lunes, 2 de mayo de 2011

EL “MAL” DE REYLI



Morgan insistía en que tomara una cerveza. No, Morgan, no, ya no bebo alcohol, dije. ¡Una, una, como si fuera tu primera vez, viejo! Pidió dos, colocó una botella delante de mí y dijo: A ver si resistís la tentación. Resistí la tentación y cuando él acabó su cerveza tomó la mía y dijo: ¡Va, por los que nunca se atreven a vivir!
Morgan escribe, tiene cuatro libros de cuentos inéditos y dos poemarios (sí, sí, también inéditos) y lo más simpático es que dice tener “dos novelas completitas… en la cabeza. Nada más están en espera de que las escriba”.
Cuando pidió otras dos cervezas, emocionado por el disco de marimba que oíamos, dijo: “Estoy procurando que me dé el mal de Reyli”. Coloqué mis codos sobre la mesa y me acerqué sabiendo que haría una declaración importante. “El Reyli hizo un dueto con Bosé y otro con Miguel Ríos. ¿Sabés lo que es hacer un dueto con Miguel Ríos?”. Asentí, sin saber bien a bien qué es hacer un dueto con Ríos o con lagos o con mares, pero intuí el privilegio del cantante chiapaneco al cantar al lado del creador de esa maravillosa canción que se llama “Santa Lucía”. ¡Claro, a eso me refiero!, dijo y explicó.
Cuando comenzó a decirlo estuve a punto de tomar un sorbo de cerveza para mitigar el buche de risa porque se me hizo una idea alocada, pero luego la fui consintiendo. Era, en efecto, una idea loca, pero ¡una gran locura! Se trata de trasladar el “mal” de Reyli a la literatura. Morgan dice que ya comenzó a buscar las direcciones de Gustavo Ruiz Pascasio, Efraín Bartolomé, Eraclio Zepeda, Arcadio Acevedo, Roberto Rico, Jesús Morales Bermúdez, Marirrós Bonifaz, Óscar Wong, Yolanda Gómez Fuentes y Carlos Gutiérrez Alfonzo, para invitarlos a hacer un libro con “duetos”. Dice que la idea le brotó desde hace mucho tiempo y comenzó a ver la posibilidad de hacerlo. Habló con Jaime Sabines, con Quincho Vásquez y con Enoch Cancino Casahonda: “todos me dijeron que sí, que con mucho gusto, pero yo, de pendejo, por andar buscando el apoyo del Óscar Oliva -que en ese tiempo era el director de Coneculta- perdí la oportunidad. El Oliva no me ayudó, tal vez celoso porque a él no lo invité. Cuando me decidí a hacer una edición de autor ¡ya se habían muerto!”
Pero, dije. Nada de peros, Alejandro, dijo él, ya sé qué me vas a decir. No, ¡naranjas de Chicomuselo! Es posible, ¡claro que es posible! Con don Jaime, incluso, habíamos echado al volado quién escribía el primer verso, ¡él me ganó! Don Enoch, ya mirás que era muy decente, me dijo: “Mirá Morguita, así me decía, vos escribí tu poema completo y dejame los renglones intermedios para que yo los vaya rellenando”, ¿mirás qué decencia?
Me quedé callado. Ya se había refinado la octava cerveza y andaba pidiendo las camineras. Los envases de las botellas vacías ocupaban buena parte de un extremo de la mesa y yo había colocado mis manos sobre mis rodillas y seguía, ¡maravillado!, oyendo esa locura.
Una vez, con un afecto, escribí un soneto (¡pucha!) al alimón, como un mero juego. Luego resultó que hicieron una antología de poesía comiteca y ¡apareció publicado el famoso sonetito! Mi afecto me escribió y me dijo que, a la vuelta de los años, se le había hecho muy menor el textillo. ¿Y luego, qué esperaba? ¡Todo había sido un juego! Mi compa Morga lo mira así, pero no sé qué vaya a decir Efraín Bartolomé, por ejemplo, cuando se le aparezca el Morguita y le diga: Don Efra, ¿nos echamos un dueto poético? Capaz que don Efra oye “duelo poético” y al Morgan le avienta un Ojo de Jaguar para que se lo trague completo.