viernes, 30 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON FESTEJO

Querida Mariana: a los comitecos nos encantan los guateques. Antes de la pandemia hacíamos festejos memorables. Pero, somos tan amantes de la alegría que aún en tiempo de pandemia celebramos la vida. Claro, ahora lo hacemos con cuidados sanitarios, evitamos las aglomeraciones, hacemos uso de los chunches virtuales y echamos confeti y hacemos sonar la marimba. Ayer me topé con un cartel que da cuenta que, en agosto, ya a la vuelta de la esquina, se celebrará en nuestro pueblo el Quinto Festival de la Juventud, el correspondiente al año 2021. Y esto es digno de celebrarse, por supuesto que sí. ¿Cómo no celebrar el cumpleaños de un pichito que tiene como motivo principal a los jóvenes? Vos y yo fuimos testigos de los festivales anteriores (de los tres primeros, en forma presencial), atestiguamos la bondad de los actos desarrollados. Los jóvenes han estado en la cima de la montaña mágica. El festival reúne a los muchachos y les otorga un espacio para que desarrollen sus capacidades sociales, cívicas, artísticas y deportivas. Si lo digo así, parece poco, pero al desarrollar su potencial, Comitán, Chiapas, México y el mundo aprecian la valía de la juventud de estas regiones y reconocen el valor de que exista un espacio donde ellos hablan y se habla de ellos. Es un lugar común decir que los jóvenes son el futuro de la patria. Pues sí, los jóvenes crecerán y luego se convertirán en adultos y marcarán los ritmos de sus tiempos. La presencia de ellos en el Festival de la Juventud sólo remarca esa certeza: los jóvenes son los renuevos de las sociedades, son las ramitas que crecen en el árbol enormísimo que se llama Comitán. ¿Qué es lo deseable? Lo que se desea es que esas ramas crezcan sanas, que se reconozcan en el tronco y las raíces que las sostienen y que sigan aportando oxígeno a nuestra sociedad. Se desea que esas ramitas tengan hojas limpias, fuertes, que ahí hibernen las orugas para convertirse en prodigiosas mariposas. Mi amigo Hugo Campos Flores ha coordinado, al lado de muchos jóvenes, la realización de estos festivales que, en este 2021, insisto, llega, pichito sano, a cumplir cinco años de vida. Cinco velitas adornan el pastel. Ya está preparada la reja de papel de china, las mañanitas con marimba, el confeti de mil colores y las campanas al vuelo. Sí, vuelo es el concepto que define al Festival de La Juventud, porque los jóvenes comitecos, como los de cualquier lugar del mundo, son aves dispuestas al vuelo, pero, ¡cuidado!, en muchas ocasiones sus alas son frágiles y sus radares no tienen la pericia del GPS del murciélago. Los jóvenes son inquietos, por definición, son atrevidos, pero, en ocasiones, su arrojo no advierte el peligro del vacío, de la tierra floja, del terreno empantanado. Por eso, porque hay necesidad de fortalecer las alas y de mostrar cielos sin nubes oscuras, es que este Quinto Festival de La Juventud tiene a la prevención como tema principal, se trata de que los jóvenes reflexionen y realicen acciones preventivas. Si nuestros jóvenes reflexionan en la prevención tendrán más oportunidades de ser exitosos, de ser ramas donde crezcan nidos de aves y, luego, ser árboles enormísimos también. ¿Cómo prevenir el suicidio juvenil? ¿Cómo prevenir enfermedades venéreas? Con información, con cariño, con la mano adulta extendida. Este Quinto Festival sugiere al ciclista y motociclista: ¡usa el casco!, con ello se reduce el riesgo de muerte en un accidente. De igual manera recuerda un valor fundamental: Si tomas ¡no manejes! Muchísimos lamentables accidentes están relacionados con el exceso de alcohol en conductores (yo agregaría la sugerencia: si manejas, no uses el celular). Y, por último, el Quinto Festival reflexiona en las medidas preventivas para evitar el contagio del Covid-19. ¿Mirás la generosidad de este festival hecho por jóvenes y dirigido a jóvenes? Durante cinco años han sembrado valores. La plantita ha crecido. En las fábricas tienen una planta de luz por si se va la energía eléctrica. Este festival es una planta de luz, evita nubarrones, oscuridades. Posdata: echemos confeti. Los jóvenes comitecos son el renuevo de nuestra sociedad, reconozcamos su valía y hagamos que ellos reflexionen en su porvenir y en el porvenir de nuestra sociedad. Lo merecen. Lo merecemos. ¡Salud!

jueves, 29 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, EN BUSCA DE UN ME GUSTA

Querida Mariana: ¿has oído la frase “Mi reino por un caballo”? Yo sí. Muchos repiten la frase. ¿Quién la dijo? La mera verdad, no sé. Pero el Internet dice que es una frase que aparece en una obra de Shakespeare. Pucha, nadita. Ahora que lo estamos diciendo honramos a ese gran escritor inglés, muy mencionado en México, pero poco leído. Tal vez lo que más se ha leído de él en el país es la obra “Romeo y Julieta”. Yo la leí cuando tenía catorce años, en esa colección que tanto he mencionado: la Biblioteca Básica Salvat. Lo ideal sería leer a don William en su idioma original, pero, ¡ay, prenda!, qué puedo esperar si reprobé inglés en la secundaria y no pasé de lápiz, pencil. Vos, que sabés inglés, deberías entrarle con todo al gran dramaturgo. Debe ser genial leer a Shakespeare en ese inglés clásico, elegante. El Internet dice que la susodicha frase la pronunció Ricardo III. Como digo que no he leído la obra y mucho menos verla en el teatro debo acudir a mi imaginación (que a veces se desboca como caballo en hacienda) y decir que Ricardo III debió estar muy desesperado por conseguir un caballo, pues lo cambiaba por su reino. Es un exceso. Pero, como desconozco el contexto, no comento más. Abordo el tema porque, ahora, medio mundo dice, sin decirlo abiertamente: “Mi reino por un Me gusta”. Claro, los reinos de los compas no son de la grandeza del reino de Ricardo III, pero reino es reino. Quienes cambian su reino por un Me gusta abandonan su personalidad en pos de un estatus. La frase actual nos indica que muchos compas viven ahora a expensas de los Me gusta que otorgan los otros. Yo, querida mía, soy un ser humano y tengo debilidades, muchísimas. Pero estoy lejos de estar pendiente de la opinión de los otros. Desde hace años aprendí que soy por lo que soy y no por lo que digo ser o por lo que dicen los otros que soy. Claro, cuando subo algún texto de mi autoría me complace hallar varios Me gusta (que son deditos que indican que todo es mero lek). Mi trabajo creativo sí está expuesto al escrutinio público, ¡por supuesto que sí! Mi trabajo consiste en dejar una huella positiva en mis semejantes. Pero, una cosa es mi obra (textos, dibujos, pinturas, caricaturas, libros, revistas) y otra cosa es mi persona. Mi mamá dice que el mundo está de cabeza. Ahora, hay millones de compas que cambian su reino por un Me gusta. Un reino irreal, de cartón mojado. Hay compas que todos los días comparten sus fotos personales en redes sociales y aspiran a lograr millones de likes (así le dicen en inglés a los Me gusta). ¿Y sabés qué es lo peor? Millones de compas que suben fotografías sacándose los mocos reciben la aprobación de millones de compas. Millones de boberas reciben millones de Me gusta. Dentro de los que aman los Me gusta hay una categoría que provoca envidia en millones de usuarios que nada ganan y pierden su tiempo y queman su personalidad en el santuario de la pretendida fama, los llamados influencers obtienen millones de Me gusta y esto les permite llenar sus bolsas con dinero, muchísimo. A este fenómeno bien puede llamársele “Van Gogh sigue presente, pero en reversa”, porque, vos sabés, el genial pintor vivió en la miseria y actualmente su obra se subasta en millones de dólares. Su genio creativo sirvió para enriquecer a galeristas contemporáneos. ¿Qué pasa con los influencers? Son personas con gran capacidad para comunicar sus ideas, ideas que son pobrísimas, pero que son aplaudidas por millones de fans. El talento no es prioridad, lo prioritario es la forma de mantener el statu quo (pucha, qué palabritas tan mamilas), para que la sociedad siga la tendencia inerte. Basta ver quiénes son los influencers que tienen más Me gusta en el mundo para constatar que el dicho de mi mamá es cierto: el mundo está de cabeza. Posdata: no sé si vos conocés a Yuya. La tal Yuya fue una de las influencers mexicanas que más paga ganó. ¿Cuál fue su gracia? Hizo tutoriales de belleza; es decir, les dijo a las chicas cómo ponerse la sombra en el ojo izquierdo y cómo hacerlo en el ojo derecho. Ahora ya creó su propia línea de maquillaje y gana muchos dólares, mientras millones de fanáticas gastan sus dólares en comprar los polvitos que produce, y los usan en la forma que ella les indicó. Por eso, los influencers son menos que los millones de fanáticos que, desde su casa, le dan Me gusta a las publicaciones. Cualquier mortal de estos tiempos cibernéticos aspira a ser influencer, a ser reconocido en las redes sociales, a obtener miles y millones de Me gusta en cada publicación. ¿Yo? Yo me quedo en mi reino, por nada lo cambio. Y no cambio mi reino por un Me gusta, debido a que no vendo tamales, ni sé los secretos del maquillaje que Yuya sabe. Vendo productos culturales y ya se sabe cuál es la historia de Van Gogh.

miércoles, 28 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON FOTO HISTÓRICA

Querida Mariana: todas las fotos son históricas, pero hay algunas que son joyas. La que ahora anexo es un tesoro. Me la obsequió mi compadre Javier, porque, orgulloso, él la conserva pues aquí aparece su papá, el notario Javier Aguilar Torres, quien era el presidente municipal de Comitán, el 20 de julio de 1956, día en que fue tomada la fotografía. Ah, tiene razón mi compadre de enorgullecerse del árbol de donde proviene. Todo Comitán reconoce la esencia humana del notario y ex presidente, del periodo 1956-1958. El notario es el tercero de izquierda a derecha, en seguida está el padre Carlos J. Mandujano García, el activo sacerdote que encabezó los festejos del IV Centenario del inicio de la evangelización en estas tierras. Si te fijás, por ahí se ve la cortina que fue deslizada para que se viera la placa que consigna la fecha. Si ahora pasás por el frente del templo de Santo Domingo verás esa placa, con los nombres de los frailes dominicos que iniciaron su labor el 20 de julio de 1556. Ya hemos platicado que, ahora, las personas de este pueblo celebramos el Día de la Identidad Comiteca el 20 de julio de cada año; y hemos platicado que jamás volvió a darse un festejo tan fastuoso como el celebrado el 20 de julio de 1956. Al lado del padre Carlos está el obispo Lucio Torreblanca y Tapia y a continuación Fray Tomás, cuyo apellido anda un poco extraviado. Sin duda que alguna persona testigo del acto puede ayudarnos a identificar a cada uno de los personajes. El otro día, mi admirado amigo, el cronista Cuauhtémoc Alcázar Cancino, dijo que él, a sus dieciséis años de edad, participó en forma destacada en un grupo católico juvenil. Su prodigiosa memoria debe conservar los nombres de los actores principales. Lo que sí puedo decir es que el último personaje de esta fila es el doctor Guillermo Robles Domínguez, quien, hemos comentado muchas veces, fue noviecito de Rosario Castellanos, cuando eran estudiantes de secundaria, acá en Comitán. No sé si me aventuro a decir que el primero de izquierda a derecha es el profesor Ernesto Cifuentes, quien también fue presidente municipal de Comitán, en el periodo 1983-1985, pero no quiero aventarme a la carretera, porque puedo terminar detenido en un retén o en un bloqueo, pero le miro parecido. Y acá está eternizado ese instante maravilloso, donde develaron la placa. En ese tiempo el INAH tenía diecisiete años de fundado, pero nadie en el pueblo pedía autorización para modificar fachadas, porque, la verdad, en los años cincuenta, en Comitán aún no estaba enraizado el síndrome de la modernidad arquitectónica y no existía una oficina autorizada de dicho instituto; había un delegado que se encargaba de velar que las zonas arqueológicas no fueran saqueadas, pero con pocos resultados satisfactorios, porque muchas piezas prehispánicas circulaban en forma libre y pasaban a manos extranjeras con gran facilidad. Digo esto, porque, sin duda, el padre Carlos no pidió permiso para colocar esta placa en la fachada del templo. ¡No! Él consideró que era importante dejar un testimonio del hecho histórico y lo mandó a grabar en bronce, material que garantizaba su perdurabilidad. Y tan ha perdurado que dicha placa es la única sobreviviente de la fotografía. Sí, primero Dios, aún vive el compa que, en puntillas, asoma su carita detrás del doctor Robles y el niño que aparece en un esquinero, en primer plano. Los demás ya fallecieron. Posdata: es una ley física inmutable, en muchas ocasiones, las obras que crea el genio humano, sobreviven a sus creadores. Estos personajes ya gozan de la presencia divina (siendo católicos creían firmemente en ello), pero la fachada del templo sigue en pie, la placa también continúa en el mismo lugar donde la colocaron en 1956; la puerta sigue igual; de igual manera el acceso que permite entrar a la nave del templo. Todos los personajes están, como se dice coloquialmente, de guante y pipa, bien vestidos, tal como exigía la ocasión. Por supuesto, el traje más visible es el del obispo de San Cristóbal de Las Casas. Así debía ser, el festejo fue por los cuatrocientos años de la chamba que hicieron sus antecesores; el segundo y sexto personajes son representantes de los frailes dominicos. Sus antiquísimos hermanos fueron los que arribaron a estas tierras en el siglo XVI. Posdata: mi compadre se adornó con esta fotografía. Yo no la había visto jamás. ¿Vos sí?

martes, 27 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, ENTRE ÁRBOLES

Querida Mariana: un día estuve bajo la ceiba. Ese fue mi privilegio. Claro, dirás vos, qué tiene que ver esta fotografía. Bueno, diré que en las ventanitas estamos Jorge Mandujano, Mario Samayoa y el arenillero. Y estamos reunidos en forma virtual, porque Jorge me invitó a participar en su programa de radio: “Bajo la ceiba”, que transmite en Radio Universidad, de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Gracias a la invitación, desde mi casa, me tumbé debajo del árbol sagrado de los mayas y me puse a platicar con Jorge. Jorge y yo nos conocemos desde los años noventa, tiempo en el que hemos platicado en ocasiones, pero jamás lo habíamos hecho bajo la pochota. La sombra de la ceiba es generosa, amplia. Generoso y amplio en sabiduría es, asimismo, el árbol que se llama Jorge Mandujano. Jorge me invitó una mañana para participar en su programa radiofónico. Dijo que había visto información acerca del libro que puse en venta en Amazon, mi libro de cuentos más reciente: “¿Y qué soñaré mañana?”. Ese fue el feliz pretexto para platicar bajo la ceiba. Yo recordé que, a pesar de no ser muy dado a salir al campo, en ocasiones he tenido el privilegio de recargarme sobre el tronco de un árbol o de disfrutar de la sombra. En mi infancia, de vez en vez, mi papá (Dios bendiga siempre su memoria) avisaba que hiciéramos los preparativos para ir a los Lagos de Montebello. A las ocho de la mañana ya estaban en la camioneta Willis las canastas con fruta, paquitos de frijol, tostadas, frascos de cristal con salsa molcajeteada, servilletas, refrescos y cervezas. A las ocho y media era la salida. En ese tiempo, querida mía, no existía la carretera asfaltada, el viaje tardaba más tiempo, pero, era más intenso, porque el camino serpenteaba entre un bosque lleno de pinos. El aroma de la juncia se untaba en nuestro espíritu. Al llegar a la zona de los lagos, caminábamos, mirábamos las orquídeas trepadas en los árboles y los pececitos nadando en el agua transparente. A la hora de la comida, las mujeres de casa colocaban manteles en el piso y la sombra de los árboles bendecía el aire y nuestro disfrute. Sí, he estado bajo pinos y, en una ocasión, lo consigno como cosa extraordinaria, trepado en un árbol de jocote. Hace muchos años, vencí mil temores y me atreví, motivado por los amigos, a trepar al árbol, cortar jocotes maduros y comerlos, mientras mis piernas temblaban alrededor de una rama. Y, bueno, debo decir que, también, en dos o más ocasiones, he recibido la sombra y la bendición de las pochotas que están sembradas en La Pila y en San Sebastián, pero jamás había estado “Bajo la Ceiba”, de mi admirado amigo Jorge Mandujano. Esa ceiba que él plantó y que crece espléndida abre sus ramas en Tuxtlita, la bella. Así llama Jorge a la ciudad capital, la ciudad donde está su casa, donde están los frutos sanos que siembra a través de su literatura. Esa noche platicamos un poco de todo, al final, hablamos de mi libro de cuentos. Ya tiene rato de eso. Por la pandemia, la plática fue en zoom. La vez más reciente donde coincidí con Jorge fue en la presentación de un libro de Miguel Ángel Godínez, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. En esa ocasión, Jorge me obsequió un ejemplar de la espléndida revista que dirige: “Baktún. Turismo y cultura en el Sur de México”. Y para que no digás que soy díscolo, copio la definición que la revista trae: “El Baktún es la unidad más larga del sistema calendárico maya, conocido como cuenta larga. Equivale a 144 mil días, aproximadamente unos 394 años”. Postada: Mario y Jorge me recibieron en su casa de Tuxtla y yo viajé, en forma virtual, desde nuestro pueblo. Las ramas de esa magnífica ceiba me recibieron y yo, como tiuca contenta, volé hasta besar su fronda y bajar al piso, porque, la verdad, se estaba mejor bajo la ceiba que en la fronda. La amistad es como un árbol, se abre al viento. Jorge, enormísima ceiba de la literatura chiapaneca, crece altísimo. Agradezco su compañía, su amistad inmodificable.

lunes, 26 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA PARED PRODIGIOSA

Querida Mariana: las paredes son sensacionales. Te mando foto de una pared comiteca, bien comiteca. ¿Por qué digo que las paredes son sensacionales? Porque son parte del hogar, protegen, pero, a la vez, permiten puertas y ventanas. Esto no es poca cosa. Pero, las paredes son mucho más. Las paredes dejan que los museógrafos cuelguen pinturas sobre ellas. Pensá tantito en las paredes del Museo de Arte Moderno, de la Ciudad de México. Una vez, en los años setenta, fui al museo y vi un cuadro de Dalí y otro cuadro de Remedios Varo. ¿Lo imaginás? Obras de espléndidos surrealistas estuvieron aleteando sobre mi mirada. Y ahora, te mando una pared luminosa. Es una pared del interior de SABORES DE COMITÁN, en el tradicional barrio de San Sebastián, donde preparan los antojitos que hacen inolvidable a este pueblo mágico. Todo acá es de gusto exquisito, el sabor de los antojitos y el ambiente. ¿Ya viste qué pared tan coqueta, tan de buen gusto? Encima del logotipo de SABORES DE COMITÁN, está una enredadera pintada, al lado de una espléndida fotografía que muestra cómo era el Comitán de los años sesenta. ¿Ya identificaste el lugar? Sí, es el templo de Santo Domingo, el que está frente al parque central. En ese tiempo había un grupo de árboles, la calle era empedrada y aún estaba la que luego fue llamada Manzana de la Discordia y que fue derruida en 1979, para ampliar el parque y dejarlo como está actualmente. La enredadera se abre en forma discreta, pero armoniosa. Las hojas son sencillas, se mueven al ritmo que imprime el aire afectuoso de Comitán. ¿Y ya viste el farol, cuya silueta está pintada en negro? El farolito oscuro que parece iluminar a todo ese espacio. Y luego, una lámpara que deja caer su vestido lleno de luz sobre dos cuadros que enmarcan… que enmarcan… ¿qué creés? ¡Sí! ¡Atinaste! Son dos páginas de nuestra revista ARENILLA, donde aparece un reportaje que la empresa nos honró para transmitir su mensaje. Recordé las paredes de las salas de muchas casas tradicionales de Comitán donde colgaban cuadros con fotografías familiares, con momentos trascendentes de la historia íntima. Los amigos y familiares que entraban a las casas podían ver esos testimonios. Eso era un signo de altísima confianza, porque sus miradas recibían ese hilo afectuoso. Lo íntimo sólo se comparte con verdaderos amigos y familiares cercanos. Esto es lo que hace SABORES DE COMITÁN, permite que los amigos que llegan a disfrutar los antojitos comitecos se acerquen al conocimiento de este pueblo mágico, a través de una espléndida fotografía en blanco y negro y de un reportaje a todo color. Un poco de lo mejor de Comitán expuesto en medios que, a la vez, son parte de lo mejor de Comitán. Por eso, en Arenilla decimos que los mejores están con nosotros, porque somos parte del grupo de los mejores. Y quienes acuden a SABORES DE COMITÁN, también son parte de lo mejor. ¡Ya somos parte de una pared luminosa! Nuestro trabajo se expone al lado del corazón de Comitán, somos parte de la savia que alimenta este enorme árbol que tanto nos enorgullece. Los comitecos tenemos una palabra para expresar el placer por ser de esta tierra: chentería. Nos sentimos chentos por haber recibido esta bendición. En ARENILLA-Revista nos sentimos chentos por estar en este museo íntimo, amable. Este testimonio de vida está en el barrio de San Sebastián, barrio donde se gestó la Independencia de Chiapas y de Centroamérica. El próximo 28 de agosto Comitán celebrará el Bicentenario de este hecho histórico. Nosotros celebramos, con anticipación, el grito de independencia, lo hacemos reafirmando nuestro compromiso de seguir aportando nuestro trabajo a favor de lo mejor de Comitán. SABORES DE COMITÁN consolida la tradición culinaria. ¡Ah, qué ricos antojitos comitecos se degustan ahí! Gracias por permitirnos ser parte de su familia, por tenernos en esa pared, pared que abraza a quienes llegan y disfrutan la vida a través de la delicia de los sabores de Comitán. Posdata: cuando los comensales se retiran satisfechos, el recuerdo de esta pared sigue papaloteando en su mirada, en su corazón.

sábado, 24 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, PARA MEDIR EL TIEMPO

Querida Mariana: dicen que el tiempo se va como agua. Y para ilustrar el dicho colocan un poco de agua en la palma de la mano y un reloj en la mesa. Tiempo después el agua desaparece y los segundos han avanzado y desaparecido. Bonito ejemplo para entender el paso del tiempo. Mi sobrina Pau, en lugar de colocar el agua en la palma de su mano lo puso en un vaso de cristal y me vio con la cara de sabihonda que pone cada vez que me pone en problemas. Nada dijo, pero eso botó el ejemplo del principio. El agua no se fue como sí se fue el tiempo. Pensé en la presa de La Angostura. Ahí, el hombre detuvo el agua mediante una cortina de cemento. No sólo la detuvo, sino que la controló. Gracias al genio humano desvía el agua hacia canales donde el chorro activa turbinas que generan energía eléctrica. Después de su carita de búho, Pau me preguntó si era posible detener el tiempo, así como detenemos el agua. Le dije que no. Ella insistió en la posibilidad, dijo que Einstein demostró, hace años, que el tiempo es relativo y dijo que algún día, un científico descubrirá cómo meter el tiempo adentro de un vaso, dijo que siempre ponemos el tiempo en la palma de la mano y, por supuesto, ahí el tiempo se escurre con la misma velocidad que lo hace el agua. Pau siempre me deja pensando. Pienso que el tiempo, desde siempre, es como el universo: se expande y no hay forma de contraerlo. Sin embargo, pienso que no hay que desechar a la primera el pensamiento de Pau. Tal vez, en algún momento el genio humano encuentre la forma de detener el tiempo y, como si fuera agua adentro de una presa, controlarlo para generar más vida. Sí, lo que dijo Einstein es cierto: el tiempo es relativo. El científico demostró que si un compa viajero supera la velocidad de la luz estará en un tiempo diferente al que vive el compa que no se trepó a esa nave. Claro, que una nave supere la velocidad de la luz está en chino. Sólo para cerrar la puerta que abrió mi sobrina recordaré un conocimiento que aprendí en clase de física en la preparatoria: la velocidad de la luz es de 300 mil kilómetros por segundo. ¡Pucha! Mi amigo Romeo se siente muy orgulloso cuando dice que cuando viaja en su auto a San Cristóbal lo hace con una velocidad de ciento veinte kilómetros por hora. Yo tiemblo cuando trepo a un auto que va a más de cien kilómetros por hora. ¿Cómo será trepar en una nave que viaja a trescientos mil kilómetros por segundo? Pero, bueno, vos preguntarás: ¿por qué tema tan extraño en esta carta? Resulta que ayer, en una plática en Messenger, Raúl me preguntó cuánto tiempo son sesenta y cuatro años, número que indica nuestra edad; es decir, los sesenta y cuatro años vividos ¿son muchos o apenas es zaguán para el resto de vida? Se me ocurrió decirle que, si Einstein dijo que el tiempo es relativo, entonces la edad también lo es, porque la edad está hecha de tiempo, que son contados en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años. En mi novelita “La tarde que conocí el cine” aparece un personaje que se llama Alejandro, que tiene cincuenta y seis años de edad, pero como él contabiliza su edad por décadas dice que tiene una edad de 5.6. Ahora que lo pienso veo que mi tocayo logró modificar el tiempo. Tal vez para abrir más la ventana que abrió Pau sea necesario hacer un cambio en la contabilidad del tiempo terrenal. No sé. Es una posibilidad. Alejandro, de “La tarde que conocí el cine”, se siente pichito, y, ya cercano a la edad que ahora se llama de la tercera edad, él tiene una gran ilusión ante la vida, porque no es lo mismo tener una edad de 5.6 que tener 56. Y como me metí en este tema pensé en todo lo que significa el concepto tiempo. Estamos hechos de tiempo. Los expertos en cuestiones de lenguaje dicen que tenemos tres tiempos verbales: el pasado, presente y futuro. Claro, ya luego hay tiempos verbales con nombres raros como pretérito pluscuamperfecto. ¡Dios mío! Suena como cara de tacuatz arriba de un techo a punto de caer. Pero los expertos en cuestiones de vida nos dicen que, en sentido estricto, el único tiempo es el presente, y concluyen con el sentido común de que el pasado ya no está y el futuro aún no aparece, ni aparecerá, porque cuando el supuesto futuro llega se vuelve presente, en automático. Por eso, hay gente que insiste en dejar de lado la contabilidad de los días, porque no hay más que el instante presente. Pensé que en mis sesenta y cuatro años de vida he acumulado miles de instantes y en este tiempo he tenido muchas experiencias, experiencias sensoriales, espirituales, intelectuales, virtuales, y demás ales. No soy amante de los deportes, pero durante este tiempo he acumulado nombres de algunos famosos del mundo, que han sido representantes de las décadas vividas. Por ejemplo, en la carretera del fútbol soccer reconozco a Pelé, Lev Yashin, la Tota Carbajal (Tota, maravilloso sobrenombre), Chava Reyes, Enrique Borja, Pichojos Pérez (quien, según Rosario Castellanos, fue motivo de plática de su hijo Gabriel con un señor en el vuelo de Barajas a Barcelona, cuando iban a quedarse a Israel, en el año 1971) la Cobra Muñante, Hugo Sánchez, Jorge Campos y algunos más. Y resulta que, de estos tiempos, en que el fútbol soccer sigue sin ser materia de mi interés, pero donde veo algunos partidos por la televisión, no reconozco más que al famosísimo Messi y al fallecido Maradona, buen deportista por su capacidad futbolística, pero mal deportista por su afición a la droga. Y si hago un escaneo a los demás temas sucede lo mismo; es decir, tengo más referentes del pasado remoto que del pasado cercano. En música tengo muchos nombres de cantantes famosos: Pedro Infante, Jorge Negrete, Pedro Vargas, Julio Iglesias, José José, Los Panchos, Manoela Torres, Rocío Dúrcal, Vicente Fernández, Joan Manuel Serrat (el gran Joan Manuel), fantástico autor de canciones geniales como esa que se titula “Las pequeñas cosas” y que en unas de sus líneas dice: “Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia” pero no, por ahí andan detrás de la puerta y cuando menos lo esperamos ¡aparecen!, son las pequeñas cosas. Pucha. Y no quería volver al tema, pero mirá, ahora que recordé a Serrat apareció otra vez la palabra tiempo. Según lo que dice el autor el tiempo también mata lo pasado. Pues no. El tiempo es relativo, pero no es asesino. Si alguna cosa desaparece de la memoria es porque ésta es traviesa y tiene muchos túneles donde el pasado se esconde. Pero, digo que si ahora busco en mi memoria nombres de cantantes de estos tiempos aparece un número menor y, para fastidiar el día, en primer lugar está el guatemalteco Arjona. ¡Uf! Luego aparece Juan Gabriel, La Fourcade, la bonita Sariñana, y el pizarrón comienza a quedarse en blanco. Si hago un esfuerzo aparecen los nombres de Bosé y de Maluma, de quien, por fortuna, tengo el privilegio de no haber escuchado ninguna de sus canciones, pero su nombre me suena, me suena más que sus canciones, gracias a Dios. Lo que quiero decir es que tengo el Síndrome del Comitán actual, que consiste en la frase que repiten los mayores: Comitán ya no es lo que era, ahora ya nadie se conoce. Antes, como era un pueblo pequeño todos se conocían y podían decir los nombres y los apodos, ¡faltaba más! Pero, ahora, con una población de más de ciento veinte mil habitantes ya hay muchas caras desconocidas. Y algo similar me sucede con el cine: conservo más nombres de actores y actrices anteriores que del cine presente, y lo mismo sucede con los nombres de directores. Hablo del cine internacional, del cine mexicano el vacío es más impresionante. Recuerdo muchos actores del cine mexicano de los años sesenta y setenta y desconozco casi en su totalidad a los de estos tiempos. Sé que vos, como apasionada del tema, tenés presente a los viejos y a los contemporáneos. Es tu pasión, es comprensible. Pienso que ante tanta información mi mente se ha vuelto más selectiva y sólo está pepenando lo que es de mi interés real: la literatura. Los escritores sí han tenido una secuencia sensacional, acumulativa. Los autores recientes se agregaron en forma natural a los nombres anteriores. Posdata: los cuerpos de los mortales se deterioran con el tiempo. Sé que a medida que pasan los instantes de mi vida y el presente se vuelve pasado mi memoria pierde capacidad. Si desde siempre fui memoria pichancha, a la edad de 6.4 ya no tiene la potencia que tenía a los 3.1. Y eso hablando de la memoria, pero podría hablar de otras partes del cuerpo. Mejor ahí la dejo. El vaso que contenía el agua se evaporó. El tiempo no perdona.

viernes, 23 de julio de 2021

DE TRESCIENTOS SESENTA Y MÁS GRADOS

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como el círculo del zodiaco, y mujeres que son como un aro luminoso. La mujer aro luminoso, a la hora que despierta, se sienta sobre la cama, repliega sus piernas y las abraza. Así recibe el primer rayo de sol. Ya, durante el día, asoma su rostro en las ventanas del aire y pega carteles de Not disturb en todas las puertas del universo. Bebe gota a gota el agua del atardecer y bendice el anochecer con la cera del viento. La mujer aro luminoso sabe que la vida radica en el movimiento circular. Un aro forma la sonrisa del sol, un aro la luna, un aro la promesa del cielo y del árbol que concede sus frutos. No hace caras a la hora que la abuela le repite la historia mil veces contada; no hace pucheros a la hora que el abuelo exige un bastón para su tristeza. No canta en micrófonos, siempre lo hace con el viento a su favor, de esta manera la voz se vuelve barquito de papel en el cielo. No elude compromisos que suponen desgaste del cuerpo. El espíritu es la flor que crece en el desierto. Nada la desalienta, cualquier rama torcida la mueve a enderezar su personalidad de trescientos sesenta grados. Trepa a cimas como si fuera una nube en día de campo; baja a lo más profundo del alma, lo hace con espíritu de espeleóloga de arena. Se sienta sobre la piedra para saber que no es buena elección abandonar la tierra. Sabe que los sueños se derriten a más de mil metros de altura. Por eso, su rostro sabe que la tecla no debe abandonar la cuerda. La mujer aro luminoso da de comer al venado que pace en medio del bosque, da de comer al elefante sediento y deja que el polvo camine por su piel húmeda. Sabe que no hay peor cosa que un grano de arena sediento. ¿Cómo se calma la sed del árbol que no tiene hojas? ¿Cómo se calma la sed del mar que no tiene olas? Le encanta escuchar música a la hora que se desliza en patineta, a la hora que abre la ventana, a la hora que saluda la lluvia. Corre si los pies están contentos, pero procura que su caminar sea pulcro, como pulcro el vuelo del ave; sencillo, como sencillo el picoteo del aire en el tejado; armonioso, como armonioso el faro que guía el barco a mitad de la noche. La mujer aro luminoso coquetea con quien le sirve el helado o el café; coquetea con la mano que se estira para pintar el lienzo, con la cuerda que hace girar al trompo. Todo es circular. Arma un círculo de luz a la hora que aplaude, a la hora que toca la guitarra y a la hora que duerme en posición fetal. Desenreda lo que está intrincado y todo es como sueño de péndulo. Nunca ha disfrutado las citas a ciegas, pero sí le gusta, a la hora de estar con su amado, jugar a la gallina ciega, donde ambos se cubren los ojos con vendas. Le encanta firmar su círculo de luz en todas las avenidas del cuerpo de su amado. Por eso odia los tatuajes, porque los tatuajes llenan de manchas oscuras las pieles donde debería renacer la luz. Las imágenes que pinta con sus dedos luminosos son huellas para despertar las puertas y ventanas del alma. Le gusta cantar frente al espejo o frente a un lago. Le gusta imitar la voz del cenzontle y la de la pared a la hora que se queja. Le gusta bailar a mitad de un bosque, abrir los brazos y recibir la caricia de la hoja seca que es como abeja en el mar del aire. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como helado de fresa, y mujeres que se deshielan a la hora que hierve el agua.

jueves, 22 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN PASEO POR EL SENDERO

Querida Mariana: paso a paso, día a día. La vida no es más que lo que acá mirás. Una senda y un paso. Así se han construido las ciudades. ¿Recordás que un día, en el parque central, dimos vueltas y vueltas, mientras comíamos esquites y pensábamos en todo el trabajo hecho por las generaciones anteriores para construir lo que hoy es Comitán? Esa tarde no hicimos más que lo acá mirás: dar un paso tras otro, nuestras palabras seguían el ritmo de nuestros pensamientos y, de igual manera, letra a letra hacían senda. El pensamiento diario también sigue el mismo proceso. Las ideas y las sociedades se forman con la misma sencillez y complejidad de las construcciones. Un ladrillo tras otro hace las paredes y las paredes sirven para hacer techos y terrazas. ¿Cómo los mayas realizaron esos majestuosos templos? Paso a paso, día a día. ¿Cómo se construyó la Torre Eiffel? ¿Cómo el templo de Santo Domingo, en nuestro centro histórico? A mí me sorprende esa capacidad humana para levantar construcciones, para avanzar paso a paso. A veces, el ser humano sigue las sendas y, a veces, como dice el poeta, hace camino al andar. Estas sendas no siempre son físicas; es decir, no siempre el ser humano hace la carretera de Comitán a San Cristóbal; a veces hacen caminos en el aire. Los maestros de literatura, por ejemplo, no hacen caminos con palas y picos, ¡no! Ellos abren un libro y seducen a sus alumnos, a través de la palabra. Así hacen caminos en la mente de los muchachos. Esos caminos no permiten que el tiempo haga estragos en ellos. Son caminos siempre llenos de claridad. Las otras sendas, las físicas, se llenan de charcos cuando llueve, se vuelven caminos lodosos. La vida es lo que mirás en la foto. La vida es paso por paso. A veces el paso es firme, porque el piso lo es también; a veces, el paso es titubeante, porque la senda está en medio de un pantano. Estos pasos son más complicados, pero el genio humano logra darlos, porque la voluntad está hecha también con la misma sustancia, con el mismo protocolo. El dicho dice que nada se logra de la noche a la mañana. Estoy de acuerdo. Con excepción de los traileros, nadie camina la senda por la noche. De la mañana a la noche tampoco se logra el recorrido de toda la senda. La vida es el camino día a día. Nadie, hasta la fecha, puede avanzar más en el tiempo. El tiempo es secuencial. Puede resultar fastidioso lo que diré, pero hay personas que insisten en “ganarle tiempo al tiempo”. ¡Qué absurdo! Ninguna ciudad se ha hecho ganándole tiempo al tiempo. Comitán se hace día a día, día a día, nuestros mayores, colocaron ladrillos para hacer esta prodigiosa construcción. Por eso, los ciudadanos que aman la ciudad insisten en valorar el legado y protegerlo. Venimos de la tradición. Nuestra tradición es rica en valores culturales. Nuestra ciudad se construye paso a paso, día a día. De igual manera se construye el espíritu humano: paso a paso, línea a línea. La riqueza cultural de Comitán no se hizo de la noche a la mañana. Cientos de personas han contribuido, con su trabajo diario, a formar este tejido lleno de color. Posdata: cuando nos detenemos un instante y observamos el camino donde andamos vemos que esa senda tiene arena, tierra, arenillas, piedritas, rocas, musgo, lodo, agua encharcada, grietas y vacíos. La voluntad humana supera todo, alza el pie para evitar una piedra o construye un puente para salvar vacíos, pero lo hace paso a paso, como dice el poeta: golpe a golpe, verso a verso.

martes, 20 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON ÁNGELES SIN ALAS

Querida Mariana: ¿existen ángeles sin alas? Dicen que sí. No los imagino. Desde niño crecí con la idea de que los ángeles siempre tienen alas. En la casa paterna había un oratorio, mis papás al lado de imágenes de santos y de vírgenes tenían dos o tres ángeles. Recuerdo uno rechonchito, cachetón, sonriente, con alas blanquísimas. Tengo un amigo que se llama Ángel. ¿Vos tenés amigos que se llaman así? Es un privilegio tener ese nombre, ¿no? Con mi amigo siempre bromeo, le digo que se llama Ángel, pero que no es un ángel, él responde que, con su carisma, espera confundir a San Pedro y entrar al cielo. Ángel dice que no le gusta leer mis textos, porque cuando escribo (dice él) siempre caigo en la exageración, todo es increíble. ¿Yo, exagerado? Puedo caer en el chiste fácil y decir: ¡he dicho un millón de veces que no soy exagerado! ¿Yo, exagerado? Exagerado el pueblo de nuestro país. Yo crecí escuchando lo siguiente: ¡tiró la casa por la ventana! Quisiera ver la cara de Luis Buñuel, genial cineasta surrealista, al oír que alguien tiró la casa por la ventana. Esto sí es exageración. ¿Cómo, digo yo, podés tirar la casa por la ventana? Para hacerlo real tendría que ser un proceso reversible genial. Crecí escuchando eso. Tal vez por eso, la exageración me resulta algo común. Los surrealistas no tienen empacho en ver y escuchar la vida en forma inusual. ¿Has visto ese maravilloso cuadro de Salvador Dalí, otro surrealista locochón, que se llama “Las tentaciones de San Antonio”? En ese cuadro fantástico (en las dos acepciones) aparecen animales con los cuerpos armónicos que se sostienen sobre patas delgadísimas, como carrizos. En el plano de la realidad, tales animales son del estilo de los que tiran la casa por la ventana. Ningún elefante podría sostenerse en pie con tales patas. ¡No! Las patas de los elefantes son como troncos de ceibas para poder sostener el cuerpo. El tal Dalí era un exagerado. En los años setenta, los comitecos vivimos en pleno parque central un ejemplo de exageración. Te cuento que un día colocaron una estatua de Belisario Domínguez, máximo héroe civil del país. No era una estatua sencilla, no, era la estatua que ahora está en la entrada de la carretera internacional y que recibe a los automovilistas que llegan de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Como ves, la estatua es monumental, en el lugar donde está se ve muy bien, en armonía con el entorno. En el parque central era un elemento que descollaba en forma exagerada. Tal vez por eso un día decidieron cambiarla de lugar y llevarla al entronque con la carretera a Tzimol, y luego al Mirador, hasta que la bajaron a un lugar donde fuera más visible. El mundo no soporta la exageración, y, sin embargo, vive inmerso en ella. Todos los días hallamos ejemplos de la cultura popular que están adentro de esa burbuja. Medio mundo ama a la pintora Frida Kahlo y una de las características de ella es, precisamente, su propensión a exagerar sus peinados, cuando estaba más sublime se colocaba casi un florero encima de su cabeza. ¿Qué puede decirse de las cejas que nuestra Rosario Castellanos se pintaba? Los chistes de exagerados van y vienen por nuestros cielos, como si fueran llevados y traídos por los ángeles (con alas). Se cuenta que un compa muy exagerado quiso remediar su mal, fue a visitar a un boticario y pidió si había un medicamento para sanarlo. El boticario bajó una caja del estante y le dijo que esas pastillas eran buenísimas. ¿De verdad me curaré?, preguntó el exagerado. Sí, dijo el boticario, lo garantizo. Bueno, dijo el exagerado, véndame cuatrocientas treinta y dos mil doscientas dos pastillas. Posdata: Bueno, se entiende, el exagerado aún no había comenzado el tratamiento. Tal vez al final de tomar las cuatrocientas treinta y dos mil doscientas dos pastillas ya estaba curado. No me estás preguntando, pero pienso que los angelitos con alas también son parte de esa propensión humana a la exageración. Mi amigo Ángel, para confirmar su nombre, fue con un artista del tatuaje y se tatuó dos alas en la espalda. La naturaleza divina no le puso alas reales a mi amigo. Quienes tiran la casa por la ventana, digo yo, también ponen alas a su imaginación. Cuando la naturaleza no nos da un mundo satisfactorio, no queda más que exagerar tantito para que lo cotidiano tome otro rostro.

lunes, 19 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON NOTICIA LLENA DE LUZ

Querida Mariana: Arturo, quien era jardinero en la casa paterna, decía: “tiene contentura mi corazón”. A mí me agrada ese término, contentura. Decía mucho de la alegría que Arturo tenía. Por eso, ahora, permití que diga: ¡tengo contentura en mi corazón! Ya está en distribución el número 24 de ARENILLA-Revista. Estamos ya preparando el número 25, el número que celebrará, por lo alto, el cuarto aniversario de nuestra revista. Es noticia luminosa para los fieles lectores de toda la región, región que no distingue líneas pintadas por los nacionalismos. Nuestro círculo abarca mucho más allá de Comitán, llega hasta Huehuetenango, Guatemala. Hablo de la edición impresa, en la edición digital llega a saber cuántos territorios. Nuestra revista vuela galán por muchos cielos. En las alas lleva el mensaje de estas tierras, un cachito de hierbabuena. Ah, qué agradable saber que contribuimos a llevar lo mejor de la cultura a muchos cielos. Sí, tenemos contentura. Gracias al apoyo irrestricto de nuestros patrocinadores y a la fiel compañía de miles de lectores seguimos sembrando luz en medio de tiempos que traen un poco de sombra. Tenemos contentura. ¿Querés una probadita de lo que ahora tenemos para nuestros lectores? En portada, con fotografía del gran Carlos Gordillo, están cinco chicas que son representación de la mujer comiteca actual. A doscientos años del momento en que, de acuerdo al mito histórico, Josefina García participó con gran dignidad en la Independencia de Chiapas y de Centroamérica, este número honra a la mujer comiteca. Comitán es la Cuna de La Independencia. ¡Nadita somos! Por eso, hacemos un brindis por la independencia, por el vuelo de la libertad. Y para brindar con emoción, nada mejor que probando antojitos comitecos. En este número presentamos “Sabores de nuestro maíz comiteco”, donde privilegiamos las recetas que se preparan con el grano hijo pródigo de esta tierra; y un reportaje que se titula: “Deliciosa y galana gastronomía en Comitán”. Sí, celebramos la aparición de nuestro número 24 y el Bicentenario de Chiapas y de Centroamérica, ofreciendo riquísimos platillos preparados en el restaurante 1813, COCINA MEXICANA; en Cenaduría SABORES DE COMITÁN; en LA CASITA; en restaurante ALOHANA; en la MARÍA BISTRO; y en la CHURRERÍA PORFIRIO. Ah, forma galana de gozar la vida, la vida alegre que se da en Comitán. Y, como para reafirmar la presencia fundamental de la mujer comiteca, presentamos un reportaje con ocho chicas estudiantes del CBTis 108, quienes lograron amarrarse la cinta de la gloria, al obtener una Mención Honorífica y un Segundo Lugar Nacional en Concurso de Prototipos. Las chicas, en 2022, participarán en un evento nacional (las chicas de la Mención) y en un evento internacional (las chicas del Segundo Lugar Nacional). Estarán en algún lugar de México y en Chile, maravilloso país sudamericano. ¡Qué bendición! Jóvenes de estos tiempos siguen aportando luz a esta sublime tierra. Pero hay más, más luz, Juana Toledo Pascual, mujer maya Q’anjob’al, orgullo de esta amplísima región, respondió a una entrevista que le hizo Carlos Rivas, nuestro Director Comercial en Guatemala. La voz de esta mujer comprometida con los mejores valores culturales de su país y de la región es otra joya más de nuestra propuesta editorial. Gracias a todos los que extienden su mano para untar un poco de aire en los espíritus de nuestros lectores. ¡Gracias! Gracias a Samuel Albores, dueño de la librería Lalilu, por jugar y responder las diez preguntas locochonas de la entrevista ARENILLA. No falta, ¡no puede faltar!, la carta que siempre te mando; no falta, tampoco, la tradicional Tiendita de doña Pifa y el cuentito que, por cortesía de la Fundación Alexandra Del Castillo, publicamos en cada número, para que hijos y papás compartan la lectura y siembren renuevos en la huerta donde crece la imaginación, palanca que mueve al mundo. Posdata: sí, tenemos contentura en nuestro corazón. Brindemos, digamos ¡salud!, para invocarla en el mundo entero. ¡Salud, siempre! Salud física, salud mental y salud espiritual. Bendiciones para todos.

sábado, 17 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON EXÁMENES

Querida Mariana: digo que hay palabras que no son agradables. A mí, la palabra examen me provoca urticaria mental. Pienso que sólo a algunos maestros revanchistas les encanta mencionar la palabra examen. ¿Hay algún alumno que, con gusto, la escuche? A ver, que levante la mano (que tire la primera piedra) quien no copió en algún examen. Vos, ¿nunca copiaste en algún examen? Sé que vos siempre fuiste niña de diez en todas las asignaturas, pero estoy seguro que en algún momento de tu vida has hecho alguna trampita en un examen. Y digo que un maestro revanchista goza el sonido de la palabra, porque usa al examen como material de desquite. ¿Mirás qué perversión? Sí, a mí me tocó ver un maestro que dijo: ¡ahora sí me las pagarán!, a la hora de aplicar un examen. Usaba el examen como método de tortura. Si los alumnos habían hecho de las suyas en clase, si habían sido groseros y malos estudiantes, a la hora del examen ¡la pagarían! A ver, a ver, de entrada, no parece un método pedagógico; al contrario, parece un procedimiento inventado por un primo hermano de las prácticas de la Santa Inquisición. ¿El potro era algo aberrante? Bueno, pues ese amigo maestro usaba el examen para estirar hasta el desgonce los huesos espirituales de sus alumnos. ¡Ahora sí me la pagarán!, era su dicho. Y bueno, a mí todavía me tocó (siendo alumno de primaria) recibir una dosis mínima, pero dosis al fin, de la regla: la letra con sangre entra, porque un maestro nos daba unos reglazos en las manos hasta que aprendíamos la lección. Mi querido maestro (a nadie le guardo rencor) nunca supo que yo iba a dedicarme a dibujar y a escribir, de grande. De haberlo sabido, habría tenido más cuidado con mis manos, no me habría infligido tal tormento. Por fortuna, la pedagogía moderna ha proscrito los castigos corporales, nada de jalón de patilla, nada de hincarse en un tapete de corcholatas, nada de reglazos ni de jalones de oreja. No. Los estudiantes tienen derecho a ser tratados con respeto. Claro, no falta el adulto que echa la culpa del bajo nivel educativo de los jóvenes actuales a la falta de un buen cinturonazo. ¡Falso! El bajo porcentaje educativo tiene múltiples causas, una de éstas tiene que ver con el poco compromiso de algunos maestros actuales, que cumplen su labor sin una verdadera vocación. Es inadmisible, por ejemplo, que un maestro no sea un lector contumaz. Hay maestros que no leen por placer, que sólo alcanzaron a medio leer los libros de la carrera. Hay maestros (¡Dios los perdone!) que no escriben en forma correcta, que tienen muchas fallas de ortografía a la hora de redactar. ¿Cómo los alumnos van a aprender en forma correcta, si el docente escribe barbaridades en el pizarrón? Lo que, cuando menos en el país, no erradicó la pedagogía moderna fue la aplicación de exámenes. Estos siguen a la orden del día. Lo único que cambió fue el nombre, ya no se aplica la palabra examen, ahora se usa la palabra evaluación. Dicha palabra causó una gran revolución cuando la autoridad federal exigió que el magisterio nacional presentara una evaluación. El mundo se les vino encima. El rostro de aquel maestro cambió, ya no gozó la mención de la palabreja. Sólo faltó que un alumno, en su cara, le dijera: ¡lero, lero, ahora la pagará!, o: “el que a hierro mata a hierro muere”. De lo que llevo escrito advertirás, entonces, que la palabra examen no causa mucho entusiasmo, salvo cuando el recién graduado en la Facultad de Arquitectura aparece en la puerta del auditorio y grita: ¡pasé, pasé, pasé!, y familiares y amigos abrazan y felicitan al nuevo arquitecto. Pasó su examen profesional. Pero una semana antes, me habría gustado ver la cara del pasante y preguntarle su opinión acerca del momento que estaba a punto de vivir. Si hiciéramos un ejercicio democrático con una pregunta sencilla: ¿Deben quitarse los exámenes en las escuelas? Un porcentaje mayoritario votaría a favor de eliminar los dichosos exámenes, con lo que quedaría demostrado que tal prueba de conocimiento es un sofisticado y legal elemento de tortura. Claro, vos dirás: ¿y entonces cómo evaluar el conocimiento adquirido? ¿Cómo saber si el alumno logró aprender el mínimo requerido para ingresar al siguiente grado, para entrar al próximo nivel educativo, para obtener la autorización de ejercer una profesión? El genio humano no ha logrado una mejor prueba de aprendizaje que el odiado examen. Examen que, seamos honestos, no logra evaluar de manera científica el aprendizaje real, porque, ya lo dije, todo mundo copia; es decir, la herramienta no sirve como prueba fidedigna de lo que persigue. Yo copié, yo reprobé asignaturas. Por supuesto que sí. No me gustaba la Matemática, no me motivaba su estudio. ¿Por qué decidí estudiar ingeniería, en la UNAM, si la matemática me daba urticaria mental? Eso es motivo para otra carta. Lo que ahora pretendo decir es que si reprobé matemáticas II en la facultad es porque los numeritos de las integrales y derivadas eran algo que nada tenía que ver con mi vocación. A ver, a ver, lo que digo, lo digo a título personal, mi niña. Digo que el genio humano lleva siglos aplicando esta herramienta, a pesar de que en esos mismos siglos ha quedado demostrado que no es un buen instrumento de medición de aprendizaje; es como si tuviéramos una regleta de veinte centímetros para medir un metro. ¿Por qué lo digo? Porque también me he topado con compas maestros que, al inicio de un curso, se quejan del poco conocimiento que sus alumnos tienen y se preguntan, con carita de niño frente a un rascacielos, cómo lograron pasar al siguiente nivel. ¿Cómo? Pues pasaron su examen. ¿Cómo? Ah, eso sí no sé. Bueno, sí sé, pero eso no lo digo, porque causa resquemor, porque el examen es, ¡qué pena!, en muchos casos, también un instrumento de corrupción. Hace años (dicen que ya no), en una universidad pública, el ingreso para la carrera de medicina era a través de un pago y no por la acreditación del dichoso examen de admisión. Eso era una soberana burla. Bueno, para acabar pronto. He sido testigo de alumnos universitarios que, igual que los maestros que ya te dije, tienen poca comprensión lectora y enormes deficiencias en la redacción de textos. La palabra examen me da urticaria, porque es como una carrera de obstáculos donde algunas personas que tienen la rodilla hinchada deben competir en forma obligatoria. Nuestro sistema educativo tampoco ha logrado erradicar el método competitivo. En muchas escuelas, por no decir todas, sigue imperando el famoso cuadro de honor, donde están los muchachos que, gracias a su esfuerzo (por estudio o por copia) tienen las mejores calificaciones. Doña Lolita Albores, en su libro de crónicas, cuenta lo que vivieron muchos estudiantes comitecos en los años cuarenta: los exámenes orales. Dios mío. Esa práctica sí evitaba la copia, pero no le quitaba ni un ápice de herramienta de tortura; al contrario, presentar un examen oral era como pararse frente a un pelotón de fusilamiento. Dicen que a la muerte todos los seres humanos llegamos solos, pero no hay soledad más solitaria que el pobre tipo que se para frente a un grupo de cinco o seis justicieros que, con rifles, esperan la orden: ¡fuego! Digo pues que, a mí, cuando menos, la palabra examen (en singular) o la palabra exámenes (en plural) les miro cara de esa medicina de color rosita que sirve para contrarrestar la diarrea. El genio humano tan sublime no ha tenido la capacidad de crear otro mecanismo para medir el aprendizaje. Pienso cómo le harán los seres de otros planetas. Estoy seguro que tienen otros medios, más avanzados, menos tortuosos, menos dados a la corrupción y al desquite. Posdata: ¿cómo medir el aprendizaje? Ah, no sé. A mí no me preguntés. No soy experto en procesos pedagógicos, yo soy escritor, dibujante, pintor y lector. No más. Yo ejerzo lo que dicta la sentencia popular de zapatero a tus zapatos. ¿Por qué, entonces, me metí en este berenjenal? Porque me puse a platicar con vos acerca de la palabra examen, que es como un chayote con mucha espina. Eso fue lo que hice, aportar elementos que justificaran mi aversión a dicha palabrita. Cuando un compa vio que estiraba mi brazo al tope y no lograba leer el papel que tenía en la mano, me dijo que fuera a hacerme un examen de la vista. ¡Ah, no lo hubiera dicho! La mención de la palabra fue como si me dijera que debía ir a presentar un examen extraordinario de matemáticas II. Total que nunca fui, porque pensé que podía resultar reprobado. Fui a Sam’s y compré un par de lentes para vista cansada y con esos lentes la llevo.

jueves, 15 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON EL SUEÑO QUE SE VUELVE PESADILLA

Querida Mariana: todos soñamos. Algunos recuerdan sus sueños con precisión, otros no los recuerdan y juran que ellos no sueñan. Los científicos aseguran que todos los seres humanos sueñan. Un día, hace como tres o cuatro años, me confundí. Víctor me preguntó: ¿Qué soñaste? Pensé que él me preguntaba acerca de mi sueño de adolescente y dije que soñaba con ser actor. Luego me di cuenta que él me preguntaba acerca de mi sueño de la noche anterior. Es que la palabra sueño se emplea para designar algún deseo o para nombrar a la actividad mental a la hora que dormimos. Nunca los sueños que tenemos en la vigilia corresponden a los sueños a la hora de dormir. Los sueños que corresponden a nuestros deseos tienen cierta coherencia; en cambio, los sueños a la hora de dormir son totalmente independientes, son como chuchos que no ladran, pero que, a veces, sí muerden. Muchos de los sueños que corresponden a nuestros deseos se topan con un muro y no se concretan, muchos se van al vacío, se ahogan. Benditos aquellos que consiguen sus sueños. Yo no alcancé mi sueño de ser actor. Bendita la Arcelia Ramírez, quien, en el Festival de Cannes, hace apenas algunos días, fue ovacionada por su actuación en la película “La civil”. Dicen que la ovación tardó ocho minutos. ¡Uf! Qué prodigio. Sé que uno de tus sueños es el dedicarte al cine. Te estás preparando para ello. Eso me da mucho gusto. No querés ser actriz. Tu sueño es dirigir películas. Ahora, ya no es tan complicado como antes. He visto cortometrajes realizados con un celular. Eso es fantástico. Celebro tu sueño y brindo por él. Primero Dios sé que lo realizarás, porque quienes te conocen saben que sos como la cerveza Victoria, que es el sabor chingón de México; vos serás: Mariana, la realizadora chingona de México. Varios de los sueños que asoman a la hora de dormir se desbocan y a veces se convierten en pesadillas. No sé si vos has tenido pesadillas. Son horribles. A la hora que uno se duerme el perrito french poodle se convierte en un doberman furioso, rabioso, y lanza su baba mientras el durmiente está indemne, desprotegido. ¿Qué mecanismo mental activa el botón de las pesadillas? No sabemos. El sueño es un enigma. Sólo sabemos de su existencia nebulosa. Recuerdo un sueño que se convirtió en pesadilla y sólo halló salida a la hora que desperté casi a punto del llanto. ¿Cuántos años tenía? Diez u once. La noche anterior fue como cualquier noche, entré al baño, me lavé los dientes, me puse el pijama, recé, escuché radio Nederland en un radio de onda corta que tenía y apagué la luz para invocar el sueño. Nunca supe que en ese momento lo que aparecía en la ventana de mi mente era la pesadilla y no el sueño. Al despertar, con el corazón tamborileando a velocidad superior a 300 kilómetros por hora y las sábanas llenas de sudor, recordé lo que no quería recordar: mi mamá me pidió un suéter, entré a su recámara, pero al caminar mis pies se hundían en un terreno lodoso, como pude me acerqué al ropero, lo abrí y busqué el suéter solicitado, con mi mano derecha hice a un lado las blusas y los sacos colgados en ganchos, de pronto (ya mirás cómo son los sueños), los ganchos estaban fríos y de ahí colgaban cadáveres de perros congelados, me hice para atrás y como si el closet fuera una cueva comenzó a salir un ejército furioso de murciélagos, cientos de éstos aleteaban sobre mi cara y yo me hacía para atrás, pero miraba que mis pies ya no tenían soporte, mi cuerpo caía al vacío. En ese momento desperté. Posdata: el poeta Calderón de La Barca nos regaló una lúcida contradicción cuando dijo: “…que toda la vida es sueño, y los sueños sueños son…” ¿Toda la vida es sueño? No. Si hacemos un intento de retruécano diríamos que todo sueño es vida. Y esto no es así. Hay sueños que consumen la vida. Sueños donde aparecen murciélagos que chupan la sangre del sosiego. Vos, ¿qué soñás? ¿Has tenido pesadillas? Romeo bromeaba. ¿Pesadillas? No, quesadillas sí, todas las noches.

miércoles, 14 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 9)

Querida Mariana: doña Lolita, en la crónica “Sí, conocí a Rosario Castellanos” dice que Rosario “era muy humorista”. En el libro “El aire en que se crece”, de Rebeca Orozco, la autora menciona que uno de los grandes amigos de Rosario fue Raúl Ortiz y Ortiz y agrega: “…en las reuniones con él y con otros amigos de la universidad, ella se sentía a sus anchas: reía sin parar y desplegaba ese sentido del humor irónico e inteligente que a todos asombraba…” Todos los que conocieron de cerca a Rosario aseguran que ella, como dice doña Lolita, fue muy humorista. Rebeca dice que, en el círculo de sus amigos, ya en la Ciudad de México, desplegaba un sentido del humor irónico e inteligente. En varios de sus textos asoman estas características. La propia Rosario, en un ensayo que publica en Excélsior, escrito en 1971, en Tel Aviv, ya siendo embajadora de México en Israel, comenta que recibió noticias de la aparición de su libro “Álbum de familia”, que contiene (ella lo dice) tres cuentos y una novela corta, y Rosario comenta que con este libro abandona el Ciclo Chiapas e inicia un nuevo camino literario, una senda donde abandona “el patetismo por el humor”. ¿Mirás? La propia Rosario privilegia el humor en su obra creativa; es decir, si ella posee las cualidades de ser irónica e inteligente (porque los inteligentes son humoristas) las emplea en su acto creativo. Rosario dice: “… con “Álbum de familia” uno se puede reír. Con risa de conejo, es cierto. Pero algo es algo”. Y es cierto. Yo, cuando menos, reí cuando leí “Lección de cocina”. A propósito, la actriz comiteca Rosa Hortensia Aguilar Trujillo hizo una adaptación de este relato y lo presenta como un monólogo, con esa chispa de humor que caracteriza el texto. Algunos autores han dicho que ese rasgo de la personalidad de Rosario no es más que un intento de máscara, para ocultar sus problemas personales. ¿Cómo enfrentar la avalancha de dolor causada por la relación con su esposo Ricardo? Pero doña Lolita no sólo dice que ella fue humorista, sino que, y esto es un dato genial, dice de dónde, según ella, le viene ese rasgo. Paso copia de lo que doña Lolita dice: “Era muy humorista y le gustaba manejar la ironía; mucho de lo que ella escribió de Comitán fue narrado por su madre doña Adriana; que se reía mucho de la forma de vivir de los comitecos y criticaba muchas cosas; recordaba anécdotas y las contaba con una gracia muy propia de la cual mucho le heredó Rosario”. Si Gabriel García Márquez reconoció que mucho del realismo mágico que escribió le llegó por voz de su abuela, doña Lolita dice que la gracia de Rosario para contar anécdotas fue herencia materna. Dice doña Lolita que doña Adriana se reía mucho de la forma de vivir de los comitecos. Ella, siendo mera comiteca, bataneca, conocía el modo de ser de los comitecos. Debemos reconocer que la personalidad del pueblo comiteco tiene, en efecto, rasgos que mueven a la risa. Los comitecos, desde siempre, se reúnen y disfrutan la anécdota. La anécdota tiene como elemento fundamental el sentido gracioso, el remate que mueve a risa. Y de esto, vaya que sabía doña Lolita, quien escribió dos libros sencillos con chistes y grabó discos con picardías comitecas. ¿Cuál ha sido uno de los libros más vendidos de los autores comitecos? El de “Sólo para comitecos”, de Armando Alfonzo, libro que cuenta anécdotas de los años treinta y cuarenta de Comitán. Te he platicado en muchas ocasiones que cuando había un acto cultural o social y estaba doña Lolita, varios buscábamos estar cerca de ella, porque esto garantizaba pasársela bien. Me da gusto enterarme que un fenómeno similar sucedía con Rosario, sus amigos disfrutaban su humorismo irónico e inteligente, piedra que pepenó en el regazo de la bataneca, su madre. Posdata: yo no sé si esa ironía le sirvió para enmascarar su dolor interno, lo que sí sé es que Rosario advirtió que el humor sirve para escribir literatura inteligente.

martes, 13 de julio de 2021

EN BAÑO MARÍA

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que ven el cielo únicamente cuando no hay nubes, y mujeres que se vuelven agua cuando ven barcos. La mujer que se convierte en agua cuando ve un barco tiene el horizonte como su sitio especial. En su casa nunca falta un palo mayor ni un carajo; es decir, la canastilla que siempre está en el palo mayor de los barcos. Porque, lo ha sabido desde siempre, nunca está de más ese aditamento que sirve para encerrar, como canario sin plumas, a los amantes que se quieren pasar de nubes. Sus pasillos siempre están llenos de atardeceres; su comedor está al lado de un sembradío de sueños. Nunca piensa en la muerte, siempre abona su pensamiento con recuerdos infantiles: tardes de columpio, de trepadas a árboles de jocote, de chocolate caliente al lado de la abuela, de líneas pintadas en las paredes blancas, de cantos como aleluyas sublimes. Nunca piensa en el viaje, ¡lo hace! Le basta colocar un par de pantalones, blusas, ropa íntima y condones adentro de la mochila para pararse en la esquina donde pasa el auto que no tiene destino. Le encanta llegar a un hotel de lujo, sentarse en el lobby, levantar la vista y ver la belleza de las lámparas y de los adornos del cielo. Por supuesto que no se registra ahí. A ella le encanta dormir en casa de campaña, a mitad del bosque o a la orilla de un lago. Al despertar escucha el canto de los pájaros y el murmullo del viento a la hora que se despereza para iniciar el día. Le gusta leer. Sabe que la vida no existe si no fluye el agua, como fluye la savia, como fluye la sangre. La lectura es parte del viaje de la vida. La palabra, como el agua, riega las parcelas para que la humedad permita el prodigio del renuevo. Cuelga nubes en las paredes y en el techo de su recámara. El cielo también es un oratorio para honrar a la tierra y al árbol donde anida el deseo. Cuando bebe un vaso de agua siente que su cuerpo reconoce su estirpe, el abrazo de su madre, la lluvia paterna, el río de los abuelos y el charco donde crecieron los mulututes de sus temores. Cuando tiene problemas piensa en la caminata de Jesús sobre el agua y resuelve su duda como si fuera la Torre Eiffel o el Museo del Louvre. No necesita gárgolas en su ventana ni pasadores en las puertas de su recámara. Lo que sí necesita es una lámpara para mirar las cuerdas con que su sobrina detiene el avance de los elefantes a la hora que juega el infinito juego del circo. No acostumbra poner vallas en las calles y avenidas de su cuerpo, pero sí le encanta poner trampas para que se quiebren las patas de los estúpidos renacuajos. Sus deseos los ensarta en una cinta que es como un lazo para soltar amarras. En sus sueños nunca caen torres ni se incendian trasatlánticos; en sus sueños, los puentes siempre unen orillas y dejan que los peatones pasen de un lado a otro. La mujer que se convierte en agua cuando ve un barco tiene el espíritu lleno de lianas de fuego; sus árboles tienen ventanas y alojan pájaros carpinteros. La palabra emergencia no es pan para su mesa; en las servilletas siempre aparece la palabra paciencia. Es paciente, no de hospital, sino de albercas y encrucijadas. Le gusta ver el vuelo del colibrí y enreda en su dedo medio la cinta roja, la que recuerda la hora del ángelus. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como lámparas sin foco, y mujeres que se sientan en una piedra como si lo hicieran sobre la orilla de una cama.

lunes, 12 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON NOMBRES EXTRAÑOS

Querida Mariana: hay un lugar en el mundo donde existe una calle que se llama Calle de la Intranquilidad. Parece broma, pero no lo es, así se llama. Bueno, no hay que ir muy lejos para encontrar un barrio que se llama Barrio de Los desamparados. No sé qué pensás vos, pero a mí se me hacen nombres intranquilos y desamparados de la mano de Dios. Son simples nombres. Cualquiera diría que es irrelevante, que nada tiene que ver con el lugar en sí. En la Ciudad de México hay una colonia que se llama Pedregal de San Ángel y lo de pedregal podría parecerle a alguien un término despectivo. Imaginá que alguien pregunta: ¿dónde vivís?, y el otro responde: en El Pedregal. El preguntón podría pensar que el otro vive en un lugar desamparado; pero si el compa agrega, después de una pausa hecha a propósito: …de San Ángel, el preguntón tendrá que buscar apoyo en una mesa para no caer, porque, vos y medio mundo lo sabe, en el Pedregal de San Ángel vive la gente de alcurnia de aquella ciudad. A mí me intranquilizan ciertos nombres. Pensé en ser el preguntón y preguntar en dónde vivís y temblar cuando el otro responde: en la Calle de la Intranquilidad, número 13. ¡Pucha! No suena muy alentador. Por eso, cuando alguien me platicó que en Comitán las calles tenían nombres de flores pensé que eso era muy buena señal. Sabés que las palabras tienen un embrujo especial. Cada vez que mencionamos una palabra llena de luz, el universo se ilumina; de igual manera, hay palabras que oscurecen. Todas las palabras sirven para nombrar las cosas, pero hay algunas que son bonitas y otras que no son tan bonitas. Hay cosas que son como cardos. Bueno, mirá lo que acabo de decir: cardo, esta palabra designa a una planta que tiene espinas. Si se trata de elegir elijo plantas que no sean espinudas, así como elijo a los chayotes que no tienen espinitas. Hay lugares en el país que aplican la palabra cardo a una persona fea. ¡Pucha! Así como las autoridades del antiguo Comitán decidieron nombrar a las calles con nombres de flores, el mundo debería tener cuidado al nombrar las calles y las colonias. Digamos que los nombres que tenemos en Comitán están en el territorio de lo decente; incluso, algunos están en el territorio de lo sublime. Si preguntás a alguien dónde vive y te responde que en Quijá, el oído se alegra, porque escucha un agradable tintineo: no tiene queja el nombre de Quijá. Bueno, con excepción de un visitante que vio el letrero con el nombre de la comunidad y en lugar de leer Quijá leyó Ouija, esa tabla de madera que invoca espíritus. ¿Mirás? Un ligero cambio provoca una gran torcedura, en mentes y, sin duda, en el universo. Y resulta que la Calle de La Intranquilidad es una calle bien bonita, con balcones llenos de flores y con macetones sobre las banquetas. La calle es peatonal, lo que, al contrario de lo que presagia su nombre, otorga una gran tranquilidad, pues evita el desasosiego que provocan los autos; lo mismo puedo decir del barrio de Los desamparados, es un barrio hermoso, lleno de árboles, cantos de pájaros y aire limpio. Pero, insisto, si alguien pregunta: ¿dónde vivís?, y el otro responde: en el barrio de Los desamparados, la respuesta no invoca luz. ¿A quién se le ocurrió bautizar con tal nombre a ese hermoso barrio? En Comitán tenemos un barrio que tiene un nombre simpático, porque es contradictorio, se llama Pilita Seca. ¿Mirás? Se supone que la bendición de las pilas es la de tener agua, si está seca pierde su vocación. Quienes bautizaron el barrio, ¡faltaba más!, para echarle un poco de agua bendita lo bautizaron con el término afectuoso, bien comiteco, de pilita. Somos pues cositías, estamos acostumbrados a usar el diminutivo para expresar nuestro cariño por la vida. Posdata: la tradición arrastra identidad. Si ahora a alguien se le ocurriera cambiar el nombre de la Calle de La Intranquilidad, el universo se quejaría, algún gozne de su maquinaria lo resentiría. Pero sí sería ideal que los bautizos del porvenir tengan nombres bellos, que echen luz; lo ideal sería que los bautizos del futuro arraiguen los modos propios y digan un no rotundo a la avalancha de la globalización; lo ideal sería que las muchachas bonitas tengan nombres benditos como el tuyo, querida Mariana de mi corazón.

sábado, 10 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA TIENDITA PRODIGIOSA

Querida Mariana: me pongo de pie y saludo a doña Malenita, y al saludarla a ella saludo a Ricardo, quien me envió la fotografía, y saludo a Comitán, porque en esta fotografía de Ricardo Castro está sintetizada parte de la esencia del pueblo. Vos sabés que Ricardo me comparte fotografías de aves. Ahora, por primera vez me compartió la foto de una señora en su puesto del mercado Primero de mayo. Al principio me sorprendí por el cambio, pero, un segundo después, pensé que Ricardo sigue fotografiando lo mejor de las aves de la región. Doña Malenita es un pajarito; un pajarito que alegra el bosque comiteco. Hay cientos de Malenitas que llegan al mercado y con sus caritas alegres completan el paisaje visual y sonoro. Me pongo de pie y saludo a doña Malenita y al saludarla a ella saludo a cientos de mujeres comitecas que, desde siempre, son pilar fundamental de sus hogares. Todas las mañanas, como hormiguitas diligentes, cientos de mujeres que viven en rancherías y en ejidos llegan a Comitán, llegan a ofrecer los productos que siembran y cosechan en sus huertos. Amín Guillén las ha honrado con textos y fotografías; Luis Aguilar les amarró una cinta de luz perenne en la escultura que está en el parque. Ah, qué trabajadoras las Malenitas comitecas, qué mujeres tan sublimes, tan hermosas. Sus pies, modelados en la fragua del trajín diario, se han movido diligentes desde siempre, por las brechas, por las sendas polvorientas, por las calles empedradas, por las calles pavimentadas matizadas con baches. Esos pies conocen el aroma de la tierra mojada y la caricia punzante de las piedras, de los cristales rotos. Sus manos, primas hermanas del aire y del trueno, hurgan en la tierra, descuelgan frutos en las ramas y dan forma geométrica al maíz en los comales. Mujeres hijas del cielo más bueno, del cielo afectuoso, del que llueve bendiciones sobre el espíritu del hombre. Ricardo, siempre respetuoso del ser total, del ser completo, acude al mercado con la misma satisfacción con que acude a su rancho. Su mirada abarca todo, sabe que ese espacio es una extensión del campo. Mucho de lo que ahí ofrecen las Malenitas de Comitán nació en la tierra regada por bendita lluvia. ¿Y desde cuándo conocés a doña Malenita?, le pregunto a Ricardo, mientras disfruto la fotografía y veo la actitud de la mujer buena. Ricardo dice que la conoce desde hace mucho, y me cuenta que siempre que va al mercado la encuentra sentada, con sus cubetitas, con sus canastos y con una sonrisa en los labios. Sí, así se mira en esta fotografía, hay algo como una mariposa apacible que bendice su boca. Ricardo dice más de ella, dice que es una persona muy agradable, cuenta que siempre se pone a platicar con ella, que disfruta las anécdotas que ella le cuenta; y, ya encarrerado, sigue aventando nubes en el cielo de doña Malenita, dice que es una persona que irradia alegría, con una sencillez enorme. De todo este ramillete de palabras, entregado por Ricardo, cada uno de nosotros puede, querida mía, elegir las flores más decidoras, las más olorosas, las que tienen la esencia del monte, el aroma del campo. A mí me encantan esas dos últimas palabras que Ricardo dijo y que, tal vez, sintetizan, al lado del trabajo laborioso, la esencia de las Malenitas de este pueblo: alegría y sencillez. Sí, en medio de la dura vida que llevan, ellas muestran sus mejores rostros y confirman el dicho: al mal tiempo ¡cara de Malenita, de cenzontle fastuoso! Imagino el diario trajín de doña Malenita, pero no lo tengo bien apersogado. ¿A qué hora se levanta? ¿A qué hora va al huerto y cosecha lo que ofrecerá más tarde en el mercado? ¿En dónde tiene colgadas esas bolsas tejidas con plástico, tan coquetas? ¿En dónde las cubetas y los canastos? Al salir de su casa ¿cuánto camina para llegar a la terminal del colectivo? ¿A qué hora llega al mercado? ¿Cuánto tiempo tarda en armar su tinglado? Un tinglado sencillo, como ella, con un banquito para que se siente y con cajas que le sirven de soporte para los trastos donde, en forma amorosa, coloca los productos. ¿Mirás qué riqueza de oferta? Detenete tantito en la imagen, por favor, y pasá (paseá) tu mirada en esa riqueza gastronómica, donde está, como en nicho, sintetizada nuestra identidad. Mi mirada, lo sabés, es oblicua, mi conocimiento de la vida es esdrújulo. No sé los nombres de los pájaros, de las flores, de las personas, de los materiales con que se construye la vida. Pero Ricardo sí tiene aprehendidos los nombres de las cosas, de las esencias de las cosas, sabe el nombre preciso para decir ¡vida! Ricardo hizo un recuento de lo que ofrecía doña Malenita esa mañana: huevitos de rancho; sí, por supuesto que tienen un sabor especial, porque las gallinas que pusieron esos huevos tienen una alimentación diferente a la de las gallinas que están encerradas en galeras. Las de rancho carrerean libres por el campo, por eso, ¡qué bobera lo que diré!, ponen huevos felices. Luego, Ricardo mencionó el pempenchile, acá está al natural; tengo varios amigos que compran una, dos, tres o cuatro medidas y los preparan con limón y sal y los colocan en botecitos de cristal y así lo sirven en la mesa a la hora de la comida. ¡Ah, qué riqueza! Dicen que el tamaño importa, pero al pempenchile ese dicho le vale cacahuate, porque es chiquito pero bien picoso, pica más, mucho más, que unos chiles grandes y gordos. Doña Malenita tiene un sentido exquisito de la estética. El chilito verde lo coloca en un traste de color verde. El polvojuan lo coloca en un trasto del mismo tono, un poco más subido, como si sintiera el picante de ese exquisito complemento de las naranjas, mangos, lima de pechito, jícama, jocote verde (jocotío verde), esquites y elotes asados. Los huevos los recogió de los nidos de las gallinas; los chiles los cortó de la mata, pero el polvojuan lo hizo, con sus manos, primas de las orquídeas más hermosas. Lo mismo sucedió con el siguiente producto y con el otro y con el otro. ¿Ya miraste qué ofreció doña Malenita esa mañana? Sí, pura exquisitez: pepita molida, tzisim y algo que Ricardo dice que se llama pektech. El pektech es lo que asoma sobre esos manteles de hoja de plátano. En Comitán, al tzisim le llaman el caviar comiteco. Está considerado como una verdadera delicia para el paladar. He visto las caras de quienes se preparan un taco con puro culito de tzisim. ¡Ah, qué gozo tan singular! Bueno, Ricardo dice que el pektech es otro antojo exquisito. ¿Qué es el pektech? Ricardo me dijo que son larvas de una abejita especial. Doña Malenita descuelga completo el panalito y los trozos donde están las larvas los mete en agua de sal y luego los coloca sobre las brasas. Ricardo comenta que es, como dirían los italianos, bocado de Cardenal. El otro día apareció un científico explicando que la pepenada del tzisim afecta al ecosistema; también aparecen grupos veganos que hablan de la crueldad a que se someten las hormiguitas culonas; lo mismo puede decirse del pektech. Pero, sin duda, lo mismo puede aplicarse a cientos de platillos que el mundo disfruta. No sé. Yo, lo sabés, no como carne y de lo que acá vende doña Malenita sólo compraría la pepita molida, un frasquito de miel virgen, dos o tres chiles, unos aguacatitos (tzitzitos, riquísimos), dos pitahayas, cinco pomarrosas y un puñito de semillas de cilantro. No sé cuál es el deseo de tu preferencia de todo lo acá dicho. Ricardo no me dio su esencia favorita, pero cuando dijo que el pektech es riquísimo y que los come desde niño, casi casi lo vi saborearse; su mirada se iluminó. Lo que doña Malenita ofrece es calidad gourmet. Lo que ofrece es propio de los negocios tradicionales de los pueblos maravillosos, como el nuestro. Es parte de ese cimiento fundamental de la cultura que nos da identidad. Ah, bendiciones para las Malenitas del pueblo. Deben tener mucho cuidado en estos tiempos difíciles; ahora que el país vive la tercera ola del virus, los contagios crecen. Todos debemos ser muy cuidadosos, los compradores y los vividores. Todo mundo sabe que la esencia de la cultura popular se concentra en los mercados. Lo han dicho los sociólogos y gente de la talla de Octavio Paz. Sí, en los mercados mexicanos hay aromas que nos remiten a la infancia, así como el personaje de la novela “En busca del tiempo perdido”, de Proust, tiene una regresión con el aroma de una galleta. El juego es válido. De lo enunciado, ¿qué elegís del puesto de doña Malenita? No lo dije en forma clara, pero viste que hice un proceso de eliminación: no compraría tzisim, por ejemplo. El juego, ahora, exige que yo elija uno. ¿Cuál? Ah, qué difícil, me gusta la pepita molida; me encanta la pitahaya y me gusta mucho el sabor de ese aguacate pequeño que en Comitán se llama tzitz. ¿Vos qué elegís? A ver. Sí, yo elijo el tzitz. Ah, con una tortilla recién salida del comal, unas gotas de limón, un poco de sal del Himalaya y unas gotas de una salsita molcajeteada, picosita. Bendiciones para todas las Malenitas de Comitán y para todos los compradores que no regatean, que son generosos casi en la misma forma que son generosas ellas a la hora de abrir sus manos para ofrecer lo que preparan con sus benditas manos.

viernes, 9 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 8)

Querida Mariana: ¿continuamos? Sí, en esta serie de cartas desmenuzo tantito la valiosa información que doña Lolita Albores consignó en su crónica: “Sí conocí a Rosario Castellanos”. En realidad, no sólo la conoció, sino que tuvo un trato íntimo con ella. Claro, por una temporada. No fue uña y carne, como sí lo fue, por ejemplo, su tocaya, la poeta Lolita Castro, pero doña Lolita Albores, como lo hemos platicado, vivió una temporada en casa de Rosario. De ahí, la importancia de su testimonio. ¿En qué quedamos? ¡Ya, ya, ya lo tengo! Doña Lolita contaba de las veces que volvió a ver a Rosario. Dijo que la saludó en 1951 o 1952, en casa de su prima Lucita Lara Castellanos de Ruiz (por cierto, hace pocos días, Lupita Ruiz Albores, quien radica en Canadá, compartió en redes sociales una foto donde aparecen su mamá, doña Piedad, hermosa señora, y su tía Lucita Lara Castellanos de Ruiz. ¿Mirás?, el rompecabezas se va armando); y cuenta de la última vez que vio a Rosario. Leamos lo que doña Lolita escribió: “La última vez que la vi fue cuando dio una conferencia en la Casa de la Cultura en 1968”. ¡Qué año! 1968. Un año que marcó a todo México, por la matanza de Tlatelolco, que ocurrió el 2 de octubre de ese año. Se puede casi casi asegurar que no sólo fue la última vez que doña Lolita vio a Rosario, sino que también fue la última vez que la famosa escritora estuvo en Comitán. En 1968 yo tenía 11 años. ¿En dónde andaba yo cuando Rosario estuvo en el auditorio? Saber qué andaba haciendo. He preguntado por la fecha exacta, pero nadie ha dado informes. Por ahí habrá que seguir hurgando. Hay muchas personas que estuvieron presentes ese día, sería sensacional contar con sus testimonios para armar el rompecabezas. Es una fecha trascendental, sobre todo si tomamos en consideración que, como parece, fue el último viaje que realizó Rosario a su tierra. Tal vez sea necesario hacer una precisión. Doña Lolita dice auditorio de la Casa de la Cultura, porque cuando escribe su crónica ese auditorio ya es parte de la Casa de la Cultura, hoy Centro Cultural Rosario Castellanos. En 1968, el espacio era el auditorio de la Escuela Secundaria y Preparatoria. Me atreveré a decir que el viaje de Rosario fue antes de octubre; antes de la movilización estudiantil. Descarto entonces, los meses de septiembre y octubre. ¿Cuál es la fecha exacta? Por ahí asomará. Estoy seguro. Cuando ocurre el suceso trágico, Rosario deja testimonio de su sentimiento en el poema “Memorial de Tlatelolco”. En la explanada de Las Tres Culturas, en Tlatelolco, existe un monumento que honra la memoria de los fallecidos en esa tarde aciaga. En la parte superior está una relación breve de nombres de fallecidos, la relación termina así: “…y muchos otros compañeros cuyos nombres y edades aún no conocemos”. A continuación, aparece un fragmento del poema escrito por Rosario: “¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en el radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete”. ¿Cuál fue la sensación que tuvo doña Lolita al saludar a Rosario ese día de 1968 en Comitán? Acá está lo que ella escribió: “La saludé y le comenté por qué ya no tenía lentes y el cambio de su voz. Me dijo que su voz la había educado y que los lentes allí estaban”. Dos trazos ligeros, pero que dicen mucho acerca de la personalidad de Rosario y de doña Lolita. Sí, ahora que leo el escrito de doña Lolita parece que la veo. Ella, con desparpajo y con ese carácter que no escondía nada, se acercó a Rosario y le dijo que ya no tenía lentes y que su voz estaba muy cambiada. Ahora escucho cómo ríe, cómo su cabellera es como una cascada que acompaña el gorgoriteo de su carcajada plena. Imagino la cara de sorpresa de Rosario al advertir que doña Lolita privilegiaba su cambio físico. Ah, Rosario dice que ya educó su voz, que ahora tiene la voz que corresponde a alguien que dicta conferencias, que da cátedra universitaria, que debe responder los cuestionamientos de los periodistas. ¿Y los lentes? Acá están, respondió Rosario. ¿Usaba lentes de contacto? Andá a saber. ¡Nos hace falta información! El mínimo detalle sirve para descubrir la personalidad de Rosario. Otro documento que está pendiente de descubrir es el tema de la conferencia que Rosario dictó esa tarde. Tal vez en el Archivo Municipal existe copia de algún periódico que consigne tales datos. Posdata: por ahí asomarán luces.

jueves, 8 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON FOTO DE 1979

Querida Mariana: la fotografía está en el Archivo Municipal de Comitán. Es una joya. Es testimonio de un momento triste para algunos y de alegría para muchos. La tristeza se pintó en los rostros de quienes vivían y de quienes tenían sus negocios en este lugar que está siendo derruido; y la alegría se instaló en los rostros de quienes festejaron lo que hoy disfrutan los comitecos y visitantes de esta bendita tierra. ¿Si sabés de qué se trata? Acá un grupo de personas, como si jugaran el juego de jalar la cuerda, hacen fuerza para tirar un muro. ¿Mirás que se alcanza a ver un letrero en la fachada de esa casa a punto de derrumbe? “Selecciones”, fue el nombre del negocio que Merce Solís tenía en ese lugar, para que te orientés diré que ahí, metros más, metros menos, ahora está la fuente del parque central de Comitán. Esa manzana fue derrumbada a finales de los años setenta. Esta fotografía tiene anotado el año en que fue tomada: 1979; es decir, en este año, los encargados de la demolición se pusieron a trabajar con denuedo. En el predio contiguo se ve que la casa ya fue derruida y la de la esquina espera su turno. Quienes ahí vivieron y quienes tuvieron ahí sus negocios vieron cómo caía cada una de esas casas, casas que, durante años, fueron su refugio, su hogar. No quiero pensar lo que sintieron las personas que vivían en La Concordia, cuando recibieron la notificación del gobierno que deberían abandonar sus casas, porque la construcción de una presa inundaría sus tierras, las que habitaron durante tantos años. Ahí, ahogados quedaron sus recuerdos, sus memorias. Algo similar vivieron quienes ocupaban las casas de la llamada manzana de la discordia. La propietaria de “Selecciones” fue una de las últimas personas que abandonó la vivienda. Merce Solís vivía en ese espacio. Hacé de cuenta que donde ahora está la fuente, por ahí andaba un jardín bellísimo. Cuando le avisaron que debería abandonar su espacio, porque la manzana sería destruida, para ampliar el parque y dejarlo tal como ahora lo mirás, ella dijo que no saldría, pero cuando la avalancha de polvo comenzó a invadirla, ella, con el dolor sostenido como una piedra en su corazón, sacó sus tiliches y buscó un lugar para vivir y para poner su negocio. “Selecciones” se pasó a un pequeño espacio que rentó con sus parientes Macal, a media cuadra del parque; veinte pasos frente a la casa que acá se ve en la fotografía, la de dos plantas. Lo que hizo Merce debieron hacer todas las personas que, insisto, vivían o tenían ahí sus negocios. Mi mamá fue una de las personas afectadas, a medias, ella no vivía en la manzana, pero ahí tenía su negocio, en una esquina frente al parque, en el mítico edificio Yannini. Ella cuenta que una mañana, el rumor comenzó a circular: el gobierno había decidido derruir la manzana completa y comenzaron a hacer avalúos para pagar a los propietarios, quienes se unieron para formar un grupo opositor a la decisión. Todos los propietarios se reunían, buscaban elementos para evitar la caída de la manzana, viajaron a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, se entrevistaron con autoridades, pero éstas decían que nada evitaría el proyecto de ampliar el parque, que más les valía aceptar lo que ya no tenía vuelta. Y así fue. Poco a poco, los propietarios recibieron la notificación del avalúo y se presentaron en palacio de gobierno, para recibir un cheque que les serviría para comprar algún terreno o casa donde volverían a sembrar sus sueños. Carmelita Ruiz, propietaria de la Proveedora Cultural, le dijo a mi mamá que había rentado un local en el Pasaje Morales. Mi mamá de inmediato fue a hablar con don Rafa Morales, el propietario del Pasaje. Don Rafa, quien era un señor muy afectuoso con mi familia, de inmediato le dijo que sí, y mi mamá pasó su negocio al Pasaje Morales. Tiempo más tarde, don Rafa le propuso la venta y mi mamá compró el local. Así, todos buscaron dónde ir. Si mirás bien, la casa de la esquina, que espera su turno para derrumbe tenía paredes de bajareque y adobe, en la parte alta del techo se ve una división hecha con tejamanil. La mayoría de casas estaba construida con métodos tradicionales. El edificio del Café Intermezzo ya tenía varillas y cemento. Las construcciones de adobe fueron las más fáciles de tirar. Los dueños sacaron ventanas, puertas, instalaciones, lo más que pudieran rescatar y vieron cómo los obreros comenzaban a derrumbar las paredes y techos. Para el derrumbe de esta manzana nadie recuerda el uso de alguna máquina para tumbar paredes, todo, digamos, fue manual. Posdata: la historia completa de este hecho histórico aún está por escribirse. La vida de muchas personas se modificó. Ahora, donde estaba el negocio “Telas León”, metros más, metros menos, se ponen las marchantas que venden pitaúles, taquitos dorados, chalupas, panes compuestos y pozol o café a quienes se sientan en una esquina de la ampliación del parque. Lo privado se volvió público. Unos sueños se derrumbaron, otros comenzaron a aparecer.