viernes, 30 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN PASTOR

Querida Mariana: ¿Benito Juárez fue pastor? La palabra pastor me remite de inmediato a esas personas que son líderes en comunidades religiosas. El doctor Ismael Sánchez Crócker, a quien traté cuando tenía su veterinaria en el Pasaje Morales, se convirtió en pastor y dedicó su pasión a ello, hasta que, desgraciadamente, falleció. Ismael Pérez sí es pastor, no me cabe duda. Lo confirmo en el título de su más reciente poemario: “Pastorear es atajar el océano” y en su oficio: poeta. El poeta es como pastor de una sublime religión, la de la palabra precisa. El título está bonito. Nunca hubiera pensado en esa asociación. Ismael es un pastor. ¿Benito Juárez fue pastor? ¿Cómo se llama el que pastorea las ovejas, como lo hizo Benito, desde pequeño? Ahora, ya en este instante, la pregunta crece, como si fuera la expansión del universo y muchos personajes de la historia aparecen frente a mí, en su oficio de pastores. Ya me hice bolas, ya estoy confundido. Iré al diccionario de la Real para ver qué dice acerca de la palabra pastor: “persona que guarda, guía y apacienta el ganado, especialmente el de ovejas”. Luego, en segunda acepción habla acerca de lo que comenté al principio: “eclesiástico con fieles a su cargo”. En la religión católica no usan el término pastor, usan el de cura o sacerdote, pero en término estricto hacen lo mismo que los otros compas. Jesús es llamado como el Buen Pastor. Los irreverentes dicen que el pastor es un taco de carne riquísimo, con piñita incluida, pero esos son los irreverentes que son tan necesarios en la vida. Ismael fue pastor de niño, entiendo, igual que Benito sacó las ovejas del corral y las llevó a pastar. Ahora saca las palabras del corral y las lleva a lo alto de la montaña, en lugar de sacar la flauta de carrizo, saca el lápiz y acomoda las palabras en el papel. Ismael es poeta. Este libro obtuvo el Premio de Literatura “La terrestre raíz de las palabras”, promovido por el Puente Cultural del Sur – Sureste, que dirige el poeta Arbey Rivera, en Comitán. El poeta Fernando Trejo obtuvo el premio en su categoría estatal y el poeta Ismael en su categoría regional. La poeta Mirtha Luz Pérez Robledo (querida amiga) escribió el prólogo de este libro y en una línea dice lo siguiente: “el libro es un mar de ovejas y es un rebaño de olas sucediendo al mismo tiempo en el poema…” Pucha, síntesis sublime del contenido del libro. Bien dicho, amarrado con cintas poéticas. ¿Lo repetimos? El libro es un mar de ovejas y es un rebaño de olas… ¿Qué agregar a esto? Benito Juárez fue pastor de ovejas. Jesús es llamado el Buen Pastor. Jesús no hizo lo mismo que Benito, ¡no! Sin embargo, ambos fueron pastores, buenos pastores. La imagen que me dio el libro de primaria fue la de un Benito, recostado en un árbol, pastoreando las ovejas y tocando una flauta de carrizo. La imagen que ahora asoma a mi cabeza es la de Jesús trepado en una barca dando un mensaje, a través de parábolas, a la multitud que lo escucha desde la playa. Acá está el mar y también está en el poemario de Ismael. El otro día saludé a Ismael en su pueblo, La Trinitaria, salía de la biblioteca, comenté en broma que mis compas salían no de bibliotecas sino de cantinas. Fue una broma, porque no sólo en los libros está el mar del que Ismael habla, el rebaño de olas del que habla Mirtha está en todas partes: en las plazas, en las salas de las casas, en los patios de las escuelas, en los templos, en las calles, en las terrazas, en los campos de fútbol, en los puteros y, por supuesto, en las bibliotecas y en las cantinas. La palabra, sublime flauta de carrizo, suena y resuena en medio de los árboles, en los pedregales, en el desierto, en los ríos y, también, en los mares profundos e infinitos. De ahí, el pastor Ismael ha obtenido la materia para escribir su primer libro de poesía. ¿Primer libro de poesía? Pucha, qué buena mano, primera obra creativa y ya obtuvo un premio de poesía regional. Posdata: el reconocido poeta Ricardo Yáñez escribió que toda poesía “no es más, ni desde luego menos, que escombros del relámpago”. Es otra imagen pulcra. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 29 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON LLUVIA DE LUZ (III y última)

Querida Mariana: el maestro Jorge y el maestro Hugo llegaron muy temprano a las instalaciones de la primaria del Colegio Mariano N. Ruiz. En este edificio estudió la generación 1970 – 1973 de secundaria, del Colegio Mariano N. Ruiz. En la mañana del 24 de junio 2023 llegaron treinta ex alumnos, treinta Marianitos, para celebrar cincuenta años de haber egresado. Todos asistieron a una misa de acción de gracias y luego caminaron hacia su colegio para desayunar. Los alumnos contrataron el excelente servicio del restaurante Comitán Lindo y Qué Rico, todo ambientado con el sonido sublime de la marimba orquesta Lira de Oro. No podía ser menos, la generación volvía a unirse, en una burbuja que les guiñaba, que les sonreía, que les daba a probar un cachito de felicidad. En esta fotografía hay un pase de estafeta luminoso. El padre Carlos J. Mandujano fue alumno del maestro Mariano N. Ruiz, el maestro Jorge Gordillo fue alumno del padre Carlos y el maestro Hugo (sin haber recibido enseñanzas en el aula) es el alumno favorito del maestro Jorge. El maestro Jorge Gordillo Mandujano es actualmente director general emérito y el maestro José Hugo Campos Guillén es el representante legal de la Asociación Civil del Colegio Mariano N. Ruiz. La generación 1970 – 1973 celebró el cincuentenario de su egreso. Volvieron a reunirse. El maestro Jorge y el maestro Hugo, en representación de la institución, estuvieron prestos a recibirlos, a atenderlos. El lema de nuestro colegio es: Hacer las cosas ordinarias de manera extraordinaria; por esto, con detalles mínimos ambos maestros reciben a los queridos ex alumnos. El maestro Jorge, cada año, pide una bolsa de salvadillos y una botella de temperante, para recibir a las generaciones a la hora de entrar al plantel; el maestro Hugo siempre les ofrece unos chinculguajes de excelencia, de esos que no se encuentran en los mercados. Es una manera de ofrecerles el corazón comiteco, de decirles que el colegio se llena de luz con la presencia de los chicos y chicas que concluyeron su educación secundaria hace cincuenta años. Sin duda que un alud de emociones asoma cada vez que los exalumnos llegan al parque de San Sebastián y al entrar a las instalaciones donde recibieron el conocimiento y los valores que fueron cimiento para su desarrollo profesional. Síntesis temporal del edificio espiritual del colegio: Mariano N. Ruiz, Carlos J. Mandujano García, Jorge Gordillo Mandujano y José Hugo Campos Guillén. El maestro Jorge siempre lleva el silbato que fue propiedad del padre Carlos. El padre Carlos, al término del recreo (que se efectuaba en el parque), desde la puerta del colegio hacía sonar el silbato y todos los muchachos regresaban a la escuela para continuar con las clases. La mañana del 24 de junio, el maestro Jorge hizo sonar el silbato para que los muchachos y muchachas, integrantes de esta generación, formaran filas e ingresaran al templo. Fue una manera de despertar emociones, de alimentar recuerdos. Hoy está de moda el turismo de experiencias. Lo que vivieron estos muchachos y muchachas fue parte de esa cinta de luz. Vinieron a recordar experiencias y a pepenar nuevas. Varios de estos chicos y chicas radican en el pueblo, pero algunos viven en otras ciudades de la república. Cuando recibieron la convocatoria para estar en Comitán el 24 comenzaron a hacer preparativos para que el viaje fuera una realidad. El punto de confluencia fue el parque de San Sebastián, el templo, el edificio del colegio, su colegio. El centro del universo estuvo en ese espacio, la mañana del 24 de junio 2023. La vida fue un sistema de asteroides girando alrededor de este grupo. La jornada fue intensa, el grupo continuó reunido hasta la tarde. La oportunidad fue única, había que exprimirla intensamente. Posdata: en la vitrina transparente se ve la máquina que fue propiedad del maestro Mariano N. Ruiz. En esta máquina escribió su correspondencia personal y oficial. Tal vez escribió en ella sus obras científicas. Es una reliquia. Se expuso para que los alumnos recordaran que ellos también aprendieron mecanografía en máquinas mecánicas portátiles. Los muchachos se ofrecían a llevar las máquinas de las muchachas que les gustaban y éstas, inteligentes, lo permitían. Total, se trataba de no cargar la máquina en la subida; era tan sencillo decir: gracias; y cuando los chicos se aventaban a declararse, las chicas bien podían decir: no, gracias, en caso de que no fueran de su agrado. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 28 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON LLUVIA DE LUZ (II)

Querida Mariana: los integrantes de la generación de secundaria 1970 – 1973, del Colegio Mariano N. Ruiz, se reunieron la mañana del 24 de junio 2023, para celebrar cincuenta años de haber egresado de la institución. Asistieron a misa de acción de gracias, a las ocho y media de la mañana, y luego se tomaron la foto del recuerdo, de la cual te paso copia, gracias a la generosidad de Gloria Ruiz Albores. Cincuenta años después se tomaron la fotografía un poco a la derecha del sitio original. La foto tomada en 1973 muestra como fondo la puerta principal del templo, ahora estuvo como fondo la oficina parroquial. Ya te conté que, en este espacio, Jorge Domínguez Gómez recordó que jugaban fútbol callejero. En el centro de la fotografía del año 1973 apareció el fundador de la institución, el padre Carlos J. Mandujano, en este año aparece el director general emérito, el maestro Jorge Gordillo Mandujano, a su lado están dos maestros que aparecen en la foto de hace cincuenta años, maestros que dieron cátedra a este grupo: el maestro Roberto Gordillo y la maestra Rosita Guillén Apodaca. En el extremo derecho aparece el maestro José Hugo Campos Guillén, quien actualmente es el representante legal de la Asociación Civil del Colegio Mariano N. Ruiz, y Rector de la Universidad. Cuando estos chicos estudiaron en el colegio no había bachillerato ni universidad como lo hay ahora. El Colegio Mariano N. Ruiz ofrecía parvulitos, primaria y secundaria. Y los tres niveles se estudiaban en el edificio frente al santuario del Niñito Fundador. La madre Sara sólo cruzaba la calle para dar sus clases. Del total de alumnos asistieron trece muchachos y diecisiete muchachas. Si me salen las cuentas digo que asistieron treinta integrantes de la generación. Algunos muchachos y muchachas no asistieron por diversos motivos, a veces la distancia es un impedimento físico real, a veces asoman imponderables, otros, qué pena, ya no acudieron a la cita porque la vida los envió a otro plano celestial. Acá están treinta integrantes orgullosos de su grupo. Se reunieron para celebrar la vida, para dar luz al espíritu común. En la fotografía de 1973 aparecen 23 chicas y 30 chicos; es decir, el grupo estaba conformado por 53 estudiantes. La convocatoria de los organizadores fue amplia y generosa, porque si le echás pluma verás que más del cincuenta por ciento acudió. A esto, hay que agregar la lista de fallecidos. Uf. Siempre hay personas fallecidas en las fotografías de generación, sobre todo cuando han pasado tantos años. Por esto, la reunión de treinta chicos y chicas, cincuenta años después, fue un acto glorioso. Debo confesar que me sorprendió escuchar los nombres de los chicos y chicas que ya no estuvieron la mañana del 24 de junio, por motivo de ausencia definitiva. Uf. La vida y la muerte. Mi tocayo Álex González Alonso compartió un video donde el sacerdote hizo un pase de lista de los integrantes de esta generación ya fallecidos, ahí apareció el nombre de su hermano: Miguel González Alonso, persona que admiré, profesional de excelencia en los medios de comunicación de Chiapas, y quien siempre fue muy generoso conmigo. Acá está la lista de alumnos de esta generación que ya no están en este plano terrenal: Pedro Hugo Avendaño Pérez, Rodolfo Avendaño Santiago, José Antonio Castillo Hernández, Guillermo Del Castillo Rojas, Néctar Hernán Esquinca Carpio, Miguel González Alonso, Ramón Roberto Guillén Albores, Luis Romeo Muñoz Guillén, César Augusto Román Gordillo, Ana María Domínguez Gordillo, María Yolanda Figueroa Castro, Margarita de Jesús López Hernández y María del Carmen Pérez Velasco. Trece queridos amigos y amigas. ¡Dios mío! Es decir, sólo diez alumnos vivos no asistieron a la reunión. La convocatoria fue exitosa, todos los presentes acudieron para celebrar la vida, para reafirmar el prodigio del momento compartido, para volver a la vida a los compañeros ya muertos. Los vivos honraron a los muertos y con ello se honraron y dieron gracias por la bendición de la vida, por la posibilidad de volverse a ver, de abrazarse, de platicar, de sonreír y, tal vez, llorar de gusto, de pasión por lo que es este paso corto en esta aventura. Posdata: esta generación creció oyendo radio, jugando en la calle; cuando ingresaron a la secundaria, la televisión en blanco y negro asomó su rostro. Hoy se comunican a través de WhatsApp, hacen videollamadas, tienen televisores de pantallas planas y ven películas por streaming. Muchos de ellos tienen nietos y éstos les dicen abuelo, abuela. Pasaron de un siglo a otro y, gracias a Dios, siguen bien campantes. ¡Tzatz Comitán!

martes, 27 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON LLUVIA DE LUZ (I)

Querida Mariana: la mañana del 24 de junio estuve en San Sebastián. Ahí ocurrió un acto glorioso. Acá está la prueba. No fue un día común. A veces, lo sabemos, en el parque se dan actos cívicos, las autoridades, sobre todo, recuerdan a Fray Matías de Córdova o a Josefina García y colocan ofrendas florales en la estatua y en el busto y, de sus ronquísimos pechos, lanzan discursos con palabras rebuscadas. La mañana del 24 de junio 2023 no hubo acto político alguno, todo fue una manifestación de amistad. No fue una mañana común, ¡no!, los chicos y chicas de la generación 1970 – 1973 de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz se reunieron para celebrar cincuenta años de haber egresado. El otro día te comenté que ya se volvió un acto tradicional, cada generación vuelve a reunirse en el parque que fue testigo de sus vivencias juveniles. Estuve antes de las ocho de la mañana y me topé con tres amigos de esa generación. De izquierda a derecha: Jorge Domínguez Gómez, Alejandro Pedrero Sierra y José Luis Córdova Trujillo. Para que mirés la trascendencia del acto diré que Jorge viajó desde la Ciudad de México para acudir a esta cita. Mi tocayo y José Luis radican en el pueblo, sólo treparon a sus autos, salieron de su casa y bajaron al parque de San Sebas. Igual que Jorge dos o tres más integrantes de la generación viajaron desde otros lugares, para reunirse con los compañeros. El acto es glorioso, porque la vida les permitió brindar por la vida. Antes de entrar al templo para la misa de acción de gracias, programada para las ocho y media de la mañana, Jorge, Álex y José Luis dieron unas vueltas al parque, ahí los topé, les pregunté si podía tomarles una fotografía para el recuerdo y me lo permitieron. Después de cincuenta años volvieron a acudir como integrantes de un grupo. Entiendo que los organizadores del festejo mandaron un WhatsApp para ponerse de acuerdo en la vestimenta: camisa blanca, pantalón azul y calzado negro. Todos cumplieron. Las chicas también vistieron con pantalón azul, blusa blanca y, coquetas, lindísimas, se colocaron unos rebozos de color rojo. ¿Qué huellas se pepenan cincuenta años después? La cita fue para agradecer a la vida la posibilidad de la vida. Comentamos en una carta anterior que estos chicos fueron una generación del cambio, porque ingresaron a la educación secundaria a inicios de la década del setenta. Acá están, cincuenta años después, acá están, vitales, felices, sobrevivientes a épocas malhadadas. Digo esto, porque mi querido amigo Hernán Esquinca fue integrante de esta generación y ya no acudió a esta reunión, porque cuando apareció el Covid 19 él, desgraciadamente, se contagió y no logró sobrevivir. Toda la sociedad lo lamentó muchísimo. Jorge, Álex y José Luis caminaron contentos en el parque de San Sebastián (parque de La Corregidora), tal vez, no lo sé, en la plática, asomó en algún momento el recuerdo de quienes no pudieron estar. ¡Cuántos retos han sorteado estos muchachos! Acudieron a la cita, para reencontrarse, porque no sólo RBD se reúne para satisfacer los deseos de sus fanáticos; también los grupos de alumnos se reúnen para darse la mano, para compartir un instante de vida. No se trata de subir al escenario para actuar frente a otros, se trata de hacer un escenario sorprendente en el día a día. Durante tres años se vieron todas las mañanas, como cualquier grupo de estudiantes en el mundo, estos chicos tuvieron momentos felices, dramáticos, los compartieron, la característica principal de un grupo es el instante compartido. Jorge, Álex y José Luis compartieron, con sus compañeros, tres años de su vida, durante varias horas en la mañana en un salón de clases. La mañana del 24, sin duda, afloraron muchos recuerdos compartidos, algunos presentes y otros ya diluidos. Fue una mañana, así lo ves, fresca, el charco del piso demuestra que llovió en la noche. El parque ya no es el mismo que ellos vivieron. Jorge recordó que en el lugar donde ahora está la estatua de Fray Matías de Córdova echaban la cascarita de fútbol y en el extremo opuesto jugaban a los quemados. Hoy ya nadie juega fútbol ahí, ni tampoco juegan quemados. Los muchachos caminaron sobre un parque remodelado por el arquitecto Ramírez. Fue parte de un proyecto llamado Ciudad Rosario, donde en los principales parques de la ciudad habría intervenciones para rendir homenaje a Rosario Castellanos. En este parque existen versos de la poeta sobre el piso, en cerámica. El proyecto deseaba respetar el entorno, agregando elementos para formar un verdadero rosario, con cuentas en cada plaza. Posdata: me dio mucho gusto ver a los tres amigos. Jorge, Álex y José Luis estuvieron en el espacio donde hace cincuenta años se despidieron como grupo. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 26 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON IMÁGENES DISTINTAS

Querida Mariana: en el trabajo y en casa escribo al lado de ventanas. Las imágenes son diferentes. Siempre lo son. Quien está en un departamento ve espacios distintos al que está en un rancho o en una residencia en medio de un jardín. La ventana de mi casa da a la pequeña cochera y a la puerta de calle, sólo veo mi tsurito y el pequeño jardín que han logrado la pasión de mi mamá y el afecto de Paty. Esto hace que vea mariposas, pájaros y colibríes. Mi vista y espíritu se llenan de luz cuando aparece un colibrí. También veo a la perrita (La Pigo) y al gatito (Félix); veo paredes un poco destartaladas y un fragmento de cielo. En realidad, el cielo es el elemento que siempre está presente en todas las ventanas, incluso en las escenas de cárceles que veo en el cine, a través de pequeños hoyancos aparece el cielo. La ventana de mi oficina da a un corredor con dos pasillos, tablones de césped y arbolitos chaparros, en los pasillos caminan los chicos y chicas estudiantes, los veo y escucho. Esta imagen me seduce, me llena de vida. Muchos años de mi vida (muchísimos, más de la mitad de mi vida) la he pasado al lado de muchachos. He sido testigo presencial de los cambios del mundo, a través del comportamiento de ellos. El mundo va cambiando a medida que los chicos y chicas cambian. Ramiro me dijo un día que el cambio más radical se puede dar en el aula, los estudiantes son materia moldeable. Bueno, eso fue lo que me dijo hace más de veinte años. Ramiro no sabe bien a bien que los chicos de hoy no reciben los mensajes de los cercanos; digo que los maestros y los padres de familia tienen una labor difícil ante lo que la sociedad mercantilista injerta en los cerebros de los jóvenes. Cuando escribo ante la ventana, en el colegio, veo a chicos y chicas que, a distancia, parecerían diferenciarse en poco a los de mi generación a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Pero si pongo atención veo grandes diferencias. Platican, bromean, se empujan, ríen, como lo hicimos los de mi generación, pero sus temas están en el otro extremo de las pláticas sencillas que teníamos nosotros. En nuestros tiempos se hablaba de violencia muy de vez en vez, el tema se circunscribía a sucesos menores; hoy, hasta en las letras de canciones aparece una violencia exacerbada. Los chicos y chicas escuchan música con letras que son apología de la violencia. El otro día escuché que un chico decía que él, de grande, se dedicaría a un negocio ilícito. Los de mi generación jamás deseamos algo que ahora es un tema común entre chavos. Nosotros quisimos ser futbolistas, actores de cine, actrices, bomberos, sacerdotes, ingenieros, modelos de portadas de revistas famosas, doctoras, arquitectos, abogados, patinadoras; es decir, siempre soñamos con actividades profesionales lícitas. Vimos películas norteamericanas de gánsteres, en blanco y negro, pero jamás alguien soñó con ser el Padrino, de la mafia italiana. Sigo llenándome de gozo cuando escribo al lado de la ventana, porque la presencia de la vida me da una transfusión luminosa. Los chicos y chicas caminan cerca de mí, pero siempre lo hacen del otro lado del cristal (no falta el travieso que se agacha y toca el cristal para asustarme, como cuando nosotros tocábamos el timbre de una casa y salíamos corriendo). Siempre me han seducido las ventanas, tanto las de casas donde he vivido como las de casas ajenas. Cuando iba en el camión, sobre Insurgentes, a la UNAM, me fascinaba ver lo que hacían en los departamentos de los edificios, a las seis de la mañana las luces estaban prendidas y veía el trajín que en cada espacio se desarrollaba, la mamá preparando el desayuno, los chicos colocando los cuadernos en las mochilas y los papás anudándose las corbatas para bajar con el portafolios a tomar el autobús. Ellos veían lo que sucedía en la calle, me veían, me ignoraban, pero ahí estaba mi presencia. Me gustan las ventanas, porque permiten una cierta intimidad, el otro o la otra pueden ver y escuchar, pero no pueden invadir el espacio personal. Hay una complicidad casi perfecta: estamos, pero no estamos; somos, pero no somos. Los chicos y chicas están en su mundo y, gracias a la ventana, puedo hurgar tantito en sus vidas. Ellos también ven a un viejo sentado ante una computadora, moviendo los dedos en forma ágil sobre un teclado. No sé qué piensan ellos de mí. No importa. Lo que realmente importa es qué piensan ellos de ellos mismos. No lo saben. Muchos caminan encorvados, viendo su celular. ¿Qué ven? Lo que ven los demás millones de chavos en el mundo. Hace días comentaron en la televisión que en Estados Unidos de Norteamérica, en una evaluación nacional de Education Now, los chicos y chicas de high school (que es más o menos nuestro nivel de secundaria) mostraron niveles bajísimos en comprensión lectora y en resolución de problemas matemáticos. ¡Ay, padre, si así están en una sociedad de primer mundo, ya ni te cuento cómo andamos por estos patios de tercer mundo! Posdata: los chicos y chicas de hoy ignoran muchas advertencias de los maestros o de sus papás. Como siempre ha sido en la historia de la humanidad, la juventud sigue las indicaciones de la otra gente, la que no está en el círculo cercano. Esto lo saben los publicistas del mundo, por eso llenan con basura los cerebros casi pulcros. La vida aletea frente a mí, pasa a mi lado. Soy un afortunado mirador de lo que es el mundo actual. Desde mi pequeña burbuja veo cómo la esfera se infla, cómo se agrieta. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 25 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, SIN CULITOS

Querida Mariana: fui a Cafetico y saludé a la licenciada Hidalgo. Con una gran contundencia me dijo: “por primera vez en la historia ¡no hubo tzisim en Comitán! ¡No salió!” Como si me hubieran aventado un vaso de agua hirviendo tomé conciencia de algo extraordinario. ¿De verdad así sucedió? Parece que sí. No es algo irrelevante, al contrario. Si en un telenoticiario apareciera la noticia: “En Comitán no salió tzisim”, podría tomarse como una noticia boba, pero, en realidad es algo para reflexionar. Cada año, en temporada de lluvias aparecía el tzisim y la algarabía se daba, la gente se reunía alrededor del boljocosh para atrapar a las hormigas, meterlas en cubetas con agua y luego llevarlas al comal para dorarlas. En el mercado primero de mayo, en la central de abasto o con las canasteras se podía comprar lo que dimos en llamar “el caviar comiteco”. Y ahora, diría doña Lolita Albores: “’caso hay”, no hubo. El mundo ¿acabará por no comer tzisim? No, por supuesto que no, pero parece que sí hay una advertencia: algo pasó en la naturaleza. ¿Por qué no apareció tzisim este año? A mí no me mirés, yo nada sé, pero los científicos sí podrán darnos una explicación fundamentada. La licenciada Hidalgo se aventó una teoría basada en el sentido común: el calentamiento global está provocando cambios severos. Bueno, sí. Ya mirás los calores brutales que se han dado en los últimos días. Ya te comenté algo que podría provocar risa, pero que, de igual manera mueve a la reflexión: “estáis viviendo el verano más frío del resto de tu vida”; es decir, están por venir tiempos más calurosos. Todo mundo dice que la tala indiscriminada está provocando estos calores brutales. Comitán siempre tuvo clima templado, riquísimo. En una estadística de los años cincuenta se ve que un clima de veinticinco grados era lo más intenso durante el año. ¿Ahora? Dios mío, cada vez hay más calor. Seguimos teniendo el clima más agradable del estado de Chiapas y así será por siempre, pero parece que cuando, en el futuro, todo mundo esté achicharrándose con un clima de cuarenta y cinco grados, nosotros andaremos con treinta y cinco grados. Se terminó el clima templado, ya ingresamos al clima caliente. Pancho dice que los comitecos siempre hemos sido calientes, pero la calentura a la que se refiere es de otro tipo. En fin. La licenciada Hidalgo me contó que ella visita muchas comunidades rurales, donde la quieren mucho. Es cierto. Este año visitó comunidades y en todas le dijeron que no había salido tzisim. ¿Viste vendedoras en el mercado? Un día vi a una mujer que tenía una borcelanita pequeña, con contados animalitos. Daba flato. La licenciada Hidalgo me dijo que el precio actual del tzisim se cotizaba en la Bolsa de Valores con un precio de cinco mil pesos el litro, pero “caso” hay, “caso” hubo. Todo fue ficticio, una mera especulación. Este año no hubo tzisim, no salió. ¿Qué sucedió? ¡Andá a saber! La noticia no es alarmante, porque el tzisim no es artículo de primera necesidad, pero sí comienza a ser apocalíptica. Algo está sucediendo en la tierra, las hormigas nos están alertando. Pancho dice que los culitos más esperados no aparecieron este año. Quedamos en ayunas de los culitos más sabrosos. Cuando fui comedor de tzisimes siempre comí culitos. Hay personas que le entran parejo. Felipe prepara quesadillas, con tortillas hechas a mano y queso de Oaxaca, cuando están listas las abre y les rocía un puño de tzisim. Ah, lo veo disfrutar esa bendición. ¿Este año? Se quedó con el gusto. Bueno, a medias, porque él siempre guardaba una bolsa con tzisim en el congelador. No es el mismo sabor, pero cuando menos para no quedarse con el antojo. Posdata: hay una señal apocalíptica. Cada vez hace más calor, cada vez la naturaleza resiente el trato abusivo y bobo del ser humano. Por la desmedida ambición de unos el mundo comienza a sufrir. Al final, hasta los miserables millonarios caerán muertos a mitad del desierto. Las llamadas de atención de expertos y de gente consciente son cada vez más alarmantes. El agua se está agotando, el calor cada vez es más intenso. Nos piden conservar árboles, sembrar más, pero no lo hacemos. Al contrario. ¡Qué pena! ¡Tzatz Comitán!

sábado, 24 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON CELEBRACIÓN

Querida Mariana: fue cumpleaños de La Trinitaria y estuve presente. Estuve en el sitio de honor. ¿Por qué? Ah, por la generosidad de sus habitantes. Sucede que una mañana recibí una llamada del cronista de aquel maravilloso pueblo, mi querido y admirado maestro Benito Vera. Me dijo que la directora de educación del Ayuntamiento de La Trinitaria me buscaba, quería invitarme a un Conversatorio a efectuarse el día jueves 15 de junio, con motivo a la celebración del cumpleaños 444 de La Trinitaria. ¿Conversatorio? Ay, prenda. No, mi querido maestro, no soy conversador. Le dije que tatarateo cuando debo conversar. ¿Entonces? Pues se me hace feo no aceptar, porque tras no basta me toman en cuenta. ¿Y si en lugar de conversar en la mesa de honor, leo un textito? Así sí. El maestro Benito me pasó el número de la directora de educación, llamé, le dije que para mí era un privilegio, ¿aceptaba mi propuesta de leer un textillo escrito especialmente para la ocasión? Dijo que sí, y el día del compromiso Paty, editora ejecutiva de Arenilla, y yo trepamos al tsurito que, en La Trinitaria, dejamos en casa de mi amigo Don Marín. Como pegaba galán el calor tomamos los paraguas (que se convirtieron en parasoles) y, como esos disciplinados religiosos que visitan casa por casa llevando su mensaje, caminamos protegidos por los paraguas por las calles de La Trinitaria hasta llegar al salón Salomón González Blanco. Un católico y una cristiana caminamos como si fuésemos Testigos de Jehová. ¿Cómo no agradecer la hospitalidad de La Trinitaria? Debajo del gran mural estaba colocado el sitial de honor, donde estuvimos el maestro Benito, su hermana, la maestra Lupita Vera Guerrero y yo. Antes del Conversatorio sucedió un acto de lujo: la participación de la extraordinaria Marimba Municipal de La Trinitaria, que dirige el maestro Pepe López Gordillo. Paty y yo nos sentamos frente a la marimba y disfrutamos el concierto, excelente concierto en ocasión tan memorable. Cuando llegó la Presidenta del DIF Municipal y demás autoridades que engalanaron el acto dio principio el Conversatorio. El maestro Benito hizo uso de la palabra, de su palabra culta y erudita; posteriormente pasé al podio y leí el textillo, para cerrar con la participación de la maestra Vera Guerrero. ¡Todo bonito! Muchos niños acudieron al acto; sin duda que algo pepenaron de la historia de su pueblo. Al final hubo participación de la audiencia y todos coincidieron en que era un día relevante para la población. Las autoridades mencionaron que realizarán una reunión de cabildo para decretar que, de hoy en adelante, se realice un acto celebratorio cada quince de junio. ¿Querés saber qué leí? Te paso copia. Acá va: Buena tarde. Soy escritor. Soy escritor porque soy lector. Comencé a leer cuando tenía seis o siete años de edad, comencé con la lectura de cómics, revistas ilustradas que en ese tiempo llamábamos cuentos. Pasar de esos cuentos a los cuentos escritos por grandes autores fue sólo un paso, como subir un escalón. Esto me permitió conocer el amplísimo jardín de los libros. Ahora tengo 66 años de edad; es decir, llevo más de 55 años siendo feliz, gracias a la lectura, gracias a los libros. ¿Por qué les cuento esto? Porque mi historia está enredada con la historia de este pueblo. Sucede que una mañana, siendo niño, mi mamá me dijo que viajaríamos a La Trinitaria. Mi mamá, que hoy tiene noventa y tres años de edad y está muy bien, física y mentalmente, es devota de la Santísima Trinidad. En mi pueblo, Comitán, fuimos a tomar el autobús que nos traería a La Trinitaria. En ese tiempo, hablo de los años sesenta del siglo pasado, se tomaba el camión frente al edificio donde ahora está la Casa de la Cultura. Subimos, me senté al lado de la ventanilla y vi todo el trayecto. Viajamos por la antigua carretera que no era la amplísima carretera que hoy une a Comitán con La Trinitaria. Al llegar bajamos frente al parque y caminamos hacia el templo; el parque no es el que ahora existe; entramos al templo con un piso que tampoco existe ya. Me bastó entrar al templo para recibir la primera bendición, un aroma que hasta la fecha me seduce: el aroma de la cera derretida. Me dediqué a ver las imágenes religiosas mientras mi mamá oraba. Y el milagro no se dio dentro del templo, sino afuera, ahí recibí un dardo de luz que me marcó para siempre. Soy comiteco y amo mi pueblo, pero también amo este pueblo de ustedes, porque esa mañana, mi mamá me dijo que nos sentáramos en una banca del parque, en una sombra que regaba un árbol. Desde esa banca vi un edificio sembrado a mitad del parque, pregunté a mi mamá qué era ese edificio, su respuesta iluminó mi alma. Debo decir que en Comitán también había una construcción a mitad del parque, era una pérgola grande con un arco, en este arco existía una cafetería. ¡Es una biblioteca!, dijo mi mamá. ¿Una biblioteca? Sí, una biblioteca. ¿En cuántos pueblos del mundo hay bibliotecas a mitad de los parques? En este fantástico pueblo ¡había una biblioteca a mitad del parque! Le pedí a mi mamá que entráramos, subimos por una escalinata y llegamos a una sala luminosa, con libros. La luz del exterior entraba por los ventanales amplísimos. Supe que ahí se daba una fórmula mágica: la luz entraba, pero también salía de los libros. ¿Qué resulta de esta sumatoria: luz más luz? La biblioteca de La Trinitaria era un árbol enormísimo con muchas hojas de papel, dando oxígeno a este pueblo, proveyéndolo de conocimiento. Siempre he reconocido que La Trinitaria es un pueblo de gente culta. ¡Cómo no! Sólo los pueblos cultos realizan el portento de tener árboles que dan libros, libros que dan aire, aire que da vida. Esto que cuento me deslumbró en los años sesenta. Cuando regresamos a casa, saqué los cuatro libros que poseía y le dije a mi mamá que yo también tenía una biblioteca, como la de La Trinitaria, la mía estaba sembrada a mitad de mi alma. Hace apenas unos cuantos días, en el salón del Parque Hundido, fui testigo del momento en que el maestro Benito Vera, acá presente, dio a conocer su libro “Génesis”, libro donde da a conocer su labor de investigación acuciosa que llevó a descubrir la fecha que hoy celebramos: el día de la fundación original de este pueblo. Sostengo que hoy La Trinitaria vive una época de esplendor. El libro del cronista es una edición del Honorable Ayuntamiento. ¿Cuántos ayuntamientos de Chiapas editan libros para el fortalecimiento de la identidad? Amo mi pueblo: Comitán; amo este pueblo de La Trinitaria; amo los libros. En Comitán soy feliz; soy feliz cuando vengo a La Trinitaria; soy inmensamente feliz cuando leo libros que me gustan. Es un honor para mí estar con ustedes en esta fiesta, en esta celebración que por primera vez ocurre. Hoy celebramos un cumpleaños más de esta tierra, ¡qué alegría! Por esto, amigos todos, les traje estas palabras y este puñito de confeti. ¡Felicidades! Posdata: y como ya había aventado las palabras de mi ronco pecho, aventé un puñito de confeti que había comprado en una papelería de Comitán, un poquito, para no hacer basura y joder a los encargados de la limpieza, fue sólo para llenar de color el acto. Ya el Ayuntamiento había puesto la marimba, me tocó aventar el confeti. Envío mis respetos para los integrantes de la Marimba Municipal de La Trinitaria. Ah, qué hermosa agrupación musical. Abrazo para Daniel Thomas (bajo); Martín Flores (armonía); Álvaro Cruz Gordillo (en la segunda); Antonio Espinosa (en la primera); Víctor Espinosa (en la segunda); Mirtha Luz García Flores (en la primera); Metzli Hernández (en la segunda); Citlalli Hernández (voz); Lenin Antunes (batería); Jhonatan y Maciel Pérez (saxofones). Disculparán si algún error aparece, pero escuchar la grabación en medio del rumor del gentío fue difícil. Quede constancia para consignar el momento histórico que vivió La Trinitaria. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 23 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA CALLE

Querida Mariana: en 1978 tenía 21 años de edad y radicaba en la Ciudad de México. Estudiaba ingeniería en la UNAM (en realidad me pasaba todo el día en la Biblioteca Central Universitaria y en los distintos auditorios de Ciudad Universitaria, echándome todos los ciclos de cine de arte que exhibían). No estaba en el pueblo la mañana en que fue tomada esta fotografía (que no sé quién la compartió en redes sociales, pero que es un documento histórico importantísimo para la historia del pueblo y fue tomada de alguna revista). No estuve, porque ya lo dije andaba en CU leyendo alguna novela de José Agustín o de Jorge Ibargüengoitia o de Mario Vargas Llosa. Agradezco al fotógrafo, al editor y a la persona que compartió la foto en redes sociales, porque rescataron un instante prodigioso para quienes somos parte de este pueblo. Esa mañana no estuve, pero, gracias a esta foto, a mis sesenta y seis años camino tantito Comitán a la edad de veintiuno. Las fotos nos regresan en infinitum al tiempo pasado, nos permiten recuperar esencias vitales, porque la niña que me gustaba sí estaba esa mañana en Comitán. Ya te conté que en ese tiempo (mirá lo que es la obsesión por un pueblo y por sus atributos) tenía una cámara (como las que ahora existen en la ciudad y en los domicilios). Esa cámara me seguía a todas partes y permitía a mis papás y a esta niña saber qué hacía yo en la Ciudad de México. Pucha, no sé cómo imaginaba esto. Al principio fue muy motivador, porque estudiaba con denuedo, para que mis papás se sintieran orgullosos, lo mismo que la chica de mis sueños, pero luego eso se convirtió en un tormento, no hay peor cosa que vivir para una cámara, ya no vivía mi vida, porque todo el día andaba jugándole al actor bien portado. Esa cámara era como un suplente de mi conciencia. ¿Quién puede vivir sabiendo que otros ven lo que tu conciencia piensa? Por eso, ahora que vi esta fotografía, tomada en 1978, pensé que esta cámara sí podía darme un referente exacto y preciso de lo que ocurrió esa mañana en este pequeño segmento de la ciudad. Quien sí estaba en Comitán fue mi mamá, ella estuvo en el primer edificio que se ve en el lateral izquierdo. En la planta baja estaba su tienda de estambres El Gato; arriba estaba el Café Intermezzo, y en la planta de mero arriba la gente jugaba billar y tomaba una cerveza en el local de don Lampo Flores, personajazo de Comitán. Yo estaba muy pendiente de Comitán. Esta toma fue realizada poco antes de que derruyeran la manzana donde estaba el edificio de la tienda de mi mamá, para iniciar la ampliación del parque central. Comitán no estaba pendiente de mí. Salvo mis padres, nadie más pensaba en mí, ni siquiera la niña que me gustaba, la que “según yo” tenía una pantalla en su casa y observaba cada uno de mis movimientos. Ella vivía su vida y yo vivía una vida dedicada a ella. Qué bobo. No sé cómo resistí tantos años siendo un actor ignorado. Estaba muy pendiente del pueblo, mi pueblo. Siempre he tenido esa obsesión, siempre estoy pendiente de lo que los comitecos hacen por el pueblo, bien o mal. He visto cómo muchas costumbres continúan y también he sido testigo del deterioro, nuestra sociedad está como sus calles: llena de baches. He dedicado varios minutos en observar la fotografía. Con la facilidad que tengo para “entrar” a espacios virtuales, me he instalado al lado del chavo que camina frente a la entrada del Banco de Comercio de Chiapas y, con la misma vestimenta, pantalón acampanado y cabello largo, he disfrutado el sol afectuoso de esa mañana (no los inclementes calorones de estos tiempos). Comitán fue una ciudad con clima cariñoso, ya no lo es. Ya no lo será de acá en adelante. El otro día leí un meme simpático, pero terrorífico, a propósito de esta incontenible ola de calor: el verano de 2023 es el verano más frío del resto de tu vida. ¡Dios mío! Cada verano por venir será más caluroso. Por esto, gracias de nuevo, disfruté mucho caminar al lado del chavo setentero esa mañana de 1978. Ahora, cada vez más disfruto ver fotografías del Comitán del pasado, con ello refresco mi memoria y apapacho mi corazón. Posdata: no estuve en mi pueblo la mañana que tomaron esta fotografía, pero ahora camino una y otra vez por esta calle, subo al parque por esa breve escalinata que se ve en el lado izquierdo, me siento en una banca de granito, al amparo de la sombra de los árboles y miro, a la distancia, a la niña bonita que me gusta, ella está acodada en un ventanal del Café Intermezzo, en la planta de abajo está mi mamá, atiende a una mujer que revisa estambres; y en la parte de arriba oigo las carcajadas de los jugadores de billar y escucho el sonido impecable del taco que golpea la bola blanca. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 22 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON RECONOCIMIENTOS

Querida Mariana: mirá lo que son los tiempos, ahora todo mundo en Comitán reconoce la palabra Google y la palabra Doodle. Incluso, como cualquier persona de lengua española, entendemos cuando alguien en el colegio o en el trabajo dice: “Voy a guglear”. La palabra la convertimos en verbo y yo gugleo, vos gugleás, todos gugleamos. Uno entra al buscador y solicita información acerca de cualquier tema y, ¡oh, maravilla!, el buscador arroja miles o millones de entradas. Un fanático de Los Beatles puede buscar datos y chismes acerca del grupo entre un total de 58 millones de páginas. ¡Pucha máquina! ¿Información acerca de Comitán? Dos millones de páginas. Nunca lo hubiera imaginado. Claro, no tiene comparación con la información que existe en el Google acerca de París. ¿Sabés cuántas páginas tienen datos y chismes de la ciudad luz? ¡Doscientos trece millones! Dios mío, hay más páginas de París que de Los Beatles. Algo nos está diciendo. En cuanto comencé a jugar a guglear, pensé en establecer comparaciones. Ah, qué gana de andar hurgando en la mantequilla. Si Comitán tiene dos millones de páginas, ¿cuántas tiene San Cristóbal? Sí, tenés razón, claro. El que busca encuentra. San Cris tiene más de treinta millones de páginas. ¿Para qué vamos a andar peleando? San Cristóbal es una ciudad que tiene fama internacional. ¿Y Tuxtla Gutiérrez? Ahí voy: 17 millones. ¿Para qué van a pelear los tuxtlecos? Muy capitalinos, muy acá, pero su ciudad es menos famosa, digamos, que San Cristóbal de Las Casas. ¿Y Arriaga? 31 millones. ¡Tómala! Al principio me alegré al ver que Comitán tiene más de dos millones, pero a estas alturas ando un poco apachurrado, porque esto es como el Facebook, si alguien tiene pocos Likes pues anda como perdido. Dios mío. ¿Haré la prueba de fuego? Voy. ¿Cuántas páginas tiene Teopisca? Un millón. ¡Albricias! Vaya, somos más famosos que Teopisca, lugar donde se come muy bien. Y ya lo dejo ahí. Estamos muy por debajo de San Cristóbal y de Tuxtla. Claro que tener dos millones de páginas en el Google no es para despreciarlo. ¿Y qué onda con el Doodle? El Doodle, dicen los expertos, es el juego en diseño que hace Google que sirve para “conmemorar festividades, aniversarios y las vidas de célebres artistas, pioneros y científicos.” Ya no voy a seguir, porque el juego siguiente sería ver cuántos personajes célebres comitecos han sido honrados con un Doodle. Sólo recuerdo un Doodle dedicado a Rosario Castellanos, de ahí en fuera ¡nanay! En el Doodle sólo aparecen los personajes más relevantes del mundo, en todos los tiempos. Es un honor para Comitán que Google haya vuelto su mirada a nuestra escritora. No estoy seguro, pero parece que tío Belis no ha sido reconocido con un Doodle. Puedo estar equivocado, pero no he visto un Doodle dedicado a nuestro máximo héroe civil mexicano. No quiero meterme en discusiones bobas, pero, ya me conocés, siempre he dicho que el poder intelectual siempre está por encima del poder político, aun cuando éste hace todo lo posible por treparse al sitio de honor. A ver, ¿quién pintó la Capilla Sixtina? ¿Quién fue el papa que ordenó la pintura de dicha capilla? Pues sí, fue el papa Sixto IV y gracias al genio de Miguel Ángel su nombre transcendió y lo recordamos. Pero, ¡por supuesto! Doodle para Miguel Ángel sí hay, más de uno. ¿Doodle para el tal papa Sixto? Parece que no. Un día te invitaré a que hagamos nuestros Doodles locales; es decir, hagamos reconocimientos a nuestros personajes, a los que han hecho que Comitán sea considerado un pueblo mágico. Haremos una relación y la analizaremos con objetividad, con la cabeza fría, dejando de lado amiguismos, compadrazgos y afectos. A veces, hay personajes que no están bajo los reflectores, pero son los que más aportan para la identidad de un pueblo. ¿A qué persona comiteca le harías un Doodle? Posdata: todo mundo guglea. Entiendo que cuando una persona tiene una duda ahora ya no necesita andar preguntando con supuestos expertos, basta meter la pregunta al buscador más importante del mundo y de inmediato aparecerán millones de páginas con información exacta o chafa. Por eso, los expertos recomiendan elegir páginas que tengan reconocimiento científico. ¿Cómo se logra eso? Ah, no me preguntés a mí, pucha, para eso está Google. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 21 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON RESPLANDORES

Querida Mariana: dos preguntas son muy comprometedoras: ¿cuánto me querés? y ¿qué es lo mejor de Comitán? Ambas preguntas son como telarañas, donde los incautos caen como moscas en las redes. Cuando la chica pregunta ¿cuánto me querés?, el chico se ve en problemas, casi casi como si estuviera en un foso frente a cuatro leones hambrientos. Ahora sí que, como aseveran los policías en las series de televisión, todo lo que diga puede ser usado en su contra, ¡es usado en su contra! El chico sabe que la respuesta siempre será insuficiente, la chica jamás quedará satisfecha con lo que él diga, no bastan cuatro universos alternos para satisfacer los deseos de la chica. ¿Y qué decir ante la segunda pregunta? ¿Lo mejor de Comitán? Depende de qué rama del árbol se trate. Hay tantos deslumbres, tantos resplandores de nuestro pueblo. Es imposible elegir un solo concepto. Como simple juego es complejo. A ver, sólo como juego, hacé de cuenta que tu novio te invita a ir a París, pero te dice que sólo irán de pisa y corre (sin albur), porque irá a la firma de un convenio y media vuelta. Imaginá que te dice que elijás un sitio para pasear una hora, porque al siguiente minuto deben estar ya en el aeropuerto para el regreso. ¡Un solo sitio! ¿Qué elegirías para disfrutar una hora? Difícil, ¿verdad? Ah, ya sé que en la vida esto no se da, por eso dije que era como un juego. ¡El Sena! Caminar por la orilla del famoso río, aprovechar desde ahí a ver la Torre Eiffel y los paquebotes que por ahí bogan. ¡No, mejor la Torre Eiffel! Para subir y desde ahí tener una panorámica sensacional de la ciudad. ¿Y si elegís Montmartre y desde la cima ven un París más cercano, más afectuoso? ¡El Louvre, para ver, cuando menos, la Gioconda en vivo y a todo color! No, mejor el Museo de Orsay, donde están los maravillosos Impresionistas. En fin, la elección es dificilísima, hay tanto por ver en París. Bueno, pues lo mismo con Comitán, ¿qué lugar elegir como el más bonito, como el más representativo? Igual que en París, igual que en cualquier ciudad del mundo, Comitán tiene para dar y repartir. ¿Hay algún lugar que sea el más simbólico? ¿La Pila, origen del pueblo y lugar donde está el templo del santo más consentido? ¿San Sebastián, lugar emblemático donde inició la Independencia de Comitán, de Chiapas y de Centroamérica? ¿El templo de Santo Domingo, primer templo católico que se erigió en el pueblo, gracias al trabajo de cientos de indígenas que fueron convertidos a la religión impuesta? ¿El Museo Rosario Castellanos, espacio que honra la memoria de la gran escritora comiteca? ¿Y si la persona a la que le hiciste la pregunta no le gusta tanto los sitios históricos sino la verdadera cultura popular? ¿El Mercado Primero de mayo para tomar un vaso de jocoatol o de atol de granillo? ¿O una visitadita a uno de los múltiples botaneros de la ciudad para probar el chicharrón de hebra o una lengua en pebre o unas pellizcadas con asiento? ¿Qué elegir? No faltará el compa que diga: ¿se puede decir dos o tres lugares? No, compa, sólo uno. El chiste del juego es discriminar, hasta quedarse con sólo un sitio, para disfrutarlo al máximo. ¿Qué le dirías a tu novio? De las opciones que te dije, ¿cuál elegirías? ¿Qué decís? Yo no tengo problema. Mi vida es simple, casi sencilla. Si vos me invitaras a ir a París y visitar sólo un lugar, durante una hora, elegiría el Museo de Orsay. Sí, un baño de Impresionismo me bastaría para ser inmensamente feliz. Ni treparía a lo alto de la Torre, ni caminaría a la orilla del Sena, ni me embarraría con miles de turistas en el Louvre o en Montmartre. Sin dudar, caminaríamos con rumbo al de Orsay y en la caminata vería casi casi todo lo demás. De igual manera, no dudaría en elegir un lugar en Comitán. Que los Pileños se queden con su Pila; que los batanecos se queden con su San Sebas; que los del centro se queden con su parque, con su biblioteca o con su templo de Santo Domingo. Elegiría una hora en el atrio del templo de Yalchivol, debajo de un árbol, tomando una limonada sin azúcar ni hielo. Posdata: tampoco dudaría en responder a la primera pregunta: te quiero hasta donde mi corazón dé su último latido. ¡Tzatz Comitán!

martes, 20 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA GENERACIÓN DE LA MARIANO

Querida Mariana: te paso copia de esta maravillosa fotografía. Me la envió mi apreciada amiga Gloria Ruiz Albores, hija de don Carlitos y de doña Piedad. En cuanto la recibí le pedí permiso para pasarte copia y lo autorizó. La generación de secundaria 1970 – 1973 cumplirá en este 2023 cincuenta años de egreso del Colegio Mariano N. Ruiz. Estos Marianitos se reunirán el 24 de junio del mismo año, para asistir a una misa en la parroquia de San Sebastián y luego desayunarán en el patio de la institución, donde ahora está la sede del nivel de primaria y en aquellos años también acudían ahí los chicos y chicas del nivel de secundaria. En cuanto vi la foto de generación mi corazón, veleidoso, se alegró y también se apachurró, porque el 24 de junio esta generación celebrará la vida, pero asimismo extrañarán la presencia de quienes ya no están vivos. Comencé a hacer el registro de los maestros vivos y los ausentes. En el lado izquierdo hay dos maestros vivos (la maestra Rosita y el maestro Hermilo) y dos fallecidos (la madre Sara y el doctor Robles); en el lado derecho, por fortuna, hay más vivos (el maestro Jorge, el maestro Virgilio y el maestro Roberto) que fallecidos (el maestro Miguel y el maestro Güero). En el centro, como siempre, aparece el padre Carlos, ya fallecido, fundador de la institución que en este año cumple y celebra setenta y tres años. También dentro del grupo de alumnos hay algunas caritas que ya no están en este plano terrenal. Por eso digo que estos muchachos y muchachas se reunirán, asistirán a una misa para dar gracias por la bendición de volver a ese espacio que los vio volar hace cincuenta años; sin duda que volverán a colocarse quienes lleguen y se tomarán la foto del recuerdo, la foto de cincuenta años después. ¡Qué prodigio! Esta generación es muy especial porque ingresaron al Colegio, en el nivel de secundaria, al inicio de la década del setenta. Las chicas y chicos, a la hora que platiquen, recordarán muchos instantes de ese tiempo. Los chavos comitecos de los setenta pepenaron la moda que se desarrolló en los años sesenta, ellos son herederos de la psicodelia y de la moda hippie. Acá las chicas se ven muy modositas, bien vestidas, pero en el día a día, al dar vueltas en el parque central (el antiguo, el íntimo) vestían con gran libertad. Basta que mirés el saludo que hace nuestra querida amiga Rosa Angélica De León Domínguez para que mirés cómo era el tiempo que vivieron estos chavos. Rosy sonríe, lleva un collar enredado al cuello y, con su mano derecha, hace la famosa señal de Amor y Paz. Ella, en buen momento, rompió la solemnidad del momento y, con un ligerísimo movimiento de mano, envió un mensaje de armonía que nos ha llegado fresco cincuenta años después. Andá a saber qué pasó en ese momento en un extremo izquierdo porque más de dos alumnos varones ven hacia allá. La mayoría, conscientes de la importancia del acto ven al frente, donde está el fotógrafo. Estos chicos y chicas también vivieron la experiencia única de tener el recreo en el parque; también salieron a comer una gordita de carne molida con un boing (que estaba de moda en ese tiempo). Ahora que vuelvan a verse recordarán muchos instantes que vivieron en grupo, dentro del aula, a la hora de hacer tareas en grupo; platicarán de los momentos chuscos, de las travesuras, de los castigos, de los momentos gloriosos; volverán a ser grupo por unas horas, porque desde el instante en que se tomaron esta fotografía supieron que ya nunca volverían a estar juntos, como lo estuvieron durante tres años. ¿En dónde cursaron la preparatoria? ¿En el pueblo? ¿Algunos fueron a otras ciudades? ¿Otros ya no siguieron estudiando? ¿En dónde radican ahora? ¿A qué se dedican? ¿Se casaron? ¿Permanecen solteros? ¿Todos cumplieron sus sueños? Volverán a estar juntos. Sin duda que más de dos saludará a Rosy con su señal de Amor y Paz, porque en definitiva esta reunión estará signada por el deseo de paz y el deseo de amor. Se dice pronto, se dice fácil, pero han pasado cincuenta años del instante en que se pararon como están y vieron hacia la cámara, para hacer eterno ese momento. Posdata: una generación especial, la generación de estudiantes de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz, la generación que inauguró la década de los setenta. Cuando ellos ingresaron en el colegio en nuestro país se dio el Mundial de Fútbol. Tal vez algunos de estos chicos vieron algún partido en una televisión en blanco y negro; tal vez la mayoría de aficionados escuchó la transmisión por radio. Hoy se comunican a través de mensajes de WhatsApp o en videollamadas. Han pasado cincuenta años. Su reunión les dirá que el tiempo ha pasado, pero la esencia espiritual continúa. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 19 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON CARREREADA

Querida Mariana: nunca había estado en una carrera pedestre. El domingo estuve. Claro, como espectador. No pensés que ya enloquecí. Fui porque tres amigos míos participaron. Como la mañana estaba espléndida, dije: Molinarito, a vivir la experiencia, a vivirla desde la tribuna. Bueno, sin tribuna. El mojol de lujo fue estar a temprana hora en el parque central de mi pueblo, ¡ah, mi privilegio! Salí de casa en mi tsurito y busqué estacionamiento. “Caso hay”. A esa hora todos los estacionamientos estaban cerrados. Eran las siete y media de la mañana. Debe haber, dije. Claro que sí. El estacionamiento Ulises ya estaba abierto. Por supuesto. Así honran a don Ulises, hombre que trabajó toda su vida, comiteco de excelencia. Caminé las dos cuadras que distan de un lugar a otro y vi deportistas que se encaminaban al mismo punto, todos pulcros, bien vestidos, dispuestos a vivir la experiencia de la carrera. Me encantó ver cuántas personas participaron, algunos deportistas iban acompañados con sus hijos (vi a una persona que iba en silla de ruedas, ya luego me enteré que había una categoría especial. Genial). La convivencia se dio en forma maravillosa. Llegué al parque y encontré a mis tres amigos. Les tomé una fotito, para el recuerdo. Todo mundo hacía lo mismo, las selfies estaban a tres por dos. Vi a alguien que llevaba su perro y, sorprendente, a una mamá que en el pecho llevaba una cangurera y ahí su bebita (Dios mío, pensé en el peso agregado para la mamá joven, y luego en la sensación que recibiría la pichita. En fin, la carrera fue pretexto para disfrutar la vida). Ya sabés que en la esquina del templo de Santo Domingo siempre está la mesa donde unas mujeres venden atolito, rosca, tamales. Me acerqué porque llamó mi atención que un deportista desayunaba algo. Dios mío, pensé, ¿es recomendable echarse un tamalito de bola antes de una carrera? Pero luego escuché que no, que no participaría, se había puesto en traje de carácter, porque le echaría porras a su esposa, ella sí correría. Vaya, pensé, si no le habría sucedido lo mismo que a aquel boxeador que cuenta mi amigo Ricardo Aguilar, cronista de excelencia, que antes de ir a boxear recibió un vaso de atol de granillo que le ofreció su mamita. Pucha, el resultado fue catastrófico, al recibir el primer mandarriazo en la panza regó todo el ring. Un compa con uniforme de Parque y Jardines llegó y pidió un tamal, mero comiteco bromeó con las vendedoras: “a qué hora se van a poner su ropa para correr”, le sirvieron el tamal, con salsa, y pidió un chocolate, al probarlo exclamó: “pasó directo” y lo vi satisfecho, luego agregó que no sabía hasta qué hora se quedarían, porque quién sabe a qué hora terminaría esa cosa y, bromista, dijo: acá nos vamos a quedar hasta que entre la noche. Mientras tanto, le metía con todo al tamalito, lo terminó y pidió otro. Tiene tres días que no como. Bromista, simpático. Caminé hacia donde estaba un arco de plástico que decía Meta. Ahí ya se estaban reuniendo todos los participantes, la mayoría con bloqueador en la cara, con el número de participación en el frente, buscando el lugar de acuerdo a la categoría a participar. Saludé a mi queridísimo maestro Temo, le ofrecí una revista Arenilla; también saludé a mi amigo Hugo Campos Flores, quien me comentó que Nava Sport trajo a competidores de Kenia (al final vi que ellos ganaron el medio maratón, nadie los alcanza. El maestro de ceremonias -un tipo hábil para la microfoneada- dijo que los kenianos corren más rápido que Sonic, no cabe duda que estoy viejo, porque yo habría dicho: Flash). En primera fila vi a mi compadrito Roberto Álvarez y al querido doctor Fernando Limón, quien, ¡nadita!, ha participado en la Maratón de Boston, la misma donde ha corrido el famoso escritor japonés Murakami. El maestro de ceremonias comenzó la cuenta regresiva y el contingente salió a dar la vuelta, la carrereada por gusto, por hacer deporte, por salud, para vivir la vida en plenitud. Primero los de la categoría máster y luego los demás. El parque recuperó la calma. Cuando regresen los corredores pasarán por el tapete que les tomará el tiempo de recorrido, luego irán al puesto de hidratación, donde les tienen preparados plátanos, naranjas partidas a la mitad y una botellita de agua y luego, ¡ah, momento sublime!, la entrega de la medalla que da constancia que llegaron a la Meta. Si algún corredor o corredora necesita atención especial, el Instituto Thompson, de Comitán, institución que ofrece los estudios de Quiropráctica, montó un pabellón para atender a quien lo solicitara. Posdata: Y después de cierto tiempo de espera comenzaron a llegar los corredores. Aplausos, felicitaciones por parte de amigos y familiares. Los corredores levantaban los brazos en señal de triunfo. Vi que alguien se santiguó tres veces. Algunos llegaban sonrientes, sudorosos, pero sonrientes, otros con caritas desencajadas y dos o tres agotadísimos. Una chica necesitó auxilio de paramédicos. Cómo no, el esfuerzo es intenso, sobre todo porque antes de llegar a la meta hay pues subiditas que hacen más intenso el recorrido. Pucha. Mi admiración y respeto se desparramó en el parque central de Comitán, qué prodigio lo que ellos hicieron. Sé que ahora hay cientos de fotografías en el Facebook que dan constancia de esa mañana singular. Mis tres amigos cruzaron la Meta, los felicité, les tomé la foto que da constancia del éxito, me despedí y fui a treparme a mi tsurito. Subí una pendiente y pensé, al verme sin sudor, que yo era un huevoncito feliz, pero cuchito, por no correr ni para alcanzar el camión de la basura. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 17 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, DONDE SE HONRA UN OFICIO QUE NOS HONRA

Querida Mariana: ¿de vainilla o de coco? Hay algunas personas que la piden mezclada, y así mirás que en el cono asoma un copete bicolor: amarillo y blanco. Hablo de la nieve y del nevero tradicional (“nievero”, le dicen algunas personas en el pueblo). Hasta el momento no he visto más que varones ejerciendo este oficio maravilloso, que es un personaje esencial en la imagen de Comitán. En el parque central hay cuatro o cinco neveros que, todos los días, llegan a vender sus riquísimas nieves. Cada uno de ellos honra un oficio que honra a este pueblo. En muchos pueblos del mundo existen neveros tradicionales. En México hay pueblos que son famosos por las nieves que ahí elaboran, no existe visitante que no entre a las neverías a solicitar las ricas nieves de muchísimos sabores. Una vez anduve con la familia en Tepoztlán, a las faldas del Tepozteco (no trepamos, nos quedamos en el pueblo, porque sólo fuimos un día). Aprovechamos a visitar el maravilloso convento, el Museo de Carlos Pellicer (ah, poeta enorme: “hermano sol, cuando te plazca vamos a colocar la tarde donde quieras”) y luego, mi mamá dijo que todo mundo iba en la calle comiendo nieve. Le preguntó a un chico dónde había comprado la nieve, el chico sonrió y le señaló con el brazo la cantidad enorme de neverías que había en la calle. Entramos a una y supimos que ahí, en el pueblo, vendían las nieves más ricas del mundo, con muchos sabores. Sí, nosotros no teníamos el referente que sí tenía medio mundo, las nieves de Tepoztlán son famosas, Tepoztlán es famoso por sus nieves. Pedimos nuestras nieves y descubrimos por qué la fama, sí, riquísimos helados artesanales. El otro día iba a la Casa de la Cultura, en Comitán, cuando me topé con el nevero que se coloca casi enfrente del portal, debajo de una agradable sombra, muy cerca del busto de don Mariano N. Ruiz. Me detuve tantito y vi que una pareja don dos hijitos pidió nieves, a la niña pequeña, don Armando le sirvió un poquito de nieve de vainilla en un cono (“no le dé mucho, porque anda con moquito”) y para el niño mayor sí un vaso grande con nieve de vainilla. Ese día, don Armando ofrecía nieve de vainilla y nieve de coco. En cuanto se fue la pareja con sus hijos aparecieron dos señores (luego me enteré que uno de ellos también se dedicó al oficio de nevero, durante algún tiempo, pero ya se dedica a otra cosa). Los dos señores saludaron con afecto a don Armando y uno de ellos pidió que le diera un combinado en un barquillo dorado (también luego me enteré que esos barquillos son los más caros, pero son los más ricos). Don Armando tomó el barquillo dorado con una servilleta, abrió uno de los tambitos y, con pericia, ayudado por un cucharón especial, sirvió nieve de vainilla, y luego, del otro tambito, sacó la nieve de coco y la magia se hizo, porque la combinación alegró el copete del barquillo. Los señores pagaron, se despidieron y, felices, fueron dando lamidas a la nieve. Sí, leíste bien, lamidas. El buen comedor de nieve saca la lengua y lame. La Arminda era tremenda (ahora ya se casó y es un modelo de señora), pedía una nieve cuando teníamos dieciséis o diecisiete años de edad y frente a nosotros sacaba la lengüita y lamía lentamente, casi diría que en forma deliciosa. “Hmmm”, decía, “qué rico”. Nos provocaba. Cuando don Armando quedó un rato sin compradores me acerqué a él y le pregunté si sólo Armando era su nombre. No, dijo, me llamo José Armando, y me contó que él ya no anda gritando por las calles anunciando su presencia como sí lo hacen muchos compañeros o como era costumbre en años anteriores: “¡nieve, nieve, nieve!”. Don José Armando lleva una campanita en su carrito, desde que sale de su casa, por el rumbo del Mirador, va por las calles tocando la campanita. Los niños y adultos que disfrutan sus nieves ya saben a qué hora pasa el nevero y salen corriendo cuando escuchan el sonido de la campanita. He visto a otros neveros que, en lugar de campanita, llevan un chunche que tiene una perilla de plástico, la aprietan y sale un sonido bien simpático: ¡nieve, nieve! Hay un compa nevero que no tiene un carrito tradicional de madera, él tiene un triciclo grande y ahí lleva los botes con nieve y, moderno, pone la clásica musiquita que acostumbran los camiones que venden helados. Tenemos de todo en Comitán. Lo que a mí me encanta es que algunas personas sigan ejerciendo el oficio, haciendo nieves tradicionales. Tal vez falta dar el gran paso, el que sí dieron en Tepoztlán. Un día, Luis me contó que en Caoh!, un local que está en la avenida que va al templo de San José, hacen helados de sabores que no son frecuentes, por ejemplo, me contó que había probado un helado de albahaca, que le encantó, pero no sólo eso, también me dijo que venden salvadillos con helado de temperante. ¡Pucha! En lugar de líquido preparan nieve de temperante. Se me antoja, debe ser una combinación genial. No sé si estoy inventando, pero parece que hay helado de limón y albahaca y le riegan polvojuan y tzisim. Dios mío, me hace falta ver más “bax”. Esta propuesta es genial. ¡Ni en Tepoztlán! Polvojuan y tzisim ¡sólo acá! Esto hay que promocionarlo más, bulbuluquearlo, que la gente que nos visita sepa que acá está una oferta sensacional. Don José Armando no se queja, gracias a Dios está bien de salud y vende muy bien sus nieves, porque son riquísimas. En estos tiempos de calores sofocantes cae muy bien una nieve de vainilla copeteada con nieve de coco. Pero no sólo de estos sabores hace sus nieves, cuando está de buenas (es un decir, siempre está de buenas) prepara nieve de melón o de cacahuate (pucha, debe ser riquísima, porque el cacahuate comiteco (la manía) es de un sabor especial, único); a veces prepara de mamey o de nanche (nantz). ¡Quiero, quiero! Sí, de estos sabores sí se me antoja, porque la nieve que probé en Tepoztlán era de frutas naturales. ¡Qué delicia para el paladar! ¡Qué bendición para la vida! Recuerdo que mientras comíamos el helado en las calles de Tepoztlán hurgábamos en los stands que ofrecían productos artesanales, era un gentío, porque viajamos en domingo. Imaginá la derrama económica que eso significó. Don Armandito ha dedicado más de treinta y ocho años de su vida a hacer nieve. No lo leás tan apresurado. Dije treinta y ocho años, ¡toda una vida! Toda una vida dándole sabor al pueblo. Ah, se me vuelve a antojar la nieve de mamey. Un día lo iré a buscar a su casa, le daré mi número de celular y le pediré, por favor, que me avise el día que prepare de mamey. Es una fruta que me encanta. Sé que su nieve lleva un poco de leche (yo no consumo lácteos), pero ese día, como la niñita que tenía moco, sólo lameré tantito la nieve, sólo para disfrutar el sabor exquisito de esa nieve preparada por don Armando. Su oficio no es sencillo, él se levanta a las seis de la mañana, cuenta: “comienzo, como dice la canción: a mover el bote”. Prepara el azúcar, el crémor (no sé qué será eso) y le añade la leche y comienza a mover el bote, con ambas manos. Luego le agrega el hielo (no compra, en su casa ya tiene un congelador que le provee el agua congelada). Mucha gente sabe que si al hielo se le agrega sal ésta preserva más tiempo el hielo. Don Armando le echa sal, para que el hielo le dure toda la mañana. Vi su carrito y entendí, más o menos, el proceso: los dos tambitos con nieve están dentro de un tambo mayor que permite abrazar con hielo los tambitos neveros. Don Armando le da vuelta y vuelta, luego se ayuda con una pala de madera hasta que el producto tiene la consistencia precisa, exacta. Desayuna, se despide y comienza la venta por las calles. Baja desde El Mirador al centro de Comitán, ahí ya los clientes lo reconocen y de inmediato le piden una, en vaso o en barquillo dorado. Don Armando tiene sesenta y un años de edad, gracias a Dios, se mantiene bien física y mentalmente. Su carrito de madera, pintado de verde, tiene un letrero que dice: “Ricas nieves”. Sí, todos los que prueban sus nieves atestiguan el lema, las nieves de don Armando son riquísimas. Él es un comiteco que contribuye a preservar lo más rico de nuestra identidad cultural. Posdata: Don Armando dice que como a las dos de la tarde ya terminó su venta, pasa a comprar azúcar o leche y se encamina a casa. La bajada fue más sencilla, pero lo bueno de la subida es que el carrito ya pesa menos. Don Armando es casado y tiene tres hijos. El oficio ha servido para llevar la vida con dignidad. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 16 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON LIBRO EN MOVIMIENTO

Querida Mariana: tengo en mis manos el libro más reciente del poeta Arbey Rivera: “El primer movimiento de la luz”. Me parezco un poco a Xiomara, quien toma un libro y al leer el título hace predicciones acerca del contenido. Dije que me parezco un poco, no tengo la habilidad ni la perspicacia lectora de Xiomara, pero sí disfruto cuando encuentro un título afortunado. El título del libro de Arbey es genial, mirá, leelo con calma: “El primer movimiento de la luz”. Es muy buen título, ¿verdad? Sé que si lo viera Xiomara diría que ese libro es muy buen libro. Pues sí. No sólo el título es luminoso, también el contenido; además tiene un mojol de lujo. Pensé en los poetas que, muy chentos, difunden que su obra ha sido traducida al inglés, al francés o a otro idioma de caché. ¿Sabés cuál es el mojol de lujo del libro de Arbey? Que está traducido a dos lenguas de nuestra región: el tojol-ab’al y el tzeltal. Hay pocos libros que tengan esta virtud. El libro de Arbey permite que sus poemas sean leídos por lectores de lengua castellana, pero también por lectores de lengua tojol-ab’al y lengua tzeltal. Esta propuesta parece ser un sino en la obra de Arbey, porque cuando realiza el Festival Balún Canán no sólo presenta actos culturales en la cabecera municipal, sino que, con gran emoción, lleva poesía, narrativa, danza, teatro y más a comunidades rurales. Ahora, con su libro extiende la mano y dice: acá está mi poesía, que la lean en castellano y en dos idiomas indígenas. Mirá qué dice Arbey en la nota introductoria, acerca de esas traducciones: “…puede ser leída no sólo por académicos, sino también por todos los hablantes de las lenguas mayas referidas…” Hace años la poesía de esta región únicamente pertenecía al establo de la lengua castellana, era imposible pensar en poetas indígenas; un día, bendito Dios, comenzaron a aparecer poetas que presentaban su trabajo en sus lenguas originarias. Te he contado que en una ocasión escuché un recital con poetas tojolabales y poetas tzeltales y (cuestión de gustos) pensé que la lengua tzeltal suena más cálida, más cercana al espíritu de la colmena. Hoy, y esto es para celebrarlo, la obra de Arbey está disponible para lectores de esas lenguas que han resistido todo, bueno, con decir que resistieron el embate de los conquistadores. ¿Cuál fue el primer movimiento de la luz? Hablo en pasado, porque en el instante que la sombra universal se partió en dos por el advenimiento de la luz todo se puso en movimiento, pero, el poeta dice: “este libro es un comienzo, un proceso para intentar comprender la luminosa existencia”. Sí, él camina por el sendero de luz, ve hacia todos lados, se inclina para recoger un guijarro, abre la mano y enseña ese minúsculo hallazgo. Este descubrimiento lo hace no sólo en una lengua, la que hablamos desde hace quinientos años; ¡no!, lo hace también en lenguas que vienen de más allá, las que están más cerca de la fogata original. Mirá qué dice la doctora Rocío Noemí Martínez, en el prólogo: “El primer movimiento de la luz, de Arbey Rivera, podría leerse entre imágenes poéticas y múltiples historias, que no por casualidad el escritor y artista plástico, asocia con la portada a una pintura de Antún Lojtom Lam…” ¿Ya viste el cuadro de Antún? Dos personas escudriñan dos piedras, la luz que proviene de ahí sintetiza ese movimiento luminoso primigenio. Tiene razón la doctora Martínez, el libro de Arbey puede leerse a partir de ahí, a partir de una sensibilidad poética frente a otra mirada luminosa. Arbey lee el mundo, lo traduce y nos lo entrega, ahora, ¡genial!, lo hace en tres lenguas. Posdata: ya sé que me preguntarás dónde se puede comprar el libro: en la Casa de la Cultura, de Comitán. Si tenés suerte podés hallar al autor, porque él dirige el Centro Cultural Rosario Castellanos, y chance te llevás el poemario con firma. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 15 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON GABO Y CON RULFO

Querida Mariana: somos lectores, pero somos chuchos. Digo esto porque el otro día leímos que harán una versión cinematográfica de “Pedro Páramo” y dijimos que cuando sea el estreno estaremos pendientes en Netflix; es decir, parece que la lectura no alcanza a satisfacer nuestra gana. Mil veces nos han dicho que la literatura y el cine son lenguajes diferentes. Jamás, nunca, una obra cinematográfica se acercará al universo expresado en un libro. Los amantes de la imagen (y vos sos de ellos) aseguran que una imagen dice más que mil palabras; pero los amantes de la palabra (soy uno de ellos) decimos que una palabra puede parir más de mil imágenes. A veces me contagio con tu entusiasmo por el cine. Esto me da gusto porque también he amado el cine desde niño, no como vos, debo admitirlo, vos sos experta en el séptimo arte. Desde siempre he procurado deslindar ambas sustancias; es decir, cuando veo una película basada en una novela o en un cuento, trato de verla desligando la obra original, la veo como si el director y yo estuviéramos en un café y me contara una síntesis de lo leído. Sabemos que cada lector hace una propia e inédita “película”. Mil lectores de “Pedro Páramo” dan como resultado mil “películas” de tal novela. Internet informa que la de Netflix será la tercera versión cinematográfica de la novela de Rulfo. Como digo: ¡somos chuchos! Somos chuchos, porque vos y yo, entonces, hemos visto las dos versiones anteriores: dos cintas mexicanas. Las dos cintas, en forma objetiva, estuvieron alejadas de la grandeza del libro; es decir, fallaron como propuestas cinematográficas. Esperamos (es nuestro deseo) que esta película de Netflix sea una cinta atractiva, que sea una buena ventana a ese espacio mágico que Rulfo nos legó. Los de Netflix dicen que ya comenzaron la filmación. ¡Perfecto! Vos y yo ya andamos con el gusanito de ver la cinta. Pero ¿y la de Cien años de soledad, ‘apá? Netflix dijo que comenzaría la filmación y nada más no. Es comprensible, por ahí se asomó lo de la pandemia, pero, entiendo, han continuado con el proyecto, que fue pospuesto, pero no suspendido. Así que, de igual manera, andamos puestos para ver también la cinta que está basada en la novela escrita por el gran Gabo. Es maravilloso ver todo lo que puede provocar la creación artística. Dos entornos maravillosos forman parte ya de nuestro imaginario colectivo. Todo mundo lector reconoce ese maravilloso pueblo de Comala y el no menos genial de Macondo; ambos mundos concentran lo llamado Real Maravilloso, porque no corresponden al ciento por ciento con la realidad; al contrario, son mundos que lindan con lo fantástico, con las leyendas y mitos que son característica de las culturas de esta parte del mundo. Gabo y Rulfo escribieron dos obras maestras de la literatura. Una condición indispensable para lograr una buena película (me has dicho) es un buen guion. Acá, los directores de ambos proyectos cinematográficos tienen dos espectaculares sustentos para hacer buenos guiones y así lograr dos magníficas películas. Ojalá así sea. A nosotros nos encanta leer, somos grandes lectores desde siempre, yo llevo más tiempo leyendo que vos. También nos encanta ver cine, somos cinéfilos apasionados, vos, a pesar de que sos muy joven, has visto mucho más cine que yo. Estas plataformas cinematográficas (streaming les llaman, no me preguntés qué significa streaming o cómo funciona) han sido un trancazo en este siglo XXI. No sólo proyectan cintas, sino que también son productoras y, en el caso que ahora comento, nos presentarán dos películas que medio mundo está esperando, ojalá sean dignas producciones. Posdata: somos chuchos, le entramos a las novelas y queremos ver qué hacen los directores de cine al adaptarlas. Disfrutamos el postre, el recomendado de la casa, pero cuando terminamos tenemos otro huequito en la panza y si nos ofrecen otro postrecito ¡le entramos! Hay chuchos para el trago, chuchos para la comida, nosotros somos chuchos para disfrutar las diversas manifestaciones del arte. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 14 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA CAMINATA

Querida Mariana: el químico Nacho me recomienda estar en movimiento, caminar. Dos grandes escritores escribían de pie. Mandaron a hacer unos chunches especiales, como atriles, para colocar ahí las computadoras portátiles y de esa forma redactar sus novelas. ¡Nada de estar sentado! El famoso Chespirito dijo en una entrevista que su éxito no se debía a la suerte, sino al trabajo, aseguraba (en tono de broma) que, en cuanto se sentaba las ideas subían; fue su forma de decir que la disciplina abona a la victoria. No sé cómo trabajan mis amigos escritores, de Chiapas y de Comitán. No sé qué manías les acompañan, qué rituales hacen. Jaime Sabines siempre escribió a mano, en unas libretas. No sé si tenía preferencia por alguna pluma o escribía sus poemas con un sencillo bolígrafo. Porque esa es la maravilla de la creación literaria. Una poeta comiteca siempre ha dicho que para crear un poema o un cuento o una novela no se precisa más que de papel y un lápiz. ¡Es cierto! Chespirito se sentaba para escribir, Hemingway (dicen sus biógrafos) escribía de pie. Las obras de uno y de otro tienen grandes diferencias. Por supuesto, está el talento literario, pero, además, aseguran los que saben, también hay contrastes en escribir de pie que sentado, parece que el numen creativo fluye mejor estando de pie que sentado. No sé si a vos te ha pasado, pero a veces, cuando redacto algo, sentado ante la computadora, me gana el sueño y me venzo. ¡Pucha! ¿Qué ideas pueden asomar sus cabecitas en una mente en duermevela? El químico Nacho me sugiere estar siempre en movimiento, sabe que soy un viejo que necesita activarse. Le hago caso. Procuro caminar. Todavía no le he pedido al carpintero que haga el tripié que necesito para colocar la computadora y así escribir de pie. Pero ando ahorrando para hacerlo. Me gusta mucho una fotografía donde Octavio Paz camina, siempre pienso que en esa caminata va pepenando algunas ideas para un poema o un ensayo. Debajo del brazo lleva un paquete de papeles, viste una chamarra larga, con bolsas al frente, al fondo camina una mujer en sentido contrario, todo el entorno muestra que Octavio camina en un sendero rodeado de árboles y de setos, el camino es de tierra, está delimitado por una línea de piedras. Te cuento esto porque sé que podrás visualizar la diferencia de este instante donde Octavio camina, al instante donde una fotografía muestra a Paz sentado ante su escritorio. Tengo la fortuna de laborar en un entorno semejante al de Octavio Paz. Cuando llego al Colegio Mariano N. Ruiz destino quince o veinte minutos para caminar en los campos deportivos. A veces detengo mi caminata y veo a mi alrededor, todo está circundado por árboles donde llegan muchos pájaros. A veces, mientras camino, me ha tocado ver un gavilancillo que aletea sobre mi cabeza, se detiene en el aire, su vuelo está detenido, pero sus alas están en movimiento. Tal vez esto es lo que debe buscar el creador, moverse en forma constante, pero detener la mente para captar el instante preciso, el momento donde la luz se abre como flor. Pienso que si un aspirante a escritor solicitara un consejo bien podría decírsele: ¡escribí de pie!, no te sentés, la creación exige estar en movimiento. Ya el mojo de lujo sería obsequiarle copia de la foto donde Octavio camina, sólo para que sirva de inspiración, porque si bien el poeta no está con la pluma en la mano esa caminata oxigena su cerebro con aire creativo. El trabajo del poeta, del escritor, del músico, del artesano, del escultor, del pintor inicia no a la hora que toma el chunche para desarrollar la obra, inicia en el instante que abre los ojos en la mañana y observa lo que está frente a él; incluso, en ocasiones, inicia en el sueño mismo. Posdata: el químico Nacho me recomienda estar en movimiento, le hago caso, por el momento camino un rato antes de sentarme ante la computadora, pero pronto, así lo espero, así lo deseo, le diré al carpintero que haga un atril para que coloque la computadora y escriba de pie. Por el momento, cuando tengo tiempo, hago ese ejercicio, redacto de pie, caminando, luego me siento y paso el texto a la computadora. Me cuesta aceptar que es un buen ejercicio, pienso que es doble trabajo: escribir a mano y luego pasarlo a computadora. Algún día entenderé que eso también es parte de la recomendación de estar en movimiento. ¡Tzatz Comitán!

martes, 13 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON CAMBIOS

Querida Mariana: la labor de los cronistas es fundamental. El otro día leí una crónica de mi querido y admirado licenciado Efraín Albores. La crónica es extensa y rica en datos, se llama “Las haciendas y las caballerizas”. Pucha, tema genial, porque en el siglo pasado las haciendas fueron vitales para el desarrollo del pueblo. De hecho, uno de los pilares fundamentales de la novela “Balún Canán”, de Rosario Castellanos, es la vida de la hacienda de su padre, don César. Otra excepcional cronista, María Trinidad Pulido Solís, dedicó extensos ensayos acerca de las haciendas de la región. Hace dos días recibí una invitación para la presentación de la cerveza artesanal “Santa María”, que se efectuó en el Parador Museo Santa María. El Parador, espacio sensacional, está donde hubo una de las grandes haciendas de la zona, municipio de La Trinitaria. Lo que digo habla de la importancia de las haciendas en la vida cultural de nuestro pueblo. Mario Uvence adquirió la hacienda y la convirtió en un magnífico Parador, con mojol de lujo: la capilla original se transformó en un espacio dedicado al arte. Pero más que el concepto de hacienda lo que llamó mi atención de la crónica de Efraín fue el término caballeriza. ¿En cuántas casas comitecas actuales hay caballerizas? Sólo en residencias con grandes extensiones de terreno, propiedades de personas aficionadas a los caballos. Pero, ninguna casa del centro de Comitán tiene caballerizas, como sí fue en el siglo pasado. Recordemos, por ejemplo, que en la casa que habitó Belisario Domínguez había una caballeriza. Dije que ahora sólo hay caballerizas en casas de personas aficionadas a los caballos. El uso de éstos ya se modificó. Tío Belis empleaba el caballo para hacer sus visitas domiciliarias, trepaba en el caballo y cabalgaba hasta la casa del enfermo. Los otros hacendados (quienes, por lo regular, tenían sus residencias en el centro de la población) tenían caballerizas porque ahí atendían a los caballos que usaban para ir a sus haciendas. Como ves, y así lo cuenta Efraín, la caballeriza era un sitio importante de la casa. Hoy, ese espacio, como el de los oratorios no es de uso frecuente. Los arquitectos actuales pueden darme la razón. Aún, por fortuna, hay propietarios que destinan un espacio especial para la oración, pero, la mera verdad, es que ese espacio ahora ha sido sustituido por la llamada Sala de Tv. En las casas actuales, la televisión gigantesca es un chunche que está colocado en un lugar de excelencia, para ver los partidos de fútbol, para las caricaturas, para disfrutar las películas de Netflix, o para (en madrugada) ver los documentales de Playboy. En el Comitán que narra Efraín era común ver a jinetes cabalgando sobre hermosos caballos en las calles del pueblo. ¿Ahora? Sólo en desfiles y en ocasiones especiales. Cuando recorro algún camino de terracería, en la periferia de la ciudad, sí alcanzo a ver a jinetes, pero ya no es imagen común. Desde hace tiempo los políticos inventaron hacer las famosas cabalgatas, ahí se ve al diputado o al senador o al presidente trepados en magníficos ejemplares, pero sólo para ese recorrido con tintes políticos. Las casas de los antiguos hacendados ya se convirtieron en plazas o conjuntos comerciales o en museos. Las caballerizas desaparecieron. Ahora, los hacendados trepan a sus camionetas 4 x 4 y viajan a sus haciendas. Allá trepan en sus caballos y van a ver el ganado, pero, ¡en serio!, he visto a amigos que trepan a sus cuatrimotos y con estos vehículos hacen el recorrido. Los tiempos han cambiado, querida mía. Por eso es fundamental el conocimiento de las crónicas, como la que redactó Efraín, porque da cuenta de cómo se va dando la transformación. Podemos, los lectores, hacer un ejercicio de comparación y analizar las modificaciones. Los cronistas actuales dejan testimonio que será información importante para los comitecos y estudiosos en el siglo por venir. Posdata: Efraín cuenta que su mamá le dijo que en ocasiones “tenían que envolver los cascos y las patas de los caballos con trapos y lazos, para que los revolucionarios y cuatreros no escucharan los ruidos que la caballada hacía en las caballerizas…” ¡Tzatz Comitán!

lunes, 12 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA NOVELA (última parte)

Querida Mariana: hace un día no estaba en mi memoria el nombre de Ariane. Ahora sí lo está y, tal vez, lo esté para siempre. ¿Ariane? Sí, mi niña. Es el personaje de la novela “Belisario en París”, de Gabino Flores Castro, con prólogo de nuestro paisano Eduardo Ramírez. Sigo con atención la promoción cultural que nuestro paisano realiza en y desde el Senado de la República. Mirá, hace tiempo nuestro querido amigo maestro Temo Alcázar escribió: “Voy por la grande”, se refería a un acto donde él y varios relevantes deportistas de Chiapas recibieron un reconocimiento en El Senado; asimismo, nuestro amigo, el doctor Joaquín Ramírez y otros personajes del sector salud de Chiapas asistieron al Senado para ser reconocidos. Todos en nuestro pueblo aplaudimos tales iniciativas, porque sabemos que Temo y Joaquín son ciudadanos honorables que han trabajado en favor del engrandecimiento de nuestra sociedad. ¿Recordás que el querido Max Domínguez Mayorga, joven pianista, ofreció un concierto en la antigua sede del senado? Asimismo, Mario Pinto Pérez, excelente acuarelista, presentó una muestra de su obra en el vestíbulo de la sede actual. ¿Y qué decir de la muestra gastronómica chiapaneca que hubo en Nueva York y de las muestras artesanales en el zócalo de la gran Ciudad de México? El mojol de lujo es que, gracias a una propuesta del senador Eduardo, el Senado de la República ahora, además de entregar la medalla Belisario Domínguez, también entrega la Medalla Rosario Castellanos. ¿Mirás? Los nombres de dos excelsos comitecos brillan en el cielo cívico de la República. Él hace un trabajo de voy y vengo, lleva nuestra cultura a otras latitudes y trae cultura a nuestro pueblo, es un Hermes contemporáneo. El diez de junio 2023 presentó, en compañía de la talentosa Angélica Altuzar y del autor, la novela donde aparece ese personaje femenino: Ariane. Cuando leás la novela te enterarás quién fue ella y qué papel jugó en la vida de Belisario. La trama creada por Gabino es fruto de un atrevimiento, porque narra cómo Belisario adoró a esa chica francesa. Pero nosotros no nos espantamos, porque acá también somos atrevidos, mientras en la patria todo mundo trata al héroe como Belisario Domínguez o el doctor Domínguez o el Senador Domínguez, los comitecos le decimos tío Belis, todos somos sus sobrinos. Ahora alguien contará: fijate que Belisario Domínguez llegó a París, el mismo día en que llegó a la casa donde vivió, fue a dar una vueltita a los Jardines de Luxemburgo y, de regreso, en una botica choca con una chica, eso provoca que caiga la bolsa con una pomada y el comiteco de diecisiete años recibe su bienvenida: ¡muévete, asno!, le dice ella. Cuando Belisario se sienta a cenar ve que la chica con la que chocó es hija de los dueños de la casa. Pucha, de ahí en adelante, Ariane será una mujer laberinto para la personalidad del comiteco. En el prólogo, el senador escribe: “París es el laberinto moral de Belisario”. Sólo la ficción logra el prodigio de hurgar en la vida de un jovencísimo Belisario. Al más puro estilo Woody Allen, Gabino hace que Belisario, al lado de Ariane, conozca a Toulouse-Lautrec, a Vincent Van Gogh y a Gauguin. Pucha, hay un instante en que Toulouse le dice a Belisario: “Encantado de conocerle, Belisario. Siéntese, por favor”. ¿Imaginás ese prodigio? ¡Miralo! En la mesa está sentado Belisario Domínguez y el enormísimo Toulouse. Esto provoca el autor y esto alienta el senador Eduardo. Posdata: sólo tengo un reparo (pucha, como si fuera caballo). Preguntaré a mis amigos de Tzimol si el nombre de Tzimoleras (centro turístico) ya existía en el Comitán del joven Belisario, porque el autor dice que Belisario recuerda en París “los senderos en torno a las lagunas de Montebello (…) las pozas que se forman debajo de las cascadas del Chifón (sic) o entre las Tzimoleras…” Y quienes preguntan por el origen del pan compuesto, que no se rasguen las vestiduras, porque el autor de la novela dice que Belisario contaba que su padre le había dicho que “la torta de pan compuesto era la predilecta de los tíos Gregorio y Pantaleón”. Un verdadero travieso es Gabino. En la ficción todo se vale. Su novela fue publicada por el Instituto Belisario Domínguez, del Senado de la República, así que tiene el aval de estudiosos y expertos en la vida y obra del máximo héroe civil de México. Disfruté la novela, agradezco que este barco haya llegado a nuestras orillas, porque hace más grande la ventana histórica y la del mito. ¡Tzatz Comitán!