sábado, 31 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CHISMES Y OTRAS VAINAS

Querida Mariana: dejaríamos de ser pueblo. Los comitecos tenemos fama de ser chismositos. Ah, faltaba más. Todos los pueblos del mundo lo son. Ahora sí, que arroje el primer rumor quien esté libre de culpa. Todos somos pecadores, unos más, otros menos, pero todos hemos caído en la tentación. “¿Ya supiste que fulanita hizo tal cosa?” Ah, es el demonio que se apodera del espíritu de quien cuenta la historia. Los escuchas no podemos evitar el morbo, abrimos los oídos como si fueran huecos de albañal y escuchamos. Y digo que en todos los pueblos del mundo hay chismosos, porque las herramientas tecnológicas actuales prevén eso. Vos tenés cuentas en Facebook, Instagram y twitter. Estas plataformas, entiendo, constituyen las llamadas redes sociales; es decir, los espacios públicos donde se ventila información personal o de puntos intermedios. A mí me sorprende cómo el WhatsApp está diseñado para que caigamos en la tentación del chisme. El WhatsApp jura y perjura que los chats tienen candados y nadie más que los actores tendrán acceso a la conversación. ¡Mentira! Bueno, eso es cierto. Pero, al final, la conversación privada puede convertirse en pública. ¿Por qué? Ah, porque uno de los participantes en el diálogo cae en la tentación proverbial de compartirlo y esto cae en el territorio infinito del chisme. Somos chismosos. Ahora, el chisme está corregido y aumentado. Te pregunto: ¿vos has caído en la tentación de compartir un mensaje que te envió un amigo? ¿Verdad que sí? Todo mundo lo ha hecho. ¡Dios mío! Nunca se había dado el fenómeno con tal alevosía. Escribo algo en una conversación contigo y esa línea puede ser copiada. La plataforma dice que hay candados suficientes para que nadie pueda ver las conversaciones privadas. ¡Ah, gracias a Dios! Mentira. Pucha. Hay delincuentes cibernéticos, expertos en robar información. Pucha, ¿qué se puede esperar cuando nos enteramos que roban los documentos ultra secretos de instituciones del gobierno? Nosotros, que somos pobres venaditos de la serranía, somos vulnerables. Los papás recomiendan a los hijos que tengan cuidado con lo que dicen en conversaciones telefónicas, porque pueden estar intervenidas. ¿De verdad? Entiendo que intervengan las conversaciones de los grandes personajes, porque esa información es valiosa en actos de chantaje, pero ¿a quién le puede importar lo que dice el Molinari? Pues resulta que sí. Y, bueno, todo mundo tiene sus secretitos y éstos se comparten sólo con los íntimos. Pues, los papás recomiendan a sus hijos que no publiquen cosas que sirvan para que otros hagan mal uso de ello. Nada de andar divulgando información confidencial. Dios mío, qué difícil. Los comitecos de mediados del siglo XX chismeaban. Las sirvientas iban al mercado muy temprano, ahí era un centro de información maravilloso, ahí estaban los chismes bien calientitos, como si fueran tamales de bola. La sirvienta llegaba con la bolsa del mandado y la señora, mientras se ponía crema en la cara y se peinaba, oía el chisme del día que era transmitido por el que vendía la carne o la que vendía la flor de calabaza. A doña fulana le había pasado tal cosa, don fulano había hecho tal acción. Cuando llegó el teléfono, este aparatito sirvió para que se transmitieran los rumores con mayor comodidad y velocidad. El teléfono, en Comitán, fue uno de los principales conductores del chisme. Hubo personas que terminaron con la oreja colorada de tanto estar pegada al auricular. ¿Y ahora? Ah, qué bendición. Los celulares son el vehículo ideal de información. El teléfono permite que cuando escribís un mensaje lo podás borrar, esto se hace cuando, por ejemplo, escribís algo muy íntimo, esperás que el destinatario lo lea (aparecen las dos palomitas en color azul) y luego pinchás donde dice: “eliminar para todos”. Ah, en ese momento se siente una gran tranquilidad, porque (se supone, se supone) a partir de ese instante nadie más podrá enterarse de lo que dijiste. No sé, no sé, dudo mucho. A la hora que mandás algo al basurero cibernético, ¿de verdad desaparece lo que escribiste, lo que mandaste? No tengo la certeza. Por eso, lo mejor es hacer caso a los papás, quienes recomiendan tener mucho cuidado a la hora de enviar mensajes y de publicar fotos. ¿Fotos íntimas? ¡Nunca! Ni se te ocurra. Por ahí los novios piden el “pack” a sus novias, jurando ante dios Huitzilopochtli, que eso sólo será para ellos. ¡Mentira! Lo conservan en los archivos y luego, cuando la relación truena, no falta el indigno que pasa el “pack” a los amigos y uno de ellos lo comparte en redes. Los chismosos de los años cincuenta del siglo XX nunca imaginaron que sus métodos serían superados. Los chunches tecnológicos han permitido que los chismes lleguen a todas partes en forma inmediata. Las redes sociales sirven para estar comunicados con amigos cercanos y distantes. Porque, en el Facebook nuestro círculo de amigos se ha ampliado. Tengo (quién lo diría) “amigos del Face”; es decir gente que lee mis textos y que en el diario interactuar nos hemos conocido. El Face sirve para lo que fue creado: ser un libro de rostros, ser un álbum de fotografías abierto a todos los amigos virtuales (algunos conocidos y otros desconocidos). Es imposible que alguien que tiene cinco mil amigos en el Facebook pueda determinar a ciencia cierta en dónde están los amigos que pueden visualizar su muro. Las redes sociales nos acercan el mundo, nos ayuda a estar comunicados, pero (¡faltaba más!), también permite que el rumor crezca. Ahora está de moda lo que se llama “Fake news”; es decir, noticias falsas. Ah, esto no es más que la profesionalización del chisme. A mí me sorprende la capacidad que tienen algunas personas que se especializan en hacer los llamados “memes”, que son etiquetas jodonas, enloda honras. El chisme antiguo enlodó muchas historias personales. Conocí a un compa comiteco que fue a vivir a otra ciudad y una vez que lo encontré en la ciudad donde radicaba (yo había ido a un congreso de literatura), él me dijo que extrañaba al pueblo, a algunos amigos y familiares, asimismo extrañaba mucho la comida comiteca, pero nunca terminaría de dar gracias a Dios por haberse alejado de un pueblo tan chismoso, tan jodón. ¡Uf!, ¿qué decir a eso? Nada, ya el mundo ha dicho desde siempre: pueblo chico, infierno grande. Esto no se inventó por Comitán, ¡no! El mundo es mundo desde el principio. Los que saben dicen que el chisme apareció desde el principio, que alguien (jodón primigenio), fue con el chisme con Dios: “Fijate, gran poderoso, que la tal Eva contradijo tu mandato y, la muy golosa, cortó fruto del árbol prohibido, del árbol del bien y del mal”. ¡Andá a saber, pero no va lejos! El Facebook ha sido una gran ventana para ventilar trapitos, limpios y sucios. Los papás sugieren cautela, pero hay muchos que no hacen caso y ahí están subiendo fotos de todo para todo. Los desconocidos sabemos sus gustos, sus preferencias, sus amigos, sus familias, sus casas, sus ranchos, sus autos, sus bebidas, sus novios, sus caballos, sus debilidades, sus fortalezas. El Face es una genial invención, una invención del genio del hombre, una invención hija de los grandes chismosos antiguos, de los que conocen bien nuestras debilidades. Mis amigos del Face suben fotografías, tengo amigos profesionales que suben verdaderas obras de arte, otros suben las fotos casuales, las que toman a la hora que comen un pan compuesto (no importa que salgan manchados de salsa, no importa que muestren sus comisuras enharinadas). Otros amigos comparten fotos arregladas con Photoshop, se ven tan lindos, tan actores de Hollywood; otros más son felices subiendo fotos con sus hijos, con sus amigos, con sus parejas (hasta el momento no hay muchos que suban fotos con sus kikurikus, pero hay). Muchos nos cuentan qué desayunaron, a qué hora se levantaron, cuántas veces orinaron de seis de la mañana a dos de la tarde; otros preguntan dónde hallar un plomero que no cobre caro; muchos más (que sueñan con el éxito) comparten poemas, estilo Octavio Paz revuelto con Paquita la del barrio; una gran cantidad de amigos suben sus fotos en aeropuertos o de cielos a la hora que vuelan o con sus mascotas en los aviones; selfies en plazas, en restaurantes, en auditorios, cantinas, templos (pocos son los que suben de lupanares, pero hay). Suben los reconocimientos que han recibido, desde premios literarios hasta diplomas por cumplir cincuenta años de servicio. Suben fotos de diversas celebraciones sociales: nacimientos de hijos o nietos, bautizos del sobrino consentido, quince años de la hija pequeña, matrimonio de los hijos de amigos favoritos (pocos son los que suben fotos de hijos fuera del matrimonio, pero hay); y mi querido amigo el maestro Temo Alcázar sube fotos de sus amigas en el gym. Posdata: somos chismosos por naturaleza. En nuestro carácter existe un morbo natural por lo desconocido de los conocidos. No podemos evitar el pecado de la intromisión. Es algo feo andar metiéndose en vidas ajenas, sobre todo sin tener la certeza de lo que otros cuentan. A veces derrapamos y replicamos la historia sin conocer el entorno y las motivaciones. Ah, el chisme ahora anda en mil y una pantallas y no hay genio que lo impida. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 29 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN PUNTO

Querida Mariana: el sabio dijo: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Verdad física irrebatible, pero a la vez ¡irrealizable!, imposible. El escritor piensa que, tal vez, el punto de apoyo sea la palabra y que esta transforme el mundo. Una palabra para mover el mundo. ¿Cuál la que haga el prodigio? Hay miles, miles de palabras. Es preciso buscar la más poderosa, porque como todo lo que existe en el mundo, hay palabras fuertes y palabras débiles; palabras juguetonas y palabras solemnes; palabras bufanda y palabras playera; palabras playa y palabras pedregal; palabras aire y palabras muro. ¿Cuál, niña mía, es la palabra que puede servir para que cumplás tus deseos, tus sueños, de hacer más humano a este mundo inhumano? ¿Has pensado en la palabra escalera? La escalera sirve para bajar y para subir. No siempre es bueno subir, a veces, la vida recomienda bajar. Millones de personas, aun cuando parece un contrasentido, encontraron el rumbo al topar fondo, como si el fondo fuera el punto de apoyo para mover su mundo, como si ahí estuviera el hueco para afianzar la pértiga que permite el gran salto hacia arriba. ¿Has pensado en la palabra éxito o en la palabra arriba? Muchas personas piensan que estas palabras están imbricadas y son el común denominador para sentirse importantes. Lo mismo que se dijo con la escalera, no siempre la razón de la existencia está fincada en ambas palabras, no siempre el éxito es hilo para estar completo, ni estar en la cúspide es signo admirable. A veces, no siempre, a veces, quienes están en la parte más alta del edificio o de la montaña son ciegos y no ven nada de la grandeza; a veces, no siempre, a veces, los exitosos viven en una burbuja llena de lodo, de vómito y de saliva pestilente. ¿Basta una palabra para mover el mundo? No sé si en la historia de la humanidad hay ejemplos, no lo sé. En los años setenta, querida mía, dos palabras nos llegaron de lejos. Los chavos comitecos de entonces nos las tatuamos en el alma y, sin comprender bien a bien su mensaje, las repetimos, las usamos en las playeras, las dibujamos en carteles sicodélicos que colgamos en las paredes de las recámaras: ¡amor y paz! Hoy, muchos años después, pienso en el valor de ambas. ¡Amor y paz!, fue el grito que pregonamos los chavos de todo el mundo, en los años setenta, en medio de una guerra estúpida, los muchachos exigíamos un mundo donde imperara el amor y la paz. Este grito sigue escuchándose, pero es como dicen los predicadores, una voz en el desierto, no hay un muro que replique el eco, que lo multiplique. Hablo de los años setenta del siglo pasado; millones de personas en estos veinte del siglo XXI seguimos sembrando estas palabras en el aire: ¡amor y paz! Sin embargo, lo que impera en el mundo es lo contrario, el mundo está lleno de discordia, lleno de guerra, lleno de mierda. Dije mierda. ¡Qué pena! Muchas personas creen que esta palabra es la que debe definir el mundo, su vida, es su punto de apoyo. Nos hace falta hallar la palabra adecuada. Los que saben nos han explicado que la gran transformación comienza con el trabajo que se hace en la pequeña parcela personal. El mundo es tan grande, está lleno de personas que se alimentan de mierda y que desean hacer mierda el mundo. ¿Cómo luchar ante ello? ¿Cómo sembrar luz? ¿Cómo hacer un punto de apoyo luminoso? ¿Has pensado en la palabra punto? La solicitud del sabio fue tener un punto de apoyo; es decir, para apoyarse es preciso tener un punto. Nada puede hacerse sin ese especial elemento. El origen del universo, nos explican los sabios, se dio a partir de un pequeño punto que detonó el enormísimo Big Bang. Los más excelsos dibujantes saben que todo es una sucesión de puntos, uno tras otro. Tal vez el mundo exige esto para el cambio: una sucesión de puntos, personas, que caminen en la misma senda luminosa. Posdata: ¿basta una palabra para mover el mundo? Muchas personas creen que sí es posible. Millones piensan que la palabra es Dios; millones creen que la palabra es revolución; millones apuestan por siembra; otros por luz; muchos más por amor; y millones por paz. Pero, hay que admitirlo, con cierta pena, siglos van, siglos vienen, y ninguna palabra ha sido la efectiva. ¿Será exterminio lo que hay más certero en el horizonte? ¡Uf! ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 28 de diciembre de 2022

POR INOCENTE

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que tienen espíritu de 10 de mayo, y mujeres que tienen espíritu de 28 de diciembre. La mujer espíritu de 28 de diciembre nació con la vocación del día de los inocentes. Su vida transcurre en medio de un espíritu juguetón, de un espíritu que hace bromas, porque su naturaleza así lo indica. Por esto, sólo es comprendida por espíritus similares. Los pedantes y soberbios no son para ella; las personas solemnes la rechazan, la odian. Ella genera sentimientos adversos en gente fifí; por el contrario, es reconocida como luz maravillosa por quienes, igual que ella, ven la vida como la ventana donde la existencia vuela como papalote. Ella, al levantarse, corre la cortina, pone música y baila, se pone un tutú y se pone en puntillas, como si fuese bailarina de ballet; se hace un peinado afro y baila como si estuviese en una disco; se viste con un batón hasta los tobillos y canta como si fuera integrante de un coro mormón. Busca los silbatos y baila al ritmo de samba, nalga a la izquierda, nalga a la derecha, brinco con ambas piernas, pasitos deslizados sobre el piso, movimiento de pelvis estilo Elvis Presley. Salta la cuerda, golpea el saco en el gimnasio; se pone un par de botas hasta la rodilla y sale a pedir dinero prestado, porque sabe que ella es la reencarnación del día de los inocentes; sabe que todo mundo es inocente, sobre todo los hombres que caen rendidos ante su belleza. Los pobres inocentes creen que ella podrá caer en sus redes, cuando, en realidad son ellos los pobres peces que terminan boqueando, sin dinero, sin sus deseos cumplidos. Es hija y a la vez madre del engaño. Su cantaleta diaria es: “inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día nada me debes dar”. Ella engaña, pero no miente. Desde el primer momento advierte que ella tiene espíritu de día de los inocentes, que su juego de vida es el sutil engaño, el dar gato por liebre, el encanto de la maga seductora. La versión pueblerina dice: “pégame, pero no me dejes”, ella es quien promueve el “engáñame, pero no me abandones”. El engañado vive feliz, su masoquismo lo lleva a despreciar todo lo material perdido, con tal de disfrutar el encanto de verse engañado en un acto de prestidigitación. Quien está al lado de ella vive en una permanente burbuja de artificio, donde la trampa es el puente para pasar a la otra orilla, orilla que también es puente levadizo, arena de miel ficticia. Acá nadie se siente engañado, porque el engaño es producto de lo no advertido. Acá, todo mundo sabe que el juego es, precisamente, hallar en dónde se encuentra escondida la bolita, sabiendo que todo es una ilusión óptica. Las inocentes palomitas que se dejan cautivar por esta maravillosa mujer viven felices. Todo mundo de afuera los ve con resignación, piensan que son pobres tontos, pero ellos saben, desde el principio, que el juego es el permanente acto de magia, donde nada es lo que parece. Insisto, no son engañados. Ella es la mujer más honesta del mundo, desde el primer momento advierte: soy mujer con espíritu de 28 de diciembre, conmigo nada es lo que parece, lo que me das lo desaparezco. ¿Quieres jugar? Es tan honesta su invitación que muchos aceptan y todos viven fascinados, porque les encanta ser inocentes palomitas que se dejan engañar, sabiendo que la vida no es lo que uno piensa o desea, sino el pozo de luz que tampoco existe. Mejor vivir engañados que frustrados. Con ella, la silla se vuelve mesa y la mesa se vuelve cama. Se hace el amor como si la comida fuera el acto más sexy del mundo; con ella, el brazo se vuelve labio y el labio lengua. Se hace el amor como si la palabra fuera el vehículo ideal para decir ¡te amo! A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como la hierba que crece en la base de un faro; y mujeres que son como la ventana que se abre hacia adentro. ¡Tzatz Comitán!

martes, 27 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON HISTORIA

Querida Mariana: Raúl, hace años, me contó una historia. No la recuerdo bien, pero trataré de contarte lo esencial. Dice que iba con un amigo en un auto, en una terracería, polvosa, sin tráfico. El amigo le contaba que tenía dudas acerca de la fidelidad de su novia, Raúl trataba de darle ánimos, conocía a la novia del amigo, bella, linda, pero decente, Raúl decía que ella era incapaz de serle infiel. Iban en esas cuando vieron, como a cien metros, un auto rojo estacionado debajo de la sombra de un árbol, la puerta del copiloto estaba abierta, una chica estaba recargada en el auto, ella abrazaba al chico. El chico escuchó el auto de Raúl, se separó de ella y ésta se sentó en el asiento, el chico vio hacia el otro lado, la chica bajó la mirada. Raúl y su amigo ignoraron a la pareja, el amigo dijo: “están dándose un fajecito” y el auto pasó al lado del carro rojo. Metros adelante, Raúl vio por el retrovisor que el chico se agachó, debía seguir besando a la chica, la puerta siguió abierta. Raúl dice que entre él y su amigo se hizo una burbuja de silencio opresiva. Un buen tramo, dando tumbos, por lo irregular de la terracería, ninguno de los dos comentó algo, hasta que el amigo le dijo que la blusa de la chica se parecía mucho a una que usaba su novia. No, no, dijo Raúl, no vayás a decirme que creés qué… El amigo preguntó si podían regresar, sólo para asegurarse que no era la novia. No, le dijo Raúl, no podemos hacer eso, el chico puede molestarse, no sabemos si tiene una pistola, no sabemos quién es, además es una bobera lo que decís, no puede ser tu novia, ¿no viste que su cabello era corto? Tu novia, dijo Raúl, tiene el cabello largo. Es cierto, reafirmó el amigo, ¡es cierto!, sonrió, bajó completamente el cristal de la ventanilla y aspiró. Hasta acá lo que sucedió en el camino de terracería. Raúl pasó a dejar al amigo a su casa, vivía con los papás, y luego pasó a la de él a sacar un suéter, porque iría al cine con su novia. Cuando llegó a casa de la novia, ésta salió, subió al auto, lo besó. Raúl sintió cierta turbación, sintió algo feo en el estómago, un calor le subió al rostro, porque se dio cuenta que el color de su blusa era igual que el de la chica de la terracería. Raúl apagó el auto, abrazó a su novia y halló que en el hombro había una hoja, pequeña. La tomó y se la mostró a la novia, ésta sonrió, dijo que tal vez era del sitio, había estado cortando unos duraznos. Raúl le preguntó si había salido esa mañana, ¡no!, dijo ella. ¿Cómo puedo estar seguro? Su novia se echó para atrás, se soltó del abrazo y le preguntó qué le pasaba. Nada, dijo él. No, sí, a ti te pasa algo, algo extraño, me preguntas como si me acusaras de algo. ¿Qué te pasa?, y se separó en forma total. Esto me lo contó hace muchos años. Raúl me dijo que hubiese querido decirle la verdad, pero sabía que ella estallaría, porque ¿qué podía decirle si la estaba acusando de una infidelidad absurda? No acabó ahí la cosa. Raúl prendió el auto, dijo que sólo eran preguntitas, que no debía molestarse, le había llamado la atención la hojita en la blusa y por eso había preguntado si había salido, tal vez era hoja de un árbol de la calle, porque había hecho mucho viento. La novia, entonces, le preguntó, ya en un tono irónico, si él había salido en la mañana. Si, dijo él, estuve con Santiago, fuimos a su ranchito. Ah, ya, dijo la novia, cuando se abrió la puerta de la casa, salió su mamá, Raúl saludó, ella le preguntó: ¿cómo estás, hijito? Bien, dijo él, ¿y usted? Bien, gracias, vayan con Dios, no regresen tarde, esta niña ha estado fuera de casa todo el día, y se despidió, iba a comprar tortillas. Raúl dice que sintió que el calor del infierno subía a su cara, vio a su novia y vio que ella también estaba con la cara toda roja. Tan tan. Posdata: ¿Y?, le pregunté a Raúl. Me dijo que nada. Que arrancó y fueron al cine, pero que algo, como un cactus espinudo, tenía trabado en el pecho. Siguieron siendo novios una temporada muy corta, como a los tres meses de este suceso terminaron por algo banal. Él comenzó a salir con otra chica y su ex novia estuvo sola por varios años. El amigo de Raúl se casó con la novia y dos años después se divorciaron, porque ella le fue infiel. Gracias a Dios no tuvieron hijos. Raúl me dijo que guardó la hoja del árbol, que estuvo tentado a ir al sitio para verificar, pero no fue necesario, porque al día siguiente le preguntó a la suegra, en un rato que estuvieron solos, por qué había dicho que su hija había estado fuera de casa todo el día, la suegra, mientras cortaba unas papas para la sopa, dijo: “Ah, es que estuvo toda la mañana en el sitio”. Tan tan. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 26 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON HOJAS DE MOMÓN

Querida Mariana: mi amiga Paty insiste que esto es hoja santa. No soy hombre de campo, no reconozco las plantas y árboles. Tal vez por esto me encantan los jardines botánicos donde cada ejemplar tiene su nombre, el nombre científico y el común. Busqué en el Internet el nombre de la hoja santa: “Piper auritum”, ah, pucha, sólo los científicos la nombran así. Ya estoy viendo a la tía Romelia diciendo: “Comé un tu tamalito de frijol tierno envuelto en piper auritum”, pucha, sonaría como platillo en restaurante mamila de cinco estrellas. No, en el pueblo lo llamamos hoja santa o momón. Este último nombre es más exclusivo. En todo el mundo se llama piper auritum, en regiones de América, hoja santa, y en el pueblo: momón. Me asombré cuando Paty, editora ejecutiva de Arenilla, dijo que era hoja santa. He visto plantas de momón, pequeñas, nunca con esta altura. ¿Era momón esta planta enormísima? ¿Por qué dudar si, insisto, soy un citadino que no salgo de casa, que no distingo entre una y otra hierba? Después del asombro inicial pensé en la bendición de esta tierra (Tzimol), porque, así lo decía el maestro Beto, en buena tierra se da la grandeza (bueno, debo decir que él había nacido en un lugar llamado La Grandeza y él fue un árbol majestuoso, un buen hombre). ¿Ya miraste la generosidad de esta mata? Dudo si llamarlo mata o árbol. ¿Qué palabra es la que puede hacer justicia a este enormísimo hato de hojas benditas? ¿Ramo divino? ¿Cogollo sensacional? ¿Puñado excelso? El nombre está muy bien puesto: hoja santa, hierba santa. Por ahí debe existir su contrario: la hoja del diablo, pero, al menos en nuestras tierras no se da. Acá todo parece una bendición. Y la bendición es total, sin regateos, porque esta hierba no sólo bendice los tamales que prepara la tía Romelia, sino que fue un abanico verde que refrescó mi mirada, cuando pasamos frente a este enormísimo ramo de vida. Pensé que la propietaria de la casa, con techo de lámina y ventanita coqueta, sembró un gajo de piper auritum y nunca imaginó que su mano sería también bendita, porque ¡qué buena mano tuvo!, porque no basta la buena tierra. Los sembradores saben que no basta, que es necesario que el acto de sembrar sea hecho por una persona con el suficiente conocimiento. ¿Recordás que en fútbol mexicano hubo un jugador que le llamaron “pata bendita”? Él tenía una patada prodigiosa (no sé si era la pata chenca la buena, parece que sí). Bueno, la propietaria de esta casa tiene “la mano bendita”. Hay muchas mujeres en nuestros pueblos que tienen manos benditas, que siembran matitas de momón y crecen como esta maravilla, que curan a sus pichitos cuando tienen empacho, que acarician a sus hombres con tal pericia que los hombres sienten un escozor sabroso en el espíritu. La piper auritum no sólo aporta un sabor exquisito a los tamales y a otros platillos, ¡no!, también es buena para tés sanadores. No soy hombre de campo, pero sí sé que cuando una persona tiene una dolencia del pecho un té alivia; no soy experto en vainas corporales femeninas, pero sé que cuando una niña tiene dolores menstruales puede amortiguarlos con un buen tecito. Es absurdo preguntar quién bautizó a esta hoja con tal nombre, lo trajo envuelto en su abrazo verde, desde antes de la Creación, el universo supo que esta planta se llamaría Hoja Santa, antes incluso que aparecieran los santos y santas humanos, mucho antes que el río y el mar recibieran la bendición del agua, mucho antes de todo, la piper auritum ya regaba sus dones en la tierra. Los expertos señalan que la hoja de momón tiene forma de corazón, de corazón con savia verde, con caricia húmeda de jade. Hay tierras pródigas, tierras que no escatiman sus dones; asimismo hay plantas generosas, que riegan esperanza, que son como dientes de león que esparcen sus bendiciones al mínimo soplo del aire. Posdata: no soy hombre de campo, soy gato casero. Cualquiera diría que me hace falta ver más “bax”, que me hace falta vivir con intensidad. No sé los nombres de las plantas, no reconozco las hojas. Qué bueno que no soy chef, en lugar de envolver los tamalitos con hoja santa terminaría envolviéndolos en hoja de ortiga. Fuimos a Tzimol a repartir ejemplares del más reciente número de Arenilla y nos topamos con este maravilloso árbol de nubes verdes. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 25 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA PINCELADA MARAVILLOSA

Querida Mariana: falleció Valdemar Castañeda. Hace dos o tres días me enteré que en este diciembre de 2022 falleció el gran artista plástico comiteco. Su genio no logró la aprobación social que merecía. Salvo algunas personas que reconocieron su destreza para el dibujo y para la pintura, la sociedad lo ignoró. Es una pena. Existen, vos lo sabés, muchos talentos que no alcanzan la admiración, por ignorancia o porque los intereses del mundo están basados en vainas alejadas del arte. Ahora estarás preguntando por qué incluyo en esta carta la invitación del día que inauguramos la Galería Bonampak. Una vez te conté que Valdemar fue alumno del maestro Paquito García. El maestro fue muy generoso con todos los chavos que se acercaban con el interés de descubrir los secretos de la pintura. En el taller lleno de luz por los grandes ventanales, Valdemar encontró cauce para su vocación artística. Valdemar se apuntó al enterarse que haríamos un reconocimiento al maestro Paquito en la Galería Bonampak, donde lo honramos al imponer su nombre a una de las dos salas (el otro nombre fue para el destacado artista plástico maestro Javier Mandujano Solórzano, el maestro Güero. Su retrato lo pintaron los hermanos Alfonzo Meza). Me dijo que él haría el retrato de su maestro y así fue. La noche de inauguración, el maestro Paquito develó el retrato que Valdemar pintó, un retrato colorido, con una pincelada llena de movimiento, de sapiencia. Valdemar fue un artista excelente. Y hace dos o tres días, en las redes sociales, en el muro de Pedro Damián Valdizón, con mucha pena, leí lo siguiente: "La comiteca" , un mural pintado para colección privada se encuentra exhibida en el Hotel Lagos de Montebello, tiene una peculiaridad especial pues el maestro que la elaboró, VALDEMAR CASTAÑEDA utilizó a su propia madre como musa, ella, la mujer del mural, es mi tía Rosario Valdizón Rovelo (QEPD), hoy mi primo, el autor de este mural, pasó a mejor vida, dentro de su trayectoria recorrió muchas casas de arte plástico, destacando en los murales, los retratos y los óleos pintados para lugares como la casa materna, el taller dentro del Turulete, el lienzo charro, colecciones privadas y escuelas como La Esmeralda. Qué en Paz descanse VALDEMAR CASTAÑEDA VALDIZÓN. Pedro dice bien, su primo Valdemar, gran artista plástico, destacó en murales y en obra de caballete. Algo de los grandes muralistas mexicanos anidaba en su espíritu, porque se sentía a gusto en los soportes amplios, generosos. Él mismo fue generoso en su vocación. Por desgracia, mucho de su obra no fue realizada en el lugar idóneo. Una vez lo encontré frente al templo que existe en el Puente Hidalgo, pintaba los muros interiores del jardín; en otra ocasión vi que pintaba una pared en una casa cerca de Telmex. Las dos obras están deterioradas, fueron consumidas por estar expuestas a las inclemencias. Por fortuna, como dice Pedro, el mural “La comiteca”, que está en un corredor interno del Hotel Los Lagos, se mantiene en buen estado. Este mural es muestra fidedigna del genio de Valdemar, el fondo contiene la fuerza de su pincelada vibrante, y el retrato de su mamá, más los detalles de los elementos que son síntesis del espíritu comiteco, muestran la delicadeza del trazo perfecto. Falleció Valdemar, mar infinito, mar lleno de trazos fuertes, con matices sublimes. Val de mar, de mar lleno de peces fugaces. Somos ingratos. Hoy, con pesar, te escribo esta carta. Reconocí el arte de Valdemar y cuando tuve oportunidad escribí elogios a su obra, pero las palabras no son suficientes, cuando la palabra es expresada en forma oral ¡se la lleva el viento!, y cuando aparece impresa en un papel, este papel es bálsamo para el alma, pero no para el cuerpo, el mejor papel para el cuerpo exigente (quiérase o no) es el papel moneda, el que permite satisfacer las necesidades básicas y deja que el genio se manifieste con plenitud. El talento de Valdemar fue desperdiciado por nuestra sociedad, siempre se vio forzado a hacer obras menores para conseguir el sustento. Esto que digo es el común denominador de millones de muchos talentos en el mundo. Quienes se dedican al arte reman contra corriente, en la mayoría de ocasiones la obra no es suficientemente valorada. De casi nada sirve el aplauso sino es acompañado con la adquisición de obra. Hoy queda de relevancia el apoyo que un amante del arte, el licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, le prodigó a Valdemar. Hoy, Valdemar ya no está físicamente con nosotros, pero ahí está su obra, obra genial. El nombre de Valdemar debe estar inscrito en el álbum de los artistas plásticos de Chiapas en un lugar preponderante. Al lado de la obra excelsa de Benjamín Crócker, de Javier Mandujano Solórzano, de Gloria Cruz de Gómez, de Mario Pinto Pérez… Posdata: no sé qué pasó con el retrato del maestro Paquito que Valdemar pintó. Cuando cerramos la galería, mi Paty y yo llevamos las placas y los retratos a la biblioteca pública Rosario Castellanos. Ahí estuvieron expuestos durante algún tiempo, un día desaparecieron. ¿Existen? Valdemar fue un retratista genial. Muchas personas con solvencia económica debieron contratarlo para dignificar el arte y el buen gusto en Comitán. Somos ingratos. Sólo aplaudimos, no ayudamos a la economía del fomento al arte, adquiriendo obra. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 24 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON FRUTAS DE TEMPORADA

Querida Mariana: la tía Romelia dice que ya es temporada de mandarinas. Sí, en navidad aparece la mandarina en esta región. La mandarina es una fruta sensacional. Te he dicho que es una fruta que me gusta. Está hecha para que quienes somos medio imprácticos no padezcamos. Pelar una mandarina es muy sencillo y luego su fruto viene cortado en gajos. ¡Ah, qué bendición! Las pizzas las tienen que cortar en cachos, el mango lo tenés que pelar, la manzana la agarrás a mordidas. En cambio, la mandarina, ah, qué delicia. Tomás un gajo con delicadeza y te lo zampás con emoción, con la papila gustativa hecha deseo. Llamó mi atención que la tía dijo “es temporada”. Ahora es temporada de frío por acá, frío moderado. En Estados Unidos de Norteamérica es temporada de nevadas; en Argentina, es temporada de calor. El ciclo de vida tiene temporadas. Cuando fui niño, lo hemos platicado, en la escuela había temporadas de juegos infantiles. Un buen día, alguien asomaba con un trompo y eso inauguraba la temporada de trompos. Al día siguiente, la cancha se llenaba de chiquitíos con cordeles y trompos de todos tamaños. Los más pueblo llevaban trompos con clavos de asiento. ¡Ah, eran unos señores trompos, trompos VIP! Estos trompos sólo los jugaban los expertos. En ocasiones veíamos con asombro cómo un trompo de asiento giraba en el aire y partía en dos una pequeña shuta tataratera, que tenía un clavo normal. Así como había temporada de trompo, llegaba la temporada de canicas, de yoyo, de saltar la cuerda y la temporada del burro (tiene otro nombre, pero no lo recuerda mi memoria pichancha). Este juego era muy divertido, pero peligroso. Para que no caigamos en tentaciones de una vez diré que yo sólo jugué canicas, me gustaba el de la timbirimba. ¿Jugar a saltar la cuerda o a los trompos o a los gallitos? ¡Jamás! Nunca juego que implicara riesgo físico. Así que cuando los compañeros de la escuela proponían jugar “burro” yo era un espectador maravillado, maravillado porque miraba cómo uno se ponía contra la pared de la cancha, abría las piernas y el primer compañero metía la cabeza en la entrepierna (Dios mío, qué complicado). A partir de ahí, los demás compañeros escondían la cabeza (como avestruces) en la entrepierna de los de adelante; es decir, quedaba cuello de uno con el culo del otro, y así cuatro o cinco integrantes. Esto formaba un trenecito maravilloso, con las combas de las espaldas. El otro equipo formaba una fila y el más hábil se colocaba al principio de la fila y daba un salto fenomenal, hasta caer sobre la espalda del segundo vagón. Pucha, era un juego de habilidad y de mucha resistencia física, porque el siguiente saltador procuraba llegar lo más lejos, quedar sobre la espalda del compañero para que el contrario que resistía el peso se fuera doblando, porque eso sucedía, los espectadores veíamos cómo los que estaban agachados se iban debilitando con el peso de los del equipo contrario. La nota excelsa era cuando el último pegaba el salto y desde lo alto se dejaba caer con todo su peso, era el momento (casi siempre) en que el de abajo no resistía y caía contra sus rodillas y así la pirámide humana se venía hacia abajo. Eso significaba que el equipo que se había puesto como tren había perdido y debía volver a colocarse. Si el equipo resistía, entonces el equipo contrario se ponía. Verlo era muy divertido, jugarlo también. Todo mundo se divertía. Hoy pienso que era un juego extremo. En primer lugar, el que se ponía de poste corría el riesgo de que en cada envión le tocaran sus huevitos y los otros corrían el riesgo de sufrir una fractura en el cuello o torcerse la columna al verse sometidos a tremendos enviones, pero ¡no!, nada sucedía, todo mundo terminaba gozoso, sudado, divertido. Y en navidad era temporada de todo lo que no existe en otra época del año. Uno entraba a la cocina y desde la puerta se sentía el calorcito y el aroma del ponche (con piquete lo pedía el abuelo Enrique y no faltaba el niño que quería imitarlo). La navidad era la temporada de hacer nacimientos con las figuritas de inditos y ovejitas alrededor de la casita de madera donde estaban los tres reyes magos, San José y la Virgen alrededor de una cunita de paja que esperaba la llegada del niño Jesús. Era temporada de hojuelas, regadas con temperante (en casa las comíamos con miel). La temporada de las luces de bengala, esto me encantaba, mi disfrute era darle vuelta al alambrito, una y otra vuelta para hacer círculos y otras figuras en el aire. Era temporada de piñatas, de las posadas en el atrio del templo de Santo Domingo. Cuando caminaba por las calles me gustaba husmear desde la puerta los patios centrales donde la gente cantaba y tenía velas encerradas en jaulitas de papel de china. Era temporada de niños desnuditos, ya llegaría la temporada donde los niños eran sentados en sillitas de madera y los vestían con ropa llena de color, telas de satín, lentejuelas. Navidad es temporada de vacaciones, en el trabajo y en la escuela. Todo mundo sale a la calle a comprar los regalos que se colocarán en el árbol, que serán complemento de los que traerá el Viejito de la Noche Buena (el ahora panzón Santa Clos). Es temporada de ponerse chamarras gruesas, suéteres y bufandas. Algunos se colocan gorros en la cabeza, tejidos o, los más internacionales, sacan los gorros que compraron en la Rusia de todos los zares, de todos los Putines. La naturaleza sabe que es temporada de manzanitas para el ponche, de mandarinas para las piñatas; la sociedad sabe que es temporada de pavo (pobres jolotes), temporada de sidra (champaña en casa de los fifís); temporada de las doce uvas para los doce deseos. La tía Alicia escribía la lista de los doce deseos días antes de la cena y a la hora que daban las doce campanadas y ella tragaba las doce uvas, decía: “Uno, dos, tres…¡doce!”, y cada uno de los números significaba el deseo que se había aprendido de memoria; decía que era imposible decir todos los deseos a la misma velocidad de que comía las uvas. El tío Armando se pasaba de gracioso, bebía un trago largo de brandy, haciendo uso del comercial que decía que ese brandy estaba hecho de pura uva de calidad, acá, decía, está concentrado el jugo de mis doce deseos. Temporada de rezos. La mayoría de personas no olvida que el centro del festejo es el nacimiento del niño Jesús, así que colocan una imagen del niño desnudito en una charola, que cargan las madrinas y los padrinos. Rezan un padre nuestro, cantan, y luego, viene el jolgorio, el santo trago y la cena. Somos tan tradicionales que no sólo bebemos la cuba con ron, sino que, además, lo acompañamos con pavo envinado. Dios mío, este cruce de bebidas hace que algunos terminen bien “engazados”, como decimos en Comitán, y que los cánticos de amor y de paz manifestados al principio, los abrazos de buena voluntad, se conviertan en tremendas patizas. Es temporada, ya muchos lo han dicho, de cinismo al ciento por ciento. Gente que estuvo jode y jode todo el año se transforma y da abrazos y mensajes de bienaventuranza. Hay gente (me incluyo) que no hace festejo especial en esta temporada. A mí me gusta ver todo desde lejos. Ahora (ya estoy viejo) me cae mal la excesiva quema de cuetes y de triques. Contaminan el ambiente. El hermoso viejo, maestro Bernardo Villatoro, lo sentenció: los cuetes deben llamarse turrupes, porque provocan tufo, son ruidosos y peligrosos. La mandarina es fruta de temporada navideña. ¡Ah, qué coraje hago cuando me sale una mandarina seca! Sus gajos están como bagazo. ¡Ah, qué disfrute cuando sus gajos están jugosos, dulces! Posdata: ¡Chinchinagua! Ya recordé, el nombre del juego del burro es chinchinagua. Chin-chin-agua. Pucha, qué palabra tan sonora, como los sentones que se daban los jugadores, como las carcajadas de los que disfrutábamos el juego. En navidad es temporada de tzilín tzilín, talán talán. Tzilín tzilín hacen los vasos a la hora del brindis, antes del tococh tococh; talán talán hacen las campanas de los templos para convocar al rezo. Tzilín tzilín, tococh tococh, talán talán.

viernes, 23 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON PILARES DE LA CATEDRAL

Querida Mariana: Leí el libro “El hacedor de canastos. Cuento escrito en San Cristóbal de Las Casas”, de Miguel Zepeda. Miguel es mi primo, hijo de mi tío Fernando Zepeda y de mi tía Zoilita Bermúdez, mujer cariñosísima. Miguel nació en San Cristóbal de Las Casas, todo mundo de allá lo conoce como arquitecto. Ahora, todo mundo lo conocerá como narrador. Este libro ya va en su segunda edición, tiene un tiraje de mil ejemplares y fue publicado por Editorial Chiapaneros. Javier Molina fue el corrector de estilo. Dejá que te cuente una cinta maravillosa. En los años ochenta, Paco Zepeda Bermúdez (hermano de Miguel) era parte esencial del periódico coleto “Avante”, cuyo fundador fue don José Antonio Gutiérrez. Paco me invitó a colaborar en ese periódico y ahí conocí al escritor Miguel Ángel Godínez, quien luego fue coordinador del Centro Chiapaneco de Escritores cuando fui becario. Recuerdo, con mi memoria pichancha, un texto que Miguel Ángel escribió, donde hablaba de la catedral de la literatura chiapaneca, ahí comentaba, palabras más, palabras menos, que la narrativa de esta tierra estaba constituida con los grandes nombres y los más modestos, todos los narradores conformaban el gran edificio cultural de Chiapas. Y ahora resulta que en este maravilloso edificio aparece, con méritos propios, el nombre de Miguel Zepeda, porque el texto es de gran solvencia narrativa. Lo disfruté mucho, haciendo a un lado el parentesco. Siempre que leo lo hago con profunda objetividad, no me impresionan los grandes nombres ni los lazos afectivos. Tengo, lo sabés, autores favoritos, pero, en varias ocasiones, encuentro textos de ellos que no corresponden a la grandeza de otros y lo manifiesto. En el caso de este cuento largo de Miguel encontré el maravilloso ideario de Roald Dahl: seducir y no aburrir al lector. Miguel abre una ventana imaginativa, crea un espacio inédito de ficción. Acá están los dos personajes que han sido centro fundamental de la convivencia coleta: el mestizo y el indígena. Rosario Castellanos percibió esta dualidad y la presentó con un realismo crudo, acá, Miguel crea un relato que advierte nuevos tiempos. Acá ya no está el indígena que se baja de la banqueta para que camine el caxhlán, acá, el “hacedor de canastos” es un hacedor de milagros, alguien que es admirado por la sociedad que antes lo rechazó. La trama está nserta en un maravilloso realismo mágico, Miguel, igual que Gabriel García Márquez, hace que vuele la esposa del hacedor de canastos, y ella vuela con gran verosimilitud, porque el lector lo encuentra como el acto más sencillo del mundo, como si volar fuera tan común como caminar. Miguel, con gran astucia literaria, coloca los ladrillos necesarios para que el texto sea creíble, su ficción produce felicidad, por un momento el lector entra a una burbuja maravillosa, se deja guiar en este vuelo portentoso, amable y feliz. En la portada del libro queda perfectamente definido: “El hacedor de canastos” es un cuento escrito en San Cristóbal de Las Casas. Miguel nos presenta un canasto coleto que, a semejanza de su personaje, está lleno de “todo y nada”. El inicio del cuento es el siguiente: ―¿Qué traés en tu canasto, marchante? ―Traigo todo y nada ― respondió don Gregorio. Este diálogo es la puerta para entrar a un mundo atractivo. El canasto del hacedor está lleno de todo y de nada. El encanto aparece. Este hacedor de canastos canta y, predicador inédito, habla. Su mensaje inicia con la frase “lo primero es la luz”. Miguel nos presenta un texto lleno de luz, de torceduras simpáticas. Existe la idea de una relación difícil, casi imposible; sin embargo, la trama se desarrolla en una senda donde todo es posible, porque el autor ha puesto los andamios para seguir construyendo la catedral de la ficción chiapaneca, donde los personajes reflejan la miseria de nuestra sociedad, pero también la esperanza, el arco iris. Posdata: mi papá me llevaba a San Cristóbal cuando yo era niño. Siempre pasábamos a casa de tío Fernando, donde ahora está el Restaurante Tierra y Cielo, de la genial chef Marta Zepeda, y el Hotel Docecuartos, propiedad de la enormísima poeta Mónica Zepeda. Mientras mi papá y mi tío Fernando tomaban unos tragos, yo jugaba con Miguel y con Juan José. Jugábamos. Miguel y yo seguimos jugando con las palabras. Celebro el genio narrativo de Miguel, lo celebro. Nos ha entregado a Goyo, un genial hacedor de canastos, que contienen ¡todo y nada! ¡Tzatz Comitán!

jueves, 22 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON GUSTOS REFINADOS

Querida Mariana: ¿cómo te cae Belinda? Me refiero a la chica famosa. Si te soy sincero no sé si es actriz o cantante, sólo sé que es famosa porque fue novia de Nodal (este chico sí es cantante) y aparece en revistas y en pantallas de televisión con frecuencia. ¡Es una niña bonita, famosa! También fue novia de Lupillo Rivera. Ay, señor, qué gustos. Pero como en gustos se rompen géneros digo que a mí Belinda me cae bien, muy bien. Bueno, me cae bien desde hace dos o tres días. ¿Por qué? Resulta que permitió el ingreso de cámaras de televisión en su casa y eso hizo que yo, televidente modesto, conociera su residencia. Entiendo que ella tiene muchas casas, pero mostró una residencia que tiene en la Ciudad de México. La casa es grande, muy grande, pero lo que me encantó de Belinda fue, más que sea amante de animalitos (tiene varios chuchitos como mascotas), el hecho de que es amante del arte. Nunca lo hubiera imaginado. De pronto tenemos la idea de que las chicas bonitas y famosas se interesan por autos y joyas. No dudo que Belinda, bonita, inteligente, también cae rendida ante las vanidades del mundo, pero ella tiene gustos refinados. No sólo adquiere perfumes carísimos y ropa exclusivísima, ¡no!, chica lista, de gustos excelsos, también ama el arte. Ella sabe, como buena inversionista, que los millonarios, los que sí tienen paga, compran obras de arte, porque eso reafirma su condición de exquisitos seres humanos y protege su dinero, porque una pintura de reconocida firma nunca se deprecia, al contrario, aumenta su valor. ¿Has visto las subastas de Sotheby’s? Obras de arte se venden en millones de dólares. Ya soy fan de Belinda. No sé si canta o actúa, sé que es una niña bonita famosa que tiene paga y su paga (parte) la invierte en obras de arte. Me encantó el instante en que invitó a pasar a conocer su casa y enseñó las paredes llenas de pinturas y las estancias cubiertas con esculturas y dijo, palabras más, palabras menos, que le encanta sentirse en casa como en una galería de arte. No dijo museo, ¡no!, dijo galería de arte. Me encantó la pichita, se da sus gustos, gustos refinados, porque su casa está llena de arte, pero no está recargada, no, todo tiene una armonía sensacional. ¿Tiene alberca su casa? Debe tener. Pero a mí me interesa saber si tiene una sala de proyección donde ve películas de arte, porque este gusto refinado por las pinturas y esculturas no es cosa mínima, ¡no!, advierte que ella posee un conocimiento especial de la vida. ¿Escucha a Nodal? Sin duda que lo escuchó cuando anduvo con él, sin duda que escucha la música de estos tiempos, pero, tal vez, ella se cultiva escuchando música clásica. No lo sé, no quiero ponerla en un altar, pero lo que vi en pantalla (que no fue más de un minuto) me dejó gratamente impresionado. Belinda es una exquisita persona, vive de la mano con el arte. Hace cosa de diez o doce días estuve en la terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez, de la Ciudad de México, y cuando iba en el Uber vi una escultura del gran Jorge Marín (le tomé una foto con el celular, pero salió movida, porque mi camarita no tiene esa opción de congelar imagen y el auto iba a velocidad capitalina). Bueno, pues en la residencia de Belinda vi una escultura de Marín. ¡Genial! Alcancé a ver otra escultura de Zúñiga, puedo estar equivocado, no me hagás caso, mejor mirá el video en HBO Max, por desgracia no tengo acceso a esta plataforma, me conformo con el pedacito que vi en la tele abierta. Me encanta conocer a personas que saben hacer uso de su dinero. ¿Comprar un Ferrari? ¿Vos lo harías? ¿Y si sube un amigo tuyo y lo vomita? ¿Y si lo dejás estacionado en el parque y pasa un resentido y lo raya con un clavo, así, con la mano abajo, sólo de pasadita, mientras camina inocentemente? ¿Y si llega un auto por detrás y te choca? No, los millonarios inteligentes compran arte, iluminan su espíritu cada vez que entran a la sala de su residencia, se llenan de luz. Posdata: ya me cayó bien la Belinda, soy su fan. ¿Canta? Prefiero escuchar a la Nina Simone y ver la casa de Belinda, así la llevamos con equilibrio. Me encantó saber que su casa es como una galería de arte. ¡Bien, Belinda! ¡Qué bueno que no siguió con Nodal, se ve que él tiene gustos menos refinados! Se comenzaba a refinar al estar con una chica tan lista y de gusto exquisito, pero él no es de su clase. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 21 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CALLES Y CASAS

Querida Mariana: si nos piden la dirección de nuestra casa decimos la calle donde está. La calle de todos se convierte también, un poco, en nuestra calle. Hay una relación directa entre mi casa y la calle, ésta se convierte en la más transitada, la más cercana, la que me ve salir todas las mañanas, la que me recibe por la tarde o noche. El pedazo de la calle central, que va de donde estuvo la Veterinaria Kánter al parque central fue mi calle. Mi casa estaba a mitad de esa calle, por lo que ese tramo de calle lo caminé muchísimas veces, no sé cuántas, para ir a la escuela, a misa de siete en Santo Domingo, a la matiné de las diez en el Cine Comitán, a la función de la tarde en el Cine Montebello, a comprar tamales de azafrán en la lonchería de tío Jul, a casa de los amigos. Esa calle central fue mi calle. Un día, abandonamos la casa y nos cambiamos a la nuestra, la que construyeron mis papás, y la 3ª. calle norte poniente se volvió mi casa. Salvo en una ocasión donde la fuerza de la costumbre me llevó a la casa de mi infancia hasta darme cuenta que ya no vivía ahí, mi calle de los primeros años de mi vida dejó de serla y la de la Matías de Córdova se convirtió en ¡mi calle! Mi casa dejó de ser mi casa y la reciente ocupó el lugar de la otra. Por las mañanas recorría otra calle, sólo de vez en vez caminaba por la que había sido mía por más de siete años. Mi calle antigua no protestó, porque las calles no hablan, no sienten. Tampoco puse algo en mi corazón, el cambio fue tan de la noche a la mañana que no pensé en que dejaba algo que había sido importante para mí, porque desde el balcón de la vieja casa veía el trajín del día. Comitán llegaba hasta el balcón para decirme que ese era mi pueblo, las personas que jalaban el burrito que llevaba las cajas con gaseositas de don Jorge Soto, o el abono para las plantas del jardín o el barril con agua de La Pila; en esa calle de infancia escuché a la señora que desde la entrada decía: “Ave María” y no entraba hasta que alguien de adentro respondía: “Sin pecado concebida”. Las calles no hablan, no sienten, pero están vivas para nosotros, porque son espacios donde la gente camina día y noche. La calle es impredecible, porque nunca se sabe en qué momento se quedará vacía o se llenará. Hay calles tranquilas que, en algún momento, se llenan de algarabía. Hubo un tiempo que me encantaban las calles sosegadas, odiaba las calles ruidosas, llenas de trajín. ¿Quién disfruta una calle donde hay puestos ambulantes todo el día? En estos tiempos ya no estoy tan de acuerdo con mi ideal de calle solitaria. ¿Recordás que en Madrid el presidente de la comunidad invitó a los vecinos a salir, a recuperar sus calles, porque ante la violencia la gente había decidido no salir de las casas? El presidente madrileño dijo que al encerrarse en las casas lo único que se hacía era dejar las calles a merced de los delincuentes. La gente volvió a salir de casas en bola y obligó a replegarse a la delincuencia. Casi casi les echaron montón, para recuperar lo que en derecho corresponde a las sociedades. En mi adolescencia me encantaba caminar de noche por las calles vacías, escuchaba el sonido de mis pasos, veía las luces de las ventanas, me pensaba dueño de ese espacio. Hoy no salgo de casa, no sé qué sentimiento tiene la persona que camina a las once de la noche en una calle solariega. ¿Lo hace con placidez o con cierto temor? ¿Camina en forma apresurada, volviendo la mirada para ver si no viene alguien detrás? ¿Camina con desconfianza, pensando que en cualquier momento asome un delincuente y exija el celular y la cartera? La que fue mi casa dejó de serlo; mi calle dejó de ser mía, porque la cambié por otra. Cuando se rompe el lazo afectivo con otra persona, una novia o un amigo, las casas y las calles también dejan de ser el camino para llegar a ellos. Parece mentira, pero las casas y calles donde habitan nuestros cercanos también se convierten en parte nuestra, nos definen. Los vecinos nos identifican, nos llaman por nuestros nombres, dicen que somos amigos de fulano de tal o novios de la muchacha bonita que vive en tal casa, la de portón grande. Posdata: las calles no hablan, no sienten, pero están vivas, porque la presencia humana les trasfunde savia vital. Me gustaba salir al balcón de mi casa, sentarme y, a través de los barrotes, observar lo que pasaba en mi calle. En ese instante todo era mío, incluso el cielo que miraba al ver hacia arriba era mi cielo. Hoy vivo en otra casa y otra es mi calle. El entorno se modificó. Los sonidos son otros. Recuerdo los murmullos de la casa de infancia y los que se daban en la casa donde crecí de adolescente. Los ruidos también formaban parte de esa burbuja. Los silencios también sonaron diferentes. ¡Tzatz Comitán!

martes, 20 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE LOS NIÑOS DE LA GUERRA

Querida Mariana: nunca estuve en la guerra. No sé lo que es el temor de los bombardeos, del agobio por hallar un refugio antiaéreo. Por eso, a veces me doy vergüenza, porque de niño jugué a la guerra. Tenía muñecos de plástico que eran integrantes de ejércitos, un bando era de color verde y el otro de color gris. No tenían nacionalidad, pero los colores decían que eran contrarios. Nunca se supo el porqué de la rivalidad de ambos ejércitos, ¿por qué los verdes odiaban a los grises? Porque existía un odio, tan cruento, que se mataban. Tampoco se supo nunca qué ganaban o perdían después de cada batalla. A la hora que Sara llegaba al sitio y me decía que ya estaba servida la cena, tomaba los muñecos y los metía, a puños, en la caja de cartón. Como nunca estuve en la guerra, nunca entendí que los ejércitos contrarios jamás están en la misma caja. ¡No! Años después, ya en secundaria, en una clase, el maestro explicó el suceso del ataque intempestivo del ejército japonés contra el ejército norteamericano, en Pearl Harbor. Esta base gringa fue atacada por los japoneses, quienes después del ataque regresaron a sus bases. Los gringos dormían con los gringos y los japoneses con los japoneses. Casi casi como se da ahora en las concentraciones de las selecciones de fútbol, los mexicanos duermen con los mexicanos y los franceses con sus compatriotas. Nunca estuve en la guerra, pero jugué a que dos ejércitos contrarios trataban de eliminarse. Cualquiera diría que era sólo un juego, un juego de niños, pero, si lo veo a distancia, digo que el juego era dramático, porque cuando un grupo de soldados verdes acribillaba a soldados grises abría un hueco en el universo. Siempre los jugué en bola, jamás pensé que cada uno de esos soldaditos tenía un nombre, que tenían una vida en el país abandonado temporalmente. En casa de cada uno de ellos había personas que los amaban, que esperaban su regreso, con vida. Jugaba a la guerra, tal vez porque como nunca estuve en una guerra no sabía el horror que ella conlleva. Las guerras deberían estar proscritas, para que los niños no jugaran eso. Sé que la guerra es parte de la vida, pero es una parte que privilegia la muerte. Los que guerrean tienen el objetivo de matar al enemigo. Los que están en la guerra participan en uno de los actos más estúpidos del mundo. Un día, su gobierno los convoca a enlistarse, con el pretexto de que la patria los reclama, van a países lejanos, bajan de un avión, con un fusil en la mano, y, sin mayor justificación comienzan a matar grises, si son verdes, o verdes si son grises. Los grises reconocen, en el fondo, que los verdes son seres humanos iguales que ellos, que tienen familias que los esperan en casa. Los verdes saben que los grises que matan nada les han hecho para provocar tal odio. Tal vez, porque la vida es así, si un verde se topara con un gris en una plaza se saludarían y se convertirían en grandes amigos porque hallarían semejanzas; y sin embargo, en el campo de batalla le disparan y lo matan. Hoy no veo películas de guerra, aborrezco las películas violentas. Sin embargo, de niño, cuando iba a la Ciudad de México, en periodo de vacaciones prendía el televisor en blanco y negro y veía una serie que estaba de moda: “Combate”, con escenas ficticias de la segunda guerra mundial. La guerra es parte de la vida, pero es la parte oscura de la vida. Jugaba con la parte oscura, la que privilegia la muerte, la violencia. ¿Por qué? No lo sé. Los juegos infantiles eran violentos. Cuando los vecinos llegaban a mi casa jugábamos a policías y ladrones. Tampoco era un juego inocente. Sabíamos que algún verde era un delincuente y un gris debía sancionarlo. Hoy, entiendo, el juego es más perverso, porque el gris, en muchas ocasiones, es más delincuente que el verde. No sé a qué juegan los niños de estos tiempos. Ya no hay sitios en las casas, ahora los chavos juegan videojuegos, pero he visto en plazas pantallas donde aparecen personajes fuertemente armados que van en pasillos disparando a otros seres, como en repetición infernal de verdes contra grises. Posdata: nunca estuve en la guerra. He visto películas y leído novelas y cuentos con el tema, pero nunca (gracias a Dios) he sentido en carne propia lo que sí han sentido millones de niños en lugares de guerra. No soy capaz de imaginar el horror de escuchar la sirena que indica el avance de aviones cargados de bombas, que sueltan en forma inclemente y abren huecos en la tierra sembrada, destrozan casas, matan personas, matan niños, abuelos, que nada hicieron para merecer tal castigo, la única culpa fue haber nacido grises, por ello son exterminados por los que son verdes. Qué pendejada tan grande es el nacionalismo mal entendido. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 19 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CELEBRACIÓN SINGULAR

Querida Mariana: mirá este programa. Es de 2006, año donde Comitán celebró cuatrocientos cincuenta años de identidad comiteca. Por iniciativa del Colegio Mariano N. Ruiz se puso en escena la fábula que escribió el fraile Matías de Córdova, uno de los principales promotores de la Independencia de Comitán y de Chiapas. Cuando abrimos el libro de Fray Matías, hallamos que, al estilo clásico, el autor invoca a la musa para que aliente su voz a fin de que escriba un texto que “sugiera instrucciones saludables, al mismo tiempo que la risa mueva”. Mirá, Mariana bonita, la fábula “Tentativa del león y el éxito de su empresa” tiene dos fines: instruir en forma saludable y mover a la risa. Ideal de un buen escritor. El Colegio Mariano N. Ruiz montó la obra para que el mensaje del fraile llegara a más personas, porque, como siempre sucede, son más los que hablan de la obra que aquéllos que en realidad la han leído. Miles de personas, millones de hispanohablantes, conocen al Quijote y expresan citas del libro sin haberlo leído. Medio mundo dice: “Si los perros ladran es señal que avanzamos”, y aseguran que El Quijote lo dijo a Sancho. ¡Falso!, aseguran los expertos en la obra de Cervantes, esa cita no aparece en el libro. La fábula de Fray Matías inicia con el nacimiento del cachorro de león, en un desierto africano, la madre, ya crecidito el cachorro, le cuenta la historia de sus nobles ascendientes, “no para que sus glorias le envanezcan, sino para que imite sus virtudes”. Suena muy sabrosa la redacción de Fray Matías, ¿no? Recordá que el fraile era un ilustre intelectual, tuvo una imprenta donde imprimió el periódico “El pararrayo”. “No para que sus glorias le envanezcan, sino para que imite sus virtudes”. Ah, genial lección de la madre para el hijo, ella le recomienda que sea “compasivo y generoso”, le advierte que nadie tiene fuerza para dañarlo, excepto ¡el hombre! Acá se enoja el león. ¿El hombre? ¿Quién es ese tal hombre? Y por ahí va la fábula. La continuación será el encuentro entre el león y el hombre, entre la fuerza y la sagacidad. La madre le recomienda esconderse ante el hombre, pero el león dice que no lo hará, al contrario ¡irá a buscarlo! En la búsqueda, el león se topa con diversos animales, les pregunta si ellos son el hombre, no, dicen ellos, y cuentan cómo el hombre los denigra, los usa. Por ahí va la fábula. Y se topa con el hombre y el hombre le dice: “vete tú al bosque, yo me iré a la aldea”. ¡No!, dice el león, “quiero ver por mi experiencia si acaso eres conmigo tan valiente, como tirano con las otras bestias”. Y el desenlace es, de igual manera, un desenlace clásico, ante la fuerza del león aparece la inteligencia del hombre. Sabemos que en la realidad no es tan sencillo. Si un compa estuviera en un desierto africano frente a un león lo más recomendable sería huir invocando la protección de San Caralampio. Pero las fábulas son grandes enseñanzas morales. En 2006, el maestro José Hugo Campos Guillén, con un grupo de catedráticos y alumnos, se dio a la tarea de escenificar la fábula de Fray Matías. La puesta en escena respetó el texto que escribió el autor. La audiencia que asistió la noche del 15 de diciembre de 2006 al Teatro de la Ciudad escuchó la grabación de la fábula con las líneas originales y vio la escenificación por parte de los actores y actrices. Fue una presentación espectacular, quienes asistieron esa noche deben recordarla con agrado. Posdata: como lo expresa el programa, la escenificación se realizó “en la culminación de los 450 años de presencia dominica en Comitán”. La biografía de Fray Matías describe que el cura tapachulteco se licenció en teología en el convento dominico de Guatemala. Así pues, Comitán conmemoró la presencia dominica con la obra de un dominico. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 18 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON MEMORIAS SORPRENDENTES

Querida Mariana: cada persona tiene dones especiales. Vos sos memoriosa. Eso es un prodigio. Conozco a muchas personas que tienen memorias sorprendentes. En una carta anterior comenté acerca de la capacidad del lenguaje, donde una palabra designa varias cosas. La palabra memoria también posee esa capacidad. La empleamos para nombrar el don de recordar con precisión, asimismo, al agregarle una ese final resulta el compendio de vida y obra de personajes ilustres. Por ahí andan las memorias de Gabriel García Márquez, quien decía que la vida no es la que uno vivió sino la que recuerda y cómo la recuerda. Coincido con eso. Me he topado con amigos que me cuentan recuerdos comunes, pero resulta que ellos cuentan el recuerdo en forma diferente a como yo lo recuerdo. Ahí se cumple lo que Gabo dijo: la vida no es la que uno vivió sino cómo la recuerda. En ese recuerdo compartido encuentro la coincidencia de tiempos, pero vividos en forma diferente. Los expertos indican que las personas poseemos diversos tipos de memoria, hay algunos compas que tienen una memoria visual sorprendente, otros poseen memorias auditivas. Yo, lo sabés, tengo una memoria pichancha, todo se me resbala. He leído cientos de libros, pero recuerdo muy pocas tramas. No obstante, sé que algo queda en el fondo, como el shish o el musú del pozol. De los cercanos admiro la memoria de doña Lolita Albores, la del maestro Jorge Gordillo Mandujano, la privilegiada memoria del licenciado David Esponda, la de mi compa Rogerio Román (cuando vivíamos en el departamento de la Avenida Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, me impresionaba su memoria y le decía que es un pequeño Larousse), la de mi querido maestro Temo Alcázar, la del maestro Ricardo Aguilar Gómez (quien ahora, sin duda, debe andar pepenando todos los nombres de los jugadores participantes en el Mundial 2022, de Qatar). Ahora me entero que Jaime Sabines, el poeta enormísimo, alardeaba de tener buena memoria, no sólo buena, sino prodigiosa. Siendo muchachito se dio cuenta que tenía el don de declamar, cómo no, tenía una voz muy agradable (ya voz aguardentosa cuando estaba viejo, pero seguía siendo una voz estupenda) y buena memoria. Jaime le contó a Pilar Jiménez que, cuando estudiaba el primer grado de secundaria, en la ciudad de Tapachula, como su casa estaba cerca de la escuela iba a tomar un refresco y aprovechaba a estudiar siete u ocho páginas de tarea. Mirá cómo se lo contó: “…y en esa hora aprendía de memoria las páginas que íbamos a ver, ¿cómo era posible? (…) Mi método era leerme las dos primeras líneas, las repetía de memoria, luego las otras dos siguientes, las unía y a repetir de memoria las cuatro…” y así Jaimito Sabines llegaba a la escuela y se soltaba diciendo la clase. Dice que recitaba la clase como una grabadora. Sí, Sabines tuvo memoria ¡prodigiosa! ¿Cuál es el colofón de este método de estudio? Jaime se lo confesó a Pilar: “después me di cuenta de que no sabía nada de geografía ni de física ni de nada, porque todo me lo había aprendido de memoria…” La memorización del conocimiento tiene su desventaja, pero la gente que posee una buena memoria es privilegiada. Esta capacidad sirve para los actores de teatro, quienes, sin apuntador, se aprenden de memoria los parlamentos; es herramienta fundamental para cronistas, investigadores e historiadores. ¿Qué pasa con los escritores? Quienes redactan novelas históricas deben ser memoriosos para hacer asociaciones de actos relevantes, no basta con la imaginación; pero quienes redactan textos fantásticos les basta la imaginación. Los escritores que tenemos memoria pichancha acudimos más al proceso de invención, somos un mucho de lo que dice García Márquez: la vida es lo que uno cuenta. Cada escritor tiene su modo de contar la vida y eso es ¡lo que cuenta! Hay personas que les basta ver un rostro para recordar el nombre. Ah, me encanta ser testigo de esa bendición. No me gusta jugar el juego que se llama Memoria, pero me fascina ver que lo jueguen. Hay personas que tienen una gran capacidad para levantar una baraja y retener la imagen. Las primeras barajas son al tanteo, pero en cuanto comienzan a levantar las demás sus memorias fotográficas actúan al ciento por ciento. Cuando les toca turno levantan las cartas con una gran decisión. Posdata: me encanta leer los libros que son memorias de personajes, mucho más que las biografías. Los textos autobiográficos son potencialmente recuerdos personales. Estos recuerdos, en muchas ocasiones, saltan la barda de la realidad, a veces son caballos desbocados. Hay momentos en que los lectores asistimos a una vida deseada, casi como si el autor dijera: no la viví así, pero quiero que esto se recuerde de mí. La memoria y la imaginación son dos importantes columnas del edificio espiritual. Admiro ambas cintas. Me gustan los escritores que, con gran capacidad, narran instantes de sus vidas o de otros; asimismo disfruto los escritores que formulan mundos que no son, pero que, idealmente, podrían ser. Soy de memoria escasa. Me cuesta mucho trabajo recordar nombres, rostros, textos leídos, momentos vividos, pero, en compensación, tengo el poder de imaginar escenas y vidas. La mía es una vida imaginada, tal vez no vivida. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 17 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON AROMA DE COLONIA

Querida Mariana: me encanta el lenguaje. En nuestra lengua castellana muchas palabras sirven para designar más de una cosa. Por ejemplo, la palabra colonia, pucha, tiene muchos usos. La empleamos para designar, por ejemplo, el periodo en que los españoles anduvieron en nuestro territorio, la usamos con mayúscula inicial: la Colonia. En nuestro país este periodo tardó tres siglos, del día en que llegaron los conquistadores españoles hasta que el cura Hidalgo dijo “¡basta!, iniciemos la Independencia”, también con mayúscula. Pero, la palabra colonia nos sirve también para designar a una fragancia, agua de colonia, le decían los mayores y compraban una botella en las droguerías o boticas. Parece que esta agüita nos llegó de Francia, igual que el perfume, porque en francés, agua de colonia se dice eau de toilette. Ah, el francés suena maravilloso. Los franceses no dicen eau de toilette, como lo leeríamos nosotros, no, no, le dicen (más o menos) o de tualet. Oh, la la. Bueno, pues la colonia sirve para que los cuerpos estén frescos y huelan bien. No haré comercial, pero el tío Andrés usaba agua de colonia Sanborns Flor Naranja, que tenía ese aroma. No olía mal. Era algo agradable. Pero, vos, yo y medio mundo lo sabe, la palabra colonia también sirve para designar un elemento urbano. En las ciudades hay colonias; es decir, grupos de viviendas en un determinado territorio. Cuando, en los años setenta fui a estudiar a la Ciudad de México, llegué a vivir a la colonia Roma Sur, luego pasé a la colonia Narvarte. En nuestro pueblo teníamos barrios y sólo una colonia: la colonia Miguel Alemán. En la Ciudad de México existían decenas de colonias, colonias de medio pelo, miserables y fifís. Esto llamó mi atención, porque, digamos, en Comitán no existía esa división tan tajante. Se sabe que en el centro, los hacendados habían construido sus residencias, casas de cuatro corredores, muchas habitaciones, patio central y sitio; y en la periferia vivía la gente más modesta, pero no estaba tan sectorizado como en la Ciudad de México. Tepito y Peralvillo eran barrios donde vivía la gente más bronca del entonces Distrito Federal. Acá decíamos que la gente de La Pila era gente dura, pero en ese barrio vivía mucha gente de abolengo del pueblo, digamos que acá andábamos repartiditos, mezclados. Comitán tenía barrios y sólo una colonia, tan era única que nos bastaba decir que Consuelito vivía en la colonia, para saber que era la Miguel Alemán. Con el paso del tiempo aparecieron más. Hoy se habla de fraccionamientos. Oh, qué palabra tan fraccionada. La colonia Miguel Alemán no sólo fue la primera colonia en Comitán, también fue modelo de urbanismo, porque hasta la fecha vemos que fue diseñada con inteligencia, con amplísimas calles y banquetas. Los que ahí viven y los visitantes saben que es una burbuja llena de aire. Estamos acostumbrados a caminar por calles asfixiantes en el centro de la ciudad. ¿Qué podemos decir de las banquetas? En el pueblo existen calles sin banquetas y otras con enormes obstáculos. Hay banquetas que si no fueran peligrosas podríamos decir que son simpáticas, juguetonas. Bajá por la calle de Jurisdicción, por la banqueta derecha, es toda una prueba de turismo extremo, con entradas a cocheras, gradas súper altísimas y, al final, se va cerrando hasta llegar a un vértice que topa con pared. ¿Querés llegar a la esquina? Debés caminar por el arroyo vehicular. ¿Y la banqueta ‘apá? Desapareció por obra y gracia del ingenio popular, donde hizo falta un estudio de urbanismo, que sí se hizo en la colonia Miguel Alemán. Ah, qué sabroso se camina en la colonia, sin lajas resbalosas, sin obstáculos mayores. Sin duda que hay algunos tramos que ya no tienen la limpieza del origen, pero, en general, se camina muy a gusto en esa colonia. Si querés saber más de este tema, te invito a leer los números 31 y 32 de nuestra revista Arenilla, que sabés se distribuye en forma gratuita cada bimestre. Fijate que en el número 31 publicamos el testimonio que nos dio la maestra Socorrito Gutiérrez Domínguez, esposa del maestro Mario Luis Jaimes Sanchírico, espléndido artista plástico. La maestra Socorrito fue de los primeros habitantes de la Colonia Miguel Alemán, llegó a vivir con sus papás cuando tenía seis años de edad. Ella posee una memoria privilegiada, tiene muchos datos de nuestro Comitán. En ese testimonio nos dijo que alguien tenía copia del plano original de la colonia. Así se escribió en la revista. Pensé que tener acceso a ese plano sería maravilloso. Pues sucede que un día me llamó mi querido maestro de preparatoria, el arquitecto Roberto Zúñiga Ortiz, y me dijo que él tenía el plano que dibujó el ingeniero Enrique Becerril Zaldívar. Le pregunté si podía pasar a saludarlo y tomar fotografía al plano. Por supuesto que sí, me contestó. Y fui a visitarlo a su despacho y él, generoso, puso el plano sobre un escritorio y ahí le tomamos foto. Nos dio permiso para compartirlo con los lectores de nuestra revista, ahí está el documento, a la vista de todos, para su análisis, para la reflexión. Es, por supuesto, un documento histórico. Ahí se aprecian los cambios que se dieron, pero, sobre todo, el diseño original. El nombre que se aprecia es: Colonia burocrática General Miguel Alemán. Burocrática. La maestra Socorrito nos dijo que estaba destinada para que la habitara personal de aduanas y migración, pero cuando el señor Rodolfo Orrico, quien adquirió esos terrenos, los puso a disposición de esos burócratas, éstos dijeron que tenían casa en la ciudad y no iban a vivir en un lugar tan lejano, donde corría el viento como caballo en hipódromo. El papá de la maestra Socorrito, quien trabajaba en el Centro de Salud, sí aceptó la propuesta y adquirió la casa muestra de la colonia, lugar donde, hasta la fecha, sigue viviendo la maestra. El número 32 de ARENILLA ya está en distribución, ahí está el plano del que te hablo. Este número contiene más datos maravillosos de nuestro pueblo. Los lectores también hallarán un testimonio, donde hay una síntesis de la vida y obra de Lolita Guillén, a quien Comitán reconoce como una funcionaria ejemplar, mientras laboró en la presidencia municipal se encargó de que el bulevar estuviera reluciente, con las plantas que hoy son orgullo de nuestra ciudad. También viene publicado un texto que el maestro Jaime Rodas Rovelo obsequió a tres amigas que laboraban en la Tienda Conasupo. Mi querida amiga Lulú Guillén, una de las tres amigas, conserva ese texto y, generosa, lo compartió para que Comitán pueda tener acceso a ese documento. Pero nuestra revista tiene más de nuestra identidad. No sé si conocés a doña María del Carmen Villatoro Flores, ella tiene 102 años de edad y vive en el barrio de Los Sabinos. Durante toda su vida fue partera, laboró en el Centro de Salud. Ella, también generosa, nos compartió sus recuerdos y los estamos publicando en forma seriada, porque ella es un Tesoro de Comitán. Posee, igual que la maestra Socorrito, una memoria privilegiada y goza de una lucidez genial. Me impresionó platicar con ella, al final dijo que quería declamar un poema. A sus ciento dos años de edad, con una destreza impresionante, declamó un texto que memorizó cuando era jovencita. Sublime. Me emociona la capacidad de nuestro lenguaje. La palabra arenilla sirve para designar los granitos de arena, el mínimo gránulo; también sirve, ¡qué pena!, para nombrar los cálculos que aparecen y joden el funcionamiento de la vejiga; pero, en Comitán, la región y buena parte del mundo se usa con mayúscula inicial para nombrar la revista que comparte algo de lo mejor de nuestros pueblos. En ocasiones mi nombre se extravía y aparece el nombre de Arenillero. Esto me llena de orgullo. El equipo que trabaja con pasión para presentar una revista digna forma una playa cultural llena de arenilla luminosa. El cuerpo no se afecta, al contrario, esta arenilla es buena para el espíritu de todo el mundo, porque es una revista que piensa también en la niñez comiteca y de la región, en cada número presentamos un cuentito para que los niños lo lean en compañía de sus papás. Nuestro ideal es que papás e hijos se sienten en la sala de la casa y lean el cuentito. Que los papás contribuyan al fomento de la lectura y a fortalecer la capacidad de imaginación. Posdata: hay esencias que nos fortalecen. El agua de colonia ayuda al cuerpo humano; el aire de Arenilla ayuda a que el alma respire en un ambiente grato. Nuestra revista la diseñamos como fue diseñada la Colonia Miguel Alemán, con banquetas anchas, sin lajas resbalosas, sin obstáculos. Deseamos que nuestros lectores la caminen en forma plácida, que se llenen de orgullo al conocer historias de comitecos valiosos. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 15 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON FOTOGRAFÍA MARAVILLOSA

Querida Mariana: me encanta ver fotografías. Me encanta ver paisajes, atardeceres y fotos con animalitos, pero las fotografías que más disfruto es donde hay personas, muchachas bonitas y niños. Esta fotografía me encantó. El otro día, el notario Gerardo Pensamiento la compartió. Este grupo de ex alumnos está en el patio externo de la Facultad de Derecho, de la UNAM. Son algunos integrantes de la generación 1966 – 1970; es decir, en este instante cumplieron cincuenta y dos años de haber egresado. ¡Qué prodigio de vida! Sí me encanta ver estas fotografías generacionales, tanto las fotos antiguas como las recientes. Por ahí estos jovenazos deben tener la foto del instante en que salieron de la UNAM ya titulados, dispuestos a enfrentarse a los problemas diarios; y ahora, gracias a la vida, colgarán esta fotografía que da cuenta de la reunión de algunos compañeros cincuenta y dos años después. Se dice y se escribe muy fácil, pero si reflexionamos tantito estamos hablando de un cachito más de medio siglo. Cuando el notario Pensamiento hizo favor de compartirme la foto de inmediato pensé que esta generación de estudiantes de Derecho estuvo en un momento muy difícil para la universidad: el movimiento estudiantil del 68 que terminó en la tragedia de Tlatelolco. Oh, señor, cuántos testimonios de vida. Cada uno de estos personajes vivió en forma tangencial o directa la huelga. ¿Quién de ellos fue a las marchas? ¿Alguno perdió a un amigo cercano en la matanza? Se reunieron cincuenta y dos años después, algunos serán amigos cercanos, otros no tanto, pero los une esa cuerda maravillosa de ser integrantes de la generación de Derecho de 1966 a 1970. Todos los integrantes de esta generación ya superaron la barrera de los setenta años de vida, se ven plenos, exitosos. En nuestra comunidad reconocemos al notario Gerardo, profesional destacado, hijo de la UNAM, la máxima casa de estudios profesionales del país. ¿Querés ver dónde está el notario Pensamiento? Contá cinco de derecha a izquierda, es quien está al lado del que porta la cachuchita. Es comprensible: la generación que egresó en 1970 estuvo integrada por muchos más alumnos, más, muchos más. Acá acudió una mínima parte. ¿Por qué? Ah, por múltiples motivos, algunos no pudieron viajar, por trabajo o por salud; a otros no les interesó la convocatoria (no vayás a pensar que sólo yo soy el escaso, hay más). Tal vez algunos de los que no viajaron no lo hicieron porque radican en lugares muy distantes, en otros países. Y, es inevitable, varios de los que están en la fotografía de 1970 ya fallecieron. Siempre es así en fotos generacionales. El tío Alberto me enseñó, una tarde de hace años, la foto de su generación, compañeros de ingeniería de la misma UNAM. Eran muchísimos, me dijo que lo buscara, me pasé varios minutos en un ejercicio simpático. ¿Este? No, no estaba tan feo. Fallé en otro intento, pero en el tercero atiné. Sí, dijo, ese soy yo, el que está a mi lado (y lo señaló) era Romeo, mi mejor amigo. La tarde de la foto fuimos a comer y nos despedimos, porque él viajaría a su pueblo para el festejo del día siguiente, día en que recibí la noticia lamentable, había fallecido en un accidente de carretera. Dios mío, dijo el tío, nunca me sentí más desorientado ante el misterio de la vida. Por eso, esta fotografía es maravillosa, acá está un grupo de profesionales exitosos, compartiendo la cuerda de la vida, repitiendo el momento después de cincuenta y dos años. La UNAM ahí está, enorme en su grandeza y en su prestigio y acá está este grupo de profesionales de Derecho. Algunos tendrán hijos abogados; algunos ya son abuelos de más de dos criaturas; tal vez alguien se casó con una compañera de la universidad; debe haber alguien que se divorció, por conocer a una secretaria bonita en el despacho. Todos son exitosos, todos han formado un teorema de vida, donde las cuerdas jamás son las mismas, cada personaje de esta fotografía ha formado una figura vital inédita. Posdata: me encanta ver fotografías, disfruto mucho ver fotografías de lagos y de montañas; ah, cómo me encanta ver las fotografías de aves que me envía mi admirado Ricardo; pero las fotos que más disfruto son donde aparecen personas, son testimonios gráficos de instantes, puntos luminosos que cuentan historias, historias que van de la luz a la oscuridad, con todos los tonos de la vida. ¡Tzatz Comitán!

martes, 13 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN BALDE DE AGUA CÁLIDA

Querida Mariana: ¿has sentido que te cae un balde de agua fría? Así decimos cuando nos llega una noticia inesperada. Una mañana de éstas me sucedió lo contrario: me cayó un balde de agua cálida, como si estuviera en el baño y la regadera provocara una lluvia de confeti, de pétalos luminosos. Soy escritor, reconozco el valor de la palabra oral y de la palabra escrita. Soy un adorador de la palabra, pero, asimismo, sé que el verbo es incapaz de transmitir una experiencia vivencial. Todos los grandes escritores del mundo se concentran en hallar las palabras adecuadas que den constancia de un fenómeno. Es tarea imposible, por eso muchos escritores se frustran, es la maldición ¡no poder expresar lo que uno desea! ¿Cómo decir el misterio de la primera relación sexual? ¿Cómo acercarse al terror de caminar por un frágil puente colgante, con madera podrida, húmeda, con lazos deshilachados, y al fondo el río, con una altura que punza el estómago? No puedo decir mi emoción al ver la banca de la foto que anexo. Esta banca, querida mía, es sobreviviente de la remodelación del parque central del pueblo, esta banca estuvo en el parquecito anterior, el íntimo, el que vivimos los comitecos en los años sesenta y setenta. Esta banca, mi niña amada, sirvió para que descansáramos después de un desfile del 20 de noviembre, para esperar a la novia (los que tenían), para que los viejos platicaran las anécdotas y los chismes, para que las sirvientas descansaran un poco y colocaran las bolsas del mandado. Esta banca soportó los pies de quienes se pararon sobre ella para ver un desfile. Los muchachos de los años setenta (los malcriados) nos sentábamos sobre el travesaño superior y poníamos los pies en el asiento. Esta banca permitió esta incongruencia. Iba en mi tsurito y la vi, me bajé para tocarla, para palparla, para comprobar que era la banca del parque central; sentí como si me topara con una vieja amiga, quise abrazarla (lo habría hecho si no tuviera temor por el bicho de la pandemia). Ahí estaba, un poco chimuela, con la carita ajada, pero ¡de pie! Las bancas de nuestro parquecito eran como ésta: de granito, pesadas, rotundas. Lo que era más endeble eran los tres travesaños, porque eran de madera (pintados de color rojo, tal vez más alegre que este rojo óxido que ahora tienen). Esta banca ya no tiene los travesaños de madera, la autoridad mandó a hacerles travesaños metálicos, material menos afectuoso, pero más duradero. Nunca imaginé que me daría tanto gusto ver la banca donde estuve sentado, donde compartí momentos con amigos, desde donde vi a la muchacha bonita que me gustaba, desde donde escuché los discos que ponían en “La casa del ciclista”, que era el negocio donde comprábamos los discos de moda: los de José José, los de Roberto Jordán, los de la Revolución de Emiliano Zapata y el del actor Jorge Lavat que interpretaba el poema Desiderata. Ay, señor, todo mundo de aquel tiempo se sabía dos o tres versos de Desiderata, que era algo así como un textito motivacional: “Camina plácido entre el ruido y la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio…” Y eso fue lo que hallé esa mañana al toparme con la vieja banca. Está en un parquecito de una colonia alejada del centro de Comitán, por el lado poniente, ya cercana a las faldas de los cerros. Si ves con atención sólo se ve una persona que camina por este espacio. Algunos pajaritos jugueteaban por ahí, no más. Como si escuchara la voz de Lavat: “…sentí (más que pensar) la paz que se encuentra en el silencio”. Sí, una mano armoniosa acarició mi espíritu y me sentí pleno. Uf. Hacía tanto tiempo que no la veía. Te conté en otra carta que una vez también hallé una banca de éstas en el atrio del templo de Quijá. Pero en aquel instante no recibí el impacto feliz de esta ocasión. Posdata: Vos sabés, venimos de una época de encierro, de mucha incertidumbre, de fallecimientos de amigos generacionales, de amigos que se sentaron en esta banca, que formularon sus sueños y desaparecieron por contagio de “la cosa”. Sí, algo se atoró en mi garganta cuando vi la banca. Quise decirle: también soy un sobreviviente, somos hermanos de tiempo. Vos estuviste en el lugar que fue como mi patio de juegos en mi infancia y lugar de deseo en mi adolescencia, porque en aquel parquecito sentí que me caía un balde de agua cálida cada vez que veía a mi muchacha bonita a distancia, chica a la que nunca me atreví a decirle que la amaba. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 12 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN MAESTRO DE LA PALABRA

Querida Mariana: es mi privilegio. En esta fotografía estoy al lado del maestro Álex Domínguez, hijo preclaro de Tuxtla Chico. El edificio del fondo es el Teatro de la Ciudad, de nuestro pueblo. Estamos parados frente al edificio de lo que fue la Zapatería Nueva, de mis tíos César Vives y Maty Bermúdez; al ladito de donde estuvo “La comiteca”, de doña Mila y de don Fili (“La comiteca” sigue, pero ahora es un restaurante). Mi privilegio. Caminaba por ahí y vi al maestro Álex, bajó de una camioneta, nos saludamos, tenía en sus manos un ejemplar de ARENILLA-Revista. En ese número apareció un testimonio de su tía, la maestra Socorrito Gutiérrez Domínguez. ¿Lo recordás? Son los recuerdos que nos compartió de la Colonia Miguel Alemán, porque ella fue habitante pionera de ese maravilloso espacio. Llegó a vivir ahí cuando era niña, en compañía de sus papás. ¿Nos tomamos la foto?, me dijo el maestro Álex. Por favor, le dije y Paty, editora ejecutiva de la revista, nos tomó la foto con su celular. Ah, no se mira mi sonrisa, por el bozal, pero dos cuerdas me provocaron la hamaca feliz en mi boca: la presencia de mi tocayo y que cuando me puse a su lado me dijo que agarrara la revista en un extremo. No lo había hecho. Recordé una tarde en San Cristóbal de Las Casas, cuando se daban los diálogos entre la COCOPA y el EZLN. Al término de un diálogo llegó la foto del recuerdo, el Subcomandante Marcos tomó un extremo de la bandera nacional y dos segundos después Manuel Camacho Solís lo imitó. Acá, el maestro Álex y yo tomamos la revista de los extremos para dejar constancia de que ahí está impreso el testimonio valioso de la maestra, testimonio que ayuda a conformar la historia local. ¿Qué andaba haciendo Álex en Comitán? Vino a ser jurado del Certamen Nacional de Oratoria Dr. Belisario Domínguez Palencia 2022 “Libres por la palabra libre”, que se celebró en el Teatro de la Ciudad en los primeros días del mes de diciembre, porque él es uno de los grandes oradores de Chiapas y uno de los principales promotores de este arte. Así lo conocí. Tenía cierta responsabilidad al ser director de cultura del ayuntamiento comiteco, estaba preocupado por el desarrollo del certamen de trascendencia nacional. Álex me dijo que no me preocupara, como si fuera el personaje famoso literario me dijo: “todo está bajo control”, me dijo que había una persona encargada de la atención de los integrantes del jurado y de los participantes de toda la república. ¿Entonces? Nada, vos llevá a tu presidente a la inauguración, brindá atención a los invitados. Ah, boté la piedra de la incertidumbre. Y así resultó, todo fluyó bonito, fue un éxito. Gracias, maestro Álex, por tener todo bajo control. Por fortuna, el licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, presidente municipal de Comitán, llegó puntual al acto inaugural, se aventó un mensaje breve (¿quién se atreve a decir un discurso mayor ante oradores de excelencia?) y estuvo como escucha durante todo el día. Uno de los oradores hizo notar esa distinción, mencionó que la mayoría de políticos asistía al acto inaugural, diez o quince minutos, y se retiraba. Nuestro presidente se quedó a escucharlos hasta el final. Qué maravilla. La labor del maestro Álex Domínguez es de gran importancia, siempre está impulsando concursos de oratoria y, ¡sensacional!, talleres con jóvenes para que éstos se apropien de las herramientas fundamentales para expresarse en forma correcta. ¿Sabés cuál es el ideario del maestro Álex? Recordás que el gran poeta Machado dijo que se hace camino al andar, bueno, pues Álex Domínguez va más allá, dice que se hace camino al hablar. Ah, sí, el prodigio de la palabra, del Verbo. Posdata: era una mañana luminosa en nuestro pueblo. Paty Espinosa y yo caminábamos por el parque central cuando vimos al maestro Álex Domínguez. Acá está el testimonio de ese instante donde estamos él y yo, con la revista, que también es un vehículo de la palabra. Sí, el poeta español y el maestro Álex tienen razón: se hace camino al andar y se hace camino al hablar. Álex hace un camino prodigioso, abre brechas luminosas. ¡Felicidades! ¡Tzatz Comitán!