jueves, 27 de noviembre de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO DE EMMANUEL
Querida Mariana: acá estamos Margarita Cancino Crocker, Emmanuel Grajales Clavel, Dora Patricia Espinosa Vázquez y yo. Estamos en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez.
Roberto Carlos hizo favor de tomarnos la fotografía. Fue la tarde del domingo 23 de noviembre 2025.
Cuando nos sentamos, Paty dijo que los cuatro estábamos como niños buenos, con las manos sobre la mesa. ¿Qué indica esta posición? Espera. Algo sucederá. Y esa tarde de domingo sucedió un acto cultural. Emmanuel presentó su libro “El imaginario limítrofe”.
Margarita, quien es la directora de la casa museo nos recibió, siempre muy afectuosa, diligente.
Dora Patricia hizo comentarios al libro de Emmanuel y yo fungí como moderador.
Como dicen los clásicos, la asistencia del público fue selecta. Casi todos dijeron que fue por el día: domingo. En realidad (nosotros lo sabemos), la asistencia es escasa en este pueblo, cuando de actos culturales se trata. ¡No! No debo ser tan generoso con el término cultural, porque el pueblo asiste a los eventos musicales de banda, que también son culturales. Cuando se presentan los Tigres del Norte, del Sur, del Centro o de la Patagonia, no alcanza el espacio abierto para recibir a toda la fanaticada.
¿Ya viste qué dice la frase de tío Belis? “Si cada uno de los mexicanos hiciera lo que le corresponde, la patria estaría salvada”. Ese día (tratamos de hacerlo cada día), los cuatro protagonistas de este acto hicimos lo que nos correspondía. ¿Qué tanto salvamos a la patria? No lo sé, pero cada uno en su pequeña parcela sembró espigas de luz. Margarita nos recibió en pleno domingo, estuvo pendiente de cada una de nuestras palabras (ella dio el mensaje de bienvenida y luego nos entregó reconocimientos); Paty leyó un breve texto que preparó, donde hizo una síntesis del contenido del libro de Emmanuel; el autor fue pródigo en sus comentarios, porque, con sencillez y con gran capacidad, desbrozó sus intereses y la génesis de las crónicas que componen el libro “El imaginario limítrofe”. Estas crónicas dan constancia del pueblo donde vive: Tuxtla Gutiérrez. ¿Debí decir ciudad? Tal vez sí, porque es la capital del estado de Chiapas, pero Emmanuel nos entrega una mirada acuciosa de lo que no se ve a simple vista, tal vez lejos del glamur de la gran ciudad del sureste.
Un día después estuvo en Comitán el escritor cubano Leonardo Padura, en su intervención comentó que su obra tiene como entorno su país de origen y la ciudad donde nació: La Habana. Emmanuel habla de la ciudad donde vive, de los escalones y los pasamanos de la ciudad donde la gente sueña con subir.
Llegué a la cita justo a tiempo. Era domingo, no había en el parque central más que un bolero, como si fuera la fila de la compra de tortillas o la fila donde entregan los boletos para la actuación de Julión Álvarez, tomé mi lugar y esperé a que pasaran las otras personas que esperaban la boleada. Me tocó estar después de un compa con botas, pensé que ese tipo de calzado lleva más tiempo y más grasa y más de todo. Así fue, lo que los otros pagaron veinte pesos a este compa le costó treinta. Por fin pasé. Por favor, le dije al bolero, un trapazo de tres minutos porque el tiempo lo tengo colgado como corbata en el cuello. Trapazo de tres minutos, di los veinte pesos y llegué al lugar de la cita. En el patio central ya estaba Emmanuel, Margarita y Paty. Saludé. Soy Alejandro, le dije a Emmanuel y él de inmediato dijo: ya nos conocemos, estuve la vez que presentaste tu libro “Historia triste de un cuentahistorias”, en la Sala Carlos Fuentes, en la UNACH”. Recordé esa tarde donde, gracias a la intervención de dos queridos maestros que tuve en la facultad: Luciano Villarreal y Adolfo Altamira se llenó la sala de estudiantes, entre los cuales estuvo Emmanuel.
Posdata: el autor llegó cinco años después, a cumplir una cita que tenía pendiente con Comitán y con la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. Llegó, vio y venció. Al final prometió que volverá para el año veinte veintiséis, traeré treinta ejemplares, dijo.
Emmanuel es un buen narrador, sus crónicas literarias contemporáneas le dan un aire fresco a los textos decimonónicos con que a veces nos topamos. Fue un gran gusto conocerlo físicamente. Me gusta el trabajo literario que impulsa.
¡Tzatz Comitán!
