viernes, 27 de septiembre de 2024

CARTA A MARIANA, EN UNA VISITA A TÍO JAVI

Querida Mariana: vos sabés que en Comitán medio mundo es nuestro tío o tía. Los hijos de mis amigos y amigas, por afecto, me dicen tío, no hay hilo consanguíneo de por medio, ¡no!, es de puro cariño; asimismo, en el pueblo tenemos la costumbre de decir tío o tía a gente que nos facilita un servicio, por ejemplo, en las escuelas y colegios las personas que atienden las tienditas se convierten en tía o tío, así escuchamos: “ah, la quesadilla de tía Elena está bien sabrosa” (lo dicen sin albur, lo aseguran porque la quesadilla que la señora Elena prepara no puede compararse con el sándwich que pone la mamá todas las mañanas en el tupperware). El otro día pasé a saludar a mi ahijado Javier, él sí es mi verdadero ahijado, porque fui su padrino en el bautizo, mi compadre Javier me concedió el honor. En el momento que nos presentamos en el templo para que el cura le echara el agua sobre su cabecita no imaginamos que Javier, en el siglo XXI, atendería lo que ahora se llama botanero y le pusiera por nombre Tío Javi, un espacio que ya es famoso porque medio mundo dice: “vonós con tío Javi”, esto le da un sentido de gran camaradería, pero tampoco es casual el nombre, su restaurante está (vos lo conocés, todo mundo lo conoce) frente al estacionamiento Ulises, a dos cuadras del parque central (es el botanero más céntrico de Comitán). Digo que el nombre no es casual, la bellísima casona que ocupa es propiedad de la familia, un día la compró el notario Javier Aguilar Torres (abuelo de Javier), luego pasó a manos de su hijo Javier Aguilar Carboney (mi compadre, amigo de toda la vida) y ahora está al servicio del nieto del notario: Javier Aguilar Cantoral. Así que el negocio de botanitas honra el nombre de tres generaciones: Javier. Seguido vamos a tomar la cerveza y comer la botanita con los amigos (ellos beben y comen de todo, yo, ya me conocés, elijo la tostadita con frijolitos refritos, el pico de gallo, las verduras al vapor y la ensalada de lujo que me prepara mi comadre Angelita, mamá del propietario, quien por cierto me dijo que ella cocina la longaniza que Quique asegura no tiene madre, la mejor longaniza que puede comerse en Comitán está con Tío Javi. Esto es así porque Angelita pepenó la receta tradicional de su abuela Doña Ofelia Santiago de Cantoral, quien, entiendo, era de Teopisca. Doña Ofelia fue la mamá de ni sabés quién, de Doña Chelo, quien también tiene su restaurante Doña Chelo, frente al parque de Guadalupe, donde, igual que en Tío Javi, ofrecen platillos que conservan la sazón y la tradición auténticas. A mí me encanta ir a Tío Javi, me atienden muy bien y disfruto el encanto de la casona del pasado siglo, una casa tradicional, que tiene un patio central generoso y dos corredores con sus pilares de madera (ya mi ahijado adecuó un anexo con juegos infantiles para que lo gocen los chiquitíos, mientras los papás y las mamás disfrutan las exquisiteces que ahí ofrecen, porque no sólo dan la longaniza que no tiene madre, también ofrecen lo mejor de las botanitas comitecas y tuxtlecas, porque Javier ofrece esta mezcla en Comitán, con lo que los comensales pueden gozar lo mejor de la botana tuxtleca en el clima bendito de nuestro pueblo). ¿Te gusta la carraca? ¿Te gusta el camarón seco con el chilito güero? Ah, pues en el restaurante familiar Tío Javi te lo sirven con gusto, con el mismo gusto con que lo comerás. Al principio Javier abrió el negocio llamado “La casona”, pero se dio cuenta que el gusto comiteco es la botana, los comitecos y comitecas somos botaneros por excelencia, nos gusta la variedad y que tenga un sabor exquisito (¿por qué fue famoso el restaurante Tono Gallos? Porque servía muchos platillos con diversas botanas), así, desde hace cinco años, tiene el botanero Tío Javi, que es un espacio visitado por muchos amigos y amigas del pueblo y amigos visitantes. Digo que he estado con los amigos en varias ocasiones y he disfrutado la amplitud de su patio central, soy feliz cuando como rico y tengo el mojol de un espacio abierto y acá gozo el patio central que se abre generoso para darme el abrazo. Posdata: mientras los amigos piden una cerveza o un roncito yo pido una limonada con agua natural, al tiempo, sin azúcar, me cotorrean los amigos, dicen que me iría mejor un tecito de manzanilla con una cafiaspirina, me cotorrean, dicen que pura comida de viejito, que por eso no como la cascarita, porque ya no tengo dientes. Reímos. La convivencia exige la cuerda de la amistad, el aire libre, la buena comida, la buena bebida; la palomilla encuentra un buen espacio en el restaurante del hijo de nuestro amigo. ¡Tzatz Comitán!