martes, 2 de diciembre de 2025

CARTA A MARIANA, CON FOTOGRAFÍA ÚNICA

Querida Mariana: admiro el trabajo fotográfico de mi amigo Jaime Córdova. El otro día me compartió esta fotografía única, que debería aparecer en algún libro de imágenes sublimes de los años ochenta. Acá está una escena típica que hoy ya es imposible de captar. Jaime me dijo que la tomó en la estación General Anaya, del Metro de la CDMX. El juego de luces y sombras es excepcional. Sin ese juego, la fotografía sería una sin gracia, en cambio, los bloques que acá complementan la arquitectura hacen que todo se cargue de una propuesta sensacional, aparte de que permite el juego clásico de encontrar formas, como si se tratara de convertirse en niño y hallar el parecido de las nubes con animalitos, por ejemplo. Siempre he admirado la capacidad de los grandes artistas de la lente, su mirada tiene una forma especial de ver lo que está frente a los ojos, ¿de qué color es el cristal con que ven el mundo? Jaime capturó un momento indecible de los años ochenta. No sé (bueno, sí sé) cómo le hizo para tomar el instante a la hora que no había tráfico en la Ciudad de México. ¿Ves los carriles desiertos? El único monstruo mecánico que está sobre las vías es el Metro, acá se alcanza a ver un vagón y se advierte que va gente en su interior, poca gente, porque a la hora pico estos vagones se llenan de pasajeros y todo es un amontonamiento donde hay intercambio de sudores, de pisotones, de empujones, de alientos hediondos o sensuales, de bolsas que golpean las rodillas, de manos que buscan carteras o nalgas o penes. Busqué en el Internet y vi que esta estación pertenece a la línea dos del metro, la que va de Cuatro Caminos a Taxqueña. Cuando estuve en la Ciudad de México, de 1974 a 1979 tomé en varias ocasiones, en muchas, esta línea. Jamás llegué a Cuatro caminos, esta zona no tenía algo de interés para mí, pero sí subí y bajé en la estación Miguel Hidalgo porque ahí, muy cerca, estaba el Cine Real Cinema (recuerdo que ahí vi la película María, basada en la novela del escritor colombiano Jorge Isaacs. Aún recuerdo al actor y a la actriz, Fernando Allende (niño bonito mexicano) y a Taryn Power. ¿Taryn Power? Sí, una güerita linda, linda, que quién sabe qué pata puso ese huevo). Mentira, la tal Taryn fue hija del actor norteamericano Tyrone Power, quien fue famoso en Hollywood, ya que actuó, entre otras, en la película “El sol sale para todos”, basada en la novela “Fiesta”, de Ernest Hemingway. Bellas Artes, Allende, Zócalo y Pino Suárez fueron otras de las estaciones que visité con frecuencia. En esta última realizaban ferias de libros. Ah, muchas veces Quique y yo recorrimos esta feria. Era maravilloso estar en un túnel, muy iluminado, donde pasaban caravanas de gente caminando en forma apresurada, empujándose, con rostros cansados, mientras nosotros dejábamos pasar el tiempo viendo libros, hojeando, curioseando, comprando. Nadie creería que él y yo, en lugar de destinar dinero para la cerveza, usábamos nuestros billetes (no muchos) en comprar libros de cuentos y novelas. Siempre bajé en Ermita, porque en la colonia Prado Churubusco estaba la casa de mi tío Samuel, esa casa fue un refugio importante, él era un gran lector, siempre admiré su estudio. Cuando me quedaba a dormir en su casa, armaba un sofá cama que estaba en el estudio, disfrutaba mucho dormir entre libreros, en ese interior había un rumor que siempre me sedujo, un poco como si las palabras en los libros fueran como abejas libando miel. La verdad es que nunca bajé a la estación de General Anaya, la estación de esta fotografía espléndida. Jaime logró que a la hora de tomar la foto no pasara ningún auto sobre la avenida, porque acá se ve, que en esta zona, el Metro viaja no en un subterráneo, como en el Zócalo o Pino Suárez, acá va en la avenida Iztapalapa, con lo que los viajeros ven lo que sucede en el exterior; acá, quienes viajan en ese vagón bien pudieron ver a los chicos y chicas que están haciendo llamadas telefónicas y tal vez alguien, nunca se sabe, vio a Jaime con su cámara, inmortalizando el instante, un instante que se fue de las manos y se rescata por la fotografía. Vos sos muy joven, ya no te tocó hacer fila ante uno de estos teléfonos públicos para hacer una llamada. Al principio se usaron monedas, luego ya fueron tarjetas con bandas magnéticas. Acá se ve cómo, mientras la chica marca un número, el de atrás espera. Algunos se desesperaban porque quien hacía uso del teléfono introducía una y otra moneda para seguir conversando. No sé si yo seguía en la Ciudad de México o ya había regresado a mi pueblo amado. Posdata: el letrero rotundo que pende sobre la banqueta (que se ve generosa en su anchura) era el anuncio de que ahí estaba la estación General Anaya, la gente entraba por una puerta, igual de ancha, y metía el boleto por el torniquete para acceder al andén y subir al Metro. Tal vez de este lado el Metro está a punto de llegar a la última estación de la línea dos: Tasqueña. ¡Tzatz Comitán!