domingo, 23 de noviembre de 2008

Un árbol espléndido

Ayer estuve con Pepe Utrilla en la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez. Pepe es hermano de Lupita y de Javier, y ellos son hijos de doña María Antonieta Utrilla de Alvarado. Pepe me dijo algo como: ¿Te acordás de mí?, y yo dije que sí, por supuesto que sí. Vivimos el Comitán de los sesentas y setentas donde medio mundo se conocía con el otro medio mundo. A cada rato nos topeteábamos, a cada rato nos mirábamos con afecto. Pepe y yo nos topeteamos muchas veces en la calle o en el parque o en el patio de alguna casa. Por supuesto que sí. Y ayer, como una bendición, volví a topetearme con él. Mientras éste llamaba al mesero para comer unos bocadillos ("Sin duda que las Morales trajeron de Guatemala esta receta", comentó) yo veía lleno de gente uno de los corredores de la casa museo. Fue un poco como en los años sesentas donde todo era como un pozo de agua limpia, donde todo mundo se conocía con todo mundo.
En una Arenilla ya escribí algo acerca de Lupita, la hermana de Pepe.
Y ayer me topé con Pepe porque asistimos a un acto en donde su mamá recibió el nombramiento como Delegada de la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos. Fue un acto sencillo pero lleno de una luz de esas que ahora llaman "soft" ("Ahora todo es "light" -comentó Pepe- mientras volvía a llamar al mesero y se servía uno de esos pequeños panecillos preparados por "las Morales"). Una luz de esas que no deslumbra pero que ilumina lo suficiente para saber que doña María Antonieta es un camino digno para recorrer.
Doña María Antonieta, a sus ochenta y tantos años de edad, sigue siendo como un viento de esos que refrescan las estancias sin botar ningún chunche.
Hace varios años leí un libro de doña María Antonieta en donde comparte su experiencia de un viaje a Europa. Ayer me enteré que además de los libros de cuentos infantiles (que ya leí), tiene un libro que desconozco: Un libro donde, de igual manera que lo hizo con el de Europa, comparte su experiencia de un viaje al Oriente. Se me antojó leer el libro, de igual manera que a Pepe se le "antojaron" todos los antojitos que sirvieron junto al vino para celebrar el acto.
Escribí de Lupita en una Arenilla ya hace tiempo. Dije esa vez que la mitad de la escuela "Matías de Córdova" estaba enamorada de ella porque fue una niña muy bonita. A veces, durante los homenajes a la bandera, Lupita participaba en el programa. El maestro Víctor -nuestro Director- la anunciaba y cuando ello sucedía todos nos iluminábamos. Lupita se paraba junto al micrófono, en un extremo del amplio patio siempre azul por el reflejo de este maravilloso cielo, y, mientras con una mano cogía un chal de percal, y con la otra mano movía una canasta de mimbre, cantaba aquella de "la patita va al mercado con rebozo...", y ¡nunca, nunca, don Gabilondo Soler supo que Lupita era para él como Toña La Negra para Agustín Lara: la mejor intérprete!
Y ahora resulta que una hija de Lupita es soprano. No dudo que medio mundo termine enamorado de la artista. El mundo, para la nieta de doña María Antonieta, debe ser algo como una cancha de escuela, como un simple patio a la hora del homenaje.
Me dio mucho gusto que ayer Blanca Margarita, presidenta de la Asociación, le rindiera un homenaje a doña Antonieta. Con este acto Blanca nos recordó a los comitecos que a veces no le damos el valor suficiente a quienes, con rebozo y canasta de mimbre en las manos, nos entregan algo de su luz.
Cuando me despedí, Pepe me dijo, emocionado, que la próxima semana se casa su hijo mayor (tiene algo así como treinta años) y su cara se iluminó cuando vislumbró el porvenir y vaticinó que un día de estos tendrá nietos. Y este nieto, sin duda, será un gajo fuerte de este árbol espléndido, en el que una de las ramas (la mamá de doña María Antonieta) fue pianista. ¡Con razón, con razón, tanto aire por esos cielos!