viernes, 16 de agosto de 2024
CARTA A MARIANA, CON LLUVIA
Querida Mariana: Ramona me contó que nunca había oído llover así. Estaba en su recámara, la casa tiene techo de lámina. Dormía muy tranquila. Despertó por la lluvia que se soltó de improviso, dice que fue como si alguien o algo pinchara un inmenso globo y el agua cayera con la energía de toda la fuerza de gravedad. Era como una balacera sin fin, el techo de lámina fue sometido a una ráfaga intensa, como si el odio de la guerra se desparramara inclemente.
Ramona se incorporó en la cama, prendió la lámpara del buró, vio que eran las doce con dos minutos de la madrugada, pensó que la lluvia feraz había iniciado a las doce en punto, la hora en que salían las brujas, según el decir de la abuela, cuando, en su infancia, al lado de sus primos, escuchaba las historias que la abuela contaba.
La lluvia no paraba, al contrario, el rafagueo se intensificaba, escuchó voces en la recámara de sus papás, se habían despertado también, pensó que no tardaba en tenerlos ahí en la recámara en busca de un lugarcito en su cama. Sonrió, le gustó pensar que la historia, con el paso del tiempo, se modificaba, porque, siendo niña, ella era quien tomaba sus chamarras y la almohada y entraba a la recámara de sus papás en busca de la seguridad, la lluvia pertinaz le causaba temor, y ahora, ya vieja, estaba sentada en la cama, atemorizada, casi a punto de pararse para buscar el rosario y ponerse a rezar, a pedir a Dios que ya terminara con ese bombardeo de pequeñas, pero encabronadas gotas de agua. ¿En qué momento cesaría? ¿Y si no paraba? Ella recordaba que, en tiempo de pandemia, apareció la oración que el cantante argentino Fito Páez dijo en alguna ocasión: “Siempre que llovió ¡paró!”. Paró el diluvio universal, ¡que no cesara esta lluvia feroz!; feroz, pero simple lluvia después de todo. Según la abuela el diluvio tardó cuarenta días con cuarenta noches. Dios mío, los animales se salvaron, pero la gente murió ahogada. ¿Quién puede celebrar el acto heroico de Noé? ¿Pensó en la gente? ¡No! Él fue el encargado de salvar a los animales. Tal vez en esa historia había un mensaje divino: ¡la tierra se salvará al salvar a los animales y no al género humano! (Un amigo me jura que Noé invitó a las personas a trepar al arca, pero la gente no creyó que fuera cierto lo del diluvio. Va. Quede constancia de que los “animales” fueron las personas).
La lluvia seguía cayendo en forma brutal. Ramona nunca había oído una lluvia semejante, parecía que en cualquier momento el agua quebraría el techo y caería sobre ella. ¿Así había iniciado el diluvio universal? Cuando la abuela les contó la historia del Arca de Noé, Santiago no la creyó, dijo que eso era imposible, ¿cómo Noé había subido al Arca a todos los animales que pueblan la tierra? ¿En dónde chingados estaba esa Arca? Santiago dijo que podría creerse si Noé, al estilo de los grandes marineros, hubiese navegado por todos los mares y trepado a los elefantes del África, a los jaguares de América, a los canguros de Australia, a los osos de Asia y a los lobos de Europa. Pero como no lo hizo así, era imposible de creerlo. ¡Patrañas!, dijo, y yo supuse que esa palabreja la había aprendido de su abuelo, quien tenía una gran biblioteca en su casa.
La lluvia continuaba, parecía que el techo de lámina terminaría cediendo y que en cada balazo se abriría un hueco, el techo quedaría como chichina, pensó Ramona. Pero luego, ya con el rosario en la mano, rezando las aves marías, escuchó que el ataque comenzaba a cesar, las gotas seguían cayendo sobre todo el techo, pero sus puñetazos ya se escuchaban como cansados, como si el sueño las hubiera atrapado, ¡sí, se oían soñolientas!, caminaban por la acción de la inercia y de la fuerza de gravedad, pero sus pasos ya eran como de gatos buscando cobijo después de un intenso encuentro con gatas.
Ramona dejó el rosario sobre el buró y escuchó que las voces de la recámara de su mamá y de su papá también se habían recostado sobre la almohada. Todo cesó de pronto, fue como si la paloma de Noé volviera con una ramita de olivo.
De manera abrupta el silencio se posó sobre el techo y fue una lápida sobre la casa de Ramona. Mi vieja amiga tuvo miedo. ¿Cómo era posible que un minuto después de tremendo ataque todo quedara como si nada? Pensó, entonces, en el origen del universo y se preguntó si ese silencio de roca pesadísima había sido el preludio del Big Bang. ¿El estruendo del origen universal había sido tan de dedos divinos somatando un piano destartalado?
Posdata: querida mía, igual que Ramona también vivo en una casa con techo de lámina. De lámina de zinc era el techo de mi casa de infancia, del mismo material fue el techo de la casa que mandaron a construir mi papá y mi mamá, en los años sesenta. Ahora vivo en una casa que tiene techo de lámina Zintro-alum. Cuando llueve, los que dormimos bajo techo de lámina tenemos una percepción diferente del fenómeno de la lluvia.
¡Tzatz Comitán!