lunes, 21 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON CINCUENTA AÑOS

Querida Mariana: mis amigos Cecilia y Fernando cumplieron cincuenta años de casados. Siempre que digo o escribo cincuenta años pienso en medio siglo, porque esto me ayuda a dimensionar la rotundez de la fecha. El medio siglo que Ceci y Fer celebraron inició su historia en el siglo XX y continuó en el siglo XXI. Ellos, al lado de hijos y nietos, celebraron la semilla que sembraron hace medio siglo, semilla que hoy está convertida en un árbol inmenso. Cuando digo inmenso árbol no lo hago como mera figura retórica, ¡no! Lo digo como espejo del hogar donde viven: Quinta Cecilia, lugar lleno de árboles, en el barrio Los Sabinos. Ceci y Fer, como si fueran palomos, han hecho un nido lleno de verdes, en tiempos donde el cemento se ha impuesto. Claro, el hormigón es parte de su residencia, pero, el bosque es la esencia dominante, por esto, en su casa las aves vuelan y cantan como Pedro por su casa, porque si a Pedro le dijeron que sobre esa piedra edificarían un templo, ellos han construido un templo para adorar la vida en común con su ya amplia familia. Hace medio siglo, Fer y Ceci dejaron de caminar en sendas paralelas y decidieron seguir una sola ruta y se volvieron amigos y cómplices, no digo que son la pareja perfecta, porque en el mundo no la hay, mis amigos han caminado juntos, en medio de los zarzales de la vida, pero no se han soltado, cuando ha sido necesario el uno ha cogido de la mano al otro uno. Medio siglo después ya se volvieron un sólo uno, rodeados de sus más cercanos, gajos que son renuevos de su árbol. En su casa, islote verde, punto de encuentro para la convivencia, Fer y Ceci tienen una capilla, dedicada a San Isidro Labrador, quien según la tradición es el santo que provee la lluvia y las buenas cosechas. El buen Isidro ha sido generoso con la familia de mis amigos, a medio siglo, el balance es de buena cosecha. Uno de los hijos de La Pilita Seca fue seducido por una hija de Los Sabinos y ella lo sacó de su parcela para crecer en medio del bosque. Fer y yo fuimos compañeros en la primaria de la Matías de Córdova, en los años sesenta. Él vivía en La Pilita Seca y yo en una casa del centro, a media cuadra del parque Benito Juárez. A veces bajaba a su casa, para hacer algún trabajo escolar o para jugar; a veces él subía a mi casa para lo mismo. Digo esto porque nuestra amistad también nació en el siglo XX y sigue incólume en el XXI, por eso, celebro el medio siglo de matrimonio con Ceci. Su árbol es inmenso, generoso; no sé si escribir que son una pareja con dones o escribir que son una pareja de sones, ya que la música ha sido la argamasa que ha unido a la familia. Ceci, gran declamadora, y Fer, amante de la guitarra y el canto, bordaron un telar donde los hijos y nietos son la combinación tonal perfecta. Posdata: cumplieron medio siglo. Ya no completarán el siglo, porque el tiempo es severo, pero estoy seguro que los años que les restan los vivirán como si San Isidro lloviera alegrías y bendiciones infinitas. ¡Tzatz Comitán!