jueves, 30 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON MISTERIOS

Querida Mariana: de niño leí historias de detectives. Había un compañero que alardeaba tener un tío que era detective privado. ¿De verdad? Ahí nos tenía ansiosos de que cumpliera su promesa. Un mediodía, a la hora del recreo, dijo que nos llevaría a conocer a su tío, para que nos contara qué casos había resuelto. ¿Un detective en Comitán? Ahora, muchos años después, un amigo, hace como tres años, me contó que él tuvo un vecino que era detective privado y resolvía los clásicos casos de robo de alguna alhaja o de infidelidad. Leí una o dos historias de Sherlock Holmes, el famoso detective, creación del escritor Arthur Conan Doyle. Me apasionaron esas historias que tenían como entorno la maravillosa Londres, con su niebla permanente, cortina que le daba un agregado al misterio, porque el asesinato ocurría, precisamente, en un callejón neblinoso. El detective llegaba y veía a distancia, con el cono de luz húmeda que resbalaba del poste, el cuerpo de un hombre tirado sobre el piso. Al amparo de la lámpara del buró sostenía el libro entre mis manos, Sherlock veía el cadáver y comenzaba a elucubrar teorías y a recoger huellas para determinar quién o quiénes habían sido los asesinos. Yo, lector sencillo, también jugaba a ser detective. El detective comiteco, según el decir del compañero de escuela, nunca había tenido un caso como el de Sherlock, sus casos eran más modestos. Bueno, Comitán era una ciudad más modesta en comparación con Londres. ¿Cuándo iremos a conocer a tu tío?, era una pregunta constante. Él nos decía que ya pronto. Nuestra imaginación dibujaba la imagen del detective comiteco, ¿tendría una pipa y una lupa como sí las tenía el inglés? Para no darle cuerda a mi imaginación, una tarde invité una nieve a mi compañero (a lo lejos recuerdo que se llamaba Mateo o Miguel, mi mente es inglesa, tiene bastante niebla) y le dije que me contara cómo era el físico de su tío, si vestía algo especial cuando estaba en su labor de investigador. Mi compañero, lengüeteando la nieve de vainilla en cono, me dijo que era chaparrón y con su mano derecha señaló en el aire algo como un metro y medio. Ah, sí, estaba bien, me gustaba esa descripción, pues no podía ser alto, como el inglés; luego me enteré que nuestro investigador privado era gordo, que en el barrio era conocido como “barrilito”, porque era rechoncho. Ah, sí, estaba bien. Las historias que aparecían en los libros tenían personajes auténticos, reales, de carne y hueso. Imaginé a nuestro investigador chaparrón, timboncito, con bigote, con un fino sombrero de esos que vendía don Isaías Mora y llevaba un bastón de caoba, con el que movía los papeles del piso y señalaba las huellas de zapatos de los delincuentes, de quienes habían trepado sobre la barda para entrar a la recámara donde estaba el cofre con collares y aretes de filigrana con oro. Una tarde, el compañero (lo llamemos Mateo) nos dijo que fuéramos porque conoceríamos al tío. Nuestra emoción creció a medida que caminábamos por la bajada de San Sebastián y, por donde ahora está el asilo de ancianos, Mateo tocó tres veces seguidas, hizo una pausa y luego dos golpes separados. Nos dijo que no habláramos, esperamos un rato y vimos que el ventanillo se abrió tantito, una voz, como de gato adentro de una cueva, dijo: “¿Cuántas ramas tiene el árbol de jocote?” Mateo nos vio y nosotros no supimos que decir. La voz repitió la pregunta y después de dos segundos, no más, cerró el ventanillo. Mateo se sentó en la banqueta, colocó sus manos en la cara y negó con la cabeza una, dos, tres veces. Nosotros no supimos qué hacer. Al día siguiente, en la escuela, al ver a Mateo corrimos a preguntarle qué había sucedido, él dijo que su tío no abría la puerta a extraños. ¿Cómo?, dijimos nosotros, ¿qué no vos sos su sobrino? Sí, pero olvidé la clave. Nosotros le exigimos que nos regresara las monedas que le habíamos dado, porque él nos había cobrado por conocer al tío investigador, pero dijo que ya lo había gastado y volvió a hundir su cara en sus manos. Román, quien nos había acompañado esa tarde, nos dijo después que Mateo, le llamemos así, era un mentiroso, que su papá le había dicho que en esa casa vivía don Chema, quien trabajaba en la fábrica de trago. Posdata: pensamos que era posible, porque en ese tiempo, querida mía, había cursos por correspondencia. Miguel estudió para radiotécnico en el Instituto Maurer. Pagó su inscripción y cada mes, previo pago de la colegiatura, recibía un sobre con las lecciones y el examen que debía enviar a la Ciudad de México, al concluir el curso recibió un diploma que lo certificó como radiotécnico, diploma que mandó a enmarcar y colocó en la pared del taller donde comenzó a arreglar radios. Miguel me dijo que en ese instituto daban clases para ser detective privado. No sé si hubo un detective privado en Comitán; no sé si en la literatura comiteca existe algún detective resolviendo un caso especial. A lo lejos recuerdo un cuento que escribió Rosa Hortensia Aguilar Trujillo, que se llama “Sansón”, donde aparece el comandante Caralampio Gómez, con su asistente Serafín Solís, que resuelven un caso. Ah, qué genialidad.

miércoles, 29 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON HISTORIAS REPETIDAS

Querida Mariana: las personas mayores no la tenemos fácil. Hay capacidades que menguan. Está el chiste que dice: “cuando el cuerpo mengua, ahí está la lengua”. ¡No es así! Los sustitutos no logran evitar la disminución de neuronas ni aportar nutrientes a los músculos y huesos que ya no tienen la vitalidad de antaño. La mente comienza a fallar. Los temores se acrecientan, uno se vuelve como niño. Los jóvenes están tranquilos en su casa cuando hay tormenta afuera, pero las personas mayores se vuelven como gatitos ante el ruido de los cuetes. Los rayos y truenos nos atemorizan. Los niños, ante un temor, buscan la protección de mamá o de papá. ¿Qué hacen los adultos mayores que ya no tienen papás ni mamás? ¿Con quiénes se refugian? Con nadie. Están solos. Los hijos están trabajando y los nietos, tranquilos, revisan su celular. En muchas ocasiones se ha hecho la comparación de un adulto mayor como si fuera un mueble arrumbado en una esquina de la casa, un suéter deshilachado. Las personas mayores no la tenemos fácil. Por ahí está la historia de don Conrado, oriundo de Huixtla, quien viajó a la gran ciudad de México, en los años cincuenta. Don Conrado ya era una persona mayor, llegó al departamento de su hija que vivía en la colonia de los doctores. Desde el tercer piso se asomaba a la ventana y veía el movimiento de la calle, que era vertiginoso en comparación con la tranquilidad de su pueblo. Después de varios días, don Conrado le dijo a su hija que quería salir a dar una vuelta, como era sábado, y la hija no trabajaba en la tarde, acompañó al papá, caminaron por la misma calle para que el señor no se confundiera, después de caminar cinco o seis cuadras, ya que la hija le había enseñado los principales comercios y las señales de los semáforos, regresaron. Como ya comenzaba a anochecer se iluminó un espectacular que anunciaba una famosa bebida embotellada. Don Conrado preguntó si todos los días ocurría eso, la hija dijo que sí, en cuanto llegaba la noche encendían el anuncio. El siguiente sábado, don Conrado dijo que deseaba dar una vuelta, la hija le dijo que ya sabía por dónde, le echó la bendición, y le abrió la puerta. Don Conrado caminó por las mismas calles, se detuvo ante las vidrieras de los negocios, tuvo cuidado al cruzar la calle, permitió que una muchacha lo ayudara en una esquina. Al llegar al final de la quinta cuadra, dio media vuelta y regresó, se detuvo en el número 1234, que correspondía al edificio donde vivía su hija y a la hora que se prendió el anuncio tocó el timbre, la hija bajó a recibirlo y, mientras subían ella le preguntó cómo le había ido. Al otro sábado, don Conrado dijo que daría una vuelta, la hija le dio la bendición y lo acompañó a la puerta. Se despidieron, ella lo vio caminar por la ruta conocida. Don Conrado hizo el mismo recorrido y al regreso se detuvo ante el número 1234 y esperó que el anuncio se iluminara. A las ocho de la noche, la hija se puso el suéter y bajó apresurada, nerviosa, inquieta, preocupada, por la tardanza del papá: ¡Dios mío, que nada malo le haya pasado! Nada malo le había ocurrido, estaba parado frente a la puerta. Cuando la hija le preguntó por qué no había tocado el timbre, don Conrado dijo que esperaba el anuncio iluminado. Esa noche no prendieron el anuncio del refresco. Así como lo cuento, querida mía, parecería un comportamiento casi bobo. Don Conrado debió advertir que la papelería ya cerraba sus puertas y que la noche había entrado desde hace tiempo. ¡No! Él esperaba que el anuncio se prendiera, era su señal. No me preguntés por qué este tipo de comportamiento. Los especialistas deben saber la causa. Las personas mayores perdemos algunas capacidades. Es cierto, no en todos los casos. Hay muchos adultos mayores que, gracias a Dios, tienen sobresalientes capacidades físicas y mentales, con frecuencia escuchamos comentarios de “que se mantienen muy bien, con mentes lúcidas”, pero una mayoría tiene deficiencias por edad. Parece chiste, pero muchos aseguran haber llegado a la edad de “los nunca”, nunca habían tenido esos dolores de rodilla. Muchas personas toman pastillas para controlar la presión arterial. Posdata: en ocasiones pienso en don Conrado. Nunca lo conocí y él ya falleció, pero pienso en él. Por fortuna, en esa ocasión él estuvo tranquilo, esperaba que el anuncio se iluminara para tocar el timbre. Estaba frente al número preciso, en el edificio correcto. Ahí, en el tercer piso estaba el departamento donde le habían acondicionado una cama para dormir. La anécdota ahí terminó, ya no me contaron si después de esa experiencia la hija dejó que el viejo saliera solo o ya lo acompañó. Si ocurrió lo segundo, qué pensaría don Conrado. Porque otro comportamiento es ese, algunos ancianos se resisten a ser acompañados, quieren demostrar que pueden valerse por sí mismos.

martes, 28 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA

Querida Mariana: la fotografía del fondo, en blanco y negro, es del año de 1972. Ahí están los integrantes de la gloriosa generación 1969 – 1972, de secundaria, del Colegio Mariano N. Ruiz. Parte de ese conglomerado maravilloso volvió a reunirse cincuenta años después. Acá está el testimonio, registrado en el escenario del Teatro de la Ciudad. La tarde del 23 de junio de 2022 el tiempo se contrajo. Ya Einstein nos demostró que el tiempo es relativo. Un personaje literario de Julio Cortázar afirma en un momento: “Esto ya lo toqué mañana”. ¿Mirás? El tiempo es una línea recta implacable, pero a veces se puede meter el pie para que trastabille y cuando, todo tepereta, duda, los seres humanos logran el prodigio de jugarle la vuelta. En el Teatro de la Ciudad, estos muchachos jalaron el tapete del tiempo e hicieron la triunfal entrada al recinto. Hace cincuenta años los recibió el Cine Comitán, entraron al ritmo de la Marcha de Aída. En 1972 el cine estaba lleno de amigos, familiares y alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz, más dos o tres argüenderitos; en 2022 el teatro, en su parte de abajo, también estuvo lleno. Hace cincuenta años, los muchachos desfilaron por el pasillo central, ahora fue por un pasillo lateral. En 1972, los muchachos no imaginaron que cincuenta años después revivirían esos tiempos. ¿Mirás qué verbo escribí? Revivir. El ser humano tiene la maravillosa capacidad de remover el polvo del tiempo, con la franela del entusiasmo, estos muchachos limpiaron las manecillas del reloj eterno y lograron el prodigio que acá mirás. En el centro aparecen maestros que les impartieron cátedra hace cincuenta años, el doctor Enrique Cancino (Biología), el maestro Jorge Gordillo Mandujano (Geografía Universal), el maestro Hermilo Vives Werner (matemáticas. Los muchachos nombraron a su generación con el nombre del maestro Hermilo), el maestro Artemio Torres Figueroa (Historia) y el maestro Roberto Gordillo (Civismo). En la fila de atrás, en el extremo izquierdo aparece el maestro José Hugo Campos Guillén, quien ahora es el director general y representante legal de la Asociación Civil Colegio Mariano N. Ruiz, y que es más joven que el más joven de estos muchachos. La generación 1969 – 1972 se dio cita en Comitán. En la foto de 1972 está el grupo completo, en este 2022 hubo las ausencias dadas por motivos personales o dictadas por el destino, pero el grupo reunido fue nutrido, muchísimos acudieron a la invitación de los iniciadores. No sólo le atravesaron el pie al tiempo para que tatarateara, en nombre de la vida, ¡no!, además hicieron una pausa sublime. Estos muchachos trabajan, salvo los pensionados o quienes viven de sus rentas. Para acudir a la cita, como si fuera una reja de papel de china, abrieron un hueco luminoso para hacer una pausa genial. Sí, eso hicieron estos muchachos: una pausa sublime. Botaron el reloj de la obligación y dejaron la oficina, el taller, el consultorio, el hogar y “se fueron de pinta”. ¡Tres maravillosos días! Cuál fue la respuesta ante la pregunta ¿A dónde vas? ¡Viajaré, en 2022, a 1972! Hermosa torcedura al tiempo. Siempre que veo fotografías generacionales recuerdo la película “La sociedad de los poetas muertos”, donde el maestro, el famoso míster Keating, enseña a los alumnos de reciente ingreso las fotografías de las generaciones antiguas y les recomienda: “Carpe diem”. Ante esta fotografía, míster Keating podría haber puesto a estos muchachos como muestra de cómo saber aprovechar el instante, cómo llenarlo de vida. Estos muchachos hicieron una pausa divina, se reunieron en Comitán e hicieron una gran pachanga, guateque que compartieron con la comunidad. Con su entusiasmo llenaron de luz el aro del compañerismo y honraron a su colegio. Posdata: conté treinta y ocho muchachos en esta fotografía. ¿Uno más, uno menos? Mi vista no tuvo la capacidad de hacer tonto al tiempo, me falla la vista; además que para lo de la contada de números nunca he sido muy ducho, por eso abandoné la carrera de ingeniería y decidí estudiar literatura, para contar cuentos e historias. Ya te conté cómo me fascinan las personas que lideran causas nobles, una tarde o noche imaginan que pueden cambiar el ritmo cotidiano de los días y trepan a la rama de un árbol, y con las manos en forma de bocina, convocan a la vida y la vida cambia su cara habitual y pone una sonrisa en su horizonte. Estos muchachos se fueron de pinta, pero lograron pintar un arco iris en el cielo de este maravilloso pueblo. ¡Qué bendición!

lunes, 27 de junio de 2022

CASAS DE DOS PISOS

Éramos tres niños. ¿Cuántos años teníamos? ¿Diez, once? Una mañana vimos que en el solar de la esquina un ejército de hombres, como hormigas, llevaba ladrillos de un lado para otro, carretillas con arena y bolsas de cemento. El terreno que nos servía para jugar luchitas y fútbol ya dejaría de ser nuestra propiedad. Los viejos de casa dijeron que un ingeniero de fuera había llegado al pueblo y ahí levantaría su casa y las hormiguitas albañiles, en menos que cantan tres gallos, levantaron la casa y la levantaron con tal audacia que sobrepasó la altura de todas las demás casas con techos de teja de la cuadra. La construcción del ingeniero tuvo dos plantas, para ver el final debíamos levantar de más el cuello, con riesgo de quedarnos torcidos para siempre. ¿Y ahora dónde jugaremos?, era la pregunta que nos hacíamos, sentados a la sombra de la ceiba del parque. Don Antelmo, que era el policía del parque, no nos dejaba jugar ni canicas menos improvisar una cascarita de fútbol. Mientras discutíamos si pedíamos permiso al maestro Ranulfo, para que nos dejara entrar al patio de la escuela durante las tardes o íbamos al llanito del rumbo de la cruz del milagro, vimos que otro ejército de hormiguitas, estas cargadoras, bajaban de un camión de mudanza camas, burós, mesas, cajas de cartón y de madera, y un enorme reloj que estaba adentro de una caja, como ataúd parado. Y un día después vimos un auto de color negro, de lujo, un chofer, con uniforme, como de ejército, bajó a abrir la puerta trasera y de ahí salió, como una aparición prodigiosa, una señora con diadema dorada, abrigo con un animalito enrollado al cuello y zapatos con lucecitas. Todos, como si fuéramos integrantes de un coro de iglesia, exclamamos ¡oh! al mismo tiempo. Pero lo que superó nuestro asombro fue la siguiente y final aparición, una niña, que estaba iluminada con el mismo tono de la diadema de quien supusimos, y luego comprobamos, era su madre. Al mismo tiempo sin ponernos de acuerdo dijimos ¡qué bonita!, ella nos escuchó, como en cámara lenta, movió el cuello, nos vio, sonrió y cada uno de nosotros extendió las manos para tomar la energía de esa sonrisa y resguardarla para siempre en nuestro corazón. Éramos tres niños, tres chavales que, desde esa mañana, corríamos después de clase a sentarnos en la banqueta de enfrente y, con las mochilas al lado, mirábamos en silencio hacia la recámara central de la segunda planta. Ahí veíamos la llegada de la maestra Irma, la maestra del coro, que, nos enteramos por las pláticas de los mayores, daba clases de piano a la niña bonita, nuestra novia: Asunción. Ah, su nombre corroboraba lo que ella era, niña bonita de altura. Claro, ella no podía vivir al mismo nivel de nosotros, en casas tan sin clase, de un solo nivel, ¡no!, ella, Asunción bendita, vivía en una habitación de un segundo nivel. Para verla, nosotros debíamos levantar la cabeza, a veces, la veíamos acercarse a la ventana, la veíamos mover la mano, saludándonos, regalándonos la misma sonrisa del primer día. Nosotros extendíamos las manos para atrapar esa sonrisa, que caía como lluvia. Al principio nos ilusionamos, ¿en qué escuela la inscribirían sus papás? En ninguna. ¿A misa de qué hora iría los domingos? A ninguna. ¿A qué hora saldría a pasear al parque con su ama de llaves? A ninguna hora. Por plática de mayores nos enteramos que ella recibía de su mamá los conocimientos que nosotros recibíamos en el aula; que pronto iría a un internado de un país lejano donde se especializaría en la práctica del piano, ella sería concertista, tocaría en las grandes salas del mundo, mientras nosotros seguíamos pateando la pelota en el llanito lleno de polvo, porque el maestro Ranulfo nos dijo que no podía autorizar que practicáramos en el patio de la escuela. Pero lo del llanito sólo era ya en contadas ocasiones, porque estaba muy lejos y porque eso nos impedía sentarnos en la banqueta de enfrente, para esperar que Asunción apareciera por breves instantes para aventar sonrisas como pétalos. Disfrutamos mucho todos los ejercicios que ella hacía en el teclado del piano, esos sonidos también eran lluvia para nuestros espíritus enamorados. Mientras los demás compañeros de la escuela escuchaban música pop o rock nosotros nos apasionamos con la música clásica, Asunción nos regaló, para siempre, nombres sublimes: Beethoven, Mozart, Bach, Debusy… Cuando salía la maestra Irma nos saludaba y nos decía: esa pieza musical es de Mozart; nosotros entendíamos que la maestra era una simple emisaria, Asunción le había dicho que nos regalara ese nombre. En las noches íbamos a la casa de don Joaquín y le pedíamos que nos pusiera discos de Mozart en su amplia biblioteca. El viejo Joaquín, fascinado por vernos tan emocionados con la música clásica, hacía nuestro gusto, buscaba un disco de Mozart, lo limpiaba con un paño, lo ponía en la tornamesa y decía: “Sinfonía número cuarenta” y soltaba el brazo del tocadiscos. Doña Martha nos obsequiaba galletas y nosotros cerrábamos los ojos, veíamos a todos los de la orquesta y, al piano, los deditos de Asunción recorriendo ese entarimado negro y blanco. Una mañana, Rodolfo llegó a mi casa, acezando, dijo que Asunción se iba, corrimos a casa de Mateo y luego a casa de Asunción. La vimos ya arriba del auto negro, el chofer había cerrado la puerta, ya se ponía al volante y, como el motor ya estaba en funcionamiento, avanzó. Nosotros quedamos con las manos adentro de las bolsas del pantalón. El auto se detuvo, Asunción bajó el cristal, asomó la cabeza, como pajarito, y dijo “adiós”, nosotros sacamos las manos de los pantalones y dijimos “adiós, Asunción”, y ella, ah, qué momento, mencionó cada uno de nuestros nombres: adiós, Rodolfo; adiós, Mateo; adiós…, y dijo mi nombre. Sonrió, y algo dijo al chofer, quien, obedeció y continuó su marcha. Nuestra calle, llena de polvo, se llenó de una burbuja donde desapareció el auto y nuestra novia. Éramos tres niños: Mateo, Rodolfo y yo. Teníamos diez u once años, no más. Asunción fue nuestro primer amor, los tres estábamos enamorados de ella, y pensábamos que ella nos quería a los tres, así lo supimos el día que abandonó el pueblo, para ir al internado donde se convertiría en una gran concertista.

domingo, 26 de junio de 2022

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA

Las fotografías de piso son escasas. Los cielos y el horizonte atraen las miradas. Los seres humanos, desde siempre, nos sentimos seducidos ante lo que nos presenta el espacio. Los enamorados siempre ofrecen la luna y las estrellas a sus amadas. ¿Quién es aquel que ofrece algo del suelo? ¿Una piedrita, un puño de tierra, un caracol, una hoja seca? Los enamorados son románticos, ofrecen y aceptan lo inalcanzable. Ellos ofrecen bajar la luna y ellas aceptan lo inverosímil. Con el tiempo ellas reconocen que la certeza está en la tierra, donde tienen sus pies, y aceptar algo del piso reafirma la sentencia de que más vale pájaro en mano que ciento volando. Más que la luna es preferible tener una piedra, puede ser un zafiro, rubí o diamante; hojas y caracolitos de oro; puñitos de tierra llamados haciendas con casa grande y mil cabezas de ganado. En esta fotografía no hay cielos, no hay horizontes. La fotógrafa (con zapatitos cucos, en genial contraste con el azul de su pantalón) hizo la toma del piso. Alguien puede decir que no es un piso cualquiera. ¡No! Es un piso especial, está en el parque de San Sebastián, en Comitán. Es especial porque está hecho a propósito. En el piso hay versos de poemas de Rosario Castellanos, para decir que la gran escritora caminó por ahí de niña o adolescente, en compañía de su mamá o de su nana. Esto es una siembra de palabras, que rescató sus huellas. “Yo ya no espero, vivo”. Los puristas del lenguaje han señalado que acá el yo está de más, sugieren que Rosario debió escribir: “Ya no espero, vivo”. Sostienen que el yo está implícito y no había necesidad de remarcar, porque, además, produce un sonido de burbuja constreñida: “Yo ya”, dicen que ese “yo” es una piedrita que interrumpe la fluidez del maravilloso río poético. Es una fotografía sensacional de un piso especial. Es una imagen que no tiene piedritas traviesas, nada interrumpe el caminar supremo de la mirada. Todo está en armonía. La chica decidió aparecer con parte de muslos, piernas y pies calzados. La mirada de quien observa la fotografía se convierte en un gusanito (tzucumo) y resbala del primer plano, como en tobogán y reposa en el maravilloso verso conceptual de Rosario. “Yo ya no espero, ¡vivo!” Quienes están enamorados de la vida, los espíritus sublimes, encuentran la magia del misterio en el suelo, en medio de las piedras, del moho, del polvo. A veces, como en esta ocasión, hallan palabras. El paso avanza y debe detenerse, como si hubiese una frontera entre el aire de acá con el de allá, donde está el territorio para el siguiente paso, porque todo mundo avanza, son pocos los que se atreven a caminar hacia atrás, a desandar el camino. Estas palabras en el piso no prohíben el paso. Si esta chica se detuvo es porque halló un motivo de reflexión, un cerillito apagado que aún sigue dando luz. Estos versos son como el encuentro con un trébol de cuatro hojas, como una flor de aire. La chica se detuvo y decidió regalarnos esta fotografía, este riachuelo de cerámica en medio de un valle de piedras. Nuestra mirada baja por sus piernas, aletea en los tenis blancos y nada en las palabras de Rosario Castellanos: “Yo ya no espero, vivo”. Un día, el ceramista se hincó y sembró estas tablillas. ¿Alguien más ha imitado su postración? Los peatones caminan, hay algunos que son como ciegos para lo que está en el piso, sólo se deslumbran con lo que está frente a su mirada, en el horizonte, o lo que está en el cielo. Acá sólo se hincaría un débil visual para colocar la mano en el piso y, como si leyera en braille, siguiera las líneas profundas de cada letra. ¿Y si removemos las dos primeras palabras? ¿Cambia el sentido del verso? Cambia, por supuesto, el ritmo. Se sabe que la poesía es la cuerda que marca el sentido del viento. No espero, vivo. La fotografía es de gran calidad, tiene los elementos suficientes para ser atractiva.

sábado, 25 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL PRODIGIO DE LA PALABRA

Querida Mariana: la palabra es lluvia bendita. Los escritores buscamos la palabra precisa; los poetas saben que la palabra ilumina. En Comitán amamos la palabra. La usamos en toda su gama y la escribimos no sólo en el pizarrón sino también en el escritorio del maestro, en las puertas del colegio y en las paredes de las casas. Ah, qué hermoso el muestrario inmenso de las palabras que usamos en nuestro día a día. En nuestro pueblo tenemos el mojol de lujo: el voseo. Cuando hablamos de vos nuestro cantadito es más auténtico, ¡único! Escribí la palabra mojol, es una palabra muy nuestra. No se emplea en todos los lugares de habla hispana, ¡no! En Tuxtla, el mojol lo nombran como coitán. ¡Ah, también es una palabra bien bonita! Pero, en la zona del centro de la república mexicana, ni mojol ni coitán, en la Ciudad de México se llama ¡pilón! Pero, como hemos dicho, los pueblos tienen la capacidad de nombrar en forma diferente a los objetos y a las acciones. La palabra es un hermoso pájaro y, a la vez, es un singular camaleón que adopta diversos colores tonales. Imaginá que llega una chica española al mercado de San Juan, en la Ciudad de México, y la vendedora de las fresas, al pesar el kilo solicitado, le dijera: “¡y acá va su pilón!” Pucha, no puedo imaginar la cara de la española. ¿Un pilón? En España, la palabra pilón es aumentativo de pila, es una pila enorme. A ver cómo se oye: ¡Arza, que eso es un pilón!, una pilota. La vendedora del mercado agregaría dos fresas y ¡listo! En México, pilón es un agregadito que se hace en los mercados, es el coitán tuxtleco, el mojol comiteco. En nuestra revista ARENILLA decimos que, siempre, agregamos un mojol de lujo, un agregado para el disfrute de nuestros lectores. A nosotros nos encanta usar esa palabra, que, en términos de mercadotecnia contemporánea, es el plus. En las empresas, los gerentes demandan a sus subalternos a dar el plus; es decir, a dar un poquito más del ciento por ciento. ¡Pucha! Es como un amigo político mío que dijo que estaba dispuesto a servir a la comunidad más de veinticuatro horas al día. ¡Eso es dar el plus! En nuestro amado pueblo hay una gran diferencia entre estar en armonía y tener armonía. En todo el mundo hispano estar y tener armonía es estar en plenitud, en Comitán ¡no! Si alguien dice que tiene armonía, la chica española pensaría que la persona está muy bien, pues ¡no!, los comitecos sabemos que si un paisano dice que tiene armonía, nos dice que está mal, tiene una inquietud mental que ¡no le permite estar en armonía! Así son nuestros modos. Y nuestros modos son tan especiales e inéditos que tomamos una palabra y la mandamos al otro extremo. Pero eso no es todo, hay más, como en botica. El uso del término abusado no es exclusivo de Comitán, pero sí de esta región de América. ¿Qué es abusar? Pues el diccionario de la Real dice: “Hacer uso excesivo de algo o de alguien”. Así se entiende. Al compa que abusa se le dice abusivo. Uf. Todo mundo ha tenido experiencias de trato abusivo, en la escuela, en el trabajo, en los diversos grupos de socialización y en la familia. Hay muchos abusivos y abusadores. El término abusado debe venir del verso abusar. La tía Herlinda decía, con un rostro ajado, por la tristeza y por el coraje, que ella fue abusada por un amigo de su papá, cuando tenía catorce años. Todo mundo entiende la contundencia de la oración. ¡Fue abusada! ¿En qué momento, en América, se comenzó a usar el término como sinónimo de lista? Andrea es muy abusada, dice alguien, y en América entendemos que Andrea es muy lista. Si revisás el diccionario hallarás que en América usamos la palabra abusado como sinónimo de listo o para alertar a alguien. Sí, en muchas ocasiones, cuando fui jovencito escuché la palabra dicha por un compañero que advertía la cercanía de un maestro: ¡abusado, ahí viene!, yo debía ponerme listo, dejar de hacer la maldad que realizaba en el salón. Tengo armonía, dice un compa comiteco, los paisanos sabemos que el compa tiene cierta intranquilidad. Soy muy abusado, dice el mismo compa, sabemos que nos está diciendo que es muy listo. En Comitán respetamos la palabra, ésta es la columna vertebral de la anécdota. Ya sabés que la anécdota comiteca es sensacional. Soy escaso, pero he estado en algunas tertulias con amigos, donde la palabra es un papalote maravilloso, que vuela por todos los cielos, por todos los espíritus, iluminándonos. Sí, la palabra comiteca es luminosa, sintetiza la vida. En este pueblo nació Belisario Domínguez, quien tuvo a la palabra como su principal aliado en defensa de la libertad; en este pueblo nació Rosario Castellanos, quien usó la palabra para comunicar su pensamiento, lo hizo en muchos géneros literarios: poesía, cuento, novela, ensayo y teatro. México reconoce a ambos personajes, en tal reconocimiento está implícito el respeto con que ellos trataron a la palabra. En el ambiente político escuchamos con frecuencia frases de los discursos de tío Belis; y en el ambiente intelectual escuchamos frases y versos escritos por Rosario. Sus palabras siguen siendo estandarte de libertad. Los comitecos nos sentimos chentos por el respeto que ellos demostraron ante la palabra. La palabra seria y comprometida de Belisario; la palabra profunda, reflexiva e irónica de Rosario. Pero, asimismo, sabemos que muchísimos paisanos más siguen fomentando esta flama bendita. Lejos de los reflectores en donde están ambos personajes, las palabras sencillas siguen iluminando nuestros cielos, son ramitos de begonia para nuestro espíritu. Basta ir al mercado para ser testigo de esa maravilla sinfónica. Con qué alegría vuelan esas mariposas; la marchanta ilumina los rostros de sus compradores cuando platica; lo mismo sucede a la hora en que nos reunimos con los amigos a tomar la cerveza y comer las riquísimas botanas, tzisim y chicharrón de hebra incluidos. Sí, es tanto nuestro amor a la palabra que en muchas ciudades del mundo nos tachan de chismosos; es decir, que hablamos de más, que le echamos salsa picante al comentario. No somos monedita de oro ni somos santos. La palabra, con su magnífico poder, no sólo sirve como bálsamo para el alma, ¡no!, también sirve para joder al prójimo. Ya dije que en la escuela, en el trabajo, en la familia, siempre nos hemos topado con jodones, con abusivos, abusadores, ellos se piensan abusados (listos), en realidad son personas que enlodan honras ajenas. Ah, qué difícil es lidiar con esa clase de personas. Su palabra es cuchillito que hiere. Por fortuna, como dice la sentencia popular: son más los buenos, más quienes honran el prestigio bendito de este pueblo, más quienes respetan la palabra. Por ahí dicen los que saben que, al principio fue El Verbo. Todo está en su origen. Los documentales que hablan de la evolución de la vida, nos presentan a los primeros seres humanos sobre la tierra, son personas con características físicas muy semejantes a los hombres y mujeres actuales, pero ellas no poseen la sensacional capacidad del habla. ¿En qué momento el ser humano comenzó a gozar de esta habilidad intelectual? Los científicos no logran determinar lo que es indeterminado. Pero, en algún momento luminoso, los seres humanos lograron comunicarse a través del lenguaje y éste se diversificó en muchísimos idiomas. Los compas de estas tierras poseyeron hermosísimas lenguas antes que llegaran los conquistadores con su idioma español; los conquistadores portugueses llegaron a tierras del actual Brasil, por ello, en América Latina, los brasileños hablan portugués. Acá, muy cerca de nosotros, además del español que recibimos escuchamos lenguas indígenas, soberbias. Esos sonidos volaban mucho antes que se escuchara el murmullo y grito del castellano. Cada uno de esos idiomas tiene un repertorio genial de palabras, con sonidos de cascada de aire. El tojolabal, el tzotzil, el tzeltal, el chuj son lenguas que acuerpan la lengua castellana, la que heredamos los mestizos. Comitán tiene un profundo respeto por la palabra, pero, ya quedó plasmado en esta carta, este reconocimiento está lleno de vida, por lo tanto, nos sirve para decirnos te amo, para rezar, para bromear, para brincar la cuerda y para ofender, ¡faltaba más! Posdata: en comunidades rurales, cercanas a la ciudad de Comitán, aún emplean la palabra alentado para decir que alguien se ha curado de una enfermedad. Ah, es maravilloso escuchar que Rosa ya está alentadita. ¿Mirás? Es como mojol de la vida, de la divinidad. No sé de dónde proviene la palabra alentado, pero es una palabra bella, sobre todo como la usan en nuestro entorno: ya está alentadito; es decir, ya está buenito, ya está curado. Bendito Dios. En Comitán amamos la palabra, la disfrutamos a la hora que nos reunimos con los amigos, es la cinta que da origen a la anécdota.

viernes, 24 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, EN VUELO

Querida Mariana: ¡mirá esta genialidad de fotografía! ¡Claro, es de la mirada de Roberto Chávez! Es una fotografía a vuelo de pájaro que abarca dos edificios simbólicos de Comitán: el templo de Jesusito y el actual pabellón municipal. Me encanta, porque enseña cómo el edificio con el techo de paraboloides se posó en medio de las casas con tejados. Es como si alguien hubiese soltado un pañuelo desde el cielo y, en su caída, adquiriera esta soberbia forma. Lo que hace Roberto es un ejercicio similar, desde el cielo, con su mirada prodigiosa, nos regala un pañuelito lleno de aire. ¡Ah, qué genialidad! Por ahí ya asomó un documento donde se demuestra que esta construcción fue diseño del famoso arquitecto Candelas. Claro, tiene su firma. Ya hemos comentado que este edificio sirvió para mercado. Tuve la oportunidad, siendo estudiante de preparatoria, en 1974, de conocer el plano de la distribución interna. El arquitecto Roberto Zúñiga puso el plano sobre el escritorio y los estudiantes del área Físico-Matemática, vimos un panal. ¿Un panal? Sí, la distribución de puestos tenía una retícula hexagonal. Fue algo novedoso, porque, en la mayoría de puestos de mercados, la traza es como la de las ciudades españolas, una traza ortogonal. En el mercado de Jesusito, el genio de Candela hizo una distribución hexagonal. Esto fue algo inédito y dificultó un poco la ubicación de los puestos, porque si vos te parás en un mercado las avenidas te permiten ver al fondo y decir: “allá se ve el puesto donde venden las butifarras”; en el mercado de Jesusito la distribución de los módulos era especial, interesante, pero extraña. Un día, el edificio dejó de ser mercado, el pico y la pala botaron esos módulos hexagonales y se dejó limpia el área y, con descaro y orgullo, los comitecos llamamos Centro de Convenciones al edificio que, como dijo tío Lacho, fue un espacio donde jamás hubo una convención, se destinó para actos políticos y se dio en renta para festejos particulares, como bodas, quince años, bautizos y para graduaciones de diversas escuelas. Preguntale a Rosita, ella recuerda que ahí recibió sus documentos de secundaria. Una mañana, el Centro de Convenciones dejó de serlo y se convirtió en el Pabellón Municipal. A fin de ahorrar dinero del erario el espacio se destinó para albergar diversas oficinas y direcciones municipales. Me tocó el privilegio de inaugurar esas instalaciones, por ello fui testigo de la belleza estética de la techumbre y de cómo esta forma arquitectónica acumulaba el calor y lo desparramaba al interior. Ya te conté cómo los encargados de las direcciones solicitamos, con carácter de urgente, equipos de ventilación. ¿Esto se da en las demás construcciones con esta techumbre? Tal vez, no lo sé, el diseño original se modificó en las paredes laterales y no permitió el paso alegre del aire y del viento. No sé si a la fecha sigue siendo un horno el interior. Lo único que sé, porque acá se aprecia, es la belleza de esta toma fotográfica. Sé que muchas personas tienen drones y realizan mil tomas aéreas, pero, como siempre sucede, no todos tienen el genio de la mirada. Roberto Chávez es uno de los grandes de la fotografía, su talento está a la vista de todos, su mirada toca espíritus, hace que nuestra mirada también se vuelva genial. Él nos presta sus ojos y nos hace ver el prodigio donde, la mayoría de veces, pasamos de noche. Como somos hijos de la tierra nuestra mirada está a la altura de los ojos, pero acá, volamos y al volar descubrimos ángulos novedosos, jamás advertidos. Como caminé por estas calles muchos días para llegar a la oficina, puedo decir que en la esquina del templo hay una lona azul, ¿la ves?, es de una taquería ambulante que colocan todas las mañanas, al lado está la camioneta del dueño de la taquería. A mitad de la pared del Pabellón que acá se ve existe una jardinera, alguien sembró un árbol de tenocté, ¿aún existe? ¿Ya da flores? ¿Ya avisa para que las muchachas del barrio preparen su maletía? Posdata: la fotografía es sensacional. A Roberto le debemos muchos instantes felices; le debemos miradas novedosas, tomas jamás logradas. Él ha hecho un registro importante del Comitán de estos tiempos, lo ha hecho con la pasión del cronista gráfico, pero con el deslumbre del ojo de artista sin igual. Su genialidad está a la altura de esta fotografía, por encima del piso, en el territorio del vuelo.

jueves, 23 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN MURAL

Querida Mariana: los murales de Robertoni Gómez caben en todas las paredes, en todos los cielos. El 22 de junio de 2022 se inauguró un mural en el Campus VIII Comitán, de la Universidad Autónoma de Chiapas, mi universidad. Acá, desde ese día, el genio creativo vuela como papalote en el cielo comiteco. Esta obra artística de barro llegó a la tierra del barro, esto es como decir que el aire halló el fogón del viento, se posó en Comitlán, “tierra de alfareros”. El maestro Robertoni es el espíritu que continúa con la tradición ceramista de la región. Él, con sus manos y mirada de flama, llegó a Comitán para entregar un maravilloso rompecabezas armado que, en su extremo derecho, se desintegra en búsqueda de la identidad del ser humano. ¿Sabés cómo se llama este mural prodigioso? Robertoni lo tituló: “Todo se mueve y cambia en el universo”, síntesis conceptual de un resumen ideológico. Tenés que ir al Campus para admirar este vuelo, para hacer una lectura de las imágenes ahí plasmadas. El centro de todo, como siempre, es la mujer y el hombre, en su eterna búsqueda de respuestas. El movimiento es prodigioso. Fui a conocer este mural el día de la inauguración. Llegué mucho antes del acto protocolario. El campus estaba casi desierto, sólo el personal permanecía en las oficinas y algunas personas preparaban el escenario en el auditorio para recibir al rector. Alguien salió y me preguntó qué deseaba, nada, respondí, sólo vine a tomar una fotografía al mural. Lo siento, me dijo muy amable, las fotografías se tomarán después de la inauguración. Ah, no se preocupe, manifesté, ya tomé suficientes fotografías y, con la corrección que siempre me acompaña, me despedí y le deseé un buen día. Llegué a las nueve y media de la mañana, el acto protocolario, estaba programado para las once y media de la mañana. No sé a qué hora ocurrió. Llegué temprano para evitar el tumulto y para admirar con atención la propuesta estética de mi admirado Robertoni. Así fue, disfruté a mis anchas la imagen. Como todo lector occidental admiré el mural de izquierda a derecha, jugando una rayuela con mi mirada. Al llegar al extremo derecho, el prodigio asomó. Estoy seguro que nadie más logró tener esta maravillosa sensación ese día. A las nueve y media, en una mañana fresca, después de una noche lluviosa, una racha de viento asomó a la izquierda del mural e hizo la magia: era como si la naturaleza soplara sobre el mural y las figuras se movieran siguiendo ese río sensacional, invisible, pero visible en las tabletas de cerámica. Sí, el aire empujó las losetas de la derecha, las movió y supe que el título del mural es el más certero: “Todo se mueve y cambia en el universo”. El viento llegó desde la Ciénega; desde San José Obrero, lugar donde las mujeres modelan el barro y hacen ollas y cantaritos; desde el rumbo de Yalumá, donde el ceramista Manuel también continúa con la tradición de este pueblo mágico. La presencia de Robertoni en el campus de la UNACH, en Comitán, es la vara mágica que mueve espíritus y transforma el universo, es el mítico vuelo de la mariposa que altera, para bien, el espíritu del mundo. Hace un mes nada había en ese muro color tierra, de pronto, un grupo de personas colocó un soporte para que Robertoni llegara a jugar la rayuela de la vida, y ahora, todo es diferente. El muro vacío, ciego, habla con la belleza del barro, hecho cerámica, vuelto aire condensado. Sí, el instante fue prodigioso, el viento de las nueve y media del día 22 de junio de 2022 hizo su labor creativa y comenzó a desparramar las losetas del extremo derecho, papalotes geniales. Fue tan intenso su vuelo que estuve a punto de correr con los brazos extendidos para detener ese vuelo, un poco para decir que ese mural no se pierda nunca, ya lo tenemos en Comitán, debemos protegerlo, cuidarlo, mimarlo; debemos llevar a los niños y jóvenes para que lo disfruten. Que los papás lleven a sus hijos a la hora que haya mucha luz, a la hora que el sol se derrama con intensidad de fogón, pero a la hora que, a la par, el viento haga el portento de unirse al movimiento de esas losetas que están llenas de movimiento. ¿Mirás lo que escribí? El viento sigue el soplo que la mano de Robertoni impuso en el tablero. Posdata: llegué temprano y tuve el privilegio que sólo tienen aquellas personas que limpian la sala donde está la Gioconda, en el Louvre, antes que lleguen las hordas de visitantes. El campus estaba casi desierto, estuve solo ante el prodigio de la creación de Robertoni.

miércoles, 22 de junio de 2022

LLENA DE COLORIDO

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como pinturas de Botero, y mujeres que son como pinturas de Picasso. La mujer Picasso, desde niña, fue objeto de burlas en la escuela, porque tenía un ojo extraviado o un labio que era como una repisa mal colocada. La mujer Picasso, ya de grande es una de las mujeres más atractivas del mundo. El lunar grande que tenía en la comisura de los labios y que los compañeritos del cuarto grado de primaria decían que era como una mosca tse-tse, era como un gusano que se volvió mariposa, porque ahora es motivo de seducción, todos los hombres caen rendidos ante ese hermosísimo pétalo oscuro. La de manos grandes, que eran como manoplas de béisbol, hoy son orquídeas que humedecen la piel de los amados a la hora de la caricia, a la hora que repasan cada una de las extremidades del varón deseado. ¿Cuántos niños no se burlaron de su nariz de garfio, de esa nariz que tenía un columpio o que tenía dos hoyuelos donde ella, la niña Picasso, se sacaba los mocos verdes y ligosos? Hoy, esa nariz es un atractivo más del rostro de la mujer Picasso, su forma le permite oler y disfrutar los más seductores aromas de su pareja. ¡Ah, es fascinante el juego donde ella se inclina en el pecho del amado y, como si su nariz fuera una sopladora, riega aire caliente, cascadas de aire que son como mil hormiguitas caminando por las tetillas y por el ombligo! La mujer Picasso es, como lo intuyó Pablo, mujer de tres dimensiones en un plano de dos dimensiones; es tres mujeres en una: mujer color, mujer mutable, mujer llena de madrugadas y atardeceres. Su cuerpo y su espíritu tienen todos los colores del universo y más. Su rostro tiene todos los tonos de la naturaleza, en su cuerpo está el rojo de la flama, el azul del vuelo, el verde agua del pozo eterno, el blanco del gis, del que toma el niño para dibujar sapitos en el pizarrón del aula. Fue motivo de burla cuando niña, pero en cuanto creció, sus pechos, sus piernas, sus manos, sus labios y, sobre todo, su mirada, fueron como colibríes volando alrededor de la flama donde se calienta el elixir del misterio. Ella es mágica, es hija de la grieta donde se cuela la luz, donde las golondrinas hacen verano. La delicia de sus juegos de cama consiste en descubrir el color de cada una de sus sensaciones, de cada uno de los dedos de sus pies y de sus manos, de los pétalos de sus pechos, de sus areolas, de sus labios, los cuatro. Sus compañeritos del quinto grado de primaria se pitorreaban de ese grano rojo que tenía a mitad de la nariz se quedaron callados al crecer y descubrir que ella, la niña del grano rojo, tenía un botoncito rojo que hacía las delicias a la hora del vuelo. Y digo vuelo, porque si alguna mujer vuela en el mundo es precisamente la mujer Picasso. El vuelo lo tiene signado en su trazo ágil, en la ventana que, como su rostro, a la vez, está cerrada y abierta, está de frente y de perfil, arriba y abajo, debajo del árbol del deseo y arriba de lo sensual, del sorbo de tequila, de la sábana y de la fogata. Es un prodigio de la naturaleza que en un plano de dos dimensiones una mujer vuele en tantos universos paralelos; la mujer Picasso es continuadora del genio, la mujer especial, única. La mayoría de mujeres se hace cirugías estéticas para parecerse más como a las otras, las modelos impuestas por el canon estético plástico. La mujer Picasso está satisfecha con sus rasgos que son dignos de museo. Ella es mujer cuyos colores exudan aromas, aromas amarillos huevo, amarillos sol, anillos amar, amar anillos. Es mujer única, excelsa, mujer de vuelo sublime. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que piden más a la hora del verbo, y mujeres que exigen menos a la hora del suelo.

martes, 21 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN PAN FRANCÉS

Querida Mariana: en los libros cabe todo, ¡todo! Hay cielos, calles, edificios, carreolas, multitudes, borrachos, putitas, viejos durmiendo, niños en columpios, autos, aviones, cocinas, recámaras, baños, bibliotecas, campos de fut, comida, aromas, albañales y mucho más, más. Dije comida, mucha comida. Sin duda que recordás que en la novela “Rayuela”, de Julio Cortázar, en el capitulito cien aparece el pan francés, viejo conocido de los comitecos, ingrediente esencial para el famosísimo y riquísimo pan compuesto. Un lector comiteco piensa que en un libro escrito por un paisano puede encontrar la mención del pan francés, lo mismo sucede con una novela francesa, pero, pocos imaginan que en un libro escrito por un argentino aparezca la mención del pan francés, pero sí, porque en aquel país sudamericano, igual que en Comitán, hablan de vos y comen pan francés. En la novela, Horacio, en una calle de París, entra a una cabina telefónica y llama a su amigo Etienne (pintor) para contarle un sueño: “soñé que iba a la cocina, buscaba pan (…) era un pan diferente de los de aquí, un pan francés como los de Buenos Aires, entendés, que no tienen nada de franceses pero se llaman panes franceses. Date cuenta de que es un pan más bien grueso, de color claro, con mucha miga. Un pan para untar con manteca y dulce, comprendés”. ¿Mirás? Casi lo mismo decimos en Comitán: los panes franceses de acá no tienen nada de franceses, pero se llaman así. Su amigo Etienne le dice que ha comido esos panes en Italia. Comprensible, Italia es vecina de Francia y pues se entiende que haya intercambio de sabores y de nombres, pero cómo fregados llegó el pan francés a Buenos Aires y a Comitán. ¿Por qué se llaman así? El pan francés argentino se parece más al bolillo mexicano, no tiene parecido con el pan de Comitán, que es pachito y con la carita empanizada, como de fantasma. ¿Cuándo fue la primera vez que en Comitán prepararon el pan francés? ¿De dónde llegó la receta? Nadie puede decir los datos precisos. Los comitecos de los años cincuenta del siglo pasado recuerdan que había mucho intercambio con Guatemala, muchos objetos finos eran comprados en aquel país, muchos bibelots eran franceses. Puede ser que por ahí haya llegado el nombre y la receta, pero esto que digo tomalo como mero ejercicio Horaciano; es decir, un sueño alocado. Al país argentino llegaron muchos italianos, basta decir que uno de los principales poetas de aquella tierra y de toda Latinoamérica es Ricardo Molinari. Si Etienne dice que el pan francés lo probó en Italia, puede aventurarse que algún chef italiano haya comenzado con la tradición del pan francés en Buenos Aires. Pero, ¿en Comitán? Acá no llegaron ni italianos ni franceses, al contrario, el paisano Pantaleón Domínguez fue a Puebla a combatirlos. Me encanta el don del libro: contiene todo: caballos, gatos, bodegas, pasadizos secretos, escaleras, lagunas, mares, barcos, peces, redes, rueda de caballitos, gritos, lamentos, susurros, caricias, cortinas de baño, olor a pescado podrido, aroma a jazmín, atardeceres, niños en bicicletas, montañas y comida, mucha comida. En libros de escritores comitecos aparecen mesas con manteles blancos y platos con chanfaina, chicharrón de hebra, rodajas de butifarra, vasitos de comiteco, sangrita de borrego, chile pastor, tzisim, saquil, enchiladas comitecas, huesos estilo Tío Jul, tamales de bola, chimbos, turuletes, tabletas de manía y panes compuestos, hechos con panes franceses. ¡Nadita! Una delicia culinaria, meramente comiteca, que tiene como ingrediente fundamental un pan francés, ¡oh, la la! Oui, oui. Posdata: el comensal argentino no debe sorprenderse al pedir un pan francés en Comitán, ni el comiteco debe sorprenderse al pedir un pan francés en Buenos Aires, ni los franceses sorprenderse al pedir pan francés en Comitán o en Buenos Aires. Ya lo dijo Julito: (…no tienen nada de franceses, pero se llaman franceses). ¿Por qué se llaman entonces así estos panes que hacen en Argentina y en Comitán? Je ne sais pas; es decir: ¡sepa la bola!

domingo, 19 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN PARASOL

Querida Mariana: ¿tu mamá te recomienda: llevá paraguas, cuando te ve salir en la tarde? A mí me encanta ese chunche que tiene dos usos: sirve para protegerte de la lluvia y para protegerte del sol. Pocos chunches en el mundo sirven para dos cosas tan antagónicas. ¿Conocés algún otro objeto que tenga este abanico tan grande en su uso? Me encanta que se llame paraguas, pero que sirva para que la señora que vende chayotes hervidos en la banqueta se proteja del sol. Mi abuela Esperanza llamaba sombrilla al paraguas. A mí me encanta esa palabra: sombrilla, que es como un cachito de sombra. Tal vez se llama así, porque produce un pedazo de sombra, donde uno se refugia de los rayos inclementes del sol. Hay algo en la terminación “illa” o “illo” que me provoca nostalgia y ternura. Este regusto palideció tantito cuando el ex presidente de la república, Vicente Fox, comenzó a tratar a todos los niños y niñas con los términos de chiquillos y chiquillas. Pero, fuera de eso, que resultó motivo de burla, las palabras que terminan en “illa” o “illo” suenan como un pase de danzón. Mirá, oí: ¡quesillo!, no tiene la rotundez de la palabra queso, por eso, cuando vamos al mercado y pedimos una quesadilla, la tortilla toma una sonrisa de campana. La quesadilla es una tortilla con queso, pero, sólo digo como juego, no pudo llamarse de otra manera, porque la terminación así lo exigía. ¿Por qué la tortilla se llama así? Si eliminamos el sufijo illa, podría quedar torta, que es como la abuela hinchada de la tortilla. Del queso ¡el quesillo!; de la torta ¡la tortilla! Del peso ¡la pesadilla! En la novela “Rayuela”, de Julio Cortázar, aparece la palabra “Pureza”, un personaje dice: “Pureza, horrible palabra. Puré y después Za”. ¿Mirás cómo fraccionando una palabra que define un concepto hermoso se vuelve algo horrible? De punto viene puntilla; de puta viene putilla. Esta palabra pierde su agresividad, su golpe al plexo. El muchacho ofuscado que reclama a su novia por ser una ¡puta!, se suaviza cuando ella baja los ojos y dice: no, mi vida, soy tu putilla. ¿Y qué pasa con la palabra orilla? ¿Qué con la palabra periquillo? ¿Qué con grillo? Todo lo que termina en “illa” o en “illo” tiene algo como una cuerda divina, hace que el universo suene menos de piedra. Sé que ahora estás pensando qué sucede con la palabra “pillo”, que, según el diccionario, por su origen, está relacionado con alguien que roba o saquea. Pero, ¿cuántas veces oímos que la abuela dijo que Martincito era un pillo?, y Martincito no era un ladrón, lo que sí hacía era robarnos nuestro cariño, porque era un travieso simpático, sus pillerías eran como regocijo de iguanas. Me encanta el paraguas que sirve para protegerse de la lluvia y del sol; y me encanta el nombre que mi abuela le daba a ese objeto: sombrilla, hija de la sombra mayor, cachito donde el sol nos hace los mandados de mediodía. Querida mía, ¿tu mamá te ha dicho: me tenés hasta la coronilla? Coronilla, qué bonita palabra. Recuerdo una canción que decía: “Y era una reina tan pequeña, que, en lugar de tener corona, tenía coronilla”. Es una canción bonita. No soy rey, pero la edad me ha colocado una coronilla en el lugar donde tuve una mata tupida de cabello. ¡Nobleza obliga! Posdata: hay quesadillas que no llevan queso. Romeo dice que taquilla no es la mamá del taco, porque si no, en las salas cinematográficas, en lugar de dar boletos darían tacos de nana o de tripa. Me encantan las manecillas del reloj, hijas de la mano. La única palabra que no debería llevar la terminación “illa”, es la hija de lo pesado que se llama pesadilla. Esta palabra sí tiene una gran carga, es, como la “pureza”, de Cortázar, es una palabra horrible. De ahí en fuera, a mí me encantan todas las palabras que terminan en “illa” o “illo”. No me gusta la lluvia, detesto mojarme, pero me fascina ver, desde una ventana, a las personas en la calle, caminando como signos de interrogación, protegidos debajo de un paraguas, sombrilla. La lluvia no toca sus coronillas, todo se abre como un hongo húmedo.

sábado, 18 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE NO SÓLO DE MAÍZ VIVE EL SER HUMANO

a Juncaná y nos regalaron un elote asado, bien sabroso? Esa comunidad es famosa por los elotes que cosechan; cada año hacen la Feria del Elote. Ahora, esta comunidad, que pertenece al maravilloso municipio de La Trinitaria, fomenta el gusto de diversas disciplinas artísticas. Existe un grupo de personas del lugar que no sólo siembra maíz sino también semillitas para el espíritu, su aire es tan limpio que ya levanta globos de esperanza en otras parcelas. Formaron un taller de creación literaria, presentan libros, hacen lecturas y, hace pocos días, invitaron a todo el mundo para presenciar la inauguración de un mural, pintado en el salón de actos. ¡Un mural!, querida mía. ¿Mirás la lluvia? Y no es sólo de temporal, no, lo están haciendo ¡de riego!, en forma regular. Ellos, sensacionales agricultores de toda la vida, saben que la plantita necesita cuidados amorosos y riego constante. No sabemos hasta dónde llegará este movimiento cultural, pero con lo hecho ya se convirtieron en referente estatal. Juncaná es una comunidad pequeña, alejada de los centros culturales; pero ya lo dice la sentencia: si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña. ¡Claro! Los habitantes de esta prodigiosa comunidad han llevado una montaña de luz a su pueblo, este punto luminoso ya comienza a regar albahaca en los campos fértiles. No había escritores, ¡ya lo hay!; no había fotógrafos, ¡ya lo hay!; ahora, sin duda, algunos niños seguirán el ejemplo de los muralistas y comenzarán a hacer bocetos en los cuadernos, bocetos que ya no serán tarea escolar, sino que tendrán intención artística. ¿Y cómo se dio la creación del mural? En la cabecera municipal existen murales, hay en el Salón Salomón González Blanco y en la presidencia municipal, pero no hay murales en las comunidades pequeñas. Bueno, no había, ¡ya hay! Un mural que cuenta en imágenes los instantes más sublimes de la historia de la comunidad. Juncaná lo está haciendo. Hace tres meses, las paredes del salón de actos sólo servían para delimitar el espacio, hoy, el mural habla a toda la comunidad y a todos los visitantes, ahí están las imágenes, en un diálogo creativo, esas paredes dicen: esto fuimos, esto somos, e invitan al sueño colectivo: ¡esto seremos! Los muros ciegos y mudos, ahora son extensión de los hermosos campos y sembradíos de esa región. ¿Vos cómo lográs concretar tus sueños? Los expertos dicen que lo primero es visualizarlo bien, luego analizar los medios para hacerlo realidad y al final poner manos a la obra. Algunos habitantes soñaron con tener un mural en la comunidad de Juncaná. ¿Sueño irrealizable? Ideal difícil de conseguir, pero no imposible. Lo visualizaron con tanta fuerza que un día “les cayó del cielo”. Parece extraño lo que digo, pero así lo cuentan. Un día llegó un grupo de tres artistas plásticos a la comunidad, preguntaban por el maestro Gil Gómez, como no estaba el maestro Gómez, los atendió el doctor Baltasar Ramos Martínez y ahí comenzó la lluvia. La semilla estaba preparada, en ese instante el árbol de la vida comenzó a crecer. Nery, Arely y Paula, de “Pintando con causa” dijeron que ellos pintarían el mural, sin costo. Sólo pedían un lugar para dormir. Y la comunidad de Juncaná que se “pinta” sola para atender a los invitados, recibió a los tres artistas como se recibe la lluvia bendita, con gratitud infinita, y los tres artistas sembraron imágenes en las paredes y el resultado está a la vista de todos, de los integrantes de la comunidad y de los visitantes de todo el mundo. ¡Qué prodigio! Pero, ¿quiénes son los integrantes de “Pintando con causa”? ¿Cómo es que se convierten en ángeles y llegan como llegan las aves, del cielo? Te invito a que des una vueltita por su página en redes sociales, para que mirés todo lo que realiza este grupo genial. No sé cuántos murales han pintado en comunidades de nuestro estado. En cada lugar que acuden siembran luz en las caritas de los niños, quienes, admirados, claro, ven cómo estos muchachos maravillosos, sembradores de luz, hacen los bocetos en las paredes desnudas y, para vestirlas, con vestidos modestos, pero luminosos, sacan los botes de pintura, hacen mezclas, pintan con pinceles, con brochas, difuminan con los dedos, se acuclillan, se hincan, se sientan, trepan a escaleras, se llevan la mano a la frente y se secan. En Juncaná fueron tres tiucas hermosas pasando de un lado a otro, haciendo realidad el sueño de la comunidad. Deseaban un mural, Nery, Arely y Paula les hicieron realidad su sueño, ahora está plasmado en esos muros que antes eran simples soportes estructurales. Juncaná es una comunidad pequeña, pero grande, inmensa, tan inmensa como la mazorca que cultivan, tan inmensa como el sembradío verde que se une con el azul del cielo. La lluvia siempre es esperada con emoción, ahora, la lluvia de imágenes, como maná, llegó del cielo y se volvió cascada gracias a la mirada y a las manos de tres artistas. Nery nació en Tapachula, pero radica en Morelia; Arely es de Cuernavaca y Paula es colombiana. Sí, y ¿sabés qué?, la colombiana, después del trazo de Nery, puso color a la imagen de su paisano, el general Melo, quien murió en Juncaná y fue presidente de la República Colombiana. Es el único ex presidente de Colombia cuyos restos reposan en otro lugar fuera de su patria. Los datos históricos refieren que sus restos mortales están en la tierra de Juncaná. En la comunidad existe un busto que recuerda al general Melo, un busto en tres dimensiones; pero ahora, gracias a la imagen en dos dimensiones, pero llena de color, el general José María Melo y Ortiz recuperó vida. Los muros tomaron vida, hablan en susurros, en gritos luminosos. ¡El sueño se cumplió! La visita a este espacio significa tomar un sorbo de agua limpia, un buche de aire impecable. En una línea del tiempo la mirada recibe un puñito de tierra buena. Una presencia constante es el maíz, en Juncaná respetan este alimento bendito. El mural está dividido en tres segmentos, el de la izquierda presenta al dios del maíz, un agricultor de tiempos anteriores a la conquista, las diversas acepciones de la palabra Juncaná (mirá qué belleza: “Hunkána: Casa de las Grandes Milpas”. Pucha, genial), y una mano que sostiene una mazorca. Acá está el contraste cromático y simbólico, porque, mientras toda la sección está pintada en tonos blancos y grises, la mazorca tiene el color amarillo, el color oro, la esencia de la vida. El segmento central está lleno de color, ahí, en medio de edificios representativos y de imágenes simbólicas donde se unen personajes históricos y religiosos, herencia de tiempos de la conquista espiritual: María Ignacia Gandulfo (quien fue propietaria de la hacienda y mujer que donó sus riquezas para la construcción de un hospital en Comitán, para apoyar a los desposeídos); el general José María Melo y Ortiz; Abelardo Cristiani Armendáriz (quien fue propietario de la hacienda); Lázaro Cárdenas del Río (ex presidente de la república mexicana, impulsor de la Reforma Agraria); también aparece la imagen de una marimba con el nombre de Juncaná; e imágenes religiosas: la Virgen de la Inmaculada Concepción y San Isidro Labrador. Y en el segmento de la derecha, el recuerdo maravilloso del legendario equipo de fútbol soccer que jugó en la liga de Comitán; aún existe en el ambiente futbolero local el dicho: “¡ah, tiene patada juncanera!”, cuando alguien patea el balón con fuerza; una imagen de la Feria del Elote; el nombre del mural: “Identidad histórica de Juncaná”; la relación de nombres de los artistas plásticos: Arely Mundo Gopar, Paula Seucy Maldonado y Nery Muñoz López; y una frase que reafirma lo que siempre ha sido esta comunidad: “Somos Juncaneros: hijos de madres buenas y nobles padres, somos la inteligencia que no acaba”. ¡Ah, cuánto orgullo, cuánto respeto por la tradición, cuánta gloria por la luz recibida! Juncaná es una tierra buena y noble. Posdata: ¿cómo se logra lo deseado? Primero se visualiza, luego se hace una propuesta para conseguirlo y al final se pone en práctica. A veces, el universo hace prodigios, y lo soñado se logra, porque la luz llega del cielo. En ocasiones, es tanta la fuerza del pensamiento que conspira para que el destino ponga la mano bendita sobre el suelo. En Juncaná no sólo siembran maíz, también siembran sueños. Dicen que los artistas que pintaron el mural aparecieron como personajes de generación espontánea, pero, en realidad, la comunidad de Juncaná ha trabajado con tanta pasión que todo está a su favor. Juncaná es ejemplo de vida. ¡Que la luz la siga iluminando por siempre!

viernes, 17 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN RASGO DE PAISANA FAMOSA

Querida Mariana: hay comitecas talentosas modestas y comitecas talentosas famosas. Todas, en su parcela, contribuyen a que el nombre de Comitán brille en el universo. Hemos dicho, niña mía, que no hay empresa pequeña, todas son necesarias para el avance de los pueblos. La modesta comiteca coloca un ladrillito en el mismo edificio donde aporta la famosa. Pero, es comprensible, las famosas siempre acaparan reflectores, son buscadas, perseguidas. Así ha sido desde siempre. Son famosas porque sus actos han trascendido el ámbito local. Una de las comitecas famosas es Rosario Castellanos. El día 25 de mayo de 2022 se cumplieron noventa y siete años del nacimiento de la destacada paisana, por eso, el licenciado en comunicación Iván Ibáñez, conductor del Noticiario Noti-vos, me invitó para dar una breve respuesta a la pregunta: “¿Quién es Rosario, para Comitán y los comitecos?” Comencé diciendo que al ser el lugar donde vivió su infancia y parte de su adolescencia, la figura de Rosario tiene una cercanía especial, cercanía que no se da en ningún otro pueblo del mundo. Esto es una obviedad; es decir, cada ser humano posee un carácter signado por el pueblo en donde creció. Pero, dada la trascendencia del personaje, el lugar donde vivió su infancia y parte de su adolescencia tiene una simbología especial. Rosario siempre se asumió comiteca, a pesar de haber nacido en el Distrito Federal. Este vínculo afectivo la marcó. Los científicos nos han explicado que los primeros años de vida de un ser humano son esenciales en el desarrollo de la personalidad. ¿Cómo está conformada la trama de su novela “Balún Canán” y de qué sustancias intelectuales están bordados los cuentos de “Los convidados de agosto”? La novela y los cuentos están bordados con cintas comitecas, con historias y anécdotas que Rosario escuchó, vivió o adaptó. Mucho del carácter del pueblo comiteco está plasmado en esos libros. Por eso, Iván preguntó en forma puntual ¿quién es Rosario, para Comitán y los comitecos? En la pregunta está implícito el rasgo especial. Rosario no es la misma para quienes la conocieron ya después en la ciudad de México, cuando ella fue estudiante de la UNAM, catedrática universitaria, conferenciante, famosa escritora, connotada diplomática. En Comitán, para muchos de su generación, Rosario fue la amiga de infancia y la compañera de escuela. Por eso, cuando ella llegó a ser famosa, esas personas que la conocieron en su casa o en la escuela hablaban de ella con gran cercanía, la trataban con el nombre cariñoso de Chayito. Esto marca la primera relación con el pueblo. Las biografías de Rosario contienen, en muchos casos, testimonios de esos amigos. ¿Cómo era de niña? ¿Cómo eran sus papás? Quienes convivieron con Rosario dieron su versión. En Comitán existen placas en dos casas que dan cuenta que ahí vivió Rosario Castellanos; en esas casas Rosario recibió a amigas y compañeros de escuela. Estos instantes jamás volvieron a darse en otra parte. Comitán tiene el privilegio de haber sido la cuna donde la gran escritora mamó esencias de su posterior proceso creativo. Rosario está considerada una de las principales escritoras mexicanas del siglo XX. En este privilegio está adosado el nombre de Comitán, muchas personas, en el mundo, relacionan de manera inmediata al pueblo con la escritora. No es difícil hallar a personas que confirman al preguntar: Comitán es el pueblo de Rosario, ¿verdad? La pregunta que Iván formuló pueden responderla con conocimiento de causa los comitecos. Los investigadores y expertos en la obra de Rosario han llegado al pueblo en busca de testimonios que les ayude a responder lo mismo. Rosario vivió en dos ciudades chiapanecas más: San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez, llegó a estas ciudades cuando ya comenzaba a despuntar su prestigio literario. En San Cristóbal de Las Casas existe el Hotel Rosario, que está en la avenida Insurgentes, y cuya información consigna que se llama así porque está construido en la casa donde vivió la escritora. En la Ciudad de México ya no existe la casa donde ella vivió, frente al bosque de Chapultepec, casa que compraron sus papás, fue derruida hace algunos años. Posdata: en Comitán aún existen las dos casas donde Rosario vivió, con transformaciones, por supuesto, pero ahí siguen y muchos comitecos entienden cuando alguien dice: “acá vivió Rosario”. Casi todo mundo sabe de qué Rosario se trata, es nuestra Rosario, la que ahora tiene un museo dedicado a su vida y obra en este pueblo donde estudió, tuvo amiguitas y, también, su primer novio.

jueves, 16 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL JUEGO DE LOTERÍA

Querida Mariana: por favor, serví el café, el té, el pan, las galletitas de avena, ¡juguemos lotería! Invitá a tu novio, a tus papás, a Lourdes. Los políticos dicen que ¡hay tiro! Nosotros tiremos la carta, gritemos la figura y coloquemos un granito de maíz en el tablero, hasta que alguien, afortunado, complete su cartoncito y grite ¡lotería, lotería! Una lotería modesta, nada que ver con la de la Lotería Nacional donde los ganadores obtienen millones de pesos. Acá sólo se trata de bendecir el instante con los afectos, volver a los maravillosos tiempos de juegos de mesa. Dejemos de lado los celulares, los apaguemos y encendamos la tea de la convivencia, la que permite gozar el instante en comunidad. Volvamos a sentirnos vivos. La poeta Clarita Guillén obsequió al Museo Rosario Castellanos una lotería con imágenes de vida y obra de la famosa escritora; en el Museo de la Ciudad, la artista plástica Grisell Herrera, creó una lotería comiteca. Sí, juguemos una lotería nuestra, una que recupere nuestra identidad. Las barajas sólo tienen una palabra. Cada uno de los jugadores imagina la ilustración. Si decimos ¡parque!, cada uno imagina el de su preferencia, el que le somata con alegría su corazón. ¡Parque!, el de la colonia Miguel Alemán, el de San Sebastián, el de La Pila, el central, el de Yalchivol, el que te guste. Va, ¡hay tiro! ¿Todos listos? Ahí va la primera palabra: templo. Pucha, cuántos recuerdos. ¿En dónde hiciste tu primera comunión? ¿En dónde se casó el tío Armando? ¿Cuál es el que más te gusta? ¿Tuviste templo en tu cartoncito? Poné el primer granito. Seguimos. Todos atentos. Ahí va otra palabra: antojito. Pucha. Sé que ahorita se te hizo agua la boca. ¡Cuántos antojitos riquísimos! Los que comiste en el recreo en la primaria, los que llevabas al día de campo en Montebello, los que invitaste a tus amigas cuando cumpliste quince años, porque ya me platicaste que no hiciste el clásico baile en salón con decenas de personas, ¡no!, vos, como es tu costumbre, bordada con hilos sencillos, invitaste a tus amigas más cercanas a cenar en el patio de la casa de tu abuela, con juncia, manteado, discos de marimba y una mesa pródiga en antojitos. ¡Personaje! Ah, qué maravilla, nada de nombres rimbombantes, nada de los grandes héroes comitecos que aparecen en los libros o el de escritoras famosísimas. No. Que cada uno coloque el personaje comiteco más cercano, el que más hilos de luz ha colocado en su espíritu: el abuelo, la mamá, el primo, el amigo, el carpintero que te regalaba trompos, el que hace las fornituras y te regala bolsos de piel, maravillosos bolsos. ¡Futbolista! ¡Basquetbolista! Puede ser el nombre de un gran deportista comiteco, pero también puede ser el nombre de tu tío, el que ganó el estatal de la selección de los 60 y más; o el del primo que todos los domingos prepara su maletín y va a jugar con su palomilla a la cancha del barrio. Sí, este juego permite traer a la memoria lo más cercano, lo más íntimo. ¡Pareja! Va, nada digás, pero vos pensá en la persona que más listones coloca en tu corazón. ¡Chunche! ¿El reloj que te regaló tu abuelo? ¿La flor que te dio tu novio en la primera cita y que aún conservás, toda seca, en medio de un libro de Sabines? (gracias a Dios tu relación está fresca, no como la flor que ya anda toda marchita). ¡Hay tiro! Ah, mirá las carcajadas de tu papá a la hora que Raulito dijo: ¡espritora! Ah, pucha. Qué gozo. Ya luego corrigió. Pero ese círculo de alegría siguió tocando los cuerpos y espíritus de todos. ¡Escritor! ¿A quién elegís! Nada de elegir a los grandes del mundo, no, se trata de elegir a los paisanos. Y cuando todos se acercan a llenar sus cartones, la emoción es un globo a punto de reventar, una explosión de vida. Y asoma la carta con la que uno de nosotros coloca el granito de maíz que completa el cartoncito y, haciendo su silla para atrás, se para, levanta los brazos y grita: ¡lotería, lotería!, y todos aplaudimos y lamentamos no haber sido los elegidos de la diosa de la buena fortuna, sin darnos cuenta que sí fuimos elegidos por la diosa de la vida, porque nos permitió la iluminación suprema, la de compartir el instante glorioso donde el tiempo es una burbuja afectuosa, lluvia bendita que riega nuestras parcelas. Posdata: serví un poco más de té, otra galletita de avena. La vida compartida es la esencia más sublime.

miércoles, 15 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN AUTO GENIAL

Querida Mariana: te mando copia de una fotografía tomada en junio de 2022, en el Bulevar de la Federación, en Comitán. Las personas de mi generación que ya no radican en el pueblo verán que la ciudad ha tenido transformaciones importantes. Este bulevar es motivo de orgullo de los comitecos. Mirá el camellón tan lleno de buganvilias. Muchas personas reconocen la labor apasionada de Lolita Guillén, quien laboró en la presidencia municipal y estuvo pendiente del cuidado de los árboles y de las plantas. Lolita fue a radicar a Querétaro y volvió a nuestra ciudad. Sin duda que cuando viaja por el bulevar se siente satisfecha, como una madre cuando ve un hijo, ya grande, exitoso. Comitán se ha transformado. Este bulevar está en lo que fue la Carretera Internacional, que se abrió en los años cincuenta; en los años sesenta a ambos lados de la carretera había muchos magueyales, pocas casas. Poco a poco comenzó la avalancha constructiva, donde antes había terrenos hoy existen bodegas, locales comerciales y casas habitación. Si un visitante pone atención verá que hay postes con cámaras de vigilancia y dos enormes anuncios con franquicias farmacéuticas, una A de la Farmacia del Ahorro y una silueta de la catedral es el logotipo de la Farmacia Guadalajara. Lejos quedaron las historias de las boticas comitecas; y si el visitante tiene buena vista verá al fondo anuncios gigantes de dos almacenes comerciales: Chedraui y Aurrerá; lejos quedaron las historias de las tradicionales tienditas de la esquina. Pero, la fotografía la tomé no para mostrarte una imagen genial; no para el visitante o para el comiteco que radica desde hace muchos años en otra ciudad, ¡no!, es para vos, la comiteca de todos los días, la que viaja constantemente en este bulevar. Todo parece el ajetreo cotidiano, el moticiclista que lleva un pedido, los viajeros que van de un lado a otro de la ciudad o que, como lo indica la señalética, viajarán a Lagos de Colón (a 59 kilómetros) o a Tenam Puente (8 kilómetros). Pero hay un auto que es una joya, el auto azul. ¿Alcanzás a ver lo que lleva en el techo? Una estructura metálica que detiene una cámara, una súper cámara. Así como lo digo suena como si hablara del que vende chicharrines o del que lava los cristales de autos. ¿Cómo explicar que este auto es un auto prodigioso? Es un auto de la compañía Google que capta imágenes de ciudades, las sube a una plataforma, donde los usuarios podemos viajar virtualmente. No sé si en el momento que tomé la fotografía este vehículo hacía el registro fotográfico de la zona. ¿Has viajado a través de Google Maps? Lo hago con frecuencia, desde casa he viajado a muchas ciudades del mundo. ¡Es una genialidad! Sí, Comitán completo está en Google Maps. Y digo que es una genialidad porque permite tener registros visuales de años anteriores. El otro día compartí contigo una imagen de la casa de Rosario Castellanos, en la Ciudad de México, frente al Bosque de Chapultepec. Esa casa ya no existe, pero, gracias a este registro de imágenes, podemos recuperar lo que ya no existe. Comitán, igual que todos los pueblos del mundo, se ha transformado. Un día pensé hacer un registro de fotografías, calle por calle. Al tomar la primera fotografía me eché para atrás. Ahora es un gran riesgo hacer este trabajo. Muchas personas se molestan: ¿por qué están tomando fotos de mi propiedad? Tienen razón. Por fortuna, tenemos Google Maps. Hay imágenes de París, en el tiempo de pandemia. Es impresionante ver el movimiento maravilloso de esa ciudad, en el tiempo A. P., y luego entrar a ver las plazas y calles vacías durante el confinamiento. Google Maps no sólo nos permite viajar para conocer las ciudades, con la sensación de caminarlas; sino que, también, es un registro preciso de las transformaciones. Posdata: vi el auto azul, con la súper cámara fijada en su techo, y me maravillé. Google Maps me ha permitido viajar a muchas ciudades del mundo. ¿Cómo agradecer esa bendición? Sí, querida mía, he cruzado algunos puentes de París y he visto el maravilloso Sena y la Torre Eiffel. ¡Genial! Comitán, igual que París, que Nueva York, que Londres, que Buenos Aires, que Estocolmo, también está en Google Maps.

martes, 14 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE HONRA A QUIEN MERECE HONOR

Querida Mariana: todos los grandes proyectos de la vida tienen un inicio. En todo acto hay personas que tienen sueños y, como grandes sembradores, unen voluntades. El otro día te comenté la celebración que realizará la generación 1969 – 1972, de secundaria, del Colegio Mariano N. Ruiz. Tres días de fastuoso guateque, para celebrar la vida, la convivencia, la amistad, los cincuenta años de su graduación. ¿Recordás que hace un año fue mi generación la que celebró los cincuenta años de egreso del colegio? En un instante hubo una chispa creadora, una persona que comenzó a motivar a los demás integrantes, poco a poco la luz iluminó estancias distantes y logró alumbrar a muchos del grupo. Mis compañeros se reunieron para asistir a misa, tomarse la fotografía y desayunar en el patio de la escuela, su escuela. En este mes de junio, la sexta generación de secundaria tendrá más actos celebratorios, del 23 al 25 de junio. Este festejo supera, en días, a las celebraciones anteriores. Las anteriores tuvieron un día de festejo, hoy son tres días. Cada vez es más fastuoso el acto. ¡Qué prodigio! ¿Quién motivó el festejo en mi grupo? Todo mundo reconoce a Lulú Guillén, ella, una mañana, en plena pandemia, comenzó a motivar a los demás compañeros. ¿Y si nos reunimos en 2021? Pronto, Rafa Morales se unió a este círculo de luz y en ese instante todo creció en medio del entusiasmo general. Y cuando llegó la fecha se reunió un buen número de ex compañeros de la generación. Siempre es bello reconocer a las personas que prenden la luz e iluminan las diversas estancias, sobre todo las del espíritu. Así como Lulú y Rafa fueron los principales motivadores de la celebración anterior, en este año 2022, los muchachos de esta generación reconocen a tres como los iniciadores. Martha Aurora Avendaño Román dice que este reencuentro fraternal se debe “a la iniciativa de Fernando de Jesús Ruiz Mandujano, Rafael Torija Macías y Rafael Moreno Gómez”, tres destacados ex alumnos y hoy brillantes profesionales. Pero, así como Lulú fue la puntera, estos muchachos reconocen a Fernando de Jesús Ruiz Mandujano como la luz que iluminó el corazón de sus ex compañeros. Un día de 2020, también en plena pandemia, Fernando de Jesús comenzó a ponerse en contacto con los demás y fue la chispa que motivó lo que pronto será un gran acto cultural. Hoy, con la tecnología a favor, comenzó a formarse un grupo en el WhatsApp, Fernando, siempre generoso, siempre amable, siempre hombre de bien, ha estado muy pendiente del buen avance del grupo, pendientísimo, por ejemplo, del cumpleaños de cada uno, para que la celebración sea permanente. Antes de su iniciativa, los muchachos andaban desperdigados, gracias a su generosidad, hoy ya forman, de nuevo, un grupo, se saludan, comentan, se abrazan y se envían pasteles virtuales en el día de cumpleaños. ¡Ah, cuántos actos maravillosos, a partir de la iniciativa de Fernando! Mi generación, la quinta, recordará por siempre la iniciativa de Lulú; la sexta generación recordará por siempre la iniciativa de Fernando de Jesús Ruiz Mandujano. Fui testigo de cómo Lulú invirtió tiempo en conjuntar voluntades y lograr la consecución de su sueño: reunir de nuevo a los ex compañeros. Sin duda que Fernando hizo lo mismo, sigue haciéndolo. Lulú y Fernando son líderes naturales, se entregan con pasión, su pasión obedece a los latidos de sus corazones generosos. Posdata: vos me conocés, querida mía, soy escaso, por lo mismo, cuando veo a alguien que, con total entrega inicia una actividad que implica convocar a más personas, mi admiración crece. Hoy, honro con estas líneas a estos muchachos maravillosos que se entregan a causas admirables y con sus liderazgos modifican el mundo para bien. ¡Cuánta iluminación en sus actos! Que los dioses del universo los bendigan siempre. Felicidades, Lulú Guillén, Rafa Morales; felicidades a los iniciadores de la generación 69 – 72: Fernando de Jesús Ruiz Mandujano, Rafael Moreno Gómez y Francisco Rafael Torija Macías.

lunes, 13 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, POR LA VIDA

Querida Mariana: Maximiliano ofrecerá otro concierto, en piano. Después del exitoso acto en el templo de San José, ahora ofrecerá una maravillosa gala en el Teatro de la Ciudad. Comitán debe acudir y llenar el teatro, porque es un acto cultural con causa. Los fondos recaudados se destinarán a una Campaña de Mastografía, que sirve para detectar posibles anormalidades en las mamas. Un experto me indicó que en nuestro pueblo existe un alto índice de casos de cáncer. Uno de los objetivos del concierto, además de continuar con la tradición del disfrute de música clásica, es promover la cultura de la prevención. La publicidad señala: “Un pueblo culto es un pueblo sano” y a la inversa: un pueblo sano es un pueblo culto, porque la salud va de la mano con la cultura. Hoy se habla mucho del concepto holístico; es decir, el ser humano es cuerpo y espíritu y ambas entidades deben cuidarse y protegerse. La salud íntegra es la armonía de esos dos entes. Al hablar de salud recordamos lo que dijo Hipócrates: “Que tu medicina sea tu alimento y tu alimento tu medicina”. Debemos alimentar en forma sana nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Somos lo que comemos, en el más amplio sentido del concepto. ¿Qué leemos? ¿Qué vemos? ¿Qué escuchamos? Si consumimos sanos productos culturales, nuestro espíritu estará en armonía. Quienes consumen comida chatarra tienen una salud física deficiente, lo mismo puede decirse en el consumo de productos culturales. Tendremos una niñez y juventud sanas en la medida que les ofrezcamos arte sano. Maximiliano, joven artista comiteco, se sienta ante el piano e interpreta obras clásicas, que son ungüento para el espíritu. Por esto, los padres deben llevar a sus hijos a este concierto, porque ayudarán e invertirán. Ayudarán en la Campaña de Mastografía, de ABC scanner, e invertirán al proveer música culta para el espíritu de sus hijos. Siempre se ha dicho que la mejor herencia que los padres pueden dejar a sus hijos es la educación. Todo acto de vida es parte de una educación no formal. Así pues, los padres de familia demuestran amar profundamente a sus hijos cuando los llevan a conciertos de música clásica como el que Maximiliano Domínguez Mayorga ofrecerá el viernes 17 de junio de 2022, a las siete de la noche. En nuestro medio existen muchos toquines de música popular, pero son contados los actos donde se ejecuta música clásica. Hay que llevar a los niños y jóvenes, para que sean tocados con la luz de los grandes autores musicales del mundo. Que conozcan el otro lado de la luna, que reconozcan que, además de la maravillosa música popular, el rock, el blues, el jazz, la balada, el corrido y demás géneros musicales, hay una música que levita, que es una hojita de albahaca para el corazón. Comitán siempre ha sido considerado un pueblo amante de la buena música. Armando Alfonzo Alfonzo y Lolita Albores nos dijeron que en los años cincuenta del siglo pasado las veladas con buena música eran cosa de todos los fines de semana, había orquestas sublimes. Por ahí están las fotografías donde aparecen los ejecutantes de chelo, piano, violines y demás instrumentos de concierto. Hoy, la tradición continúa. En las escuelas de la maestra Lucía Martínez Gordillo y la maestra Crista Albores Amezcua sigue el fomento de la música culta. Posdata: ¿Cómo han sido tocados los corazones de los niños que se enamoran de un instrumento y luego acuden a estudiar a conservatorios y son ejecutantes en las grandes salas del mundo? Hay mil caminos, pero una senda es cuando acuden a escuchar un concierto de música clásica y se fascinan y la luz divina los ilumina. Maximiliano se presentará en el Teatro de la Ciudad, interpretará música clásica, al piano. Sus dedos invocarán el genio de la música y serán alas que tocarán el espíritu de la audiencia. Que los dioses de la música, del cuerpo y del espíritu, lo bendigan y bendigan a todos los que ayuden e inviertan en este acto cultural con causa. ¿Costo de entrada? Doscientos pesitos. La vida no tiene precio. ¡Felicidades!

domingo, 12 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: te conté que la sexta generación de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz celebrará su cincuentenario, con un gran guateque los días 23, 24 y 25 de junio. Ah, qué generación tan hermosa, tan llena de vida. Todos los actos programados serán relevantes, uno de ellos es la fastuosa presentación de un libro que escribió el doctor Jorge Antonio Ruiz Mandujano, integrante de dicha generación. El libro es un presente amoroso. Jorge Antonio expresa la maravillosa oportunidad que le concedió la vida al coincidir con sus compañeros en el aula durante tres años; asimismo reconoce a todos y cada uno de los maestros que les dieron cátedra, y aporta datos biográficos de cuatro en especial: del maestro Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, cuyo nombre lleva el Colegio; el padre Carlos J. Mandujano García, fundador del colegio; el maestro Jorge Gordillo Mandujano, pilar fundamental de la institución; y el maestro Mario Hermilo Vives Werner, cuyo nombre lleva esta generación. El puntual recuento de datos y anécdotas de Jorge Antonio se complementa con dos breves textos luminosos, uno escrito por Martha Aurora Avendaño Román; y otro, redactado por Rafael Moreno Gómez. Martha Aurora anota: “…somos una generación única, por nuestras raíces, identidad, visión de futuro y preparación para una vida mejor”. Rafa puntualiza que los tres años compartidos en aula “…cambiaron para siempre mi vida y han sido mi columna vertebral”. La nostalgia invade las páginas de este libro que contiene, además, por supuesto, la relación de los alumnos que integraron este grupo de muchachos maravillosos. Como si fuera el pase de lista en una de las asignaturas, se lee: “María Teresa Alfaro, Yolanda Alfaro, Roberto Antonio Álvarez Solís, Merced del Socorro Arrendondo Gordillo, Martha Aurora Avendaño Román…”, y se escucha un orgulloso y definitivo: “¡Presente!”; y cuando se escucha el nombre de Serafín Barrera Argüello, el silencio asoma, porque Serafín ya falleció. Por los fallecidos, los presentes oran y comparten esencias de vida. Jorge Antonio, en una deliciosa crónica colegial, comparte algunos recuerdos que, sin duda, refrescarán la memoria de cada uno de los compañeros y motivará la aparición de otros instantes compartidos. Jorge recuerda que, en el Colegio, antes de iniciar una clase, los alumnos se paraban para rezar una oración: “Espíritu Santo, fuente de luz, ilumina en esta hora nuestras inteligencias para que podamos dar cabida en ellas a la ciencia. Haznos dóciles a la voz de nuestros maestros. Amén”. La iluminación para recibirla, para poder compartirla posteriormente, para hacerse el camino de vida. El libro es un libro amoroso, lleno de luz. Jorge Antonio habla en nombre de sus compañeros y reafirma: “como ex alumnos de secundaria estamos agradecidos y orgullosos de pertenecer a esta gran institución y ser integrantes de la generación 1969 – 1972. Por todo esto y más, nos invade la nostalgia, los recuerdos; se agita el corazón y, entre suspiro y suspiro, el amor al Colegio nos une”. Ah, qué bonito. Alumnos agradecidos por la luz que recibieron en la que fue su casa durante tres años y se convirtió en su casa permanente, a la que regresan siempre, la que los recibe con igual amor. Posdata: en abril de 2020, en plena pandemia, estos muchachos comenzaron a pensar en el festejo de los cincuenta años, a cumplirse en este 2022. Ahora, la fecha ya se cumplió. Del 23 al 25 de junio se congregarán todos los que puedan, será una reunión prodigiosa. Después de cincuenta años de separarse volverán a unirse, en demostración precisa que los lazos de verdadero compañerismo jamás se rompen, sólo se ajustan a las distancias, se vuelven ligas que se extienden hasta el fin del mundo. Este libro es un documento importante, no sólo para los muchachos de esta generación, no sólo para el Colegio Mariano N. Ruiz; lo es también para Comitán, porque es testimonio de un tiempo maravilloso; y es un documento importante para la cuerda del amor, de la amistad, de la luz infinita. El libro se presentará el 23 de junio de 2022, a las cinco de la tarde, en el Teatro de la Ciudad, de Comitán. Como sucede en actos donde el doctor Jorge Antonio Ruiz Mandujano presenta un libro, será un lleno absoluto y un éxito total. Felicidades a este maravilloso grupo de muchachos.