miércoles, 18 de mayo de 2011

ORACIÓN PARA DESPUÉS DE CLASE


Para Paty, con el deseo de que encuentre
el camino más propicio para sus sueños.



Dora Patricia crece en Cajcam, una comunidad modesta cercana a Comitán, alejada de segundos pisos. Cajcam es un lugar de cielos claros, de aire limpio, donde los pájaros vuelan como si el vuelo fuese el acto más sencillo. Por esto Paty sabe que el suelo más cercano a la piedra del corazón es el de la tierra, el del trigo, el del maíz, el del árbol de durazno y el de la planta de malva. ¡No hay más piso que el de la huella de nuestro pie!
Paty, estudiante del sexto semestre de bachillerato, me pidió el otro día un consejo acerca de su vocación. De todas las profesiones, ella ya ha descartado muchas, pero aún persisten dos o tres que son como diabólica encrucijada. ¿Qué estudio?, me pregunta, como si yo tuviese el “vocaciómetro” en la punta de mis dedos.
Paty crece en medio de esa palabra que se pronuncia como hilo de agua: ¡Caj – cam! La jota demanda, más que sugiere, una pausa. Esa palabra no puede pronunciarse como si fuese una piedra en alud, ¡no! La jota debe alargarse como se alarga el viento para completar la palabra: ¡Caj – cam! La boca debe abrirse como si fuera el corazón del desorientado en busca del hilo de Ariadna.
¿Qué estudio?, me pregunta y yo pongo mi cara de grieta a medianoche. Las grietas sólo sirven para cuando hay luz, para cuando el sol juega a meterse por los huecos. ¿De qué sirve una grieta en medio de la oscuridad? ¿Qué se cuela por ella? Paty ahora tiene el sentimiento de la grieta y anhela el rayo de luz que camine a través de ella.
¿Qué estudio?, demanda. ¿Qué puedo decir? ¡Nada!
¿Por qué no juega a pronunciar la palabra que es como su casa: ¡Caj – cam!, y, en medio de la pausa, invoca el corazón de la piedra?
¿Por qué no, por un instante, sólo en esa elongación de la jota, se convierte en piedra? ¿En piedra de monte, en piedra bola de río, en la que duerme a la entrada del pueblo?
Las piedras no tienen necesidad de definir su vocación. Alguien, en algún momento, las puso en el lecho del río, en lo alto de la montaña, en la tierra o en algún otro planeta. Y es la mano del hombre la que modifica su destino. Alguien, en algún momento, las vuelve materia de cimiento o pieza esculpida de museo.
¿Por qué no -le digo a Paty- jugás a que sos piedra y mirás qué le va más a tu forma, a tu esencia? ¿Por qué no mirás en tu interior? ¡Hacete una grieta, pequeña, muy pequeña, y mirá en tu corazón de piedra! Si tu corazón está hecho de una materia dura y rugosa dejá de jugar y preguntá ¿qué estudio?, al hombre que pasa por la calle. Pero, si tu corazón de piedra está hecho de agua limpia, de árboles, de nubes y de palabras, entonces dejá que sea la mano de Dios la que te saque del lecho del río y te coloque en medio del aire.
Pronunciá ¡Caj – cam!, como si esta nube fuese la primera lluvia, como el primer rayo que incendia la oscuridad del cielo, como el primer trueno que bendice el silencio.
¡Piedra de Cajcam! Ruega por nuestros cielos. ¡Árbol de Cajcam! Bendice nuestros suelos. ¡Flama de Cajcam! Llueve nuestros anhelos.
¿Qué más podía decirle a Paty? ¿Qué decirle a los miles y miles de muchachos que ahora, igual que ella, buscan definir su vocación? ¿Qué decir ante esa interrogante que decide entre una vida plena y una vida miserable por elegir no el sueño sino la imposición de una carrera que “deje” dinero? ¿Qué decir? ¡Nada! Salvo pronunciar una palabra como luz para el corazón y el entendimiento. ¡Una palabra que los ubique lejos de segundos pisos y les hinque en el más sublime de los suelos: el que sostiene el paso del hombre!