lunes, 30 de septiembre de 2019

CAMINOS INÉDITOS





Cada mente funciona de manera desigual, responde de una o de otra manera a ciertos estímulos. Yo, por ejemplo, si me paro a la orilla de un lago mantengo mi mente en blanco, soy incapaz de generar algún pensamiento, pero si en ese instante llega una niña y se para a mi lado y pregunta: “¿Acá está el monstruo del lago Ness?”, mi mente se estimula y no para de crear imágenes. La niña debe pensar que soy un viejo grosero, porque no le respondo, así, dos minutos después, ella me dice: “Viejo tonto” y se aleja, volviendo la mirada de vez en vez, sacando la lengua, mientras yo comienzo a bordar historias acerca de un lago.
Sí, mi mente necesita que alguien la estimule con cualquier palabra. No es necesario que el comentario sea un comentario inteligente, estilo Octavio Paz. ¡No! Basta que alguien diga una palabra cualquiera para que esta palabra abra un ventanillo en el muro de mi mente y se cuele como se cuela un pececito en la grieta de un estanque.
Por esto, cuando voy en la calle no dejo de crear imágenes en mi mente, porque en la calle se da un muestrario interminable de palabras, desde las muy castizas y recatadas hasta las más soeces y groseras. Mis conocidos se molestan porque no los saludo. No puedo. Lo siento. Voy generando historias, no puedo detener esa avalancha de imágenes. Antes que el Adiós que dijo mi conocido, una mujer, con chal y bolsa del mandado, había dicho la palabra Armonía y esta palabra fue el detonante para mi actividad mental.
Mi tía Elena respondía, como experimento de Pavlov, a la palabra Alegría. Cuando alguien decía tal palabra y ella la escuchaba, de inmediato soltaba el llanto, lo soltaba como si fuese de esas mujeres plañideras que antes cobraban por llorar en los entierros. ¿Por qué tal comportamiento? Porque su difunto esposo siempre andaba repartiendo la palabra alegría con medio mundo. Cuando alguien contaba una pena, el tío Arsenio decía: “Alegría, alegría, alegría. El remedio para tu mal es ¡alegría!” A la hora que salía del cuarto, alzaba los brazos y, mientras echaba alpiste a las jaulas de los canarios, tarareaba el Himno a la Alegría, de Beethoven y cantaba algo así como “Escucha hermano, la canción de la alegría…” y repetía esta última palabra una y otra y otra vez.
Ayer leía y hallé la palabra colonizador. De inmediato pensé en la colonia, en la Colonia Miguel Alemán, de mi pueblo. Cuando el pueblo tenía barrios, el efecto modernizador llegó a Comitán y el gobierno construyó (lejos del centro, en aquel momento) la colonia burocrática Miguel Alemán Valdez. Todo mundo de Comitán sabía que cuando alguien decía: “En la colonia”, se refería a ese lugar, porque no había más colonias. Don Aquileo fue a vivir allá. Cuando alguien le preguntaba dónde vivía, él decía: “En la colonia.”, y en voz baja, en tono de broma, agregaba: “En la Colonia, soy habitante de la Nueva España, primo hermano del Virrey don Antonio de Mendoza.” Y su estímulo mental fue tan intenso que, cuando alguien mencionaba la palabra colonia, él cambiaba su postura, se inflaba como guajolote, alzaba la mirada y caminaba como si lo hiciera en una calle empedrada de la capital de la Nueva España, en el siglo XVI.
Yo no actúo. ¡No! Digo que mi proceso mental funciona ante el estímulo de una palabra, más que de una imagen. Veo mucho cine, pero gran porcentaje de mi tiempo libre lo dedicó a la lectura y a escuchar lo que la gente platica en la calle, en el mercado, en las plazas, en los templos. Me encanta el instante donde una muchacha bonita le cuenta a otra amiga lo que le hizo su novio, una noche antes. Siempre hay una palabra fuego que arde en mí y provoca un incendio intelectual que disfruto.
La palabra es la llave que abre la puerta de mi imaginación, de mi proceso mental permanente. Por esto entiendo muy bien cuando alguien pronuncia Abracadabra, porque es la palabra que funciona como hechizo. Soy, si se me permite decirlo, una mente abracadabrante.

sábado, 28 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON CONFETI Y MAÑANITAS




Querida Mariana: Dicen que no hay profetas en la propia tierra. ¡Falso! En Comitán, doña Lolita Albores recibió el reconocimiento de muchos comitecos mientras estuvo viva, y ahora, años después de su fallecimiento (falleció el 6 de enero de 2006) muchas personas siguen reconociéndola.
Doña Lolita Albores fue cronista vitalicia de Comitán. Su encargo lo realizó de manera sencilla, pero ejemplar. Nunca se hizo tacuatz, supo a cabalidad cuál era su labor y la cumplió con emoción.
He comentado contigo, en cartas anteriores, que el boletín “ImaginARTE a Comitán” fue una de las ventanas que le permitieron comunicarse con el pueblo. En el archivo digital del boletín existen muchas crónicas que ella escribió, con gran amor al pueblo. En sus palabras brilla mucho de la personalidad comiteca.
Como vos sabés, ella fue una gran contadora de cuentos, chistes y anécdotas comitecas. Para degustarla a cabalidad sí era preciso escucharla en vivo y a todo color. Por eso he dicho (muchas personas opinan lo mismo) que cuando, al entrar a un salón para un guateque o para una charla, las personas veían que ahí estaba doña Lolita, hacían todo lo posible para estar cerca de ella, porque la cercanía garantizaba pasársela muy bien, porque los cercanos aprendían mucho de las costumbres de este pueblo y lo hacían botándose de la risa.
Pero, en sus crónicas está la esencia seriecita de Comitán. Ayer encontré un ejemplar de su libro “Así te recuerdo Comitán”, que actualmente está agotado. El licenciado David Esponda está empecinado en lograr que se reedite dicho libro. Eso sería un gran acontecimiento, porque, como lo dije al principio, cada vez se reconoce más la riqueza de sus escritos, porque ella (lo ha dicho mucha gente) tenía la riqueza cultural de este pueblo en la palma de la mano.
Doña Lolita no tenía tufos de grandeza ni poseía la soberbia de los vanos. ¡No! Ella era una auténtica mujer comiteca que amaba las tradiciones de este pueblo, las conservaba y las difundía para que se preservaran. Como era dueña de una memoria prodigiosa volcaba todo su conocimiento popular en sus escritos.
¿Querés saber cómo era el Comitán de los años veinte, treinta, cuarenta? Ah, pues te conviene darle una vueltita al libro “Así te recuerdo Comitán”. Ella, de igual forma que podemos hacer nosotros, hizo ejercicios comparativos. Por ejemplo, tiene un texto que se llama: “Feria de San Sebastián 1934 – 1984” ¿Mirás? Escribe un testimonio de 1934 y luego uno cincuenta años después. ¿Cómo cambió la feria? ¿Cómo cambió Comitán? ¿Cómo cambiaron sus tradiciones, sus costumbres? Teniendo ese antecedente, podemos, de la mano de doña Lolita, hacer un ejercicio que hable de cómo se celebró la feria treinta y cinco años más tarde. Si no tuviésemos la mirada de doña Lolita, este ejercicio sería muy complicado. Ella, con su trabajo amoroso, nos regaló instantes sublimes.
Tiene otro texto que se titula: “Crónica de una boda 1925 – 1985”, donde hace el mismo ejercicio comparativo. ¿Cómo era una boda en Comitán en 1925 y cómo era en 1985? ¿Cómo es una boda comiteca en 2019?
Estos ejercicios nos dan pauta para identificar las transformaciones que ha tenido nuestro pueblo, y cuáles son los elementos que perviven. ¿Y esto para qué nos sirve como sociedad?
Te pido que pensés en tu cumpleaños. Me contaste que en tu casa existe la costumbre de colocar la reja de papel de china, que es una tradición meramente comiteca. Este rasgo de identidad ha persistido en el pueblo durante muchos años, durante varias generaciones. Es una costumbre bonita, emocionante. Los cumpleañeros cuentan que les emociona escuchar el murmullo de los parientes y amigos que están afuera del cuarto, pegando la reja de papel de china, para que a la hora que ellos salgan, reciban las mañanitas, la lluvia de confeti y deban abrir, con sus manos, la reja de papel de china que simboliza, como vos lo sabés, la entrada a la vida. Los clásicos cuentan que los cuadros de papel de china deben ser nueve, porque nueve meses permanece la criaturita en el vientre materno. Por donde lo mirés, esta tradición es riquísima en elementos culturales, simbólicos y festivos. ¡Es una bendición que tal costumbre perdure!
En el lnternet, en la página todochiapas.mx hay un texto escrito por doña Lolita, que habla de la reja de papel de china. Doña Lolita pide que esta costumbre perviva y detalla el instante en que el cumpleañero sale de su recámara. Te paso copia para que mirés qué bonito lo dice nuestra cronista: “Ojalá que estas bonitas tradiciones no se pierdan… era tan hermoso oír el ruidito del papel cuando estaban pegando, el “cuchicheo” de las personas que esperaban ver salir a la dueña del día, ya preparadas con el confeti o pétalos de flores en las manos, el tizón listo para quemar los cohetitos o triques y, si era con marimba el festejo, oír los discretos bolillazos de afinación, o bien el disco ya puesto para que, al salir a romper la reja, todo empezara a sonar entre alegría y abrazos…. La reja quedaba colgando rota, como señal para todo el que llegara a la casa de que había cumpleaños que festejar… y de que se había cumplido con la tradición de la reja de papel de china…”
Sí, doña Lolita pedía que estas bonitas tradiciones no se perdieran. Con gusto podemos decir que su deseo está cumplido. En muchas casas comitecas sigue viva esta costumbre. Estephanie Frías Córdova ha emprendido la empresa de ofrecer rejas de papel de china en varias ciudades de Chiapas. Su empresa se llama La Cositía y tiene como lema el siguiente: Un cumpleaños muy chiapaneco. Estephanie está en la misma senda que han caminado los amantes del pueblo, los que insisten en marcar las diferencias culturales en tiempos de globalización. El mundo no puede ser uniforme. El mundo seguirá siendo pleno en la medida que sigan persistiendo las ricas diferencias culturales. Estephanie personaliza las rejas y, además, incluye un texto donde explica el porqué de esta tradición. En su página de redes sociales tiene un “diccionario comiteco” que, como su nombre lo indica, es un muestrario de modismos de nuestra región.
Te platiqué el otro día que el poeta enormísimo Balam Rodrigo estuvo en Comitán. Dio una charla acerca del voseo. Entre otras cosas volvió a reafirmar una certeza: Los pueblos que vosean; es decir, que hablan de vos, son más ricos que los pueblos que sólo tienen el uso del tú y del usted. Nosotros, como muchos pueblos de Centroamérica y de Sudamérica hablamos de vos y, agregaría ahora, celebramos nuestros cumpleaños con una reja de papel de china.
El que sea comiteco y no haya tenido esta experiencia debe procurarla en su próximo cumpleaños. ¿No hay pariente que se acomida? Que eche un telefonazo a La Cositía y pida su reja de papel de china personalizada. Romper la reja será un simbolismo que le dará buena suerte, que hará que el universo confluya en sus más caros deseos.
Ya nos han dicho los expertos que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetir errores. Por esto es esencial que los ciudadanos conozcan los rasgos de identidad. Los comitecos, por fortuna, tenemos a una buena aliada: a doña Lolita. Ella nos dejó muchos textos donde podemos reconocer la grandeza de nuestras tradiciones. Lo que ahora corresponde a las nuevas generaciones es resguardar esas costumbres, que son esenciales para la identidad de los pueblos. Perdón, pero en México no es nuestro el Happy Birthday (las mañanitas gringas), ¡no!, en México cantamos esa que cantaba el Rey David, la que dice que el día que nació el cumpleañero nacieron todas las flores. Pucha, qué bonito. Las mañanitas gringas también tienen un verso bien bonito, el que dice: “Que la suerte siempre te acompañe”, pero no debemos olvidar lo nuestro.
A mí me encanta el título del libro que nos legó doña Lolita: “Así te recuerdo Comitán”. Cuenta lo que vivió. Digo que, gracias a su privilegiada memoria, el recuerdo es fidedigno. Su mirada es clara y clarividente.
Posdata: En las primeras páginas del libro hace una dedicatoria que funciona como introducción. Ahí, ella, siempre alejada de pretensiones vanas, dice: “Este sencillo libro escrito con todo el caudal de mis recuerdos…” ¿Ves la grandeza de doña Lolita? Dice que es un libro sencillo. Gracias a esta sencillez, ahora podemos conocer cómo era el Comitán de antes, un Comitán que, igual que doña Lolita, era un pueblo sencillo, pero grande en sus manifestaciones culturales que ahora muchos amorosos se empecinan en que no caigan en desuso, en el abismo del olvido.

viernes, 27 de septiembre de 2019

PLATANITO




Imaginá que te llamás plátano, que sos plátano. Serás un fruto con mucho potasio. Los que saben dicen que ayuda al buen funcionamiento de los riñones y del corazón.
No le hagás caso a los que usan la palabra en forma despectiva. En México dicen: “¡Es un plátano!”, cuando se refieren a una persona sosa. Ser un plátano en la escuela significa ser un alumno casi tonto. Hacete a un lado y no permitás que te traten de esa manera. Mejor, digo yo, serví para que las estudiantes sonrojen a los maestros. He visto a varias chicas (¡ah, traviesas divinas!) sacar un plátano de la mochila, pelarlo lentamente y cuando el maestro, que explica el pensamiento de Platón, hace contacto visual con ellas, éstas abren la boca y lamen la punta del plátano o se lo meten y lo sacan en la boca. He visto maestros que en ese instante se sonrojan, porque, sin aviso previo, fueron objeto de una travesura simpática, sensual, cachonda.
Por esto, si sos plátano serás la fruta más erótica que existe. Esta inocente travesura no puede ser lograda con otra fruta. Hemos vivido engañados. Nos han dicho que la manzana fue la que provocó el pecado original. Hay estudiosos de hermenéutica que explican que la manzana sí fue el fruto que la bruja le entregó a Blanca Nieves, pero no fue el fruto que Eva ofreció a Adán. Estos estudiosos dicen que si las chicas de prepa hacen esta travesura en el aula es porque tienen en el subconsciente ese conocimiento ancestral. Eva se sentó al lado de Adán que descansaba recostado en un árbol, peló el plátano que le había entregado la serpiente y cuando Adán la vio, ella subió su mano derecha con el plátano, lo acercó a sus labios, abrió éstos, sacó la lengua y comenzó a lamer la punta del plátano y el plátano de Adán (así lo cuentan los estudiosos) tuvo un despertar sublime.
Ahora bien, podrás ser plátano dominico (de esos chiquitíos con sabor delicioso) o plátano macho (de esos que miden más de treinta centímetros, ¡uf!). Si nacés en Colombia serás muy buscado, te harán pedacitos (ni modos) y te freirán.
En casa, siempre que Sara cortaba el plátano para servirlo en el plato de corn flakes con leche, decía: “Plátano maduro no vuelve a verde”. Yo no le hacía caso, le agregaba unas fresas a mi corn flakes y lo disfrutaba. Años después le pregunté a mi abuela Esperanza, por qué Sara decía eso y mi abuela me explicó que en esa frase tan sencilla estaba encerrada una gran verdad: El tiempo que se va, no vuelve. ¡Ah! Yo bromeaba y decía que era una frase sublime que debía inscribirse con letras de oro en el muro de la sabiduría. Ahora que estoy viejo sé que plátano maduro no vuelve a verde.
Imaginá que te llamás plátano, que sos plátano. ¿Qué preferís ser? ¿De esos chiquitíos sabrosos gourmet que satisfacen a chicas que reconocen que el perfume fino viene en envases pequeños o de esos plátanos grandotes que son el orgullo de su propietario y hacen felices a las chicas golosas que no tienen llenadero?

jueves, 26 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON AROMAS EXQUISITOS




Querida Mariana: Hay palabras que son como el aroma de las galletas que preparaba la abuela. Son palabras que nos remiten a la infancia, que parecen saltar sobre cuerda, correr en los pasillos, trepar a los árboles.
A veces camino por las calles de Comitán y escucho un rumor que, sin duda, proviene de un oratorio. Sí, todavía existen esos espacios. Detengo mi caminata y aguzo mi oído. Imagino el entorno: un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús colgado a la mitad de la pared y un san Caralampio de madera sobre la repisa, donde tiembla una flama de veladora, que provoca sombras juguetonas. Escucho: “Ruega por nosotros”, tres palabras que son la cuerda que me jala al tiempo en que era niño, al tiempo en que mi abuela vivía y se hincaba en el reclinatorio forrado con terciopelo rojo. ¿Quién ahora ruega por nosotros, en este valle de lágrimas?
Vos no podés imaginar que a la hora de rezar La Salve los niños decíamos una palabra simpática. Escuchá: “Ea, pues, Señora Abogada Nuestra…” ¿Escuchaste? ¡Ea! ¿Cómo ea? Pues sí.
Yo, en varias ocasiones, usé el Ea a la hora de jugar vaqueros en el sitio de la casa, lo usaba para azuzar a mi caballo de madera: ¡Ea, ea, ea! Era como si pidiera a la Señora Abogada Nuestra (que era la virgen) le echara julepe a mi caballo para que yo pudiera apartarme de los indios que me perseguían. A veces, camino por las calles de mi pueblo y escucho rumores provenientes de oratorios.
El otro día caminaba por una calle y miré un portón con una cartulina verde fluorescente (estrategia de mercadotecnia para llamar la atención) y leí la palabra “Baratillo”. ¡Ah, qué paro en seco! ¿Baratillo? Palabra niña contenta, niña modesta. En tiempos que medio mundo abre el portón de su casa y coloca letreros de “Bazar” o de “Venta de garaje”, apareció la palabra simpática: Baratillo, que es una palabra más nuestra. Antes, las casas no tenían garajes, los autos eran pocos; antes, nadie usaba la palabra bazar. El maestro Jorge dice que la palabra bazar nos llegó de Persia y sí, en efecto, alude a un mercado. ¿Y la palabra baratillo de dónde proviene? Está más cerca de nuestra esquina. Viene de barato, palabra a la que se le agrega el sufijo illo. ¡Qué simpática! En los años sesenta, el papá del actual senador por Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar, tuvo un negocio que se llamaba “El baraterito”. Yo, igual que la niña protagonista de “Balún-Canán”, novela de Rosario Castellanos, bajaba por la pendiente que va al mercado primero de mayo y leía el letrero “El baraterito”, mi mamá decía que ahí estaban las anheladas tres bes: bueno, bonito y barato. ¡Barato! En ese tiempo, a nadie se le hubiese ocurrido bautizar a su negocio con el nombre de Bazar o bazarcito. ¡No! En esos tiempos las palabras indicadas eran: baraterito o baratillo. Y el otro día, en pleno 2019, asomó la palabra “Baratillo”, que escribió alguna persona de cierta edad. Esa persona no sabe que a mí me regaló una palabra que acarició mi corazón, que fue como una almohadilla para arrullar mi nostalgia.
En tiempos de bazares y de ventas de garaje, en Comitán, como si fuera un sol saliendo por detrás de una montaña, apareció la palabra baratillo.
Posdata: Hay palabras que permanecen empolvadas, botadas en alguna esquina. A veces, alguien, como si hallara la lámpara mágica, las recupera y las limpia con un trapo y esas palabras vuelven a brillar y, sin necesidad de que asome el clásico genio, cumple un añorado deseo: recuperar aromas de niñez, de cuando los niños nos sentábamos en bancas del antiguo parque y comíamos jocotío verde con polvo juan, servido en cuadritos de papel de estraza. En ese tiempo no había chamoy, ni unicel; en ese tiempo no había ventas de garaje, no había bazares. En ese tiempo, las señoras abrían la puerta del zaguán y colocaban venta de ropa, porque habían inaugurado un instantáneo baratillo.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

¡ESOS DE LA ACADEMIA!




Está bien, denle el Nobel de Literatura a Haruki Murakami. Esto calmará a millones de fans de la obra literaria del japonés. Está bien. Los lectores del mundo comprendemos que este premio, como el Óscar, del cine, tiene que ver con elementos extra artísticos. Los premios del mundo del arte están amarrados a intereses políticos y económicos, entre otras vainas.
Está bien, denle el Nobel de Literatura a Murakami. Este año es la oportunidad, porque como la Academia entregará dos premios, se vale que uno vaya a dar a la biblioteca del afamado escritor de origen japonés. Está bien. Pero el otro premio, digamos el de 2019 (el de Murakami que sea el de 2018), debe ser entregado a un escritor con obra más propositiva; además, por aquello de la equidad de género sería deseable que sea entregado a una escritora. Así nadie se peleará. Es más, a partir de esta experiencia sería bueno que en lugar de uno se entreguen dos premios cada año. El dislate del año pasado puede servir para obtener una lección: Si entregas dos premios, puedes honrar a la equidad de género; otorgar uno por razones de mercadotecnia y otro por razones de excelencia literaria.
Y ya echados a volar, podrían ser tres premios cada año, porque, la verdad, la verdad, los adoradores de la narrativa no se complacen cuando el premiado es un poeta; y, de igual manera, los amantes de la poesía no se emocionan cuando el premiado es un narrador. La industria editorial sabe de estas vainas, por esto, editan muy pocos libros de poesía, no tantos de cuentos, y muchos de novela. La novela es como la diosa mayor de la literatura de estos tiempos. Por fortuna, muchos escritores de narrativa, además de escribir novelas, continúan escribiendo cuentos, para disfrute de millones de lectores que siguen sorprendiéndose ante la brevedad ingeniosa e inteligente.
¿Un Nobel para poesía, uno más para novela, otro para cuento y uno más para teatro? ¿Sería un exceso? ¿Le restaría seriedad y eminencia al premio?
Está bien, está bien. Que siga la tradición y se conceda sólo uno cada año, pero que se privilegie la calidad literaria, para que el galardón siga siendo un premio codiciado.
Por el momento, el próximo mes de octubre (ya a la vuelta del librero) habrá un acto inédito: La entrega de dos premios. Ante tal acto virginal, la Academia bien puede aprovechar el momento histórico y premiar al escritor no tan bueno que es reclamado por millones de lectores en todo el mundo: Murakami; y premiar a un escritor que tenga una obra literaria importante. Perdón, escribí escritor y debí escribir escritora.
Ahora que, si la Academia premia al narrador Murakami, se verá obligada a premiar a una poeta, para equilibrar la balanza. Esto dejaría fuera de la gloria a dos escritoras que a mí me gustan mucho. Sí, es cuestión de gustos. Sé que así como no me muero por leer a Murakami, hay millones de lectores que no se mueren por leer a Margaret Atwood o a Joyce Carol Oates. Es cuestión de gustos estéticos.
Si en mis manos estuviera la decisión, le daría el primer Nobel a Murakami (ya, de una vez) y luego, el segundo Nobel, se lo daría a una de las dos escritoras mencionadas. Disfruté mucho la lectura de “Nueve cuentos malvados”, de la Atwood, así como disfruté la lectura de la novela “La hija del sepulturero”, de la Oates; aunque, debo reconocer que, a pesar de que no he terminado la novela “Kafka en la orilla”, de Murakami, disfruté los primeros capítulos.
Está bien, señores de la Academia Sueca, sé que harán lo que más convenga a sus intereses. Como dicen los clásicos: Que su decisión esté en la balanza de la sabiduría. ¡Que así sea! La entrega de los dos premios Nobel de Literatura ya está a la vuelta del librero.

martes, 24 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN TEXTO QUE ESCRIBIÓ EL TÍO ARSENIO




Querida Mariana: Ayer, como llovía, no salí de casa (llovió mucho.) Abrí una gaveta y hallé un folder con papeles viejos. Entre éstos hallé un texto que me obsequió mi tío Arsenio, hace muchos años, más de treinta, más. Tomá, dijo cuando me lo dio, algún día podrá servirte. Lo releí y pensé que jamás me había servido, pero te paso copia por si vos lo necesitás algún día.

“Sí, vos también, igual que yo, tuviste sueños. Porque vos, igual que yo, fuiste niño, y trepaste a los árboles y corriste en los patios y jugaste carritos y cuando un adulto te preguntó qué serías de grande dijiste que serías como tu padre, y el que te preguntó rio porque tu padre si bien es cierto era un buen hombre, no era un gran hombre. Tu padre no tenía blasones en la entrada de su casa, ni se rozaba con la crema y nata de la nobleza. ¡No! Tu padre tenía un oficio modesto. Por las tardes llegaba cansado a casa, se quitaba los zapatos y metía los pies en una bandeja llena de agua caliente que pronto pasaba a tibia. Los sábados salía a medio día del trabajo y pasaba a la cantina donde, con sus amigos, tomaba dos o tres tragos. Y los domingos se ponía la corbata y el saco lleno de lamparones y te llevaba a misa, al lado de tus hermanos y de tu madre. ¡Ah, tu madre! Esa mujer que siempre estaba pendiente de que nada faltara a sus críos y a su marido. Mujer que cuando le preguntaban su profesión, con orgullo decía: Ama de casa, y lo decía tan de corrido, tan de memoria, que parecía decir: Ama la casa. Porque la casa, para tu madre, eran sus hijos y su esposo, eran los árboles del sitio, las flores del corredor, el horno donde calentaba el café que, tarde a tarde, ofrecía a los amigos de su esposo y a los amigos de sus hijos.
“Sí, vos también, igual que yo, un día cambiaste tus sueños. Creciste, te estiraste y tuviste una barba como de gis negro embarrado y cuando un adulto te recordó que de niño decías que de grande serías como tu padre, vos, tomando un sorbo de cerveza, dijiste que no, que eso era un sueño pasado, y respondías que serías mucho más que tu padre, serías un astronauta, o un empresario exitoso o un científico famoso. No, decías, y tomabas otro sorbo de cerveza, no, como mi padre ¡no! Él lleva años siendo lo mismo: un pobre diablo. Y el pobre diablo seguía pendiente de vos, pendiente de tus hermanos, de tu madre. ¡Ah!, tu madre que, después de tantos años, también pensaba igual que vos: Su esposo no pasaba de ser lo mismo. Y a veces, a la hora de zurcir los calcetines o de ver la telenovela en la sala que tenía las paredes descascaradas, pensaba que, si se hubiese casado con su primer novio, otra hubiese sido su vida.
“Sí, vos también, igual que yo, te enamoraste y, una tarde, ante el altar, hiciste el juramento: Hasta que la muerte nos separe. Y te separaste de tus hermanos, de tu madre y de tu padre, y tuviste hijos y éstos crecieron y un día escuchaste que uno de ellos, el mayor, cuando un adulto le preguntó qué sería de grande respondió que sería como su padre y te esponjaste como guajolote y bebiste un vaso de ron cubano, porque fuiste un padre orgulloso, pero en la tarde de ese mismo día, cuando te sentaste en una banca del parque y viste correr a tus hijos mientras tu esposa comía un elote asado, recordaste que una tarde semejante, ya adolescente, habías negado a tu padre y habías dicho que serías todo menos lo que él era. Supiste entonces que ese hijo que corría detrás de las palomas una tarde también cambiaría su respuesta.
“Sí, vos también, igual que yo, un día lamentaste haber negado a tu padre, porque ahora que ya no está contigo pensás que si un adulto te preguntara ¿qué soñaste de niño ser cuando fueras grande?, responderías sin dudar: Sería como mi padre. Pero la vida no te alcanzó para ser como él, no tuviste la fuerza suficiente para alcanzar su grandeza. Él, además de ser un buen hombre, fue ¡un gran hombre! Nunca tuvo blasones ni se rozó con la nobleza, pero en su modestia cinceló una obra maestra.”

Posdata: Hallé el texto en una gaveta. No lo recordaba. Cuando lo releí, pensé que nunca me sirvió. Tal vez sirva a otro.

lunes, 23 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON UNA CUERDA DE AIRE




Querida Mariana: Tu poeta favorito estuvo en Comitán. Sí, Balam Rodrigo estuvo en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. Presentó su libro más reciente “Cantar del ángel con remos en la espalda” y ofreció una charla acerca del voseo. Vistió una playera con la frase: “Idiay, vos, primo.” Te lo perdiste. Bueno, vos no tenés el don de ubicuidad. Guadalajara está lejos de Comitán, Comitán está lejos de Guadalajara. ¿Cuándo regresarás? ¿No extrañás el pan compuesto? ¿Ya te aficionaste a las tortas ahogadas?
Como siempre, la presencia de Balam fue un disfrute. Presentó su libro con estudiantes del nivel de secundaria, y platicó acerca del voseo con muchachos universitarios. Así como vos reconociste la inteligencia de Balam aquella memorable tarde en el Centro Cultural Rosario Castellanos, muchos asistentes se subyugaron con la presencia de Balam y reconocieron su discurso lleno de alusiones talentosas.
Digo que presentó un libro de poesía con alumnos de secundaria. El tema no es sencillo. Sabemos que la poesía no es un género fácil. Por esto, Balam intercaló la lectura de poemas con anécdotas de su proceso creativo y chispazos de su vida personal. Dijo que el libro nació porque soñó con un ángel que, en lugar de alas, tenía remos. ¿Cómo? Pues sí, Balam creció en un lugar que está cerca del mar. Dice que, constantemente, imagina cosas que tienen relación con el mar. Cuando lo dijo pensé en qué soñarán las muchachas que crecen en la montaña.
Los chicos se entusiasmaron cuando Balam les platicó que jugó fútbol en un equipo profesional en Chiapas y luego, cuando llegó a la Ciudad de México para estudiar la carrera de biología en la universidad, jugó dos años con el equipo de Los Pumas. ¿Mirás qué prodigio? Y dijo que la práctica del fútbol le enseñó algo importante en la vida, le enseñó a no rendirse, a disciplinarse, a intentar la consecución de los ideales, ¡una y otra vez y una más!
Contó que las condiciones económicas no eran las más bonancibles, había ocasiones en que comía sólo una vez al día, ¡ah, pero eso sí, todas las mañanas iba a la biblioteca central universitaria a leer!, a leer libros de literatura y un día pensó: “Quiero escribir poesía”, y escribió poesía y la leyó en público y el poeta Roberto López Moreno (que andaba entre los asistentes) le dijo: “No sos biólogo, ¡sos poeta!” y ahí firmó su contrato con el destino. Y, como dicen los clásicos, el mundo perdió un biólogo, pero ganó un poeta. Y en un territorio donde hay poetas a granel, los lectores agradecemos que Balam sea un verdadero poeta, un buen poeta, un gran poeta. Dijo que los poetas deben “ver el mundo como las demás personas no lo ven.”
Y luego, Balam charló con universitarios, compartió la conferencia “El voseo en Chiapas (la Centroamérica de México)”, charla que ha impartido en diversos partes de la república mexicana y en otros países. Dio a conocer que existen más de sesenta poetas que incluyen el voseo literario en su obra.
Muchos de los universitarios prefieren el uso del tú al del vos. La charla de Balam propició el debate posterior. Balam dio elementos para considerar prestigioso el uso del vos, señaló que el voseo chiapaneco es medio siglo más antiguo que el voseo de Argentina. Dijo que millones de jóvenes argentinos usan el vos todos los días y no tienen inconveniente, al contrario, se sienten orgullosos de ello.
Posdata: La presencia de Balam siempre es inspiradora. El escritor Ornán Gómez, director de educación del ayuntamiento comiteco, hizo tratos con Balam, para que el poeta regrese a Comitán, en el mes de octubre, para presentarse en diversas escuelas del municipio, dentro del programa que impulsa la presidencia de Comitán para el fomento a la lectura. Tal vez entonces ya vos andés por acá y estés feliz de escuchar a tu poeta favorito. Mientras tanto digo que no te preocupés, Balam me obsequió uno de sus libros y cuando vengás te lo prestaré, pero con v de vuelta. ¿Va?

sábado, 21 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON UNA FRACTURA




Querida Mariana: El 19 de septiembre, como en todo el país, en Comitán se realizó un simulacro de sismo. Fue para conmemorar treinta y cuatro años de aquel fatídico 19 de septiembre de 1985 y para hacer conciencia en los ciudadanos. ¿Qué hacer en caso de un temblor? Hoy, más que nunca, sabemos que estamos expuestos ante eventos donde la naturaleza nos desborda. ¿Tenemos un plan de acción familiar en caso de sismo? Muchos ya lo tienen y lo practican, pero muchos otros no. Hay niños que no saben qué hacer en casa si empieza a temblar. Por fortuna, en Comitán los sismos ocurridos no han causado destrozos mayores. Cuando han ocurrido eventos telúricos hay grietas y fisuras en casas y edificios que no afectan de manera importante la estructura; algunos comitecos se espantan y otros caen en estado de pánico, pero no pasa de ahí. Mi tío Elías tiene preparado un botiquín que no contiene más que dos pachitas de trago, dice que el traguito es bueno para los sustos. El tío dice que todo puede faltar en casa menos ese botiquín que rellena cada fin de semana, porque cada fin de semana siente que tiembla y corre por el pasillo gritando: “¡Está temblando, está temblando!” La tía Hermila, su esposa, dice que es mero pretexto para echar trago.
Digo que, gracias a Dios, los temblores en Comitán sólo han provocado sustos, pero (los expertos saben y así lo indican), nuestro pueblo, como cualquier pueblo del mundo, no está exento de sufrir eventos más fuertes. Chiapas está en una zona sísmica. Por ello es deseable que cada familia comiteca tenga un plan de respuesta ante un sismo. En casa, los padres de familia deben buscar los puntos de salvamento y hacer simulacros con los hijos, para que éstos aprendan qué deben hacer en caso de un temblor. En Japón, los niños, en forma constante, practican protocolos de sobrevivencia.
La mañana de 1985, dice Elena Poniatowska, los habitantes de la Ciudad de México vivieron “pánico, desesperación, rabia, impotencia, horror, rescates, solidaridad, muerte…” Uf, ¡qué dramático! ¿Mirás cuántos términos relacionados con el dolor, pero también con la fuerza de la vida? Porque, ante el pánico, los habitantes de la Ciudad de México se organizaron y formaron brigadas de rescate. Los ciudadanos, antes que el gobierno reaccionara, comenzaron a hacer labores de rescate y proveyeron ayuda a quienes la necesitaron. Miles de héroes anónimos se manifestaron como seres de luz en medio de la nube de polvo y oscuridad.
En 1957 un sismo también hamaqueó a la Ciudad de México, pero el de 1985 sobrepasó todo lo esperado. Los expertos nos han explicado que, en 1985, nuestro país estaba en pañales en cuanto a respuesta ante eventos de esa naturaleza. Desde entonces, hay una educación preventiva ante sucesos incontrolables. Me dio gusto comprobar que, en nuestro pueblo, poco a poco, hay conciencia de la necesidad de actuar de manera responsable.
¿Creerías que estuve arriba de una ambulancia para comprobar el protocolo de seguridad? Sí, lo hice. Jamás había estado trepado en una ambulancia y pido a Tata Caralampio que no vuelva a estar ahí. Pero antes de contarte cómo aparecí arriba de la ambulancia te cuento qué sucedió a partir de las diez de la mañana en punto. A esta hora sonó la alarma. Jamás se había escuchado un sonido tan de aullido parador de pelos. El delegado regional de protección civil de la meseta comiteca, Mariano González, me explicó que la alarma sísmica que está en la azotea del palacio municipal fue colocada hace cosa de mes o mes y medio. El día del simulacro se estrenó. Lo deseable es que no suene nunca, pero la naturaleza es impredecible y los comitecos deben estar preparados para responder a eventos sísmicos. Mariano González explicó que Comitán está en una zona donde hay tres placas tectónicas que están en constante actividad.
Mariano sabe de lo que habla. Tiene más de ocho años de experiencia en el puesto. Él es el encargado de coordinar los trabajos de protección civil de Comitán, Las Margaritas, Tzimol, La Independencia y La Trinitaria.
Comitán ya tiene una alarma sísmica, Mariano me platicó que tiene una cobertura de más o menos tres kilómetros; es decir, el sonido terrorífico de esa alarma será percibido por personas que estén en ese radio. Será como suena, una alarma. Si la alarma se activa significa que todos debemos ir a las zonas de seguridad, tal y como (se supone) ya estamos preparados. No importa dónde estemos. ¿En casa, en la oficina, en el trabajo, en la escuela, en la calle? No importa dónde estemos, debemos saber qué hacer en caso de sismo. El simulacro sirvió para esto, para honrar a los fallecidos en 1985 y en 2017, pero también para recordarnos que debemos estar preparados. ¿En tu casa ya saben qué hacer? Yo sé que sí, vos sos muy previsora, pero sé que hay personas que aún no lo han hecho. Sería deseable que todos sepamos cómo responder ante una eventualidad. Ahora, con el Internet hay muchos tutoriales que explican bien a bien cómo ubicar los puntos seguros en la casa, en la escuela, en la oficina y demás espacios de convivencia.
Alicia preguntó el otro día: ¿Y cómo le hago si el temblor me agarra en el sanitario? Pues es una posibilidad que, si bien se presta a chiste, merece una respuesta seria, porque puede suceder. Juan dijo que él se ha preguntado acerca de qué hacer si el temblor lo agarra en una cantina. ¿Se mete un pitutazo por aquello de que puede ser el fin del mundo o busca un punto de seguridad y deja que la botella se quiebre?
Este 19 se realizó el simulacro de un sismo con magnitud 8.2; es decir, casi un terremoto. El simulacro se realizó en oficinas públicas, escuelas y domicilios particulares. En el parque central sonó la alarma y el personal que labora en el ayuntamiento evacuó el edificio (no corro, no empujo, no grito). La evacuación se realizó en tres minutos. ¡Mucho tiempo! El personal deberá sincronizar de mejor manera sus movimientos para que el desalojo sea en no más de un minuto. En cuanto el personal se colocó en la plaza, en un lugar seguro, los equipos de rescate realizaron el salvamento de dos personas que (hipotéticamente) resultaron heridas en el siniestro. Ahí fue cuando todos estuvieron pendientes de los movimientos de los rescatistas, porque, a través de cuerdas y poleas, bajaron a los accidentados en una canastilla. Fue tan emotivo el acto que al final, cuando el herido llegó al módulo del C.R.U.M (Centro Regulador de Urgencias Médicas) la gente aplaudió emocionada, porque las maniobras se realizaron con efectividad. Sí, todo mundo se emocionó al ver que la canastilla se desplazaba por el vacío. Los paramédicos recibieron a los heridos, les brindaron asistencia, los colocaron en una camilla y los trasladaron a las ambulancias que estaban en las cercanías de la fuente. Ahí fue donde el Molinari pidió permiso para vivir de cerca la experiencia. El paramédico (como una excepción) lo autorizó y me trepé al lado del herido (que estaba caracterizado y había sido maquillado con líquido rojo y polvo en toda su anatomía). En cuanto lo subieron, el chofer René Ruiz activó la sirena y partió (hipotéticamente al hospital. En realidad, sólo dio la vuelta a la manzana). Era un mero ejercicio, pero constaté el profesionalismo de los paramédicos (en general de todos los participantes), porque en cuanto la ambulancia partió, los tres paramédicos continuaron con la asistencia al herido (que fue el licenciado Juan Carlos Maldonado, también integrante de la dirección de Protección Civil, del ayuntamiento comiteco). Ramón Pérez confirmaba: “Iniciamos traslado”, y María Leticia Velasco afirmaba que se seguía ventilando al herido. Salvador Chontal revisaba al herido y aseguraba que tenía una fractura en la pierna izquierda, pero estaba suficientemente atendido. Y ahí iba yo, trepado en la ambulancia. Cuando paramos, el herido, como si fuera Lázaro se levantó, fue cuando le pregunté si había sentido miedo a la hora de ir suspendido de la cuerda en la canastilla, de inmediato me dijo que no, con énfasis y orgullo dijo: “Tengo una gran confianza en el equipo de compañeros, en los de rapel y en los paramédicos. Nos entrenamos de manera profesional para servir a la ciudadanía.” Y ahí estaba yo, escuchando, viviendo esa experiencia con ellos. Ahora que lo pienso, pienso cómo yo, viejito de sesenta y dos, me animé a subir al techo de la presidencia para observar de cerca la alarma y cómo me atreví a subir a la ambulancia, pero, tal vez lo hice para vivir ese instante y compartirlo contigo; tal vez lo hice para constatar así en vivo el profesionalismo de estos héroes anónimos que, esa mañana, recibieron aplausos de los asistentes, porque hicieron con seriedad su trabajo.
Posdata: Fue un simulacro. Todos deseamos que no pase de ahí. Pero ningún pueblo del mundo está exento de sufrir un sismo. ¿Qué hacer en caso de un terremoto? Los expertos aseguran que la diferencia entre la vida y la muerte puede estar en que sepamos qué hacer en caso de una eventualidad. Perdón por ser insistente, ¿vos sabés qué hacer en caso de sismo si éste te agarra en tu casa, en la oficina, en el cuarto con tu novio, en un cine, en el sanitario, en el antro? Saber qué hacer hace la diferencia. Te mando un abrazo con intensidad de 9.9.

viernes, 20 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN TRAGO DE AZUL AGUA PARA CALMAR LA SED




Querida Mariana: A veces Comitán se viste de diario; es decir, vuelve a ser la niña bonita de siempre, pajarito que sube a lo más alto del árbol y descuelga los frutos del cielo. ¿Has visto alguna vez un fruto azul? ¿No? En todo el mundo las manzanas son rojas, las naranjas ¡naranjas!, los mangos son amarillos y las uvas tiene color uva. Pero a veces, Comitán sube sus brazos y descuelga el mejor fruto del cielo, y el cielo comiteco es azul, como sábana de flama tierna.
A veces Comitán se viste de diario, renueva sus gajos y brinca con la risa de la niña que juega la cuerda; de la que, sentada en el piso, con la falda plegada, juega matatena.
La casa de la fotografía está por el rumbo de La Pila. Todas las mañanas recibe la bendición del aire de La Ciénega. Esta casa (no es extraño, es casa comiteca) no tiene banqueta. Los peatones de estos tiempos corren el riesgo de ser atropellados por un automovilista atolondrado. Pero, cuando el peatón pregunta, el natural explica que esta casa no tiene banqueta, porque es requisito indispensable caminar por la banqueta de enfrente, si no ¿de qué manera podrá beber este fruto azul que retoma lo más íntimo de la esencia del pueblo? ¡Sí! El peatón que camine a la sombra de este enormísimo árbol perderá la oportunidad de pararse un instante y, como si fuese agua conservada en tecomate, beber cada una de sus hojas, de la columna vertebral donde corre la savia que otorga vida, vida plena, de la buena, de esa por la cual se brinda con comiteco y con marimba y con chalupas y tamales en la mesa.
Esta casa es como un mar a la comiteca, con macetas llenas de flores en lugar de gaviotas, con balcones en lugar de nubes. Esta casa es el horizonte y la banqueta de enfrente es la orilla desde donde el caminante puede ver cómo se oculta el sol de estos tiempos. Se vale, claro que se vale, caminar por ahí, llevar una silla plegadiza y sentarse frente a este muro azul; se vale, claro que se vale, cantar bajito o en voz alta: Comitán, Comitán de las flores, donde están mis amores…; se vale, claro que se vale, bañarse con esta luz azul que no existe en ningún otro lugar del mundo. Se vale vivir, soñar con esta niña que se viste a diario de diario, que no espera pretexto para mostrar su rostro más pleno, su carita más tierna.
A veces Comitán se viste de diario, deja que las manos de sus hijos la consientan, la llenen de sueños y de flores. ¡Qué imagen más armoniosa! ¡Qué juego de reflejos! ¡Qué camino de hormigas luminiscentes! ¡Qué aromas de aire iluminados con papalotes!
Posdata: A veces el cielo baja y descansa en las casas de este pueblo.

jueves, 19 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON EL CUENTO DEL ESPEJITO, ESPEJITO




Querida Mariana: Dicen que en mil ochocientos veintitantos se inventó la cámara fotográfica. Por eso, quienes vivieron antes de esa fecha no alcanzaron testimonios fotográficos, debieron acudir a dibujantes o pintores o escritores para tener un retrato de su rostro.
¿Cuándo se inventó el espejo? La historia consigna que el invento del espejo “moderno” fue casi en la misma época del invento de la cámara fotográfica. Antes, los espejos eran piedras rústicas con suficiente pulimento para reflejar imágenes; es decir, las chicas de hace siglos no distinguían si tenían acné o no.
Todo mundo conoce el mito de Narciso, el bello que se vio en un “espejo de agua” y se enamoró de su imagen.
En estos tiempos de cámaras digitales y profusión de espejos, muchas personas recomiendan no ser narcisistas; es decir, enamorarse de la propia imagen. Tengo un amigo metrosexual que ve cómo está su figura cada vez que pasa frente a un espejo (en el centro comercial o en casa de un amigo) o cada vez que pasa frente a un aparador (en el centro comercial o en cualquier negocio callejero). Y tengo cientos de amigas que hacen lo mismo a cada instante. Siempre he tenido la duda: ¿Qué se ven las chicas cuando pasan frente a una vidriera? Yo siempre he tenido la impresión que no se ven el rostro, sino las sentaderas. ¿Es así? Nunca una amiga ha respondido mi duda. Debe ser algo muy secreto.
¿Es malo ser narcisista? No sé. Mi prima Leylani siempre me recomienda verme al espejo y decirme que soy bello, dice que el principio básico para poder querer es ¡quererse a uno mismo!, y este proceso implica verse al espejo, no con afán narcisista sino con espíritu de aceptación.
No soy persona que se para frente al espejo en todo instante, pero, cada vez que me topo frente a uno, dedico tres segundos o más a ver mi rostro y a decirme que soy un hombre bello. No pensés que lo hago como la clásica del clásico cuento infantil: ¡Espejito, espejito!, ¿quién es el más bonito? Y no lo hago así, porque la malvada del cuento necesitaba saber que ella era la más bonita. Yo no. Me basta con saberme bello. ¿Quién es el más bonito? No sé ni me importa. Hacer esto sería entrar a una competencia inútil que me bajaría la autoestima. Me veo al espejo y digo que soy un hombre bello. Con esto basta. Lo soy. Cada ser humano lo es. Dicen los que saben que el espejo no miente. La fotografía sí, sobre todo en estos tiempos. Tengo dos o tres amigas que tienen “su lado”; es decir, cuando posan lo hacen de una determinada manera, sin que aparezca el lado negativo. Cuentan que Benito Juárez tenía un lado feo, que evitaba; cuentan que los retratos actuales de Juárez muestran un rostro más amable. Juárez espíritu de roca, tenía rostro de piedra.
La fotografía permite retoques. Con el Photoshop es posible embellecer los rostros. Cuando una persona está frente a un espejo se ve como es, sin afeites, sin añadidos, sin embellecedores.
Me veo ante el espejo y descubro, cada día, que mi rostro se transforma. Esta transformación se llama envejecimiento, ¡envejezco! No entro a una tercera edad, ¡no! Lo que le sucede a mi rostro y a mi cuerpo se llama envejecimiento. Cada día que pasa me hago más viejo y me veo bello. Tengo el rostro que corresponde a mi edad. Los otros, mis amigos, advierten en mis fotos mi cambio, mi transformación. Cuando me topo con un amigo que tenía años de no ver, advierto en su rostro lo que piensa: “Pucha, qué cambiado está Alejandro”, esa palabra “cambiado” significa, en lenguaje llano: ¡Qué jodido! Ya usa dentadura postiza, ya se le cayó el cabello, ya tiene muchas arrugas. Es comprensible. Dejó de verme muchos años. Los cambios casi imperceptibles que se dan en mi cuerpo él los vio acumulados. Sí, los seres humanos cambiamos con el paso del tiempo y el tiempo pasa apresurado cada día. Apenas ayer era joven y bello, por fortuna la belleza no tiene tiempo. Hoy soy viejo y bello.
Posdata: Vos, niña de mi vida, sos joven y bella, muy bella. Algún día serás vieja y bella. Deseo que llegués con plenitud, así como sos, llena de vida, cuidadosa de tu cuerpo y de tu espíritu. La belleza es infinita. Entre los hombres hay un lugar común que se escucha constantemente cuando alguien alude a la vejez: “Viejos los cerros y echan palitos.” Sé que el dicho alude a una cuestión sexual, pero, en término estricto, habla de la belleza. Los cerros son viejos y tienen árboles viejos y todo es como una postal infinita. ¿Cuál es el espejo en que se ve el cerro y el árbol cada día?

miércoles, 18 de septiembre de 2019

TIEMPOS IDOS




Yo también escuché la XEW. Me gustaba (malinchista) escuchar Radio Nederland, radio en español, de los Países Bajos, pero (patriota), en ocasiones, escuchaba la XEW.
Escuchaba la W en Comitán. Sabía que los estudios estaban en la calle Ayuntamiento, en el centro de la ciudad de México.
Yo era niño, en los años sesenta. Gracias a la W yo podía trasladarme hasta la capital del país. Sabía que la gran ciudad era muy diferente a mi pueblo. Allá, la gente subía a tranvías, caminaba por banquetas anchas, muy anchas; comía en restaurantes con grandes vidrieras y bebía vino en copas de cristal. La gente en la ciudad de México corría para cruzar las calles, porque muchos autos transitaban en ellas. Asistían a lujosas salas cinematográficas y, ¡qué emocionante!, en ocasiones podían ver, desde lejos, a los actores y actrices. Los habitantes de la ciudad de México podían, si lo deseaban, asistir a los estudios de la W y, en el auditorio, conocer a los participantes de las radionovelas o escuchar a los cantantes de moda.
Yo también escuché la XEW, por esto, cuando fui a la ciudad de México a estudiar en la UNAM, caminé por el centro de la ciudad hasta hallar el lugar donde estaban los estudios de la mítica estación de radio, y me paré en la banqueta de enfrente para guardar en la memoria el edificio, ese edificio donde México, ¡qué pretensioso!, se creía la Voz de América Latina, porque siempre pensé que decir que la XEW era la Voz de América Latina desde México era de una gran soberbia, pero luego supe que en Centroamérica y en Sudamérica, igual que nosotros, también escuchaban la XEW y amaban a Pedro Infante, a Jorge Negrete, a Toña La Negra, a Agustín Lara, a Cri Cri, y cuando estos cantantes mexicanos llegaban a Buenos Aires, los fanáticos acudían al aeropuerto con pancartas y aplaudían a la hora que los artistas mexicanos aparecían en la sala de llegada y los escoltaban hasta el hotel donde se hospedarían y llenaban los teatros argentinos cuando los artistas se presentaban. Si los argentinos y uruguayos no podían hacer lo que sí hacían los mexicanos: Llegar al edificio de Ayuntamiento y entrar al estudio Azul y Oro, los productores llevaban a los artistas de la W hasta la casa de ellos y éstos agradecían el gesto y llenaban de honores a los cantantes mexicanos.
Sí, yo también escuché la XEW y un día, en la ciudad de México, me paré frente al edificio de la calle de Ayuntamiento y, en mi inocencia, pensé que en esos minutos podría ver entrar o salir a uno de los grandes cantantes de México; y, en vacaciones, podría regresar a Comitán y contar que había visto, aunque fuera de lejos, a uno de los grandes cantantes, pero no fue así, porque mientras permanecí parado frente a la W vi entrar y salir a mucha gente, pero a ningún famoso y digo esto porque si hubiese aparecido uno de los grandes, los autos se hubiesen detenido y los peatones hubieran rodeado al famoso para pedirle un autógrafo. Me cuentan que, en ese tiempo, muchos fanáticos llevaban siempre una libreta de bolsillo para cazar los autógrafos de los artistas.
Yo, en mi adolescencia, escuché Radio Nederland. Me despertaba a las cuatro de la madrugada (tal vez desde entonces me quedó la mala maña de despertarme temprano) y sintonizaba la radio holandesa que trasmitía en español. Me encantaba saber que, desde mi cama, gracias al prodigio de la radio, podía escuchar la voz de personas que vivían en Holanda. Lo mismo sucedía cuando, de vez en vez, abandonaba mi espíritu malinchista y retomaba mi patriotismo y sintonizaba la XEW. Las voces sonaban distintas. Los de allá hablaban español, pero tenían un tono de voz como de guacamaya trasnochada; en cambio, los de acá eran como chachalacas educadas, como loros con frac; sus voces eran unas voces que sonaban como tubos de órgano de catedral. Tal vez por esto, muchos radioescuchas decían que la W era la Catedral de la radio en México.
Ya luego, a Comitán llegó una capillita que se llamó XEUI y el pueblo abandonó a la W y se pasó a la UI. Consumíamos lo nuestro. Ahora no sé qué oyen los radioescuchas de estos tiempos. ¿Escuchan la W? ¿Escuchan radio Nederland? ¿Escuchan? Pau escucha Spotifi. ¡Uf!

martes, 17 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON TEXTILLO INCLUIDO




Querida Mariana: El pasado 14 de septiembre participé en la conmemoración de la Federación de Chiapas a México. En mi textillo quise privilegiar dos conceptos: El primero, que el antecedente histórico de la federación se encuentra en el movimiento de Independencia que se gestó en Comitán; y el segundo, que, como dijo Roberto Ramos Maza, los apellidos que aparecen en el Acta de Independencia son apellidos vigentes en el Comitán actual; es decir, los herederos de aquellos ilustres patriotas caminan por estas calles; por esto, Ramos Maza propone que Comitán sea nombrada ¡Ciudad Libertaria!
Paso copia del textillo que leí, querida niña:

Buenos días.
Con permiso de las autoridades civiles y militares que presiden este acto; con permiso de los jóvenes estudiantes de la Secundaria 14 de septiembre; con permiso del pueblo de Comitán.
Hoy, conmemoramos la federación de Chiapas a México. Los comitecos lo conmemoramos en este espacio, que la sabiduría popular ha bautizado como “El libro”. En este libro gigantesco está plasmada el acta de independencia de Chiapas, flama libertaria que inició en nuestra ciudad, el 28 de agosto de 1821. El acto fue tan excelso que no sólo propició la independencia de Chiapas, sino de toda Centroamérica. Centroamérica reconoce que el estandarte de su emancipación tiene el color que plasmó un grupo de nobles comitecos. Comitán ha sido salvaguarda de uno de los valores más preciados del ser humano: ¡la libertad!
Por eso estamos reunidos hoy acá, porque nosotros somos los herederos del legado de aquellos hombres y mujeres; porque nosotros somos los responsables de vigilar que esa flama no se apague. Nosotros debemos cuidar que esa flama libertaria siga iluminando estas parcelas que fueron abonadas por manos liberales.
En esta tierra, hoy trabajan y sueñan los herederos de aquellos héroes. Por la sangre del comiteco actual fluye la savia de la libertad, la misma savia que alentó a nuestros paisanos a ese acto heroico.
Pido, por favor, que reflexionemos tantito en el hecho histórico de la Independencia de Chiapas. ¿Qué ocurrió en 1821? Los chiapanecos decidimos, con voluntad y valor, desprendernos del yugo de España, la llamada Madre Patria. Cortamos ese cordón umbilical que nos fue impuesto.
Ahora bien, ¿qué sucedió el 14 de septiembre de 1824? Ese día, Chiapas formalizó el dictamen donde quedó marcado para la historia que la mayoría de los participantes en el plebiscito votó a favor de que nuestro estado se federara a México. Ese día, por lo tanto, Chiapas concluyó la separación de la madre patria y reconoció que el origen de su historia no estaba del otro lado del mar, sino que estaban en esta patria madre. El 14 de septiembre de 1824, Chiapas reconoció que su tronco era un ahuehuete.
Hoy, con profundo orgullo, los chiapanecos gritamos ¡Viva México!, y al hacerlo es como si gritáramos ¡Viva la Patria Madre!, porque somos parte de ella. Chiapas se federó porque reconoció que su riqueza cultural pertenecía a esta nación. Con la federación, Chiapas ganó, y México, por supuesto, ¡ganó! Nos federamos, porque México estaba incompleto, porque era necesario que su territorio tuviera la grandeza que hoy posee, la grandeza de este pueblo chiapaneco enormísimo, un pueblo que, desde siempre, ha aportado paz, trabajo, inteligencia y talento. Hoy, los mexicanos, todos, vivimos una nueva etapa histórica. Estamos empecinados en tener un mejor país, en confirmar que la federación es un pacto que debe hacernos una nación más grande y próspera.
Hoy, ante el libro donde está plasmado el ideal de libertad chiapaneca, los comitecos refrendamos nuestro compromiso con esta patria madre que se llama México.
Muchas gracias.

lunes, 16 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON TITUBEOS




Querida Mariana: Ayer vi un programa televisivo en el canal 22. Cuatro personas charlaban acerca de libros y de lectura. Los cuatro coincidieron en decir que, actualmente, los muchachos leen poco y, por lo tanto, el nivel de comprensión de lectura es deficiente. ¡Nada nuevo! Quienes imparten cátedra en cualquier universidad del país saben que muchos universitarios llegan con deficiencias en competencias lectoras. Lo que sí me sorprendió es lo que dijo uno de los participantes, dijo que una de las causas de la deficiencia de comprensión es el cambio de escritura manuscrita a escritura de molde. Más o menos dijo que quienes aprendieron el método Palmer debían escribir la palabra en forma completa; en cambio, ahora, los jóvenes estudiantes escriben unidades. Jamás había pensado en ello. Sé que muchos maestros estudian el fenómeno y algunos están a favor de la escritura de molde y otros a favor de la manuscrita, pero, la reflexión del ponente me dejó pensando. No soy experto, pero advierto algo de razón en su pensamiento: No es lo mismo el todo que la fracción. Algo debe suceder en la mente cuando escribimos de una o de otra manera. Si ahora escribo una palabra con letra de molde hago imperceptibles pero constantes interrupciones; cosa que no sucede si escribo con letra manuscrita.
Yo, querida Mariana, como vengo de los años sesenta del siglo pasado, aprendí a escribir con letra manuscrita y con regular caligrafía. Mi papá tenía letra “bonita”, clara, elegante; mi mamá escribe un poco menos claro, pero legible. Los niños de los años sesenta aprendimos a escribir palabras; los niños de hoy escriben letras. Sí, la opinión del ponente me dejó pensando: Nosotros aprendimos a expresar un todo; los estudiantes de hoy se expresan a través de unión de fragmentos.
Si ahora mismo escribiera esta carta en papel lo haría con letra manuscrita; como la escribo en computadora advierto que lo hago en letra de molde. Conforme pienso y escribo la palabra en el teclado las letras aparecen hasta formar las palabras. Las máquinas no escriben en forma manuscrita (¡ay, qué tonto me veo! La palabra manuscrita proviene de la palabra mano). Cuando Gutenberg inventó la imprenta (Dios le siga concediendo luz en donde esté) lo hizo a través de tipos. Ahí comenzó el cambio conceptual, porque los amanuenses, en los conventos, escribían la palabra en forma unida y no fraccionada, como sí sucedió con la imprenta. Los impresores colocaban las letras hasta formar palabras. En la escuela mexicana se dio un cambio semejante, los estudiantes dejaron de ser amanuenses (que esto fuimos en los años sesenta) y se volvieron impresores.
Los textos, dicen los que están a favor del método de escritura a molde, fueron más claros. Sí, tienen razón. No todos los que escribían en forma manuscrita fueron tan exquisitos como mi papá, que, ya dije, escribía de manera elegante. No, muchos tuvieron escritura “de doctor”. Rosario Castellanos siempre confesó que tenía una letra horrible. Era necesario (es una exageración de mi parte) hacer uso de paleógrafos expertos para descifrar sus garabatos. No obstante, su pensamiento fue muy coherente, y tal vez esto tenga que ver con lo que expresó el ponente en la televisión. Él dijo que ahora los muchachos tienen poca comprensión lectora, porque, entre otras cosas, aprendieron a escribir con letra de molde; es decir, en forma discontinua.
No sé qué tanto sustento científico tenga tal explicación, pero (así lo pienso) da elementos para reflexionar. Antes, en serio, querida niña, los mayores tenían mejor capacidad de expresión. La mayoría de personas que sabían escribir (porque había muchos analfabetos) lo hacían con claridad. Ahora, muchos jóvenes estudiantes redactan en forma oscura. Si vos les das un texto para que lean, muchos no saben reconocer las ideas principales, por lo tanto, son incapaces de comprender a profundidad el texto. Tienen pereza mental. ¿Cómo influyó el hecho de que aprendieron a escribir letras y no palabras? No lo sé. Los expertos, sin duda, tienen elementos para sustentar o refutar tal idea. Los expertos que diseñaron los nuevos programas educativos ¿tuvieron en cuenta este argumento? ¡No! Parece que se modificaron sólo contenidos y programas. Advierto que si este razonamiento fuera sometido a debate, muchos opinarían que significaría un retroceso volver a la enseñanza de la escritura manuscrita. No sé si algún maestro se animara a enseñar tal método de escritura como un conocimiento adicional; no sé si fuera válido hacer este tipo de experimento y elegir un grupo para enseñarles, a la vez que la escritura de molde, la escritura manuscrita, y después comparar el nivel de comprensión lectora con respecto a los alumnos que sólo aprendieron la escritura de molde.
Posdata: Por lo pronto, yo hago un ejercicio de comparación y concluyo que los niños de los años sesenta gozamos de una mejor comprensión lectora que los niños de hoy. Hoy, sin duda, los estudiantes desarrollan otro tipo de competencias intelectuales por el uso de celulares y de tabletas, pero, ¿y la Cheyenne, ‘apá?

sábado, 14 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON ALEGRÍA DE FERIA




Querida Mariana: Siempre me han gustado las ferias. Claro, mis gustos han cambiado. De niño me gustaba ir con mis papás a la feria de San Caralampio (es la que más recuerdo). Lo que más me gustaba era pararme frente a los locales donde vendían juguetes (“Las zacatecas”). Mis papás me daban mi domingo, yo guardaba las monedas para las ferias o para los viajes de vacaciones, así que cuando llegaba la feria de tata Lampo, yo quebraba el cochinito y llevaba las monedas para intercambiarlas por juguetes o para jugar al chingolingo. Sí, querida Mariana, me encantaba regalar mi dinero con los hombres que somataban la caja de madera con figuras de la lotería. Ocasionalmente ganaba, pero como sucede con los amigos que han ido a Las Vegas, al final terminaba perdiendo el dinero (dólares allá, monedas de a peso acá).
Ahora ya no me gusta ir a las ferias del pueblo. La de San Sebastián (perdón) ya no es lo que era, ha perdido alegría; la de San Caralampio también perdió su encanto. Aún (gracias a Dios) continúa la tradición de la marimba, de los diablitos, de las ofrendas de flores, de las campanas, pero en el parque siempre aparece una peste de orines que opaca los aromas exquisitos de los encurtidos, de las “cajetas” de durazno o de membrillo o de manzana. El olor de los orines sofoca al grato aroma de los eques y de esas florecitas blancas llamadas nubes. ¿A poco no es una pena que ahora las nubes estén enredadas en plastas oscuras? ¿La feria de agosto? Me encanta acudir al parque central el mero día, el 4 de agosto. ¡Ah, qué manifestación tan llena de vida! La gente se apropia del espacio, como era antes. Hay conciertos de marimba, desde las diez de la mañana hasta la diez de la noche; las campanas tocan a todo lo que dan; los niños corren y comen algodones. Alrededor de la fuente hay juncia fresca y puestos donde venden antojitos: panes compuestos, butifarras, tamales de bola, de mole; y dulces, muchos dulces: quiebramuelas, gaznates, chimbos, turuletes, tabletas de manía y obleas. ¡Ah, tan ricas las obleas, que dejan bigotes blancos con aroma de canela! ¿Ir a las instalaciones de la feria? ¿La verdad? No, la mera verdad, ¡no! No soy ranchero, así que no llama mi atención ir a ver ganado cebú; no bebo alcohol, así que no llama mi atención ir a ver decenas de changarros donde venden jarritos con tequila; ya no soy niño para trepar a los juegos mecánicos, además, la verdad, la verdad, no es muy atractivo subir a una rueda de caballitos donde los caballitos están todos despintados y los tubos están oxidados. Voy, eso sí, a la Feria del Pan Compuesto, sólo para ver la riqueza de colores y la plenitud de aromas y el gusto con que los niños, jóvenes y viejos le hincan el diente a esa delicia gastronómica de nuestro pueblo.
Conforme crecí, cambié de tipo de feria. Cuando estuve como universitario en la Ciudad de México una vez fui a la Feria del Nopal, y, en otra ocasión, una amiga me invitó a ir a la Feria del Cómic. En mi vida lo habría imaginado. ¿Una feria del cómic? Sí, cientos de metros cuadrados llenos de revistas; stands de venta y salones donde había conferencias acerca del tema y apartados donde grandes ilustradores dibujaban frente a decenas de fanáticos. ¿Así que había ferias de todo tipo? Sí, mi amiga se encargó de decirme que en la Ciudad de México hacían la Feria del Hogar, en el Palacio de los Deportes. ¿Del hogar? Sí, hombre, ahí cientos de empresas exhiben y venden refrigeradores, estufas y demás chunches para la casa. ¡Uf! ¡Qué genialidad!
Y un día descubrí, día sublime, que había feria del libro, ¡del libro! Cuando fui un niño gordo soñaba con ir a la Feria del Taco. Cuando me enteré que había ferias de libros comencé a soñar con libros, soñé que como bandadas de pájaros los libros volaban por todos los cielos. Sí, para quien es amante de la gastronomía debe ser un deleite asistir a una Feria del Chile en Nogada; los amantes de la cerveza deben ser felices cuando acuden al Oktoberfest que es un festival que organizan en Alemania y a donde acuden millones, millones, de aficionados a esta bebida. Los lectores de hueso colorado amamos las ferias de libros.
Pronto, ya muy pronto, se realizará la Feria del Libro, de Guadalajara, y que es la feria más importante del mundo hispano. Esta feria no alcanza, todavía, el número de visitantes que acude a la feria de la cerveza, pero la cifra no es escasa. El año pasado acudieron más de ochocientos mil visitantes. ¿Mirás? Es un número muy decente. Más de ochocientos mil lectores acudieron a disfrutar de ese banquete intelectual. ¡Ah!, cada vez que sucede la feria del libro, los pasillos se ven repletos de personas que van de uno a otro stand, que hojean libros, que piden la fotografía del recuerdo con el famoso escritor que camina por ahí. Los grandes escritores mexicanos acuden a la FIL y presentan libros y dan conferencias y conversan con compas y con los lectores; por ahí pueden asomar Villoro, Fabio Morábito, Enrique Serna, Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Cristina Rivera Garza, Jorge Volpi, Alberto Chimal, Ana García Vergua (Vergua, dije Vergua) el buen Xaviercito Velasco y muchos más. Y por ahí también asoma Taibo II, el que la mete doblada, y como cada edición está dedicada a un país en especial, el país invitado acude con una delegación de sus mejores autores. Es un verdadero festejo de la inteligencia.
Pero, ¡qué bueno!, en Chiapas no nos quedamos atrás. Del 30 de septiembre al 4 de octubre se celebrará en Tuxtla Gutiérrez la 6ª. Feria Internacional del libro UNACH 2019, que en esta ocasión tiene como invitado de honor a Puerto Rico. Esto quiere decir que autores de la isla visitarán Chiapas y convivirán con los lectores de este estado y beberán una cerveza con los autores de esta región y se estirarán lazos de amistad entre ambos territorios culturales. Yo no he leído algo de algún autor portorriqueño. Hace tiempo leí un poema de Rosario Ferré, pero nada más. Tal vez sea la música la que más está impresa en mi memoria. Mi tío Eugenio escuchaba todas las tardes discos de Daniel Santos, y yo, adolescente, amé las canciones de José Feliciano. ¡Ah, en tardes de bolera, los amigos y yo cantábamos: Pueblo mío que estás en la colina…! El hecho de que Puerto Rico sea el país invitado de la Feria del Libro de la UNACH permitirá un acercamiento a su cultura, entrando por esa puerta maravillosa que es la literatura.
Y acá, igual que en la FIL, de Guadalajara, los lectores visitantes podrán adquirir las novedades editoriales, asistir a conferencias y a presentaciones de libros, y platicarán con los autores de Puerto Rico y con los nuestros, los que hacen la literatura de nuestra tierra. Y de igual manera que en la FIL, acá estarán los grandes, los grandes de Chiapas. Por ahí, en los pasillos estará Héctor Cortés Mandujano (quien recientemente estuvo en el museo Rosario Castellanos, presentando un libro de su editorial), y también estará el doctor Andrés Fábregas Puig, quien fue director del Instituto Chiapaneco de Cultura, un gran intelectual que ahora radica en otras tierras; y estará el poeta Efraín Bartolomé, y el poeta Óscar Oliva; y Alejandro Aldana presentará el libro “Novela de Chiapas”. Y por ahí se asomará el poeta Balam Rodrigo (quien estará en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, el próximo martes 17 de septiembre, a las diez de la mañana, presentando su libro “Cantar del ángel con remos en la espalda.”. Entrada libre.); y también estará Marisa Trejo y Fernando Trejo y Socorro Trejo, ¡ah!, qué disfrute, todo el racimo familiar que se dedica al cultivo de la poesía. Miguel Lisbona y Patricia Chandomí presentarán el libro que se titula “Clamar en el desierto. Mujeres en la historia contemporánea del Sureste de México”, que será presentado por el admirado maestro Sarely Martínez y por mi querida amiga Sandra de los Santos. Y estará Alfredo Palacios y José Falconi y mi querido maestro Enrique García Cuéllar; y mi amiga Damaris Disner presentará su libro “Memorama de poesía: cáscara de mar (haikus)”; y la presidente de la Asociación de Cronistas de Chiapas, Sofía Mireles, hará comentarios al libro “La crónica en Chiapas”, de Julio Solís. Y… ¡pucha!, cuánta inteligencia chiapaneca reunida, ¿verdad?
Muchos libros serán presentados; muchos presentadores soltarán su rollito. ¿A poco no se antoja estar en la presentación del libro “Obra poética de Óscar Oliva”, donde mi estimado Marco Antonio Besares Escobar hará comentarios?
Posdata: El tres de octubre, a las doce del día, el cronista comiteco Amín Guillén presentará su libro: “Mariano, guerrero de Cristo y su tiempo”, que narra parte importante de la vida y obra de Mariano N. Ruiz, y que es una edición de la universidad que lleva su nombre.
Habrá fiesta en Tuxtla, en Chiapas. La literatura mostrará sus mejores vestidos. Los lectores chiapanecos y de otras partes gozarán este banquete, donde la cultura de Puerto Rico estará en el sitio de honor.

viernes, 13 de septiembre de 2019

LA TOCADA



El tío David Ordóñez tuvo muchos oficios en su vida: fue talabartero, trapecista en un circo, carnicero, apicultor, zapatero remendón y, por último, le halló gusto a la marimba y se volvió marimbista. Organizó un grupo musical y amenizó bautizos, bodas, cumpleaños y, sobre todo, ofreció serenatas. Este oficio lo amó por encima de todos los demás. Decía que le permitió hacer muchos amigos, disfrutar la alegría de los otros cuando bailaban o movían los pies sentados en las sillas; en fiestas consiguió dos muchachas que luego fueron sus novias. Cuando yo lo conocí ya era un hombre sosegado y sólo aceptaba dar serenatas. Por esto, dormía en la tarde, para estar en plenitud en la noche. A veces, jugábamos lotería en la sala con mis primos y tía. El tío, sentado en un sofá individual, con la cabeza recargada en el respaldo nos miraba e iba cerrando los ojos y torciendo la cabeza hasta quedar profundamente dormido. Como decía la tía, aunque pasara un tren el tío no abriría los ojos. Gritábamos ¡lotería!, nos empujábamos, reíamos, y el tío era un bulto. A las ocho en punto abría los ojos, se desperezaba y pedía a Alfonso que fuera a arreglar los instrumentos para que todo estuviera listo sobre el camión. La tía suspendía el juego, iba a la cocina a preparar la cena del tío. Nos despedíamos, corríamos por la calle para llegar a nuestras casas. Frente a la casa del tío mirábamos cómo subían la marimba que haría las delicias de una chica y despertaría la envidia de las vecinas. Cuando el tío iba a dar serenata todos los de casa sabíamos que tenía “Tocada”.
La palabra se enraizó tanto en nosotros que, años después, cuando íbamos con los amigos a tomar unas cervezas al bar de moda “La Jungla”, desechábamos cualquier otra cita y decíamos que teníamos “Tocada”. Dejé de beber, ya no tuve “Tocadas”. Olvidé la palabra, pero ayer, como brota el agua en un nacedero, volvió a aparecer.
Ayer en la tarde fui a sentarme en una banca del parque central. Abrí un libro de cuentos de Bashevis Singer y vi que dos chicas lindas se sentaron en la banca cercana. Una llevaba el cabello corto y una blusa negra, escotada, con el lema “Do it”; la otra vestía unos jeans ajustados y tenía un piercing en el ombligo, se veía el inicio de un tatuaje que bajaba hasta su vientre y quién sabe en qué lugar terminaba (sólo ella, Dios y su amiga sabían en qué lugar terminaba, bueno, también algún amigo juguetón). No habían estado sentadas ni un minuto, cuando la chica del tatuaje se levantó y dijo que tenía que irse porque tenía “Tocada”. Seguí con el libro abierto, pero ya sin leer. Estuve atento a lo que la chica decía: Tenía “Tocada”. Supuse que no era marimbista, ¡no! ¿Tenía una cita para ir a un bar? “Quedé de verme con Alberto”, dijo la chica con la picardía de una niña que está frente al pastel de fresa y queso que tanto le gusta. La otra chica señaló con un dedo el mensaje de su blusa, la otra dijo: Por supuesto que sí, ¡me lo comeré! La chica que se comería a Alberto se agachó, besó a su amiga y echó a correr. La otra chica me vio y frunció el ceño. Yo, sin darme cuenta, había levantado la vista y las veía con ojos de viejo perverso. Me subió el color al rostro. Bajé la vista e hice como que leía, pero no leía, estaba pendiente del movimiento de la chica de la blusa negra. El lema decía: “Do it”, mi inglés de primero de secundaria traducía: “¡Hazlo!” La chica le había dicho a su amiga: “Do it” y la otra había recibido el mensaje, claro, había dicho: ¡Me lo comeré! Lo había dicho como si Alberto fuera un pedazo de pastel de fresa con queso.
Una cubetada de años cayó sobre mí. Quedé todo empapado de años. ¡Uf! El tío tenía “Tocada” cuando iba a dar serenata; nosotros teníamos “Tocada” cuando íbamos a echar trago. Ahora, esta chica tenía “Tocada” porque se iba a comer a Alberto. ¿De dónde habrá sacado la chica la palabra? Pensé: ¿No será nieta del tío o nieta de algún marimbista? Pude preguntarle a la amiga que quedó sola en el parque, pero ella me vio feo, como si yo fuera un delincuente y ella, aprendida la lección, dijera “Fuchi, guácala.” Luego pensé que la chica de Alberto sería tocada, acariciada, amada. Alberto vería completo el tatuaje.
Sentí (sentí) que la chica de la blusa negra se paró y caminó, cuando intuí que ya iba a diez o doce metros subí la mirada. La vi. Movía con gracia su trasero. Antes de subir un peldaño de un pasaje interior, volvió la mirada. Ella supo que yo la veía. Al atraparme, sonrió, levantó la mano y dijo adiós. Yo, todo tonto, no alcancé a levantar la mano, la dejé a media asta y la moví con timidez. Do it? Si ni de joven lo hice ¡menos de viejo!

jueves, 12 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN POSIBLE RECUENTO DE LOS QUE SOMOS




Querida Mariana: Borges, en “Borges y yo”, escribió: “Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas…” El escritor asegura, al final del texto, que no sabe “cuál de los dos escribe (esa) página.”
Borges, lo admite medio mundo, es un escritor de textos sublimes, por inteligentes. En “Borges y yo” desliza la idea que acompaña mis horas de escritor: Uno es el Alejandro que escribe y otro es el Alejandro de lo cotidiano. Sí, es cierto, hay una relación especial entre el escritor y el Alejandro de todos los días; el Alejandro escritor se alimenta de las vivencias del Alejandro que toma té, que va al parque, que cuenta cuentos, que se reúne con amigos, que lee, que va al cine (el domingo vi la más reciente cinta de Del Toro), pero el escritor es otro cuando se sienta, en la soledad del estudio (mentira, no tengo estudio en la casa, escribo en la mesa del comedor) y se enfrenta a la fatídica, enigmática y sorprendente hoja en blanco. Por esto, cuando algún lector me confunde ¡me confunde! De vez en vez, cuando estoy en una reunión no falta el amigo que me presenta a otro diciendo: “Es Molinari, el escritor”. Sólo porque ya me acostumbré a este tipo de confusiones es que no vuelvo la mirada para buscar al escritor, porque yo no soy el escritor. ¡No! En ese momento soy el Alejandro de todos los días, soy el Alejandro lector, el cinéfilo, el que se levanta a las cuatro de la mañana y duerme a las ocho de la noche, sin importar que la noche sea la noche buena o sea la noche del 31 de diciembre, que son fechas en que la gente normal se desvela para estar en la cena con amigos y familiares. Me levanto a las cuatro de la mañana, sin importar que sea uno de enero.
En realidad, no sólo eran dos Borges, eran más, muchos más. Cada ser humano tiene múltiples personalidades que asoman como hongos al amparo de la humedad de los árboles. Con frecuencia escucho que a fulanito ya se le subió el poder, porque no saluda. El fulanito ostenta un cargo público y deja en la intimidad la personalidad conocida. Los que saben de estos asuntos le llaman rol al juego que jugamos todos en las relaciones sociales, dependiendo del escalón donde estamos parados.
Somos muchos. Es una actividad compleja advertir cuántos somos, pero a mí sí me queda claro que soy lo que Borges deslizó en “Borges y yo”, hay un Alejandro que escribe y hay un Alejandro cotidiano. Y digo que, a pesar de que mi labor cotidiana es escribir, no forma parte de la vida del de todos los días.
Ya dije que me levanto a las cuatro de la mañana, lo hago como disciplina. A esa hora me preparo un té de limón, prendo la computadora (ya dije que la tengo en la mesa del comedor) y, envuelto en una chamarra (desde siempre soy muy friolento), escribo. Cuando me enfrento a la hoja en blanco soy ¡el otro! El que deja de ser lo que es cuando es hora de hacer mi tai chi de viejito para luego bañarme e ir al colegio a laborar.
¡No! Cuando estoy en una reunión no soy el escritor. En ese instante soy el otro, el de todos los días; el pichito que es tímido; el que le cuesta trabajo relacionarse; el que casi no habla, porque carece de la habilidad de la conversación.
Cuando alguien, a través de un correo electrónico o un inbox en redes sociales me escribe y pregunta algo acerca de mi oficio de escritor no tengo inconveniente en contestar, porque, de inmediato, me convierto en el otro, pero cuando alguien, en una reunión cree que soy el Alejandro escritor me pone en aprietos, porque me resulta muy difícil encontrar al otro, que quién sabe dónde fregados se esconde.
Cuando te escribo estas cartas soy el escritor; cuando nos vemos y platicamos un ratito soy el otro. Sé que a vos te queda claro, pero hay muchos lectores que se confunden, y su confusión ¡me confunde!
Cuando alguien me invita a un programa de radio o de televisión me complica la vida, porque en las entrevistas el supuesto Alejandro escritor debe hablar. ¿No entienden que el Alejandro escritor escribe y no habla? El otro sí puede hablar, pero como el otro (ya lo dije, mis amigos lo saben) es muy tímido y con dificultad logra estructurar una oración coherente, la entrevista se vuelve una capa envuelta en el fracaso.
A veces pienso que tal vez el Alejandro escritor podría responder ideas ingeniosas, pero como él es escritor y no hablador, no se aparece a la hora de la charla. El escritor sólo asoma a la hora que se enfrenta ante la hoja en blanco, y es muy difícil que el Alejandro de todos los días pueda convertir en hoja al periodista que hace la entrevista. En cambio, ¡qué prodigio!, el escritor no tiene empacho alguno en escribir un cuento en donde el entrevistador tiene la cara de hoja en blanco y él, ante cada pregunta, redacta sus respuestas en el rostro del periodista. Al final, el escritor se enamora de los textos escritos, por eso, de manera exquisita, con un bisturí o con un cúter, despega la piel del rostro del entrevistador y coloca el escrito en un marco que cuelga de la pared de su oficina. Pero, bueno, este juego de imaginación sólo es posible en el acto de la escritura, que difiere mucho del acto cotidiano donde Alejandro de todos los días camina por la calle que va al templo de San José y entra al museo de arte para ver los grabados de Toledo.
Posdata: Cada ser humano es único, pero tiene muchos clones con personalidades diversas. Esos clones infinitos están dentro de uno. Yo soy varios. ¿Cómo es posible que mis clones convivan sin hacerse pedazos? Y pregunto esto porque muchos de mis yo son pesados, incorrectos, pedorros, llenos de complejos o soberbios, cagadas de paloma.
Yo, como no tengo el genio de Borges, sí sé que esta carta la escribió el Alejandro escritor, y no el otro.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON RECONOCIMIENTO INCLUIDO




Querida Mariana: Comienzo con una anécdota: Una tarde llegaron a la cabina de radio dos invitados del programa que conducía en radio IMER. Cuando se sentaron y pedí sus nombres para presentarlos ante la audiencia, El Ventarrón y El Avión pidieron, por favor, que no dijera sus nombres, porque nadie iba a reconocerlos en el barrio, que, por favor, dijera sus apodos. Yo, obediente de la tradición comiteca les hice caso. A mitad del programa recibí una llamada telefónica de una radioescucha, al finalizar dijo que era “La hija de El Ventarrón”. De broma pregunté si ella era de esas mujeres entronas que la vida les hace lo que el viento a Juárez.
Hoy, quiero contarte algo del licenciado Fernando Gómez Solís, algo que sea como un reconocimiento a la labor que hace en favor de la sociedad comiteca, pero si no menciono su apodo difícilmente lo reconocerá el barrio. A él todo mundo lo identifica como “El Pina”, así que, con todo respeto, digo que cuando hablo de Fernando hablo de el famosísimo Pina.
Fernando realiza una labor de gran importancia. ¿Sabés qué hace? Va a casas de amigos a pedir que le enseñen los álbumes fotográficos familiares. El Pina sabe muy bien que en cada casa hay decenas de fotografías que, independientemente del recuerdo familiar, conservan el recuerdo común de épocas pasadas. Por ejemplo, en la foto de los quince años de la hija (realizada en 1970) está la chica con un vestido que nos habla de la moda de esos años, hay festones, patios enladrillados, marimbas, sacos de terlenka, chicos con el cabello hasta los hombros, los chalequeros, personajes importantes, platones con botana especial, bebidas que ahora ya no existen. En las casas hay fotografías con recuerdos de desfiles, de actuaciones teatrales, de ceremonias de fin de cursos, de bautizos, de días de campo, de encuentros deportivos, de novias en el parque, de excursiones al Junchavín, de idas a Uninajab, de cabinas de radio y de patios escolares; es decir, en las casas comitecas está el archivo histórico de este pueblo. El Pina se ha dedicado a pepenar y reunir este tesoro. No sé cuántas fotografías tiene ahora en su archivo digital, pero estoy seguro que son cientos, ya miles. ¿Por qué lo hace? No sé bien qué lo motiva, porque gasta su gasolina y su tiempo, valioso tiempo. Actualmente él maneja un taxi. He sido testigo que, en ocasiones, se hace pijij en su trabajo, porque en lugar de hacer “dejadas” va a la casa del amigo que le ofreció enseñarle unas fotografías históricas.
El Pina hace su labor de manera callada. Cuando algún cronista o amigo intelectual ofrecerá una conferencia acerca de un determinado tema comiteco, El Pina, generoso, presta su archivo para que sean compartidas fotografías que a él le llevó tiempo conseguirlas. De esta manera, Comitán enriquece su historia.
Los tiempos actuales han permitido que él llegue, tomé fotografías digitales de las fotografías y que los originales permanezcan con sus propietarios. No hay manera de que esos tesoros se extravíen. Lo que sí hace Fer es una labor de rescate. Fer cumple con su misión, misión que debe ser reconocida por todo el pueblo, porque él realiza una labor de gambusino del oro más auténtico, el que tiene mil quilates.
Cuando Fer llega a la oficina, llega con una gran sonrisa, abre un sobre amarillo y me dice que yo vea, que admire las bellezas que ha rescatado. Y pone las fotografías sobre el escritorio (en realidad es una mesa modesta) y yo disfruto su disfrute y reconozco su labor desinteresada y le digo que su labor es muy valiosa. Pienso que los cronistas, historiadores e investigadores tienen (tendrán) un valioso elemento para análisis de la identidad comiteca. Cuando le digo que reconozco su encomienda desinteresada, él sonríe también. Él es como un héroe anónimo, como un rescatista que salva vidas en un desastre, porque (esto lo sabe todo mundo), una sociedad que no tiene historia no tiene asideros para su desarrollo cultural.
Posdata: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? La fotografía es un elemento imprescindible para hallar respuestas. Los tiempos actuales permiten que existan miles, millones de testimonios gráficos. Pero, ¿qué sucede con los tiempos ya idos?, ¿los tiempos en que la fotografía no tenía la ventaja actual? Fer, El Pina, se mete desnudo a esas albercas de cuartos oscuros y emerge con el brazo en alto, llevando en la mano un par de fotografías que nos darán elementos para saber por qué nuestros ancestros lograron cimentar un pueblo dignísimo que se llama Comitán. Querida Mariana, como lo hago de vez en vez, ahora mi abrazo no es para vos, ahora es para El Pina, en nombre de Comitán. Su labor es chingona.

lunes, 9 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, DOS DÍAS DESPUÉS




Querida Mariana: Óscar Bonifaz cumplió 94 años, los cumplió el 4 de septiembre de 2019. Ese cuatro no dejó de sonar el teléfono todo el día. Bonifaz recibió llamadas de muchos amigos y familiares que lo aprecian. En plan de broma dijo que me quería invitar a su comida, pero como sabe que no como más que polvitos y pasto ¡no lo hizo! En plan de broma dijo que me quería invitar a su cena, pero como sabe que me duermo a las ocho de la noche ¡no lo hizo! Lo que sí hizo fue aceptar una comida que le ofrecieron en el restaurante italiano que está a media cuadra de su casa (Due Torri). Lo que sí hizo fue abandonar tantito a los amigos en el restaurante y bajar a su casa para recibir un obsequio floral que le envió el presidente municipal. Como Bonifaz es poeta y en el aire las compone, al día siguiente, escribió una nota de agradecimiento dirigida al secretario particular para que la pasara al presidente. La nota decía:

Ayer fue mi aniversario
y algo me quedó pendiente,
mi querido secretario.
Dígale a mi presidente

que recibí en ese día
un gran arreglo floral
y la sorpresa fue mía
pues no estaba nada mal.

¡Cómo chingados pasa esto!
¡Que se me haga este honor!
Si yo sé que no merezco
éste tan grande favor.

Fui a verlo a su casa, dos días después. Toqué y abrió el portón eléctrico. ¿Pensó que yo era un auto? ¿Me miró cara de Volkswagen? No, entendí que esa mañana estaba solo y no quería caminar hasta la puerta. Entré y miré cómo estaba el jardín en los noventa y cuatro de Bonifaz: Dos matas de lavanda y una de buganvilia estaban derramadas en flores, y Tequila (su chucho) movía la cola como si fuera la reserva de la casa.
Lo encontré escribiendo. Dos días después de sus noventa y cuatro, Bonifaz redactaba parte de una novela (dice que lleva redactado un cuarto de su novela más reciente).
Me senté, él hizo lo mismo. Sonó el teléfono, se apoyó en el descansabrazo del sofá y caminó de la sala al antecomedor (dos o tres metros). Mientras llegaba, bromista siempre, gritaba: “Ya voy, ya voy”. Levantó el aparato y se emocionó. Tapó la bocina con su mano y me dijo que le estaban cantando las mañanitas desde Estados Unidos. Yo, mientras tanto, vi los cuadros que están en las paredes: acuarelas de Mario Pinto y del maestro Muñoz López (dos niños que retozan en San José del Arco, en Montebello), un cuadro de Juan Tiney, y un óleo del Güero Mandujano (retrato de la mamá de Bonifaz). Cuando regresó a sentarse me contó que quien le llamó de Estados Unidos es un muchacho que él ayudó mucho cuando estaba joven y vivía en Comitán. Ahora él trabaja allá y de vez en vez le envía dinero, como símbolo de agradecimiento por lo que el poeta hizo por él.
Le comento que el día de su cumpleaños le mandé un abrazo por la radio. En el noticiario Noti-Vos leí uno de los tachilgüiles que escribía en el boletín ImaginARTE a Comitán, y que con Iván y Lupita habíamos comentado que esas anécdotas no eran todas auténticamente comitecas, muchos tachilgüiles eran chistes o anécdotas de otros lados que él adoptaba y adaptaba al lenguaje comiteco, con su agregado al estilo Bonifaz. Sí, dijo él, “en el fondo hay verdades” y contó que en una ocasión un señor halló a su compadre muy acongojado, en el parque. ¿Qué le pasó, pue, compadre? ¡Ay, compadre, se murió mi hijita! ¡Ah, la puta! No, compadre, la honradita.
Bonifaz cumplió noventa y cuatro. Él y Rosario Castellanos son comitecos que han sido honrados con el Premio Chiapas.
¿Algún día Comitán nombrará una calle con su nombre, para que, como Chaplin, coloque el bastón en su hombro y camine con su paso de tiuca sobre brasas? Dentro de seis años, Bonifaz cumplirá ¡cien años!
El escultor Luis Aguilar tiene una propuesta para honrar al escritor comiteco. Si ya Comitán tiene un busto de Rosario, Luis propone realizar un busto para Óscar. Parece que la carpeta técnica de la propuesta de Luis ya llegó a las autoridades estatales. Todo está en manos del destino.
Bonifaz no es monedita de oro, pero existe un amplio círculo de chiapanecos que lo quiere y admira y estaría de acuerdo con que la propuesta de Luis fuera aceptada. Imagino el busto de Bonifaz (Luis sugiere que esté en la plazuela del templo de El Calvario, que es el templo de la zona donde está la casa del escritor), imagino a los peatones deteniéndose frente a esa “cabeza” y recordando las mil anécdotas que cuenta el escritor, recordando ese texto poético que se llama “Vuelo nupcial” y que todo mundo conoce como “El poema del zancudo” y que termina de manera jocosa. No todo mundo lo reconoce, pero Bonifaz heredó mucho del carácter juguetón del comiteco.
Posdata: No hubo más arguende en los noventa y cuatro de Bonifaz. Él comió con sus amigos y se dedicó a escribir y a recibir decenas de llamadas telefónicas de sus amigos y familiares y a extasiarse con el arreglo floral, inmenso, que le dedicó el presidente municipal de Comitán. ¡Felicidades, maestro Oscarito, o maestrOscar, como le dice Juan Carlos Gómez Aranda! ¡Vamos por los noventa y cinco, en plenitud!