lunes, 23 de septiembre de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN BONCHE DE COSAS

Querida Mariana: conozco a María Siliceo Román desde hace algunos años. No sé cuántos, no recuerdo, porque a final de cuentas la vida no puede ser definida por años, sino por cariños. Debí escribir entonces que conozco a María desde hace ya varios e intensos cariños. A lo lejos he visto su crecimiento empresarial. Es una chica que todo lo que emprende lo hace con pasión, es una mujer apasionada. Anduvo por Puebla durante varios años, porque allá estudió. Un día nos topamos en aquella ciudad del mole poblano, pero ella y yo volvimos al pueblo. Sí, ella y yo somos sabios, reconocemos que la patria más luminosa se encuentra en el lugar de nacimiento, donde están las querencias, donde siempre hay un árbol lleno de cosas esplendorosas, luminosas, y todo lo que termine con osas y con rosas. María ha hecho en Comitán un corazón que se prodiga, que, a través de su sonrisa, planta árboles donde hay cemento. Ella es continuadora de una gran tradición. Hace años, su abuela materna abrió un negocio donde vendía, sobre todo, quesos, pero, sabia, le agregó un costal de cosas, porque vos sabés que la palabra cosa abarca al universo entero, cuando no hallamos el término preciso de un objeto lo llamamos cosa, bueno, con decir que hasta aquellas cositas que no deben mencionarse se les dice cosas. María regresó de Puebla con un costal de cosas y en el pueblo lo abrió y, poco a poco, ha ido entregando lo que ella pepenó en su periplo. Sigue honrando la memoria de su abuela, ya te conté que un día de estos hallé alfajores, sobre la mesa de su negocio, ¡alfajores!, compré dos y los llevé a mi mamá y a mi Paty, ambas los probaron y me dijeron que estaban ricos. Ah, ya, así que María enriquece las cosas, todas las cosas de la vida, donde están incluidas las cosas más increíbles, porque ella no se cansa de crear, de proponer ideas, de darles sustento. Ahora, qué bendición, María no sólo abrirá el negocio en un local que mandó a construir, muy cerca de Las Tres Cruces, en el barrio de Guadalupe, sino que pronto, muy pronto, abrirá una pastelería y cafetería en el parque del mismo nombre. Los que saben dicen que el parque se llama de La Independencia, pero en Comitán todo mundo lo llama parque de Guadalupe. Pasé por el nuevo local de Las Tres Cruces un día antes de la apertura, aún estaba cubierto el logotipo, fue como si estuviera presente en la pre inauguración, como si fuera testigo del instante anterior al nacimiento, el instante previo de cumplir un sueño más. A mí me emociona este tipo de actos, porque es, como dice mi querido doctor José Ramón, el mayor acto de esperanza. Dice el doctor José Ramón que todas las noches, a la hora de activar el despertador hacemos un acto de fe, porque sabemos que al día siguiente despertaremos. De igual manera, cuando una persona empresaria abre un nuevo negocio alimenta el árbol de la esperanza. Mi querida amiga María es una persona optimista, debe ser que tiene la bendición desde niña, porque su familia es propietaria de la casa donde está el nicho de las tres cruces. Pucha, no cualquiera tiene ese privilegio, la gente de los alrededores llega y deja flores en el nicho, cuando es su festejo le prenden veladoras y pintan las cruces (hace años, los vecinos hacían la coperacha para pagar un grupo musical y le echaban los cuetes de rigor en este pueblo cuetero). Hace muchos años, mi amada Brigitte Bardot filmó una película en México que se llamó “¡Viva María!”, vos sabés que soy un eterno enamorado de la Bardot, la niña francesa más bella, que ahora tiene 89 años y está bien arrugadita, pero sigue siendo linda, luminosa. Cuando veo a María, la de Comitán, nuestra María Siliceo, la de Las Tres Cruces, pienso en esa cinta y con voz apagada casi grito: ¡Viva María! Que viva siempre animosa, enjundiosa y todo lo que termine con osa, sí, ¡diosa! Posdata: deseo que tenga mucho éxito en ambos emprendimientos, que venda muchos quesos y muchas cosas, en Cosas y Quesos Paulita. ¡Tzatz Comitán!