jueves, 13 de enero de 2011

DOBLEZ DE PAPEL



Isabel cree, en verdad, que ¡el tiempo vuela! Una noche, tomando café en el patio de la casa, oyó a su abuelo decirlo. Como el abuelo tardó más en decirlo que en pararse, despedirse y salir, Isabel se convenció de la certeza del dicho. Sí, pensó, el tiempo vuela. Desde entonces Isabel está convencida que el tiempo es una especie de globo aerostático (panzón, liviano y frágil) o una especie de colibrí (fugaz, embelequero e imprevisible). Cuando don Armando de la Corcuera se enteró del pensamiento de Isabel dijo a sus alumnos del cuarto semestre de Filosofía que el tiempo era liviano, frágil, fugaz e imprevisible. Los alumnos apuntaron las categorías del tiempo en su libreta y las aprendieron de memoria para aprobar el curso.
¡Pobres!, pensó Isabel cuando se enteró. Pobres, desde el maestro que omitió lo panzón y embelequero del tiempo, hasta los alumnos que creyeron que el tiempo es una sustancia definible como sí lo es la eternidad, por ejemplo.
Si alguien dice que la eternidad es lo infinito puede irse tranquilamente a su casa, prender el televisor y pasar de uno a otro canal hasta hallar una película de Pedro Infante o de Irma Dorantes. Pero tratar de definir al tiempo es, perdón, ¡perder el tiempo!
Isabel piensa que si algún científico, admirador de Einstein, quiere alcanzar una definición más o menos digna del tiempo tendría que pensar en lo panzón y en lo embelequero. ¡Ah, si lo sabré yo!, dijo la abuela cuando su nieta le confió su pensamiento. ¡Claro que es embelequero el tiempo, hijita, con su carita adobada nos engaña y cuando venimos a ver, ya se pasó la vida!
Además, piensa Isabel, el tiempo es panzón ¡porque se harta! El hartazgo es el pie derecho del tiempo.
¡Pobre don Armando, viejo tonto! ¡Pobres sus alumnos! Pobres de aquéllos que se atreven a definir lo indefinible. Se sabe que el tiempo, como tal, es un invento del hombre, porque el tiempo es parte de la eternidad y ésta no se puede fraccionar. Así que quien trata de definir al tiempo está dándole categoría de Todo a una parte.
¿El tiempo vuela? Claro que sí, como todas las cosas de este mundo. Nadie se sorprende cuando un ángel nos pasa rozando por la cara o cuando un helicóptero hace giros sobre el techo de la casa; nadie se sorprende cuando una mosca está jode y jode alrededor del plato con frijol y crema; nadie dice algo cuando, gracias al truhán, el carro desaparece en la calle donde lo dejamos estacionado. ¡Voló, mi jefe!, dice el estúpido encargado de la seguridad del vecindario. Y entonces nos quejamos con el Director de Vialidad y manda a volar al empleado inepto y cuando al Director de Vialidad le llevamos una botella de comiteco para agradecer su atingencia al recuperar el auto robado nos enteramos que a él, también, ¡ya lo volaron! Lo volaron porque el nuevo presidente municipal colocó a un compadre en el puesto. El Presidente municipal también volará en el 2012 y así todo en la vida. ¡Todo es un simple vuelo!
¡Todo vuela! Pregunten si no a la mayoría de alcaldes chiapanecos que recién dejaron sus cargos, pregúntenles si no es cierto que el dinero del erario ¡vuela!
Isabel está convencida de que el tiempo ¡vuela! Y que el tiempo es una especie de sonrisa de niño: semilla de luz y complicidad para jugar a las escondidas.