miércoles, 26 de noviembre de 2025

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL DÍA QUE PADURA LLEGÓ A COMITÁN

Querida Mariana: ya dije que Leonardo Padura estuvo en Comitán; ya dije que jamás en la historia de este pueblo había llegado un escritor de tal envergadura (no sé si escribo esta palabra para que rime con Padura), bueno, lo que quiero decir es que la presencia de Leonardo fue un hecho histórico para este pueblo. Debo decir, porque estuve cerca de él, que lo vi contento, que cuando se fue, sin duda, se llevó un buen sabor de boca. Él sintió el cariño que los comitecos y comitecas le prodigamos, desde la chica estudiante del CBTis 108 que hizo fila para alcanzar la firma en la novela “Adiós, Hemingway”, hasta el presidente municipal que le entregó un pergamino donde quedó de manifiesto que el Ayuntamiento comiteco, en nombre de nuestro pueblo, lo nombró Visitante Distinguido. El cariño manifiesto hizo que se relajara, porque cuando llegó al pueblo bajó de la camioneta de la Benemérita UNACH, estaba medio resmolido (tanto tope). La Benemérita UNACH fue la institución que hizo el prodigio de la visita del famoso escritor; que nadie más se quiera colocar medallitas. La iniciativa fue directamente del rector Oswaldo Chacón Rojas. Yo, como ex alumno de la Benemérita UNACH me siento muy satisfecho porque mi Alma Mater haya traído a Leonardo. A Comitán ya le tocaba algo bueno, algo excepcional. La presencia de Leonardo Padura fue memorable. Digo que se le quitó el inicial agotamiento, porque cuando lo saludé en un pasillo del Centro Cultural Rosario Castellanos y le pedí a él y a Lucía (su esposa) que me regalaran la foto de privilegio, ante mi pregunta de cómo se había sentido en Chiapas me dijo: “Los chiapanecos son de alto octanaje. Me dicen: vamos acá cerca y resulta que son dos horas de camino”. Pero él, que nunca había estado en Chiapas y menos en Comitán, disfrutó su estancia, digo yo. Lo vi contento cuando el presidente municipal le entregó el pergamino, Padura dio dos o tres pasos en el escenario y mostró el pergamino a la audiencia y en ese momento todos los asistentes aplaudieron con gran entusiasmo, con cariño, como refrendando lo que el documento consignaba. ¡Sí, Leonardo!, fuiste un visitante distinguido, le diste distinción a nuestro pueblo. Mi compa Quique me dijo: estás chento. ¡Cómo no! Estuve muy cerca de Padura, tan cerca como lo mirás en esta foto, que tomé porque acá el mago hizo un prodigio con sus manos. Resulta que estaba a punto de leer fragmentos de su libro “Ir a La Habana”, ejemplar, por cierto, que es de Dora Patricia Espinosa y él aprovechó para leer (ese libro de Paty estuvo en las manos del gran autor literario. Pucha, que lo guarde adentro de un estuche especial). Digo que Padura se disponía a leer, tomó el micrófono y como si fuera su tocayo Leonardo Da Vinci, improvisó un mecanismo para que el micrófono no tuviera que sostenerlo entre las manos. Acá mirás lo que hizo: tomó el personificador de acrílico con su nombre y una botellita de agua, sus manos buscaron el equilibrio y logró, después de un intento, que el chunche quedara como acá lo mirás. Pero, ¡ah!, la pinche ley de gravedad hizo que minutos después, cuando ya leía el inicio de su novela, donde cuenta cómo surgió la idea de este libro, el chunche cayera. Nos echó la culpa a “los colegas” que estábamos en la mesa, yo, como desagravio, tomé el micrófono y le dije que leyera, que sostendría el aparatejo, pero en ese instante, como si fuera Supermán, llegó Guayito (experto en sonido) y colocó el micrófono en un pedestal de mesa. Padura dijo: “llegó el progreso” y continuó leyendo. Estaba contento, leyó con agrado, exigió que hubiese silencio cuando apareció una mancha rumorosa y respondió con generosidad las preguntas que le hicieron al final. Posdata: cuando todo terminó, Dora Patricia y yo nos despedimos porque teníamos un compromiso por cumplir. Qué pena, no aceptamos la invitación para acompañarlos a comer que nos hizo la poeta Rosy Vázquez, pero luego vi una foto donde, de nuevo, Padura está exultante, feliz. Sucede que fueron al restaurante 1813 y ahí lo trataron a cuerpo de rey, le explicaron la tradición comiteca de la reja de papel de china y, como si fuera su cumpleaños, le prepararon una especial. Él se puso detrás de la reja y la fue cortando, de arriba hacia abajo, cuando hubo un hueco suficiente sacó su carita y sonrió, luego terminó de romper la reja, pasó por encima de la puerta, abrió los brazos, recibió una lluvia de confeti y todos aplaudieron. Él estaba feliz, estaba en nuestra tierra, tierra amable, cuna de Rosario Castellanos, quien cumplió su centenario de nacimiento en este 2025, año glorioso en el que Leonardo Padura nos visitó. ¡Tzatz Comitán!