viernes, 19 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON PRESENCIAS

Querida Mariana: ¿existió El Quijote? ¿Existe Dios? ¿Existen los espíritus, los fantasmas? Medio mundo, con la mano en la cintura, niega la existencia de estos entes. Sin embargo, ahora que he escrito esos nombres, todos han aparecido como presencias rotundas. En todo el mundo estas presencias revolotean por el aire, con la misma soltura con que lo hacen las mariposas. Nadie niega la presencia de las mariposas. Tengo amigos que, en forma rotunda, con aire de libres pensadores, se burlan de quienes creen en Dios. Aducen que Dios es una creación mental de seres humanos. ¿Ya pensaste que lo mismo podría decirse de El Quijote? El Quijote y Dios fueron invención humana, aseguran. En este momento pienso que nadie, entonces, negaría el genio humano, al que reverencio. Construir ambas imágenes mentales demandó genialidad; es decir, mis compas que niegan la existencia de Dios no tendrían el genio para inventar tal portento. ¿De dónde el genio del ser humano que tuvo la capacidad de inventar tales grandezas? Ah, no sé, soy una minúscula partícula del universo. No obstante mi simple capacidad advierto grandeza en tales creaciones. ¡El Quijote! ¡Dios! Pucha, qué imágenes tan sublimes. Quien niega la existencia de Dios se comporta a la altura del que niega la existencia de El Quijote. ¿Quién a estas alturas del siglo XXI se atreve a negar la existencia de El Quijote? Tal vez el mismo que niega la existencia del ente llamado Dios. El Quijote ha creado toda una serie de valores humanos que ha conformado una forma de ver la vida. Cuando decimos “hizo un acto quijotesco” decimos que realizó un acto de gran nobleza. Al mundo le ha hecho bien la presencia de El Quijote. ¿Qué puede decirse de Dios? Bueno, cuando la ciencia no puede darnos la explicación del origen del universo aparece la presencia divina como el poder omnímodo, el que, en siete días, creó todo lo que existe. La presencia de Dios, por la interpretación de los humanos, ha ocasionado serios daños, basta pensar en todos los actos violentos que se han hecho en nombre de Él. De ahí que resulta un poco, o un mucho, temerario asegurar la inexistencia de Dios. Pero, querida mía, no quería meterme en estos embrollos, lo que quería decir es que los fantasmas ¡sí existen! Ah, nuestro pueblo, Comitán, igual que muchos pueblos del mundo ha llenado su libro de leyendas y cuentos con la presencia de fantasmas. En los años sesenta, los muchachitos se reunían en una esquina, alumbrada apenas por un foco tilibrís, para escuchar historias de fantasmas que se aparecían en lugares conocidos, plazas o casas familiares (era común escuchar lo siguiente: en esa casa espantan); las historias eran tan cercanas que, en ocasiones, los fantasmas eran los espíritus de abuelos y de abuelas. Como dijo Bora, entrenador de la selección mexicana de fútbol soccer: “yo respeto”. Respeto a los amigos que son creyentes y a los que son ateos, respeto a todo el mundo, a los que le van al Guadalajara y a quienes le van al América; a los que aseguran que San Cristóbal es la capital cultural de Chiapas y a los que insisten en darle ese honor a Comitán; respeto a los hombres que les gustan las mujeres y a los hombres que son felices teniendo a hombres como parejas o a las muchachas que no les gustan los hombres sino otras chicas. Respeto a quienes niegan la existencia de Dios, a los que insisten en decir que El Quijote no existió; respeto a los que niegan la existencia de los fantasmas. Pero, eso sí, lamento que quienes niegan la existencia de fantasmas no hayan vivido la emoción de verlos cruzar las paredes o de asomarse por las ventanas, a la hora que el reloj de la sala da las campanadas de las doce de la noche. La literatura está llena de fantasmas y la literatura es lo que tiene más existencia real. Posdata: soy de los que insisten en decir que no existen documentos probatorios de la vida real de Josefina García, pero sería un tonto si negara su existencia. No soy de esos compas que exigen meter el dedo en el hueco (sin albur). Ella es una de las grandes heroínas de este país, el acto que realizó fue de una gran valentía, acto generoso. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 18 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, EN LA MATÍAS

Querida Mariana: cada etapa escolar tiene su brillo. El otro día entré a la escuela Fray Matías de Córdova, institución donde cursé mi primaria. Al entrar me topé con una galería donde están todos los directores y directoras que han formado parte de su historia, el veterano es el maestro Víctor Manuel Aranda León, quien fue el director en mis tiempos y que todo mundo recuerda con admiración y cariño. Fue un maestro genial. Quien aparece en la foto es Don Manuel García Morales, el intendente, quien lleva más de 25 años de servicio, un cuarto de siglo. Don Manuelito, así lo percibí, es muy querido. Me contó que en una ocasión tuvo una urgencia que lo obligó a ir a un hospital en Tuxtla, apenas entró, todo desorientado, cuando vio que una doctora se le acercó, lo abrazó y le dijo: Don Manuelito. Era una ex alumna de la Matías. Todo fluyó en armonía, ella lo cuidó, tal vez con la misma dedicación con que él la trató en su infancia. No recuerdo quién fue el intendente en mi infancia, mi mente no registra el Manuelito de aquel tiempo. Sí recuerdo a mis maestros: el maestro Óscar en primero y segundo; el maestro Beto, en tercero; el maestro Javier, en cuarto; el maestro Juanito, en quinto; y el maestro Luis, en sexto. Entré a mi escuela (nosotros llegamos al nuevo edificio cuando estábamos en quinto) y al ver un tablero de cristal recordé que la cancha estrenó tableros de cristal, que eran una novedad en el pueblo. Los tableros fueron donados por la Pepsi, digo esto porque el logotipo de la empresa refresquera estaba en el centro y cada vez que tirábamos el balón a la cesta recibíamos el mensaje subliminal. Ni falta hace decir que en la tiendita escolar sólo vendían Pepsi. Lo que sí hace falta decir es que, antes, la tiendita la atendían los maestros y los alumnos ayudábamos. Hoy existen dos cafeterías y un comedor donde los niños toman su refrigerio, cómodamente sentados. Nosotros buscábamos un rinconcito para sentarnos en alguna grada. Ya dije que la galería de directores la preside el maestro Víctor. ¿Quiénes son los demás? Los maestros Carlos Pinto, Rutilio Domínguez, Raúl Cancino, Marcelino Díaz y mi querido compadre Luis Campos; y las maestras Dolores Guillén y María del Socorro Sosa López. Estos nombres sintetizan las líneas directrices de nuestra escuela. Don Manuelito ha trabajado con la mayoría de ellos. Posdata: al entrar a espacios donde pasamos muchas horas de vida algo se remueve en el espíritu, comienzan a aparecer rostros, sonidos, sentimientos, alegrías y frustraciones. Sabines recomendó no volver a los lugares donde fuimos felices, porque la vida tiene una niebla indescifrable. Vi a unos niños que corrían por los pasillos y otros que hacían trabajos manuales, en ronda, sentados en el piso. Recordé un trabajo que hicimos, una bolsa, tejida con hilos de plástico, muy delgados. Los extremos se pegaban con el calor de un cerillo prendido. Recordé entonces que tuve compañeros que eran felices con el deporte, yo fui feliz haciendo manualidades. Esa certeza pepené al entrar a mi escuela primaria, cincuenta y seis años después de mi egreso Posdata: me despedí de Don Manuelito, quien tiene cincuenta y un años de edad y veinticinco de trabajar como intendente, ha pasado la mitad de su vida en la gloriosa Matías. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 15 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO

Querida Mariana: platico con mi querido amigo Jorge Pérez y recordamos instantes de nuestra juventud. El otro día, Jorge se acordó del queso “Supremo”, que botaneábamos en la Ciudad de México, en los lejanos años setenta. En Comitán, como cualquier chiapaneco, estábamos acostumbrados a comer queso, hasta queso de bola, de Ocosingo. La costumbre obligaba que, siendo estudiantes universitarios, buscáramos sustitutos. No había quesos tan ricos como los chiapanecos, pero nos conformábamos con los industrializados, como “el supremo”. Era fiesta en el departamento cuando llegaba una cajita desde Chiapas, con tascalate, butifarras, tostadas y quesos chiapanecos. El complemento ideal lo conseguíamos muy fácil, bastaba bajar del departamento e ir a la tienda de la esquina para volver con tres caguamas, adentro de una morraleta. Caminábamos alegres en la avenida Cuauhtémoc, al lado del camellón con sus palmeras. En tiempo de pandemia quedó demostrada la importancia de los motociclistas que llevan despensas. Nosotros, en los años setenta, descubrimos esa ventaja. Cuando echábamos trago en el departamento, ya avanzada la noche, oyendo marimba, recitando la de “Chiapas es en el cosmos…”, cantando la de “Comitán, Comitán de las flores…”, sin poder evitar el llanto, a la hora que se terminaba el “parque”, Jorge marcaba un número telefónico y pedía Sabritas, salsa, tostadas y tres quesos Supremo. Perdón, olvidé decir que antes pedía hielo, cocas, tehuacanes y una botella de brandy, de a litro. Diez minutos después sonaba el timbre y el que estaba menos bolo bajaba por el pedido con la paga en la mano. Los demás seguíamos botados en los sofás, apenas estirábamos la mano para que el vaso se rellenara. Fueron tiempos “supremos”. Claro, los tiempos “doble crema” superaban todos los demás tiempos. Fue prodigioso ir a los ranchos del papá de Jorge y comer frijoles con queso hecho en los propios establos, con tortillas recién salidas del comal y salsa verde molcajeteada. Hoy vivo sin queso, no tomo lácteos, pero en aquellos años no podíamos vivir sin queso. El queso para hacer las quesadillas, el queso para espolvorear en las tostadas con frijol o con salsa de jitomate, el queso para hacer dip y botanearlo con Sabritas. El queso era parte importante de la vida, no veíamos un horizonte sin ese maravilloso ingrediente. En las cantinas pasaban un platito con queso Oaxaca, chile, limón y sal. Ah, era una botana exquisita, servía para acompañar los demás platillos. Posdata: la marca del queso que botaneábamos en la Ciudad de México, en los años setenta, era Supremo. El sabor nunca se comparó con nuestros quesos chiapanecos. Ahora me asombra enterarme que hay paisanos que van al supermercado y compran quesos Lala y adquieren frascos de Nescafé, ¿nadie les ha informado que hay excelentes quesos chiapanecos y que hay cafés chiapanecos que no tienen comparación? ¿Quién compra Nescafé en una tierra donde hay excelentes cafés naturales? El mismo compa que va al supermercado y compra quesos industrializados y desdeña los maravillosos quesos de la región. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 14 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON MOMENTO SUBLIME

Querida Mariana: El rector José Hugo Campos Guillén está en primera fila con los chicos y chicas que recibieron su título electrónico el pasado 13 de abril de 2024. Quienes han tenido la oportunidad de estudiar el nivel universitario saben que este instante es inolvidable. Estos chicos y chicas recibieron su título de la licenciatura en Trabajo Social, de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. Las sonrisas son la muestra física de la plenitud de sus espíritus, porque este momento irradia luz. Los titulados no llegaron solos a este andén, del viaje supremo. ¡No! El gusto de sus catedráticos demuestra que ellos también disfrutaron sus éxitos personales. En la parte posterior están algunos de los maestros que les proveyeron las herramientas para las próximas metas. Ahí están el Doctor Romeo Alejandro Culebro Álvarez, la Maestra Maribel Domínguez Reyes, la Maestra Yanet Mandujano Soto, el Doctor Mario Arturo Gordillo Ballinas y la profesora Lucy Flores, coordinadora académica de la UMNRS. Te he platicado el instante donde acudí a recibir mi título, en la UNACH. Asimismo, vos me has contado cuando fuiste a Guadalajara al acto protocolario. Digo que no sólo ellos llegaron a este momento sublime. Sus familiares y afectos más cercanos los acompañaron, porque, en la mayoría de casos, los de casa son apoyo fundamental. Cuando las fuerzas menguan, cuando el ánimo decae, siempre hay una mano que fortalece, que riega la planta, que aporta remos para seguir bogando; siempre hay una voz que se alza en medio de la oscuridad y dice: “el horizonte te espera”. Y así, en medio de alegrías y tristezas, desánimos y glorias, arribaron estos chicos y chicas al escalón de la licenciatura. ¿Hasta dónde llegarán sus sueños, sus metas? Hasta donde sus deseos los estimulen. Ya demostraron que todo es posible. Ellos eligieron la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar para cimentar su profesión y este 13 de abril su universidad les cumplió con la entrega de sus títulos profesionales. Recuerdo que me platicaste que tus abuelos, papás y novio te acompañaron a la ceremonia de entrega de tu título; me contaste que nunca habías visto llorar a tu papá, que es de carácter duro, pero ese día, a la hora que te abrazó, descubriste en sus ojos las lágrimas que eran el desfogue de tanta emoción. ¡Cómo no! Este es un instante sublime, majestuoso, es la consecución de una meta anhelada. Por ello, querida mía, permití que anote los nombres de estos siete chicos y chicas, como si al hacerlo ellos colocaran banderines en lo alto del monte del conocimiento: Alondra Sarahy Pérez Guillén, Marisela Alejandra Ramírez Noriega, Víctor Manuel Román Jiménez, Michelle Alejandra Cruz Mancera, Fabián Alejandro Tovar Gómez, Gloria Alejandra Aguilar Espinosa, y Vanesa Velasco Villatoro. Posdata: dos chicas, de la generación, no acudieron a la ceremonia, pero, sin duda, acudirán posteriormente a recibir su título, ellas son: Gloria de los Ángeles Decelis Vera y Ana Fabiola Gómez Díaz. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 12 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA TERRAZA

Querida Mariana: me gustan las terrazas. Ya dije el otro día que mi amigo el arquitecto Gómez Conde contó que, en tiempo de pandemia, el mundo descubrió la ventaja de poseer un balcón o una terraza. Estos elementos arquitectónicos permitieron, a sus propietarios, acercarse al mundo sin exponerse. Me gustan los espacios donde el aire corre libre. La otra tarde, Roberto, su hermana Paty y yo conocimos "Punto Beer. Café Bar”, que posee una terraza bellísima. El café bar está ubicado a un lado del bulevar de Yalchivol. Ya podés imaginar el privilegio que esto significa. Me senté ante una mesa y aprecié la belleza del lugar. Vos sabés que uno de los barrios tradicionales más hermosos de Comitán es Yalchivol, ver cómo se desenvuelve el día desde arriba es uno de los disfrutes más sublimes. Te he contado que en mi adolescencia me encantaba ir a la cantina “La Jungla”. En ese lugar preparaban unas papas y unas tortillas de frijol que no tenían competencia en el Comitán de los setenta, pero lo que más disfrutaba del lugar (además de la compañía de los amigos de la palomilla) era el piso de tierra, y unos muretes de un metro de altura, hechos de madera costera. Esta altura permitía que la mirada, igual que el aire, volara libre y se posara en las ramas y frondas de la arboleda que tenía el terreno. Me gustan los espacios que no están limitados por paredes. De igual manera te he contado que hay un restaurante que ofrece una botana exquisita, exclusiva, donde preparan una lengua en pebre de esas que uno se come un plato, dos, tres; pero, el espacio es claustrofóbico. No me gusta ir. La combinación de las dos sustancias hace el prodigio de la vida alegre. Como ahora soy muy estricto en mi dieta, pues el espacio es el que llena mi entusiasmo. No tolero los lugares cerrados, para eso mejor me quedo en casa. Así que conocer la terraza de Punto Beer me causó una gran emoción. El café bar es atendido por tres chicas: Dulce, Karina, Mariola, comitecas de cepa. Me encantan los botaneros donde uno se siente a gusto y disfruta una cerveza con los amigos. Te he platicado que me encanta estar en el 340 Jardín Botanero que está a la orilla del bulevar con rumbo a La Plaza. Ah, disfruto que la mirada se pierda en el azul del cielo y en el verde de los arbustos. El 340 Jardín Botanero es una burbuja llena de aire que es un estímulo afectuoso. Bueno, tampoco le hago el feo a las casas, también me siento muy bien en el botanero de Javier, que está en una hermosa casona, frente al estacionamiento Ulises. Y esto es así, porque siempre pido a los amigos que nos sentemos en una mesa de los amplios corredores, porque estar ahí me remite a los recuerdos de mi niñez, cuando la casa donde vivía tenía cuatro corredores, donde daba vueltas con el carrito de pedales que me regaló mi papá. Lo que digo es que los espacios abiertos son toboganes para el espíritu. Conocí el café bar Punto Beer, en Yalchivol, y hallé una terraza increíble. Cuando estuvimos ahí llegó un joven, solo, pidió una michelada, se sentó, revisó su celular y al recibir la bebida vi su cara de satisfacción al degustarla. Ah, me dio tanto gusto su gusto. Sé que todo mundo disfrutará ese espacio que da servicio de 2 de la tarde a 11 de la noche. Comprobé que el espacio bien puede disfrutarlo una persona sola o una pareja o un grupo de amigos o familiares. A las dos se puede pedir una michelada, un coctel, una ensalada de camarones, unas alitas y más tarde un café con waffles, un capuchino o unas papas a la francesa con un refresco. Posdata: me conocés, nada probé de la carta, me limité (es un decir) a vivir la experiencia de estar en un espacio agradabilísimo. Con eso se llenó mi cuerpo y mi espíritu. Esa terraza es un privilegio que debemos aprovechar todos los comitecos. Ya dije que el otro día me senté en el portalito que existe en el bulevar y pensé que eso es uno de los grandes privilegios del pueblo; hoy agregué a la relación de grandes privilegios tomar una bebida en la terraza del Punto Beer. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 11 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON FRASE COMITECA

Querida Mariana: comparto mi confusión. Algún experto en el idioma podrá despejar la duda. Anexo foto de una frase comiteca que está en el parque: “Hay hablamos compita”. Hablar no necesita aclaración alguna, se entiende perfectamente. Lo de compita podría exigir una explicación para quien no sabe que en Comitán al amigo le llamamos “compa”, y en el colmo del afecto usamos el diminutivo de “compita”. Lo que de pronto asoma como una duda gramatical es lo del verbo “hay”. ¿Se puede aplicar como mucha gente lo aplica, como se emplea acá? A mí me suena un poco no prestigioso, como si el ex presidente Calderón dijera: “haiga sido como haiga sido”. ¿Cuándo se emplea la palabra hay? Hay “viene” del verbo haber. Si reviso un manual de ortografía encuentro que “hay es una forma impersonal del verbo haber”. Perfecto. El mismo manual expresa que se usa para decir que existe una cosa. Ah, esto sí lo entiendo: hay pan, hay alegría, hay suerte, hay vida. Pero, también dice que se usa para “expresar una obligación, algo que tenemos que hacer obligatoriamente”. Ejemplo: hay que trabajar, hay que estudiar, hay que besarnos (claro, esto lo pongo como ejemplo, para que besés a tu novio, sin que sea una obligación, sino un placer). El manual sólo tiene estos dos usos, permitidos. ¿Cabe en la frase de la foto? No, no cabe. Pero he visto en varias ocasiones que muchos paisanos usan dicho verbo para decir, por ejemplo: “Hay nos vemos”. No, no, no entra, no cabe el uso de este verbo. ¿Entonces? Es que los comitecos, en forma oral, decimos “hay” nos vemos. Si revisamos el manual vemos que en español hay dos formas de decirlo: con hache y sin hache. Como todo mundo sabe que el ay (sin hache) es una interjección que se usa para expresar dolor, asombro, desesperación, evita su uso. Así vemos que no hay manera de expresar prestigiosamente este modismo comiteco, en forma escrita. Tal vez convendría (que Dios me perdone por decirlo, por escribirlo) poner la palabra entrecomillada: “a’i” nos vemos, porque así lo hablamos, porque ya vimos que si escribimos “hay” estamos contraviniendo la norma, por lo tanto (qué paradoja) nos vemos incultos. Claro que la forma prestigiosa, la que se usa en cualquier lugar del mundo castellano, es: “ahí nos vemos”; es decir, los comitecos queremos decir eso cuando decimos “a’i” nos vemos. No se trata de evitar nuestros modismos en forma oral, la pregunta es: ¿cómo trasladamos esta oralidad a lo escrito? Insisto, para que el mundo que lee los textos escritos por comitecos no piense que somos incultos, deberíamos escribir: “ahí nos vemos”, “ahí hablamos, compita”, porque, en último término, queremos expresar un lugar donde nos reuniremos para hablar, para platicar, para convivir. En el primer ejemplo bien podría omitirse la primera palabra, para dejarlo “nos vemos”, lo mismo podría suceder en la siguiente frase: “hablamos compita”. Claro que esto le quita el polvojuan a nuestro jocotío lingüístico. Lo que quiero dejar en claro es lo que han dicho los expertos, desde siglos: una es la forma de hablar y otra la forma de escribir. A veces es difícil llevar el lenguaje oral a lo escrito, la única forma es ajustando el lenguaje a la norma, cuando esto es imposible se coloca entre comillas, para explicar que en la comunidad el vocablo así suena; de lo contrario puede evidenciar ignorancia. Posdata: se habla de una manera y se escribe de otra. Lo oral es una ventana generosa, porque permite todos los excesos, incluso puede decirse que en los excesos está su riqueza, ese treparse a todos los árboles le da su originalidad; en cambio, el lenguaje escrito tiene un corsé que se aplica a todos, a fin de ser el código que comprendemos todos los lectores, cuando este código se altera el mensaje se ensucia, y todo se ve como el cuarto que no fue limpiado. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 10 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON PRODUCTOS CULTURALES

Querida Mariana: la pandemia cesó, pero el COVID continúa. Procuro no olvidar los estragos, los fallecimientos, los descuidos que propiciaron tantas tragedias; asimismo procuro tener en cuenta las reglas mínimas de cuidado, para la sobrevivencia en tiempos pospandémicos. ¿Hubo alguna ventaja para el mundo en tiempo de pandemia en medio de tanta oscuridad? Me cuesta trabajo advertirlo, pero sí. Los expertos indican, por ejemplo, que el mundo se dio cuenta de la importancia de los productos culturales. ¿De verdad? Esto sería un verdadero prodigio. ¿El mundo comprendió la importancia de la cultura en nuestro día a día? Los expertos cuentan que en tiempo de pandemia, cuando estuvimos enclaustrados, la cultura fue fundamental para la sobrevivencia. Millones de personas permanecieron en sus casas, esta permanencia hubiese sido más dramática sin presencia del arte, así nos ponen como ejemplo los libros electrónicos que los lectores pudieron adquirir a través de los chunches electrónicos; de igual manera millones de cinéfilos aprovecharon las plataformas para ver cine, para disfrutar el séptimo arte. Los celulares también permitieron que los abuelos se comunicaran con los nietos, los hijos con los padres, los amantes con sus amadas (uso el término amante con el significado del que ama, no necesariamente con el uso que en Comitán se le da al llamado querido, aunque también). Todo lo que he mencionado son productos culturales que aligeraron el periodo de incertidumbre. ¿Qué habría sido de nosotros sin estas herramientas? El mundo hubiese colapsado en forma total. Vos sabés que en casa nos enclaustramos definitivamente, no salimos para nada. Un amigo motociclista hizo favor de comprarnos la despensa y llevarla a la casa, despensa que recibimos con un estricto protocolo de limpieza. Mi mamá halló la misa en un canal de televisión y todas las tardes vio y escuchó los servicios religiosos, en ocasiones, muy chenta, me dijo que la misa era dictada, nada más y nada menos, que por el papa. Pucha. Estaba contenta. No me estás preguntando, pero siempre he pensado que la cultura es esencial para la vida. No fue necesario que llegara la pandemia para entender que el arte es fundamental, el arte es lo que nos hace diferentes a los animales. La persona que no comprende la importancia de la cultura se comporta como un animal, porque satisface todas sus necesidades básicas como si fuese un gatito, un cuch o un chucho. ¿De verdad el mundo comprendió la importancia del arte en la vida del día a día? Los expertos señalan que millones de personas en todo el mundo advirtieron que la pandemia hubiese sido más brutal sin la presencia de la cultura. Pero, (ay, señor), si así fue, veo que a muchas personas se les olvidó. Vos y yo hemos vivido el fenómeno. Por ejemplo, cuando un amigo se pasa de copas y sufre un accidente, provocado por el exceso, jura y perjura que no volverá a suceder, que dejará de beber en forma irracional. Conforme transcurre el tiempo el suceso se olvida y, tarde o temprano, vemos al compa ya bien bolo de nuevo, trepándose al carro, ignorando la petición de la esposa que le recuerda el suceso incruento. Los seres humanos somos dados a olvidar. Es correcto olvidar las tragedias, pero no es lógico ignorar las precauciones para evitarlas hasta donde sea posible. Millones de personas en el mundo sobrevivimos a la pandemia, gracias a los objetos culturales: los libros, las películas, los museos. ¿Y ahora que la pandemia ya cedió tantito? ¿Sigue el mundo leyendo, viendo cine, asistiendo a museos, adquiriendo obras de arte? Parece que la emergencia pasó y el mundo volvió a ser el de siempre. Muchos optimistas dijeron que el mundo regresaría diferente al término de la pandemia. ¡Mentira! José insiste en decir que la persona mierda siguió siendo mierda. Posdata: la cultura siempre ha sido un elemento espiritual indispensable. Los que amamos el arte sabemos que el arte hace la diferencia, gracias al arte dejamos nuestra condición de simples animales y nos elevamos. ¿Cuándo dejaremos de arrastrarnos como simples víboras? ¿Cuándo el vuelo será nuestra vocación consciente? ¡Tzatz Comitán!

lunes, 8 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN LEGADO

Querida Mariana: de vez en vez, amigos preguntan por el sentido de la vida. Esta pregunta no asoma en la infancia. Cuando fui niño jugué en el sitio, fui de vacaciones con mis papás, disfruté el cine, comí exquisitos antojos. La pregunta nunca asomó, porque la vida era ese cacho sublime que era para vivirla. Sí, el sentido de la vida era ¡vivir! Ahora, con sesenta y siete años de vida escucho la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? Veo que muchos filósofos expresan ideas diversas, con lenguajes más o menos complejos, pero, en el fondo, en cada respuesta está la idea del niño: ¡vivir! Y como hay millones de formas de vivir la respuesta no es única. Puede decirse: cada quien vive como le place. Hace pocos días vi una nota luctuosa en el Facebook. Llamó mi atención la manifestación de pesar que expresaron muchos amigos y amigas. ¿Quién era la persona fallecida? El mismo Facebook me dio la respuesta. No conocí a Cecilia, pero muchos paisanos ¡sí! Sí, porque Cecilia es hija de Socorro Román Sobrino. A Socorrito sí la conozco. El Facebook indicó que Cecilia falleció en un accidente. Cecilia fue una gran fotógrafa mexicana, directora de Escuela Activa de Fotografía Echegaray, en la Ciudad de México, ciudad donde ella nació. No conocí a Cecilia, muchos paisanos sí. Lamenté su muerte. Entré a su muro y admiré su obra, obra fotográfica de excelencia. Sí, Cecilia fue una gran fotógrafa. Me dio pena no saber nada de ella, pero, al mismo tiempo, agradecí su vida y su obra, sustancias vitales imbricadas. Llamó mi atención que Cecilia escribió en su muro, en una sección llamada Detalles, lo siguiente: “Apasionada, enamorada de mi familia, fotografía, viajes, perros, gatos y todos los demás animales”. ¿Se vale decir que esto es su respuesta a la pregunta inicial? Pienso que sí. En un determinado momento, ella se definió y al hacerlo definió su propósito vital. Gracias a esas palabras, yo, sin conocerla físicamente, puedo ver el tipo de persona que fue, una mujer apasionada, enamorada de su familia, le encantó viajar, tomar fotografías y amo a los animalitos, todos. Ah, qué lamentable su fallecimiento, qué pena. Fue una gran mujer. No la conocí, pero ahora entré a disfrutar su legado: sus fotografías, tomas hechas con un gran conocimiento técnico, pero, sobre todo, con una dotación excelsa de arte. Lo dijo, de principio lo dijo: fue una mujer apasionada. Al revisar los fragmentos de su obra, las fotos que están expuestas en su muro, descubrí eso: pasión en su pasión. Vivió apasionadamente y nos legó una obra excelsa. Todo mundo deja una herencia intelectual. Al vivir, cada persona construye un único edificio espiritual. El tío Andrés es recordado porque fue un gran bolo y mujeriego. Dos de sus hijos procuran evitar su recuerdo, en cambio el tercer hijo, el menor, lo recuerda con gran emoción, cuenta todas las anécdotas que su viejo le contaba o las que le ocurrían; las cuenta con una gracia especial. Un día me confesó que él heredó ese gen, el gen del saber contar anécdotas; me dijo que tal vez también heredó el gen del gusto por el trago y por las nenas, pero que él le dio vuelta a esa herencia, se quedó sólo con lo que le aporta savia a su vida. Posdata: vos no te preguntás por el sentido de la vida, vos sos una chica joven que vive, que vive intensamente, que tiene muy bien definida la ruta de su vida. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 6 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON LA CABEZA INTACTA

Querida Mariana: Comitán está hecho de imágenes y palabras. Si hacemos una revisión veremos que la palabra es la que nos da más vida. ¿Ya miraste que nuestros personajes más emblemáticos son personajes que tienen a la palabra como la esencia de sus actos? Belisario Domínguez es recordado por el valor de su palabra en el Senado de la República. Muchos héroes mexicanos llegaron al altar de la patria por su valor con las armas, con acciones violentas. Belisario no usó la violencia, usó la palabra como el arma más letal. Claro, el uso de esta flama provocó su muerte. ¿Quién es el otro personaje que es baluarte de Comitán? La admirada escritora Rosario Castellanos. Ella es nuestro quedar bien en la rama intelectual. Los comitecos nos sentimos chentos ante la grandeza de su obra literaria. Los expertos han dicho que se movió como pez en el agua en muchos géneros literarios: novela, cuento, poesía, ensayo y teatro. Pucha, fue incansable en su labor creativa. Hoy existen miles de personas en todo el mundo que la siguen leyendo y estudiando. En este 2024 el mundo conmemora el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 7 de agosto de 1974, en Israel. En Comitán, su tierra, hay ya muestras de esta conmemoración. En la revista Arenilla, gracias al patrocinio de instituciones, empresas y personas comprometidas con la cultura y con el pueblo, ya le hacemos un reconocimiento histórico. ¡Sólo eso faltaba, que en su tierra pasara de noche! ¡No, no lo permitimos! ¡Honramos su palabra, el valor de la palabra! ¿Quién más es reconocida como mujer de palabra? ¡Josefina García! Doña Josefina es recordada por un acto breve, pero generoso. Ella no fue una intelectual reputada (ay, qué palabra tan rara), ni se le reconoce por algún otro acto, pero basta con lo que hizo el día donde se prendió la flama de la Independencia de Chiapas y de Centroamérica. Los investigadores e historiadores nos han dado muchos elementos de las biografías de Tío Belis y de la Chayito. ¿Y Josefina, ‘apá? De Josefina no hay documentos que den datos precisos de su vida y obra. Quienes nos hablan de ella lo hacen desde el terreno de la presunción. Es más, muchos historiadores hablan de que es un gran mito histórico. Hemos dicho que El Quijote no existió en la realidad real, pero nadie se atrevería a negar su rotunda presencia en el mundo. El Quijote es el gran mito literario. El mito histórico dice que Doña Josefina, en un momento donde los hombres dudaron, ella se paró y dijo que si los hombres no se atrevían, las mujeres comitecas estaban dispuestas a apoyar el movimiento de independencia. Esta intervención hizo que el movimiento no se abortara y diera inicio el gran hecho histórico de 1821. Tenemos muchos libros que dan constancia de todas las palabras que usó tío Belis. En la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, hay ejemplares de su periódico “El Vate”, asimismo copia de los discursos íntegros. ¿De Rosario? Pucha, ahí está toda su obra, más muchos otros libros que le han dedicado. Incluso hay libros donde se publican muchas cartas que ella envió a cercanos, incluso parte de la correspondencia que le dedicó a su esposo, el filósofo Ricardo Guerra. De Doña Josefina nada hay. ¿En algún baúl existen pruebas de su obra? ¡Saber, querida mía! El otro día fui al parque de San Sebastián, buscando al amigo que vende los salvadillos con temperante (como fui en periodo vacacional nunca llegó, debe ser que su época de mayor venta es cuando hay clases. Recordá que nuestro Colegio Mariano N. Ruiz está muy cerca y a la hora de la salida, muchos estudiantes y sus papás consumen lo que en el parque se ofrece). Me senté en una banca frente al busto de Doña Josefina, que, según dice la placa, fue donado por el maestro Edgar Robledo Santiago. ¿Es Doña Josefina la que ahí aparece? Sí y no. Sí, porque así lo dice la placa; no, porque todo mundo cuenta que el rostro fue tomado de una fotografía de una mujer comiteca que no era ella, por supuesto. Luego cambié de banca y me senté frente a la fachada del templo de San Sebastián, ahí donde hay cuatro nichos con esculturas de yeso. Un día Mario Escobar se hizo la pregunta: ¿quiénes son esos personajes? Igual que en la historia de Josefina, ningún historiador nos ha dado respuesta precisa a esta interrogante. Los constructores del templo decidieron dedicar cuatro nichos, grandes, donde estuvieran las imágenes de estos personajes. Insisto, nadie sabe decir quiénes son. Y mucho menos cuando vemos que tres de ellos están sin cabeza. No soy experto en nada, pero a los personajes les miro horma de ser monjes, dos de ellos tienen un cordón atado a la cintura, como si fueran monjes benedictinos o franciscanos. Los otros dos tienen una vestimenta diferente, casi como si fueran monjes dominicos. Cualquier experto en estas vainas sí puede darnos una explicación que se acerque a lo real. Sería un gran logro saber qué onda con estos personajes. ¿Por qué les volaron la cabeza? Es otro de los enigmas. Los historiadores dicen que pudo ser en tiempos donde el gobierno se puso en contra de la religión católica. ¿Recordás lo de la quema de santos? Bueno, pues entonces también pudo ser que alguien mandara a quitarles las cabezas a las imágenes. No sólo las cabezas, sino también las manos. Digo que sólo una de las imágenes logró salvarse de ser decapitada. Esta cabecita da idea de cómo debieron ser las demás. Además, también existe una imagen que conserva la mano que sostiene un libro. El mensaje de los mutiladores no logró empolvar lo que es nuestro pueblo. Ahí está, digo, un personaje con cabeza (lugar donde bullen las ideas, crisol donde se forman las palabras); ahí está otro que conserva la mano (como dice una maestra de yoga: la artesana bendita, la que ayuda a hacer el mundo); y un libro, que es el recipiendario de la palabra, el mayor producto cultural que ha inventado el ser humano. Los violentos enviaron su mensaje, pero el destino preservó el mensaje mayor: la palabra es herencia vital de las personas nacidas en Comitán, porque Comitán está hecho de imágenes sublimes y de palabras lapidarias (ay, señor, otra palabrita rara). Después que miré las imágenes mutiladas, mis ojos se posaron, como chinchibules argüenderos, en las dos placas que existen en la fachada. No sé en cuántos templos del mundo existen placas que nada tengan que ver con la religión. En el templo de Santo Domingo existe una gran placa en bronce que da cuenta de los nombres de los primeros frailes que llegaron a estas tierras. Esta placa se colocó a iniciativa del padre Carlos J. Mandujano cuando fue párroco de este templo. En la fachada del templo de San Sebastián las dos placas son de otra rama, porque están dedicadas a las mujeres. En una se dice que es un homenaje a la mujer comiteca y la otra está dedicada en forma especial a Josefina García (cómo no va a existir, pucha). Sin duda que la existencia de estas placas “civiles” se debe a que en este templo se dio el primer paso para la Independencia de Chiapas. En estas placas se privilegió la participación de las mujeres y no de los hombres. La historia consigna que Fray Matías de Córdova y Fray Ignacio Barnoya fueron los iniciadores del movimiento de independencia, sin embargo, la estatua de Fray Matías fue colocada mucho tiempo después que las placas que están en la fachada del templo; y Fray Ignacio está en espera de que el mundo le haga justicia, porque no hay ni una sola plaquita que consigne su nombre. La Historia tiene rutas extrañas y misteriosas para manifestarse. Estamos hechos con imágenes y palabras. Los estudiosos conocen la obra de Fray Matías, pero en los libros de Historia no hay una sola frase dicha por el iniciador de la Independencia, lo que siempre se consigna es la frase de Josefina García. Posdata: el parque de San Sebastián tiene un nombre oficial: De La Corregidora. En un lugar hay un busto de Josefina y en el otro extremo un busto de Josefa, de Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora. Acá sí nada pueden decir las feministas. Las mujeres están perfectamente reconocidas; claro, el pueblo no llama al parque con su nombre oficial, el parque es el parque de San Sebastián, un varoncito. Ah, a mí no me quedés viendo así. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 4 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN CACHITO

Querida Mariana: ¿vos jugás a la lotería? No me refiero a la llamada Lotería Mexicana, que es un juego de mesa, que todos, en algún momento, jugamos, porque es un juego muy divertido. En Comitán recordamos con afecto la Lotería Mexicana de Don Enrique Constantino. Don Enrique, en la feria de agosto, ponía un gran local frente al templo de Santo Domingo. Todo mundo jugaba, todo mundo recibía los tarjetones y los granos de frijol o de maíz. ¡Lotería, lotería!, era el grito que se escuchaba cuando alguien, emocionado, resultaba ganador. ¡No! Me refiero al juego, que también es mexicano, pero cuyo nombre es Lotería Nacional para la Asistencia Pública, el juego que alienta la esperanza de millones de jugadores. Hay personas que “se han sacado el gordo”, que es la manera coloquial de decir que el número ganador coincidió con el que tenían en los llamados “cachitos”. Claro, quien compra la plana completa (formada por veinte cachitos) se vuelve millonario. Un día de estos, mi querido amigo el arquitecto Jesús Pedrero compartió esta fotografía en redes sociales. La foto la acompañó con el siguiente texto: “El día de hoy tuve la oportunidad de presentar en la Lotería Nacional diversas propuestas generadas por Bicentenario Chiapas A.C. presidida por el Mtro. Roberto Ramos Maza, con la finalidad de honrar diferentes sucesos históricos y personajes de gran relevancia para nuestra comunidad. Dicha solicitud tiene la intención de que la Lotería Nacional considere llevar a cabo sorteos conmemorativos con los siguientes conceptos. 1. Quincuagésimo aniversario luctuoso de Rosario Castellanos Figueroa. 2. Centenario del natalicio de Rosario Castellanos Figueroa. 3. Bicentenario de la Federación de Chiapas a México. ¡Hagamos posible estos festejos tan importantes para los chiapanecos!” ¿Has visto los Doodles en el buscador Google? El Doodle es una imagen que celebra un hecho importante. Antes que hubiese Internet, ya la Lotería Nacional celebraba hechos importantes a través de imágenes en sus sorteos. Lo que Bicentenario Chiapas A. C. hizo fue elevar la petición para que en los sorteos con fechas precisas se honre a nuestra escritora Rosario Castellanos (en este 2024, por la conmemoración de los cincuenta años de su fallecimiento; y en 2025 para celebrar el centenario de su natalicio); y, de igual manera hecho histórico, en este 2024 los doscientos años de haberse declarado la Federación de Chiapas a México. Esto significa, para usar la palabra que está de moda, visibilizar los hechos preponderantes. Si la Lotería Nacional atiende de manera puntual la solicitud, tendremos cachitos con la imagen de Rosario donde se indique cuál es el hecho que se conmemora y lo mismo sucederá con el hecho histórico de la Federación. Posdata: me dio gusto saber que Bicentenario Chiapas, A. C. realizara esta justa demanda en nombre del pueblo de Chiapas, en nombre del pueblo de Comitán. Ojalá la solicitud sea atendida, porque es muy justa y de gran dignidad. Disfruté mucho el juego de la Lotería Mexicana. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 3 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON CIELOS SIN CABLES

Querida Mariana: mi foto y la foto de Carlos Gordillo. La primera es la foto que tomé una mañana, la segunda es una foto que Carlos limpió. En Arenilla jugamos, para que nuestros lectores se diviertan. Por esto subimos fotitos simpáticas a redes sociales. La foto que tomé, con el templo de San José al fondo, le pusimos el siguiente pie: “Sólo con Photoshop se puede limpiar”. Carlos, genial fotógrafo, experto en ese chunche, la limpió. ¡Qué maravilla! Él también jugó. Carlos confirmó lo que dijimos: sólo con Photoshop se puede limpiar este cielo. Hoy, las calles de Comitán están plagadas de cables, de muchos grosores. Hay cables de todo, para todo. Entiendo que todos nos proporcionan servicios. Mencionaré algunos: cables de teléfono, de fibra óptica, de televisión por cable y de energía eléctrica. La foto de Carlos ofrece el milagro de ver a Comitán como era antes de esta proliferación de cables contemporáneos. “Sólo con Photoshop se puede limpiar”, dijimos. En realidad, hay ciudades donde no sólo se puede limpiar los cielos en forma virtual. Hay ciudades que han hecho el milagro de colocar los cables en forma subterránea, para dejar los cielos como se ve en la foto de Carlos. Escribimos eso porque sabemos que, en Comitán, a pesar de vivir en pleno siglo XXI, seguimos viviendo con formas que no ven hacia el futuro. Ayer estuve en el parque de San Sebastián, como a las once y media de la mañana. Se sentía un calor intenso, pero, al sentarme en una banca con sombra, sentí un aire agradable. Recordé lo que siempre ha dicho Amparito: Comitán siempre estará a 1,600 m sobre el nivel del mar. Dice esto para recordar que nunca tendremos las temperaturas de Tuxtla Gutiérrez, Tonalá o Tapachula; pero si, en lugar de llenar de árboles nuestra ciudad la seguimos llenando de cables ¡nos electrocutaremos! Nuestro pueblo todavía tiene forma de curarse, de limpiar sus cielos. Carlos jugó, limpió el cielo y lo dejó sin cables. La respuesta a la pregunta es obvia: ¿qué imagen te gusta más? ¡Por supuesto! La de Molinari es una foto cochina, la de Carlos es prodigiosa. Posdata: lo que no podemos permitir es que nuestra visión esté enmarañada, llena de cables, los comitecos debemos tener una visión limpia, como la foto de Carlos. ¡Tzatz Comitán!

martes, 2 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN MUNDO VIRTUAL

Querida Mariana: los grandes escritores no saben lo que hago con su obra. Aparte de subrayar y hacer anotaciones en los márgenes de las páginas de sus libros, los califico. Es en serio. Califico, sobre todo, los cuentos, que es un género literario que me gusta mucho. ¿Qué haría Vargas Llosa si supiera que he calificado sus cuentos? Cuando me acercara a saludarlo ¿haría conmigo lo mismo que le hizo a su gran amigo Gabriel García Márquez? ¿Me metería un trancazo y diría: “Por lo que le dijiste a mi cuento”? Leo cuentos de muchos autores vivos. Si ellos se enteraran de lo que hago con su obra no sé qué dirían. Casi puedo asegurar que les valdría un cacahuate al enterarse de ello. Imagino la reacción cuando un periodista preguntara: “¿qué opinión le merece saber que un tal Molinari califica sus cuentos?” Los escritores, los famosos, venden miles de libros y no saben quiénes los leen en el mundo. Hay escritores que están pendientes de las críticas que hacen los profesionales en los medios de comunicación, pero hay muchos otros que caminan como Cristo sobre el agua de la indiferencia. Sólo eso faltaba, que los escritores estuvieran sujetos a la opinión de los demás. Así pues, Vargas Llosa y los demás escritores vivos nada dirían acerca de mis calificaciones. Estas calificaciones no las publico, son como una guía para mí. Primero diré que ningún cuento ha obtenido el tan anhelado diez. Esto nada tiene que ver con aquella teoría de que el diez es para el maestro (a final de cuentas si califico es porque me asumo como un lector magistral. Qué bobo). No, si ningún texto obtiene el diez es porque ¡no existe el texto perfecto! Mucha gente admira esa ocurrencia de Tito Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. No falta el que lo considera una genialidad. En lo íntimo pienso que el Tito se botaba de la risa al ver la serie de comentarios a favor que había logrado su textito. Ya te conté que una vez estuve en un salón donde él dijo que le había llevado mucho tiempo colocar las palabras precisas. Así se vendía. Una vez, Aurora hizo una variante: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí”, dijo que era el mismo número de palabras y el verbo seguir daba más aire al texto. Estuve de acuerdo con Aurora, el texto de Aurora lo califiqué con ocho, por el atrevimiento de superar al maestro. Vos sabés que Julito Cortázar es uno de mis autores favoritos y, como dijo Vargas Llosa, “es uno de los mejores cuentistas del siglo XX”. Bueno, mi querido Julito no obtiene calificación de diez, hay textos donde lo califico con nueve, nueve punto dos, pero hay otros donde lo califico con siete punto cuatro. ¿Lo imaginás? Pucha, no sé qué tan soberbio soy, tan pedante. Me doy el lujo de ponerle siete a uno de los grandes autores literarios. Y esto hablando de cuentos. Si te dijera las calificaciones que le he puesto a su poesía, estoy casi seguro que te enojarías conmigo. Digo que esta posición mamila que adopto lo hago para demostrar que hasta los grandes autores derrapan con frecuencia. Como una vez me dijo la poeta Marirrós Bonifaz: “no siempre se saca diez”. Así pues, cada libro de cuentos que cae en mis manos lo califico. Muchos grandes autores ya han fallecido, así que Faulkner o Chéjov nada pueden decir a la hora que, en forma docta, tomo el lápiz o pluma y les pongo calificación. Insisto ¡nunca alcanzan el diez! Lo mismo hago con autores chiapanecos vivos. Ah, ya quiero ver la reacción de mis paisanos al saber cuánto les pongo a sus textos. Si de por sí son tan sentiditos, no entienden que un lector no juzga al ser humano sino al texto. Cuando expreso una opinión entre amigos y el dicho llega a sus oídos los veo que ponen cara de: “pendejo, tus cuentos están más jodidos”. Pues eso entiendo, sé que los pocos lectores de mi obra también pueden hacer el mismo ejercicio que yo hago. A mí, por si alguien estaba con el pendiente, no me preocupa la opinión de críticos ni de lectores. Sé que no tengo el talento de los grandes, ¡grandes! Hago mi esfuerzo modesto, trato, siempre, eso sí, de cumplir con el ideal sugerido por Roald Dahl: ¡no aburrir al lector! Cuando me topo con un inicio de cuento que no me jala ya comienzo a afilar el lápiz para calificar con una nota de media tabla. Posdata: ¿para qué califico los cuentitos? Digo que me sirve como guía, cuando releo el libro voy al índice y encuentro las calificaciones, así que desecho los demás cuentos y disfruto los que obtuvieron las notas más altas. Redescubro el misterio de su literatura y así puedo tomar elementos para diseñar mi propia obra, en intento de escribir textos más o menos presentables, que no sean los clásicos que pasan de panzazo. ¡Tzatz Comitán!