miércoles, 25 de junio de 2025
CARTA A MARIANA, CON INGENIOSIDADES
Querida Mariana: el país tiene fama de ingenioso. ¿El ingenioso está a punto de ser un genio? A mí me encanta el ingenio de mis paisanos: los comitecos. Si hubiera un concurso de Las Ingeniosidades Más Geniales, nuestro pueblo alcanzaría un buen lugar, porque vaya que en este pueblo hay ingenio.
Ahora buscaré la definición de ingenio. Voy, voy.
“Ingenio: facultad del ser humano para discurrir o inventar con prontitud y facilidad”. Algo así imaginaba. Gracias a Dios, el diccionario no me dijo: “Ingenio: Pujiltic”.
En el pueblo tenemos a la anécdota como uno de los rasgos esenciales de su personalidad. En todo el estado y más allá hay un reconocimiento por el ingenio de las anécdotas comitecas, y no sólo esto, sino también el ingenio de los cuenta anécdotas.
Mirá, ya van dos posibilidades de concursos, el primero sería de Las Ingeniosidades Más Geniales, y el segundo sería un concurso estatal de Anécdotas. Bueno, tal vez no sea una idea correcta, porque esto de los concursos siempre tiene inconvenientes. ¿Quiénes serían los integrantes del jurado? ¿Cómo se califica que una ingeniosidad o una anécdota es la mejor?
En el pueblo, digo, hay mucha gente llena de ingenio. Esto lo llevo al terreno del lenguaje, por eso concluyo que Comitán tiene grandes anécdotas, que son muy ingeniosas. En la lengua está la ingeniosidad, ahí se manifiesta como si fuera una cohetería. El cielo se ilumina cuando aparece una anécdota que nos hace botarnos de la risa. Hablé de un cohete, porque la anécdota es eso al final, un destello que sube al cielo y en el momento sublime estalla en mil brillos.
Hemos tenido siempre los grandes nombres, pero todas las familias comitecas tienen en casa a alguien que se distingue por ser ingenioso con la palabra, que responde en forma simpática o que cuenta historias de una manera especial. El lenguaje se sublima en Comitán.
Dije que hemos tenido grandes nombres, el primero que asoma a mi mente es el de Doña Lolita Albores (Albures, le decían los malcriados), que era un horno donde la anécdota salía calientita, deliciosa, con un sabor comiteco inigualable. Para muestra los discos que grabó en compañía de otros ingeniositos. El segundo nombre que asoma es el de Óscar Bonifaz. Bonifaz ascendió la anécdota al escalón de lo literario. Su novela "Una piedra en mi zapato” es como un collage de anécdotas. Él era muy hábil para pepenar lo que en la calle escuchaba, le daba la vuelta y lo instalaba en el plano de la literatura.
Pero, ya lo dije, a esos nombres famosos habría que agregar muchos más que permanecen anónimos, porque no trascienden de su entorno de amistades o familiar. En algunos momentos han existido Encuentros con la participación de grandes contadores de anécdotas comitecas (eso debe ser, ¡sí!, encuentro o muestra, en lugar de concurso). Y han asomado los nombres de Enrique Robles, José Antonio Alfonzo, Güero Castellanos, Raúl Espinosa, Mónica Baca, Guayo Tovar y otras vainas bien condimentadas. Los mencionados pueden caber en el costal de ingeniositos. Ya hemos comentado que la anécdota tiene parentesco muy cercano con el apodo, porque éste, para que funcione, debe ser ingenioso. El apodo no es bien visto, porque alude a una persona en específico y como dice un amigo mío: no es lo mismo que te pongan “El caite veloz” a que te digan “Diarrea”. Hay de apodos a apodos. No todas las anécdotas son finas, algunas hacen empleo de palabras altisonantes, el uso de malcriadezas ensucia, aunque debo decir que hay personas tan ingeniosas y graciosas que todas sus picardías entran como calzador.
Comitán es ingenioso. Ha tenido el ingenio de inventar leyendas históricas brillantes, como la de la heroína de la Independencia de Chiapas. Es una pena que no exista un investigador que aglutine el caudal de anécdotas comitecas, hay algunas que han trascendido porque se siguen repitiendo, como si fueran los tiempos de los juglares de la Edad Media. Pero, sin duda, muchas otras quedaron extraviadas en las pláticas que el abuelo ya muerto contaba en la sobremesa familiar.
Posdata: somos parte de un pueblo con gran ingenio. A mí me parece que la mejor muestra del ingenio se vio en los carretones que los niños jugaban en los años sesenta, eran una verdadera obra de ingeniería; asimismo, siempre pensé que había mucho ingenio en el juego de los niños donde con un palito y un carrete iban empujando una simple llanta de bicicleta. Ah, era un juego sensacional. Comitán es tan chingón que, incluso en sus juegos infantiles, siempre hubo ingenio. Y no te cuento la lotería mexicana que jugaba el tío Tirso con sus amigos, con cerveza en mano, porque no recuerdo cuáles eran los versos que acompañaban a cada carta que leían, pero yo los escuchaba carcajearse como si fueran guajolotes, porque todas las cartas tenían relación con el entorno comiteco.
¡Tzatz Comitán!