sábado, 31 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN CENTENARIO Y OTRAS LUCES




Querida Mariana: Como sé que vos no sos ambiciosa en el plano económico no pensaste en oro a la hora que leíste el título, porque un centenario es una moneda que emite el Banco de México, y el término luz se emplea en este país también como sinónimo de dinero. Si alguien dice que no tiene luz no necesariamente está diciendo que no tiene energía eléctrica, tal vez está diciendo que no tiene billetes.
¿Por qué entonces titulé esta carta así? Porque quiero contarte de algo donde aparecerá un centenario y otras luces, como, por ejemplo, un bicentenario, pero, bueno, comienzo por el principio. Te cuento. En la fotografía que anexo está Michelle Mancera, la reina de la Expo Feria Internacional Comitán 2019, y el intelectual chiapaneco Roberto Ramos Maza, quien es presidente de Bicentenario de Chiapas, A. C. ¿Por qué aparecen estos dos personajes juntos? Sucede que el maestro Ramos Maza, por invitación del ayuntamiento comiteco, a través de la dirección de cultura, acudió a la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar a impartir una charla y ahí se topó con Michelle, porque la reina comiteca estudia la licenciatura en Trabajo Social en nuestra universidad. Ella y Ramos Maza volvieron a coincidir, porque la noche de elección, el maestro Ramos estuvo de jurado y Michelle estuvo como candidata al título que, después del veredicto, le fue otorgado.
Así pues, en esta fotografía hay luz. Michelle es una niña linda, inteligente; y el maestro Ramos Maza es un destacadísimo intelectual que ahora está empeñado en que, dentro de dos años, en el 2021, Chiapas celebre con toda dignidad el Bicentenario de la Independencia Chiapaneca.
La ficha biográfica del maestro Ramos dice que él es geógrafo, pero, como ha laborado en muchos espacios de relevancia, tiene un conocimiento profundo de la historia chiapaneca. ¿Sí sabés que él fue director del Museo Regional de Chiapas? ¿Que fue director de Investigación de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas? ¿Que fue director de Extensión Universitaria de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas? ¿Y que fue Subsecretario de Promoción Turística de Chiapas? Sí, sí lo sabías, ¿verdad?
El día que estuvo en la universidad, el maestro platicó con un grupo de estudiantes acerca de la conmemoración que se realizaba ese día: 28 de agosto. Con gran conocimiento compartió datos históricos del acto donde, en nuestro pueblo, en 1821, un grupo de ciudadanos inició el movimiento de libertad. Pero, excelente maestro, lo hizo sin tufos académicos, lo hizo en forma llana, a fin de que los muchachos recibieran el mensaje claro y rotundo. Ramos Maza llegó a Comitán para decir, con voz serena, que Comitán es la cuna de la independencia de Chiapas y de Centroamérica. ¿Dijo algo novedoso? No. Pero lo dijo con tal contundencia que resonó en todo el salón. Michelle, al término de la plática, preguntó cuál es el motivo por el que esta fecha parece pasar inadvertida. Y Ramos Maza dijo que existe un cierto desconocimiento de la historia y repitió lo que dicen los grandes historiadores: Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetir los errores. Fue muy puntual: “La memoria es uno de nuestros patrimonios.”
Ramos Maza vino a Comitán, vino a decirnos: ¿Ya se dieron cuenta que su pueblo, Comitán, es la cuna de la independencia de Chiapas y de toda Centroamérica? Por eso, él, desde su cargo de presidente de Bicentenario de Chiapas, A.C., lanza la iniciativa de que esta ciudad sea nombrada “Ciudad Libertaria”, para que todo mundo sepa la grandeza del acto histórico que los comitecos lograron aquel 28 de agosto de 1821.
No se trata de competencias, pero Chiapas debe valorar que, así como Dolores, Hidalgo, es cuna de la independencia de México; Comitán es cuna de la independencia de Centroamérica. Ramos Maza explicó que en el acta de independencia de los países centroamericanos se deja muy en claro que inician el movimiento imbuidos del sentimiento patriótico cuya mecha fue prendida en la ciudad de Comitán; es decir, Ramos Maza vino a decirnos que los comitecos vivimos en una ciudad cargada de grandeza histórica y que ésta debemos valorarla, honrarla, dignificarla y bulbuluquearla a medio mundo.
¿Sabías que Zapaluta fue el segundo pueblo, después de Comitán, que se unió al movimiento de independencia en Chiapas? ¿Sabías que, dentro del clero, no sólo Fray Matías de Córdova fue artífice del movimiento, sino también Fray Ignacio Barnoya, y éste nombre casi no aparece en la ficha histórica del 28 de agosto de 1821? De hecho, en el parque de San Sebastián hay una estatua de Fray Matías de Córdova y un busto de Josefina García, aquella comiteca que, en el momento que los hombres dudaron acerca del movimiento libertario, expresó que las mujeres estaban dispuestas a secundar el movimiento, un poco como si dijera: que los hombres se queden limpiando la casa particular, nosotras iremos a limpiar la casa de todos. ¿Y Fray Ignacio Barnoya? Permanece en el olvido.
El maestro Ramos Maza (insisto, con gran capacidad expositiva) mencionó que el 28 de agosto de 1821, hubo misa a las seis, en el templo de San Sebastián, y de ahí, los independentistas, se trasladaron a la iglesia grande, para, posteriormente, pasar al cabildo (donde ahora está el palacio municipal), y ahí celebraron una primera reunión. En la segunda reunión, efectuada en la tarde, acordaron que el 1 de septiembre de 1821 se haría la notificación y la declaración solemne. ¡Y así fue! El 1 de septiembre hubo misa, encabezada por Fray Matías, y luego un desfile en el que los balcones de las casas comitecas estuvieron adornados con toda la seriedad y algarabía del caso. Sí, los ciudadanos de esos tiempos sabían la trascendencia del acto histórico que estaban viviendo.
A dos años de cumplirse el bicentenario de tal acto, Ramos Maza vino a decirnos que es digno de tomarse en cuenta el hecho de que este movimiento libertario se cumplió de manera pacífica, sin una sola bala, sin un solo derramamiento de sangre; y vino a decirnos que el movimiento de independencia de Chiapas demuestra un rasgo importante del carácter del comiteco: Tomaron una decisión trascendental sin pedir permiso. ¡Lo hacemos, porque lo hacemos! ¡Lo hacemos, porque conviene a nuestra comunidad! ¡Lo hacemos, porque pensamos en lo mejor para nuestros hijos!
No fue poca cosa lo que Ramos Maza vino a decirnos. Vino (insisto, querida mía) a recordarnos que los comitecos formamos una comunidad que ha sembrado luz en Chiapas, en México y ¡en Centroamérica! Salvo Dolores, Hidalgo, no hay en el país otra ciudad que haya sido cuna de un movimiento libertario, propiciatoria del cimiento de lo que hoy es nuestra patria. Insisto, no es competencia, pero si en algo estamos por encima de Dolores, es que acá no hubo derramamiento de sangre, el cambio revolucionario fue pacífico, imperó la razón.
Me quedo con una reflexión del maestro Ramos Maza: Los comitecos tomaron una decisión sin pedir permiso. No se trata de un concepto anárquico, se trata de un consenso en cabildo abierto.
Ramos Maza dijo que si a un hondureño o a un salvadoreño le preguntamos dónde queda Comitán ¡no sabe responder! Hay un desconocimiento de la historia. El conocimiento oficial de los actos simbólicos no ha trascendido al pueblo. Todos los centroamericanos deben reconocer que la cuna de la independencia de sus países se gestó en el templo de San Sebastián, en la ciudad de Comitán, Chiapas, México.
El otro día apareció una nota periodística cuyo encabezado fue: “San Sebastián podría quedarse sin árboles. Todo es por culpa de una plaga.” Ese rincón de la patria, lugar emblemático, tiene más plagas: proliferan teporochos y prostitutas. ¡No es justo para la patria! De eso hablaba el maestro Ramos Maza, de dignificar los espacios donde se formuló la independencia, de tener conciencia cívica.
Posdata: Ramos Maza le dijo a Michelle Mancera que ella debe compartir el orgullo de vivir en una ciudad libertaria. Los jóvenes de nuestro pueblo deben saber que Comitán, el lugar donde crecen, es un lugar de preponderancia en la historia de México y de Centroamérica.
La charla de Ramos Maza la deberían escuchar miles y miles de jóvenes chiapanecos. Ya él lo comentó ese día: quienes no conocen su historia, corren el riesgo de repetir los errores del pasado. Estamos a dos años del bicentenario de la Independencia de Chiapas. El exhorto es conmemorarlo con toda la dignidad que merece. Comitán puede ser el centro de atención de todo el mundo.

viernes, 30 de agosto de 2019

FUERA DEL PARAÍSO




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: Mujeres que comen manzanas con miel, y Mujeres que son la miel que empalaga la manzana.
La mujer miel empalagosa es artificial. Dicen que Eva fue la primera mujer que empalagó a su hombre. Los estudiosos de las leyes naturales dicen que ella habría sido acusada de acoso en estos tiempos. Adán andaba tranquilo e inocente, levantando hojitas secas en El Paraíso, mientras Eva se dejaba seducir por la serpiente. Eva debió negarse a aceptar la manzana del pecado, debió arrancar una rama de eucalipto y dar una buena tunda a ese animal rastrero (¿en dónde he escuchado esto último?).
Los estudiosos dicen que el concepto de Pecado Original debería proscribirse, porque ahora ya nada tiene de original, se ha convertido en un lugar común, que se hace en lugares comunes llamados moteles, con mujeres comunes llamadas amantes.
Los defensores de Eva (defensoras, sobre todo, sororas) dicen que Eva no tuvo culpa alguna, la culpable fue la serpiente, que es representación del demonio. Eva, igual que Adán, andaba tranquila e inocente, limpiando las flores llamadas Ave del Paraíso, cuando se presentó el animal maligno y comenzó a tentarla (en forma ideológica y no manual), y, se sabe, la carne es débil, así que el demonio comenzó a actuar de manera sutil, pero brutal y demoledora. A través de la palabra, el demonio, personificado en la serpiente, quitó los andamiajes espirituales de Eva, hasta que ésta cayó en la tentación. La palabra fue demoledora, los argumentos fueron puntuales: “¿Acaso no sientes un calor recorrer tu cuerpo a la hora que ves a Adán? Sí. ¿Acaso no tienes deseos de abrazarlo y sentir que sus manos acarician tu cuerpo? Sí. Este deseo, esta pasión, te las hinco Dios, por lo tanto, son sentimientos divinos. ¿Entiendes? Sí. ¡Va, entonces, entrégale esta manzana y disfruten ambos de su pulpa!”
La mujer miel empalagosa viene de la madre primigenia. Posee los mismos saberes, los mismos misterios. Tiende sus redes para atrapar a las moscas que pululan por todas las carnicerías del mundo.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: Mujeres que hablan con señas, y Mujeres que, sin señas, ¡hablan!

jueves, 29 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON CARTA DE DERECHOS




Querida Mariana: En la preparatoria conocí detalles de la Carta de la Declaración de los Derechos Humanos. Uf, te hablo de los años setenta. Desde entonces sé que la ONU, en 1948, en la maravillosa París, dio a conocer treinta artículos, que firmaron los países pertenecientes a la Organización, donde están consignados los derechos universales. Recuerdo que uno de los artículos menciona que cualquier ser humano tiene el derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país. No obstante, hay países en los que tal derecho no se cumple. Leo a Leonardo Padura, escritor cubano, y me entero lo que medio mundo sabe: los cubanos no pueden salir libremente de su país, se trepan en una balsa y ¡huyen de su país!
Digo esto, porque el tema de los Derechos Humanos es un tema complejo y vigente. No todo mundo tiene conocimiento de ello. Es una pena, porque, nos han dicho los expertos: Los que no conocen sus derechos no saben si éstos son violentados. ¿A qué tengo derecho como ser humano? Yo, me declaro ignorante en la materia.
Por esto, es motivo de júbilo el hecho de que en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, de nuestro pueblo, el 23 de agosto pasado se haya inaugurado el Diplomado en Derechos Humanos para Organizaciones Sociales, Campesinas y Líderes Comunitarios. Privilegio para Comitán que fue sede de un acto que se realizó en sólo cinco sedes más del país: Culiacán, Sinaloa; Chilpancingo, Guerrero; Coyoacán, Ciudad de México; Chihuahua, Chihuahua; y Mérida, Yucatán. El acto inaugural fue de vital trascendencia. Todas las sedes mencionadas se conectaron en línea, en vivo, a las cinco de la tarde, para presenciar la ceremonia donde la maestra Leticia Cano Soriano, directora de la Escuela de Trabajo Social, de la UNAM, y el Maestro Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, hicieron la declaratoria inaugural de este diplomado, en la Ciudad de México. Fue especialmente emotivo el momento en que la maestra Cano Soriano mencionó a Comitán como una de las sedes y envió saludos a los estudiantes asistentes y al maestro José Hugo Campos Guillén. Imagino que como sucedió en las demás sedes del país, acá, en el auditorio de la universidad, los más de cincuenta asistentes aplaudieron emocionados. Sí, hubo emoción, porque los asistentes están inscritos a un diplomado que, con duración de ciento veinte horas, les permitirá profundizar en el conocimiento de los Derechos Humanos, para que, como dijo la maestra Soriano, en su mensaje, los asistentes se formen “como defensores de los derechos humanos.”
El diplomado es gratuito y está avalado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; la Escuela Nacional de Trabajo Social, de la UNAM; y la Red Nacional de Instituciones de Educación Superior en Trabajo Social, institución a la que pertenece la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. La unión de instituciones tan prestigiosas ayuda a entendernos más como sociedad.
A la hora que el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos hizo uso de la palabra envió saludos a la maestra Yolanda Pérez Lara, quien es coordinadora en Comitán, de este diplomado.
Los más de treinta alumnos que se inscribieron al diplomado llevarán nueve módulos, con una temática que resulta de lo más interesante. El primer módulo inició el mismo día de la inauguración, después del acto protocolario, los estudiantes se dirigieron al aula virtual “José Armando Gordillo Mandujano”, donde la licenciada Brenda J. Velasco Pérez (de la CNDH) impartió la clase magistral: Enfoque de Derechos Humanos.
Posdata: En el mensaje del maestro José Hugo Campos Guillén resaltó una frase que sintetizó la importancia de este diplomado: “No pueden existir derechos de conveniencia.”
Así es. Yo aprendí en la preparatoria que los derechos humanos son universales y ellos deben salvaguardarse para la sana convivencia. Aprendí que todos los seres humanos tienen el derecho de salir y entrar a su país con total libertad, y que el desplazamiento debe ser de manera segura. ¡Uf!

miércoles, 28 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON UNA CELEBRACIÓN




Querida Mariana: Hoy es 28 de agosto. Comitán celebra tres actos importantes, el primero es el inicio del movimiento de independencia de Chiapas. El 28 de agosto de 1821, Fray Matías de Córdova alentó a este acto libertario. Para conmemorar dicha gesta, el 28 de agosto de 1988 se inauguró el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos, y el 28 de agosto de 1993 se inauguró el Museo Arqueológico de Comitán. ¿Mirás qué alegre?
Te mando copia de la portada de una memoria que me obsequió la licenciada Figueroa Gordillo. En este libro aparece el testimonio de la creación del museo, un museo que es uno de los más bellos del país, porque reúne una serie de piezas prehispánicas de la zona. No sé si alcanzás a ver las fotografías de portada. Son unas urnas funerarias de gran riqueza visual y conceptual.
El museo se debe, en gran parte, a las gestiones que realizó la historiadora chiapaneca y cronista de Comitán, licenciada María Trinidad Pulido Solís.
La historia de la creación del museo es apasionante, es muestra de vida y de compromiso. Tomo datos de esta memoria y los comparto con vos, porque pienso que es fundamental conocer algo de su gestación. Dice la memoria que en 1970 comenzaron los trabajos de limpieza de la zona arqueológica de Chinkultic, por personal del INAH e investigadores de la Universidad de Milwokin, Estados Unidos (¿Milwokin? Así dice la memoria, pienso que ya está castellanizado, pero bueno, paso el dato como está consignado. Debe ser University Milwaukee. En fin.) La cosa está en que tiempo más tarde el arqueólogo Carlos Navarrete inicia el Proyecto Chinkultic. Navarrete, vos sabés, anduvo por Comitán hace diez o quince días, él mismo se definió como “El guatemalteco de la arqueología mexicana”. Bueno, pues, derivado del proyecto Chinkultic, Navarrete, en 1975, dejó un lote de piezas que había rescatado en la “Cueva de los Andasolos”, del municipio de La Trinitaria. Piezas de una belleza excelsa y que ahora se pueden ver en el museo.
A finales de 1982, María Trinidad Pulido Solís y Jorge Pineda Martínez son comisionados para Chiapas. Jorge es nombrado custodio de la zona de Chinkultic y María Trinidad se hace cargo de la oficina en Comitán, pero como no hay oficina, platica con el maestro Jorge Melgar Durán, en ese tiempo director de la Casa de la Cultura, de Comitán, quien le brinda un espacio pequeño dentro de las instalaciones. María Trinidad cuenta que estuvo en ese espacio, de 1983 a 1985. Ahí montó unos anaqueles para exhibir las piezas que Navarrete había dejado.
Cuando el maestro Melgar vio las piezas le preguntó a la historiadora qué debía hacerse para que Comitán tuviera un museo arqueológico. María Trinidad le comentó que el presidente municipal debía hacer gestiones ante el INAH. Así que el maestro Melgar contagió con su entusiasmo al presidente de aquel entonces, el licenciado Gonzalo Enrique Ruiz Albores, quien, amante de la cultura, realizó las gestiones pertinentes. El gobernador General Absalón Castellanos Domínguez autorizó la realización del museo. Como bien dice María Trinidad, lamentablemente, el licenciado Ruiz Albores ya no vio realizada su gestión, porque perdió la vida en un accidente automovilístico. Pero hoy, a 36 años de la inauguración del museo arqueológico, va un emocionado recuerdo en su memoria.
El museo se inauguró el 28 de agosto de 1983. Acudió el gobernador de ese tiempo, Elmar Setzer Marseille, quien fue acompañado por el ingeniero Javier Utrilla Alvarado, presidente municipal de Comitán. También acudió el doctor Andrés Fábregas Puig, que en ese momento dirigía el Instituto Chiapaneco de Cultura, pero que, cuando iniciaron las gestiones para la construcción del museo, era el director del INAH-Chiapas.
Posdata: Termino esta carta con un dato curioso. Fijate que entré a la página oficial del INAH, a nivel federal, y ahí dice que el pórtico del edificio donde se encuentra el museo, y que fue el edificio donde una catazumba de muchachitos estudió su primaria en la llamada Escuela Federal, es un ejemplo de “versión provinciana de Art Decó”. ¡Cierto! Me paré frente a la fachada del edificio y miré que tiene mucha semejanza con el edificio de la Lotería Nacional y con el edificio de Sears (que está frente al Palacio de las Bellas Artes) de la Ciudad de México, y que son obras art decó de nuestro país. ¡Pucha, art decó en Comitán! ¡Nadita!

martes, 27 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL DÍA QUE EL POETA LLEGÓ A COMITÁN EN COMPAÑÍA DE SU ABUELA




Querida Mariana: El poeta Fernando Trejo estuvo en Comitán. Él presentó su libro “La abuela está en la casa porque he visto su voz”, poemario con el que obtuvo el XVI premio nacional de poesía Alonso Vidal.
Por lo regular, los escritores llegan al pueblo y realizan una presentación. Fer no siguió la costumbre y realizó tres presentaciones. Sí, ¡tres presentaciones en un mismo día! Se trataba de aprovechar su presencia en el pueblo; se trataba de sembrar en varias parcelas.
Fer se aventó una seguidoña de presentaciones. Estuvo en el Instituto Tecnológico de Comitán, acudió a la comunidad que se llama La Floresta y, a las tres de la tarde, estuvo en el cabildo del ayuntamiento comiteco; es decir, bajita la mano presentó su libro ante una audiencia de más de trescientas personas.
Si las dos presentaciones posteriores fueron como la que tuvo en el Tecnológico puedo asegurar que cautivó a las audiencias, porque estuve en la primera presentación, a las once de la mañana, y constaté que su charla atrapó la atención de los jóvenes, como pocas veces he visto que algún autor lo logre. Vos sabés que las presentaciones son muy riesgosas, porque en la mayoría de éstas, quienes están en la mesa de honor hablan de algo que la audiencia desconoce. Fer, muy hábil, contó algo que está en el imaginario de todos, como si fuese un abuelo (un abuelo jovencísimo) contó algo que tiene mucho que ver con un tema que seduce a las audiencias: experiencias paranormales.
Fer contó el origen del libro. Tal como lo expresa el título, la raíz de la creación está en el árbol que fue, ¡que es!, su abuela. Hace poco tiempo falleció la abuela de Fer, pero su abuela no está ausente, al contrario, ella sigue en casa porque en casa “han visto su voz”.
Los universitarios estaban al filo de la butaca, pendientísimos de lo que el poeta contaba, porque esa mañana, el poeta casi casi se volvió el narrador que también es, el director de cine que es, el actor que es, y comenzó diciendo que él, estudioso del fenómeno paranormal, ha deseado tener una experiencia sobrenatural. Como comprenderás, el tema jaló a los muchachos de manera inmediata. ¿Una experiencia sobrenatural? Sí, dijo Fer, y con gran pericia narrativa contó que, mientras escribía el libro, algo extraño sucedía en su casa. Contó su intimidad, dijo que él y su esposa duermen en recámaras separadas, ella duerme con la hija de ambos (Isabela) y él duerme con el hijo de ambos (Iñaki). Una noche, Fer escuchó que alguien caminaba en el pasillo, dedujo que su esposa iba al baño. A la hora del desayuno lo comentó. Su esposa, sorprendida, dijo que ¡no!, que ella no se había levantado en toda la noche, que (a la misma hora) había escuchado pasos y pensó que Fer era quien había ido al baño. Se quedaron viendo como si volvieran a escuchar los pasos con la certeza de que no hay nadie más en casa.
Como podés imaginar, los muchachos universitarios estaban atentos. Fer, desde el principio, los había cautivado con el tema. ¿Qué había sucedido esa noche? Fer dio más. Dijo que colocó una lata con cemento en la puerta principal para atrancarla. Y lo que sucedió fue que…
Sí, una presencia andaba en casa. ¿La abuela? Sí, sin duda, porque un día, mientras él escribe, llega Iñaki a la puerta y le dice “Papi, papi”, pero él lo ignora, porque está trabajando; Iñaki insiste y Fer deja de trabajar, porque su hijo agrega al insistente ¡papi, papi!, algo que lo conmueve. Su hijo le dice: “Tengo miedo”. Se levanta, van a la recámara e Iñaki le dice: “Papi, acá está la abuela”. Fer desea parecer natural y pregunta por qué dice eso el niño y éste dice: “He visto su voz”. El poeta ve que la fotografía de la abuela está en el piso, en el centro de la recámara.
El poeta ha buscado con denuedo tener una experiencia sobrenatural. ¡Nunca la ha tenido! Son otros los que le han tomado la mano y le han dicho que no está equivocado, que ¡es cierto!, hay algo más.
Fernando Trejo tuvo el tino de no leer poema alguno. Se hubiese quebrado el hilo de conexión que había logrado amarrar con su audiencia. El cierre de oro fue una interpretación musical de su amigo, casi hermano, César Gandy (destacado trovador chiapaneco), quien musicalizó un soneto escrito por Fer.
Posdata: Fer hincó el gusanito de la duda. Varios muchachos hicieron comentarios y preguntas y ellos recibieron un ejemplar del libro, como obsequio. Al final, el universitario Noé Gordillo, estudiante de Ingeniería en Gestión Empresarial, pidió que Fer resumiera en tres palabras su libro. El poeta titubeó tantito, era una pregunta inusual, al final dijo: “Te extraño, abuela”, y con ello sintetizó ese pasillo donde lo paranormal se volvió normal. Fer estuvo en Comitán y trajo a su abuela con él y toda la audiencia la vio, porque vio su voz.

lunes, 26 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON INTERROGANTES Y CERTEZAS




Querida Mariana: Puede ser. No estoy seguro, pero puede ser. Puede ser que haya muchachos que quieren leer y no tienen las herramientas a su alcance.
El otro día escuché algo muy sensato. El poeta Fernando Trejo recomendó a alumnos universitarios que se acercaran a antologías de poesía, que les dieran una vueltita y si hallaban algún creador que llamara su atención consiguieran un libro de dicho autor. Me pareció una recomendación muy certera. ¡Claro! Mientras escuchaba esa sugerencia pensé en un mercado de frutos expuestos en exhibidores, muy ordenados. Los compradores llegan y caminan por los pasillos donde hay manzanas, plátanos, fresas, zapotes negros, duraznos, mangos, piñas, sandías, cocos y chulules (que, vos sabés, es una fruta que sólo se encuentra por estas regiones, y es riquísima.) Sé que en este instante vos estás agregando una de las frutas que te gusta (¿mamey? ¿chicozapote? ¿mandarina? ¿papaya? ¿melón? ¿naranja? ¿moras? ¿frambuesas? ¿kiwis? ¿guanábanas?), porque todo mundo tiene gustos diferentes. Por esto, porque sabemos cuál es la esencia diversa de la condición humana, digo que me gustó la propuesta de Fer. Así como hay frutas que nos encanta comer (y otras no tanto), así hay lecturas que son para nosotros. Los lectores experimentados dicen que lo son, porque, de niños, hallaron libros que les gustaron, que parecían escritos especialmente para ellos. Los lectores experimentados aseguran que los maestros dictatoriales que obligan a leer libros a los estudiantes provocan aversión a la lectura. Lo ideal sería colocar una serie de libros (un bonche) sobre una mesa, para que, como en el mercado de frutas, el niño pruebe uno y otro y otro, hasta que encuentre el sabor que le provoca placer.
Ahora, en todo el país hay un gran movimiento de fomento a la lectura. En Chiapas, el otro día, con la presencia del gobernador, se instauró el Consejo de Fomento a la Lectura, que preside el admirado poeta chiapaneco Óscar Oliva. Medio mundo espera que las estrategias sean, ¡ahora sí!, las adecuadas, y digo esto porque han existido muchas campañas de lectura que han sido poco efectivas. ¿Recordás los tiempos de Vicente Fox en que se echó a volar la campaña: México, un país de lectores? Dicha campaña fracasó, porque es imposible que todo el país lea; así como es imposible que México sea un país de futbolistas o México sea un país de cinéfilos.
La estrategia estaría encaminada a aquéllos, que como dije al principio de esta carta, quieran leer y no tengan las herramientas necesarias. Y digo esto, porque el otro día, en el ciclo de charlas acerca de la obra de Rosario Castellanos, que implementó la dirección de educación, del ayuntamiento comiteco, me tocó ir a la comunidad de La Floresta. ¿Recordás cuál es? Es la comunidad que se ve hacia abajo, pasando Laguna Larga, en la carretera de Comitán a San Cristóbal de Las Casas. La comunidad está en una hondonada y posee una pequeña laguna que, ahora, ya no tiene tanta agua como tenía en los años setenta del siglo pasado. La comunidad tiene muchos árboles de durazno y pera, que en esta temporada están llenos de frutos.
Estuve en el gimnasio. Antes de la charla me atreví a tomar el balón para encestarlo. ¡Ay, señor! De cuatro intentos, sólo en uno alcancé a hacer llegar el balón al tablero. ¿Mirás? No se trata de ver si encesto, se trata de ver si, a mi edad, logro hacer llegar el balón cerca del aro. ¡Lo dicho! México no puede ser un país de basquetbolistas.
¿Qué hice entonces en la charla? Llegué ante el grupo de muchachos del COBACH y, como si fuera el marchante del frutero, les expuse un poco del sabor del teatro de Rosario, un poco de su poesía, un poco de su narrativa. ¿Les gustó algo? Bueno, entonces ¡lléguenle! Su vida se transformará si consumen esos frutos, que no son del árbol del bien y del mal, sino provenientes del árbol de la inteligencia, del árbol que alimenta la imaginación.
¿Qué hacen esos muchachos que, en La Floresta, desean leer? Digo que la comunidad está en una hondonada. Difícilmente tienen acceso a la Red; difícilmente hallarán esa variedad de frutos que es necesario mostrar para alimentar el deseo.
No estoy seguro, pero puede ser, que ellos sí tengan deseos de leer, pero las herramientas de la lectura son escasas en sus comunidades. ¿Qué hacer? Espero que la estrategia de fomento a la lectura que se promueve desde los tres niveles de gobierno del país, contemple respuesta óptima a todos los inconvenientes; que, así como es deseo del presidente de la república dotar del servicio de Internet a todas las comunidades del país, así existan mercados donde se expongan todos los frutos de la inteligencia, para que los niños y jóvenes elijan y los muerdan hasta mancharse la camisa o la blusa.
Posdata: Nosotros hacemos nuestro esfuerzo. Les llevamos un gajo de Rosario y luego, entre los diez muchachos que lo pidieron, entregamos a cada uno un ejemplar de la revista ARENILLA y un ejemplar del cuentito “El osito que volaba”, de la Fundación Alexandra del Castillo Castellanos. Si uno o dos lectores encuentran un fruto rico que los motive a buscar más ¡habremos cumplido con nuestra conciencia y con la patria!

sábado, 24 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN OFICIO MUY DIGNO




Querida Mariana: El tío Enrique recomendaba lo que recomienda medio mundo: “Andar con los pies en la tierra”, pero le agregaba: “Con los zapatos bien boleados.” Si reflexionás tantito en el dicho de “Andar con los pies en la tierra”, mirás que no se refiere a andar descalzo, se refiere a que, si sos exitoso o tenés cargo en la política, no te deben marear las supuestas alturas, porque, después de todo, uno es pueblo y proviene del barrio.
El agregado del tío era una buena sugerencia, porque, dicen los expertos en moda y en etiqueta social, los zapatos siempre deben estar bien boleados. Los zapatos nos permiten caminar por la tierra con dignidad. ¿Imaginás a los primeros hombres sobre la tierra? Adán y Eva andaban descalzos. Ya fue más tarde cuando los hombres y mujeres tuvieron calzado. Emplearon, nos dicen los historiadores, pieles de animales. De ese calzado prehistórico al calzado contemporáneo ¡hay una gran distancia! Sirven para lo mismo, para proteger el pie, pero, además, ahora son símbolo de distinción. Porque, al principio (vemos ilustraciones en los libros) los pies eran como tamales envueltos. Ahora, los fabricantes de zapatos procuran proteger al pie y otorgarles elegancia.
No hay cosa que me moleste más que tener los zapatos húmedos. Si llueve me da el telele cuando debo pasar por una calle convertida en río. El otro día andaba en San Cristóbal de Las Casas y (qué pena confesarlo) uno de mis zapatos ya tenía un ligero hoyito en la suela. Ya podés imaginar que a través de ese hoyito comenzó a colarse el agua encharcada. ¡Ah, qué fastidio! Caminaba sobre las banquetas de laja buscando algún espacio seco o, cuando menos, que no estuviera lleno de agua. ¿Sabés qué hice? (Qué pena confesarlo) Compré un par de escarpines tejidos, de esos para bebé, y en cuanto llegué a la terminal de la OCC, entré a los sanitarios (ya cobran seis pesos) y activé el secador de manos y, en lugar de poner mis manos vacías, coloqué mis manos con un zapato, primero, y luego con el otro. Dos o tres veces activé el aparato. Un orinón me vio como si yo estuviera robando el copón con hostias del templo, pero no le hice caso. Luego salí del sanitario, me senté en una butaca de la sala de espera y, con desenfado, como si fuera un turista gringo, de esos gringos hippies, me quité los zapatos, los calcetines, sequé mis pies con un poco de papel higiénico y me puse los escarpines, los escarpines de bebé. Sólo la mitad de mi pie quedó cubierto, así que decidí llenar de papel higiénico el resto del pie. Con amorosa afectación hice una camita y la coloqué sobre el talón. Así fue como mis pies, poco a poco, olvidaron la afrenta del agua y comenzaron a tomar su condición de animal adentro de la cueva tibia.
Porque sólo una cosa supera la desgracia de tener húmedos los zapatos: ¡Tener los pies envueltos a toda hora! ¿Por qué a veces tenemos hongos en los pies? ¿Por qué será? Porque los pobres pies siempre están encerrados. ¡Pobres pies!
Cuentan los mayores que, en Comitán, hubo una industria floreciente de fabricación de zapatos. Antes de los años cincuenta del siglo pasado, los comitecos compraban el calzado con fabricantes locales. Hubo zapateros con gran destreza, que hacían zapatos de gran calidad. Los mayores recuerdan la Zapatería El Águila, que era propiedad del papá del poeta Óscar Bonifaz. Los zapatos comitecos eran duros, pero rendidores. Esa industria casi se extinguió. En la actualidad hay pocos fabricantes de zapatos. A mí me da gusto mirar, frente al parque de San Sebastián, o frente a las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad, letreros que ofrecen la factura de zapatos especiales. Los hermanos Rodas heredaron la tradición del papá, que se dedicó a la fabricación de zapatos. Es emocionante entrar y hallar “hormas” antiguas.
Uno de los dichos mexicanos más recurridos es el de “Halló la horma de su zapato”, que se usa para decir que un fulano halló a su padre (en sentido metafórico); es decir que ahí está alguien que es superior a él. La horma del zapato siempre debe tener las características del pie del usuario, para que el zapato esté en condiciones óptimas.
El zapato, en muchas ocasiones, es ignorado. Hay gente que no da mayor importancia a tal prenda. Mario “Mocoso” no usó calzado. Andaba descalzo por todas las calles de Comitán. Fue de pie grande, por esto, se hicieron famosos los sonidos que provocaba cuando somataba la planta de su pie sobre el piso. Caralampio, quien atendió la ferretería de don Jorge Pérez, durante muchos años, tampoco usó calzado, ahí andaba con los pies ajados por todo el pueblo. Yo me sentaba en una banca del parque central cuando veía a Caralampio bajar por los escalones de la presidencia, miraba cómo caminaba. Lo hacía como si tuviera calzado, sin mayor problema. Pensaba (pienso hasta la fecha) que su cuerpo había formado una capa callosa en la planta del pie que casi casi era tan dura como la suela de un zapato. Así como los agricultores tienen callosa la palma de la mano, de igual forma pensaba (pienso) que quienes andan descalzos terminan con un callo duro y rugoso. Yo (qué pena confesarlo) jamás he hecho un trabajo duro con las manos, por esto, dicen mis amigos, tengo “manos de señorita”. Yo digo que tengo manos de príncipe, porque mis manos sólo me sirven para comer con cubiertos, para dibujar, para pintar, para acariciar (manos de seda), para escribir, para sostener los libros y para tomar las nubes y jugar con ellas. Sí, mis manos son pequeñas y sin callos; mis pies son pequeños y sin callos. Compro zapatos Flexi, que son caros, pero son duraderos y, sobre todo, son cómodos. Los viejos, lo sabés, necesitamos un calzado que no sea duro.
No obstante usar calzado cómodo me da flato cuando pienso en la cara que deben tener mis pies, sometidos al encierro horas y horas. Me encantaría poder usar huaraches. Tengo varios amigos que no tienen empacho en usar huaraches. Algunos llevan desnudo el pie, otros se colocan calcetines. Me encantó ver un día que asistí a una boda en Cuernavaca a un muchacho bonito, con un traje impecable, corbata roja, camisa blanca, calcetines negros, ¡con huaraches! Lo portaba con una gran dignidad. No faltaron los que criticaron en voz baja, pero él se mantuvo con los pies sobre la tierra.
No uso huaraches, porque (me conocés) no puedo permitir que me dé el aire. Como siempre fui niño cuidadito, mis papás siempre cuidaron que no pisara el suelo con los pies desnudos. ¡No me fuera a enfermar! ¡Ay, señor! Ahora me enfermo porque nunca pisé el suelo con los pies descalzos.
Muchos lectores recuerdan la carta que el escritor Juan José Arreola envió a un zapatero que compuso mal unos zapatos. El oficio de zapatero también es un oficio que está en vías de extinción. Antes, los dueños de zapatos viejos mandaban a cambiar suela con los zapateros. Yo sigo haciéndolo. ¿Te has dado cuenta que, dependiendo del modo de andar, así gastamos el zapato en una zona u otra? Yo acabo los zapatos del centro de la suela, ahí se hacen los hoyos. Así que mi mamá hace favor de llevar mis zapatos con el zapatero de la central de abasto, para que le cambie suelas. Me hace un trabajo excelente y por doscientos pesos vuelvo, casi casi, a tener zapatos nuevos.
Arreola le escribió, en el siglo pasado, a un zapatero que compuso mal unos zapatos. ¿Recordás el texto? Ahí, Arreola, con prosa cuidada y exquisita le dice al zapatero “Mis pies no pudieron entrar en los zapatos. Como los de todas las personas, mis pies están hechos de una materia blanda y sensible.” Ah, ¿mirás la ironía sutil con que le dice que es un bobo, un inepto? Le recuerda que sus pies están hechos de una materia blanda y sensible, porque el zapatero, tal vez pensó (es ironía) que sus pies eran dos moledores de molcajete.
Después de reclamar su pésimo trabajo, Arreola le dice al zapatero que compuso mal unos zapatos “Quise, con espíritu ambicioso, prolongar la vida de mis zapatos. Esta ambición no me parece censurable: al contrario, es señal de modestia y entraña una cierta humildad.”
Sí, sí, enviar a componer unos zapatos viejos es señal de modestia y entraña cierta humildad. Los zapatos nuevos no son como los autos nuevos. Un auto nuevo significa un goce extremo; en cambio, estrenar zapatos tiene su lado difícil. El pie ya estaba acostumbrado al zapato viejo, ya lo había hormado. Un zapato nuevo es un objeto desconocido que molesta, que, poco a poco, se irá acomodando al pie.
Posdata: Arreola, en el antepenúltimo párrafo, hace una exhortación válida para todos los oficios y profesiones, de todos los tiempos: “Nos hacen falta buenos artesanos, que vuelvan a ser los de antes (…) Quisiera hablarle del artesano de mi pueblo, que remendó con dedicación y esmero mis zapatos infantiles. Pero esta carta no debe catequizar a usted con ejemplos.”
¿Mirás qué oficio y qué palabras tan bellas? ¡Zapatero remendón! Yo tuve un tío, hermano de mi abuela Esperanza, que era zapatero remendón. Algún día te platicaré de su vida. Mi tío sí fue un zapatero que honraba su oficio, no como el de Arreola. Yo procuro andar con los pies en la tierra, con los pies calzados con zapatos Flexi (pucha, parece comercial.)

viernes, 23 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON BUENOS TIEMPOS




Querida Mariana. “Nos tocaron buenos tiempos”, dijo mi mamá. Tejía y miraba la televisión. En el noticiario exhibían unas tomas de playa, por vacaciones; pero también aparecían imágenes de bloqueos y asaltos carreteros. “Nos tocaron buenos tiempos”, dijo mi mamá y platicó que mi papá, al otro día que se decretaba el fin de cursos escolares, nos urgía a preparar maletas para ir de vacaciones. Y, tiene razón mi mamá, en esos tiempos viajábamos sin apremios, salvo algún deslave carretero o un eventual desperfecto mecánico del autobús, llegábamos con dicha a nuestro lugar de destino. Con mis papás conocí muchos lugares de la república y un cachito de Guatemala y otro de Estados Unidos de Norteamérica. Jamás soñamos con Europa o con otro continente. ¡No! Nuestras vacaciones nos enviaban a ciudades mexicanas. Con mis papás conocí la península yucateca y la península bajacaliforniana; es decir, anduve de extremo a extremo de México. Los buenos tiempos permitían que camináramos las ciudades con tranquilidad. Mis papás fueron grandes cinéfilos (mi mamá y yo seguimos buscando películas en la televisión y las vemos con agrado), por eso, en toda ciudad preguntábamos por alguna sala cinematográfica (en ese tiempo, casi siempre, hallábamos una sala cerca de la zona céntrica). Tengo en el recuerdo muchos detalles de esas salas que, a final de cuentas, no eran tan diferentes de los cines de mi pueblo. Las salas cinematográficas son como los templos católicos. Había salas magnificentes, enormes, con vestíbulos que parecían hoteles de lujo, con butacas cómodas, pero, igual que las salas pequeñas, húmedas, con sillas de madera, se llenaban de cinéfilos que disfrutaban las cintas proyectadas en pantallas que, de igual manera, podían ser enormes o discretas sábanas blancas.
Como mi papá era su propio jefe en cuanto me tocaban vacaciones escolares nos trepábamos al autobús para ir a la playa, donde subíamos a un barco; o ir al centro del país donde nos trepábamos al ferrocarril o al avión, para llegar a otro lugar. Como chapulines íbamos saltando de ciudad en ciudad. En cada ciudad yo me sorprendía ante la variedad de comidas, plazas, juegos, modos de ser y de ver la vida.
Hoy, como entonces, la gente sigue viajando, pero ahora (qué pena) como los tiempos ya no son los que a nosotros nos tocaron, a veces el viaje se convierte en tragedia. En nuestros tiempos los conductores eran más respetuosos de los límites de velocidad, eran bolos igual que hoy, pero no bebían trago cuando conducían, esperaban a llegar al puerto y entrar a una palapa para beber cervezas acompañadas con una orden de camarones al mojo de ajo o un pescado a la talla. En nuestros tiempos no había celulares, por lo tanto, los conductores no cometían la estupidez de ir “texteando” o viendo su celular mientras conducían. ¡Qué falta de sentido común! En nuestros tiempos, los autos no desarrollaban las velocidades que ahora desarrollan. En nuestros tiempos, existía un mínimo de edad para conducir, ahora, los muchachos suben a los autos, beben cerveza, llevan el reproductor de música a todo volumen, consultan sus celulares y manejan como si lo hicieran en una pista de fórmula uno.
Sí, mi mamá tiene razón: Nos tocaron buenos tiempos. Viajábamos con seguridad. Al regreso al pueblo contábamos todas las maravillas que habíamos experimentado: los atardeceres en el mar, la vista de los volcanes, la visita a los museos, a los zoológicos (donde había conocido a los elefantes y a las jirafas), a los templos con sus infaltables velas prendidas, a las plazas llenas de fuentes y pájaros gritones. Eran buenos tiempos. La vida era espléndida. Regresábamos a nuestro pueblo e íbamos al Cine Comitán o al Cine Montebello y comíamos los taquitos dorados y los comparábamos con los comidos en las otras salas del país y concluíamos diciendo que los nuestros eran los mejores, pero también reconocíamos que las palomitas de aquellas salas eran mejores y el interior de esas salas eran más bellos. Platicábamos de las películas disfrutadas, porque en cines de la Ciudad de México, por ejemplo, veíamos películas que, quién sabe por qué, no llegaban a nuestra ciudad amada.
Posdata: Sí, tiene razón mi mamá: Nos tocaron buenos tiempos, buenos tiempos para viajar, buenos tiempos para vivir.

jueves, 22 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE DOÑA LOLITA




Querida Mariana: El próximo 25 de agosto se conmemoran ciento un años del nacimiento de Dolores Albores Albores, la recordada Lolita Albores, quien fue la primera mujer cronista del estado de Chiapas y, por supuesto, cronista vitalicia de nuestro pueblo.
Doña Lolita nació en Comitán, en 1918, y falleció el 6 de enero de 2006. Doña Lolita, como cualquier mortal, no fue monedita de oro. Hubo personas que se molestaron cuando ella fue nombrada Cronista de Comitán, porque, decían, ella era una persona que había denigrado al pueblo con la grabación de lo que los críticos malévolos llamaron: “Los discos malcriados de Lola Albures”. Pero, en contraparte, la mayoría de comitecos siempre reconoció que doña Lolita, con su memoria prodigiosa, era una fiel representante de nuestro pueblo picarón, lleno de vida y alejado de solemnidades. Hoy, esos discos se aprecian como lo que son: registros sonoros que dan fe de una parte sensible de la cultura comiteca. El disco “El guatec ca tu tisaias”, (la fiesta en casa de tu tío Isaías), muestra cómo se celebraba en Comitán una fiesta tradicional. En ese disco aparecen la juncia, los pitutazos de comiteco, la marimba, las lechitas y las anécdotas infaltables. Doña Lolita, así como Carlos Monsiváis lo hizo en la Ciudad de México, nos enseñó que gran parte de la cultura de un pueblo se sustenta en lo popular.
En su libro “Así te recuerdo Comitán” nos legó un puntual recorrido por el Comitán de los tiempos, de sus tiempos. Gracias a ello, ahora tenemos un referente de costumbres y tradiciones que han hecho de Comitán un pueblo único, un pueblo mágico.
Doña Lolita realizó el encargo de cronista en forma amorosa y de manera sencilla, como amoroso y sencillo era su pueblo. Las decenas de crónicas publicadas en el boletín ImaginARTE a Comitán le permitieron compartir su personal punto de vista con muchísimos lectores. Ahora, esas crónicas son parte importante de nuestro archivo común.
El próximo viernes, a las seis de la tarde, en el Museo de la Ciudad, las autoridades municipales rinden un homenaje a la querida Lolita Albores. Los integrantes del Consejo Municipal de la Crónica, de Comitán de Domínguez, abordarán distintos aspectos de la rica vida de esta sencilla y enormísima comiteca.
Posdata: Como ya dije, doña Lolita bautizó a Comitán como Comitán de Los Tomates (tomate una, tomate dos); Alfonso me dijo el otro día que, en el Comitán de los años setenta, hubo tres Lolas famosas: Tía Lola (que regentaba el burdel más famosillo del pueblo); doña Lola Aretera (que atendía la dulcería del Cine Comitán, donde se compraban los tacos dorados más ricos de la región); y doña Lola Albores (orgullo de este pueblo, primera mujer cronista de Chiapas). ¡Mirá!, le dije a Alfonso, tenés razón. Como me vio emocionado, me preguntó la clásica pregunta comiteca: ¿Quién de las tres aportó más al pueblo? Yo le dije que se tranquilizara, que estábamos chupando tranquilos. Me quiso poner en un brete. Nada respondí. Cada una, en su especialidad, aportó esencia al Comitán de entonces. Como dije al principio: nadie es monedita de oro. Muchas señoras decentes de Comitán alzaban la ceja cuando oían el nombre de Tía Lola (en su burdel, sus maridos botaban la paga); otras se sentían ofendidas a la hora de la comida, cuando al pasar los taquitos dorados a la mesa, el hijo decía que estaban buenos, pero no tan buenos como los que vendía doña Lola, en el cine; y algunas intelectuales fifís torcían la boca cuando escuchaban el nombre de doña Lolita Albores, porque decían que ellas, por sus méritos artísticos, deberían haber sido nombradas las cronistas.
Alfonso dice que si doña Lolita Albores bautizó a Comitán como Comitán de Los Tomates, él le pondría el nombre de Comitán de las tres Alegres Dolores, en un oxímoron sabroso, porque nunca en la vida los dolores provocaron tanta alegría a un pueblo.

miércoles, 21 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON PECADOS Y OTRAS PERVERSIONES




Querida Mariana: Pedrito es travieso. ¡Ay, Pedrito! Siempre, Pedrito. Le digo Pedrito de cariño, pero ya es mayor, tiene más de setenta años, años en que, como conejo, ha cultivado miles de travesuras. Ayer, mientras bebía una cerveza debajo del árbol de durazno (que este año dio unos bien grandes y jugosos), dijo que, así como hay Día del Padre, Día del Abuelo, Día de la Bandera, debía existir el Día del Pecador. ¿Qué? Sí, bebió el resto de su cerveza, depositó el bote en un basurero que tenía al lado, abrió otra lata, que sacó de una tina llena de hielo, y dijo que eso sería honrar a la invención más perversa del universo. ¿A poco no?, dijo, pasándome el platito de chicharrón. No, perdón, ya sé que vos no comés más que pasto. En apariencia has vencido el pecado de la gula, dijo, aunque luego rectificó y dijo que tal vez yo era goloso a la hora de entrarle a las verduras, porque si no no estaría pasado de peso.
¡Qué cosas se le ocurren a Pedrito? ¿Día del pecador? Y, como dice Karla: ¿Como para qué?
¿Para qué, el calendario cívico, creó el Día de la Bandera? Para honrarla, para recordarnos que es uno de los símbolos patrios. Lo mismo sucede con el Día del Abuelo, por ejemplo. Ese día recordamos que los abuelos existen y les llevamos un regalito y les damos un abrazo y escribimos textos bondadosos, aunque (ya nos lo han dicho) no es más que un pretexto que crearon los publicistas para fomentar el consumo, aunque sepamos muy en lo íntimo que al día siguiente los abuelos seguirán olvidados en una esquina de la sala, recuperando su triste condición de muebles viejos.
Pedrito dice que crear el Día del Pecador, sería un poco como quitarle la máscara terrorífica que el pecado ha tenido desde siempre. Dice que los creadores de la Biblia eran, por decir lo menos, perversos. ¿A quién se le ocurre condenar al ser humano al destierro eterno, fuera de El Paraíso, como castigo por desobedecer una indicación divina? A una mente perversa, se responde. La desobediencia es un pecado, pecado es lo que cometieron nuestros primeros padres: el pecado original, le llaman.
Pedrito dice que de ahí para el real. Dice que uno de sus traumas mayores viene de tiempos en que era acólito en el templo y, cada mes, debía hincarse frente al sacerdote, adentro del confesionario. Ahora dice que ya no entra a ningún templo. Ha visitado muchas ciudades del mundo, pero cuando el guía invita al grupo a entrar al interior de un templo (por ejemplo, Notre Dame, en París), él se queda afuera, observando la fachada e imaginando la belleza de la nave. No imagina cuál sería su reacción al toparse con un confesionario, símil del potro de una sala de tormento. No había cosa peor que hincarse ante el sacerdote y escuchar la frase lapidaria: “Dime tus pecados”, porque doña Epifania, la viejita que daba la doctrina, en la capilla de la Santísima Trinidad, le había enseñado que el pecado era la forma en que el demonio tentaba a las almas buenas y puras, y él, hijo del pecado, siempre andaba cayendo en las tentaciones, porque sacaba monedas de la gaveta para comprar los nuégados que tanto le gustaban y eso era ¡robar!, y, en las noches, cuando se metía debajo de las colchas y todo estaba oscuro tenía pensamientos, pensamientos pecaminosos, y se agarraba su pilín parado y se lo jalaba y eso, eso que le provocaba un placer dubitativo, era pecado, era lujuria, uno de los pecados capitales. ¡Dios mío, era un gran pecador, un hijo predilecto del demonio! Gracias a Dios, en su infinita bondad, cuando él vomitaba frente al sacerdote todos sus pecados, el cura, bondadoso, lo perdonaba y le imponía una penitencia, para que él, de nuevo, volviera a ser el niño buenito, pero, ¡ay, Dios mío!, cuando llegaba a la casa, después de haber recibido el cuerpo de Cristo en la delgada hostia, y se sentaba ante la mesa donde la sirvienta había servido una serie de tortillas con nata, no podía resistir a la tentación demoniaca de comer más de tres, cuatro tortillas, y caía en el pecado de la gula y, en lugar de gozar el acto de degustación, una piedra enorme entraba al comedor y se le trepaba como tacuatz sobre su espalda y sentía una gran culpa, que se acumularía en la noche, a la hora que se jalara su pilín, y aumentaría de forma brutal a la hora que se levantara y, a la hora del desayuno, no pudiera evitar la tentación de comer dos o tres rosquillas, cuando las normas del buen ciudadano recomendaban una ingesta moderada y no la chuchez que a él lo invadía, pero él era un simple mortal y caía redondito ante las infaltables tentaciones del demonio. Era uno de los pecadores más grandes que habían existido en toda la historia de la humanidad y esto le creó una serie de complejos que le evitó el disfrute de cualquier placer, porque ya no se sentía bien recostado a la orilla de la alberca en tiempo de vacaciones. ¿No era aquello muestra de pereza? ¿Y qué pasó cuando deseó a la mujer de su prójimo, mujer que estaba de muy buen ver y de mejor tocar?
Por eso, Pedrito dice que crear el Día del Pecador haría que la piedra infinita perdiera un poco de su carga perversa. Todo mundo (porque todo mundo es pecador) se abrazaría, bebería en nombre de esa desgracia. Ponerle una sonrisa a esa máscara demoniaca permitiría que perdiera su color rojo inmenso y tomara un suave color naranja. Reconocer que uno es pecador, sin la solemnidad del “Yo pecador” que se reza en el interior de los templos católicos, haría que el pecado perdiera su cara de tormento infinito.
¿A quién se le ocurrió decir que el primer acto de amor realizado por Adán y Eva era un pecado, el pecado original? A una mente perversa y retorcida.
Todo esto me lo dijo Pedrito, mientras bebía una y otra cerveza, mientras comía chicharroncito de hebra, con tostaditas, frijol de la olla y quesito y crema y salsa molcajeteada. Lo hacía sin complejo alguno, como si ya no necesitara entrar a la cueva oscura del confesionario, como si, para botar sus pecados, le bastara sentarse debajo del durazno y recibir la lluvia divina de la sombra divina.
Posdata: ¡Ay, Pedrito, Pedrito! ¿Día del Pecador? ¡Qué cosas se le ocurren! ¿Qué le regalaría a su mujer? ¿Qué diría la fulanita de tal, cuando el grupo de sus amigos le dieran un presente, la abrazaran y le dijeran: Feliz día, pecadora? Pedrito dice que se sorprendería, pero al segundo posterior, sacaría la botella de tequila, pondría música y se pondría a bailar arriba de la mesa, y convertir al pecado en motivo de festejo sería algo como una bendición. Bueno, eso es lo que Pedrito dice. ¿Qué pensás vos?

martes, 20 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE ROSARIO CASTELLANOS




Querida Mariana: Rosario Castellanos está en este paisaje tan lleno de robles, ocotes, cipreses, madrones y pajulules. Ella está en la mente de Naidelín Alanís Lagunas, estudiante del bachillerato en el COBACH 198, del Ejido Efraín A. Gutiérrez, y está en el interior del número 12 de ARENILLA. ¿Recordás cuando la nana -en la novela Balún Canán- le dice a la niña que el viento es uno de los nueve guardianes de su pueblo? Bueno, pues ahora, por un fenómeno de transmutación universal, Rosario está ¡en el viento de esta región!
Por invitación del maestro Ornán Gómez, director de Educación, del municipio de Comitán, retomé el ciclo de charlas acerca de Rosario Castellanos, que comparto en escuelas. El pasado lunes 19 estuve en el ejido Efraín A. Gutiérrez, ahí tuve el privilegio de conocer a Naidelín y a más de cien muchachos estudiantes, quienes estuvieron pendientes de la plática. Compartí con ellos un fragmento de “Balún-Canán”, el poema Autorretrato y leí el editorial del número 12 de la revista ARENILLA, porque ahí está publicado un testimonio de Samuel Gordon, que es el testimonio más cercano del día que Rosario falleció, porque, vos sabés que él fue alumno y amigo de Rosario, en Israel, y fue una de las personas que estuvo cerca de la escritora el día de su fallecimiento, en Tel Aviv. ¿Qué fue lo que le sucedió a Rosario el día de su accidente fatal? Acá está el testimonio de Samuel Gordon, quien, nos dice, platicó con Rosario, por teléfono, horas antes de su muerte. Cada bimestre, la revista ARENILLA llega a dos mil lectores, de manera gratuita. Acá, en este número, esos dos mil lectores tienen el testimonio más cercano a la realidad de lo que sucedió en Tel Aviv aquel fatídico 7 de agosto de 1974.
El otro día, un amigo dijo que el ayuntamiento, a pesar de tener la imagen de Rosario en su logotipo institucional, hace muy poco para honrar la memoria de Rosario. Nada dije, porque procuro no hablar en primera persona, pero vos sabés que, desde que asumí el cargo de cronista municipal, he procurado acercar la imagen de Rosario a jóvenes estudiantes. Porque la chamba de cronista exige que, aparte de consignar los hechos memorables de la comunidad, dé a conocer rasgos de la cultura local. ¡Y qué mejor que acercar el conocimiento de Rosario a los chavos comitecos! He acudido, por invitación de la Dirección de Educación, a muchos planteles educativos de la ciudad y de comunidades del municipio. He estado en escuelas de nivel primaria, de nivel secundaria y de nivel preparatoria (incluso, una mañana acompañé a personal de la Dirección de Educación al reclusorio, donde ellos impartieron un taller y yo hablé algo acerca de las particularidades comitecas en la obra de Rosario). Además, cada semana, subo video cápsulas en las redes sociales, que dan a conocer fragmentos de la obra de Rosario o fragmentos de análisis de expertos en torno a la vida y obra de nuestra paisana.
Fui a Efraín A. Gutiérrez, a once kilómetros de la cabecera municipal, y, de regreso, encontré en un paso peatonal de la carretera internacional una lona enorme que recibe a los visitantes que vienen de San Cristóbal de Las Casas, que dice: “Comitán, tierra de Rosario Castellanos.”
Mis charlas han sido recibidas por más de mil estudiantes comitecos, de los niveles mencionados; y las videocápsulas son vistas por no sé cuántos usuarios de las redes; es decir, se promociona la vida y obra de quien está considerada una de las tres grandes escritoras mexicanas del siglo XX; con emoción, desde el ayuntamiento municipal, se difunde la obra de nuestra distinguida paisana. Hablo, querida niña, por lo que a mí me corresponde, pero hay más proyectos de difusión.
En fin, digo que Rosario, más que nunca, está en el aire de Comitán. Ya muchos intelectuales han dicho que es una figura desperdiciada. Ahora es buen momento para hacer que brille y que su nombre signifique el feliz pretexto para que muchos amigos de otros lados visiten la ciudad donde Rosario vivió su niñez y parte de la adolescencia. Te he comentado en ocasiones anteriores que conocí un par de visitantes japoneses que llegó a la ciudad, porque los dos habían leído Balún-Canán, en su lengua original. El nombre de Rosario es un nombre emparentado con nuestra cultura.
Posdata: Cuando llegué al COBACH había un risueño chipi chipi. A mí lo sabés no me gusta mojarme, pero ahí, a mitad del bosque (patio central del Colegio) me sentí muy bien, en lo alto de mi cabeza una miríada de alfilercillos bailaba, y bajo mis pies un rumor húmedo patinaba por el césped mientras yo caminaba por encima de éste. Supe que el aroma del bosque, enredado con juncia, cipreses y orquídeas, es, también, uno de los nueve guardianes de nuestro pueblo.

lunes, 19 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN HILO INVISIBLE QUE UNE ALGO DESUNIDO




Querida Mariana: Acá hay dos elementos disímiles: una flor y una taza, la mano de la naturaleza y la mano del hombre. Es una flor pequeña y una taza pequeña. La flor nació en el estanque de la casa; y la taza me la trajo Memo, al regreso de un viaje que realizó a Chile.
La taza es el recuerdo de la visita a la casa de Pablo Neruda, y la flor es recuerdo de mi casa. Pensé que debía unir ambos elementos, sólo para la foto, sólo para la carta que te escribo.
Lo hice para decir que la vida es la conjunción de elementos sencillos. Lo hice para decir que la vida otorga dones enormes, a través de hilos livianos.
Tal vez no lo distinguirás en esta fotografía, pero la flor no es más grande que un puño de niño de ocho años, y la taza, de igual manera, es una taza pequeña. Para darte una idea de su tamaño diré que la taza mide 7 cm de alto y seis de diámetro. ¿Mirás? Es pequeña. Como especial para beber un café Expreso, para una bebida concentrada.
Yo, lo sabés, no bebo café, pero esta taza la uso, por las mañanas, para beber té. Sirvo mi té en una taza normal, digamos, y luego decanto un poco en esta tacita chilena y bebo de ahí. Eso lo hago en el primer sorbo, ya luego tococheo el té en la taza grande, pero el primer sorbo, el más caliente, el que llena de un calor sabroso a todo mi cuerpo y espíritu lo tomo de la taza chilena, como un homenaje a don Pablo y como un abrazo permanente al amigo que se acordó de mí en su viaje. Memo entró al recinto sagrado del poeta chileno y pensó en mí. Sé que mi relación con la literatura hizo que él amarrara una cinta de luz en esa tacita. Si siguiera bebiendo traguito, Memo me hubiese obsequiado una botella del excelente vino blanco chileno, pero como mis aguas se remojan en ríos de libros, él me obsequió un hilo del poncho de don Pablo.
Por esto, ahora tomé esta fotografía de la taza en el borde, porque esa mañana abrió la flor en el estanque que está en la entrada de la casa, que tiene peces en su interior y que es como un ojo donde, cada día, la vida se manifiesta.
Nunca había presenciado, en un espacio tan pequeño, una manifestación de vida con tal esplendor. Esto es como las odas que Neruda escribió, como aquella oda a la alegría que en algunos de sus versos dice: “Alegría / hoja verde / caída en la ventana, / minúscula / claridad / recién nacida… “
Cuando meto el auto y cierro el portón y veo el estanque de mi Paty recuerdo el inicio de esa oda: “hoja verde, caída en la ventana”. Verde en la ventana de la mirada, en el pocillo donde reposa la luz.
En la “Oda a los poetas populares”, Neruda dice lo siguiente: “…En el antiguo corazón / del pueblo / habéis nacido / y de allí viene / vuestra voz sencilla…”
Neruda se convirtió en un poeta popular, lo mismo que Sabines, en Chiapas, porque los poemas de ellos están en el imaginario colectivo. Hay muchas personas que saben fragmentos de ellos, sin necesariamente conocer más de su producción literaria. Sucede lo mismo con fragmentos musicales de grandes autores clásicos. A veces escuchamos a un mecánico automotriz, lleno de grasa, debajo de una camioneta, silbando una pieza musical que, sin mucho conocimiento, resulta que es fragmento de una sonata de Bach. Lo mismo sucede con el conocidísimo principio de “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, del buen Pablo.
Uní el estanque de mi Paty con el obsequio de Memo para jugar tantito, para decir: “Puedo escribir las flores más bellas del estanque; escribir, por ejemplo, la luna de agua está floreada y tiritan, verdísimas, las hojas en mis manos…” Digo que es un juego, querida Mariana, porque la gente juega también (sé que lo has oído) con el inicio de ese poema. Yo escuché una noche, en una fonda, que un joven se ponía de pie al recibir la orden de tacos y decía: “Puedo comer los tacos más gordos esta noche” y luego alzó la lata de cerveza y brindó por Neruda.
Lo popular, dice Neruda, nace “del antiguo corazón del pueblo”, por eso tiene una “voz sencilla”.
Sencilla ¡la vida!
Posdata: El otro día, Juan Carlos Gómez Aranda hizo favor de enviarme una fotografía que tomó en el barrio italiano, de San Francisco, California, USA. Él iba en el segundo piso de un autobús turístico y vio el letrero del número 373, que, con letras grandes, dice: “Molinari. Delicatessen.” Juan Carlos tomó la fotografía y me la envió; es decir, en un viaje de recreo, él pensó en mí al ver mi apellido escrito en esa tienda que, sin duda, ofrece productos selectos, exclusivos. Ahora que te escribo esta carta, yo pienso en Memo y en Juan Carlos, y pienso que la amistad es como tomar un café en una taza pequeña, mirar cómo se abre una flor sencilla en un sencillo estanque. No siempre se rompe la taza y cada uno va a su casa. No siempre.

sábado, 17 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UN DULCE LLAMADO AMPARITO




Querida Mariana: Los nombres de los dulces comitecos son deliciosos, tan deliciosos como sus sabores. En las mesas comitecas asoman los turuletes, los africanos, los gaznates, las obleas (¡ah, tan de lengüetazos que provocan calorcito del bueno!), nuégados, chimbos (invento de San Cristóbal, pero que acá se ha innovado en paletas de hielo y en pays. ¡Ah, el pay que prepara la hermana de Alex Albores no tiene miel de desperdicio!), tabletas de manía (en Comitán, al cacahuate lo nombramos manía. ¡Qué prodigio!), laurelitos y turrones, entre otras delicias. Pero, también hay un dulce que se llama Amparito y es la señora que aparece en esta fotografía. Y digo que ella es un dulce porque su imagen así lo describe. ¿Ya miraste con qué dignidad hace presencia en una esquina del portal, lugar donde tiene años y años de ofrecer dulcecitos regionales? Ella ofrece lo que produce, es una gran productora de dulces. Uno no sabe si ella se ha contagiado del dulce que prepara o los dulces han pepenado el dulce de sus manos. Es una simbiosis genial. La mañana que tomé la fotografía ella estaba sentada en su lugarcito de siempre, en espera de que algún comprador se acercara y le pidiera nuégados o chimbos o turuletes.
Sus manos, lo mirás, reposan en su regazo. Están como tranquilitas, como aves sobre rama a las siete de la noche. Pero, en su casa, esas manos amasan, baten, echan agua, espolvorean, en fin, son manos que, como ardillitas, trepan de una a otra rama para que los dulces estén a tiempo.
Hay de oficios a oficios, todos son esenciales en el desarrollo del país. Ay, me da telele, nombrar, por ejemplo, el oficio del hombre que se dedica a limpiar ventanas sucias en los edificios de cinco o seis o más pisos; y digo que me da telele porque es un oficio muy riesgoso, pero además es un oficio, digamos, cochino. En cambio, el oficio de doña Amparito es un oficio lleno de nubes, un oficio que alegra los corazones de medio mundo, porque medio mundo se muere (¡uf!) por comer dulcecitos. Esto de morir lo digo en plano coloquial, lo digo en el sentido que lo aplican las muchachas: “Ah, me muero por comer un pay de limón”, “ah, me muero por comer una oblea, en el parque de Comitán.”, porque sí, también hay que decirlo, hay muchas personas con diabetes que se mueren, literalmente, por consumir azúcar.
A todos los niños del mundo les encanta comer dulces. El postre es una práctica común en nuestra cultura. Después de tomar un buen caldo de frijol y un plato con chorizo asado y costillitas adobadas, se antoja, junto al cafecito ¡un buen dulce! Un dulce comprado con una de las mujeres más dulces de este pueblo: Doña Amparito.
Porque doña Amparito (Amparo Alcázar Guillén) tiene 84 años de edad, de los cuales ha dedicado casi cincuenta años en hacer dulces y en venderlos. ¿Imaginás algún oficio más noble, más lleno de amor? El oficio de doña Amparito es un noble oficio. En los años cincuenta, cuentan los mayores, muchas personas se dedicaban a la factura de dulces en sus casas, dulces que luego salían a ofrecer o a llevar pedidos. En las canastas de mimbre, con servilletas de tela, iban los dulces que hacían la delicia de chicos y grandes. ¡Ah, los higos en miel! ¡Qué ricos! ¡Los africanos! Estos dulces de yema de huevo tienen la particularidad de tener vacío el interior, como pancita de pez antes de comer. Cuando alguien come un africano, da la mordida y ve que el interior es como una gruta, como una gruta donde la miel solidificada forma estalactitas y estalagmitas. ¡Ah, qué gruta más deliciosa!
En celebraciones especiales siempre aparecen los dulces. Recuerdo con intensidad y emoción un cumpleaños de Víctor Manuel en el que él, personalmente, con una bandeja ofrecía chimbos a sus invitados, chimbos especiales, hechos con toda la delicadeza del mundo. Mi mamá recibió uno y dijo que estaba exquisito. Ya habíamos comido, bien y abundante; ya habíamos bebido, bien y abundante; el festejo exigía el broche gastronómico de oro: ¡un dulce! Y en esa memorable ocasión, Víctor Manuel dispuso que para sus amigos, familiares y cercanos que compartían ese instante con él, debía ofrecer un chimbo de excelencia.
¿Sabés lo que significa estar cincuenta años en el negocio del dulce? ¿Mirás la dignidad de doña Amparito? Medio mundo del pueblo la conoce y reconoce su pasión y entrega por este negocio. Porque es un modo de sobrevivencia, pero la venta de dulces, como decían los clásicos publicistas, significa más, significa compartir sonrisas.
Nunca he visto a alguien (tal vez vos sí) que llore cuando degusta un dulce; al contrario, yo he visto muchos niños que dejan de llorar cuando alguien les ofrece un dulce.
Digo que en los años cincuenta, la producción de dulces artesanales era una más de las bendiciones de este pueblo; digo que, más o menos, en esos años, Comitán comenzó a inundarse de lo que los comitecos llamaron “dulces extranjeros”. ¿Mirás qué nombre tan atinado? Eran dulces que competían con los tradicionales de la región. Estos dulces traían envoltura. Tal vez esas envolturas fueron como los collares de piedritas que los españoles ofrecieron a los antiguos moradores de estas tierras para cambiarlos por el oro. Sí, hay que decirlo, nuestros dulces nunca han tenido una envoltura de plástico, nunca han tenido el nombre de una fábrica pomposa. Nunca nadie tuvo la ocurrencia de colocar en una bolsita al chimbo y decir su contenido y ponerle el nombre y decir que es un dulce comiteco. ¡No! Los chimbos casi siempre están metidos en un recipiente, como si fuesen peces flotando en un mar de miel. De ahí, doña Amparito los pesca con un cucharón y los deposita en una bolsa de plástico, de donde, el goloso le entra con todo, hasta que las comisuras de labios quedan enmieladas. Momento en que el “disfrutante” saca la punta de la lengua y la pasa y repasa como si fuese una oruga patinando sobre los labios húmedos. ¡Ah, qué delicia! Esto provoca el dulce artesanal. Los “dulces extranjeros” no tienen la gracia arenosilla que sí tienen los dulces hechos en casa. ¿Has comido un turulete y te has quedado con granitos de harina de maíz en los labios? ¿Has comido un chimbo y te has enmielado? ¿Has comido una oblea y has quedado bien enmerengada, con ese aroma de canela molida? El disfrute de los dulces tradicionales se desparrama sobre la boca y sobre el espíritu, éste se convierte en una olla que rebosa alegría, ¡vida! Por esto, a los niños les encanta comer dulces, porque sienten que una mano llena de aire coloca sonrisas en sus caritas manchadas de lodo, a la hora que se revuelcan en el sitio, al jugar carritos o trenecitos o soldaditos.
La vida es más disfrutable con dulces. Y esto lo sabe muy bien doña Amparito, que, insisto, ha dedicado tantos años a ofrecer sus productos. ¿Querés comer un chimbo sabroso? Andá a comprarlo con doña Amparito, ahí, contra esquina del Centro Cultural Rosario Castellanos. Comprá un tu chimbo y platicá con ella.
El otro día, su hijo Carmelino, quien la ayuda, comentó que cuando doña Amparito, dulce mujer comiteca, no está al ciento por ciento en su salud, él la ayuda. Don Carmelino y su esposa han aprendido el oficio de la manufactura de dulces tradicionales y dice, muy orgulloso: “Para que no se pierda la tradición”. Sí, esto es muy importante, la tradición, así como la función en el circo, debe continuar, siempre continuar, porque está bien que haya “dulces extranjeros”, pero es fundamental para nuestra identidad comiteca que el dulce tradicional perviva, que siga llenando de miel nuestros labios y siga untando de merengue nuestro espíritu.
Doña Amparito es una mujer apacible, así se ve. Tiene la miel de su espíritu “a punto”. El día que le tomé la fotografía la vi como una reina, sentada en su trono. Espiaba hacia el horizonte, hacia el lugar donde se asoman las garzas que vienen desde la Ciénega. Ese día, se cubría las piernas con una chamarra y tenía un suéter de color gris, que hacía juego con su vestido azul con puntitos blancos. Ese día, bien peinadita, se recargaba sobre el pilar que la ha detenido desde hace muchos años; ese día pensé que ella es un dulce y también es un pilar de la tradición de este pueblo, pilar que sostiene nuestra casa común.
Posdata: A mí me encanta comer tabletas de manía, tengo esa manía; a mí me encanta comer nuégados. Ambos productos llevan panela. No llevan azúcar. ¿Mirás qué prodigio? Son dulces y no llevan azúcar, llevan panela, y la panela, entiendo, es un producto más amable al cuerpo y, por supuesto, al espíritu. A mí me encanta que vos también te encantés con la oblea (estoy hablando sin albur), me encanta cuando ponés la oblea sobre la palma de tu mano derecha y la llevás a tu boca y sacás tu lengua y la subís lentamente desde abajo hacia arriba, en un movimiento que te llena de gracia y de sensualidad. ¿Mirás la alegría que provoca un sencillo dulce?

viernes, 16 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE LA BELLA Y LA BESTIA




Querida Mariana: Camino, a veces camino por el pueblo y, bendito Dios, me topo con instantes prodigiosos. Estaba en el barrio de San Sebastián, curioseando el inicio del desfile de carros alegóricos de la Expo Feria Internacional Comitán 2019, platicaba con el fotógrafo Angelito Gabriel. Apareció Friso, primera princesa, y Angelito dijo que nos tomaría una instantánea, me pidió que quitara mi cara de piedra y tomó la foto. A Friso nada le dijo porque nada había que decirle, Friso sabe posar ante la cámara y ante la vida. Y confirmo lo que digo, ahora que veo la foto. Ella se muestra como es, una niña linda. Y así, como acá está, es como me la describió su mamá, una tarde que platiqué con ella.
Friso es hija de la maestra Guillermina Méndez Argüello y de Ofir de Jesús Méndez Molina, ella de Yajalón, él de Comalapa, Friso, ¡de Comitán! El pasado 31 de julio, Friso cumplió años, su mamá me invitó a comer tamalitos (ella me invitó, pero yo, escaso como siempre, no fui. Yo me lo perdí). ¿Y cómo es Friso?, pregunté. Su mamá extendió una sonrisa como quien extiende una sobrecama y dijo que le encanta la vida social, que es muy agradable. Sí, dije yo, Friso es muy agradable, repetí. ¿Le cuento?, me preguntó su mamá, y yo dije que sí, que me contara, por favor, si de eso siempre pido mi limosna, y su mamá, amabilísima, contó que Friso siempre ha tenido muchos enamorados (se entiende, se entiende), por ello, las serenatas en el barrio andan siempre a todo lo que dan. A mí me emocionó escuchar a la mamá de Friso cuando dijo: “Nuestra hija es nuestro lujo en la familia.” Friso no estaba la tarde que platiqué con su mamá, por eso, ella no escuchó esta oración. Ahora, con toda intención, escribo la palabra oración, porque, en lingüística, oración es la expresión de una idea completa que comienza con letra mayúscula y termina en punto; pero, oración, en términos religiosos, es una plegaria, un dar gracias al universo por un don. Como dijo la mamá de Friso, esta chica es un lujo, es como una caricia de Dios para los que tienen el privilegio de conocerla y tratarla. Para nombrar a Friso es preciso decir su nombre con F mayúscula.
Su mamá me contó que a Friso le gusta cantar (ella es canto), le gusta bailar (ella es un pas de deux), y le gusta hacer ejercicio (es una cuerda de luz sostenida en el aire). Desde siempre, me dijo su mamá, Friso está comprometida con el servicio social, y no es infrecuente hallarla en una casa hogar o en un asilo de ancianos repartiendo su sonrisa y algo más. No duda romper el cochinito y tomar las monedas para hacer un acto de solidaridad. Sí, su mamá así define a su hija: ¡el lujo de su hogar!
Y Friso es una chica comiteca que no titubeó a la hora que Angelito Gabriel le dijo que se colocara a mi lado (o, más bien dicho, yo me coloqué a su lado) para que nos tomara una instantánea. Friso sonrió para la cámara, para la vida, y me regaló este mágico momento (ya dije que ella se acerca con frecuencia a asilos para dar sosiego a los ancianos).
Siempre te he dicho que juego a decir q ue soy un príncipe y esto es así, porque mi papá siempre me trató como tal. Fui la niña de sus ojos. Yo sé, estoy seguro, que, para mi papá, fui su lujo. Ahora, Friso, la primera princesa comiteca, está junto a mí, porque ella, noble por su corazón y por su belleza física, también se acerca con los plebeyos; también sabe en dónde está el gajo donde los príncipes trepamos (esto lo digo en parte como juego, en parte como rasgo de certeza).
Posdata: Ya te conté que en los años setenta me sorprendí cuando don Polo Torres llevó a la región de Los Lagos una cámara polaroid, que en ese tiempo era el último grito de la moda y de la tecnología en fotos instantáneas. Me sorprendí cuando él tomó una fotografía y del chunche brotó una lengüeta que, minutos después, se convirtió en la instantánea de ese momento. Ahora, muchos años después, Angelito Gabriel volvió a sorprenderme, dijo que yo quitara mi cara de piedra y oprimió el botón de la cámara, de ésta brotó la instantánea que me obsequió. En tiempos que ya es difícil tener en manos una fotografía en papel, porque todo se conserva en pantallas de celulares o de laptop, es un privilegio tener en las manos una fotografía en papel. Esta fotografía ya la coloqué en el segundo travesaño de un librero. Estoy con Friso. ¡Ah, qué chica tan linda! ¡Ah, qué flor de quetzal! ¡Ah, qué ala de tenocté! Gracias, Angelito Gabriel; gracias, Friso.
A veces camino por el pueblo y una mano divina me acaricia el corazón. Esta fotografía al lado de Friso, princesa comiteca, ¡es mi lujo!

jueves, 15 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE ANGELITO GABRIEL




Querida Mariana: Digo que en esta carta aparece Angelito Gabriel, y esto es como decir que aparece uno de los mejores fotógrafos que ha parido esta tierra.
Muchos amigos y conocidos lo tratan así: Angelito Gabriel, porque éste es el nombre que él ha elegido para que el mundo lo reconozca. Se trata con cariño, con el mismo cariño con que él trata a su cámara y a sus modelos.
Hace años que conozco a Gabriel. No diré que tengo mil años de conocer a Gabriel, porque sería ofenderlo, porque él es muy joven, tan joven como joven la luz que es su aura permanente, porque (todo mundo lo sabe) los ángeles siempre están rodeados de un aro de luz que los protege de la maldad del mundo y los hace seres especiales. Angelito Gabriel, a pesar de ser un ser que pertenece al Monte Olimpo donde, dicen los que saben, juguetean los dioses con las mortales, es, asimismo, muy terrenal. Muchos comitecos se topetean con él en subidas o bajadas, en la calle o en el café, en la montaña o en el valle, siempre, como fauno artístico, persiguiendo muchachas bonitas. Estas muchachas se dejan seducir, porque saben que si posan para una sesión fotográfica de Angelito Gabriel será su entrada al espacio donde sólo las elegidas tienen entrada. Digo que Angelito Gabriel es uno de los mejores fotógrafos que ha parido esta tierra (hay varios, por fortuna), pero sostengo que no hay otro en esta tierra que haga los estupendos retratos que él hace de muchachas bonitas. Su archivo personal es el álbum más hermoso de las chicas más hermosas de este planeta. Su talento es digno de las chicas comitecas, como lo sería si estuviera en Hollywood o en Cannes.
Digo que conozco desde hace muchos años a Angelito Gabriel, como buen viejo diría que lo conocí desde que era una criaturita y se trepaba a las piernas de su papá, en la vieja sala de su casa, para escarbar en libros ilustrados.
Como le dije hace días, en ese momento no advertí que estaba frente a un niño que, pasado el tiempo, llegaría a ser uno de los grandes. Sé que su arte, poco a poco, como debe añejarse el buen vino hijo de la luz, irradiará el mundo, porque en su nombre está signado su destino: Él es un hombre cuyo sino es dar nuevas buenas, es el enviado de Dios para llenar de aire los cuerpos y espíritus de muchachas bonitas, es el hijo de la madre luminiscente.
Acá, en esta carta, donde aparece Angelito Gabriel, aparte de lo que ya dije, quiero contarte algo que espero vos me expliqués. Angelito siempre que me ve me dice que lo mío, lo mío, es la fotografía. “Padrinito -me dice Gabriel- no me gusta lo que escribís; en cambio, me gustan las fotografías que hacés”. Angelito Gabriel es mi ahijado (como decimos los comitecos, en plan de reclamo afectuoso: ¿Quién será tu padrino?). Angelito Gabriel, muy serio, con la cámara sujeta a una cinta atada al cuello, me dice que muchos escritores (más o menos de mi edad) dejaron la pluma y el cuaderno y se dedicaron a la fotografía. Yo no sé por qué, cuando dice lo que dice, pienso en Juan Rulfo, quien, aparte de ser uno de los mejores escritores de lengua española (Carlos Fuentes sostenía que la mejor novela mexicana del siglo XX, sin duda, era “Pedro Páramo”, yo lo dudo, pero bueno, esto es ajo de otro platillo.) llegó a ser un excelso fotógrafo. Pero, la verdad, la verdad, no soy Juan Rulfo y en este sentido le doy crédito a lo que Angelito Gabriel sostiene respecto a mi escritura. Aspiro a escribir algún día la uña de Pedro Páramo, pongo mi intelecto y emoción a la hora de redactar un textillo para que el páramo de mi creatividad siembre algún árbol que, aunque sea torcido, dé cuenta de mi pasión por las palabras. Y, luego, la verdad, la verdad, tampoco poseo el don de lo que Angelito Gabriel dice que es lo mío, lo mío. No, con perdón del pensamiento de mi ahijado, digo que lo mío, lo mío, es la escritura. Las fotografías que subo a las redes sociales son mera ilustración de mis palabras. Me interesa que, en este siglo de la imagen, el lector no se quede con la fotografía, sino que, con una cucharita, paladee cada una de las palabras que encaramo en ese árbol inmenso donde aparecen nombres ilustres como el de Juan Rulfo, como el de Fernando Del Paso, como el de Julio Cortázar, como el de Gabriel García Márquez. Pero no soy como ellos, por esto, cada mañana, a las cuatro, debo ponerme a hacer rounds de sombra. “No me gusta lo que escribís”, dice Angelito Gabriel, sostiene que debería dedicarme a lo mismo que él se dedica: a tomar fotografías; pero, así como sostengo que no soy el genio que fue Juan Rulfo, así sostengo que no soy el genio que él es, porque, esto sí, medio mundo reconoce que el genio de la luz para el retrato femenil es mi ahijado. ¡Ah, qué mirada tan de Dios juguetón, tan de ardilla ojo azul! Angelito Gabriel está destinado a dar nuevas buenas a todo el mundo y todo el mundo recibirá su don, porque, la verdad, la verdad, lo suyo, lo suyo ¡es la fotografía!
Posdata: Para demostrar que lo mío, lo mío, no es la fotografía, te paso copia de una instantánea que le tomé la noche de elección de reina de la Expo Feria Internacional Comitán 2019. Lo hago sólo para que mirés que soy muy mal fotógrafo. Esta imagen está fuera de foco y oscura, pero sí da cuenta de la grandeza del genio a la hora que, inmenso ángel de luz, capta el instante que vuelve eterno.
Esta carta, después de todo, es para decir que lo suyo, lo suyo, es la fotografía; y que, aunque él diga lo contrario, pienso que lo mío, lo mío, es la escritura. Sé que la misma víbora metálica que le rodea el cuerpo a la hora que está frente a una muchacha bonita y oprime el botón de la cámara, es la misma serpiente que me rodea el espíritu a la hora que redacto un textillo.
Sólo en una cosa coincidimos: Lo nuestro, lo nuestro, es ¡la vida! Somos enviados para hacer eternos los instantes, él con la imagen y yo ¡con la palabra!, porque la palabra es la luz de la imagen.

miércoles, 14 de agosto de 2019

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA, ENVIADA POR EUGENIO CÓRDOVA




Los elementos son sencillos. Todos son naturales. No se advierte la presencia del ser humano, aunque siempre está, como si estuviera detrás de un árbol.
Tal vez, debajo de la laja del piso hay cemento; tal vez, las mesas y sillas tienen clavos; tal vez, alguna mano femenina colocó la orquídea sobre el árbol; tal vez, alguna mano masculina cortó las ramas del árbol; tal vez, un grupo de hombres construyó la palapa que se ve al fondo, agregó las palmas del techo, los asientos hechos con troncos; tal vez, la mano del ser humano dejó el montón de basura que está a la orilla del lago; tal vez, un grupo de hombres está en la cima del cerro, con escopetas, en busca de un quetzal. No se sabe, bien a bien, qué hace el ser humano, pero se advierte su presencia. Si fuéramos mastines, oleríamos la presencia del hombre, bastaría echar hacia adelante el hocico para advertir, en la cuerda del aire, la peste a sudor, a humo de cigarro, a alcohol, a vómito, a carne de venado.
Porque, esta mesa del primer plano advierte que todo está dispuesto para una reunión de dos personas. Katia sueña que las dos sillas sean ocupadas por una abuela y su nieta, que la abuela se siente dando la espalda al lago, que se siente en la silla más fuerte; mientras, en la otra silla, la endeble, la que acusa ya las arrugas de la vejez, se siente la nieta; Katia sueña con que ambas jueguen lotería, con cartas llenas de color y piedritas pepenadas en la arena de la orilla del lago; sueña un sueño plácido, envuelto en el chal gris de esa tarde adolescente. “Para el sol y para el agua: ¡el paraguas!”
Mientras tanto, Chendo sueña el sueño donde Karina, ¡ah, su Karina amada!, se sienta en la silla fuerte, después de echarse un chapuzón en las aguas del lago. La ve envuelta en una bata de toalla blanca, con el cabello mojado, con las gotas resbalando por el pecho y jugando escondidas en los labios de sus pezones; la imagina con el traje de dos piezas que usó a la hora de bracear a mitad del lago; la imagina húmeda, dispuesta a beber el coctel que le preparó; dispuesta a esperar la llegada de la noche, para observar los cientos de chispas que brotarán en el fogón de las luciérnagas. “Súbeme paso a pasito, no quieras pegar brinquitos: ¡la escalera!”
Mas, Karina no sueña con Chendo, ella sueña que quien está sentado en la silla fuerte es su papá, quien (¡cómo lo lamenta!) falleció apenas el año pasado de cáncer de próstata. Su papá, cuando ella era niña la llevaba a Montebello y le enseñaba a levantar piedras lisas y aventarlas al lago para hacer patitos. Le indicaba cómo agarrar la piedra, cómo extender el brazo, casi formando una horizontal, y cómo soltarla sobre la superficie del agua, para que aquella brincara, juguetona, dos o tres veces antes de hundirse. ¡Ah, cómo disfrutaba Karina esos instantes prodigiosos! Instantes que olían a juncia, a bombones asados, a plástico de tienda de campaña, a lluvia fina, a caminata por senderos húmedos. “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija: ¡el árbol!”
Todo es un templo para orar, un refugio de la naturaleza. El ser humano debería caminar en puntillas, para no despertar a la niña hierba, para no molestar al tronco anciano. El ser humano debería pararse frente a esta mesa y colocar una vela como ofrenda. Antes de colocar el juego de lotería, las piedritas, el café con pan, la botella de trago con la botana, la carne asada, el chorizo asado en brasas, las tortillas recién salidas del comal, el té para la abuela, antes de todo esto, debería poner un brasero con incienso para celebrar la grandeza del universo, porque antes, mucho antes que el hombre hiciera esta mesa y estas sillas y esta palapa y estos pisos, mucho antes, ya la mano divina había hecho el prodigio del árbol, del agua, de la hierba, de la nube, del cielo, del aire. La tierra es la madre, por ello, el hombre, hijo de la tierra, debe hincarse ante ella, abrir los brazos, cerrar los ojos, y, humilde, reconocer que no merece ser hijo de mujer tan noble, que, en esta fotografía, aparece con el rostro gris, pero siempre digno. “Pórtate bien, cuatito, si no te lleva el coloradito: ¡el diablo!”

martes, 13 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON LO QUE HUMBERTO RESPONDIÓ




Querida Mariana: A Humberto le preguntaron: ¿Te volverías a casar? ¿Qué pensás que respondió? Dijo que sí, que lo volvería a hacer, pero no se casaría por ninguna de las dos leyes: ni por la ley civil, ni por la ley religiosa. ¡No! Dijo que se casaría de acuerdo al dictado natural que dice que la vida es mucho mejor si es compartida. Cada ser humano tiene sueños, pero éstos no deben cancelarse al estar en una relación. La pareja debe compartir y apuntalar los sueños individuales y sostener los comunes.
Según el diccionario, matrimonio es la unión de dos personas a través de un rito. Los ritos de la ley civil y de la ley religiosa incluyen un documento que consigna que dichas personas se unieron en matrimonio. La sentencia popular advierte que “papelito habla”, el papelito es el que da fe del ritual en que dos personas decidieron caminar la misma senda, viendo hacia el mismo horizonte, sin que, necesariamente, tengan que renunciar a sus sueños personales. La definición no descarta que el rito sea un rito especial, uno que se aparte de los dictados por la sociedad. Humberto se pregunta y pregunta a medio mundo: ¿Puede una pareja unir sus manos debajo de un chorro de agua, en La Pila, y jurarse amor? ¿Puede hacerse esto, sin necesidad de papelitos? Él responde que sí, es un convencido de ello. Humberto se casó hace treinta y dos años, lo hizo por los dos ritos: el católico y el civil. Y él y Paty la llevan bien. Tienen dos hijos, una nuera y un nieto. Su nuera y el hijo ya no se casaron por la iglesia, sólo por lo civil.
Humberto respondió que sí se volvería a casar, pero lo haría sin realizar todos los protocolos que se vio obligado a cumplir hace treinta tantos años. No volvería al templo, para no escuchar el sermón que brinda un sacerdote, cuya experiencia en relaciones de pareja es la inaprehensible relación mística con Dios. Escuchar consejos de un sacerdote para una buena relación de pareja terrenal, dice Humberto, es como escuchar consejos para un maratonista por parte de un parapléjico. Humberto dice que Jesús dijo que su reino no era de este mundo. Los sacerdotes deberían reconocer lo que Jesús dijo. Cristo fue un hombre honesto y sencillo que sigue siendo reconocido en su grandeza, porque reconoció que su reino era de otro mundo. Jesús no tuvo necesidad de andar con sermones larguísimos, le bastó recomendar amarse los unos a los otros, para dejar establecida la base esencial del matrimonio. Los que saben dicen que todo lo sustenta el amor. Sin amor, vale cacahuate el papelito y demás parafernalias.
Me volvería a casar, respondió Humberto, pero, aseguró que no compartiría su felicidad con los cercanos de la sociedad; es decir, amigos, tíos, abuelos, hermanos y papás, porque el matrimonio, así lo dice el diccionario y así lo piensa él, es la unión de dos personas. La definición de matrimonio no habla de que tal ritual sea motivo para compartir con una multitud. La relación de pareja es cosa de dos.
Armando contaba la anécdota de una pareja de novios (ella era muy consentida), que fue acompañada por la mamá de la novia en su luna de miel.
¿Por qué medio mundo hace fiestas matrimoniales donde medio mundo critica la organización? Cuando los invitados están bebiendo y comiendo no faltan los comentarios al estilo de: “¿Ya miraste el vestido de la Guadalupe? Toda la pechuga va mostrando, así será su necesidad.” “Ah, el Arturo, ya está bien bolo, haciendo desfiguros. Siempre se pone hasta atrás en las bodas, como bebe de gorra.” “¿Cuánto de apuesta que los recién casados no llegan ni a dos años juntos?” “Puro tequila corriente nos están sirviendo.” “Se casó de blanco, pero dicen las malas lenguas que ya tiene un embarazo de tres meses.”
Posdata: Estos tiempos ya toleran todos los tipos de relación. La ley concede derechos a quienes, sin haberse casado por lo civil, mantienen una relación de concubinato.
Humberto, sin pensarlo dos veces, dice que sí, que sí se volvería a casar con su Paty, pero lo haría sin ir al altar y sin firma en el registro civil. Lo haría frente a los chorros de La Pila, ambos tomados de las manos, recibiendo el agua, que sería la bendición.
Ya sé qué estás pensando: ¿Y si los chorros no tienen agua? Ah, entonces, bastaría con el aire bendito de este pueblo.