viernes, 10 de junio de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO UN CHUNCHE SE DESHILA



Querida Mariana, Marco Antonio Besares me entrevistó. La primera pregunta fue: ¿Por qué librincillo?, a propósito del libro “Conjuros”, que editó Coneculta-Chiapas. Me gusta la palabra “librincillo”, así como me gusta la palabra “almohada”. Pero, a la hora de estar con Marco Antonio, no me conformé con decir lo que ahora te digo, ¡no! Ya mirás que soy abusivo, por naturaleza, y cuando me invitan a entrar a una sala o cocina, luego luego quiero entrar a mirar cómo es el traspatio de la casa. Así que no dije simplemente que librincillo es una forma afectuosa de tratar al libro, de decir que si Cervantes o Shakespeare o Balzac escribieron libros existen otros que escriben librincillos. Así como hay mares, el Índico o el Pacífico, y hay lagunas, como la de Miramar o la de Agua Tinta, también existen charcos donde los “mulututes” retozan a su antojo y donde los pies de los hombres encuentran cómo quitarse el lodo de sus pies. ¡Hay grandes buches de agua y hay medios vasos, pero todas son aguas del cielo que bendicen la vida!
Pude decir esto, pero no me conformé con adoptar el dicho de que en boca cerrada no entran moscas. No podía cerrar la boca, porque, precisamente, a esa hora, mi oficio era abrirla para decir palabras y aventé palabras como si el juego fuera ensartar la mayor cantidad de ellas en el rondel del viento. Como shuta tataratera, dije que empleaba la palabra librincillo porque me gusta la palabra quesillo. ¿Mirás qué prodigio Dios aventó en mi camino? Me puso esta piedra para que la levantara y presumiera de que mi mente es como un quesillo, por enredada. Pero (¡qué cínico!), esto, en lugar de avergonzarme me produce cierto éxtasis, porque, entiendo, poca gente habría respondido así. La respuesta me pinta entero, tal como soy. Te he dicho muchas veces que no me gusta hablar por la radio o responder esas preguntas llamadas capciosas, y, sin embargo, respondo éstas (con el cordel que encuentro a la mano) y conduzco un programa de radio, los martes, de tres a cuatro de la tarde. ¡Dios mío, qué tanto pepenaran los oyentes!
Me gusta, querida Mariana, lo sabés, la escritura. Disfruto mucho cuando me enfrento a la página en blanco. Por el contrario, cuando me enfrento a la mente en blanco ¡sufro! La escritura (Dios bendiga por siempre este oficio) tiene un ritmo diferente. Cuando no encuentro una palabra que busco, dejo de escribir, me levanto y salgo al pequeño patio de la casa, ahí miro las orquídeas de mi madre, juego con “El Misha”, aviento el “pú” de “La Pigosa” y miro cómo la perrita corre detrás del juguete de plástico y luego yo soy quien corre a la mesa de trabajo porque la palabra ¡apareció como fruta en medio del árbol! La escribo, cierro los ojos y pienso que Dios es generoso. Pero ¡me aterra la pausa en la radio, en la televisión, en el escenario! ¡Tengo el síndrome del silencio del actor, del que “se pone en blanco” y busca en sus cielos y no halla el papalote deseado! ¡Ah, qué tragedia griega revuelta con comedia comiteca!
Pero, desde hace tiempo, me dejo hacer y ser y cuando ya pasó el huracán disfruto la calma. Ahora que te escribo disfruto lo que dije, porque ya no recuerdo qué dije. No sé si hoy, a las diez de la noche, en el canal 10 de la televisión de Chiapas, podré ver la entrevista. El sistema de Cable de Comitán, hasta ayer jueves por la mañana, no tenía la señal disponible. ¡Pucha, qué mala suerte! Sí, porque habría disfrutado mucho mirar mis actitudes y mis trabajos para caminar por la orilla. ¿Te conté que el otro día me invitaron a hacer la presentación de una película de Cantinflas en un ciclo de cine que presentaron en honor a los ancianos que cobran su “Amanecer” y me caractericé de Cantinflas y durante un minuto me reventé una parodia de su baile en la película “El bolero de Raquel”? ¡Sí, lo hice! Y lo hice porque me gusta la palabra “quesillo” y por esto digo que escribo “librincillos” ¡Vaya bobera!
Pd. Marco Antonio me entrevistó porque es un amigo generoso y porque realiza una Serie de entrevistas, con escritores contemporáneos con obra reciente. El librincillo “Conjuros” hizo el ídem de que yo fuera considerado dentro de los escritores recientes con obra contemporánea.