viernes, 31 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON DESPEDIDAS

Querida Mariana: llegó el fin de año, dijo Manolo. Lo dijo con contundencia lapidaria, como si fuese maestro y dijera ¡estás reprobado! Llegó el fin de año, dijo, y a mí se me hizo contradictorio. Pensé: ¿cómo es posible que lo que apenas llega se consuma? La palabra llegar parece no casar con la palabra fin que aparece al término de las películas. Pero tal vez Manolo está en lo correcto. Cuando asistimos al cine sabemos que después de hora y media en la pantalla aparecerá la palabra Fin y debemos salir de la sala. Era maravilloso el cine de los años sesenta y setenta en Comitán, porque en el programa de la doble función había dos palabras maravillosas: ¡permanencia voluntaria! Actualmente esa permanencia voluntaria es inexistente. Acá se termina la función y acá debés salir, ahora es ¡salida obligatoria! Parece que los seres humanos hemos definido la vida por medio de ciclos anuales, en cada 31 de diciembre aparece la palabra Fin y comienza la otra película. La vida es más ventajosa que la cinematografía, porque la vida se puede apagar antes de llegar al supuesto final. El famoso comentarista deportivo diría que la película no se termina hasta que se termina, en cambio la vida, ah, la vida, tan incierta, tan frágil, tan sin palabra. Por ahí guardo un recorte periodístico que dio cuenta que un cinéfilo viendo la película italiana “La vida es bella”, tuvo un paro cardiaco y, como pajarito, trincó el pico a la derecha, en la butaca E14. La vida es bella, pero no permite la Permanencia Voluntaria. Sé que hay muchas personas que pasan por la vida sin pena ni gloria, otras apresuran el fin y toman “matazacate” o, en lugar de hacer el nudo de la corbata para ir al baile hacen un nudo y se cuelgan de la viga del cuarto. Llegó el fin, dijo Manolo y vimos el número 31 en el calendario, la última hoja de diciembre de 2021. Aurora, su hermana, corrió al cuarto y trajo un calendario nuevo, de esos bonitos que sólo tienen una hoja por día, hoja que vas eliminando conforme pasa el tiempo y que en el reverso trae chistes o frases célebres o recetas de cocina. Aurora quitó el calendario del veinte veintiuno y colgó el nuevo y, como personaje de película cursi, dijo: “No sabemos qué nos depara cada hoja de este calendario”. Digo que las películas son más formales que la vida, asimismo las hojas del calendario no son tan formales como las de los árboles. Las hojas de los árboles tienen bien definidos sus finales: brotan en primavera, maduran en verano y se secan en otoño, caen y se reincorporan a la tierra. Sus ciclos están bien definidos. No hay sorpresas. La hoja del árbol acepta su destino. Las hojas humanas viven en la indeterminación. Los que saben dicen que es la gracia de la vida: la incertidumbre universal. Cuando llega el fin de año, las personas se reúnen con familiares y amigos para celebrar haber “llegado al fin” y como forma de buen presagio para el siguiente calendario. Los que saben dicen que los seres humanos debemos tomar a la vida como el calendario de 2022 que Aurora colgó: sólo la hoja del día es la que cuenta. No hay más que ese día. Todo lo demás es ilusorio, simple ficción. La película tarda hora y media. En el Cine Comitán teníamos permanencia voluntaria; es decir, cuando terminaba la doble función no necesariamente había que salir, muchos cinéfilos se quedaban y hubo casos de algunos que debieron ser despertados cuando ya estaban a punto de cerrar la sala. Pero, en ese tiempo, lo que no tuvimos oportunidad de hacer y que sí hacen los cinéfilos actuales, era la de regresar la cinta muchas veces para ver algunas escenas anteriores. No tuvimos oportunidad de apretar el botón Rewind. En cuanto nos sentábamos comenzaba el Play y sólo quienes volvían a ver la película repetían la experiencia visual. Posdata: la vida no permite el Rewind, el instante vivido se diluye a cada segundo. Sólo en la memoria, los seres humanos hacen el ejercicio de regresar a instantes vividos. Recordar es vivir dicen muchas personas. ¡Falso! El recuerdo es apenas una hoja seca que levantamos del suelo, la levantamos tratando de ignorar que ya es abono, que ya forma parte del sustrato que regresa al polvo de donde somos. Querida Mariana: deseo que las hojas de tu calendario sean semillas de luz, que lleguen a su fin, para renacer al día siguiente, que las películas de tu vida sean de permanencia voluntaria infinita, por siempre, para siempre. Llegó el fin del año, pero también llegó el inicio del siguiente. El verbo llegar rima muy bien con iniciar.

jueves, 30 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON PALABRA LLEGADA DE OTRO CONTINENTE

Querida Mariana: en cuarto grado de primaria debíamos aprender los nombres de los continentes. En un mapa colgado en una de las paredes del salón estaban los nombres de los continentes: cinco. Era un mapa muy colorido, cada país de los diferentes continentes tenía un color. México tenía un color amarillo bien bonito. Pasábamos al frente, con las manos sudadas en la espalda y, como loritos, decíamos: continente americano, continente europeo, continente asiático, continente africano, Oceanía y Antártida. El maestro ponía un diez en la lista, nombraba a otro compañero y el sustentante regresaba al pupitre, se sentaba y repasaba las manos en el pantalón para secarse. Ese era el mundo, la Tierra, hecha de continentes, mares e islas. Dios mío, el mundo era inmenso. Comitán era apenas un puntito en el mapa, del tamaño de la cabeza de un alfiler. En los libros aprendíamos que en otras partes comían otros manjares. Aprendimos, por ejemplo, que en la Antártida había pingüinos. En Comitán había gatos, perros, gallinas, gallos, burros (muchos), caballos, tacuatzes, colibríes, zopilotes (muchos, ahora ya no hay tantos), pero no había pingüinos, tan bonitos, tan de simpático caminar. En África había leones y tigres. En Comitán había una cabeza de león en una pequeña fuente del parque central que tenía un tubito y de ahí escupía agua. El león del África ni tenía tubitos escupe agua y estaba completo y era un depredador que comía gacelas, que eran unos animales bellísimos, pero que, a pesar de su rapidez para correr, terminaba siendo la cena del león abusivo. El león del África real nada tenía que ver con el que veíamos en la pantalla del Cine Comitán, al inicio de las películas, el león de la Metro (así lo conocíamos porque era la entrada de las cintas de la Metro Goldwyn Mayer) era un león cansado, huevón, que sólo se concretaba a rugir, pero sin moverse, como si ya estuviera satisfecho de haber tragado a una cebra bonita. En cuarto de primaria aprendimos que más allá de Chacaljocom había más mundo, más allá de Tuxtla, más allá de México. Si alguien trepaba a un barco en Veracruz podía llegar a otro continente, al europeo, por ejemplo, que estaba todo pintado de azul, o al africano, que estaba pintado de rojo. Era un viaje de muchas horas de mareo y de vómito. Pensábamos que era mejor estar tranquilo en casa y conformarse con el león de la fuente del parque central (que ahora está todo sholco en el Tanque de Los Caballos) o con el león bostezador de la Metro. África estaba muy lejos. Lo que sí estaba cerca eran los africanos. No, no me refiero a los nativos de aquel continente, sino a los dulces que comíamos cuando había gasto y que eran deliciosos, siguen siendo exquisitos. ¿De dónde nos llegó el nombre de este dulce? Pues del África, de dónde más. ¿Por qué se llaman así? Ah, eso sí es un misterio. ¿Desde cuándo comenzó a llamarse así? Segundo misterio. Nosotros, así como aprendimos que había un continente africano, aprendimos que si íbamos a la tienda de doña Carmen Pijuy y pedíamos dos africanos, ella abría una alacena y, con una pinza, sacaba dos dulces del color del sol, de un amarillo que, en lugar de llamarse africano el dulce, bien podía llamarse asiático. Doña Carmen colocaba los africanos en una bolsa de papel estraza y nosotros dábamos la moneda a cambio. ¡Qué delicia! El africano, el dulce digo, es de una consistencia etérea, es abombadito. Si vos lo partís hallás que está vacío en el interior y la miel del dulce forma estalactitas y estalagmitas doradas, hilos amelcochados. Así como aprendimos que el continente pintado en rojo se llamaba africano, así, nuestras mamás y nanas nos enseñaron que ese exquisito dulce se llamaba Africano, y nosotros, sin tener culpas de antropofagia, decíamos con deleite: me comí dos africanos y nuestros ojos se estiraban como pozos de luz. Posdata: el africano está hecho con yema y azúcar. Jamás he entendido (ni entenderé) cómo es que le crece la pancita y queda hueco en el interior. Busco en mi memoria un dulce semejante y no lo hallo, bueno, sí, el turrón es primo hermano abombado, blanco, y, en el extremo cromático están los chocolates que también están huecos en el interior, pero rellenos de miel envinada. Tal vez algunas bolitas de los núegados se acercan a la consistencia de los africanos, pero no logran tal perfección. Por fortuna, los africanos los siguen haciendo en el pueblo. Algún día, algún hacedor de estos prodigios me platicará el proceso para lograr tal deleite, en sabor, en color y en consistencia. Ah, el africano se deshace, la estructura se deshace con generosidad adentro de la boca y toca las paredes de nuestras cuevas salivales, ahí el sabor se potencializa, cientos de granitos brincan con la misma emoción con la que nosotros los recibimos. Los nativos de aquel continente no saben que son tan ricos, tan buscados. Bueno, siempre existe el comentario entre algunas amigas que aseguran que los mexicanos no tienen nada qué hacer frente a los africanos. Ya no digo más. ¿Vos has comido africanos? ¿Algún africano te ha comido? Dije que ya no digo más.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LOS GLORIOSOS AÑOS SETENTA

Querida Mariana: mi compadrito Armando me envió esta fotografía. Es de enero de 1972. En algunos días, cumplirá ¡cincuenta años! ¡Cuánta vida, cuánta historia! Es un recibo de colegiatura del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz, que en ese tiempo daba servicio de primaria y secundaria. Ahora atiende más niveles: maternal, preescolar, primaria, secundaria, bachillerato y universidad. La alumna Elsa Josefina Barrios Gordillo, esposa de Armando, entregó en la administración del Colegio Mariano N. Ruiz la cantidad de sesenta pesos, por concepto de colegiatura correspondiente al mes de enero de 1972. Por sesenta pesos al mes, mi comadrita Elsa recibía clases de secundaria. El salario mínimo en Chiapas, en ese año de 1972, era de 30 pesos al día; es decir, Elsita usaba el salario de dos días para pagar su colegiatura. Para que tengás una idea, diré que en este año, el salario mínimo es de 172 pesos diarios; es decir, Elsita pagaba 344 pesos de los actuales. Cuando el padre Carlos fundó el Colegio lo hizo con el objetivo de servir a la comunidad, de dar oportunidad a todos los niños para que se educaran en una escuela con valores y excelencia en el conocimiento científico. La Asociación Civil sigue respetando su legado. En los años setenta hubo alumnos de escasos recursos económicos que no pagaban colegiatura. La condición socioeconómica no fue impedimento para que hoy sean profesionales exitosos. En este recibo está la firma de una persona apreciada en Comitán: la madre Sara, cuyo nombre es: Dolores de La Barreda Guevara, así lo dice su firma, firma que hacía con cuidado, dibujando cada una de las letras. Ella fue maestra del colegio, una verdadera maestra, te he contado que ella no desperdiciaba un minuto de clase. Sus alumnos tuvieron el privilegio de recibir, además de las materias curriculares, clases de caligrafía; es decir, ejercicios para tener una letra clara, como de arquitecto y no de doctor. Esto último es una bobera, porque hay arquitectos que garrapatean las letras y doctores que tienen una letra impecable. En fin, lo que quiero decir es que antes de la letra script (de molde) hubo la cursiva. Hoy todo mundo escribe la letra de molde, en alguna reforma educativa decidieron que algunos alumnos escribían la letra cursiva en forma ininteligible y sus textos eran incomprensibles. Algo de eso es cierto. Mi abuelita Esperanza me mandaba cartitas cuando yo estudiaba en la Ciudad de México y ella estaba acá en la casa de Comitán. Su letra era como dice Rosario Castellanos que era la suya, difícil de descifrar. Pero, quienes dominaban la letra cursiva realizaban verdaderas joyas. Por ahí tenemos documentos históricos escritos con una letra bella. La madre Sara tenía una letra elegante, En los años sesenta, en la Matías de Córdova, recibí clases de caligrafía. Los alumnos de entonces escribíamos letra cursiva, siempre he dicho que soy “bilingüe” en lectura, porque descifro la letra de molde y la cursiva. Los muchachos de hoy tienen problemas en descifrar un texto escrito en cursiva, ya nacieron con la letra de molde. Este recibo vale hoy más de los sesenta pesos que fue comprobante en 1972. Vale mucho más, tanto como si fuese un autógrafo de esa hermosa maestra. Conozco muchos ex alumnos que recuerdan con emoción y gratitud lo que hizo la madre Sara por ellos. Nunca le pregunté a ella por qué eligió ser Sor Sara, tal vez para que luego no le dijeran Sor Lola o para renunciar al Dolores que le marcaba de nacimiento. ¿Y el recibo en dónde lo imprimieron? Tal vez en la imprenta de don Chinto Naciff (qué nombre tan hermoso el de don Chinto: Jacinto. Pucha, ¡nadita!) Posdata: don Rami Ruiz, propietario de la Proveedora Cultural, fue alumno de Mariano N. Ruiz, en su escuela La Industrial, en algún momento de la historia fue impresor. La letra que ahora se enseña en las escuelas de México también se llama letra de imprenta, acá vemos el porqué. Cada una de las palabras está separada. La letra cursiva debía dibujarse. En la firma de la Madre Sara se ve la delicadeza. Cualquiera diría que es letra de molde, porque son iniciales, pero a la hora de escribir el “de la” se ve la unión de ambas letras. Los textos que presentan los alumnos de hoy son más comprensibles, es cierto, pero carecen de la belleza de la letra dibujada que aprendimos quienes recibimos lecciones de caligrafía.

martes, 28 de diciembre de 2021

MUJER LLENA DE BURBUJAS

A veces divido el mundo en dos: ayer lo dividí en: mujeres que tienen aroma a “Charrito” y mujeres que tienen aroma a champán. Alfonso dice que conoció a una mujer champán en Comitán, la pregunta que le hizo fue: ¿vos has visto alguna vez a un hombre que termine arando de bolo por beberme? ¡No!, respondió de inmediato. Alfonso no dijo más, pero debió decir que jamás había estado en ambientes donde los meseros ofrecen una copa de champán y un panecillo con caviar. La mujer champán es discreta, sugerente, exclusiva, es burbujeante, despierta la línea de la vida sin torcerla. La mujer champán está hecha de uvas, el vino de consagrar también está hecho de uva, pero hay una gran diferencia. La mujer champán es resultado de tres uvas exquisitas. En Comitán usamos la palabra supia para nombrar el olor pestilente que expide una persona que tomó trago un día antes. El amado de la mujer champán jamás apesta, el aroma después de haber decantado a su amada es seductor, el mismo que expide la flor que atrae al colibrí. La mujer champán convierte en sepia el burdo supia, en sepia de nostalgia, de recuerdo sublime. Está hecha de la misma uva con que se prepara el vino de consagrar, pero ella no participa en rituales comunitarios, ¡no!, ella siempre es la imagen central de la ceremonia más íntima, la que se da entre dos esencias. Es embriagante, espumosa, osita llena de espuma de mar, de aire, de luz. Como la poesía, no todo mundo sabe beberla. Sólo los expertos conocedores del infinito saben reconocer sus dones, los brillos que alimentan la madrugada. Es mujer cuyos blasones están impregnados de Nobleza, con mayúscula. No necesariamente navega en lagos Reales ni sus hilos tienen la pureza del oro. En ocasiones se mueve en territorios donde el vulgo se arracima, donde el aroma dominante no tiene el sepia del agua clara; pero, su línea de luz la distingue, la hace levitar, volar sobre una nube que está por encima de los que se orinan en los postes, las que se dejan manosear por debajo de las mesas, las que no saben que tienen alas; las que no distinguen las puertas abiertas de las jaulas donde permanecen. La mujer champán es exquisita, el color de su piel tiene la transparencia del alba, del ámbar, de la pureza del ángel. Sólo hace maridaje con caviar, con las esencias divinas, las que están hechas con notas de Bach, con colores de Rembrandt; su bordado está hecho con palabras dictadas por Saramago y por Vargas Llosa; su manto tiene la transparencia del que cubre el rostro del misterio. En sus ojos se posa el ave de la bienaventuranza, sus manos están llenas de la rosa de Martí, del aire de Sabines, de la cebolla de Neruda, de la rayuela de Cortázar, del farolito de Lara. Cuando ama el mar se abre en dos y el Moisés de su vientre mece la criatura del viento, la más sutil, la más amada, la que, como ola, se revuelca en la arena. No duda en alguno de sus pasos, ni titubea a la hora de rezar ante la montaña sagrada. Reconoce, en cada uno de sus movimientos, lo lejano del sol y la luna y la cercanía entre sus pechos y la mano que los acaricia, los labios que los chupan, la lengua que los lame, el miembro que los bendice. Ella llama pan al pan y sirviente al vino de consagrar, porque todas las demás bebidas deben postrarse ante ella, como el siervo se hinca ante su reina. El día (la tarde) que Alfonso probó unas gotas soberbias de la mujer champán, en Comitán, reconoció la diferencia entre los conceptos parecidos: cielo y suelo. Supo que hay años luz de diferencia entre ella y la mujer Charrito, la que exhala supia, la que, en lugar de mar de aire, es mero charco de agua infecta, vil bache ahogado en cualquier calle. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que saben a romeritos y mujeres que huelen a romero.

lunes, 27 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON RECUENTO

Querida Mariana: decimos que esta época es de recuentos y agradecimientos, tanto a nivel personal como empresarial. Las empresas hacen el recuento de los logros y brindan jubilosos si lograron las metas propuestas; lo mismo hacemos las personas, al final agradecemos los dones recibidos. En ARENILLA Revista nos sentimos orgullosos por los logros alcanzados y agradecemos la complicidad de nuestros patrocinadores y de nuestros lectores. Trabajamos con intensidad y pasión durante todo el año. No descansamos. Incluso ahora en temporada de vacaciones seguimos laborando, preparamos muchas nuevas propuestas, ya te iré contando poco a poco. Todo lo hacemos para compartir luz con nuestra sociedad, todo lo hacemos en nombre de este pueblo maravilloso que, como hemos dicho en muchas ocasiones, sólo merece esencias buenas, a la altura de su prestigio y de su destino de grandeza. Comitán es una de las tierras más sublimes del mundo, del universo y más allá. Los comitecos nos sentimos orgullosos de nuestra pequeña parcela, por eso muchos paisanos la cultivan con amor y pasión. Nosotros somos de este grupo: sembramos renuevos para que las criaturas crezcan en un entorno alegre, juguetón, armonioso, pacífico; que crezcan en un espacio con desarrollo positivo, pleno de valores humanos. Dentro del recuento tenemos dos propuestas que aparecieron en la ventana cibernética en estos últimos días del año: Platicatorio y Vuelo de Colibrí. En el primer programa platico con invitados (hombres y mujeres) y en el segundo, Paty Espinosa, nuestra editora ejecutiva, platica sólo con mujeres, porque el vuelo de colibrí es esencialmente una esencia femenina, creadora; la polinización tiene la bendición que alimenta la madrugada. Apenas hemos presentado el primer Vuelo de Colibrí y ya el cielo se llenó de luz. El programa inaugural fue con Nancy Padilla Serrano, quien, a través de una plática íntima, inteligente, propositiva, compartió con la audiencia su testimonio de vida. En cada vuelo el aire se llenará de luz, porque cada invitada de Paty comparte una historia de vida, una experiencia única. Esta ventana habla de la participación de las mujeres en la sociedad actual. ¿Quiénes siembran luz en estos tiempos? En Vuelo de Colibrí hay testimonios de algunas mujeres que cumplen con su destino de grandeza, son mujeres de estos tiempos liberadores y propositivos, son mujeres que están haciendo la diferencia, que están marcando la historia. En el 2021 seguimos abriendo ventanas para que circule el aire limpio. ¡Aire es lo que ha definido en mucho este tiempo de pandemia! Quienes se han enfermado con el virus solicitaron aire, el aire que nos ayuda a vivir; los sobrevivientes valoran, ahora más que nunca, ¡el aire! Aire puro llevamos, en forma sencilla, a todos nuestros lectores y escuchas, porque, ¡nadita!, ahora tenemos podcast, para que el mundo tenga propuestas inteligentes. En el 2021 iniciamos Vuelo de Colibrí para que la audiencia reconozca los sembradíos femeninos, los que están llenos de colores y de aromas, los que poseen el mojol de la gracia divina, los que generan vida a través de las ideas. Acá están mujeres de estos tiempos, ellas comparten sus pensamientos, sus ideales y sus sueños; comparten las vivencias difíciles y sus luchas para justificar sus vidas supremas. Llegó el fin de año; hacemos recuentos y damos agradecimientos. Cumplimos, le cumplimos a nuestros lectores y escuchas, le cumplimos a Comitán, a la región, a Chiapas, a México, al universo; lo hicimos de la mano de nuestros colaboradores e invitados; lo logramos gracias a la generosidad de nuestros patrocinadores y de nuestros lectores. Posdata: en este recuento incluyo y valoro tu lealtad, mi niña bonita. En este agradecimiento te incluyo al lado de mi gratitud hacia Dios por enviarme salud y permitir que siga trabajando sin descanso. Dije que trabajamos en esta época de vacaciones, lo hacemos, porque, por fortuna, hemos logrado alcanzar el ideal de que nuestro trabajo es goce, como si estuviéramos en la playa y tomáramos un coco. Nuestra satisfacción es la aceptación de la sociedad. Nuestra felicidad es entregar productos culturales de calidad. Comitán no merece menos.

domingo, 26 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE HAY MIRADAS ESPECIALES

Querida Mariana: disculpá, pero así somos los comitecos: ¡geniales! Carlos Gordillo (quien toma las fotografías de portada de nuestra ARENILLA) obtuvo este reconocimiento. ¡Nadita! El papá de Carlos también es genial, creció en una ranchería y ahí se deslumbró con el sonido de la armónica (violineta, le decimos en Comitán). En la noche escuchaba el sonido triste de la armónica volando entre los pinos y acariciando el espíritu de los campiranos. El 13 de diciembre fue su cumpleaños, le hice una llamada y le dije que no podía hacer lo que él hace: tocar las mañanitas con su violineta, pero se las canté con mi voz endeble. Ahora hago lo mismo para su hijo: Carlos. No es su cumpleaños, pero este reconocimiento internacional merece que cantemos la de Violeta Parra que dice: “Gracias a la vida que me ha dado tanto. / Me dio dos luceros que cuando los abro / perfecto distingo lo negro del blanco…” Canción bellísima que hoy dedicamos a Carlos, uno de los grandes fotógrafos de Chiapas. ¡Que suene la violineta! ¡Que suene Violeta Parra! Demos gracias a la vida por todos sus dones, la celebremos alzando la copa, sonriendo. Celebremos a nuestros grandes fotógrafos. Carlos es integrante de un grupo de fotógrafos geniales de este pueblo. En estos maravillosos tiempos ellos se han dedicado a hacer el álbum testimonial más bello. Si de algo no nos podremos quejar será el testimonio gráfico que nos legan los maravillosos fotógrafos, sus miradas hacen eternos los instantes, pero los hacen en forma sutil y bella. Como bien dice la gran Violeta Parra: la vida nos ha dado tanto. Cuando tomamos conciencia de ello, vemos el alud de bendiciones. Nosotros, legos, tenemos los ojos para admirar el trabajo de los artistas visuales; y éstos, Carlos incluido en los primeros lugares, tienen la mirada privilegiada. Sus ojos son ventanas que captan la esencia de la luz y nos la regresan para que cantemos jubilosos. Sí, cantemos, bebamos, brindemos por la generosidad de nuestros artistas, por su mirada certera, por su habilidad para estar en el lugar exacto en el instante preciso. ¡Ah, qué orgullo al saberlos exitosos! Cuando vi el reconocimiento para Carlos me sentí feliz por nuestro pueblo. Carlos es continuador de la gran tradición cultural de este pueblo. Él es rama de una inmensa ceiba que ha prodigado arte a la región. Él, como dice Violeta, recibió dos luceros que cuando los abre, perfecto distingue lo negro del blanco, pero él, artista innato, va más allá, sabe en qué instante el negro y el blanco logran la armonía plena, inédita. La fotografía con la que logró el reconocimiento para ser finalista y parte de la Selección Oficial del Sexto Concurso Internacional de Fotografía FFIEL 2021 es una toma en blanco y negro. La foto completa es prodigiosa, acá se observa, en la hendija del logotipo, un fragmento de ella. ¿Ya viste? Aparte de la belleza plástica de la imagen es síntesis de un cachito del carácter del comiteco: la mujer, en un ventanillo, observa desde adentro los sucesos de la calle. Ahora, en muchas residencias hay cámaras de vigilancia, los propietarios desde las pantallas de su celular pueden ver el movimiento de la calle. Pero, cuando no había esas cámaras, las personas hurgaban (jurgaban, dicen en el pueblo) lo que pasaba afuera, bastaba abrir el ventanillo o hacer un ladito a la cortina de la ventana, para practicar uno de los oficios más antiguos del mundo: el voyerismo. ¡Qué alegría! Que suene la violineta, el tambor y pito, las chirimías. Celebremos la vida que Violeta nos enseñó a apreciar; demos gracias a la vida por los dos luceros que, cuando los abrimos, nos permiten distinguir el negro del blanco y la belleza de las creaciones artísticas de nuestros artistas comitecos. Posdata: Carlos es uno de los grandes. Por fortuna, en este pueblo tenemos muchos grandes, enormísimos fotógrafos, que nos obsequian el producto cultural de sus miradas prodigiosas, que hacen que este pueblo se sienta chento de ser cuna de ellos. Benditas miradas de ojos hurgones, metiches, traviesos, geniales. ¡Felicidades! ARENILLA Revista se siente chenta al ver que uno de sus colaboradores es reconocido por su arte, en una competencia internacional. ¡Nadita somos los comitecos!

sábado, 25 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA MIRADA

Querida Mariana: vi la fotografía y no dudé: la mirada es impactante. He sido alumno y maestro. No recuerdo haber mirado así cuando fui alumno; no recuerdo haber visto esta mirada en algún alumno: una mirada atenta, curiosa y, a la vez, llena de misterio. ¿Así ven los gatos? ¿Siempre? Existe el dicho que dice: “la curiosidad mató al gato”; es decir, los gatos son curiosos por naturaleza. Entiendo que el dicho expresa que el gato, por curiosidad, se atreve a territorios donde peligra su vida. ¿Sabrá el gato que posee siete vidas y por eso es atrevido? Rocío dijo el otro día que los gatos comitecos tienen nueve vidas, ¡nueve!, una por cada estrella de Balún Canán. Nada sé, lo único que sé es que cuando vi la fotografía casi casi puse mi mirada como la que acá se ve, pero, por supuesto, jamás un ser humano logrará esta rotundez de mirada. Ahora, los chavos dirían: “quedate con alguien que te mire así, por siempre”. Vos sabés que a mí me encanta mirar. La vista es uno de los sentidos que más aprecio en la vida, porque es a través de mis ojos que puedo ver cine, leer, apreciar la vida que pasa en la banqueta, en la calle, en los cafés, en los mercados. La vista me permite mirar el vuelo del colibrí retando el prodigio. Con mis ojos recorro las paredes, las ventanas, y si las ventanas me lo permiten hurgo en el interior de las casas, para ver la cotidianidad de las personas, de quienes no se saben vistos y realizan sus actividades del día a día, que son impresionantes: el niño que juega con un carrito en la arena; la niña que arropa a su muñeca con un chal; la abuela que, en su mecedora, borda una tela; el abuelo que dormita en el sofá, la muchacha bonita que entra al baño para hacer pis, el tío que baja la mano para encontrar la botella de ron debajo de la cama. Los expertos dicen que los ojos son el espejo del alma. Ah, ya quiero ver a esos expertos haciendo la lectura de los ojos de este gatito. Los quiero ver jalándose de los cabellos, porque no pueden descifrar el enigma de esta mirada. Si pienso en un muchacho puedo decir que su mirada se acerca a la de este animalito, a la hora que mira a una chica quitándose el sostén para ponerse la playera del pijama antes de meterse a la cama. Y sostengo que se acerca, porque nunca, insisto, he visto una mirada humana con tal intensidad. Y traté de llevar mi ejemplo al extremo, porque un muchacho está más atento a la hora que ve a una chica en el baño que a la hora que el maestro Molinari presenta un poema de Sabines en el pizarrón. Yo haría lo mismo, hago lo mismo. ¿Qué mirada tiene un fanático a la hora que ve a Messi haciendo el último pase para anotar el gol? ¿Qué mirada tiene el cinéfilo a la hora que Superman entra a la cabina telefónica y se pone el uniforme rojo y azul para volar hacia donde el puente se está fracturando? ¿Qué mirada tiene el hijo a la hora que, sentado a la orilla de la cama, sostiene la mano de su mamá y presencia el último aliento antes de entrar al terreno de la muerte? ¿Qué mirada tiene el niño a la hora que abre el regalo que le dejó el Viejito de la Nochebuena al pie del árbol navideño? Todas son miradas diferentes, pero, ¡segurísimo!, ninguna tiene esta fijación. Acá no hay un solo titubeo, nada impide la focalización total. Acá, el gatito está en la parte posterior de un estante que sirve para sostener libros (es uno de sus lugares favoritos). Él jugaba a mover libros o a sacar la manita para arañar al que desea bajar un libro, pero en este instante mágico algo sucedió en otro lado y el gatito desvió su mirada y la fijó en ese espacio. Nada lo interrumpió. Este gatito, nunca dejo de pensarlo, es pariente de la pantera, del tigre y del león. Pienso que los parientes mayores deben tener la misma mirada cuando una gacela se pone frente a ellos, sus ojos son como una red donde atrapan los movimientos de la presa, la mirada de los felinos es cazadora por naturaleza. En casa no hay gacelas ni ñus, pero sí llegan moscas y mariposas y colibríes. Tal vez, digo sólo que tal vez, alguna mosca pasó volando y el gatito concentró toda su atención en el objeto de su deseo. Posdata: si cuando le leés un poema o le mostrás una escena de película tu novio pone diez por ciento de esta mirada de atención ¡quedate con él! Una mirada atenta dice mucho. Acá dice mucho del mundo animal, también del mundo humano. Jamás, en mis sesenta y cuatro años de vida, he presenciado tal mirada de atención en un ser humano, como que no poseemos esta capacidad de atención o lo que está alrededor nos atrae. Entiendo que cuando hablo de literatura un muchacho prefiera ver la muchacha bonita, con jeans ajustados, que pasa por el corredor, pero no justifico que la atención se pierda por el simple vuelo de una mosca. Aunque ahora reculo, porque si pusiéramos atención como el maestro de Karate Kid otro gato nos cantaría.

viernes, 24 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON PRESENTES

Querida Mariana: los obsequios también se llaman presentes. A veces pienso que deberían llamarse Futuros. ¿Qué compraste para navidad? ¡No! No estoy metiéndome en vidas privadas. ¿Cuántas personas en Chiapas compraron libros para regalar la noche del 24? Sé que, salvo gloriosas excepciones, los chicos no piden libros a Santa Clos (El viejito de la Nochebuena, en Comitán). Los chicos piden juegos electrónicos, celulares, consolas y tabletas (pero no tabletas de manía). Vos y yo, y miles y miles de personas, conocemos las virtudes de la lectura; asimismo reconocemos la dificultad para sembrar el hábito de la lectura. A los niños les encanta jugar (bueno, hay excepciones), si aparece un balón todos corren detrás de él. ¿Cuántos corren detrás de los libros? Acá, perdón por la bobera que diré, lo que debemos hacer los viejos es propiciar el juego; es decir, poner el balón y el libro cerca de ellos. Sabemos que el balón ganará siempre (con sus excepciones), pero una vez agotado el juego de la pelota, si el libro está cerca, el niño lo tomará. Lo importante, entonces, es propiciar la ocasión. No hay juego de pelota si no hay pelota, no hay juego lector si no hay libro. La pelota debe ser adecuada a la edad del niño. Si a un niño de tres años le damos un balón profesional de básquetbol le provocaremos una desazón. Lo mismo sucede con la lectura. Para sembrar el maravilloso hábito de la lectura debemos dejar libros ilustrados a su alcance. Se dice que el Siglo XXI es el siglo de la imagen; en realidad, la imagen ha sido elemento importante de la cultura de las sociedades. En los libros de Historia del Arte podemos apreciar las imágenes geniales que plasmaron los antiguos en la cueva de Altamira o de Lascaux. Los espectadores de los siglos siguientes nos hemos dedicado a leer esas figuras, a darles significados a través de las palabras. A mí, lo sabés, me seduce el cine, por su capacidad para contar historias a través de imágenes con movimiento y sonido. ¡Ah, qué invento tan genial! Pero comencé mi aventura lectora con un pequeño librincillo que tenía imágenes; el siguiente paso fueron los ahora llamados cómics (revistas ilustradas a las que les llamábamos cuentos). Los padres que ahora, al lado del celular, de la consola y tableta, incluyen una pelota y un libro ilustrado compensan la balanza del porvenir de sus hijos. El ideal de estos tiempos sería que los niños jueguen los juegos de este siglo, pero que también jueguen los tradicionales juegos de todos los tiempos. Que los padres de familia hagan presentes pensando en futuros. Los expertos nos han dicho que los juegos de estos tiempos son temporales. Los juegos que jugamos los niños de mi generación fueron de riego, nunca pasaron de moda, nunca se echaron a perder con la frecuencia con que se perjudican los juegos actuales. Tengo amigos que aún conservan los muñequitos que acompañaron nuestras tardes de juego, un poco descascarados, pero ahí están. La mayoría de videojuegos de los años ochenta ya pasaron a mejor vida. ¿Quién juega ahora el Pac-Man? Ahora los adultos juegan el Pack-Men. Me siguen gustando los libros ilustrados, disfruto los cómics, y, sobre todo, disfruto la lectura de libros de cuentos y novelas. He sido lector durante muchos años, he sido feliz. Por eso, siempre, igual que el basquetbolista y el futbolista, procuro compartir ese gusto para que otros también sean felices. Vos sabés que en nuestra revista ARENILLA en cada número publicamos un cuentito, patrocinado por la Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos. Soy feliz cuando veo que los papás leen el cuentito al lado de sus hijos. Mi amiga Mónica me dice que cuando aparece la revista la guarda en su librero, pero en la noche de ese mismo día la baja y a la hora que su hija se acuesta abre la revista, busca el cuentito y se lo lee. Lo mismo hacían mis papás conmigo, lo mismo han hecho miles y miles de padres de familia durante todo el tiempo. Posdata: han pasado siglos, pero los seres humanos seguimos pintando imágenes, compartiendo historias. Los avances tecnológicos son deslumbrantes, pero seguimos usando colores de la tierra y pinceles con cerdas de animales. Los seres humanos seguimos soñando, hallamos felicidad en las historias que nos comparten los autores, los escritores y los sensacionales ilustradores. Lo ideal es que, en la caja de la consola, del celular, de la tableta, agreguemos una pelota y un libro ilustrado, hagamos futuros no sólo presentes.

jueves, 23 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON ARROZ

Querida Mariana: me sorprendió la primera vez que lo vi. A la salida del templo, los amigos de la pareja recién casada aventaron arroz a los novios. Todo tiene un símbolo, todo es parte de un ritual, pero a mí me sorprendió que la gente tirara el arroz, cuando en casa mis papás me decían que no debía dejar ni un granito de arroz en el plato y mucho menos tirarlo. ¡Algo andaba mal en el mundo! Ayer, mi amigo Héctor (lo celebro) me dio la noticia de un proyecto aceptado y dijo: “Este arroz ya se coció”. El arroz es un alimento que nos llegó de China (tal vez en la Nao), pero los japoneses lo llevaron al grado supremo al crear el sushi (que Carlos y Silvia preparan con excelencia, en La Casita). Pues resulta que este alimento es parte importante de nuestra cultura. ¿En todos los países avientan arroz a los recién casados? No lo sé. Qué mal mensaje. ¿Por qué se hace? Busqué en el Internet y encontré que se acostumbra hacerlo para desear prosperidad y fertilidad a la nueva pareja. No sé vos, pero pienso que el mensaje no es el adecuado, tal vez por eso muchas parejas no logran prosperidad y son infértiles. Pienso que el ritual sería otro, no sé, tal vez tomar un puñito de arroz y colocarlo en la cesta que llevan los novios entre las manos. ¿Aventarlo? Es una muy mala lectura para el universo. A mí me gusta comer el arroz integral, los que saben me han dicho que es más sano. El otro día vi un documental donde explicaban la diferencia entre el integral y el blanco. ¿Sabés en qué radica la diferencia? El blanco pasa por un proceso de pulido. ¿Para qué? Los que saben me dicen que el integral conserva todos sus nutrientes, en cambio, el blanco, a la hora de pulirlo le quitan esa riqueza. No entiendo. ¿Por qué decimos “este arroz ya se coció”, para expresar que un proyecto, gracias a Dios, salió bien? El arroz cocido ¿fue blanco o integral? Si fue blanco salió bonito, pero menos nutricio; espero que el arroz de Héctor sea integral. Decimos esto porque cocer arroz no es cosa sencilla. Los españoles tienen un término, socarrat, para nombrar al arroz chamuscado, el que queda pegado en el fondo de la olla. A mi papá le encantaba comer el arroz chamuscadito, a mí también. A alguien que le salió bien su proyecto, ¿puede decir “este arroz ya se coció, bien chamuscadito”? Algo tiene el arroz que nos seduce. Nadie dice: “este frijol ya se coció”. El actor mexicano Mauricio Garcés, que fue famoso en los años setenta, decía: ¡Arroz!, para decir que la chica tenía muy buen ver y mejor comer. Sé que, a pesar que vos sos muy joven, no debería explicar lo de Mauricio, porque sos como Carlos Fuentes o Carlos Monsiváis, que sabían todo del cine mexicano. El “¡arroz!”, de Mauricio Garcés, se volvió popular. No he hallado información fidedigna acerca del motivo por el cual el tal Garcés decidió decir arroz, en lugar de tomate o perejil. Bromeo. Pero lo que sí usan algunos compas es lo de mango, para expresar lo mismo. Alberto, imitando a Mauricio, pero dándole su nota personal, cuando pasaba a nuestro lado alguna muchacha bonita, decía: “¡Mango!”, estiraba la a y entrecerraba los ojos, como si fuera japonés come arroz. ¿Recordás a Malenita? Ella tenía una perrita que bautizó con el nombre de “Oticorra”. Igual que a vos, me extrañó el nombrecito, original, pero extraño. Malenita dijo que lo leyera de atrás para adelante. ¡Claro! ¡Arrocito! Y ella fue quien me dio una versión acerca de la palabra ¡Arroz!, que mencionaba Mauricio, me dijo que leyera arroz de atrás para adelante. ¡Uf! Tremendo. Posdata: me acostumbré a no desperdiciar la comida, a valorar cada grano. ¿Tirar arroz? No es grato al universo. Preferible poner un puñito en manos de los recién casados: “Que la prosperidad siempre esté en vuestro hogar”. Así ya tienen para comer el primer día y el novio constatará si la novia sabe cocer el arroz o se le quema.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON PASTELITOS

Querida Mariana: antojo para navidad. Sé que a vos no se te da la repostería; es decir, no se te da preparar postres, pero bien que se te da comerlos. Bueno, hay millones en el mundo que se desgajan salivando cuando aparece un pastelito. Acá mando fotito de pastelitos (sólo foto, porque mi Paty y mi mamá ya los disfrutaron). Con una excelente presentación, como presagio del sabor. He dicho que a mí me encanta hallar negocios y empresas con nombres propios. Acá, la repostería creativa se llama Malicha, que es el nombre con el que amigos y familiares reconocemos a mi comadre Malicha TorresValle. Nos conocemos desde hace años, desde el primer día se mostró afectuosa y simpática. Durante varios años laboró en el Conalep, de Comitán, pero cuando (con toda justicia) se jubiló no se cruzó de brazos, ¡no!, comenzó a elaborar gelatinas riquísimas, con muy buena presentación. Mi comadre sabe que “de la vista nace el amor”; y ahora, su negocio, después de años, ya es una empresa exitosa. ¿No se te da la repostería, pero te encantan los pastelitos? Pues no lo pensés dos veces, agarrás tu celular y hacés una llamadita al teléfono que aparece en la etiqueta y adquirirás pastelitos ricos y bien presentados, serán el complemento perfecto para la cena navideña. ¿Con quiénes convivirás en esta navidad? Sí, lo sé. Me da gusto, sólo con tus papás. La pandemia exige y recomienda prudencia y cuidados. Me contaste que tu novio estará con sus papás, cuidándose de igual manera, y en compañía de tu cuñado, quien llegó de España y estuvo aislado durante catorce días para integrarse a su familia a partir del 16. ¡Bendito Dios! Que todo sea para bien. Para bien, asimismo, ha sido la labor de hormiguita de mi comadre, quien disfruta, desde hace muchos años, la repostería. Insisto en el tiempo, porque ahora, con la llegada de la pandemia, muchas personas (en todo el mundo) emprendieron negocios de alimentos para ayudar a la economía familiar y eso me parece una de las grandes bendiciones de estos tiempos inciertos. Quienes tienen el don de la cocina lo ponen al servicio de quienes no lo poseen, pero les encanta comer antojitos exquisitos. Mi comadre Malicha lleva años en la repostería, inició vendiendo con amigos y vecinos, pero ahora ya los ofrece en forma general. Vos sabés que no como alimentos preparados con lácteos o con azúcar, pero antes de esta dieta bendita tuve la oportunidad de probar las gelatinas, creación de Malicha. Vos y yo hemos disfrutado la presentación de esas roscas transparentes llenas de color y de formas realizadas con pedazos de fruta. Esas gelatinas hacen la delicia de chicos, grandes y medianos. Me convertía en un niño y me sorprendía ante esas delicadas formas. No sé, pero no recuerdo otra transparencia tan sublime como la que se da en gelatinas. Dije el otro día que celebro la vida; ahora la celebro con los pastelitos que prepara mi comadre, lo hago desde mi ventana virtual; celebro que comparta su gusto y amor por la repostería, que todo lo prepare con pasión. Celebro la oportunidad de contar con el afecto de sus hijos, quienes, sin duda, heredaron el entusiasmo por la vida que despliega su mamá. Dejó el traje sastre en el departamento administrativo del Conalep y se puso el mandil para administrar la cocina. Como cientos de comitecas valiosas, ella siempre ha tenido puesto el mandil del trabajo, que diría el poeta: fecundo y creador. Su negocio no tiene pierde, se llama como se llama ella: Malicha. Esta decisión fomenta la tradición de nuestro pueblo, donde los nombres propios fueron cercanos a nuestra memoria. De joven compraba nieve con don Agus; de niño compraba juguetes en la tienda de doña Angelita; de estudiante compraba libros con don Rami Ruiz (sí, sí, su negocio se llamaba como se sigue llamando “Proveedora Cultural”, pero todo mundo decía que sus cuadernos, lápices, mochilas, papel crepé, pelotas, periódicos, libros y revistas, los compraba con don Rami). Posdata: no lo pensés dos veces. Echá una llamadita al teléfono de “Malicha”, tal vez todavía consigás ricos pastelitos para la cena navideña. Recibí mi cariño, mi niña querida; el mismo cariño que mando a mi comadre y a todos mis amigos lectores.

martes, 21 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON PALABRA DE USO REGIONAL

Querida Mariana: la palabra achigual es una palabra que sólo se usa en la región. Si decís la palabra en el norte del país debés dar su significado, decir que achigual se refiere a los desperdicios de la comida. Por lo regular, antes (no sé ahora) era la comida que le daban a los cuches que estaban en el sitio. Todas las sobras de la comida se tiraban en una cubeta y cuando ésta ya tenía una cantidad suficiente, los sobrantes se echaban en el chiquero. Ahora que escribí la palabra achigual en el procesador de textos apareció una rayita roja, la que indica un error. No es una errata, sucede que el diccionario del chunche electrónico no la reconoce, porque no la tiene registrada. Esto que parece ser una intrascendencia resulta una genialidad. El escritor Julio Cortázar llamaba Cementerio al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, porque contiene muchos términos que están enterrados desde hace siglos. El único diccionario viviente es el que usan las personas en su día a día. Aunque hay que decir que nuestro diccionario vital cada vez es más pishcul, porque nuestro morral lingüístico tiene huecos donde las palabras se diluyen como si fuesen arena. Digo que es una genialidad, porque nos indica que cada persona posee un diccionario personal exclusivo. Vos ignorás alguna palabra favorita de tu novio y viceversa. Los estudiosos de la literatura han descubierto (no es el hilo negro) que los poetas tienen preferencia por ciertas palabras y las emplean en muchos poemas. Cuando platicamos con amigos aparecen términos que no reconocemos. En nuestra mente aparece una rayita roja, que indica dos cosas: o la palabra está mal empleada o no es parte de nuestro conocimiento. A mí siempre me brinca la palabra “acompletar” que utilizan muchas personas. No, no. El verbo es completar quiero decir, pero entiendo que es un término no prestigioso que aprendieron en algún momento y lo dejo, porque sé que hay muchos que lo emplean. Ahora, como hemos platicado, en cuestiones de lenguaje ya no se vale decir que está bien dicho o mal dicho. ¡No! Ahora los lingüistas dicen que un término es prestigioso o no prestigioso, y si en una comunidad lo emplea la mayoría se convierte en prestigioso. La palabra achigual se sigue empleando en Comitán. Hay un portal electrónico que así se llama. La imagen de dicho portal es un cuch vestido de etiqueta, como diciendo que hay de cuches a cuches. Como dijimos, achigual es el desperdicio, las sobras, el alimento de los puercos, de los cerdos. No es algo agradable, porque es una mescolanza de todos los sobrantes alimenticios. Digo (lo consulté en el Internet) que el término se emplea en varias regiones del sur del país y tiene su origen en una palabra náhuatl: tachigual. Según Marcos Becerra (maestro del lenguaje), los hablantes del náhuatl usaban la palabra para designar “los residuos que resultan de las rebabas de la masa de maíz a la hora de producirla por medio del metate”. ¡Ya! Eran todos los sobrantes de la rebaba de la masa que utilizaban para alimentar a los cerdos. Por derivación en estos lugares se llamó así a todos los sobrantes de la comida. Tenés razón, querida mía, el achigual es una sustancia desagradable. Las sobras de la sopa van a dar a la cubeta, y a la misma cubeta van a dar los sobrantes de los frijoles con chorizo, la tortilla seca, el chicharrón, el arroz y mil cosas más. ¡Qué asquerosidad! ¡Delicia para los cerdos! Posdata: en varios momentos he escuchado que algunos paisanos usan el término para decir que algo es una mescolanza infecta. En el diccionario de la “Rial” Academia de la Lengua Frailescana aparece el siguiente ejemplo: “en la Escuela Federal beben agua de achigual”. ¡Padre eterno! Ya imagino a los padres de familia preocupados porque sus hijos no beben agua más o menos potable, casi casi beben lo que beben los cuches (espero que con esta denuncia las autoridades educativas hayan procurado contenedores de agua potable para los alumnos de la Federal).

lunes, 20 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON SANTORAL ACTUALIZADO

Querida Mariana: Lucía dice que San Antonio ¡es la onda! Agarró la imagen del santo, la colocó de cabeza en el oratorio de casa de la abuela y una semana después apareció Juan, quien, dos días después le dijo que fueran novios y comenzó a darle besitos en el cuello y su mano se volvió gusanito caminando por los muslos y más arriba. Pero Eugenia dice que es una pena que San Antonio no sea un santo integral, holístico. En cuanto hace su chamba de conseguir novio a la peticionaria, como vil Poncio Pilatos, se lava las manos y se retira. ¿Y qué pasa con las etapas posteriores? ¿A qué santo se pone de cabeza cuando comienza la celotipia? ¿Cuál es el santo que evitará el divorcio? ¿El que hará que el divorciado no se haga tacuatz y pase la pensión completa para el sostenimiento de las bendiciones? Romeo también está de acuerdo con Eugenia, incluso va más allá, dice que el santoral católico no se ha actualizado, debería tener santos para ponerlos de cabeza para solucionar tanto problema que pone de cabeza el mundo. San Antonio tiene el síndrome de las novelas y películas románticas donde aparece la palabra FIN en un color rosa bien bonito. Estas novelas y películas no cuentan qué sucede cuando vienen las broncas mayores y los pleitos y el tiradero de trastos sobre la cabeza del marido infiel. Todo termina con un grato sabor. La vida no es así, el romanticismo de la primera etapa de noviazgo se topa con el muro de la realidad. Resulta que el mundo no es de color de rosa, a veces es color gris y, en ocasiones, qué pena, es color rojo. Hace falta un santoral más efectivo, como dice Lucía ¡santos que sean la onda! Santos prácticos, que vayan acorde con los tiempos presentes. Vivimos en una era cibernética. Romeo pregunta si ya hay plataformas para hacer la confesión a distancia. Existen transmisiones de misa por televisión. Eso es genial. Mi mamá, en esta etapa de confinamiento por el coronavirus, ve y escucha la misa todas las tardes. Mientras trabajo, querida mía, me toca escuchar parte de ese ritual que me ha acompañado desde siempre. Mi mamá y yo y mi Paty nos damos el saludo de la paz. Veo que el sacerdote invita a los fieles que acuden a la misa presencial pasar a dejar su limosna en cestos que están al frente, pero, además, invita a los miles y miles de fieles que ven la misa por televisión a que hagan sus donativos mediante chunches electrónicos, que hagan transferencias. Por eso Romeo dice que en los centros comerciales, aeropuertos, restaurantes, salas de cine, debería haber máquinas “volteadoras de santos”. Así como uno introduce una moneda para adquirir una bolsa de Sabritas, una cajetilla de cigarros, refrescos, jugos, condones y cubrebocas, los fieles podrían introducir una moneda para elegir el santo que remedie la necesidad. ¿Necesitás novio? Meté cinco monedas de a diez pesos y poné de cabeza a San Antonio. ¿Estás viendo puro bobo en tu entorno? Meté cinco monedas de a diez pesos y poné de cabeza a Santa Lucía. ¿Querés tener dinero? ¡No metás moneda alguna! ¿Querés tener éxito en las ventas de tu novela más reciente? Meté cinco monedas de a cinco pesos y poné de cabeza a San Juditas Tadeo, quien es el efectivo para las causas difíciles, casi imposibles. Santos para remediar los problemas actuales, los prácticos. ¿Cómo evitar que se vaya la energía eléctrica y a la hora que regrese no pase a quemar el refrigerador, la computadora y la televisión? ¡Vivimos en medio del averno tecnológico! Los demonios del siglo XXI nos hacen mil travesuras y no hay santo que nos proteja, no hay santo para ponerlo de cabeza y que haga el milagro. ¿A qué virgen pone de cabeza la muchacha bonita que observa que su periodo menstrual ya pasó y no le baja? Tiene razón Lucía, San Antonio ¡es la onda!, es efectivísimo para que las muchachas consigan novio, pero luego las abandona en la caldera del matrimonio que, en muchas ocasiones, termina en divorcio. Posdata: aunque pensándolo bien, los santos no son culpables de lo que nos sucede. Pobre San Antonio, termina de cabeza. En Chamula los castigan y los ponen, como niños de escuela, viendo hacia la pared; y hubo un tiempo en que los sacaron de sus nichos y los quemaron en los atrios de los templos. Pobres santos. Para que San Antonio sea ¡la onda!, es necesario ponerlo de cabeza. ¡Pucha!

domingo, 19 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON INVITACIÓN SIN INVITACIÓN

Querida Mariana: te mando copia de una invitación que circuló en redes sociales. Pero es una invitación sin invitación porque ya sucedió. Un amigo hizo un chiste, no pudo acudir y dijo: “Melo perdí”. Pero, ya en serio, mando copia porque esta invitación es de gran relevancia, por los datos consignados. Mi amigo Mario Nandayapa, experto en vida y milagros del héroe colombiano, viajó a Juncaná para presentar su libro “José María Dionicio Melo. Presencia en México del liberal colombiano”. Mario ha destinado varios años al estudio de la vida de quien llegó a ser presidente de Colombia y murió en Juncaná, en un enfrentamiento con Ortega, quien era un cabroncillo que asoló a la región, Comitán incluido. ¿Cómo el colombiano llegó a México? Ah, pues esa información y otros datos aparecen en el libro de Mario, quien ya lo presentó en otros lugares de Chiapas, incluido el Museo Regional de Chiapas. Digo que la invitación consigna hechos relevantes. El primero lo comentado, el autor del libro dedicado al general Melo viajó a Juncaná, pequeño lugar del municipio de La Trinitaria, para hacer la presentación. Y cuando escribo pequeño lugar digo que no sé cuántos habitantes viven en Juncaná, comunidad que es famosa porque en un momento de la historia ganó un premio por las mazorcas de maíz que ahí cultivan. Además, el otro día, recordé con el escritor Baltasar Ramos, un equipo de fútbol soccer de aquella comunidad que jugaba contra equipos de Comitán y tenían la especial cualidad de jugar descalzos (qué Nike ni qué nada) y soltaban unos patadones de gran potencia. Pero, ahora, como se ve en esta fotografía, esas actividades comienzan a tener un camino más definido, porque esta invitación está signada por dos entidades culturales: La Casa de la Cultura de Juncaná y el Taller Literario Maíz Grande. ¡Ah!, este nombre no puede ser más puntual y más simbólico. El nombre motiva a pensar lo que será, lo que ya es, un lugar donde, así como siembran el maíz en el campo, siembran palabras. Ojalá que como los mayores llegaban sin complejos a jugar fútbol a Comitán, los noveles escritores de Juncaná se presenten en todos los escenarios del mundo y anoten muchos goles para gloria de la región, región donde cayó el liberal colombiano. El terreno de la creación es extenso, como extenso y generoso el espíritu de la gente que ahí habita. Me encantó recibir la invitación. Sin cohetería ni poses solemnes, Juncaná no sólo siembra maíz, alimento para el cuerpo, también siembra alimento espiritual para hacer una sociedad más plena. Antes de la pandemia iba con regular frecuencia a Juncaná, me encantaba caminar por sus calles de tierra, mirar los sembradíos, hurgar en los jardines (en una ocasión, a mi mamá le regalaron una planta con una florecita muy hermosa). Asumo que Mario Nandayapa llegó en auto y no en helicóptero, por lo tanto debió tomar la carretera que conduce a Los Lagos de Montebello y doblar a la derecha donde un letrero anuncia: Juncaná; con el cristal abajo, de la ventanilla, Mario respiró el aire puro, el verde del maizal, el azul del cielo, el aroma de los pinos; se desplazó por una carretera casi derecha hasta llegar al centro de la comunidad, donde está el templo, la casa grande de la finca y el monumento al colombiano, personaje principal de su libro. Posdata: los que saben dicen que en el testamento de doña María Ignacia Gandulfo, la benefactora que dejó sus bienes para la construcción de un hospital (el actual hospital lleva su nombre), aparece el nombre de la finca llamada Santiago Juncaná como una de sus propiedades. ¡Cuánta historia grandiosa reunida en un pequeño lugar! El nombre del taller literario presagia un enormísimo porvenir, una gran cosecha.

sábado, 18 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LADRILLOS Y MEZCLA

Querida Mariana: el Colegio de Arquitectos Chiapanecos, sección Comitán, conmemoró, el 11 de diciembre de 2021, cuarenta años de su fundación con un acto sensacional, realizado en el Centro Cultural Rosario Castellanos. ¡Cuarenta años! ¡Qué historia tan plena! Por ahí asomaron algunos arquitectos fundadores y muchos de los actuales integrantes. La comunidad de arquitectos comitecos es amplia, talentosa. Saco esto a colación porque en el cartel promocional leí que el arquitecto José Álvaro Romero Peláez ofreció la conferencia “100 años de transformación de la casa comiteca”. Pucha, genial. Tema importantísimo. Ah, lamenté estar encuevado en casa por la pandemia, me hubiese gustado asistir y escuchar la voz autorizada del arquitecto Peláez. Fijate que como en muchos casos, siempre que veo al arquitecto en la calle lo identifico con su apellido materno, es el que más se pegó en la mente, más que Romero: Peláez. Los expertos dicen que vivimos en una ciudad colonial. Un día, Rosendo (que le decimos Chundo, no me preguntés por qué, no sé), me dijo que si vas a San Cristóbal de Las Casas existen muchas evidencias de construcciones hechas en el siglo XVI, de inicios de la Colonia, basta caminar frente a la residencia donde habitó Diego de Mazariegos. ¿Dónde está en Comitán la casa que habitó René Portocarrero?, preguntó. Quienes estábamos en la mesa del café dijimos, al mero estilo comiteco ¡caso hay! Vivimos en una ciudad colonial, porque la presencia española le dio forma a este pueblo. Como dice Rosendo hay pocas evidencias del Siglo XVI, pero ¡hay! Basta caminar por el parque central y pararse frente al templo de Santo Domingo. En la fachada del templo hay una placa que consigna los nombres de los primeros evangelizadores, frailes dominicos que iniciaron la conquista espiritual en este pueblo. Ahí está consignado el año de 1556 como el año de inicio de la evangelización. Todo mundo sabe que el día 20 de julio de cada año, el pueblo comiteco celebra el Día de la Identidad Comiteca; es decir, Comitán reconoce el día en que los frailes dominicos (españoles) llegaron a estas tierras como el inicio de su personalidad y carácter. Hemos platicado en ocasiones anteriores que esto evita la discusión histórica que se da en otras regiones del país. Comitán reconoce su riquísimo pasado prehispánico y, también, su herencia española. ¡Hablamos un dialecto del castellano! A mí, perdón, me encantan los sonidos del tojolabal, por ejemplo. El tzotzil me parece más sonoro, más bello, pero, de igual manera, me fascina el sonido del español, de nuestra lengua materna. Los comitecos somos mezcla de la cultura española y de las culturas indígenas de la zona. Nos sentimos orgullosos de las zonas prehispánicas y del legado maya. Comemos los chinculguajes (que vienen de tiempos antiquísimos), pero, de igual manera, disfrutamos los embutidos, enseñanza española. Por ahí asoma una palabra que sintetiza ese tachilgüil cultural fascinante que somos: sincretismo. Vos sabés que soy experto en nada, digo sólo lo que veo. Veo que acá no se vivió una situación dramática como en el centro de lo que ahora es México. Los aztecas fueron arrasados por los conquistadores españoles, con ayuda suprema de los tlaxcaltecas. La conquista fue violenta. ¿Qué sucedió en nuestro entorno? Hablo de acá cerca (parece que en Chiapa la situación fue diferente). Los historiadores saben, pero no he escuchado historias de vasallaje cruel. Acá llegaron los españoles y, en forma no violenta, se apoderaron de estas tierras, levantaron la ciudad y los frailes comenzaron su labor de evangelización, trajeron al nuevo Dios y la nueva lengua y, poco a poco, con dificultad, por supuesto, suplantaron los dioses antiguos y las lenguas originarias. Después de este proceso de aculturación, los comitecos de estos tiempos no tenemos altares al Dios de la Lluvia o al Dios del Fuego y hablamos y escribimos en lengua castellana. Digo la mayoría de los ciudadanos, porque los grupos indígenas (gracias al Dios de la Lengua) siguen hablando sus idiomas maravillosos que era la voz dominante antes de que llegara la lengua de Cervantes, y ellos son tan geniales que a sus lenguas maternas han incorporado la lengua castellana, son bilingües hermosos. Yo, que siempre he sido un bobo, tuve una vez el sueño de dominar otra lengua y puse mis ojos en el inglés, primero, y luego en el francés. Dios de mi vida, ¿qué tengo que ver con esas culturas tan distantes? Ah, pero son pues los idiomas universales, los que aportan caché, los que permiten el diálogo con el mundo. ¿De verdad? ¿Y qué pasa con el mundo de acá, el de la vuelta de la esquina, el que siempre ha estado a nuestro lado, el que nos ha formado? Al final, ni aprendí inglés y menos francés. Por fortuna no extravié mi lengua materna. Amo el castellano, idioma que hablamos los comitecos, que permite comunicarnos, que da luz a nuestro pensamiento. A veces (antes de la pandemia) escuchaba rezar a algún indígena, hincado frente a la imagen de San Caralampio, con dos velas prendidas en sus manos. Su rezo era una serie de sonidos llenos de nostalgia, como si se desprendieran de un muro húmedo. Esos sonidos son los que, también, han llenado los vacíos de nuestros espíritus. Nuestro dialecto comiteco contiene palabras de la lengua tojolabal. Nosotros no decimos que enterramos el ombligo, ¡no!, acá decimos que enterramos el mushuc. Esto basta para darse cuenta de la importancia de la lengua tojolabal en nuestro ser. Ahora debemos decir que los comitecos ya no entierran el mushuc, ahora, el cordón umbilical se protege, porque ahí hay células madre, y esto puede salvar la vida años después. ¡Uf! Prodigios de la ciencia médica. Y tan no lo enterramos, que el director de cultura del ayuntamiento actual, lo desenterró al presentar un festival cultural con presencia de talento local que se llama “Mushuc”, ah, células madre de la cultura comiteca. Lamenté no poder asistir a la conferencia del arquitecto Peláez, me hubiese gustado tanto escuchar esa voz autorizada. Siempre, vos y yo, hemos coincidido que el lugar donde crecemos modela nuestra personalidad, los pueblos y, de manera especial, las casas nos hacen ser lo que somos. No es lo mismo vivir en la Ciudad de México, que vivir en Tzimol; no es lo mismo vivir en un vecindario que en un pent-house; no es lo mismo vivir en un departamento que en una casa con cuatro corredores, patio central, muchos cuartos y sitio en la parte posterior. ¿Cómo ha sido el proceso de transformación de nuestras casas en Comitán? ¿Qué hemos ganado en esta transformación? ¿Qué hemos perdido? El arquitecto Peláez, sin duda, dio luces en este camino. Su conferencia, sin duda, aportó elementos para ver, de igual manera, cómo nuestra personalidad ha ido cambiando. La casa comiteca se ha transformado en el lapso de cien años y con ello el carácter de la ciudad y la personalidad de sus habitantes. Pero las células madre siguen ahí. Quienes tuvieron la oportunidad de acompañar al arquitecto recibieron el mensaje que motivó la reflexión. Comitán es uno de los pueblos mágicos del país. Hemos dicho que tal nombramiento se da por la pluralidad de elementos que le otorgan un distintivo único. La riqueza de sus elementos culturas ha pervivido. El pueblo comiteco ha tenido la capacidad de preservar muchos rasgos de identidad. No ha sido fácil, porque hay un grupo de amigos del Molinari que, en lugar de ver hacia el nicho donde está la lengua tojolabal, mira hacia el nicho del inglés y del francés. Está bien que deseemos hablar inglés, francés, japonés, italiano, chino (que ahora está más vigente que nunca), portugués y todas las demás lenguas dominantes; pero también es importante reconocer a las lenguas indígenas de nuestro entorno. Ya dijimos que nuestro nombre: Comitán, proviene, en origen, de una voz Náhuatl: Comitlán. ¡Mirá de dónde venimos! Me parece genial que un experto, como el arquitecto Peláez haga el análisis de la transformación de la casa comiteca; de igual manera celebro que comparta este conocimiento con la comunidad; felicito a los integrantes del Colegio de Arquitectos Chiapanecos, sección Comitán, por propiciar este tipo de actos culturales de relevancia, y, por la celebración de su cuadragésimo aniversario. Ojalá que el guion de la conferencia del arquitecto Peláez se convierta en un ensayo y éste se vuelva libro para conocimiento de nuestra identidad. A pesar de que no tenemos el patrimonio arquitectónico del siglo XVI que existe en San Cristóbal de Las Casas, en nuestra ciudad hay cientos de casas que fueron construidas posteriormente retomando elementos de la traza que trajeron los conquistadores. Nuestra ciudad es una ciudad colonial, fue levantada sobre cimientos castellanos y sus paredes construidas por indígenas de la zona, bajo el dictado de los conquistadores. Posdata: digo que acá no se dio un enfrenamiento violento (salvo que los expertos me callen la boca), acá, en forma pacífica, cuando vinimos a ver, los frailes eran dueños de grandes fincas y los naturales entregaban el tributo real con docilidad. Ya no digo más. Acá le paro.

viernes, 17 de diciembre de 2021

CON RÍOS DE PAPEL CELOFÁN

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como árboles de navidad y mujeres que son como nacimientos. La mujer nacimiento siempre tiene los pies y el musgo sobre la tierra, no hace sueños en el aire, los enraiza en el suelo, donde crecen como árboles con frutos auténticos. Sus árboles no sirven para colgar esferas, sirven para colgar columpios, para colgar nidos de tiucas y para imaginar que es posible enderezar los árboles que tuvieron el defecto de crecer torcidos. La mujer nacimiento se extiende generosa en la campiña y en el valle, camina por las orillas de los ríos y asciende por las lomas con caseríos. Jamás alguien se ha caído por colocar una figura sobre su cuerpo, como sí sucede con personas que suben a escaleras para colocar estrellas en las puntas de los árboles. Las estrellas de la mujer nacimiento coronan sus pechos, su frente, su vientre, su entrepierna, sus pies, muslos y nalgas. Con ella es posible jugar mil juegos eróticos y sensuales. Uno de los mejores juegos del mundo es buscar estrellas en los pueblos y montañas de su cuerpo, el amante vuelve a ser niño, camina por la arena tibia de la playa para descubrir estrellas de mar. Cuando la jugadora es otra chica se siente bendita cuando después de conseguir mil estrellas de mar encuentra la ansiada y bendita anémona divina. La mujer nacimiento comiteca es única, tiene aroma de romerillo y esencia de copal, sus caminitos de arena fina tienen la huella de carneritos de algodón y chujitos de tela. Los lagos donde nadan los patos están hechos con fragmentos de espejos que siempre responden en forma positiva, a la pregunta: ¿soy la más bonita? El amante de la mujer nacimiento siempre encuentra en el suelo la respuesta a la belleza física y espiritual. La mujer nacimiento convoca y une a la familia, es el punto de convergencia, es el árbol donde se reúnen los pájaros que emigrarán hacia zonas más cálidas, es la cuerda donde los chicos se cuelgan para aventarse a mitad de la laguna. La mujer nacimiento es la humedad para la nube, la voz para el amanecer, el hilo para la telaraña y la leche para el recién nacido. Ella no duda entre el viento y la eternidad, ni titubea ante el instante o el abismo. Su vuelo es de barco sobre el agua, de mano sobre la superficie de la mesa. No se despega del piso donde su destino la colocó, ella es feliz prodigándose, sembrando luz en la mirada de todos lo que la admiran. Ella está hecha a la usanza de los pueblos tradicionales, los que fueron formados con palitos y piedritas. Ella permite todo, todo lo transforma, si alguien le coloca una diadema de alambre de púas, ella endereza ese alambre y lo vuelve un poste para alcanzar nubes hechas de algodón. Cada una de las púas, forradas con alpaca, sirve como escalón. En ella caben todas las palabras y todos los tiempos verbales. Alguien puede decir que viaja o que viajará o que viajó y todo es recibido como un pozo de agua bendita, porque, a diferencia del árbol navideño, la mujer nacimiento permite que medio mundo viaje por sus calles y callejones. Nadie está impedido para el viaje sensacional, incluso el discapacitado (incapacitado, que decíamos en Comitán). Quien tiene una lesión en las rodillas puede, perfectamente, viajar en su silla de ruedas, porque cada una de sus pendientes, tiene rampas especiales para que los dedos experimenten la magia de la caricia tierna. Es tan pródiga y prodigiosa que permite la convivencia de todos los climas del mundo, al lado del volcán nevado que colocó la mano infantil está un paisaje marino que pintó la abuela; al lado de un bosque lleno de pinos bien puede estar el desierto donde María y José buscan el pesebre. Al lado de gallinas hay patos, leones, nutrias, elefantes, garzas y murciélagos. Todo cabe en el cuerpo de una mujer nacimiento, porque ella se tiende generosa por todo el cuarto, sale por la puerta al patio y continúa en la calle, en la carretera, en la playa, en el mar y, en la línea del horizonte, hace equilibrio hasta llegar a la luna en conjunción con venus y marte. El universo está contenido en la mujer nacimiento. Antes era una mujer muy conocida, hoy es una rareza, por eso es muy apreciada. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que tienen alma llena de lama, y mujeres que son como una bufanda confortable.

jueves, 16 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON MENSAJES

Querida Mariana: el 12 de diciembre de 2021 hubo actividad en el templo de Guadalupe, de Comitán. El año pasado hubo restricciones, este año regresaron las llamadas “antorchas”. Lo mismo sucedió en todas partes del país. La propia Basílica recibió millones de peregrinos en este segundo año de pandemia, con protocolos sanitarios, a puertas cerradas, pero sin impedir las multitudes. Acá en casa escuché los sonidos característicos: las sirenas, los claxonazos, los pinches cuetes (qué gente tan necia, tan sin conciencia. ¿No alcanzan a ver el mensaje? El cuete sube, pero instantes después, a la hora del brutal ladrido de la explosión, se diluye y la vara cae. ¿No descifran el símbolo de su acción? Todo se hace humo. Los creyentes saben que una oración llega directo a la divinidad, el cuete sólo interrumpe la tranquilidad necesaria para la comunicación con lo divino). Dentro de los sonidos que llegaban hasta mí desde la calle estuvieron, ¡por supuesto!, los cantos y porras a la virgen, desde el tradicional “La Guadalupana, la Guadalupana…”, pasando por el “Denme una V, ¡V!, dénme una I, ¡I!, ... ¿qué dice?, ¿qué dice? ...” Pero, por tiempos de pandemia, hubo algunas modificaciones, una de ellas fue la siguiente: “No podemos, sí podemos. No podemos, sí podemos. Sí podemos, sí pudimos, acá estamos”. Y como si fuese canto en el estadio alentando a la selección nacional apareció la idea de “Sí se puede”. A pesar de la pandemia la gente salió e inundó de nuevo las carreteras y retó al destino, no sólo al de los accidentes carreteros (varias noticias dieron cuenta de conductores ebrios que fueron sobre los peregrinos, ocasionando heridos y fallecidos), sino al del probable contagio del Coronavirus. Millones de peregrinos volvieron a salir de sus casas, viajaron, cumplieron sus mandas, pidieron protección y salud, en medio de una burbuja infectada. La razón dictaría que para estar sano lo más recomendable era permanecer en casa y desde ahí celebrar a la Morena del Tepeyac y, desde ahí, pedir su protección, ¡pero no!, la manda exige llegar a un templo, arrodillarse y avanzar así, de rodillas, cargando una imagen de la virgen, para que el sacrificio valga. Si la Guadalupana apareció en lo alto del Tepeyac, ahora, su imagen aparece en lo alto de la combi que traslada a los peregrinos. Otra modificación fue: “Coronamos, a la virgen. Coronamos, nuestra fe”. Los peregrinos no intuyeron tampoco el mensaje enviado, porque, cuando menos en mi mente, apareció la imagen del Coronavirus. En estos tiempos dramáticos no sólo la virgen está coronada, también la sociedad, con una corona brutal. Los peregrinos volvieron a aparecer. Desde casa, como siempre, pedí bendiciones para los viajeros. Abandonaron sus casas por un rato. Pedí que regresaran con salud, que en sus manos y corazones llevaran lo buscado, lo que fueron a pepenar. Sé que algunos ya no volvieron. El destino mete el pie a varios peatones y les cuesta trabajo levantarse. Aparecieron con sus cláxones, bocinazos, sirenas, cantos, alegrías, pesares, plegarias y, ay, Señor, ¡qué necios!, con sus cuetes (turrupes, decía el maestro Bernardo: Tu de tufo, ru de ruidoso y pe de peligroso. El maestro sí sabía advertir los mensajes equivocados que a veces enviamos los mortales). La sociedad movilizada envió, asimismo, su mensaje de esperanza: volvieron a salir, en medio de la pandemia, un poco para decir que la vida sigue a pesar de todo. Ya los científicos explicaron que este virus llegó para quedarse, las personas debemos acostumbrarnos a vivir con este bicho terrible. Pero, lo sabemos, la cultura de nuestro país no admite razones, a veces la sinrazón domina la voluntad y el entendimiento. Posdata: los peregrinos regresaron. Ojalá que todo haya sido para bien, que sus peticiones les sean cumplidas y que sus agradecimientos lleguen hasta el espíritu de su virgen amada.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON PALABRA LLENA DE AROMA

Querida Mariana: Marisol se acordó de la alacena en casa de la abuela. Entrábamos al comedor, abríamos la alacena y una serie de aromas aparecía. Recuerdo el aroma de la canela, como ave volaba por todas partes y se posaba en la mesa con mantel blanco bordado en crochet. En la alacena, la abuela guardaba esencias en pomos, cajitas metálicas y bolsas. Por encima de ese tachilgüil de aromas el olor de la canela siempre brincó a mi nariz. Como si fuese personaje de novela de Proust, cuando pedía arroz con leche y le agregaban canela en polvo, recordaba a la abuela, la alacena, la casa con sus corredores y patio iluminado. ¿Huelen las palabras? Podemos decir que sí. Cada palabra que nombra una esencia lleva el aroma de lo enunciado. Digo azahar y aparece el árbol de limón del sitio y el ácido me hace salivar. Así con cada uno de los términos que, como frutos, penden del árbol de esencias maravillosas. Es simpático este árbol de palabras, porque, como injerto de diccionario, contiene todas las esencias con aroma, desde la albahaca hasta la caca. Perdón, pero así es. En el Paraíso aparece el Árbol del Bien y del Mal, lo que es lo mismo que decir que hay frutos luminosos y frutos oscuros, hojas de menta y hojas de vómito. ¡Ya, ya! Tenés razón, ya cambio de ruta. Lo hice sólo para que mirés que cada palabra tiene aroma. Cada palabra activa el aroma que designa, no hay revoltura. Jamás alguien confunde el aroma del café con panela con el aroma del pipí. En la cocina del espíritu humano el humo de una palabra pasa al lado de otro sin mezclarse. Marisol recuerda más aromas de la alacena: jengibre, clavo de olor, tomillo, hierbabuena, laurel, orégano y romero (esto me hace sonreír, porque Marisol, por su mamá, tiene el apellido Romero. Siempre juego con ella y le digo que estaba encerrada en la alacena y al abrir la sacaba de ese encierro). Marisol dice que está hecha de aromas, con los aromas de sus amados (dos, nada más), de sus sobrinos (dos, también), de las casas donde ha vivido (muchas), de las escuelas, de los parques, de las ciudades visitadas (nunca olvida el olor de Benarés, en la India, ni el de los canales de Venecia). Conmigo no sucede tal cosa, pero sí reconozco que hay aromas que me han formado, que me siguen formando. Si huelen los chunches que designamos también huelen las cosas nombradas. Sí, Marisol tiene razón, las casas donde he vivido han tenido aromas diferentes. Uno de los aromas que me persiguen (por fortuna) es el que había en el Cine Comitán después que lavaban el piso y los espectadores entrábamos a buscar asiento. El piso era de cemento (lo recuerdo rojo, igual que el color de las butacas), así que los empleados lo barrían y luego le pasaban un trapeador con algún líquido desinfectante, pero en dosis tan bien concentradas que nunca era molesto, al contrario, era como una bienvenida húmeda y cálida a la vez. Ese aroma jamás volví a recibirlo. Antes de la pandemia, mi Paty y yo íbamos casi todos los domingos al cine en alguna sala de Cinépolis, el piso de éstas está alfombrado. A veces el aroma tenía una humedad que me recordaba a una colonia de miles y miles de ácaros zambulléndose con alegría. Por ahí dicen que el olor a tierra mojada tiene un nombre especial. Algún día inventaré una palabra para nombrar el aroma que tenía el Cine Comitán a la hora que abría sus puertas. Ya después el aroma se confundía, en ese tiempo no existía restricción para fumadores, muchos cinéfilos entraban y prendían sus cigarros, este humo modificaba la burbuja que nos había recibido, y se agregaba a los efluvios de los perfumes que usaban las mujeres. Al inicio de la película entraba un mocito de la cafetería ofreciendo órdenes de tacos y panes compuestos, estos aromas se unían a todos los demás, incluido el de las tortas de pierna que comprábamos en la cafetería July, que estaba frente al cine (a mi papá le encantaban estas tortas, a veces, a la hora del Intermedio pedíamos permiso al señor que recibía los boletos y salíamos a comprar esas tortas exquisitas (aún las venden por el rumbo del Estadio Municipal, frente al local El Viajero II). Posdata: las palabras tienen aroma. No es lo mismo pronunciar Martha que Mariana, comienzan con la m (de muchas palabras, desde las sublimes hasta las perversas), pero cada M de estos nombres huelen diferente. El amado de Martha sabe que este nombre tiene un aroma único, de bosque, de incienso. Sé que el nombre de Mariana tiene un aroma especial, un aroma exquisito que, como canario, está parado en la jaula del corazón de tu novio; y un aroma a línea con color sepia que pinta sobre el cuaderno sin raya de mi espíritu. No es lo mismo clavo de olor que olor a clavo.

martes, 14 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN CAMPANARIO SIMPÁTICO

Querida Mariana: vos y yo lo vimos y lo comentamos. Esto es un campanario simpático, extraño. Es una de las torres del templo de Santa Teresita. Cuando vimos el altoparlante en lugar de la campana pensamos en mil posibilidades, desde el ahorro de esfuerzo hasta el de intentos surrealistas. Dijimos que, en lugar de que un campanero suba todas las mañanas y haga el esfuerzo físico de tocar la campana, desde abajo coloca un disco con el sonido de campana del Vaticano y los fieles, vecinos de la Cruz Grande, son llamados con sonidos especiales, casi casi con la bendición del papa. Pero también dijimos que un muchachito travieso puede tomar el micrófono y jugar el juego de locutor anónimo: “Bueno, bueno, mamacita, soy Juan, bueno, bueno, ¿ya llegó mi papá?”; en caso que el travieso sea un fiel asistente a misa podría jugar a ser el cura: “Amadísimos hijos, cuando Jesús llegó a Galilea ocurrió una pesca milagrosa, porque ya dijo el señor: No déis pescados, enseñad a pescar. ¡Ay, no, perdón! Ese fue otro, Jesús sí repartió peces a medio mundo”. Pero la travesura da para más, desde poner música de Juan Gabriel en lugar de poner música sacra, hasta transmitir la final del fútbol soccer. Vos dijiste que se podía utilizar para mensajes sociales. ¿No hacen esto en las comunidades rurales? En rancherías tienen postes con bocinas donde avisan a la comunidad de próximas reuniones comunitarias, del robo de dos vacas, de que hay venta de tamales de elote en casa de doña Herlinda, de la presencia de autoridades municipales para escuchar las demandas, de las campañas de vacunación, de la influenza o del covid. Así, los vecinos de la Cruz Grande podían tener un medio de comunicación efectivo. En los años setenta hubo un incendio en locales frente a la Casa de la Cultura, la forma de dar aviso a la comunidad fue a través de un intenso repique de campanas del templo de Santo Domingo, todos se preguntaron qué ocurría. Lo mismo sucede ahora cuando alguien escucha la sirena de patrulla en el bulevar: ¿un choque o protección a un grupo de ciclistas? En aquel momento hubo desconocimiento. El repique era intenso. ¡Algo grave sucedía! Pronto (vivimos pues en Comitán) el rumor llegó a todos los barrios: casas del centro se incendiaban. Hubo necesidad que acudieran en auxilio camiones cisterna de San Cristóbal para apagar el incendio. Pensé en la bocina del templo de Santa Teresita, habría sido un gran auxiliar. De inmediato, al lado del repique, la voz de una persona que dijera: “Aviso, aviso urgente, hay incendio en el centro, lleven cubetas”. En fin. Cuando vimos la bocina pensamos en las mezquitas de Turquía (ah, la bendita tierra de Orhan Pamuk); pensamos en el muecín, que es el compa encargado de avisar el inicio del rezo desde lo alto de la torre. ¡Genial! Nada de toques de campana, allá es la voz de un muecín el que convoca. No hay primero ni segundo ni tercer toque. Ahora que el mundo está en nuestras manos gracias al Internet he entrado a ver y escuchar el canto de un muecín y es algo realmente sorprendente. No sé qué requisitos le exigen al muecín, pero doy por hecho que debe tener una voz potente, agradable, espiritual. Así como en nuestros pueblos las campanadas vuelan por encima de los pinos, sabinos, tejados y llegan a los patios, la voz del muecín corta la sábana del cielo turco y baja por en medio de las palmeras a retozar en los espíritus de los creyentes. En Comitán el llamado a misa se hace a través de campanas (femeninas), en Turquía el llamado al rezo es a través de la voz del muecín (masculino). Sonidos que trascienden su condición terrenal y asumen un matiz divino. Posdata: vos y yo imaginamos más usos a esta bocina. En realidad, todo fue un juego. Los vecinos y fieles del templo sí saben para que la usan. Tal vez fue vez única y alguien, en tiempo de feria, en lugar de usar el poste que ahí se ve, aprovechó el huequito del campanario y colocó ahí la bocina para vender colchas: “¡Se lo damos, ahí te pagan! ¡Ahí lo tienen! ¡Seiscientos! ¡Dáselo! ¡Pónselo para regalo! ¡Damos uno, otro más! ¡Échale uno, échale otro, otro de ese!”

lunes, 13 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON RECUERDO EN SEPIA

Querida Mariana: paso copia de fotografía con personajes. Los más visibles son mi compadre Miguel Penagos (que en paz descanse), Josefina García y Belisario Domínguez (que en paz descansen). Sí, la vida quita ramas a los árboles grandiosos, es ley de vida. Y la actividad cultural, motivo de la foto, también es algo que descansa en paz, porque es difícil en estos tiempos donde el correo está casi casi en extinción descubrir a filatelistas; es decir, a personas amantes del coleccionismo de sellos postales. Mi compadre Miguel fue filatelista de hueso colorado. En esos años (años sesenta, setenta) muchas personas en el mundo se dedicaban a coleccionar sellos postales (los timbres que se pegaban en las cartas como signo de que el porte de envío se había cubierto). El sello postal fue una de las genialidades del ser humano. En los inicios del correo a alguien se le ocurrió inventar las estampillas, poco a poco estos pedacitos de papel se convirtieron en grandes, enormísimos, embajadores culturales, porque llevaban un cacho del país a los demás países del mundo. En casa llegaban postales del tío Samuel, quien un día andaba en un congreso médico en Argentina, y otro día andaba en España. Cuando llegaban las postales con sus saludos desprendía los sellos con cuidado y los integraba a mi colección (porque también fui coleccionista durante un buen tiempo). Cada vez que alguien acudía a la oficina postal para enviar una carta o una postal, sacaba la lengua y la repasaba en el lado del sello que tenía goma para que quedara pegado. Cada vez que una carta o una postal llegaba a su destino, el sello llevaba diseños bellísimos del país emisor, esos diseños eran una mínima, pero excelsa, muestra de cultura. Así, el filatelista tenía en su mesa cientos de cachitos de culturas diversas. Los filatelistas recomendaban a padres de familia incentivar a hijos al coleccionismo de sellos postales, porque los niños aprendían geografía, fauna, flora, personajes célebres y mil rasgos culturales más. ¡Ah, los sellos eran una inmensa enciclopedia! Mi compadre Miguel (siempre generoso) compartía su pasión. Acá se ve muy en pose de actor de Hollywood al lado de una serie de expositores con sellos, divididos en temas. Acá se ve un bonche de estampillas que tenían la temática de “La conquista del espacio”. Basta echarle un poco de imaginación para pensar que la mayoría de esos sellos correspondían a los Estados Unidos de Norteamérica y a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, porque USA y URSS tenían apuesta cazada a ver quién dominaba primero el espacio (ahora los chinos andan desplazándolos). ¿Un sello mexicano con temática del espacio en ese tiempo? ¡Ni pensarlo! (en 1979, México lanzó un sello postal con el tema para conmemorar los diez años de la llegada del hombre a la luna. Es un sello bellísimo, porque tiene un grabado con la representación de la luna en la cultura prehispánica. Es muestra de lo que digo: estos sellos servían como puente para unir culturas del mundo). Mi compadre está adelante del busto de Josefina (el mismo que ahora está en el parque de San Sebastián). Dije que el otro personaje es Belisario Domínguez, ahí aparece la silueta del héroe en el logotipo del Club de Filatelia, circundado por las tradicionales nueve estrellas de Comitán. Como en todo el mundo, en Comitán hubo clubes filatélicos. Formé parte del Club que organizó el hermano de mi compadre Miguel, el maestro Artemio, en el Colegio Mariano N. Ruiz. Cuando me tocó ser catedrático en mi colegio retomé la estafeta de esos maravillosos sembradores de cultura y organicé un club filatélico al que se unieron un grupo de entusiastas muchachos. Ahora, en tiempos donde la gente ya no manda cartas, porque los chunches electrónicos nos permiten enviar mensajes en forma instantánea a todas partes del mundo, la filatelia descansa en paz. Posdata: ¿sabés en dónde fue montada esta exposición? En la presidencia municipal de nuestro pueblo, en un salón al lado del corredor exterior principal. Ese espacio también se perdió. El palacio municipal de Puebla tiene un anexo donde funciona una galería. Es un espacio sensacional, la cultura a la mano.

domingo, 12 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON FOTOGRAFÍA DE ROSARIO

Querida Mariana: acá está una fotografía de Rosario Castellanos. La ficha dice que fue tomada por los hermanos Mayo, en 1974, en técnica plata sobre gelatina. La fotografía está expuesta en el Museo “El estanquillo”, de la Ciudad de México, museo especializado en vida y milagros del escritor Carlos Monsiváis. Don Carlitos gastó mucha paga en una de sus pasiones mayores: el coleccionismo. Esta fotografía es una de la colección de escritores famosos, tomadas por artistas de la lente. Los que saben dicen que los meses del año se escriben con la letra inicial minúscula, en caso de Mayo no es así, porque no refiere a un mes sino al apellido de cuatro excelentes fotógrafos. No sé si el dato de la ficha es correcto. Tal vez hay algún ligero tropiezo, porque la fotografía parece tomada en CU de la UNAM. En 1974, Rosario ya estaba en Israel, siendo embajadora de México en aquel país, es el año de su muerte. ¿Puede ser que el siete sea seis? ¿Que la fotografía fue tomada en 1964? Rosario trabajó con el doctor Ignacio Chávez, cuando éste fue rector de la UNAM. El doctor Chávez fue rector de 1961 a 1965. Tal vez esta fotografía es de ese periodo. La mayoría de retratos de Rosario (como sucede en caso de los escritores famosos) es una conjunción de celebridades: la retratada al frente de la cámara y el fotógrafo del otro lado. Los dos extremos exigen una complicidad total, un hilo de empatía. La técnica de plata sobre gelatina fue una innovación en el arte fotográfico. Ahora vos y los demás muchachos pueden botarse de la risa, porque el proceso de “revelado” de miles de fotografías es instantáneo. En los años sesenta del siglo XX el cuarto oscuro era un laboratorio de genial experimentación. Esta fotografía resultó de un proceso delicado de revelado. Por ahí andan excelsos fotógrafos chiapanecos que tienen series de famosos intelectuales. Faltan los coleccionistas, como Monsiváis, que adquieran la obra. El buen Monsi tuvo una especial habilidad para coleccionar series insólitas. Los grandes coleccionistas invierten en obras de arte, por ejemplo: pinturas y esculturas. Don Carlitos compraba cartones de los grandes caricaturistas de este país. Su colección, ahora, es de una riqueza visual exclusiva. No sólo coleccionaba la obra excelsa sino aquello que era parte de la cultura popular. Monsi nos enseñó a admirar y reconocer el arte urbano, el sencillo trabajo de algunos artistas sin gran renombre. En este retrato de Rosario, de los hermanos Mayo, ella ve hacia la derecha, como si buscara una mirada libre y no el del ojo cautivo de la cámara; tiene los labios abiertos, y parecería apretar los dientes, pero su semblante es de alguien que no está en tensión, sino de alguien que busca y se sorprende ante la vida. Cuando visité el Museo “El estanquillo”, en 2018, en compañía de mi amigo y compañero de trabajo Roberto Carlos, bobeaba y me sorprendía gratamente viendo el titipuchal de objetos diversos de su colección general; de pronto, en una pared vi la galería de retratos de escritores famosos y apareció nuestra Rosario. Te he contado que cuando estudiaba en la Ciudad de México, en Plaza Universidad, se escondía un paisano y gritaba ¡cotz!, de inmediato volvía la vista, buscaba y el paisano no aparecía. Sin duda que estaba botado de la risa viendo mis intentos por descubrirlo. Nunca lo descubrí, pero siempre supe que ahí había un hilo de identidad. Lo mismo ocurrió cuando vi el retrato de Rosario, en el museo “El estanquillo”, supe que en ese pedazo de pared había alguien muy cercana a nosotros, nuestra Rosario. Imagino que mi caso no fue único. Sin duda que muchos, al ver un retrato de Octavio Paz, piensan: “Ah, el vecino de Chimalistac”. Cada persona busca puentes para pasar a la otra orilla, la que está vedada a quienes no tienen asideros, en este caso, intelectuales. Imagino que lo mismo sucede en un museo del fútbol soccer cuando los aficionados jóvenes hallan a Messi o a Maradona y los aficionados viejos encuentran a Pelé o a Hugo Sánchez. Posdata: el retrato es sensacional. Como dice mi amigo Ricardo Castro la fotografía capta un instante único, irrepetible en el tiempo del universo. En este retrato, los hermanos Mayo captaron a Rosario en un momento único y nos regalaron ese instante sublime para volver a tener a nuestra paisana por siempre.