sábado, 21 de septiembre de 2024

CARTA A MARIANA, A MEDIA CUADRA DEL RESBALÓN

Querida Mariana: ¿recordás que el otro día te enseñé la calle de El Resbalón, en La Pila? Los de mi generación no dudan en hallar el lugar, pero los chicos y chicas de estos tiempos ya lo ignoran. Siempre he pedido que las autoridades municipales coloquen una placa con el nombre de la calle y una breve explicación acerca de la historia. ¿Por qué el nombre? Bueno, ya mirás que la calle es la pendiente que inicia donde están los chorros de La Pila; antes, dicha calle estaba empedrada y siempre estaba resbalosa por el agua que rebosaba de los chorros, así que muchos peatones se dieron buenos sentones. Ahora, a mitad de la pendiente hay una tienda que se llama “El Resbalón” y esto me da mucho gusto, porque los propietarios tienen conciencia de la importancia de los elementos de identidad que otorgan personalidad a nuestro pueblo. ¿Cuándo las autoridades harán eco a mi solicitud? Estamos ya muy cerca de la celebración de 500 años de nuestra ciudad, sería bueno realizar un proyecto que aportara elementos para reforzar el nombramiento de Pueblo Mágico. ¿Por qué hoy hablo de esto? Ah, porque a media cuadra de la calle de El Resbalón está el negocio de Doña María Teresa Sánchez Gordillo, a quien todo mundo la conoce con el nombre de Doña Tere, quien nació en Las Margaritas, el 5 de mayo de 1942. Ella sabe que cuando da el día de su nacimiento la mayoría de personas, en automático, recuerda que el 5 de mayo conmemoramos en el país la Batalla de Puebla, que se dio precisamente el 5 de mayo, pero de 1862. Ochenta años después nació Doña Tere, por eso, botada de la risa cuenta que su mamá le decía que cuando nació, mientras estaba la celebración de la batalla, ella, su mamá, batallaba con su nacimiento. Zaragoza es el héroe de la batalla de Puebla, en Comitán, el día de hoy, quien goza es el comensal que se acerca al restaurante de Doña Tere. Vos sabés que a mí me gustan los restaurantes que tienen espacios abiertos, me dan flato los espacios donde veo paredes por todos lados, pero debo confesar que la excepción es el restaurante de Doña Tere, que se llama Restaurante Dalia, en honor a una de sus hijas. ¿Cómo llegar? No hay pierde, digo que está casi contra esquina del parque de La Pila, pegadito al Restaurante Tata Lampo. Pucha, puros nombres icónicos, maravillosos, que le dan identidad a nuestro Comitán del siglo XXI. ¿Por qué digo que este restaurante es la excepción para mi gusto de espacios abiertos? Porque su intimidad me seduce, es (nadie se moleste con la comparación) como un oratorio para la amistad. ¿Tanto así? Sí, las personas que conocen el espacio estarán de acuerdo conmigo, porque acá las paredes no asfixian, al contrario, permiten la intimidad, la plática sabrosa, la confianza. Esto es algo que debemos privilegiar y que gusta a los clientes que acuden con frecuencia. El barrio de La Pila es uno de los más tradicionales del pueblo, los historiadores nos recuerdan que ahí se dio el origen de nuestra ciudad, por eso, en la actualidad, hay un puma que esculpió nuestro escultor comiteco Luis Aguilar. La escultura refuerza la leyenda que da cuenta del instante donde los conquistadores e indígenas hallaron a este animal tomando agua del manantial y dijeron que ahí debería construirse la ciudad que hoy se llama Comitán. ¿Mirás lo que acabo de escribir? Hallaron a un puma bebiendo agua (muchos historiadores dicen que no fue un puma americano sino un jaguar, felino que era más común en la zona). Reafirmo esto porque La Pila es famosa por sus aguajes, sus bebederos, sus cantinas. Ahora muchas personas acuden al restaurante de Doña Tere para saciar su sed. Claro, sólo el Molinari bebe agua, lo ideal es pedir una caguama y acompañarla con las botanas riquísimas que Doña Tere ofrece. ¿Sabés cuántos años tiene Doña Tere atendiendo su restaurante? ¡Cuarenta años! Ah, es toda una vida dedicada a saciar la sed del sediento y mitigando el hambre del hambriento. Mucha gente prefiere el local de Doña Tere porque honra a las famosísimas tres B: todo es bueno, bonito y barato. Es buena la atención y la comida; es bonito el espacio y además es baratísimo. Sí, tenés razón no es un lugar ideal para los fifís, para los que acuden a restaurantes para mostrarse, ¡no!, este restaurante es para personas que gustan de los buenos instantes. Te cuento, cuando llegás al Restaurante Dalia, entrás a un pequeño salón que es como un vestíbulo, ahí hay dos o tres mesas, esta estancia permite que disfrutés la caguama con las botanas y mirés lo que sucede en la calle, así como estar expuesto a las miradas de quienes por ahí pasan; pero si lo que buscás es algo más íntimo, entonces debés bajar dos o tres escalones y llegar al segundo salón, donde está la cocina, pero ya dejás lejos el ambiente de afuera, acá estás en un territorio maravilloso, donde la plática se expande en forma eficiente. Por esto digo que las paredes no asfixian, sino que permiten la intimidad, la confidencia, el chisme, la carcajada armoniosa. Todavía hay otra sala, pero ésta sólo se utiliza en temporada de feria, porque en el mes de febrero, cuando se celebra la feria de San Caralampio, la gente acostumbra llegar a comer y tomarse la cerveza en el local de Doña Tere, así que ella coloca mesas al fondo y atiende con el esmero de siempre a todos sus comensales. ¿Hace cuarenta años no entraban mujeres? Doña Tere dice que desde siempre han llegado hombres y mujeres, porque su local es para todos y todas, porque es un espacio donde siempre hay respeto, ella no permite que los desmadrosos de siempre comiencen con su relajito, ¡no! Ella es muy buena gente, es de un carácter angelical, pero cuando alguien quiere sobrepasarse le sale el diablito y manda a volar a los molestosos. Por eso, quienes buscan un lugar apacible, sin molestias, prefieren su local a cualquier otro del pueblo. Doña Tere ha acumulado gran experiencia. ¿Sabés quién es hermano de Doña Tere?, el director de teatro: Joel Sánchez. Uno se ha dedicado con pasión al teatro sobre el escenario y la otra se ha dedicado con vehemencia al teatro de la vida, donde se desarrollan los mejores dramas y las más hermosas comedias. Ah, cuántas historias de vida han pasado por su local, historias de todos colores y sabores. Hablando de sabores, uno de sus clientes más asiduos me dijo que Doña Tere prepara algo que ya no se encuentra en los demás restaurantes: el hígado encebollado. Hay gente que no disfruta este platillo, pero hay gente que lo adora, para los adoradores de este guiso el restaurante de Doña Tere es el lugar ideal, asimismo los que disfrutan las costillitas, la carne en salsa verde y, sobre todo, quienes son adoradores del frijol con cáscara de puerco. Doña Tere dice que es un platillo exquisito y ella lo ofrece en forma económica. Los bravucones no son bienvenidos en su negocio, la gente que es bienvenida es la que gusta de la convivencia sana, la que pide una caguama y la bebe con gusto, en medio de la plática sabrosa. Doña Tere afirma que su clientela es una clientela agradecida porque tienen un trato amable, se sienten como en su casa. Doña Tere, gracias a Dios, está muy bien conservada, su carita casi no tiene arrugas, a pesar de que ya tiene 82 años de edad. Sin duda que el trabajo la mantiene así, su buen carácter. Ella asegura que ha tenido una vida feliz. Vivió con su marido durante 56 años, hasta que él falleció. ¿Sabés quién fue su esposo? El conocido Mario Morales, quien fue agente de tránsito del estado y terminó como comandante. Ella dice que ya él murió de viejito. Aclara que su negocio no comenzó como restaurante, al principio fue un depósito donde expendían cerveza Corona, pero un día su esposo le dijo que obtendría un permiso para que el negocio creciera, así lo hizo y ya se volvió restaurante, el lugar reconocido que ahora es. Doña Tere es tan chambeadora que abre su negocio todos los días, desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde. Bueno, el domingo, el cuerpo exige que el horario se reduzca, pero apenas se comprime, porque abre de once a cuatro de la tarde. Posdata: me confió que en una ocasión su esposo le dijo que las dos mujeres que habían pedido una cerveza parecían mujeres de la vida alegre, ella le contestó que no miraba el cartel que dijera qué clase de alegría tenían. Ah, es una mujer maravillosa. Pido que San Caralampio la cuide y le brinde una buena vida, para que siga brindando buena vida a sus comensales. ¡Tzatz Comitán!