miércoles, 20 de noviembre de 2024
CARTA A MARIANA, CON FUENTES
Querida Mariana: en el pueblo, muchos chicos y chicas se citan en la fuente. La fuente está en el parque central, frente al templo de Santo Domingo. Los de mi generación no tuvimos esta fuente. En los años setenta ahí estuvo la manzana que fue derribada para ampliar el parque. Tal vez, aunque suene exagerado, diré que nuestras fuentes fueron dos, la primera fue la modesta que estaba en una esquina del parque con el león que echaba un chorro de agua que salía de sus fauces y que hoy está colocado, todo sholco y olvidado, en el también olvidado Tanque de Los Caballos; y la segunda fue en plural: el apellido del escritor Carlos.
Yo, cuando menos, tengo estas fuentes como referentes de mi memoria juvenil. Si hablo de Carlos Fuentes debo decir que no es uno de mis autores favoritos, pienso que estuvo sobrevalorado, parece que María Félix pensó lo mismo, porque lo llamó “mujerujo”, pero no sólo la actriz lo trató en forma despectiva, también el gran Alfonso Reyes tuvo una opinión que enlodó su ego impecable. Sucede que el título de su novela “La región más transparente” es una frase de Don Alfonso y éste le permitió usarla, pero cuando Reyes leyó el libro lamentó haberle dado el permiso, ya que no le gustó el libro de Carlos.
A mí me gusta el cuento “Aura” y me gusta mucho el ensayo “El espejo enterrado”, asimismo me gustan algunos conceptos que dio acerca de la creación literaria. Fuentes insistía en la disciplina como elemento sustancial a la hora de crear. Él fue muy disciplinado, todas las mañanas dedicaba un tiempo inmutable para escribir, luego de la chamba iba a comidas, al teatro, a la ópera, al cine.
Carlos Fuentes irrigó agua limpia con esta recomendación.
Asimismo, en una ocasión vi en una entrevista que a la pregunta ¿cuál es el compromiso social del escritor?, respondió: el lenguaje y la imaginación.
Su respuesta se me hace prodigiosa, porque son materias esenciales en la creación literaria.
Lástima que en los tiempos actuales han ignorado esta sabiduría, porque muchas escritoras y escritores contemporáneos han relegado a la imaginación. A mí me desagrada que el mundo creativo literario está trepado en el potro de la realidad inmediata; es decir, se han convertido en cronistas del mundo cotidiano. Describir los fenómenos actuales no requiere de la imaginación. Tal parece que estos tiempos hacen apología al dicho “la realidad supera a la ficción”, y la ficción se ha puesto a los pies de la realidad.
Por supuesto que el primer elemento mencionado por Fuentes está en el lugar de privilegio: el lenguaje es la materia prima insustituible, y este elemento lo proveen las personas, los hablantes por naturaleza, los creadores de los giros coloquiales. Las escritoras y los escritores siguen penando el sustrato de su creación en las plazas, en las pláticas de cantina, en las salas de casas, en los cafés, en las manifestaciones, en los templos, en los escasos circos, en los confesionarios, en todos los lugares donde hay un ser humano con sus ideales y frustraciones, pero han olvidado navegar en el mar de la imaginación, han olvidado que el mundo es lo que es gracias al genio inventivo. Las narradoras y narradores de este siglo ya no imaginan, son meros copistas de las acciones que otros hacen.
Posdata: muchas novelas y libros de cuentos premiados hablan de la violencia, de los fenómenos migratorios, de lo que sucede día a día en las calles. La brutal realidad tiene a la imaginación bajo su bota enlodada.
Se están secando las fuentes donde bebíamos el agua de la imaginación y los lectores saciamos nuestra sed con agua del charco de la simple y repetitiva realidad. Qué pena.
¡Tzatz Comitán!