viernes, 21 de noviembre de 2025
CARTA A MARIANA, CON MÍTICO PARQUE
Querida Mariana: acá está una postal con el parque de La Pila. Hay muchas transformaciones. Es que esta fotografía debe ser más o menos de los años setenta del siglo pasado, digo esto, porque en 1977 fue filmada la película “Balún Canán”, basada en la novela de nuestra amada escritora comiteca, al principio de la cinta aparece este parque, un grupo de carretas pasa en la calle que había entre la escalinata del templo y la ceiba (acá se ve a un viejo con bastón que camina por ahí). La imagen es muy bella, porque da cuenta de la placidez del lugar en ese tiempo. Al lado de la entrada hay un hombre sentado que recibe el sol. Ni siquiera lo insinúo, pero parecería un mendigo con un chuchito al lado, esperando que llegue una persona y antes de subir la escalinata y postrarse ante la imagen de Tata Lampo se conduela y le dé una moneda, para unas tortillas. ¿Ya viste que al fondo hay un tablero de básquetbol? Qué prodigio, igual que en el parque de Guadalupe, en el parque de La Pila había una cancha donde los vecinos echaban la cascarita. En las paredes se aprecian dos enormes letreros de bebidas, uno es de la Cerveza Corona y el otro del refresco Pepsi. El templo estaba pintado de blanco y las bancas del parque eran de granito rojo, con travesaños de madera. Por ahí, en la sombra, se ve a dos personas sentadas, mientras una mujer camina frente a la ceiba. Todo es armonioso, mirá cómo este rasgo de belleza se refleja en los tejados del templo que hacen juego con el de las casas circundantes. No sé cómo se vería una fotografía semejante en este tiempo. Bueno, no hay que echarle mucha imaginación, basta con saber que la calle ya no existe, tampoco las bancas ni las lámparas que acá se ven, tampoco el kiosco, ahora hay otro y la ceiba está rodeada por una rotonda, donde hay una placa que señala la edad aproximada del árbol. El pueblo ha sufrido muchas transformaciones, pocas han sido afortunadas, las autoridades han hecho su real gusto que, a veces, demuestra que tenían muy mal gusto, carente de sentido estético y, sobre todo, de beneficio comunitario. No sé qué pensás ahora, al ver esta imagen, pero yo digo que la cancha permitía la convivencia entre los chicos que ahí jugaban. Recordá que hay una imagen negativa del barrio de La Pila, porque sin importar la riqueza histórica que lo marca como el origen de nuestra ciudad, aún perdura la imagen que era un barrio de gente bragada donde había muchas cantinas y putas. La cancha permitía la sana convivencia (digo, aunque tal vez al final del encuentro algunos jugadores tomaban la cerveza Corona, haciéndole caso al anuncio y llevando la convivencia más allá del sitio deportivo). Ahora no hay tu cancha. Lo mismo sucedió en el parque de Guadalupe, eliminaron la cancha de básquetbol, la cambiaron por una pista de patinaje que nunca fue usada y luego construyeron lo que llamaron parque de la marimba, con una estructura de cemento que parodia una marimba, digo que parodia porque es una estructura sin mucho sentido estético, fría, ajena. Dicho espacio no ha servido para gran cosa, de vez en vez es usada, estaba mejor la cancha.
A Rosario Castellanos no le gustaba el templo de Tata Lampo, a pesar de ser el recinto donde está la imagen del santo más consentido del pueblo. En una carta que le mandó a su novio Ricardo le dijo que “así se llama el santo”, con sentido irónico, como diciendo: aunque no lo creás existe el nombre de Caralampio.
No sé vos qué pensás, pero a mí el parque de La Pila se me hace uno de los más fieritos del pueblo. Me gusta el central (a pesar de que ya no es el parque íntimo que viví de niño y que ahora sufre una serie de transformaciones temporales que lo convierten en un mercado sucio, maloliente); me gusta el de San Sebastián (aunque muchas personas se quejan de que el piso está levantado y los árboles viejitos pueden caerse en cualquier momento); me gusta el parque de Guadalupe, que está en mi barrio, aunque también su piso está todo levantado, jodidito. Ahora que escribo esto, pienso que estos espacios necesitarían más seguridad, en San Sebas y en los otros dos parques he visto un vigilante, pero en las noches se convierten en bocas de lobo, es un riesgo atreverse a caminar por ahí. Recuerdo que en una ocasión caminé en San Cristóbal en la noche y había patrullas con torretas haciendo recorridos frecuentes, esto me dio sensación de seguridad. ¿Acá en el pueblo?
Posdata: vi esta postal (la encontré en un archivo olvidado) y sentí una emoción de aire fresco. Ah, nuestro pueblo, en los años setenta ¡era prodigioso todavía! Deberíamos iniciar una campaña ciudadana para ir recuperando nuestros espacios volviéndolos dignos. Es pues nuestra casa común, ¿por qué permitimos que se denigre?
¡Tzatz Comitán!
