Arenilla
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domingo, 30 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA ÚNICA
Querida Mariana: quienes conocieron al famoso Nuka lo identificarán en esta fotografía que te mando. Es una fotografía única, de uno de los niños más hermosos de este pueblo. La fotografía se la tomé, en los años ochenta, en su casa de la subida de San Sebastián, lugar donde vivió hasta el día de su lamentable fallecimiento. Sí, mi niña bonita, Francisco Nucamendi Pulido murió hace algunos días. Fue una noticia que conmocionó a la sociedad comiteca, una grieta que lastimó el aire de nuestra ciudad. Mi Paty me avisó temprano, sus amigos de La Chusma corrieron la voz, porque Lili, hermana del Nuka, es amiga de ellos.
Murió El Nuka y cientos de personas se manifestaron en las redes sociales. Todos los mensajes lamentaban su deceso y expresaban mucho cariño, porque Panchito fue un gran amiguero, un hombre generoso, fue uno de los niños más hermosos de este pueblo. Dentro de los mensajes hubo textos sublimes, bellísimos, que uno lamenta hayan tenido como detonante la muerte del amigo. Duele que siempre decimos Te quiero cuando la otra persona ya no lo escucha, por eso muchos dicen que los homenajes deben ser en vida.
Leí textos de gran factura literaria escritos por talentosas escritoras de este pueblo: Mirtha Luz Pérez Robledo, Alba Velasko, Marvey Altuzar, Karina Cancino, ellas, talentosas escritoras, fueron grandes cuncas del Nuka; asimismo, Guillermo Montalvo publicó un texto luminoso en el periódico Al Faro. Me cuentan que la noche de su velatorio, en el Figueroa, muchos neveros y vendedores de raspados llegaron, porque él vivió durante los últimos tiempos de vender raspados (granizados atómicos) y se volvió uno de ellos, todo mundo de acá lo vio por las calles y plazas llevando con ambas manos el carrito con capacete rojo, donde llevaba el hielo y las esencias que él preparaba. Él fue hijo de Doña Lili, pero fue antes que todo hijo de la vida y vivió su vida con los dictados del vuelo en libertad, fue uno de los más intrépidos equilibristas que conoció Comitán, siempre anduvo haciendo equilibrio sobre la cinta de la vida, se entregó a vivir con todo su ser, con todo su cuerpo y con su espíritu, todo lo convirtió en el gran juego de la vida, descolgó estrellas y, también, ensartó muchas de ellas en los cielos.
En esta fotografía está él, siendo niño, puberto, el niño que jamás dejó de ser, el juguetón, el irreverente, el travieso, el pícaro, el desmadroso, el pepenador de esencias sublimes. Me cuentan que El Nuka hacía recetas especiales, lo mismo sucedía con las bebidas, le encantaba probar qué sucedía si mezclaba una sustancia con otra, le encantaba probar, descubrir.
Sí, así lo conocí, fue mi alumno en el Colegio Mariano N. Ruiz, al entrar al salón de clase pedía, a todos los santos, que Francisco no levantara la mano, porque sabía que no solicitaría permiso para ir al baño, sino para hacer una pregunta. Siempre, sus preguntas eran intrépidas, lúcidas, de muchachito inteligente. Pedía que no preguntara, porque mi respuesta siempre era que lo investigaríamos juntos, porque él vivía a años luz de los simples mortales, su mente era prodigiosa.
Falleció muy joven, fue así porque vivió al límite, nada dejó por experimentar, su vida fue una continua mezcla de esencias, tomaba un vaso de sol y lo reunía con líneas de luna reflejada en un lago. ¿Qué producía la mixtura de un diente de ajo con la mermelada de membrillo? ¿Qué un rayo de amarillo con una línea de agua? ¿Qué un puño de emoción con un gargajo de llanto? Siempre fue un innovador, el mundo le quedaba chico, la vida le quedaba a deber. ¿Qué producía la mezcla de una migaja de estrella con los restos de un naufragio?
El Nuka supo que la vida es una pieza rota, él se empecinó (a mitad del camino, sobre la cuerda del equilibrista) en darle forma, en pegar los pedazos, en dejar una vida más completa. No lo logró. Ningún espíritu humano logra que el barquito de papel no encalle en cualquier albañal.
Posdata: Panchito, fue uno de los niños más hermosos de este pueblo. Medio mundo lamentó su fallecimiento, quien no lo lamentó fue él, porque se fue sin dejar ni un gajo por chupar, abrazó la vida con tal emoción que todo mundo se sorprendió con la noticia de que ya no dejaba callejón por caminar. Caminó todas las sendas y, lo más importante, abrió nuevos caminos. A ver quién es el valiente que asume la vida con tal intensidad. Pocos seres en el mundo son predestinados. Él tuvo el destino de vivir a sus anchas y a sus mangas. En esta fotografía tiene las manitas dentro del peto, al rato las sacó para repartir sus dones, para pepenar todas las maravillas de este mundo, de este mundo hecho de pedazos de cristal, de piedra, de fuego.
¡Tzatz Comitán!
sábado, 29 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON CHUNCHES TECNOLÓGICOS
Querida Mariana: Doña Lolita Albores cuenta que la construcción de la Carretera Panamericana permitió que Comitán se comunicara, por así decirlo, con el mundo.
Hasta antes de 1950, Comitán era un pueblo aislado, como muchas otras comunidades de Chiapas.
Los chavos comitecos de estos tiempos no logran imaginar cómo fue el pueblo en el pasado; bueno, ni quieren hacerlo, ellos ven hacia el futuro. En cambio, los de mi generación caminan en una línea delgada, territorio donde el pasado es nostalgia de todos los días y el futuro es algo que se lleva como un bolso indeseable pero necesario.
Hoy, todo mundo tiene un teléfono celular, ya los sabios visionarios habían advertido que el futuro estaría definido por este chunche. Muchas actividades se harían a través de él. Bueno, el futuro ya está acá, en nuestras manos. Los viejos hemos tenido que adaptarnos a la modernidad. Hay amigos que se han rebelado ante tal adaptación, no les ha funcionado, porque hoy todo, todo, se realiza con dichos aparatos tecnológicos. Las transacciones bancarias se hacen a través de plataformas que los bancos han diseñado.
Imaginemos a un lector que, como yo, nació en los años cincuenta del siglo pasado, ¡del siglo pasado! Él creció con un libro impreso en las manos, lo palpó, lo conservó en un librero, procuró que no se empolvara, que no se mojara, que no se quemara. Como este lector se aficionó tanto a los libros, poco a poco, adquirió varios y luego más y más. Así que tuvo que ir con un carpintero, de allá por el barrio de La Pilita Seca y encargó un librero hecho con madera de cedro, bien barnizado, bonito. Pero un día, consecuencia lógica, el librero resultó insuficiente, porque el amigo lector compraba más y más libros, así que repitió el ritual y solicitó otro librero y así. Conforme pasó el tiempo, la habitación se volvió como un bosque lleno de libros, era un paisaje donde el lector se sentía a gusto, era su lugar favorito. Más un día, una conmoción llegó en forma de noticia. Ya no sólo había libros impresos, lejos estaba el soberbio hallazgo de Gutenberg, la tecnología logró abrir una ventana difícil de comprender: había ya e-books, libros electrónicos, y con dicha noticia llegó otra: había dispositivos que servían para almacenar libros electrónicos y para leerlos. Los más conservadores lectores se negaron a dar paso a la innovación tecnológica y defendieron su derecho de continuar leyendo libros impresos, que era la forma tradicional, la forma “antigüita”. Un sector, donde está incluido el lector del que hablamos, abrió la puerta a la novedad. Nuestro amigo compró un Kindle (chunche donde se almacenan los libros digitales y dispositivo que permite leerlos), buscó en las librerías “virtuales” un libro de su interés y lo adquirió, lo adquirió en forma facilísima, lo pidió y pagó con la tarjeta de crédito (todo este proceso hecho en el teléfono celular), un minuto después la empresa le informó que el libro adquirido ya estaba en su Kindle. Sin creerlo del todo, el lector prendió el Kindle y ¡halló el libro solicitado! Le bastaron dos minutos para adquirir un libro electrónico. Desde ese momento, el lector comenzó a comprar más libros electrónicos, era tan sencillo, tan práctico. Comitán ya no estaba a mil kilómetros de distancia de una librería con miles de libros, ya no, estaba a dos minutos de distancia. Y ahora, el lector, quien nació en los años cincuenta del siglo XX, adquiere libros electrónicos, los lee, los disfruta y los conserva en su Kindle, aparato que tiene la capacidad de almacenar hasta cinco mil ejemplares. Se olvidó del carpintero comiteco, ya no necesita libreros, le basta el chunche electrónico que es el mayor librero que jamás tuvo, porque tiene una gran capacidad de almacenamiento y es un chunche que mide lo mismo que mide un libro.
Esto que acabo de relatar es un sencillo ejemplo de cómo la vida comiteca se ha transformado.
No todo es miel sobre hojuelas, ¡no!, como en todo suceso mundial que transforma la realidad ¡la aparición de estos chunches tecnológicos tiene sus desventajas! Muchas, desde las que mencionan los maestros, porque los alumnos ya no llevan libretas al salón ni toman notas, ahora, el maestro escribe en el pizarrón y los alumnos (los responsables) se paran de sus asientos y toman una fotografía del apunte. Esto, que es una gran ventaja, también es algo negativo, porque los chicos y chicas ya no escriben. Un amigo maestro dice que llegará el día que los jóvenes olvidarán escribir, se convertirán en redactores analfabetos. Además, los críticos de los avances tecnológicos, dicen que nuestro cuerpo comienza a tener malformaciones en la espalda, en el cuello, en los dedos. Igual que vos he visto amigos que llevan unas cintas en las manos, esas cintas les fueron colocadas por médicos expertos para curar dolores musculares. Estos dolores no se daban antes, porque los dedos nunca fueron sometidos a tal actividad repetitiva.
Estadísticas nacionales indican que muchos accidentes vehiculares suceden porque los automovilistas ven el celular mientras conducen. Sí, los he visto en nuestro pueblo. El otro día me senté en una grada del parque central, cerca del busto de Rosario y vi el comportamiento de los conductores, más de cinco, ¡de verdad!, manejaban con una mano mientras en la otra llevaban el celular abierto, hacían lo mismo, bajaban la vista, checaban la pantalla y luego subían la vista para ver qué tenían adelante. Esto me pareció un verdadero peligro. Bueno, me cuentan que hay conductores que hacen lo mismo cuando conducen en carreteras de alta velocidad. ¡Dios mío! Qué osadía.
Nuestra sociedad se ha transformado. Si hacemos un repaso histórico del avance mundial constatamos que jamás se había dado una transformación tan radical, tan impresionante. Ahora nos alertan acerca de la intromisión de la Inteligencia Artificial en nuestras vidas diarias. El otro día (en redes sociales) quedé asombrado por la posibilidad de esta herramienta. El poeta, gran maestro de mi generación y de otras más recientes, Óscar Oliva leyó un poema suyo en francés, todo hecho con inteligencia artificial, la pronunciación es exacta, el movimiento de sus labios es preciso. Días antes, su hija Aurora Oliva, artista experta en danza, quien llevó un curso de IA, leyó un ensayo propio en una lengua asiática. Imaginé que ella jugaba, que ella no tiene el conocimiento de dicha lengua, leyó su texto en castellano y una aplicación digital logró que el video diera la impresión, muy real, de que hablaba dicha lengua, por la pronunciación fidedigna y el movimiento exquisito de sus labios. Alguien pudo pensar que, en efecto, ella estaba hablando en esa lengua asiática. Y digo que esto es como un sencillo juego. La Inteligencia Artificial, nos advierten los sabios, cada vez avanzará más. Y todo esto que parece ciencia ficción también se da en nuestro pueblo, el pueblito que estaba incomunicado en los años cincuenta del siglo pasado. En este siglo XXI todo Comitán tiene acceso al mundo entero. Conozco gente que realiza estudios de posgrado “en línea”, que ha aprendido a hablar inglés u otros idiomas a través del Internet.
¿Qué nos depara el futuro? Por el momento digo que los viejos, los de mi generación, debemos estar abiertos a la posibilidad de integrarnos a tal avance tecnológico, si bien no con la rapidez con que lo hacen ustedes, los chavos, cuando menos para advertir los avances y procurar adaptarlos a nuestra vida diaria.
Yo, igual que nuestro amigo lector, acepté que los libros digitales fueran parte de mi vida, hoy los disfruto; asimismo, me suscribí a varias plataformas cinematográficas y veo cine todas las tardes en mi teléfono celular. Pensé lo que todo mundo decía: “El cine se ve mejor en el cine”, es decir en la sala cinematográfica; hoy pienso que el cine se ve mejor en mi celular, porque ahí tengo a mi disposición cientos y cientos de cintas de todo el mundo. Jamás pensé que en mi pueblito podría tener a mi disposición esta gran posibilidad.
Posdata: hoy todo mundo tiene celular, entra a las redes sociales, se divierte en el TikTok, da opiniones en el Facebook, hace transferencias bancarias, solicita taxis (acá no tenemos servicio de UBER, pero sí solicitamos un taxi a través de una llamada telefónica). Comitán está inserto en la modernidad, mucha gente hace compras “en línea”, puede ser que algún producto no exista en tiendas comitecas, ahora existe la posibilidad de pedir dicho producto en cientos de tiendas del mundo entero.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 28 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, DONDE APARECEN LOS DE A PIE
Querida Mariana: tía Josefa caminaba mucho, desde Guadalupe bajaba a El Cedro, a La Pila, a San Sebastián, a Yalchivol. Bajaba y luego subía. Veía a su compadre Heriberto, en su flamante Volkswagen, modelo 64, destartalado, y decía “caso nací con carro, para eso Dios me dio mis pies”. Caminaba, como lo hacen millones de personas en el mundo.
Sabemos que hay más peatones que conductores de vehículos. Yo veo, en el pueblo, a cientos, miles de peatones. Veo a papás y mamás llevando a sus hijos a la escuela. Veo a abuelos que caminan apoyándose con un bastón, veo a abuelas con andaderas. Ahora hay chunches auxiliares. Siempre recuerdo una imagen donde un personaje bíblico se apoya en un cayado.
En término estricto todo ser humano es un peatón. Al bajar del auto, el automovilista retoma su carácter peatonal.
Gateamos al principio, luego (para confirmar la teoría de mono erectus) tatarateamos y caminamos. La mamá nos suelta y hacemos nuestros pinitos en lo de la caminada. Luego hay deportistas que se especializan en la caminata. Recuerdo la Olimpiada que se celebró en México en 1968, la medalla de plata que obtuvo el marchista mexicano, el sargento Pedraza.
Pero los marchistas son excepción. La mayoría camina sin aspirar a recibir una medalla olímpica. Caminamos por la necesidad de desplazarnos de un punto a otro. El destino cotidiano es la caminata, en el campo, en el parque, en la calle. Subimos y bajamos escaleras. Hay una edad en que, sin competir, corremos. Los niños corren en los patios escolares, hay muchos juegos infantiles que tienen como aliada principal a la carrera. Llega una edad donde dejamos de correr, porque las piernas ya no poseen las virtudes de la juventud. Mi primo Enrique, que en edad es un poquito mayor que yo, cuando le preguntó cómo está, me responde: “Estamos, es ganancia”, bien podría decir: caminamos, es ganancia. A veces, digo que a veces, no valoramos la capacidad motriz. Un simple doblón en un pie puede ocasionar una incapacidad, eso obliga a ir al médico y usar una prótesis. No hay peor cosa para una persona vieja que una caída. Es algo dramático. Por eso, ¡nada de carreras, nada de apresuramientos!
En San Cristóbal de Las Casas hay un dicho simpático que alude a apurarse para hacer un mandado: “andá carrera y regresás corriendo”. La indicación es: no parés un sólo instante, pero es recomendación para niños y jóvenes.
Los viejos que no tienen una incapacidad ¡caminan!, ya no corren. La vejez es una etapa de la vida donde las carreras ya quedaron en el pasado, la caminata es lenta y sosegada. El viejo se vuelve sabio, sabe que la vida se disfruta sin prisas.
Todas las mañanas veo a mamás que llevan a sus hijas de la mano, caminan contentas, rumbo a la escuela. Caminan sin pausas, deben llegar a tiempo a la cita escolar. Las oigo platicar, las niñas se sienten en confianza. La caminata compartida es un disfrute cuando se hace con afectos, con cercanos.
Posdata: si al poeta Sabines le encanta Dios, a mí me encanta caminar. Caminamos al dejar de gatear. Me sorprende que nadie celebre ese instante. Lo del hombre en la luna fue una cosa maravillosa, pero simple y boba; pasar de gatear a caminar ¡eso sí es “un gran salto para el hombre”! A partir de ese instante poseemos el maravilloso don de caminar, esto es un portento.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 27 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON EL VIAJE DE ABELARDO
Querida Mariana: el árbol de los deseos tiene muchos frutos. Todo mundo tiene diferentes deseos, obsesiones. La tía Manuela soñó toda su vida con ir a la Ciudad de México y visitar la Basílica de Guadalupe. Fue feliz el día que estuvo en la plaza frente al soberbio edificio que construyó el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, que al principio muchos fieles criticaron, porque decían que era como una carpa de circo. ¡No importaba! En el interior estaba la imagen de la virgencita, la milagrosa, la Reina de México.
Abelardo Espinosa, papá de mi amiga Paty, soñó toda su vida con conocer las instalaciones de la B Grande de México, mítica estación radiofónica que escuchaba desde niño en su natal Cajcam, por herencia de su papá, don Noé Espinosa, quien toda su vida estuvo acompañado por un radio. En aquellos años (años sesenta) el mundo de Cajcam se comunicaba con lo demás del planeta gracias a la radio, no tenían televisión, ni salas de cine, mucho menos Internet ni celulares (estos aún no se habían inventado). La única extensión era la radio, desde entonces, Abelardo se volvió personaje de novela, porque (igual que su papá Noé) comenzó a comprar radios cada que tenía paga, en la sala un radio, otro en la recámara, otro amarrado en el pilar de la casa, otro más en el morral para la hora de ir al campo, otro más en la mochila para ir escuchando camino a la escuela, radios, muchos radios, que no hubiera un espacio sin ese maravilloso chunche que le servía para comunicarse con el mundo, pero a diferencia de los sastres que conocí en Comitán, Abelardo no sintonizaba la W, la Voz de América Latina desde México, ¡no!, la estación favorita de él siempre fue (es) la B Grande de México, así que cuando Paty le dijo que viajaran a la Ciudad de México, el papá dijo: sí, vamos a conocer a la B Grande de México. Ese fue su gran deseo y Paty, como si fuese el hada madrina, le cumplió el deseo, porque hizo una llamada, explicó y los funcionarios de la radioemisora le dijeron que sí, que los incluirían en uno de los grupos de visita (de los martes o de los jueves), pero, ¡oh, decepción!, después de revisar la agenda resultó que todos los grupos estaban llenos. ¡No, no, por favor, mi papá siempre ha soñado con conocer las instalaciones y conocerlos a ustedes! Va, dijeron, muy amables, les agendaremos una visita especial ¡y así fue! El día lunes, en cuanto llegaron al aeropuerto de la Ciudad de México, tomaron un UBER y Paty, Abelardo y Gloria (la mamá de Paty) fueron a la B Grande de México. El más emocionado era el niño Abelardo, quien llevaba en su espíritu todos los instantes mágicos que había pepenado en su niñez, en las tardes después de hacer la tarea, la tarea de la escuela y la tarea del campo; en las noches después de tomar el café con una tostada; a la hora de ir a la cama. La B Grande de México, su gran compañera, su amiga eterna, la fiel, la maravillosa, la que siempre le ha dado la mano para llevarlo a viajar por el fascinante mundo de la imaginación. Y de pronto estaban en la casa del mago, en la cabina donde, detrás del cristal, el locutor en turno, Modesto Santos, les dio una emotiva bienvenida:
“Ah, ya, ya platicamos con la visita, muchas gracias, a Dora Patricia Espinosa, “quehacerosa” de la comunicación que viene a presentarnos su revista, además viene con el señor Abelardo Espinosa y con Gloria Vázquez, la familia chiapaneca, ¡viva Chiapas!, viva ese rinconcito verde, lleno de cultura, lleno de amor, por la tierra, por las comunidades indígenas, por las lenguas, por todo lo que se vive ahí, que es parte de nuestro México, gracias por venir a visitarnos, son bienvenidos y que tengan excelente regreso, buen viaje, que haya luz en su camino y regresen pronto. Gracias, Dora Patricia, Abelardo Espinosa y Gloria Vázquez, ¡ésta es para ustedes!”
Posdata: y el locutor “soltó” la canción, que se escuchó en miles de aparatos en medio mundo, porque la B grande tiene un poder de transmisión de ¡cien mil watts! “Quehacerosa”, qué bonita palabra inventó el comunicador. Todos los escuchas del mundo que en ese momento sintonizaban la B Grande de México se enteraron que Abelardo estuvo ahí, estuvo ahí por los que tienen el mismo sueño y aún no lo han cumplido, llegó a cumplir su deseo y el de miles y miles de radioescuchas de todo el país, de regiones lejanas, bueno, con decir que hasta nuestra revista tuvo la bienvenida, el locutor no dijo el nombre de Arenilla porque no les está permitido decir marcas comerciales, pero Arenilla estuvo en la cabina de la B Grande de México, todo este portento gracias a que Abelardo, desde siempre, soñó con conocer la casa de la mujer que siempre le ha acompañado, que ha alegrado sus días Cajcameros desde la Ciudad de México. Abelardo cumplió su deseo. Ya después podría venir lo que fuera, ya el deseo mayor estaba cumplido, ya luego, ese día, fueron a conocer por afuerita la Cineteca Nacional (que, me dijo Paty, está al lado de la B Grande de México); ya luego fueron a la Alameda, al tradicional barrio de Coyoacán (con su fuente de coyotes), Palacio de Bellas Artes, y, en la noche, al Teatro Xola. Nada comparable con la B Grande de México, porque la radio llegaba hasta Cajcam, viajaba por el aire, como un ave soberbia. ¡Ah, cuántas horas sintetizadas en los minutos donde estuvo cerca de la cabina y en el estudio de grabación donde hacen los radioteatros! ¡Soberbio! Ah, qué buen deseo de este personaje de novela, quien siempre lleva un radio con él, debajo del brazo y encima del espíritu.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 26 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON GUATEQUE
Querida Mariana: no hay festejo en el mundo sin la música. La música alegra el alma y el cuerpecito. El día del homenaje al doctor Roberto Gómez Alfaro hubo música. Días antes, mi amigo el doctor Luis Ignacio Avendaño Albores me invitó al homenaje que le rindieron a su amigo y maestro. Él asistiría como médico, como amigo y como artista de la música. Me dijo que al lado de amigos amenizarían el acto; al final del mensaje me dijo cele si no aplaudís. Le envié carita de risa y le dije que aplaudiría mucho, para que no me cayera cele. Y asistí y me emocioné con el acto de reconocimiento que organizó la Federación de Asociaciones y aplaudí fuerte y galán al término de cada actuación del grupo musical, no por la afectuosa amenaza del cele sino porque la música, como todo lo demás, obtuvo notas de excelencia.
Ah, qué sabroso guateque. El acto protocolario se llenó de notas excelsas. ¡Cómo no! En una esquina del escenario, al lado de la mesa de honor, cuatro talentosos músicos comitecos soltaron la música, lo hicieron como quien suelta palomas al cielo, como viento moviendo las palmeras y las frondas de los árboles. ¡Galán! ¡Sabroso!
Roberto Domínguez, con el sax; Felipe Trujillo, con el teclado; Luis Ignacio Avendaño, con la voz; y la bellísima Stefany Moguel, con la voz, acompañada con la gracia del baile. Ella, siendo maestra de danza tiene la candela y el fuego que contagia a los cuerpos. Estuve pendiente desde mi asiento de gayola, vi la reacción de las personas, la mayoría se veía contenta, algunos movían los pies; alguien de la mesa de honor, con las manos, como si fuera el del bongó, somataba con ternura sus manos sobre la superficie, llevando el ritmo. Porque los cuatro integrantes del grupo musical le pusieron el ritmo al día, al acto sublime.
Escuché a una persona decir: “quiénes son, tocan bonito”. Quería saber el nombre del grupo, pero, ay, cómo explicarle que es el grupo sin nombre, que se da de vez en vez sólo por el gusto de la convivencia. Digamos (si me equivoco me cae cele) que es Luis Ignacio quien los convoca, quien los integra, sólo por el gusto de darse el gusto, el gusto de todos. He visto algunas grabaciones con rolas escritas e interpretadas por Luis Ignacio, donde se dan cita los otros tres artistas, amigos, compañeros del mismo ladrillo, de la misma cuchara, del mismo edificio espiritual que levantan.
Tocaron bien bonito. Todo mundo agradeció el instante musical, porque, vos lo sabés, la música es bienvenida en todo guateque, no hay festejo sin música. Hasta el más tullido mueve lo que le queda; hasta el más sordo levanta la cabecita como pájaro en busca de comida.
Los cuatro artistas dieron la nota de movimiento rítmico al acto. Ah, qué delicia escucharlos, con el mojol de lujo del movimiento de Stefany, quien mueve su cuerpo al ritmo que le impone su alma jacarandosa y rumbera. “¡Jímbalo!”, decía Luis Ignacio y el sonido aparecía.
Luis Ignacio dijo que al doctor Roberto Gómez Alfaro le gustan los corridos (musicalmente hablando), por ello le compuso un corrido y ese día lo interpretaron. No podía faltar, por supuesto, la canción “Un buen comiteco sos”, que también le dedicaron al homenajeado, porque cada vez que aparecía el estribillo: ¡un buen comiteco sos!, Luis Ignacio señalaba a su maestro. Sí, el doctor es un buen comiteco, un gran comiteco, un comiteco de excelencia.
La letra de “Un buen comiteco sos” es síntesis de lo que Luis Ignacio considera da identidad a los habitantes de este pueblo. Están presentes palabras que designan platillos y bebidas propias de este pueblo, que nombran a personajes y lugares, así como el grito que identifica a los comitecos: ¡cotz!
Todo escrito con picardía, con la luz del reconocimiento.
Disfruté la actuación musical de estos cuatro artistas. No estuvieron en el centro del escenario, porque el personaje principal era el homenajeado, pero brillaron con luz propia, y esta luz la repartieron en forma generosa para darle un ramo de flores sonoras al doctor Gómez Alfaro. ¡Qué acto tan bonito, tan emotivo, tan sabroso!
Posdata: le mandé un mensaje al doctor Luis Ignacio, le dije que había aplaudido un madral, que no me había caído cele. Pensé que los cuatro artistas son buenos comitecos, ilustres, soberbios.
¡Tzatz Comitán!
martes, 25 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN HOMENAJE
Querida Mariana: merecido homenaje para el doctor Roberto Gómez Alfaro. La mención del nombre del doctor evoca cientos y cientos de actos humanistas. El pasado 22 de marzo 2025 se efectuó un emotivo reconocimiento al doctor Gómez Alfaro. Tal vez, digo que tal vez, la medicina humana es una de las profesiones donde brillan los actos más comprometidos con las necesidades de los seres. Nadie puede cuantificar el bien que el doctor Roberto ha hecho a la humanidad; nadie puede hacerlo porque el bien es incuantificable, como incuantificable el aire que nos bendice día a día. Cuando nadie miraba hacia la zona tojolabal él lo hizo, tomó su maletín y anduvo por la zona llevando un poco de esperanza, sembrando semillas de luz. ¿Podés imaginar el gusto de la mamá y del papá cuando vieron que su criatura volvía a correr por el campo, porque la mano sabia había hecho el milagro de devolverle la salud, en aquellos parajes donde es difícil hallar asistencia médica? Esto es sólo un ejemplo de los cientos, miles, de actos donde fue esencial y prodigiosa la presencia del doctor Gómez Alfaro. Nadie olvida su presencia bienhechora cuando cientos de guatemaltecos huyeron de su país y se refugiaron en nuestra región. Ellos tenían urgencia de cuidados médicos, el doctor Gómez Alfaro siempre los atendió.
El Teatro de la Ciudad, de Comitán, fue el recinto que se llenó en la parte baja con familiares, amigos y médicos, para hacer patente el reconocimiento a un médico generoso.
Cuando hizo uso de la palabra, el doctor Gómez Alfaro dijo que su principal lema y ruta de vida ha sido: amar, dar, servir. Este lema lo ha llevado a la práctica durante toda su vida; por eso, el pueblo de Comitán, su pueblo, lo reconoce como uno de sus hijos más preclaros.
Al inicio del acto, vía zoom, participó el doctor Omar Gómez Cruz, secretario de salud, del estado de Chiapas, hijo del médico reconocido, quien dijo: “él me enseñó a caminar comunidades (…) me dijo que lo más importante es el servicio a los demás”.
Este reconocimiento lo organizó la Federación de Asociaciones y Colegios Médicos del Estado de Chiapas, A. C., y fue dedicado a dos distinguidos médicos: nuestro doctor Gómez Alfaro y al doctor José Alberto Cancino Gamboa, quien no pudo asistir por motivos de salud, pero que en fecha próxima se le rendirá homenaje en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Quien dedicó el homenaje fue el doctor Didier Gómez Trujillo, presidente de la Federación.
Fue un gran festejo. El teatro ya estaba casi lleno en la parte de abajo cuando llegó el principal personaje: el doctor Roberto Gómez Alfaro, quien llegó en silla de ruedas, acompañado por su esposa, la artista plástica Doña Gloria Cruz de Gómez, y uno de sus hijos. En el vestíbulo del teatro tuve la oportunidad de saludarlo, de manifestarle mi cariño y de darle el saludo afectuoso que le envió mi mamá.
Además de la manifestación de respeto que hizo la Federación de Asociaciones y Colegios Médicos del Estado de Chiapas, A. C., la familia Bonifaz Cordero aprovechó el instante prodigioso para subir al escenario y otorgar un reconocimiento al doctor Gómez Alfaro, acudieron los hermanos Cuauhtémoc, Guayo y Carmelita, cuando Cuauhtémoc (el famoso Cuaty) hizo uso de la palabra mencionó: “es un momento histórico porque estamos festejando en vida al doctor Roberto Gómez Alfaro (…) él transformó al Hospital María Ignacia Gandulfo (…) subió en su calidez humana”.
El doctor Gómez Alfaro comenzó su participación diciendo: “agradezco antes que nada al sector salud, que en este momento dirige alguien que yo conozco mi hijo Omar Gómez Cruz…”, la audiencia sonrió y aplaudió conmovida.
Casi al final de su mensaje, el doctor Gómez Alfaro dijo que los políticos deben “administrar con eficiencia los recursos”. Él, hombre honorable, es referente de honestidad y de compromiso con la sociedad.
Cuando el doctor Gómez Alfaro concluyó su participación toda la asistencia se puso de pie y brindó una serie de emotivos aplausos.
Posdata: el acto fue un momento pleno de vida, el ave de la grandeza humana sobrevoló por el interior del teatro, ahí era reconocido un gran hombre, un profesional pulcro de la medicina.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 24 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON IMAGEN SUBLIME
Querida Mariana: acá está la pequeña Nat con su mamá Cielito. Sí, nuestra compañera de Arenilla, encargada del Contenido Digital, está con su hijita.
No hay necesidad de describir la imagen, bella, como bellas la hija y la madre. Cielito, más hermosa que nunca, le cuenta un cuento a su pequeña Natalia.
Desde que Nat estaba en la pancita, Iván, su papá, le leía cuentos. A los dos meses de edad, Nat, recostada en un sofá sigue escuchando historias fascinantes. Acá, Cielo (ah, nombre que habla de su belleza física) le lee el cuento “Lo que más me gusta de ti”.
Nat, con sus manitas sobre su pecho, escucha atentamente lo que su jovial mamá le narra. Porque, Cielito sabe que la palabra es bendita y Nat está pepenando historias sublimes. Sí, ella llegó a este mundo que no siempre es afable, pero su mamá se encarga de despejar los nubarrones y le cuenta historias bonitas, que sean como mariposas que aleteen frente a su carita, que le lleven aire bueno. Se trata de que la pequeña Nat crezca en medio de duendes simpáticos y árboles llenos de frutos buenos; se trata de que la pequeña Nat se alimente, no sólo de la leche materna, sino también del fruto de la imaginación, de la bondad de quienes han contado historias para bebés bonitas. Nuestra compañera Cielo le da la teta para alimentarla físicamente y le da su propio nombre, Cielo, para que su niña vea estrellas (las nueve de Balún Canán) y escuche el murmullo de los cometas. Porque no sólo la palabra ha alimentado a Nat, también, desde que estaba en la pancita, su papá y su mamá le pusieron música clásica, para que los violines y el piano y las tarolas, en plena armonía, celebraran su vida. Me cuentan que cuando Nat está molesta, se tranquiliza si le ponen a Vivaldi. Ah, qué cordón umbilical tan eterno, la música de los grandes sigue estimulando la paz en el mundo, la palabra de los grandes sigue colocando pajaritos sobre todos los aires, sobre todos los vientos.
Acá está una bellísima imagen. Cielito, bellísima, le cuenta historias bellas a su niña, luego le da de mamar (ah, qué momento más sublime) y la saca al patio para que vea el tocayo de su madre y cuente el vuelo de los pájaros y escuche sus cantos y oiga el ladrido de la pequeña perrita Luna y el maullido tierno y exigente del gato Malvavisco.
Esta historia se ha repetido desde que el libro fue libro y mucho antes, las mamás de todos los tiempos han contado historias bellas a sus críos, porque es la forma de neutralizar los monstruos de la realidad; los monstruos de la ficción son aliados de la vida plena, son los que deshacen las dentaduras de los reales.
Nat escucha, con sus manitas sobre el pecho, escucha atentamente las palabras de su mamá, y ésta, espléndida, sonríe al ver que su pichita la escucha.
¿Qué tanto pepena la pequeña? ¡Mucho! ¡Enormidades! Tal vez alguien diría que está muy pequeña para saborear el fruto de la lectura, pero no es así, ella pepena la esencia, como si la palabra fuera una naranja ella saborea cada letra, cada sonido. Ella no es más que la síntesis de la raza humana, nosotros, parecería que no, pero sí pepenamos las historias que el universo nos narra, escuchamos los sonidos que son eco del Big Bang, recibimos el aire que proviene del hálito inicial. Como Nat, todos los seres humanos, en forma sencilla, ponemos nuestras manos sobre el pecho y escuchamos la palabra de nuestra madre nutricia: la Tierra.
Y esta nueva integrante del mundo, disfruta por ahora la palabra que su mamá le cuenta. Acá, el aire sigue siendo el cordón umbilical donde la madre nutre a la hija.
La mamá va dejando huellas en el aire, huellas que, cuando Nat sea grande, buscará para encontrar la senda del sosiego. Todo es aire, todo es vida. La palabra cumple con su misión, la palabra, en este caso, sí cumple su palabra.
En la voz de Cielito va un tren cargado de palabras, de historias; este tren viaja por vías de todo el mundo: por las montañas del Tíbet, por los mares del sur, por la Cordillera de Los Andes, por la Torre Eiffel, por el Big Ben, por las ruinas de Chinkultic, por Palenque, por Tenam, por el parque central de Comitán, por el Cañón del Sumidero, por la Calle del Resbalón, por el nido del cenzontle, por el árbol lleno de orquídeas, por el limonero, por el templo, por el jardín donde crecen azucenas. Cielo le da lechita todos los días, lechita de sus pechos y lechita de historias bonitas.
Posdata: Nat mama lo mejor de la vida. Dios las bendiga siempre. Mientras más mamás cuenten historias bonitas a sus críos en el mundo crece la flor de la esperanza.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 23 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON FOTOS DE PRIVILEGIO
Querida Mariana: le dije al Doctor Besares que la sección de “Fotos de privilegio” se ha hecho famosa, él protestó, dijo que no importaba la fama sino la trascendencia, agregó, con sus palabras y no éstas, que siempre que ve la foto encuentra a Comitán.
Reflexioné en ello y le concedí la razón. Sí, no importa la fama sino la trascendencia. Cada vez que alguna persona acepta posar a mi lado ocurre un prodigio. Algo sucede en la coincidencia, de pronto, el destino (¿quién más?) hace que alguien coincida conmigo en algún lugar.
Como no salgo del pueblo, más que a lugares cercanos, muy cercanos, la mayoría de fotos de privilegio ocurre en Comitán, así que el entorno es el pueblo donde nací. A veces aparecen personas de otras partes de Chiapas o de México o de Guatemala, son personas que, por algún motivo, llegaron a nuestro pueblo y coincidimos, bien en un parque o en una calle o en el interior de un edificio o de una casa.
En cada fotografía de privilegio está implícita la magia de un instante compartido, así sólo sea un lapso breve. Cada fotografía contiene una historia que ahí se cuenta, quien sabe ver encuentra destellos, hallazgos; halla una tira de vida intensa.
Sí, el doctor Besares, hombre sabio, tuvo razón, no importaba que la sección se hubiese hecho famosa, su importancia radica en que es una historia de vida contada desde Comitán, desde este pueblo maravilloso.
En cada fotografía de privilegio hay un cielo y una burbuja de aire. Coincido con personas, conocidas o no y ellas posan conmigo. El único elemento repetido es mi persona, yo soy la figura que todos tienen, la novedad está en el otro, en la otra, en ellos me reconozco, en ellos está la esencia del ser humano. Somos seres ya de este siglo XXI, somos testigos de una época convulsa, pero prodigiosa. En el siglo donde la Inteligencia Artificial ya es un rostro que se muestra, estas fotografías no tienen Photoshop ni están modificadas, aparecen tal y como fueron capturadas en una “sencilla” cámara de celular o una cámara fotográfica digital.
Cada foto de privilegio es como un árbol, un reloj que detuvo sus manecillas, es un regalo de vida, un presente para el futuro. Cada una de las fotografías tiene una enormísima carga de pasado pero su horizonte recibe la luz de un día recentísimo.
En cada fotografía hay un reconocimiento del instante compartido, me pongo al lado de la persona retratada, extiendo el brazo y muestro un pulgar que denota aprobación y gusto.
Esta serie de fotos es una gran fiesta, donde la vida está concentrada en un instante, quienes ven la fotografía así lo interpretan, por eso, hay personas que de inmediato le dan un “like” corroborando la aprobación y el gusto. He hallado el siguiente comentario: “qué gusto de verlos, hace años que no los veía”, es dicho de alguien que radica fuera de la ciudad y cuando nos “encontró” se sintió identificado, en ese comentario hay también un gran instante de coincidencia, ya no somos dos lo que coincidimos sino tres, o más, más, muchos más. La vida es un compendio de instantes compartidos y en la fotografía de privilegio hay toda una retahíla de momentos esenciales.
Me alegra mucho que en algunas ocasiones me topo con alguien y de pronto él o ella sugieren que nos tomemos una foto y agregan: “la de privilegio”. Por eso me atreví a decirle al Doctor Besares que la serie ya se había hecho famosa, ¡no!, dijo él. Y, hombre sabio, tuvo razón, la fama es efímera, es un cerillo con luz engañosa; la foto de privilegio ya posee una trascendencia que va mucho más allá de los lentes para sol, es el sol, es el mar, la palmera, la banqueta, el césped, la flor, el cielo.
Las dos personas que aparecemos en la fotografía de privilegio sonreímos. A mí me da cierta pena, pero siempre procuro posar mi mano sobre el hombro contrario de ella, como si fuera un pájaro, el ave que hace eterno el instante.
Posdata: la serie ya trascendió la fama, se ha hecho trascendente, infinita, eterna. No tengo ningún derecho sobre tal costumbre, sólo hago lo que ahora hace medio mundo al toparse con el otro medio mundo: dejar constancia de un encuentro, un encuentro fortuito que se elonga en el tiempo. Si la serie ha tenido trascendencia es porque siempre uso una palabra: privilegio, con esto digo que me place estar con la otra persona y que doy mi testimonio de agradecimiento por permitirme tal gusto de vida, tal flor en el campo yermo.
¡Tzatz Comitán!
sábado, 22 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON CENTENARIOS
Querida Mariana: Comitán celebra el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, la gran escritora comiteca. En muchas partes de México y del mundo hay festejos en su nombre. Ella puso el nombre de Comitán en el mapa internacional. Su primera novela “Balún Canán” tiene como entorno nuestra ciudad, ella platica lo que vio de niña, ahí está su mirada inteligente, reflexiva.
Las personas que visitan el Museo Rosario Castellanos que está en nuestra ciudad conocen algunos ejemplares con traducciones de dicha novela, traducciones al francés, al inglés, al japonés, al hebreo y otras lenguas. Esto sólo significa una cosa: lectores franceses, ingleses, japoneses y hebreos, aparte de lectores en castellano han conocido Comitán a través de sus páginas. Por esto se dice que ninguna otra persona de Comitán ha hecho tanto por esta ciudad, Rosario, siempre Rosario, ella ha sido la más sublime oración para invocar la grandeza de nuestro pueblo.
Este es su año, por eso el Congreso del estado de Chiapas nombró a 2025 como Año de Rosario Castellanos Figueroa. Todo mundo la celebra y esto es orgullo para nuestra ciudad. Pero, no sólo ella es motivo de festejos. En 1925 también nacieron otras celebridades en el mundo y son motivo de fiesta, de recordatorio.
En un texto del escritor José Agustín (“Un día en la vida”) aparece la descripción de un festejo que el también escritor Carlos Fuentes le dedicó al colega estadounidense William Styron, en la cantina “La ópera”, de la Ciudad de México. El famoso escritor William Styron visitó México para presentarse en la Librería Universitaria, a finales de los años sesenta. El texto de José Agustín es también para celebrarlo, ¿por qué traigo el tema en esta cartita? Porque William Styron también nació en 1925, mismo año del nacimiento de Rosario. William nació el 11 de junio de 1925, en Newport News, Virginia. Esto significa que allá y en otras partes del mundo también hay y habrá festejos en su honor. José Agustín narra que Styron llegó a la cantina “La ópera” acompañado de la gran actriz Candice Bergen (“realmente cuerísimo”), y es que William estuvo relacionado con el cine, en 1983 fue presidente del Jurado del Festival de Cannes, el más importante festival cinematográfico del mundo.
En literatura se acostumbra llamar “Generación” a creadores que nacieron en un determinado lapso, pero los verdaderos hermanos generacionales son los que nacieron el mismo día del mismo año, como es el caso que platico: el de William y el de Rosario, uno nació en Estados Unidos de Norteamérica y la otra nació en México, pero ahora todo el mundo celebra su genio en el año que nacieron. ¿Por qué se hace? Se hace para no olvidarlos, para decirnos que su genio creativo fue esencial en el desarrollo del pensamiento del mundo.
¿Hay más escritores nacidos en 1925? ¡Por supuesto que sí! Ya te conté el otro día que Ernesto Cardenal nació en Nicaragua ese año, así que también el pájaro Cardenal es celebrado en 2025. Cardenal, lo sabés, fue sacerdote revolucionario, junto con la palabra tomó el fusil. Lo cierto es que nadie celebra su afición por el arma, pero sí lo recordamos por la sutileza de su palabra, siempre es así (aunque los rebeldes opinan lo contrario), no hay arma más poderosa que el lenguaje. Es muy conocido su poema “Oración por Marilyn Monroe”, que comienza así: “Señor / recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe / aunque ese no era su verdadero nombre / (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años / y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar) …” ¡Uf!
El gran Emilio Carballido también nació en 1925, en Veracruz. Fue un gran dramaturgo mexicano, sin duda que en este año habrá muchas puestas en escenas de sus obras. ¿Recordás que hace años un grupo de maestros del Colegio Mariano N. Ruiz montó la divertidísima “Cuento de navidad”? Ah, todo mundo se divirtió, los actores y actrices, el estudiantado y los papás y mamás que nos acompañaron en el Salón de Actos, del plantel Los Sabinos. Como fue en temporada navideña, al final el Maestro Hugo invitó un ponchecito. Carballido estuvo esa noche en Comitán, tierra de Rosario. Hoy, ambos siguen unidos por las celebraciones de sus centenarios de nacimiento.
¿Quién más? Hay más, pero como la carta está a punto de concluir sólo menciono dos nombres más, dos nombres de paisanos: el escritor Óscar Bonifaz y la lectora Piedad Albores de Ruiz. Doña Piedacita (como cariñosamente le llamaban sus cercanos) nació en Comitán en 1925 y fue amiga de Rosario Castellanos. Por supuesto que sí. Los historiadores y estudiosos de la vida y obra de Rosario deberán investigar más en la familia Ruiz Albores, porque Lupita Ruiz Albores (hija de Doña Piedad) comentó en un mensaje de redes sociales que su tío Dr. Gonzalo Ruiz Castellanos fue albacea cuando murió Rosario Castellanos, esto habla de la cercanía entre ambos árboles genealógicos.
El otro día platiqué un rato con mi amiga Gloria Ruiz Albores, hija de Doña Piedad, Gloria me dijo que su mamá fue amiga de Chayito (así le llamaba, Chayito). El papá y la mamá de Doña Piedad eran amigos de la mamá y del papá de Rosario, en los años treinta se acostumbraba en Comitán ir de visita a la casa de amigos y luego “se correspondía” la visita. Cuando los mayores se reunían, las hijas también. La niña Piedad jugaba con la niña Chayito.
Ana Lucía Ruiz Bermúdez (nieta de Doña Piedacita) compartió el otro día un video donde habla de Rosario Castellanos (está disponible en Youtube en la página de “Señora Robot”). En dicho trabajo escuchamos a Doña Piedacita, quien cuenta que el papá de Rosario vendió la finca “El Rosario" a un señor de apellido Solórzano y éste lo vendió al gobierno para que se hiciera el ejido. Cuenta también algo de la historia de la mamá de Rosario, Doña Alicia Figueroa, son datos muy importantes, porque los historiadores han puesto más atención al apellido Castellanos que al apellido Figueroa. Doña Piedacita menciona a dos hermanos de Doña Adriana: Adalberto y Jesús, la familia tenía un rancho, de eso vivían. Don Jesús se casó y fue a vivir a la Ciudad de México. Luego, información maravillosa, cuenta que Doña Adriana, mamá de Rosario, “era bonita, ojos crespos, chaparrita”, ah, qué maravillosa descripción. Al contrario, el ingeniero César (papá de Rosario) era “Altote, grandote, grandote, el hijo de Chayito se parece a él”.
¿Mirás? Todo esto contó quien fue amiga cercana de Rosario Castellanos. Y dice más, dice que en los años treinta, en Comitán, había “centros de costura”, donde las mujeres se reunían para aprender a coser, agrega: “yo tenía unos trece años cuando empecé a aprender a tejer en la casa de la Julita Rovelo, en el centro, en casa de Don Adolfo Rovelo”. Ahí llegaba Doña Adriana, Piedad fue, por así decirlo, compañera de salón, cuenta que Doña Adriana sólo pensaba en coser ropa para su hija, para Chayito.
Posdata: en este 2025, la gran estrella es Rosario. En todo Chiapas y en muchas partes de México y del mundo, hay celebraciones en su honor, por el Centenario de su nacimiento, pero acá en Comitán también celebramos el centenario del nacimiento de una de sus amigas cercanas: Doña Piedad. Porque cuando ella platicó con su nieta aportó datos que hoy son testimonio importante de la vida de Rosario en Comitán.
Todo mundo lo dice: Rosario nació en la Ciudad de México (antiguo Distrito Federal) pero como llegó pichita a este pueblo, acá vivió toda su infancia y parte de su adolescencia, ella siempre se asumió comiteca, sus amigas de infancia fueron personas de esta ciudad, con ellas jugó, con ellas estudió, con ellas compartió momentos esenciales. Imagino que cuando ella narra los juegos escolares estaba en su mente los momentos que compartió con niñas de Comitán, en el patio de la escuela. Una de las niñas que compartió instantes de vida con ella fue Piedacita. Acá, ahora están unidos los dos nombres: Chayito y Piedacita.
En pocos lugares del mundo se atreven a decirle Chayito a Rosario Castellanos, acá sí, porque, lo sabés, Comitán es un pueblo afectuoso, muy dado a nombrar con diminutivos a las personas amadas. En este 2025, nosotros le cantamos las mañanitas a Chayito y a Piedacita, niñas que nacieron el mismo año. En la foto que anexo está Doña Piedad, bella pichita comiteca.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 21 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE CAMINO POR LA ORILLA
Querida Mariana: me gusta caminar por la orilla, no meto mis pies en el río ni en la arena del desierto.
París me enseñó el camino, todas las personas caminan por los bordes del Sena, ahí se sientan a comer, a descansar, a tomar vino; ahí se besan las parejas, ahí leen quienes adquirieron un libro, bien en las “bouquinistes” o en la mítica librería “Shakespeare and Company”.
En los años sesenta, los comitecos iban al Río Grande, llevaban canastos con “paquitos”, con gallinas “paseadas”. Algunos se metían a nadar a las pozas, otros preferíamos caminar por las orillas del río, como si estuviéramos en nuestro propio Sena.
Camino por la orilla, porque París me dijo cómo hacerlo. Jamás escuché el llamado de Nueva York, por eso no tengo rascacielos en mi mirada ni el metal es mi deseo.
Siempre leo como si estuviera en un café al aire libre, en el boulevard Saint-Michel, como si el espíritu de la Torre Eiffel, más alta que la estatua de tío Belis, estuviera cerca.
No me espantan los callejones ni los espacios reducidos, siempre camino como si estuviera en el corazón de la Plaza de la Concordia, como si la baguete se hubiese hecho pequeña para tener el tamaño ideal del pan compuesto.
Vos sabés que no bebo vino, ya tomé lo que era mi ración de vida, pero siempre que tomo un vaso de agua lo bebo como si fuese vino tinto, como si fuese vino blanco que exige el pescado que como, porque esa palabra tan bonita que es maridaje me lleva a buscar que el agua combine con todo lo que como.
¿Por qué pienso que una de las mujeres más bellas del mundo es Brigitte Bardot? Porque la conocí en el Cine Comitán, que estaba a media cuadra del parque central de Comitán. Entré a la sala, me senté en una butaca de madera, de triplay, pintada de rojo, y la pantalla se iluminó como si fuera un amanecer visto desde la cima del Junchavín, jamás el rostro de una actriz había tenido tal luminosidad, jamás había condensado el brillo divino. Supe que ahí estaba la mujer ideal, la que tenía todo lo que París era: ciudad que, como dijo una amiga en Puebla, fue hecha para enamorarse, para vivirla. Brigitte era, así lo pensé, la mujer que la naturaleza hizo para enamorarse, para vivirla. Desde esa tarde prodigiosa, mi vida no ha sido más que un camino iluminado por el recuerdo de la Bardot. Ella, también, hija del Sena, ha caminado por la orilla del reflector, jamás, jamás se hizo una modificación a su cuerpo, a su rostro, dejó que las grietas del tiempo caminaran por ella, hoy sigue siendo la mujer más bella del mundo, llena de arrugas, con el rostro cansado, con el cuerpo marchito, pero con el espíritu más puro, hecha del aire que vuela por la cima del Everest.
Me gusta caminar por la orilla, no meto mis pies en el río ni en la arena del desierto. Tampoco vuelo, me place ser, como decía Sabines, un peatón.
Mi vida ha dejado que París le ponga su huella, que hable en francés. Si me detengo ante un aparador juego a que estoy en Le Marais; si camino por el Pasaje Morales juego a que es la Galerie Vivienne, y recuerdo a Julio Cortázar, el argentino más francés y viceversa.
Cuando recuerdo a Julio llego a casa y tomo del librero uno de sus libros de cuentos y camino con él en una plaza donde un grupo de jóvenes juega petanca.
Pienso que así como en París hay un Barrio Latino, en nuestro pueblo bien podríamos nombrar un Barrio Francés, para que el paseo estuviera menos en el Río Grande (que ya apesta a mierda) para volverse Río Sena y caminar en su orilla, imaginando que ahí lo cruza el Pont des Arts.
Posdata: dichosos y bienaventurados los que caminan por el centro, los que crecen ante la luz del reflector. A mí me gusta caminar por la orilla, como no sé nadar no me meto al agua de la vida, dejo que la Tierra sea mi casa, el caparazón de mi tortuga.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 20 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO HELADO
Querida Mariana: ayer pensé en el nevero. Nadie en especial. Lo hice porque recordé que en la primaria tuvimos un compañero que le decíamos “Chepe nieves”. En un libro vi la imagen del famoso Yeti, el abominable hombre de las nieves. Inocente pensé que Chepe era pariente del Yeti. ¿Abominable? Chepe era lo contrario, un pan de dulce, era un niño bueno. Luego me enteré que a Chepe le decían así porque su papá hacía y vendía nieve en el parque. Un día que no hubo clases vi a Chepe al lado de su papá, al lado de un carrito de madera que se sostenía en dos patas y dos llantas. Era un invento genial. Me acerqué, lo saludé y él me preguntó de qué sabor quería la nieve: ¿de coco o de vainilla? Cuando hizo la pregunta, antes que yo respondiera, le dijo a su papá, que llevaba un sombrero blanco, que yo era Molinari, hijo del señor que vende la Coca Cola. Don Augusto, dijo el nevero. Mi papá vendía la Coca Cola, pero no la hacía, el papá de Chepe hacía la nieve y salía a venderla, trepaba los tambitos en su carro de madera y en el trayecto de su casa al parque lo anunciaba: ¡nieve, nieve! Esa mañana había preparado dos sabores: coco y vainilla.
Ayer pensé en el nevero, pensé en el oficio: hace y vende. Mi papá sólo vendía el producto. La Coca Cola llegaba desde Tuxtla Gutiérrez en camiones de redilas, bajaban el producto en casa, quedaba en bodega y de ahí, Carmelino y Jorge subían las rejas de refrescos a un camión repartidor y lo distribuían en las tiendas de la ciudad. El papá de “Chepe nieves” era como una fábrica. Pensé en el trabajo que significa el oficio de nevero. Quienes ahora tienen locales donde venden productos chinos suben las cortinas todas las mañanas y colocan la mercancía en los estantes. Como el nombre lo indica, los productos llegan desde China. ¡Dios mío, qué diferencia con las ilustraciones que veíamos en la primaria donde aparecía la mítica Nao de China! La Nao traía sedas, no las boberitas desechables que ahora consumimos y que producen en serie en aquel país asiático. Ninguno de los vendedores produce los chunches. El papá de Chepe sí fabricaba el producto que después vendía. Una mañana, a la hora del recreo, mientras hacíamos fila en la tienda escolar, le pregunté a Chepe si su papá era feliz, dijo que sí, pero, como lo pensaba, agregó que era un trabajo difícil, a veces no se vendía todo y su papá regresaba triste a casa, colocaba las monedas sobre una mesa de madera, las contaba, se levantaba como si también sus pies, además de cansados, estuvieran cargados de tristeza y comía con desgano (a las seis y media de la tarde). Dijo que su papá lo levantaba a las cuatro de la mañana para que le ayudara en el proceso de la hechura, luego él desayunaba algo que le preparaba su mamá, atragantándose, tomaba la mochila y corría para llegar a la escuela. Yo me levantaba a las seis de la mañana.
Posdata: durante un tiempo a mi papá le dio por fabricar refrescos, en casa había una pequeñísima fábrica, me gustaba porque mi oficio era lavar las botellas de cristal, que estaban en una tina llena de agua, de ahí tomaba un envase e introducía una escobetilla con jabón y le daba una buena chaqueteada para que las impurezas se desintegraran, luego pasaba el envase a otra tina que tenía agua limpia. Ese negocio no prosperó. Mi papá siguió vendiendo los refrescos embotellados que llegaban desde Tuxtla.
Vos sos muy joven, tal vez ya no te tocó jugar un juego infantil que se llamaba “Chepe loco”, no sé el porqué del nombre. Sucede que un día, a uno de los compañeros se le ocurrió llamar así a “Chepe nieves”, todos nos reímos, menos él. Vos sabés que los niños son maldosos, casi malvados. Desde ese día, el tierno Chepe nieves se convirtió en Chepe loco, yo veía que su cara se transformaba cada vez que alguien le decía así, su carita limpia cambiaba, se ponía del color del hierro sometido al fuego y también asumía la dureza. Yo pensaba que en él ocurría una metamorfosis, algo de su antepasado El Yeti, el abominable hombre de las nieves, se asomaba. Pero, luego la herencia maligna desaparecía, porque se humedecían los ojitos de Chepe y su carita mostraba su fragilidad, su cara de niño bueno, en compensación por la nieve de vainilla que una mañana me invitó, mientras su papá nada decía, yo le invitaba tres galletas saladas y una coquita pequeña, juntos caminábamos por el patio central de la Matías de Córdova, nos sentábamos en una grada y tomábamos nuestro lunch.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 19 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON LA UNIVERSIDAD NACIONAL ROSARIO CASTELLANOS (tercera de tres)
Querida Mariana: un amigo cercano, quien me envía mensajes todos los días, admirador de la 4T, me dijo que iría al Zócalo el domingo 9 de marzo para estar con Claudia. Lo hizo, viajó a la Ciudad de México para ser testigo de ese día histórico. Le deseé buen viaje y como colofón le dije: yo esperaré que Claudia venga a mí, lo dije porque corría el rumor, cada vez más intenso, de que la presidenta de la República vendría a Comitán a inaugurar la Universidad Nacional Rosario Castellanos. Y la predicción no falló, la presidenta no me falló: vino a mí. Claro, para mí hubiese sido algo menos complicado que llegara a la casa, se tomara un café y platicáramos un rato, pero no sucedió así, vos sabés que las agendas de los poderosos no tienen huequitos para esas convivencias sencillas, además, tal vez alguien le contó a la presidenta que en casa, desde Pandemia, no aceptamos visitas.
Pero la presidenta de la República vino a Comitán y yo no podía perder la oportunidad de estar en el mismo espacio que ella. Mi amigo viajó hasta la Ciudad de México, yo la tenía más fácil.
Mi amigo Jorge Mandujano, quien siempre está al tanto de los grandes eventos del país, hizo favor de enviarme copia de la agenda oficial que Claudia tenía el día viernes 14 de marzo: a las siete y media su mañanera; a las diez de la mañana Conferencia Mundial de Mujeres Parlamentarias; y a las seis de la tarde, ¡Dios mío!, inauguración de la Universidad Nacional Rosario Castellanos, sede Comitán, en carretera municipal Tecnológico-Copalar, kilómetro 2,200. Con esta certeza pensé que el día viernes 14 de marzo 2025 sería un día grandioso para el pueblo, vendría la presidenta de la República. Entré a redes sociales y ya había algarabía local, alguien subió una etiqueta donde se leía que el punto de encuentro era el Polideportivo. No tenía idea de la clase de acto que el gobierno había organizado, pero cuando leí esa invitación comunitaria intuí que sería un acto multitudinario y no un acto académico. Pero me repetí: tenés qué ir, tenés qué ir. Mi amigo Mario me llamó por teléfono, preguntó si iría, le dije que sí, que iría con Paty Cajcam. ¿Me pego con ustedes?, preguntó. ¡Claro!, dije, será nuestro privilegio. Le expliqué que como era viernes, teníamos el “En vivo”, que cada semana hacemos en Arenilla para hablar de la obra de Rosario Castellanos, así que saldríamos del centro a esa hora. Además, le dije, vamos en calidad de pueblo, sólo para ver cómo se desarrolla el acto, no somos invitados especiales ni tenemos acreditación como medio de comunicación. Mario aceptó y cinco minutos antes de las cinco mandó un mensaje diciendo que ya estaba en la puerta de la oficina. Terminamos el “En vivo”, nos trepamos al tsurito y partimos con rumbo a la universidad. Decidí ir por la ruta del Crematorio y del Rastro. Como supuse, la carretera del Tecnológico estaba llena de autos. Al llegar al cruce, los automovilistas se pusieron de acuerdo en pasar uno por uno, porque ningún agente vial estaba disponible. A partir de ahí el tránsito se hizo lentísimo, a vuelta de rueda. Nosotros quedamos atrás de un camión de pasajeros, poco a poco avanzábamos, la fila de autos era enorme. Ya era más de las cinco y media (la cita era a las seis), hubo un instante en que la carretera de voy y vengo la convirtieron de un solo sentido y los automovilistas comenzaron a avanzar por el carril de regreso, escuché el sonido de una sirena, una camioneta de policía pasó a mi lado y detrás de él una serie de autos finos, con cristales polarizados, avanzando a gran velocidad. Pensé que era peligroso, porque (nunca falta) cuando pasó el convoy de poderosos, una serie de automovilistas de a pie aprovecharon y se unieron a la caravana. Llegó un instante en que todo volvió a “la normalidad”, sólo seguía avanzando una fila, pero al rato (ya sin velocidad) otros autos trataban de rebasar, porque el avance seguía lentísimo, cuando vine a ver, un carrito verde, simpático, se puso a mi lado, volví la vista y me topé con el senador Pepe Cruz, como buen comiteco, lo saludé: ¡senador, cómo está! Bien, me dijo, ¿tú? Acá vamos. Como el tránsito era lentísimo, me dijo: me bajo para saludarte y vi que abrió la puerta del auto verde, se bajó y me dio la mano. Lo saludé. Se subió al auto y vimos que su chofer se metió en una lateral, se estacionó y el senador bajó. Caminará, pensamos. Pues sí. Quiere llegar a tiempo. Pensé entonces (ahí me equivoqué) en imitarlos. Me metí en la lateral, estacioné el tsurito e invité a Mario y a Paty a caminar. Y allá vamos, la tarde era fresca, el sol ya se disponía a despedirse, caminábamos al lado de la fila de autos que avanzaba poco a poco. Pensé que había hecho buena elección, caminábamos más aprisa, llegaríamos antes que los demás. Pero avanzábamos, acezábamos y no veíamos el Polideportivo. Después de varios, muchos minutos, vimos la pared de la cancha de frontenis, ánimo, ya estamos cerca. Sí, pensé, ya estamos más cerca que hace diez minutos. Vi una mujer que, a lo lejos, estaba sobre la azotea de su casa, desde ahí presenciaba el momento histórico. Claro, ella no miraba más que un enorme gusano metálico sobre la carretera. Por fin llegamos al Polideportivo, como lo decía la invitación de redes sociales, muchísimas personas estaban concentradas ahí, con pancartas de bienvenida, me acerqué a un líder transportista y pregunté si por ahí pasaría Claudia, sí, me respondió con certeza. Fue donde volví a tomar una decisión equivocada: propuse a Mario y a Paty que, como el acceso principal tenía vallas camináramos por la carretera alterna, la de piedras, y para allá fuimos (luego vi en redes sociales que el líder transportista subió foto al lado de la presidenta, porque ella pasó por ahí). La tarde era bella, ya comenzaba a oscurecer, las piedras no trataban bien a las plantas de nuestros pies. Pero, no nos rajamos. Por fin llegamos, más vallas, una persona que resguardaba nos informó en forma muy amable que el gobernador ya había llegado. Él, nuestro paisano, como cientos de personas, estaba en espera de la llegada de la presidenta de la República. El guardia nos dijo que debíamos caminar hacia las carpas gigantescas que levantaron en terreno aledaño a los edificios de la UNRC. ¡Uf, sí, era un acto multitudinario! Lo primero que vi fue una fila de baños portátiles, la gente los usaba. Una amiga me dijo, después, que junto a sus compañeros de trabajo, había llegado a las tres de la tarde, estaban sentados, pero ya había cansancio y hambre. Ya iban a dar las siete, la oscuridad se había instalado alrededor, sólo en el espacio de la manifestación había luz emitida por reflectores. Los conocidos se saludaban, había un ambiente de fiesta, pero también de fastidio, mucha gente emprendió la retirada. La presidenta no llegaba. Se sabe, este tipo de actos exige hacer paradas. Saqué el celular para tomar una fotografía y vi el reloj: ya pasaba de las siete. Con pena le dije a Mario y a Paty que hasta ahí, debía regresar al pueblo, vos sabés que duermo a las ocho, así que mi cama me esperaba. Estábamos cansados por la caminata, por el sudor, por el polvo (un polvo fino que se levantaba cada vez que pasaba un carro, un polvo dañino que me obligó a usar un cubrebocas). Mario y Paty dijeron que sí, que regresáramos a buscar el tsurito. Comenzamos a caminar, Paty dijo: ahí viene una combi, le hicimos la parada, subimos, viajamos parados, la combi iba llena, avanzaba muy lento, al llegar al entronque con la carretera pavimentada, un agente de vialidad (por fin vimos a uno) desviaba los autos con rumbo al aeropuerto de Copalar. ¡Bajan, bajan!, grité, nosotros debíamos caminar hacia el lado contrario. Al bajar, vimos la luna en medio de la oscuridad, bellísima moneda dorada. Ah, qué privilegio para Claudia, el cielo con una luna bellísima y nueve estrellas. Mario dio la mano a mujeres que bajaban del transporte, porque eso sí, agotados, pero los comitecos somos caballerosos. Emprendimos la caminata de regreso. Lamentamos que la luna estuviera detrás, hubiese sido una gran motivadora verla mientras caminábamos. Y allá vamos. Yo adelante, queriendo llegar lo más pronto, Paty y Mario platicando atrás, pero sin hacer pausa. Por fin llegamos, el tsurito estaba solo, ah, fiel compañero de más de veinte años. Subimos y comentamos que cuando el acto terminara regresaría el caos vehicular, ahora avanzábamos con paso firme. Cuando subimos a la combi, Paty dijo que había escuchado que el maestro de ceremonias (el buen Paquito Ruiz Vera) había anunciado con emoción: …Claudia Sheinbaum, presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos…, ya había llegado a la Universidad Nacional Rosario Castellanos para la declaratoria inaugural. Sí, estábamos cansados. Pensé en las personas de comunidades cercanas, ¿a qué hora llegarían a sus casas?
Cuando llegamos a la ciudad le dije a Mario que lo llevaría a su casa, Paty me acompañó. Luego dejé a Paty en la oficina, ahí estaba ya su hermano Roberto Carlos, quien también fue a la recepción de Claudia, pero, igual, regresó sin esperar el acto inaugural. Llegué a casa al filo de las ocho, recibí un mensaje de Mario, era una foto donde estaban los invitados de honor. Lo vi en la tele, dijo.
Posdata: un invitado de honor me dijo al día siguiente: casi no llego. Sí, fue muy complicado llegar. Así vivimos un instante histórico para la vida de nuestro pueblo. Hay cientos de testimonios más, cientos de fotografías que dan cuenta de este momento de luz para la educación.
¡Tzatz Comitán!
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