miércoles, 22 de marzo de 2023
CARTA A MARIANA, CON PREGUNTAS YA ANTIGUAS
Querida Mariana: preguntábamos “hijita de quién sos”, porque sabíamos que en la respuesta hallaríamos el dato que despejaría la duda y que nos haría reconocer el árbol genealógico de la chica. Pero eso era en tiempos donde Comitán era un pueblo pequeño, donde la mayoría de familias eran conocidas y reconocidas. Hoy, en caso de que alguien haga la pregunta, difícilmente la respuesta da indicios familiares. Comitán ha crecido mucho. Decenas y decenas de personas han llegado a vivir al pueblo provenientes de muchos lugares del país o de otros países (pocos, pero los hay. En San Cristóbal de Las Casas sí hay muchos residentes provenientes de diversos países, lo que ha creado una sociedad pluricultural). La respuesta necesita de un aporte de más datos. Imaginá que estamos frente a una chica y le hacemos la clásica pregunta y ella responde el nombre de su padre que suena como Renaud y el nombre de su madre que suena como Colette, y antes de que pensemos “ah, qué nombres tan mamilas”, los apellidos nos confirman que la chica es hija de padres franceses. Ahí la puerca torció el rabo, porque ya se vuelve una labor digna de un investigador, donde nos enteramos que ella nació en una ciudad cercana a París y tienen un año viviendo en Comitán y por ahí la historia maravillosa. Pero las historias no sólo se dan en caso de personas extranjeras, ¡no! Ahora, en el pueblo hallamos personas que radicaban en otros estados de la república y decidieron radicar acá.
Ya se hacía raro que los comitecos hubiéramos aportado tantos nuevos conciudadanos; es decir, hay fama que los comitecos son arrechos y practican con entusiasmo el cotzito sabroso, pero los índices de natalidad tampoco son como lo eran en los años cincuenta, cuando parecía que sí estábamos dispuestos a hacer que Comitán dejara de ser el pueblito que era. El aumento poblacional se debe a los propios comitecos, pero ayudados por la gran cantidad de personas que han venido de otros lugares.
Preguntábamos “hijita de quién sos” y de inmediato sabíamos quiénes eran los padres y los abuelos; asimismo identificábamos el rumbo donde vivía y oficios de los ancestros. Esto permitía que la chica entrara a una categoría social indiscutible; podía ser hija de hacendados, o hija de un talabartero, o de un comerciante, o de un chofer de taxi. Porque, en esos años, querida mía, los taxis también eran contados y todo mundo conocía los nombres de los choferes (no sólo los nombres sino también los apodos). Ya te conté que uno de los sitios de taxis estaba instalado frente al edificio donde ahora está el Teatro de la Ciudad y en esa pared había un teléfono que atendían los taxistas. Una de las bromas frecuentes era la llamada de un simpático comiteco, que al escuchar la voz del chofer preguntaba, en clásico comiteco: “¿dóndiablo?”, a veces la respuesta era una sonora mentada de madre, porque el que contestaba era el taxista que tenía el apodo de “diablo”. La carcajada del molestoso enervaba más al taxista.
En el Museo Rosario Castellanos existe una imagen que da cuenta del árbol genealógico de la escritora. Los mayores identifican los nombres de sus padres y de abuelos, porque todos eran comitecos. En la parte superior de la imagen está plasmada la pregunta: “Hijito de quién sos” (los expertos, más las feministas, reclamaban que la pregunta debió decir: “hijita de quién sos”, No sé si ya corrigieron, ojalá que sí lo hayan hecho).
En tu caso, si alguien te hace la pregunta, habrá gente que sí reconocerá tu árbol genealógico, pero algunos dudarán, porque tu mamá nació en Guadalajara y tu papá en Monterrey. Vos, casi como yo, sos comiteca de primera generación. Pero, vos y yo, gracias a Dios, amamos este pueblo, a veces mucho más que los comitecos de cuarta generación cuyos árboles genealógicos tienen una gran tradición en el pueblo.
¡Tzatz Comitán!