jueves, 14 de abril de 2011

LOS INEXISTENTES


Con un abrazo para Roberto Álvarez, porque,
gracias a Dios, ¡existe!


Nada ocurre en sábado. Tal vez porque todo ocurre de lunes a viernes. El día que platique con Dios le preguntaré qué tan cierto es eso de que descansó el séptimo día (a veces creo que Dios hizo el universo de un solo jalón y, no sé por qué, pienso que fue el día que los terrícolas llamamos sábado y que en otros lugares del universo le llaman Zeg).
El sábado pasado, Paty y yo, fuimos al teatro a presenciar la actuación del grupo “Indra Swara”, un grupo maravilloso de músicos mexicanos que interpreta música de Indonesia (para acelerar la emoción diré que Esteban González Alfonzo, director del grupo, es nieto de Esteban Alfonzo, un artista, orgullo de Comitán). En el teatro encontramos a Roberto, melómano y amante de todo lo que huele y sabe a arte. Con Roberto coincidimos en pocas ocasiones. Debe ser porque de lunes a viernes él y yo andamos metidos en el ajo de nuestras correspondientes chambas.
Cuando terminó el maravilloso espectáculo fuimos al parque y Roberto insistió en tomarnos una foto a Paty y a mí. Dijo que esa foto debería ser portada de DIEZ, la Revista Digital que dirijo. Nosotros soltamos nuestro cuerpo y nos pusimos donde Roberto nos indicó; dijo que el templo de Santo Domingo debía quedar como fondo (ahora que lo escribo pienso que siempre es así: los retratados aparecen en primer plano. Tal vez, algún día, haga un portafolio con fotografías donde los retratados aparezcan de fondo, sólo para comprobar que, como dijo el sabio: “El fondo también es forma”).
Y como nada ocurre en sábado, nos despedimos de Roberto; fuimos a la casa. Mientras ella preparaba café, prendí la computadora y entré a mi correo. ¡En medio de mensajes de mis afectos, dos correos enviados por lectores de estas Arenillas! (no sé dónde ellos viven). El primer lector me preguntaba si, en realidad, “El foquito” existe (“El Foquito” es una cenaduría donde preparan los mejores panes compuestos, chalupas y huesos, de esta región). El mensaje del otro lector iba en el mismo sentido: ¿existen, pero de veras existen, la Mariana y la Paty que menciono, de vez en vez, en mis textillos? ¡Dios mío! A veces yo también me pregunto dónde queda esa línea que separa la ficción de la realidad. El otro día, el maestro Jorge casi casi exigió que le mostrara la estampa del Corazón de Jesús que siempre llevo en la bolsa de mi camisa. Estuve a punto de desabotonarme la camisa y decirle que el corazón de Jesús lo llevo en el interior de mi corazón y ni modos de hacerle al sacerdote azteca para exponer mi corazón como prueba irrenunciable de sacrificio.
Paty me llevó un té de limón y le dije que un lector dudaba de su existencia (este dos mil once, ella y yo cumplimos treinta años de conocernos y veintinueve de vivir juntos). En esas estábamos cuando en la bandeja de entrada apareció un correo de Roberto, ¡nos enviaba la foto tomada una hora antes! Entonces fue Paty quien aprovechó para reclamar. Dijo algo más o menos así: si tus lectores dudan de mi existencia es porque nunca publicás fotos mías. Y el reclamo derivó en que publico fotos de otros afectos y que sólo en una ocasión a ella le dediqué un cuento y que el cuento hablaba de una mujer loca y que…
Así que para matar dos pájaros de un solo texto, publico acá la foto donde queda demostrado que Paty existe y que yo también existo (ahora sólo falta que duden de la existencia de Roberto, pero él es el fotógrafo). ¡Dios mío, ahora tendré que tomar fotos de piedras y nubes porque a veces dudo de su existencia, porque las nubes desaparecen en mis propios ojos y, de vez en vez, lo mismo ocurre con las piedras!
Soy un convencido de que los sábados son días planos, casi casi inexistentes. Por esto, en sábado no ocurre nada, si acaso ¡la creación del universo!