “Tengo esposo tóxico”, porque se sabe que las mujeres tienen el antídoto para tales especies venenosas, basta con que le nieguen aquellito o con que los avienten a la calle, para que se sacudan las manos y se dispongan a seducir a otras víctimas. Si mirás con atención, la calca de esta fotografía ya tiene borrones, no se sabe si el esposo se arrepintió y comenzó a borrarlo, o la esposa lo vio y lo amenazó con cortarle aquellito si no desaparecía tal mensaje. El nombramiento de “Hombre del año” debe concedérsele al esposo que se atrevió a confesar en público que tiene esposa tóxica, para reconocer su valor y su acción temeraria. El hombre que tuvo tal atrevimiento debe reconocérsele que es uno de los pocos hombres que, sin el acompañamiento de más hombres tutuldiosos, sale a la calle con una pancarta a manifestar el coraje de soportar vivir con una mujer llena de veneno. Posdata: siempre han existido las mujeres y hombres tóxicos. La historia de la toxicidad inició con Eva y Adán. Hacen falta los estudios que nos digan quién fue más tóxico: Adán o Eva. La historia cuenta que Eva fue quien sedujo a Adán. ¿Fue un acto de toxicidad de ella o una manifestación de la estupidez natural de Adán que no comprendió el valor de libertad? ¡Tzatz Comitán!

jueves, 21 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN ENCUENTRO

Querida Mariana: admiro la obra de Carlos Barrò Barrò (Carlos Escobar Rodas). Actualmente, en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos, una de sus obras (un retrato de Armando Alfonzo Alfonzo) está al lado de una de mis pinturas. Por su maestría debo cambiar el orden de lo enunciado: uno de mis cuadritos está al lado de una de sus obras. Es mi privilegio. Hace un año, Carlos y Silvia, su pareja, estuvieron en el pueblo. Carlos presentó una exposición en la sala Rufino Tamayo, del citado museo. Hace pocos días presentó una monumental exposición en Veracruz, ciudad donde radican Silvia y Carlos. La muestra se compuso de cuadros que dan una nueva revisión de obras pintadas por Vermeer. La exposición se tituló: “A mi manera, recordando a Vermeer”. Si mirás con detenimiento verás el ejercicio fantástico que Carlos realiza: por un lado expresa que se acerca a la mirada de Vermeer, desde un nuevo espejo; y por el otro lado trae a las salas de México el recuerdo del gran Vermeer. Me topé con Silvia y Carlos en días pasados, en la cafetería del Centro Cultural Rosario Castellanos. Fue un encuentro deslumbrante. Me dio muchísimo gusto. Carlos y yo jamás habíamos platicado, lo hicimos durante unos minutos, que fue un tiempo muy agradable. Si dije que admiro su obra, ahora mi admiración se ha multiplicado hacia su persona y no sólo para Carlos, la admiración se ha extendido hacia su pareja: Silvia, persona muy afectuosa. Carlos me contó que en una ocasión viajó a los Países Bajos (ahí vive una de sus hijas) y estuvo frente a la obra del gran Vermeer y se maravilló. De ahí le nació la idea de hacer una revisión de la obra del maestro de la pintura. ¿Era válido presentar los mismos cuadros, no como copia, sino como un ejercicio de recreación de esas obras, de presentarlas “a su manera”? ¡Dijo que sí! Y dedicó tiempo para pintar lo que hace pocos días compartió en Veracruz. Muchos artistas plásticos realizan el ejercicio de copia, acuden a museos, colocan sus lienzos frente al original e imitan los trazos del famoso autor. Carlos hizo un ejercicio similar, pero fue más allá, porque al estar frente a la obra de Carlos Barrò Barrò el espectador recuerda a Vermeer, pero aprecia el estilo inconfundible del artista plástico comiteco. ¿Cómo Carlos halló el camino del arte? Lo encontró en Comitán, en el taller donde, al lado de su tío materno, aprendió lo básico del oficio de hacer zapatos. Los pomos de tinturas empleadas en ese oficio bajaron tantito, porque Carlos tomaba un poco para llevarlas a su casa y colorear dibujos. Nadie pudo imaginar, en ese tiempo, que Carlos estaba jugando con lo que sería su pasión, con lo que lo llevaría a iluminar decenas de lienzos, imprimiéndoles vida. Carlos no sólo retrotrae la luz de los Países Bajos, también la luz de nuestro pueblo, su pueblo. En la exposición que presentó en Comitán hace un año hallamos una mirada especial de su pueblo, una esencia decantada. ¿La rúbrica? El retrato de Armando Alfonzo que está en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos, ahí está el amado comiteco que, de igual manera, nos obsequió una mirada especial del pueblo, con su inteligencia y picardía características. Posdata: admiro a Carlos, admiro su obra, su carácter, su inagotable mirada. Él no ha dejado de ser el niño que se llevaba algunas tinturas de la zapatería Rodas, para pintar en su casa. Carlos ya está unido al nombre de Armando Alfonzo, al nombre de Vermeer, al lado del nombre de Comitán, ¡del mundo del arte! ¡Tzatz Comitán!

martes, 19 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON CHIRIMÍA NATURAL

Querida Mariana: la chirimía es un instrumento musical propio de la región. La chirimía es un instrumento de viento. El otro día estuve en La Pila y sentí el abrazo del viento, en mi cuerpo y en mi espíritu. Ah, ¡el viento! El niño travieso que levanta faldas a las muchachas, veo a las chicas deteniendo, con ambas manos, la falda que abandona su inmovilidad y quiere volverse nube, ave. Las chicas pudorosas se cubren, aplanan la falda contra sus muslos. Ah, no dejan que la mano del viento haga la delicia que sintió Marilyn Monroe cuando se paró sobre el enrejado; no dejan que la culebrilla de viento acaricie sus piernas, sus muslos, sus entrepiernas; no dejan que el viento sea la cinta donde las humedades brinquen la cuerda. El viento, que es como una oración en medio del aire. El viento, que no sólo levanta faldas, también levanta techos, despeina palmeras y frondas, pone a bailar el polvo. Hay temporadas en Comitán que aparecen las llamadas “culebras de viento” (en otras regiones le llaman culebras de agua). Los comitecos las bautizaron como culebras de viento, porque los mayores fueron sabios, saben que el origen de esa culebra aparece cuando el Dios del Viento se divierte, quiere hacer desmadre, jugar al trompo con el aire. El Internet dice que la chirimía se adoptó en estas tierras a partir de la Colonia. ¿De verdad? A mí me da la impresión que es un instrumento inventado por los mayas, imitando el canto de los cenzontles, de las chachalacas, de los tapires. Pero la historia es la historia y contra ella no puede la niña intuitiva. A mí me encantan los instrumentos de viento, desde la sencilla hoja de árbol que se pone el artista frente a los labios y sopla, hasta el más selecto instrumento que, en una sala de concierto, produce el sonido con la simple modulación del aire. Estuve en La Pila una mañana fresca, casi fría, con una ligera llovizna. Vos sabés que no me gusta mojarme; no obstante, esa mañana bajé de mi auto, como si fuese un autómata, porque el viento corría como niña alegre, divertida. Me paré frente a los chorros de agua y disfruté la carrera del viento, sus saltos de viejo entretenido. Las frondas de los árboles se mecían de un lado a otro, como si estuviesen trepadas en un columpio y fueran mecidas con un movimiento rotundo. Ya viste que la casa donde antes se hacían los bailes de feria ya se quedó sin copete, ya no tiene techo. En la parte superior de la fachada ha crecido la maleza (seca en la temporada de frío), pero al fondo, con un escenario lleno de verdes, una serie de higueras bailaba una polka, unos pasos a la derecha y otros a la izquierda. Ah, qué divertidas, incansables. Lo mismo sucedía con los tulipanes (ocho) y con dos laureles y la enormísima ceiba (árbol sagrado de los mayas). No era sólo el movimiento, era lo que el viento provocaba en medio del aire: el sonido, un sonido como de una inmensa chirimía. No podía quedarme adentro del auto, bajé, cerré los ojos y disfruté de ese concierto. Jamás la Ollin Yoliztli recibió tales acordes, tales sonidos de gruta a mitad del cielo; esto sólo se da en instantes en la cañada sagrada de La Pila, en la antesala del bendito templo de Tata Lampo. Conté ocho tulipanes y agregué la ceiba para obtener el mágico número 9, el prodigioso nueve de Balún Canán. Los demás árboles son invitados a la fiesta permanente. Posdata: en los chorros había una camioneta con un hombre. El hombre (qué pericia) tenía amarrados dos enormes tambos en la cabecera de la góndola. Bajó cuatro botes (de esos de pintura, de 19 litros) y una manguera transparente. Colocó la manguera en uno de los chorros, detuvo la manguera con una piedra al final de la caña de cemento y, como hacen los que se quedan sin gasolina, succionó por la manguera. ¡Milagro de la física! Las demás cañas se secaron y sólo la de la manguera tuvo un generoso chorro de agua. El hombre llenó un bote y luego otro y otro y otro. En uno de los tambos tenía enchufado la mitad de un garrafón que le sirvió como embudo. Llenó doce botes, con ello llenó su tambo y luego hizo lo mismo con el otro. Según mis cuentas de sexto de primaria, en cada tambo tuvo ciento diez litros, para dar un total de 220 litros para llevar a casa. Pensé que el hombre continúa con la tradición de los burreros de los años sesenta del siglo XX. Ahora, la física estuvo de su lado y la tecnología también, porque en lugar de burros llevó el agua con una camioneta. Vi que después de llenar los tambos, llenó los botes. Me dijo que en el trayecto algo se pierde, pero cada bote significa diez litros adicionales. Digo que el viento y el aire llenaron los pulmones de mi espíritu esa mañana fría. El hombre, también usó el viento. Se puso entre los labios la manguera, como si fuera una chirimía, y en lugar de aventar aire ¡succionó!, y el agua hizo ya la bendición del sonido espectacular al llenar un bote de plástico. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 18 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON MUROS EN EL AIRE

Querida Mariana: oí esto: “Las mariposas no vuelan, ¡aran el aire!” ¿Se puede sembrar en el aire? Ahora recuerdo el Diente de león. No el león del África, tampoco el león de la leyenda del origen de Comitán, ni el león del Club que ya no existe en el pueblo, ni en el león chimuelo del circo que llegó en los años cincuenta. Pienso en la flor llamada Diente de león. A los niños les encanta cortar un Diente de león, soplar y ver cómo vuelan esos bastoncillos. La flor forma una esfera perfecta, pero frágil. Tan frágil que ante un soplido se desintegra. Un día le pedí a Pau que grabara en video el momento que soplé sobre un Diente de león. Luego le pedí que reprodujera la filmación en reversa. ¡Momento sublime! Los bastoncillos volaron y fueron a prenderse en el centro de la flor. Fue asombroso, ver cómo esos prodigiosos espermatozoides iban en busca del cigoto, del centro. Sería maravilloso ver el Origen del Universo a través de esa filmación en reversa. Es lo que hacen los científicos, quienes buscan la clave del misterio. El misterio de la vida está en el acto más sencillo, en el más rotundo, en el más frágil. El Diente de león es una flor sencilla, crece en el campo. ¿Cada uno de esos bastoncillos es una semilla que crecerá en otro territorio? ¿Se puede sembrar en el aire? En el caso del Diente de león, el aire es el medio por el que viaja. Nadie puede asegurar hasta dónde llegará cada bastoncillo. Cada uno es conducido por las corrientes de aire. La flor se desintegra. Pierde su unicidad perfecta para cumplir con su destino. A los niños y niñas les encanta soplar y ver cómo los bastoncillos vuelan. Lo que hacen los padres y madres tiene semejanza. Un día, cuando los hijos han crecido, soplan y los envían por el aire en busca de su destino. “Las mariposas no vuelan, ¡aran el aire!” Hay niños y niñas que se sorprenden ante la perfección de la flor. Antes de soplar la admiran. El mundo necesita admirar antes que soplar. Cuando el soplo se dé ya el espíritu debe tener aprehendido lo esencial. Maqueta minúscula del universo. Como si fuese el Big Bang cada bastoncillo es como una estrella. El universo se expande. Llegará el instante donde cada bastoncillo se desprenderá del núcleo. ¿Esto es la explicación de los universos paralelos? ¡No soplés a lo bobo! ¡No! Al tener en tus manos la flor de Diente de león, observala, llená tu espíritu con su forma perfecta. Luego, poné tus labios como si fueses un pececito, como si fueses a besar el aire. Y, como si estuvieses frente al pastel de cumpleaños, pedí un deseo y soplá. ¡No cerrés los ojos! Al contrario, abrilos como si fueran alas de atrapasueño y pepená, para siempre, por siempre, el instante sublime en que los bastoncillos se desprenden, dejan su hogar en busca de su destino. Hay otra lección, a veces es preciso que alguien sople para que el otro vuele. Posdata: cada vez que un adulto tiene entre sus manos un Diente de león la infancia vuelve a posarse como mariposa que ara el aire. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 17 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON DISFRUTE

Querida Mariana: Cielito, Roberto, Paty y yo fuimos al restaurante Ta’Bonitío, en su nuevo local, más luminoso, más amplio, más íntimo. En esta foto está Cielito. El chef Sergio tuvo un gran tino para bautizar a su relevante empresa gastronómica. Ta’Bonitío es un nombre muy cercano a los comitecos y le dice al mundo cómo es nuestra personalidad. En Comitán decimos bonitío a lo que en otros pueblos llaman bonito. Somos muy afectuosos. El restaurante del chef estuvo durante varios años en un local frente a la lateral del palacio municipal, en una casa donde vivió Rosario Castellanos de niña, por eso, algunas creaciones culinarias de Sergio honran a la escritora comiteca. Pero la cocina de Sergio va mucho más allá, porque honra a la gastronomía comiteca, la innova, le da toques de excelencia y la lleva a lugares de excelencia. He insistido siempre: los comitecos no podemos regatear los méritos a los nuestros. Sergio es uno de los grandes chefs comitecos. Pone su talento gastronómico al servicio de los comensales del pueblo y de nuestros visitantes. Fuimos y llegamos pronto. A ver, para que le digás a tus compas cómo llegar te paso un recorrido casi directo. Mirá, nosotros trepamos al tsurito en la calle del templo de El Calvario y nos dirigimos hacia el bulevar, cruzamos éste y lo mismo hicimos con las dos avenidas de los llamados Ejes, en la siguiente cuadra torcimos a la derecha y luego de recorrer una cuadra dimos vuelta a la derecha y ¡voilá!, llegamos al Ta’Bonitío. Para más señas puedo indicar que está antes de llegar a la Delegación de Tránsito del Estado. Digo que el local es muy luminoso, si llegás estoy seguro que te encantará, pero, además, y es por lo que llegan los comensales, tu cogote, pancita y espíritu disfrutarán la experiencia gastronómica que ahí ofrecen. Conocimos a un equipo de talentosos jóvenes que acompañan la creatividad del chef Sergio; conocimos a Felipe, quien es el jefe de cocina; a Mauricio, sub chef, quien tiene un currículum impresionante, pues ha estado al lado de grandes chefs del mundo; a Gaby, quien es la directora; y a otros chicos y a una chica lindísima, que hizo favor de prepararme una ensalada especial. Cielito, Roberto y Paty probaron lechón con mole que, dijeron, está ¡riquísimo!; además le entraron con fe y corazón al tuétano, servido con tzisim y satz. Ah, una hormiga y un gusano que son delicia del pueblo chiapaneco. Recordé que en una ocasión probé el satz, acompañado con un tequilita, y fue una grata experiencia. La preparación del tuétano en el Ta´Bonitío será la delicia de todos los comensales que lo prueben. Y para honrar la tierra de mis ancestros, el chef ofrece pizzas. El chef Sergio me dijo que él recomienda en forma especial la lengua en pebre que prepara. Todo mundo debe darse la oportunidad de probarla. Asimismo, Felipe relacionó todas las botanas que ofrecen, para acompañar con gusto la caguama: carraca, butifarra, frijoles refritos con su correspondiente chilito de Simojovel, la ensalada turula (cuando venga mi amiga Rocío debe probarla), el aguachile, costilla frita y una ensalada con chicharrón que está de rechupete. Porque el nuevo Ta’Bonitío tiene un espacio botanero, un sport bar, donde todos disfrutarán el momento del amigo, que permite la convivencia sin igual en Comitán. Pero no sólo está el sport bar, también está la zona gourmet donde se aprecia una carta con platillos de excelencia, acompañados con vinos y cocteles. Posdata: no hay que decir más: ¡todo está bonitío!, ¡todo está sabroso!, ¡todo está mero lek! La mera dirección es 2ª. Calle norte poniente 107, barrio de Candelaria. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 15 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON LA PRIMERA COMUNIÓN

Querida Mariana: ¿vos hiciste tu primera comunión? Yo la hice en el templo de Guadalupe. Mi padrino fue mi tío Samuel, recientemente fallecido en la Ciudad de México. No recuerdo quién fue el sacerdote que estiró su mano y me dio la primera hostia. Este término nada tiene que ver con la forma en que la utilizan los españoles. Llama la atención que los españoles, nuestros conquistadores, los que nos trasmitieron la religión católica (injertaron) empleen el término con irreverencia. Imagino que vos estrenaste un vestido blanco, símbolo de la pureza y, como yo, como medio mundo católico, te hincaste en un reclinatorio especial y ahí presenciaste la misa y luego recibiste la hostia. Yo vestí un traje, me presenté casi impoluto ante el altar, para recibir por primera vez el cuerpo de Cristo. Recuerdo que la madre Sara, muchos años después, recomendaba a sus alumnos caminar con la vista hacia abajo en el pasillo central del templo, para que la mirada no se contaminara, para que todo fuera un proceso de respeto. Juancho, irreverente, hijo de un gran agnóstico, se burlaba de la hostia, tal vez repetía lo que su papá le decía: ¿de verdad en esa lentejuela blanca estaba el cuerpo de Cristo? ¿Por qué, entonces, lo comíamos? Era un ingrato, iba al santuario del Niñito Fundador, compraba una bolsa con retazos de hostias y la dejaba en las bancas del parque para que llegaran las chinitas a comer, decía que las chinitas se convertirían en palomas, en Espíritus Santos. Era un gran irreverente, pero a mí me encantaba su imaginación, iba un poco más allá de lo que nos permitía la religión, que siempre ha sido dogmática, es su esencia. Para llegar a esta primera vez hubo una preparación, todos asistimos a la doctrina y fuimos sometidos a un examen que debíamos aprobar, un poco como aparece en el disco malcriado de Doña Lolita, donde el sacerdote hace la clásica pregunta: ¿dónde está Dios?, y el indígena, en lugar de responder: en todas partes, respondió con otra pregunta: ¿’onde lo dejo’sté pue? Recuerdo mi primera comunión, después del acto mi mamá invitó a algunos amigos para que desayunáramos tamalitos con chocolate, en casa. Vos ¿recordás tu primer beso?, ¿la primera vez que cuchiplanchaste?, ¿la primera vez que tuviste una cámara profesional en tus manos? La primera vez de todo tiene un lugar especial en nuestra mente, son muchas las sensaciones que se acumulan en nuestra mente. Imagino lo que viven quienes conocen por primera vez la ciudad de Nueva York, la gran Ciudad de México, París, el Río Nilo, las Cataratas del Niágara; la emoción de quienes se suben por primera vez a una carreta, a un auto de carreras, a un avión supersónico, a un trasatlántico; la cuerda luminosa de quienes llegan a Comitán y prueban por primera vez un pan compuesto o una copa de comiteco. Mi abuela Esperanza me llamó un día, entré a su recámara, tenía sobre la cama una caja de zapatos, la abrió y me mostró un mechón de cabello, dijo que era un recuerdo de la primera vez que le habían cortado el cabello a mi mamá. Entendí el simbolismo de todo lo que se da por vez primera en el mundo. Hay días de festejo por todo, por las madres, por los abuelos, bueno, hasta día del taco hay ahora. ¿Por qué no hay el día de la primera vez? Así, en forma general, para que cada uno celebrara su primera vez de algo, de algo agradable, por supuesto. Es horrible recordar algún suceso donde nos ocurrió algo desagradable por vez primera. Hay muchas historias que dan cuenta de ello. Yo, igual que todo mundo, tengo algunas espinas que me pinchan cada vez que recuerdo un suceso áspero. No tengo empacho alguno en decir que la primera vez que entré con una putita mi amiguito de entrepierna se portó maleducado y no se puso de pie, se quedó dormidito. No fue algo agradable, en cambio sí puedo contarte de la primera vez que se portó a la altura de Chus Mono. Por eso dicen los sabios: hay de todo en la Viña del Señor, hay uvas dulces, otras ácidas y algunas amargas. Posdata: los españoles gritan ¡hostia! a cada rato, es una expresión de enojo o de sorpresa. Nosotros, los católicos, tenemos gran respeto por la palabra y sólo lo aplicamos a ese círculo delgadísimo hecho con harina donde creemos que está el cuerpo de Cristo, y que el cura, a la hora de misa, sopea en el vino que, ¡faltaba más!, es la sangre de Cristo. ¡Hostia! ¡Tzatz Comitán!

jueves, 14 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON HUELLAS

Querida Mariana: quedamos que mi apellido paterno viene de Italia y mi apellido materno ¡de España! ¿Vos reflexionás en el origen de tus apellidos? ¿En algún momento pensás que en tu vida hay herencia de personas que crecieron en Europa? A veces me topo con amigos que echan pestes por la Conquista Española. Nada digo, pero los veo realmente enojados, porque los españoles violentaron la tierra donde vivimos. Podría decir que si rascaran tantito a su árbol genealógico tal vez llegarían a la rama donde sus ancestros fueron de los cabrones que bajaron del barco con espada al aire. Nada digo. Nada digo porque no conozco con certeza mi árbol. Nada sé de mi abuelo italiano. El otro día, mi amado Gutmita, Abraham Gutman, me dijo que como mi papá se llama Augusto Molinari Bermúdez, yo también tengo el Bermúdez en mi savia. Bermúdez, me explicó (él es un hombre sabio), proviene de Bermudo y Bermudo fue el judío expulsado de España, el sefardí. Gutmita, como si yo fuera una camisa sucia y vieja, me restriega contra el lavadero y pone frente a mí el árbol de mi pasado. Sos judío sefardita, me dice Gutmita, y habla de la tierra que ahora está en conflicto con el grupo de Hamas, con Palestina, y lamenta el conflicto, pero echa porras a los israelitas en defensa de su tierra, que no se dejen, que venzan al enemigo. Dios mío, me lo dice a mí, que soy de la familia de Julito Cortázar, quien, habiendo nacido en tiempo de la segunda guerra mundial, fue uno de los hombres más pacifistas del mundo. Recuerdo que el padre Carlos, hombre sapientísimo, decía en las clases de historia que el hombre que desee vivir en paz debe prepararse para la guerra. A mí siempre me pareció una soberana incongruencia, pero conforme crecí, conforme la vida me fue poniendo años, entendí que los seres humanos siempre están en guerra, ¿así buscan la paz? Basta recordar los tiempos de la escuela primaria, cuando uno llegaba con la mochila, sonriente, feliz, y se topaba con el tipo que era mayor y exigía se le diera las monedas que la mamá había dado para comprar los chinculguajes a la hora del recreo, te tomaba del cuello de la camisa y amenazaba, si no le dabas las monedas te madrearía, entonces vos metías la mano en la bolsa del pantalón y le dabas las monedas al tipo que no era un limosnero, al tipo que era un gran cabrón. Caminabas triste con rumbo al salón, el tipo no sólo te había quitado las monedas, también el entusiasmo con el que habías llegado. Qué aduana tan jodida tenías que pasar todos los días. Entrabas al salón triste y molesto, porque no habían aparecido las agallas suficientes para defender lo propio, molesto por ser un cobarde. ¡Qué estupidez! El tipo deseaba una respuesta violenta. ¿Vos pensás en tu árbol genealógico, en la personalidad de tus ancestros? Mi abuela materna es María Bermúdez Ortiz. ¿Saben los Bermúdez de Comitán que provienen de una rama sefardí? El conocimiento popular dice que los judíos son muy hábiles para los negocios, para las finanzas. Bueno, ahí queda para la reflexión. El doctor Roberto Ortiz Solís, ex presidente municipal de Comitán, médico cuyo nombre lleva el estadio municipal, saludaba a mi papá reconociéndolo como rama del mismo árbol. El Chato Ortiz, hijo del doctor Roberto, también ex presidente municipal del pueblo, fue mi pariente. Vengo de esas ramas, de enormísimo árbol. Posdata: ¿y por el lado materno? Mi abuela materna es Esperanza Córdova Alfaro y mi abuelo materno es Enrique Torres Chirino. Ya hablé de los Torres, ahora pasan por mi mente los Chirino, de la costa chiapaneca. Mi abuela fue Alfaro por su madre, el bisabuelo, de apellido Alfaro, fue un comiteco (cuyo oficio fue arriero), llevaba mercancías a la costa y regresaba con chunches de aquellas tierras. A mi mamá le molesta que use palabras obscenas, las subiditas de tono, ella es una dama exquisita, con un lenguaje pulcro, casi casto, digo que casi, una vez me dijo: “respétame, pendejo, soy tu madre”, pero esto sucedió cuando ya la había colmado. Digo que le molesta que yo pronuncie palabras coloradas, pero yo, que soy amante del lenguaje, que me apasionan todas las voces castellanas, pienso que algo del modo de hablar de los arrieros comitecos está en mi herencia. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 13 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON RAÍCES

Querida Mariana: soy Molinari por mi papá y Torres por mi mamá. ¿Mirás? Un apellido italiano y un apellido español. Vos tenés apellidos españoles. Tus raíces están en la Madre España. Las mías, en cambio, están repartidas entre España e Italia. Estos dos países son casi vecinos, un pequeño mar los separa. Pienso que si alguien se para en una costa de España puede ver la costa de Italia, es una bobera lo que digo, pero en un mapa así se ve, así lo pienso. En Comitán hay más personas con apellidos españoles. Mi querido sobrino José Augusto me dio una copia de un libro inédito de su papá: José Luis González Córdova, comiteco maravilloso. En ese libro (sin título) Pepe fortalece la leyenda de la refundación de Comitán. Españoles e indígenas buscaron un lugar ideal para que Comitán creciera, dicen que en esa búsqueda hallaron a un león (ocelote, jaguar o puma americano) bebiendo agua y dijeron que ahí era el sitio, por la abundancia de agua. Eso dice la leyenda, Pepe da una breve relación de apellidos españoles e indígenas de las personas asistentes: Castellanos, Domínguez, Marín, Culebro, Pulido, Albores, Morales, Trujillo, Lago Moxic, Yaxo, Huluscana, Oxebal, Xulucmuxic… Los apellidos españoles siguen proliferando en la región, los indígenas se extraviaron, ¿por qué? Ah, yo qué voy a saber. Que lo digan los historiadores, los estudiosos de la vida comiteca. Pepe da muestra del sincretismo que se dio. Sabemos por la historia que muchos conquistadores españoles tuvieron relaciones sexuales con mujeres indígenas y de ahí tuvieron hijos. Tal vez (no me hagás caso, es una mera chaqueta mental) los conquistadores, así como eliminaron los dioses de los naturales, eliminaron los apellidos indígenas y los hijos e hijas tuvieron doble apellido castellano. Mi ser tiene dos raíces, la española y la italiana. La española, la del conquistador, me lega la historia de la vejación, pero, a la vez, me lega la bendición de la palabra castellana, lengua en la que me comunico, en la que escribo las cartas que te envío. Todo mundo celebra la lengua de Cervantes, porque la obra literaria del Manco de Lepanto es prodigiosa, tiene algo de lo mucho que define a Comitán: el humor, la inteligencia. Por otro lado tengo la savia italiana; es decir, no soy de los que conquistan, de los que arrebatan, honro la memoria de mi bisabuelo Filippo, de mi abuelo Ángelo y de mi papá Augusto, porque si nací comiteco es porque ellos un día (los dos primeros) migraron de Italia no para conquistar con la espada sino para conquistar con el arma de la razón, del corazón; y mi papá eligió a esta tierra para vivir y para aportar al desarrollo de la sociedad. Soy conquistador por mi raíz española, el apellido Torres habla de torreones, de castillos, de fosos por salvar; soy migrante por la raíz italiana, migro cada día al escribir, al pasar de un renglón a otro, migro cada día al ver películas y leer novelas o cuentos (dos disciplinas que son parte de mi fe), vuelo cuando dibujo, cuando pinto; levito cuando camino con paso cuidadoso por las banquetas de laja, por las calles llenas de baches de mi pueblo (algún día habrá autoridades que respondan a nuestro ideal de vivir en la ciudad que nos merecemos). Honro mis raíces. Sé que, como lo intuyo, algo de los apellidos indígenas también, como pájaros, brincan sobre mis ramas. Soy apenas una minúscula célula comiteca, porque los seres humanos somos granitos de arena (yo, de arenilla); pero soy grande, enorme, porque una historia llena de tradición me cubre, como cubre a todos los que nacieron en este pueblo y aman a Comitán y respetan el legado cultural. Soy descendiente de los conquistadores españoles (por parte de mi mamá), soy descendiente de los migrantes italianos (por parte de mi papá), soy descendiente de la resistencia indígena, porque en algún momento de hace siglos se enredó una cuerda de luz con otra. La mayoría de comitecos tiene dos apellidos españoles, en sus venas corre la sangre de los conquistadores, quienes eliminaron a los dioses mayas e injertaron la religión de un solo dios; en sus labios vuela la palabra castellana, la que domina el habla de la mayoría de habitantes de esta bendita tierra. Posdata: hablo castellano, hablo en comiteco, hablo el dialecto de esta región, dialecto que incluye anacronismos, modismos, palabras tojolabales; pero algo de la lengua de mi árbol paterno se asoma a mi ventana. Si bien no sé italiano, sé que en Italia todo mundo fanático del fútbol (del calcio) grita ¡Forza Italia!, que no es necesario traducir para entenderla, para sentirla. Por eso, mi despedida en cada carta es ¡Tzatz Comitán!, porque tzatz es una voz tojolabal que significa ¡fuerza! ¡Tzatz Comitán!

martes, 12 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON RECEPCIÓN PARA EDUARDO RAMÍREZ (II)

Querida Mariana: como te dije ayer, el senador comiteco estuvo en el pueblo, el 10 de diciembre de 2023. Como vos no fuiste te anexo una foto que da testimonio del acto. No, no, la foto no es mía, la bajé de su muro. Lo hago para que hagás una lectura del evento. En este caso se confirma el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. Todo lo que se diga siempre quedará muy por debajo de lo acontecido. Acá la audiencia (los amigos y simpatizantes del senador) hacen un silencio que sólo acompaña las respiraciones y los latidos. Toda la audiencia escucha con atención, si revisáramos cada rostro confirmaríamos lo que acá digo, todos los amigos del senador, como muchos más chiapanecos, son ramas del árbol del deseo de una recomposición social. Pero esta fotografía no da cuenta de lo que sucedió antes de este instante, del momento en que Eduardo apareció en el sitio y todos lo vitorearon, se acercaron, sonrieron, lo palmearon, le dijeron palabras que recogí y un día compartiré con vos, porque habla de los deseos más sinceros, tanto de bienestar para la sociedad, como para quien encabeza este proyecto. Las palabras sonaron sinceras, luminosas. Ese río de conceptos fueron todos a dar a la mar de la confirmación de que Chiapas es una tierra de gran raigambre y no se diga Comitán, la tierra del senador. En su triunfal entrada hubo muchos banderines ondeando, banderines que tenían la palabra “Jaguarmanía”. Vos sabés que el jaguar tiene como animal protector al jaguar, al jaguar negro. No sé si es un nahual por elección o si es por definición. El día que platique con él descubriré este enigma, mientras tanto pienso en todas las cualidades de este felino chiapaneco. En la foto ves que el senador habla y toda la audiencia está en silencio. Bendigo estos tiempos donde la fotografía digital recoge todos los instantes de los actos más importantes de la vida. ¿Recordás los tiempos donde los actos más relevantes sólo se capturaban a través de una foto única? Tenemos en Comitán fotografías antiguas donde los personajes más importantes del pueblo se colocaban frente a la cámara, chunche que no era fácil de transportar, y quedaban inmortalizados. Acá hay apenas un momento de los muchos que las cámaras capturaron. Acá escuchamos el rumor del silencio que hace la audiencia, las palabras del senador caminan sobre esa capa transparente que forma la atención completa. Antes de este instante todo fue como una cinta amistosa, como un oleaje afectuoso, que llevaba al senador de un lado a otro, de esquina a esquina del aire; todo fue una manifestación de guateque sensacional. En este salón todas las miradas estuvieron pendientes de cada palabra dicha por el Coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación en Chiapas. En el título que ostenta actualmente y con el que, orgulloso, llegó a su tierra, está señalado el camino que sigue: coordinará la defensa de la 4T en Chiapas, aspirando a darle sustento en esta tierra enormísima, pero llena de carencias. Te paso copia de lo que escribió en su muro, después del acto: “En mi bello Comitán, me reuní con mis amigas y amigos de Morena, de mi partido, de mi casa, a quienes les agradezco su apoyo, su cariño y su trabajo. Me siento muy contento, por la unidad que estamos logrando, por la convicción inquebrantable que nos ha permitido que nuestro movimiento tenga una base sólida. Gracias por la fe ferviente por este movimiento de transformación que busca el bienestar de Chiapas”. Bajé la foto de su muro. Desde donde fue tomada sólo acceden los expertos de la cámara, los maestros. La lectura que permite es de gran presencia. Veo a quienes están sentados en la primera fila, en un extremo del senador están Segundo Guillén y José Antonio Aguilar Meza; en el otro extremo aparecen Jorge Constantino Kánter y Mario Guillén. Posdata: nunca falta la nota simpática en un acto de estos. Mucho antes que llegara el senador vi a un señor que tenía un gorra que decía Pepe Cruz, un compadre lo pendejeó, cuando se dio cuenta del error la escondió y se quedó sin cachucha. Sin duda se quemó por el sol, pero, bueno, mucho mejor quemarse de sol que de la “quemadota” que se hubiera dado adentro del salón. Fue el “peloncito” en el arroz. Todos los demás eran simpatizantes de hueso moreno de la jaguarmanía, todos los demás llegaron a decir ¡bienvenido a su tierra, senador! ¡Tzatz Comitán!

lunes, 11 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON RECEPCIÓN PARA EDUARDO RAMÍREZ (I)

Querida Mariana: el senador Eduardo Ramírez llegó a su pueblo: Comitán. Fue recibido con mucho cariño por sus paisanos y gente de puntos intermedios en un salón al lado de la Plaza Las Flores. Llegó el día 10 de diciembre de 2023. La amada Lolita Albores decía que todo tiene símbolo en la vida. Llegó el diez. A mí, lo sabés, me encanta ver la vida de lejitos, para tener una mejor perspectiva de los actos. Llegué al acto con anticipación, llegué imitando al maestro Temo que siempre está metido en los actos más relevantes del pueblo. Así pude ver la algarabía de todos los asistentes, era una romería. Por el bulevar me topé con dos grupos de personas que corrían afanosos, con cintas en las frentes, cintas de color verde, blanco y colorado, la bandera del Senado, no, ¡no!, no iban al acto del senador, eran integrantes de las llamadas antorchas que realizan en honor a la Virgen de Guadalupe. Pero cuando llegué al salón vi que la misma alegría rodeaba a los participantes, porque los antorchistas llevaban aparatos de sonido en la parte superior de las redilas, y en el salón había música de marimba y, como ves, grupos de batucadas se encargaban de poner la nota musical, muchos movían los brazos al ritmo de los tamborazos, sus rostros cambiaban y dibujaban sonrisas, todo fue una cinta de luz. Era un ambiente de fiesta, porque el senador Eduardo llegó a su Comitán por primera vez desde que fue nombrado como Coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación en Chiapas. Claro, el acto, así lo rezaba el vinil del escenario principal, fue una “Reunión con militancia, dirigido exclusivamente a simpatizantes y militantes de MORENA”. Llegué y caminé por un sendero de tierra bien planchadito que lleva a la entrada principal del salón. A un lado del sendero había autos estacionados, de quienes llegaron muy temprano, porque en el acceso había un grupo de tres integrantes de Protección Civil controlando el paso y levantando los brazos para indicar a los automovilistas que no había lugar, que fueran a dejar su auto en el estacionamiento de la plaza y volvieran a pie. Así lo hizo la mayoría. Muchas personas dejaron sus autos en los espacios de Liverpool (como si fueran a la Venta Nocturna, desde muy temprano) en los espacios del Hotel City Exprés (como si estuvieran de turistas) y en los espacios del Starbucks Comitán (como si quisieran ser los primeros en entrar el día de inauguración). Pero esa mañana no entraron a Liverpool, ni al hotel, ni las carreras fueron para las antorchas, ¡no!, la multitud caminaba por el sendero para llegar al lugar donde minutos después estaría el senador Eduardo saludándolos, abrazándolos, permitiendo la foto del recuerdo, pero, sobre todo, enviando un mensaje de agradecimiento y de excitativa. Siempre digo que basta de regateos para los paisanos talentosos, en todas las disciplinas sociales Los comitecos debemos apoyarnos, celebremos los triunfos de nuestros estudiantes, de nuestros artistas, de nuestros deportistas, de nuestros políticos, de nuestros empresarios, de nuestros artesanos, de hombres y mujeres que, con pasión, inteligencia y decisión, colocan a nuestro pueblo en el escenario de México y del mundo. Impulsemos a nuestros paisanos chingones. El senador Eduardo Ramírez es un comiteco que ha ocupado relevantes cargos en la política nacional. Posdata: todo tiene símbolo, dijo Doña Lolita Albores. El día 10 fue un día luminoso, lleno de abrazos, saludos, sonrisas. Muchos destacados periodistas estuvieron pendientes del suceso, algunos tomando fotografías, incluso con drones. Llamó mi atención un instante prodigioso, el fotógrafo pidió a todos que saludaran a la cámara del dron y todos vieron hacia arriba y saludaron. Todos vieron hacia el cielo. Ah, tiempos digitales en vuelo. Me encanta vivir estos momentos, ver todo de lejos, porque como no tengo espíritu de dron, necesito tener una perspectiva panorámica. Muchos grupos caminaron hacia la entrada principal, iban a esperar al amigo Eduardo. ¡Tzatz Comitán!