viernes, 25 de noviembre de 2011

YO TAMBIÉN ME LLAMO CHIAPAS


Al bajar del camión que me trasladó de Tuxtla a Comitán, fui a la casa de Manolito. Manolito Alcancía es un niño de trece años que anuncia a viva voz los avisos en el barrio. Él cobra cien pesos por hora. “¿Qué debo avisar?”, preguntó y tomó lápiz y cuaderno. Me senté y, mientras él escribía sobre la mesa del comedor, le dicté: “Alejandro Molinari avisa a todos sus lectores que ya recibió respuesta a la Carta Abierta que dirigió a la Directora de Coneculta Chiapas”. Manolito abrió la mano y dijo: “No es desconfianza, pero si puede pagarme de una vez, lo agradezco”. Le pagué los doscientos pesos de las dos horas contratadas. Él se persignó con el billete y luego entró a la cocina para entregarlo a su mamá.
Mis lectores saben que dirigí una carta a la Licenciada Marvin Lorena Arriaga Córdova donde solicitaba diez minutos para que las autoridades de Coneculta leyeran el inicio de mi novelilla Yo también me llamo Vincent. En caso de que tal texto tuviese el mínimo de calidad solicitaba, atentamente, con el derecho de creador chiapaneco que me asiste, la publicación en papel (mil ejemplares, con portada e interiores decentes). Si en tal lapso de lectura consideraban que la novelilla no reunía la calidad mínima debían botarla al basurero (nunca fuera de éste para no contribuir a la contaminación). Al final de la carta solicitaba, asimismo, una respuesta.
El pasado 14 de noviembre recibí un correo electrónico de parte de la Licenciada Liliana Liévano, Secretaria Particular de la Directora: “En atención a su Carta Abierta publicada en El Heraldo, con fecha 7 de noviembre del presente año, la Licenciada Marvin Lorena Arriaga Córdova, Directora General del Coneculta, le ofrece con gusto una audiencia”.
El oficio de Manolito es pararse a mitad de la cuadra y, con voz fuerte, dar a conocer los avisos que los vecinos del barrio le encargamos. Luego se para en las esquinas y hace, con placer, su labor de vocero. Es un personaje que se ha vuelto muy cercano a todos los vecinos. Si el aviso es de júbilo pone su cara de campo lleno de Sol; cuando el aviso es fúnebre, por ejemplo, su rostro se convierte en ala de zanate.
Nunca solicité una audiencia, pero consideré un honor ir a recibir la respuesta a mi petición en voz de la encargada de la cultura del Estado. Así trepé a mi camión el martes (día de bloqueo magisterial) y, por la carretera antigua de San Cristóbal a Tuxtla, bajé a la capital. Me presenté diez minutos antes de la cita y (cosa que agradezco) todas las personas que me atendieron fueron muy amables. De manera especial, la Directora me concedió un trato con amabilidad y respeto, casi afectuoso, diría yo.
A la hora acordada, entré a la oficina de la Directora y supe que, no sólo me dedicó los famosos diez minutos solicitados, sino que destinó más tiempo, a mi obra y a mi persona. “Me comprometo a publicar tu novela y a subirla a la página del Consejo, en archivo pdf, para que los lectores de todo el mundo la puedan bajar”, dijo.
En esta ocasión la atenta solicitud que hice tuvo respuesta positiva. Al salir del encuentro pensé que se había valorado la obra de un creador, sin influencias ni compadrazgos. Fue un acto donde expuse el derecho que me asiste al ser un escritor que solicitó apoyo de la instancia gubernamental cuya misión fundamental es, precisamente, la de respaldar la creación.
Por lo anterior, llegando a Comitán le encargué a Manolito avisara a mis lectores que, contra la apuesta de varios amigos que dijeron mi petición sería ignorada, tuve respuesta. Alguno de estos días, mi novelilla estará a disposición de los lectores que prefieren esa cercanía con ejemplares que se ponen a la venta en librerías (¡Dios bendiga estos espacios, siempre!) y pueden llevarse de un lado a otro, debajo del brazo.
Dos días después, Manolito tocó en mi puerta. En cuanto abrí dijo: “Dos personas me regañaron, porque no pude decirles cuál era la respuesta. Pero, yo les dije que Usted nada más me había pagado por decir lo que dije. Además, yo no doy información, sólo avisos. Ya enojado, les dije que si querían saber la respuesta que usted recibió pues que leyeran El Heraldo de Chiapas”.
Por eso, ahora, para esas dos personas interesadas, escribo esta Arenilla, donde, con gusto redoblado, digo que Yo también me llamo Chiapas, como Chiapas se llama cada uno de los habitantes de este maravilloso estado.