lunes, 16 de mayo de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL ESPEJO ES FIEL




Querida Mariana: el cristal del agua es como la piedra de nuestra conciencia. ¿Recordás cuando en Tuxtla, en un Encuentro Nacional de Poesía, María Eugenia Díaz De la Cruz me dijo que le gustaría saber quién es Mariana? Pues resulta que ahora en el Festival Internacional Rosario Castellanos volví a toparme con María Eugenia y lo primero que dijo cuando me vio fue: “Soy fiel lectora de tus Arenillas. En casa tenemos suscripción de El Heraldo de Chiapas”. Ella sigue con la duda de quién sos vos. ¿Qué le podía decir? ¡Nada! Sin quererlo te has convertido en una mujer deseada (en el mejor sentido de la palabra). Tal vez ella quiere conocerte para reconocerse. Los hombres siempre estamos en búsqueda de nuestro rostro en el rostro de los otros. ¿Cómo saber que existimos si sólo podemos tocarnos? En la literatura y en la vida real hay muchísimos ejemplos de aquéllos que se ahogaron en el lago en intento de tocar la luna reflejada; asimismo hay ejemplos de quienes, en intento de “tocar” su imagen, también se perdieron en la profundidad del agua. Así somos los seres humanos, ¿qué querés? Los gurús nos explican que nuestro verdadero rostro está en la transparencia del aire, pero como somos incapaces de vernos ahí, por eso buscamos con ahínco el cristal común del espejo.
Hace muchos años le hice una Arenilla a don Antonio García, un modesto bolero (no sé si aún vive). Cuando le hice la entrevista acusaba una pérdida gradual de visión en un ojo. Una de las preguntas fue: ¿Por qué nos quedamos ciegos cuando vemos directamente al sol? Él, cerró los ojos, y respondió de inmediato: “Ah, porque el sol es como la uña de Dios”. ¿Mirás qué prodigio de respuesta? Desde entonces pienso en el universo que nos circunda como el polvo del traje que envuelve a Dios.
Mi querida María Eugenia, un poco al estilo de Santo Tomás, quiere tenerte a su diestra para verse en el espejo. ¿Te quiere conocer? Pues que nos dé su dirección electrónica para que le enviemos una foto donde estemos vos y yo (y tu perrito “tenemeacá”). O mejor le pidamos a ella que cierre los ojos y te piense como si fueras una piedra con corazón o un árbol de mil nubes verdes.
La foto será suficiente. Nunca he visto en persona a Bono o a Carlos Slim, pero las fotos son la prueba de su existencia. Nunca me pregunto quién es Bono (vocalista de U2) o quién es Slim (el hombre más rico del mundo). Así, María Eugenia, cuando te mire, sabrá que Mariana es “el aire de las Arenillas”, casi casi como si dijéramos la artista consentida de Woody Allen o la muchacha bonita de Julio Cortázar.
Pd. En lo íntimo me da mucho gusto cuando María Eugenia te menciona cada vez que nos vemos. Antes de que hablara acerca del aroma del cielo comiteco o del color del aire, ¡me habló de vos! Sabe que vos te has convertido en el árbol más alto de mi patio, en el ladrillo donde me paro para ver el cielo.
¡Soy un consentido de Dios al saber que vos sos como mi espejo, como la luna reflejada desde la azotea! Vos sos el grito envuelto en albahaca, el más íntimo deseo. ¡Que el hilo de Dios sea siempre tu cuerda! ¡Que Él sea tu Everest, tu piolet, tu pie congelado, tu corazón de brasa, tu garganta titubeante, tu bitácora, la piedra de tu agua! Que Dios y no otro chunche ¡sea el espejo de tu espejo!