viernes, 21 de enero de 2011

LAS SIGLAS DEL SIGLO



A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como abreviaturas y mujeres que son como siglas.
La mujer sigla corresponde a este siglo. Proviene de la estirpe de gente acostumbrada a usar la “Ley del menor esfuerzo”, por esto es mujer de pocas palabras. Es racista y sofisticada pues siempre presume su árbol genealógico ya que es nieta de la KGB y sobrina en segundo grado del FBI y de la CIA.
El tiempo no la inquieta pues su tiempo está emparentado con los sillones de cuero y con las hamacas tejidas con cáñamo. No acostumbra celebrar su cumpleaños; en compensación perversa le gusta que sus letras aparezcan en las marquesinas de los edificios más importantes del mundo: el de la ONU, por ejemplo.
El hombre que se atreve a enamorar a una mujer sigla debe tener mucho cuidado en hacer algo incorrecto, porque ella de inmediato se queja con su abuelo ONG y éste, a su vez, puede ir con el chisme a las oficinas lúgubres de su primo PGR o de su hermana SAT. Por ello se dice que un amante de este tipo de mujer es alguien que está acostumbrado al maltrato y al sadismo.
Pero, por si algún lector de esta Arenilla insiste en seducir a una mujer sigla, es justo decir que su origen fue UNAM y estuvo lejos de ser una chica ITESM.
La leyenda cuenta que la mujer sigla era una mujer bellísima, de corazón amaranto. Una tarde ingrata fue raptada por un viejo avaro, quien le robó su nombre y la refundió en un cuarto. La mujer sobrevivió gracias a que un canario le metía alpiste por debajo de la puerta. Cuando el avaro murió, los sobrinos tomaron posesión de la casona y encontraron a la mujer. La misma leyenda sigue contando que la piel de la mujer estaba translúcida como una hoja seca y sus ojos eran dos faros apagados. Los cuidados y atenciones de uno de los sobrinos permitieron que la mujer recuperara su luz. La gente del pueblo se maravilló con la belleza de su cabellera de mar al atardecer y su mirada de otoño. Fue conocida como la sin nombre, porque cuando su benefactor quiso bautizarla ella se rebeló. “Deseo recuperar mi nombre”, dijo. Meses después preparó su maleta y comenzó a recorrer todo el reino en busca de su origen. Después de cuatro años regresó al pueblo, llevando entre las manos las piedritas que había logrado pepenar: las iniciales de sus nombres y de sus apellidos y con ellas construyó su identidad: NASA. Nunca se supo cuál fue su nombre original, pero ella fue feliz con su nombre, hasta que (nunca falta el jodón del grupo) corrió el rumor de que ese no era un nombre de mujer sino las siglas de la National Aeronautics and Space Administration; entonces la mujer fue conocida como “La Sputnik” y de esto sólo hubo un paso para designarla como “La lunática”. El pueblo entero se burló de ella hasta que intervino el hada IBM. Ella contó la tragedia de NASA a su primo IMER y éste lanzó un SOS dirigido a la OEA que habló a TELMEX exigiendo que la SEP cancelara la beca que el jodón gozaba en CU. Al final el jodón fue expatriado y su queja ante PROFECO no fue aceptada en COMAR.
Así fue como la mujer sigla recuperó la dignidad de su nombre.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como casco de fútbol americano y mujeres que son como rodillera de fútbol soccer.