miércoles, 8 de marzo de 2023

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE MURIÓ IRMA

Querida Mariana: el comunicólogo Iván Ibáñez me invitó a hacer un comentario un día después del fallecimiento de Irma Serrano. El comentario lo expresé en su noticiario Noti-Vos. Hay una frase latina que en buen español dice: “la palabra vuela, se desvanece, lo escrito permanece”. Ahora, con los chunches tecnológicos el dicho ya no es tan cierto como lo era antes, no obstante, como soy un creyente de la letra escrita y como sé que no escuchaste lo que dije en la radio te paso copia: Falleció la gran Irma Serrano Castro. Ella vivió su infancia y pubertad en la finca La Soledad, municipio de Las Margaritas, que hoy es propiedad de Ricardo Castro, primo hermano de Irma, quien generosamente me aportó algunos datos que comparto. Los viejos de la finca contaban que Irma siempre fue traviesa, iba a las pozas del Río Santo Domingo y se bañaba desnudita, amaba su libertad. Los abuelos maternos de Irma fueron doña Siomara Domínguez Castellanos y don José de Buenaventura Castro Urrutia, apellidos de abolengo. Irma fue hija de doña María Castro Domínguez y de don Santiago Serrano, tuvo dos hermanos: Yolanda y Mario. Doña Yolanda fue muy conocida en el pueblo, se casó con don Rubén Morales, destacado empresario gasolinero. Porque la abuela de Irma fue Domínguez Castellanos, ella decía que Jorge De La Vega Domínguez era su pariente, lo mismo que Rosario Castellanos. Irma sobresalió en el cine y en el teatro y fue una destacadísima intérprete de música mexicana, cuya fama abarcó todo Latinoamérica; incursionó en la política, llegó a ser Senadora de la República; también, tal vez por el lejano parentesco con Rosario y porque fue hija del gran poeta chiapaneco Santiago Serrano, estuvo cerca de los libros. Escribió, con ayuda de la periodista Elisa Robledo, tres libros cuyos títulos son: “A calzón amarrado”, “Una loca en la polaca” y “Sin pelos en la lengua”. En uno de sus libros expresó: “Yo no he logrado cortar mi dorado cordón umbilical de mi amado Chiapas”. Así fue, sus últimos años los vivió acá en Comitán. Dos ideas asoman en la mención de títulos de sus libros; la primera es la honestidad de Irma en reconocer que ella dictó, pero Elisa fue quien dio forma a su pensamiento; la segunda es la imagen franca que presenta. En sus libros ella aparece como fue en persona: una mujer sin pelos en la lengua; contó su vida con el mismo desenfado con que se bañaba de niña. Artista polémica, mujer de controversia, persona que logró lo que se propuso con su carácter indomable. Su rugido de tigresa siempre se escuchó por encima de los gritos de los monos aulladores. Descanse en paz, Irma Serrano. Posdata: en el periódico El Universal apareció un artículo con el título: “Los romances y los tres grandes amores”, y ahí aparece el nombre del licenciado Jorge De La Vega. Le pregunté a don Jorge si eran parientes y él me dijo que Irma le decía primito y él, en consecuencia: primita. Pero, generoso como siempre, me compartió un buen dato, él ayudó a inscribirla en la Secundaria. El licenciado Jorge era el presidente de la sociedad de alumnos cuando un pariente le pidió que ayudara al ingreso de Irma que venía de concluir su primaria en una escuela rural. El licenciado Jorge habló con el doctor Elías Macal, director de la escuela, y así Irma logró su acceso al nivel de secundaria. Él y ella no se conocían físicamente, fue la primera vez que se vieron; ya luego, en la Ciudad de México, tuvieron una buena amistad, tanta que Irma le pedía opiniones acerca de ciertos temas. ¡Tzatz Comitán!