miércoles, 25 de septiembre de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN VIAJE

Querida Mariana: Paty Cajcam y yo fuimos a la primaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Leímos un cuento y entregamos ejemplares de Arenilla, donde vienen cuentitos. Cada niño y cada niña se llevó un ejemplar a su casa. Nuestra pretensión es que lean por gusto, por placer. Ese es nuestro objetivo. Por esto siempre estamos agradecidos con nuestros patrocinadores, quienes, con su paguita, contribuyen a realizar esta campaña en favor de la lectura, en un país que, se sabe, no lee. Por eso nuestro país está ¡como está! Leí un cuentito y al final Paty entregó los ejemplares para que los estudiantes lo llevaran a casa. Como tenía tiempo que no hacíamos esta actividad (tal vez desde antes de pandemia) me descoloqué ante dos sucesos que se dieron en mi lectura, el primero fue que un niño tenía la lapicera sobre su silla, hizo un movimiento con sus brazos, tiró la lapicera, los plumines, lápices y gomas se regaron, cinco o seis de sus compañeritos se levantaron para ayudar a levantar los objetos. Suspendí mi lectura, cuando todo volvió a la normalidad continué. Dos minutos después, un chico abrió la botella con agua, tomó un poco y luego se puso a jugar con la tapa, hacía un ruido molesto. La maestra se acercó y le pidió que suspendiera el ruido. Continué con la lectura, un poco sacado de onda (luego Roberto me dijo que es natural, que estaba con niños de siete u ocho años de edad, inquietos, gracias a Dios. ¿Qué quería? ¿Robots, que no se movieran, que apenas respiraran?) Pero, casi al final del cuentito y porque estaba mi mirada fija en una niña que había puesto atención desde el principio, vi que su carita se entristecía con la historia, sus ojitos estaban casi al borde del llanto. Esto (ya conocés que lloro por todo) me conmocionó. La niña se había emocionado con el cuentito que yo leía en voz alta. Hoy pienso que todo fue ganancia. A la hora que el niño tiró la lapicera sus compañeritos, en solidaridad, dejaron sus asientos y le ayudaron a levantar los chunches; el niño del ruido, tal vez será un gran músico y escuchaba sonidos por encima de mi voz de viejo. Cada uno respondía a la voz de su espíritu. Al inicio de la lectura una niña, que estaba sentada adelante, dijo que ella era una gran lectora y que en su casa tenía muchos libros. Yo les dije que cuando era niño, a la hora de acostarme, mi mamá me leía cuentitos. A mitad de mi lectura, dos o más niños dijeron que ya se estaban durmiendo. Yo era como su mamá leyéndoles un cuentito antes de dormir, si todo el salón se hubiese dormido con mi voz habría pensado que la actividad había sido un éxito, pero cuando pregunté si ahí dejaba la lectura otros niños y niñas dijeron que no, que siguiera. Y pienso que fue una buena decisión continuar con la lectura, porque al final la niña se conmovió, le vi sus ojitos a punto de llanto, emocionada por la historia del niño que abraza al perrito del circo. Volveremos, primero Dios. Paty Cajcam dice que quiere vivir la aventura del viaje que emprendemos cada vez que acudimos frente a un grupo de muchachitos y muchachitas. Sí, volveremos, porque es misión de vida: leer en voz alta, puede ser que alguien sea tocado, puede ser que alguien se emocione ante las historias, que alguien pepene la grandeza de la literatura. Volveremos, no importa que a la hora que más emocionado estoy con la lectura en voz alta caiga una lapicera y la lectura se fragmente, la literatura es tan grande que construye puentes instantáneos, no hay ejército por más mierda que sea, por más saboteador, que interrumpa el vuelo. Siempre hay oportunidad de volver a emprender el viaje y llevar a niños y niñas, desde sus asientos, a vivir historias maravillosas. Esa mañana llevamos a los niños y niñas de La Mariano a visitar un circo con elefantes, jirafas, leones, payasos, trapecistas y un perrito maravilloso. Posdata: volveremos siempre, porque hay criaturas que son tocadas, que abren su corazón y reciben los estímulos de la palabra, la bella, la sembradora, la que otorga vida. ¡Tzatz Comitán!