lunes, 11 de abril de 2011

LOS CAMINOS DEL SEÑOR



El señor llegó a su casa, haciendo tijeras con sus piernas, porque su vejiga lo apuraba. Entró al baño y, segundos después, respiró aliviado. Al lavarse las manos notó un caminito de hormigas sobre la pared. El camino salía del grifo derecho y se perdía en lo alto, en la unión de la pared con el techo. El tráfico era intenso, las hormigas eran minúsculas e iban de un lado hacia otro en direcciones contrarias como alocados puntos sobre una autopista, sin chocar.
Las hormigas del campo son grandes y no esconden su oficio; como empleados de limpia, siempre llevan casacas verdes fluorescentes que funcionan como señales preventivas. Las hormigas de casa, por el contrario, siempre aceptan el diminutivo de hormiguitas y nunca se sabe bien a bien qué llevan de un lado hacia otro.
La lógica indicaba que el camino tenía su principio detrás del lavabo y las hormiguitas llevaban algo hacia el techo.
El señor dejó de ver el camino, se secó las manos y fue a la sala. Todavía lo alcanzó un último pensamiento antes de cerrar la puerta del baño: si fueran babosas, quedaría un camino lleno de baba.
Los caminos que hacen las hormigas, por lo regular, no dejan trilla. Al día siguiente es imposible determinar por dónde circularon, pero en este caso no ocurrió así. Al día siguiente, el señor apagó el despertador, de un manotazo, se desperezó y fue directo al baño a desocupar la vejiga. Cuando se paró frente al lavabo descubrió que el camino de las hormiguitas ¡estaba marcado con claridad sobre la pared! Las hormiguitas ya no estaban, sólo la grieta que habían dejado. ¡Porque era una grieta el camino sinuoso por donde el día anterior habían transitado! El señor, como Tomás, metió el dedo en la grieta para creer lo que sus ojos veían. Como si las hormiguitas hubiesen sido máquinas excavadoras habían hecho una grieta de cierta profundidad. A mitad de la pared había un resquicio por donde se colaba un rayo de luz del patio vecino. ¡Las hormiguitas se habían aplicado en ese espacio e hicieron un túnel! El señor se inquietó porque nunca pensó ser testigo de cosa semejante. Abrió el botiquín y regó el veneno que usaba en el jardín, alrededor del lavabo.
Antes de dormir entró al baño a revisar. Había cierto indicio de que las hormiguitas alcanzaron a comer el veneno porque el montón semejaba un pequeño volcán. El hombre se lavó las manos, los dientes y fue a su cuarto dispuesto a dormir. Se quitó las pantuflas, hizo a un lado las sábanas, rezó y apagó la luz. Oyó, entre sueños, un ruido que le pareció semejante al de los autos circulando en una autopista, pero no le dio mayor importancia.
Al día siguiente, todo el pueblo de Comitán se conmocionó ante la noticia de que parte de la casa del señor se había hundido. Justo en el lugar donde estaba su recámara se había abierto una enorme grieta que tragó el ropero, el buró y la cama. Dos días después, un grupo de espeleólogos halló el cadáver del señor, a una profundidad de cuarenta y dos metros.
Los científicos atribuyeron la grieta a esos desplazamientos de placas tectónicas que, de vez en vez, ocurren en la región chiapaneca.
Las hormigas del campo son honestas porque siempre se sabe que llevan hojas verdes a su guarida. ¿Qué llevan las hormiguitas de casa? ¿Pedacitos de concreto, de ladrillo? ¿Son constructoras de ciudades subterráneas o aéreas?