lunes, 4 de abril de 2011

CARTA ABIERTA AL HOMBRE MÁS RICO DEL MUNDO



¿Cómo tratar al hombre más rico del mundo? ¿Don Charlie, por aquello de que un nombre extranjero da más caché? El tío Eugenio recomendaba: “Al poderoso y al humilde tratalos por igual, pues ambos provienen del mismo animal racional”, así que, siguiendo dicho precepto, en seguida, cada vez que se diga don Carlos se tratará de Carlos Slim (tratarlo de tú o de vos ¡sí ya sería una exageración!).
Don Carlos, sé que anda Usted metido en pleitos con Televisa y con Teveazteca. Es un poco como esos maravillosos capítulos de los cómics donde los Súper Poderosos se enfrentan entre sí. No tendría que estar a favor de alguien de los dos contendientes porque no acostumbro apostar ni soy aficionado a las luchas o peleas de box, pero sí debo confesarle que entre aquéllos y Usted ¡su esquina me es menos desagradable! Creo -de veras así lo pienso- que sus empresas hacen menos daño a la patria que las dos empresas de televisión abierta.
Muchos, don Carlos, lo acusan de que Usted también es un perverso. Constantemente recibo correos electrónicos donde explican, paso a paso, cómo sus empresas de comunicación telefónica nos birlan bilimbiques a los mexicanos honestos con tarifas altas y con redondeos por centavos (¡por esto, aseguran, Usted se embolsa millones de dólares en forma brutal!). Pero, he de decirle que hasta en las altas esferas de la perversión ¡hay clases! Y como que Usted tiene más clase que sus contendientes. Usted no lucra con el sentimiento como sí lo hacen los otros (basta ver lo que hacen con nuestro corazón teletonero cada vez que emplean el dinero de los mexicanos para deducir sus impuestos); usted no maleduca al pueblo con esos programas televisivos especialmente hechos para retrasados mentales.
Por esto, don Carlos, tengo la ligera esperanza de que cuando logre la concesión para un canal abierto de televisión se erija en un adalid del arte y de la alta cultura. ¿Imagina don Carlos que Usted empleara la paga que nos birla a todos los mexicanos para que nos la regresara traducida en arte, así como ahora hace con el Museo Soumaya, dedicado en memoria permanente de su esposa? Pero, bueno, esto será cuando Usted logre la concesión. Mientras tanto, le sugiero que emprenda una gran campaña de mecenazgo en toda la república. Ahora que ya segó la publicidad a las grandes empresas televisivas (motivo por el que ahora le echan más lodo del que produce un tsunami), ¿por qué no reparte esa publicidad a todas las revistas relacionadas con la pintura, el grabado, la literatura, el cine y demás chunches intelectuales? ¿Por qué no emprende una gran campaña para el fomento de la lectura con la impresión de miles y miles de libros que se obsequien por todas las plazas de México? ¡Miles y miles de artistas cumpliendo su sueño a través de su mecenazgo! ¿Por qué no le da en la torre a esas propuestas absurdas de que los Ninis (los que ni estudian ni trabajan) se enlisten en el ejército o no tengan otro camino que el de la delincuencia? ¿No le parece la idea de transformar al país gracias a la paga que Usted tiene? ¡Pero en serio! ¡No con migajas como eso de “Iniciativa México”!
¿Qué va después de ser el hombre más rico del mundo? ¡No hay más, don Carlos! Lo digno es destinar toda esa paga brutal en allanar el camino de este país para hacerlo más justo. Una vez Usted dijo que “tener un país de pobres no era un buen negocio”. ¡Claro que no! ¿Qué tal que se decide a hacer de este país un país de ricos en todos los campos del arte? ¿Imagina un México sin Ninis? ¿Un país donde sus jóvenes caminen, orgullosos, por las plazas debajo de los cielos más altos?
¡No se meta a pelear con los de las televisoras abiertas! Mejor deles una bofetada con guante blanco y genere un país donde todo México sea Telcel; es decir “Territorio libre de cerebros libres”. Ahí se lo dejo de tarea. Creo que Usted, de veras lo creo, está destinado para cosas más altas y supremas. ¿Qué le cuesta? ¡Nada! Sería como quitarle un pelo a un osito de peluche o una pluma a un tecolote. Sí, la mera verdad, me cae Usted menos mal que los otros compas perversos. ¡No me decepcione! Le mando un abrazo.