martes, 8 de agosto de 2023

CARTA A MARIANA, DONDE CUENTO QUE ESTUVE EN IMPORTANTE ACTO INAUGURAL

Querida Mariana: robé esta fotografía. Fue tomada el 30 de septiembre de 1974, en la Ciudad de México. ¿Por qué la robé? Porque es una foto histórica para la educación del país. Esa mañana se inauguró la Unidad Iztapalapa, de la Universidad Autónoma Metropolitana. Pero, acá entre nos, la robé porque (como siempre, perdón) tiene que ver con mi historia personal, porque esa mañana estuve ahí, como alumno de la primera generación de la UAM. Claro, acá entre nos, también debo decir que sólo estuve un trimestre, al término del primer trimestre, en el mes de diciembre, me retaché a Comitán y me puse a estudiar para presentar examen de admisión a la UNAM. ¿Me corrieron de la UAM? No, me corrí. Vos me conocés, soy impulsivo y tonto. Mi tontería me obligó a hacer una acción impulsiva. El detonante fue que en la materia de Física obtuve un 0.7 en el examen. 0.7, ¿lo mirás? Ni siquiera alcancé el uno. No me meto en complicaciones para identificar qué porcentaje resulta obtener 0.7 en una escala de 10, pero si acepto que fui el alumno menos aventajado de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería. Hoy pienso que debí acudir al Departamento Vocacional para solicitar un test que indicara cuáles eran mis aptitudes a fin de elegir una carrera acorde a mis fortalezas intelectuales. No lo hice. Ya te conté que mi tontería e impulsividad me condujeron, en Comitán, en los pasillos de la prepa, a abrir un libro de carreras del Politécnico Nacional y decidir (qué bobo) que estudiaría Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica. ¡Ay, pichito! Acababa de reprobar matemáticas con el maestro Hermilo. Cuando vi que el resultado de mis exámenes había sido nefasto “decidí” regresar a mi Comitán y preparar el examen de admisión a la UNAM. Lo que quiero decir es que la mañana que fue tomada esta fotografía en la UAM estuve presente. Tal vez (no lo sé) soy uno de los que ahí aparecen. Se ven grupos pequeños de personas que platican, pero, también, se ve a dos compas que están solos, como gallinas compradas. Bueno, sin duda, yo estuve como esos amigos, por ahí anduve solo, con una libreta bajo el brazo, esperando que iniciara el acto protocolario de inauguración. Al lado del edificio de Rectoría, que no se ve acá, colocaron un templete donde el Rector General de la UAM: el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez; el Rector de la Unidad Iztapalapa: doctor Alonso Fernández González; y el invitado de lujo, el Rector de la UNAM: doctor Guillermo Soberón Acevedo, declararon inaugurada una etapa fundamental en el proceso educativo universitario del país. Digo que fui de los alumnos fundadores de la UAM, sólo estuve un trimestre, pero mi nombre apareció en la relación de alumnos aceptados. Si voy a la hemeroteca y busco en el periódico Excélsior los resultados del examen de admisión hallaré mi nombre; así como aparecieron los nombres de mis amigos cercanos: Enrique Robles Solís, Miguel Octavio Román Marín (que en paz descanse) y Jorge Antonio Pérez Velasco. Jorge se inscribió en la carrera de arquitectura (tampoco concluyó su licenciatura), Miguel sí concluyó su carrera de ingeniero agrónomo, y Quique también terminó su carrera de abogado. Tenemos entonces un récord de dos Uameros que sí y dos que no. Y a mí me cabe el dudoso honor de sólo haber permanecido un trimestre. Pero como no vivo de mis logros sino de mis experiencias, digo que tuve el honor de haber tenido como maestro al doctor Carlos Graef Hernández, uno de los grandes científicos del país. Que nada pepené de su amplio conocimiento, es como decir que estuve frente al Río Nilo y fue tal el deslumbre que nada tomé de sus aguas. Hallé en el Internet que la UAM lanzó su primera convocatoria el 15 de julio de 1974, en los principales diarios de circulación nacional. ¿Cómo nos enteramos nosotros? La historia es sencilla, Quique, quien estudiaba en Tuxtla, vino a Comitán, nos dijo que él estudiaría en la universidad de reciente creación; como nosotros queríamos estar juntos llegamos a nuestras casas y dijimos que estudiaríamos en la UAM. Nuestros papás, generosos, dijeron que aceptarían nuestros deseos y así viajamos a la Ciudad de México, entregamos nuestros documentos en los módulos, recibimos ficha, presentamos examen de admisión y un día domingo revisamos el periódico y hallamos nuestros nombres. Marcamos los números telefónicos de las casas donde estábamos hospedados y gritamos de alegría, una alegría que, al menos a mí, me duró un trimestre. ¡No! Menos. Pronto me di cuenta que esa carrera universitaria no era lo mismo, pero mi impulsividad y tontería me llevaron a presentar examen de admisión en la UNAM, para ingresar a la misma carrera. ¡Ay, señor! Posdata: robé la foto, porque esa mañana estuve ahí. No todos los días uno es participante del acto inaugural de una institución universitaria tan importante. Ahora conozco a varios amigos que estudiaron en la UAM. Yo los quedo viendo con un orgullo que no digo, pero sé que ellos, más jóvenes que yo, no estuvieron el día en que el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, el gran arquitecto creador de la actual Basílica de Guadalupe, se echó un rollito donde dejó claro la importancia del acto donde fui testigo de honor. Y digo que de los comitecos fui el único, porque a Quique y Jorge les tocó estudiar en la unidad Azcapotzalco y Miguel en la unidad Xochimilco. La inauguración de estas unidades fue posterior. ¡Tzatz Comitán!