sábado, 31 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN GENIAL FESTEJO

Querida Mariana: ¡ah!, la semana fue sensacional. Qué bueno que en medio de la pandemia tuvimos actos celebratorios. Te platiqué de la canción sensacional de Luis Ignacio Avendaño, del proyecto escultórico de Luis Aguilar, de los cincuenta años de San Marcos y del segundo lugar internacional que obtuvo una obra del caricaturista comiteco Raúl Espinosa Mijangos. Para cerrar con broche de oro echamos cuetes (virtuales) para celebrar los cuarenta años del libro “Suman cero”, de mi amigo Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. No sé si vos conocés a Miguel Ángel, él radica en la Ciudad de México, en Tlatelolco. Pero un día anduvo en Comitán, nos visitó en el Centro Comiteco de Creación Literaria y compartió conocimientos con un bonche de amigos que asistían al Centro. Conocí a Miguel Ángel cuando tuve el privilegio de ser becario del Centro Chiapaneco de Escritores (institución genial, donde conocí a muchos escritores). Él era coordinador del CECHE, junto al gran poeta Quincho Vázquez y al excelso narrador Jesús Morales Bermúdez. Lo conocí cara a cara, porque conocía su trabajo de tiempo atrás, porque él escribía en un diario de San Cristóbal de Las Casas, propiedad de mi primo Paco Zepeda, donde, por ratos, yo también publicaba algunos textillos. Así que cuando obtuve la beca él fue uno de los amigos que hallé en el primer puente. Ahora, muy chento, celebra los cuarenta años de la publicación de su primer libro, porque tiene más, todos de gran calidad literaria, muy ingeniosos, muy inteligentes, muy imaginativos. Él dijo que “no hay problema con este aislamiento en nuestros particulares confines, aunque me hubiera gustado una buena pachanga.” Lo dijo por lo de la pandemia; es decir, la celebración de los cuarenta años de vida de su primer libro le tocó en tiempos donde la pachanga no se puede realizar como lo hacíamos antes. Sí, entiendo. Entiendo porque si alguien es bohemio es Miguel Ángel, le encanta compartir la vida con sus amigos, que son muchos, muchísimos, porque tiene un carácter muy agradable. Además de escritor (narrador y poeta) es músico. Siempre, desde chavo, ha formado parte de grupos musicales, de rock, es un chavo ruco bien prendido. Digo chavo ruco, porque él nació en 1953. Ya cumplió setenta añitos, pero bien cumplidos, bien vividos, disfrutados en medio de la burbuja literaria y musical (adosada con la bohemia celebratoria de la vida). ¡Ah, cuántas tardes luminosas en estos cuarenta años de creación! ¡Cuántas charlas! ¡Cuántos árboles sembrados! ¡Cuántas cervecitas con los amigos! ¡Cuántas rolas! Cientos, cientos de instantes prodigiosos. Eso celebra Miguel Ángel en estos cuarenta años de vida del libro que se publicó en 1980, en el antiguo Distrito Federal, hoy Ciudad de México, eterna Ciudad de Los Palacios. Este libro fue publicado en la Máquina Eléctrica, y el editor fue el conocido poeta Raúl Renán. En esos cuarenta años, Miguel Ángel abandonó tantito su ciudad y vino a Chiapas, y, junto con su familia, vivió en San Cristóbal de Las Casas. La memoria no me ayuda, pero pienso (no sé por qué) que él laboraba en algo que tenía que ver con la contaduría pública. Puede ser que sí, porque él, actualmente, tiene el doctorado en Ciencias de la Administración y fue Director de Extensión Universitaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. ¡Nadita! Mi amigo siempre ha sido un inquieto intelectual, abonando para que la cultura, como diente de león, vuele a muchas parcelas y haga que el páramo se convierta en un bosque. Hace cosa de dos o tres años (no recuerdo bien), Miguel Ángel me llamó a la casa y dijo que me invitaba a ser comentarista de su libro más reciente, “Nefelibata”, que presentaría en un local de San Cristóbal de Las Casas. Su invitación me honró. Acepté de inmediato. Vos me conocés, sabés que me cuesta mucho salir de Comitán y más si debo quedarme a dormir en otra ciudad (pucha, como el del comercial Gansito, de Marinela, extrañaba a su mami, yo extraño mucho a mi almohada). Pero viajé. San Cristóbal está muy cerca de Comitán y aquella ciudad es entrañable en mi cariño, por ser la tierra de nacimiento de mi papá. Mi papá me enseñó a amar a su ciudad natal. Fui, me hospedé en un hotel cerca del lugar de presentación y, en la noche, cumplí con la honrosa distinción. Fue un honor compartir las sillas de honor (porque no hubo mesa, porque era algo como un bar) con mis admirados amigos escritores Jorge Mandujano y Pancho Álvarez (y Miguel Ángel, por supuesto). Fue una noche muy agradable, los asistentes lo disfrutaron. Sí recuerdo que ya era temporada de frío, los anfitriones nos invitaron un rico ponche con piquete. En cuanto terminó la presentación (no sé, como a las nueve), me despedí y corrí para el hotel, que estaba a cuadra y media del lugar de presentación. Ya ahí, me boté en la cama y abrí el libro que leía en ese momento, algo de Vargas Llosa. A Miguel Ángel le hubiese gustado organizar una pachanga, con música y cervecitas, para compartir con los amigos el gusto por los cuarenta años de su libro. ¡Cuarenta años!, niña mía. Toda una vida, una vida plena. Pero, ya lo dije, la pandemia obligó a celebrarlo en forma menos presencial. Pero la vida no se detiene. ¡No! Miguel, en forma generosa, subió su libro, en forma digital, a la plataforma ISSUU y ahora medio mundo puede leerlo. Ayer entré a ISSUU y recordé su libro. Me encanta pensar que muchos de sus amigos de Chiapas (de Tuxtla, de San Cristóbal, de Comitán y puntos intermedios, pasando por la costa y por la sierra) podrán leer su libro y eso será una manera de celebrar su genio creativo. ¡Claro! El amigo que él tiene en Buenos Aires lo leerá y este amigo le dirá a su amigo argentino que vive en Japón que el libro está disponible y el argentino japonés lo leerá y como él da clases en una universidad de Kyoto a alumnos nipones que aprenden español, les dirá que lean a Miguel Ángel y su libro será muy leído, gracias a la bendición de estos chunches digitales. Si alguien le hubiese preguntado a Miguel Ángel cómo sería el festejo de los cuarenta años de su libro en el 2020, él no hubiese advertido este abismo con puente luminoso; es decir no habría vislumbrado este tiempo de pandemia que nos ha mandado al confinamiento a todo el mundo, ¡todo el mundo!, pero tampoco habría imaginado que subiría su libro en formato digital en una plataforma a disposición de todo el mundo, ¡todo el mundo! Sí, a Miguel Ángel le hubiese gustado organizar una serie de festejos en la Ciudad de México y en San Cristóbal, habría viajado a Chiapas para abrazar a decenas de amigos, charlar y tomar una cerveza con ellos. Pero, el confinamiento lo ha obligado a abrir la ventana virtual y desde ahí lanzar cientos de libros digitales para que los atrapemos sus lectores. La pandemia no corta el vuelo de palomas virtuales. ¡No! Esta paloma (pumusa) ya vieja, porque tiene cuarenta años, vuelve a volar, porque su mensaje sigue vital, con la misma vitalidad que tiene mi amigo. Cumplió setenta años en 2020 (o ¿todavía los cumplirá en noviembre o en diciembre?) Setenta años. Cuánta vida generosa, difícil, enredada y luminosa, como cualquier vida. Setenta años plenos de vitalidad. Chavo ruco que sigue creando, que sigue reuniéndose con sus amigos para el palomazo, que sigue trepando a los árboles de la creación. Él vive en los edificios que rodean la Plaza de Las Tres Culturas, en Tlatelolco. ¡Qué espacio tan simbólico! Lugar donde, como la vida de Miguel Ángel, está marcada por la luz y por la sombra. Sí, querida mía, ahí ocurrió la masacre estudiantil en 1968; pero ahí también se da el milagro de la vida todos los días. Tres culturas, porque hay edificios prehispánicos, coloniales y contemporáneos. Miguel Ángel camina por esa plaza a diario, ahí ha sembrado sus sueños y ahora los ve crecer altos y robustos. Ahí sembró una semilla que se llama “Suman cero”, y ahora esa semilla ya es un altísimo árbol que todo mundo puede leer, en forma gratuita, en ISSUU. Posdata: Comitán celebra los setenta años del Colegio Mariano N. Ruiz, los cincuenta años de San Marcos, los cincuenta del restaurante Alis, los cuarenta de la Panadería y Pastelería La Flor de México (el año veinte veinte es el año cuarenta de La Flor de México), y, ahora, en este instante, levantamos el vaso para celebrar los cuarenta años de “Suman cero” y los setenta años de su autor: Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. Ya, en 2029 celebraremos los cuarenta de su libro “Historias imposibles”. Sí, y lo haremos con marimba y comiteco y reja de papel de china; lo haremos en forma presencial. Miguel Ángel, bellísimo bohemio, abrazará, charlará y beberá con todos sus amigos, que son muchos, más de cuarenta, más de cien, más de mil. Larga vida a los sueños. Ah, mi niña querida, me encantó esta semana donde te platiqué de cosas buenas, donde celebramos la vida, el arte, la creación, la imaginación. Cerramos con broche de oro. Ojalá siempre sea así. Que los dioses del universo soplen este planeta y limpien nuestros cielos y se lleven la basura, la pinche basura que nos jode la vida, y retornen los tiempos amables, afectuosos.

jueves, 29 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON OTRO COMITECO EXITOSO

Querida Mariana: Ah, me siento chento. Me da gusto que mis cartas lleven pétalos de luz hasta tu mesa, ahí donde tenés tu computadora, donde vivís tus sueños, donde te enterás del caminar del mundo. Esto ha sido como una seguidoña. Me da gusto que, en medio de tanta noticia con peste de albañal, aparezcan destellos luminosos. Te hablé de la bonita canción de Luis Ignacio, del proyecto escultórico de Luis Aguilar, de los cincuenta años de San Marcos y ahora, ¡ahora!, otra buena noticia. Nuestro caricaturista comiteco: Raúl Espinosa Mijangos obtuvo el segundo lugar en un certamen internacional de caricatura. ¡Pucha, genial! Sí, he pedido que no regateemos el aplauso para los nuestros, para los que hacen que el nombre de Comitán siga en el sitial de honor que le corresponde, por la grandeza de su tradición cultural e histórica. Sí, somos habitantes de un pueblo grandioso. Muchas personas comitecas siguen dando brillo a nuestro diario vivir. Claro, hay de todo. Hay gente que nada aporta, al contrario, sólo joden al prójimo; pero vos sabés que la mayoría pone su granito de arena en la construcción de un Comitán más digno, más luminoso. Mirá el cuadro de honor del concurso. Ahí está la obra de nuestro caricaturista comiteco, con un dignísimo segundo lugar. No sé si identificás a los personajes caricaturizados, fueron un par de comediantes gringos que, en español, se llamaban El Gordo y El Flaco (no hay necesidad de decir más). Estos comediantes fueron muy famosos en la televisión y en el cine de los años treinta y cuarenta del siglo XX. ¡Sí!, tenés razón, ¡ya llovió! El concurso, entiendo (se deduce), consiste en subir caricaturas de los mismos personajes, para que los propios integrantes del grupo (más de 900 caricaturistas de todos los países) determinen cuáles son los tres mejores. En esta ocasión, el voto general determinó que el trabajo de Raúl mereciera el segundo lugar. Comparte el honor con Walter Toscano (caricaturista de Perú) y con Paco Nájera (cartonista español). ¿Mirás? Si esta carta la escribiera un peruano diría que su paisano obtuvo el primer lugar y que un mexicano obtuvo el segundo y un español el tercer lugar. Sí, Raúl ya se mueve en ligas superiores. ¡Cómo no va a ser satisfactorio recibir noticias semejantes! Raúl lleva más de treinta años de picar piedra con plumines, lápices y pinceles. Ha sido fiel a su vocación. No hay día de Dios que no esté sentado frente a su mesa de trabajo tirando líneas en diversos soportes. No se conforma con crear, también comparte su conocimiento impartiendo clases de dibujo. Se hizo solo, viendo libros de grandes cartonistas, estudiando las diversas técnicas, hasta lograr ya un estilo propio. Raúl obtuvo el segundo lugar en un concurso internacional de caricatura. Subió al podio de los vencedores al lado de dos grandes. Novecientos compas determinaron que así fuera. El premio Xavier Villaurrutia que se entrega a escritores es un premio que entrega el propio gremio de escritores. Este premio es meritorio porque hay la idea (que no deja de tener su razón) de que no hay peor enemigo que alguien de tu propio oficio. Así que un premio que se entrega a un escritor por decisión de otros escritores habla de humildad al reconocer que uno no es el único, que hay más. El segundo lugar que obtuvo Raúl va en la misma senda: compañeros cartonistas votaron por su obra, es el reconocimiento de sus pares. Este acto hace que la obra de Raúl se catapulte, que ya esté en el Salón de la Fama, donde aparece la obra de los grandes cartonistas del mundo. Sí, Raúl es comiteco. No regateemos su triunfo. Lo bulbuluqueemos, lo aplaudamos. Posdata: pura cosa bonita, pura cosa buena. Ah, bendito Dios. Que la luz de lo positivo haga que la oscuridad de la pandemia pierda fuerza. No bajemos la guardia, el virus sigue causando estragos en las familias y en nuestras actividades cotidianas, pero, desde casa, levantemos el vaso y brindemos por el éxito de nuestros paisanos. ¡Que viva Comitán! ¡Siempre!

miércoles, 28 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA PINTURA

Querida Mariana: ¿Conocés este cuadro? Es un cuadro muy bello. ¡Cuánta luz! La sombra casi está ausente. Este cuadro está en un museo de Nueva York. Es lo único que sé. No quiero saber más. No necesito más datos. ¿Quién pregunta en dónde está el pozo de la luz que entra al cuarto todas las mañanas? ¡Qué cuadro tan luminoso! Un cuadro único, como única la fotografía de la cual Vero me pasó copia. Ya no son solo dos mujeres. Vero se integró a la escena y su mirada parece decir que escucha lo que la mujer de pie comenta con la mujer que está sentada ante la mesa. Qué mantel tan blanco. Qué cuadro tan lleno de luz de la mañana. No sé a qué hora fue Vero al museo, porque la luz de la sala es la misma a las diez de la mañana que a las cuatro de la tarde. La museografía actual permite que la luz artificial esté en el mismo plano todo el día. Tampoco recuerdo en qué época del año fue Vero a Nueva York. Ella, muy coqueta, tiene un sombrerito (cachuchita, diría mi tía Elena; gorrito, diría mi madrina Clarita; boina, diría el tío Lucio), y una bufanda. Como nunca he ido a Nueva York no sé cómo es el clima en primavera ni en invierno, pero quiero pensar que Vero fue en época de frío, por eso está bien abrigada. Lo que sí sé es que Vero, un día, de un año de Dios, mientras estudiaba en el Tec de Monterrey, trepó a un avión y, desde las alturas, vio aquella ciudad llena de rascacielos. Sí, esta palabra, querida mía, me gusta: rascacielos. Ah, es una palabra genial. En el inglés que Vero habla tal vez la traducción más cercana sea skyskraper. No sé qué digás vos, pero a mí me gusta más el sonido de nuestro español, me gusta más la palabra cielo que la palabra sky. No sé cómo le hacen los novios gringos para bajarles the moon y the stars a sus muchachas bonitas. Digo que la fotografía, como el cuadro, es única. Le doy el mérito a la persona que le tomó la foto a Vero. ¿Ya miraste que frente a la muchacha bonita del vestido amarillo hay una silla vacía? Vero bien pudo colocarse en un extremo del marco dorado, para que la pintura saliera completa, pero eso daría como resultado una foto muy común. Vero se integró de tal manera, que parece estar sentada y formar el trío del cuadro. Con la presencia de Vero, se modifica la lectura del cuadro, la mujer de amarillo parece ver a Vero, platicarle algo, mientras Vero ve a la mujer que está de pie y espera que ella diga algo acerca de la taza que tiene en la mano. ¿Es la hora del té? Sólo Vero, quien estuvo ese día ahí (no digo en el museo, sino adentro de la escena del cuadro) podría decirme. Sólo ella podría contarme qué le dijo la mujer de amarillo; sólo ella podría decirme por qué ellas no tienen frío. ¿Se quitó la boina y la bufanda en cuanto probó el té caliente? ¿Eran galletas de avena o de jengibre las que le ofrecieron? ¿Qué le preguntaron? ¿Qué quisieron saber de su país, México? ¿Qué les contó ella? ¿Les contó algo de Comitán, de sus abuelos, de sus papás, de su universidad, de sus compañeros, de sus maestros? No sé. Sólo sé que Vero, cuando recorrió el museo se acordó de mí. Sí, ella, quien siempre ha sido muy afectuosa conmigo, al pararse frente a una pintura moderna pensó en mí. Tomó una fotografía y luego me la mandó a mi correo electrónico. Ahí la recibí, ahí me puse contento, porque una ex alumna se acordara del Molinari en un museo en la ciudad de Nueva York. Vero sabe que me gusta el arte, sabe que me gusta husmear en ventanas luminosas; y sabe que soy un pícaro voyeur. Vio cuadros y supo que uno, en especial, llamaría mi atención. Claro, cuando llegó ante el cuadro que me envió en una foto, ya había dicho adiós a las muchachas del cuadro lleno de luz, había apoyado sus manos en la mesa y se había parado. Tomó su bufanda y la boina y se las colocó, porque en la calle hacía frío. Las dos mujeres del cuadro luminoso, lamentaron su partida. ¡Cuando querás, volvé, acá está tu casa! Vero se despidió y abandonó el cuadro. Ella, qué alegría, siguió con el rostro luminoso. Posdata: un día, Vero viajó a Nueva York, conoció muchos lugares y, en un museo, al estar frente a un cuadro, pensó en su viejo maestro del Colegio y, al llegar a su hotel, abrió su computadora y me envió una copia. Yo, en Comitán, abrí mi correo y, ¡oh, sorpresa!, hallé un mensaje de mi talentosa ex alumna. Al lado de un afectuoso saludo, hallé copia de un cuadro simpático, picaresco; y, como mojol, esta fotografía, constancia de que, un día, Vero completó este cuadro de luz, con su luz. ¿Era el año 2011? No lo sé.

martes, 27 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON CELEBRACIÓN

Querida Mariana: celebramos la vida. ¡Sí! La celebramos con el talento comiteco. Me da gusto hablar con vos de cosas positivas. En la carta del sábado te platiqué de la creatividad musical de mi amigo Luis Ignacio Avendaño; ayer te conté de un proyecto escultórico del gran artista Luis Aguilar, también mi amigo; y hoy te platico de la historia de vida de otro exitoso paisano, mi amigo Héctor Flores, gerente general de San Marcos. San Marcos celebra su cumpleaños número cincuenta. ¡Cincuenta años de una vida de servicio a los habitantes de Comitán y de una extensa región! ¡Ah, cuántos amigos guatemaltecos han comprado ropa en San Marcos! Para celebrar los cincuenta años, la empresa lanzó la campaña donde sorteará cinco monederos electrónicos de tres mil pesos cada uno. ¡Ah, qué bendición! ¿Qué debés hacer para participar en el sorteo y ganar tres mil pesos en mercancía? ¡Subir una foto en Facebook donde mostrés una prenda de vestir comprada en San Marcos! ¿Sólo eso? Sí. Le mandé la convocatoria a Ángel, comiteco que ahora radica en Cancún. ¿Puedo participar?, preguntó. Sí, le dije, subí tu foto y poné el siguiente hashtag #50AÑOSSANMARCOS y ¡listo! Con eso basta para participar. Tres mil pesos, tres mil pesos en ropa. No hay que hacer más. Sólo esperar que llegue el día 3 de noviembre y ver, después del sorteo electrónico, si fuiste uno de los afortunados, le dije a Ángel. ¡Qué generosidad de empresa! Mi amigo Héctor Flores siempre ha compartido lo bueno con sus clientes. Me he topado con muchos amigos que hablan de la amabilidad de los propietarios y empleados de la tienda San Marcos. Sí, entre otras bondades, lo que distingue a San Marcos es el trato amable que siempre dispensa a su clientela. Una mañana fui a comprar una chamarrita (“de presumir”, habría dicho el maravilloso peluquero don José Luis). No había puesto un pie en el local cuando la mamá de mi amigo Héctor, doña Lupita, me mandó una bocanada fresca de afecto. Doña Lupita goza al servir al prójimo, tiene un carácter maravilloso. Rápido vio que me atendieran, mientras platicaba conmigo, y cuando me probé una de las chamarras que me mostraron, dijo, con una gran sonrisa: “Ya no te la quités, te queda muy bien.”, y me llevó a un espejo donde me vi. Sí, me quedaba muy bien. Ya no me la quité. Pagué y me despedí. Salí contento, por mi compra y por el trato. Ese mismo día, lo juro ante Dios, escuché el comentario que un señor le hizo a doña Lupita: “Me gusta venir acá, porque siempre me tratan bien. Hay lugares donde los dueños tienen una carota. Acá en cambio.” Sí, es el cambio. San Marcos cumple cincuenta años. Parte de su éxito es ese trato comiteco de gran calidez. Y ahora, para encaramar el cariño regala cinco monederos electrónicos de tres mil pesos cada uno. Ah, no sé qué estás esperando, sacá el suéter que le regalaste a tu papá o la camisa que le diste a tu novio y mostrala. Sí, se vale. Todo se vale. Tomate una selfi, subila al Facebook y escribí: “Camisa que le regalé a mi amado, sólo porque sí.”, y ponés el hashtag: #50AÑOSSANMARCOS. En la foto que te anexo están Roberto y Paty (mis compañeros de ARENILLA-Revista). Es una foto de recuerdo que se tomaron en la nochebuena del 2019. Roberto estrena camisa comprada en San Marcos y Paty le obsequia otra (que va en la bolsa). Dos días antes, Paty fue a San Marcos y compró el regalo para su hermano (una camisa) y para su papá (un suéter). ¿Por qué hace esta dinámica San Marcos? Para confirmar lo que se ve en la foto que te anexo. San Marcos ha estado presente en miles de hogares comitecos y de la región, en momentos sublimes de sus moradores. Cuando hay un instante feliz, San Marcos nos ha acompañado. Posdata: San Marcos nos abraza cuando nosotros nos abrazamos, bien por un cumpleaños, por una graduación, por un bautizo, por una cena, por una boda, por unos quince años. Damos el abrazo con un cariñito, y el cariñito de prestigio es de San Marcos. Mi amigo Héctor siempre está pensando en el bienestar de Comitán, apuesta por nuestro pueblo. ¿Recordás que en un aniversario nos obsequió una noche espléndida en el parque central con la participación de la Orquesta Sinfónica de Chiapas? Pucha, la Orquesta Sinfónica de Chiapas, en forma gratuita, sólo por el placer de decir gracias a su clientela, con un acto cultural de primer nivel. Este año, antes de la pandemia, estuve en su local y, emocionado, me contó algunos planes majestuosos que tenía para celebrar con todo Comitán y la región los cincuenta años de su empresa. Llegó el Covid-19 y botó muchas cosas. Pero el festejo sigue, porque lo mejor de la vida se sostiene. Ya, dentro de los festejos, entre muchos más actos, San Marcos patrocinó mi libro de cuentos “Todo irá bien.”, libro digital que repartimos con cientos de lectores. Un amigo que recibió el libro me dijo que cuánto era y me pidió un número de cuenta bancaria para hacer el depósito. ¡No!, le dije, este librincillo llega a vos, gracias al patrocinio de San Marcos. Ah, pues muchas gracias a San Marcos me respondió. Sí, muchas gracias a San Marcos. Ahora, el ideal es que invités a muchos de tus amigos para que suban su foto y celebren con esta empresa su cumpleaños número cincuenta. ‘Ora, mi niña bonita. ¿Quién te regala tres mil pesos en estos dorados tiempos, sólo por subir una foto? ¿Quién? ¡San Marcos! Tres mil pesos para comprar una chamarra de presumir, camisas o pantalones. Todo con la calidad exclusiva de San Marcos. No regateemos el éxito de empresarios nuestros. Los apoyemos siempre. Nos apoyemos. Nos felicitemos por tener gente buena y honorable en nuestro pueblo.

lunes, 26 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA PALOMA EN EL AIRE

Querida Mariana: el vuelo es un don de las aves y, de acuerdo con la tradición católica, de los ángeles. Pero también es logro del ser humano. A cada rato, cientos de aviones vuelan por los cielos del mundo, y, en 1969, el hombre (asegura la NASA) caminó por la luna. Sí, el vuelo es capacidad innata de las aves, pero también es logro del genio humano. Pero, además, los seres humanos, gracias al prodigio de nuestras mentes, podemos volar a la hora de imaginar. Los avances tecnológicos del mundo del siglo XXI son producto del vuelo mental. En una carta reciente hablé del vuelo creativo de muchos comitecos, dije que los habitantes de Comitán no debemos regatear el aplauso para los creadores de obras sublimes. Esto tiene que ver con el vuelo, por supuesto que sí. Mi amigo Jorge Chang dijo que en todo Chiapas hay mucho talento. ¡Por supuesto que sí! Hay mil ejemplos y muchos más. Somos un estado con gran rezago económico (¡qué pena!), pero con una gran riqueza cultural. Y para muestra ¡mil botones! Uno de esos botones es el escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda, quien hace años no radica en el pueblo, pero honra el nombre de Comitán. Entiendo que ahora él radica en Playa del Carmen, Campeche. Bueno, su destino ya estaba marcado, siempre ha sido de carácter campechano, afable. Cambió el Río Grande, de Comitán (ya seco), por un inagotable azul marino; pero no cambió el espíritu de su nacencia. Luis está reconocido como un hábil hacedor de relaciones sociales y como un gran promotor de su obra. Esto le ha permitido colocar esculturas y plazas en muchas ciudades del país. Ha sido un sembrador que rescata la esencia de Florencia, Italia, hermosísima ciudad donde te topeteás con esculturas a la vuelta de cualquier esquina. En Comitán tenemos no sólo su obra sino, además, obra de escultores de muchas naciones, quienes dejaron sus creaciones, producto de los simposios que nuestro paisano organizó para que los comitecos, al caminar, nos topeteemos con arte. Todo mundo disfruta las esculturas de Luis: la de las dos Lolas; el busto de Rosario Castellanos; el puma de la leyenda de La Pila; y el tachilgüil de bronce que es como una flor donde emergen músicos y que está en la plaza del arte, frente al templo de San José. Una vez, caminando por Ciudad Universitaria, de la Benemérita Universidad de Puebla, me topé con una obra de Luis. ¡Ah, me sentí chento! Ahí estaba la obra de un paisano talentoso. Cuando paso (muy de vez en vez y ahora con la pandemia menos) por el Centro Cultural Jaime Sabines, en Tuxtla, también me topo con obra del paisano. Bueno, pues ahora, Luis siembra en la ciudad que eligió para vivir. Ha lanzado un proyecto que se llama Sinfonía y que tiene como lema el siguiente: “Por un Patrimonio Escultórico, en Playa del Carmen.” El título es sensacional. Quienes conocen su obra escultórica saben que deja vacíos por donde pasa el aire. ¡Ah!, imagino el aire que llega del mar provocando sonidos de oboes y de flautas transversas al regodearse por esos huecos divinos. Sinfonía es un proyecto escultórico que nació de la imaginación de Luis y de su deseo permanente de llenar de arte los espacios por donde camina la gente. Es atractivo a la vista, en lugar de toparse con postes ver esculturas donde el aire, como pájaro, brinca de un lado a otro. Luis sabe que esta clase de proyectos no lo logra una sola persona, ¡no!, es preciso la reunión de voluntades, así, esta Sinfonía, campechana, juguetona, comienza a recibir el apoyo de la ciudadanía. Basta setenta amigos que aporten mil pesos cada uno para que el prodigio se realice. Luis colocará la obra en un camellón frente al Teatro de la Ciudad. ¡Ah, qué bonito! Todas las personas que pasen por ahí verá la obra de nuestro paisano. Posdata: Dije en carta reciente que no debemos regatear los reconocimientos para nuestros creadores. Acá hay una muestra más de un talento comiteco que procura mejorar el entorno donde vive. En tiempos de pandemia, hay seres que aportan un poco de luz, un cachito de albahaca para el espíritu, un poco de vuelo para alimentar el alma.

sábado, 24 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON ORGULLOS COMITECOS

Querida Mariana: Hagamos un pacto. Eso propone Luis Ignacio Avendaño, el médico y autor musical comiteco. Un pacto. Luis Ignacio lo sugiere con una canción que me impactó. Sí, mi niña, vos sabés que soy exigente, que no me doy tan fácil. En nada soy experto, pero sí me precio de ser un tipo con buen gusto. Es, digamos, herencia natural. Y hace dos o tres días, Luis Ignacio me envió un video con una de sus más recientes canciones: “Tú me dices cuándo.” La amistad de Luis Ignacio es mi privilegio, privilegio de muchos años. No sé cuántos. Pero yo tengo en la memoria (que sabés que es endeble) un recuerdo imborrable. Mi abuelo materno (mi abuelo Enrique) falleció en Villa Constitución, Baja California. Murió en tierra muy distante. Cuando mi mamá recibió la ingrata noticia voló hasta allá, para despedir a su papá. Al regreso a Comitán, la mamá de Luis Ignacio, la maestra Vigi (que en paz descanse), llegó a la casa para darle el pésame a mi mamá. La maestra Vigi era comadre de mi mamá. Esa tarde llegó mi amigo Luis Ignacio. Nos pusimos a jugar futbolito en el patio trasero de la casa. Te estoy contando de un hecho que sucedió en 1969. Lo digo para que mirés que la cuerda de mi amistad con Luis Ignacio es muy larga y bella. ¡Pucha! 1969, yo tenía doce años. No me preguntés cuántos tenía Luis, es menor que yo, debía tener unos diez, meses más, meses menos. Éramos mirruñas. Crecimos, Luis se convirtió en un exitoso médico y, también, en un maravilloso músico. Le encanta la bohemia y a mí me encanta presenciar sus éxitos profesionales. Siempre, como lo hace con todos sus amigos, me comparte sus canciones más recientes. Todas me gustan, pero ahora, con esta canción de “Tú me dices cuándo”, me quedé absorto. Lo disfruté con emoción. Es una canción bellísima, por los arreglos, por las voces, por la letra. Pensé, al escucharla por segunda vez que escuchaba un prodigio de canción, con la medida exacta en todas sus partes. Y pensé que los comitecos nos merecemos brillar más allá de nuestro entorno. Pensé que esta canción de Luis Ignacio está a la altura de muchas de las más bellas canciones que han hecho la delicia de millones de melómanos en el mundo. Es una canción sencilla, con letra agradable, con música pegajosa; es decir, nació con buena estrella, con la estrella que ilumina el rostro de los grandes artistas que se escuchan en el mundo. Es una pena que mis letras no puedan trasmitir el sonido que Luis Ignacio logró. Las palabras no poseen la magia de la música que, por algo, ha sido nombrada como el lenguaje universal. Vos, yo y medio mundo no sabemos muchos idiomas, pero bien que movemos nuestros pies, nuestros brazos y nuestras cabezas cuando escuchamos una música agradable, que nos inyecta ánimo en el espíritu; ahí andamos moviendo el culo, bamboleándolo sabroso, cuando oímos una canción cantada en ruso o en tojolabal o en alemán o en japonés o en sueco. ¡Nada entendemos, pero gozamos igual! La música inspira, nos hace volar. Por eso, en este tiempo de pandemia, todo mundo escucha música, colocamos una corona de luz en nuestro corazón, para decirnos que el genio humano está por encima de la tragedia. Digo pues que retomo la propuesta de Luis Ignacio y propongo que hagamos un pacto. Un pacto que diga que, a partir de hoy, los comitecos no regatearemos la grandeza de los nuestros y que pensaremos en grande, que apoyaremos todos los éxitos de nuestros paisanos, los bulbuluquearemos y fortaleceremos para que vuelen por todos los cielos del mundo. Hablo de una de las canciones más recientes de Luis Ignacio, pero, de igual manera, sé que hay más creaciones comitecas que merecen estar en nichos más luminosos. En la disciplina artística o artesanal que me digás, ahí vamos a encontrar talentos comitecos, que merecen ser conocidos en otras partes. ¿Qué nos hace falta para llegar a los espacios donde el mundo reverencia el talento del mundo? Nos hace falta apoyo. En primer lugar, no podemos seguir regateando la grandeza de los creadores comitecos y, en segundo lugar, debemos pensar en grande. Cuando escuché la canción de Luis Ignacio, acompañado en las voces por Sonia Conde y Felipe Trujillo, y en el sax por Roberto Domínguez, pensé que si estuviera en Youtube, con un video fregón, de esos estilo Maluma, Ricky Martín o Luis Miguel, el mundo reconocería la calidad de la melcocha comiteca. Sí, mi niña bonita, la canción “Tú me dices cuándo” nada tiene que pedirle a las grandes canciones que millones y millones cantamos todos los días. El mundo tiene a Arjona, a Juanes, a Diego Torres y a cientos más. Estos compas han escrito canciones del nivel de la canción “Tú me dices cuándo”. ¿Mirás lo que digo? La comparación, por primera vez no coloca en el escalón principal a los otros, a los famosos, sino que coloco la canción comiteca como modelo. Tendrías que oír la canción para decir lo mismo que yo. Esta canción merece la gloria de ser escuchada por millones de personas en el mundo. Sí, que medio mundo reciba esa bocanada de luz que creó un comiteco, un sencillo pero genial comiteco. Y así, así con muchos. No quiero que nos confundamos. No podemos trepar al pódium a cualquier obra por ser de estas tierras. ¡No! Me refiero a que tengamos la capacidad de reconocer cuando una obra es de calidad y no le regateemos el mérito y la impulsemos. Sí, pensemos en grande. Que ese sea nuestro pacto. A partir de hoy. Veo cómo hay muchos comitecos que son inspiradores, que están en la misma sintonía; veo cómo buscan que Comitán tenga el reconocimiento que se merece. Sí, mi niña, comencemos a creer en nosotros, comencemos a apoyarnos. Cuando triunfe un comiteco impulsemos ese triunfo, hagamos que esa obra crezca. La letra de la canción de Luis Ignacio comienza diciendo lo siguiente: “Tú me dices cuándo subimos al cielo, damos vuelta al mundo, sólo imaginando; tú me dices, cuando tu alma esté tranquila, hacemos un pacto, sí.” Esto que transcribo, los músicos lo dicen con un sonido bien alegre, bien rítmico. ¿Mirás qué propone Luis Ignacio? Cuando estés tranquila me decís y hacemos un pacto, subimos al cielo y, con el poder de la imaginación, damos vuelta al mundo. ¡Ah, genial! El coro dice: “Hacemos un pacto, hacemos un pacto, sí.” Sí, hagamos un pacto. Reconozcamos el talento comiteco, lo impulsemos, pensemos en grande. Basta ya de que nuestras glorias solamente sean glorias locales. ¿Por qué Arjona y los demás artistas reconocidos en todo el mundo han triunfado a ese nivel? La obra no es la gran obra. Tal vez pensaron en grande, decidieron crecer, llegar a alturas altas (luego critican que yo diga alta altura, se les hace un pleonasmo, ¡no!, lo digo con toda la intención, hay diferentes alturas, la altura que se merecen nuestros creadores auténticos es la gran altura, la alta altura.) No sé. Mi amigo Luis Ignacio debería hacer que esta canción llegue a las grandes alturas. Lo merece, el mundo lo merece. Debería mandar a hacer un video súper profesional, como los que hace el gran artista mundial y difundirlo por todos lados. Que los millones y millones de escuchas tengan la oportunidad de maravillarse con el prodigio de un talento comiteco. A veces pienso que se nos va la vida en nuestro medio, en la bohemia local. Hace falta dar el siguiente paso. En cuestión literaria siempre se recomienda que los escritores hagan universal lo local; es decir, que su obra literaria cuente las historias de los pueblos donde nacieron, donde crecieron, donde viven, pero que lo hagan con tal calidad que esto pequeño se convierta en algo grandioso. Sí, hablemos de lo nuestro, nos sintamos orgullosos de nuestras raíces, de nuestras tradiciones, de la herencia cultural, y luego, como si fuera el Big Bang, mandemos esa energía a todo el mundo. Posdata: Perdón por excederme, querida mía. Pero escuché la canción de Luis Ignacio y pensé que bien podría estarse escuchando en las redes sociales y radios y televisiones de todo el mundo, y todos la disfrutarían como disfrutamos las canciones de Sergio Esquivel o Armando Manzanero. Comitán tiene mucho talento, sólo falta que todo el pueblo le entre al pacto: No podemos regatear el talento de los paisanos, no podemos ningunearlo, debemos apoyarlo ¡con todo! Debemos pensar en grande.

viernes, 23 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE VUELVO A HABLAR DE VOS

Querida Mariana: te paso copia de un texto que apareció publicado en la revista VOS, de mi amigo Roque Flores. Buscaba una fotografía de doña Lolita Albores en mi archivo y hallé este recuerdo de septiembre de 2009. Es una carta que le envié a Roque, que intitulé “Imaginar no es lo mismo que soñar”. Mi amigo Roque hizo favor de publicar el textillo que le envié e ilustró el texto con una fotografía donde estoy en mi estudio, de Puebla. Pinto una de las cajitas que ofrezco y, al fondo, está un cuadro grande, pintado con acrílicos (este cuadro lo adquirió un coleccionista en aquella ciudad.) ¿Qué le escribí a Roque? Te paso copia. “Roque: imaginar no es sinónimo de soñar. El sueño se esfuma en el instante que despertamos: por el contrario, la imaginación es fruto de árbol perenne. “¿Desde hace cuánto tiempo nos conocemos vos y yo? Tal vez desde el primer número de VOS. Desde ese momento supe que no eras un soñador. Vos sos un hombre que imagina. Y la prueba es la permanencia de tu revista. Acá seguís, necio, terco, recordándonos cada mes que lo nuestro es el VOS y no el TÚ, a pesar de que VOS hablás de TÚ y no de VOS. “Sé que el criterio editorial se ha modificado, hoy impera la publicidad, pero, en medio de las luces de neón, aún se advierte de vez en vez, ¡qué bueno!, el reflejo de un quinqué o de una vela prendida por la palabra mayor. “A Fanny Campos, nuestra reina de la Expo Feria Comitán 2009, le pregunté el otro día por qué los jóvenes comitecos no hablan de vos sin pena, como lo hacen los jóvenes argentinos, y su respuesta fue certera: “Porque en Argentina todo mundo habla de vos.” Si los comitecos, los mayores, emprendiéramos una campaña para devolver el prestigio del voseo, otro destino depararía a nuestro pueblo, un destino más auténtico, más original. “Sé que es difícil lograr lo anterior, esto suena a ideal de un soñador. Por esto, mejor digo que deberíamos imaginar un Comitán donde rescatemos la esencia de nuestro ser. Los argentinos han hecho del vos una voz prestigiosa y esto es un acto maravilloso en tiempos de globalización, en tiempos en que todo es uniforme y plástico. “Vos, que sos un hombre imaginativo, ¿no pensás que fuera bueno iniciar en todos los medios de comunicación una campaña de prestigio del voseo en Comitán? “Te mando un abrazo.” Y tan tan. Así terminé la carta para Roque. Roque, amable respondió con lo siguiente: “Alejandro: gracias por las palabras tan elocuentes, tan certeras y bonitas. “Gracias por compartir con nuestros lectores tus conceptos acerca de nuestro trabajo, nos sentimos orgullosos de contar con vos. “Sos excepcional, decís mucho con pocas palabras. Estamos de acuerdo con tu sugerencia, vamos a empezar una campaña para practicar hablar de vos. “Hasta pronto… tu amigo Roque.” Tan tan. ¿Mirás? Le hablé de vos a Roque y él me habló de vos y nos sentimos bien, nos identificamos. Ahora que vuelve a ponerse de moda la palabra Campaña, hallé en esta carta la propuesta de una Campaña para devolver el prestigio del voseo, para hacerlo prestigioso. El ideal sería que Comitán fuera un lugar donde todo mundo hablara de vos, como sucede en muchas ciudades de Argentina. Ese sería el ideal. No es un sueño, ¡no!, es la posibilidad de imaginar que podemos regresar a nuestra identidad. Posdata: Me da gusto que vos y yo no tenemos problema. Hablamos de vos sin rémoras de complejos. Nos sabemos herederos de una cultura soberbia, hijos de una ceiba enorme. Honramos esa herencia. Nosotros, querida niña, estamos en campaña permanente. Todo en nombre de este maravilloso pueblo.

jueves, 22 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON PRODIGIOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Querida Mariana: este es el dibujito número 50, realizado en tiempo de pandemia. Lo terminé el 20 de octubre de 2020 a las tres y dos de la tarde. Le tomé foto y, a las tres con doce de la tarde, le envié copia a Pau. Como siempre, me dijo: “¡Está muy lindo!” A las tres con quince se lo envié a Matías. Él tardó en ver la imagen. Me preguntó cuánto tiempo me había llevado dibujarlo. Hoy, perdón, mi niña, estoy siendo muy adulto. El motivo exige que yo sea preciso, porque puede ser una fecha histórica. ¿Vos has visto a algún artista que ofrezca lo que yo ofrezco? Puede ser que sí, pero yo digo que no sé, y en caso de que mi propuesta sea algo novedoso, debo consignarlo así, para que sea reconocido en el libro del Record Guinness. ¿Cuánto tiempo me lleva cada dibujo? Me lleva tiempo, por supuesto, pero es un tiempo que disfruto. Dibujar es uno de los oficios que me produce alegría y lo hago para compartir y para decirle al mundo que debemos llenarlo de arte, sobre todo en tiempos difíciles. No sé si vos, de niña, alguna vez una tía te regaló un libro para colorear. Sí, tal vez. Es práctica común, por fortuna. Yo tuve una tía, y una abuela, y una mamá, que me regalaban libros para colorear. Yo era feliz, sacaba el estuche con muchos colores, unos más largos que otros, y elegía el color que usaría para los cuernos de la vaca; el color para sus tetas; el color para las orejas y para las manchas y para sus ojos y para sus pezuñas. Y luego matizaba, daba sombras y luces. ¡Ah, qué tardes tan geniales! Ahora, ya viejo, no coloreo libros con dibujos. Ahora, en este 2020, hago dibujos originales y los ofrezco para que los papás, tíos, abuelos y padrinos regalen a los niños (bueno, nunca me ha tocado un padrino que lo haga. Los padrinos son codos con los ahijados.) ¿Mirás qué idea tan novedosa? Bueno, es lo que digo yo, es lo que pienso, es en lo que creo. A ver, explico, imaginá que vos, generosa, comprás un dibujo original de Molinari y lo regalás a tu sobrino Leo. Él sacará su estuche de lápices de colores o de plumines e iluminará todas las imágenes que permanecen sólo como siluetas. Y ya, una vez terminado, vos le pedirás que escriba su nombre al lado de mi firma y mandarás a enmarcar el dibujo y lo colgarás en la sala de la casa. ¿Mirás cuántos pájaros hacemos volar en un solo aliento? Por eso, insisto, no sé si esta propuesta se ha dado en el mundo. ¿En algún país del mundo un artista ha propuesto el juego donde dos artistas complementan una obra? Un artista viejo y un artista joven unen sus talentos y juegan juntos y, al final, queda una obra única, jamás vista en el universo. Esta carta te la escribo el día 21 de octubre de 2020, a las once de la mañana con veinte minutos. Consigno la fecha, para que quede constancia de lo que acá digo, de lo que acá propongo. La otra semana haré el lanzamiento de esta propuesta. ¿Cuántos comprarán mi obra? No lo sé. Muchas personas no entienden los beneficios del arte, no acostumbran comprar obras de arte. Pero espero que, al tratarse de la educación artística de los niños, el mensaje sea bien recibido y tendré pedidos, y seré feliz al saber que muchos niños iluminan lo que hago con tanto cariño. En este dibujo número cincuenta, hay dos mujeres y cuarenta y cinco animalitos que esperan las manos infantiles que los iluminen, ¡que les den vida! ¿Mirás por dónde va mi propuesta? Los niños no iluminarán un dibujo que se hizo en una imprenta con miles y miles de copias. ¡No! Colorearán el original de un artista, porque ellos son artistas. Cuando vos le regalés el original a tu sobrino Leo le dirás que es el trabajo único de un artista chiapaneco. ¿En cuánto los ofreceré? ¡No los regalaré! No puedo regalar mi trabajo. Sería una ofensa a mi labor creativa. Tampoco los daré en el precio que valoro mi obra. No. El término medio para que todos ganemos. ¿Qué hacen los padres por tener contentos a sus hijos? ¡Todo! Los llevan al cine y gastan mil pesos en comprarles las palomitas, los nachos, las gomitas, los chocolates y los refrescos. El cine es arte (bueno, ahora ya nos dan mucha basura comercial), pero la gente gasta más en chucherías dañinas. Acá, yo estoy ofreciendo arte, comida espiritual sana. Que los niños conozcan animalitos, que los amen, que los respeten, que los cuiden; que observen los cuerpos desnudos de las muchachas bonitas y crezcan sin morbo, que vean que todo es natural. Posdata: Si mi idea nunca se ha dado en el mundo me da gusto. Esto no significa que yo patente la idea. ¡No! Si cientos de artistas en el mundo, en Chiapas, en Comitán, hacen lo mismo que yo, y las personas nobles compran esas obras, llenaremos de arte las paredes y los corazones, y, ¡estoy seguro!, haremos un mundo más bello, menos lleno de caca. ¿Quién en estos tiempos de pandemia piensa en comprar arte, cuando hay necesidades más urgentes? No sé. Este tiempo ha demostrado la importancia del arte. Como nunca, el mundo ha entendido que el arte hace la diferencia, da sosiego al espíritu, alimenta el alma. ¿Quiénes adquirirán mi obra? Todos aquellos espíritus sensibles que saben que sembrar una buena semilla en la parcela de los niños hará que el mundo futuro no sea tan incruento como el que ahora vivimos.

miércoles, 21 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON DOS RESPUESTAS

Querida Mariana: Luis me honra con su amistad. Un día de estos me envió un mensaje por WhatsApp y, después del saludo, me aventó dos preguntas. Una vez te dije que el buen juez por su casa empieza y los integrantes del equipo de ARENILLA-Revista estamos jugando el juego de Imaginá que te llamás, ya jugó Cielo, Dora Patricia, Roberto y, un día de estos, jugará Carlitos y luego le tocará a Carlos, nuestro director comercial en Guatemala, y luego me tocará a mí. El gran escultor, Luis Aguilar Castañeda, no esperó y, como para calentar el ambiente, me soltó dos preguntas. La primera fue: Si tuvieras la oportunidad de viajar al pasado, ¿qué personaje te gustaría ser?; y en la segunda dijo: Dicen algunas personas que todo tiempo pasado era mejor, de ese pasado, ¿qué te gustaría cambiar? Ah, me dio en mi mero mole, casi casi como si yo le hubiese regalado a él una caja con cera para modelar. Luis me mandó una cajita llena de palabras, para colocarlas sobre la mesa y jugar como si la superficie de madera fuera el cielo y ahí volaran los papalotes luminosos. Casi de bote pronto pensé en Jesús. Si viajara al pasado y pudiera convertirme en otro que no fuera yo, pero que siguiera siendo yo, sería Jesús. Sí, ah, pensé en ese instante donde Jesús va al desierto, creo que por cuarenta días con sus correspondientes noches, y se le aparece el diablo. ¿Imaginás el asombro de estar ante tan supremo personaje del mal? Uf. El diablo me tentaría, casi casi me exigiría que yo, con el hambre acumulada, convirtiera una piedra en pan, para saciar mi hambre. Ah, qué bobo, el diablo. Como el diablo es fuerte por sus excesos no sabe que yo soy fuerte por el ayuno, que el ayuno fortalece el espíritu, así que, igual que Jesús le diría que no sólo de pan vive el hombre. ¿Mirás? Pienso que en la historia de la humanidad no hay mejor ejemplo de dignidad y de fuerza. El pinche diablo sabe que es fuerte y trata de seducirme, de picar mi amor propio, sabe que tengo el poder de convertir la piedra en pan (así como él convierte el pan en piedra), pero en ese instante ¡soy más poderoso que él! Ah, sí, me hubiese gustado ser Jesús. Nadie más. Reconozco la grandeza de otros hombres y mujeres (en el juego está latente la posibilidad de elegir ser una mujer), pero sé que no hay tipo más sensacional que Jesús. En ese instante, en el desierto, muestra un gran poder de voluntad. Ahí hay una enseñanza. Si esta carta fuera una fábula diría que la moraleja es decir no a la tentación de los demonios de estos tiempos, y para obtener la fuerza ¡hacer ayuno! Ya encarrerado pensé en la siguiente pregunta: ¿qué me gustaría modificar del pasado? Y como es un juego de imaginación pensé que me gustaría modificar lo que ayer te dije: quitar los negativos de los Diez Mandamientos y volverlos afirmativos. En lugar de No codiciarás a la mujer de tu prójimo, decir: respetar a la mujer del otro. Vos sabés que la palabra es un pozo que pare luz. Hay una gran distancia entre pronunciar la palabra codiciar a pronunciar la palabra respetar. Los seres humanos deberíamos usar más palabras inspiradoras. A veces pienso que todas las palabras que pronunciamos (o imaginamos) son como semillas. Si sembramos cardos ¿qué crecerá en la parcela? Si sembramos lavanda ¿qué crecerá? Cuando sembramos palabras amorosas en los niños, miro que sus parcelas están llenas de árboles buenos. Eso haría, sí, treparía al lado de Moisés, al Monte Sinaí, y cuando Dios, el mero mero del universo, le entregara las tablas, yo levantaría mi mano y le diría a Dios que no pensara que era yo un irreverente, no (Dios me libre de tal absurdo), pero que le sugería que quitáramos los Nos y volviéramos afirmativos los mandamientos, para que no fueran prohibitivos. Quitar el No matarás, y cambiarlo en algo que fuera como Respetarás la vida. Sé que los diez mandamientos son precisos. Con pocas palabras sintetizan el ideal divino, así que, al bajar del monte, con cuidado, porque Moisés, ya viejo cargaba las dos tablas pesadísimas y no dejó que lo ayudara, buscaríamos el auxilio de un corrector para que dejara impecable el decálogo. Posdata: La vida es juego y el juego es parte de la vida, pero el regreso al pasado sólo es posible a través de la imaginación y nada se modifica de él, salvo que puede modificar la idea del presente y, por supuesto, el futuro. No soy Jesús, jamás podría serlo, pero sí puedo aplicar la fuerza que él tuvo al responder al demonio tentador, cabrón. No puedo modificar nada de los Diez Mandamientos, pero sí puedo pensar palabras llenas de luz. Agradezco a mi amigo Luis la oportunidad de jugar con la palabra, a través de sus palabras. Cuando voy al parque central de mi pueblo, mi imaginación vuela por los cielos de sus esculturas.

martes, 20 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN JUEGO INFINITO

Querida Mariana: diez son los mandamientos bíblicos. ¿Recordás todos? Si a mí me preguntás a bote pronto dudaría. Sólo recuerdo algunos, pero ahora entré al Internet y hallé los diez y llama mi atención ver que de los diez, siete son prohibiciones; es decir, lo que más impera es el ¡no! No tomarás el nombre de Dios en vano, no matarás, no cometerás actos impuros, no robarás, no darás falso testimonio ni mentirás, no consentirás pensamientos ni deseos impuros y no codiciarás los bienes ajenos. ¡Uf! Por eso, cuando iba a misa, junto con todos los fieles ahí reunidos, declaraba en voz alta ¡soy pecador! Pues sí. Gracias a Dios no mato (más que dos o tres cucarachas que se pasean por la cocina o dos o tres zancudos que me joden cuando escribo en la computadora), no robo (ni un dulce), no doy falsos testimonios, pero a veces sí digo las llamadas mentiras piadosas. Pucha, el que esté libre de mentiras que suelte la primera verdad. Gracias a Dios no codicio bienes ajenos, pero en donde sí derrapo es en lo de pensamientos impuros. Soy pecador. Los libros y películas que leo y veo me obsequian muchas imágenes que, de acuerdo a la tradición, serían impuras, y yo les doy cuerda. Siempre he pensado que Dios, como a todos los seres humanos, me dio un cuerpo y un espíritu, y la vida, la hermosa vida, debe ser la armoniosa unión de esas dos entidades. Y digo esto, porque, cuando jugamos, jugamos con el cuerpo y con el espíritu. Si una muchachita bonita salta la cuerda, sus piernas son deleite para la vista. ¿Brinca también el deseo impuro? Pues si lo miro con los ojos del catolicismo diría que sí, pero si lo veo con la mirada sencilla de quien reverencia y goza los dones que Dios nos dio, digo que ¡no! No quiero cometer un sacrilegio, ¡Dios me libre!, pero digo que a los Mandamientos le falta uno, esencial en la vida. A los tres mandamientos afirmativos restantes (amarás a Dios sobre todas las cosas, santificarás las fiestas y honrarás a tu padre y a tu madre) se debería incluir el que diga: Jugarás con la imaginación, siempre. Fijate que a mí se me da más una declaración afirmativa que una declaración negativa. Yo amo a Dios, santifico mis fiestas y trato de honrar a mi padre y a mi madre. Yo quitaría el no de cada mandamiento. En lugar de decir No matarás, diría Respetarás la vida. En fin. Todo esto para decir que nosotros honramos el mandamiento décimo primero: Jugamos con la imaginación. Lo hacemos de mil formas. Una de ellas es el juego de la imaginación y de la palabra que se llama Imaginá que te llamás. La semana pasada le tocó jugar a Dora Patricia Espinosa Vázquez, editora ejecutiva de nuestra revista ARENILLA. Ella, además de ser licenciada en administración es una gran lectora. A Dora Patricia le preguntamos: Imaginá que te llamás Photoshop, ¿qué modificarías a tu reflejo en el espejo? Esto fue lo que nos respondió: “Si me llamara Photoshop, creo que no corregiría nada. Lo que haría es darle más luz a mi rostro, para hacer más notoria cada línea de expresión, cada gesto, cada arruga, que simbolizan las alegrías, las tristezas, los miedos, las preocupaciones, los enojos, las sonrisas; todas esas emociones que me han hecho saber que estoy viva.” La segunda pregunta fue: Imaginá que te llamás Photoshop, ¿cómo se corrige la foto del mundo actual? “No se puede corregir, ¡es lo que es! Un uso excesivo de capas y filtros daría como resultado una imagen plástica, falsa. Lo que podemos hacer es jugar tantito con luces, sombras y contrastes, para realzar la belleza de la imagen, porque aunque son tiempos de crisis son tiempos donde también se deja ver el lado bondadoso y solidario del ser humano. Eso haría, hacer más notorios cada uno de estos actos, que aunque sencillos y mínimos, infunden esperanza y son de gran aliento de vida.” Posdata: Donde dice No robarás yo escribiría Serás una persona honesta. Dicen, no sé, que en el universo el no se diluye, así que cuando el sacerdote dice No robarás, el fiel sólo escucha lo último y con ello se queda. Pucha, tal vez por eso el mundo anda lleno de ladrones. La palabra, vos y yo lo sabemos, es una llave que abre la puerta del cielo o del infierno. Cuando reiteramos en la honestidad, esta palabra cuelga en todos los árboles del universo. Nosotros jugamos. Nuestros amigos juegan con nosotros, comparten su palabra. Cuelgan en el árbol de nuestro espíritu lo que Dora Patricia dice: “actos sencillos y mínimos, que infunden esperanza y son aliento de vida.” Undécimo mandamiento: Jugarás con la imaginación, siempre, siempre.

lunes, 19 de octubre de 2020

ANTES DE QUE TODO SE ACOMODE (XXXV)

Mi papá fue católico toda su vida. Digo esto, porque hay personas que cambian de religión. Algunas personas, en algún momento de su vida, dejan de ser lo que eran y se convierten en otras. ¿Qué tanto modifican su ser los que cambian de religión? No lo sé. Porque cambiar de religión no es tan sencillo como el cambio de camisa o el cambio de auto. ¡No! Quien cambia de religión deja de creer en algo que creía y eso debe ser un impacto brutal. A veces, el único asidero que tenemos los seres humanos es la religión, cambiar de creencia significa que el asidero al que estábamos cogidos era endeble, o más allá, era engañoso. Mi papá no sólo fue practicante del catolicismo, él, igual que millones de padres en el mundo, me heredó su religión. Cuando alguien me pregunta mi religión contesto sin dudar: católico. Respeto mi religión, de vez en vez repito alguna oración que aprendí de niño, pero acudo muy poco a los templos católicos a la hora de la misa. Me gusta visitar los templos cuando están casi vacíos, a la hora que los rayos de sol iluminan los vitrales con luz ambarina. Pero, la religión católica tiene un preciso ideario respecto de la muerte. ¿Qué pasa cuando un católico muere? El catolicismo dice que se produce la separación del cuerpo y del alma, el cuerpo es enterrado y el alma va al cielo si el difunto se portó bien, o al infierno si el difunto se portó mal. Antes había un lugar intermedio: el purgatorio. Ahora, entiendo, ya eliminaron esa garita. Ahora es el cielo o el infierno. La religión hindú, por supuesto, tiene otra concepción de la vida y de la muerte. Nuestra vida es producto de la reencarnación de una vida pasada; la muerte es el proceso a través del cual el difunto reencarna en otra entidad. Se supone, me explica un amigo, que cuando uno llega al estadio superior del ser humano debe reencarnar en otro ser humano; es decir, el difunto no puede reencarnar en un animalito (un chuchito) o un animal grande (un toro o un elefante). El ser humano ya está en otro nivel. Mi papá, católico por los cuatro costados, coqueteaba con la idea de la reencarnación. Un día, sentados en un sofá de la sala, me contó que pensaba que, al morir, podía, en lugar de ir al cielo o al infierno, reencarnar en un gatito, que era su animal favorito, porque fue un animal que acompañó su niñez, en la bodega de la tienda de abarrotes del tío Víctor, donde laboraba, en San Cristóbal de Las Casas. Nada dije. La idea, aunque imposible, según la tradición hindú, era muy bella. Sí, un gatito estaba bien. Millones de personas creen en la reencarnación, así como millones de personas creen en el cielo y en el infierno, así como otros millones creen que con la muerte todo acaba. Soy católico, pero, igual que mi papá, coqueteo con otros conceptos ideológicos. Me encanta el pensamiento hindú. Este constante pasar de un cuerpo a otro concluye en el instante que el espíritu (así lo entiendo) logra tal perfección que se integra al “corpus” infinito, a la energía universal. Pensé en esto la otra tarde que recibí una foto que me envió María Alcázar Rico, una de las nietas de mi papá. La foto fue tomada en 1981. María, en compañía de otros hermanos, estuvo en diciembre de ese año en Comitán. Mi papá los atendió y los llevó al parque central, al Mirador y a templos católicos. En la fotografía aparece mi papá en una pequeña capilla católica, en un nicho está el Niñito Fundador, un santo muy querido en el pueblo. Mi papá jamás renunció a su religión. El día de su entierro (20 de febrero de 1990, día en que se celebra a otro santo consentido de Comitán: San Caralampio), hubo una misa en la capilla del panteón municipal. Ahí, amigos y familiares, pedimos a Dios que lo recibiera. Pero a veces, cuando voy al panteón a dejar flores en su tumba, pienso que ahí están los restos de su cuerpo. ¿Y su alma? Como fue un hombre bueno, le tocó pase directo al cielo, por supuesto; pero ¿y si la idea con que coqueteaba fuese una posibilidad y hubiese reencarnado en otra entidad? ¿Y, como era un hombre bueno, ya había pasado por todos los niveles? Esto último sugeriría que ya está integrado al gran magma universal, al río infinito de la energía.

sábado, 17 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON QUINSANTO

Querida Mariana: Ya se acerca la celebración de Día de Muertos. En México conmemoramos el día con una serie de actos que remarcan nuestra identidad. Se habla de un sincretismo; es decir, una mezcla de la cultura prehispánica y la cultura que nos trajeron los españoles. Pues sí, esto tiene relación con la religión católica que absorbimos de España. La religión católica dice que cuando alguien fallece se separa del cuerpo y su alma va al cielo o al infierno. Pero, idea simpática, un día al año, esas almas tienen permiso para regresar y visitar sus casas. Es una idea bonita, llena de esperanza. Es un poco contradictorio que tengamos la costumbre de ir al panteón. Digo que es un poco contradictorio, porque en el panteón está “el cuerpo” y no el alma, el espíritu, y lo que viaja por el infinito ¡es el alma, el espíritu! Por eso, en muchas partes de la república hacen altares en las casas. Eso me parece más congruente. ¡Claro que sí! En un espacio de la casa, ¡qué bonito!, colocan una mesa con diversos elementos que tienen un simbolismo especial. ¡Ah, qué delicia para la vista y para el olfato! Adornos con el papel de china que es tan delicado, tan de sonrisa de ángel. Qué lindos se ven los tapetes y manteles de papel de china picado. Y luego, los guisos y las bebidas, y las veladoras y el copal. Todo este conjunto hace un riquísimo legado cultural que viene de mucho tiempo atrás. Es una bella tradición. Es tan bella que (¡ay, por qué siempre es así!) los genios de Walt Disney vieron la riqueza de esta celebración e hicieron una bellísima película de dibujos animados (Coco). Son tan listos los de Hollywood que, en una película de James Bond, hicieron un festejo sensacional en el centro de la Ciudad de México, retomando los elementos mexicanos del Día de Muertos. Y es una pena, porque quienes deberíamos de ponderar nuestra cultura somos los mexicanos, pero ahí está que millones de mexicanos privilegian más el Halloween y no el Día de Muertos. Ahora, las autoridades locales anunciaron que el panteón municipal de Comitán estará cerrado en estas fechas, para evitar el contagio del Covid-19. ¿Pues qué creés? Dos o tres han manifestado que es una medida innecesaria. ¡No! La medida es correcta. Acá sí viene al caso recordar lo que dice don Pepe: “Mejor encerrado que enterrado.”, cuando le dicen que ya salga de su casa. ¡No! Él ha hecho caso a la recomendación de las autoridades y se ha quedado en casa. Gracias a Dios está bien. Ni se contagia ¡ni contagia! ¿Es una pena que este año no exista la celebración de años anteriores? Por supuesto que es una pena. Todo mundo quisiera que esta contingencia sanitaria no existiera, pero existe y es mortal. ¿Ya miraste lo que determinó el presidente de Francia esta semana? ¡Uf! Toque de queda en muchas ciudades de aquel maravilloso país, porque hay un rebrote importante. París, mi niña, mi amada París está en toque de queda. De nueve de la noche a seis de la mañana todos los parisinos deberán permanecer en sus casitas, nadie deberá andar en la calle, salvo por una situación de emergencia. ¿Quién quiere una situación así? ¡Nadie! Pero si las personas actúan como si nada malo pasara, esta situación se saldrá de control y habrá cientos, miles, de muertos. Es preferible actuar con prudencia. Ya dije que las almas no llegan a los panteones. ¡No! De acuerdo con esa bellísima tradición llegarán a nuestras casas y se acercarán a la mesita donde están sus fotografías, al lado de un vaso de agua y de una veladora y disfrutarán del aroma de los guisos que tanto les gustó cuando estaban vivos. Porque tampoco se trata de que coman esos platillos. ¡No! Son almas, espíritus. No necesitan comer. Viven de la energía universal, ahora sí que ¡viven del aire! Y viven, por supuesto, del recuerdo de sus amigos y familiares. Sí, este año seamos prudentes. Nos quedemos en casa, no brinquemos la barda del panteón. ¡No! Cuidemos a los que todavía están vivos con nosotros en casa. ¡Nos cuidemos todos! Ya, primero Dios, habrá tiempo para ir a dejar flores a la tumba de nuestro ser amado. Recordemos que ahí está el cuerpo, sólo los restos mortales. El alma está en el cielo (eso esperamos, eso deseamos), y lo que tiene permiso de viajar el Día de Muertos es precisamente esa esencia: el espíritu. Y, perdón por ser reiterativo, el espíritu llegará a la casa. En la película “Coco” hay una idea muy bonita: el difunto seguirá siempre “vivo”, mientras haya una fotografía en casa que recuerde su paso por la vida. Sí, nuestros muertos no mueren del todo. Y en esta idea hay como una señal de lo que es la vida después de la muerte. Este año, el mundo vive una contingencia. Los que saben usan una palabrita simpática: es un año atípico; es decir, no es un año común. Vivimos una condición especial. Nadie quisiera vivir esta realidad brutal, pero la vida así es. Todo el mundo vive un año cruel. Comitán no es la excepción. Vos y yo conocemos personas que se contagiaron del Covid-19 y fallecieron a causa de ese contagio. Este virus es un virus cabrón, re cabrón. Por eso, debemos usar cubrebocas, respetar la sana distancia y, de igual manera, evitar las concentraciones masivas. ¿Te acordás cómo es el festejo del Día de Muertos en el panteón? Pucha, es de una gran alegría, te topeteás con medio mundo que lleva flores y bolsitas con juncia, y canastos donde va la comida y la bebida. Y en una tumba hay una mesa debajo de un manteado donde los familiares de las personas fallecidas oran, prenden velas, comen, beben, cantan, se emborrachan y lloran. Cientos, miles de personas topeteándose. ¡Claro, es una celebración de vida que recuerda la muerte! Pero ahora, la prudencia recomienda, exige, que se evite el tumulto. ¿Imaginás lo que sucedería si dos de los asistentes, dos nada más, estuviesen contagiados? A la hora que un compa contagiado camine por el pasillo central irá contagiando a muchos más y éstos… No, no quiero pensarlo. ¡No, no! Seamos conscientes. Nos cuidemos, cuidemos a nuestros adultos mayores, a nuestros chiquitíos. ¡Nos cuidemos! En casa, por favor, en casa. Hagamos los altares, pongamos las fotos de nuestros difuntos, les pongamos su botellita de trago, su molito, su butifarra, sus tostaditas, su chilito al pastor, su hueso asado, y, a la hora de la comida, los acompañemos; al lado de sus espíritus platiquemos de esta vida, de estos tiempos, y recordemos las hazañas que ellos hicieron en vida, de cuando los abuelos nos llevaron al parque central; de cuando subimos al templo de San Caralampio; de cuando nos dieron cien pesos para que fuéramos al cine y compráramos palomitas; de cuando nos enseñaron a montar bicicleta; de cuando fuimos al Chiflón y nos resbalamos; de cuando nos daban consejos de no regresar tan tarde a casa; de cuando, las abuelas, recomendaban a sus nietas que fueran bien portadas, que no fueran a andarse besuqueando con el primero que se toparan. Ah, los abuelos, las abuelas, los papás, las mamás, que ya se fueron. ¡Ah, los amigos muertos, los parientes, los conocidos! ¡Que descansen en paz! Los recibamos en casa, los celebremos, los glorifiquemos. Ya habrá tiempo para ir al panteón, para ir caminando, por favor, y no dentro de un cajón. Este año atípico celebremos el Día de Muertos con un día pleno de vida, por favor. Este virus nos ha traído mucha tristeza, nos ha quitado a muchos de nuestros conocidos, de nuestros amigos, de nuestros cariños, de nuestros afectos. ¡Ya! Hagamos un cerco sanitario, evitemos que esto se siga dispersando. Vivamos. Estos tiempos nos exigen actos responsables, congruentes, conscientes. Por favor. Digamos sí a la vida. Hagamos que este Día de Muertos sea un día para agradecer la vida, para honrar la vida de quienes ya no están con nosotros. Posdata: Esta situación extrema no significa que cancelemos nuestros sueños, nuestros ideales, nuestra identidad. Al contrario. Que nuestro altar se llene con los dulces tradicionales que, con amor, preparan nuestras artistas de la cocina. Por ahí, en redes sociales vi que doña Bertha, que tiene su local a la vuelta del DIF, ofrece una serie de delicias gastronómicas para recibir a nuestros difuntos. Ah, qué tradición tan rica, tan dulce. Dice doña Bertha que vende manzanita en dulce, jocotes y duraznos con miel, higos, coyoles (a mí nunca me ha gustado chupar coyol, pero hay personas que son felices con la chupadera del coyol en miel), camote, yuca y la infaltable calabaza, parte esencial del quinsanto tradicional (muchos escriben el término con K, porque, dicen, no sé, es palabra tojolabal, Kin). ¿Cuál era el dulce que más le gustaba disfrutar a tu abuelito Elías? Ponelo en su mesa. Y, a la hora de la comida, comelo con él, decile cuánto lo querés, decile que lo seguís teniendo presente, siempre. Este año es año de la prudencia.

viernes, 16 de octubre de 2020

ANTES DE QUE TODO SE ACOMODE (XXXIV)

“Gazapo”, esta fue la primera novela que leí en la UNAM. En cuanto tuve mi credencial solicité el préstamo. Gazapo, de Gustavo Sainz. Viví con emoción el instante en que una muchacha bonita, detrás del mostrador, me entregó el libro encuadernado. ¡Era un libro de la Biblioteca Central Universitaria! Esa mañana salí, busqué una sombrita en Las Islas, de C.U. y comencé a leer. Recuerdo esa experiencia, los muchachos caminando frente a mí, otros sentados en el césped, platicando, riendo, parejas besándose, y yo, adentro de esa burbuja de luz, comenzando a leer la novela de Sainz. Supe que a partir de ese momento dedicaría mucho de mi tiempo a ese divino ocio. Miles de libros estaban a mi disposición. Ese era mi privilegio de ser universitario, de estar inscrito en la UNAM. Para eso había sido enviado, por quién sabe qué designio. Mis papás trabajaban en Comitán y me enviaban puntualmente mi mensualidad para que yo leyera. Ese era mi oficio, mi vocación. Nunca se me ocurrió cambiar de carrera, pasar de ingeniería a letras. ¡No! Seguí yendo a la facultad de Ingeniería, pero en cuanto tenía oportunidad me iba de pinta, caminaba por la gran plaza y entraba a la Biblioteca Central Universitaria. Ahí estaban mis amigos esperándome. Comencé siendo un gran lector en mi pueblo y continué en la UNAM. ¿Cuántos libros leí en los años que estuve en la Facultad de Ingeniería? Unos cuatro o cinco libros de la carrera (incluso uno de electrónica en inglés, que me llevaba las horas de las horas para hacer el intento de traducción), pero leí cientos de libros de cuentos y novelas. Comprensible que, al final del tiempo de la carrera, yo tuviera adeudos de varios semestres. ¿En dónde entregaban título por ser un gran lector? En ningún lado. Fue cuando me enteré que si me hubiese inscrito en la Facultad de Letras habría leído mucho, con guía de maestros, y habría obtenido el papelito que mis papás esperaban en mi casa. ¡Uf! Demasiado tarde. ¡Cuatro años más tarde! Recuerdo que cuando estaba en el segundo año de carrera recibí un oficio donde me exigían presentarme en una oficina cerca de Radio UNAM, acudí, una señora bonita, con bata y logotipo de la UNAM, me recibió y me dijo que me sometería a un test de vocación. Comencé a llenar cuadritos y a responder preguntas. La señora revisó las hojas cuando terminé, se quitó las gafas, las puso sobre el escritorio, pulcro; me vio a los ojos y preguntó: “¿Y qué haces en ingeniería?”, yo (clásico de mi personalidad), lento de por sí en respuestas orales, puse mis manos sudorosas en mis muslos, las refregué sobre mi pantalón, y dije: “Estudio”. Ella entonces explicó que, de acuerdo a mis respuestas, mi perfil indicaba que mi vocación no eran las ingenierías sino las humanidades, y comenzó a enumerar una serie de carreras que brillaban, que parecían tintinear en mi espíritu, que barrían mi rostro con aire limpio: artes, teatro, cinematografía, filosofía, historia del arte, literatura, música, traducción… Dios mío, qué bonito. ¡Chin, sí, la había regado! Bueno, pues la seguí regando por dos años más. La señora no supo que si en ese momento me hubiese empujado habría cruzado el puente. ¡Nunca me dijo que podía recular, que podía enmendar el mal tejido! ¡Nunca me dijo que existía la posibilidad de solicitar cambio de carrera! Si demostraba que era un fracaso en las ingenierías y podía desarrollar mi intelecto en literatura o cine o historia del arte, tal vez las autoridades (no sé quiénes) habrían determinado mi cambio de carrera y hubiese iniciado algo que iba con mis gustos, mis preferencias, mis habilidades. Pero ella pensó que había cumplido con su trabajo al reorientarme, pero yo pensé (sí, así soy yo) que ahí había terminado todo. No debía estar en ingeniería, pero ya llevaba dos años, así que bien podía seguir otros dos más. Además, ¿con qué cara le decía a mi papá que me había equivocado en mi elección? Va. Con la misma cara que puse dos años después para decirle que, perdón, no había terminado la carrera. Lo que nunca dije es que sí le agradecía mucho, muchísimo, por darme la oportunidad de leer, leer toneladas de libros, libros que me gustaban, que me hicieron inmensamente feliz. No tenía papelito, pero es que a nadie le entregan un título por ser feliz. Yo había sido muy feliz. “Gazapo” fue el primer libro que leí en la UNAM. Ese título inició la relación de cientos de libros leídos. El término gazapo, lo sabe medio mundo, se usa cuando alguien comete un error sin mucha importancia al hablar o escribir. Yo, ahora lo veo, cometí un gazapo mental, dije ingenierías y debí decir artes. Por supuesto que enmendé de inmediato mi error y en lugar de acudir al aula de la Facultad de Ingeniería me senté en el césped de la plaza luminosa de la UNAM y me puse a leer, a vivir, con intensidad, a ser feliz. Pero de esto no notifiqué al señor Rector y por eso, al final, nunca recibí título alguno.

jueves, 15 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA PALABRA DE AIRE

Querida Mariana: La palabra es infinita, tiene millones de posibilidades. La usamos para orar, para bendecir, para lastimar, para herir, para amar, para soñar, para crear. Todos los días, a todas horas, en todo el mundo, las palabras son como canicas bajando en gradas, como pelotas rebotando en paredes, como agua rebosando en alcantarillas o en ollas, como papalotes volando todos los cielos. La palabra es como una taza de café, como un columpio, como un martillo, como una servilleta, como un pedazo de pay, como un pan compuesto, como un cerillo, como un abrazo o una bofetada, ¡un latigazo! A veces, qué bobo, pienso en cuántas palabras se dicen en un día. ¡Pucha! Si somos más de siete mil millones de seres humanos en el mundo, multiplicá este número por el número de palabras que cada persona dice durante el día, incluso anotá los balbuceos de los recién nacidos. Los adultos no escuchamos el sonido de las palabras de los recién nacidos, pero ahí están flotando en el ambiente cuando platican con sus ángeles o con los diablitos que ya quieren comenzar a joder la vida. ¡Ah, qué tachilgüil de palabras en cientos de idiomas! ¡Qué rebumbio de sonidos! Por eso, cada vez me gusta más el juego de Imaginá que te llamás, porque es como un ritual que reúne a las personas en torno del caldero que une palabras para formar nuevas asociaciones, nuevos collares para colgarse en el cuello del alma. La palabra sirve para imaginar, para crear. En la semana que fue entregado el Nobel de Literatura 2020 a una poeta, en nuestro juego de imaginación tuvimos la participación de la poeta chiapaneca Marvey Altuzar Figueroa. A ella le preguntamos: Imaginá que te llamás viento, ¿de qué sustancias están hechas tus palabras? Acá está la respuesta de Marvey: “Están hechas de sustancias puras y simples, del resplandor de oro que da el enamoramiento y la pasión; de la sustancia pura del diamante; es decir, la sonrisa de un niño, la palabra franca de un amigo, el asombro que trae la lluvia, el amanecer, un poema, el enamoramiento.” Mirás, querida niña, ¡cuántas brechas luminosas pueden abrirse con el juego de la palabra! Las posibilidades son infinitas. A mí me encanta abrir un libro y hallar miles y miles de palabras que cuentan historias de alcobas, de oficinas, de playas, de recámaras, de hoteles, de viajes, de cantinas, de burdeles, de salones, de templos, de dioses, de movimientos sociales, de cárceles, de huecos, de sombras y de luces. Mi amiga la poeta Marvey Altuzar Figueroa nos tocó con su palabra, en un entorno lleno de plantas, ella desgajó uno de los frutos más luminosos de la cultura del ser humano: ¡la palabra!, y nos legó un mensaje. La segunda pregunta fue: Imaginá que te llamás viento, si pudieras llevar voces, ¿cuáles elegirías? Marvey respondió lo siguiente: “Elegiría, sin duda, la voz del viento que levanta las olas y le confiere al mar esa erótica cadencia; la voz que trae al recuerdo la última palabra dicha por mi padre; la voz que trae los aromas de un amanecer en Comitán; la que se convierte en susurro y eriza cuerpos; la que trae las melodías; las primeras notas en la voz de mis hijos; las voces convertidas en poemas, de Jaime Sabines, Rosario Castellanos y otros poetas amados. Si fuera viento traería voces amorosas, sanadoras, que nos envuelvan en su frescura.” Posdata: Mientras la vida nos permita el juego ¡seguiremos jugando! Lo hacemos como un acto de agradecimiento a la vida. Jugamos, reímos. La palabra suena solemne, como campana en el templo; o suena alegre, como tiuca en el árbol; o suena tierna, como la voz sanadora de la poeta Marvey.

miércoles, 14 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON JUEGO INCLUIDO

Querida Mariana: No he visto a mi sobrina Pau desde marzo de este año. Ella ha permanecido en su casa y yo en la mía. Por fortuna, los chunches tecnológicos nos permiten estar en comunicación. Ella, muy afectuosa, me manda saludos todos los días. A veces, si no tiene tarea, me propone que platiquemos un poco y, a través de mensajes, platicamos y jugamos. Ayer me sorprendió porque propuso que jugáramos a Derbez. ¡Qué!, le escribí. Ella me respondió con un ejemplo y yo entendí. Quería que imitáramos al personaje televisivo que se llama Armando Hoyos. El ejemplo que me envió decía: “¿Qué hace Julio cuando llega agosto?” Pregunté si ella había inventado lo de Julio y agosto, y ella respondió con lo siguiente: “¿Cuál es el mayor colmo? Llamarse Rosa Espinosa.”, y luego agregó: Claro, tontito; es decir, sí, las frases eran gracejadas de ella. Me dijo que me tocaba, que debía decir una frase al estilo Armando Hoyos. Recordé al amigo que se llamaba Armando y, en la primaria, le decíamos Armando broncas, pero pensé que no agregaba nada novedoso. El nombre de Armando se presta a agregar mil temas: Armando Pifias, Armando Sueños, en fin. Ya me conocés, soy lento para responder a algún cuestionamiento y cuando algo se me ocurre es medio perverso. Por eso, Lupita Ruiz dice que su mamá, doña Piedad, a veces decía: “Hoy estuvo malcriado el Molinari.” ¿Por qué digo esto? Porque lo primero que se me ocurrió fue: “Vegetariano, ¿es un culo que vegeta?” Pero no podía mandarle esto a Pau. Primero porque era de mal gusto y luego porque, sin duda, es parte del repertorio del tal Hoyos (porque hoyo y culo…, ya, ¡ya!, dejó de decir perversiones. Bueno, por el momento). Así que le pensé tantito y cuando recibí el mensaje de Pau urgiendo a que le diera mi frase, escribí: “Cuando la niña extraviada es localizhada, ¿es gracias a la intervención de esta última?” Esperé la respuesta de Pau. Gracias a Dios, segundos después recibí una carita sonriente y la siguiente palabra: localizhada, qué bonito. Vaya, había pasado la primera prueba. Entonces, ya encarrerado, le dije a Pau que le tocaba y ella escribió: La que se apellida Abarca, ¿ya no deja nada para los otros? Ah, qué bonito, qué simpático. Sí. Entonces, como platicábamos, a la vez que jugábamos, le puse el dicho de “el que mucho abarca poco aprieta” y al escribirlo pensé en una bobera y se lo mandé: El que mucho ¡ah, barca! mucho navega. Y volví a recibir otra carita sonriente. Sí, estábamos jugando. Pensé en otra bobera. No se la mandé. Sólo a vos te la confío: “Cuando alguien que camina dice que está reco-rriendo, ¿debe hacerlo botándose de la risa?” Cuando más divertido estaba, Pau cortó el juego con el siguiente mensaje: “Me voy, porque me llama mi mamá. Besos, muchos.” Y ahí acabó el juego, pero pensé en otras frases, que se me quedaron en el tintero. A ver te paso una y me decís si entra en el juego: “El novio que tiene novia fea, ¿se justifica diciendo que no vio?” ¿Está simpático o es una tontería? Tengo más. Lástima que vos estás con tu novio ahora, porque si no jugábamos. Tengo otra. Dice: “Cuando alguien desparasita al ganado, ¿lo puede hacer sin cita?” No sé si está simpático, pero ingenioso sí. En fin. Hay frases más ingeniosas que otras, pero el jueguito es divertido. Tal vez ahora que leés mi carta estás pensando en alguna frase simpática, estilo Armando Hoyos. Posdata: Así como el nombre de Armando permite mil agregados, pienso que todas las palabras terminadas en ano, también permiten mil juegos. Si yo viviera en España nadie se molestaría por la palabra culo, allá todo mundo dice culo con la misma naturalidad con que acá decimos gis o nube. Pero, como acá en Comitán al culo le decimos tutís, puedo jugar así. Suriano, ¿es un tutís que mira hacia el sur? Tétano, ¿es un tutís revuelto con una chichi? Mariguano, ¿es el tutís drogo de la Mary? Anciano, ¿es un tutís que no sabe decir así y dice ansí? Y acá le paro, porque ahora pienso que todo se presta a albur y no falta el fulano que al oír culo o tutís diga: Presta pa’la orquesta. Adiós.

martes, 13 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN PROMOCIONAL MARAVILLOSO

Querida Mariana: los comitecos nos sentimos chentos de nuestro pueblo. A la hora de hablar de sus virtudes se nos ilumina la boca. El presidente municipal dice: ¡Comitán somos todos! Así es. Todos somos Comitán, todos hacemos a Comitán. Ayer, el presidente municipal rindió su Segundo Informe, en el Auditorio Belisario Domínguez, antes de su mensaje hubo un video con la síntesis de los logros de este año. El video estuvo divido en segmentos, en uno de ellos apareció un video promocional de esta bendita tierra. El video promocional, entiendo, estará disponible para que todo mundo lo vea en redes sociales. ¡Vale la pena! Sí. A mí me gustó el concepto y la realización. El video tiene el siguiente título: “Piensa en Comitán.” En dos o tres minutos, el video nos presenta una probadita de nuestro pueblo. Está hecho con profesionalismo. La chica que aparece ahí (me dicen que es Estefany Trujillo), con su carisma, trasmite una sensación exquisita. Tenés que mirar el video, porque como dice el guion “Lo que quisiera contarte nunca se va a comparar con lo que sentirás estando aquí”. Bueno, lo que acá pueda contarte no puede reflejar la riqueza de las imágenes. Tenés que verlo. Te invito a hacerlo. Me contaron que este trabajo lo realizó la empresa Video Discover Mx y es parte de un plan de Reactivación Turística, a través del Programa de Visit México. Estefany nos lleva de la mano por algunos lugares que, insisto, dan una probadita de la riqueza natural y cultural de nuestro pueblo. Vas a pensar que es una bobera lo que diré, pero en este video no aparece la zona de Los Lagos de Montebello ni la zona de El Chiflón, porque luego ya mirás que los vecinos se quejan de que nos apropiamos de esos espacios regionales. ¡No! Acá en el video “Piensa en Comitán” aparecen sólo espacios de nuestro municipio y esto da una muestra de la belleza de nuestro entorno. Somos (y eso nadie lo puede negar) el punto de confluencia para ir a otros espacios maravillosos, pero este video nos dice a propios y extraños que debemos apreciar la riqueza de lo que nos corresponde. Digo que Estefany va a muchos lugares comitecos, mientras una voz en off dice lo siguiente: “Yo creo que todos a lo largo de la vida vamos perdiendo la capacidad de sorprendernos, pero también creo que hay momentos y lugares que tienen un instante para enseñarte lo maravilloso que es volver a vivir. ¡Atrévete a hacer algo que siempre quisiste y te aseguro que nunca te arrepentirás! Lo que quisiera contarte nunca se va a comparar con lo que sentirás estando aquí. Y cuando creas que ya has terminado, te darás cuenta de que sólo estás comenzando y vas a querer volver. La próxima vez que pienses en viajar, piensa en México, piensa en Chiapas, ¡Piensa en Comitán!” ¿Mirás qué genialidad? El video nos invita a recuperar el asombro y esa recuperación, perfectamente puede ser extasiándose con los colores, aromas y sabores de Comitán. Me gustó el lema: ¡Piensa en Comitán! Esta frase da para reflexionar en muchos aspectos. Los comitecos siempre debemos pensar en Comitán. Ahora, la invitación es para que también millones de personas de otros lugares ¡piensen en Comitán! Estefany llega a Comitán a través de la carretera, en una combi, pasa por debajo del arco recién inaugurado en la entrada y camina por el parque central, en una mañana soleada, luminosa; luego se da una vueltita por un campo lleno de magueyes (un magueyal) y recibe una copa de la famosa bebida llamada comiteco y se echa el pitutazo. ¡Salud! Ya con el espíritu calientito camina al lado de los chorros de La Pila y se dirige hacia el templo de San Caralampio, nuestro santo consentido. Luego, una vueltita por el interior del templo de San José y por el Museo Rosario Castellanos y, ya emocionada por el recorrido, un descanso (break corporal, decía el tío Samy), un descanso en un yacuzzi, en un hotel de primera (que hay muchos en nuestro pueblo) y un buen masaje con piedras calientes, sólo para correr, literalmente correr, hacia el campo de aviación para treparse a una avioneta y realizar un sobrevuelo y, como ave admirar a Comitán desde lo alto, y más tarde, con emoción desbordada, subir a una cuatrimoto y llegar a la laguna de Chukumaltic y bucear y luego hacer rapel en una sima y elevar los brazos y recibir la bendición del sol afectuoso de esta tierra; más tarde baja por una estructura prehispánica y visita el Orquidiario y se sorprende, como niña, ante la belleza de la flora de la región y, antes de despedirse, ya con la maleta de rueditas, se sienta un rato ante la mesa para degustar un pan compuesto y presenciar una danza tradicional y dar un paseo en bicicleta y, para rematar, por supuesto, come una rica paleta de chimbo.” Posdata: Todo esto en cosa de dos minutos, segundos más, segundos menos. Sí, me gustó el video promocional. Nos motiva a los comitecos a amar y respetar esta bendita tierra, e invita a los visitantes a que piensen ¡en Comitán! La ilustración es un fotograma que me robé del video original. Ni me preguntés cómo es que hago captura de pantalla, porque luego ni sé, pero ahí queda.

lunes, 12 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON PREMIO INCLUIDO

Querida Mariana: ¡Tenemos premio! El Nobel de Literatura 2020 se lo concedieron a una poeta de Estados Unidos de Norteamérica. La lengua inglesa se vistió de frac la mañana del 8 de octubre, día que la Academia Sueca dio la noticia. A las seis en punto de la mañana, hora de Chiapas, el mensajero salió de una puerta, en Estocolmo, y dijo, palabras más, palabras menos (no sé sueco): “El Nobel de Literatura es para Louise Glück (lo pronunció como Glick, así sonó).” Como buen snob que soy, de inmediato busqué una muestra de su creación en Internet, porque nada había leído de ella. Como a millones de lectores en el mundo, Louise era una soberana desconocida para mí. Hallé un poema. Lo leí y, al final, concluí con un comentario bobo: No alcanza las “altas alturas”. Dirás que es una frase equivocada, que la redacción es incorrecta, pero expresa lo que siento de la poesía de la premiada en este año de la pandemia. A veces pienso en los poemas como papalotes, los veo volar por los altos cielos. Hay poemas papalote que se van al suelo, otros no alcanzan a despegar, otros se pierden en el infinito. Pocos son los que hacen las delicias de los niños en el campo a la hora que corren. Los verdaderos poemas son los que se sostienen en la altura, los que se funden en la esencia del aire. Los lectores corremos como niños en el campo, reímos, gritamos, movemos los brazos y nos alegramos al ver que el papalote ¡vuela!, se funde en el aire, es parte del aire. Iván Ibáñez me invitó a comentar el nombramiento de este año, en el noticiario radiofónico Noti-vos. Ahí comenté que las apuestas le atinaron en la predicción de que la premiada del año 2020 sería una mujer, pero la elegida no fue ninguna de las que aparecían en las listas de posibles. A mí me sorprendió leer en el periódico La Jornada un comentario de Manuel Borras, quien es el editor de la obra en español de Louise Glück. Dijo, ¡uf, qué declaración!, que los tirajes de sus libros no son los grandes tirajes y que tiene muchos en bodega. Luego que digerí la declaración pensé que sí, que era algo que no debía sorprenderme. El mundo de los lectores de poesía en el mundo es escaso, breve. Los lectores de poesía conforman un círculo reducido de privilegiados, porque disfrutar la poesía es un privilegio de la vida. Yo, lo sabés, soy un gran lector de narrativa. Me encanta leer novelas, biografías, cuentos y crónicas. Leo poesía, pero prefiero que la palabra me cuente una historia. En el noticiario de Iván dije que el 2020 ha sido un año terrible. Siempre se dice que la realidad supera a la ficción y el año de la pandemia ha confirmado tal idea. En el 2020 la realidad superó a la ficción con creces. Jamás imaginamos una realidad tan cruenta. Así pues, la Academia nos manda un guiño: leamos lo más preciado de la palabra: poesía, que la poesía sea como un bálsamo para el corazón. Para historias ya tenemos bastante con las que se están generando en todo el mundo. Lo que se está dando en las oficinas, en las bodegas, en los negocios, en los cuartos, sobre todo en el interior de las casas. Las historias que ahora mismo se están viviendo son, sin duda, el cimiento cruel de lo que aparecerá en los libros del futuro. Sí, también la poesía abrevará en esta realidad, pero la poesía no nos contará la historia desnuda, nos dará pétalos sugerentes que volarán por los cielos que, esperamos, vuelvan a ser limpios. Los millones de lectores de narrativa se sintieron frustrados. Hubo frustración también en los grandes grupos editoriales, porque las ventas de libros de narrativa no pueden compararse con las ventas de libros de poesías. Las editoriales apuestan por las grandes tiradas, por las grandes historias. De hecho, el editor en español de la poesía de Louise Glück es una pequeña editorial. Ahora, esta editorial sacará los libros que permanecían en bodega y, sin duda, hará reediciones, porque la poesía de Glück será buscada, será leída. Siempre bendigo el instante donde la Academia Sueca anuncia el nombre del más reciente Premio Nobel de Literatura, porque el mundo vuelve la mirada hacia el arte y eso es noticia plena. En medio de tanta noticia nefasta, llena de sangre, es acto noble recibir una noticia donde la palabra aparece limpia, como lavada en río intocado. Hice un ejercicio de comparación. Soy un snob bobo. La Academia Sueca privilegió la “austera belleza” de la escritura de Louise. Pensé, inevitablemente, en la poesía de otra premiada con el Nobel: la poeta polaca Szymborska, cuya poesía también puede definirse como de austera belleza, una poesía sencilla, pero sublime. Concluí que el papalote Szymborska es un papalote que vuela sin caerse. Posdata: Pero, bueno, el nombramiento de Louise puso en el candelero una vela que iluminó estos tiempos oscuros. ¡Qué bueno que exista el Nobel de Literatura! ¡Qué bueno que la palabra recupere su brillo! ¡Qué bueno que la poesía sea como una oración para recibir la vida! Leeré a Louise Glück y, por supuesto, a Wislawa Szymborska.