miércoles, 19 de enero de 2011

POR LOS QUE SUBEN HACIA ABAJO



Eusebio me dijo: “Te invito un café”. Me paró a media calle. No, le dije, llevo prisa. Por favor, insistió, apretando mi brazo. Nos subimos a la banqueta. “Te quiero contar un sueño que tuve”, dijo. Al decirlo sudaba y su voz tenía una premura como de fin de mundo. Los carros también pasaban como si el mundo se fuera a acabar un minuto después.
Hay personas que no recuerdan sus sueños y hay otras que los recuerdan con lujo de detalles. Los primeros juran que no sueñan, que nunca lo han hecho. ¡Pobres hombres, no hay peor castigo en la vida que estar impedido a soñar!
Dentro de la plaga de soñadores, la peor es la de quienes deben contar sus sueños nomás despiertan. Alguien, en algún momento, les dijo que si no los cuentan ¡sus sueños negativos pueden hacerse realidad! Por esto ahí los vemos, aún con el pijama puesto, llamando a la tía por teléfono para preguntar cómo está porque la soñaron llorando en medio de una selva llena de neblina. ¡Claro, la otra plaga nefasta es la de quienes buscan de inmediato el significado de los sueños! ¿Qué significa haber soñado con dinosaurios bailando a mitad de la sala?
¿Y dónde dejamos a la plaga de los que tienen sueños recurrentes? Eusebio pertenece a esta plaga. Siempre sueña el mismo sueño. Camina por un parque lleno de arbustos y flores alrededor de un lago. La gente juega con sus mascotas o está acostada en el césped leyendo y escuchando música. Algo lo hace acercarse a la orilla del lago y ver hacia el agua donde un pez le dice: “Ven, ven”. Eusebio dice que es una voz seductora, él se revuelca en su cama, en intento de resistir al llamado del pez que, moviendo un dedito, insiste. “Ven, ven, ven”, dice el pez hablante y Eusebio, derrotado, mete un pie en el agua y, de inmediato, aparece una escalera. Baja, baja. Eusebio siente una asfixia porque no puede evitar pensar que baja a la profundidad del lago en medio de la inmensa burbuja de agua. Eusebio sigue bajando. Sus piernas le duelen, pero él sigue bajando hasta que se da cuenta que la escalera es como esas que dibujaba el fantástico Escher. Mientras más baja más sube. Siempre llega al mismo punto en donde está el pez que, con el dedito en movimiento, le dice: “Ven, ven, ven”. Eusebio, ¡ahora sí!, desea ir hacia donde el pez para descansar, pero sus pies lo obligan a continuar subiendo y bajando por la escalera. Cuando, después de mil vueltas, Eusebio despierta tiene un agobiante dolor de piernas. Él jura que los “camotes” de sus piernas han crecido como los de un levantador de pesas o como un corredor de maratón. Han crecido tanto que don Alfonso le ha sugerido inscribirse en pruebas de carrera larga.
La mamá de Eusebio compró un libro de significados de sueños y le dijo que la escalera significa que pronto tendrá un ascenso en su trabajo y que conseguirá sus deseos; por el contrario, su tía Vita cuenta que su abuela le decía que soñar escaleras significa falta de apoyo y que mientras no pueda valerse por sí mismo no logrará algo en la vida.
Ayer, Eusebio me quería contar que le hizo caso a Gutiérrez, quien le sugirió “matar” al pez jodón. Una mañana antes fue a la Presa La Angostura y pidió una mojarra frita. Al momento en que le sirvieron la mojarra, él, con sus dedos, la desmenuzó. La carnaza la dio a los perros que rondaban la palapa y el esqueleto lo colgó en la rama de un árbol.
Cuando llegó la noche Eusebio se acostó con cierta esperanza. Al asomar el sueño, la imagen recurrente del parque y del lago apareció, pero cuando se acercó a la orilla del lago, ¡maravillado!, vio que el pez ya no estaba. Respiró hondo, dio media vuelta y siguió caminando por el sendero lleno de flores y de luz. Dentro de su sueño dio gracias a Dios, pero, como en chiste bobo, cuando estaba a punto de creer que el prodigio se había realizado, la muchacha más bella del mundo apareció y, moviendo un dedito, le dijo: “Ven, ven, ven”.
Esto fue lo que Eusebio me quiso contar, pero yo llevaba prisa y no pude escucharlo. Por fortuna, no tengo sueños recurrentes. A veces, como a medio mundo, me asalta alguna pesadilla, pero al despertar muevo mis manos frente a mi cara para espantar esos fantasmas. A veces, sobre el suelo quedan algunos residuos de esas pesadillas: manchas de lodo o de sangre o algún pez que salta y salta ante la asfixia por la ausencia de agua.