miércoles, 14 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON JUSTIFICACIÓN

Querida Mariana: hallé esta foto en el archivo del Colegio Mariano N. Ruiz. La misma me sirve para justificar la grandeza de los integrantes de mi generación. La foto es de los años sesenta. Los de mi generación (los nacidos en los años cincuenta) crecimos en un Comitán afectuoso, ordenado, maravilloso. Usaré cuatro conceptos que están enredados en esta foto para justificar la dignidad del Comitán de antaño. El primero salta a la vista. Los estudiantes del colegio se preparan para participar en algún acto cívico, en el parque central del pueblo. Dos chicas llevan una corona de flores que depositarán en algún altar de la patria; luego están los integrantes de la banda de guerra. ¿Mirás la belleza de los uniformes de gala? Posteriormente, otras chicas hermosas portan el banderín de la institución y al final el grupo de alumnos y alumnas. Lo que acá se ve no es casual, la mayoría de alumnos y alumnas de instituciones educativas comitecas portaban trajes de gala, acorde con la ocasión. Los alumnos de la Secundaria y Preparatoria de Comitán eran quienes se llevaban el primer lugar, todo mundo de acá reconocía la sobriedad, belleza y gallardía del comportamiento de los chicos y chicas. Pero, asimismo el Colegio Mariano y el Colegio Regina ostentaban uniformes de exquisito gusto (Don Guillermo Villatoro era el sastre que elaboraba los trajes de los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz). ¿Mirás? Así éramos, así crecimos, así nos acostumbramos, a vestir con elegancia, a comportarnos con civilidad. El segundo elemento que retomo de esta fotografía es la belleza natural del parque, lleno de árboles, lo que permitía que los pájaros revolotearan sobre nuestras cabezas y nos recibieran con su chachalaquerío de aves arrechas. ¿Otro elemento? Salta a la vista, la enormísima estatua del Dr. Belisario Domínguez, que acá (nunca lo había visto así en otra imagen) está de espaldas, porque quien tomó la foto está colocado, más o menos, donde ahora está el busto de Rosario Castellanos, obra del escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda (no puedo asegurarlo, pero es posible que Luis esté dentro del grupo de alumnos, porque él es ex alumno del Colegio Mariano N. Ruiz.) ¿Ves la grandeza de nuestro héroe? He comentado, en múltiples ocasiones, que la presencia de Tío Belis permitía recordar a cada instante los actos que lo convirtieron en el máximo héroe civil de nuestra patria. ¿Mirás cómo crecimos? Crecimos honrando la memoria de Belisario, nos sentimos orgullosos de ser paisanos de él, por eso somos como somos, gente honesta, integrantes del club que él, sin proponérselo, formó, seguimos honrando su ideario: la Virtud, la Alegría, el Trabajo, y el Estoicismo (VATE). El entorno marca el destino de los seres humanos. El Comitán de ese tiempo marcó a la mayoría con bien y para bien. Y el cuarto elemento lo tenés frente a vos. Mirá la belleza del piso de este parque, con losetas hechas en la ciudad, por artesanos maravillosos, con bellos colores y diseños que alegraban la vista y el espíritu. Un día de los años setenta nos dijeron que harían una ampliación del parque íntimo, porque la manzana de la discordia no permitía ver la iglesia mayor, la dedicada a nuestro santo patrono: Santo Domingo de Guzmán. Y un día de 1979 se hizo la polvareda más grande que jamás vio nuestra generación y, como si fuese una manda, los constructores se llevaron la escultura de tío Belis, levantaron el piso y, también, ¡cómo no!, botaron algunos de estos hermosísimos árboles. Y el parque se amplió y ahora, es cierto, vemos la fachada del templo, pero no tenemos a Belisario y, como mojol desgraciado, tampoco tenemos este piso parejito, bello, limpio, hoy tenemos un pinche piso lleno de lajas, todas sholcas, todas resbaladizas. Nadie se preocupa por eso, debe ser porque los encargados de la imagen no nacieron en los años cincuenta, cuando todo era más armonioso, cuando teníamos cariño por la ciudad, cuando cuidábamos, hasta donde era posible, el corazón de nuestro pueblo. Posdata: encontré la foto y mi corazón se llenó de alegría, de una boba alegría, porque pensé que los tiempos idos fueron mejores y esto contradice con lo que los sabios expresan una y otra vez: lo único que cuenta es el presente, los años veinte del siglo XXI, pero, ah, querida mía ¡qué tiempos tan de aire limpio! ¡Tzatz Comitán!