martes, 25 de noviembre de 2008

¿Conocen un chunche que se llama podómetro? Es un aparato que sirve para medir los pasos, me explica Jaime; es decir, lo metés en una bolsa de tu pantalón y te indica cuántos pasos caminaste desde el lugar de origen hasta tu destino. Al principio me pareció un chunche inútil, pero luego lo pensé como el extremo del velocímetro de un carro. Un velocímetro indica cuándo debemos llevar el carro a servicio, parece que el podómetro puede servir para lo contrario, mientras más pasos acumulemos en la vida más vida tenemos.
Ayer pensé que podía improvisar un podómetro y al salir de casa comencé a contar mis pasos. De la puerta de mi casa a la puerta del templo de San José contabilicé mil veintidós pasos, y a la puerta del colegio Mariano N. Ruiz (lugar donde trabajo) mil trescientos dos pasos.
De regreso hice más porque caminé por otro lado.
Me gusta caminar, sólo uso el carro cuando es muy indispensable. Si no llueve prefiero caminar, es uno de los privilegios que me da la vida. Me encanta mirar esos remates visuales que son el disfrute de este pueblo maravilloso.
Cuando voy al Colegio en la mañana y en la tarde camino más de cinco mil pasos en el día (también me encanta mi trabajo y como tengo mucho qué hacer -gracias a Dios- voy a laborar en la tarde, aun cuando no tengo obligación. Por el momento preparamos en la Universidad una Colección de Cuadernos Universitarios en tres series: Testimonio, Creación y Especiales).
Un materialista diría: "Si por cada paso te dieran un peso"; tal vez un optimista pensaría: "Si por cada paso un piso de nube"; por el momento soy realista y pienso que cada paso es un instante de vida multiplicado. En cada paso doy gracias a Dios por el privilegio de caminar estas calles. Ayer, muy de mañana, di mil trescientos dos agradecimientos a Dios. Comencé al salir de mi casa y terminé en la puerta del Colegio. Dios estuvo conmigo en cada paso, en cada piso, en cada nube. Que Dios bendiga esos chunches que se llaman podómetros.