lunes, 23 de junio de 2025
CARTA A MARIANA, CON TROMPETA
Querida Mariana: ¿la trompeta es el instrumento musical más complicado? Hablo de su forma. Si reviso la forma de la marimba, del piano, del arpa, de los timbales y demás instrumentos, veo que no tienen la forma retorcida de la trompeta.
El flautín es, asimismo, un instrumento de viento, pero no tiene los retorcimientos que tiene la trompeta. Bueno, sí, tenés razón, el corno francés es su padre de la trompeta.
Entiendo, no soy tan bobo, que esta forma es esencial para el sonido que produce. El inventor de la trompeta debió imaginar que si le daba una vuelta lograría el sonido que deseaba y le dio la retorcida. Digo que la trompeta es un instrumento retorcido.
Mi tío Emilio era un adorador del sonido de la trompeta, en realidad le encantaban los grupos musicales que tenían a los metales como los instrumentos esenciales. Recuerdo que ponía en su viejo tocadiscos un vinilo, cerraba los ojos (siempre permanecía de pie, frente a un balcón de la casa) y movía las manos al ritmo de la música, intensificaba el movimiento cuando los metales sobresalían.
En Comitán, los chavos de principios de los años setenta escuchábamos el ensayo de la banda de guerra (así se llamaba) de la escuela preparatoria, siempre que practicaban para un próximo desfile. A mí alguien, no recuerdo quién, me contó la leyenda urbana que quienes tocaban la trompeta en la banda pasaban por un duro examen que era el de “emboquillar” los labios del candidato. ¿Era cierto este mito? A mí nunca me pasó por la mente apuntarme como integrante de la banda, me erizaba de terror la imagen donde el dirigente colocaba la trompeta sobre la boca del alumno y, con un golpe certero, golpeaba la base para que la boquilla quedara impresa sobre los labios. ¡No, no! Seguro que me tomaron el pelo. Eso no podía ser así. ¿A poco hacen lo mismo con los alumnos que estudian trompeta en los conservatorios? No, me tomaban el pelo, sabían que yo era un muchacho temeroso, tímido, escaso, y me echaban miedo, porque sabían de mi sensibilidad ante actos horrendos.
Pero, en ese tiempo sí lo creí. Era como la justificación del porqué la trompeta tenía una forma retorcida, no era pulcra como los tambores. Que esto de los tambores también tenía su complejidad, veía a los integrantes de la banda cargando el instrumento, mientras avanzaban en el desfile y tocaban. Una de las piernas recibía los impactos, siempre pensaba en el daño que se provocaban, era algo masoquista, pero veía que los chicos que tocaban tambor se sentían felices y orgullosos, porque no cualquiera pertenecía a la banda, era un privilegio, sobre todo si pertenecía a la Escuela Preparatoria, que en ese tiempo era la escuela de gran prestigio.
Félix Ogando era quien tocaba mejor, por eso era como el dirigente del contingente, él siempre iba en un lugar especial, como si fuera el comandante. No sé qué cargo tenía, pero él era quien dirigía el toque de “los cornetas”, era el corneta principal. A veces paso por su negocio, lo saludo, pero nunca le he preguntado acerca de este tiempo, tal vez él pudiera contarme si era cierto eso de “emboquillar”.
El tío Emilio escuchaba a la banda “Chicago”, que fue un grupo que tuvo a los metales como parte importante de su propuesta musical. Yo le agarré cierto gusto a este grupo, por escucharlo en forma tan frecuente. En 1975, cuando vivía en la Ciudad de México, me enteré que la banda viajaría a nuestro país para ofrecer un concierto (no recuerdo en qué lugar) y le mandé una carta a mi tío. Mi tío no esperó para darme la respuesta, hizo una llamada telefónica y cuando dije: “bueno”, él, de inmediato, dijo: “tenés que ir, andá por mí”, y dijo que me enviaría un giro telegráfico, mismo que recibí días después, cuando el concierto ya había sido, porque mi carta tardó mucho tiempo en llegar a Comitán, así que la paguita me sirvió para ir a una tienda de discos y comprar un disco del grupo.
Posdata: sabía que mi tío ya contaba con el álbum que le mandé, pero le cayó bien el detalle. Debo confesar que en mi hombro izquierdo apareció el diablito que recomendó: “’Ora, Alejandro, ya hay paga para las chelas del fin de semana”. Nada dije con los compas del departamento, porque habrían votado a favor de la recomendación diablesca. Me sentí bien actuando en forma honesta, a final de cuentas mi tío había enviado la paga para darme un gusto, gusto que no me di.
¡Tzatz Comitán!