viernes, 11 de noviembre de 2011

EL AROMA DE LA CANELA

La lectura no puede ser impuesta. Si alguien me impusiera jugar fútbol no lo permitiría. La lectura debe ser sugerida, como debe ser sugerido el fútbol y las demás actividades. ¿Cómo un niño comienza a jugar fútbol?
DIEZ, la Revista Digital de Comitán, publicó el número cien la semana pasada (puede consultarse en Internet en www.revista10comitan.com). Ese número fue un mínimo homenaje a don Ramiro Ruiz Alfonzo, dueño de la Proveedora Cultural. En esa tienda, los niños comitecos de los años sesenta comprábamos revistas de monitos (que hoy se llaman cómics). En esa tienda también había libros. Cuando entrábamos a mirar los cuentos colocados sobre una mesa larguísima y anchísima, nos topábamos con libros en los estantes. Sigo pensando que don Rami usaba una estrategia al estilo de la librería Shakespeare and Company.
Cuando veo fotos de la librería Shakespeare and Company o veo fotos de los andadores cercanos al Sena, en París, imagino la magia que sucede a la hora que los niños y adolescentes caminan por ahí. Como si fuesen frutos, los libros se desgajan de los árboles. Basta tender la mano para alcanzar un libro.
Así como ahora Wal-Mart nos hace caminar entre camisas, juguetes, películas, devedés y cientos de chunches plásticos para llegar a donde están las verduras que deseamos comprar, así don Rami nos hacía caminar entre bosques llenos de libros para llegar a las revistas de monitos. Tal vez de ahí, a muchos, nos nació el gusto por la lectura. Una tarde, sin presión, alguna portada llamó nuestra atención y tomamos un libro, ¡Dios mío, un libro! Tal vez leímos dos o tres líneas y el encanto de la palabra nos tocó. Y de ahí ¡para el real! ¿Cómo los seres humanos nos enamoramos de otra persona? No sé, esto es materia de enamorados o de expertos, pero imagino que el prodigio sucede cuando caminamos por el bosque y un helecho enreda nuestro deseo y pasión. Los hombres necesitamos ser tocados por los aromas para ser seducidos.
Hoy, los seductores están ausentes. Cuando caminamos por las calles las manos nos ofrecen pelotas, cigarros, condones, entradas para antros, noches de luna y drogas y alcohol, pero no existen las manos que, generosas y desprendidas, ofrezcan la flor de la luz.
Medio mundo ofrece la oscuridad que es la piedra que engendra los gusanos de la violencia. ¿En dónde quedaron los hombres que como mar llegaban hasta nuestras playas con la espuma de la esperanza?
El olor de la canela ya no retoza en nuestras mesas. Los aromas de la palabra sólo navegan en los ríos de Europa, en El Ebro, en El Sena y en El Támesis. El Río Grande de Chiapas sólo lleva basura en tiempo de lluvia y uno que otro lagarto con boca grande que ni lágrimas tiene. ¿Cómo los jóvenes se vuelven adictos al tabaco y al alcohol?
En Comitán, cuando sólo había una biblioteca en el pueblo y el mundo nos injertaba la música de los Beatles y la arena de la sicodelia y del amor y paz, don Rami nos tendía un libro, como tiende el águila el ala al viento. Don Rami, sin que lo supiéramos, nos injertaba aire para los papalotes de nuestro tiempo.
Don Rami nunca impuso algo, porque la lectura, igual que las demás actividades del hombre, no merece imposición sino sugerencia. ¿Cómo algunos hombres se aficionan a mirar el horizonte? ¿Cómo a sembrar renuevos, a bañarse en la luz?